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LA EXPA NSIÓ N EUROPEA


DESDE LOS ORÍGENES HASTA FINALES DEL SIGL O XV

F ré d é ri c M a u ro

El ob jet o de este ca pít ulo es e xp one r al lect or los rasgos c arac terís ticos de la e x­
pans ión europ ea en el mund o desde los orígenes hasta 1492 . Co n ell o se estab le­
cen c ierto s lím ites espaciotem porales. Eur opa es una creac ión de los ca ro lin gio s
a pa rti r del im pe rio ro mano de oc cidente y de los prín cipe s de M os co via a pa rt ir
del im pe rio rom an o de orien te. Con an ter ior ida d no había ex ist ido exp ans ión
europea porq ue no había Eur opa ; la econo mía cerra da pro pia de la Alt a Edad
Me dia ma ntu vo a Europa cerra da sobre sí misma. Na tu ra lm en te , antes y des­
pués de Ca rlo ma gn o se crearo n en tod o el mun do ot ro s imp erio s que pra cti ca ­
ban la con quis ta m ili ta r, la exp ans ión com erci al y la co lon iza ció n de lejanos te­
rr ito rio s. Ta l ocu rre con los árabes, los ch inos y los mong oles. La exp ans ión de
Euro pa más allá de sus lím ites se inic ia en el s iglo XIII, prep arad a po r su e xp an ­
sión inte rna — Europ a se dlc na » de hom bres y en el sig lo x il se prod uce su ren a­
cim ien to urb an o— , pero tam bién por la aven tura de las Cruz adas que, en un
pr in cip io , fue ron una guerra defensiva . Estos fuero n los inici os. Pero ¿existe un
com ienz o en la His tor ia?
¿Pueden señalarse las prin cipa les fases de esa ex pan sión europea? De 12 00 a
1500 los pri me ros tanteos, con los lentos progresos de la naveg ación , ter mi na n
en los grandes desc ubrimie ntos: es la fase de la «pr eex pans ión» . De 150 0 a 187 3
asist imos a la for ma ció n y a la d ecadencia de los grande s i mp eri os co lonia les. De
1873 a 1914 tiene lugar una nueva expan sión euro pea, en parte «co lon ial» . De
1914 a 1973 esa expansión se sustit uye poco a poc o po r otr a, co mo consecu en­
cia de la «des colon ización ». En térm inos generales esas fases sucesivas cor res ­
ponde n a las simil ares de la evo luc ión económ ica de Eur opa a pa rt ir de la Baja
Edad Me dia . La preexp ansión es cont empo ránea del ren aci mie nto urb an o y co­
merc ial. La gran expansión co lon ial , entre 1500 y 187 3, va un ida al tr iu n fo del
ca pit alis mo co me rcia l, es decir, de un sistema eco nóm ico en q ue los sectores más
diná mic os de la produ cción están dom inad os po r los com ercia ntes, sistema que
va aco mpa ñado por una p olí tic a mer can tilis ta en que el Estado inte rvie ne en el
proceso eco nóm ico en fun ción de sus intereses. La segunda exp ans ión europ ea
se exp lica en gran parte por los avatares de la re vo luc ión in du str ia l y del nue vo
sistema eco nóm ico, el cap itali sm o ind us tri al, en el q ue la ge stión y los bene ficio s
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de la pr oduc ción están en man os de una clase de hombres nuevos, los i ndu stri a­
les, d istin tos de los c ome rcia ntes . Por último, la nueva expans ión que se esboza
en nuestro s días se basa en la nueva revolución indus trial y científica y en la nueva
sociedad tecnocrá tica. Así pues, las grandes etapas de la e xpansión europea se h a­
llan vinc uladas a las grand es fases del capitalism o. Queda ade más la función de las
dos variables exógen as que han puesto de relieve los historiadores actuales: la de­
mografía , cuyas variac iones, según la Sra. Boserup (Boserup, 1970), no son conse­
cuencia sino c ausa de las var iacion es económicas; y el clima que, como es sabido,
pasó en tre 1200 y 1 850 por una fase de enfriamient o, con el paréntesi s de los añ os
de 1550 a 1650. ¿Favore ció este enfriami ento la ec onomía mediterr ánea y facilitó
la acumul ación de los recu rsos necesarios para la expansión? Desde 1850, el reca­
lentami ento de la t emp erat ura ha ayudad o más bien a los países de la Eur opa del
Nort e, cuy o p apel en la revo lución industrial y en la segunda expansi ón ha sido de
primer orden.
Para que pudiera produ cirse la expansión europea, tenían que reunirse las
condicione s necesarias: una economía y una demografía lo suficientemente vigoro­
sas, un retroceso o p or lo me nos una interrupció n de las e xpansiones no europeas ,
y las explo racione s, los descu brimie ntos y, en su caso, las con quistas europeas que
abrie ron el camino a la expa nsión.

EXP ANS IÓN EXT ERN A Y EXPAN SIÓN INTE RNA

La e xpan sión exte rna que estam os estud iand o empieza por ser la prolon gación
natu ral de lo q ue se ha conv eni do en llamar expan sión interna: en un espac io ce­
rrad o un gas en exp ans ión aum enta su presión antes de escaparse al exterio r.
Esta e xpan sión inter na es el resul tado de una serie de g randes camb ios g eohistó-
ricos y se tradu ce por una coy unt ura de larga duraci ón de intensi dad bast ante
fuerte.

Los grandes cambi os g eohis tóric os

El clima, r epitám oslo, ha cam bia do desde la caída del impe rio roma no. Desde el
siglo v al x la Ti erra se reca lien ta, al menos en occidente. Ello tie ne d os efe ctos.
En las regiones med iterr ánea s y sub tropic ales el clima se vuelve demasi ado seco
y la vid a r esulta dem asia do difícil, lo que puede ex plicar la deca dencia de la civi­
lización roman a y el av ance de los ára bes hacia el Norte, en busca de zona s fres­
cas. En las regione s nórd icas , la nueva tem perat ura más alt a hace q ue se fundan
los hielos de los ríos y de las co stas, facilita ndo la navegación (fue así como los
viking os alca nzar on Améric a del Norte ) y, al cont rario de lo que ocurre en el
Med iterr áneo , incr eme ntan do las cosec has y seguramente la població n. Esta fue
la sue rte q ue les tocó a los países escandin avos, a los países b álticos, a Escocia, a
Irlan da, a G roen land ia, a Alema nia septe ntrion al y a Polonia.
En el siglo XII se inicia un period o de enfriami ento de larga durac ión que
persiste hasta media dos del siglo XIX, con un recale ntami ento pasajero entre
1550 y 1650. Dur ante es a época la econom ía y la demo grafía nórdi cas se hal lan
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a la defensiva. En ca mbio, en la Europa del Sur, la tem perat ura media dism inuy e
afo rtu nad am ent e y las precipitaciones aum enta n, con lo que aum enta n tam bié n
las c osech as y el ópt imo dem ográfico. Este peri odo corres ponde a la R eco nqu is­
ta de la Península Ibérica y a la eliminación de los musulma nes de la Penínsu la
Itali ana (Le Roy Ladurie, 1967).
La te cnología se tran sform ó profu ndam ente dura nte ese per iodo. En a gri cul ­
tur a el viejo sistema que d ataba del Neolí tico expe rimen ta una autén tica rev olu ­
ción: collera para el caballo que ahor a, al menos en los suelos prof undo s, pued e
tir ar del ara do de rueda y de reja metálica, el hacha para talar en las r otu rac io­
nes, el molin o de viento y de agu a, un uso más general de los inst rum ento s de
hie rro, la rotación trienal de cultiv os y la introd ucción de nuevas planta s. To do
esto , que ya existía en 12C0, exper iment a en el siglo xill u na enorm e d ifus ión: el
siglo «clásico» de la Edac Med ia occidental es también el de un cierto apo geo
econ ómic o (Duby, 1962).
Com o es de supone r, aparecen también muy rápida mente las nuevas t écnic as
artes anal es del hi lado y del te jido en los talleres de los artes anos u rban os o ru ra ­
les e incluso en las manu factura s para las operacio nes de aviam iento, es dec ir,
según el domes tic system o el fact ory system en que el arte sano trab aja pa ra el
com ercia nte que le financia. Al mismo tiempo vuelven a florecer y se perf ecci o­
nan las viejas tradicion es arte sana les del trab ajo del cuero , del metal, de la pie­
dr a, de la madera y de las const ruccio nes navales (Wolf y Ma uro, 1960). Por
últim o, el aume nto de las cantida des produ cidas permite el de sarro llo del co me r­
cio y, en parti cular, de las téc nicas comerciales, ámbi to en el qu e Venecia, c éle ­
bre ya por las técnicas de const rucci ón náutic a de su arsena l, hace gala de un
genio i nnova dor. En Venecia es dond e nace la conta bilida d por parti da dob le. Y
es allí don de aparece la letra de camb io y el billete a la ord en con sus acc esori os:
el aval, el endoso y el descuento. Es también en la ciuda d de los Du x do nd e se
desa rrol la por primera vtz, en sustitución del présta mo a la gr uesa, un siste ma
mod erno de seguros marítimos y do nde se conci ertan los primer os co nt rat os de
socied ad o de com andita . Venecia se halla en relación co n los distin tos mer cad os
de occiden te y con las ferias cu yos pagos periódicos son obra s maestra s de té cn i­
ca ban cari a, técnica q ue Venecia y los dem ás puertos de Europa perfec cionan a
lo largo d e los siglos. Todo est o existía antes del D escubrim iento de Am érica por
Cris tóba l Colón; el siglo XV I sólo a por tará una novedad: un cam bio de es cala en
la difusió n de todas esas técnicas, en su divulgación (Wolf y M aur o, 1960; He-
ers, 1963).
El número de seres h uma nos aumen ta tambi én, gracias a la mejora de la
agric ultur a en superficie; más ampli as obten idas por rotu raci ón. Haci a 1 35 0,
occide nte alcanza su po blación óptim a, habid a cuenta del es tado de las técnic as.
Los hombre s se alimentan mejo r y, por consiguien te, son más fuertes. Por otra
par te, domin an mejor la fuerza an imal y la energía del agua y del viento. El s ist e­
ma crist iano e imperial, la organ izació n feudal y señorial mode rada por la Igle­
sia, el e spacio que las Cruzadas ofrecen a los indiv iduos turb ulen tos y la rela tiva
paz que reina en Europa, concu rren a incrementar el número y el bienestar d e los
seres human os. Se puede así, relativam ente, afirma r que es un placer vivir en la
douc e France en tiempos de San Luis. Pero Eu ropa se ha conve rtido en un mu n-

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do «repleto». Un nuevo cre cimien to de la población origina inevitablemente un


desbordamie nto, una expa nsión más allá de los mares o hacia el Este. ¿Es posi­
ble un Dran g nach Osten , una inversión del movimie nto que se inició en tie m­
pos del Bajo Impe rio Romano? La respuesta es negativa; más adelante veremos
por qué.
Sin embargo, hacia 1350 las cosas cambian. En 1328 ha comenzado lo que
más tarde se llamará Guerra de los Cien Años, entre Francia e Inglaterra. En
1348 estalla la famosa «Peste Negra» que durará dos años. El golpe, terrible,
tarda mucho en curarse. «Veamos Catal uña. El punto de partid a del g ran reflu­
jo: 1333: el mal any p rim er (el prime r mal año). Entre el apogeo que representa
el fin del siglo x m y el pu nto más bajo de comienzos del X V, el descenso es del
orden de más de 2 a 1. Hab rá que esperar al siglo x v i l l para que se reconstituya
un tej ido co mparable. Conocidas son las apasionadas discusiones que en Francia
se prod ujero n en torn o a la situación de las parroquias y las familias en 1328.
Un abanico razonable de entre 12,5 y 15,6 millones. Pero en 1328 Francia se
recupera dif ícilm ente de la terrible hambruna de 1315-1317 , la primera del tr is­
te siglo x iv . El nivel de finales del siglo xm fue sensiblemente mejor. Veamos la
Provenza como te rr ito rio constante: 700 00 hogares en 1315, 3000 0 en 1471,
130 000 en la época de E xp illy (176 5). Habida cuenta de una reducción bascante
constante de los hogares, en relación con la disociación de la gran familia agná-
tica, no se vuelve al nivel del siglo xi ll hasta fines del siglo x v i o incluso c omien­
zos del x v i l l . Dich o brevemente, la población de la Cris tiandad aislada del Me­
diterráneo y orientad a hacia el No rte tiene, a mediados del siglo X III , un nivel
sensiblemente comp arabl e al que alcanzó en el mismo espacio a mediados del
siglo XV I. Una Cris tian dad latina de 40 a 45 millones de almas con densidades
de 2530 habitantes por kiló me tro cuadrad o y nunca inferiores a 56 en la perife­
ria. Ahí radica su suerte» (Chaunu, 1969: 78-79).
Así pues, el pu nto de pa rtida demográfico de la expansión se sitúa más bien
a mediados del siglo x i l l que a mediados del XV . Pero incluso, a mediados de este
últi mo , los recursos no están totalm ente adaptados a la població n. Recordemos
aquí la teoría de la Sra. Boserup citada anteriormente (Boserup, 1970: 78-79).
Es normal que los hombre s traten de mejorar marchándose de su tierra. El siste­
ma económico que resul ta de esta evolución múlti ple se basa en tres tipos de es­
tructuras:
a) La vieja organ izació n feudoseñorial creada en la Alta Edad Media a par­
ti r de la «villa» caro ling ia que se con vierte en el señorío (en el que el régimen se­
ñoria l regula las relaciones entre el señor y sus campesinos) y también a par tir
del vasallaje, que establece una jerarquía y una solidarid ad protectora entre los
señores hasta el supremo soberano, rey o emperador.
b) Las estructuras artesanales que desde los señoríos, donde existe una ar­
tesanía doméstica, trans miten ésta a las ciudades, creando intercambios entre la
ciudad y el campo circun dante . El puro artesano que trabaja solo o con ayuda
de unos cuantos compañ eros y aprendices posee herramientas, no máquinas. N o
tiene, pues, necesidad de inve rtir y, por tanto, tampoco de pedir prestado. El
préstamo con interés sólo sirve a los disolutos para pagar sus deudas o para con ­
traer otras: es inm oral . El pequeño comerciante es también un artesano.
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c) Las pri meras estructuras capit alistas aparecen con el progreso técnico, q ue
obliga a los ar tesan os a pedir p restada s a los comerciantes máqui nas y mater ias
primas y a recabar de ellos salida par a sus pro ductos, con lo que caen bajo su t u te ­
la, originánd ose así una separación entre la posesión de los medios de p rodu cción
y la fuerza de traba jo. Esta clase de los comercia ntes se enriquece y, m edi ant e la
compra de tierras, se apodera también de una parte de la produc ción agrícola. Po r
último, domin a los astilleros navales y los tran sporte s marítimos gracias al p rés ta­
mo a la gruesa, a la comandita y a los seguros marítimos. Tras su eclipse feud al,
las realezas nacientes se apoyan en esa clase y con ella recrean el Es tado.

Una coy untura de larga d uración bastan te destacada

Aparte de las rotu racione s, del incre mento de las subsistencias y de la po blac ión, y
de la expa nsión de las ciudades, y antes de la expansión de Europa más allá de sus
límites, el desarro llo del comercio interno en esa misma Europa puede cons titui r
un buen criteri o de la coyuntura económica de larga duració n. Es ese d esa rrol lo el
que hace que Euro pa pase del crecim iento de la producc ión y el consu mo a su
explosió n más allá de sus frontera s.
La fase A de 1200 a 1350, fase de la prosp erida d, se carac teriza por el d es a­
rrollo del com ercio m arítimo y del com ercio terrestr e intraeu ropeo s.
La evolución del comercio marít imo pasa por dos etapas . Dur ant e larg o
tiempo los es pacios marítimos coste ros de Europa están aislado s unos de otr os ,
bien a causa del retra so técnico d e la nave gación , bien com o resul tado del av an ­
ce m usulmá n que, extendié ndose por tod a la Península Ibérica y el Sur de I tal ia,
separa el Med iterr áneo occidental a la vez del Atlántico y del Me dite rrán eo
orien tal. El enfr iam ient o del clima en el Nor te de Europa , que bloqu ea du ran te
largo tiempo los puer tos con el hielo, desempe ña también de cierta ma ner a el
mismo papel. En ese periodo cada espacio maríti mo, cada mar es un peq ueñ o
Med iterrá neo que vive replegado sobre sí mismo y unido a los demá s por las
rutas te rrestres: esa dualidad y las rup tura s q ue origina const ituye un freno pa ra
el comercio ma rítim o. En una seg unda fase la Reconquista de Es paña, las Cr uz a­
das que sustra en a los árabes la llave del Medi terrá neo y el pro greso de las té cn i­
cas marí timas y n áutic as permit en desa rrol lar las relaciones marí tima s en tre los
distin tos «mediterr áneos» de Europ a. Dos imperios comerciale s domi nan por
entonce s so bre los demás: el itali ano y el al emán.
El imperio comerc ial italia no, esencial mente de los venecianos y los genov e-
ses, ejerce un papel de consider able impo rtanc ia fuera de Europ a. Pero, inclu so
en Euro pa, las naves italianas pene tran más o menos en toda s partes. « ...La
Recon quista castella na de Anda lucía , dura nte la primera mitad del sig lo Xlll
atra jo cada vez má s a las naves del Med iterr áneo hacia las cos tas del Atlá ntic o,
prim ero a Cádiz y Sevilla y más tarde a La Rochelle, Sou tham pton , Lon dres ,
Sluys (el pue rto de Brujas) y o tro s puer tos del M ar del Nor te. Ya en 1277 la s ga­
leras del genové s Benedetto Z acea ría, almi rante , mercader e i ndust rial céle bre en
todo el levante, ponía n rumbo hacia Ingla terra ; y en 1281 una galera de M all or­
ca echab a el anc la en ese país. En 1291 el mismo Zacca ria, aho ra al servi cio del
rey de Castil la, barr ía los últi mos vestigios de la barrera musu lmana en la s Co­


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lumnas de Hércules apl ast and o la flota marr oquí en el est rech o de Gibr altar . A
comienzos del siglo X IV los municip ios de Génova y de Venecia orga niza ron una
red de convoyes que de bía n recorre r el Medite rráneo y el mar N egro co n escalas
preestab lecidas y ho rar ios regulares, en la que se incluía una línea que c omu ni­
caba con Flandes e Ing late rra . Has ta allí llegaba la pene trac ión máxim a hacia el
No rte de un impe rio come rcial que iba de Londres y Brujas a T s’inanche u y Pe­
kín» (López, 1962: 299) .
El imperio come rcial alemán es más tardí o, pero desem peña en el Nort e un
papel s imétrico al del imp erio ita liano en el Sur.
En ef ecto, más allá de Gibr altar, los italianos tratan de tra nsp ort ar sólo mer­
caderías lo sufic ientem ente valiosas pa ra que sus galeras sean rentable s. El vino y
la sal de Francia y d e Portug al viajan en modestos veleros de cabo taje pertene­
cientes a estos p aíses. Má s al Nort e se repite el mismo fenóme no en lo que a tañe
al arenqu e, al stoc kfis h, a la mantequ illa, a la madera y al gran o. Con estos vele­
ros la ruta marít ima es c ua tro veces más lenta que la de t ierra . Esa ruta marítima
la fueron colo nizan do poc o a poco los alemanes que llegaron hasta Londres al
Oeste, Bergen al Nor te y No vgor od al Este. Las ciudades libres alema nas se apr o­
vechan de la debili dad del mundo escandinav o para impone rse en la región. Al
Este aprovec han el ava nce d e los caba lleros t eutónicos que fund an Riga en 1201.
Estas ciu dades saben pon erse de acue rdo para dominar. Pero la «Liga hanseáti-
ca» sólo se cons tituye oficial mente en 1369, incorp orand o adem ás a Colonia y a
otros puertos fluviales d el Rin. Lübeck seguía siendo la capi tal de la Liga gracias
a su situación en la zona que unía por t ierra el M ar del Nor te con el Báltico.
Vemos así el papel qu e dura nte largo tiempo desempe ñó el co merc io terre s­
tre, aunq ue sólo fuera pa ra unir e ntr e sí los es pacios marí timo s locales. La nave
y el agua se co nvir tiero n con gran rapide z en los medios de tra nsp ort e más rápi ­
dos para las merc ancía s pesadas , a condició n de pagar el preci o necesar io y de
no de jarse retra sar por las peripecias del cabota je; en camb io, el com ercio terre s­
tre permite evadir los pas os marí timo s en poder del enemigo. Este c omerci o no
duda en utilizar los ríos e, incluso cuan do sus instru mento s que dan reducido s a
la rueda y al lomo de las cabal lerías , tran spor ta con bast ante facilida d las m er­
cancías no pesadas y de gra n valor. En las m ontaña s, adem ás de las caballerí as,
hay q ue con tar con el hom bre mismo que trans porta en o ro el mismo valor que
un mulo tran spo rta en pla ta.
Por otro lado, el com ercio terre stre exige menos capit ales . La distinción
entre arte sano , com erci ant e, detallist a y mayorista no es muy neta. Los riesgos
son menores que en el tra nsp ort e por mar. No obsta nte, en el siglo xm hubo
modestos negocios fami liares que se convi rtieron c on el tiem po en g rand es c om­
pañías. Citem os, en 126 0, a Salimbe Salimbeni, miembro de un a de las mayores
comp añías de Siena, que regala a su patri a 1180 00 libras sienesas para ayuda r a
sufra gar los gastos de la guer ra con tra Florencia y se comp rom ete a en trega r una
nueva c anti dad un poco de spués. Pues bien, la suma qu e a bon a en 1260 equivale
al triple del valor est im ad o de los bienes mobiliarios e inmo bilia rios del dux
veneciano Riniero Ze no a su muer te, riquezas que prove nían esencial mente del
comerci o maríti mo. Se tr at a sólo d e un ejemplo, pero significat ivo, de la impo r­
tancia del com ercio terr estr e.
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Estas ru tas terr estre s trazan en la Europa de la Baja Edad Med ia una ve r­
dad era retícu la. Parti cula rmen te impo rtan tes son cierta s encr ucija das; las «f e­
rias» perió dica s, con sus «pag os», adqui eren una imp orta ncia con tine ntal y
políti ca. Así ocu rre con las famo sas ferias de Cha mpa ña, cen tros de influe ncia
econ ómic a, pero tam bién pol ític a y c ultura l. «Aquí, a lo largo del eje que un e
las dos region es econó mica ment e más avanz adas de Eu rop a (Itali a y Bélgica),
dese mbo can las rutas proced entes de los valles del Ró dan o y del Rin y pasa el
Sena co n sus princ ipale s aduen tes. La cate dral de Reims sirve de marc o a la c o ­
ron ació n de los reyes de Francia. La Corte de T royes se perfila tra s los p oet as
agr upa dos en un principi o en tor no de la condesa Ma rie de Cha mpa gne, hij a
de Leon or de Aqu itan ia, 5 más tard e en to rno al e xtr ava gan te y sim pático T hi-
bau t IV, que era tam bién poe ta. Luego hay una cons telac ión de ce ntro s me no ­
res don de se prod ucen lanas y telas célebres. Pero aun más célebre s son las fe­
rias que, org aniz ada s seis veces al año en las cu atro ciud ades vecinas (Prov ins,
Tro yes, L agny y Bar-sur-Aub e), dur an en re alidad casi tod o el año ... Esas f eria s
segui rán sien do dur ant e Icrgo tie mp o el eje de los inte rcam bios e ntr e el No rte y
el Sur de Eu rop a, más o menos dur ant e todo el siglo xill, hasta que la v icto ria
defini tiva de las rut as exclusiv amente marítimas entre el Med iterr áneo y el
Ma r del No rte las conden e a la decaden cia y a la desa paric ión» (López, 196 2:
309- 310 ).
De 1350 a 1500. Esta magnífi ca expansión económ ica —¡una fase A qu e
dura nada menos que tres siglos!— va seguida entre 1350 y 1 450 por una fase B
cuya s ca usas son dive rsas Las malas cosechas que se vuelven cada vez más fr e­
cuente s a par tir de 13 15 ,da nd o lugar a per iodos de escase z o de hamb re po r lo
menos regionale s, n o son el ú nico elemento de explic ación posible. Las cosech as
parecen ser espec ialmente mala s en los países del N orte , señal de un enfr iam ien­
to de las tem pera tura s que favorece más bien a los países medit erráneo s. Po ste­
riorm ente, a comie nzos del siglo xiv , la demografía parece estanc arse. El ca mb io
de sentid o de la cu rva demográfica que de ello resulta va aco mpa ñad o de t od a
una serie de dificult ades qu e conoc en muy bien los d emóg rafos . La Guerra, de
los Cien Años (1328-1453 ) y la pande mia de la Peste Neg ra, que en algunas re­
giones reduce la población en un 60% (1348-135 0) y se prol onga con súbi tas re­
curre ncias hasta el primer cu ar to del siglo xv, son ot ros dos factores capit ales de
la dec adenc ia ec onómica.
De todo s modos, conviene matiz ar tan sombr ío pan ora ma; así, Italia, má s
urb aniz ada, sufrió menos de la peste: quizás también la evolució n climát ica la
proteg ía mejor cont ra ésta. Por otr o lado, la industria sufri ó menos que la ag ri ­
cult ura. Pensemos en el éxit o de las pañerías inglesas o flamencas com para das
con las flor entinas. «De idéntica mane ra, el sector terci ario, el de los tr ans por tes
y los negocios, no sufre en part e algun a, salvo en Franci a, una depresión ac en ­
tuad a y general. En primer lugar , el mismo comercio de los produ ctos agríc olas,
que se aprov echó del saneami ento de las estruc turas y de los proc edim iento s
agrícolas; es cierto que las transa ccion es cerealeras se redu jeron , pero las del
vino y los prod uctos ganadero s conocier on años muy provech osos. En lo que
respecta al gra n comercio, aum enta el tonelaje de las naves y en el siglo XVI liac e
su apari ción en el Norte la urca. El número y la enver gadura de los ban cos
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aume ntan y, jun to a los banc os privado s, frágiles a causa de la falta de papel ne­
gociable, nacen los b anco s públicos ...» (Forquin , 1977: 325).
Hacia 1450 la rec upe raci ón es manifiesta y general. La prosp eridad de los
negocios saca par tid o de la paz, impulsa la difusión de los medios de pago y fo ­
menta las empr esas ma ríti ma s dedic adas a buscar el metal precioso p ara las m o­
nedas ya insuficientes y tier ras para una poblac ión que vuelve a crecer. Es la
época en que Ingla terra , exp ulsa da de Francia, ha de renunci ar a sus am biciones
contin entale s y se vuelve lent ame nte hacia las emp resas lejanas y en que el final
de la R econqu ista ibérica empu ja a la Península hacia una Conqu ista. Peto aquí
nos enco ntram os de nu evo con una expan sión de Europa fuera de sus propi os
límites que no ha dej ado d e manife starse desde 1200.

LA S EX PA NS IO NE S N O EUROPEA S

Fuera de Euro pa, cada una de las tres grandes partes del mundo experi menta
impo rtant es movi mient os de pobl ació n relacio nados con la creación , el de sar ro­
llo y la decadenci a de g ran des imperios.

En Asia: la e xpan sión m on go l

A comienzos del siglo xin M ongo lia es un espacio vacío de 35 millones de kilóme ­
tros cuad rados con una pobla ción de dos millones de habitantes. En torn o a ese
vacío están en crisis las gr ande s civilizaciones tradicionales. La India se halla di vi­
dida en dos partes com o consecuenc ia de la invasión musulmana que alcanza y
conquista Bengala, oc upá ndo la complet amente en 1202. Pese a sus divisiones, los
musulmanes progresa n hacia el Sur de la península , donde chocan con los reinos
indígenas que of recen ten az resistencia, pese a las diferencias que los oponen.
Tamb ién Chin a pasa po r un proces o de desmembra miento. La dinastía de
los Song ha ren unc iado a con tro lar el No rte y vive apacibleme nte asent ada en
su capital -museo d e H ang -C heu d edicad a al Arte, a la Estética y a la Me tafísica.
A su vez, el No rte está oc up ad o por los Kin que, año tras año, amplí an su do mi­
nio y lle gan incluso a am ena zar a Hang- Cheu. Hacia 1250, el terr itor io chino
tiene med ia docen a de c apit ale s.
Esta doble dec aden cia libera al resto de Asia de la dominac ión de India y
China. Es la é poca en que florecen los dive rsos reinos de la Península Indochin a
y, en parti cula r, el imp erio jeme r con Suryav arman II (hacia 1112 -1152 ), a
quien se debe la con stru cci ón del célebre templo de Angkor Vat, y Jay avarm an
Vil (fines del siglo X ll ) , el gran mod erni zado r del país. Insulindia sigue d ividida
en tres gran des reinos . Y, pese a las rivalidades intestinas, gracias a la severa d is­
ciplina del sho gun ato , nue vo sistema político, J apón pasa po r una era de p rosp e­
ridad que dur ará hast a fines del siglo xil. Así, India y China , las dos grande s c i­
vilizaciones matrice s, dan nacim iento a varias civilizaciones filiales, algunas de
las cuales apare cen com o una arm onio sa mezcla de am bas herencias.
En esas co ndic ione s se produ ce en el siglo xm la conquista del Gr an mongol ,
Gengis Kan. A pri mera vist a, nada hacía prever que a partir de las poblacio nes
LA E X P A N S iÓ N EUROPEA 57

nóma das basta nte pobres y frent e a las ricas civilizaciones musul mana, hindú y
china, un jefe de banda s iba a ser capaz de cons titui r un sistema cont inen tal p o ­
deroso. Desde hacía siglos los nómada s se con tent aba n con saqu ear regula r y
brutal mente a las pobl aciones sedentarias que vivían en las fro nter as de los e sp a­
cios en que se movían. Aun así, a veces n ómad as y seden tario s a caba ban po r e n ­
tenderse. Además, a lguno s jefes nóm adas se sentían atra ído s por los placere s y el
enca nto de las grandes ciudad es imperiales; así, los mongoles kita t, tras ap od e­
rarse en el siglo x de una par te de China del No rte, fijaron su residencia en
Pekín. Por otra parte , en el seno del mund o mongol había rivalidade s y luc has .
Por ejemplo, los turco s kirguises habían logrado somet erlos a vasallaje du ra nt e
nues tra Alta Edad Medi a. Pero ya en el siglo x fueron apla stad os por los m on ­
goles jitai que d e este modo liberar on de la tu tela turca a to das las tribus.
Hacia mediados del siglo xil, numerosas tribus siguen d isputá ndose los país es
mongoles. Algunas de esas t ribus , situada s al Oeste, se han conver tido al nesco-
rianism o, mientras otras siguen fieles al chama nismo. La mayoría se m ant ien en
en un autént ico estado de bar barie: ni ciudades, ni aldeas , ni siquier a c am pa me n­
tos, a veces las familias se hallan aisladas y ocurre incluso que la familia m isma se
disgregue por efecto de la an arquía am biente (Auboyer, 1961; 313-320 ).
Gengis Kan nace en 1167. Su padre, jefe de los kitat, com bati ó a los tár ta ro s,
quienes le envenenaro n cu and o su hijo tenía sólo nueve año s. La viuda y los hijos
qued aron en la miseria. Tam udjin, ese era el nom bre del futuro Empe rador , co n­
siguió restablecer los as untos de la familia con ayuda de un aliad o de su pad re,
resta uró en su p rovecho la realeza mongola y se hiz o inc luso procla mar Kan, t ít u ­
lo que su padre no había tenido . En 1196, apoy ado por varias tribus , to m ó el
nomb re de Chinggiz Kan, de donde nosotro s hemos deriva do el nombre de Gen -
gis Kan. A petición de los kita t se lanza en tonces a com bati r a los tárt aros , lo q ue
le vale varios títulos n obiliar ios chinos, logra s omete r a algunas tribus mon gola s
disidente s, prime ro las más ce rcanas y desp ués las dem ás, y en 1207 termin a po r
dom inar la tota lidad de Mongolia. Se hace entonces proc lam ar Kan sup rem o
(Qaba n), or ganiza un verda dero Estado con un ejército y emp rende la co nqu ista
de los países sedentari os. Muere en 1227 tras haber cread o un vasto imperio q ue
se extend ía desde Pekín h asta el Volga. Su suceso r, Ogo dai, lo extiend e aun más ,
ocu pan do un nuevo trozo de China, Corea y la Persia or iental. Sus tro pas en tr a­
ron en Georgia, Armenia, Rusia meridional, Ucran ia, Polonia , Morav ia, Bulg a­
ria, Hungría y Croacia hasta la costa del Adriático. La muerte de Ogodai y las
disput as entre sus sucesores los obligar on a r etroced er hasta el Volga. Los su ces i­
vos herederos del Gran Kan tratar on de extenderse por el Lejano Orient e, sin
conseguirlo . De tod os modos, el conj unto mongol siguió some tido al Gran K.an,
que en adelante residió en Chi na. Pero los kanes qu e regían ca da provincia se v ol ­
vieron poco a poco muy indep endientes (Auboyer, 1961: 320-3 22).

En Africa y en Orien te Medio: el Islam

En el mome nto en que el imperio mongol comienza a d eclina r (siglos x iv -x v ), el


Islam evolucion a y recobra nuevas fuerzas tran sfo rma ndo a todo s los p aís es de
Orie nte Medio y, pese a la Reconquista cristia na de la Penínsu la Ibérica, a t od os
58 F R É D É R IC MAURO

los países de África al N or te i el S ahara. Al S ur de ese M editerr áneo de arena en


que los me canism os de los ine rca mb ios se asemeja n mucho a los de un espacio
marí timo , el África Ne gra , ain qu e sin mantene rse inmóvil, apenas e xperi menta
trans form acio nes cuya rep era jsió n en el exter ior pueda tener alguna imp orta n­
cia; en términ os gene rale s, das gran des áreas cultur ales se reparten ese mund o
negro: el área suda nesa , al Es:e, do nde viven bellas razas de ganade ros más bien
nóm adas , de espíri tu o rg ul lo o e indepe ndiente , los primeros que se conv ierten
al Islam; y el área ban tú al Oeste y al Sur, hom breci tos sedentar ios y pacíficos
orie ntad os hacia la agr icu ltur a y que siguen siendo fetichistas. Oposición ésta
que aquí sólo esbo zam os y qi e habrí a que mati zar considerablem ente.
El Islam ant erio r, el de les siglos XI, xn y x i l l , pasa por periodos de lucha y
de retroces o co mo co nse cue mia de la ana rquí a que reina en la prim era mitad del
siglo XI. Pero a travé s de es a: dificultade s, se visl umbra n ya las dos fuerzas polí­
ticas que van a resta blec er elo rde n en este tu rb ad o mundo: al Oeste los berebe­
res y al Este los turco s. «E n os confine s del S ahara y del Sudán vivían los be re­
beres, nóm adas reci ente men te conver tidos al Islam. Hacia mediados del siglo Xl
algun os misio neros los co nv ini ero n en un gr upo de austeros fanáticos que libra ­
ban contr a los negros pa ga nt s la tr adicio nal Gue rra Santa. Residían en co nven ­
tos fortificad os, los ribat , de don de les viene su nombre de almo urabit um «las
gentes del ribat» de do nd e vene nuestr a pala bra «almorávide s». Fue fácil con ­
vencerlos de que fueran a Iin pi ar lo que los jurista s naikita s del Magreb les pre ­
sent aban como focos de de pa va ci ón : en pocos años conq uistar on Marr uecos y
la mitad occid ental de la act aal Argelia. Luego, los llamaro n a España aquellos
que se sen tían inqui etos p o r a debilida d y los com promi sos de los príncipes mu­
sulman es frente a la Re co nq jis ta cristiana . Era el mome nto en que, por el lado
cris tian o, el esp íritu de c om fre nsi ón entre las con fesiones, que aún encar naba el
Cid en Valencia, daba p as o a la intransi gencia de los caballer os de más allá de
los Pirineos, los mismos qu ei ba n a lanzar la «Cru zada de Ori ente». Entre 1086
y 1110 lo que que dab a de 1: España musu lman a, la mitad meridional de la Pe­
nínsul a desde la de se mb oc aiu ra del Taj o a la del Ebro, era a su vez un ificada
po r los almor ávide s. Con el lt s se instal ó la dict adur a maliki ta, fiel obs ervante de
la letra del De recho y de la leo log ía; y también se desper tó la Guerra Santa con ­
tra los cristia nos y, en el in er io r, la intole rancia cont ra los mozárabes. ..» (Ca­
ben en Crouzel, 29 1- 29 2) 1 .
A m ediado s del siglo X lll a dinas tía de los almorávi des fue sustituida por la
de los almo hade s de or ig en ma rroq uí, bereber tambi én, que conservó el poder
has ta mediado s del siglo x il l Esta din astía corre spon día mejor a las aspiracio nes
religiosas de las masas qu e d ¡uridicismo malik ita de los almorávide s; en efecto,
sus fundad ores, Ibn T u m a rt y Ab delmun in, intro duje ron de nuevo en su imperio
una visión mística del Is la m Con esta liberación del malikismo, la España mu­
sulm ana alcanz a e nton ces su apogeo. A su vez, la civilización andaluza permite el
florecim iento de la cu ltur a jid ía, cuyas colon ias es pañola s son ahora las más bri-

l. El Ma liki sm o, del ju ris ta Aalik (siglo VIH), es una doctrina jurídica que tuvo éxito en Espa­
ña y África del Norte.
LA E X P A N S IÓ N EUROPEA 59

liantes de la Diá spo ra. A pa rtir de ellas se or ganiz a una nueva Diásp ora en to do
el m und o occ ide nta l. De este m odo , judíos y mu sulmanes so n, ju nt o con los cr u­
zados, los vect ores de la cul tura asiática y o rien tal hacia la C ris tian da d latina .
El apogeo del occide nte m usu lmán se produ ce hacia 120 0. Después viene l a
decadencia, c om o resu ltad o de los golpes de la Recon quista. En el Este, las cosas
camb ian tam bié n po r efecto de las invasiones turcas . Desde hacía tiem po los
príncipe s musu lman es de Orien te Me dio reclu taban sus ejé rcit os entre los escla­
vos tu rcos. Pero en el s iglo X, los reinos esteparios turc os del Asia c ent ral ent ran
en co nta cto c on los musulmanes, po r c ond uct o de los mercaderes y los mi sio ne ­
ros, y se co nv ier ten en gran núm ero al I slam, seducidos po r una civ iliz aci ón su ­
pe rio r, así com o po r la costumb re de la Guerr a Santa, que les per mití a satisfa cer
su af ició n a las corre rías.
Una vez co nv ert ido s en musulmanes, los turc os no pod ían ya ser reducidos a
esclav itud. De ah í la ¡dea de hacer que em igrar an pobl acio nes enteras para se r­
virse de ellas m ilit ar m en te ; algunas de esas pobla cione s ad qu irie ro n pro nt o gra n
imp ort anc ia: los gaznávidas, que llegaro n a islam izar el val le del Ind o, y los
seleúcidas, qu e fue ron pro nto los más poderosos de to dos. Para ellos, la Gue rra
Santa es antes que nada la re unif icac ión del Islam desg arra do po r la anarqu ía y
las herejías. Una vez realizada la opera ción, había aún que da r emple o a unos
ejércit os inq uie tos , ávid os de saqueo y a ventur a. Na da más c óm od o que vo lv er ­
los co ntra el i m pe rio biza ntin o, heredero del a nti gu o I m pe rio de O rien te, que, en
las front eras occ iden tale s de los turcos , se descomp onía ante sus ojos . N o ob s­
tante, a fines del siglo XI el gran imp erio tur co seleúcida se di vi di ó en cu at ro
princ ipad os: Ir ak , Siria, Irán y Asia Me nor . Este úl tim o era quizás entonces el
más prós pero. En él renacen las ciudades y el com erci o se des arro lla. Pero los
turco mano s, exp ulsa dos hacia el Oeste por los m ongoles, se in fil tr an en la reg ión
for ma ndo ho rda s cada vez más numerosas e inasim ilabl es. Las difi cult ade s y las
sublevaciones que de e llo se der ivan deb ilita n al sul tan ato de Rum, es decir, las
antigu as pro vin cia s romanas de Asia Me nor . Y en 1243 los mongo les le im po ­
nen su pro tec tor ad o. Volvemo s a en contr arno s aqu í con la for ma ció n de ese in ­
menso im pe rio mo ngo l dequ e hablá bamos antes. Ru do frac aso para los pueb los
árabes que de este mo do se ven sometidos a los bárba ros venid os del Este y del
No rte . «Pa radó jicam ente , es el Egipto gobe rnad o po r sem ibárb aros imp ort ad os
de los m ercado s de esclavos del mar Neg ro el que ahor a of rece refu gio a las espe­
ranzas y es el cen tro de la civ iliz ac ión de tod os los países árabes. Los mame lucos
impo nen en el país la dicta dura de su e jérc ito, a menu do di vi di do , ex plo ta nd o
dura ment e a la pobla ción indígena. Sin emb argo , este ejé rci to conserva pa ra
Egip to y, en oc asione s, para Siria una unid ad, una solide z y una regul arida d ad ­
mi nis tra tiv a qu e muchos Estados vecinos le habr ían env idia do ...» (Cahen, 51 3) .
Un nuevo ava tar, tras varia s peripecias viene a tu rb ar el Ori ent e Pr óx im o
antes que con clu ya el siglo XIV, dislo cand o de fin itiv am en te el im pe rio mo ng ol.
Se tra ta del avance de los timú ride s, de dond e surge la figu ra legendaria de
Tam erlá n. El epi sod io fue posib le gracias a la des com pos ición del Asia ce ntr al
mon gola , que di o el poder a los turcos. En el J orezin un mo ng ol co nv er tid o en
tur co, T im ur Le nk (T im ur «el Coj o» o Ta me rlá n), bestia san guin aria pero gr an
cap itán , ag rup ó en tor no suyo un ejérc ito fana tiza do. En los últi mo s años del
60 F R É D É R IC MAURO

siglo x i v , recorr ió a la cabeza del mismo el antig uo imperio mongol, desde la


Rusia central hasta la Indi a del N ort e y desde Asia Menor hasta los con fines de
Chi na, deva stan do tod o lo que enc ontr aba a su paso. Estableció su cap ital en
Sam arca nda, dond e tr at ó de des arro llar las Letras y las Artes para cele bra r su
poder. Sus haz añas ad qui rier on pro nto un cará cter legendario en los e jércit os de
los iranios, los árabe s y los cristia nos. En 1402 vence en Ankara al Sul tán ot o­
mano . Pero, al con tra rio que Gengis Kan, no construye nada dura dero . Tra s su
mue rte en 1405 , sus desc endie ntes, los timúrides, perdiero n sucesivame nte todas
sus posesiones. Y sólo po r azar pud o funda r uno de sus descen dientes du ran te el
siglo X V I el Im perio unifi cado del «Gran Mongol» en la India.
Acaba mos de a ludi r al sultán otom ano . Hora es de hab lar del nuevo imperio
que, bajo la au tor ida d de este pe rsona je, conqui sta el Asia Meno r, los Balc anes y
el Orie nte Próxim o. En efecto, a f ines del siglo X II I se constituyen en el Asia Me­
nor occid ental , que segu ía siendo bizan tina, varios principa dos turc om ano s, en
los que influía fuer teme nte el espíritu de la Guerr a Santa. Precisamente en esa
époc a es cua ndo los em per ado res bizant inos suprim ieron las inmuni dades fisca­
les de los co lon os-s old ado s que en esa «frontera» se enca rgaban de defe nder al
imperio . De ahí que casi todo el terr itori o asiático que de este d ependía cayera
rápid ame nte en mano s de los jefes tu rcom anos , qu e no dudab an en pra ctic ar in­
clus o la gu erra de c orso en las islas del ar chipiélago y en las costas de la Grecia
cont inen tal. Entre ellos figura Osm án, que capit anea ba el g rupo de los ot om a­
nos, estab lecid o cerca del mar de Már mar a, en una situación estra tégic a de
prim er orden , a par tir de la cual el jefe y sus suceso res conq uista ron met ódi ca­
mente la penín sula y se apr ove cha ron de las ri validades entre latinos y biza nti­
nos. Al term inar el siglo x i v esta ban ya instala dos en la mitad occiden tal de esa
peníns ula y en gran par te de los Balcanes. En 1453 se apod erar on de Con stan ti-
nop la y a finales del sig lo XV era n d ueños de toda el Asia Menor. A finales del si­
glo X V l ocu par án Irak , Siria y E gipto.
Este n uevo poder atem oriz ó a la cristia ndad y ésa será una de las raz ones de
la po lítica de Carl os V en el sig lo X V I: superar el Cisma provo cado por la Refo r­
ma y rec onstr uir la u nió n, para hacer frente al Islam a menazan te.

En Améric a: e l im peri o de los altipl anos, el «vacío» de las llanuras

No va mos a a bo rda r el prob lema de los orígenes r emotos de las pobla ciones p re­
colom bina s venidas de Asia, especia lmente a través del es trecho de Behring , las
islas A leutian as y Ala ska, apro vech ando las variaciones climáticas, pero en p arte
venida s qu izás tamb ién de Polinesia a t ravés de las islas del Pacífico y de Aus tra­
lia por el con tine nte ant árti co. Esas poblacione s comienzan a llegar a América
tal vez 35 000 a ños ant es de Jesucris to. Tienen que vencer un espacio difícil e in­
menso que las aísla. La lentitu d de su desarr ollo se debe a que p ierden el c ont ac­
to con el V iejo Mu nd o, así c omo a las dis tancias que las sep aran, lo qu e les im­
piden apro vech arse de los mutuo s progresos. De ah í su retras o tecnológ ico: no
conoc en ni el gan ado may or, ni la rueda, ni la bóveda, ni la ciencia náu tica , lo
que con tras ta con el es tad o ava nza do de sus conocim ientos científicos, incluso a
veces de su reflexión metafísi ca. Ot ro rasgo caracter ístico; las diferenc ias enor-
LA E X P A N S IÓ N EUROPEA 61

mes que e xisten en el tiempo y so bre todo en el espac io en tre estas c iviliza ciones ,
desde las cult ura s más primitivas de sociedades tribales elementale s hasta los
grandes imperi os políticos. Pero la parad oja radica en que no son ob lig ato ria ­
mente los más a vanzad os en m ateri a de tecnolo gía los que van más lejos en la e s­
fera de la Ci encia desinteresada o de la Filosofía. Así, los mayas pertenecen a la
Edad de Piedra y, sin embargo, no sólo organ izaro n un enorm e imperio , sin o
que adem ás nos han dejado algu nos de los más bellos mon ume ntos de pie dra
que cono cem os, una escritura y una ciencia astron ómic a, es decir, un co nju nto
de logros que podemos consi derar superio res a los de los aztecas que, por su
parte, pertenec en a la Edad del Cob re, y por lo menos iguales a los de los inca s,
a los que se clasifica en la Edad del Bronce.
Cita mos d eliberad amente estos tres imperios ya que, tal vez con los chib cha s
de Colo mbia , son los únicos que sobresalen verd adera ment e dura nte nu est ra
Baja Edad Media del c onjunt o cont inen tal del Nuevo Mun do. Pues bie n, se o b ­
servará que estos imperios se form aron en los altipla nos tropic ales y en las ti e ­
rras frías o temp ladas de la America intertr opica l. En las otr as regiones, y en
part icul ar en las lla nuras pero t amb ién en las mon taña s t empl adas frías, el c lim a
parece dem asia do rudo o demas iado caluro so y el desafío de la natu ralez a, se ­
gún las pa lab ras de Arnold To ynbe e, es dem asiado v iolento para que pueda h a ­
ber una respue sta human a eficaz. En estas inmensas regiones, cubie rtas o n o de
selvas difícilm ente penetrables, reina a menudo el vacío o la presencia de un a
pobla ción dispersa que vive de la recogida de frutos silvestres, de la pesca, de la
caza y de una agricu ltura más que rudi men taria , actividad es de rendim iento d e­
masiado débil para que no requ iera n el nomadi smo y la existencia de vas tos
espacios. Pero, incluso supon iendo que estos sean indispensab les p ara la s up erv i­
vencia de los seres humanos en co ndicion es técn icas ta n rudim entar ias, cabe p re ­
gunta rse si el co njun to americ ano no era todav ía hacia 1300 o 1400 dem asi ado
vasto para las po blaciones que co nten ía.
En cam bio, los grandes imperio s represen tan zonas de d ensid ad im po rta nte ,
en las que se pro ducen movimient os de expans ión muy p arecido s a los del Viej o
Mun do en la misma época.
Los mayas ocup aban en ese espacio marít imo que podem os ya lla m ar el
«Med iterráne o americano» una región tropical correspo ndiente al Sur del Méxzico
actual (Chi apas, Yucatán, istmo de Tehua ntepec ), a Gua tem ala, salvo su co sta
del Pacífico, al Oeste de Hon dura s y a Bclice. La civilización maya se de sar rol ló
en esas regione s, aislada del resto de América, apro xim adam ente desde el añ o
3000 a.n.e . Los m ayas se agru pab an en ciudad es, como los griego s de la Époc a
Clásica, que a veces se reunían en federaciones. La p oblació n total alcanz ó po si ­
blemente los 15 000 000 de ha bitan tes.
Tras un perio do Prcmaya (300 0-353 a.n.e.) y un perio do de Elab ora ción
Cultu ral (353 a.n.e .-317 n.c.), los mayas entr aro n en la lla mada era del Imp erio
Antiguo o Época Clásica (317 n. c.-9 37 n.e). El apog eo de esa épo ca se sitúa en el
siglo vill. Luego, el m undo maya empieza a declinar y las ciu dades son ab an do ­
nadas unas tras otra s. La gran región maya h abía sido el Oeste del Petén cen tral .
En el siglo x se pr oduce un renaci mient o maya y la cr eación del Nuevo Imp erio
de la época «Posclásica» (387-1 697). Desde el Sudoeste se infiltr ó una nueva po-
I
62 F R É D É R IC M A U R O

blac ión, los itz á, q ue fun dar on Chichén Itzá (986-998 ). En M ayap án y en Uxmal
se in stal aron mexic anos asimil ados a los mayas (987-1 007). Ellos cre aron la liga
de M aya pán , que dis fru tó de gran prosp erida d. La guerra civil de 1194 da el p o­
der a May apá n y a sus reyes, los Cocom. Pero poste riorm ente, los demás jefes
mayas se sublev an y saq uea n Maya pán. Es el comienzo de la desinte gración que
se ve com plica da por to da clase de az otes: hurac anes de 1464, peste de 1480, se­
quías cata stró fica s y, po r último, epidemi as de viruelas apo rtad as por los eur o­
peos en 151 1-15 16. De tod os modos, los m ayas iban a resistir a la penetración
espa ñola hasta la ba tall a de Ta yasal , el 13 de marzo de 1697.
Los azteca s habí an crea do hacia 1500 un imper io que se ex tendía por gran
parte del México actu al, al Nor te de la región maya. Tod o el Noroe ste estaba
ocu pad o por pobl acio nes salvajes q ue los españoles conf undi rán con los térm i­
nos genera les de «chichimecas » o «indios bravos ». Los indígenas de las costas,
insta lado s en par ticu lar en las llanur as del litoral, eran tan primiti vos pero más
sede ntari os y h abían apr end ido ya el cu ltivo del maíz. Tambi én ellos eran muy
indep endie ntes y re cha zab an toda aut orid ad exter ior. Por último, en los altip la­
nos vivían pueblo s que poseí an un fondo de civilización comú n, la civilización
tolte ca, influida por la civilización maya. «La Confe deraci ón Azteca, México,
Texc oco y Tla cop án, se había conve rtido en la agrup ación política mente más
imp orta nte y su impe rio se ex tendía a fines del siglo xv desde uno a ot ro océano
y desd e los nóma das has ta los mayas. De todo s modos, en clava dos en ese impe­
rio, seguían siendo indep endien tes los Estados de Tlaxc ala, Mesti tlán, de los
yopis, de los mixtec as de Totote pec y de los ta rasco s de Mic hoac án. Conserv a­
ban su aut ono mía pag an do t ribu to a los az tecas Chohi la, Hua jotz ung a, Tehua-
cán, una par te de la Hua stec a, una parte de la M ixteca y del país de los zapote- |
cas, Chi apa s y Socon usco... » (Mou snier en Cr ouzet, t. IV: 407 ).
Los azteca s eran conq uist ado res venidos del país de los chichimecas, quizás '
hacia fines del siglo xn. Dura nte largo tiempo habían vivido una vida errant e,
pero en 1325 se establ ecier on en la laguna de Teno chtit lan y, desde entonces,
bata llar on con stan tem ent e c ontra sus vecinos, a veces simple mente para g aran ti­
zar su apro visi ona mie nto de agua y tamb ién para pode r dispo ner de un mínimo
de tierr as cultiv ables neces arias para su alimen tación. Acaba ron por formar un
Esta do urb ano y en 135 2 Acamapitchli fue elegido jefe o bacate cuhtli de Méxi­
co. Fue esta dinas tía la que creó un verda dero imperio. En 1425 creaba una
Conf edera ción Azteca y hacia 1450 los ejércitos confe derad os alcanz aban el gol­
fo de Méx ico, en el act ual Estado de Veracruz. Hacia finales del siglo oc upaban
el ist mo desTe huant epec y llegaban hasta los confines de M icho acán , de Chiapas
y de Gua tem ala al Sur, y hasta el río Pánuco, al Norte . Cua ndo d esemba rcaron
cerca de la futu ra Vera cruz, en 1519, los españo les se e nco ntra ron con un impe­
rio en plena expa nsió n, parti cula rme nte en detrim ento del im perio maya.
Los incas habí an fun dad o tard íam ente su imperio cuan do llegaron los espa­
ñoles. Has ta el pr imer tercio del siglo xv se ins talaro n en el Cuzco , en los Andes,
a 3 500 m de altitu d. El nombr e de incas designa a una dinas tía que sólo ejercía
un pode r frágil sobr e pueblos prácti came nte indepen diente s, dond e aquella se
con ten tab a con hacer una correr ía de cuan do en cuand o. El primer Inca que
tra tó de amp liar y org ani zar su imperio fue Virac ocha, a com ienzo s del siglo XV.
LA E X P A N S IÓ N EUROPEA 63

Pero siend o ya viejo el Emp erad or, indi os venido s del N or te atacar on el Cu zco .
El hi jo de Vir ac och a, Yu pa nq ui, rechazó el a taque y seg uidamente estableci ó su
hegemoní a sobre un te rr ito rio que corre spon día más o menos al Perú act ual y a
una parte de Ecua dor hasia Q uit o. Co ron ad o en 1438 , a la muerte de su pa dre ,
Yu pa nq ui creó un verdade ro sistema ad mi nis tra tiv o que le p erm itió g obe rnar su
imp erio . Su hi jo Tup a "Yupanqui (14 71 -14 93 ) se apo deró del A lto Perú (la
Bo livi a ac tua l) y de Ch ile basta el BíoBío , «fro nte ra» más a llá de la c ual no c o n ­
sig uier on nunc a ir los prop ios españoles y que tan sólo desaparecerá con la s u ­
misi ón de los araucan os, en la segunda mit ad del siglo X IX . Huay na Cápac, E m ­
pera dor entr e 1493 y 1527, estab leció su fro nte ra entre Ecuad or y Co lo m bi a y
tu vo que so foc ar varias sublevacio nes. Fue a su m uerte cua ndo los indio s que v i­
gila ban la c osta del Pacífico seña laron la presencia de «extr años mons truos b a r­
budos que ha bita ban en grandes casas flotan tes».
Hay pues que aband onar la idea de que, antes de la llegada de los españo les,
los a me rind ios eran poblacion es pacíficas que podían darse el luj o de unos cu an ­
tos sac rific ios human os porque no hacían la guerra. Las causas de esos im pe ria ­
lismos deben buscarse sobre to do en las variacion es de densidad demog ráfica qu e
existí an en el espacio y en el tiem po y que, com o en Euro pa, desempeñaron un
papel ca pit al en las invasiones, las migr acion es y los impe rios. Pues bien, según
los cálcu los de la llam ada Escuela de B erkeley, gracias al maíz esas densidades ha­
bían ac abad o por alcanzar en los a ltip lan os índices muy elevados. Esto con cue rda
con los c álcu los de otro s e xpertos que atr ibu ían al c on jun to de Am érica una p o ­
blac ión de 90 a 112 millones de habitan tes, de los que 60 millon es se los r ep ar tí­
an p or mitad es el M éx ico centra l y el Perú (Sánchez Al bo rn oz , 1973: 55).
El fen óme no de la ex pansió n tiene, pues, car ácter general y un análisis c o m ­
parad o nos mos trar ía que las causas, las form as y las consecuencias de esa ex ­
pansió n son a menud o las mismas de uno a ot ro c on tine nte y de un siglo o un
mil en io a o tr o. La expa nsión europea hay q ue inser tarla en ese gran m ov im ie nt o
pla ne tar io. Es verdad que va a desempeñar un papel pri vile gia do . Pero ¿qu ién
podía de cir lo en 1492 , c uando Cri stó ba l Co lón desc ubrió sin saberlo Am éric a?

LA EX PA NS IÓ N EÜROP EA AN TE S DE LOS GR AN DE S DE SCU BRI MIE NTO S

Desde fi nale s del imp erio r om ano , Eur opa tiene que s uf rir las invasiones y la ex ­
pans ión de los demás pueblos, en vez de extenderse ella misma. Pero po co a
poco reac cion a a ese desafío e xt er io r y, antes de la fecha trascende ntal de 14 92 ,
lo hace esencialme nte e ntre s direccio nes.

La con qui sta del A tlá nti co no rte p o r los viki ngo s

Dura nte la Alt a Edad Med ia, la Península Escandinava se aprove chó del rec ale n­
tam ien to del clim a. Su situac ión predi spon ía a sus hab itante s a las aventuras ma ­
rítim as. En efecto, c on sus dra kars exp lora n las costas de ese «Mediterráneo»» del
No rte que fo rm an el Canal de la M anc ha, el M ar de Ir lan da , el M ar del N o rt e , el
M ar Bla nco y, natur alment e, el Bált ico. Los prime ros asentamientos esca ndina -
64 F R É D É R IC MAURO

vos en G roe nla nd ia da tan del siglo X. El desc ubrim iento de Vin lan d, un tro zo de
la costa de Am éric a entre la penínsul a de Gaspé y el Sur de Massachusetts, debió
de pro duc irse a más t ar da r hacia el añ o 1000, quin iento s años antes del viaje de
Cri stó ba l Co lón . Ta mb ién parece que llegar on con sus naves a T erra nov a y La ­
bra dor . El replie gue del «im per io» vik ing o en los siglos xin y Xiv se e xplic a segu­
ramente po r el c am bio de cli ma , con el e nfri am ien to pr op io de la Baj a Edad M e­
dia y de la É poca Mo de rna .

De la Re con quis ta a la Cru zad a

a) La Re con quis ta

La Re con qui sta de la Peníns ula Ibéric a con tra los infiele s es fr ut o de una co la­
bo rac ión en tre los esta dos cris tia no s del N or te de la penín sula, Ca talu ña , A ra ­
gón y Ca st ill a, y lo s c aba ller os de F ranci a, borgo ñones , ch ampañeses y n or m an ­
dos. Gra cia s a ellos se org an iza n pequeños ejército s que hacen la guer ra por
tem por ada s — la alg ara da— c on tra los musulm anes, cuya do mi na ció n se había
de bi lita do mu ch o desde la con quis ta árabe. A l comi enzo se tra ta más bien de
exp edic ione s de rec on oc im ien to y de saqueo. Pero pr on to se procede a co nqu is­
ta r y o rg an iz ar te rr ito ri os enteros: el frente m ili ta r es un frent e de co lon iza ció n.
La Iglesia ad m ite esta «G ue rra Santa» que devuelve a los cris tia no s lo que les
pertene cía. La Re con qui sta parece que fue más di fíc il en el Este que en el Oeste.
Sólo en 106 3 se lanza la pri me ra exp edic ión m ili ta r organ izad a en dir ecc ión al
valle del Eb ro y Zar ag oza no cae en m anos cristi anas hasta 1118. En cam bio , el
rey de Ca st illa ocup a C oi m br a ya en 1064 y Tole do en 1085 . La Cri stia nd ad
sufre cie rto retro ces o con la llegada al pode r de la d inas tía de los alm orá vid es
entre los mu sul ma nes . Pero se tra ta solamen te de un mo me nto de tregua y el
avance se rea nud a, para no cesar hasta la tom a de G rana da po r F ern and o e Isa­
bel en 1492.
Pero ha y ot ra rec onq uist a que no debe olvida rse: la del Sur de Ita lia . Los
no rm an do s, que habí an crea do un verda dero imp eri o en el At lán tic o nor te, co lo ­
niz and o Ing lat err a y la p ro vin cia francesa que lleva su nom bre , no v acil an en i r a
hacer fo rtu na al M ed ite rrá ne o. Para ello al qu ila n sus servici os en la parte sur de
la Península Ita lia na , que se repart e entre los duques lom bar dos del Ap en ino , los
gobern adores biza ntin os de la costa, las ciudades mercantiles autónom as y, por úl­
tim o, los árabes que o cup an Sicilia. Uno de esos norm andos, Robert Guisca rd, d ir i­
ge un peq ueñ o ejé rci to org an iza do y agu erri do, crea en C alab ria y en las Pullas
un Estado qu e le co nv ier te en v asa llo del Papa en 1059 y to ma Bari en 1071 , ex­
puls and o así c om ple tam en te de Ita lia al imp eri o biz ant ino . Ayu dad o por su her ­
man o Rog er, expu lsa po co a p oco a los musulmanes de Si cilia , c ayendo Paler ino
en sus m ano s en 107 2. El em per ado r biz an tino se casa con su hija y sus pos esio­
nes se ext ien de n hasta Du raz zo y Co rfú . El resu ltado es imp ort an te para oc ci­
dente , que ah ora tien e exp edit as las comuni cacion es con orient e. Venec ia y el
Ad riá tic o no son ya las únicas vías del com erci o con Levante. La p irat ería berbe­
risca retr oce de y Pisa, Gé nov a, Barcelona y Valenc ia ven abrirse vastas perspec­
tivas para su com erc io.
LA E X P A N S IÓ N E U R O P E A 65

b) La C ruzada

No vamo s a plan tear aquí el problema de los or ígenes, las caracte rística s y l os
efectos, positivos o negativos, de ese movim iento de la Cru zada que aparece r e ­
trosp ectiv amen te y que, para los con temp orán eos, fue com o la pr olongació n n a ­
tural de la Reconq uista. Tras el gran movim iento musu lmán que hizo r eple gars e
Europa hacia el Nort e, con la ayuda del clima, en la Baja Edad Media, este g ra n
movi mien to cristi ano, ayudado tambié n por el clima cuya evolución había ca m ­
biado d e senti do, hace que Eu ropa se vuelva hacia el Su r. Diremos aquí la C ru ­
zada en vez de las Cruzadas, ya que la nume ración de los histor iadore s tra di cio ­
nales parece un tant o artificial. En realida d, a pa rti r del moment o en qu e
Urba no II predicó en 1095 la «primera» Cruz ada, e incluso a ntes, si se pien sa e n
las pereg rinacio nes «armadas» que ya se habí an pro duc ido desde hacía tie mp o,
puede decirse que la oleada de «cruzados» -—así llama dos porq ue llevaban en el
pecho una gran cruz roja— se mantuvo sin cesar, pese a las fluctuaciones a la
alza o la baja que constituyen la tra ma de los relatos de esta historia épica. A la
«cruzad a popul ar» sucedió rápida mente la «cruzada de los barones» y d esp ués
la de los sobe rano s mismos. Aliados en un princi pio de Bizancio, los c ruz ad os
aca bar on por apode rarse de C onst antin opla y por repa rtirs e los restos del im pe ­
rio de orient e. Jerusalé n fue conqu istad a el 15 de julio de 1099. Refiriéndose al
reino latin o de Je rusalén , Robe rt López ha habla do de una «América antes d e
tiempo» (López, 1962: 260). «No cabe duda de que, grac ias a sus p lant acio nes
exót icas, a su función de inte rmediario comercial e ntre orie nte y occid ente y a la
exp lota ción en masa de los peregrinos turis tas, el Reino de Jerusalén tenía un a
base ec onóm ica sólida. Sus instit uciones, a las que el Sur de Francia había su m i­
nistr ado un modelo imitado libremente, reflejaba n los ideales de la feu dali dad .
Pero no de la «anar quía feudal»: si bien los vasallos tení an una auto nom ía mu y
amplia y el derecho de dar una opinión que no pod ía desoí r impune mente el
Rey, éste se reservaba el derecho a llamar a filas, sin límite de tiempo, hasta el
último de sus vasallos. Incluso geográfi camen te el Reino era menos vul ner abl e
de lo qu e se afirma ...» (López, 1962: 260).
Los errore s de los cruza dos, y tal vez de la orden mili tar de los Te mp lar ios
que con la de los C aballeros Teutó nicos y la de los Hos pita lari os fue una de Las
claves de bóveda de la C ruzada , produ jeron un cam bio brusc o de la co yu nt ur a
militar y los musulmane s reconq uistaro n Jerusa lén en 1187 . Pese a la pa rti ci pa ­
ción en la Cruzad a de Federico Barbarr oja, Felipe A ugus to y Ricard o Co raz ón
de León, el Reino siguió reducido a una faja cos tera, con San Juan de Acre co m o
capita l. Pero la isla bizantina de Chipre, o cupa da por los cruza dos, se co nv irt ió
en un reino latino independiente, una verda dera «forta leza natural» del po de r
«franco» en ori ente. En 1204 la «cuarta» cruz ada saqu eó Cons tanti nopl a. Er a el
fin del imper io bizanti no, cuyos restos se repa rtier on los occidentales, cr ea nd o
varios princ ipad os, entre ellos el Reino de Mor ea, mie ntra s los venec ianos es ta ­
blecían poco a poco la cadena de sus escalas, desde el fon do del Adriático ha st a
el Or ient e Medio y Egipto.
Record emos, por último, en qué forma prep arar on las C ruzad as otros m ov i­
mientos de expa nsión europeos. Desde luego los co ntac tos entre occidente y las
66 FR ÉD ÉR IC M A U R O

civilizaciones orientales existían ya antes de las Cruzadas. Fue a través de los


árabes y de los judíos que la ciencia griega se introdujo en occidente, cuan do no
lo había hecho direc tamente gracias a la ocupación bizantina del Sur de Italia y
al comercio de Venecia. Pero la Reconquista y las Cruzadas multiplicaron esos
contactos. Con ello se transfo rmaro n, enriquecieron y refinaron no sólo el pen­
samiento, sino tam bién el Arte, la técnica y el modo de vida de los europeos del
Oeste. Los productos de oriente despertaron en los europeos el deseo de ir a bu s­
carlos ellos mismos a la lejana Asia. La Cruzada estimuló las construcciones na­
vales y el comercio. La ciencia oriental posibilitó el progreso de la ciencia náut i­
ca. Su relativo fracas o impulsó a los cruz ados a sortear el mundo musulmán por
otras vías. El viaje de M arco Polo hasta Pekín, en la segunda mitad del siglo XIII,
es sólo uno de los más célebres entre los que permitieron a los occidentales pene­
trar en los misterios del Asia ultramusulmana. Su Libro de las maravillas del
mundo , no debe hacernos olvidar que en 1245 el Concilio de Lión había d espa­
chado a tierra de mongoles a dos monjes mendicantes, el dominico Ascelin a Ar­
menia y el franciscano Plan del Carpine al ka nato del Volga. «Plan del Carpine
descubre un orden mongol hostil. Siente temor por las marcas extremas de la
Cristiandad latina, es decir Prusia y Livonia, y prodiga sus advertencias. La His ­
toria Monat orum (hacia 1250) tiene escasa difusión. En ella esta seguramente el
punto de partida del Preste Juan, que Marco Polo iba a hacer famoso. Entre el
mundo peligroso de Plan del Carpine y la gran Asia mongol tranquilizado ra y
tutelar de Marco Polo, más próximo del primero que del segundo, se mueve otro
franciscano, Guillermo de Rubrouck (Rubriquis). Su viaje dura tres años (1253-
1256). Su misión, vinculada a los proyectos de cruzada de San Luis y que le lleva
a Caracorum ante la Corte del kan Mando, participa esta vez sin ambigüedad
del sueño europeo de rodear el Mediterráne o musulmán. Su testimonio es con ­
temporá neo de otro, sobremanera valioso, el del judío Gregorio Abulfarig, Bar-
Havraeus» (Chaunu, 1969: 8 7 ).
No podemos cit ar a todos los viajeros que vinieron después. Algunos se de­
dicaron demasiado a menu do a colmar con su imaginación a veces fantástica las
lagunas de su información. El más célebre es quizás John de Mandeville, que
viajó de 1332 a 1366 por la cuenca del Mediterráneo oriental y por el imperio
mongol en descomposición. Su éxito como narrador fue tal que todavía se le ree­
ditaba en pleno siglo XVi it. En cuanto al mito del Preste Juan, lo volveremos a
encon trar c uando se inicie el descubrimiento del océano Indico.

El descubrimiento del Atlán tico sur


\
La Reconquista concluyó tan sólo en 1492 y la portuguesa un poco antes. De
todos modos, los cristianos de la Península Ibérica no esperaron el sitio de Gra ­
nada para lanzarse al océano, ese oc éano en el que eran el balcón de Europa. A
la navegación oceánica les empujó no sólo el comercio de cabotaje, al que
catalanes y cán tabros dedicaban ya gran parte de su actividad, sino también el
papel que éstos de sempeñar on en la Reconquista. La toma de Sevilla en 1248
fue una victoria naval de los gallegos, los astures y los vascos. Los ejércitos bere­
beres de Mar ruecos estaban a merced de quien dominaba el mar; en los puertos
LA E X P A N S IÓ N EUROPEA 67

que van de S anta nde r a Pontevedra fueron arma dos trece veleros y cinco galer as.
Com o recom pensa a Ramón Bonifacio, jefe de la escuadra y gran negoci ante
lanero de Burgos, se le elevó a la dignidad de Almirante de Castilla. En lo que
atañ e a Port ugal , su vocación marítima es a un más precoz: la pesca, incluso en
Ter ran ova , la recogida y'el com ercio de la sal y la guerra naval junto a Ingla terra
con tra España y Francia!, forman ya en los siglos xiv y xv a los ma rinos po rtu ­
gueses para las gr andes aventuras marítim as.
Tres elem entos van a hacer que los pueblos ibéricos entre n definiti vament e
por la vía que se abre ante ellos:
a) El es pírit u de la Reconquista, que les empuja a in stalar en África pues tos
avan zado s co ntr a un retorno eve ntual de la ofens iva musulma na. De la Rec on­
quista se pasa a la Conquista, de la recolonizació n a la coloni zación , que deb e
servir para que los hijos segundones de la nobleza a dquie ran tierras.
b) La v entaj a de estar si tuados entre los grad os 42 y 35 de latitud no rte , es
decir, entre el punt o donde c omienzan a dom inar los vien tos del Oeste pa ra la
vuelta hacia la Península y aquél en que se origina n los alisios que soplan del
Nor dest e par a los grandes viajes hacia el Atlántic o meridiona l.
c) El papel y el dinamismo, tant o en España com o en Portuga l, de los h om ­
bres de negocio s italianos, represent antes de las grande s c asas de comercio y de
banc a flore ntina s, genovesas, n apoli tanas y venecianas. Tod os ellos se m uest ran
ávidos de nuevos mercados p ata sus mercancí as, de nuevos negocios en qu e in­
verti r sus capi tales y de metales preciosos para increm entar sus medios de p ag o y
su activi dad mercan til. Con tanta mayor razón si se piensa que en el siglo XV es
una fase B del secular movimiento de los precios, s eñal de q ue la mone da, in str u­
mento de la d ema nda , es insuficiente en el me rcado. La expansi ón en u ltra ma r es
un medio de salir de la depresión.
Las etap as del descubrimiento de! Atl ántico meridional son las siguientes:
a) El descubrimiento de los archipiélagos, que tiene lugar entre 134 0 y
1420. Las Cana rias, las ¡nsulae Fortunatae de la antigüe dad, pobladas po r los
guanche s, fueron redescubiertas en 1312 por el genovés Lancelloto Maloc ello y
después, en 134 1-1 342 ,'por portugueses y catalan es. En pocos años se unier on a
ellos grupos de mallorquines, franceses, castella nos, genoveses, n apolitanos e in­
gleses. En 13 44 los castellanos reivindicaron como propio el archipiélago. El fra n­
cés Jean de Béthencou rt toma posesión de él en 1402-1405 , en nombre del re y de
España. Las islas, objeto de una larga d isputa entre España y Portugal, son reco ­
nocidas definitiva mente como españo las en 1479, por el Tra tad o de Alc aqovas.
Mad eira y las islas que la rodean parece que fueron de scubierta s por los po r­
tugueses ante s de 1425 y c olonizada s a parti r de esa fecha. Igual que las C an a­
rias, se sitú an en la ruta de los alisios, entre Lisboa y las mismas Can aria s. El
hom bre no las había pisado nunca. La espesa selva da su nombre a la v ez a la
isla y al archi piéla go. Después de la madera , la principal producció n es el trig o,
antes de la c aña de azúcar, que apare ce só lo en la segunda mitad del siglo XV. En
la s egun da mitad del siglo XVI sucede a este «ciclo» del azúc ar el ciclo del vino,
mient ras la cañ a emigra; hacia Brasil.
En cu ant o a las Azores, a proxi mad ame nte a 1 800 km de media al Oe ste de
Lisboa, se d escubren seguramente en la misma época que las C anarias. Per o los
68 FR ÉD ÉFU C M A U K O

portug ueses no las ocu pan hasta los años 1.432-1437. Estas islas, al margen de la
ruta de los al isios, se sitú an ya en camb io en la zona de los vient os domi nant es
del Oest e. Si las naves se dejan desviar hacia ellas, c uan do vienen del Oeste o del
Sur, les resu lta fácil d espué s llegar a Lisboa o a otr o puerto de la peníns ula. Su
clima es más temp lado que el de Made ira y en ellas se d esarr ollará n sobre todo
los cultivos de cereales y la «hierba pastel» (empleada para tintes). El maíz se im­
plant a en el siglo XVH y la pina tropical sólo ad quier e importa ncia post erio rme n­
te. La pobla ción, que pro nto resulta demasia do densa, emigra a Lisboa y a las
Américas, con con trat os de trab ajo similares a los de los «reclutados» franceses.
b) Las cab ezas de puente del Magreó
En 141 5 la to ma de Ceu ta, en la c osta de M arrue cos, frente a G ibra ltar , es el
pun to de part ida de una conqu ista que intenta arr eba tar todo el Mag reó al Is­
lam, pero q ue finalm ente se con ten tará con apod erar se de la co sta mar roq uí, so­
bre todo la atlá ntic a, de una serie de plazas colo niales, desde Alca zarqu ibir hasta
Safi, ocup ada en 1508. Era éste un medio de vigi lar a los infieles, pe ro tambi én
de com ercia r con ellos cua ndo sopl aban vientos de paz, ya que, de otr o mod o,
había que e ncerr arse en los muros de las ciudades conq uista das y esper ar el trigo
que venía de los arch ipiélag os.
Se cons tituy e así un auté ntico «Med iterrán eo» del Atlánt ico orie nta l, un
Me dite rrán eo que está abi erto a la alta mar pero que posee su prop ia org ani za­
ción mar ítim a, sus inter cam bios y compl cment arieda des. Cam po de ent ren a­
mient o para los mari nos portug ueses, españoles o d e otras nacio nalida des, es la
prim era base marí tima del imperiali smo ibérico, que luego se orie nta rá a las
Américas y a otr as region es del m undo. A p artir de esa base cont inúa el avance .
c) El p eripl o de Guinea
Son los portu gues es los que encabezan el movimi ento. Lo dem uest ran dos
hechos:
1. El papel de la Escue la de Sagres. Dura nte largo tiempo se exa geró el p a­
pel del príncipe Enriq ue el Na vega nte, tercer hijo d e Jua n I (138 5-143 3) y de sus
com pañe ros inst alad os en la punta extrema de la península, frente al Atlánti co.
No es don Enriq ue el Nave gante aut or de ningún descub rimien to cientí fico o
técnico. Pero su posició n le permi tía acoger todo s los que ya se habí an hecho,
apo yán dolo s con enor mes medios y ponién dolos al servicio no s ólo de su cur io­
sidad geogr áfica, sino tamb ién de su espíritu de cr uzad a y de la afición al lucro
de su genera ción. Fuero n más bien los cosmóg rafos de Juan II ( 148 1-14 95), cr is­
tian os nqevos proc eden tes de Españ a o cuyos ante pasad os había n naci do en
Españ a, los q ue har ían posible el progres o decisivo: el cálculo de la latit ud en el
mar gracias al ast rol abi o y a las tablas de navegac ión, que perm itían corre gir
par a c ada día del a ño la al titud del sol teniend o en c uenta la diferenc ia, variab le,
entre el plano del Ecu ado r y el de la elíptic a. Lo demás, es dec ir, la brú jula , los
port ulan os y la ca rab ela, procede del Medi terrán eo. El hito decisivo de los siglos
XV y xvi lo ap ort ará tamb ién la ciencia orien tal: las cifras árab es, incluido el
cero, el sen tido de la ex perien cia y de la ciencia experim ental. Pero de t od o ello
fue don Enriq ue el N ave gant e el vehículo o el pr epar ado r.
2. La atra cci ón del oro guine ano. Como hemos visto, en la Edad Me dia el
Sáhara d esemp eña el papel de un aut éntic o Med iterrá neo en el que las cara vana s
1

LA E X P A N S IÓ N EUROPEA 69

de camellos repres entan los convoy es. El comerci o se practica del Nort e al S ur y
del Sur al Nor te: los produc tos de oriente por Egipto y el alto Sudán y las m er ­
cancías euro peas p or África del Nor te llegan al África Negra donde se in ter ca m­
bian po r o ro y esclavos. Así pues, una parte del o ro que se utiliza en Europa pr o­
cede de los países ribereños del go lfo de Guinea. Una de las raz ones del com erci o
portugu és con Marruecos y de la con quista de éste es la participa ción más i nt en ­
sa de ese come rcio africano y su desviación, al menos parcial, hacia la p enín sula
Ibérica por Lisboa. En la medida en que la ruta sah arian a fracasa, hay ot ra que
quizás valga: la marítima. De a hí la idea de con torn ear el Sáhara. Este es el ori ­
gen del n uevo «perip lo»,e l perip lo de Guinea.
Las e tapa s de este periplo son bien conocid as. Conte ntémo nos con el re su ­
men que de ellas hace Picrre Ch aun u: «La pr imera etap a va de la tom a de C eu ta
(1415) al mom ento en que se do bla el c abo Bojad or (1434). Se trat a de un a fase
de tan teos en que tod o se limita a un c abot aje más o menos audaz . Para po de r
franq uear el c abo Bojador se necesita un velero, ya que la distanc ia es d em asi a­
do g rand e y la costa sahari ana demas iado deso lada para poder utilizar aún útil­
mente los remos; además, par a franqu ear el cabo Bojador, defendid o po r una
fuerte co rrie nte contr aria, hay que alejarse de la cos ta; y para volver, d esp ués de
franq uear el ca bo, hay que tra za r el gran círculo , la Volta c omo decían los por ­
tugueses, y hu ir de los alisios, v iento del lado de e strib or, hasta la co ntr ac or rie n­
te que lleva direc tamente las nave s rumb o al Este, hasta Lisboa.
Resuelto este problema, la segunda etap a, del cabo Bojador al cabo Ve rde
(1434 -144 4), se vence rápidam ente. Aquí se traca de la Volta sim ple, el re to rn o,
que p uede recorre rse en cualq uier estación.
La terce ra etap a comienza una vez p asada la costa de Sierra Leona (1 44 6-
1475), hasta el Congo. Aquí se trat a de la Volta compleja o, si se qu iere, de la
gran c urva anua l en la región de los vientos altern os. Ahora es ab sol uta me nte i n­
dispens able respet ar las estaci ones. El viaje de ida y vuelta entre Por tug al y el
golfo d e Guin ea, con el viento en popa o el viento de lado c onst ante, es p osi ble
sin la larga y peno sa utilización de la bolina , a con dición de que la ida se efec túe
en invierno , entre noviembre y m arzo parti endo pues en otoñ o, y la vuelca du ­
rante el veran o boreal, a costa de realizar adem ás una singladu ra muy ab ie rta ,
con una profu nda incursión e n el incóm odo mar de los Sargazos, ya que en to n ­
ces hay que co ger muy al N orte , en el me jor de los casos a los 42° de lat itu d no r­
te, el co ntra fluj o de las latitud es medias.
Así pues, la tercera etap a requiere de un buen conoci miento por lo me nos
del á mb ito de la circulac ión atmos férica y un gran dominio del arte de nav ega r
en alta mar lejos de las costas. Trein ta años de tante os antes de la última etap a.
La cua rta etapa es la del perfec cionam iento de la doble Volta, es de cir , el
gran «ocho» oceánic o que cond uce, más allá de África, al océano Ind ico , las
Indias y Ch ina. Esta etapa se inicia tímid amen te en 1482 c on la parti da, se gu ra ­
mente dur ante la primave ra, de Diogo Cao y culmina con Bartolomc u Di as y
Vasco da Gama . Ahora hay qu e apa rtars e d elibe radam ente de las costas fre nte a
Sierra Le ona, atra ves arla zon a de los alisios p or una curva del Norde ste/S udoe ste
al Noroes te/Sude ste y coger la con trac orri ente a los 30" de latitud sur, de re ch a­
mente hacia África del Sur. Esto supone un domi nio tota l, la cu mbre en cierto
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mod o de la nav egación a vela. Para c onse guir ese dominio se han necesitad o tres
cua rto s de siglo de es fuerzos ...» (Ch aun u, 1969: 129-132).
Qu eda n así ab ierto s l os c aminos a la vez haci a el Sudoeste, es decir, hacia las
Amér icas, y hacia el Sudeste , o sea, hacia el océano Indico y Asia. Que dan así
sup era dos los te rror es que emb arga ban el al ma de los mar inos acerca de los ex ­
trem os de la Tie rra. Ahora se com prend e perfect amente el sistema de los vientos
atlá ntic os. La brú jula , el as trol abio y las ta blas de navegación permiten dete rmi­
nar más o menos exac tame nte la posic ión de la nave en la inmensidad del mar.
La nao y la car abela sustitu yen con venta ja a la galera y a sus de rivados frente a
las ola s del océ ano. Los euro peos se mue stran ávidos de saber lo que ocur re más
allá del mar y los E stados recobr an una paz y una prospe ridad relativas. El ter re­
no está expe dito para los gra ndes descu brimi entos.
Pero lo más imp orta nte es que al alca nzar la Costa del Oro, en el golfo de
Gui nea, los portug ueses cap tan la corr ient e de metal precioso y de es clavos que
atra ves aba el Saha ra hasta África del No rte y Europa. Utilizando una expre sión
de los g eógraf os, puede habl arse realm ente de un «fenómeno de cap tura ». Sólo
persis te una c orri ente d eriva da hacia Egipto. En 1482 se erige la forta leza de San
Jor ge da Mina , c entr o de estos nuevos tráfic os. Y a Lisboa llega el or o q ue finan ­
cia la exp ansió n.

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