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Si bien los medios de comunicación han servido para difundir el conocimiento, estos no han
evitado que la clase hegemónica, los dueños de los medios, sigan utilizándolos como canal para
proferir sus discursos de odios. El racismo y la xenofobia en Estados Unidos existen, y aunque
su ordenamiento jurídico lo prohíbe, es obvio que los medios han contribuido a que
culturalmente se arraiguen más entre la población.
Durante los trágicos días posteriores al huracán Katrina, hubo críticas con respecto a la forma
cómo respondió el gobierno de ese entonces, y a la manera cómo los medios de comunicación
cubrieron la noticia. El reverendo Jesse Jackson y Michael Moore (encabezando a varios
líderes afroamericanos) atribuyeron la demora en las ayudas por parte del gobierno y la forma
errada en el cubrimiento de la noticia al hecho de que el 60% de los habitantes de nueva
Orleans sean negros, y que el 90% de quienes se quedaron en la ciudad eran
afroamericanos. Según ellos durante los cuatro días posteriores a la tragedia en donde no hubo
comida ni agua en los centros de refugio, los medios de comunicación se empecinaron en
calificar de “saqueadores” y “ladrones” a quienes ingresaron, movidos por el afán de
supervivencia, a supermercados destruidos por el huracán para dotarse de comida y agua. El
caso más crítico fue el de Fox News que hizo enfáticos llamados a reprimir a los saqueadores,
dejando como algo secundario resaltar los hechos de que los afectados no tenían agua ni
comida, y que las ayudas por parte del gobierno no habían llegado.
Por otro lado, grupos anti-inmigrantes y rancheros racistas están usando el internet, la prensa y
la televisión para reclutar voluntarios para ir a cazar inmigrantes en la frontera estadounidense
con México. Estos grupos están recibiendo importantes apoyos de organizaciones fascistas
tales como: Coalición californiana por la Reforma de inmigración, y las religiosas World
Church of the Creator (iglesia mundial del creador) e identidad cristiana, quienes
paradójicamente profesan el amor a Cristo y el odio por los inmigrantes. Algunos de los
jóvenes miembros de esta iglesia son boneheads, quienes proclaman RaHoWa (racial holy war-
guerra sagrada racial, una jihad blanca supremacista).
El caso es tan grave que incluso el 3 de mayo del 2002, rancheros de Arizona, todos a caballo,
con perros sabuesos y armados con escopetas y pistolas, invitaron a la cadena ABC para que
registrara cómo se divertían a la zaga de inmigrantes que intentaban cruzar la frontera. La
cadena televisiva registró cómo nueve inmigrantes fueron atrapados, maltratados y amenazados
de muerte y después de soportar toda clase de insultos fueron entregados a la migra. En esa
misma área se encontró el cuerpo de un inmigrante con marcas de lazo en su cuello y señas de
haber sido maltratado.
Martin Luther King tenía un sueño. Quería un mundo en el que la concentración de melanina
que posee un ser humano no trascendiera en la manera como este es juzgado. Con su ímpetu
luchador consiguió que la Ley de Derechos Civiles incluyera muchos de sus avances en contra
de las normas segregacionistas, hizo escuchar la voz de los oprimidos y, por algunos instantes,
logró que el pueblo norteamericano se sintiera como una nación igualitaria. Sin embargo, esa
sensación sólo fue real durante eso, unos frágiles instantes. A pesar de haber dedicado su vida a
una causa que aparentemente tuvo éxito, 41 años después de su muerte, la misma historia que
hizo grande a este reverendo, prueba que la continuidad de su obra ha sido una ilusión.
Los Estados Unidos de América se proclaman con orgullo la nación del sueño americano, que
pregona igualdad de oportunidades para todos. Una mirada más allá del discurso nacionalista
permite ver lo falaz del argumento que se desarrolla en una patria indiferente. En la misma
ciudad donde hace 4 décadas el líder afroamericano recitó su histórico discurso, podemos
encontrar en cada esquina una historia sin contar, casos dejados en el olvido del mismo Estado
que se declara en contra del racismo.
A finales de 1955, la costurera negra de 43 años Rosa Parks fue detenida por la policía local.
Su delito fue haberse sentado en la sección para blancos de un autobús del transporte
público. Más de cinco décadas después, casos similares se siguen presentando. El artículo “el
sueño americano sigue en BLANCO Y NEGRO” de la periodista Alejandra Balcázar nos
cuenta el caso de Patricia Williams, ciudadana estadounidense que recibió un trato poco
equitativo por parte de un banco a la hora de comprar su casa en Washington D.C. Esta
afroamericana solicitó un préstamo a un reconocido banco de su país, que después de estudiar
su hoja de vida y los ingresos anotados presumió que Patricia era blanca. El funcionario del
banco tachó en la solicitud la casilla de “raza blanca” en el formato para la compra de la
casa. Cuando la mujer de raza negra se percató de ello volvió a presentar su hoja de crédito
especificando que era de raza negra, y como por arte de magia, el banco exigía mucha más
plata como parte de la cuota inicial. También le exigía que pagara más puntos por el crédito y
una tasa de interés más alta.
La razón que explica la manera de proceder recalcitrante del banco, pone de manifiesto que la
segregación en Estados Unidos sigue vigente. El banco explica que el valor de la propiedad
raíz en el barrio donde Patricia quería comprar la casa, súbitamente se había caído y que por lo
tanto ella debía pagar más para cubrir los riegos. Obviamente la caída del valor en la propiedad
raíz la había causado esta afroamericana. Cuando un negro ingresa a un barrio de blancos, los
blancos prefieren salir en desbandada.
Es evidente que la segregación racial en el país del tío Sam no ha cambiado mucho desde el
asesinato de Martin Luther King Jr., hace cuarenta años. El líder propugnador de la igualdad
racial por medios no violentos, que logró por vía pacífica que el número de asientos para negros
y blancos fuese el mismo en el transporte municipal, se estremecería al saber que cuarenta años
después no haya integración entre negros y blancos sino que simplemente cada cual ocupa un
espacio de la ciudad, el que cree que le pertenece.
Por otro lado muchos racistas se escudan en el hecho de que los mayores actos delictivos en los
Estados Unidos son cometidos por negros, para justificar sus actos xenófobos. Las estadísticas
muestran de que las probabilidades de que un joven negro ingrese en una prisión federal son del
31,5%, mientras que las posibilidades de que el joven sea blanco son del 2,5%. Esta cifra está
íntimamente relacionada con el hecho de que la clase social más baja esté compuesta en su
mayoría por negros, lo que por supuesto la hace más vulnerable a cometer actos delictivos.
Desde la muerte del líder afroamericano el 4 de abril de 1968 varias cosas han empeorado en
Estados Unidos. Para ese año el promedio de ingreso anual de un hogar afroamericano era de
U$60,782, mientras que al de uno blanco era de U$ 84,891. Para 1975 la diferencia en dólares
superaba los U$ 40,000, y según cifras del instituto urbanístico, la población negra pobre se ha
triplicado desde 1968.
Algunas cosas también han mejorado considerablemente desde la muerte de Martin Luther
King. En 1968 el porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que habían terminado su
bachillerato era del 64%, mientras que el porcentaje de jóvenes que habían terminado su
bachillerato 30 años después era del 77%. Además el número de negocios cuyos propietarios
eran de raza negra pasó de ser de 172,200 en 1968 a 405,200 treinta años después. También el
porcentaje de jóvenes blancos que aceptaron haber tenido una cita con gente negra del sexo
opuesto pasó de ser del 17% en 1968 al 57% treinta años después.
Bibliografía
Según las últimas cifras entregadas hay cerca de 800.000 venezolanos en el país entre regulares
e irregulares. Al menos 500.000 tienen la intención de quedarse. Foto: SEMANA
Lo que se pierde de vista con todas estas expresiones de odio es que detrás está
un drama humano. Muchos de los venezolanos que llegan al país no vienen
voluntariamente, sino que se han visto obligados a huir del país por la situación
económica, social y política de Venezuela. Así lo ha manifestado en varias
ocasiones el director general de Migración Colombia, Christian Krüger. En este
momento en ese país escasean los alimentos, las medicinas y el servicio de salud.
Pero además muchos han sido perseguidos por el gobierno del presidente Nicolás
Maduro.
Si la situación para ella, que es una ciudadana regular, es difícil para los
irregulares es peor. El gobierno venezolano ha denunciado que algunos de sus
ciudadanos son víctimas de maltrato laboral, de acoso sexual, de tráfico de
menores a la trata de personas e incluso de reclutamiento forzado por grupos
armados.
Las autoridades, encabezadas por el presidente Juan Manuel Santos, han hecho
un llamado a la sociedad a no sucumbir a los mensajes de odio contra los
venezolanos y a recordar que en el pasado fueron ellos los que tendieron la mano:
“Les pido a todos los colombianos que evitemos la xenofobia, las actitudes hostiles
contra los venezolanos”, dijo el mandatario colombiano.
Según cifras oficiales del gobierno venezolano, desde 1950, ese país se convirtió
en el principal receptor de colombianos. En los años 70, el boom petrolero
venezolano generó un aumento del 250 por ciento en los ingresos fiscales y hubo
un aumento de la mano de obra colombiana allí. En los 80, los carteles del
narcotráfico causaron la salida varios colombianos hacia venezuela, y en 2002, el
problema del desplazamiento forzado también lo asumió el pueblo venezolano que
recibió a cientos de colombianos. Las cifras oficiales registran que 2,5 millones de
colombianos cruzaron la frontera en busca de mejores oportunidades. Por eso,
Venezuela creó el V Plan de la Nación, cuyo objetivo fue regularizar a los
indocumentados.
Migración Colombia también visita a las empresas para sancionar a aquellas que
empleen irregularmente extranjeros y los exploten laboralmente. Hasta el 26 de
abril, esta entidad hizo 61.381 verificaciones a personas naturales y 2.089 a
personas jurídicas, de las cuales 101 ya han sido sancionadas con multas de entre
1 y 5.000 salarios mínimos.
Por el momento, los venezolanos tienen tres formas para estar en el país: La visa
de trabajo o estudio, el Permiso Especial de Permanencia (PEP) y la Tarjeta de
Movilidad Fronteriza. El problema es que para acceder a ellas deben tener
pasaporte apostillado y la gran mayoría no cumple con el requisito, entre otras
razones, porque el gobierno venezolano dejó de expedir los pasaportes, por el
dinero que significa para ellos y porque llegan al país a través de lugares
fronterizos donde no hay control de ingreso a Colombia.