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¿Por qué nos hundimos en la nieve cuando nos movemos sobre ella y no cuando nos
apoyamos sobre unos esquís? ¿Por qué es más fácil clavar objetos puntiagudos que
aquellos que tienen un acabado grueso y romo? ¿Por qué es necesario afilar los cuchillos
con cierta frecuencia? ¿Por qué andar con tacones puede dañar los suelos de madera?
Cuando una fuerza actúa sobre un cuerpo está puede modificar su estado de reposo o de
movimiento, o bien provocar una deformación en el mismo. Como resulta lógico, los
efectos serán proporcionales a la fuerza aplicada, aunque éste no es el único factor
determinante.
Según el principio fundamental de la Dinámica, la segunda ley de Newton, si actúa una
fuerza neta sobre un cuerpo, ésta suministra una aceleración que será tanto mayor
cuanto menor sea la masa de dicho cuerpo:
Al aplicar una fuerza sobre un cuerpo deformable, los efectos que provoca dependen no
sólo de su intensidad, sino también de cómo esté repartida sobre la
superficie. La presión representa la intensidad que la fuerza ejerce sobre cada unidad
de área de la superficie considerada.
U=UB-UA
U=-W
U=Q
Todos estos casos, los podemos resumir en una única ecuación que describe la
conservación de la energía del sistema.
U=Q-W
Si el estado inicial y final están muy próximos entre sí, el primer principio se
escribe
dU=dQ-pdV
Transformaciones
La energía interna U del sistema depende únicamente del estado del sistema, en
un gas ideal depende solamente de su temperatura. Mientras que la transferencia
de calor o el trabajo mecánico dependen del tipo de transformación o camino
seguido para ir del estado inicial al final.
W=0
Q=ncV(TB-TA)
W=p(vB-vA)
Q=ncP(TB-TA)
cV=cP-R
pV=nRT
U=0
Q=W
Adiabática o aislada térmicamente, Q=0
Integrando