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LOPEZ, Robert El nacimiento de Europa. Siglos V-XIV.

Editorial Labor, 1965 BFHCE


MAALOUF, Amin Las Cruzadas vistas por los árabes. Madrid, Alianza, 2005.

“Conclusión: Hacia un nuevo equilibrio”. Páginas: 424- 433.


1. Saturación, contracción y crisis.

“Libranos, Señor, del hambre, de la peste, de la guerra” Repetida cada año en todas
las iglesias de Oriente y de Occidente, pero menos apremiante en la época eufórica de
la expansión y la prosperidad, esta invocación asumió de nuevo en el siglo XIV una
impresionante actualidad”. (Robert López, 2005, p. 424)

Para Robert López “el problema de la alimentación, que nunca fue resuelto
completamente para los pobres, fue el primero que se despertó cuando la Gran
Hambre de 1315-1317. Las provincias más fértiles de Europa también sufrieron sus
estragos”. (ídem) La ciudad de Yprés, tan rica y cercana al mar, no pudo impedir que
murieran de inanición 3000 personas en seis meses (aproximadamente una quinta
parte de su población).

“La peste, casi olvidada desde la gran epidemia de 737-750, reapareció exactamente
al cabo de seiscientos años más tarde. Llevóse consigo por los menos un tercio de la
población europea, más en las ciudades que en el campo. Pero en el siglo XIV, en las
campañas de los turcos contra el Imperio Bizantino, en la lucha entre los Caballeros
teutónicos y lituanos, en el largo duelo franco-inglés, asumió una ferocidad y una
proporción insólitas” (Robert López, 2005, p. 424).

Retroceso demográfico:

Para Robert López “estas calamidades” no fueron desastres aislados, como los
producidos durante la época de expansión, sino que “se renovaban, se prolongaban,
se reforzaban mutuamente”. La guerra encendió otros focos de la Italia Meridional, en
los países ibéricos, alrededor del Báltico, en el seno de ese caos urbano y feudal que
seguían denominando Imperio. “Confiada a efectivos más numerosos que en el
pasado, sustrajo brazos al trabajo, tierras a la agricultura, capitales a inversiones
productivas. La peste reapareció a intervalos casi regulares (1348-1350, 1360-1363,
1371- 1374, 1381-1384), en tanto que un recrudecimiento de la malaria producía el
vacío alrededor de Siena, Pisa, Narbona, Aigues-Mortes, y que los establecimientos
escandinavos de Groenlandia sucumbían al frío y a la insuficiente alimentación.

En Noruega, la lenta agonía de esta prolongación de Europa representa, sin duda, un


caso excepcional. Pero las aldeas abandonadas abundan también en las tierras de
colonización de Alemania, de esa Alemania que recientemente estaba aún
expandiéndose.

“En la Península Ibérica, las Órdenes religiosas y militares a las que los reyes confían
en los sucesivo la utilización de los desiertos creados por la Reconqusita, no
consiguen ya repoblar sus dominios; los transforman en tierras de pastos. Incluso en
los países mejor cultivados, los más fértiles, la agricultura se encuentra en retroceso.
En Inglaterra, aunque el número de los cultivadores haya disminuido, los precios de
las cosechas bajan tanto, que los señores procurarán desprenderse de sus tierras y
los campesinos no obtendrán de ellas unos ingresos suficientes para pagar
contribuciones o para hacer sus modestas compras en los mercados de las ciudades.

Las ciudades se ven afectadas, doblemente, por las propias pérdidas y por las del
campo. Poseyendo el equipo necesario para hacer frente a crisis locales o pasajeras,
pero impotentes contra los grandes sobresaltos y las crisis prolongadas, tratan al
principio recuperarse. Como siempre, extraen del depósito de la población rural los
obreros que podrían convertirse en los aprendices de mañana, los ricos burgueses de
más tarde. Pero pronto llegará el momento en que el depósito, medio vacío, apenas
podrá suministrar más que miserables y bandoleros. Los negocios irán mal, y el
aumento de la demanda de artículos de lujo no podrá compensar el hundimiento de la
demanda en masa. Entonces, los “horizontes abiertos” volverán a cerrarse, y la vieja
burguesía, descorazonada, se replegará en sus posiciones. La inmigración y los
aprendizajes quedarán restringidos. No se fundarán nuevas ciudades, no se
aumentarán las que están circundadas por murallas, ni siquiera se logrará llenar las
superficies englobadas en el transcurso de los últimos años de optimismo”. (Robert
López, 2005, p. 425-426).

No se posee el número suficiente de cifras y algunas incluso se contradicen. En la


estadística y la historia del siglo XV, Ruán se presentará como una ciudad en plano
auge. Florencia habrá visto disminuir su población de 100.000 habitantes a unos
50.000 después de la peste negra de 1348-1350. Zurich, ciudad mediana, bajará
(después de la peste negra) de 12.375 habitantes en 1350 a 4713 en 1468.

En cuanto a la población total, sólo se disponen de cálculos documentados para el


caso de Inglaterra, Francia y Cataluña.

Todo un hemisferio en crisis

La Edad Media, iniciada con una crisis, termina con otra crisis. Una vez más se ve
afectado todo un hemisferio. “Aldeas abandonadas, ciudades en decadencia se
encuentran en gran número en el Imperio Bizantino, Egipto, Persia, Turquestán,
Mogolia, China. La guerra se propaga y encarniza, con diversos protagonistas, fines y
pretextos, de un extremo a otro de lo que había sido el Imperio mogólico, en Asia
Menor, en Siria, en África del Norte. La peste, surgida del Extremo Oriente, no
alcanzará Europa antes de haber trazado su surco a través del Asia; también causará
estragos en Egipto y África Occidental”. (Robert López, 2005, p. 426).

“La india (…) parece haber conocido la sequía más terrible de su historia. Se habla de
años enteros sin lluvia, de malas cosechas que se repiten hasta doce años seguidos; a
veces, se dice, ni siquiera los reyes tendrán lo suficiente para comer”.(ídem)

Los datos sobre el clima del siglo XIV parecen indicar a la vez la línea cumbre de una
“pulsación” (fluctuación lenta durante varios siglos) y saltos violentos. El clima no
cambia nunca de la misma manera en toda la superficie de la Tierra; pero en las
regiones que pertenecen a la misma zona climática, estos cambios suelen ser
uniformes. En la India, el siglo XIV trae la sequía. Por el contrario, más al norte los
inviernos se hacen más lluviosos y fríos.
Algunos hechos relativos a Europa:

 La ruta marítima de los vikingos por Islandia hacia Groenlandia se convierte en


una ruta inaccesible a causa de los icebergs.
 El Mar Báltico se hiela por entero en 1296, 1306, 1323.
 Las costas de Frisia y de Holanda sufren desastrosas inundaciones, los ríos de
Alemania Occidental se desbordan.
 Los glaciares de los Alpes se extienden.
 Se hace imposible que maduren los cereales en la mayor parte de Noruega y
las uvas en Inglaterra.

Los rigurosos inviernos, las precipitaciones abundantes no habrían de tener


consecuencias tan graves en Europa del Sur, aunque su sistema de cultivos esté
concebido para un calor seco. Pero aquí el problema se complica con la tala de
árboles, inevitable contrapartida de cuatro siglos de prosperidad.

“Las roturaciones, los pastos, los incendios, todo conspiraba contra los modestos
recursos forestales de las regiones mediterráneas. Seriamente afectados por la
explotación intensiva de la época grecorromana, luego parcialmente recuperados
durante la Alta Edad Media, estos recursos se manifestaron pronto como insuficientes
para el auge demográfico y la revolución comercial1 de la Baja Edad Media. Siendo el
hierro y el acero de un uso todavía limitado, la madera era el principal material
industrial; era casi el único combustible. Desde la época de las Cruzadas, la marina
musulmana sufría los escases de madera. En el siglo XIII, los Apeninos comenzaban a
perder sus bosques. (…) Si bien parece exagerado el ver en la falta de madera la
causa principal de la decadencia islámica y de la decadencia veneciana (…), los
efectos del desmonte en la agricultura son evidentes. Sin la capa protectora de los
bosques, el fluir de las aguas se hace problemático tan pronto como las
precipitaciones rebasan el nivel normal. En las alturas, la buena tierra es arrastrada en
los desmoronamientos. En las depresiones, el agua se estanca y forma pantanos
destructores”. (Robert López, 2005, p. 427).

En el Norte, el problema de la desaparición de los bosques no es desconocido. Los


Países Bajos y Inglaterra “en el siglo XIII, se decidirán a explotar los yacimientos
superficiales de hulla de Lieja y Newcastle, a pesar de los inconvenientes que
presenta este extraño combustible: suciedad, mal olor. Por otra parte, la madera
abunda, pero se trata de la riqueza de una economía atrasada, en la cual la agricultura
es la exclusiva soberana (o casi exclusiva), y la población, poco densa, no ha acabado
la conquista de la selva primigenia. Se trata de una economía a merced de los
cambios climáticos y demográficos”. (Robert López, 2005, p. 427-428).

El quebrantado impulso de una economía insuficientemente desarrollada.

“..la Europa de 1300, a pesar del inmenso progreso realizado en el transcurso de los
últimos cuatro siglos, era todavía lo que hoy llamaríamos un continente
subdesarrollado” (Robert López, 2005, p. 428).

1
Revolución Tecnológica para la profe.
Parece que la duración media de la vida, de unos veinticinco años, haya subido a unos
treinta y cinco años en Inglaterra del siglo XIII. El alcanzar la madurez constituía un
privilegio reservado a una minoría. En el siglo XIV, cuando el coeficiente volvió a bajar
al promedio de veinticinco años, esta minoría se redujo de un modo peligroso.

“Es verdad que en tiempos normales la elevada natalidad serviría de contrapeso a la


mortalidad. La deflación demográfica posterior a 1300 ¿Habría traído, pues, un alivio
económico? (…) Sí, pero esta pretendida época de abundancia será también la época
de las sublevaciones populares, todas ellas anegadas en sangre, así en Flandes como
en los Balcanes, tanto en Mallorca como en Lübeck y Londres. Cada una de estas
revueltas tiene sus causas particulares, pero en su explosión simultánea requiere una
explicación general. ¿Qué puede haber de común (…), si no es la súbita detención del
progreso social, la cristalización de esta diferencia que un poeta austríaco resume en
términos prosaicos: “Los ricos tienen los cofres repletos, los pobres tienen el estómago
vacío”?” (Robert López, 2005, p. 428)

La Revolución Comercial (tecnológica) tiene necesidad de hombres. Mientras ha


proseguido esta reacción en cadena —comercialización, industrialización innovaciones
en el utilillaje material y mental, búsqueda de nuevas soluciones—, el ritmo productivo
y el nivel de vida han ido aumentando. Cuando faltan los excedentes, el impulso
decae.

Aquí y allá se observa un decrecimiento en el ritmo desde el siglo XIII. En el Norte, la


atrofia de las culturas que habían tardado demasiado en desarrollarse: bálticos,
eslavos del Elba y, hasta cierto punto, escandinavos y celtas. Por el contrario, al Sur,
las regiones que decaen son aquellas que se habían desarrollado primero: la Italia
Meridional, la Francia Meridional, la España Meridional, por no hablar del Imperio
bizantino. Ciudades como Pisa, Ratisbona, Tournai, Sigtuna se ven superadas por
rivales más activas. Pero ello no significa todavía que la Revolución Comercial haya
llegado a un punto muerto. En una sociedad en marcha, nada más normal que el
retraso de los competidores débiles, fatigados o desafortunados.

¿Y el comercio? “La rápida depreciación de la libra se traduce esta aparente


estabilización en una caída continua. Sin embargo, Génova, junto con Venencia,
seguía siendo uno de los mayores puertos de Europa”.

¿La banca? “Después de las grandes quiebras de los banqueros, que se remontan a
fines del siglo XIII, les toca el turno a las compañías florentinas. La quiebra (…) no
dejará en pie más que pequeñas compañías; será preciso aguardar al siglo XV”.

¿La expansión más allá de las fronteras? La China, el Asia Central, Persia, irán
cerrándose sucesivamente a los comerciantes occidentales. El Imperio Bizantino
agoniza; los turcos, que acabarán por recoger su legado, hacen pagar caro el privilegio
de vender y comprar en su país. Egipto aumenta los precios, sube tarifas aduaneras,
estafa a los extranjeros. El gran libro de las conquistas del catolicismo en Europa,
llegado, desde el siglo XIII, a sus dos últimos capítulos, se interrumpe de pronto:
Granada sigue siendo musulmana, y Lituania, pagana.

2. Europa supera la crisis.


La Edad Media terminará de un modo mejor del que había empezado. Si la crisis
demográfica y económica agrava y complica todos los problemas de esta época
nerviosa que, según el punto de vista, se denomina crepúsculo de la Edad Media o
aurora del Renacimiento, no constituye, sin embargo, el hecho esencial. No habrá
edad bárbara después del año 1300, como la hubo mil años antes.

Podría decirse que el papel de los griegos y de los latinos se había invertido desde la
primera época bárbara, cuando Bizancio había servido de baluarte, mientras que el
occidente, sumergido, le servía de válvula.

Esta vez, la Europa católica no tiene más enemigos que temer que a sus propios hijos.
La Iglesia y el Imperio, enzarzados en sus problemas, decepcionan a sus fieles.
Reyes, príncipes, tiranos de ciudades y agitadores del pueblo, arrastrados por sus
ambiciones, explotan y oprimen a sus súbditos. (…) Al finalizar la Edad Media no se
advierten huellas de aquella triste resignación, de aquella disolución de la personalidad
que habían caracterizado a la Alta Edad Media. (…) Es verdad que en la Edad Media
no faltaron hombres extraordinarios, pero la crisis que acompañan a su fin, (…)
preparan a la Humanidad para el gran impacto que la precipitará de su concepción de
centro de la Creación en una situación insignificante sobre un planeta que, a su vez,
tampoco es el centro del Universo”.

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