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ÁREA DE OPORTUNIDAD.

Esteban Martínez Meléndez.

Universidad Autónoma de Coahuila,


Escuela de Artes.
Licenciatura en Arte Dramático.
Análisis de Textos.
Lic. Juan de Dios Rivas Castañeda.
En mi vida siempre han estado presentes las artes. Mi abuela se dedicó desde que tengo uso
de razón a la pintura, y siguiendo sus pasos, mi tío estudió en la New York Academy of Art,
donde se graduó en 1992 y también en la Académie Française des Beaux Arts en París.

De mis 21 años de vida, han sido 17 los que yo mismo me he dedicado a lo artístico.

Comencé mi recorrido a la corta edad de 4 años en el Instituto Coahuilense de Cultura


(ICOCULT), estudiando dibujo y pintura. Por aquél entonces tenía una seria obsesión con los
dinosaurios; poseía juguetes, películas, documentales y enciclopedias que me ilustraron en
el tema. Me encantaba dibujarlos, y mi mamá quedó sorprendida ante la habilidad con la que
yo representaba mis dinosaurios favoritos con algo de lápiz y papel.

En el ICOCULT pasé ocho años, del 2001 al 2009, y después de tanto decidí que la pintura y
el dibujo no eran lo mío. Las artes visuales fueron para mi tío, para mi abuela. Y agradezco
haber tomado esa decisión, pues después de todo ¿cómo vivir bajo la sombra de un artista
egresado de una prestigiosa universidad neoyorquina y con exposiciones en galerías
internacionales?

Así que mi prometedora carrera de pintor se vio eclipsada a temprana edad, pero el arte es
algo que una vez que deja huella en ti, es difícil dejar atrás. Es difícil acallar esa pequeña voz
que desde la parte trasera de tu cabeza te incita, te reta y te implora a crear. Y fue entonces
que mis impulsos y deseos histriónicos me llevaron a las puertas del Teatro Salvador Novo,
de la mano de mi mamá, con el Doctor Gerardo Moscoso. Él me entrevistó y me cuestionó
sobre mis razones por querer incursionar en la actuación. Honestamente no las recuerdo, pero
debió haber sido algo como “yo quiero algún día ganar un premio Óscar y que el mundo
reconozca mi talento.” Aquellos que conozcan al Doctor Moscoso seguramente sabrán cómo
fue su respuesta ante mi motivo, y los que no, espero tengan el placer de hablar con él algún
día. Tengo muy presente que él fue la primera persona que me señaló que el éxito y la fama
no son la misma cosa, y que no van de la mano. Que los mejores actores que él conocía, yo
jamás los reconocería en la calle, y sin embargo reconocería a gente como Ninel Conde con
facilidad.

Lamentablemente mi estadía en el taller de teatro a cargo de Gerardo fue extremadamente


corta. Todo esto sucedía en Torreón Coahuila, hacia mediados del 2009, y todo lagunero con
memoria sabe lo que eso significó: el estallido de la guerra contra el narco. Sucede que el
Teatro Salvador Novo se encuentra en una zona clave a los pies de un cerro y en una de las
colonias más marginadas del municipio. Por cuestiones de seguridad, mi mamá no quiso que
yo continuara ahí.

Por azares del destino terminé acudiendo al Centro Cultural José R. Mijares, al que
recientemente había vuelto Salomón Atiyhe como director, y después de una entrevista con
Alejandro Alvarado, que más tarde se volvería en uno de mis maestros, determinamos que lo
más apto para mí sería incursionar en su reciente taller de teatro musical.

Desde el 2009 a la fecha muchas han sido las personas que he conocido por este medio: Juan
José Carrillo, Carlos Ruíz, Omar García, Alfonso Sánchez, Hugo Dena, Elí Montemayor,
Diana Muela, Ángeles Escamilla, Sergio Ortiz, Gilberto Alanís, Marcela Arauz, Martha
Chávez, Juan Carlos Martínez… incluso Luis de Tavira, y por supuesto Gerardo Moscoso, a
quien volví a encontrar en el 2017, al ingresar a la Escuela de Artes de la Universidad
Autónoma de Coahuila, a la cual el recién se integraba como coordinador de la carrera en
Arte Dramático.

Todas estas personas, a excepción por supuesto de Tavira, forman parte del gremio teatral en
la Laguna, una sociedad que durante mucho tiempo se vio opacada por una guerra de egos
tremenda.

Durante años los creadores que germinaron en la Laguna, mucho antes de las personas que
mencioné con anterioridad, lucharon por enaltecerse a sí mismos y a su teatro mientras
trataban de opacar a los demás. Formaron parte de una “élite”, como la mencionada por
Vargas Llosa en La civilización de las mentiras al reflexionar sobre escritos de T. S. Elliot.
Una élite que se dedicó a, y lo digo de vagamente, a crear “alta cultura”, y demeritar el trabajo
y labor de otros que intentaron hacer de la cultura algo más democrático y al alcance de más
personas.

Sin embargo me atrevo a señalar que esta “alta cultura” que se creaba, fue con el tiempo
mutando hasta convertirse en mero entretenimiento y comenzó a buscarse más la
remuneración que la creación y transformación a raíz de la puesta en escena. Y entonces no
predominó ni trascendió la “alta cultura” que buscó crearse, y en su lugar se enraizó la
creencia de que entre artistas siempre existirá enemistad, la creencia de que como creadores
si no estás conmigo estás contra mí.

Comenzaron a surgir grupos que detrás de esta máscara elitista eran todos borregos que como
células espejo tenían todas las mismas actitudes esnob unas hacia las otras, y entonces sus
espectáculos que se creaban, como ya mencioné, pensando en vender butacas y no en llevar
un mensaje fueron alejando a la gente del teatro, dejándonos a mí a mi generación una difícil
labor por delante.

Ahora, no quiero decir con todo lo expuesto que todos los teatristas y creadores escénicos
que nos han precedido en la región se han dedicado solamente a producir para inflarse sus
bolsillos, ni que no busquen llevar un mensaje a nuevas audiencias. Es todo lo contrario. Me
llena de júbilo el saber que hoy más que nunca el teatro en Torreón vive, y vive gracias a
todas esas personas que han tenido la valentía de atreverse y ponerse de pie en un escenario.
Y qué mejor momento para la apertura de la Escuela de Artes en nuestra región, pues como
escribe Gerardo Moscoso en su columna para Milenio:

El Conocimiento, el respeto y el amor a la profesión actoral no son productos que se puedan adquirir
en talleres golondrinos, sino valores que se obtienen en circunstancias muy especiales como es la Licenciatura
en Arte Dramático.

Y también me remito al mensaje que Sabina Berman lanzó para conmemorar el Día Mundial
del Teatro:

Hoy celebramos en todos los teatros del mundo esa gloriosa capacidad humana de hacer teatro. De
representar, y así capturar nuestro pasado para entenderlo - o de inventar posibles futuros para la tribu -, para
ser más libres y más felices. Hablo por supuesto de las obras de teatro que realmente importan y trascienden el
entretenimiento. Esas obras de teatro que importan, hoy se proponen lo mismo que las más antiguas: vencer a
los enemigos contemporáneos de la felicidad de la tribu, gracias a la capacidad de representar.

Y subrayo, en afán de que me quede claro y jamás lo olvide:

Hablo por supuesto de las obras de teatro que realmente importan y trascienden el
entretenimiento.

Obras de teatro que realmente importan y trascienden el entretenimiento.

Importan y trascienden el entretenimiento.


Trascienden el entretenimiento.

Trascienden.

¡Qué difícil labor nos queda! Ahora más que nunca debemos salvar al teatro, que está
pidiendo a gritos nuestro auxilio.

Esteban Martínez Meléndez.


Bibliografía.

http://www.milenio.com/opinion/gerardo-moscoso-caamano/ventana-abierta/escuela-de-
arte-dramatico

https://carteleradeteatro.mx/2018/sabina-berman-y-su-mensaje-del-dia-mundial-del-teatro-
2018/

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