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PROGRAMA 2010

Programa analítico
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES
CARRERA DE ABOGACIA
Departamento de Derecho Público
Cátedra DERECHO POLÍTICO II
Segundo cuatrimestre del 2010

Docentes
Titular de Cátedra
Mgter. Carlos Gabriel RAFART
Asistente de Cátedra: Mgter. Francisco CAMINO VELA
Ayudante de Cátedra: Lic. Silvio Castro

Unidad II SINTESIS DE CLASE


Martes 28 de septiembre (práctico 23)

Las tradiciones políticas modernas, las formas de ejercicio del poder y la tensión
democrática.
c) Tradiciones políticas a la derecha. El conservadurismo moderno. Critica a la
revolución. La fuerza de las costumbres. La pasión por el orden. El gobierno del
prejuicio y la prudencia. La derecha radical. El Fascismo. Las negaciones
fascistas. Teorías explicativas y formas históricas del Fascismo. Poder, acción y
hombre nuevo. Conservadurismo y fascismo.
Burke, Edmund (1984): Reflexiones sobre la Revolución Francesa en Textos políticos,
México, F.C.E. Pág. 85 a 97.
Nisbet, Robert (1995): Conservadurismo. Madrid. Alianza. Cap. 2.
Payne, Stanley (1995) Historia del fascismo. Barcelona. Planeta. Cap. 1
Hobsbawn, Eric (1997) Historia del Siglo XX. Barcelona, Crítica. Cap. IV

Conservadurismo moderno y la Crítica de la revolución


La tradición conservadora tiene su origen en las revoluciones modernas, en particular la
Revolución francesa. Pone en el centro el problema del orden. Pertenece la derecha por su
concepción de la desigualdad, por una cultura de tipo autoritario, jerárquica, anclada en la
tradición y de defensa del orden y la propiedad. Como tradición política rechaza el concepto
iusnaturalista y burgués de la igualdad natural y la libertad individual. En ese sentido se opone a
las bases filosóficas que dieron sentido al liberalismo aunque no signifique que se enfrente
totalmente a aspectos de esta tradición como por ejemplo la aceptación de las ventajas que
conlleva el capitalismo de libre mercado.
La concepción del hombre del conservadurismo parte de una afirmación terminante: la igualdad
es imposible, porque la desigualdad es natural y como tal, no se puede eliminar. Si bien el
conservadurismo carece de un programa preciso, su desarrollo a través de la historia cristalizó
una visión del orden social basado en la virtud e inevitabilidad de la desigualdad, la jerarquía y
la constitución de una sociedad de carácter orgánica a partir de la presencia de los “cuerpos” que
la constituyen (familias, iglesias, comunidades, etc). Esos “cuerpos” u “órganos” (que
conforman el cuerpo de acuerdo a una metáfora anatómica) ayudan a construir socialmente la
autoridad o más precisamente, el orden. La desigualdad conlleva ventajas: toda sociedad
debidamente conformada acepta de esa manera el dominio de una minoría política, cultural y
económica.
A lo largo de su desempeño histórico el conservadurismo definió dos corrientes:
1. La primera fórmula nació en el propio escenario de la revolución francesa. Se constituye a
modo de un conservadurismo de naturaleza reaccionario, restauracionistas, tradicionalista o
contrarrevolucionario. En esa idea ser reaccionario es la postura de los hombres que miran
hacia el pasado de modo más enfático que al presente, considerando que merecería la pena
retroceder hacia los tiempos antiguos. El reaccionario es un hombre activo por definición, se
niega a admitir que cualquier realidad establecida deba considerarse por ello como buena o, al
menos, como tolerable, y se muestra dispuesto a derribar ciertas leyes, combatir determinadas
instituciones, con el fin de hacer retroceder el proceso social hasta la época en que sus
contemporáneos se apartaron irresponsablemente por primera vez del recto camino. Se trata de
defender el antiguo régimen, especialmente el catolicismo, contra las fuerzas en expansión de la
Revolución francesa. El vizconde Lois de Bonald (1754-1840) y Joseph de Maistre (1753-1821)
ofrecieron una interpretación de la verdad revelada de la tradición que contraponía la armonía
perdida de los tiempos medievales al desorden de la sociedad revolucionaria. Afirman que el
individuo humano es intrínsecamente social, como consecuencia de la historia sedimentada y de
la comunidad cultural. La sociedad, que incluye al ser social individual, tiene un origen divino y
refleja la autoridad de Dios; por consiguiente, las obligaciones tienen siempre prioridad respecto
a los derechos.
2. Conservadurismo moderno es aquel que “entiende” los tiempos que le toca vivir. Son
conservadores que dentro de la derecha se orientan hacia el centro. La misión histórica de este
tipo de derecha en Occidente no es la de derrotar, sino precipitar las revoluciones: hay que saber
anticiparse a las revoluciones de nuestro tiempo. Apuestan a la prudencia y sus acciones están
gobernadas por el prejuicio. El buen conservador es un hombre de orden, y en una sociedad
agitada no existe lugar para él. Este es casi siempre un prisionero del proceso social, en la
medida en que se encuentra inserto en las tradiciones e instituciones de su país y es, por
consiguiente, el instrumento de aquellos hombres que, consciente o inconscientemente,
mantienen en marcha el proceso histórico. Si el presente le brinda las herramientas y le es
satisfactorio ¿por que someterse a la incertidumbre? ¿Porqué transformar? Si el mundo que le
toca vivir ofrece herramientas para vivir adecuadamente la disposición conservadora será
entonces parte de lo cotidiano, del hombre común. Pero si este mundo, si ese presente es árido y
ofrece poco o nada que pueda usarse o disfrutarse ¿qué hacer? Ser conservador no es solo sentir
aversión por el cambio; es también una manera de adecuarse a ellos, sobre todo frente al
cambio abrupto que resulta una amenaza para la identidad, y su emblema de la extinción. Sin
embargo la disposición conservadora está dispuesta a aceptar la lenta adecuación de las cosas, o
en todo caso el cambio limitado. No así la innovación. Porque innovación esta asociado al
mundo de las invenciones. La innovación es siempre una empresa equívoca en la que la
ganancia y la pérdida están tan estrechamente entrelazadas que resulta en extremo difícil prever
el resultado final, siempre que hay innovación existe la certeza de que el cambio será mayor que
lo buscado. De allí la disposición conservadora
Se puede ser conservador al interior de determinados sistemas políticos, dando cuenta de una
actitud, de una disposición, de un comportamiento más que de un programa político
permanente. Ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo experimentado
a lo no experimentado, el hecho al misterio, lo efectivo a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo
cercano a lo distante, lo suficiente a lo excesivo, lo conveniente a lo perfecto, la risa presente a
la felicidad utópica. (Oakeshott, 1956- 377)
Edmund BURKE (Británico, 1729-1797)
Desde los sucesos de 1789 en Francia Burke se dedico a atacar la obra de la Revolución, a
defender la guerra contra Francia y a impedir la consecución de la paz. Abona entonces la teoría
de una “mala” revolución (1789) frente, en ocasiones, a una “buena”. La revolución inglesa y la
norteamericana fueron “buenas” por haber querido defender tradiciones y no haber destruido la
totalidad de las instituciones sociales y políticas. Burke ser un exponente propio del
pensamiento conservador moderno e inglés, debemos entonces suscribir los términos de
Grossman: “el pensamiento político inglés tiene un carácter profundamente dialéctico. Forma
parte de una controversia y por consiguiente sólo es comprensible en relación con el contexto
del conflicto que le da origen”. Aun así es posible encontrar una serie de doctrinas que se
mantienen a lo largo de su obra, haciendo que ésta tenga unidad de pensamiento. En principio
tiene una visión realista de los problemas que se manifiesta en un continuo desdén por las
concepciones teóricas (metafísica) sin contacto con la realidad. Burke no piensa en formas
ideales de gobierno que alcancen la perfección; son las circunstancias de lugar y tiempo las que
deben determinar la solución de los problemas políticos y no las utopías. De allí su critica a los
filósofos y al racionalismo.
La ciencia del gobierno, que es práctica en sí y dirigida a “...propósitos prácticos es materia que
exige experiencia e incluso más experiencia de la que puede alcanzar en su vida una persona por
sagaz observadora que sea”, porque “el gobierno es un instrumento del ingenio humano para la
satisfacción de necesidades humanas”. La ciencia de construir y dirigir una comunidad no es
apriorística; es materia de experiencia. Ningún principio especulativo tanto de Gobierno como
de libertad hasta el último término donde pueda llegar en una argumentación o como resultado
de su ilación lógica
A los gobiernos que no tienen en cuenta la experiencia Burke los llama gobierno de papel. Las
cuestiones políticas no son cuestiones meramente legales. “No se trata de que un jurista me diga
qué puedo hacer, sino de lo que la humanidad, la razón y la justicia me digan qué debo hacer”.
Congruente con esas ideas es su repugnancia a la excesiva participación de los juristas en la
política. En particular de los juristas de los escalones más bajos de la profesión, muy propensos
a guiarse por su horizonte personal. Hombres habitualmente entrometidos, osados, sutiles,
activos, de disposición litigiosa y mentes inquietas. Los juristas son buenos y útiles como parte
del todo, pero perjudiciales si llegar a constituir virtualmente el todo, porque tienen una
deformación profesional que les incapacita para resolver: Los problemas que dependen del
conocimiento de la humanidad, de la experiencia en asuntos diversos, de una visión de conjunto
comprensiva y congruente de los distintos y complicados intereses que contribuyen a la
formación de esa cosa compleja que es un Estado.
La fuerza de las costumbres. La pasión por el orden. El gobierno del prejuicio y la
prudencia
El genuino conservador es renuente a embarcarse en la especulación política, se resiste a las
grandes explicaciones, al exceso de racionalismo. Esta vinculado a sentimientos y costumbres,
no a la imposición de la lógica en un mundo social refractario y complejo. Piensa con Edmund
Burke que la propensión a manipular teorías es síntoma seguro de que algo anda mal en la
conducción del Estado Según el político conservador inglés Benjamin Disraeli “Ante todo
ningún programa”
Según Roger Scruton: El conservadurismo se anuncia raramente en máximas, formulas u
objetivos. Su esencia es inarticulada y su manifestación, si se le obliga a mayores precisiones, es
escéptica. Es capaz de expresarse (pero) no siempre con la esperanza de que las palabras que
encuentre equivalgan al instinto que las necesita. El conservadurismo se basa en tres conceptos
organizativos principales: 1) La autoridad: se opone al contrato y a todos los arreglos sociales
basados en la elección consciente; la autoridad procede de las cualidades trascendentes de las
instituciones establecidas. 2) La lealtad: es lo que cada miembro de un colectivo -familia,
iglesia, o estado- debe a la autoridad. La lealtad expresa el carácter orgánico de la sociedad. La
lealtad no es cuestión de decisiones individuales, es la expresión de aquello que es social y
moralmente trascendente; la trascendencia constituye también el núcleo de tradición. 3) La
tradición se refiere a las costumbres y a los ritos mediante los que el pasado habla al presente.
La tradición conservadora se apoya, además en su definición frente a cuatro pares conceptuales.
Robert Nisbet es quien nos lo precisa:
a) Historia y la tradición: para el pensamiento conservador es fundamental, en tanto constituye
una fuente inagotable de prácticas y episodios concretos que evolucionan naturalmente y que
por lo tanto no pueden, ni deben modificarse con recurso provenientes del exceso racionalismo
(jurídicos, científicos o técnicos) de una generación en especial. Es muy clara esa disposición a
aceptar el presente como parte de la acumulación saludable de sujetos, hechos que son visto en
clave de tradición que construyen el mundo de jerarquías sociales y culturales del presente.
Burke afirma: quienes nunca miran hacia sus antepasados nunca podrán prever el porvenir.
b) Autoridad, al igual que la propiedad, es un puntal del pensamiento conservador. Sobre ello
descansa el lugar del orden. Consideran que la clave esta en el poder que se constituye tanto en
la esfera política como la social.
c) Prejuicio y razón: El prejuicio se sustenta en la idea de que existen un conjunto de
experiencias vitales subjetivas que contienen un cúmulo de lógica que permite que los
individuos actúen sin contradicciones. Como dice Nisbet el prejuicio es una destilación de una
forma total de conocer, de entender y sentir. En Burke es muy claro: “es de aplicación
inmediata en la emergencia; compromete previamente a la mente en una firme dirección de
sabiduría y virtud y no deja al hombre dudando en el momento de la decisión, escéptico,
confundido e irresuelto”.
d) Libertad e igualdad: Se parte de la incompatibilidad inherente y absoluta entre libertad e
igualdad. La libertad es concebida para proteger a los individuos y sus grupos frente a las
acciones de Estado o de Gobierno.
e) Propiedad y vida: Prima el derecho romano y su capacidad por construir “civilización”.
Importa sobre todo la propiedad inmueble. Su existencia define la vida misma y su estado
social.
Teoría conservadora del buen Gobierno: Su punto de partida es que el gobierno es un bien
necesario para la organización política. Realiza ciertas advertencias severas sobre el modelo
deseable de gobierno: 1) Ningún gobierno puede actuar en reemplazo de otras instituciones
intrínsecas a la sociedad (familia, iglesia, asociaciones comunales, etc). 2) El poder debe estar
diseminado y equilibrado. Diseminado tanto horizontal como verticalmente. De alli su
aceptación del modelo federal: el equilibrio y la distribución adecuada del poder hace a la
estabilidad. 3) El gobierno debe ser representativo porque retarda las decisiones y frustra los
cambios antojadizos; permite que el debate y el compromiso. Institucionaliza las aspiraciones
aristocráticas de toda sociedad.
Observaremos que algunas figuras defensoras del liberalismo muchas veces se aproximan al
conservadurismo moderno. La construcción política y estatal norteamericana, igual que la
Argentina, es una mixtura de ambos. También Tocqueville pareciera aproximarse
simultáneamente a ambas orillas intelectuales. Las afirmaciones de este con respecto al rol del
cuerpo de legista es central para entender su “costado” conservador y curiosamente toma
distancia con respecto al rol de este universo social que analiza Edmund Burke.
Las derechas radicales: el fascismo
El contexto del surgimiento del fascismo: Poder, acción, hombre nuevo.
“El fascismo es un producto de la guerra y la decadencia de la democracia liberal. La primer
guerra mundial movilizó a varias decenas de millones de hombres; varios millones murieron,
millones volvieron mutilados o enfermos. Estas cifras no tenían por entonces equivalente en la
historia de las guerras. Ese volumen monstruoso de tragedias individuales, comparado con los
intereses y los resultados, gradualmente quebrantó las sociedades y los regímenes: cuanto
menos veían los pueblos en uniforme el fin de la prueba y la recompensa a sus sufrimientos,
más inclinados se sentían a cuestionar su sentido. Al enrolar a todos los hombres posibles bajo
sus banderas, al exigir a todos el sacrificio supremo, la guerra de 1914 hizo de cada uno, hasta
del más humilde, un juez del contrato social” (Furet, 1996). Sin dudas, la gran guerra (1914-
1918) trastornó materialmente a Europa, sumándose una crisis cultural y de las mentalidades sin
precedentes, haciendo posible el contexto de origen del fascismo. Fue en Alemania donde
adquirió la fuerza de un movimiento inicialmente esperanzador para su pueblo, aunque trágico
para los destinos de occidente.
En Alemania hubo importantes predecesores de nacionalsocialismo de Hitler, entre ellos los
grupos desmovilizados por el fin de la guerra, también organizaciones juveniles que crecieron a
través de todo el país, abrazando todas las creencias y prácticas imaginables, desde el
vegetarianismo, el racismo, hasta el nacionalismo popular. Estos sectores repudiaban los valores
tradicionales y para muchos había comenzado el reinado práctico de la idea de la acción. Por
ello, se transformaron en lo que un a nómades del vacío (Ernst Jünger) porqué veían el mundo
de posguerra como un páramo. Quiénes regresaban de las trincheras sostenían: nosotros, los
soldados del frente, nunca habíamos conocido el camino fabuloso y confortable; tampoco lo
añorábamos. La lucha se había transformado en propósito y meta de nuestra vida. Se habían
convertido en jornaleros de la muerte en condiciones de construir un mundo nuevo sobre las
ruinas de la cultura y la sociedad de antes de la guerra: la batalla no es sólo un proceso de
destrucción, sino también una forma masculina de creación. Además, los combatientes en su
trinchera, habían alcanzado una comunión donde su subordinación a un lider absoluto lo era
todo. El glorificado comandante suministraba un punto de estabilidad e identificación para los
hombres en el caos desintegrador del campo de batalla, donde la obediencia a las órdenes y la
participación en el grupo no sólo ofrecía refugio sino una identidad comunal nueva y
trascendente. En esa comunidad de liderazgo y experiencia a los hombres se les daba enemigos
para matar y camaradas para amar. Las tropas de asaltos (alemandas) y las squadristi (italianas)
recogen este tipo de experiencia. En definitiva el fascismo refleja la tensión por la decadencia
de la sociedad y la cultura. Pero no lo explica todo.
Finalizada la Primera Guerra los regímenes parlamentarios liberales democráticos no lograron
estabilizarse y canalizar positivamente semejante crisis. Son atacados por izquierda y derecha.
Pero fue la derecha la que provocó el retroceso de las instituciones liberales democráticas. La
vulnerabilidad de estas últimas se debió a su forma poco convincente de entenderse con la Gran
Depresión (1929), una masa de ciudadanos desencantados y en muchos países un resentimiento
nacionalistas por los arreglos de paz de 1918-1920.
Su concepto: deriva del nombre del Partido Fascista, fundado y conducido por Benito
Mussolini, que marcó el destino de Italia entre 1922 y 1945. El fascismo pertenece al campo de
las derechas. Sin embargo, sigue siendo un término impreciso y vago. Generalmente su
definición se basa en el carácter dictatorial, antidemocrático, antiparlamentario y monopartidista
de determinados movimientos. Se lo ha considerado dentro de una formula más general: el
totalitarismo. El totalitarismo entendido como aquella fusión entre Estado y partido destinada a
someter a la entera sociedad por medio de la ideología y el terror. El fascismo sería una variante
política de éste, pero parece insuficiente por cuanto omite aspectos particulares como el
racismo, antisionismo, anticomunismo, entre otros. Como movimiento político surgió de la
experiencia italiana pero cargó en su proyección universal con el contenido y la potencia del
nacionalsocialismo alemán. Desde sus inicios, como movimiento político e ideológico, fue
difícil de encasillar dentro de las tradiciones conocidas: El fascismo tiene un cariz enigmático,
porque aparecen en él los contenidos más opuestos. Afirma el autoritarismo y organiza la
rebelión. Combate la democracia contemporánea y, por otra parte, no cree en la restauración de
nada pretérito. Parece proponerse la forja de un Estado fuerte y emplea los medios mas
disolventes, como si fuera una facción destructora o una sociedad secreta. Por cualquier parte
que tomemos el fascismo hallamos que es una cosa y a la vez la contracara, es A y no A. (Ortega
y Gasset, 1928). Consecuentemente cualquier definición debe ser empleada con cuidado.
Las negaciones del Fascismo: se basa en el antimarxismo, antiliberalismo,
anticonservadurismo, el principio del liderazgo y el decisionismo político, un ejército del
partido y el totalitarismo como objetivo. Habría que agregar aspectos particulares como su estilo
y organización que apuntan a la movilización subordinada de las masas, la militarización de la
política (en clave del Carl Schmitt), la importancia dada a ciertos rituales y estética, al principio
del dominio masculino y a la exaltación de la juventud.
Algunas teorías explicativas
A fin de avanzar en un concepto más preciso se ha atendido a las características sociológicas del
fascismo o en otros términos, se ha intentado entender al fascismo desde los grupos sociales que
se sirven de este movimiento. Con ello se ha querido hallar una variable eventualmente
independiente, cuyo descubrimiento conduciría tanto a entender sus contradicciones como a
efectuar una tipología entre los regímenes propiamente fascistas.
Entre las teorías explicativas ligadas a la tradición socialista se ha subrayado las conexiones
funcionales entre fascismo y capitalismo. Sostienen la tesis de que el fascismo es la expresión
de una época, la del capitalismo monopolista de Estado. Otra teoría intenta ver en el fascismo
una expresión de la pequeña burguesía. Esta visión es deudora de aquella que liga capitalismo
con fascismo, en cuanto a que este sector de la sociedad expresa con el fascismo su reacción a
una amenaza revolucionaria exacerbada por la crisis económica y el desastre nacional, y ante el
riesgo de su proletarización. De allí que como movimiento político ataca tanto a los sectores
oligárquicos como al proletariado. Otra explicación refiere al fascismo como una nueva forma
de “bonapartismo” en el Siglo XX.
Si hubo alguna formula teórica que logró mayor alcance, aparece bajo el término totalitarismo,
ya que refiere al Estado totalitario como forma de poder nueva, especifica y aún mas
inclasificable, entre las distintas tipologías elaboradas por el pensamiento político clásico, en
tanto los términos “despotismo o tiranía” no lograban contener todos los ingredientes del
fascismo. Como concepto, el totalitarismo, entendía la nueva realidad de una sociedad
(Alemania e Italia) mas o menos sometida a un partido-Estado que reina por medio de la
ideología y del terror. Es totalitarismo ayuda a entender la supremacía de la voluntad política
sobre la entera organización social y en el papel clave de toda decisión dictatorial.
Otras teorías, refieren al fascismo como consecuencia de historias nacionales excepcionales,
incomparables, que por ejemplo solo tienen a Alemania e Italia, por su tardío proceso de
integración estatal. Otras interpretaciones han querido observar al fascismo como un fenómeno
del derrumbe cultural o moral de la época. Como resultado del derrumbamiento general de la
civilización. Algunos han prestado atención, en una versión psicoanalítica del fascismo, al dar
cuenta de que éste ha sido producto de los impulsos psicosociales sumamente neuróticos o
patológicos de sus lideres y de también, de una parte de la sociedad.
Sus formas históricas
Ni una pura definición política ni sociológica es suficiente, tampoco de sesgo culturalista, para
entender la complejidad del fascismo. Solo un seguro anclaje histórico es quizá más útil
haciendo referencia a cada experiencia nacional, en particular de Italia y de Alemania. En estos
casos se puede definir al fascismo como un movimiento político típico de algunos Estados con
estructuras capitalista, de democratización tardía, en los cuales, la demanda política de las
nuevas clases trabajadoras chocó contra una acentuada debilidad económica, política, cultural,
en definitiva hegemónica de las clases burguesas. De allí deriva una fuerte tensión social y
política en la cual el movimiento fascista crece desarrollando una polémica radical contra el
liberalismo y sus instituciones representativas. Al mismo tiempo plantea una batalla
extraparlamentaria contra el movimiento obrero, para ello acusa al internacionalismo del
socialismo y al individualismo liberal porque solo los fascistas se ven como reivindicadores de
la nacionalidad. La victoria del fascismo está determinada generalmente por su capacidad de
introducirse en situaciones de grave crisis de la democracia liberal, explotando el malestar
económico social de una parte de la población y prometiendo un mecanismo rápido de decisión
política. El resultado es el abatimiento más o menos rápido de las libertades políticas, de las
instituciones representativas, de los partidos y de los sindicatos libres, la estatización de la
cultura, el desplazamiento del conflicto hacia la escena internacional con el nuevo
enarbolamiento de reivindicaciones territoriales y raciales.
Fue Alemania la que elaboró los elementos más radicales del fascismo, sobre todo con su
programa biologista, racial y la ampliación del espacio vital. Alfred Rosemberg en sus
“Fundamentos del nacionalsocialismo” afirmaba que “la lucha de las diferentes almas raciales
es para nosotros el punto nuclear de la historia mundial y de la cultura alemana .... Para
nosotros siempre comienza una historia nueva allí donde una nueva especie humana ha vencido
sobre otra”.
Fascismo y conservadurismo
Si bien muchos autores consideran al fascismo como parte de la tradición conservadora, aunque
establece alianzas con otros sectores de esa vertiente ideológica, se diferencias de los
conservadores por su voluntad de depurar radicalmente las viejas elites y las estructuras
institucionales heredadas. Además por su decisión de movilizar a las masas desde abajo,
formula que está lejos del conservadurismo que procura inmovilizar a las masas. En definitiva
se distingue de aquel por a) su capacidad de movilización, b) su rechazo contundente hacia
cualquier expresión liberal (no olvidemos que hay conservadurismo liberales), c) su
compromiso con un Estado fuerte. Un ejemplo histórico que distingue al fascismo es el
franquismo, que se coloca mucho más cerca del tronco conservador.
El fascismo niega al comunismo y al liberalismo. Al primero por considerarlo responsable de
terminar con la idea de nación y reemplazarla por la de clase. Al segundo por el carácter
disolvente que tiene su filosofía social y política del individuo, además de que tiñe todo de
economicismo. En cuanto a la democracia, el fascismo la entiende como una expresión orgánica
de la comunidad, muy lejos del sentido liberal ni tampoco socialista por cuanto cualquiera apela
al sentido de igualdad.

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