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LA ESTIGMATIZACIÓN Y PERSONALIZACIÓN RESPECTO AL INTERNO

Introducción

El castigo penal, que en la realidad de nuestro país se ha reducido a la aplicación


de penas de prisión y la institucionalización del sistema carcelario, implica la
utilización del aparato del Estado para producir un daño. Aunque no sea éste el
propósito último de la imposición de penas privativas de libertad, éstas implican
un daño grave, directo y, contrariamente a lo que se suele pensar, permanente
para quien las recibe. Significa, además, el uso de limitados recursos del Estado
para provocar dicho daño, recursos que no pueden ser usados en otros sectores
de la sociedad.

No obstante, las propuestas de reformas legislativas para fomentar el


cumplimiento de las normas penales suelen constreñirse al aumento de la
severidad de las penas, entendido como el incremento en años de prisión.

El aumento de sanciones parece, a primera vista, una respuesta fácil y poco


costosa para resolver los problemas de criminalidad. Por una parte, implica para
los gobernantes poco esfuerzo de comunicación con la sociedad —no son
necesarios el estudio ni la comprensión de las causas que generan la
delincuencia— por otra, promete tener efectos inmediatos: más delincuentes
incapacitados en la cárcel por más tiempo y un mayor efecto disuasivo.

Sin embargo, la propuesta de criminalización se basa en supuestos que no se


cumplen en la práctica, como la existencia de un sistema de impartición de
justicia efectivo y eficiente o la presencia de actores racionales e informados que
calculan, correctamente, ganancias, costos y probabilidades al elegir realizar, o
abstenerse de realizar, conductas penalizadas.

Asimismo, esta respuesta omite tomar en cuenta los efectos sociales, no


aparentes a primera vista, que el castigo genera. Haciendo un análisis de la
forma en que se aplica el castigo en nuestro país y de la forma en que opera la
estigmatización, este texto busca explicar algunos de los efectos, mostrando

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cómo el sistema penal y carcelario fomenta el incumplimiento de las normas
penales

Desarrollo del tema

Para Bodelón, E. (2000)

Uno de los principales problemas de dicha estigmatización es el abismo


existente entre los movimientos sociales y la ciudadanía con las
situaciones que viven las personas presas. El sistema penal, en general,
y la cárcel, en particular, genera situaciones de profunda injusticia. Como
que se aplique la pena de privación de libertad para todos los delitos a
pesar de la diversidad de causas que hay detrás de los mismos

El individuo al llegar a la cárcel por primera vez o de forma reincidente, es


consciente de la inexistencia de la resocialización y de su posible inmersión,
certificación, formación, acreditación como delincuente, al igual que quienes los
desprestigian, difaman y degradan, aunque compartan la misma condición,
estatus y estigma.

E incluso un porcentaje alto de los internos se aíslan debido al rechazo de sus


familiares, amigos, conocidos o desconocidos por su condición de reclusos; y
ello genera frustración, hasta el punto de atentar contra su vida o la de sus
compañeros, reafirmar roles y estereotipos.

Para Bodelón, E. (2000),

los internos que se rehúsan a realizar actividades académicas u oficios


generadores de disminución en sus condenas o no tienen información
clara sobre ello, porque no se les ha trasmitido, no han indagado o desean
desconocerlo, producto del sentimiento de inferioridad, incapacidad,
autonegación, represión, ya sea por conveniencia propia, descuido,
desinterés, temor a no ser aceptado por los individuos normales, no
desviados con estatus distinto o recriminarse por su diferencia, a pesar de
estar incluido en la clase favorecida; y por el contrario, se dedican al ocio,
a aliarse con otros penados y conformar bandas, a delinquir dentro de la

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cárcel, propiciar terror, profesar una religión, practicar ritos para persuadir
a los demás de su cambio de actitud, justificar sus reacciones agresivas y
delitos; consumir sustancias estupefacientes, bebidas, entre otras.

Goffman, E. (2006), dice:

El castigo penal, que en la realidad de nuestro país se ha reducido a la


aplicación de penas de prisión y la institucionalización del sistema
carcelario, implica la utilización del aparato del Estado para producir un
daño.

Aunque no sea éste el propósito último de la imposición de penas privativas de


libertad, éstas implican un daño grave, directo y, contrariamente a lo que se suele
pensar, permanente para quien las recibe.

Para Whitman, E. (2003):

El castigo penal es entendido por varios autores como un proceso de


estigmatización. La designación de "criminal" confiere a una persona una
marca que la señala como de inferior estatus en el orden social. Implícito
en esta designación está un mensaje de contaminación y riesgo
(Whitman, 2003: 21).

Solemos pensar en los criminales como personas riesgosas (peligrosas) y de


poco fiar. Prueba de ello son las pocas probabilidades que tiene un excarcelado
para conseguir empleo legal.

Goffman, E. (2006), dice

La aplicación de sanciones penales como el encarcelamiento implica que


al etiquetar al ofensor o acusado se generan condiciones para que éste
se comporte de acuerdo con el estereotipo criminal y se mantenga dentro
del grupo.

Este efecto es aún más grave cuando se trata de grupos (sectores determinados
de la sociedad) que son estigmatizados.

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Goffman (2006) en su libro Estigma, escribió que

la desviación original no debía traducirse como estigma universal, sino


una selección individual, en el que la deliberación de un rol o asignación,
no tuviese un rotulo de transitoria y en el intercambio de roles, primara la
socialización de un perfil creíble. Los cinco reclusos condenados por el
delito de feminicidio presentan varias facetas en su vida y aunque
parezcan la antítesis de los normales en su contexto eso es normal, por
eso la relación dual entre anormalidad y normalidad es de co-implicación,
ambas están presentes en la persona, pero en unos prevalece respecto a
los otros. “

Lo que aparece como falso no es la persona que tiene una diferencia, sino más
bien todos y cada uno de los que se encuentran en la situación y allí intentar
mantener pautas convencionales de tratamiento”

Como señala Arcila, A. (2014)

El comportamiento del delincuente cuando es indefinido al igual que sus


expectativas, roles, padece contradicciones frente a la norma, no se
adapta con facilidad a las comunidades dentro de la sociedad y
regularmente no obtiene lo esperado por los otros, ni lo esperado por él,
lo cual le produce sensaciones de frustración, desadaptación,
intranquilidad, por haberse quedado reducido, incompleto y no agotar el
esfuerzo requerido, ni aplicado las estrategias pertinentes para llegar al
nivel de aprobación deseado, miembro activo de un lugar, a pesar de sus
errores o experiencias ineficaces

Se castiga predominantemente a jóvenes varones provenientes de sectores


marginados. De ser cierta la hipótesis, el castigo en este caso genera incentivos
para que dicho grupo se identifique con el estigma del criminal y se comporte
conforme a dicho estigma.

Uno de los hechos más documentados en relación con la delincuencia es el de


que los delitos comunes graves que más preocupan a la gente como el

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asesinato, la violación, el robo, la agresión agravada, el escalamiento, se dan
con más frecuencia en los tugurios de las grandes ciudades

Los resultados ponen de relieve con monótona regularidad que los delitos, las
víctimas y los delincuentes se encuentran generalmente en las zonas más
pobres, más viejas y más socialmente desorganizadas de las ciudades

Según Arcila, A. (2014)

El proceso de hacer un criminal, por lo tanto, es un proceso de


etiquetamiento, definición, identificación, segregación, descripción,
enfatización, de concientización y auto-concientización que se convierte
en una forma de estimular, sugestionar, enfatizar y evocar los mismos
rasgos de los cuales se lamenta.

Otro aspecto importante es el que se refiere a la percepción social de la conducta


desviada. Entendemos por "percepción" la interpretación o significación que se
le da a una experiencia y propiamente por "percepción social de la conducta
desviada" a las representaciones mentales que, latente o manifiestamente, se
tengan hacia la desviación social.

Es decir, la percepción requiere cierto proceso racional pues no se sustrae a la


mera intuición, sino que va un poco más allá. Necesita algún grado de
elaboración intelectual que provoca en el individuo actitudes, opiniones o
reacciones en relación a un hecho.

Conclusiones

La identidad de un interno no solo es vulnerada cuando ingresa a la cárcel, sino


durante su estancia y al salir también, se le ha arrebatado lo que más quiere;
continuamente entra en conflicto consigo mismo, no se acepta y a los demás
tampoco los tolera, cree que ha perdido su esencia como ser humano o deja de
sorprenderse, maravillarse ante el mundo, no se asombra ante la barbarie, solo
se conforma con el tratamiento inhumano recibido, porque llega a pensar que se
lo merece o es la vida, quien lo obligó a hacerlo; se acostumbra a ser nombrado
de diferente forma aunque no le agrade, solo para no polemizar con sus

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compañeros de celda o pabellón; es muy marcada la territorialidad y el dominio,
la fijación de fronteras invisibles entre ellos.

En nuestros días podemos observar que distintos actores sociales (medios de


comunicación, políticos, policías, personas de clase media) ven a la juventud
como la responsable de los problemas relacionados con la inseguridad, en otras
palabras, sostenemos que se estigmatiza a un sector de la sociedad.

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Bibliografía

Arcila, A. (2014). Pensamiento del delincuente. España: Gedisa.

Bodelón, E. (2000). El estigma en los presos por violencia doméstica. Barcelona:


Universidad Autónoma de Barcelona.

Goffman, E. (2006). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrourt

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