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SOBRE LA AMISTAD

Aristóteles

Resalta, como aspecto más importante de la amistad, que en su práctica se


conoce al amigo, y este conocimiento posibilita su autoconocimiento; tener
amigos es una condición necesaria para el conocimiento de uno mismo. Por
tanto, ser bueno y tener amigos es requisito indispensable para cultivar la
virtud. Aristóteles lo ha dicho: todos los rasgos de la amistad comienzan en
uno mismo, y son extendidos a los amigos; cultivar la amistad desde la
virtud es una forma de hacer el bien y ser felices. Para Aristóteles, el amigo
incluso es quien prefiere su propia muerte antes de permitir que este entre
en dificultades, incluso es proyectado a la propia patria

Es decir, para Aristóteles en las amistades basadas en la virtud no


hay reclamación y la intención del dador parece ser la medida, porque en la
Es, en efecto, una virtud, o va intención1 radica lo principal de la virtud y del carácter. Si bien entrega un
acompañada de virtud, y, además, es lo
bien, no espera recibir nada a cambio; sería bueno e interesante que el que
más necesario para la vida. Sin amigos
recibe el bien sea capaz de devolver un bien equivalente o más al recibido,
nadie querría vivir, aun cuando poseyera
todos los demás bienes; hasta los ricos y por su propia cuenta y voluntariamente; esta situación, incluso, se
los que tienen cargos y poder parecen convierte en algo más noble y bueno. Así, el que ha recibido un
tener necesidad sobre todo de amigos; beneficio entrega su benevolencia por lo que recibió; de manera que es
porque ¿de qué sirve esa clase de justo. Pero el que quiere hacer el bien a otro y espera una recompensa
prosperidad si se la priva de la facultad material no parece estar bien dispuesto hacia el amigo, sino hacia sí mismo;
de hacerlo bien, que se ejerce tampoco se podría decir ser su amigo, si lo que busca es una utilidad desde
preferentemente y del modo más la amistad. Es por esto, que la benevolencia surge por alguna virtud y
laudable respecto de los amigos? bondad, cuando alguien es noble, o algo semejante.
En la pobreza y en los demás
Aristóteles no pasa por alto los bienes materiales para la
infortunios se considera a los amigos
consecución de la felicidad; estos representan tan solo un requisito y no
como el único refugio. Los jóvenes
una parte constitutiva de la felicidad; los bienes exteriores se requieren
los necesitan para evitar el error; los
para el adecuado despliegue de la actividad del alma. Si se carece de uno o
viejos para su asistencia y como
de varios de estos bienes exteriores, no ocasiona la pérdida de la felicidad,
ayuda que supla las menguas que la
pues estos no obrarán nunca en contra de la virtud; pero si faltan aquellas
debilidad pone a su actividad.
cosas que producen el bien y que son propias de la virtud, el hombre no
podrá ser feliz a plenitud, pero, además: “El valor de los bienes externos no
GAYTAN LOZANO JORGE LUIS
depende de ellos mismos porque son bienes instrumentales. Su valor
La amistad perfecta es la de los depende más bien del modo en que contribuyan a la realización de la vida
YAÑEZhombres
CORTES buenos
YESSENIAe iguales en virtud; feliz. Los bienes externos son un requerimiento para la vida feliz, pero no
porque éstos quieren el bien el uno
GONZALEZ ORTEGA FERNANDO BRAYAN son una parte constitutiva de ella”.
del otro en cuanto son buenos, y son
MARIN MARTINEZ DANIELA
buenos en sí mismos; y los que
quieren el bien
ZARZA MANRIQUE de sus amigos por
ULISES
causa de éstos, son los mejores
amigos.
En todas las amistades heterogéneas, la proporción iguala y preserva la amistad, como hemos
dicho.
En muchas de las relaciones se reciben compensaciones como es el dinero y otros bienes, pero en
las relaciones amorosas, a veces, el amante se queja de que su exceso de amor no es
correspondido, y esto ocurre cuando se ama por causa del placer, interés u otra cosa se desea
obtener, pero si ninguno de los dos logra lo que quería, se produce una disolución de la amistad.
Esto ocurre cuando no se amaban el uno al otro, sino que lo poseía, y esto no es permanente al
igual que las amistades y las relaciones amorosas.
Pero ¿quién debe fijar el valor del beneficio, el que da o el que recibe?
No se sabría quien tiene el derecho de decidir cuál es lo justo a pagar o dar a la otra persona,
dependiendo del caso, por lo que en las amistades no hay un mutuo acuerdo relativo a los servicios,
esto también lo podemos ver en las relaciones amorosas que existen entre una madre y su hijo, se
podría pensar que el amor que brinda ella lo da sin esperar nada a cambio, pero esto es erróneo ya
que hasta los padres esperan que el amor que dan sea mutuo o que se agradezca con acciones o
con palabras, esto también es un tipo de cobro por lo que se da.
Ahora bien, todo hombre desea para si el bien, y nadie escogería llegar a ser otro y tenerlo todo, un hombre así quiere
pasar el tiempo consigo mismo, porque esto le causa placer: el recuerdo de las acciones pasadas le es agradable y las
esperanzas del futuro son buenas, y por tanto gratas. Y es por la mente que está bien surtido de objetos de contemplación.
Las condiciones establecidas se dan también, evidentemente, en la mayor parte del hombre, aun cuando estos fueran
malos.
La benevolencia se parece a lo amistoso, pero no es ciertamente amistad; en efecto, la benevolencia se da, incluso, hacia
personas desconocidas y pasa inadvertida, pero la amistad no, como ya hemos dicho antes. Tampoco es afecto, porque no
tiene la intensidad ni el deseo que acompaña al efecto. La benevolencia, de repente momentánea y los queremos solo
superficialmente.
La concordia se parece, también, a lo amistoso, y por esta razón no es igual de opinión, pues esta puede darse incluso en
aquellos que no se conocen entre sí. Tampoco se dice que los que tienen los mismos pensamientos sobre cualquier cosa
son unánimes, por ejemplo, los que piensan lo mismo sobre los fenómenos celestes, se dice que una ciudad está en
concordia cuando los ciudadanos piensan lo mismo sobre lo que les conviene.
Parece que los bienhechores quieren más a aquellos a quienes han favorecido, que estos a aquellos, y este hecho se discute
como contrario a la razón.
Al mismo tiempo, el resultado de la acción es hermoso para el bienhechor, de modo que se complace en la persona en que
se da, mientras que el servicio del bienhechor no es hermoso, para la persona que lo recibe, sino, en todo caso, útil, y esto
es menor grato y amable.
Además, el querer se parece a una actividad, pero el ser querido una pasividad, y el amar y los sentimientos amistosos
pertenecen a los que son superiores en acción.
Finalmente, todos quieren más lo que se ha adquirido con esfuerzo, y así, los que han hecho riquezas las aprecian más que
los que han recibido; y parece que el recibir favores no es penoso, pero hacer bien es arduo.
También, el querer se parece a una actividad, pero el ser querido a una pasividad, y el amar y los sentimientos amistosos
pertenecen a los que son superiores en acción.
Se suscita también la dificultad se si uno debe amarse a sí mismo más que cualquier otro. En efecto, se censura a los que se
aman sobre todo a sí mismos, y se les llama egoístas, como si se tratara de algo vergonzoso. Parece que el hombre vil lo
hace todo por amor a sí mismo, y tanto más cuanto peor es, mientras que el hombre bueno obra por lo noble, y tanto más
cuanto mejor es, y por causa de su amigo, dejando de lado su propio bien.

Concluyamos, pues, que la amistad perfecta, por tanto, la amistad autentica, la que merece tal nombre es aquella que se basa en la
excelencia, en la virtud, y en la cual el amigo es querido por sí mismo. Ambos rasgos se dan unidos, según Aristóteles. Ahora bien, cabe
preguntarse por qué́ estos dos rasgos se dan efectivamente unidos, pregunta que nos lleva a esta otra decisiva: cuando Aristóteles dice
que el amigo es querido por sí mismo, ¿qué entiende por “sí mismo”? ¿qué ha de entenderse que es el sí mismo del ser humano?

Por lo pronto, el “sí mismo” de cada cual se manifiesta en el modo en que uno vive, en el modo en que uno realiza su propia existencia, en
definitiva, en las acciones que uno lleva a cabo. Pero no en cualquier tipo de acciones, sino en las acciones o actos elegidos. Aristóteles
distingue, en su ética, entre actos voluntarios y actos elegidos; actos voluntarios son aquellos que se realizan con conocimiento de lo que
se está́ haciendo y sin coacción alguna externa que fuerce al individuo a su realización. Una acción voluntaria es, en definitiva, aquella
acción cuya causa está en el agente mismo. Concebida así la voluntariedad, Aristóteles no duda en reconocer que los niños, y también los
animales, realizan conductas o acciones voluntarias: un perro suelto que tiene sed, se comporta "voluntariamente" cuando ve un charco
de agua y acude a beber, puesto que nadie lo fuerza a hacer tal cosa, sino que su acción sale de él mismo movido por su deseo. No toda
acción voluntaria es, sin embargo, una acción elegida.

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