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Todo sistema de educación está basado en una filosofía de la vida, es decir, todas
aquellas características dominantes de una civilización en todos sus aspectos, son
parte de la herencia social para las próximas generaciones, por tanto, no puede
hacerse una separación tajante entre filosofía y educación aunque existen
algunas corrientes que así lo señalan como una necesidad. Entre estas posturas
que niegan esta relación encontramos la interpretación científica, psicológica y
pragmática (Fermoso, 1987), a las que se responde que todo sistema educativo
que quiera comprender e interpretar la verdadera naturaleza del hombre ha de
apoyarse en la filosofía y no sólo en la ciencia ya que hay una realidad que no
puede ser apreciada con los métodos de las ciencias naturales; de igual forma, la
psicología no constituye la fuente de conocimiento global respecto al hombre ya
que éste no es sólo conducta y, la filosofía, otorga a la educación la noción de una
conducta recta que no puede brindar la psicología.
Por otro lado, su misma naturaleza humana lo hace ser defectivo, que tiende a
aniquilarse porque tiene la sensación de insuficiencia. Sin embargo, no se queda
ahí, es un ser abierto que se comunica con los demás seres que lo rodean y esta
misma condición le es dada por ser libre y esta misma capacidad de libertad es la
que posibilita su desarrollo, el iniciar un camino hacia la trascendencia.
Emilia Elías de Ballesteros (1976) nos habla del hombre como sujeto de la
educación y muestra un panorama amplio respecto a lo que se ha descuidado en
la realidad de nuestro medio educativo ya que aborda el problema del hombre que
se refiere a la búsqueda continua e incansable de la esencia peculiar del ser
humano.
El maestro actúa sobre la base de su propio ser, sus sentimientos, afectos, etc., y,
en la mayoría de las ocasiones, no puede hacer esa desvinculación entre su
persona y lo que implica el estudio de la realidad en sí, es decir, esta realidad es
objetivada o interpretada por el hombre y, esta interpretación, adopta un
significado a partir de las experiencias y la propia historia del docente. Por otro
lado, el neutralismo indica oposición al dogmatismo, entendiendo éste como: Una
manera cerrada de pensar, independientemente de la ideología en la que se milite.
El dogmatismo frente a creencias discrepantes con las propias: es
una visión autoritaria de la vida (Fermoso, 1987)