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Abstracción

( Latín abs, de trahere, extraer).


La abstracción es un proceso (o una facultad) por el que la mente selecciona para consideración
alguno de los atributos de una cosa con exclusión del resto. Para algunos escritores, incluyendo los
escolásticos, dicen que los atributos seleccionados para la atención son los abstraídos; para otros,
como Kant y Hamilton, el término se aplica a la exclusión de los atributos que son ignorados; el
proceso, sin embargo, es el mismo en ambos casos. Las cosas que parecen más simples, son
complejas, es decir, tienen varios atributos; y el proceso de abstracción comienza con la sensación,
puesto que la vista percibe ciertas cualidades, el gusto otras, etc. Desde el comienzo de la
inteligencia la actividad progresa rápidamente, pues todas nuestras generalizaciones dependen de la
abstracción a partir de diferentes objetos de alguna fase, o fases, que tienen en común.
Un paso siguiente y más importante se da cuando la mente llega a la etapa en la que puede manejar
sus abstracciones, tales como extensión, movimiento, especies, ente, causa, como base para la
ciencia y la filosofía, en las que, al menos hasta cierto punto, los conceptos abstractos son
manipulados como los símbolos en álgebra, sin inmediata referencia a lo concreto. Este proceso no
carece de peligros de falacias, pero el conocimiento humano no progresaría mucho sin él. Por
consiguiente, es evidente que los métodos de guiar a la mente de lo concreto a lo abstracto, así
como el desarrollo del poder de manejar las ideas abstractas, son asuntos de gran importancia en la
ciencia de la educación.
La mayoría de los filósofos---y todos los que basan el conocimiento en la experiencia--- concurren
substancialmente con esta explicación de la importancia de la abstracción en el proceso del
conocimiento; aunque difieren ampliamente sobre la naturaleza y validez de los conceptos
abstractos en sí mismos. Una visión amplia prevalente, mejor representada por las escuelas
asociacionistas, es que las ideas generales se forman por la mezcla o fusión de impresiones
individuales. Sin embargo, los escolásticos más eminentes, siguiendo a Aristóteles, le atribuyen a la
mente es en su más alto aspecto un poder (llamado intelecto activo) que abstrae de las
representaciones de cosas concretas o cualidades, los elementos típicos, ideales y esenciales,
dejando atrás aquellos que son materiales y particulares. Los conceptos así formados pueden ser
muy limitados en contenido y varían en número y precisión con el conocimiento de particulares;
pero la actividad de la facultad es siempre espontánea e inmediata; nunca es un proceso de mezcla
de las representaciones particulares en una idea compuesta, y mucho menos una mera agrupación de
cosas similares o atributos bajo un nombre común. El concepto así obtenido representa un elemento
que se realiza universalmente en todos los miembros de la clase, pero es reconocido formalmente
como un universal solamente por medio de más observación y comparación.
Los argumentos a favor de la existencia de tal facultad no se deducen de un estudio de su operación
real, que elude nuestros poderes de introspección , sino del análisis de sus resultados. Sus
defensores se apoyan principalmente en el hecho de que poseemos conceptos definidos universales,
como de un triángulo, que transcienden las vagas imágenes flotantes que representan la fusión de
nuestras representaciones individuales; y también en el elemento de universalidad y necesidad en
nuestros juicios. Es en conexión con este último punto que la cuestión es de máxima importancia,
ya que sistemas filosóficos que rechazan este poder de abstracción directa de la idea universal son,
naturalmente, más o menos escépticos sobre la validez objetiva de nuestros juicios universales.

Bibliografía: Porter, The Human Intellect (Nueva York, 1869), 377-430; Maher, Psychology
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Fuente: Duffy, Francis. "Abstraction." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert
Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01074a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. L M H.

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