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Apostolado y discernimiento vocacional

Tradicionalmente el apostolado aparece como un ámbito privilegiado de discernimiento


vocacional, tanto en el plano personal como en el grupal. Se pueden señalar los siguientes
fundamentos:
 La praxis de la Iglesia naciente que se refleja en el N:T., en la que los diversos ministerios
se disciernen en su ejercicio, es decir, en medio del apostolado. Los argumentos para
reconocer la autenticidad de un llamado de Dios están ligados a la mejor realización de la
misión, al sentido de comunión y a la entrega en el servicio. El N.T. contiene valiosos
criterios sobre todo en el discernimiento del servicio de los responsables de las comunidades
(vgr: 1Pe) pero también se discierne la dedicación a otros ministerios. El criterio que dimana
de estos textos es que exista la autenticidad en el servicio, la verdadera entrega al Señor y a
los hermanos, libre de otros intereses y preocupaciones.
 La tradición del discernimiento de los falsos y verdaderos profetas, que se continúa en los
primeros siglos de la Iglesia. Se propone discernir entre las falsas y verdaderas viudas; entre
los falsos y verdaderos predicadores; entre los falsos y verdaderos apóstoles. El punto de
discernimiento es la observación de sus conductas en medio del servicio apostólico. Es
verdadero el profeta que, dócil a la Palabra de Dios, anuncia la verdad al pueblo; frente al
falso profeta, que busca halagar sus oídos o tranquilizar su conciencia.
 La centralidad de la misión en el acontecimiento vocacional. Las personas son llamadas
para la misión, para el apostolado. No para hacer una serie de actividades, sino para asumir
el apostolado como forma de vida. De donde lo importante no es que las actividades se
realicen bien, sino que se hagan con auténtico espíritu apostólico. El modo de realizar el
apostolado (conducta objetiva) y las motivaciones para participar en él vienen a ser un
criterio de primer orden para el discernimiento de la llamada de Dios.
 La misma experiencia vocacional, que nos enseña que la confrontación con la realidad del
servicio apostólica es una clave importante en el discernimiento vocacional. Efectivamente,
muchas de las defecciones vocacionales se deben a una falta de realismo apostólico. Con
frecuencia el enfrentamiento con la realidad del apostolado pone en crisis procesos
vocacionales que parecían seguros. Durante los últimos años es llamativa la insistencia de
los responsables de la formación en propiciar a los candidatos continuas experiencias
apostólicas que contrasten con la realidad lo aprendido y vivido en la casa de formación. El
conocimiento práctico de la realidad es un elemento que debería estar presente a lo largo de
todo el proceso vocacional y formativo.

Intentemos ahora señalar algunas líneas pedagógicas para el acompañamiento y discernimiento


vocacional desde la experiencia apostólica.
El primer punto que conviene señalar es que la experiencia apostólica debe ser acompañada.
Con frecuencia es una realidad en la que el abandono formativo es evidente. Al menos deberá ser
cuestionada y revisada en la entrevista. No sólo en su contenido sino examinando de modo especial
las actitudes personales y las motivaciones para realizar el apostolado. La sola observación cercana
de estas actitudes daría ya pautas abundantes para el discernimiento vocacional. Mucho mejor si se
acompaña al grupo, de modo que el promotor o formador pueda verificar la opinión de los mismos
participantes sobre la idoneidad del candidato. Habitualmente los compañeros de apostolado tienen
criterios certeros sobre este punto.

El primer momento vocacional que nos interesa estudiar es el que va de la toma de conciencia
de la vocación al ingreso en la casa de formación. Lo que se propone a continuación es válido
también para el seminario menor u otras instancias formativas similares, como la pastoral juvenil.
 Conviene distinguir un primer momento en el que hay que comprobar la existencia de un
verdadero apostolado. Se trata de invitar al candidato a entregarse auténticamente en un
apostolado, entrega en la que ya entran en juego sus mismas motivaciones vocacionales.
Parece contraindicado recibir en una casa de formación a personas que no han asumido
sistemáticamente algún compromiso apostólico. Si el candidato que inicia su proceso no
tuviese este compromiso, habrá que pedírselo, y es una razón suficiente para alargar el pro-
ceso vocacional. Interesa sobre todo que el candidato se entregue al apostolado como una
auténtica expresión del amor fraterno y del sentido de pertenencia eclesial.
 Ya desde este primer momento conviene cultivar de una manera decidida el sentido de per-
tenencia a la parroquia, es decir, a su comunidad cristiana concreta, de modo que llegue a
sentir como suyos los espacios, las relaciones, las fiestas, los servicios concretos que en ese
ámbito privilegiado de Iglesia existen. La parroquia tiene unas grandes posibilidades en
cuanto al discernimiento vocacional se refiere. Vienen bien expresadas en el documento del
II Congreso Internacional de Vocaciones, n.........
 En un segundo momento, parece muy adecuado proponer al candidato un cambio de
apostolado que le lleve a madurar en su fe y a descubrir otras facetas más universales y más
amplias de la Iglesia y de su misión. Al cambiar de apostolado el candidato ahonda su
sentido de pertenencia a la comunidad cristiana; relativiza y a la vez valora mejor su
apostolado de origen; establece nuevas relaciones que amplían su capacidad de compromiso
misionero; se abra a la diversidad de apostolados en la vocación específica.
 Es muy productivo, desde el punto de vista del discernimiento vocacional provocar una
experiencia apostólica con el grupo de los candidatos. Por ejemplo, una experiencia de
misiones, o de servicio a los pobres, o de pastoral juvenil, en la que ellos actúen como grupo
acompañados por su orientador o por sus futuros formadores. En una experiencia apostólica
comunitaria saltan a la vista una serie de datos a los que no se podría acceder por las solas
entrevistas ni por otro tipo de convivencias. Esta experiencia ayuda a marcar un ritmo en el
proceso vocacional.
 Sobre todo en el caso de las congregaciones religiosas, es necesario un contacto con el
apostolado específico, de manera que el candidato conviva con los hermanos que ya han
hecho su consagración y descubra en el apostolado mismo el sentido de la vocación
específica; se pruebe a sí mismo en el campo concreto y observe cómo se vive el carisma
propio en ese ámbito. Las relaciones personales que se establecen en una experiencia de esta
naturaleza son de una gran riqueza para todos en relación al discernimiento vocacional.
 A lo largo del proceso vocacional conviene observar y fomentar una creciente
profundización en las actitudes apostólicas del candidato. Este será un fruto precioso que
puede dar seguridad y firmeza al proceso vocacional y formativo del candidato. Que vaya
pasando de la mera ejecución de unas actividades al sentido espiritual y profundo del
apostolado. Todo lo que se pueda ganar en este sentido dará estabilidad al proceso.

Durante los años de la formación, también se pueden señalar algunas insistencias:


 En el inicio un apostolado con carácter propedéutico, que meta al candidato en una
verdadera prueba, en el sentido de que se le ayude a crecer en las actitudes de verdadero
servicio. Para ello no hay como el servicio material y concreto a los pobres, los enfermos,
los más necesitados. Se trata de ayudarle a comprender que la dimensión de la diaconía debe
estar presente en todo servicio apostólico y está a la base de la interpretación de sus propias
inquietudes vocacionales.
 El apostolado deberá ayudar a afianzar la referencia comunitaria, es decir, el sentido de
pertenencia a la Iglesia. Parece muy oportuno evitar que el candidato a la vida sacerdotal o
consagrada aparezca como maestro, especialmente ante los jóvenes y ante los laicos. Al
contrario, sería muy productiva una experiencia en la que él aparezca como aprendiz, en la
escuela de personas que ejercen el apostolado con verdadera dedicación. En los grupos
juveniles será más formativo que vaya a aprender y gane un lugar entre los jóvenes que son
de su misma edad, cultivando con ellos relaciones fraternas de igualdad y no de
superioridad.
 El apostolado es clave de discernimiento en el sentido de que introduce al ejercicio
práctico del ministerio para el cual se forma el candidato. No vale cualquier apostolado,
sino aquellos que remiten al futuro apostólico y ofrecen un ámbito de discernimiento desde
la actividad práctica. En este sentido hay que reconocer el gran descuido de la formación
práctica en los planes de formación, descuido que redunda en una limitación para el
discernimiento vocacional.
 Tiene importancia facilitar a los candidatos experiencias positivas y negativas en el
apostolado. Esto supone, por un lado, una renovada confrontación con la realidad, pero por
otro lado suscita una aceptación de la Iglesia en su realidad concreta, con sus fortalezas y
sus debilidades. Ofrece un medio de discernimiento en el sentido de que enfrenta al
candidato con su capacidad de perseverancia en ambientes adversos o difíciles, con los que
tendrá que tratar en su vida apostólica o ministerial.
 En los últimos años de la formación tiene especial importancia ayudar al candidato a poner-
se en un segundo plano, permitiendo que el protagonismo sea de otros y experimentándose
como animadores del compromiso apostólico de los demás. En este sentido el apostolado
mayor consiste no en hacer cosas, sino en hacer que otros las hagan. Esta capacidad de pasar
a segundo plano, con la mística que conlleva, es un signo firme de madurez humana,
espiritual y vocacional.

Queda claro que el apostolado se puede convertir en un ámbito privilegiado de discernimiento


vocacional, pero para ello deberá contarse con orientadores y educadores que asuman esta
dimensión formativa en su propia vida espiritual y como parte de su tarea a favor de las vocaciones.

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