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El primer momento vocacional que nos interesa estudiar es el que va de la toma de conciencia
de la vocación al ingreso en la casa de formación. Lo que se propone a continuación es válido
también para el seminario menor u otras instancias formativas similares, como la pastoral juvenil.
Conviene distinguir un primer momento en el que hay que comprobar la existencia de un
verdadero apostolado. Se trata de invitar al candidato a entregarse auténticamente en un
apostolado, entrega en la que ya entran en juego sus mismas motivaciones vocacionales.
Parece contraindicado recibir en una casa de formación a personas que no han asumido
sistemáticamente algún compromiso apostólico. Si el candidato que inicia su proceso no
tuviese este compromiso, habrá que pedírselo, y es una razón suficiente para alargar el pro-
ceso vocacional. Interesa sobre todo que el candidato se entregue al apostolado como una
auténtica expresión del amor fraterno y del sentido de pertenencia eclesial.
Ya desde este primer momento conviene cultivar de una manera decidida el sentido de per-
tenencia a la parroquia, es decir, a su comunidad cristiana concreta, de modo que llegue a
sentir como suyos los espacios, las relaciones, las fiestas, los servicios concretos que en ese
ámbito privilegiado de Iglesia existen. La parroquia tiene unas grandes posibilidades en
cuanto al discernimiento vocacional se refiere. Vienen bien expresadas en el documento del
II Congreso Internacional de Vocaciones, n.........
En un segundo momento, parece muy adecuado proponer al candidato un cambio de
apostolado que le lleve a madurar en su fe y a descubrir otras facetas más universales y más
amplias de la Iglesia y de su misión. Al cambiar de apostolado el candidato ahonda su
sentido de pertenencia a la comunidad cristiana; relativiza y a la vez valora mejor su
apostolado de origen; establece nuevas relaciones que amplían su capacidad de compromiso
misionero; se abra a la diversidad de apostolados en la vocación específica.
Es muy productivo, desde el punto de vista del discernimiento vocacional provocar una
experiencia apostólica con el grupo de los candidatos. Por ejemplo, una experiencia de
misiones, o de servicio a los pobres, o de pastoral juvenil, en la que ellos actúen como grupo
acompañados por su orientador o por sus futuros formadores. En una experiencia apostólica
comunitaria saltan a la vista una serie de datos a los que no se podría acceder por las solas
entrevistas ni por otro tipo de convivencias. Esta experiencia ayuda a marcar un ritmo en el
proceso vocacional.
Sobre todo en el caso de las congregaciones religiosas, es necesario un contacto con el
apostolado específico, de manera que el candidato conviva con los hermanos que ya han
hecho su consagración y descubra en el apostolado mismo el sentido de la vocación
específica; se pruebe a sí mismo en el campo concreto y observe cómo se vive el carisma
propio en ese ámbito. Las relaciones personales que se establecen en una experiencia de esta
naturaleza son de una gran riqueza para todos en relación al discernimiento vocacional.
A lo largo del proceso vocacional conviene observar y fomentar una creciente
profundización en las actitudes apostólicas del candidato. Este será un fruto precioso que
puede dar seguridad y firmeza al proceso vocacional y formativo del candidato. Que vaya
pasando de la mera ejecución de unas actividades al sentido espiritual y profundo del
apostolado. Todo lo que se pueda ganar en este sentido dará estabilidad al proceso.