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D. RICARDO WALL: de la biografía, la narratividad, la


prosopografía, el hipertexto y otras especies+

Diego Téllez Alarcia++

Resumen: la biografía de un personaje relevante del s. XVIII no debe quedarse en


simple enumeración de su cursus honorum, anecdótica por otra parte. La propuesta de la
biografía histórica, como herramienta metodológica válida, es el empleo del individuo
como hilo conductor hacia problemas generales. Es ahí donde se concilia, finalmente, el
eterno dilema del historiador: ¿individuo o colectividad?

Palabras clave: Ricardo Wall, biografía histórica, prosopografía, redes sociales,


narratividad, hipertexto.

Abstract: eighteenth century important people’s biography must not be a simple


enumeration of their cursus honorum. The proponsal of the historic biography, as
metodological tool, is the use of the subject as way to analize general problems. Here is
where we can put together subject and colectivity, the eternal dilemma of the historian.

Key words: Richard Wall, historic biography, prosopography, social nets, narrativity,
hipertext.

Introducción
En la actual situación de multiplicidad de corrientes y métodos historiográficos aceptados por la
comunidad científica de modernistas, la selección de un campo, un método sistemático de investigación, unas
fuentes a escudriñar y, sobre todo, un problema a resolver, resulta ciertamente ardua. Más si se tiene en
cuenta que esa elección viene impuesta, en la mayor parte de las ocasiones, por otro tipo de criterios.
Criterios como la comodidad física del investigador (siempre es preferible desplazarse al archivo de la ciudad
de residencia que a los archivos desperdigados por el resto del país o incluso, en el caso de los más
ambiciosos, del resto del continente). Criterios como la sugerencia más o menos impuesta de los directores.
Criterios como la falta de medios.
En cualquier caso, una vez planteado el problema, el historiador profesional (y también los aprendices)
debemos pertrecharnos del utillaje teórico y metodológico apropiado para afrontar el reto de la investigación.
En mi caso, el estudio de un personaje suficientemente relevante, representativo y, por supuesto, desconocido
para la historiografía (D. Ricardo Wall), del panorama político del XVIII, me permitía acceder a las entrañas
de la problemática del Despotismo Ilustrado en nuestro país y su plasmación concreta durante el reinado de
Fernando VI y los comienzos del de Carlos III. Y el método biográfico se perfilaba como el más adecuado
para comenzar a abordar su figura, en lo que podría aparentar una clara apuesta por la historia basada en los
[1]
individuos más que en la de las colectividades . Aparentemente.

De la biografía
Parece todavía necesario reivindicar la validez de un determinado método biográfico para acercarse a los

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problemas de la sociedad europea del s. XVIII, dado el escepticismo que despierta este tipo de “género” entre
los especialistas más recalcitrantes:

“(...) un género borroso, situado en un incierto lugar de cruce entre la historia y la literatura; convertida por ello en una
práctica sospechosa o, cuanto menos, necesitada de justificación teórica para ser admitida entre los quehaceres científicamente
[2]
respetables” .

Estando como está “bajo sospecha”, la biografía, sin embargo, puede poseer en sí misma determinadas
[3]
cualidades que la convierten, en una de las formas de aproximarse al pasado más interesantes .
Desde luego no nos referimos, de ningún modo, a las biografías de “best seller” y posterior taquillazo en
cartelera, campo en el que, últimamente, padecemos una constante inflación. Hablamos, por el contrario, de
la “biografía histórica”, una metodología que, tomando como referencia nominal al individuo, persigue
realmente interpretar a toda una sociedad:

“En buena medida, pues, la respetabilidad del género biográfico se ha dirimido en torno a su capacidad para resolver o, al
menos, abordar, la que constituye su tensión teórica y metodológica crucial: la relación que cabe establecer entre individuos y
[4]
sociedad, particular y general, privado y público” .

[5]
Aunque los ejemplos en Historia Moderna son escasos , en Historia Contemporánea disponemos de
algunos egregios. En el panorama español destaca la obra de Álvarez Junco o la de Gracia Gómez Urdáñez,
que emplean a Lerroux y Olózaga respectivamente como catalizadores en la revisión de los problemas de la
sociedad en que vivieron. Fuera de nuestras fronteras, el propio E. P. Thompson, autor fuera de toda
[6]
sospecha, emplea con maestría el método biográfico en su obra sobre William Morris .
Sin embargo, las críticas al género biográfico no son pocas. A la acusación más genérica de ambigüedad
[7]
metodológica , una ambigüedad favorecida por lo que Jean-Claude Passeron ha denominado “exorbitante
[8]
poder de inteligibilidad de este género” , se añaden otras reservas, basadas en la práctica pasada del género
y no en sus posibilidades actuales como método científico. Así, se ha destacado por la mayor parte de los
[9]
críticos, el tradicional carácter ensalzador que ha impregnado desde el pasado a la biografía (hagiografía) ,
[10] [11] [12]
se ha minusvalorado el objeto de su estudio o se la ha igualado a la novela y al subjetivismo .
Es cierto que la práctica de la biografía, más diversa de lo que a priori pudiera pensarse, ha carecido, en
muchas ocasiones del pasado, de las guías teóricas adecuadas para convertirla en un método fiable y
[13]
consolidado. La biografía definitiva o las breves semblanzas al viejo estilo decimonónico , a pesar de su
clara contraposición eran en cierto modo complementarias. La primera ponía un claro acento en el sujeto
como elemento vertebrador de la explicación histórica, en el breve tiempo de su vida como periodo a
examinar y en la linealidad, coherencia y teleología de ésta como características principales.

“Un esencialismo que acerca este tipo de biografías a sus orígenes menos científicos cuando comenzaron siendo, antes que
[14]
nada, necrologías, discursos fúnebres, panegíricos” .

Las breves semblanzas, al estilo de las Vidas paralelas de Plutarco, buscaba en las vidas escritas una
capacidad especial para iluminar una época y encarnarla. Sin embargo, uno de los más célebres

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representantes de esta corriente, Lytton Strachey (Victorianos eminentes, 1918), intuye los límites de su
planteamiento: “Los seres humanos son demasiado importantes para tratarlos como meros síntomas del
[15]
pasado” .
Ello no evita que los diversos estructuralismos del s. XX identifiquen al sujeto “como meros
actores/portadores de las estructuras, las leyes de dirección de la historia, los cambios socioeconómicos o,
[16]
últimamente, los discursos” ; cobayas de laboratorio intercambiables y clónicos, cuyo único valor
científico es su capacidad de ejemplificar el desarrollo y la evolución de los grandes procesos estructurales de
la historia. Vidas ejemplares, en ese único sentido. Pero, sobre todo, “una ilusión de coherencia y unidad
[17]
disfrazada (...) de sobredeterminación del contexto” , sin sitio para la libertad, la incoherencia, la
contradicción de los individuos y, desde luego, no menos falsamente teleológica.
Las recientes aportaciones del posestructuralismo, sobre todo de la atención preferentemente dada al
lenguaje como constructor de la realidad, ha obligado a cuestionar

“en las vidas que estamos estudiando el modelo de racionalidad externo y prefijado que crea la ilusión de personalidades
unitarias, coherentes y encaminadas hacia un propósito biográfico claro y preciso. Un modelo de racionalidad que tiende a
[18]
suprimir las lagunas, los silencios, las diferencias, los conflictos y las contradicciones” .

Sin embargo, también ha tenido algunas consecuencias perversas al reforzar el papel del determinismo,
aun siendo como función del lenguaje, socavando definitivamente la capacidad de apropiación, crítica y
trasgresión del individuo.

“No sólo se anula la noción de libertad individual en sentido absoluto, sino la más o menos amplia gama de recursos (no por
modestos menos significativa histórica o individualmente) de que disponen las personas reales para resistir o trascender las
determinaciones del contexto (...) quedamos en la práctica condenados a una impotencia resignada y acrítica, al consuelo
biográfico de quien quisiera creer que nada tuvo que ver con lo que fue o acabó siendo, hizo o dejó de hacer, denunció o calló,
[19]
cambió o dejó intacto al final de su vida” .

Las propuestas de la biografía histórica en la actualidad, pretenden superar esa relación, hasta ahora
irreconciliable, entre individuo y colectividad. Algunas de las propuestas actuales son la Tranche de vie o la
biografía ordinaria. En la primera (El Emperador del Paralelo por ejemplo) el autor se dedica
exclusivamente al análisis de un tramo de la vida del personaje, íntimamente relacionada con el problema
histórico que pretende abordar. Así, en la obra de Álvarez Junco, los últimos cuarenta años de la vida de
Lerroux apenas ocupan 10 páginas. La biografía ordinaria representa otro tipo de acercamiento, próximo a la
microhistoria, basado en el análisis de las estrategias de los protagonistas más modestos de la sociedad. Un
ejemplo claro sería El Queso y los gusanos.
En una clave más general, la profesora Isabel Burdiel postula la necesidad de elaborar una teoría del
género biográfico, como vehículo ineludible que dignifique su práctica. Sin embargo admite las dificultades
de este empeño, tan arduo como el propósito final del mismo, conciliar individuo y sociedad en un mismo
género. La receta final es “endemoniadamente” compleja:

“el historiador biógrafo tiene que escribir un relato capaz de reconocer en esa vida individual un valor interpretativo propio
más allá (pero no más acá) de la capacidad de generalizar su experiencia o de convertirla, como decía Lytton Strachey, en un mero
síntoma del pasado. Es decir, tiene que enfrentarse directamente a la inacabable tensión entre individuo y sociedad que ha
recorrido todas las modalidades del pensamiento moderno implicándose sin remedio, en cada momento de la empresa biográfica,
en el conflicto entre libertad y necesidad del que cada vida individual es, al tiempo, escenario y protagonista. Para lograrlo no solo
dispone de la evidencia sesgada y parcial de un puñado de cartas o de cuentas de sastre, de un puñado de opiniones discordantes

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sobre quién fue aquel hombre o aquella mujer y sobre qué significó para él o para ella, y para el mundo que les rodeaba, su vida.
Dispone también de la falta de evidencia, de los silencios y las lagunas, de las contradicciones y la incoherencia; de todo aquello
que rompe la trama de la aparente continuidad de una vida y que, al mismo tiempo, la constituye. Sí, sin duda, es algo
[20]
endemoniado escribir biografías” .

La conclusión final es que no sólo es compatible el estudio conjunto de individuo y colectividad, sino
necesario:

“Determinación y libertad, orden y desorden, coherencia e incoherencia, ilusión y anhelo biográfico no se excluyen, sino que
[21]
se requieren mutuamente para ser inteligibles, individual, colectiva e históricamente” .

Eso sí, propone una noción de individuo mucho más “fracturada e inestable” que conceda “todo su valor
al principio de individualidad” y conecten “las vidas particulares con otras vidas y con los problemas
históricos generales”, ya que es “la que permite entender el cambio social y evita la clonación
[22]
generacional” .
El caso de D. Ricardo Wall, se presta perfectamente a cumplir todos estos requisitos, haciéndolo
susceptible de ser biografiado según este método. Acercarse a problemas generales como la definición o
práctica política del Despotismo Ilustrado en España o el impacto de la Ilustración hacen de él el sujeto de
experimentación idóneo desde varias perspectivas.
Tras los primeros tanteos puramente biográficos del personaje (origen, cursus honorum, vivencias
personales, retiro, muerte, legado...), el campo de investigación comienza a ramificarse de modo espectacular.
Si bien el personaje sigue siendo la referencia última, el hilo conductor, su vida ofrece una serie de respuestas
individuales a problemas colectivos relevantes. Problemas variopintos que van desde el fenómeno de los
refugiados políticos jacobitas huidos a Europa tras la derrota de Jacobo II, hasta la formación, evolución y
confrontación de grupos y redes de poder en la corte española, pasando por cuestiones de relaciones
exteriores, historia militar, historia institucional o historia cultural.
Todos estos aspectos trasversales han sido en ocasiones daños colaterales en biografías de escaso calado
científico. Pero con el método de la biografía histórica son todas esas problemáticas tanto o más importantes
que en el propio personaje, llegando a olvidarle por completo en algunas ocasiones.
Se trata, también en este caso, de alcanzar la vieja quimera: conciliar al individuo y a la colectividad.
Mezclar en un mismo trabajo científico el esfuerzo biográfico (que no hagiográfico) con el puramente
histórico. El primero, en la línea de lo ya explicado. No perdiendo de vista la interinfluencia de los diversos
roles que desarrolla el personaje en otros (el familiar, el político, la edad, el sexual, etc.) así como las
contradicciones en las que cae, sin tratar de solucionarlas o minimizarlas para darle más coherencia, porque
precisamente se trata de representar una realidad, y la incoherencia y la contradicción forman parte a menudo
de la naturaleza humana.
El segundo, es un vasto campo que permite la inclusión de otras metodologías complementarias y por lo
tanto un terreno fecundo para el análisis histórico en sus más diversas facetas. La prosopografía, los análisis
de redes sociales, la demografía... todos ellos tienen cabida en nuestro estudio de la sociedad española y
europea del XVIII, vista desde los ojos o desde las vivencias de uno de sus representantes más ilustres.

De la prosopografía
Una de esas metodologías adyacentes al estudio que me he propuesto de D. Ricardo Wall y de la sociedad
en la que vivió, es la renovada prosopografía basada en la teoría de redes sociales, elaborada recientemente
en el seno del grupo PAPE. Este grupo de investigación franco-español, liderado por investigadores de la
historia social, la política y la institucional tan importantes como Didier Ozanam, Jean Pierre Dedieu, Juan

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Luis Castellano o María Victoria López-Cordón, propuso hace unos años una interesante nueva perspectiva
en el estudio de tejido sociopolítico de la sociedad española, basándose en la inclusión del concepto de red
social, con eje explicativo principal del mismo.
El análisis de las estructuras políticas e institucionales en el seno de la monarquía española ha dado en los
últimos años un giro espectacular, basculando desde el antiguo interés por las normativas o las carreras
públicas de los hombres, hacia el nuevo análisis relacional de los grupos, en pos de una explicación menos
[23]
rígida y más dinámica del poder y la forma de ejercerlo en la sociedad del Antiguo Régimen .
¿Pero en qué consiste exactamente la teoría de las redes sociales?

“se trata de un instrumento conceptual progresivamente elaborado por la sociología en los últimos cuarenta años, que
describe el campo social como una estructura de red, materializada por un conjunto de puntos y de líneas. Los puntos representan,
obviamente a individuos –en su caso, grupos-; las líneas indican interacciones recíprocas. El conjunto de la vida social se concibe
como generadora de una red de esta naturaleza, totalmente interconectada, en la que, en consecuencia, cada elemento interactúa
[24]
con todos los demás” .

El ejemplo de Wall es, dentro de este campo, uno de los pocos que pueden ofrecer una panorámica
retrospectiva ideal del camino hacia la cumbre del poder y de la cumbre misma. Su doble enfoque, el de la
hechura, y el del patrón, nos permite integrar en la experiencia de un mismo personaje, los dos mundos del
patrocinio político al más alto nivel. El concepto de red social, ampliamente desarrollado por los miembros
del proyecto PAPE, ha demostrado, en este ámbito, cubrir todas las necesidades de un estudio complejo por
definición que, hasta la fecha (prosopografía tradicional), se había fijado más en los individuos o en las
instituciones aisladas que en los vínculos relacionales entre ellos. Solidaridad regional, lealtad personal,
origen social, patrocinio, mecenazgo, adscripción personal... la riqueza del mundo de las redes clientelares en
[25]
la corte española de los Borbones desborda los tradicionales análisis organicistas e institucionales .
Como secretario de Estado (1754-1763) y de Guerra (1759-63), en algunos de los momentos menos
estudiados por la historiografía española (segundo equipo de Fernando VI, habitualmente eclipsado por el
deslumbrante ministerio de Ensenada y de Carvajal), la red de clientes, contactos, amigos y leales que tuvo
que generar Wall para mantenerse en el poder excede, con mucho, lo que, hasta ahora, ha sido entrevisto por
los historiadores. La aportación que el estudio biográfico de Wall puede realizar en este sentido es
espectacular. Su asentamiento frente al ensenadismo, su promoción de hombres clave durante el reinado
siguiente como Roda, Grimaldi, Campomanes o Aranda y su labor política, que da una indudable continuidad
a la Ilustración y a las reformas entre los dos reinados (papel estelar incluido durante el “Año sin Rey”), son
méritos que han sido despreciados a cambio de realzar tópicos asentados desde las ensalzadoras historias
nacionales liberales que difícilmente podían consentir tener un héroe extranjero entre sus filas. Tópicos como
la anglofilia, su traición a Ensenada o su pertenencia a la masonería.

De la narratividad
Una de las polémicas más interesantes dentro de la historiografía de los últimos tiempos es la de la
narratividad o historia narrativa. Sirva la opinión de Fontana como punto de partida de aquellos que observan
con más reservas este fenómeno:

“El espejismo de la neutralidad histórica a través de la narración lo señalaba Fontana, desconfiando de los que defienden la
historia narrativa como una forma expositiva neutra, limpia de carga ideológica cuando en realidad esconde un contenido menos
inocente que va desde la preocupación por buscar más lectores y mayores ventas hasta la engañosa pretensión de convertirse a
través de un ingenioso montaje de erudición en alternativa teórica, cuando vuelve a ser, como en un pasado que creíamos
[26]
superado, un simple cuento a narrar” .

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Rigor científico frente al poder de convocatoria de la narración. Recuerda, aunque sólo sea por el
antagonismo, al irreconciliable duelo entre individuo y colectividad. Y, desde mi punto de vista, la solución
viene a ser la misma. ¿Por qué no han de poder conciliarse ambos?
Es evidente que el rigor científico de nuestra disciplina es algo irrenunciable. El rigor, no la obsesión.
Porque lo que también es evidente es que la siguiente opinión tiene bastante sentido:

“La historia económico-social, la más alta expresión de la historia científico-académica, no interesaba a nadie y cuando salía
de los ambientes universitarios cosechaba fracasos en toda regla (...) resulta desmotivadora, no transmite ideas ni valores, ni
[27]
pautas de conducta, ni modelos intelectuales comprensibles, es en definitiva, pesada, abstracta” .

Sin llegar a ese extremo de crítica, cierto es que el grado de inteligibilidad de la historia a perdido enteros
en el último siglo y medio, irremediablemente sacrificado en pos de la presunta objetividad y de la
cientificidad. Es esa, en parte, una de las causas del descrédito de la biografía como método de aproximación
a las realidades pasadas. Sin embargo, la inteligibilidad de la biografía no necesariamente debe estar reñida
con lo científico, como ya hemos mencionado. Es más, siendo conscientes de lo que la sociedad demanda del
historiador, debería ser una de sus aspiraciones. En una sociedad como la del Tercer milenio, copada por el
poder de las nuevas tecnologías, en la que se ha producido una seria transformación cuantitativa y cualitativa
en la forma de comunicarse y trasmitir información –como se observa en el próximo apartado sobre el
hipertexto-, donde el recurso valioso y escaso no es tanto la información emitida como la atención del que la
consume, no deberíamos dejar de tener en cuenta el factor “inteligibilidad” como uno de los que podrían
[28]
rescatar a la historia del aislamiento gremial .
Comprendido esto, no debemos caer en la tentación del exceso: la literaturización. Aunque pudiera ser
cierto que “el cientifismo, el lenguaje interno de la comunidad de historiadores y –por qué no decirlo- la
petulancia académica llegó a los libros alejando al lector de un producto, a veces realmente torturador. El
[29]
público buscó lo que otros corrieron a ofrecerle: novela histórica o historia novelada” , no podemos
sustituir sin riesgos extremos la terminología apropiada por el ornato narrativo. El difícil equilibrio entre
ambos, un poco menos difícil en la biografía histórica de un hombre como Ricardo Wall, debe ser la
aspiración última de los historiadores nóveles. Un equilibrio al que, además, viene a añadirse un nuevo
invitado: el hipertexto.

Del hipertexto
La escritura hipermedia representa un reto más para el investigador, no tanto a la hora de la selección de
[30]
la metodología de estudio, como, más bien, a la hora de la elaboración y divulgación de los resultados .
Del texto plano, limitado en espacio y lineal hemos pasado a las enormes posibilidades del texto enriquecido
con multimedia, imágenes (dinámicas o estáticas) y audio fundamentalmente, un texto que no tiene límites
espaciales que puedan constreñirlo y un texto que rompe la linealidad del discurso con la introducción del
concepto “hipertexto”.
Como puede comprobarse, desde un punto de vista cualitativo nos hallamos ante una auténtica revolución
[31]
de la forma de trasmitir la historia . La secuencia lineal que siempre ha promovido la escritura tradicional
se derrumba ante la posibilidad de una nueva estructura en red, en la que los elementos se interconectan en
base a nuevos criterios, pero siempre ofreciendo la posibilidad al lector-usuario de trazar su propio recorrido
dentro de la información que le suministramos, en función de sus intereses, sus inclinaciones o simplemente
sus esquemas de aprendizaje mentales. Una estructura en red que, además, se adapta perfectamente a algunas

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de las metodologías anteriormente mencionadas, fundamentalmente a la teoría de redes sociales.


Las nuevas tecnologías han propiciado, por otra parte, un auténtico boom en los canales de divulgación de
resultados que deben ser muy tenidos en cuenta por los historiadores del futuro. Revistas electrónicas,
weblogs, listas de distribución, bibliotecas virtuales, bases de datos, tesis doctorales online... las posibilidades
[32]
se multiplican conforme las tecnologías se desarrollan . Que la evolución de nuestra mentalidad sea
mucho más lenta limita por el momento la optimización de estos nuevos recursos, pero sólo temporalmente.
Nos corresponde a nosotros, entre otros muchos, ser pioneros en el uso de las nuevas tecnologías aplicadas a
nuestra rama científica. Las ventajas que de ello se derivan, superan sin duda a los posibles inconvenientes.
No hay más que fijarse en las comodidades que ofrece la revista virtual sobre la tradicional en soporte
papel. Aparte de la reducción de costes (y de tiempo) en el proceso de maquetación, edición e impresión, los
reducidos ejemplares de las revistas tradicionales que circulan por los restringidos canales académicos de
siempre (bibliotecas, centros de investigación, universidades) quedan muy empequeñecidos ante un sistema
que pone a disposición de millones de personas los mismos contenidos, de forma accesible, rápida y sin
limitaciones.
A este potencial, se suma la posibilidad de comprobar constantemente el éxito o fracaso de un artículo a
través de los sistemas de estadística de estas páginas web, capaces de contar las visitas a un trabajo, su
procedencia geográfica, el día en el que se realizó e incluso el sistema operativo que se manejaba en el
ordenador que hacía la consulta.
El debate no se ve, desde luego, menos beneficiado por estos nuevos canales. El correo electrónico, las
listas de distribución o los weblogs proporcionan un cierto grado de anonimato que lo estimula, pero sobre
todo dinamiza el contacto entre autor y lector en un grado hasta ahora desconocido.
No obstante, hallándonos aún en los comienzos de este proceso de “digitalización” de la ciencia y de la
cultura, no es de extrañar que las reticencias sean todavía un handicap importante. Como decía, la mentalidad
no se adapta tan rápido como era de esperar (la burbuja tecnológica bursátil lo ha demostrado para desgracia
de los inversores). Menos aún en el caso de no pocos historiadores consagrados y apegados a su vieja
máquina de escribir y a sus cuadernos de notas. Posiciones muy respetables en quienes suplen con su ingente
experiencia y sabiduría las carencias en este campo, no es excusable que nosotros, historiadores aún en
ciernes, renunciemos a una herramienta física no solo interesante, sino, cada vez más, imprescindible. No
debemos hacerlo, como no renunciaríamos a los documentos o los libros para la elaboración de nuestras tesis.

De las fuentes
La procedencia y tipología de las fuentes empleadas en la investigación de un personaje como D. Ricardo
Wall y en la interpretación a través de los datos que éstas suministran, de la sociedad en la que vivió, es una
de las cuestiones fundamentales. Desde un punto de vista puramente formal, la variedad es enorme.
Encontramos en primer lugar aquellas más directamente ligadas a la vida del personaje. Expedientes de
órdenes militares, expedientes administrativos, partida de bautismo, testamento, hojas de servicios, etc
forman un crisol de documentos de diversos orígenes tanto formales (archivos militares, archivos
parroquiales, archivos notariales, archivos de la administración) como geográficos (Nantes para la partida de
bautismo, Granada para el testamento, Madrid y Simancas para el resto).
La reconstrucción de la biografía en base a estas fuentes sería, no obstante, muy pobre si no se
complementase con otras que nos acercasen a la vertiente más íntima del sujeto: cartas privadas,
correspondencia de oficio, documentos diversos, memorias de otros contemporáneos, obras literarias, etc.
Dentro de este heterogéneo segundo grupo entrarían desde las cartas reservadas de Wall conservadas en
archivos privados como el de Alba, hasta obras literarias como las Memorias contra Goezman de
Beaumarchais o relatos de viajes como el de Twiss pasando, incluso, por la heráldica (escudo de armas de la
familia) o la pintura (retratos del personaje).

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Finalmente, en un tercer escalón, una ingente cantidad de fuentes, aún más diversa, capaz de aportar
información sobre los diversos aspectos de la sociedad española del XVIII que pretendemos interpretar bajo
la lente del irlandés: correspondencia diplomática, correspondencia administrativa, informes, memoriales,
autos, gacetas, novelas, memorias, etc.
El objetivo final, por ambicioso, acaba siendo un tanto utópico. No se trata sólo de mezclar metodologías
y fuentes de diversos tipos. Se trata de peregrinar por todos los escalones archivísticos del país (archivos
parroquiales, archivos provinciales, archivos notariales, archivos privados (Alba, Campomanes), archivos
militares (Segovia, Ciudad Real), archivos centrales (particularmente A.H.N., A.G.S., A.G.P.) e incluso, en la
medida de las posibilidades financieras, del extranjero (Archives Departamentales de la Loire-Atlantique,
Archives Diplomatiques de Nantes, Archive des Ministères des Affaires Etrangéres de París, Public Record
Office de Londres o Archivio Segreto Vaticano de Roma).
En estas circunstancias, la cantidad y calidad de los datos recogidos obliga a un esfuerzo de síntesis si
cabe, más duro que el que es necesario ejercer en cualquier trabajo de investigación, dada la diversidad de los
campos a tratar.

Y de otras especies
Sin embargo, abandonando la esfera más académica del trabajo de un doctorando, no deberíamos dejar de
destacar algunos otros elementos que conforman el quehacer diario del historiador en ciernes y que sólo están
relacionados con su fruto académico de un modo tangencial. La burocracia, el estado de la investigación y de
la enseñanza de la Historia en España, la valoración social del trabajo del historiador, el impacto de las
nuevas tecnologías en el futuro de la disciplina, el papel social que debe desempeñar, recién iniciado un
milenio y un nuevo periodo en el que ha dejado de hablarse, bien súbitamente después de los acontecimientos
de los últimos tiempos, del fin de la Historia, son algunas de esas otras especies que deberían tocarse sin
olvidar que el historiador, como los personajes históricos que estudia, es un todo en el que difícilmente puede
trazarse la línea divisoria entre su labor académica y estos otros aspectos de índole, si se quiere, más social.
En mi caso particular, sin ninguna duda, no podría entender mi forma de acercarme al pasado y a D.
Ricardo Wall sin revisar antes, todos y cada uno de esos condicionamientos sociales previos, desde las
posibilidades que ofrece –o que no ofrece- una beca de investigación hasta la posibilidad de divulgar los
resultados de la misma a nivel planetario –a través de una web- o el verdadero impacto social que ello puede
tener en mi sociedad.

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MORALES MOYA, A., “En torno al auge de la biografía” en Revista de Occidente, 74-75, 1987, pp. 61-
76.
PASSERON, J-C., “Biographies, flux, itinéraires, trajectoires” en Revue Française de Sociologie, 31,
1989, pp. 3-22.
PASTOR, J. A. y SAORÍN, T., “El hipertexto documental como solución a la crisis conceptual del
hipertexto. El reto de los documentos cooperativos en redes” en Cuadernos de Documentación Multimedia,
4, 1994, pp. 41-56.
STRACHEY, L., Victorianos eminentes, Madrid, 1989.
THOMPSON, E. P., William Morris. De romántico a revolucionario, Valencia, 1988.

+ Este artículo está incluido dentro del proyecto de investigación “El ensenadismo: el grupo del marqués de la Ensenada y la oposición
antiensenadista” financiado por la Universidad de La Rioja (API-00/B16) y el Gobierno de La Rioja (ANGI2000/28).
++ Diego Téllez Alarcia es becario predoctoral (FPI) de la Universidad de La Rioja y actualmente elabora su tesis doctoral bajo la
dirección del catedrático de Historia Moderna D. José Luis Gómez Urdáñez.
[1]
La eterna pregunta para el historiador: “individu et societé. Comment intégrer microcosme et macrocosme? Comment
prendre en compte l’individu, la multitude des acteurs individuels, sans perdre de vue la configuration d’ensemble de la societé, les
structures socieles et les grands processus du changement historique? Un modèle qui conceptualise de manière ouverte et équilibrée la
tensión entre les deux est plus nécessaire que jamais”, IMÍZCOZ BEUNZA, J. M., “Communauté, réseau social, élites. L’armature
sociale de l’Ancien Régime” en CASTELLANO, J. L. y DEDIEU, J. P. (dirs.), Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique à
la fin de l‘Ancien Régime, París, 1998, p. 36.
[2]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco. Notas sobre la biografía histórica” en BURDIEL, I. y PÉREZ LEDESMA, M.
(coords.), Liberales, agitadores y conspiradores, Madrid, 2000, p. 25.
[3]
“La biografía es una de las formas más consagradas y legítimas de hacer historia”, ÁLVAREZ JUNCO, J., El Emperador
del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, 1990, p. 10. “Pero el todavía temprano estado de su exploración teórica –
principalmente en España- ha favorecido que las biografías disfruten en el marco de un amplio paisaje intelectual, de una nueva edad
de oro provocando a menudo la confusión entre lo que debe ser una forma más de análisis histórico y la narración anecdótica a la vieja
usanza, disfrazada de novedad y blindada ante posibles críticas gracias a la impunidad que desprende aquello de la moda”, GÓMEZ
URDÁÑEZ, G., Salustiano de Olózaga. Élites políticas en el liberalismo español, 1805-1843, Logroño, 1999, p. 18. El género
también ha sido defendido por Hobsbawm que ha indicado que “no son un fin en sí mismas” sino “medios de aclarar una cuestión más
general, que va mucho más allá de hacer historia particular y de sus personajes”, “La historia como narrativa” en Debats, 4, 1982, p.
106.
[4]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 29.
[5]
La más próxima a estos planteamientos es, sin duda, la magna obra de ELLIOTT sobre el conde-duque de Olivares,
ELLIOTT, J. H., El conde-duque de Olivares, Barcelona, 1990. En el prefacio de esta obra se indica: “En la actualidad, la biografía
política no está muy de moda entre los historiadores de la Europa moderna. Es cierto que esta modalidad no permite examinar

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directamente algunas de las cuestiones que actualmente están en la primera línea del debate historiográfico, pero sin embargo nos
ofrece diversas ventajas. El papel desempeñado por la toma de decisiones, las políticas del poder y la forma de dirigir la política
exterior han sido desplazados a un segundo plano en la mayor parte de los trabajos históricos más innovadores llevados a cabo durante
las dos o tres últimas décadas, pero cada vez somos más conscientes del precio que hemos tenido que pagar por semejante actitud. Si
queremos lograr una historia total, no habrá más remedio que reintroducir (...) estos temas”.
[6]
THOMPSON, E. P., William Morris. De romántico a revolucionario, Valencia, 1988.
[7]
“Peut constituer un instrument de la recherche sociale ou, au contraire, proposer un moyen de la fuir”, cit. por LEVI, G.,
“Les usages de la biographie” en Annales E.S.C., 6, 1989, p. 1325.
[8]
PASSERON, J-C., “Biographies, flux, itinéraires, trajectoires” en Revue Française de Sociologie, 31, 1989, pp. 3-22. Cit.
por BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 28.
[9]
GÓMEZ URDÁÑEZ, G., Salustiano..., p. 20.
[10]
“Género extraordinariamente perecedero pues elige a sus personajes por la fama que inesperadamente se pierde”,
GALLEGO, E., “Flotante en la biografía” en Revista de Occidente, 74-75, 1987, p. 55, la biografía pertenecería “a la superficie de la
historia”, parafraseando a Vázquez de Parga, MORALES MOYA, A., “En torno al auge de la biografía” en Revista de Occidente, 74-
75, 1987, p. 61-76.
[11]
“(...) no le basta la más rigurosa fidelidad a las fuentes, a los documentos; se trata de recrear un personaje (...) de contar”,
MORALES MOYA, A., “En torno al auge...”, p. 63.
[12]
“Hundimiento en los pantanos del subjetivismo irresponsable”, FERRAROTTI, F., La Historia y lo cotidiano, Barcelona,
1991, p. 123. En ocasiones la biografía ha dado en formas ciertamente extravagantes, como la Psicohistoria: “la perspicacia del
biógrafo está (...) en ese atender a lo característico y singular, a lo que refleja la personalidad (...) de ahí el profundo interés del
biógrafo por la psicología y la reflexión moral a la que invita la narración de una vida”, GARCÍA GUAL, C., “De la biografía y de
Alejandro” en Revista de Occidente, 74-75, 1987, p. 20.
[13]
Empleamos la terminología de la profesora Isabel Burdiel, BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, pp. 30-44.
[14]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 31.
[15]
STRACHEY, L., Victorianos eminentes, Madrid, 1989, pp. 23-25, Cit. por BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 33.
[16]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 34.
[17]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 34.
[18]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 35.
[19]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 38.
[20]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 21. La historiadora acaba el párrafo con la expresiva cita de Virginia Woolf, en
cursiva.
[21]
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, p. 40.
[22]
La noción de anhelo biográfico es para Burdiel el motor del cambio histórico, entendido ese anhelo como “la búsqueda de
espacios de habla, acción y autorrepresentación (...) una búsqueda que tiende, potencialmente, hacia la libertad y el cambio”,
BURDIEL, I., “La Dama de blanco...”, pp. 39-40.
[23]
DEDIEU, J. P., “Procesos y redes. La historia de las instituciones administrativas de la época moderna, hoy” en
CASTELLANO, J. L., DEDIEU, J. P. y LÓPEZ-CORDÓN, M. V. (eds.), La pluma, la mitra y la espada. Estudios de Historia
Institucional en la Edad Moderna, Madrid, 2000, pp. 11-30. Pretenden superar y conciliar los dos enfoques tradicionales, el más
jurídico, que “insiste en los aspectos jurídicos formales (...) centra su temática en instituciones particulares, que constituyen el marco
cerrado de la investigación (...) Los actores pasan a un segundo plano tras las instituciones” (p. 14), y superando también el de la
prosopografía clásica, que da “una gran importancia a los hombres, en el sentido en que integra (...) en sus conclusiones el curso vital
de los miembros del organismo objeto del estudio” (p. 17). Un resumen en BERTRAND, M. y DEDIEU, J. P., “¿Vino joven en odres
viejas? Prosopografía y relaciones sociales en la Monarquía hispánica” en Historia y perspectivas de investigación. Estudios en memoria del
profesor Ángel Rodríguez Sánchez, Mérida, 2002, pp. 31-38.

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[24]
DEDIEU, J. P., “Procesos y redes...”, p. 25.
[25]
DEDIEU, J. P. y MOUTOUKIAS, Z., “Introduction. Approche de la théorie des réseaux sociaux” en CASTELLANO, J.
L. y DEDIEU, J. P., Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique à la fin de l’Ancien Régime, París, 1998, pp. 7-30.
[26]
GÓMEZ URDÁÑEZ, G., Salustiano..., p. 21, n. 18, parafraseando y citando a FONTANA, J., La historia después del fin
de la historia, Barcelona, 1992, pp. 17, 22 y 23.
[27]
GÓMEZ URDÁÑEZ, J. L. y LORENZO CADARSO, P., En el seno de la historia, Lérida, 2000, p. 18.
[28]
La definición de la “Economía de la Atención”, postulada por el economista Michael Goldhaber, es muy pertinente en
nuestro caso: “el recurso escaso es nuestra atención. El contenido es multiplicable hasta el infinito, mientras que la atención es
indivisible, y el tiempo de que disponemos es el auténtico recurso escaso (...) la atención no es sólo escasa, sino valiosa en términos
que se pueden contabilizar”, CANDEIRA, J., “La Web como memoria organizada: el hipocampo colectivo de la red” en Revista de
Occidente, 239, marzo 2001, p. 97.
[29]
GÓMEZ URDÁÑEZ, J. L. y LORENZO CADARSO, P., En el seno..., p. 23.
[30]
PASTOR, J. A. y SAORÍN, T., “La escritura hipermedia” en Cuadernos de Documentación Multimedia, 6-7, 1997-98 y
PASTOR J. A. y SAORÍN, T., “El hipertexto documental como solución a la crisis conceptual del hipertexto. El reto de los
documentos cooperativos en redes” en Cuadernos de Documentación Multimedia, 4, 1994, pp. 41-56.
[31]
La Tercera revolución del libro, según Chartier, CHARTIER, R., “¿Muerte o transfiguración del lector?”, Revista de
Occidente, 239, marzo 2001, pp. 72-86.
[32]
Sobre weblogs: CANDEIRA, J., “La Web como memoria organizada...”, pp. 87-113.

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