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humillación de las mujeres respecto a los hombres. Este fenómeno no se ha limitado sólo
a concebir la inferioridad femenina, sino a manifestarse mediante comportamientos
agresivos, acreditados por el patriarcado y por las sociedades. Además algunos datan del
año 400 a.C., cuando las leyes de Bizancio establecían que el marido era un Dios al que
la mujer debía adorar, y la mujer ocupaba un lugar tan insignificante que ni siquiera podía
recibir herencia o beneficio alguno.
En esta época, la mujer tenía casi la misma condición de un esclavo, era vista como un
objeto y se la excluía de tener derechos civiles y políticos. La palabra “matrimonio”, era
en donde se gesta la vida; por ello se convenía o se pagaba por una mujer a fin de obtener
un futuro heredero.
En la Edad Media, hubo una mujer llamada María Magdalena a quien en un tiempo se le
consideró como “pecadora”, por el hecho de formar parte del acompañamiento de Jesús
en Palestina, siendo los propios seguidores de Jesús quienes veían con malos ojos la
relación estrecha que unía a María Magdalena con su maestro. Se llegó a señalar la
misoginia (odio o aversión a las mujeres), al grado de que las casas reformadas de las
prostitutas se les llamaban “Magdalenas”. Posteriormente, en la constitución de la iglesia
católica se agravó el estatus de la mujer, considerándola como poca cosa, donde el hombre
se estableció con más derechos y como el ser más importante de la creación,
constituyendo a la mujer sólo a servir al hombre. Por ello, la autoridad espiritual recaía
en el hombre, para que él funcionara como líder, tanto así que actualmente se señala al
hombre como cabeza del hogar.
La Edad Media no trajo diferencias sustanciales, ya que los nobles golpeaban a sus
esposas con la misma regularidad que a sus sirvientes. Esta práctica llegó a ser controlada
en Inglaterra, denominándose “Regla del dedo pulgar“, referida al derecho del esposo a
golpear a su pareja con una vara no más gruesa que el dedo pulgar para someterla a su
obediencia, los daños ocasionados llevaban al fallecimiento de la víctima. También en
esta época, la mujer podía ser utilizada como instrumento de paz a través de matrimonios
entre Estados.
En la actualidad las cifras reales del problema no se conocen en su totalidad, pues muchas
mujeres no denuncian tales hechos, pero las informaciones existentes son indicadores de
preocupación, como el caso de Costa Rica tiene una de cada dos mujeres siendo víctima
de agresión por parte de su pareja; en Puerto Rico, el 50 % de las mujeres víctimas de
homicidios o asesinatos mueren en manos de sus ex-esposos o esposos actuales; en
Colombia una de cada tres féminas es objeto de malos tratos emocionales o verbales por
parte del hombre, en Canadá el 62% son asesinadas, asimismo en otros países de igual
modo las cifras son alarmantes. En un año seis millones de norteamericanas son golpeadas
por sus esposos o amantes y 4000 de ellas son asesinadas.
Por otro lado, la tipificación del feminicidio como delito autónomo fue aprobada en el
2011 por el Congreso de la República, refiriéndose a crímenes realizados en una relación
de pareja. Sin embargo, el 2013 se modificó la ley de feminicidio y se incorporó como
delito el asesinato de mujeres incluso cuando el victimario no haya sido esposo o pareja
de la víctima.