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ISLAM

Aspectos Socio-Culturales

Este inmenso complejo cultural corresponde a una vieja civilización, orgullosa, compleja, tan
batalladora como Europa, basada en grandes conquistas que le permitieron una larga
preponderancia a lo largo del Viejo Mundo. Europa se ha mirado repetidas veces en este
espejo, tan cercano a ella.
Sostener que el Islam nació en unos pocos años, con Mahoma, es al mismo tiempo muy
exacto y poco exacto, pero sí difícil de comprender. El islamismo es en sus principios una
conformación cultural del Cercano Oriente, una de las más antiguas (y quizá la más antigua)
encrucijada de hombres y de pueblos que haya existido en el mundo.
Como religión se aproxima al judaísmo y cristianismo en su riguroso monoteísmo, y
consideran a Jesús el más grande profeta anterior a Mahoma.
La civilización musulmana, al igual que la Occidental, es una civilización derivada, de
segundo grado. No se ha edificado sobre un tablero blanco, sino sobre una abigarrada y
dinámica civilización precedida en Medio Oriente. Su historia se abre con la interminable
historia del Cercano Oriente.

Los “Cinco Pilares” del Islam son:


1) La creencia en un solo Dios (Alá) y su profeta es Mahoma. Es el Credo, en el que el
fiel musulmán reconoce oralmente la creencia de un dios único y la misión profética
de Mahoma.
2) La oración repetida cinco veces al día. Fagr= oración en la mañana; Zuhr= oración
del medio día; Asr= oración en la tarde; Magrib= puesta del sol y; Isa= en plena
oscuridad.
3) El ayuno del mes de Ramadán durante el día. Su final se celebra mediante una
fiesta especial llamada id al-fitr en donde hay intercambio de regalos y visitas a los
amigos
4) El hadj, la peregrinación a la Meca, al menos una vez en la vida.
5) La limosna (zakat- impuesto obligatorio) a los pobres basado en el nivel de riqueza
de cada uno.
La jihad (“guerra santa”) no figura dentro de estos fundamentos, es una costumbre (hadices)
que adquirirá una jerarquía casi igual a la de los “Cinco Pilares”.

RELIGIÓN:

A principios del siglo VII nos encontramos con un mundo árabe carentes de una unidad
ideológica o religiosa. Estos árabes son, fundamental y etimológicamente, nómadas. Al sur
se encuentran los árabes «puros» y al norte los «arabizados», todos ellos unidos y
federados por el centro caravanero y religioso de La Meca.
Esta unificación simbólica se acompaña, en la realidad, de un control serio de las fuerzas
vencidas - grupos étnicos o grupos religiosos- cuya debilitación es sorprendente y
testimonia el agotamiento de las tradiciones ante la presión de una ideología universalista.

“El Islam se presenta, ante todo, como una revolución. (...) Se trata, en cambio, de una
revolución religiosa, lo cual implica que afecta, a la vez, los planos político, intelectual y
filosófico, y está centrada en una nueva apelación a la fundamental unidad de lo divino y
marcada por la experiencia inefable de la profecía; o sea de la relación directa con Dios.”
(Fossier, 1982: 184)

“El período durante el cual Mahoma reside en Medina dará lugar, en cambio, a una corriente
profética que se disciplina y se canaliza hacia la creación de un Estado, cuya estructuración
no se terminará nunca pero que constituirá el modelo ideal incierto de su legitimidad (...) En
veinte años se forja el conjunto de principios en los que se apoya una cultura, una fe y una
ley, frente a un Estado que siempre se pone en tela de juicio.” (Fossier, 1982: 184)

El estado mediní se representa en el monumento por excelencia del Islam primitivo, la


primera «mezquita», el masdjid de Medina: se trata de un «santuario» privilegiado que
dará forma a un prototipo de edificio cultural musulmán, la mezquita con patio, lugar de
oración y centro político en el que se reúne la comunidad para trabajos y ceremonias
colectivas. Fortín de defensa, lugar de reunión política y militar, espacio encerrado en sí
mismo al igual que la casa musulmana.
A la hora de la oración, la comunidad igualitaria de los musulmanes se dispone en una
serie de filas, paralelas al muro de la alquibla (dirección hacia La Meca), y sólo queda
aislado el imám, el «guía» de este culto de alabanza y adoración. El ejemplo de la mezquita
muestra tanto la unidad de función en el seno de una organización única de la sociedad-
Estado de los musulmanes, como el conservadurismo de un sistema que reproducirá
dócilmente el modelo de Medina en todo el Dar al-Islam.
Como en Medina, estas mezquitas asumen durante mucho tiempo las funciones de lugar de
reunión del ejército, de hospital, de tribunal y de tesoro público.

“El Islam, religión de la duda en la que nada puede escapar a la omnipotencia divina, se
afirma por este acto original como una religión del exilio que obliga a abandonarlo todo y a
depender únicamente de la voluntad divina.” (Fossier, 1982: 187)
La duda constituye el enemigo principal, y es un riesgo de anarquía social y de maldición
que aniquila la personalidad. Poder, facciones, familia y pensamiento religioso son los
motores de la evolución social.

Se trata de un pueblo armado, al que se reúne con facilidad, que vive en una igualdad que
traduce la igualdad fundamental de la oración. Este «modelo» sostendrá siempre la marcha
ofensiva del Islam en sus fronteras, estrechamente ligado a la «vocación» de las almas por
Dios, menos preocupado por la conversión que por la conquista, menos predicador que
defensor activo de los derechos de Dios.

La capitalidad se asociará sólidamente con Medina, que seguirá siendo el principio de


legitimidad.
SOCIEDAD:

“El mundo islámico de los primeros siglos medievales se define no tanto por una comunidad
de estructura económica social o técnica; sino más bien por el predominio absoluto de un
sistema de valores y de un modelo político y cultural que arrolla los «conjuntos» que le
han precedido en el espacio geográfico oriental y mediterráneo, que aniquila su recuerdo y
llega a reducir y enquistar los restos de los mismos.” (Fossier, 1982)

El pueblo musulmán, esencialmente de lengua y cultura árabes, reunido todavía en


contingentes tribales, vive de una renta asegurada por la fiscalidad y el botín, mientras
consagra sus propias energías a la conquista o a la definición intelectual, filosófica, jurídica
y política que justifica su poder. (Fossier, 1982: 204)
“El término árabe tiene el sentido de “beduino”, y fue aplicado a los nómadas para
distinguirlos de las poblaciones sedentarias. El árabe más puro era el hablado por los
beduinos, los depositarios más fieles de las tradiciones árabes primitivas.
En el primer período de la historia islámica, en que el Islam era meramente una religión
árabe y el califato un reino árabe, el término árabe fue aplicado a aquellos que hablaban
arábigo, que fuesen miembros auténticos por descendencia de una tribu árabe y los cuales,
bien en persona o bien por medio de sus antepasados, procediesen de Arabia.” (Mantran,
R. 1982: 180)

La sumisión (islam) a las voluntades divinas se había convertido en el principio superior que
unía no sólo a las tribus entre sí, sino también a nómadas y sedentarios. Ello no tuvo como
consecuencia la creación de una nueva sociedad, sino simplemente la de una comunidad
unida por lazos religiosos. Uno de los medios para acrecentar la cohesión entre estos
elementos aún dispares fue proporcionado por los primeros califas: la lucha contra los
infieles, la conquista de territorios griegos o persas, la consecución de un botín que,
teóricamente era repartido en partes iguales.

SUNNA: “Por otra parte, aparecen las «buenas costumbres», establecidas por el ejemplo
del Profeta y por sus «dichos», los hadices, manifestación en tono menor de la función
profética, pronunciados en Medina con motivo de la organización de la vida secular. Los
múltiples hadices serán jerarquizados en la práctica consuetudinaria de los musulmanes y,
más tarde discutidos y organizados en corpus por los primeros doctores de la ley. Estos
corpus constituirán la sunna o tradición, que sigue en importancia al Corán (Qur'an),
recitación que contiene la revelación divina, en la enumeración de las fuentes del derecho
musulmán.” (Fossier, 1982: 190)
Otras tradiciones más o menos islamizadas se reintroducen en la vida religiosa: la
circuncisión, obligatoriedad del velo femenino, la endogamia, poligamia como unión política,
que fue limitada por la doctrina a cuatro esposas.

“Dicha sociedad conoció problemas internos de suma gravedad, debido esencialmente al


ascenso de los árabes, a la transformación de las condiciones tribales, al contacto con otras
civilizaciones, al desarrollo de las ciudades, a la creación de una aristocracia militar de tipo
feudal… Al mismo tiempo que la expansión dislocaba la sociedad árabe, le aportaba un
enriquecimiento espiritual e intelectual, le proporcionaba beneficios materiales desconocidos
hasta entonces.” (Mantran, R. 1982: 179)
Las querellas internas entre los sedentarios y beduinos pronto desbordaron el marco del
conflicto puramente personal para derivar hacia cismas políticos y religiosos.

A la nueva sociedad arabomusulmana le costaba borrar las viejas tradiciones tribales


árabes. Dichas tradiciones se mantenían muy arraigadas debido a que los árabes se
consideraban entonces los auténticos musulmanes, a que los protegidos y neoconversos no
podían acceder a la categoría de árabes, y a que, por su dominación política y militar, los
árabes, sin participación alguna de los otros elementos del Imperio, podían transponer a un
plano más amplio sus concepciones y tradiciones.
Diversos factores contribuyeron a debilitar estas tradiciones tribales para dar nacimiento a
una sociedad musulmana: contactos con poblaciones de civilización antigua que,
convertidas o no al Islam, ejercieron una indiscutible influencia en los árabes; el desarrollo
de la vida urbana; las transformaciones de las condiciones de vida surgidas de la conquista
que condujo a un gran número de beduinos a conocer nuevas formas de vida, a modificar
su propio comportamiento social y económico mediante la adquisición de tierras y bienes
materiales.

En cuanto a la sociedad urbana, se componía de diversos elementos: los altos


funcionarios civiles y militares, cuyos cargos eran en mayor o menor grado hereditarios; los
medios religiosos, que podían tener una situación política y social influyente; los medios
intelectuales, que dependían de las altas personalidades; la “clase media” de los
mercaderes y artesanos especializados; finalmente, los judíos y cristianos, que ostentaban
funciones financieras y comerciales.
“La sociedad musulmana de los conquistadores es, en primer lugar, una sociedad de
ciudadanos, organizados en campamentos militares, fácilmente movilizables en las grandes
asambleas tumultuosas de la oración comunitaria y agrupados además en torno a esos dos
órganos esenciales de la vida de la comunidad armada que son la mezquita y el palacio. (...)
En estas ciudades se desarrolla un urbanismo original, variado.” (Fossier, 1982: 211).
Es original la manera en cómo la ciudad islámica se convirtió, desde los inicios del Islam en
el centro vital de la comunidad. La obligación de rezar en comunidad todos los viernes
requería un edificio, la mezquita, donde debía reunirse la comunidad.
Los árabes, en su primera expansión, ocuparon ciudades antiguas y las transformaron sin
destruirlas. Hubo una continuidad entre la ciudad antigua y la ciudad musulmana.

Por debajo de los árabes estaban los mawali, consideramos musulmanes de categoría
inferior. Estos sólo debieron haber pagado el diezmo y los impuestos coránicos. Siendo
cada vez más numerosos, desempeñaban un papel cada vez más importante dentro de la
administración, participaban directamente en el servicio del imperio, y se imponían en las
ciudades como mercaderes y comerciantes.
Otros mawali, para no tener que pagar el jaray (impuesto de la tierra) abandonaron sus
tierras y fueron a establecerse en las ciudades, incrementando de este modo la masa de
neomusulmanes al mismo tiempo que la de descontentos. Sin embargo, la civilización
ciudadana favoreció a los mawali en detrimento de los beduinos.
Tras la victoria de los abbasíes, la situación de los mawali cambió hasta el punto que
finalmente desapareció la distinción entre árabes y no árabes. Pero aunque los musulmanes
no árabes habían conseguido finalmente su título de musulmanes, sin embargo, en el plano
religioso y en cierto plano social, ser de origen árabe confería una especie de nobleza aún
mayor que pertenecer a la familia del Profeta.
Luego estaban los protegidos o dimmi los cuales tenían un acuerdo de protección por el
cual obtenían derechos como el reconocimiento de su personalidad, derecho de vivir en
tierra del Islam, garantía de libertades públicas, disfrute de derechos privados, etc. Los
derechos públicos y privados sólo les eran otorgados cuando se comprometían al pago de
impuesto de la Yizya (impuesto de capacitación) y el Jaray (impuesto sobre la tierra) y a
someterse a la autoridad musulmana. La dimma era un acuerdo permanente. A la muerte
de estos, pasaba a sus descendientes. Los musulmanes se comprometían a abstenerse de
cualquier acto hostil contra los infieles y a asumir la responsabilidad de cualquier perjuicio
ocasionado ilegalmente por los musulmanes a las personas y a los bienes de los dimmi; a
proteger a éstos contra cualquier ataque procedente del interior o del exterior.
Si un hombre se convertía, dejaba de pagar estos impuestos; si la tierra no musulmana
pasaba a manos de un musulmán, el impuesto sobre esta tierra desaparecía.
De todas formas los dimmi pudieron acceder a puestos importantes de la administración del
Estado. Ello se explica por la falta de personal especializado entre los musulmanes y
también por la imposibilidad inmediata, después de la conquista, de redactar en árabe los
documentos escritos necesarios para la administración de los territorios y el cobro de
impuestos.
Aunque un gran número de dimmis participaron en la vida administrativa del Estado, la gran
mayoría vivía en el campo o ejercía en las ciudades ciertos oficios que, en principio, no
podían practicar los musulmanes, en particular los relativos al comercio del dinero. Los
dimmi pudieron ser banqueros, cambistas, comerciantes y desempeñaron un importante
papel en estos terrenos.
No puede negarse la influencia de los no musulmanes en el seno de la administración, ni
tampoco en la aparición de nuevas teorías religiosas en los siglos VIII y IX.
Los musulmanes nunca dejaron que los dimmi ignoraran su situación de inferioridad en el
seno de la sociedad musulmana y su presencia en la administración era tolerada tan sólo
por necesidad.

Las poblaciones rurales son aún peor conocidas que las urbanas y ello debido en parte a
que todos los escritores árabes eran ciudadanos y, como tales, despreciaban a los
campesinos o los ignoraban.
El grupo de los campesinos de los alrededores de la ciudad que estaban siempre bajo la
dependencia directa de los funcionarios del gobierno, de los mercaderes y de los
propietarios de terrenos de cultivos suburbanos. Estos campesinos, cuya producción servía
para alimentar a la ciudad, no sólo no recibían prácticamente nada de ésta, sino que eran
explotados por los ciudadanos.
La conquista árabe no representó para el campesino no propietario mejora alguna de su
condición; se convertía en colono de las tierras que habían pasado a manos de los
conquistadores, y pagaba un impuesto similar al jaray de los campesinos propietarios.
Diversos hechos comportaron la desaparición de la pequeña propiedad agraria: la
adquisición de dominios por los negociantes y grandes comerciantes, que invertían parte de
sus beneficios en la compra de tierras; la atribución de tierras a los militares, la
concentración de tierras en grandes dominios. Entonces el campesino se ponía bajo la
recomendación de un gran propietario, se convertía en su colono, o emigraba a la ciudad.
Su condición social cambiaba, pero no mejoraba.
Por otra parte, existía una tendencia cada vez más marcada a la concentración de la
propiedad, una subordinación más estrecha de los campesinos, una agravación de su
riqueza: la burguesía mercantil, y el ejército a partir del siglo X, eran los responsables de
esta situación.
Si un campesino huía, el derecho autorizaba a perseguirlo y castigarlo. Así pues, la
condición del campesino se había degradado, la miseria había aumentado y provocó el
éxodo hacia las ciudades y la aparición del bandolerismo; se crearon numerosas bandas de
irregulares debido a la imposibilidad de vivir como no fuera robando caravanas y grandes
propiedades.

Por otra parte existían los nómadas (beduinos), frecuentemente camelleros. Estos eran
víctimas de las guerras, de los disturbios políticos que podían tener consecuencias en los
territorios que recorrían. Era bastante raro que un nómada llegara a sedentarizarse, cosa
que para él representaba la decadencia.

ECONOMÍA:

La mayor parte de la sociedad vivía de la agricultura y la ganadería. La actividad económica


se centraba esencialmente en la agricultura; de ahí el interés por la adquisición de tierras,
capital inmediatamente tangible y rentable, sobre todo en función del régimen fiscal que fue
instituido.
Una burguesía mercantil, rica e influyente, invirtió una parte importante de sus beneficios en
la compra de tierras que hacía explotar por campesinos mal pagados y también por
esclavos importados de África. Si bien el campo abasteció a las ciudades, más exactamente
a mercaderes y negociantes, no recibió casi nada de las ciudades, porque éstas se
autoabastecían con alimento, vestidos, habitación, utillajes (herramientas), etc.
El agricultor practicaba poco la ganadería, que fue el gran recurso de los nómadas, ya
fueran grandes criadores de camellos, o nómadas trashumantes criadores de ovejas.

El califa podía distribuir lotes de estas tierras (sawafl) a los musulmanes que tuvieran
méritos particulares: la concesión implicaba la obligación de trabajar las tierras, era
revocable y, por tanto, no daba lugar a una propiedad plena. Permitió pronto, no obstante, la
formación de grandes dominios (dayca) en los que resultaba difícil distinguir la concesión
usufructuaria inicial de las compras sucesivas. Sin llegar a la constitución de una
aristocracia territorial, ya que el derecho musulmán establece que la herencia debe dividirse
entre los hijos, estos lotes permitieron sin duda la implantación de una clase de medianos
propietarios musulmanes.

No obstante, en conjunto, la base financiera del Estado sigue fundándose en el sistema


de impuestos que se elabora a medida que avanza la conquista.
Las rentas de la tierra, parten fundamentalmente de los impuestos que los vencidos deben
abonar a la comunidad vencedora.

Existían dos tipos de impuestos fundamentales: la Yizya y el Jaray.


La yizya es el precio que pagaban los infieles por mantenerse a salvo, por obtener el
derecho de morar en tierra del Islam, por permanecer en la infidelidad, por beneficiarse de
la seguridad pública y de la protección del Estado. Era el resultado del contrato de la
dimma.
El jaray es el impuesto sobre la tierra que expresa el derecho de la comunidad musulmana
sobre las tierras conquistadas, pero dejadas en manos de sus poseedores. Aparece en el
Corán con el sentido de “retribución”, en el que además se especifica que la tierra es de
Dios y de su representante el Profeta quien dispone de ella a su gusto.
La tarifa variaba según la naturaleza de las producciones, las regiones y las épocas.
Las cuestiones relativas a la herencia son competencia de la tribu.

- Comercio -
La desaparición del Imperio
sasánida y el debilitamiento
del Imperio bizantino habían
dado ya a los omeyas
grandes posibilidades
comerciales que éstos no
parecen haber aprovechado
al máximo. Los árabes se
sentían en aquellos
momentos más atraídos por
la adquisición de tierras que
por su instalación en las
nuevas regiones.
La expansión territorial y
política musulmana trajo
consigo una expansión económica tal que, en los siglos IX y X, los mercaderes musulmanes
se hallaban en cabeza del comercio mundial, desde el Atlántico hasta la India.
Los inicios de las conquistas permitieron a los árabes obtener o adquirir tierras. Por otra
parte, la conquista no cambió las costumbres económicas de los países conquistados, sólo
cambió el amo.

Damasco, que ha sido elegida como capital administrativa de la dinastía omeya (capital de
Siria), simboliza esta misma continuidad de una manera diferente. Ha heredado de la
tradición antigua y de la dominación bizantina un recinto fortificado, una red de
aprovisionamiento de agua, un acueducto, numerosas canalizaciones y múltiples depósitos
de agua de los que parten las conducciones que alimentan las fuentes, mezquitas, baños
públicos (hammáms) y casas.
Se han podido establecer las etapas de la evolución topográfica de la capital siria:
establecimiento de una red de mercados (saqs, zocos) en torno a la gran avenida con
columnas de la ciudad romana (...) finalmente, dislocación de la red de calles
perpendiculares, por obra del particularismo tribal, que puede aún vislumbrarse bajo la
nueva estructura en forma de colmena, con calles acodadas y barrios fortificados.

Crearon una moneda propiamente musulmana que les independizó de la economía


bizantina o sasánida, y les facilitó las corrientes de intercambios en el interior del Imperio. El
enriquecimiento de las clases dirigentes favoreció el auge de las ciudades, antiguas o
nuevas. Dicho auge, a la vez comercial y propiamente urbano, se caracterizó por las
construcciones (mezquitas, palacios, conducciones de agua…), lo que llevó consigo un
aflujo de población, la creación de mercados, la multiplicación de artesanos y pequeños
comerciantes. Esto recibió un nuevo impulso cuando el norte de África y más tarde la
Península Ibérica pasó a mano de los musulmanes. Con la posesión del norte de África, el
Islam pasó a controlar las rutas caravaneras que llevaban hacia el Mediterráneo oro y otros
productos africanos del sur del Sáhara.

La época abbasí fue la del triunfo económico musulmán. La intensa actividad desarrollada
en las ciudades y en las rutas comerciales, la abundancia de riquezas del mundo musulmán
fue debido al total dominio del Mediterráneo y de la parte occidental del océano índico, a la
transferencia de la capital a Bagdad que creó una corriente de intercambios y de atracción
entre las zonas mercantiles.
Bagdad se convirtió en centro de distribución de mercancías hacia Oriente Medio. Ciudades
como ésta llegaron a reunir una plebe que subsistían gracias a las migajas de los ricos. Esta
afluencia de población resultó totalmente desproporcionada en relación con la importancia
económica real de la ciudad. Ésta desempeñó un papel de señuelo sobre individuos que las
condiciones de vida en el campo convertían en desterrados y que esperaban encontrar en
las ciudades los medios de subsistencia indispensables.

El comercio se convirtió, durante el siglo IX en la manifestación más tangible de la


expansión musulmana. Tuvo su centro en el golfo Pérsico, debido al papel fundamental
jugado por Bagdad y los puertos situados en el litoral. Desde allí los navegantes y
mercaderes musulmanes llegaron hasta la India occidental y crearon factorías y postas;
más hacia el este alcanzaron las costas de Ceilán (isla debajo de India) donde entraron en
contacto con comerciantes chinos.
En Asia central, antiguo centro de tránsito comercial entre el Próximo y el Extremo Oriente,
lugar de paso de una de las rutas de la seda, los mercaderes árabes, iranios, turcos, chinos
e hindúes se encontraban y procedían a sus intercambios.

Este comercio alcanzó una considerable amplitud porque, una vez concluida la conquista, el
Imperio abbasí dispuso de recursos naturales enormes de materias primas que pudo vender
o intercambiar con productos de los países extranjeros. Un pequeño comercio local de
intercambios de productos de primera necesidad, y un comercio de gran escala basado en
productos de lujo (incluso esclavos), materiales para la actividad industrial (ejército, marina,
construcciones) o en productos fabricados en el Imperio y luego exportados (tejidos,
productos metalúrgicos).
También creó diversos procedimientos de pago: letras de cambio, cheque, operaciones
bancarias; el préstamo y la hipoteca con compromisos establecidos con la ley coránica.

Se introdujeron otros productos que alcanzaron un rápido éxito: el más célebre fue el papel,
creado en China. Existían también industrias de menor influencia como la alfarería,
cerámica, jabonería, perfumería, refinado de la caña de azúcar, etc. cuya finalidad era el
aprovisionamiento del mercado interior.

El desarrollo de las ciudades, el enriquecimiento de los árabes, la necesidad de aprovechar


las ventajas materiales aportadas por la conquista hicieron que se instituyera una sociedad
de consumo. Evidentemente, vida económica y social estaban íntimamente ligadas y se
asistía a una transformación de la sociedad musulmana, reflejada en el auge literario,
filosófico, religioso y científico.
CULTURA:

Entre los siglos VIII y XI se produjo un extraordinario desarrollo intelectual y científico,


siendo el siglo IX el siglo de oro islámico. Un hecho característico destaca en esta
expansión: la lengua árabe fue adoptada a partir de entonces por todos los escritores del
Imperio, incluso por los no-musulmanes. Esto se produjo como resultado de las conquistas
y la asimilación de las poblaciones vencidas. Lo que interesaba a los sabios e
investigadores no era tanto el resultado como el ardor que se ponía en hacer progresar los
conocimientos.
Al decir de Braudel, la edad de oro del Islam va desde el reinado del hijo de Harun al-
Rashid Ma’mun (813-833), creador de la Casa de la Ciencia en Bagdad, que es al mismo
tiempo biblioteca, centro de traducciones y observatorio astronómico; hasta la muerte de
Averroes, el último de los grandes filósofos musulmanes en Marruecos en el 1198.
Los períodos favorables al pensamiento del Islam han sido los momentos de paz y de
prosperidad general. Durante los siglos VIII y IX los Califas abbasidas fomentaron la difusión
por el mundo musulmán de la ciencia y la filosofía griega, gracias a la enorme cantidad de
traducciones hechas por los cristianos nestorianos.
Hubo una considerable efervescencia en ciertos dominios privilegiados: filosofía, medicina,
ciencias; gracias a los trabajos, estudios e investigaciones de los pensadores y de los
sabios árabes, el espíritu humano realizó considerables progresos que el Occidente
cristiano no conoció hasta más tarde, por mediación de Italia y especialmente la Península
Ibérica.

Desde el comienzo del califato abbasí, los focos de cultura y de ciencia se hallaron situados
en las ciudades. Basra y sobre todo Bagdad fueron los más importantes. Si estas ciudades
desempeñaron tal papel fue porque allí vivían quienes, por su riqueza pudieron ayudar a
escritores, poetas y sabios.
A los árabes se les unieron los iranios, los hindúes, que aportaron nuevas ideas y temas
literarios, cristianos, médicos y traductores de obras griegas, paganos reconocidos y
tolerados contribuyeron al desarrollo de las ciencias astronómicas, porque su culto se
basaba en los astros. Como consecuencia, se produjo un perfeccionamiento de las
matemáticas.

En Filosofía se trata de una larga corriente de pensamiento que hay que situar tanto en el
tiempo como en el espacio. Son cinco nombres fundamentales: Al-Kindi, Al-Farabi, Avicena,
Al-Gazali y Averroes. Este último es el más importante por las inmensas repercusiones de lo
que en Europa se llama el averroísmo.
Esta Filosofía sí que es unitaria: desesperadamente encuadrada por el pensamiento griego
por un lado y la revelación coránica por el otro. Debe sus tendencias racionalistas evidentes
pero no exclusivas a Grecia y a la inclinación islámica por la ciencia.
La influencia griega da unidad y cohesión interna a la filosofía musulmana.
“Admiradores de Aristóteles, los filósofos árabes se ven limitados a un eterno diálogo entre
una revelación profética como la del Corán y una explicación filosófica humana como la
griega, exigiendo continuamente la revelación y la explicación en una angustiosa
controversia, mutuas concesiones entre la Razón y la Fe”. (Braudel, F. 1989: 79)

“Averroes, el doctor de Córdoba, se convirtió en el comentarista y editor fiel de las obras de


Aristóteles. Su mérito estriba en citar in extenso la traducción árabe del texto griego y en
añadir sus discusiones bajo la forma de observaciones o de digresiones. El texto y los
comentarios se traducirán del árabe al latín en Toledo y llegarán así a Europa,
desencadenando la enorme revolución del siglo XIII”. (Braudel, F. 1989: 80-81)

Gracias a los físicos y químicos árabes fueron descubiertos numerosos cuerpos, se


inventaron nuevos procedimientos de aplicación y fueron enunciadas nuevas teorías. La
destilación del alcohol, fabricación de elixires, del ácido sulfúrico. En farmacia (más de la
mitad de los remedios que utilizó Occidente provienen del Islam): sen, ruibarbo, tamarindo,
nuez vómica, quermes, alcantor, jarabes, julepes, emplastos, pomadas, ungüentos, agua
destilada, etc.
La medicina, heredera de la medicina griega, fue particularmente brillante, con la aparición
de tratados sobre las enfermedades y estudios sobre el cuerpo humano, incluida la cirugía y
trasplante de córnea.

De la misma manera se puede hacer elogio de los geógrafos matemáticos, de los


observatorios astronómicos y sus instrumentos (astrolabio), de las medidas que obtuvieron
para las longitudes y latitudes corrigiendo los errores de Ptolomeo. También se reconocen
las primeras obras geográficas con descripción de las regiones y las ciudades. La geografía
se convirtió entonces en un campo básico de los conocimientos del hombre culto.
Cuestiones como la determinación de la duración del año solar, inclinación del plano de la
eclíptica (trayectoria del sol alrededor de la Tierra), introducción del cero, utilización de la
trigonometría (inventaron seno y tangente) y ampliación del álgebra.
Bibliografía obligatoria:

● Fossier, R. “La Edad Media. Formación del mundo medieval 350-950” Editorial
Crítica, 1988. Barcelona, España.
● Fossier, R. “La Edad Media. El despertar de Europa 950-1250” Editorial Crítica,
1988. Barcelona, España.
● Fossier, R. “La Edad Media. El tiempo de las crisis 1250-1520” Editorial Crítica,
1988. Barcelona, España.
● Cahen, C. “Oriente y Occidente en tiempos de las cruzadas” Fondo de cultura
económica, 1989. Ciudad de México, México.
● Duby, G. “Atlas histórico mundial” Larrouse Editorial, 2007. Barcelona, España.
● Kinder “Atlas histórico mundial. De los orígenes a la revolución francesa” AKAL,
2007.
● Laroui, A “El Islam árabe” Edicions 62 S. A., 1984. Barcelona, España
● Heers, J. “Historia de la Edad Media” Editorial Labor, S. A., 1984. Barcelona,
España.

Bibliografía complementaria:

● Gimeno, D. “Grandes civilizaciones de la historia. Islam” Editorial Sol 90, 2008.


Barcelona, España.
● Braudel, F. “Las civilizaciones actuales. Estudio de historia económica y social”
Editorial Tecnos, S. A., 1989. Madrid, España.
● Lévéque, Jean-Jacques y Ménant Nicole “Pintura islámica e india” Aguilar, S. A. de
Ediciones, 1969. Madrid, España.
● Grousset, R. “Historia de Asia” EUDEBA, Editorial Universitaria de Buenos Aires,
1962. Buenos Aires, Argentina.
● Grimberg, C. “Historia Universal. Invasiones arias y auge del Islam” EL PAÍS S. A.,
1987. Montevideo, Uruguay.
● Mantran, R. “La expansión musulmana (siglos VII al XI)” Editorial Labor, S. A., 1982.
Barcelona, España.

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