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CONSIGNA 1

A) En los períodos de posguerra, los líderes revolucionarios exultaban la noble causa de la


guerra libertaria. Pregonaban el honor militar de los pueblos hispanoamericanos por sus
esfuerzos en las gloriosas batallas de liberación, que pronto coronaron con símbolos e
improntas nacionales. El nacionalismo político se desarrolló ligeramente, incluso creando
marchas patrióticas y lenguajes nacionales, en muchos casos. En contraste, el nacionalismo
económico, la hostilidad a la penetración extranjera, la independencia comercial, entre otros,
fueron cuestiones relegadas por el nacionalismo latinoamericano. América Latina es
positivamente dependiente de Gran Bretaña y su protección, los pueblos veían en el poderío
naval y comercial británico una fuente de seguridad. ​"En efecto, es Inglaterra, la heredera de
España, beneficiaria de una situación de monopolio que puede ser definida ahora por
medios más que económicos que jurídicos, pero que se contenta de nuevo demasiado
fácilmente con reservarse los mejores lucros de un tráfico mantenido dentro de niveles
relativamente fijos." Halperín Donghi, pág. 139.
Parecen muy estrechos los vínculos del estado con la nación. En esta región del mundo, los
estados son nacionales, porque tanto nación como Estado han emergido de cursos
históricos convergentes en el largo plazo. Los mayores conflictos sociales se observan en el
estado, porque en el Estado están contenidas las grandes contradicciones de la sociedad.
Los límites entre el estado y la sociedad son cada vez menos nítidos.
Más allá del nacionalismo emergente, las guerras de independencia trajeron consecuencias
devastadoras. Tanto Halperín Donghi, como Lynch, coinciden en este punto. Se habían roto
las estructuras coloniales y con ellas el sistema mercantil, el agotamiento del orden colonial
provocó una persecusión constante a todo aquello a lo que se le encuentre relación alguna
con la metrópoli; y por lo tanto, se produjo una fuerte militarización en todo el continente, a
excepción de Brasil que eligió una transición más apacibles con pocas disputas armadas.
“…El terror y la inseguridad, provocaron, además, la huída de mano de obra y capitales, lo
que hizo más difícil organizar la recuperación y aún más diversificar la economía. Los
principales propietarios de capital –iglesia y comerciantes- tenían poco interés en invertir en
la industria en la ausencia de un mercado fuerte y protegido. Era más fácil permitir que las
manufacturas afluyeran al mercado y prácticamente destruyeran la producción nacional. Y
detrás de las manufacturas británicas llegaron banqueros, comerciantes y armadores
británicos que venían a llenar el vacío empresarial dejado por España.”
Lynch y Halperín Donghi coinciden en que el nuevo orden, surgido de las ruinas del
colonialismo, tardaba en nacer. El orden colonial había generado rupturas a nivel político,
pero su estructura social no había logrado grandes cambios. El primero de los autores
recién mencionados, habla de una sociedad polarizada en dos sectores. En un extremo, una
priviligeada minoría que monopolizaba las tierras y gozaba de los cargos públicos y, en el
otro, una gran masa de campesionos y obreros desposeídos, que había sobrevivido intacta
al proceso revolucionario. Los campesinos eran víctimas de una desigualdad grotesca, no
habia posibilidad de desarrollo nacional sin una reforma agraria que modifique esta
condición. Si el campesinado vive al nivel de subsistencia no puede ser un potencial
consumidor de manufacturas, al igual que si los trabajadores urbanos no tienen resto para
artículos de consumo, tampoco lo serán.
Es necesario eregir un mercado de masas si se busca una industria nacional. En este
sentido, frente al mantenimiento del estatuto real, Halperín Donghi marca la deuda
pendiente que tiene la etapa posterior a la revolución y su conservatismo respecto a la
situación de las castas. "La revolución ha cambiado también el sentido de la división de
castas. Sin duda, apenas si ha tocado la situación de las masas indias en México,
Guatalemala y el macizo andino, en las zonas de densa población indígena, el estatuto
particular de ésta tarda en desaparecer aún de los textos legales, y resiste aún mejor en los
hechos." pag 129. Hispanoamérica espera cada vez con menos ansias un cambio que no se
hace efectivo, la arcaica organización rural sufre pocas, y casi nulas, rupturas reales. Se
conservaba la estructura social colonial, no porque las masas fueran indiferentes a las élites
urbanas, sino porque eran una amenaza para estas. La institución económica básica era,
pues, la hacienda, una organización política, medio de control de la oligarquía dominante,
relativamente ineficaz que producía para el consumo nacional, exportaba poco y
concentraba muchas tierras pero poco capital. También constituía un obstáculo para el
crecimiento de un Estado nacional fuerte.
A su vez, no desaparecía la gravitación militar, muchas veces responsable de las tendencias
centrífugas y la inestabilidad política. Lo que emergía de los procesos independentistas no
eran federalismos basados en regiones, sino tendencias autonómicas de ciudades, estados
o provincias soberanas, buscando afirmar su independencia, o en caso de ser inviable esta
posibilidad, la alternativa de unirse a pueblos vecinos en pos de una nueva política. En este
sentido, agrega Chiaramonte "De allí que los conflictos sean por lo común derivados, ya de
la voluntad de defender los intereses de una entidad autónoma frente a los de las ciudades
vecinas y, sobre todo, frente a las pretensiones hegemónicas de la ciudad principal del
territorio, ya de las discrepancias en definir la organización política que pudiera contenerlas
a todas." Las tendencias secesionistas fueron un factor central en el desafío de construir
Estados nacionales federales. La gran mayoría de las guerras civiles surgidas a partir del
proceso independentista se encuentran arraigadas al conflicto de la autonomía local y la
imposibilidad de homogeneizar a los pueblos bajo una única organización política nacional
que pueda contener todas las diversidades étnicas, culturales y religiosas, entre otras, como
el sistema monetario por ejemplo. Este proceso de cohesión social, para garantizar el orden,
se buscaría más tarde a través del aparato educativo.
Por otro lado, Lynch, tiene una visión negativa frente al federalismo. "El federalismo, pues,
no era necesariamente una fuerza progresiva. También solía ser una forma de gobierno
costosa... Con su crecimiento, las clases burocráticas, federales y provinciales, se
convirtieron en intolerables parásitos de los nuevos estados." Según este autor, los liberales,
que pregonaban el federalismo, la autonomía y la expansión del proceso democrático, no
eran coherentes en la práctica con las insignias que decían representar. En el federalismo
de los nuevos estados podemos encontrar un nivel de gastos muy elevado. La creación de
una burocracia inútil basada en jueces, empleados, ministros, congresistas y militares,
suponía un monto difícil de costear para las nuevas economías estatales. Los liberales
federales, pregonaban una forma de gobierno descentralizada y una expansión del proceso
de democratización, pero cuando se les presentó la oportunidad de gobernar, no fueron
distintos a los conservadores. El debilitamiento institucional de los nuevos estados engendró
un fuerte militarismo, representado en la figura del caudillo. Los nuevos estados dedicaban
parte más que significante de sus fondos al presupuesto militar. Esto se traducía en que los
soldados no solo peleaban, sino que controlaban la política. Por lo tanto, el federalismo de la
america revolucionaria engendró al caudillo, una figura que defendía los intereses
regionales frente a la política del centro. Halperín Donghi, sostenía que "la gravitación de los
cuerpos armados, surgida en el momento mismo en que se da una democratización, sin
duda limitada pero real, de la vida política y social latinoamericana, comienza sin duda por
ser un aspecto de esa democratización, pero bien pronto se transforma en garantía contra
una extención excesiva de ese proceso."
Un punto de discrepancia entre los autores tiene que ver con el eje que ponen en las
revoluciones americanas. Lynch vincula la independencia al intento de reconquista de los
españoles, y hace hincapié sobre esta cuestión. Ganarle la libertad a España era un logro
suficiente, destruir aunque no crear. Se rechazaba el monopolio español, fervientemente, la
guerra revolucionaria era en sí una noble causa para los liberales insureccionistas, aunque
no para la totalidad del pueblo. Los insurrecionistas de 1810 habían formado sus juntas de
gobierno, habían desplazado al Rey y habían tomado el poder. El desplazamiento de la
metrópoli era el foco principal, generaría el mito revolucionario y el honor militar necesario
para la creación de una identidad nacional propia. Halperín Donghi, por otro lado, pone el
énfasis en el efecto exterior de las independencias ajenas, como las de EE.UU y la
revolución francesa. Este autor le da más importancia al factor ideológico de las élites
urbanas insurrectas, comprende que el proceso revolucionario se da a partir de la difusión
de corrientes liberales y democráticas. Las ideas reflejadas en la constitución de Cadiz ya
tenían esa impronta propia de la revolución francesa, se hablaba de política ideológica, del
concepto de nación, de republicanismo y de división de poderes. La degradación del poder
español fue importante para dar fin al viejo orden y establecer un nuevo pacto colonial, pero
las independencias ajenas fueron el factor clave de instrucción ideológica en los
independentistas que protagonizaron la ruptura. El eje no pasaba específicamente por
España, sino por imitar modelos ajenos y establecer relaciones comerciales con Inglaterra.
Se buscaba un capitalismo dependiente en funcionamiento democrático, de esto se trata el
nuevo pacto colonial. Cuando Fernando VII regresa y anula la constitución de Cadiz junto
con los límites que los se le habían impuesto al poder español, ahí mismo, Bolivar llama a
formar ejércitos patriotas y atacar los focos de resistencia española.
En otro sentido Chiaramonte, apunta más que nada al factor independentista como reclamo
de autonomía frente a cualquier poder extranjero. Las distintas 'provincias', buscaban ser
Estados libres, independientes y soberanos tanto del poder español como de cualquier otro
poder que les sea ajeno. Es por esta razón que la inserrucción se caracteriza por la
afirmación soberana de distintas municipalidades, muchas de ellas, con tendencias
centrífugas. Al no existir un preconcepto de nación, cada gobernación busca la constitución
de estados separados. Fruto de la autonomía experimentada en todo el continente luego de
la caída de Sevilla, el secesionismo motiva el proceso revolucionario.

B) Exponga en qué consistieron las denominadas reformas liberales desde mediados del
siglo XIX. Señale su vinculación con el cambio de contexto económico externo y su impacto
sobre el proceso de formación estatal. Presente los procesos más relevantes al respecto en
uno de los siguientes casos: México, Brasil o Bolivia.

Durante el extenso período que va desde el fin de las guerras de independencia, hasta la
consolidación del orden oligárquico, América Latina asiste a una serie de procesos políticos
vinculados a la conformación estatal, por un lado, y socioeconómicos, vinculados a la
transición hacia el capitalismo dependiente, por el otro.
El viejo sistema comercial colonial se estaba desintegrando lentamente desde finales del
siglo XVIII pero solo a partir de principios del Siglo XIV queda España efectivamente
eliminada de su rol de intermediaria en la relación de las colonias con el resto del mundo,
sobre todo con Gran Bretaña. El avance del ejército napoleónico sobre la península ibérica
fue una de las causas que provocó la separación de Portugal y España de América Latina.
La caída de Sevilla es seguida en casi todas partes por la revolución colonial, la estampida
francesa sobre España despertó la rebelión de las colonias. España, incapaz de atender dos
frentes guerreros a la vez, no envió tropas a América Latina hasta 1814.
Este avance francés, también, se emprendió para completar la separación total del comercio
europeo y el comercio británico. Debido a esta razón, Gran Bretaña buscará con urgencia
llenar el vació comercial y por esa razón se vuelca de lleno a las relaciones comerciales con
Hispanoamérica, esta vez, de forma directa. Entre 1808 y 1812 los comerciantes británicos
desembarcaron en Río de Janeiro, Buenos Aires, Valparaíso y Montevideo en grandes
cantidades.
La pacífica invasión británica sobre las tierras americanas se vio facilitada por el período de
inestabilidad política, social y militar de las guerras de independencia. La lucha por la
independencia sería en este aspecto la lucha por un nuevo pacto colonial, que conceda a
los productores hispanoamericanos, accesos menos limitados al comercio ultramarino y una
parte menos reducida del precio allí pagado por sus frutos. Efectivamente, la independencia
acarreó una situación económica más favorable y el agotamiento de la dominación política
directa de las metrópolis ibéricas.
Las guerras de insurrección socavaron el antiguo régimen colonial de la América Española.
No solo contribuyeron a destruir su riqueza, sino que también instauraron nuevas relaciones
entre los diferentes sectores de la sociedad. La fragmentación del poder político, la
militarización de la sociedad y la movilización a causa de la guerra, cambiaría para siempre
el comportamiento de las clases subalternas.
El proceso de transición puede caracterizarse por una serie de reformas basadas
principalmente en tres premisas: la abolición de la esclavitud, la reforma liberal y la
colonización de áreas vacías. Estos mecanismos están presentes, en mayor o menor grado,
en todos los procesos de transición de los países latinoamericanos.
En este sentido, se deterioró el control que ejercían los plantadores y los mineros sobre sus
esclavos, se prohibió la trata y se dictaminó la libertad de los futuros hijos de esclavos. La
corriente liberal se oponía fervientemente a la esclavitud negra, muy presente en Brasil y
Cuba. Los liberales buscaban cruzar estas barreras, perseguían el objetivo de una única
mano asalariada y libre, corriendo el eje del control sobre la tierra por el del control sobre los
hombres. Si bien muchos países abolieron la esclavitud, en pocos casos se aplicaron a la
realidad, además, los países con mayor cantidad de población esclava no lo hicieron hasta
fines del siglo XIX. El cambio repercutió tan radicalmente en la matriz societal, el mercado
de trabajo y la cultura, que necesitaron más tiempo para erradicarla definitivamente.
Por otro lado, el ataque a las discriminaciones legales fue menos vacilante y se llevó a cabo
con mayor éxito. La reforma liberal rechazaba el carácter estamental de la jerarquizada
sociedad colonial de castas. Esta corriente aspiraba a integrar a los diferentes grupos
sociales y étnicos en una sociedad nacional a fin de reforzar la unidad de los nuevos
estados. En el Río de la Plata esta voluntad llevó a suprimir el tributo indígena y declarar su
total igualdad con el resto de la sociedad. Este tipo de tentativas tuvieron mucho éxito a la
hora de forjar la cohesión entre los diversos sectores, aunque algunas voluntades,
caminaban muy despacio. Además, se asistió al fin de la “mita”, trabajo comunitario forzado
y obligatorio. Por último, la Iglesia tampoco se salvó de la politización revolucionaria. El
cuerpo eclesiástico, debió poner su elocuencia al servicio del nuevo régimen, a quien no lo
hiciera, se lo revelaría indigno de la libertad y se lo privará de ella. Además, muchos estados
sancionarán constituciones laicas donde se traza una separación entre el Estado y la
Iglesia. En mayor o menor grado, la desposesión de la iglesia y el avance sobre las tierras
de las comunidades y la venta de baldíos, tendrán el doble efecto de crear simultáneamente
una oferta de tierras y de mano de obra.
En el caso brasilero, tres siglos de colonialismo dejaron, en lo positivo, una enorme colonia
dotada de unidad territorial, lingüística, cultural y religiosa. En lo negativo, un altísimo grado
de población analfabeta, una sociedad esclavista, una economía monocultora y latifundista,
basada en la producción de azúcar (con mano de obra esclava) y un Estado policial. Otras
actividades importantes del periodo colonial fueron la ganadería, de propiedades agrícolas,
y la minería, explotación del oro. En Brasil, la importación de esclavos negros empezó en la
segunda mitad del siglo XVI y no cesó hasta 1850. Se calcula que en ese período entraron
aproximadamente 3,6 millones de esclavos al país.
Esclavitud y latifundio no eran buenos antecedentes para la conformación de un estado
republicano. De esta manera, se negaba a los esclavos el derecho elemental de la libertad
civil, la ley los consideraba propiedad del amo. No existía la igualdad ante la ley, los
esclavos eran tratados como animales y los amos eran meros oligarcas. Aparte, estos
señores, concentraban el poder estatal y absorbían parte de sus funciones,como la justicia.
Por ende, no había garantía de los derechos civiles, se convertía la justicia en un aparato de
poder personal funcional a los intereses de los grupos dominantes.
El registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, lo ejercía el clero católico y los
contratos eran celebrados por particulares. En consecuencia, no había nada que pudiera
llamarse poder público. No había ciudadanos, los derechos civiles beneficiaban soloa unos
pocos, los derechos políticos estaban limitados a una pequeña parte de la población y la
asistencia social estaba en manos de la iglesia y las hermandades religiosas.
La independencia no trajo la conquista inmediata de los derechos de la ciudadanía, el
proceso de transición fue lento y suave. Las leyes sancionadas en la constitución estaban
inspiradas en los modelos occidentales e incorporaban los derechos civiles y políticos, pero
la realidad permaneció muy lejos de los artículos.
La independencia brasileña se consumó sin grandes procesos insurreccionales, se dio
mediante un negociado acuerdo y tuvo una transición pacífica en la que se conservó la
monarquía y se adoptó una constitución.
Dentro de las reformas liberales, se instauró el republicanismo y la división de poderes,
ejecutivo, legislativo y judicial. Aquí, particularmente, se creó un cuarto poder, el Moderador,
privativo del emperador, donde se atribuía el nombramiento de los ministros de estado. La
legislación brasileña otorgaba el derecho al voto a los varones mayores de 25 años con una
renta mínima anual de 100 reis. La mayor parte de la población trabajadora ganaba más de
ese monto anual, los pobres no estaban excluidos del derecho al voto. Además, se le
permitía al voto también a los analfabetos. Pocos países tenían una constitución tan liberal.
Este era el aspecto formal. A la hora de votar, la Guardia Nacional, organización militarizada
que comprendía a toda la población adulta masculina, influenciada por el gobierno y los
grandes propietarios, era la encargada de ejercer presión sobre los votantes, que
jerárquicamente se subordinaban a ellos. La lucha política se tornaba intensa y violenta, los
jefes políticos locales movilizaban el mayor número posible de subordinados a fin de triunfar
en elecciones. Necesitaban ganar para conservar su prestigio y el apoyo del gobierno.
Las elecciones no eran para nada transparentes, el votante no obraba como miembro de
una sociedad política o un partido político, sino como dependiente de un jefe local, a quien
obedecía con mayor o menor fidelidad según el favor que recibiera a cambio. El voto era
una mercancía que se entregaba al mejor postor.
Respecto a la esclavitud, el acuerdo de independencia entre Portugal y Brasil, con Inglaterra
como ente intermediario, estipulaba la prohibición del tráfico de esclavos. Para ratificar esto,
se sancionó en 1821 una ley que consideraba acto de piratería el tráfico de esclavos. Sin
embargo, en la práctica, la ley no tuvo resultados hasta 1850, cuando Inglaterra invadió
puertos brasileños para echar a pique a barcos que, según se suponía, transportaban
esclavos.
La esclavitud impedía que se formase una verdadera nación, ya que permitía que una parte
de la población subyugara a la otra. Impedía la integración social y política del país y la
formación de una fuerza armada poderosa. Impedía el desenvolvimiento de las clases
sociales y del mercado de trabajo, no había clase obrera asalariada y libre. Por estas
razones, en 1888, finalmente, se llegó a la abolición definitiva, aunque los libertos no
recibieron ni educación ni tierras ni empleo. La liberación de los esclavos no trajo consigo
una igualdad efectiva.
Por último, los latifundios, obstáculo para el crecimiento de un estado nacional, fue
reemplazado por el proceso de urbanización que se dió a partir de la inmigración. Allí, en las
ciudades, se desarrolló un industrialismo fuerte que se consolidó a partir de 1920.

C) ​Analice comparativamente, sobre dos casos nacionales (Brasil, México, Bolivia, Chile), la
conformación (actores sociales y políticos) y dinámica del pacto de dominación oligárquica,
centrándose en la tensión entre centralización / descentralización del poder político.

Luego de la crisis del orden colonial y de sus formas de ejercicio de la dominación social,
política e ideológico-cultural, se abrió un nuevo proceso en el que establecieron nuevas
formas de dominación. La “larga espera” de la que hablaba Halperín Donghi para referirse a
los resultados de la independencia, originó una sensación de pesimismo. La militarización y
la violencia contínua, la degradación de la vida administrativa y el debilitamiento
institucional, despertaron el surgimiento de conservadurismos fuertes de tipo oligárquico.
Este tipo de ejercicio de la dominación, caracterizado por una fuerte concentración de poder
en un reducido número de familias que excluye a la gran mayoría de la sociedad de los
mecanismos de participación política, es un tipo de dominación que se enmarca en el
reclutamiento cerrado de los designados para funciones de gobierno, basado en criterios de
linaje, tradición, raza, prestigio, honor militar, dinero o habilidad política. Se compone de una
base social angosta y es fundamentalmente coercitiva y antidemocrática. La dominación
oligárquica es una red vertical que se construye a partir de la hacienda, considerada matriz
de las sociedades latinoamericanas, y que sabe combinar la centralización y
descentralización entre grupos dominantes de diferente alcance (regional, nacional,
provincial) en el ejercicio del poder público. Lo hacen mediante el clientelismo, la burocracia
y otros mecanismos de control intraoligárquico.
El dominio oligárquico se da de diferente manera en todos los países. Suele variar en
materia de centralización/descentralización. Algunos países tienden a una gran
descentralización, los poderes locales y regionales constituyen el centro principal de poder,
mientras que en otros el poder central se refuerza gradualmente por causa y a pesar de los
poderes locales, en otros se presenta una tendencia al debilitamiento de los poderes locales
y se fortalecen los centrales, y en otros se asiste a una primacía única y temprana del poder
central. Sin embargo, el pacto de dominación oligárquica del caso boliviano es muy
particular y no cabe dentro de ninguna de las 4 tipologías recién mencionadas.
En el caso boliviano, la denominada Revolución Federal encabezada por el partido liberal en
1899, llevó a cabo el desplazamiento de la capital del país de Sucre a La Paz, manifestación
en el plano político del pasaje de la hegemonía minera de la plata a la del estaño, que
implicó una redefinición espacial, geográfica y social, de la dominación. Este régimen, al
igual que el conservador anterior, buscó la destrucción de las comunidades indígenas y la
expansión de las haciendas. La exclusión civil, política y social de la ciudadanía, se mantuvo
junto con la ausencia de enseñanza pública. El español continuaba siendo la lengua
minoritaria en la república, aunque fuera la única utilizada en la economía nacional y en la
vida política. Dados los requerimientos de estar alfabetizado para poder votar, podría
afirmarse también que el régimen boliviano era un sistema político de limitación efectiva del
derecho de sufragio. La élite se ocupaba de mantener a las masas indígenas apartadas de
la política, así como de negarles el acceso a las armas o a cualquier otro medio efectivo de
protesta. El ejército, especialmente tras su profesionalización y modernización, se convirtió
en la herramienta indispensable para mantener la sumisión de los indígenas y sofocar sus
levantamientos.
Durante la era liberal emergió un nuevo, e inusual, liderazgo político. Dado que los
empresarios mineros estaban demasiado ocupados en la vida comercial como para
participar en la vida política nacional, una nueva clase de abogados y letrados conducía los
asuntos gubernamentales en función de sus intereses. La conducción política, de pequeña
pero suficiente cantidad de personas bautizadas como “La Rosca”, se encargaba de
garantizar, desde el núcleo de poder centralizado en la ciudad de La Paz, la hegemonía
económica de los barones del estaño, líderes de la nación. Los grupos de poder económico
concentrado no requerían en este caso, intervenir directamente en el proceso político para
garantizar el cumplimiento de sus intereses. Lo hacían a través de La Rosca, que
efectivamente, les garantizaron un proceso de expansión del estaño acompañado de un
apogeo económico muy favorable.
El caso de Brasil es radicalmente distinto, allí, a diferencia de Bolivia, el poder central se
reforzaba gradualmente por causa y a pesar de los poderes locales. La primera república
(1889-1930) fue el primer gobierno de las oligarquías estatales brasileñas. La república
introdujo un régimen liberal basado en la federación donde se establecieron rápidamente
partidos únicos. Estos partidos lograban organizar a todos los caciques, actores políticos
clave de los diferentes poderes locales. De esa manera, descentralizando un tanto el poder
a través de los coroneles como focos clientelares, bloqueaban cualquier intento de
participación política. El pacto de dominación oligárquica se ejercía en el interior de las
sociedades estructuralmente agrarias, fuertemente estratificadas, donde regían lógicas
paternalistas. La alianza intraoligárquica de los grandes estados les permitió conservar el
control de la política nacional hasta 1930. Por esta razón, se conoció a la primera república
como la “república de los coroneles”. El término proviene del rango más alto de la Guardia
Nacional, aquel individuo que más poder poseía en los municipios y que ya históricamente,
desde el Imperio, había sido un agente de gran influencia política. El término coronel,
equivalente a cacique mexicano, era sinónimo de jefe político local. El coronelismo era la
política basada en la alianza de esos jefes locales con el poder nacional, personificado en
los distintos presidentes de los estados, y de estos últimos con el presidente de la república.
Los coroneles compraban, engañaban o simplemente excluían a los electores. No había
elecciones limpias, al igual que en Bolivia y el resto del continente.
A su vez, es posible notar otro paralelismo con Bolivia en la fragmentación y concentración
simultánea de la dominación. Tanto Brasil como Bolivia descentralizan cierta cuota de poder
político en sus alianzas, garantizando el cumplimiento de sus intereses y la privatización de
la vida pública, la participación política. El clientelismo político es la más paradigmática
forma de garantización de la continuidad oligárquica.

Bibliografía:

-Lynch, J. “Las Revoluciones hispanoamericanas”.


-Tulio Halperín Donghi, “Historia contemporánea de América Látina”.
-Ansaldi, W. (editor), “Tierra en llamas, América latina en los años 1930”.
-Klein, H. (2000): “Bolivia, desde la Guerra del Pacífico hasta la Guerra del Chaco”, en
Bethell, L., ​Historia contemporánea de América latina​, Tomo 10, Crítica, Barcelona.
-Bethell, L., ​Historia contemporánea de América latina​, Tomo 10, Crítica, Barcelona.
-Pearse, A. “Campesinado y revolución. El caso de Bolivia”
-Murilo de Carvalho, J. Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil, 1° y 2° parte, FCE.
-Fausto, B. “Brasil: estructura social y política de la Primera República, 1889-1930” en
Bethell, Leslie, ed., Historia de América Latina, Tomo 10.
-Chiaramonte, J.C. “Raíces históricas del federalismo latinoamericano”.
-Graciarena, J. “El Estado Latinoamericano en perspectiva”.
-Ozslack, O. “Formación histórica del Estado en América Latina”.

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