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Linfocitos T
Universidad Nacional del Nordeste
Facultad de Medicina
Cátedra de Bioquímica
Brandan, Nora
Profesora Titular. Cátedra de Bioquímica. Facultad de Medicina. UNNE.
Luponio, Alberto
Jefe de Trabajos Prácticos. Cátedra de Bioquímica. Facultad de Medicina. UNNE.
González, Juan José
Ayudante Alumno por Concurso. Cátedra de Bioquímica. Facultad de Medicina. UNNE.
González Roibón, Nilda
Ayudante Alumna por Concurso. Cátedra de Bioquímica. Facultad de Medicina. UNNE.
Klinzuk, Sofía
Ayudante Alumna por Concurso. Cátedra de Bioquímica. Facultad de Medicina. UNNE.
Introducción
El hombre, como todos los seres vivientes, está amenazado constantemente por agentes
patógenos (infecciosos o no) que pueden favorecer el desarrollo de una enfermedad.
Todos estos organismos poseen mecanismos defensivos protectores que les aseguran cierta
integridad, y solamente por falla de los mismos puede desencadenarse un estado patológico.
Conceptos:
Inmunidad (del latín, “estar libre de carga”): reacción a las sustancias extrañas, incluyendo
microorganismos, así como macromoléculas, tales como proteínas y polisacáridos, sin que
dicha reacción tenga una repercusión fisiológica o patológica.
Sistema Inmunitario: constituido por las células y moléculas responsables de la inmunidad; es
extremadamente complejo y posee una diversidad de actividades para mantener la
homeostasis de la salud.
Respuesta Inmunitaria: es la respuesta global y coordinada tras la introducción de sustancia
extrañas.
Antígeno: cualquier sustancia capaz de unirse específicamente a un anticuerpo o a un receptor
de la célula T. Prácticamente cualquier clase de molécula biológica (metabolitos
intermediarios, azúcares, lípidos, autacoides y hormonas, así como también macromoléculas,
hidratos de carbono complejos, fosfolípidos como ácidos nucleicos y proteínas) puede actuar
como antígeno. Sin embargo, sólo las macromoléculas pueden iniciar la activación linfocitaria
necesaria para la activación de anticuerpos; estas moléculas se denominan inmunógenos.
Para protegerse contra estas agresiones, el organismo ha desarrollado diferentes mecanismos
de defensa:
Comenzando con la Inmunidad Natural o Innata, inespecífica, que abarca desde las
denominadas “barreras físicas” (piel, secreciones de las mucosas, enzimas proteolíticas,
pH del estómago, etc.) hasta la activación de factores humorales, como el Sistema de
Complemento (por la vía alterna), o celulares, como la fagocitosis por macrófagos o la
activación de las células NK.
Si, a pesar de la activación de todos estos mecanismos de la Inmunidad Natural la
infección sigue progresando, el sistema inmune pondrá en marcha el mecanismo de la
Inmunidad Adquirida, también con la activación de mecanismos humorales (activación
del Complemento por la vía clásica y anticuerpos producidos por linfocitos B o Ly B) y
celulares (desarrollo de citotoxicidad dependiente de anticuerpos y por linfocitos T
citotóxicos o Ly Tc).
Dentro de este sistema celular existen dos tipos de linfocitos T, que se diferencian por la
expresión en membrana de dos moléculas de superficie diferentes (CD4+ o CD8+) que van a
determinar sus funciones efectoras:
bacterias que infectan y viven en el interior de distintos tipos celulares, así como
también de células neoplásicas.
Sólo el 5% de los linfocitos presentes en el timo permanecen viables para una adecuada
respuesta inmune y pasan a la circulación (el 95% restante muere por mecanismos de
apoptosis celular). Los Ly T que dejan el timo y alcanzan el torrente sanguíneo, van a
diseminarse por todo el organismo para alojarse en el tejido linfoideo corporal, más
extensamente en los ganglios linfáticos, vigilante ante la entrada de algún agente agresor.
Reconocimiento
Los Ly T responden únicamente ante antígenos proteicos unidos a proteínas de superficie de
otras células que “muestran” el antígeno a este linfocito (es decir, no responden ante
proteínas solubles o circulantes).
Estos antígenos proteicos deben ser procesados, ya que estos linfocitos sólo pueden reconocer
los fragmentos peptídicos derivados de éstos, y, específicamente, la secuencia de aminoácidos.
Estos fragmentos peptídicos se unen únicamente a proteínas de membrana codificadas por
genes CMH (Complejo Mayor de Histocompatibilidad). Se dice además, que este proceso está
“restringido por el CMH propio” (los linfocitos sólo responden ante aquéllos antígenos unidos
a moléculas que puedan ser reconocidas como propias).
Existen dos clases de moléculas CMH de membrana: Clase I, presente en las células nucleadas
y Clase II, presente en células del Sistema Inmune (Ly, macrófagos, células dendríticas, etc.)
Los antígenos derivados de proteínas citosólicas, son presentados en unión con el CMH
I y reconocidos por el linfocito T CD8+.
Los antígenos extracelulares, son procesados y presentados unidos al CMH II y
reconocidos por los CD4+.
El reconocimiento del antígeno en ambos casos (CD4+ o CD8+) se hace mediante el TCR
(Receptor de Células T), que no distingue entre antígenos extra e intracelulares, por lo que la
especificidad depende de su unión al CMH correspondiente.
Ambas cadenas presentan porciones extracelulares que contienen un dominio variable (V), N-
terminal, y una región constante (C), proximal a la membrana. Los dominios V tienen una
estructura terciaria similar a los dominios V de las inmunoglobulinas, y el dominio C de la
cadena es similar a los dominios C de éstas. Esta homología que contienen los dominios les
da la particularidad de ser miembros de una familia de moléculas que constituyen la
“superfamilia de inmunoglobulinas”
Las regiones V de las cadenas y del TCR poseen secuencias que son altamente variables
entre los diferentes clones de células T, lo que refleja su papel en el reconocimiento del
antígeno.
Además, las cadenas y contienen una región “bisagra” corta, adyacente a la cara exterior
de la membrana plasmática. Un residuo de cisteína en cada región bisagra contribuye a un
enlace disulfuro que une las dos cadenas.
Tanto las cadenas como las del TCR contribuyen a la especificidad en el reconocimiento del
complejo antígeno peptídico-CMH.
Las regiones altamente variables de estas cadenas se denominan “regiones de alta diversidad”
(existen al menos tres) y corresponden a las regiones determinantes de la complementariedad
(CDR) de las inmunoglobulinas. Ambas cadenas poseen CDR1 y CDR2 dentro de los dominios V,
mientras que el CDR3 no se encuentra en su totalidad dentro de este dominio.
Por lo tanto, la superficie de unión al antígeno de un TCR consta de tres bucles horquilla
hipervariables que aporta la cadena y tres, la cadena , dando un total de seis CDR.
Los segmentos transmembrana de todas las cadenas CD3 contienen un residuo de ácido
aspártico, que tiene carga negativa, característica importante para su asociación física con las
cadenas y del TCR.
Los dominios citoplasmáticos tienen una longitud que varía de 44 a 81 residuos aminoacídicos,
tamaño suficiente para traducir señales al interior de la célula. Cada una de las colas
citoplasmáticas posee una copia de una secuencia motivo, denominada “motivo de activación
del inmunorreceptor vía tirosina” (ITAM) o “motivo de activación para el reconocimiento del
antígeno” (ARAM), importante para las funciones de señalización. Este está compuesto por 26
residuos aminoacídicos, en los que la secuencia tir-x-x-leucina aparece dos veces con una
separación de seis a ocho residuos (x= aminoácidos sin especificar).
Los residuos de tirosina son fosforilados en respuesta al reconocimiento del antígeno por el
TCR; esto permite la unión de las proteínas que contienen dominios SH2 a los ITAM y la
iniciación de una cascada de señales intracelulares.
Los dominios extracelulares de las cadenas y son cortos, de 9 residuos; los residuos
transmembrana contienen ácido aspártico y los dominios citoplasmáticos son largos, de 113 a
115 residuos. Las cadenas y difieren entre sí por sus colas citoplasmáticas. Además, la
cadena posee tres ITAM.
Otra función de estas proteínas es facilitar la expresión en superficie del complejo TCR en su
totalidad.
Fig. 3. Interacción complejo TCR/CD3 con CMH correspondiente (II-Ly CD4+; I-Ly CD8+)
Moléculas accesorias
En el reconocimiento del antígeno, las moléculas CD4+ y CD8+ actúan como “correceptores”,
facilitando la adhesión a la célula respectiva y participando en la transducción de señales
tempranas al interior celular.
Esta segunda señal va a estar dada por las “moléculas coestimuladoras”, que son moléculas de
superficie presentes en células presentadoras de antígeno (APC) y/o diana, y que interactúan
con receptores específicos presentes en el linfocito T.
Estructura y función
CD4+: es una glucoproteína transmembrana, miembro de la superfamilia de inmunoglobulinas,
que se unen al CMH-II con funciones de adhesión y señalización, y se expresa en el 65 % de los
Ly T circulantes. Es un monómero que además puede expresarse en monocitos y macrófagos;
tiene cuatro dominios globulares extracelulares, incluyendo un dominio N-terminal, tipo V y
tres que no son ni de tipo V ni C. Hay además una región transmembrana hidrofóbica y una
cola citoplasmática de 38 residuos aminoácidos básicos principalmente.
En cuanto a las funciones, tanto CD4+ como CD8+ facilitan la adhesión entre células T y las APC
o células diana. El CD4+ se une al dominio 2 del CMH-II, CD8+ se une al dominio 3 del CMH-I;
además cumplen funciones de traducción de señales a través de una proteína llamada ICK, con
Una vez que los ITAM del CD3 y las cadenas son fosforiladas en sus residuos de tirosina por la
ICK, se convierten en “sitios específicos de acoplamiento”, que se unen a proteínas
citoplasmáticas con dominios SH2. Una de ellas, de gran importancia, es la denominada ZAP-
70, la cual para activarse debe ser fosforilada en un residuo de tirosina interno, lo cual ocurre
rápidamente tras su unión a la cadena .
Una vez activada la ZAP-70, puede autofosforilarse en otros residuos de tirosina y entonces
funcionar como una molécula armazón para el reclutamiento de otras moléculas de
señalización con dominios SH2.
Fig. 6. Las señales a través del complejo TCR/CD3/CD4/CD8 inician una cascada de tirosina proteína quinasa (TPK
o PTK).
2. las PTK fosforilan directamente a la PI PLC 1. Entonces, esta última activada cataliza la
hidrólisis de un fosfolípido de membrana, llamado “fosfatidil inositol 4-5 bifosfato”,
formando de este modo, los segundos mensajeros diacilglicerol (DAG) e inositol 1-4-5
trifosfato (IP3).
El IP3 estimula la liberación de calcio de los depósitos intracelulares, provocando una rápida
elevación del ión libre, que se une rápidamente a una proteína reguladora dependiente de
calcio, denominada “calmodulina”. Los complejos Ca2+-calmodulina pueden activar varias
enzimas, entre ellas algunas fosfatasas importantes para la activación de factores de
transcripción (FT).
La función del DAG es activar ciertas isoformas de proteínas quinasas, que junto con el Ca2+
estimulan la producción de enzimas para la activación de FT.
La PTK no solamente induce la escisión de fosfolípidos, sino que también activa vías de
señalización a través de la cascada RAS, las cuales sirven para unir receptores de la membrana
con quinasas que actúan a favor de corriente, incluyendo las cascadas de quinasas de
proteínas activadas por mitógenos (MAP). Al final, estas vías activadas, catalizan la
fosforilación y activación directa de FT o de sus componentes.
Por último, estos FT activados conducen a la transcripción de varios genes que codifican
citoquinas, receptores para citoquinas, y otras proteínas necesarias para la función efectora de
las células T.
Funciones efectoras
Como consecuencia de la activación, las células
proliferan y se diferencian hacia células efectoras,
que van a desarrollar sus funciones específicas:
Los Ly T citotóxicos llevan a la destrucción de la célula diana mediante adhesión estrecha, con
polarización de la célula T y liberación de sustancias almacenadas en gránulos preformados.
Estos gránulos contienen proteínas, como la perforina, que genera poros que permiten el paso
de agua y electrolitos, induciendo lisis osmótica. También en éstos se encuentran las enzimas
granzimas, que ingresan a la célula a través de los poros formados en la membrana; tiene la
capacidad de inducir la muerte celular mediante la fragmentación del ADN de la célula blanco,
probablemente induciendo el mecanismo de apoptosis.
Estos linfocitos activados también producen citoquinas, como el INF , que actúa sobre sí
mismo provocando mayor citotoxicidad, y sobre otras células, Ly Tc, NK, macrófagos y
neutrófilos, para amplificar la respuesta.
Aplicaciones clínicas
Se han descripto diversas enfermedades causadas o asociadas a deficiencias que afectan en
forma selectiva a ciertas moléculas del complejo TCR-CD3 (defectos estructurales) o bien a la
transmisión de señales de activación al interior celular (defectos funcionales).
Rechazo de transplantes
El rechazo de un injerto se produce por el reconocimiento que el huésped hace del tejido
injertado como extraño. En el hombre, los antígenos responsables del rechazo son los del
Sistema Principal de Histocompatibilidad (HLA o CMH). Es un proceso complejo en el que
intervienen tanto la inmunidad de tipo celular como los anticuerpos circulantes.
El papel de las células T en el rechazo de los transplantes fue comprobado tanto en el hombre
como en los animales de experimentación. La destrucción del injerto ocurre con la
participación de células CD8+ y CD4+. No se conocen por completo las bases celulares y
moleculares del reconocimiento por parte de las células T del huésped
La inmunidad adquirida es producto del sistema linfocitario del organismo. Las personas que
tienen una falla genética de linfocitos o cuyos linfocitos han sido destruidos por radiaciones de
sustancias químicas no pueden desarrollarla; días después mueren por infecciones bacterianas
fulminantes. Por tanto, está claro que estas células son esenciales para la supervivencia del ser
humano.
Bibliografía
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