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APUNTES DE ANTROPOLOGÍA CULTURAL

1. Definición de Antropología:
a. L. Polo: En suma, hay una dimensión de la antropología que es la dinámica: el estudio del despliegue
humano. Esa antropología tiene que ver fundamentalmente con lo siguiente: con la importancia
relativa que en el hombre tienen el pasado, el presente y el futuro. Desde este punto de vista, también
caben distintas interpretaciones. Si lo más importante es el pasado, sale un tipo de antropología, que
se podría llamar tradicionalista —aunque ese nombre, por otro lado, no es muy ajustado—. Si lo más
importante es el presente, aparece una antropología curiosa: se trata de las antropologías
presencialistas, como por ejemplo, la de Rousseau. Si lo más importante es el futuro, entonces aparece
la antropología dinámica, que prefiero porque es la antropología de la esperanza.
b. B Castilla y Cortázar. Entendemos aquí por antropología la concepción acerca del ser humano desde
el punto de vista constitutivo, es decir, desde lo que más íntimamente tiene que ver con el ser.
Teniendo en cuenta la complejidad del ser humano la filosofía ha distinguido siempre entre ser y
actuar. «Operari sequitur esse» reza el conocido adagio medieval. Si bien es verdad que el ser se
conoce a través de su actuar, la lógica ontológica es la inversa: si algo actúa de una determinada
manera es porque anteriormente está dotado de unas estructuras que le posibilitan esa actuación. De
ahí que, si un ser no pudiera por determinadas condiciones pasar a la acción, eso no implicaría negarle
el ser constitutivo que le corresponde.
c. JA García Cuadrado: La pregunta sobre el hombre ha llegado a ser la “pregunta fundamental”.
Según Kant, las 3 preguntas fundamentales de la filosofía son: ¿Qué puedo conocer? (Metafísica),
¿Qué debo hacer? (Ética), y ¿Qué puedo esperar? (Religión). Pero todas remiten a la pregunta de ¿Qué
es el hombre? La antropología vendría a ser la ciencia primera. Pero esta pretensión desvirtúa la
misma antropología. Porque el hombre no es el fundamento último, sino que él mismo se debe a otros:
el ser, el bien, la verdad, Dios, de modo que “él mismo (el hombre) ha de ser entendido desde estos
otros planteamientos”.
Muchas veces se usa el término antropología para referirse al estudio de la especie humana, su origen,
la prehistoria, las razas y costumbres primitivas (paleo-antropología). En sentido más amplio, designa
conocimientos históricos, psicológicos, sociológicos, lingüísticos, etc. que estudien el “fenómeno
humano’ desde distintas perspectivas (“ciencias humanas”)
d. Podemos responder desde una posición humanística y filosófica que trate del hombre, de sus
costumbres y sus diferentes modos de vida, de sus dimensiones fundamentales, de su destino, etc.
Todas estas posiciones son propias de la Antropología porque, según Hoebel 1, cumplen 3
características esenciales:
i. Tratan del hombre y sus manifestaciones como un todo (visión holística)
ii. Emplean el método comparativo
iii. Tienen en cuenta el concepto de cultura como ámbito propio de lo humano. Esta última
característica es también válida para la antropología filosófica, pues el concepto de cultura
encierra en sí un concepto de hombre2
Como la tarea que se asigna a la antropología es muy vasta, es fácil que se multipliquen las
subdivisiones y paradigmas que agrupa. Se ha llamado a la antropología como cultural, física,
económica, social, aplicada, médica, psicológica, lingüística, filosófica, cognitiva, ecológica,
hermenéutica, funcional, simbólica, estructural, etc. Cada acotación encierra una forma particular de
entender la antropología y una serie de actividades, a veces muy divergentes: observación, medición
de huesos y fósiles, reflexión, medición de variables corporales, entrevistas, encuestas,
excavaciones…
Divisiones de la Antropología
1
Hoebel, AE, Antropologia: el estudio del hombre. Omega (Barcelona, 1973).
2
Algo similar expresa Azcona cuando dice que: “el concepto de cultura encierra la problemática teórica de la antropología, pero, a la
vez, lo que los antropólogos han pensado y piensan sobre el hombre. El valor ideológico del concepto de cultura es con frecuencia
más importante que su valor analítico y heurístico” (Azcona, J, Para comprender la antropología, 2. La Cultura, Verbo Divino,
Navarra: 1988).
Casi todas parten de una bipartición emanada del mismo ser humano en su doble dimensión de ser
natural (corpóreo y biológico) y ser de cultura (civilizado, simbólico). A estas dos divisiones
empíricas ha de sumarse la especulativa propia de la antropología filosófica.
Definiremos Antropología Cultural como el estudio y descripción de los comportamientos
aprendidos que caracterizan a los distintos grupos humanos. El antropólogo cultural (o socio-cultural,
como se suele denominar hoy día) tiene que ocuparse de las obras materiales y sociales que el hombre
ha creado a través de su historia y que le han permitido hacer frente a su medio ambiente y relacionarse
con sus congéneres. También en la AC se dan varias subdivisiones: la Arqueología cuando estudia
los vestigios materiales de culturas que no contaron con testimonios escritos; la Lingüística
antropológica (o etnolingüística) que se ocupa de todas las lenguas pasadas y presentes con sus dos
enfoques principales: estructural y genético; el lenguaje es una parte de la cultura y puede aclarar
muchos aspectos de la historia de la cultura y del cambio cultural.
El resto de la AC, precisamente su parte más sustancial y genuina, está comprendida bajo el rótulo de
etnología general (estudio de los pueblos), y según el enfoque que se siga, se denominará etnografía
(si describe las formas de vida de determinados grupos sociales), etnología (si se pone énfasis en la
comparación de culturas, la reconstrucción de la historia de las culturas o el tema del cambio cultural)
o antropología social (que también compara las culturas pero en orden a establecer generalizaciones
acerca de la ligazón sociedades humanas-grupos sociales.

2. Definición de Cultura
a. Eliot, Thomas Stearns, Título: Notas para la definición de la cultura. Buenos Aires: Emece.
1952. 189 p; 2a. ed.
b. Comentario sobre TSE: El que Auschwitz hubiese sucedido en el seno de una gran tradición filosófica,
artística y científico-ilustrada, tornaba conflictiva la posibilidad de proclamar con confianza la
necesidad de un programa afirmativo de "regeneramiento" cultural. Estimo que es dable leer las
condiciones de producción del texto en el envés de la reticencia de Eliot respecto de cualquier receta
a implementar; así como en el cariz estoico que asumen sus juicios prescriptivos, negativamente
orientados a infundir reservas respecto de planes de acción afirmativos en lugar de promoverlos:
"No podemos decir: 'me convertiré en una persona diferente', sólo podemos decir 'dejaré este mal
hábito y trataré de adquirir este otro, que es bueno'. De igual manera, de la sociedad sólo podemos
decir: 'trataremos de mejorarla en este u otro aspecto, donde el exceso o la falta sea evidente [...]
Aun esto es expresar una aspiración mayor de la que podemos realizar: pues la cultura de una
época difiere de la de su predecesora debido, en mucho, a lo que destruimos sin comprender o
prever las consecuencias" (p. 25).
Para Eliot el intelectual estaba llamado a desempeñar una tarea vinculada con la preservación,
ocupar la reactiva posición de quien interviene en función de restablecer el equilibrio amenazado
por las fuerzas centrífugas de la economía y la política, a la par que se erige y legitima como
custodio privilegiado de los valores cohesivos legados por la tradición. Así, este texto es deudatario
de la tradición decimonónica que presentaba al intelectual como heredero del poder espiritual en
el mundo secularizado, y por ende legislador de un orden ideal e implícitamente rival del que
gobierna la sociedad; no obstante, el colapso de la fe humanista en la congruencia entre el cultivo
del espíritu mediante el conocimiento formal y el mejoramiento social, marca la diferencia y hace
de Eliot un autor irremisiblemente ajustado a su contexto. [Abbate, F. (2001) El carácter de la
intervención intelectual en Notas para la definición de la cultura [En línea]. Orbis Tertius, 4(8).
Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2919/pr.2919.pdf]
c. Gilbert Keith Chesterton: El hombre eterno (The Everlasting Man)
d. Werner Jaeger: Paideia.
e. Otros: Alejandro Llano, Kurt Spang, Rafael Gómez Pérez
A Llano: Designa realidades muy diversas entre sí; es un avance del hombre hacia sí mismo: un
crecimiento de lo humano en el hombre; el cultivo del espíritu. Tiene que ver siempre con la
perfección humana de la persona. Cada uno de nosotros, considerados individualmente o también
como integrados en comunidades o grupos, tiene ante sí el cometido de llegar a ser culto, mas corre
siempre el riesgo de fallar en el intento y convertirse en un personaje inculto, carente de esa calidad
interna, de ese espesor existencial que llamamos cultura. Juan Luis Vives: “La persona debe
esforzarse en cultivar y adornar el espíritu con conocimientos, ciencia y ejercicio de las virtudes;
de otra manera, el hombre no es hombre sino animal”. Ortega y Gasset: “La vida es un caos, una
selva salvaje, una confusión. El hombre se pierde en ella. Pero su mente reacciona ante esa
sensación de naufragio y pérdida. Trabaja por encontrar en la selva vías, caminos; es decir: ideas
claras y firmes sobre el universo, convicciones positivas sobre lo que son las cosas y el mundo. El
conjunto, el sistema de ellas, es la cultura, en el verdadero sentido de la palabra. Todo lo contrario,
pues, que ornamento. Cultura es lo que salva del naufragio vital, lo que permite al hombre vivir
sin que su vida sea tragedia sin sentido o radical envilecimiento”.
La tarea que la persona está llamada a acometer consiste en la realización de bienes y fines que le
superen, que le interesen a ella, precisamente porque no sólo a ella le incumben. Y son
precisamente en esos logros donde cada uno se acercará a conseguir la autenticidad que persigue.
… de alguna manera, todo es objeto de cultura: todo es cultura. Mas no se trata de una miscelánea,
de una feria de vanidades, como hoy día tiene a pensarse, precisamente por haber perdido la
radicación antropológica de eso que llamamos cultura. Si todo resulta ocasión para el propio
cultivo, es precisamente porque nuestro centro de gravedad está fuera de nosotros mismos, porque
no somos seres autorreferenciales sino proyectivos.
La raíz de todos los errores acerca de la cultura no es otra cosa que la cosificación. Tendemos a
creer que la cultura consiste en “cosas”: en cuadros, esculturas, exposiciones, muesos, pasarelas,
cuerpos, películas, subvenciones de bancos y comunidades, ministerios, canciones, conserjerías,
fundaciones, y demás curiosidades… La cultura no está hecha de cosas, justamente porque su
radicación – la mente y el corazón del hombre – no es cosa alguna, como tampoco lo es su
pensamiento, su amor, sus sentimientos o su gozo ante la belleza. Esta invalidación del fetichismo
de la cultura, de su reificación o cosificación, se encuentra iluminada espléndidamente en el libro
de T.S. Eliot, Notas para una definición de la cultura.
Lo que me interesa es qué va a ser de este mundo nuestro y cómo puedo yo cooperar con otros en
su configuración, de manera que logremos –entre muchos – dar lo mejor de nosotros mismos e
intensificar nuestra vida, hasta rozar con la punta de los dedos la grandeza a la que Dios nos ha
llamado. La cultura estriba en el conjunto armónico de conocimientos, virtudes, técnicas y
articulaciones imaginativas que darán cauce a esas aspiraciones. De tal suerte que la cultura es
proyecto, precisamente porque aúna en sí misma tradición y progreso.
A. de Saint-Exupery: “Una civilización es una heredad de creencias, de costumbres y de
conocimientos, adquiridos lentamente en el transcurso de los siglos, a veces difíciles de justificar
por lógica, pero que se justifican por sí mismos, como caminos que conducen a alguna parte, puesto
que abren al hombre su extensión interior.”
Los hábitos intelectuales y morales se hacen cultura porque no constituyen una realidad intimista,
sino potenciaciones estables de la actividad personal en la relación de cada uno con sus
semejantes y con el entorno social o natural.
Leer es una forma de pensar. Y se sabe desde hace tiempo que el pensamiento es una “funesta
manía” que pone en peligro las modas caprichosas y las costumbres impuestas. Es la tremenda
fuerza de la amistad y del silencio, que vienen a ser como el alma de la cultura. (…) Cultura es
distinción y nobleza. Es la obligación inexcusable de dialogar con las mentes más luminosas que
la humanidad ha generado a lo largo de su decurso histórico… la lectura de los grandes libros es
el único camino para lograr una formación armónica y completa, imprescindible para un
universitario que realmente quiera serlo, con independencia de la carrera que estudio y de la
profesión que llegue a desempeñar. Porque en toda actividad profesional lo importante no son las
cosas, son las personas.
R Gómez Pérez: Por cultura hay que entender el conjunto de actividades y modos de
comportamiento del hombre como miembro de la sociedad. Los surcos de la cultura se dan tanto
en las creaciones artísticas como en las investigaciones científicas, en los modos de hablar como
en las maneras de decir. Por todo esto, una sociedad acaba siendo lo que es su cultura.

3. Civilización:
a. Definición
b. La cultura y la civilización
4. Multiculturalismo: K Spang
a. Allí donde interviene el hombre deja siempre su impronta personal e individual. Sin embargo, lo
mismo que los hombres entre sí poseen una multitud de rasgos y características comunes, lo deben
poseer también los actos y las obras que realizan.
El concepto de cultura se relaciona con el de naturaleza, incluyendo todo lo preexistente, lo que se
desarrolla y crece sin intervención ajena. En cambio, la cultura abarca aquello en lo que interviene
el hombre, comprendiendo también la intervención en su propia naturaleza humana; en primer
lugar, se cultiva a sí mismo y luego su entorno. Sin embargo, esta intervención no puede ser
arbitraria, no todo el monte es cultura.
Cada actividad cultural, para ser cultural, tiene que ser forzosamente positiva, debe contribuir al
bien del hombre, a la mejora y al progreso de la humanidad.
La palabra cultura siempre designa dos aspectos: la actividad cultural y los resultados de esta
actividad. La actividad cultural presupone hombres cultos: sin su voluntad y capacidad no puede
surgir la cultura. (…) las capacidades culturales no constituyen un privilegio de unos pocos, pues
todos podemos crear cultura; es más, cada uno de nosotros debe responsabilizarse en este aspecto,
porque somos seres culturales por naturaleza. Todos estamos llamados a contribuir, en la medida
de nuestros talentos y posibilidades, a que aumenten y se conserven los bienes culturales. Y la
actividad cultural ya empieza con el respeto de los bienes existentes.
¿Cuáles son los atributos del hombre culto? Posee y desarrolla una serie de destrezas, virtudes y
conocimientos que transforman sus actuaciones en actos culturales. Las más destacadas de estas
propiedades son: el afán de saber, el amor a la verdad y a la justicia, la solidaridad y la sensibilidad
estética. Con estas propiedades hemos podido encontrar un denominador común que puede servir
para una definición mínima de la cultura. A esta base elemental deben añadirse, según los casos,
los aspectos geográficos, históricos, temáticos, etc. que aportan la diversidad a las múltiples
variaciones que pueden adquirir las actividades y exteriorizaciones culturales, también las que
suelen clasificarse como culturas nacionales o étnicas.
[Por otro lado] … la voz multicultura es un invento. En efecto, no se suele utilizar este sustantivo,
en cambio sí el adjetivo multicultural. (…) En primer lugar puede designar la coexistencia de dos
culturas autóctonas. La cultura universal es la multicultura por antonomasia, precisamente porque
se subdivida en diversas culturas, con sus numerosas particularidades. Y ello tanto en la
perspectiva histórica como geográfica. El segundo ángulo de vista se fija en el proceso dinámico
del encuentro de dos o más culturas en un espacio originariamente monocultural. Teóricamente
pueden distinguirse tres reacciones posibles: a) la tolerancia de la cultura ajena, b) la represión y
violenta opresión de una de las dos culturas y c) el mutuo enriquecimiento de las dos culturas. En
la mayoría de los casos, si no hay violenta eliminación de una de las culturas, se producirá una
paulatina tolerancia y con ello un enriquecimiento.
Globalización de la cultura: en el sentido negativo de uniformización, de pérdida de las
particulares características de una cultura que borra las idiosincrasias que constituyen la
orientación identificadora para una comunidad. Ocurre a la vez con la introducción de normas y
comportamientos incoherentes, desprendidos de sus raíces originarias y por tanto desorientadores
más que encauzadores. Surge el peligro de que se produzca una especie de “papilla” cultural que
haga desvanecerse el canon de los valores característicos y produzca una especie de cultura light
que se limite a un mínimo de orientación y sustraiga de la red cultural a las personas pertenecientes
a una determinada cultura entregándolas a la indiferencia y al individualismo desesperado. No
debería producirse una globalización de las culturas sino, al contrario, una culturización de la
globalización.
b. Identidad y fragmentación en las sociedades multiculturales. AN García Martínez (cfr.
5. García. Identidad y fragmentación…..pdf). Las sociedades multiculturales actuales son el
resultado de unos dilatados procesos de modernización. Las consecuencias de estos procesos
civilizatorios para la estructura social y para la personalidad individual han sido ampliamente
analizadas desde las disciplinas filosóficas, políticas, jurídicas o sociológicas. Este trabajo trata de
mostrar, en primer lugar, las abundantes convergencias que existen a este respecto entre numerosos
autores clásicos y otros académicos reconocidos en este ámbito de reflexión, como lo es
paradigmáticamente Charles Taylor. Además, apuntará algunas derivaciones socioculturales –
como el incremento de la violencia en las relaciones interpersonales – que esos procesos han traído
consigo y que están en el núcleo de perentorios desafíos para las sociedades contemporáneas.
INTRODUCCIÓN: Los desafíos de la sociedad multicultural
Diferenciación social y disciplinarización del yo
Identidad y reconocimiento en el pensamiento de Charles Taylor
La violencia como un problema de desinstitucionalización en sociedades multiculturales
CONCLUSIONES: Dos problemas son primordiales en las sociedades multiculturales: la
identidad –individual y colectiva – y la fragmentación cultural y sus consecuencias socio-políticas.
En diversos autores se manifiestan conexiones que llevan a considerar el proceso de la civilización
como uno de autocoacción de los impulsos o disciplinarización del yo, que supera una emergencia
de la individualidad cuando la gestión de la identidad es difícil por la diversidad cultural. Las
dificultades para la convivencia multicultural y la fragmentación que ocurre en sociedades
multiculturales conducen a una crisis institucional generalizada para la acción colectiva, en la que
la diversidad de patrones culturales provoca una ampliada informalización de la conducta. Esto
provoca una pérdida de respuestas prácticas colectivamente sancionadas como adecuadas, que deja
al individuo aislado de normas reguladoras de su conducta. De esta forma, la autocontención de
los impulsos que subyace esencialmente en el concepto de civilización sigue siendo un bien común
esencial en esas sociedades. Por esto mismo, ciertas tendencias culturales que llevan a menoscabar
esa civilización –entendida como contención y distanciamiento – suponen un riesgo que puede
poner en peligro la convivencia social.
Habrá que prestar atención a esta explicación sobre los presupuesto e implicaciones de la
civilización como punto de partida para el debate sobre los riesgos y vías de solución a los
problemas de la convivencia multicultural. Habrá que estudiar si esa tendencia hacia la
informalización y desinstitucionalización ya se está revirtiendo, comenzando un escenario nuevo
de reinstitucionalización de normas comunes ampliamente compartidas por distintos grupos
culturales. Será útil la noción de bien común como “bien relacional”: “No requiere la igualdad
de la identidad y no remite a un poder externo, sino que se funda sobre una cierta disposición de
los participantes hacia las cualidades humanas de la relación como tal. Requiere, en breve, el ser
producido y disfrutado conjuntamente por aquellos que están involucrados en la situación, si en
cuanto se orientan recíprocamente el uno al otro, según específicas disposiciones humanas”.
[DONATI, P. (1999). “El desafío del universalismo”, en BANÚS, E. y LLANO CIFUENTES, A.
(ed.), Razón práctica y multiculturalismo, Newbook Ediciones, Pamplona, p. 17.
c. Pluralismo, relativismo, consenso (cfr. JR Ayllón, Bioética, pluralismo y relativismo.pdf)
5. Antropología en la filosofía contemporánea: últimas corrientes. La recuperación de la persona y el
descubrimiento de su intimidad
a. Saberes que estudian al hombre: psicología, sociología, neuropsicología, antropologías científico-
positivas, etc.
b. Historia, humanidades, educación, literatura, etc.
c. Algunas perspectivas filosóficas: fenomenología, estética, filosofía de la religión, filosofía social,
metafísica, etc.
d. Antropología cultural
i. Disciplina que estudia diversas manifestaciones artísticas de distintas sociedades, expresiones
culturales de pueblos, tribus o civilizaciones antiguas o modernas.
ii. Método: interpretación, hermenéutica: intentar dar sentido a los diversos objetos producidos
por el hombre, al folklore, a los ritos, comportamientos, etc.
iii. Su parte racional corresponde a la razón práctica: su ámbito es lo verosímil, lo probable, pues
no hay en ese campo verdad definitiva. Su tema es lo contingente y lo operable por manos
humanas, no lo necesario.
e. Lo cultural es todo lo que produce el hombre, las realidades producidas por la acción humana. “Por
producidas por el hombre, las diversas manifestaciones culturales deben ser respetadas si se ajustan a
la naturaleza humana y a su crecimiento (ética). Lo contrario no es humano y no merece respeto. Es
el hombre el que inventa la cultura, no la cultura la que genera al hombre. De modo que es el hombre
el que está llamado a dotar de sentido a la cultura y no al revés. La cultura de la sociedad en la que
vive el hombre influye en la vida humana, no la determina; por eso una cultura vigente puede ser
aceptada, modificada, e incluso rechazada, pues todas las posibilidades culturales dependen de la
libertad humana. Además, la cultura es incapaz de culminación. Si el hombre esperara a culminar
como hombre cediendo toda su confianza a lo cultural se frustraría, puesto que ésta no cierra y, además,
por perfecta que sea, no llena los anhelos del corazón humano.” [p. 135].
f. La antropología cultura no describe el ser del hombre; sólo y parcialmente la esencia y naturaleza
humana. Las culturas son muy diversas a lo largo de la historia, pero el hombre es hombre a pesar de
las distintas culturas y por encima de ellas. Además, sobre lo humano, es persona. Y la antropología
personal se ejerce en primera persona: no requiere ser interpretado. “Y aunque en buena medida el ser
personal propio nos es desconocido, nadie lo confunde con el de otro, con una opinión, interpretación
o hipótesis humana ajena que se predique de él.” [p. 135]
6. Relativismo cultural:
a. Comentario de JA García Cuadrado a GÓMEZ PÉREZ, R (2001). Iguales y distintos. Introducción a
la antropología cultural. Madrid: EIUNSA. Uno de los últimos capítulos se dedica al problema del
relativismo cultural, y es donde de manera explícita se aborda lo que implícitamente se encuentra
presente desde el principio. El reconocimiento de un cierto llamado relativismo cultural (tomar
constancia de las evidentes diferencias culturales entre las distintas culturas) no puede hacernos olvidar
las dimensiones «naturales» del hombre. Es posible la síntesis entre naturaleza y cultura, pero para
ello es preciso formular adecuadamente la noción de «lo natural». No es acertada una caracterización
de lo natural como aquello que se da siempre y en todas las culturas, es decir, lo «necesario». Lo
natural tiene que ver más con lo óptimo, lo «normal» en la actuación del hombre que con lo
universalmente reconocido por los hechos. Por ejemplo, la familia ha sido siempre, en todas las
culturas, el núcleo básico de organización social por excelencia. Evidentemente, dado el carácter
plástico y moldeable del hombre es posible encontrar, desde el principio mismo de la civilización,
otras formas de relación entre los sexos, pues siempre han existido poligamias y uniones libres: pero
se han tratado de casos marginales que no han prosperado como tipo óptimo de organización social.
Por otro lado, el autor matiza las afirmaciones más radicalmente relativistas y se decanta por una
actitud más ligada al sentido común, gracias al cual parece oportuno admitir un moderado
relativismo: lo cual no implica una especie de historicismo relativismo moral: más allá de las
explicaciones sociales o históricas existen modelos de conducta básicos que responden mejor al
modo pleno de vivir la propia humanidad por parte del hombre. En otras palabras, hay actuaciones
o conductas de los pueblos que «humanizan» más a los pueblos; y otras costumbres que lo
envilecen.

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