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CUADERNOS DE ALTAGRACIA

Día Nacional del Escritor


Venezolano
236 años del nacimiento de Don Andrés Bello

Homenaje a los Garmendia


por la Paz y por la Vida

Julio Hermann Salvador

Miércoles 29 de noviembre de 2017


Cuadernos de Altagracia “Anuario”
©“Red de Escritores y Escritoras socialistas Lara”
Colección Ramón Querales Serie II: Historia local
© Fundación Editorial El perro y la rana
Centro Simón Bolívar, Torre Norte piso 21. El Silencio
Caracas - Venezuela 1010
Teléfonos: 02127688300 - 7688399
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www.el perro y la rana gob.ve
www mincultura.gob.ve.mppc/
Sistema de editoriales Lara / Consejo Legislativo / dirección de Información y
Documentación. Carrera 17 esquina calle23. Plaza Jacinto Lara
Barquisimeto - Estado Lara
Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela, capitulo Lara

Diseño y Diagramación
Antonio Duno
Consejo editorial
Yajaira Álvarez
Norys Saavedra
Omar Villegas
Venancio Hugo Rodríguez
Corrección: Antonio Duno
leelo y descarga en:

ISBN: 978
Deposito legal: DC

Impresión digital
Cuadernos
de
Altagracia
Octavo Aniversario

Homenaje a los Garmendia

236 AÑOS DEL NATALICIO DE


DON ANDRéS BELLO

DIA DEL ESCRITOR VENEZOLANO


29 DE NOVIEMBRE DE 2017
Prologo
Cuadernos de Altagracia nació como un díptico impreso en el año 2010, con el apoyo de Armando
Aguilar, operador del Sistema de Imprentas de Lara, ubicado en aquel entonces en la Biblioteca Pio
Tamayo. Lo recordamos y aún conservamos algunos ejemplares amarillentos en papel de traza de
aquel diptico dedicado al poeta José Parra Pineda, luego de este, por cada año que cumplíamos
íbamos cambiando su aspecto hasta que una vez logrado el convenio con la Fundación Editorial El
perro y la rana comenzamos a imprimir el cuadernillo que hasta ayer nos venía representando.
Ante la crisis material de insumos propios de una editorial como la nuestra, asumimos que dicha
crisis no se tradujera a lo espiritual, pues la ausencia de nuestro poeta Antonio Urdaneta, su creador,
pudiera originar el fin de los cuadernos, pero no ha sido así; decidimos insuflarle el ánimo con que se
inició y mientras el poeta Urdaneta se recupera en cuarteles de invierno, nosotros supliremos dicha
ausencia reconociendo no obstante que el valor de su presencia es vital.
Las generaciones futuras que nos van a suceder, estamos seguros que le darán crecimiento
y actualidad constante a nuestros Cuadernos de Altagracia, a los valores y principios que rigen
nuestras vidas en comunidad, como nación soberana y en esto cabe mencionar que el Estado Lara
tiene en su haber un valioso caudal de escritoras y escritores por reconocer su influencia en nuestro
imaginario local, nacional y más allá...
Hoy día del Escritor y la Escritora, a 236 años del nacimiento del Patriarca de las letras venezolanas,
Don Andrés Bello dedicamos este afectuoso e importante Homenaje a los Garmendia en el
marco de la actividad nacional “por la Paz y por la Vida”. Reconocimiento por demás Universal de
su inquietud por nuestras tradiciones y vocación libertaria.
También hoy nos presentamos por primera vez como un anuario digital en pdf, aunque, quizá sea
ahora el momento de solicitar el apoyo de la Imprenta del Estado, para darle continuidad a tan
generosa y poética iniciativa y así poder hacerla llegar a las manos del pueblo larense.

Hacemos un ejercicio de memoria sobre los Cuadernos editados


Volumen I Homenaje a José Parra Pineda 2009-2010
Volumen II Homenaje al profesor Pablo Pereira 2011
Volumen III Homenaje a Renato Aglagliatte 2012
Volumen IV Homenaje a María Inés Duin 2013
Volumen V Homenaje a los colectivos literarios juveniles de Lara 2014
Volumen VI Homenaje larense al poeta Elísio Jiménez Sierra 2015
Volumen VII Homenaje larense al Ruben Darío. centenario de su nacimiento.
Volumen VIII Homenaje a los Garmendia

Nuestro agradecimiento a todas y todos los que nos acompañan en esta aventura de plaza tan
arraigada en nuestros corazones, ideada para rescatar de forma permanente a los mujeres y hombres
que han aportado, aportan y aportarán al universo escritural de nuestro Estado.

Antonio Duno
Caminito que un día
Por Ramón Querales
Cronista del Municipio Iribarren

Se busca a Hermann Garmendia


Don Hermann Garmendia nació en Barquisimeto el 7 de junio de 1917.
Periodista, escritor, historiador, humorista, crítico de arte. Escribió muchas páginas sobre poesía, músi-
ca, teatro, pintura, danza, cine, filosofía, historia.
Profundizó en la sabiduría que dimana del pueblo y fue también acucioso folklorista: como tal nos
entregó ricas páginas sobre las costumbres y usos del pueblo larense en crónicas salpicadas de buen
humor y decir elegante. Amaba la escritura llana mediante la cual expresaba su apasionado deseo de
llegar a las más amplias capas de la población para entregarles los vastos conocimientos que poseía
tomados de los libros y experimentados en la realidad de su propio vivir. (RE)VISIÓN, 1995, p.105).
Su muerte, desempeñándose como el cuarto cronista oficial de Barquisimeto, el 24 de mayo de 1990,
causó hondo pesar en buena parte del conglomerado intelectual, político y popular del estado Lara,
pues no en balde durante varias décadas de activo, sagaz y profesional ejercicio del periodismo, en
órganos locales y nacionales, había incursionado en la vida cotidiana de la ciudad, en los eventos más
significativos de su quehacer cultural, acerca de los grupos e individuos que lo impulsaban y promo-
vían, valorando en sus exactas dimensiones la calidad o pertinencia de cada expresión individual o
colectiva. Sus columnas periodísticas, especialmente “El Camino y el Espejo”, espacio de necesaria
consulta diaria con la cual constituyó, para la comunidad de sus lectores, es una fuente inestimable y
culta de información y aprendizaje.
Se alargaría en demasía esta columna con la lista de los órganos periódicos donde publicó sus trabajos
como redactor, director, colaborador, columnista, pero ello dice a plenitud de la intensidad y extensión
de su labor periodística en la cual sus opiniones y críticas, resaltan por su alta calidad y pensamien-
to creador pero es obligatorio destacar que en EL IMPULSO y luego en El Informador fue donde más
tiempo colaboró con su columna El Camino y El Espejo y en el segundo de estos diarios, además, los
lunes de cada semana, publicaba la Reseña de la Añoranza que era un polifacético reportaje fotográfi-
co de la vida y milagro de la ciudad de todos los tiempos.
Otra faceta de su labor intelectual la constituye la que desempeñó como cronista.
Los cronistas oficiales de ciudades eran valiosas personas a quienes los municipios rendían homenaje
en vida, designándolos como tales con carácter honorífico, en algunos pocos casos con gastos de re-
presentación para asistir a ciertos eventos propios de su gestión.
Hermann Garmendia fue el cuarto cronista oficial de Barquisimeto cargo que desempeñó entre 1967
y 1990, lapso durante el cual desarrolló una labor altamente meritoria, especialmente si se considera
que para ejercerla no contó con los recursos presupuestarios, técnicos ni de personal a su cargo, tan
necesarios en esta misión de investigar los procesos históricos y difundir los resultados obtenidos; sólo
su gestión particular cerca de amigos generosos e influyentes vencieron estas duras circunstancias,
logrando el patrocino necesario para la publicación de varias obras que a continuación se nombra en
orden cronológico: Sociología pintoresca de Barquisimeto, 1969; Crónica de Barquisimeto : El asesina-
to del gobernador, 1970; Para la historia del Central Rio Turbio, 1970; Ámbito histórico de Santa Rosa,
1971; Barquisimeto en sus primeros tiempos, 1972; Así nació Barquisimeto, 1980; Cuando el conquis
tador Juan de Villegas, 1981, de los cuales solamente los dos primeros, folletos de no más de 38 pági-
nas cada uno, fueron patrocinados por el Concejo Municipal de Iribarren.
En razón de la profunda y extensa simpatía adquirida por Garmendia luego de su muerte se
designaron con su nombre un Congreso de Literatura, una escuela en el Municipio Planas,
un premio de periodismo y una avenida en el noroeste de la ciudad en la cual, con patrocinio
de la Universidad Fermín Toro, se colocó un busto cuya semejanza con el homenajeado era
bastante escasa pero así y todo fue una bonita manera de eternizar su memoria en un lugar de
la ciudad.
Un día el vandalismo actuó y con la malévola eficacia de su acción el rostro del cronista fue
desfigurado al despojarlo de su fosa nasal. Allí permanecía el desnarigado busto sin que en el
largo tiempo que así estuvo, algún órgano competente del Municipio se interesara en reparar
el infame daño, hasta que otro día el busto desapareció y luego de muchos meses no ha re-
gresado a su pedestal.
La Constitución Bolivariana de 1999 en su artículo 99 establece lo siguiente:
“El Estado garantizará la protección y preservación, enriquecimiento, conservación y restau-
ración del patrimonio cultural, tangible e intangible, y la memoria histórica de la Nación” y
el mismo artículo advierte que “La ley establecerá las penas y sanciones para los daños cau-
sados a estos bienes”.
No por temor a una hipotética sanción, sino por simple sensibilidad ciudadana, cariño a la
ciudad, eficacia en la acción administrativa, la autoridad u organismo al que corresponda,
debería en el menor tiempo posible ocuparse de este asunto y vindicar la memoria del cuarto
Cronista Oficial de Barquisimeto, 1967-1990, y restituir a su pedestal, completamente restau-
rado, el busto de don Hermann Garmendia.
Es justicia.

Tomado de la página Web del diario El Impulso. caminitoqueundía@hotmail.com


caminitoqueundía@yahoo.com
RQ/ Francis. caminito 2013.
Herman Garmendia
Es uno de los grandes escritores larenses de proyección nacional que abarcó desde la crítica de arte, el
periodismo, la novela, el ensayo histórico y la investigación social en casi todos los géneros.
Se destacó como el cuarto cronista de la ciudad de Barquisimeto (1967-1990) realizando importantes
aportes a la investigación Etnográfica y la historia local. Fue columnista en aquella época de los diarios
El Impulso y El Informador, con su columna llamada El camino y el espejo la cual era centro de referencia
informativa para el lector crítico y el común, Herman se caracterizó por tener una personalidad extrovertida
y muy dada al sarcasmo político que siempre utilizaba para abordar temas de conducta y actividad
social en el seno de la comunidad.
Combinaba la crítica con el humor negro y el análisis histórico (léase ¨Cuando el conquistador Juan de
Villegas), realizaba actividades organizativas de los hombres y mujeres de letras, tales como la fundación
de la Asociación de Escritores del Estado Lara, la cual nace como respuesta contundente contra el control
hegemónico de la literatura de una camarilla que manejó por mucho tiempo, los destinos y los recursos
financieros del arte escrito en el Estado Lara.
Garmendia fue incisivo hasta el último momento contra los políticos y corruptos del arte, fue un
adelantado visionario de lo que debíamos ser los sujetos del arte, habló siempre de incorporar a los
jóvenes al mundo de la escritura pero de manera organizada, dándoles oportunidad de surgir y de ser
reconocidos como protagonistas de la palabra escrita. Publicó una obra extensa en revistas y periódicos
y una bibliografía que abarca los siguientes títulos:
Sociología pintoresca de Barquisimeto (1969)
El asesinato del gobernador (1970)
Para la historia del Central Rio Turbio (1970)
Ámbito Histórico de Santa Rosa (1971)
Barquisimeto en sus primeros tiempos (1972)
Así nació Barquisimeto (1980)
Cuando el conquistador Juan De Villegas (1981)

Hoy en el Centenario de su nacimiento, debiéramos volver retrospectivamente la mirada al legado de


Herman Garmendia, a retomar el encuentro literario que lleva su nombre y relanzar su pensamiento y
obra para las generaciones venideras.

Armando Mogollón
“Tienda de Muñecos” de Julio Garmendia.
Estudio Libre para teatro
Habitación de hostal. Julio Garmendia (J.G) viste chaqueta de paltó color marrón,
camisa blanca sin corbata y pantalón negro, zapatos negros, en sus manos lleva
anillos en casi todos los dedos como los pintores impresionistas. Es de noche, se
oyen ladridos de perros.

- Padrino: (Tos seca). ¿Quién anda ahí?


- Julio Garmendia (J.G): Soy yo Padrino, bendición.
- Padrino: Se me nublan los ojos. Me flaquean las piernas, ya no puedo recorrer sin fatiga la corta
distancia que me separa de los bandidos. Por estos síntomas, conozco que voy a morir. No me
prometo muchas horas de vida y desde ahora heredarás la ¡TIENDA DE MUÑECOS!. (J.G; observa
entrada de muñecos):
- (Entra Muñeca Bailarina con movimientos sin música)
- Presentador 1: Y aquí vienen marchando los muñecos preferidos de los niños! Los soldaditos de
plomo….
- (Tropa de soldaditos de plomo. Sonido de desfile. Banda marcial).
- Presentador 1: A estos guerreros les debemos largas horas de paz, nos han dado buenas utilida-
des. Vender ejércitos es un gran negocio….¡Traficantes de la guerra con su venta de armas!.
(Entrada de profesor y médico):
- Aquí estamos los muñecos científicos…
- profesores y médicos….
- Guardianes del saber y de la ciencia,
- salvadores del conocimiento y de vidas.
- Presentador II: Hoy convertidos en eminencias de cartón y profundidades de aserrín, que per-
manecen en la oscuridad que a los otros les conviene. No cifréis, pues, mayores esperanzas en la
utilidad de ese renglón, ¡Nadie los compra ya!.
- Presentador I: En cambio, son muy deseables las muñecas de porcelana, (señala), siempre tan co-
quetas que se colocan con mucho provecho y ganancias. También las de pasta y celuloide suelen
ser muy solicitadas por lo famosas y envidiadas…y hasta las de trapo encuentran salida.
- Presentador II: Los doctores de la ley, (entrada de abogados) los abogados. Estos muñecos se
venden bien, pero ten cuidado con ellos porque lo que esperabas ganar se lo embolsillan y siem-
pre les quedas debiendo. Son como pelotas de goma, rebotan y están por encima.
- (Los abogados hacen gestos de disgusto y enojo y señalan que no con la mano y la cabeza).
-
-
- Presentador I: Los animales, no los olvides, los tiernos ositos de peluche. Pero en especial te reco-
miendo a los burros, siempre han sido sostén de nuestra tienda, se han vendido muy bien… la
ignorancia es temeraria y tiene clientes a montón.

- (J.G. Se dirige a su mesa, con él los personajes de la tienda de muñecos, forman un círculo alre-
dedor de él. J.G tira de la manta que cubre el escritorio, se dirige al centro de escena, y se tapa
con la manta, a la vez se escucha la siguiente voz en off):

- Voz en off: “Siempre habré de recordarlo, como en un tiempo ya lejano, por la tarde en una de
las esquinas de la plaza Bolívar de Caracas, en espera de un tranvía para irse fuera de la ciudad.
En realidad, se iba con su misterio, y nadie sabía hacía dónde. Y por la noche, puntualmente se le
encontraba por los mismos alrededores. No andaba en secreto, pero sin embargo nadie conoció
nunca de dónde venía. Este fue el Julio Garmendia que conocí, tal vez por los comienzos de la
década de los años veinte. Igual fue el que vi por última vez algún tiempo antes de morir, por
los años setenta. Sin duda su rostro había envejecido, pero su misterio no, el cual a veces se es-
condía en sus pupilas tenaces, alma hacía adentro, o florecía en sus labios fraternos, alma hacía
afuera”.
Roberto Valecillos.

FIN.
Guachirongo en el tiempo infinito del crepúsculo
Al principio fue la palabra, la melodía memoriosa de los cantos, el palabreo mágico en la orilla
centelleante de la fogata, o en la tarde encendida del crepúsculo. Todo memoria, a riesgo de olvido.
Y entonces de la reminiscencia, acompañando las sagas de los héroes, guerreros, mujeres y hombres de
los pueblos exploradores de la Tierra, nacieron los poetas, los juglares, los biendicentes, los del verbo
ambulante, los memoriosos maestros del canto y la palabra resguardada. Tiempo después las grafías,
pictogramas, ideogramas, glifos, quipus, petroglifos, alfabetos, escrituras. Aún así, asida a las canciones,
la memoria resistía temerosa la materia amenazante y deleznable del olvido. Nos propusimos guardar
los recuerdos originarios de nuestros ancestros para salvar nuestras raíces y no extinguirnos en el
desarraigo, grabar nuestros mitos de creación y fundación, leyendas, y deidades; pero oceánicamente
ellos fueron abolidos o subordinados en los pergaminos coloniales del genocida y belicoso Viejo
Mundo. En los estandartes, espadas, arcabuces, cruces, bulas y biblias de los que vinieron a borrar
todo vestigio de nosotros mismos, todo canto, todo ritual a Inti, Yivat, Kazi, el Padre Sol, la Pachamama,
la Madre Tierra.

Descendimos brutalmente al Silencio, mientras reaprendíamos alfabetos extranjeros y ceceantes.


Renació la voz y la palabra con letras y voces obligadas. Mas, entre los intersticios y acentos del rigor
gramático foráneo se filtraban ríos, montañas, árboles intraducibles, jaguares, guacamayas y tapires,
maíces, yucas, ajíes, tunas, totumas, cocui y cocuizas.

A pesar de las nostalgias colonizantes, los pueblos nativos refundados con el trabajo esclavizado,
se renombraron con léxicos de indios, Barquisimeto, Cabudare, , Sanare, Sarare, Carora, Siquisique,
Quíbor, y sus aldeas y caseríos, para no ceder el territorio a las devastaciones del Olvido, impuesto en
encomiendas de Santiagos, Segovias, Purísimas Concepciones, de aleve devoción española. Dios
mediante!

Aún con esas letras conversas, atestiguamos las estirpes, las batallas y los desencuentros que
nos empujaban al olvido. Y devino crónica, historia, literatura. Y así, siglos después, en un barrio
barquisimetano cerca de la laguna de La Mora, vivió en la tercera década del siglo XX, desandando
plazas y zaguanes, uno que no era héroe, sino personaje, es decir, actor del teatro del tiempo, un
pueblerino comedor de ají chirere y papelón. Juan Quimpón, era su nombre en la fábula, un loquito
innato y astrónomo sin oficio , diestro en nubes y crepúsculos. Un poeta nativo que sí sabe de
mitologías de la vieja ciudad y su río Bariquecemeto, Wilmer Peraza, relata que el apodo de Juan
Quimpón, Guachirongo, vino del pueblo. De sus gritos, pregones, burlas y afectos iletrados: Juan
Quimpón, Juanquimpón, Guanquimpoon, Guachiroon, Guachiroon-go, Guachirongo!

Y así, hombre y personaje, recorrió a gritos, cantos y bailes, con sus leales perros yusos guaros ,
su espacio-tiempo barquisimetano. Materia frágil para el desolvido y la amnesia.

Pero el poeta, el escritor, el escribidor apunta su mirada a la calle y personaje, y con un viejo rito,
la creación del mito (siempre nacido de la Verdad) los funde y refunda. Guachirongo pasa del espacio
finito a la letra imborrable. Y en tanto el maestro de la palabra sobrevenida, Julio Garmendia, recrea sus
fábulas en La Tuna de Oro, mientras conversa con ciudadanos de pensiones y oficinas, no deja de percibir
con asombro a este “simple de espíritu”, Guachirongo.

No lo anota y denota Julio Garmendia, autor de irrefutables recursos literarios, por distraída
creación, sino por su aérea conexión con las “ nubes del crepúsculo”.

La literatura, grabada en la letra y nombre popular Guachirongo, pronto funda otras memorias,
otras infraestructuras. Y así uno “ que vendía gritos a precio de tres por locha”, efímero y fugaz, deviene
en topónimo, nombre de un lugar bautizado , Guachirongo, Foro y Centro de Cultura Popular, emisora
radial, muro de adobe y barro que rememora, entre cañabrava y tejas de arcilla, a este inolvidable,
ahora sí, “habitante del crepúsculo”.

Erick. A. Jimeno
El desencuentro con Salvador Garmendia.
Soy quizá el escritor más lejano de Salvador Garmendia, o sencillamente el lector más invisible del dra-
maturgo larense. Pero cómo nos perseguimos!!... Sigo desandando las avenidas que una vez fueron
calles en la Barquisimeto de los primeros lustros del siglo XX, y detenerme allí, en la plaza Altagracia,
mirar los pájaros que seguro son las mismas aves que Garmendia veía antes de su primera y fructífera
enfermedad. El cielo de la tierra jirajara se convirtió en el techo primogénito de quien deseaba volar
su azul infinito, deslastrarse de los fantasmas que pulularon aquella casona, antiguamente hospital de
la Caridad, pero que con la gracia divina de la multiplicación de la cultura y los colores de una nueva
sociedad amparada en el pudor familiar, a cuestas de una época oprimida y hundida en dictadura, se
arraigó de la mano de Casta J. Riera y grandes peritos de la cultura nacionalista, subráyese entre ellos
al padre de Guachirongo, el amante de la Tuna de Oro, el creador del médico de los muertos o simple-
mente el escultor de esta eximia obra humanista llamada Salvador Garmendia. Hablamos de su bien-
quisto pariente Don Julio Garmendia, quien no dudamos haya sido el primero en colocar un libro en la
mano a su casi desahuciado sobrino, postrado en cama hasta alcanzar una licencia literaria y profesio-
nal que lo llevo por entre emisoras de radio, televisión, bares y amoríos.
Hay quienes pasan todo un día mirando el danzar de los árboles para imaginarse una lectura, una fic-
ción, así como también los que talonean jineteando un buen chinchorro para saborear el ocio de crear
las maravillas. Entre unos y otros, Salvador nos enseña a no perder el tren de la paciencia, a no darle
tregua al tiempo e ir en busca de una palabra, algo así como pescar una línea, atrapar de todas todas
un pensamiento sin presagios, sin influencias, sin fusilamientos, solo con la fuerza del pensamiento
hasta develar la historia, por más mínima que sea. Esta es la tarea como legado de un maestro que
nunca perdió el día, que siempre alcanzó el sol hasta celebrarlo con un buen vino, whisky o cerveza ya
entrada el ocaso. Nunca solo!!, Salvador Garmendia buscó siempre el acompañamiento de los buenos
amigos y de malos copiones también, aunque de estos supo apartarse a tiempo (esos que nacieron
intelectualmente con la Revolución Cubana, la abrazaron y luego la odiaron), para compartir las ex-
traordinarias tertulias, donde florecían las ideas y construían las fantasías cotidianas, que fácilmente
se develaron en realismos (mágicos?), de una Caracas convulsa, inaccesible. Pero que al fin y al cabo
fue escenario para la reconstrucción de Los Pequeños Seres, o de Los Habitantes que en cierta forma lo
atormentó.
Hoy sigo buscando al Patriarca, al barbudo de la literatura descamisada, al integro creador, al ser con-
victo y confeso de la escritura, quien nunca fue mi amigo y tampoco lo será, no obstante, lo encuentro
en el respirar del Río Turbio, en esos espeluznantes pasillos del Museo de Barquisimeto, lo escucho
todas las tardes en el Centro de Historia Larense hablando de Mitos y Leyendas, de los aparecidos, de
esos muertos que eran y son sus muertos, con quien escribía y caminaba cada amanecer. Puede estar
en Maracaibo, en Caracas sorbiendo una cerveza en la Sabana Grande que se fue con el Chino Valera
Mora, puede andar sintiendo la suave brisa de un amanecer frío de la Mérida complaciente, puede an-
dar camino al correo enviándole un manojo de historietas a sus imaginados amigos, Cortázar tal vez,
puede estar esperando a la orilla del Mucujún al poeta Palomares, a Pepe, a Edmundo sin intenciones
de reconstruir un mundo ballenero. Lo busco en cada sol, pero me dicen que puede estar tomado de
la mano con la negra, su amada Elisa Maggie sobre un café en el Páramo, pero sospecho que ya no le
importa nada, que dispara buenas vagabunderías sobre la cara de Pérez Jiménez, escupiéndole la
cara con el magma reconstruido sobre el asfalto y el infierno de aquellos venenos fieles, escupiéndole
la boca al perro de un presidente dormido, quien escudriñó sus venas en el basurero de un pacto y
se postra con mierda en su propio universo. Por ahí anda Salvador, yo lo sigo buscando. Hace apenas
unas horas, su silueta se atravesó en la esquina, andaba con el Quijote rayando el techo, homenajean-
do la cursilería, casi lo capturaba una rubia equivocada de hombre, solo buscaba al Catire Hernández
de Jesús para posar frente a su lente y luego desaparecer.
También Salvador me buscó. Apenas cruzaba mi bachillerato en un pueblo llamado Carora, y mis
primeros sueños de abanderarme como miliciano de una revolución me llevo a buena literatura, donde
me informaron que un señor de hirsuta barba, con camisa de rayas azules me procuró. Buscaba las tór-
tolas de Luis Alberto Crespo o las voces de Chío Zubillaga? Buscaba un poco de calor entre los corrales
de chivos o una melodía en las manos de Rodrigo, de Alirio, de Tino Carrasco? Qué buscaba Salvador
entre las sombras de mi cuarto? Yo me había fugado para Nirgua esa tarde, nunca nos vimos, pero en
la buseta nos leímos, pues, me comí Los Pequeños Seres de una edición de Monte Ávila y él hojeaba
entre la distancia un bosquejo de Poesía “Contra Silencio” que gentilmente publicaría en Mérida el
poeta Ever Delgado. Yo lo buscaba, el me buscaba. Sabía quién era él, mas Salvador nunca supo que
fui yo, aquel muchacho, el de boina roída, el autor de las cartas en Barquisimeto, el del saludo inter-
mediado allá en Caracas, el lánguido bachiller sobre el resto de una Facultad de Humanidades, en una
exigua escuela de Letras que ya no estaba, no existía, se la tragó el intectualismo cuando se nos fue
José Barroeta a buscar al Chino Valera y cuando Ángel Eduardo Acevedo se quedó enamorando a la
vida en el Ton Chalá del Viaducto. Salvador nunca supo que era yo quien lo buscaba en casa de Ed-
mundo Aray, en el garaje del Techo de la Ballena, pero nunca nos encontramos. Pude haber sido yo el
Inquieto Anacobero paseando en el Tíbiri Tábara. El Capitán Kid, el Señor Dalmau, Mateo Martán o el
amante nocturno de cualquier burdel, solo así, entre sus líneas, nos encontraríamos, más el desinflado
corazón de la vida abatió todos los caminos y con encrucijadas se volcaron los encuentros. Salvador
Garmendia se fue sin despedirse, sin responder las misivas. No importa, yo lo sigo buscando, quizá hoy
lo encuentre en algún libro, en algún bar.

Neybis Bracho
HERMANN GARMENDIA EL CRONISTA DE LA POETICA
BARQUISIMETANA
(1917-1990)
Don Hermann Garmendia como se le conoció en su ciudad crepuscular, musical y poética, en su
transitar por calles y avenidas, bien a pie o bien rodando; cumple un centenario de nacido. Cómo olvidar
o dejar en archivos muertos a un señor que anduvo indagando de su ciudad nativa, viviendo en su
terruño. Imposible.

Gran conversador, apartaba de su tiempo intelectual como escritor o periodista literario para visitar
en las tardes solariegas a ciudadanos en su local de trabajo, donde se reunían personas del entorno
barquisimetano de entonces, el barbero, el zapatero, la vendedora de periódicos y revistas, el librero de
libros usados, artesanías y cuadros de pintores, el marquetero, en fin una pléyade de contertulios que
le daban material de primera voz y de primera mano sobre lo que acontecía en la urbe cotidianamente.
Cuñado del gran pintor larense Ramón Díaz Lugo, vecinos en la misma manzana, donde se comunicaban
las casas por sus solares. Su esposa fue la muy apreciada dama Doña Ofelia Díaz de Garmendia.

Sensible al acontecer diario, lector de los poetas y filósofos antiguos y contemporáneos, manifestaba
conocer desde los 16 años al creador del Sicoanálisis y decía que muchos de sus compinches buscaron
ejercer la Siquiatría como profesión, imantados por las teorías de Freud.

Ensayista, biógrafo y humorista patafísico al decir del poeta Antonio Urdaneta; en una ocasión y así
lo cuenta el poeta Ángel Alvarado Delgado, le ofrecieron un cargo diplomático por lo que tenía que
separarse de la ciudad natal por un tiempo, contestando apremiante: “no me voy para allá porque allí
no hay semerucos”. Ocupó el cargo de Registrador Principal.

Diariamente era leída su columna,” EL CAMINO Y EL ESPEJO”, donde daba cabida a los más variados
temas, desde un comentario o reseña de libros y revistas hasta invitaciones a eventos o inauguraciones de
índole cultural, científico o gubernamental. Un maestro del periodismo. Premio Nacional de Periodismo
en el año 1967. Creó una página inédita y única, personalmente poética como lo fue su esperada página
“RESEÑA DE LA AÑORANZA” para presentar a sus lectores de los lunes, la más variada gama de sucesos
históricos y culturales de su ciudad y sus protagonistas, al igual que ha insignes escritores e intelectuales
del ámbito nacional. Se hace necesario una compilación de estos trabajos que reposan en los archivos
hemerográficos de los diarios EL IMPULSO y el INFORMADOR, así como en la Biblioteca Pública Central
Pío Tamayo.

Fui su amigo y discípulo por un trabajo que le realicé en un tiempo donde no tenía secretario. Aprendí
de él su dúctil forma de vivir viviendo, su diaria producción para el periódico y que religiosamente iba a
llevarlo él mismo, caminando por las aceras de su ciudad querida, y ya a una edad en que no conducía
su automóvil.

Conferencista de un genio divertido y ameno, único para llevar y manejar temas históricos de la ciudad
pretérita, con sus monumentos, edificios y sus personajes que construyen historia diaria en su parroquia
y en su pueblo.
Un maestro de maestros, nuestro cronista eterno, un poeta entre poetas, un escritor entre intelectuales,
un periodista entre cronistas, admirable señor entre señores, donde la ciudad que bosteza su canícula
le adeuda recuerdos y nostalgias que él supo transcribir y transmitir creativamente con su genio y figura
que aún permanece a través de los tiempos que andan.
Primer Presidente de la AEV Capítulo Lara, reseñador de libros en la Revista Nacional de Cultura,
autor de: Así Nació Barquisimeto, Barquisimeto hasta el Novecientos, Biografía del Héroe Epónimo del
Estado Lara, Crónicas de Barquisimeto, María Lionza: Ángel o Demonio, La Poesía Larense (Antología),
El Tamborcillo de la Farándula entre tantos otros títulos como legado creativo a esta, su ciudad donde
nació y creció entre festejos y lutos, entre cambios imperdonables de una ciudad bucólica y apacible a la
que extrañó y la mantuvo en sus escritos diarios, nutridos de poética añoranza.

Omar Villegas
SÍ, pero en Silencio!
Escribir sobre los Garmendias abarcaría mucho y tendido espacio.
Don Julio Garmendia quien llevaría largo tiempo consigo, el deslumbramiento de haber vivido mucho
tiempo en la Tuna de Oro. Sometería a los libros nada más su obra literaria.
Su vida se extinguía después como una pequeña pavesa, muy parecida a la que se nombra en su
cuento, La Pequeña Inmaculada y hasta hoy estará en compañía de Guachirongo, allá en sus nubes
colorá!
Los Garmendias, bien podría ser el nombre de una Urbanización o a lo sumo una ristra de ranchos,
tendida sin límites, la propuesta se iniciaría con Don Julio, narrador urbano y terminaría con Salvador, por
aquello de la Mala Vida. Salvador Garmendia narrador Del Único Lugar Posible.
Hermann Garmendia, una amistad que comenzó con el anuncio de la leche KLIN. Leche en polvo
entera; prolongada en su casa en prolongadas tardes, tuvo su grato beneficio en este lector del libro
Juan Camejo y el libro Mantilla: mantente atento a esos libros, no te separes de ellos, serás un caso raro
en tu familia a la espera de que un miembro de ella deje caer una copa de cristal y con el estropicio se
oiga tu silencio.

Francisco Materán
Sobre María Lionza y Hermann Garmendia
En el suplemento sabatino “En la Pista” del diario El Impulso de fecha 09 de julio de 1994 apareció
publicado un trabajo titulado “María Lionza una virgen indigenista” bajo la firma de José Luis Mata.
Encabeza dicho trabajo la siguiente afirmación: “Lo que muchos toman por superchería o creencias
mundanas, es tan solo la adoración a una indígena que dedicó su vida al cuidado de sus semejantes, y
a la protección de la naturaleza. Ella se llamaba María Lionza”

He creído conveniente analizar el trabajo mencionado y luego compararlo con lo investigado por
Hermann Garmendia en su libro “María Lionza”, ya que son formas de acercarse a los orígenes del
culto y a la personalidad de María Lionza.

.José Luis Mata nos dice lo siguiente: “Se dice que una niña de estas tribus (antes de la llegada de
los españoles) se perdió en la selva y que mientras más caminaba en búsqueda de su hogar, más
se alejaba del mismo. Entonces tuvo que resignarse a vivir sola y criarse con la naturaleza. Como
tal, comenzó a conocer los secretos de las plantas, cuales curaban y cuáles eran dañinas, de allí en
adelante se dedicó a enseñar sus conocimientos a sus semejantes, evitaba riñas entre tribus opuestas y
ayudaba en los quehaceres a los círculos familiares.”

La leyenda dicta, que era una mujer de gran belleza física e interior y que incluso indígenas de otros
países venían de conocer a tan extraordinaria mujer, popularmente llamada maría Lionza ya que se
hacía acompañar de varias onzas, que eran sus mascotas.

Con el tiempo aparece una hermana, quien se parece físicamente a ella, pero con una personalidad
diferente; era abusiva y esclavizadora. Así los que preferían la bondad seguían a María Lionza y los
amantes de la lujuria y sus excesos se quedaban con la hermana María de la onza. José Luis Mata,
termina con lo siguiente: “hoy, miles de años después, los fieles, van a las montañas de Sorte para
adorar a una de las dos Marías”.

La interpretación anterior de las dos leyendas a la cual nos referimos, a mi entender, deja muchas
lagunas históricas. Por ejemplo, cuando el autor menciona que indígenas “de otros países” venían a
conocerla. ¿A qué países se refiere? Ya que para esa época, en el supuesto caso ello fuera cierto, los
indígenas radicados en el ahora Estado Yaracuy lo más seguro tendrían contacto con sus iguales de lo
que es ahora territorio larense, falconiano y las islas del Caribe.

Sobre el culto milenario, también hay que dudar, y más cuando sabemos que los curas evangelizadores
eran muy acuciosos en sus anales y jamás dejaron en sus escritos mención alguna de dicho culto, que
para ellos sería una herejía y motivo de denuncia a la “Santa Inquisición” que de santa no era nada.
Ahora, leyendo la obra de Don Hermann Garmendia, nos damos cuenta del hallazgo de un documento
que data de 1750, localizado en las viejas escribanías del Registro Principal del Estado Lara. Dicho
documento interpretado por paleógrafos revela que María Lionza no es ente inverosímil creado por la
imaginería popular en el campo de las alucinaciones folklóricas, como comúnmente se supone. Según
dicho documento, existió hace más de dos siglos y medio en cuerpo y alma.
En ese antiiguo documento; Don Hermann nos dice: “descubrió un traspaso de un censo de dos mil
pesos, haciendas de cacao, destinado como fuentes de recursos económicos, al convento de San
francisco en Barquisimeto.

En dicha escritura, Don Hermann señala que la referida posesión está situada en el cerro de María
Alonso con la cual limitaba la hacienda por el oriente, de acuerdo con los linderos, aquel cerro es el
mismo que hoy día se conoce como el cerro de María Lionza…

María Alonso, era la terrateniente española, quizás emparentada con Sancho Alonso Quintana, quien
en el documento antes mencionado recibe el traspaso para anexarlo a los bienes temporales del
convento de San Francisco emplazado en Barquisimeto.

Sigue escribiendo Don Hermann : “Esta señora María Alonso, cuya firma aparece en otros documentos
efectuando operaciones comerciales y llamada popularmente en vida María de la Onza, porque
acaparaba cuantas onzas de oro conseguía, monedas de veinte pesos hasta almacenar una de las más
envidiables fortunas de su tiempo. Tal tesoro lo mantenía oculto en subterráneos secretos cavados en
las cercanías del cerro.”

Según Garmendia, la misma Alonso rodeó y usó intencionalmente las leyendas terroríficas que
circulaban en esos alrededores, y de dicha manera logró crear el mito o leyenda alrededor de su
persona y riqueza.

Después de la muerte de María Alonso, el pueblo en busca de sus riquezas, la recordó y entre fábulas y
leyendas, la convirtieron en una mítica leyenda, siempre pensando que su advocación trae riquezas.
Y para terminar esta ponencia, transcribo lo siguiente de la obra de Hermann Garmendia, y creo que lo
dice todo sobre el tema que estoy tratando.

“El complejo mito de María Lionza emanó de fundamento real, comprobado por la investigación
histórica. Al correr del tiempo la imaginación popular le ha colocado-al recuerdo de dicha mujer- una
serie de encajes adventicios donde se mezclan confusamente, vestigios de antiguas culturas, retazos de
las más viejas religiones… Ese es el mito de María Lionza. 05/10/94

Alonso Dávila
Las reseñas de Don Hermann
Tocar de mano la materialidad de Salvador Garmendia sentado en la “plaza de los libreros” y solicitar
audiencia a la cotidianidad literaria con la virtual preferencia de la curiosidad creciente representada
en la historia y la crónica que dejó como legado el maestro Hermann Garmendia; quien nos enseño
el secreto del deslinde en la hilaridad de una prosa fina de anécdota sustanciosa y del trago de cocuy
de penca, de ese mismo espirituoso licor que degustaba en el bodegón de Escolástico Ochoa, en la
vespertina compañía de los poetas Marco Aurelio Rojas, Virgilio Torrealba Silva, Geramel Castellano-
padre- y el infaltable “mano Nacho “ Montes de oca al frente de la plaza Lara. Era allí en el lado oeste,
la crónica se renueva y es ahora donde Antonio Urdaneta, Omar Villegas y Antonio Duno se dan cita
editorial para estos “Cuadernos de Altagracia” en esta versión dedicada a los Garmendia. Nosotros
creadores impertérritos conservamos el discipulado de esa maestría llamada por el periodista Adolfo
Barraez “El Cervantes Barquisimetano”. Un forjador de grandes escritores, habría dicho el poeta teologal
Juan Romano.

Un boletín del Centro de Historia Larense acota:”Tradición es por lo tanto; para Hermann Garmendia,
vinculo entre la íntima, fervorosa vibración del ayer y las perspectivas futuras que ese ayer engendra; ritmo
vida, movimiento participación a todo aquello que, en su devenir nos ofrece la imagen del hombre y sus
proyecciones ambientales en relación a las urgencias universales que lo acosan. Hermann Garmendia
vive intensamente nuestro presente, sabe aprenderlo a su dinámica, participa y a él nos enfrenta.
Libera letras anquilosadas en el modernismo. Construyó en esa maestría la ironía sutil al proclamar a
cuatro vientos su inconformidad, con valentía y seriedad en un inmenso tablero de ajedrez donde cada
pieza se movía dentro de los moldes acuñados por la fraternidad, la justicia, la libertad y la belleza
creativa: Hermann fue en vida, el psicólogo capaz de entender a la masa, quien juntó a su alrededor el
talento libre y creativo que debería en el discurrir del tiempo producir su propia obra literaria. Concebía
el ejercicio de la literatura como una cuestión de aficionados, de amantes de las letras; por eso actuaba
así.

No fue un moralista a ultranza, se consideraba un lector de textos de psicología experimental, y bebió


sorbos de cocuy con Sigmund Freud y Carl Jung; se burlaba de las majestades institucionales con su
aguda y fina ironía Balzacniana, tal vez por ello no quisieron los ilustres próceres de la cultura oficial con
el premio nacional de literatura.
Sí, le fue conferido el premio Roberto Montesinos de literatura, mención prosa. A ello agrega Modesto
Vargas López:“ Pienso que Hermann Garmendia fue, desde un punto de vista existencial, quien aportó
más con su propia experiencia personal, fielmente apegado a un criterio entre la esencia y la existencia,
y tuviésemos que llegar a considerar por el disfrute de las ideas que la condición social del escritor
moderno no ha variado mucho desde comienzos siglo”

Personalmente Hermánn Garmendia, dicho está; fue un forjador de mentes lúcidas, muchos de los actuales
escritores recibimos el oportuno consejo o la orientación general hacia los caminos de la literatura. Fue
un espíritu selecto de alta orientación pedagógica.
A Mariela y Omar Garmendia

La ciudad está dormida


Su velo de noche angustia está roto
De faro y de luz
En la ventana de mis sueños
Atrapo una mole de silencio
Y una nocturnidad que ya no muere.
En mi memoria estéril no encuentro poesía
La animalidad hace dúo con este cuerpo
Que desintegra su estructura cansada de sintonía
De un talento que ya no obra con libertad del respiro
Eso sí:
Sigo creyendo que tu regreso me devuelve
Los olores precisos de este amanecer
Bostezo de luna y de sol
Y así abre este arcano de amor ebrio de rebeldía
Y oigo tu grito de Kundalini
Que en su arribo se lleva mi semen de siglos
Para esculpir mi célula de cerebro
En un texto que ya no vuelve.

Geramel Castellano
Salvador Garmendia
(Reseña)
Siempre será justo y necesario recordar aunque suene repetitivo la importante cronología de nuestro escritor larense, para
siempre tener en cuenta su importante aporte. Obviamente sin dejar de leer en lo posible cada una de sus obras:
Salvador Garmendia nace el 10 de junio de 1928 en la ciudad de Barquisimeto, hijo de Dolores Graterón y Ezequiel
Garmendia. En 1946 pública su primera novela, El parque, editada por Casta J. Riera.  A la edad de veinte, se une al
Partido comunista de Venezuela y publica la revista Tiempo literario, en su ciudad natal, junto a Alberto Anzola.  En 1958
integra el grupo literario Sardio, el cual edita una revista del mismo nombre como manifestación de libertad política, y
escribe la radionovela titulada Marcela Campos, la guerrillera de los Llanos, que entrelíneas informaba a los oyentes sobre
lo que estaba ocurriendo en la política y sociedad y con la actividad guerrillera. Para 1959 Pública su segunda novela, Los
pequeños seres, en la editorial Sardio. Con ella gana el Premio Municipal de Prosa.
En 1961 se desintegra el grupo Sardio y se funda El Techo de la Ballena. En estos años publicará las novelas:  Los
habitantes (1961), Día de ceniza (1963) y La mala vida (1968). Así como su primer libro de cuentos: Doble fondo (1965)
y la monografía: La novela en Venezuela (1967). A mediados de la década se edita Los pequeños seres en
Montevideo y La Habana, además de Doble fondo en la ciudad deBuenos Aires.
El volumen de relatos  Difuntos, extraños y volátiles aparece en 1970. El inicio de la nueva década lo recibe
escribiendo el guion para el cortometraje Salvador Valero Corredor, un artista del común, realizando también
su locución. Salvador Garmendia participa como asesor de la Biblioteca Popular El dorado en Monte Ávila Editores y forma
parte de la primera junta directiva del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. En 1972 publica el libro de
cuentos Los escondites, obteniendo el Premio Nacional de Literatura y una beca para estudios y trabajo en Barcelona-
España, otorgada por la Universidad de los Andes. En 1973 aparece su novela Los pies de barro, y prologa el libro
de cuentos de Arturo Uslar Pietri, Moscas, árboles y hombres. En 1974 publica Memorias de Altagracia,
la que se convertirá en una de sus obras más importantes. En 1975 realiza para la televisión la adaptación de Pobre
negro, de  Rómulo Gallegos.Se desempeña como guionista del cortometraje Los Chimbangueles  dirigido por  Mauricio
walerstein.
Al año siguiente publica: El Inquieto Anacobero en el diario El Nacional. Por este cuento –que desató polémica
por el uso de «malas palabras»– Salvador Garmendia fue objeto de una denuncia del Bloque de Prensa Venezolano
ante el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Penal, por el delito de ultraje al pudor público, lesionador de los
principios morales de la sociedad venezolana. Entre 1976 y 1978 escribe el guion de la película Fiebre, adaptación de
la novela de Miguel Otero Silva dirigido por Juan Santana; el libreto de la telenovela La hija de Juana Crespo;
la versión para cine de Juan Topocho, cuento de Rafael Zárraga, dirigido por César Bolívar, y para la televisión La
piel de Zapa adaptación de la novela de Honoret de Balzac. A mediados de la década, colabora periódicamente
con artículos humorísticos en la revista El Sadico Ilustrado, (1974).Durante su estadía en España, Salvador Garmendia
presenta Memorias de Altagracia. En 1982 la novela fue incluida en Letras Hispánicas dentro del género de obras clásicas
de la literatura española y latinoamericana.
1981 Salvador Garmendia publica el libro de relatos El único lugar posible. Para 1982 aparece la segunda edición
de La mala vida, con notables correcciones. En el mismo año, el cuento de Garmendia El peatón melancólico es objeto de
un cortometraje por Luis Salamanca. En 1983 escribe el guion cinematográfico para la película La gata borracha, dirigida
por Román Chalbaud. En 1984 es nombrado Consejero Cultural en la Embajada de Venezuela en Madrid y recibe la Beca
Guggenheim, la cual sirve de apoyo para la escritura de la novela El capitán Kid. Dos años después aparecen los libros de
cuentos Hace mal tiempo afuera y La casa del tiempo.
En 1987 se traslada de Madrid a Barcelona, con similar cargo diplomático. También escribe el prólogo de la Obra poética
de Vicente gerbasi, para la edición de cultura del Instituto de Cooperación Iberoamericana. En 1988 presenta la novela El
capitán Kid  . Gana el premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, en su Mención Cuento con el
relato: Tan desnuda como una piedra.
Garmendia inicia la década de los noventa publicando un compendio de las crónicas aparecidas en la revistaEl Sádico
Ilustrado. Esta compilación llevará el nombre de Crónicas sádicas; ilustrada con dibujos dePedro León Zapata. Al año
siguiente, Monte Ávila Editores publica  Cuentos cómicos, también aparece el libro de relatos  La gata y la señora  y
la antología de cuentos Sobre la tierra calcinada, preparada por Juan Gustavo Cobo Borda. En diciembre, es elegido
Pregonero mayor de la navidad caraqueña de 1991. En 1992 Gana el Premio Dos Océanos de Francia;
es nombrado director de la revista Imagen Latinoamericana y escribe el guion del documental Isaías Medina Angarita,
soldado de la libertad, dirigido por Carlos Oteyza. En este período Garmendia se caracteriza
por la publicación de una serie de cuentos infantiles, entre estos destacan:  Galileo en su
reino (1994), El cuento más viejo del mundo (1997), Un pingüino en Maracaibo, El sapo y los
cocuyos (ambos en 1998) y El turpial que vivió dos veces (2000).
En 1997 escribe los guiones de los documentales El General López Contreras y La voz del corazón, ambos dirigidos
por Carlos Oteyza; además de esto, se desempeña como colaborador semanal en el diario El Nacional. Garmendia
ya cuenta con más de siete décadas de vida para finales de los noventa. En 1998 publica el libro de relatos La media
espada de Amadís. A partir de 1999 publica quincenalmente su columna Ojo de Buey en el Papel Literario del diario El
Nacional. También en 1999, la Universidad del Zulia le confiere el Doctorado Honoris Causa y presenta junto a Carlos
Oteyza, el documental Caracas, crónica del siglo XX.
A principios de 2001, ya gravemente enfermo, participó en la selección y presentación de la colección Grandes Clásicos
de la Literatura del diario El Nacional. Salvador Garmendia murió en Caracas en el 12 de mayo de 2001 a causa de
una afección pulmonar. Garmendia, con 72 años, luchó contra un cáncer de garganta, además de padecer diabetes
desde 1997, lo que agravó su salud en las últimas semanas.
En el 2006 la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello instaura el Premio Nacional de Narrativa Salvador
Garmendia.
A manera de lectura recomendada:
Una de las mejores maneras de apreciar a un escritor es leyendo su obra. Como recomendación son diversos los libros
de nuestro querido autor larense, sin embargo en estos tiempos de bombardeos de la comunicación, es importante
que los chicos y chicas se deleiten como en una película de aventuras con el “El CapitanKid”. La imaginación
nos circunda. Salvador Garmendia en este libro nos lleva a nuestra infancia a través de la imaginación mediante
“Cachorro” y su primo Alí. Piratas y demás personajes. El CapitanKid; legendario pirata se hace presente para llevar
a cabo el inicio de las aventuras donde se nos lleva desde la ruta de la niñez a la adolescencia, pasando del humor
a la sátira. Presentando un reto para el lector. Leer esta historia detenidamente ya que es una historia densa escrita
desde la infancia pero desde la madurez que da la sabiduría. Esta obra de Salvador Garmendia nos da cuenta de un
escritor comprometido con la palabra y con un reto para encontrar un mensaje profundo desde la infancia ida.

Norys Saavedra
PLAZA DE ALTAGRACIA
Monumento homenaje al Insigne
Doctor Pablo Acosta Ortiz
Dr Pablo Acosta Ortiz
1864/1914
Nació en Barquisimeto el 21 de marzo de 1864. Hijo de Pablo Acosta y Benigna Ortiz. Luego de su nacimiento, sus

padres deciden trasladarse a Caracas.


Se gradúa de Bachiller a los 16 años en el año 1880 y cinco años más tarde recibe el título de Doctor en Medicina y

Cirugía en la Universidad Central de Venezuela.

Ejerce en Mérida en el año 1886 y de allí se va a Francia, donde obtiene el título de Doctor en Medicina en Paris.

Regresa a Venezuela y a mediados de 1893 da inicio a su exitosa carrera en la docencia universitaria.

Estando a cargo de la cátedra de anatomía, funda en el año 1895 la cátedra de clínica quirúrgica, transformando por

completo el pensum llamado –Doctrina 73- que regía la cátedra.

Durante los años 1890 y 1900 se desempeña como cirujano en el hospital Vargas, siendo de los primeros en practicar
intervenciones quirúrgicas en el País, ganándose el apodo de “Mago del Bisturí” por su rapidez y precisión, sumado

a la excelente estadística de intervenciones que realizó.

La antigua plaza de Altagracia conserva en su seno un busto dedicado a nuestro ilustre médico, conocido coomo el

“Mago del Bisturí”.

Autor de dos libros: “Du traitement Chirurgical des aneurismes du tronc Brachio-cephalique et de la

crosse de l’aorte 1892 / Lecciones de clínica quirúrgica 1911 También fue autor de numerosos artículos

sobre temas científicos y literarios. Sala larense. Biblioteca Pio Tamayo.

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