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Antes de empezar a escribir estas líneas quisiera dejar esto claro: soy filósofo.

Suelo hablar sobre ciencia, e incluso doy mis golpes en algunos campos, pero
ante todo me dedico a la filosofia y pretendo vivir de ello. Por esta razón, espero
no se me haga la absurda acusación de cientificismo. Yo adoro mi campo, lo
considero útil y necesario, y, como tal, me gusta mantenerlo limpio. Esa
motivación, junto a la protección de aquellos incautos que puedan caer en las
manos de un terapeuta filosófico, es lo que me mueve a escribir esto.
Por ello, este escrito tiene dos receptores. Por un lado, mis colegas filósofos,
especialmente aquellos que están empezando, y, por otro, aquellas personas que
quieran buscar información acerca de la terapia filosófica. Las dos audiencias no
podrían ser más dispares en varios sentidos, aunque se parecen en el hecho de
que está justificado que comience desde los principios más básicos del tema. El
principal problema es el estilístico. A los filósofos les gusta lo enrevesado; los
textos llenos de palabrejas técnicas. En cambio, los que pasan por aquí buscando
información preferirán un texto claro y transparente que se pueda leer en no
mucho tiempo.

Voy a tratar de contentar más a los no-filósofos que a los otros, y por ello seré todo
lo claro y conciso que pueda. Espero que los demás no confundan una forma
comunicativa de expresión con la falta de profundidad, la inocencia o la falta de
conocimiento. Se equivocarían. Soy profundamente malvado y sé de lo que estoy
hablando.

¿Qué es la terapia filosófica?


La terapia filosófica tiene su origen en Alemania, de la mano de Gerd Achenbach.
Este señor decidió volver al ideal socrático de que la filosofía ha de tener utilidad
práctica y servir para tener una vida mejor. Lo cual, oye, no suena mal. Por eso
decidió abrir su propia consulta para la práctica filosófica. ¿Cuál fue el problema?
Que desde el principio Achembach entendió la práctica, no tanto como un café
filosófico en el que debatir ideas y cuestiones que puedan ser interesantes, sino
como una especie de psicoterapia. Estaba todo encaminado a tratar personas con
problemas usando la filosofía.

La cosa cobró un nuevo impulso —y se recrudeció en su estatus de pseudoterapia


— con la aparición del libro Más Platón y menos prozac, de Lou Marinoff. En
este libro la terapia filosófica ya es entendida de forma plena como una
pseudopsicoterapia. Basta con ver el título, en el que la filosofía se presenta sin
pudor como una alternativa a la medicación recetada en algunos casos de
depresión. Todo ello, además, con los típicos tópicos antipsiquiátricos y los
mismos deslices psicoanalistas que han acompañado a esta práctica desde el
comienzo.
La idea básica la sintetiza Marinoff de esta forma: “Encontraría esta verdadera
tranquilidad de espíritu mediante la contemplación, no con medicamentos. Platón
sí, Prozac no.”1 Y la práctica la plasma Jorge Sánches-Manjavacas con esta cita:
“recuerdo una de mis clientas diagnosticada médicamente por una afección que le
impedía dormir por las noches debido a una afección neurológica…ella misma
encontró una “solución”. Le gustaba escribir…Ésta (una novela) le ha servido
para terminar de reconciliarse con su pasado.”2
Hoy en día se trata de una práctica cada vez más extendida, especialmente en
Alemania, Estados Unidos, Argentina, Perú y España. Su éxito se basa en la
explotación de la cantera que encuentra en la enorme cantidad de filósofos en
paro. Analizar esta pseudoterapia es todo un curso acerca de cómo se genera una
pseudociencia, o una secta, según hacia dónde derive esto en el futuro.

¿Terapia o asesoramiento?
En los últimos años se ha venido usando el término ‘asesoramiento’ a modo de
eufemismo a lo que generalmente se denominaba ‘terapia’. De hecho, los más
impúdicos siguen sin tener problemas en usar el término. Aunque, en líneas
generales, el eufemismo ha ido poniéndose de moda, al permitir eludir las
responsabilidades que se derivarían directamente en caso de presentarse como
una terapia.

Una ‘terapia’ se define como un “conjunto de medios que se emplean para curar o
aliviar una enfermedad.” (DRAE) Es decir, es siempre una técnica o principio
activo que sirve para paliar o eliminar una enfermedad. Pero ojo, siempre ha de
haber una enfermedad, dado que en caso contrario lo que hacemos no es una
terapia para nada. Existen terapias de dos tipos: curativas y paliativas. Si uno tiene
un cáncer, por ejemplo, una terapia curativa es aquella que ataca al tumor. En
caso de que la terapia vaya encaminada únicamente a aumentar nuestra calidad
de vida, nos encontramos ante una de tipo paliativo.

Una terapia es siempre un ‘acto médico’. Este tipo de actos “engloban todas las
actuaciones profesionales como son la enseñanza, educación y
formación, actuaciones clínicas y médico técnicas, todas ellas encaminadas a
promover la salud, prevención de enfermedades, aportar los cuidados
terapéuticos o diagnósticos a los pacientes, grupos, comunidades o
individuos, siendo responsabilidad y debiéndose realizar siempre por un licenciado
o doctor en medicina titulado o bajo su directa supervisión o prescripción”3.
Es decir, los actos médicos han de ser siempre realizados por un profesional
sanitario o bajo su supervisión. Incluyen el diagnóstico, la aplicación de
tratamientos y la formación de otros profesionales sanitarios. Cabe mencionar,
dado que la cita está enfocada hacia la medicina, que los psicólogos sanitarios y
clínicos están también facultados para realizar actos médicos. Los psicólogos
sanitarios han de tener un grado en psicología, más un máster en psicología
general sanitaria, y estar colegiados. Los clínicos son psicólogos sanitarios
especializados en intervenciones clínicas gracias a haber realizado el PIR —el
equivalente en psicología al MIR de los médicos. Los títulos de ‘psicoanalista’,
‘psicoterapeuta’, ‘terapeuta gestalt’ y similares ya nos adentran en territorio
comanche, donde habita la gente sin formación sanitaria, sin colegiatura y que no
aplica técnicas contrastadas.

Toda terapia, para poder ser aplicada legalmente, ha de haber pasado por una
validación científica. Esta validación se suele hacer con pruebas de doble ciego —
es decir, es usan dos grupos de personas a la que sólo se le aplica el tratamiento
real a uno y se observa si ese grupo ha tenido mejores resultados que el otro, en
el que sólo podemos esperar un efecto placebo. Ningún profesional sanitario
puede aplicar una terapia sin validación, dado que en caso contrario se jugaría la
expulsión del ejercicio legal en contextos sanitarios e, incluso, sentarse ante un
juez. Siempre que se hace ha de ser con el debido consentimiento del cliente, y
normalmente dentro de un ensayo clínico.

¿Tiene la terapia filosófica alguna validación experimental? ¿Ha probado ser mejor
que otras técnicas, o, incluso, ser mejor que no hacer nada? La respuesta es ‘no’.
No existe ningún estudio que la avale para ninguna situación. Por lo tanto, no es
una terapia —ni tampoco una herramienta válida en otras intervenciones
psicológicas—, y, por ello, en caso de ser empleada como tal supone
una pseudoterapia. Como el reiki, la biodescodificación o el psicoanálisis.
La respuesta habitual ante lo dicho por parte de los terapeutas filosóficos suele ser
que ellos usan el término en referencia a como lo entendía Epicuro o los romanos.
Pero ello es simplemente confundir al usuario. Si te hago una pregunta en el siglo
XXI, espero una respuesta en el siglo XXI. Imaginad que váis al cardiólogo y le
preguntáís si lo que os va a aplicar es una terapia y os responde con referencia a
los antiguos etruscos o al período Muromachi japonés. Evidentemente le pedirías
que se deje de tonterías y que te conteste con un ‘sí’ o con un ‘no’. Y en el caso
de la terapia filosófica la única respuesta válida es un ‘no’.

Tácticas pseudocientíficas para una pseudociencia incipiente


Como bien nos ha enseñado la historia de la pseudociencia, cuando uno tiene una
pseudoterapia que no ha probado efectividad tiene dos opciones, ambas
presentes en la terapia filosófica.

1) La táctica de la pseudoenfermedad
Esta táctica consiste en inventarse una pseudoenfermedad que nuestra
pseudoterapia va a pseudocurar. El psicoanálisis fue el campeón en su
momento, y hoy en día tenemos casos como la acupuntura y sus desequilibrios
en el kì, o de la quiropráctica y sus ‘subluxaciones’. Esta táctica puede llegar a ser
muy peligrosa, dado que cuando la patologización es generalizada suele ser un
rasgo típicamente sectario. Por ejemplo, la dianética de la cienciología y los
‘engramas’ o, no sectario pero sí religioso, la doctrina del pecado original.
Los terapeutas filosóficos se han prodigado en la invención de enfermedades. Dos
ejemplos:

a) “La enfermedad filosófica resulta del fracaso de darle significado a una vida
humana que actualmente obedece a las exigencias de un mundo espectacular, en
el sentido de ‘espectáculo’, de show, de lo que tiene de virtualidad y de ficción –al
estilo de Augé y de Lipovetsky –, allí se conforman sus kenodoxas (los deseos
no-naturales y no-necesarios) y con ella sus sufrimientos.”4
Dejando de lado la verborrea posmoderna, lo que la señora Rayda Guzmán está
queriendo decir es que todo aquello que ella define como “deseos no-naturales y
no-necesarios” suponen sufrimiento. Y que todo aquel que los tenga tiene una
“enfermedad filósófica”. Sea lo que sea que eso quiera decir. Y que ella lo cura
previo pago, claro.

b) “Ese malestar que todos interiorizamos… mostrarlo como un malestar


colectivo, no hay enfermedad individual, sino que lo que está enferma es la
dinámica de nuestra sociedad…
¿Y si no queremos cambiar nada? ¿Si a uno le parece que ya está bien
como está…?
…cuando nos ponemos en la actitud cómoda de “no, yo ya estoy bien…tengo para
comer, tengo un nivel de vida adecuado”…nos decimos que nosotros queremos
ser una máquina…eso demuestra nuestro vacío interno…”5

En este caso Nacho Bañeras dice que la sociedad está enferma. Y que esa
enfermedad se transmite por medio del sistema educativo. Todos estamos
enfermos de entrada, y cuando decimos que estamos bien y que tenemos un nivel
de vida que nos satisface estamos mostrando un síntoma. Esta cita podría haber
sido extraída del sermón de cualquier gurú de secta aleatorio.

2) La táctica del intrusismo profesional


Aquí ya jugamos realmente fuerte, y los terapeutas filosóficos, pese a que lo
niegan vehementemente, se han prodigado también en esta táctica. Las capturas
de pantalla adjuntas a este texto lo dejan bien claro. Depresión, trastornos de
ansiedad, drogodependencias, problemas sexuales, etc…

Los trastornos mentales están descritos en el DSM-V , elaborado por la Asociación


Estadounidense de Psiquiatría, y los médicos en el CIE-10, elaborado por la OMS.
Los trastornos de ansiedad (7), la depresión (6), la drogodependencia (4), el TDAH
(1), los trastornos sexuales (11), los adaptativos (15) o los de personalidad (16),
están todos incluidos en el DSM-V —entre paréntesis el apartado en el que
figuran. Su diagnóstico y tratamiento únicamente puede ser llevado a cabo por
psicólogos sanitarios o clínicos, psiquiatras o médicos. Hacer supuestos actos
médicos en estas afecciones supone intrusismo profesional sin matices, al
tratarse de enfermedades descritas y contempladas por el sistema sanitario
español.
Cabe mencionar que la ansiedad no es estrés, las fobias no son mero miedo o que
la depresión no es sólo estar triste. Para estos trastornos, cuya etiología
neurológica está bastante estudiada, hay una serie de criterios diagnósticos bien
establecidos, así como terapias que han mostrado efectividad muy por encima del
placebo.

Henrik Hdez-Villaescusa

Nacho
Bañeras

E
nric Carbó
La constitución española, en su artículo número 35, establece la libertad de todos
los ciudadanos para elegir la profesión que consideren oportuna. Pero, acto
seguido, en el 36, establece una limitación: “La ley regulará las peculiaridades
propias del régimen jurídico de los Colegios Profesionales y el ejercicio de las
profesiones tituladas.” Es decir, usted puede elegir ser el profesional que desee,
pero el estado regulará su actuación a través de los colegios profesionales. Cabe
mencionar que los terapeutas filosóficos no pueden estar colegiados en colegios
profesionales sanitarios, dado que no tienen la formación requerida y su actuación
vulnera todos los códigos deontológicos sanitarios al no estar debidamente
avalada. Más adelante me centraré en este tema con más detalle.

El código penal establece el castigo para el instrusismo profesional de este modo,


en el apartado V, artículo 403: “El que ejerciere actos propios de una profesión sin
poseer el correspondiente título académico expedido o reconocido en España de
acuerdo con la legislación vigente, incurrirá en la pena de multa de seis a doce
meses. Si la actividad profesional desarrollada exigiere un título oficial que
acredite la capacitación necesaria y habilite legalmente para su ejercicio, y no se
estuviere en posesión de dicho título, se impondrá la pena de multa de tres a cinco
meses. Si el culpable, además, se atribuyese públicamente la cualidad de
profesional amparada por el título referido, se le impondrá la pena de prisión de
seis meses a dos años.”

Así que mucho cuidado con el instrusismo profesional, que es algo muy serio que
puede llegar a estar penado con hasta 2 años de cárcel, y los terapeutas
filosóficos caen en él continuamente según se desprende de sus anuncios.

Falta absoluta de garantías formativas


En contextos sanitarios no se busca que las relaciones entre el consumidor y
aquel que oferta un servicio o producto se basen en la confianza informal. Al
tratarse de un ámbito especialmente sensible en el que no hay margen de error, lo
que se busca son garantías. Que el sistema sanitario garantice que el
profesional sabe y hace lo que debe. Las garantías sanitarias se
establecen de dos modos: (1) Las formativas mediante los requisitos académicos
exigidos para poder colegiarse, y (2) las éticas regulando la actuación profesional
mediante un código deontológico.
Respecto a las formativas, no hace falta remarcar demasiado que los grados y
másters en filosofía no contienen absolutamente ningún crédito en formación para
la práctica sanitaria. Los cursos de formación en terapia filosófica, además de lo
anterior, no están avalados por ninguna institución oficial. No pasan los controles
de la ANECA —en el caso español—, y no tienen ningún profesional sanitario
entre el profesorado —entre otras cosas, porque les podría costar ser expulsados
del colegio. En la actualidad hay varios ofertados, como el de Mónica Cavallé, que
es online y basado en sus propias ideas. Se trata, al fin y al cabo, de un cursillo
que avala ella misma y que, encima, es dado íntegramente por alguien con nula
formación sanitaria.
También está el inverosímil caso del curso Cura Sui de Nacho Bañeras. Avalado
por una tal Asociación de Filosofía Práctica de Cataluña, que, resulta, preside el
propio Nacho —que, otra vez, se avala a sí mismo con toda una parafernalia de
asociaciones—, y que no parece, dada su escueta y bastante poco
conseguida web, tener más finalidad que la promoción del Cura Sui de Nacho
Bañeras. Por si fuera poco, el curso, que dura la friolera de 3 años, tiene un
profesorado que deja a cualquier pensador crítico al borde de las lágrimas:
pseudoterapeutas bioenergéticos, quiroprácticos, psicoanalistas, filósofos, gente
que hace eneagramas de personalidad, etc. Encima ofertan también cursos
complementarios en trastornos de ansiedad y duelo patológico. No vaya a ser que
en 3 años no se hayan dado suficientes patadas a la práctica sanitaria.
Luego están los másters propios de algunas universidades. Estos titulillos no son
másters universitarios oficiales, reconocidos por el estado y regulados por la
ANECA. Se trata simplemente de cursos que se dan dentro de universidades,
normalmente financiados por dinero privado. Han sido tradicionalmente un
coladero de pseudociencia, con temáticas tan vengonzantes como medicina
tradicional china, reiki, psicoanálisis, homeopatía —pagado por Boiron, como no
—, o acupuntura. En la actualidad ya no hay ningún máster de terapia filosófica en
el mercado, gracias a Dios y a la presión social.

El resultado de este descontrol formativo nos lo ejemplifica Nacho en esta


grandiosa frase: “…queremos que cada alumno pueda construir la suya (su
propia filosofía aplicada), que a través de la formación el alumno pueda adquirir
su propio punto de vista, su metodología de trabajo y su forma de intervención.”6
Los cursos, en general, buscan que cada cual acabe haciendo lo que le de la gana
y que haga sus intervenciones como mejor le parezca. ¿La consecuencia directa?
La filosofía terapéutica es, básicamente, dos personas cara a cara, una con
problemas y la otra hablando en tono pausado y citando a Séneca —o ni eso,
porque algunos cursos ni siquiera piden formación universitaria en filosofía. Ello
hace que sea imposible testar la práctica en un ensayo clínico, dado que no hay,
estrictamente hablando, ninguna técnica que testar.
Buscando en el surreal mundo de los terapeutas filosóficos uno puede encontrarse
metodologías tan alucinantes como la de Enric Carbó. “Els meus filòsofs de
capçalera per a l’assessorament són aquests clàssics: Heràclit, Parmènides,
Sócrates, Plató, Aristòtil, Epicur, Epictet, Kant, Nietzsche i Wittgenstein, sense
menystenir els demés clàssics. Altres autors contemporanis que de vegades
m’acompanyen són: Agustín García Calvo, Josep Mª Fericgla, Antonio
Escohotado, Eckhart Tolle, una mica de Freud i Jung, i sobre tot Ken Wilber i el
seu model integral. També alguns autors orientals com Nisargadatta Maharaj,
Ramana Maharshi, i els mestres Zen.”7

Para quien no hable catalán: este señor afirma estar seguro de que te puede
ayudar a superar una drogodependencia, un trastorno de ansiedad o una
depresión con unas hiperventilaciones de Josep Fericgla —un iluminado que
encontró la sabiduría consumiendo ayahuasca en Ecuador—, citas de
Parménides, un pelín de psicología transpersonal —una pseudociencia de manual
—, algo de budismo y diáologo socrático. Genio y figura, hay que admitirlo.
La liga de la terapia filosófica.
Psicología no regulada, eneagramas, coaching, interpretación de sueños, etc.
Al final, la terapia filosófica ocupa el puesto que se merece, junto a otras
pseudoterapias ofertadas por chamanes e iluminados de todo tipo. Sinceramente,
no creo que nadie se tome la molestia de estudiar un grado en filosofía pensando
en acabar codeándose con psicomagos o consteladores familiares.
Falta absoluta de garantías éticas
Ya he mencionado los códigos deontológicos. Estos códigos no son textos que
unas cuantas personas hacen una tarde aburrida. Se trata de textos complejos,
que recogen décadas de práctica sanitaria, y que tienen que ser aprobados por el
estado y regulados por colegios oficiales. Los terapeutas filosóficos hacen gala de
la más absoluta ignorancia —o pasotismo— acerca de los problemas que el
código deontológico de la psicología trata de prevenir, y de su importancia. En
general, desconocen la psicología contemporánea, confundiéndola
continuamente con el psicoanálisis.
Cosas que dice el código deontológico de los psicólogos y que los terapeutas
filosóficos no garantizan:

 Respeto a los criterios morales y religiosos de los clientes.


 No tratar a personas que no tengan nada que tratar, y derivarlos
en caso de que la terapia no funcione.
 Reconocer los límites de su competencia y las limitaciones de sus
técnicas.
 Estar cualificado para la tarea que desempeña —esto incluye
conocer bien los riesgos a los que hace frente en la intervención, así
como, por ejemplo, protocolos con suicidas o posibles enfermedades
médicas relacionadas con trastornos mentales.
 No utilizar medios o procedimientos que no se hallen
suficientemente contrastados, dentro de los límites del conocimiento
científico vigente —ojo con este punto, dado que no sólo incluye a las
terapias, sino a todas las técnicas que emplee.
 Obligación de guardar el secreto profesional.
Hay un punto que resulta especialmente relevante en el caso de la terapia
filosófica, el 25: “En cualquier caso, se evitará la manipulación de las personas y
se tenderá hacia el logro de su desarrollo y autonomía.” Este punto regula la
sugestión o la generación de falsos recuerdos en los clientes. Un psicólogo
sanitario jamás puede influenciar más allá de los datos científicos la
toma de decisiones de su cliente —por ejemplo, si tiene que divorciarse o
dejar su trabajo—, ni generar dependencia en su relación. Este riesgo es evidente
en la terapia filosófica, dado que cada cual hace lo que le apetece y maneja una
filosofía diferente. Además, se centra en la toma de decisiones de forma explícita.

Inicio del diálogo del Menón. Nótese la


autonomía del razonamiento del esclavo…
Ellos suelen alegar que lo que hacen es “diálogo socrático”, y que dicha práctica
no constituye manipulación. Cabe decir que los textos platónicos en los que tienen
lugar diálogos socráticos son también llamados ‘aporéticos’, porque acaban a
‘aporías’. Terminan con Sócrates diciendo que ya mañana seguirán, y no llegan a
ninguna conclusión. ¿Por qué? Porque el diálogo sin ninguna guía, basado en
preguntas aleatorias, es pura cháchara que no lleva a nada. El mejor ejemplo de
diálogo socrático suele ser uno que aparece en el Menón, en el cual Sócrates
supuestamente logra que un esclavo enuncie el teorema de Pitágoras razonando
por sí mismo —muy supuestamente de hecho, porque, a tenor de las nada
realistas respuestas del esclavo, el diálogo es más falso que una moneda de 7
euros con la cara del pato Lucas.
Pero tiene trampa, porque este pasaje no es un ejemplo real del diálogo socrático
que dicen practicar los terapeutas filosóficos. Sócrates ya sabe la respuesta a la
que tiene que llegar el esclavo y lo sugestiona de forma evidente, haciéndole creer
al final que ha sido él solo quien ha llegado a la respuesta; cuando el propio
Sócrates ha conducido en todo momento el razonamiento. Por ello, el peligro de
manipulación en la terapia filosófica es extremadamente alto. Si me apuran, diría
incluso que es imposible de evitar.
Rayda: un alma libre, una outsider entre
outsiders.
Ante esta situación de falta de garantías éticas los terapeutas filosóficos han
optado por lo esperable dado el carácter engañoso que su práctica ha tenido
desde el comienzo: impostar códigos deontológicos. Ahí tenemos el ejemplo de la
lista de normas éticas del APPA —que es una asociación, que no colegio ni nada
parecido, presidida por Marinoff. El código no es oficial, es de Estados Unidos, es
muy malo y repetitivo, y encima adscribirse al mismo es violarlo, ya que sólo se
dice aplicar a los miembros del APPA —para lo cual hay que haber hecho sus
cursos. Hay casos aún más alocados, como el de la señora Rayda Guzmán que
ha decidido crear el suyo propio. Así, sin más.

¿Cómo se hacen bien las cosas?

Para hacer bien las cosas habría que: (1) Si uno sospecha que determinadas
técnicas filosóficas pueden ayudar en determinados trastornos mentales, generar
una hipótesis de trabajo. (2) Elucidar la hipótesis, es decir, dejar bien claro de qué
técnicas estamos hablando y qué significan nuestros términos. (3) Analizar que
nuestra hipótesis es congruente, tanto internamente —que no tiene
contradicciones internas— como externamente —que casa con el conocimiento
científico del que disponemos, dado que en caso de no serlo debemos empezar
por ahí. (4) Contrastar empíricamente nuestra hipótesis en un ensayo clínico
controlado y bien ejecutado —opinión personal: si hemos llegado a este punto con
éxito y no tenemos la terapia cognitiva de Beck, pierdo mil euros. (5) Analizar el
coste-beneficio de la inversión económica de poner la terapia en marcha, y de sus
efectos secundarios. (6) Ponerla en práctica de forma regulada y ofreciendo las
garantías que proceda ofrecer.

Conclusiones
La gente tiene derecho al mejor tratamiento posible. Y el sistema sanitario
español, que es uno de los mejores del mundo, tiene mecanismos para
garantizarlo. ¿El sistema sanitario es perfecto? Evidentemente no lo es. Pero lo
que hay que hacer es valorarlo y esforzarnos por mejorarlo —incluidos criterios
diagnósticos y descripciones etiológicas mejorables que seguro saldrán en el
debate acerca de este texto—, no tirarlo por la ventana y volver a los oscuros
tiempos del curandero y el chamán. En las facultades de filosofía podemos discutir
de todo y generar todas las intrigas palaciegas que nos de la gana, pero en
contextos sanitarios sólo vale lo que funciona, porque estamos hablando de la
salud de la gente y con eso no se juega.

Como conclusiones concretas extraigo cinco:

 La terapia filosófica tiene una gran cantidad de ambigüedades que


la convierten casi en un término vacío.
 Su validez como —siendo muy generosos con el término—
‘técnica’ no tiene ningún respaldo empírico.
 Puede suponer intrusismo profesional.
 No proporciona garantías a sus usuarios.
 Pese a lo que digan sus practicantes, es una falta de respeto a
la filosofía al rebajarla al fango de la pseudociencia.
Quisiera acabar con una cita de Kant, uno de los filósofos que más respeto y que
es continuamente citado por los terapeutas filosóficos. ¡Ay! Si levantara la cabeza
y viera cómo se tergiversan sus ideas…

“Muchos, y precisamente los más experimentados en el uso de la razón, acaban


por sentir —sean lo bastante sinceros para confesarlo— cierto grado de misología
u odio a la razón, porque, computando todas las ventajas que sacan…
encuentran, sin embargo, que se han echado encima más penas y dolores que
felicidad hayan podido ganar”8

Por Angelo Fasce

1 Marinoff, Lou (2000) Más Platón y menos prozac, Barcelona: Ediciones B.


2 http://www.esfilosofia.com/practica-filosofica/asesoramiento-filosofico/
3 http://www.comteruel.org/documentos/ManualdeEtica.pdf
4 https://raydaguzman.files.wordpress.com/2013/04/la-enfermedad-
filosc3b3fica.pdf
5 http://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-
entrevista-nacho-baneras-terapia-filosofica/2486409/
6 http://filosofiahoy.es/index.php/mod.pags/mem.detalle/relcategoria.421
2/idpag.7074/v_mem.listado/regini.20/chk.117830e833ae113372123cab
160fc5fe.html
7 http://www.filo.cat/lassessorament-filosofic/la-consulta-da-f/
8 http://pmrb.net/books/kantfund/fund_metaf_costumbres_vD.pdf

https://lavenganzadehipatia.wordpress.com/2015/11/22/terapia-filosofica-la-filosofia-como-
pseudociencia-2/
¿Es terapéutica la filosofía?
Daniel R. Esparza | Feb 28, 2016

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Un reciente revival de la filosofía estoica pone la


pregunta nuevamente en el tapete

En una entrevista para Aeon, el filósofo Nigel Warburton –autor de


la Pequeña Historia de la Filosofía, publicada en 2011- preguntaba a
Jules Evans –filósofo y académico de la Universidad de Londres, autor
de Filosofía para la vida y otras situaciones peligrosas– su
opinión a propósito del relativamente reciente renacimiento del interés
por ciertas escuelas de la filosofía clásica y helenística griega,
vinculándolas no sólo con su rol tradicional –esto es, de ser
primordialmente un intento de comprender- sino también con ciertos
beneficios estrictamente relacionados con el bienestar psicológico.

La Escuela de Atenas, de Rafael Sanzio


El ejercicio de la filosofía, explica Warburton, y el descubrimiento de la
razón y naturaleza de las cosas que de ella se deriva, no tienen por qué
necesariamente beneficiarnos psicológicamente. Por el contrario,
argumenta, puede hacer que nos sintamos mucho peor.
La respuesta de Evans, que reproducimos aquí parcialmente, es
reveladora: por una parte, el filósofo afirma que el bienestar no es un
valor superior a la verdad pero, por la otra, también es cierto que los
pensadores griegos y romanos clásicos sí entendieron a la filosofía como
una actividad terapéutica, cuando menos en algunos de sus aspectos:

Personalmente, no quiero decir que toda la filosofía sea terapia, sino que
los antiguos griegos y romanos la entendieron así, lo mismo que muchos
filósofos de India. Ellos desarrollaron una serie de técnicas, todas ellas
prácticas, que aseguraron podrían ayudar a transformar el sufrimiento, y
que eran parte de una “filosofía de vida” general. Estas técnicas no eran
simplemente “pensamiento positivo” sino que, por el contrario, implicaban
ver el mundo como lo es, en toda su inestabilidad y adversidad, y aceptarlo.
Algunas de estas técnicas han sido ahora redescubiertas y puestas a prueba
por psicólogos empíricos, quienes han descubierto que, de hecho,
transforman el sufrimiento emocional. Quiero comunicar esto tanto como
sea posible, porque la filosofía antigua puede realmente ayudar a a la
gente a superar el sufrimiento, y esto es un mérito de la filosofía que, como
se sabe, está mal vista y mal patrocinada hoy día ¿No crees que mientras
más comuniquemos esto, más relevante y apreciada será la filosofía en el
mundo contemporáneo?

Ahora bien ¿creo yo que el bienestar es un valor superior a la verdad? No.


Espero nunca aferrarme a algo sólo porque ese algo me hace feliz, si
sospecho que ese algo no es, además, verdadero. La filosofía implica una
búsqueda incansable de la verdad, un examen incesante de las propias
convicciones. Disfruto de esa búsqueda, y esa es la razón por la cual no me
detuve en el estoicismo sino que permanecí buscando, porque no creo que
en el estoicismo se halle la verdad última a propósito de la realidad. Pero lo
que me motiva a buscar es, en última instancia, una especie de fe platónica
que asume que la verdad es buena, y que es buena para mi ¿Para qué
molestarse buscando a no ser que pensase que vale la pena llegar a
destino?
https://es.aleteia.org/2016/02/28/es-terapeutica-la-filosofia/

EL PENSAMIENTO CRÍTICO EN BUSCA DE SU


DEFINICIÓN*

Linda Elder (2007) explica que: el problema, por el cual es necesario promover el pensamiento
crítico es porque a pesar de que pensar es una operación natural, es una operación que si se le
deja por sí sola, tiende a ser parcial, predispuesta, deformada; no uniforme y con prejuicios (p.
5). Es un hecho que la vida del ser humano no puede ser una vida ajena de un pensar sólido y
fuerte, mediante el cual tengamos la oportunidad y capacidad de proyectar nuestra vida. La
persona tiene como tarea construir un mundo humano en el que la capacidad de pensar tiene un
papel nuclear. No basta con sólo querer o tener una habilidad natural para construir, producir o
hacer cosas, sino que es necesario que toda persona tenga un impulso de autoguiar su
pensamiento hacia aspectos objetivos y colindantes con la verdad. Cada uno de nosotros debemos
vivir una vida más racional, razonable y empática (Elder 2007, p. 10).

Si hemos sido dotados de una facultad intelectual es urgente que la utilicemos de la mejor manera
posible. Sin duda la inteligencia y el conocimiento de la verdad hacen posibles la felicidad, ya que
mediante un pensamiento agudo podemos analizar, intuir, reflexionar inferir, deducir, concluir…
todo aquello que es adecuado para vivir una vida altamente digna, la cual incluye a todas las
personas con quien nos relacionamos. Es de gran interés saber que no importa cuán hábiles
seamos para razonar y pensar críticamente, pues siempre existe la posibilidad de mejorar
estas habilidades, ya que el hombre tiene capacidad de crecimiento al infinito, es así como «el
alma es en cierto modo todas las cosas, pues es apta para conocerlas todas» (Tomás de Aquino,
De Ver., II, art. 2, c.).

El pensamiento crítico es una manera de pensar acerca de un tema, contenido o problema, en


donde el pensador tiene la capacidad de mejorar la calidad de su pensamiento (Elder, 2007, p. 8),
en la medida en que se propone desarrollar las destrezas necesarias que le permitan mejorar
sus estándares intelectuales. Por su parte Glasser (1941) define el pensamiento crítico como la
habilidad de pensar críticamente, en lo que interviene una actitud de estar dispuesto a considerar
reflexivamente los problemas y contenidos que suceden junto con la experiencia, el conocimiento
de métodos de indagación lógica y racional, y ciertas habilidades para la aplicación de dichos
métodos.

El pensamiento crítico exige examinar cualquier creencia o suposición de sabiduría a la luz de las
evidencias que la sustentan, llegar a conclusiones, reconocer problemas, encontrar soluciones,
recolectar y gestionar información, reconocer valores y supuestos (assumptions), comprehender
y usar el lenguaje con precisión, lograr claridad, discriminar, interpretar datos, valorar la evidencia y
evaluar argumentos, reconocer la existencia o no existencia de relaciones lógicas entre
proposiciones, concluir y generalizar, poner a prueba tales conclusiones y generalizaciones, de
manera que se puedan reconstruir patrones de creencias basados en una experiencia
más abarcante, pero sobretodo la capacidad de ser precisos en los juicios que emitimos en
aquellas cosas cotidianas de la vida diaria.

Para William Sumner (1940) el pensamiento crítico es la exanimación y prueba de las


proposiciones que se lanzan por aceptación, en orden de encontrar si corresponden con la realidad
o no. Por otra parte explica que la facultad crítica es un producto de la educación y el
entrenamiento, es un hábito mental poderoso, es una condición primaria de asistencia humana
en que los hombres y las mujeres deben ser capacitados, es la única garantía — según Summer—
en contra de la desilusión, decepción, superstición y la malinterpretación de nosotros mismos y
nuestras circunstancias.

Richard Paul (2007), director de investigación y desarrollo profesional del Centro de Pensamiento
crítico y presidente del consejo nacional de E.E.U.U para la excelencia del pensamiento crítico,
señala que el pensamiento crítico conduce al cambio significativo de las habilidades intelectuales y
habilidad de entendimiento en las personas, quienes mediante éstas pueden forjar un mundo
diferente. En la medida en que el pensamiento crítico aquilata los pensamientos transformándolos
en mejores pensamientos, es un pensamiento sobre el pensamiento, pues al pensar lo que
pensamos, tenemos que pensar lo que es. De manera que no estaremos atrapados en
lo meramente subjetivo o en el plano de lo relativo, sino que hay que revisar lo que pensamos a la
luz de las evidencias que nos presenta la realidad, de tal modo que las habilidades del
pensamiento nos permitirán el conocimiento y el encuentro con el mundo natural y social,
manteniéndonos en vinculación con el mundo real (Romero, 2006, p. 26). Todo parece apuntar a
que una buena promoción de habilidades del pensamiento a la vez que la corrección y habilitación
de operaciones mentales básicas contribuye de manera efectiva en la manera en
que comprehendemos el mundo, es decir que abarcamos el mundo como un lugar efectivo, que
está-ahí independientemente de nuestra experiencia.

Esa base [el pensar críticamente] se sitúa entre el conocimiento de las cosas y las habilidades de
pensamiento filosófico… las operaciones de pensamiento habrían de ser el punto de partida del
camino hacia las habilidades… [a través] de la revisión … de las operaciones del pensamiento
(Romero, 2006, p. 26). El ser humano como tal, está dotado de una capacidad intelectual peculiar,
la cual le brinda la oportunidad de cuestionarse de manera profunda asuntos tales como la
existencia, el sentido de su vida, el origen del mundo, el tiempo, el ser de las cosas y la realidad,
por ejemplo. Es un hecho que nos preguntamos cosas de esta categoría y que a la vez estamos
dotados por la naturaleza de un aparato racional, de aquí que no resulte extraño el tener una visión
objetiva del mundo; sería una ironía tener esta capacidad y que sea imposible tener acceso a lo
real. La pregunta que surge es: ¿cómo podemos vincularnos con la realidad de una manera más
precisa? Para Romero (2006) la promoción de habilidades por vía de las operaciones del
pensamiento básico, y en específico las habilidades cognitivas aplicadas a la reflexión nos llevaran
de la mano a la adquisición de habilidades tales como la interpretación, la inferencia y el análisis
complejo relacionado con la delimitación y resolución de problemas, destrezas que son específicas
del pensamiento crítico. Estas destrezas son importantes en primera instancia para obtener buen
juicio respecto de los hechos que la realidad nos presenta, de tal manera que la vida se
convierta en una vida predominantemente humana, es decir una vida racional ordenada a tomar las
decisiones que nos ayudarán a perfeccionarnos como naturaleza.

Esta manera de proceder principalmente nos ayuda a cultivar un espíritu de pensador crítico, capaz
de tomar decisiones, emitir juicios acertados, comprender ideas complejas y finalmente vivir una
vida coherente. Sin
embargo el pensamiento crítico representa un peligro si se le pretende ver de una manera
totalizante, es decir que se tenga una confianza en la razón por encima de la realidad. Confiar en la
razón no significa que lo único de lo que se puede estar seguro es del pensamiento propio. No se
trata de caer en un racionalismo, sino más bien de confiar en la razón como un instrumento preciso
que nos refleja el mundo exterior. Para ello es imperante que la mente se transforme en una mente
inquisitiva, bien informada, abierta, flexible, justa al momento de evaluar, honesta, prudente,
dispuesta a reconsiderar o a retractarse, clara, ordenada, diligente en la búsqueda de información
relevante, razonable en la selección de criterio, enfocada en preguntar, indagar, investigar,
persistente en la búsqueda de resultados precisos (Facione, 2007, p. 2).

* TOMADO DE: GUERRERO ÁLVAREZ LARISSA (2011) "EL PENSAMIENTO CRÍTICO Y LA


INSTRUCCIÓN COGNITIVA EN EL ÁMBITO DE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA"
SYNECHISMO VOL. 1.

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Etiquetas: ARTÍCULOS

sábado, 15 de diciembre de 2012

Dos formas de plantear la FT

1. Pensamiento Crítico o Critical Thinking.


Supone el análisis de los problemas e inquietudes que nos
presenta el consultante a través del análisis del pensamiento y de
las perspectivas particulares que surgen en la vida. Profundiza en
el significado de conceptos como amor, libertad, dependencia,
incertidumbre y en sus implicaciones para la vida concreta del
consultante. Con las técnicas de Pensamiento Crítico se establece
una valoración de las mejores soluciones a las problemáticas
particulares.

2. Filosofía como camino de vida.


Trabaja sobre pensamientos, emociones, reacciones inesperadas,
del consultante para comprender y promover el cambio cuando así
sea necesario.Desde esta instancia, se busca la mejora de la
calidad de vida mediante el aumento de la armonía personal, la
felicidad y la profundización en los acontecimientos que nos
rodean.
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Etiquetas: FILOSOFÍA TERAPÉUTICA

Filosofía Terapéutica como clínica

Objetivo:

1.- Restablece la recta operación del entendimiento o Nous (correspondencia con


lo real).
Metafísica y epistemología
2.- Restablece la lógica interna del discurso existencial.
Mayéutica, logoterapia y lógica (aspectos cognitivo conductuales)

3.-Promueve la congruencia con una finalidad unitiva.


Ética

4.- Posesión de los dinamismos alógicos y biológicos.


Psicología

Cómo se trabaja durante cada sesión.

1. Investigar el estrato subyacente del consultante ¿Qué ideología se tiene?


2. Buscar deconstruir la ideología y abrirse a un nacimiento de un nuevo
entendimiento. Se genera un movimiento emocional.
3. Fiel a la verdad sobre el cliente y uno mismo.
4. Apertura a todo tipo de propuesta. Capacidad de tomar lo que haya de
verdad en cada una de ellas.
5. No introducir la imaginación en el proceso pero si plantear supuestos y
posibilidades.
6. Combatir las falacias, las ilusiones, los espejismos ir del “parecer ser” al ser.
7. El objetivo no es enseñar sino enseñar a pensar.
8. El asesor se mantiene al margen de los nuevos entendimientos.
9. Respeto las creencias sin introducir la propia ideología.
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Etiquetas: FILOSOFÍA TERAPÉUTICA

Orientación Ética
Es un aspecto de la Filosofía Terapéutica en el cual se da un asesoramiento sobre valores,
creencias e ideales en torno a la reflexión del ethos o actitud ética privada: Esta orientación se
formula desde dos campos de la vida: La vida profesional y la vida personal.
La orientación ética gira en función de las siguientes preguntas:
 ¿Qué valoramos en nuestras vidas?
 ¿Qué es valioso para mí?
 ¿Vivo acorde con lo que valoro y creo o pienso?
 ¿Cuáles son las creencias que dan origen a mis conductas?
 ¿Mis creencias y mis hábitos son congruentes?
 ¿Cómo me gustaría que fueran las cosas?
 ¿Me adapto al mundo o quiero que el mundo se adapte a mí?
 ¿Actúo de manera apática dejándome llevar por tendencias
que no son valiosas para mí?
Con la Orientación Ética realizamos:

 Un autoconocimiento de nuestros valores y creencias conscientes e inconscientes.


 Una observación de los valores y creencias que subyacen a nuestras acciones reales.
 Una muestra de la incompatibilidad entre lo que valoramos y hacemos.
 Un reconocimiento de lo que para nosotros tiene valor.
Y un trabajo de plasmar en nuestras vidas lo que para nosotros
es valioso.
 Un reconocimiento del sentido de nuestra vida.
 Un reforzamiento del uso de nuestra libertad en torno a nuestras decisiones.
 Formar el carácter y lograr la autonomía personal.

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Etiquetas: ORIENTACIÓN ÉTICA

Sócrates café Filosofía vernácula e informal para todos


A partir del renacimiento experimentado por la filosofía desde la década de los 80’s,
principalmente en Europa y después en Estados Unidos, los diversos círculos académicos,
intelectuales, culturales y artísticos han ido aportando diversos esquemas que propicien un
“aterrizaje”- al terreno del común de la gente- de los conceptos filosóficos.
Como todos sabemos, la filosofía no es privativa del terreno académico, sino que más
bien matiza y dirige todas las acciones que diariamente realizamos. Incluso tenemos una filosofía
para las cosas más cotidianas: “siempre he pensado que la comida oriental es esencialmente
mejor que la italiana” o “Prefiero los productos naturales que no dañen el medio ambiente”.
Nos gusta recordar que los primeros filósofos - especialmente en la Grecia antigua-
desarrollaron sus interesantes conceptos en un marco de divertidas discusiones y controversias,
llevadas a cabo en lugares públicos, incluso al aire libre, donde participaba cualquier ciudadano
común. Estos lugares fueron conocidos como ágora. Los temas eran inagotables y aún conservan
su vigencia: ¿quién es el hombre? ¿Qué cosa es el cosmos? O simplemente, porqué amamos lo que
amamos.

Sócrates Café es un marco más para la filosofía, esta vez en una faceta moderna: el
café. Es en ésta tradicional forma de reunión donde ampliamente se puede dar -en palabras del
filósofo neoyorkino Lou Marinoff - “la última encarnación del ágora”.

A continuaciones algunas características del Sócrates Café en contraste con una reunión común:

Reunión Normal Sócrates café


Se festeja o conmemora algo o a Se festeja la filosofía en colectividad
alguien
Alguno puede acaparar la atención Todos deben participar
Se habla sin límite de tiempo HAY UN LIMITE DE TIEMPO PARA
HABLAR
Puede haber participación pasiva Se participa activamente
Se reúnen, se come, mientras se opina Se reúnen, opinan, mientras se come
Cuestionar a alguien es falta de No cuestionar a alguien es falta de
educación educación
Hay un festejado o anfitrión Hay un rol de coordinadores
Ha todo mundo se le olvida de qué Se vale tomar apuntes de lo que se
platicó considere valioso o se les olvida
todo...

Existe un perfil que debe tener un Sócrates café para funcionar:

 Es un ambiente de respeto mutuo


 Hay tolerancia a cualquier ideología u opinión dentro de un marco de amistad
 Hay que recordar que la controversia es el arte de saber cambiar de opinión
 Se debe tomar en cuenta la autoridad del coordinador en turno, aún si éste tiene un
estilo suave
 La crítica deberá ser constructiva
 Toda opinión vale y es digna de ser oída
 No se está cambiando el mundo
 No se está organizando ningún grupo o partido
 Es un círculo para fomentar la capacidad de razonar y de comprender a los demás
 No pueden participar niños
 Se debe cooperar con la casa anfitriona
 Se deberá proponer temas de discusión.
 El que se enoja, pierde.

Publicado por Filosofía Terapéutica en 10:21 No hay comentarios:


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Etiquetas: SÓCRATES CAFÉ

Sócrates Café o Café Filosófico

En el año 2000, la Sociedad de Filosofía Aplicada de México (SOFIAM) inició con su Café
Filosófico o Sócrates Café en la ciudad de Guadalajara, México siendo éste el primer café filosófico
realizado en nuestro país. Impulsados y animados por el mismo Lou Marinoff nos dimos a la tarea
de formar una comunidad de indagación en la cual la filosofía vernácula era el motor para discutir
sobre los tópicos que en ese momento nos parecían de interés para cada uno de todos, para
nuestra sociedad y además para pasar un buen rato en compañía de los amigos, un buen café o
un buen vino.

Los Sócrates Cafés son espacios para la búsqueda de la verdad a partir de un diálogo racional
estructurado que utiliza la meyéutica (de ahí su nombre Sócrates Café) como su método, en el cual
cualquier persona de cualquier profesión, creencia, cultura, etc., puede participar. La idea u objetivo
central es reflexionar de forma comunitaria, no únicamente en busca de respuestas sino en busca
de preguntas, temas de interés de tal forma que entre todos los participantes se logre construir un
criterio que nos ayude a interactuar de mejor modo con la realidad y la vida cotidiana. Se suele
afirmar que se trata de volver la vida más apasionada a través de la reflexión en la búsqueda de la
certeza.

El ambiente debe ser de respeto, cordialidad, humildad, lejos de toda soberbia intelectual pues no
se trata de dar lecciones ni tampoco es el momento para que de forma individual se den
indoctrinamientos ni proselitismos de ningún tipo. La dinámica se da a través de un moderador
quien se asegura de que nadie acapare el micrófono y que todos tengan la oportunidad de
expresar sus forma de pensar. Tampoco hay discursos correctos o incorrectos, verdaderos o falsos.
La comunidad de indagación sigue el principio de que la verdad se construye de manera conjunta,
puesto que la realidad es algo que escapa a un solo intelecto y ésta es mejor si es revisada entre
muchas cabezas, de este modo es cierto que la realidad no se construye pero el conocimiento de
ella sí. Para lo cual no hay que ser grandes conocedores, si no más bien grandes observadores. El
café filosófico no inicia con la postura o un conocimiento previo, sino que se va conformando, de
ahí que la democracia y el consenso son valores fundamentales para su realización por lo que el
café además promueve valores ciudadanos mismos que hoy en día son tan mencionados.

El Café Filosófico es así un sistema de democratización del saber en el que todos aprendemos de
todos y todos enseñamos a los demás.

Publicado por Filosofía Terapéutica en 8:54 No hay comentarios:


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Etiquetas: SÓCRATES CAFÉ

viernes, 14 de diciembre de 2012

¿Qué es la Filosofía Terapéutica?


La Filosofía Terapéutica (FT) es un espacio en el cual el consultante logra definir, restablecer,
ordenar o descubrir su proyecto vital a través de la reflexión del sentido de su vida, del contexto en
el que vive y las tareas que realiza.
Muchas veces al no tener claridad en este sentido vital o carecer de un proyecto tal nos llegamos a
sentir tristes, cansados, estancados, sin motivaciones o sin paz. La FT trabaja a través del
razonamiento profundo y el diálogo, bajo la guía y compañía de un asesor filosófico quien
proporciona la guía para que el consultante encuentre, comprenda y diseñe su propio crecimiento
personal en armonía con sus circunstancias. El diálogo se establece en un ambiente de empatía,
humildad y honestidad.
La FT utiliza el diálogo socrático y herramientas de la terapia cognitivo-conductual, trabaja de forma
sistémica, lo que significa que se abordan problemáticas desde las emociones, hábitos, conductas
individuales, así como las relaciones familiares, sociales, laborales desde una perspectiva holística
mediante un diálogo racional y emotivo a partir del cual se van sentando las posibles respuestas y
soluciones a para lograr establecer un proyecto vital que nos lleve a la felicidad y la plenitud. Se
trata de una filosofía para la vida lejos de la erudición y la academia.
La FT respeta las ideas, creencias, profesión de fe, cultura, preferencias, situación social de cada
consultante. El asesor es un profesional entrenado para brindar asesoría, consultoría, terapia y/o
coaching a lo largo del proceso de indagación terapéutica.
Publicado por Filosofía Terapéutica en 6:15 No hay comentarios:
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Etiquetas: FILOSOFÍA TERAPÉUTICA

http://filosofiaterapeuticayorientacion.blogspot.com/

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