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Suelo hablar sobre ciencia, e incluso doy mis golpes en algunos campos, pero
ante todo me dedico a la filosofia y pretendo vivir de ello. Por esta razón, espero
no se me haga la absurda acusación de cientificismo. Yo adoro mi campo, lo
considero útil y necesario, y, como tal, me gusta mantenerlo limpio. Esa
motivación, junto a la protección de aquellos incautos que puedan caer en las
manos de un terapeuta filosófico, es lo que me mueve a escribir esto.
Por ello, este escrito tiene dos receptores. Por un lado, mis colegas filósofos,
especialmente aquellos que están empezando, y, por otro, aquellas personas que
quieran buscar información acerca de la terapia filosófica. Las dos audiencias no
podrían ser más dispares en varios sentidos, aunque se parecen en el hecho de
que está justificado que comience desde los principios más básicos del tema. El
principal problema es el estilístico. A los filósofos les gusta lo enrevesado; los
textos llenos de palabrejas técnicas. En cambio, los que pasan por aquí buscando
información preferirán un texto claro y transparente que se pueda leer en no
mucho tiempo.
Voy a tratar de contentar más a los no-filósofos que a los otros, y por ello seré todo
lo claro y conciso que pueda. Espero que los demás no confundan una forma
comunicativa de expresión con la falta de profundidad, la inocencia o la falta de
conocimiento. Se equivocarían. Soy profundamente malvado y sé de lo que estoy
hablando.
¿Terapia o asesoramiento?
En los últimos años se ha venido usando el término ‘asesoramiento’ a modo de
eufemismo a lo que generalmente se denominaba ‘terapia’. De hecho, los más
impúdicos siguen sin tener problemas en usar el término. Aunque, en líneas
generales, el eufemismo ha ido poniéndose de moda, al permitir eludir las
responsabilidades que se derivarían directamente en caso de presentarse como
una terapia.
Una ‘terapia’ se define como un “conjunto de medios que se emplean para curar o
aliviar una enfermedad.” (DRAE) Es decir, es siempre una técnica o principio
activo que sirve para paliar o eliminar una enfermedad. Pero ojo, siempre ha de
haber una enfermedad, dado que en caso contrario lo que hacemos no es una
terapia para nada. Existen terapias de dos tipos: curativas y paliativas. Si uno tiene
un cáncer, por ejemplo, una terapia curativa es aquella que ataca al tumor. En
caso de que la terapia vaya encaminada únicamente a aumentar nuestra calidad
de vida, nos encontramos ante una de tipo paliativo.
Una terapia es siempre un ‘acto médico’. Este tipo de actos “engloban todas las
actuaciones profesionales como son la enseñanza, educación y
formación, actuaciones clínicas y médico técnicas, todas ellas encaminadas a
promover la salud, prevención de enfermedades, aportar los cuidados
terapéuticos o diagnósticos a los pacientes, grupos, comunidades o
individuos, siendo responsabilidad y debiéndose realizar siempre por un licenciado
o doctor en medicina titulado o bajo su directa supervisión o prescripción”3.
Es decir, los actos médicos han de ser siempre realizados por un profesional
sanitario o bajo su supervisión. Incluyen el diagnóstico, la aplicación de
tratamientos y la formación de otros profesionales sanitarios. Cabe mencionar,
dado que la cita está enfocada hacia la medicina, que los psicólogos sanitarios y
clínicos están también facultados para realizar actos médicos. Los psicólogos
sanitarios han de tener un grado en psicología, más un máster en psicología
general sanitaria, y estar colegiados. Los clínicos son psicólogos sanitarios
especializados en intervenciones clínicas gracias a haber realizado el PIR —el
equivalente en psicología al MIR de los médicos. Los títulos de ‘psicoanalista’,
‘psicoterapeuta’, ‘terapeuta gestalt’ y similares ya nos adentran en territorio
comanche, donde habita la gente sin formación sanitaria, sin colegiatura y que no
aplica técnicas contrastadas.
Toda terapia, para poder ser aplicada legalmente, ha de haber pasado por una
validación científica. Esta validación se suele hacer con pruebas de doble ciego —
es decir, es usan dos grupos de personas a la que sólo se le aplica el tratamiento
real a uno y se observa si ese grupo ha tenido mejores resultados que el otro, en
el que sólo podemos esperar un efecto placebo. Ningún profesional sanitario
puede aplicar una terapia sin validación, dado que en caso contrario se jugaría la
expulsión del ejercicio legal en contextos sanitarios e, incluso, sentarse ante un
juez. Siempre que se hace ha de ser con el debido consentimiento del cliente, y
normalmente dentro de un ensayo clínico.
¿Tiene la terapia filosófica alguna validación experimental? ¿Ha probado ser mejor
que otras técnicas, o, incluso, ser mejor que no hacer nada? La respuesta es ‘no’.
No existe ningún estudio que la avale para ninguna situación. Por lo tanto, no es
una terapia —ni tampoco una herramienta válida en otras intervenciones
psicológicas—, y, por ello, en caso de ser empleada como tal supone
una pseudoterapia. Como el reiki, la biodescodificación o el psicoanálisis.
La respuesta habitual ante lo dicho por parte de los terapeutas filosóficos suele ser
que ellos usan el término en referencia a como lo entendía Epicuro o los romanos.
Pero ello es simplemente confundir al usuario. Si te hago una pregunta en el siglo
XXI, espero una respuesta en el siglo XXI. Imaginad que váis al cardiólogo y le
preguntáís si lo que os va a aplicar es una terapia y os responde con referencia a
los antiguos etruscos o al período Muromachi japonés. Evidentemente le pedirías
que se deje de tonterías y que te conteste con un ‘sí’ o con un ‘no’. Y en el caso
de la terapia filosófica la única respuesta válida es un ‘no’.
1) La táctica de la pseudoenfermedad
Esta táctica consiste en inventarse una pseudoenfermedad que nuestra
pseudoterapia va a pseudocurar. El psicoanálisis fue el campeón en su
momento, y hoy en día tenemos casos como la acupuntura y sus desequilibrios
en el kì, o de la quiropráctica y sus ‘subluxaciones’. Esta táctica puede llegar a ser
muy peligrosa, dado que cuando la patologización es generalizada suele ser un
rasgo típicamente sectario. Por ejemplo, la dianética de la cienciología y los
‘engramas’ o, no sectario pero sí religioso, la doctrina del pecado original.
Los terapeutas filosóficos se han prodigado en la invención de enfermedades. Dos
ejemplos:
a) “La enfermedad filosófica resulta del fracaso de darle significado a una vida
humana que actualmente obedece a las exigencias de un mundo espectacular, en
el sentido de ‘espectáculo’, de show, de lo que tiene de virtualidad y de ficción –al
estilo de Augé y de Lipovetsky –, allí se conforman sus kenodoxas (los deseos
no-naturales y no-necesarios) y con ella sus sufrimientos.”4
Dejando de lado la verborrea posmoderna, lo que la señora Rayda Guzmán está
queriendo decir es que todo aquello que ella define como “deseos no-naturales y
no-necesarios” suponen sufrimiento. Y que todo aquel que los tenga tiene una
“enfermedad filósófica”. Sea lo que sea que eso quiera decir. Y que ella lo cura
previo pago, claro.
En este caso Nacho Bañeras dice que la sociedad está enferma. Y que esa
enfermedad se transmite por medio del sistema educativo. Todos estamos
enfermos de entrada, y cuando decimos que estamos bien y que tenemos un nivel
de vida que nos satisface estamos mostrando un síntoma. Esta cita podría haber
sido extraída del sermón de cualquier gurú de secta aleatorio.
Henrik Hdez-Villaescusa
Nacho
Bañeras
E
nric Carbó
La constitución española, en su artículo número 35, establece la libertad de todos
los ciudadanos para elegir la profesión que consideren oportuna. Pero, acto
seguido, en el 36, establece una limitación: “La ley regulará las peculiaridades
propias del régimen jurídico de los Colegios Profesionales y el ejercicio de las
profesiones tituladas.” Es decir, usted puede elegir ser el profesional que desee,
pero el estado regulará su actuación a través de los colegios profesionales. Cabe
mencionar que los terapeutas filosóficos no pueden estar colegiados en colegios
profesionales sanitarios, dado que no tienen la formación requerida y su actuación
vulnera todos los códigos deontológicos sanitarios al no estar debidamente
avalada. Más adelante me centraré en este tema con más detalle.
Así que mucho cuidado con el instrusismo profesional, que es algo muy serio que
puede llegar a estar penado con hasta 2 años de cárcel, y los terapeutas
filosóficos caen en él continuamente según se desprende de sus anuncios.
Para quien no hable catalán: este señor afirma estar seguro de que te puede
ayudar a superar una drogodependencia, un trastorno de ansiedad o una
depresión con unas hiperventilaciones de Josep Fericgla —un iluminado que
encontró la sabiduría consumiendo ayahuasca en Ecuador—, citas de
Parménides, un pelín de psicología transpersonal —una pseudociencia de manual
—, algo de budismo y diáologo socrático. Genio y figura, hay que admitirlo.
La liga de la terapia filosófica.
Psicología no regulada, eneagramas, coaching, interpretación de sueños, etc.
Al final, la terapia filosófica ocupa el puesto que se merece, junto a otras
pseudoterapias ofertadas por chamanes e iluminados de todo tipo. Sinceramente,
no creo que nadie se tome la molestia de estudiar un grado en filosofía pensando
en acabar codeándose con psicomagos o consteladores familiares.
Falta absoluta de garantías éticas
Ya he mencionado los códigos deontológicos. Estos códigos no son textos que
unas cuantas personas hacen una tarde aburrida. Se trata de textos complejos,
que recogen décadas de práctica sanitaria, y que tienen que ser aprobados por el
estado y regulados por colegios oficiales. Los terapeutas filosóficos hacen gala de
la más absoluta ignorancia —o pasotismo— acerca de los problemas que el
código deontológico de la psicología trata de prevenir, y de su importancia. En
general, desconocen la psicología contemporánea, confundiéndola
continuamente con el psicoanálisis.
Cosas que dice el código deontológico de los psicólogos y que los terapeutas
filosóficos no garantizan:
Para hacer bien las cosas habría que: (1) Si uno sospecha que determinadas
técnicas filosóficas pueden ayudar en determinados trastornos mentales, generar
una hipótesis de trabajo. (2) Elucidar la hipótesis, es decir, dejar bien claro de qué
técnicas estamos hablando y qué significan nuestros términos. (3) Analizar que
nuestra hipótesis es congruente, tanto internamente —que no tiene
contradicciones internas— como externamente —que casa con el conocimiento
científico del que disponemos, dado que en caso de no serlo debemos empezar
por ahí. (4) Contrastar empíricamente nuestra hipótesis en un ensayo clínico
controlado y bien ejecutado —opinión personal: si hemos llegado a este punto con
éxito y no tenemos la terapia cognitiva de Beck, pierdo mil euros. (5) Analizar el
coste-beneficio de la inversión económica de poner la terapia en marcha, y de sus
efectos secundarios. (6) Ponerla en práctica de forma regulada y ofreciendo las
garantías que proceda ofrecer.
Conclusiones
La gente tiene derecho al mejor tratamiento posible. Y el sistema sanitario
español, que es uno de los mejores del mundo, tiene mecanismos para
garantizarlo. ¿El sistema sanitario es perfecto? Evidentemente no lo es. Pero lo
que hay que hacer es valorarlo y esforzarnos por mejorarlo —incluidos criterios
diagnósticos y descripciones etiológicas mejorables que seguro saldrán en el
debate acerca de este texto—, no tirarlo por la ventana y volver a los oscuros
tiempos del curandero y el chamán. En las facultades de filosofía podemos discutir
de todo y generar todas las intrigas palaciegas que nos de la gana, pero en
contextos sanitarios sólo vale lo que funciona, porque estamos hablando de la
salud de la gente y con eso no se juega.
https://lavenganzadehipatia.wordpress.com/2015/11/22/terapia-filosofica-la-filosofia-como-
pseudociencia-2/
¿Es terapéutica la filosofía?
Daniel R. Esparza | Feb 28, 2016
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Personalmente, no quiero decir que toda la filosofía sea terapia, sino que
los antiguos griegos y romanos la entendieron así, lo mismo que muchos
filósofos de India. Ellos desarrollaron una serie de técnicas, todas ellas
prácticas, que aseguraron podrían ayudar a transformar el sufrimiento, y
que eran parte de una “filosofía de vida” general. Estas técnicas no eran
simplemente “pensamiento positivo” sino que, por el contrario, implicaban
ver el mundo como lo es, en toda su inestabilidad y adversidad, y aceptarlo.
Algunas de estas técnicas han sido ahora redescubiertas y puestas a prueba
por psicólogos empíricos, quienes han descubierto que, de hecho,
transforman el sufrimiento emocional. Quiero comunicar esto tanto como
sea posible, porque la filosofía antigua puede realmente ayudar a a la
gente a superar el sufrimiento, y esto es un mérito de la filosofía que, como
se sabe, está mal vista y mal patrocinada hoy día ¿No crees que mientras
más comuniquemos esto, más relevante y apreciada será la filosofía en el
mundo contemporáneo?
Linda Elder (2007) explica que: el problema, por el cual es necesario promover el pensamiento
crítico es porque a pesar de que pensar es una operación natural, es una operación que si se le
deja por sí sola, tiende a ser parcial, predispuesta, deformada; no uniforme y con prejuicios (p.
5). Es un hecho que la vida del ser humano no puede ser una vida ajena de un pensar sólido y
fuerte, mediante el cual tengamos la oportunidad y capacidad de proyectar nuestra vida. La
persona tiene como tarea construir un mundo humano en el que la capacidad de pensar tiene un
papel nuclear. No basta con sólo querer o tener una habilidad natural para construir, producir o
hacer cosas, sino que es necesario que toda persona tenga un impulso de autoguiar su
pensamiento hacia aspectos objetivos y colindantes con la verdad. Cada uno de nosotros debemos
vivir una vida más racional, razonable y empática (Elder 2007, p. 10).
Si hemos sido dotados de una facultad intelectual es urgente que la utilicemos de la mejor manera
posible. Sin duda la inteligencia y el conocimiento de la verdad hacen posibles la felicidad, ya que
mediante un pensamiento agudo podemos analizar, intuir, reflexionar inferir, deducir, concluir…
todo aquello que es adecuado para vivir una vida altamente digna, la cual incluye a todas las
personas con quien nos relacionamos. Es de gran interés saber que no importa cuán hábiles
seamos para razonar y pensar críticamente, pues siempre existe la posibilidad de mejorar
estas habilidades, ya que el hombre tiene capacidad de crecimiento al infinito, es así como «el
alma es en cierto modo todas las cosas, pues es apta para conocerlas todas» (Tomás de Aquino,
De Ver., II, art. 2, c.).
El pensamiento crítico exige examinar cualquier creencia o suposición de sabiduría a la luz de las
evidencias que la sustentan, llegar a conclusiones, reconocer problemas, encontrar soluciones,
recolectar y gestionar información, reconocer valores y supuestos (assumptions), comprehender
y usar el lenguaje con precisión, lograr claridad, discriminar, interpretar datos, valorar la evidencia y
evaluar argumentos, reconocer la existencia o no existencia de relaciones lógicas entre
proposiciones, concluir y generalizar, poner a prueba tales conclusiones y generalizaciones, de
manera que se puedan reconstruir patrones de creencias basados en una experiencia
más abarcante, pero sobretodo la capacidad de ser precisos en los juicios que emitimos en
aquellas cosas cotidianas de la vida diaria.
Richard Paul (2007), director de investigación y desarrollo profesional del Centro de Pensamiento
crítico y presidente del consejo nacional de E.E.U.U para la excelencia del pensamiento crítico,
señala que el pensamiento crítico conduce al cambio significativo de las habilidades intelectuales y
habilidad de entendimiento en las personas, quienes mediante éstas pueden forjar un mundo
diferente. En la medida en que el pensamiento crítico aquilata los pensamientos transformándolos
en mejores pensamientos, es un pensamiento sobre el pensamiento, pues al pensar lo que
pensamos, tenemos que pensar lo que es. De manera que no estaremos atrapados en
lo meramente subjetivo o en el plano de lo relativo, sino que hay que revisar lo que pensamos a la
luz de las evidencias que nos presenta la realidad, de tal modo que las habilidades del
pensamiento nos permitirán el conocimiento y el encuentro con el mundo natural y social,
manteniéndonos en vinculación con el mundo real (Romero, 2006, p. 26). Todo parece apuntar a
que una buena promoción de habilidades del pensamiento a la vez que la corrección y habilitación
de operaciones mentales básicas contribuye de manera efectiva en la manera en
que comprehendemos el mundo, es decir que abarcamos el mundo como un lugar efectivo, que
está-ahí independientemente de nuestra experiencia.
Esa base [el pensar críticamente] se sitúa entre el conocimiento de las cosas y las habilidades de
pensamiento filosófico… las operaciones de pensamiento habrían de ser el punto de partida del
camino hacia las habilidades… [a través] de la revisión … de las operaciones del pensamiento
(Romero, 2006, p. 26). El ser humano como tal, está dotado de una capacidad intelectual peculiar,
la cual le brinda la oportunidad de cuestionarse de manera profunda asuntos tales como la
existencia, el sentido de su vida, el origen del mundo, el tiempo, el ser de las cosas y la realidad,
por ejemplo. Es un hecho que nos preguntamos cosas de esta categoría y que a la vez estamos
dotados por la naturaleza de un aparato racional, de aquí que no resulte extraño el tener una visión
objetiva del mundo; sería una ironía tener esta capacidad y que sea imposible tener acceso a lo
real. La pregunta que surge es: ¿cómo podemos vincularnos con la realidad de una manera más
precisa? Para Romero (2006) la promoción de habilidades por vía de las operaciones del
pensamiento básico, y en específico las habilidades cognitivas aplicadas a la reflexión nos llevaran
de la mano a la adquisición de habilidades tales como la interpretación, la inferencia y el análisis
complejo relacionado con la delimitación y resolución de problemas, destrezas que son específicas
del pensamiento crítico. Estas destrezas son importantes en primera instancia para obtener buen
juicio respecto de los hechos que la realidad nos presenta, de tal manera que la vida se
convierta en una vida predominantemente humana, es decir una vida racional ordenada a tomar las
decisiones que nos ayudarán a perfeccionarnos como naturaleza.
Esta manera de proceder principalmente nos ayuda a cultivar un espíritu de pensador crítico, capaz
de tomar decisiones, emitir juicios acertados, comprender ideas complejas y finalmente vivir una
vida coherente. Sin
embargo el pensamiento crítico representa un peligro si se le pretende ver de una manera
totalizante, es decir que se tenga una confianza en la razón por encima de la realidad. Confiar en la
razón no significa que lo único de lo que se puede estar seguro es del pensamiento propio. No se
trata de caer en un racionalismo, sino más bien de confiar en la razón como un instrumento preciso
que nos refleja el mundo exterior. Para ello es imperante que la mente se transforme en una mente
inquisitiva, bien informada, abierta, flexible, justa al momento de evaluar, honesta, prudente,
dispuesta a reconsiderar o a retractarse, clara, ordenada, diligente en la búsqueda de información
relevante, razonable en la selección de criterio, enfocada en preguntar, indagar, investigar,
persistente en la búsqueda de resultados precisos (Facione, 2007, p. 2).
Objetivo:
Orientación Ética
Es un aspecto de la Filosofía Terapéutica en el cual se da un asesoramiento sobre valores,
creencias e ideales en torno a la reflexión del ethos o actitud ética privada: Esta orientación se
formula desde dos campos de la vida: La vida profesional y la vida personal.
La orientación ética gira en función de las siguientes preguntas:
¿Qué valoramos en nuestras vidas?
¿Qué es valioso para mí?
¿Vivo acorde con lo que valoro y creo o pienso?
¿Cuáles son las creencias que dan origen a mis conductas?
¿Mis creencias y mis hábitos son congruentes?
¿Cómo me gustaría que fueran las cosas?
¿Me adapto al mundo o quiero que el mundo se adapte a mí?
¿Actúo de manera apática dejándome llevar por tendencias
que no son valiosas para mí?
Con la Orientación Ética realizamos:
Sócrates Café es un marco más para la filosofía, esta vez en una faceta moderna: el
café. Es en ésta tradicional forma de reunión donde ampliamente se puede dar -en palabras del
filósofo neoyorkino Lou Marinoff - “la última encarnación del ágora”.
A continuaciones algunas características del Sócrates Café en contraste con una reunión común:
En el año 2000, la Sociedad de Filosofía Aplicada de México (SOFIAM) inició con su Café
Filosófico o Sócrates Café en la ciudad de Guadalajara, México siendo éste el primer café filosófico
realizado en nuestro país. Impulsados y animados por el mismo Lou Marinoff nos dimos a la tarea
de formar una comunidad de indagación en la cual la filosofía vernácula era el motor para discutir
sobre los tópicos que en ese momento nos parecían de interés para cada uno de todos, para
nuestra sociedad y además para pasar un buen rato en compañía de los amigos, un buen café o
un buen vino.
Los Sócrates Cafés son espacios para la búsqueda de la verdad a partir de un diálogo racional
estructurado que utiliza la meyéutica (de ahí su nombre Sócrates Café) como su método, en el cual
cualquier persona de cualquier profesión, creencia, cultura, etc., puede participar. La idea u objetivo
central es reflexionar de forma comunitaria, no únicamente en busca de respuestas sino en busca
de preguntas, temas de interés de tal forma que entre todos los participantes se logre construir un
criterio que nos ayude a interactuar de mejor modo con la realidad y la vida cotidiana. Se suele
afirmar que se trata de volver la vida más apasionada a través de la reflexión en la búsqueda de la
certeza.
El ambiente debe ser de respeto, cordialidad, humildad, lejos de toda soberbia intelectual pues no
se trata de dar lecciones ni tampoco es el momento para que de forma individual se den
indoctrinamientos ni proselitismos de ningún tipo. La dinámica se da a través de un moderador
quien se asegura de que nadie acapare el micrófono y que todos tengan la oportunidad de
expresar sus forma de pensar. Tampoco hay discursos correctos o incorrectos, verdaderos o falsos.
La comunidad de indagación sigue el principio de que la verdad se construye de manera conjunta,
puesto que la realidad es algo que escapa a un solo intelecto y ésta es mejor si es revisada entre
muchas cabezas, de este modo es cierto que la realidad no se construye pero el conocimiento de
ella sí. Para lo cual no hay que ser grandes conocedores, si no más bien grandes observadores. El
café filosófico no inicia con la postura o un conocimiento previo, sino que se va conformando, de
ahí que la democracia y el consenso son valores fundamentales para su realización por lo que el
café además promueve valores ciudadanos mismos que hoy en día son tan mencionados.
El Café Filosófico es así un sistema de democratización del saber en el que todos aprendemos de
todos y todos enseñamos a los demás.
http://filosofiaterapeuticayorientacion.blogspot.com/