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© UNIVERSIDAD NACIONAL
DE EDUCACION A DISTANCIA - Madrid, 2012
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A MODO DE PRÓLOGO
Estos son sólo algunos de los aspectos relacionados con la ficción históri-
ca y la literatura, pero en las conferencias aquí reunidas, el lector hallará mate-
ria para profundizar en otros muchos temas que componen ese vastísimo fres-
co que es la Novela histórica europea.
Nuestro agradecimiento a la Profesora Brigitte Leguen por el respaldo que
como coordinadora me brindó en la dirección y organización del Seminario,
al Centro asociado de Madrid de la UNED, que nos acogió en sus aulas, al Ins-
tituto Italiano de Cultura cuya colaboración hizo posible la presencia del escri-
tor Fulvio Tomizza que, desgraciadamente, no está ya entre nosotros, pero al
que siempre recordaremos con admiración y afecto. Damos también las gra-
cias al Römisch-Germanisch Museum de Colonia por permitir la reproduc-
ción del Gladiatorenmosaik para nuestra portada.
1
Raro será el estudio sobre la novela histórica en una determinada literatura que no
cuente con el planteamiento de esta cuestión. Véase, por ejemplo, MADELEINE DE GOGORZA
FLETCHER, The Spanish Historial Novel. 1870-1970, London, Tamesis Books, 1974; MARÍA DE
LAS NIEVES MUÑIZ MUÑIZ, La novela histórica italiana. Evolución de una estructura narrati-
va, Cáceres, Universidad, 1980; MARÍA PAZ YÁÑEZ, La historia: inagotable temática noveles-
ca, Berna, Peter Lang, 1991. El estudio de la novela histórica de tema latino, de E NRIQUE
MONTERO CARTELLE y M.ª CRUZ HERRERO INGELMO, empieza así: «La noción de novela his-
tórica tiene contornos en parte no muy bien definidos”, en De Virgilio a Umberto Eco. La
novela histórica latina contemporánea, Madrid, Ediciones del Orto y Universidad de Huelva,
1994, pág. 7.
2
Véase B. TOMACHEVSKI, «Thématique”, en T. Todorov (ed.), Théorie de la littérature, Paris,
Seuil, 1965; T. TODOROV, Introduction à la littérature fantastique, Paris, Seuil, 1970. Para la rela-
ción entre norma y género literario, véase nuestro trabajo «Nota sobre géneros y comunicación
literaria”, Epos, III (1987), págs. 335-346.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
3
Véase nuestro trabajo «Literatura y actos de lenguaje», Anuario de Letras (UNAM. Méxi-
co), 1981, págs. 113-116 especialmente.
4
Véase nuestra «Nota sobre géneros y comunicación literaria», cit. págs. 337-338.
5
Véase «L’histoire des genres littéraires», Poétique, 32 (1977), pág. 505. La traducción del
francés es mía.
6
También AMADO ALONSO, en su trabajo clásico sobre la novela histórica, de 1942, Ensayo
sobre la novela histórica, Madrid, Gredos, 1984, dice que «los caracteres de la novela de Walter
Scott se aceptan como cánones» (pág. 32). Se da como primera novela histórica de WALTER SCOTT,
Waverley (1814), y su difundidísima Ivanhoe es de 1819.
7
De estas notas ya hablé en una mesa redonda sobre la novela histórica en la reunión de la
Sociedad de Estudios Latinos el año 1995. Véanse las actas de la misma: ALDAMA, ANA MARÍA
(ed.), De Roma al siglo xx, Madrid, UNED, 1996, T. II, págs. 605-612.
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
1. Sentido histórico
Frente a la novela anterior que integra elementos del pasado,8 la novela de
Walter Scott —y añadiría que toda novela histórica— se distingue por su senti-
do histórico. Es decir, la particularidad de los personajes se entiende —o se inten-
ta entender— desde la época a la que pertenecen, no desde un presente atem-
poral e inalterable. Lukács relaciona el sentido histórico de la época con los
grandes cambios sociales de Inglaterra en el siglo XVIII y en la Europa de Napo-
león. Los ejércitos de masas, por ejemplo, son una ocasión para que se tenga
conciencia de la responsabilidad histórica y de la pertenencia a una nación.
En paralelo con estos fenómenos sociales señalados por Lukács habría que
poner, en otro orden de cosas, pero por la misma época, el desarrollo de la
moderna filología o el nacimiento de la hermenéutica moderna, que respon-
den al mismo surgir del sentido histórico. Se impone la conciencia de una dis-
tancia temporal, de una separación, que exige un respeto para el pasado en su
peculiaridad y un esfuerzo para su conocimiento.
8
MARÍA PAZ YÁÑEZ, por ejemplo, en su obra citada La historia: inagotable temática noveles-
ca, al tratar de la novela histórica española empieza en el s. xv. En la recopilación de trabajos de
varios autores publicada en Pamplona, EUNSA, 1995, con el título de La novela histórica, Miguel
Zugasti estudia la novela histórica en el barroco.
9
Véase G. LUKÁCS, Le roman historique (trad. Robert Sailley), Paris, Payot (1965), 1977, pág.
44, subrayo. Véanse también págs. 52 y 62. Traduzco de esta edición francesa los textos citados
de Lukács.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
10
Véase Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., pág. 9.
11
Es sorprendente la agudeza con que el Duque de Rivas, en 1860, emite un juicio en esta
misma línea de Lukács, cuando dice refiriéndose a Walter Scott: «Este gran escritor, modelo úni-
co en el importante género de los romances históricos, muy a menudo presenta como protago-
nistas personajes de su invención, y hasta personas oscuras y de ninguna importancia; pero les
da una vida tan verdadera, los rodea de figuras tan conocidas, y los hace moverse en una escena
tan exactamente ajustada a la verdad histórica, que el lector se encuentra transportado a los luga-
res en que ocurren los sucesos, y ve, y oye, y trata a las personas, y vive con ellos como sus con-
temporáneos». Apud E. ALLISON PEERS, «Studies in the influence of Sir Walter Scott in Spain»,
Revue Hispanique, LXVIII (1926), pág. 11.
12
Véase Obras Completas, Caracas, La Casa de Bello, 1981, T. IX, págs. 740-741. Contrasta
con lo que el mismo Bello escribe al año siguiente acerca de la vida de Napoleón que Walter Scott
publica en 1827: «Difícil sería apreciar aquí el mérito literario de la obra. Limitémonos a decir
que la narración es clara, sencilla e interesante; pero está muy lejos de descubrirse en ella el pin-
tor de los Puritanos, ni el cantador de Ivanhoe. Parece que el aspecto de unos sucesos tan próxi-
mos, tan graves, tan positivos no se acomoda bien con la risueña imaginación del novelista, y
que, mal inspirado por unos hechos que ni puede coordinar ni entresacar, no acierta a más que
a delinear bosquejos en vez de pintar cuadros. Aquí refiere, no cuenta; expone, pero describe
poco; avanza sin moverse en todas direcciones según le acomodaría, y así es que carece de sus
cualidades de poeta, sin tener las de historiador. El numen de Walter Scott necesita holgura, pers-
pectivas diversas, para desplegarse como lo vemos en sus novelas; pero aquí no encuentra más
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
3. Carácter popular
Destaca Lukács como cualidad de la forma clásica de la novela histórica
su carácter popular, en el sentido de reflejo de la realidad social y popular. Esto
abunda en su idea de realismo, y en la relación que establece entre la novela
histórica y la novela social realista del siglo XVIII inglés, con la que Walter Scott
estaba familiarizado. W. Scott presenta primero las condiciones reales de la
vida, las crisis de la vida del pueblo, los problemas de la vida popular que con-
ducen a la crisis histórica presentada por él. El héroe entra en escena sólo
cuando se han comprendido y explicado las circunstancias históricas.
En las novelas más importantes de Scott los personajes históricos desco-
nocidos, semi-históricos o completamente no históricos, son los que desem-
peñan el papel principal. Estos personajes ocupan un lugar más importante
que las figuras centrales de la historia. Por otra parte, si tenemos en cuenta
que sustituye las rivalidades nacionales propias de la vieja epopeya por las
rivalidades de clases, si vemos cómo pinta las grandes transformaciones de la
historia como transformaciones de la vida popular, comprobaremos así el
carácter popular, en el sentido de social, de su arte.13
4. Personajes típicos
En concordancia indudable con la índole popular, social, y con la natura-
leza realista de la novela está el carácter medio, típico, que tienen los perso-
najes de la novela histórica de Scott. No hay un culto al héroe, porque este no
tiene la condición de romántico; es un héroe novelesco, no épico. Se trata de
figuras que salen de la esencia de la época, y encarnan lo positivo y lo negati-
vo del movimiento social que representan. Su naturaleza típica queda bien
explicada en el siguiente comentario de Lukács:
que paciencia y razón, y no son éstas sus musas. No es bastante severo para la historia; éste es
para él un género en que se ve atado, y en el que por lo mismo pierde muchas de sus ventajas y
primores». Ibidem, págs. 743-744.
13
Véase Le roman historique, op. cit., págs. 39, 49, 51. Bajtín se ha referido a los polos de lo
histórico y lo individual, con sus temas característicos, como asunto central en el investigador
de la novela histórica. El tema de la guerra es central y casi único del argumento histórico. A este
tema se le añaden los motivos de conquistas, crímenes —eliminación de pretendientes, derro-
camiento de dinastías, caídas de imperios, creación de nuevos imperios, juicios, ejecuciones—.
Este tema se combina, sin unirse, con los de la vida privada de los personajes históricos, y el
motivo principal de estos últimos es el amor. La novela histórica moderna trata de conjugar, supe-
rándolos, los dos temas: la vida privada descubre un aspecto histórico, y la historia se presenta
de manera doméstica, como decía Pushkin. Véase Teoría y estética de la novela (traducción de
Helena S. Kriúkova y Vicente Cazcarra), Madrid, Taurus, 1989, pág. 368.
14
Véase Le roman historique, op. cit., págs. 49-50.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
5. Aplicación al presente
En la novela histórica hay también una relación con el presente. Es decir,
si se va al pasado es por un interés, porque el pasado se ofrece como algo vivo
para el momento en que se escribe tal novela. En concreto, Lukács dice que
la relación viva con el pasado, en W. Scott, se establece sobre la base del patrio-
tismo. En cualquier caso (y sin duda esta es una observación que tiene valor
para toda novela histórica), dice muy agudamente Lukács refiriéndose a W.
Scott:
Es un patriota; está orgulloso del desarrollo de su pueblo. Esto es abso-
lutamente necesario para la creación de una verdadera novela histórica,
que nos acerca el pasado y nos permite revivirlo en su verdad y su reali-
dad. Sin una relación sentida con el presente, una figuración de la historia
es imposible.15
El pasado se considera interesante para el presente en algún aspecto. Y
esto no tiene más remedio que ser así si seguimos pensando que la recons-
trucción del pasado es un acto similar al de toda interpretación, y que el
problema hermenéutico integra como uno de los momentos esenciales el
de la aplicación del texto que se quiere comprender a la situación actual del
intérprete. Hermenéutica jurídica y hermenéutica teológica siempre lo han
hecho así.16
La novela histórica del siglo XIX que defiende el cristianismo, o intenta
una difusión de las ideas liberales, hace una aplicación de hechos pasados al
presente.
E. Montero Cartelle y M.ª Cruz Herrero Ingelmo hacen un comentario
sobre la forma peculiar en que se busca en el tema latino de la novela histó-
rica aplicaciones al mundo presente: en el siglo XIX se buscaba una exaltación
del cristianismo; Espartaco es visto como un héroe revolucionario marxista
por H. Fast; reivindicación de una figura histórica; o una finalidad pedagógi-
ca, para interesar a los estudiantes en el mundo antiguo.17
Cuando Ramón J. Sender escribe en 1935 Mr. Witt en el cantón, está pen-
sando más bien en la situación política del momento en que escribe, que se ve
reflejada en la de la primera república y el cantón de Cartagena. Este es uno
de los ingredientes fundamentales de la novela. José María Jover lo analiza en
la introducción a su magnífica edición de la obra de Sender, cuando hace una
15
Véase Le roman historique, op. cit., pág. 56. Subrayo.
16
Hans Georg Gadamer piensa que la subtilitas applicandi de la vieja tradición hermenéu-
tica es tan esencial como la subtilitas intelligendi (la comprensión) y la subtilitas explicandi (la
interpretación). Véase HANS GEORG GADAMER, Verdad y método (trad. Ana Agud Aparicio y Rafael
de Agapito), Salamanca, Sígueme (1977), 1984, págs. 378-383.
17
Véase De Virgilio a Umberto Eco, op. cit., págs. 32-35.
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
6. Anacronismo necesario
Por su carácter relativo —es decir, puesto que toda interpretación es his-
tórica—, la novela forzosamente luce las huellas del momento en el que se pro-
duce, y es imposible que no lleve la marca del anacronismo fundamental, el
de la separación imprescindible entre pasado interpretado y momento de la
interpretación. Pero esta separación, esta distancia es al mismo tiempo esen-
cial en el problema hermenéutico, es decir, el anacronismo es necesario. El
mismo Walter Scott, en un párrafo de la «Epístola dedicatoria» de su Ivanhoe,
destacado por Lukács, dice:
Es verdad que ni puedo ni pretendo una observación profunda, ni siquie-
ra en el apartado de la indumentaria externa, y mucho menos en puntos más
importantes, como el lenguaje y las costumbres. [...] Para suscitar cualquier
tipo de interés, es necesario que el tema asumido sea traducido, tal como es,
a las costumbres como al lenguaje de la época en que vivimos.19
Claro que esta traducción, anacrónica, tiene la ventaja de darnos, por la
distancia, una interpretación de la que los protagonistas mismos de la época
pasada no podían ser capaces. Les faltaba la perspectiva para conocer el sen-
tido histórico de su época. Así, según Lukács, los personajes de Scott expre-
san sentimientos e ideas relativas a la vida real de la época de forma más cla-
ra que los personajes reales de aquel momento.20 A estos últimos les falta la
distancia necesaria para la comprensión histórica; aparte de que en la época
en que se escribe la novela —en fechas posteriores a los hechos contados—
sólo son comprensibles si se interpretan en el lenguaje del momento.
Otra cosa es la arqueología, el intento de recuperación exacta de las con-
diciones del pasado. A este respecto, la distinción que hace Amado Alonso
entre historia y arqueología es de lo más gráfico para explicar la cuestión. La
actitud arqueologista se opone a la verdadera creación poética en la novela
histórica:
18
Véase Mr. Witt en el cantón, Madrid, Castalia (Cl. Castalia, 148), 1987, pág. 47. Divulga-
ción de la ideología liberal en las primeras novelas históricas (ataques contra la Inquisición y el
absolutismo), son temas que ha señalado LEONARDO ROMERO TOBAR, La novela popular españo-
la del siglo xix, Barcelona, Ariel, 1976, págs. 46-47.
19
Véase W. SCOTT, Ivanhoe (trad. M.ª del Mar Hernández), Madrid, Anaya, (1990) 1994, pág. 26.
20
Dice exactamente Lukács: «El ‘anacronismo necesario’ de Scott consiste, pues, simple-
mente en el hecho de que permite a sus personajes expresar sentimientos e ideas a propósito de
las relaciones históricas reales, con una claridad y una nitidez que hubieran sido imposibles a
los hombres y a las mujeres reales de la época» (Le roman historique, op. cit., pág. 67).
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
21
Véase Ensayo sobre la novela histórica, op. cit.,pág. 19. Incluso referido al lenguaje, el ana-
cronismo es necesario también en la novela histórica, como muy agudamente observa Bajtín: «A
la novela histórica le son características la modernización positiva, la supresión de las fronteras
de los tiempos, el reconocimiento del eterno presente en el pasado. La creación de las imágenes
de los lenguajes es la tarea estilística principal del género novelesco» (Teoría y estética de la nove-
la, op. cit., pág. 181).
22
Dice exactamente AMADO ALONSO: «Un género que apenas nacido se hizo universal, tro-
pezó en pleno apogeo con un descontento creciente que lo empujó a un temprano abandono rela-
tivo. El descontento tenía doble raíz: la primera consistía en que la novela histórica renunciaba
voluntariamente, o la actitud informativa le hacía renunciar, a algo demasiado valioso, como es
la creación de vidas individuales llenas de sentido, tarea injustificadamente reservada a los genios
de excepción, y al mismo tiempo, porque esa actitud informativa de lo caducado estorbaba casi
siempre al autor para cristalizar, de tener tal capacidad poética, un modo universalmente valio-
so de sentir y ver la vida; y la segunda, en que frecuentemente se sentía el lector defraudado con
la promesa de reconstrucción histórica válida como tal; no hay novela histórica de alguna impor-
tancia a la que no se hayan reprochado fallas eruditas. A nuestro entender, el segundo de estos
dos motivos de descontento fue mucho más consciente y general que el primero; pero el prime-
ro es el decisivo» (Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., pág. 49).
23
Véase Obras de D. Francisco Martínez de la Rosa, edición y estudio preliminar de D. Car-
los Seco Serrano, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, CLI, 1962, pág. 89. No muy distinta
es en el fondo la manera en que ORTEGA y GASSET veía la imposibilidad de la novela histórica,
según puede leerse en sus Ideas sobre la novela: «Yo encuentro aquí la causa, nunca bien decla-
rada, de la enorme dificultad —tal vez imposibilidad— aneja a la llamada «novela histórica». La
pretensión de que el cosmos imaginado posea a la vez autenticidad histórica, mantiene en aqué-
lla una permanente colisión entre dos horizontes. Y como cada horizonte exige una acomodación
distinta de nuestro aparato visual, tenemos que cambiar constantemente de actitud; no se deja
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
al lector soñar tranquilo la novela, ni pensar rigorosamente la historia. En cada página vacila,
no sabiendo si proyectar el hecho y la figura sobre el horizonte imaginario o sobre el histórico,
con lo cual todo adquiere un aire de falsedad y convención. El intento de hacer compenetrarse
ambos mundos produce sólo la mutua negación de uno y otro; el autor —nos parece— falsifica
la historia aproximándola demasiado, y desvirtúa la novela, alejándola con exceso de nosotros
hacia el plano abstracto de la verdad histórica». Véase Ideas sobre el teatro y la novela, Madrid,
Alianza Editorial, 1982, págs. 46-47.
24
ENRIQUE MONTERO CARTELLE y M.ª CRUZ HERRERO INGELMO destacan que los autores de
novela latina reciente son principalmente profesionales de la filología o la historia del periodo
(De Virgilio a Umberto Eco, op. cit., pág. 16). Amado Alonso señaló que la novela histórica rea-
lista hace un tratamiento arqueológico y profesoral de la historia, y entonces la erudición vence
a la invención. Salammbô (1862), de G. Flaubert, representa este tipo de novela que se caracte-
riza por extremar los rasgos que le dio W. Scott: 1) rigor en la documentación; 2) forma artísti-
ca de la exposición. De esta manera Flaubert anuncia el esteticismo parnasiano y la novela cien-
tífica de E. Zola. La única salida de la novela histórica, para Amado Alonso, es la biografía novelada
en cuanto que historia novelada (Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., págs. 72-73).
25
Véase A. ALONSO, Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., págs. 59-61.
26
Véase Le roman historique, op. cit., pág. 92.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
27
La caracterización de la novela histórica romántica que hace CELIA FERNÁNDEZ PRIETO
en su trabajo «Papel histórico y literario de la novela histórica en el romanticismo» recoge bas-
tantes de las peculiaridades del género señaladas por Lukács. Muy bien explica la autora el tri-
ple haz de relaciones en que se constituye el género: «[...] con la tradición literaria y las institu-
ciones genéricas anteriores y contemporáneas, con el horizonte cultural de recepción, que carece
de (y demanda) una historiografía sobre el pasado, y con el contexto socio-político particular de
las primeras décadas del XIX europeo» (en la revista Compás de Letras, Madrid, 3, diciembre 1993,
págs. 87-109; la cita en pág. 97). Algunas de estas características de la novela histórica en su for-
ma clásica perduran en las manifestaciones de la reciente moda de este género de novela. Tam-
bién hay novedades, como, en lo referente a la novela histórica hispanoamericana, una mayor
preocupación por el lenguaje y una oposición a la historiografía oficial, lo que lleva al frecuente
carácter paródico. Véase Fernando Aínsa, «La nueva novela histórica latinoamericana», en Les
Cahiers du CRIAR (Rouen), nº 11 (1991), págs. 15-22. «La escritura paródica nos da, tal vez, la
clave en que puede sintetizarse la nueva narrativa histórica» (pág. 20).
28
Véase Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., pág. 80.
29
El muy conocido tratado de R. BOURNEUF y R. OUELLET, La novela (Barcelona, Ariel, 1975,
trad. de Enric Sullà) no dedica un apartado a la novela histórica, y ni siquiera es mencionada
cuando trata de la clasificación del género. En su monografía de 1961, ¿Qué es la novela? (Mur-
cia, Universidad, 1993), Mariano Baquero Goyanes no menciona tampoco la novela histórica, al
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
tratar de modalidades y tipos de novela, sin que esto quite ningún valor al utilísimo y bien acre-
ditado manual. Muy breve es la referencia que hace a la novela histórica CARMEN BOBES NAVES,
en su manual La novela (Madrid, Síntesis, 1993). Esto tiene que ser así si se piensa que el carác-
ter teórico del trabajo hace que se discutan más bien los presupuestos de las muy variadas cla-
sificaciones propuestas. Con todo, Carmen Bobes destaca un aspecto de la novela histórica que
no concuerda con el carácter profundamente realista que Lukács concede al género en su forma
clásica. Define así la profesora española: «La novela histórica que recrea épocas pasadas fue pro-
ducto de actitudes románticas que, bajo el común denominador de huida de la realidad presen-
te, poco agradable y prosaica, dirigieron su atención a épocas pasadas, o bien a lugares exóticos
de la novela orientalista» (pág. 99).
30
Véase Le roman, Paris, Armand Colin, 1989, pág. 35.
31
Véase Le roman, Paris, Hachette, 1992, págs. 18-20.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
32
Véase A Dictionary of Modern Critical Terms, editado por Roger Fowler, London, Rou-
tledge, 1987 (edición revisada), págs. 114-115.
33
Véase The concise Oxford Dictionary of Literary Terms, Oxford U. P., 1990, págs. 99-100.
34
Véase la 3ª ed. (revisada) de su A Dictionary of Literary Terms and Literary Theory, Oxford,
Blackwell, 1991, pág. 411. El texto inglés dice: «A form of fictional narrative which reconstructs
history and re-creates it imaginatively. Both historical and fictional characters may appear. Though
writing fiction, the good historical novelist researches his or her chosen period thoroughly and
strives for verisimilitude».
35
Véase VV. AA., La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, EUNSA, 1995, págs.
65-114.
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
36
Para la traducción de mímesis por ficción, véase G. GENETTE, Fiction et diction, Paris,
Seuil, 1991, pág. 17.
37
Véase T. TODOROV, Les genres du discours, Paris, Seuil, 1978, págs. 15-18.
38
Véase G. GENETTE, Fiction et diction, op. cit., pág. 26.
39
Recuérdese el citadísimo pasaje de la Poética (1451 a, b) sobre la diferencia entre poesía
e historia. El poeta dice lo que podría suceder según la verosimilitud o la necesidad. El historia-
dor dice lo que ha sucedido; el poeta, lo que podría suceder. La historia habla de lo particular, la
poesía de lo general, y por eso es más filosófica: «Es general a qué tipo de hombres les ocurre
decir o hacer tales o cuales cosas verosímil o necesariamente, que es a lo que tiende la poesía,
aunque luego ponga nombres a los personajes; y particular, qué hizo o qué le sucedió a Alcibia-
des» (1451 b). Los textos citados de la Poética de Aristóteles corresponden a la traducción de
Valentín García Yebra, Madrid, Gredos, 1974.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
40
Véase Philosophía Antigua Poética, edición de Alfredo Carballo Picazo, Madrid, C.S.I.C.,
1973, II, pág. 98. Compárese la idea del Pinciano con la siguiente aclaración de Alfonso Reyes:
«[...] la obra literaria corre como un haz de hilos estambrados y, en ese proceso, el asunto no lite-
rario va como sobrentendido y sólo reaparece de tiempo en tiempo, con una frecuencia variable,
y permanece en foco visible también con constancia variable. Vuelve después a sumergirse, y así
sucesivamente [...] Ejemplo: una novela sobre Napoleón cita los hechos históricos de su vida de
tiempo en tiempo (aquí la alternancia de la onda ancilar), y de tiempo en tiempo lo trata en tér-
minos puramente novelísticos, como lo haría con cualquier figura ficticia» (El Deslinde, México,
F.C.E. [1944], 1983, pág. 109).
41
En la ficción, dice Genette, hay islotes no ficcionales, y los procedimientos son extrema-
damente complejos, pues el «discurso de la ficción» es «una amalgama más o menos homoge-
neizada de elementos heteróclitos tomados en préstamo en su mayor parte a la realidad» (Fic-
tion et diction, op. cit., pág. 60). Cuestión, pues, de ingredientes reales en la ficción. Esta amalgama,
sin duda, tiene que ver con la verosimilitud, con la necesidad de que parezca verdad. En este sen-
tido, a la novela histórica se le plantean cuestiones similares a las de la autobiografía cuando se
la quiere definir como género.
42
Para la definición de la poética condicionalista (fundada en el subjetivismo y el relativis-
mo), véase GENETTE, Fiction et diction, op. cit., págs. 26-32.
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
Pero si alguien, viendo con poca luz o de lejos un hombre erguido e inmó-
vil sobre un edificio, y entre estatuas, lo tomase también por una estatua ¿os
parecería un efecto del arte?44
43
Véase Philosophía Antigua Poética, op. cit., II, págs. 9-11. Un problema similar está pre-
sente en las discusiones modernas sobre la ficción. Así MARGARET MACDONALD, «Le langage de
la fiction» (1954), traducido al francés en 1979 en la revista Poétique y recogido por GENETTE en
su recopilación Esthétique et poétique (Paris, Seuil, 1992), plantea una cuestión interesante, pues-
to que su solución afecta al carácter literario o no de la obra, es decir, a su carácter ficticio, o no.
Se trata de la posibilidad de que, sin saberlo el autor, su narración correspondiera a algo real-
mente ocurrido. Si resultara que hubiera existido una joven de nombre Emma Woodhouse, igual
en todo a la que describe JANE AUSTEN en Emma, hay quien dice que entonces la novelista «por
accidente» habría escrito una biografía y no una obra de ficción (así piensa G. Ryle). No es Mar-
garet Macdonald de esta opinión, pues lo que cuenta es un asunto de su invención, no la histo-
ria de alguien. Los elementos biográficos de una ficción no anulan el carácter de tal ficción (págs.
206-208).
44
Los textos de las citas de A. Manzoni pueden leerse en AMADO ALONSO, Ensayo sobre la
novela histórica, op. cit., págs. 57-58.
45
La ficción se presenta como una cuestión que depende solamente de la intención del autor,
aunque no faltan, de pasada, las alusiones al papel del receptor. Así, cuando Todorov se plantea,
y acepta, la posibilidad de que un hecho real sea leído como literatura, dejando entonces al mar-
gen la cuestión de la verdad. Dice exactamente Todorov: «Nada impide que una historia que rela-
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
ta un acontecimiento real sea percibida como literaria; no hay que cambiar nada en su com-
posición, sino simplemente decirse que no se interesa en su verdad y que se la lee «como» lite-
ratura. Se puede imponer una lectura «literaria» a cualquier texto: la cuestión de la verdad no
se planteará porque el texto es literario» (Les genres du discours, op. cit., pág. 16). O cuando
Genette, al tratar de los actos de ficción, señala que estos pueden fracasar si el destinatario no
se da cuenta de su ficcionalidad, como le ocurre a D. Quijote cuando se acerca al retablo de
maese Pedro para intervenir en defensa de los buenos [Quijote, II, 26]. La misma historia pue-
de cambiar de estatuto según el contexto cultural (recuérdense los mitos) (Fiction et diction,
op. cit., pág. 60).
46
Véase «The logical status of fictional discourse», en Expression and meaning, Cambridge,
Cambridge U. P. (1979), 1981, reprinted, págs. 58-75, especialmente págs. 58-60. Ténganse en
cuenta las dos puntualizaciones que hace Genette, en nota, a la postura de Searle sobre el pro-
blema de literatura y ficción que acabamos de resumir. Primero: el comic, dice Genette, es efec-
tivamente una ficción que no es literatura, pero es que es una ficción que no es verbal, como el
cine mudo; el chiste, sin embargo, sí hay que considerarlo como género literario. En segundo
lugar, apelar al juicio de valor para decidir si las ficciones de Conan Doyle son literatura, o no,
es, para Genette, impertinente. Pero excluir las obras artísticas que se consideran malas —por
un juicio de valor— es emprender un camino que lleva a dejar bien poca cosa en el arte. Por el
contrario, aunque la mayoría de las obras sean malas, son consideradas como obras (Fiction et
diction, op. cit., pág. 41, n. 2).
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
Historia y literatura
La relación entre historia y literatura se plantea también desde el lado de
la historia, cuando se observan las semejanzas entre discurso histórico y dis-
curso literario. Esta semejanza no tiene más remedio que plantearse al discu-
tir el problema de la narración en la presentación de los hechos del pasado. Al
asunto están dedicados los trabajos de Hayden White, y muy especialmente el
titulado «La cuestión de la narrativa en la teoría historiográfica actual».47 La
conclusión de su estudio es muy pertinente a lo que ahora nos interesa: si toda
percepción del pasado tiene por fuerza que ser imaginaria, lo que se discute
cuando se trata del papel de la narrativa en la historia es, en realidad, la fun-
ción de la imaginación en la génesis de la verdad humana. Las verdades, his-
tóricas y literarias, comparten la propiedad de ser imaginarias.
El trabajo de Roland Barthes, «El discurso de la historia»,48 plantea la cues-
tión en los términos de la teoría literaria, y por eso nos resulta especialmente
útil en este momento para hacernos una idea de los problemas de la relación
entre historia y literatura. La historia, vista como discurso histórico, es decir,
como forma de expresión lingüística, como un género de discurso, tiene mucho
que ver con la literatura. ¿Hay diferencia entre discurso histórico y discurso
imaginario? Veremos que no, que en un momento el discurso histórico es un
discurso imaginario. Pero antes comentemos algunos detalles.
Por ejemplo, y siguiendo el orden del mismo Barthes en su exposición: los
conmutadores (shifters)49 que indican el paso de lo contado al hecho de contar-
lo (la enunciación) son comunes a historia y literatura. Así, el conmutador de la
escucha (es decir, la referencia a las fuentes: «como he oído», «me han conta-
do»), o los de la organización del discurso (se retrocede, se avanza, se para, o se
anuncia algo) que suponen un roce entre el tiempo de la materia narrada y el
tiempo de la enunciación (el tiempo papel: un mismo número de páginas cuen-
ta muy distintos espacios de tiempo). El resultado es que el hilo histórico se des-
cronologiza y se instaura un tiempo complejo, tiempo mítico, parecido al del
poeta y el adivino. El historiador sabe en realidad lo que aún no se ha contado.
El discurso «objetivo», en que el historiador queda anulado como persona
pasional, produce una ilusión referencial semejante a la de la novela realista.
Esto por lo que se refiere a la enunciación. En cuanto al enunciado, la
sucesión de las unidades de contenido (indicios, razonamientos y funciones)
es semejante a la del relato de ficción. Si predominan los indicios, la historia
47
Puede leerse este trabajo, de 1984, en El contenido de la forma. Narrativa, discurso y repre-
sentación histórica, trad. de Jorge Vigil Rubio, Barcelona, Paidós, 1992, págs. 41-74. Pasa revis-
ta a las discusiones sobre la narrativa en la teoría histórica de los últimos 20 ó 30 años, concre-
tamente en las cuatro escuelas siguientes: 1) el grupo Annales y su crítica a la historia narrativa;
2) el estructuralismo, y más concretamente Roland Barthes; 3) los filósofos analíticos; y 4) la her-
menéutica filosófica, sobre todo Paul Ricoeur.
48
Puede leerse el trabajo, que es de 1967, en Le bruissement de la langue, Paris, Seuil, 1984,
págs. 153-166.
49
El término pertenece a Jakobson y significa los signos lingüísticos con los que el código
remite al mensaje, y, además de significar, señalan, tienen una relación existencial. Véase R.
JAKOBSON, Ensayos de Lingüística General, trad. de Josep M Pujol y Jem Cabanes, Barcelona,
Ariel, 1984, págs. 310-311.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
50
Las cartas intercambiadas por André Jolles y Johan Huizinga en 1925, relativas a la escri-
tura de la historia, recientemente traducidas al francés, son de lo más apropiado para el tema de
que nos estamos ocupando. J. HUIZINGA escribe a propósito de la representación de la obra de
Bernard Shaw, Santa Juana, sobre Juana de Arco, que la mejor reproducción que se puede hacer
de esta figura no es ni romántica, ni realista, sino simplemente histórica. Todo tratamiento lite-
rario de la heroína está destinado al fracaso; en este caso, Clío, la musa de la historia, es ante-
rior a Melpómene, la de la poesía. Jolles, por su parte, se centra en el aspecto formal de la escri-
tura histórica y se pregunta si no será Clío una especie de Melpómene; es decir, si toda historia
no será literatura, en el sentido de que conoce las mismas formas simples: en el caso de Juana
de Arco, la leyenda, el mito y el hecho memorable son analizadas como formas de su historia.
Véase André Jolles, Johan Huizinga, «Clio et Melpomène», textes présentés et traduits par Silvia
Contarini, en Poétique, 100 (1994), págs. 487-505. Pierre-Louis Rey señala el estrecho parentes-
co de la historia con el relato, y por lo tanto su contacto con la novela, y continúa diciendo que
sólo hay diferencias extrínsecas entre un libro de historia y una novela; que un novelista bien
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
documentado es más creíble que un historiador falsificador (Le roman, op. cit., pág. 11). For-
malmente, pues, la diferencia entre historia y literatura no es tajante; pragmáticamente es como
se distinguen. Alfonso Reyes destaca también el lugar fundamental que la ficción tiene en la his-
toria tradicional, y cómo desempeña un papel decisivo en la interpretación del periodo y los
hechos historiados. Y cita a Menéndez Pelayo en su trabajo De la historia considerada como obra
artística, que es su discurso de ingreso en la RAE, cuando atribuye a las cualidades poéticas, antes
que históricas, de muchas de las narraciones de hechos de la historia antigua su pervivencia en
la memoria. Véase El deslinde, cit., págs. 83-85. Las primeras páginas del artículo titulado De l’in-
terprétation, que abre la selección de trabajos de Paul Ricoeur en Du texte à l’action. Essais d’her-
méneutique II (Paris, Seuil, 1986) explican clarísimamente las relaciones entre historia y litera-
tura por la articulación del carácter temporal de la experiencia humana en el acto de contar:
«Tratando la cualidad temporal de la experiencia como referente común de la historia y de la fic-
ción, yo constituyo en problema único ficción, historia y tiempo» (pág. 12). El relato, por el
ensamblaje de acciones en una intriga, es el que hace inteligible el acontecimiento. La historia
no puede romper con el relato porque no puede romper con la acción. Historia y ficción se refie-
ren al fondo temporal de la experiencia humana. Ni se puede decir que la ficción no tiene refe-
rencia, ni que la referencia histórica sea como la descripción empírica de la realidad presente.
Las intrigas elaboradas por el historiador son confirmadas o negadas por los documentos, pero
estos no las contienen. La historia, pues, tiene un estatuto interpretativo. El juego complejo de
referencia indirecta al pasado (en la historia) y referencia productora de la ficción refigura la
experiencia humana en su dimensión temporal profunda.
51
Véase lo que dicen Enrique Montero Cartelle y M.ª Cruz Herrero Ingelmo sobre el autor
y el lector de la novela histórica. El autor tiene que preparar al lector y darle las claves del mun-
do lejano para que su lectura sea más rica. El lector tiene un gusto por lo desconocido, lo pasa-
do. Para eso, el autor tiene que documentarse bien sobre el periodo novelado. Dicen: «La mayo-
ría de las novelas que estudiamos comienzan o terminan con algún tipo de advertencia al lector
sobre las fuentes antiguas o modernas utilizadas, la específica preparación del novelista, las mani-
pulaciones historiográficas que ha tenido que hacer, la finalidad de la novela (otra manera de
decir la clave de la novela), etc. En otro caso será el editor el encargado de advertirnos las dife-
rentes lecturas o resonancias actuales de la novela» (De Virgilio a Umberto Eco, op. cit., pág. 36).
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
perder el sentido histórico, sino que hay que huir de lo que pueda indicar un
origen exclusivamente moderno. En la reconstrucción concreta, quien exa-
mine su obra muy detenidamente podrá detectar la mezcla de costumbres de
dos o tres siglos, o circunstancias de otras épocas distintas que el periodo exac-
to elegido. Ahora bien, la mayoría de los lectores no se dará cuenta de estas
inexactitudes. Hay que contar con la benevolencia del anticuario, como grá-
ficamente explican las siguientes palabras:
Si, por lo tanto, mi querido amigo, tiene usted la suficiente generosidad
como para perdonar mi presuntuoso intento de colocar sobre mi frente una
corona de juglar, en parte confeccionada con las perlas de la más pura anti-
güedad y, en parte, por las piedras de Bristol y por bisutería, a las que me
atreví a imitar, estoy convencido de que su opinión sobre la dificultad del
trabajo le reconciliará con la forma en que se ha ejecutado.52
Si añadimos lo que en la introducción dice acerca del interés que puede
tener para el lector de hoy el conocimiento de la existencia de dos pueblos en
el mismo país (normandos y sajones) o la explicación del origen de algunos
elementos literarios de la novela (como el episodio del encuentro del rey y el
fraile Tuck), encontramos ya, hecha por el mismo autor, una definición de
género bastante próxima a la que de forma más extensa propone G. Lukács y
que hemos visto al principio. Al mismo tiempo, W. Scott está dando las con-
diciones del pacto de lectura de su novela para que el lector sepa a qué ate-
nerse cuando entra en la recreación del mundo pasado.
El capítulo 1 de la novela de Mariano José de Larra, El doncel de Don Enri-
que el Doliente, está consagrado a los datos de la época en que se sitúa la acción
de la novela, al contexto histórico, pero hay afirmaciones generales sobre el
sentido histórico y la naturaleza de su recreación poética.53
Esta característica permanece en muchas novelas históricas modernas. La
muy famosa de Thornton Wilder, Los idus de marzo, empieza con una adver-
tencia que establece los términos entre ficción e historia.
En una propuesta apresurada de definición pragmática de la novela his-
tórica, daríamos las siguientes indicaciones. Por lo que se refiere al texto, la
novela histórica no se diferencia de otras clases de novela en su estructura;
sí lo hace temáticamente, puesto que se trata de la demostración artística de
52
Véase Ivanhoe, ed. cit., pág. 30.
53
Así, en los dos párrafos finales del capítulo dice: «Tal era también el estado político de
Castilla en la época de nuestra historia caballeresca, a que daremos principio desde luego sin
detenernos más tiempo en digresiones preparatorias, de poco interés para el lector, si bien has-
ta cierto punto necesarias para la particular inteligencia de los hechos que a su vista tratamos
de exponer sencilla y brevemente. Con respecto a la veracidad de nuestro relato, debemos con-
fesar que no hay crónica ni leyenda antigua de donde le hayamos trabajosamente desenterrado;
así que el lector perdiera su tiempo si tratase de irle a buscar comprobantes en ningún libro anti-
guo ni moderno: respondemos, sin embargo, de que si no hubiese sucedido, pudo suceder cuan-
to vamos a contar, y esta reflexión debe bastar tanto más para el simple novelista, cuanto que
historias verdaderas de varones doctos andan por esos mundos impresas y acreditadas, de cuyo
contenido no nos atreveríamos a sacar tantas líneas de verdad, o por lo menos de verosimilitud,
como las que encontrará quien nos lea en nuestras páginas, tan fidedignas como útiles y agra-
dables». Véase El Doncel de Don Enrique el doliente, Madrid, La Fontana Literaria, 1972, pág. 19.
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
la vida del pasado. Por lo que supone de una actitud particular del escritor y
del lector, la novela histórica casi siempre se presenta como tal, y esto lo hace:
bien por aclaraciones y explicaciones previas en forma de introducción, bien
por llevar en el título una referencia inequívoca a tal carácter, o por aparecer
en la portada la indicación de su pertenencia a una colección de narrativa
histórica.54
El autor, por su parte, tiene una actitud ante la materia histórica que Ama-
do Alonso define como «elaboración y presentación artística de un material
intelectualmente sabido».55 El autor, pues, tiene un sentido histórico, sabe que
la historia se conoce —en los documentos históricos— y que tiene que respe-
tarla en gran medida. Pero, al mismo tiempo, considera que tiene un interés
para el presente, y que para que tal interés surta efecto hay que hacer una espe-
cie de traducción, de interpretación, de forma que el anacronismo es inevita-
ble. La solución es buscar el terreno común entre pasado y presente a que se
refiere W. Scott.
Por parte del lector, es imprescindible que tenga una curiosidad históri-
ca.56 Pero es aberrante el leer la literatura como si fuera historia. Es decir, hay
que leerla como novela «verosímilmente» histórica.57 Se supone, además, que,
conforme a las intenciones del autor, hay un interés desde nuestro presente.
Es decir, el lector imagina que va a aprender algo relacionado con su tiempo.
Fracasa la novela histórica que es leída con espíritu arqueológico sin acep-
tar ninguna dosis de invención, es decir, si falta el sentido literario; y fracasa
también si no se tiene el sentido histórico para aceptar las diferencias respecto
de nuestro presente.
En definitiva, la dominante del subgénero de novela que llamamos histó-
rica —nacida en su forma canónica con el Romanticismo— se identifica con
lo histórico y su relación con lo imaginario, con la ficción. En un sentido doble:
lo histórico en la literatura y lo literario en la historia.
54
Una muestra de esta institucionalización es el lanzamiento de una colección titulada
«Novelas históricas originales españolas» por el editor Manuel Delgado. La colección se inau-
gura con El primogénito de Alburquerque, de RAMÓN LÓPEZ SOLER, y sigue con LARRA, El Doncel
de D. Enrique el doliente (1834). Véase JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura Española, IV,
Madrid, Gredos, 1980, pág. 373. La novela histórica aparece como tipo de una clasificación de
la novela en el capítulo 4 de la segunda parte de La Gaviota. Véase L. ROMERO TOBAR, La novela
popular del siglo xix, cit., págs. 37-38. María Paz Yáñez señala que a principios del siglo XIX casi
siempre se subtitulan «novela original» o «novela histórica». Por eso, la producción anterior del
género histórico se ha subestimado. La autora incluye en su estudio el tratamiento de la mate-
ria histórica en novelas españolas desde el siglo XV. Véase La historia: inagotable materia nove-
lesca, cit., pág. 17.
55
Véase Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., pág. 8.
56
Amado Alonso observa el papel que el sentido histórico de autores y lectores tiene en el
nacimiento de la novela histórica: «El auge del saber histórico hacia el 1800 trae, pues, esta nove-
dad en la actitud de autores y lectores frente a la literatura de tema histórico: hay una inusitada
atención por los ambientes, y la pretensión de conformidad histórica es uno de los alicientes más
eficaces y constantes» (Ensayo sobre la novela histórica, op. cit., pág. 24).
57
A propósito de El nombre de la rosa (1980), dice Pierre-Louis Rey que «atteint son but si
le Moyen Age devient aussi [como para el autor] l’imaginaire quotidien du lecteur; il le manque,
au plan romanesque au moins, si celui-ci réfléchit à chaque page sur les différences qui séparent
nos costumes ou nos mentalités de celles de ses personnages» (Le roman, cit., pág. 20).
EL RECURSO DE LA HISTORIA.
LA NOVELA HISTÓRICA ALEMANA
Luis A. Acosta
Universidad Complutense
1
FRIEDRICH SENGLE, Das historische Drama in Deutschland. Geschichte eines literarischen
Mythos. Stuttgart 1952. Neubuhr, Elfriede (Hrsg.), Geschichtsdrama. Darmstadt 1980. WALTER
HINCK, Geschichte als Schauspiel. Deutsche Geschichtsdramen. Interpretationen. Frankfurt am
Main 1981. GERTRUD KOCH M., Zum Verhältnis von Dichtung und Geschichtsschreibung. Theorie
und Analyse. Frankfurt am Main 1983.
EL RECURSO DE LA HISTORIA. LA NOVELA HISTÓRICA ALEMANA
2
WILLIAM THACKERAY The History of Henry Esmond, Esq., 1852, 1969, pág. 231.
3
Así ocurre con las obras Naso de CHRISTOPH RANSMAYR, Buonaparte de LEW TOLSTOJ, Chla-
nis de GEORG EBERS, Brunzkachel de ADOLF MUSCHG.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
4
Sirvan de ejemplo los Heil-Rufe en Henri Quatre, las antenas de televisión en Kohlhaas, las
películas de amor en Letzte Welt.
5
Véase HUGO AUST Der historische Roman. Stuttgart-Weimar: Metzler 1994, pág. 31.
EL RECURSO DE LA HISTORIA. LA NOVELA HISTÓRICA ALEMANA
6
Novelas como las de BUCHHOLTZ (1607-1871), Des Christlichen Teutschen Groß-Fürsten Her-
kules Und Der Böhmischen Königlichen Fräulein Valiska Wunder-Geschichte, II, 1659 ss., — Der
Christlichen Königlichen Fürsten Herkuliskus und Herkuladisla... Wunder-Geschichte, 1665, o
Lohenstein (1635-1683), Großmüthiger Feldherr Arminius oder Hermann nebst seiner Durch-
lauchtigsten Thusnelda in einer Staats, —Liebes— und Heldengeschichte, II, 1689 ss. Se manifies-
tan como novelas políticas, de aventuras o fantásticas.
7
IGNAZ AUREL FEßLER Attila, König der Hunnen. Breslau, 1794.
8
AUGUST GOTTLIEB MEIßNER Spartacus. Berlín, 1792. Habría que incluír, WÄCHTER, LEON-
HARD, Sagen der Vorzeit (1787ss); AUGUST VON KOTZEBUE Ildegerte, Königin von Norwegen. Histo-
rische Novbelle, Reval, 1778; CHRISTIAN AUGUST VULPIUS Majolino. Ein Roman aus dem sech-
zehnten Jahrhundert. 2 vols., Leipzig, 1796, o las novelas a llave (Schlüsselromane) ilustradas de
HALLER Alfred, König der Angelsachsen (1773), Fabius und Cato (1774) y WIELAND, Der goldene
Spiegel oder die Könige von Scheschian (1772), Aristipp und einige seiner eitgenossen, (1800-1802)
escritas al estilo de las correspondientes de Voltaire.
9
Además de los títulos mencionados, habría que añadir, Walther von Montbarry, Großmeis-
ter des Tempelordens. 2 vols. Leipzig 1786.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
10
ACHIM VON ARNIM Die Kronenwächter.Erster Band: Bertold´s erstes und zweites Leben. Ber-
lín, 1917.
11
HERMANN J. SOTTONG Transformation und Reaktion. Historisches Erzählen von der Goe-
thezeit zum Ralismus. München, 1992, pág. 35.
EL RECURSO DE LA HISTORIA. LA NOVELA HISTÓRICA ALEMANA
12
WILLIBALD ALEXIS Walladmor. Frei nach dem Englischen des Walter Scott. 3 vols., Berlín,
1824. Schloß Avalon. Frei nach dem Englischen des Walter Scott. 3 vols. Leipzig, 1827. Cabanis.
Roman in sechs Büchern. Berlín, 1832. Der Roland von Berlin. Roman. 3 vols. Leipzig, 1840. Der
falsche Woldemar. Roman. Berlín, 1840. Die Hosen des Herrn von Bredow. Vaterländischer Roman.
2 vols. Berlín, 1846-48. Der Wärwolf. Vaterländischer Roman in drei Büchern. Berlín, 1848.
13
Otros autores de novela histórica de esta primera fase son: THOMAS ERNST Verrath und
Rache. Oder die Räuber aus Neapels letzter Schreckenperiode (1824). Ed. por Hartmut Steinecke,
Wildberg, 1991. C.F. VAN DER VELDE Die Eroberung von Mexico. Ein historisch-romantisches Gemäl-
de aus dem ersten Viertel des sechszehnten Jahrhunderts. 1824, Cannstadt, 1826. HEINRICH ZSCHOK-
KE Bilder aus der Schweiz. Aarau, 1825/26; 2./3. partes, Der Freihof von Aarau; 4./5. partes, Addrich
im Moos. CARL SPINDLER Der Jude. Deutsches ittengemälde aus der ersten Hälfte 15. Jahrhunderts.
3vols., Stuttgart, 1827. HEINRICH KOENIG Die hohe Braut. Ein Roman. 2 partes, Leipzig, 1833. Die
Clubisten in Mainz. 3 vols., Leipzig, 1847. CHARLES SEALSFIELD Der Legitime und die Republika-
ner. Eine Geschichte aus dem letzten amerikanisch-englischen Kriege. 3 vols., Zürich, 1833. Der
Virey und die Aristokraten oder Mexiko im Jahre 1812. 3 vols., Zürich, 1835. LUDWIG RELLSTAB
Achtzehnhundertzwölf. Ein historischer Roman. 4 vols., Leipzig, 1834. BERTHOLD AUERBACH Spi-
noza. Ein historischer Roman. 2 partes, Stuttgart, 1837. THEODOR MUNDT Thomas Müntzer. 3 vols.,
Altona, 1841. JULIUS MOSEN Der Congress von Verona. Roman. 2 vols., Berlín, 1842. HERMANN
Kurz Heinrich Roller oder Schillers Heimatjahre. Vaterländischer Roman. 3 partes, Stuttgart, 1843.
WILLHELM MEINHOL Maria Schweidler, die Bernsteinhexe. Der interessanteste aller bisher bekann-
ten Hexenprozesse; nach einer defecten Handschrift ihres Vaters, des Pfarrers Abraham Schweidler
in Coserow auf Usedom, herausgegeben. Berlin, 1843. ERNST WILLKOMM Wallenstein. Historische
Roman. 4 partes, Leipzig, 1844. Sin olvidar a ADOLF PICHLER (1819-1900), CLEMENS BRENTANO
(1778-1842), y las novelas cortas de KLEIST y E.T.A. HOFFMANN.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
14
WILHELM HAUFF Lichtenstein. Romantische Sage aus der württembergischen Geschichte.
Drei Theile. Stuttgart, 1826 (Reclam-Ausgabe 1988)
15
LUDWIG TIECK Der Aufruhr in den Cevennen. Eine Novelle in vier Abschnitten. Ersdte und
zweiter Abschnitt. Berlin, 1826.
16
IDEM Vittoria Accorombona. Ein Roman in fünf Büchern. 2 vols., Breslau, 1840.
EL RECURSO DE LA HISTORIA. LA NOVELA HISTÓRICA ALEMANA
17
Los autores y obras más representativas de la época del realismo son: WILLIBALD ALEXIS
Ruhe ist die erste Bürgerpflicht, oder Vor fünfzig Jahren.Vaterländischer Roman. 5 vols., Berlín,1852.
Isegrimm. Vaterländischer Roman. 3 vols., Berlín, 1854. Dorothe. Ein Roman aus der Branden-
burgischen Geschichte. Berlín, 1856; KARL VON HOLTEI Christian Lammfell. Roman in fünf Bän-
den. Breslau, 1853; LOUISE MÜHLBACH Friedrich der Große und sein Hof. Historischer Roman. 3
vols., Berlín 1853; THEODOR MÜGGE Afraja. Roman. Frankfurt am Main, 1854; HERMANN KURZ
Der Sonnenwirth. Roman. Frankfurt am Main, 1855; JOSEPH VICTOR VON SCHEFFEL Ekkehard.
Eine Geschichte aus dem zehnten Jahrhundert. Frankfurt am Main, 1855 [Gesammelte Werke in
sechs Bänden, ed. de Johannes Proelß, Stuttgart, 1907]; SIR JOHN RETCLIFFE Sebastopol. Histo-
risch-politischer Roman aus der Gegenwart. 4 vols., Berlín, 1856-57; Brachvogel, EMIL ALBERT
Friedemann Bach. 3 vols., Berlín, 1857; WILHEM RAABE Unsers Herrgotts Canzlei. 2 vols., Brauns-
chweig, 1862. Das Odfeld. Erzählung. Leipzig, 1888 [Sämtliche Werke (Braunschweiger Ausga-
be), vol. 17, ed. de Karl Hoppe, Hans Oppermann, Göttingen]; HEINRICH LAUBE Der deutsche
Krieg. Historischer Roman in drei Büchern. 9 vols., Leipzig, 1863-66; GEORG EBERS Eine ägyptis-
che Königstochter. Roman. 3 vols., Stuttgar, 1864; ADALBERT STIFTER Witiko. Eine Erzählung. 3
vols., Petsche, 1865-67 [Ed. de Max Stefl, Augsburg o.J.]; KARL GUTZKOW Hohenschwangau.
Roman und Geschichte 1536-1567. 5 vols., Leipzig, 1867-68; LOUISE VON FRANÇOIS Die letzte Rec-
kenburgerin. Roman. Berlín, 1871; HEINRICH ALBERT OPPERMANN Hundert Jahre 1770-1870. Zeit-
und Lebensbilder aus drei Generationen. 9 vols., Leipzig, 1871; GUSTAV FREYTAG Die Ahnen. Roma-
ne des deutschen Hauses. 6 vols., Leipzig, 1873-81; FELIX DAHN Ein Kampf um Rom. 4 vols., Leip-
zig, 1876. [Gesammelte Werke. Erzählende und poetische Schriften. Neue wohlfeile Ausgabe I, 1/2,
Leipzig o.J.]; ROBERT HAMERLING Aspasia. Ein Künstler- und Liebesroman aus Alt-Hellas. 3 vols.,
Hamburg, 1876; CONRAD FERDINAND MEYER Georg Jenatsch. Eine alte Bündnergeschichte. Leip-
zig, 1876. [Sämtliche Werke. HKA ed. por Hans Zeller, Alfred Zäch, vol. 10, Bern, 1958]; THEO-
DOR FONTANE Vor dem Sturm. Roman aus dem Winter 1812 auf 13. 4 vols., Berlín,1878. [Werke,
Schriften und Briefe, ed. de Walter Keitel, Helmuth Nürnberger, I,3, München, 1971]; HERMANN
SUDERMANN Der Katzensteg. Roman. Berlín, 1890; LUDWIG GANGHOFER Die Martinsklause. Roman
aus dem Anfang des 12. Jahrhunderts. Stuttgart 1894.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
Sin embargo con los inicios del siglo XX y, de una manera especial con la
segunda guerra mundial, parecen darse nuevas y adecuadas condiciones para
la revitalización del género. Y no es para menos. Si se piensa que la novela
histórica ya desde sus orígenes, y mucho más, desde que la vuelta al pasado
ha sido cultivada como consecuencia de situaciones a veces muy extremas,
que tienen lugar en el tiempo presente, las circunstancias del momento resul-
tan especialmente provocadoras de que el género repunte con energía. De entre
estas circunstancias había que reseñar de una manera especial la propia segun-
da guerra mundial en sí, la crisis general del sistema capitalista y la respues-
ta dada por las revoluciones del año 18, de manera especial la de octubre, aun-
que para Alemania la del 19 tendría una importancia mucho mayor, y también
el cultivo novedoso de ciencias como la psicología y la sociología. Y por lo que
se refiere a la narrativa en general, un condicionamiento que de ninguna mane-
ra ha de ser pasado por alto es la crisis reconocida de la misma novela, la cri-
sis de la narrativa en general y el impulso que toma la forma de narración que
constituye la biografía.18
Dos son las obras que habría que destacar de entre toda la producción
del momento: Die drei Sprünge des Wang-lun. Chinesischer Roman (1915) de
Alfred Döblin y Jud Süß (1925) de Lion Feuchtwanger.19 Pero es que inde-
pendientemente de estas dos grandes aportaciones, o precisamente por ellas,
se observa que la poética del género ha sido sometida a una gran transfor-
mación, y la novela histórica experimenta la transformación que afecta a
toda la novela. Como dice el propio Döblin, lo que ahora se hace es psiquiatría
en vez de psicología, presentar la realidad sin alma en lugar de una acción
novelesca, epificar al estilo del cine en lugar de narrar, construir en vez de
contar una historia, lo que existe en vez de lo que se dice, el juicio del lector
en lugar del del autor, multiplicidad en lugar de unidad, despersonalización
18
Véase HANS DAHLKE Geschichtsroman und Literaturkritik im Exil. Berlín (Ost), 1976.
19
ENRICA VON HANDEL MAZZETTI Meinrad Helmpergers denkwürdiges Jahr. Erzählung. Stutt-
gart, 1900; CLARA VIEBIG Die Wacht am Rhein. Roman. Berlín, 1902; RICARDA HUCH Die Geschichte
von Garibaldi in drei Teilen. 2 vols., Stuttgart, 1906-07- Das Leben des Grafen Federigo Confalo-
nieri. Leipzig, 1910. Der große Krieg in Deutschland. 3 vols. Leipzig, 1912-14; RAINER MARIA RIL-
KE Die Weise von Liebe und Tod des Cornets Christoph Rilke, Berlín, 1906; EMIL ERTL Ein Volk an
der Arbeit. Hundert Jahre Deutsch-Österreich im Roman. 3 vols., Leipzig, 1912; vol 1: Die Leute
vom blauen Guguckshaus. 1906, vol. 2: Freiheit, die ich meine. Roman aus dem Sturmjahr. 1909,
vol. 3: Auf der Wegwacht. 1911; HERMANN LÖNS Der Wehrwolf. Eine Bauernchronik. Jena, 1910.
ALFRED DÖBLIN Die drei Sprünge des Wang-lun. Chinesischer Roman. Berlín, 1915 [dtv 1980];
Wallenstein. Roman. 2 vols., Berlín, 1920 [Ausgewählte Werke in Einzelausgaben, hrsg. von Wal-
ter Muschg]; LEO PERUTZ Die dritte Kugel. München, 1915; MAX BROD Tycho Brahes Weg zu Gott.
Ein Roman. Leipzig, 1916; Kolbenheyer, GUIDO ERWIN Die Kindheit des Paracelsus. Roman. Mün-
chen, 1917; Das Gestirn des Paracelsus. Roman. München 1922; Das dritte Reich des Paracelsus.
Roman. München, 1926; WALTER VON MOLO Ein Volk wacht auf. Roman-Trilogie. 3 vols. Mün-
chen, 1918-1922; vol.1: Fridericus; vol. 2: Luise. Roman; vol. 3: Das Volk wacht auf; EDUARD STUC-
KEN Die weißen Götter. Ein Roman. 4 vols., Berlín, 1918-1922; LION FEUCHTWANGER Die häßliche
Herzogin Margarete Maultasch. Roman. München, 1922; Jud Süß. Roman. München, 1925 [31.-
39. Tsd.] Der jüdische Krieg. Roman. Berlín, 1932; ALFRED NEUMANN Der Teufel. Roman. Stutt-
gart, 1926; KLAUS MANN Alexander. Roman der Utopie. Berlín, 1929; GERTRUD VON LE FORT Der
Papst aus dem Ghetto. Die Legende des Geschlechtes Pier Leone. Roman. Berlín, 1930; JOSEPH ROTH
Radetzkymarsch. Roman. Berlín, 1932.
EL RECURSO DE LA HISTORIA. LA NOVELA HISTÓRICA ALEMANA
20
Véase ALFRED DÖBLIN Der historische Roman und wir. En: Aufsätze zur Literatur. Ausge-
wählte Texte in Einzelbänden. Olten, 1963.
21
Estudios sobre la novela histórica de la época: KLAUS SCHRÖTER «Der historische Roman.
Zur Kritik einer spätbürgerlichen Erscheinung”. Exil und innere Emigration. Third Wisconsin
Workshop. Ed. de Reinhold Grimm, Jost Hermand. Frankfurt am Main, 1972, págs. 111-151;
ELKE NYSSEN Geschichtsbewußtsein und Emigration. Der historische Roman der deutschen Anti-
faschisten 1933-1945. München, 1974; RENATE WERNER «Transparente Kommentare. Überle-
gungen zu historischen Romanen deutscher Exilautoren”. Poetica 9 (1977), págs. 324-351; HEL-
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HANIMANN Studien zum historischen Roman (1930-1945). Diss. Basel, Bern 1981; HELMUT KOOP-
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Exil”. Schreiben im Exil. Zur Ästhetik der deuscthen Exilliteratur 1933-1945. Ed. de Alexander Ste-
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Novel in Exile after 1933. Calliope contra Clio. The Pennsylvania State University, 1986 [Reseña
de Maja Goth: «Der historische Roman”. The German Quarterly 61 (1988), págs. 109-114; FRANK
WESTENFELDER Genese, Problematik und Wirkung nationalsocialistischer Literatur am Beispiel des
historische Romans zwischen 1890 und 1945. Frankfurt am Main, 1789.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
sonaje cuya posición está al nivel de otros muchos de su misma categoría con
respecto de aquello que al autor le interesa destacar: el objetivo de la conver-
sión en seres humanos, en el símbolo de que es posible a partir de un presen-
te más bien oscuro, sacar la energía necesaria para un futuro en preparación.
La juventud y consumación del rey Enrique IV es una novela histórico-
política que desde una perspectiva formal se fundamenta, de un lado en la
introducción de nuevos elementos propios de la narrativa más moderna,
como es el elemento ensayístico y la bufonada, así como otros más tradicio-
nales de la novela alemana, como son los que rinden cuenta a las formas típi-
cas de la novela de formación, desarrollo y educación, tan significativas den-
tro de la historia del género ya a partir de Goethe. Con todo, queda
salvaguardado el elemento intercultural y plurilingüístico que caracteriza a
la novela histórica ya desde sus inicios.
El fascismo como sistema de organización política tratado de una mane-
ra directa tenía necesariamente que ser objeto de la novela histórica de los exi-
lados. Erich Kesten publica en Amsterdam en 1936 la novela de título Ferdi-
nan und Isabella. Dos años más tarde, en 1938, König Philipp der Zweite, títulos
que, dicho sea de paso, evidencian el interés del autor por llevar a su novelís-
tica temas de la historia de España. Pero, fijémenos en la primera.
Con la novela Ferdinand und Isabella el autor responde perfectamente a la
nueva función que cree debe desempeñar la novela histórica dentro de la épo-
ca histórica en que le ha tocado vivir al escritor. A través del ropaje de una épo-
ca de la historia de España y unos protagonistas que han sido sujetos de la
misma y, a la vez, de un sistema político específico, como es el establecido por
los Reyes Católicos, busca desenmascarar y analizar las semejanzas identifi-
cables en otro sistema político actual, como es el del nacionalsocialismo, lle-
gando a la conclusión de que se trata de dos momentos similares de la histo-
ria en la manifestación de la perfidia humana.
En la obra destaca de una manera especial el personaje de Isabel la Cató-
lica, como representante de un sistema autoritario, protagonista de una polí-
tica de poder que cae dentro del ámbito de la brutalidad; una política cuyo
objetivo es el enriquecimiento de unos y la opresión de otros, alguien que se
cree una enviada de Dios, como consecuencia de lo cual no vacila en demos-
trarlo creando el tribunal de la Inquisición. En todo ello ve el autor una espe-
cie de antecedente de lo que más tarde será el sistema político fascista moder-
no, y en las ejecuciones del Santo Oficio, un precedente de los asesinatos en
masa de los campos de concentración nazis.
Es cierto que al autor no le interesa la observación estricta y racional de
los hechos históricos, lo que le intersa es hacer ver, dentro de las lógicas dife-
rencias históricas, las posibles semejanzas que pueden identificarse. Llama la
atención sobre hechos que considera típicos de un regimen totalitario y que
son reconocidos por la historia: la expulsión de judíos y moriscos, los autos
de fé, las numerosas muertes de indios americanos, la censura, la unidad nacio-
nal etc.
Como prueba de que no es sólo lo negativo de la historia de España lo que
le interesa, el autor nos ofrece precisamente una figura de la misma, que podía
ser el ejemplo precisamente de lo contrario. La figura positiva es el rey Enri-
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
Brigitte Leguen
U.N.E.D.
1
Para todas estas observaciones y algunas más véase el artículo de MARGUERITE YOURCE-
NAR: «Ton et langage dans le roman historique» Nouvelle Revue Française, 238, 1972, ahora en
las Obras Completas publicadas en la Pléiade.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
2
Para la novela del siglo XX véase en particular: CLAUDIE BERNARD y LISE QUÉFFELEC.
LA NOVELA HISTÓRICA: FRANCESA: EVOLUCIÓN Y TENDENCIAS
La fecha de arranque es 1825, fecha que coincide con las primeras traduc-
ciones de la obra de Walter Scott. Dos años más tarde, en 1827, Alfred de Vigny
publica Cinq-Mars una novela que retrata a la sociedad francesa bajo el reina-
do de Luis XIII. Es un libro lleno de detalles auténticos, que tiene como fuen-
te los escritos de los memorialistas de la época. Vigny entiende que la intriga
amorosa debe ceder el paso a la intriga política, ya que ésta revela el cambio
decisivo del reparto de fuerzas que sostiene a la sociedad. El cardenal Riche-
lieu gana con su enfoque centralizador, en contra del espíritu caballeresco cadu-
co de la nobleza. No perdamos de vista que Vigny es legitimista y contrario a
la Revolución y que su intención primordial es denunciar lo que considera el
gran error revolucionario. Con esta idea pone en primer plano al rey y a Riche-
lieu y supedita los acontecimientos a factores puramente psicológicos como
son la ambición de Richelieu y la debilidad del rey. El novelista declara en su
prólogo que: «la vérité dont le romancier doit se nourrir est la vérité d´obser-
vation sur la nature humaine et non l´authenticité des faits» y añade:
pour achever de dissiper sur ce point les scrupules de quelques consciences
littérairement timorées que j´ai vues saisies d´un trouble tout particulier en
considérant la hardiesse avec laquelle l´imagination se jouait des personna-
ges les plus graves qui aient jamais eu vie, je me hasarderai jusqu`à avancer
que, non dans son entier, je ne l´oserais dire, mais dans beaucoup de ses
pages, et qui ne sont peut-être pas les moins belles, l´histoire est un roman
dont le peuple est l´auteur.
En 1828, Balzac publica su primera novela titulada Les Chouans. Trata el
novelista de las guerras de Vendée y de la batalla contra- revolucionaria de la
región de Vendée y baja Bretaña. Con esta novela inicia todo el proceso de
reflexión de la Comedia Humana y resulta muy significativo que se estrene con
una novela histórica que trata del pasado próximo, todavía presente en la
memoria colectiva. Balzac busca, como dice «la esencia de la historia», «la
inmensa verdad de los detalles». Mezcla personajes de ficción y personajes
históricos y hace converger dos intrigas-una trama amorosa y un episodio his-
tórico real. En su famoso Avant-Propos a la Comedia Humana, analiza las rela-
ciones entre historia y ficción y dice lo siguiente:
J´ai mieux fait que l´historien, je suis plus libre [...] l´histoire n´a pas pour
loi, comme le roman, de tendre vers le beau idéal. L´histoire est ou devrait
être ce qu´elle fut; tandis que le roman doit être le monde meilleur, a dit mada-
me Necker, un des esprits les plus distingués du dernier siècle [...] Mais le
roman ne serait rien si, dans cet auguste mensonge, il n´était pas vrai dans
les détails, etc...
re, celui de l´homme, celui de la réalité. Trois imageries dont il est con-
damné à chercher le fugitif reflet dans les miroirs d´une interrogation sans
réponse (1972:21).
utiliza un lenguaje que asusta a muchos lectores que buscan en las novelas his-
torias y anécdotas contadas con un lenguaje sencillo y asequible. Por otra par-
te, la novela, desde este punto de vista, reviste una función digamos didáctica,
sirve para instruir y dar a conocer épocas y acontecimientos a los que el lector
no accede más que a través de la divulgación. El gusto por la novela histórica
o novela que recoge acontecimientos reales relacionados con la historia coin-
cide con otro gusto muy similar por las biografías. Autores como Henri Tro-
yat, Pierre-Jean Rémy, Françoise Mallet Joris, Armand Lanoux, Alain Decaux,
Jean Lacouture, Claude Manceron, son autores que cultivan el género biográ-
fico con gran dignidad y éxito, como es el caso de la biografía de Lacouture
sobre Malraux, y que también han hecho incursiones en la novela histórica.
Aludí anteriormente a la novela histórica que nos hace viajar hacia épo-
cas y civilizaciones lejanas. Paralelamente a las obras de gran calidad en el
plano del discurso tanto como en el del tema, tenemos numerosas obras como
las de Maurice Druon Les rois maudits, o las series de Caroline Chérie de Cécil
Saint-Laurent, o Angélique, marquise des anges de Serge y Anne Golon, que
dieron lugar a series de televisión de una calidad muy comercial y a películas
de pésimo talento artístico.
Dentro de lo que podemos definir como una literatura de gran difusión,
sin descartar la calidad del contenido, no tanto desde el punto de vista de la
escritura, sino desde el de los datos históricos que son exactos, cabe citar a
Jeanne Bourin, Maurice Denuzière, Henri Troyat, Françoise Chandernagor L´
Allée des rois, Jean D´Ormesson Au plaisir de Dieu o Bertrand Poirot-Delpêche
L´été 36; estos tres últimos autores han visto sus obras adaptadas a la televi-
sión con gran éxito. Lo mismo ocurrió con Robert Merle autor de la trilogía
Fortune de France una serie que nos traslada al siglo XVI. Citemos también un
texto interesante desde el punto de vista literario, Le sac du palais d´été de Pie-
rre-Jean Rémy.
A modo de conclusión conviene recalcar, en primer lugar, la diversidad,
tanto desde el punto de vista de la calidad —muy alta, regular o muy baja—,
como desde el punto de vista de temas y de épocas históricas. Que yo sepa, no
existe en este momento un estudio o capítulo suficientemente completo sobre
la cuestión (me refiero al siglo XX) Sin embargo, dos revistas de gran nivel
científico han sentido la necesidad de dedicar un número monográfico al estu-
dio de la novela histórica: la Nouvelle Revue Française y la Revue d´histoire lit-
téraire de la France.
En segundo lugar es conveniente subrayar el carácter mayoritariamente
comercial de este tipo de novela, su gran difusión, y la posibilidad de conver-
tir la novela en telenovela o serie de televisión de gran audiencia.
Ahora bien, dentro de este gran «cajón de sastre» que puede llegar a ser el
género «novela histórica» contamos con magníficos escritores y sucede con
la historia lo que pasa tambien con la novela policíaca o la novela negra, que
también está muy de moda, y es que, dentro de los margenes del género, se
revelan escritores de un enorme talento. Es un fenómeno parecido a lo que
está ocurriendo en el cine.
Recordemos, para terminar, lo que dijo Nathalie Sarraute en L´Ere du Soup-
çon sobre el personaje de la novela en su forma más tradicional:
LA NOVELA HISTÓRICA: FRANCESA: EVOLUCIÓN Y TENDENCIAS
A. Estudios
B. Revistas
1
GIOACCHINO VOLPE L’Italia in cammino (1927). BENEDETTO CROCE Storia d’Italia dal 1871
al 1915 (1928) y La storia come pensiero e come azione (1938).
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
Al año siguiente mientras trabaja en el Discorso sur alcuni punti della sto-
ria longobardica in Italia (1820) Manzoni transfiere esta reflexión a la situa-
ción histórica italiana, al antagonismo étnico entre opresores y oprimidos y,
sobre la base de que en Italia no había existido fusión entre el elemento galo-
romano y los invasores bárbaros, proyecta los enfrentamientos pasados en las
luchas del presente entre italianos y austriacos2. Años más tarde, en el dis-
curso Del romanzo storico e, in genere, de’ componimenti misti di storia e d’in-
venzione (1828, 1850) modificará esa postura criticando que en la novela his-
tórica
il vero positivo non sia ben distinto dalle cose inventate e che venga per con-
seguenza, a mancare uno degli effetti principalissimi d’un tal componimen-
to, come è quello di dare una rappresentazione vera della storia (Manzoni,
1978: 172).
2
El tema del enfrentamiento entre razas y la colisión entre etnias distintas le permitía ade-
más tomar parte en una polémica anterior surgida entre Romagnosi y Berchet sobre el papel que
el elemento latino y el germánico habían jugado en la formación y evolución de la civilización
italiana.
3
El ensayo Economia y estadística de GIOIA, del que extrae un bando sobre las penas esta-
blecidas contra el que se atreviera a coaccionar a un párroco para que no celebrara una boda; la
Historia patria de RIPAMONTI, de donde toma el episodio de Bernardo Visconti, el Innominado,
del que DE ROBERTO hará uso luego en Los Virreyes; La ciencia de la legislación de FILANGIERI,
que veía en la novela histórica un medio eficaz para educar a las clases populares.
4
En carta a su amigo Cattaneo le pide que le mande algunas novelas de SCOTT: «O El abad,
o El monasterio o El astrólogo, algo por piedad», que conocía por traducciones relizadas por sus
amigos.
5
«Alejandro[...] ha emprendido la representación de los milaneses de 1630, las pasiones, la
anarquía, las revueltas, las locuras, el ridículo de aquella época. Una peste que hizo estragos en
Lombardía precisamente en esa época; anécdotas muy interesantes de la vida del cardenal Borro-
meo [...]; el famosos proceso que nosotros conocemos con el nombre de La columna infame, obra
maestra de autoridad, superstición e idiotez le va a proporcionar suficiente material como para
sustentar la «fábula» de la novela sobre hechos realmente acaecidos. Pero en la fusión de la par-
te histórica con la poética, Alejandro está más que decidido a no caer en el error en el que ha cai-
do Walter Scott. Walter Scott [...] no se inmuta cuando cree que le conviene alejarse de la verdad
histórica [...] por el contrario Manzoni se propone conservar en su integridad lo positivo de los
hechos a los que hace alusión.» (Nigro, 1977: 552)
DE LA NOVELA RISORGAMENTALE A LA NARRATIVA HISTÓRICA ITALIANA...
6
Basada en los acontecimientos históricos del Risorgimento, proceso político y cultural que,
desde finales del siglo XVIII y durante el XIX, llevó a Italia a la independencia y a la unificación.
7
Operación parecida a la que luego hará DE ROBERTO en Los Virreyes al fijar el punto de
partida de su novela en 1855, bajo la monarquía de los Borbones y no en 1860, una vez realiza-
da la Unificación con la monarquía de los Saboya. En su negación del progreso como evolución
positiva del ser humano, DE ROBERTO trata de demostrar que no existen diferencias entre pasa-
do y presente. Lo demuestra no partiendo de 1860, fecha que para un historiador como RENDA
es punto de arranque obligado para comprender la nueva realidad de Sicilia, sino remontándo-
se hasta 1855, con objeto de poder dibujar el cuadro de la Sicilia borbónica y feudal, como ejem-
plo de un pasado inmediato con el que poder confrontar el presente resultante de la Unificación.
8
Representada por el personaje emblemático de Fray Cristoforo que, avergonzado de su
estado social, desea integrarse y ser acogido por la aristocracia.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
9
Osservazioni sulla morale cattolica (parte I, cap.IX).
10
El proyecto de la novela se extiende desde 1823 fecha de la primera redacción de Fermo
e Lucia; pasa por la primera edición de I promessi sposi 1827 y culmina con la edición definiti-
va 1840 en la que se lleva a cabo todo un proceso de revisión lingüística, en consonancia con la
necesidad de dotar de una lengua nacional a la nación que estaba surgiendo.
DE LA NOVELA RISORGAMENTALE A LA NARRATIVA HISTÓRICA ITALIANA...
diseña una imagen de Sicilia, después de 1870, en la que se delinean los tra-
zos de una profunda crisis social y humana para la que la recién estrenada
realidad nacional no posee soluciones. Es el retrato del drama colectivo que
se cierne sobre una región, y una ciudad Agrigento, impregnada por una vas-
tísima tradición histórica, a la que la reciente historia ha sumergido fuera del
tiempo. Esta es la inmóvil ciudad que fija Pirandello apenas transcurridas las
primeras líneas de la novela:
Pioggia e vento parevano un’ostinata crudeltà del cielo sopra la desola-
zione di quelle piagge estreme della Sicilia, su le quali Girgenti, nei resti
miserevoli della sua antichissima vita raccolti lassú, si levava silenziosa e
attonita superstite nel vuoto d’un tempo senza vicende, nell’abbandono d’u-
na miseria senza riparo (Pirandello, 1942: 451).
Tomando como punto de partida un hecho histórico real, la rebelión de
los mineros del azufre y su represión por parte del ejército, establece un para-
lelo entre presente y pasado, comparando dos situaciones en las que naufra-
gan las esperanzas y las ilusiones de un cambio, con la intención de «rappre-
sentare [...] la sconfitta morale e storica del Risorgimento» (Barberi, 1995:
24-25).
Pero durante la primera mitad del siglo XX la novela histórica se mani-
fiesta en ejemplos modelados, bien sobre experiencias personales estrecha-
mente vinculadas al microcosmos regional, como las de Bacchelli Il mulino
del Po (1938-40) ambientada en Toscana o las de Carlo Alianello L’alfiere (1943)
o Soldati del re (1952), que tienen por escenario la zona napolitana en la épo-
ca de las luchas por la Unidad de Italia, o bien en obras de cuño autobiográ-
fico como la Artemisia de Anna Banti (1944-47), inspirada en la vida de la pin-
tora del siglo XVII Artemisia Gentileschi, en la que confluyen, identificándose,
el plano histórico y el autobiográfico (De Donato, 1995: 40n).
Ahora bien, con el despertar a una época amarga como fue el periodo que
siguió a la segunda guerra mundial, la novela histórica fluye por nuevos cau-
ces de expresión ideológica, aunque formalmente algunos modelos sigan la
inspiración de novelas precedentes de corte risorgimentale. Al finalizar la gue-
rra que contempla a una Italia sumida en la derrota y dividida en dos bandos,
toma cuerpo la noción de una nueva historia, sintetizada en estas duras pala-
bras de Salvatore Satta:
Questa storia è finita, sia pure come finiscono tutte le storie, per rico-
minciare: ma fra la storia vecchia e la nuova non c’è il tratto d’unione di una
vittoria, c’è la soluzione di continuo di una sconfitta. (Satta, 1995: 17).
El nuevo cambio histórico que se fundamenta en la noción de muerte de
la patria11 obliga al individuo a comprender que «...la libertà non è un dono,
che una forza esterna, la forza di uno Stato, amico o nemico che sia, e nem-
meno di un superstato, ci possa concedere;» que, curiosamente evoca pala-
11
Para la definición del concepto véase, además de SATTA, la obra de ERNESTO GALLI DELLA
LOGGIA.
DE LA NOVELA RISORGAMENTALE A LA NARRATIVA HISTÓRICA ITALIANA...
porque sobre todo ha tratado de crear una obra poética, cargando con el ries-
go del éxito o el fracaso. «Fantasia e libertà. E la libertà è un diritto che com-
porta dei rischi» (Ibid.).
Desde el punto de vista histórico trata de desentrañar este episodio que
contempla la alianza del clero reaccionario y el pueblo y de cuya génesis y sig-
nificado se han expresado juicios extremamente discordantes. Lo que si es
cierto es que Maggiore incluye en su novela nuevos elementos no presentes
en otras novelas históricas análogas: la presencia directa de la mafia, repre-
sentada por don Turiddu, y un tratamiento moderno de las figuras femeninas,
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
12
Véase ANTONIO GRAMSCI, La Cuestión Meridional. Dédalo Ediciones, 1978.
DE LA NOVELA RISORGAMENTALE A LA NARRATIVA HISTÓRICA ITALIANA...
Monsieur Rousseau ha detto: «il primo che traccia un cerchio per terra
può con diritto esclamare: questo è mio!» [...] Napoli sta per incediarsi e la
rivoluzione brucerà questi antichi baronati e farà nascere una classe nuova
(Nigro, 1987:32-33).
De esta novela se ha dicho que parece un libro sin anclaje con el presente
y sus interrogantes, hasta el punto de que puede parecer gratuito e inactual y
cifra en la falta de anclaje su éxito (De Donato, 1995:165). Mi opinión es pre-
cisamente la contraria, está tan perfectamente anclado en el territorio que ha
hecho justamente del espacio una metáfora a través de la cual realizar la ver-
dadera aproximación a la historia local, porque la interpretación de la histo-
ria a través del hecho espacial, sólo está en manos de los que conocen su terri-
torio, y no admite las falsas interpretaciones que cualquier erudito puede
edificar basándose en documentos hallados en los archivos.
La novela, que narra la saga de la familia Nigro en un periodo que va des-
de 1799 —república partenopea—, hasta 1860 —Unificación—, proporciona
un nexo entre memoria histórica y búsqueda de la propia identidad cultural,
sirviéndose de registros afines a la narrativa popular, al cuento, impregnados
de elementos etnográficos y folclóricos, que han sido y son fundamento de la
cultura rural de la región de Basilicata.
La narrativa contemporánea concede también su espacio a la novela histó-
rica autobiográfica como la de Dacia Maraini La lunga vita di Marianna Ucría
(1990), ambientada en la primera mitad de siglo XVIII en Sicilia, con una pro-
tagonista, sordomuda, que encuentra en la escritura su conexión con el mun-
do. La escritura del «yo» retorna, sustentada por estudios históricos recientes,
que han planteado un nuevo análisis de las leyes históricas, ya no tan rígidas e
inamovibles, que conceden al hombre un espacio de responsabilidad, individual
o colectiva, en el proyecto de futuro. Se valora positivamente el factor de crea-
tividad humana que se manifiesta a través de la biografía y se presta notable
atención a las historias regionales, lazos de unión entre el hombre y su habitat,
entre la geografía e la historia. En Italia, si nos atenemos a su reciente unifica-
ción, el enlace entre hombre y ambiente adquiere particular relieve cuando se
trata de analizar la evolución histórica de un determinado territorio de la penín-
sula. Los microcosmos regionales tienen su expresión no sólo en la novela his-
tórica, como ya hemos visto, sino en lo que se ha dado en llamar la novela media
italiana13.
Existen evidentemente otras formas de hacer novela histórica de las que
aquí no hemos podido ocuparnos, para las que se remite al documentado estu-
13
Tema presente en la última narrativa italiana es el del microcosmos, entendido como
metáfora de la existencia. La presencia de un microcosmos delimitado como lugar en el que se
desarrolla la acción está íntimamente relacionada con la presencia de un factor específicamen-
te italiano: el hecho regional, que caracteriza aún hoy a una Italia fragmentada en múltiples rea-
lidades. Éste condiciona el modelo de expresión en el que, junto al italiano medio, conviven for-
mas dialectales, locales y regionales, utilizadas como recurso estilístico, y como elemento necesario
de un mundo de sentimientos y formas de vida en el que el dialecto es vehículo primordial de
comunicación. Microcosmos, ligados a la memoria y a la vivencia personal: «il microcosmo [...]
guarda al suo passato per giustificare e vivificare il suo presente» (Tani,1990:18)
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
la storia, essendo dentro la storia, sapendo di esserne cittadini, e con ciò stes-
so autori (Serta, 3, 1998: 251).
Consecuentemente, el hombre, por ser parte de las historias que confor-
man la historia, seguirá teniendo siempre un hambre voraz de narraciones,
sustentada en la curiosidad de saber cómo los protagonistas de las novelas
consiguen resolver sus conflictos, y aprender en esas historias modelos y com-
portamientos de uso para acoplarlos a su pequeña y personal historia coti-
diana.
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NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
B. Lecturas
Ángeles de la Concha
U.N.E.D.
1
«By this I mean those well-known and popular novels which are both intensely self-reflex-
ive and yet paradoxically also lay claim to historical events and personages»
LA NOVELA COMO INTERPELACIÓN AL DISCURSO HISTÓRICO
to del ethos del imperio. Por lo que se está de nuevo privilegiando, esta vez
subliminalmente, el polo tradicional de la historiografía imperial. Pero lo más
interesante es constatar cómo el género elegido para la narrativa —la come-
dia, con su talante conciliador y el tropo de la sinécdoque con su impulso inte-
grador—, a base de subrayar las esencias que distintos fenómenos tienen en
común, conducen a la imposición de un significado global del periodo inme-
diatamente posterior a la independencia, totalmente distinto a la obra de Rus-
hdie, en la dirección de un conservadurismo con toques nostálgicos que anu-
da elementos occidentales y nativos en una síntesis supuestamente
armonizadora. Y en este sentido, es revelador el análisis del emplotment, o la
articulación de la narrativa, con su proceso de focalización, combinación,
jerarquización y estructuración de los acontecimientos en causas y efectos, su
distribución en el centro o en los márgenes del relato y las estrategias des-
criptivas y estructurales, entre las que la secuencia temporal y el desenlace
son clave, que convierten los acontecimientos y los datos históricos de mera
cronología en Historia. El propio título A Suitable Boy y el pretendiente a la
mano de la protagonista acreedor del mismo, un joven empresario con el empu-
je unidireccional del neoliberalismo económico del self-made man, consagran
en el desenlace la consolidación de la autoridad de las instituciones clave: la
propiedad y el matrimonio concertado, ambas explícitamente relacionadas.
Lo anacrónico de la convención narrativa que Vikram Seth elige —el rea-
lismo clásico— que formó parte subliminal de la propaganda en la campaña
de comercialización del libro, que lo contraponía precisamente con el estilo
opuesto de hacer historia de Rushdie, despierta naturalmente el interés por el
análisis de la forma como determinante del contenido. En principio, el sobrio
realismo de A Suitable Boy, con su narrador omnisciente, oculto tras los acon-
tecimientos que parecen narrarse a sí mismos, representaría más fielmente la
Historia real, en comparación con la abigarrada fantasía y las desenvueltas
afirmaciones de escepticismo respecto a la objetividad de la memoria en cuan-
to a la selección y combinación de datos que acaba por crear su propia ver-
dad, de que hace gala el narrador en primera persona y aparentemente menos
fiable de Midnight Children. «It [memory] selects, eliminates, alters, exagge-
rates, minimizes, glorifies, and vilifies also; in the end it creates its own rea-
lity» (Rushdie, 1981: 166).
Resulta, pues, doblemente interesante constatar cómo se producen en A Sui-
table Boy el efecto de realidad y el efecto de verdad. El análisis desconstructi-
vista opera levantando capas sucesivas del texto. Bajo el matrimonio que anu-
da el desenlace de la novela percibimos la ilusión o la fantasía de la madre de
buscar el bien de su hija mediante la consecución de un buen partido que ase-
gure el bienestar económico; la de la hija que, tras la oposición y la resistencia
inicial que ofrece, se cree que está eligiendo libremente; y la del narrador, que
tras ofrecer un muestreo de alternativas de organización simultáneamente matri-
monial y patrimonial, privilegia claramente la ideología más conservadora bajo
la fantasía de integración de lo mejor de oriente y occidente.
La prevalencia del tropo sinecdoquial subraya la conexión entre la esen-
cia de esta institución, la matrimonial, con la patrimonial y la política, así
como con la esencia de las operaciones en la base de todas ellas y su inevita-
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
tema, con carácter general, y dentro de él, autor, narrador, lector, naturaleza
de la representación, etc.— en la trama de la novela, como parte de su estra-
tegia narrativa.
En In a Dark Wood Gabriel, el protagonista, es un jesuita dedicado a la escri-
tura de la biografía de un misionero jesuita en China en el siglo XVII. Es por
tanto, simultáneamente, lector de los escritos sobre China de su antepasado en
la fe y en la institución, y autor de otro texto histórico también sobre China,
basado en el primero, a la vez que en otros restos documentales de otros per-
sonajes de la época y de su propia memoria de la China en donde él mismo
vivió de niño. Gradualmente vamos viendo que es la naturaleza, tanto de las
afinidades en materia de preocupación religiosa como de orientación sexual,
la que determina el interés del biógrafo por su personaje. Cuestiones ambas a
las que él mismo es ajeno y que sólo gradualmente y de manera confusa se le
van revelando. De este modo, a la vez que profundiza en acontecimientos pasa-
dos va adquiriendo conocimiento respecto del presente. Va perfilando la natu-
raleza de sus propias creencias en las que percibimos la influencia de múlti-
ples factores circunstanciales. Y paralelamente al conocimiento de su personaje,
va descubriendo casi inconscientemente su homosexualidad, homosexualidad
que se insinúa asimismo oscuramente en el personaje objeto de su biografía.
Con el trasfondo de la acción misionera, las disquisiciones teológicas expre-
sadas y ejemplificadas en «historias» revelan su incrustación en prácticas dis-
cursivas y materiales, como parte de las redes de conocimiento y poder que
analizaba Foucault. Distintas religiones, facciones dentro de una religión e
incluso órdenes religiosas pertenecientes a la misma y próximas en su prose-
litismo, compiten cerca del emperador por parcelas de influencia que en la
práctica entrañan un ejercicio de poder, como significan claramente los atri-
butos y privilegios que el soberano les confiere.
Las reflexiones metafictivas incluyen una interesante disquisición en tor-
no a un aspecto clave para el historiador tradicional que, aparte sus declara-
ciones de objetividad, hacía gala de su imparcialidad mediante el uso de un
lenguaje aparentemente neutro, esto es deliberadamente simple y sin conce-
siones a la retórica que se consideraba más propia de los relatos fantásticos.
En la novela, el protagonista recuerda su infancia en China y las terroríficas
historias nocturnas de animales salvajes que les contaba a él y a su hermano
antes de dormirse, uno de los criados chinos que, en el anonimato de la cate-
goría de sirvientes, carecía hasta de nombre propio, siendo designado sólo por
el de su posición en la jerarquía de servicio: Number Two. La gesticulación y
dramatización del cuentacuentos nativo, a pesar del terror morboso que des-
pertaba en los niños, remitía las historias al ámbito seguro de la ficción. Sin
embargo el tono prosaico y aburrido, imbuido de la autoridad moral de una
severa catequista inglesa en la escuela dominical de la misión, inscribía sus
historias no menos terroríficas ni menos fantásticas de santas y santos mar-
tirizados en el temible ámbito de la realidad:
Jerome and Gabriel were very excited by Mrs Midhurst’s stories. She had
none of Number Two’s pitch or imagination; in fact she was dull. The very
dullness of her tone made her stories seem real. Terribly real. Gabriel was
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
frightened that the wolfskin would leap on him, or snap at him as he jum-
ped into bed, and he and Jerome enjoyed playing on each other’s fears as
they lay side by side. ‘I saw it move’. ‘No you didin’t.’ ‘Yes I did.’ But they
knew all along that the rug was a rug. Number Two told fairy-tales. But Mrs.
Midhurst’s prosaic style belonged to the real, live world. If she told them the
rug was baying at the moon, they would have believed her in a way they did
not believed Number Two (Warner 1992: 71, 72).
sas del pensamiento donde anidan la duda y el desconcierto. Por estos veri-
cuetos se orientan no pocos relatos actuales, y es evidente que lo que algunos
consideran falta de sustancia ideológica y de consistencia narrativa, otros lo
entienden como reto nada fácil y, por lo mismo, frecuentemente fallido en
cuanto a la realización textual.
La indagación en lo personal como tema da origen a una excepcional flo-
ración de formas autobiográficas y memoriales. Si el intimismo y la evoca-
ción del pasado personal estaban presentes en la narrativa precedente, enton-
ces desde lo personal se trascendía a lo colectivo, a lo social; ahora, en cambio
la exploración interior aparece como objeto terminal, como fin en sí mismo
y es frecuente una cierta «descontextualización» del narrador.La reflexión
sobre la escritura pervive en la novela actual con diversas realizaciones tex-
tuales: proponiéndose la novela como asunto de la novela, es decir, mostran-
do al lector la génesis del proceso creador; insertándose en la trama una nove-
la intercalada, actualizándose así la técnica cervantina, y ello a menudo como
pretexto para la inserción de disquisiciones metaliterarias; incorporándose
citas culturalistas o recursos de intertextualidad con el propósito de realzar el
valor del texto; o creando un personaje escritor o que escribe, bien en aras de
otorgar verosimilitud a un relato «escritural» o con función autobiográfica.
Hay que decir que esta novela ensimismada, que heredó la condición de tal
del experimentalismo de los 70, ha moderado y naturalizado aquellos estri-
dentes procedimientos formales.
En este panorama de sincretismo narrativo asistimos a una revitaliza-
ción de los géneros histórico y policiaco, paradójica si se considera el carác-
ter híbrido de los textos, en contraste con los rasgos definidos que la nove-
la de género ha de poseer por su misma naturaleza. Pero tanto la novela
histórica como la novela policiaca han adquirido la misma permeabilidad
que las demás y se han contaminado con elementos de las tendencias refe-
ridas.
En el auge de la novela histórica española cuenta la corriente general de
recuperación de la narratividad, fenómeno detectado con anterioridad en otras
narrativas europeas como en la italiana. Ya en 1965 Renato Barilli postulaba
la vuelta a la acción y a la fantasía en la reunión del grupo 63 en Palermo.
Reacción semejante se produce a finales de los setenta en nuestro país en con-
tra de la llamada autofagia experimentalista; para salir de una novela que se
devoraba a sí misma se demandaba la vuelta al argumento, a la historia. Y la
Historia —con mayúscula— se ha acreditado como fuente inagotable de argu-
mentos novelescos.
No resulta ocioso recordar las propuestas de los teóricos norteamerica-
nos, como Leslie Fiedler y John Barth, pronunciándose en favor de la histo-
ria, la acción y la intriga, y por el abandono del realismo y del compromiso.
Umberto Eco otorga un papel preponderante a la ironía y a la amenidad y des-
taca la difícil sutura entre intriga y amenidad que han llevado a cabo los nor-
teamericanos. La respuesta posmoderna a lo moderno —añade Eco refirién-
dose en concreto a la novela histórica— consiste en reconocer que «puesto
que el pasado no puede destruirse porque su destrucción conduciría al silen-
cio, cabe visitarlo con ironía, sin ingenuidad» (1988: 658).
EL CUESTIONAMIENTO DE LA TRANSMISIÓN HISTÓRICA EN LA NOVELA...
pectiva del hombre moderno, que refuta, desmiente o cuestiona la versión his-
tórica. La frecuente introducción de un nivel narrativo metaficcional suele
poner de manifiesto la inseguridad del narrador ante la materia histórica; tam-
bién puede interpretarse como una metáfora de la imposibilidad del hombre
contemporáneo para aprehender la realidad.
En esta novela acude Vázquez Montalbán al procedimiento más adecua-
do para este propósito: la perspectiva múltiple. Los datos sobre el personaje
y su desaparición, procedentes de diversas fuentes, tanto oficiales como extrao-
ficiales, históricas y fictivas, documentales o no, que en el texto narrativo se
manejan, se contraponen y amalgaman para propiciar el descrédito de la ver-
dad procedente de la documentación histórica, verdad oficial que aquí se mues-
tra manipulada, y, por tanto, no fiable. Análoga técnica trasgresora desarro-
lla el mismo autor en Autobiografía del General Franco. De nuevo se articulan
dos tramas, dos discursos, pero en una vuelta más de tuerca en la ficcionali-
dad, éstos a cargo de un solo narrador fictivo, que se desdobla en dos voces;
mediante esta compleja técnica se contraponen el discurso inventado atri-
buido al General Franco y el discurso de su inventor, Marcial Pombo, que lo
refuta y descalifica. Fiel al cronotopo, Franco relata linealmente los aconte-
cimientos que ha vivido; pero simultáneamente, Marcial Pombo —trasunto
del autor, escritor como él, y como él autor de una autobiografía fingida—
inserta fragmentos contrapuntísticos para matizar, complementar, negar o
destruir los asertos de aquél. A mayor abundamiento la perspectiva del narra-
dor se diversifica a su vez al manejarse numerosas referencias históricamen-
te verificables procedentes de distintas fuentes, de biógrafos, de testigos, y de
allegados y familiares del General, y otras relacionadas directa o indirecta-
mente con los acontecimientos, con lo que el carácter pluriperspectivista se
acentúa y la complejidad de la estructura aumenta, desdibujándose las fron-
teras entre realidad y ficción.
Pérez Bowie ha observado que en esta novela se encuentra implícito un
reconocimiento de la inviabilidad del relato histórico al modo tradicional
(1996: 339). Es evidente que también se legitima la multiplicidad y subjetivi-
dad de las versiones, en contra de una única versión oficial fidedigna, la que
suele asumir el poder y trasmitir la historiografía oficial.
La saga de los Marx de Juan Goytisolo ejemplifica convincentemente la
introducción de este segundo nivel narrativo metaficcional, que en el texto
se acompaña de otros rasgos trasgresores, analizados también por Pérez
Bowie, como la estructura polifónica, procedimiento que desvela un narra-
dor que se enfrenta ante materiales muy heterogéneos para construir la His-
toria; o la desarticulación a la que se somete la materia narrativa; el hecho
de mostrar al lector los mecanismos productores de la Historia, y por tanto,
el proceso de construcción, conducen al lector a la convicción de la impo-
tencia de la escritura para ordenar el caos y a la inviabilidad de referir la His-
toria (1996: 339). En ocasiones parece que el propósito de los autores sea la
depuración de la versión consagrada por la Historia, e incluso este propósi-
to aparece explícito en manifestaciones ocasionales. Refiriéndose a la géne-
sis de su novela El himno de Riego José de Esteban manifestaba: Me di cuen-
ta en lo que se refiere concretamente a este episodio de la Historia de España,
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
que existe en general una enorme ignorancia al respecto. Una ignorancia que
implica una falta de conciencia histórica, que sólo puede obtenerse median-
te la depuración de la verdad oficial de la Historia (1990:60). Y con esta inten-
ción se establecen paralelos y contrastes entre el pretérito y el presente, y se
coloca al personaje histórico en un cronotopo que no le corresponde. Ramón
Buckley ha observado agudamente que por paradójico que pueda parecer, la
novela histórica no trata del hombre histórico, es decir, de un hombre vin-
culado a una época, lugar, condicionamientos sociales, etc. Lo que hace la
novela histórica es justamente lo contrario: sacar a un determinado indivi-
duo del momento histórico en que vivió y vincularlo al presente que el autor
está viviendo (1996: 91).
Un buen número de relatos históricos de nuestro tiempo se caracterizan
por su carácter eminentemente fictivo, fabulador; en ellos la invención y la
fantasía tienen preponderancia sobre lo histórico, que aparece a menudo como
mero pretexto para la finalidad lúdica. Antirracionalismo y antirrealismo son,
asimismo, otros rasgos que les caracterizan. Ahora no se cuestiona la Histo-
ria, más bien se reinventa, se contrahace o se parodia, de tal manera que los
episodios que se cuentan se aceptan como inexistentes en el pacto tácito entre
el autor y el lector que toda novela conlleva; no son, pues, verificables desde
las aportaciones de la Historia, ni han de someterse al principio de la verosi-
militud. Terence Moix es concluyente cuando dice en su novela de romanos
Nuestro Virgen de los Mártires: «en esta novela de ambiente histórico nada suce-
dió, nada es verdad, ningún personaje existió, no estuvieron decorados como
en ella los ambientes» (1983: 4).
Tal vez sin llegar a estos extremos de desviamiento o de omisión de lo his-
tórico, otros autores ponen en juego su brillante imaginación para convertir
el relato en un juego escapista que divierta al lector común por la amenidad
y al lector avezado e instruido porque descubre otros mensajes que se ocul-
tan tras los procedimientos paródicos e irónicos o tras la desmesura fabula-
dora. Hay que tener en cuenta que este juego que se propone al lector es cons-
ciente y entraña la legitimación de la fantasía como formante o integrante
del género.
Se ha llamado a esta corriente fantasía histórica o fabulación histórica.
Sin duda su representante más cualificado es el veterano escritor reciente-
mente fallecido Gonzalo Torrente Ballester. Desde los inicios de su extensa
obra narrativa Torrente ha realizado notables incursiones en el género his-
tórico, aunque la etiqueta reduccionista de novela histórica no pueda apli-
carse a las suyas, productos híbridos por excelencia, que incorporan elementos
de la historia pero cuyo componente ficcional y fabulador es mucho más
importante. En las novelas de juventud, como la primera, Javier Mariño, y El
golpe de Estado de Guadalupe Limón, se ocupa el autor de los acontecimien-
tos históricos y políticos, y una revisión de los sucesos más notables de esta
clase en el contexto europeo se lleva a cabo en Filomeno a mi pesar. Para el
asunto que me ocupa tienen, sin embargo, mayor interés otras a las que voy
a referirme. En la novela La isla de los Jacintos Cortados el autor especula en
clave de humor con un absurdo histórico: Napoleón nunca existió, fue una
invención de Nelson, Metternich y Chateaubriand para dar solución al grave
EL CUESTIONAMIENTO DE LA TRANSMISIÓN HISTÓRICA EN LA NOVELA...
acude al recurso de una nota preliminar del editor, que no es otro que el mis-
mo autor, para desvelar al lector que tiene ante sí un relato autobiográfico
escrito por un oscuro hidráulico, Yarfoz, sobre su querido y admirado amigo
el príncipe Nébride (1986: II).
Con el reiterado subterfugio literario del documento hallado, documento
en tablillas de etra excepcionalmente conservado pese a remontarse a los años
360/370 de una supuesta era grágido-atánida, ofrece Yarfoz una nueva versión
de un sagaz historiador conocido por el Falso Ogai, que contradice y matiza
sendas versiones anteriores de Ogai el Viejo y de Ogai, este último tomado
como único autor de la totalidad de la crónica, magna obra historiográfica
titulada La historia de las guerras barcialeas.
Es curioso que el personaje de ficción, Ogai el Viejo en una irónica y diver-
tida introducción que precede al texto narrativo, se refiera al género testimo-
nio, antiquísimo género, dice, pero configurado en la época clásica, Dinastía
de los Catránidas, 201/385 de la era grágido-atánida, tipificándolo como tex-
to que busca mostrar una verdad de los hechos ignorada, no creída, o secre-
ta debido a que su revelación pudiera ocasionar males y perjuicios. Este uso
del testimonio, correlato de la crónica histórica, originó, según el mismo Ogai
el Viejo la generalización de su empleo como reivindicación y rehabilitación
del no creído; según lo cual el no creído escribía para después de su muerte,
porque, juzgaba Ogai el Viejo, sólo el desinterés o la indiferencia del difunto
podía garantizar y autorizar una verdad.
Este fantástico y complicado relato se abre, pues, con la participación
al lector de los recursos de la ficcionalización, y se continúa mediante el
uso de la parodia, porque es evidente que se trata de una aguda y original
parodia de las crónicas historiales con el fin de poner de relieve en clave
humorística el ocultamiento y secretismo de los testimonios y versiones.
Apunta también el autor a la mixtura del género cuando pone en boca del
cronista que se está refiriendo a un relato personal, confesiones y revelacio-
nes de hechos, y concilia la Autobiografía y la Historia mediante la ficción
(Castro, 1993: 153).
Después de un prolongado silencio de quince años —su última novela, La
torre vigía, se publicó en 1971— la veterana escritora Ana María Matute nos
ha sorprendido con una extensa novela histórica Olvidado Rey Gudú, ambien-
tada en la edad media, fantástica y fabuladora, que en algunos aspectos nos
remite a la anterior.
En ella se cuenta el inicio y evolución del Reino de Olar a través de varias
generaciones de reyes. A partir de la narración de una larga aventura expan-
sionista a cargo de los sucesivos miembros de la dinastía y de sus huestes, se
insertan abundantes episodios bélicos legendarios y míticos, que sirven a la
autora para levantar desde la invención una gran metáfora del hombre y de
la Historia, igualando el pasado y el futuro en los vicios y virtudes de la con-
dición humana, en la violencia y los excesos del poder, insoslayables en el
devenir de los tiempos.
En cuanto a la propuesta de contrahacer la Historia, es decir, aquella que
toma como punto de partida un hecho histórico verificado y conocido para
construir su opuesto imaginario, se encuentra ejemplificada con habilidad en
EL CUESTIONAMIENTO DE LA TRANSMISIÓN HISTÓRICA EN LA NOVELA...
A. Estudios
B. Novelas citadas
“El rincón de la Istria plurilingüe en el que nací y viví hasta los veinte años,
ha sufrido alternativamente en el curso de los siglos la presión y los conflictos
de los distintos países que la circundan. Después de las vicisitudes de la época
romana, bizantina, visigoda y franca, durante la era moderna la pequeña penín-
sula fue dominada por la República de Venecia, la Casa de Austria, la Italia post-
unitaria y la fascista, y más recientemente por la Ex-Yugoslavia y por las Repú-
blicas soberanas de Eslovenia y Croacia. Yo particularmente me formé en la
contienda trabada, al terminar la segunda guerra mundial, entre la Italia repu-
blicana y el régimen comunista yugoslavo por anexionarse o reivindicar el terri-
torio perdido. Mis primeras novelas se inspiran en las peripecias que vivieron los
istrianos desde 1945 a 1955 en la zona B del proyectado Territorio Libre de Tries-
te, puesto bajo administración «provisional» yugoslava, mientras el resto de
Istria, por el Tratado de paz de París de 1947 había pasado al dominio de Yugos-
lavia y Trieste se veía regida por el Gobierno Militar Aliado. El nacionalismo esla-
vo, que había sido humillado por el fascismo italiano, alentado entonces por la
nueva ideología comunista, trató por todos los medios, persiguiendo a los ita-
lianos más acomodados y protegiendo a los croatas más pobres, de intimidar a
la población para que se pronunciara también a favor de la anexión de esa zona.
La dura lucha concluyó formalmente en el año 1955 con la división de las dos
Zonas del Territorio de Trieste entre Italia y Yugoslavia. Mi comarca sufrió el
segundo éxodo de Istria y yo mismo me trasladé a Trieste. Aquí escribí mis pri-
meros libros, inspirándome en la historia convulsa que había visto cómo una
parte de mi gente había sufrido con pasividad el nuevo curso político, y otra le
había mostrado su adhesión. En esa atmósfera cultural triestina tan singular,
siguiendo el ejemplo de los grandes espíritus del pasado, medí mis fuerzas con
algunas novelas de carácter autobiográfico, en las que describía las dolorosas
contradicciones interiores de un joven desgarrado entre impulsos y afectos, lle-
vado, incluso en contra de los intereses de su familia, a valorar las cosas justas
que un régimen, aunque opresor, había aportado a una población saqueada por
la historia, pero siempre mantenida al margen. Veinte años más tarde, una vez
aplacado por lo menos parcialmente el clima de confrontación, volví a Istria y
escribí un vasto fresco La miglior vita [A mejor vida, Madrid, Alfaguara, 1979]
que comprendía un siglo de vida de un pueblo a merced de la historia. Utilicé los
registros parroquiales de nacimientos y defunciones que delineaban una suerte
de historia colectiva sobre la que irrumpían los grandes acontecimientos de la
época, es decir las guerras, las ocupaciones militares, las dictaduras político-
ideológicas, los repartos territoriales y los éxodos obligados.
A partir de entonces empecé a entrar en archivos más célebres y oficiales para
inspirarme en figuras y acontecimientos que habían dado carácter a esta misma
zona en un pasado lejano. Encontré un personaje ejemplar en el patricio Pier
Paolo Vergerio, obispo de Capodistria, que, una vez nombrado nuncio apostóli-
co en Viena con la tarea de indagar entre los heréticos la posibilidad de convo-
car un Concilio, en el contacto directo con los rebeldes a la hegemonía romana,
descubrió que su fe era más auténtica y quedó embebido por ella. De vuelta a Ita-
lia se las ingenió para que en el Concilio de Trento participaran también Lutero
y otros exponentes de la Reforma, pero se le declaró sospechoso de colusión con
el adversario y se vió obligado a refugiarse en Suiza, y posteriormente en Ale-
LA NOVELA HISTÓRICA: RASGOS GENÉRICOS
mania, donde difundió el evangelio utilizando las lenguas locales para predicar,
a la vez que colaboraba con algunos sacerdotes eslavos reformados. Sus opús-
culos contra el Papa, una vez atravesada la frontera, abrieron brecha en el clero
y en los artesanos del burgo istriano de Dognano, que dieron vida a un breve
periodo luterano, truncado por la Inquisición y sus sabuesos, con los mismos
medios utilizados 400 años después por la policía comunista, es decir infiltrán-
dose entre la población para descubrir disensiones secretas e instigarla a la revan-
cha, tratando de dividirla.
En éste como en otros trabajos, que he definido como de reconstrucción his-
tórica, el novelista se entrega al documento sin dominarlo ni dejarse dominar
por él, corroborándolo con la actitud que es propia del novelista: la indagación
psicológica, la descripción de ambientes, el gusto y el arte por la narración, que
no anticipa nada, con objeto de crear suspense”.
BIBLIOGRAFÍA
Materada (1960)
La ragazza di Petrovia (1963)
Il bosco di acacie (1966) Reunidas más tarde en Trilogia istriana (1967)
Quinta stagione (1965) (Premio Selezione Campiello).
L’albero dei sogni (1969) (Premio Viareggio de narrativa)
La città dei sogni (1972) (Premio Fiera Letteraria)
Dove tornare (1975) (Premio Campiello)
La miglior vita (1977) (Premio Strega) [A mejor vida, Madrid, Alfaguara, 1979]
L’amicizia (1980)
La finzione di Maria (1981) [La simulación de María, Barcelona, Planeta, 1982]
Il male viene dal nord (1984)
Gli sposi di Via Rossetti (Premio Campiello)
L’ereditiera veneziana (1991)
I rapporti colpevoli (1992) (Premio Giovanni Boccaccio)
L’abate Roys e il fatto innominabile (1994)
Alle spalle di Trieste (1995)
Dal luogo del sequestro (1996)
Franzisca (1997)
AUTORITRATTO:
UOMO E SCRITTORE DI FRONTIERA
Fulvio Tomizza
(1935-1999)
paesani allineatisi col nuovo regime, i quali su di lui riversarono una somma
di rancori covati assai prima della sua nascita. I miei insegnanti e condisce-
poli del liceo di Capodistria, intitolato al nome di un caduto della prima gue-
rra, avevano restaurato nell’istituto quel clima d’irredentismo post-risorgi-
mentale nel quale sugli stessi banchi si era formato il giovane Quarantotti
Gambini. Venni così a trovarmi nella situazione angosciosa e alquanto para-
dossale di vedermi evitato dai compagni di studio perché proveniente dall’en-
troterra slavo, di dover rabbrividire nell’attraversare la bella piazza veneta
invasa da una folla urlante, di sentirmi valorizzato da giovani intellettuali
usciti dalla guerra partigiana e contrari ad ogni estremismo, e di salire in una
soffitta per salutare il padre durante l’ora di uscita nel cortile del carcere. La
tragedia mi raggiunse con la sua morte avvenuta a 47 anni dopo una nuova
incarcerazione, ancora senza motivo, che lo aveva privato di ogni voglia di
vivere. Aveva contratto una malattia dalla quale, volendo, sarebbe potuto gua-
rire, in realtà si lasciò morire. Chi incolpare della sua fine prematura se nes-
suno direttamente e tutti indirettamente ne eravamo responsabili? Nelle socie-
tà arcaiche le grandi colpe si cercano in famiglia. Il colpevole ero io che me
ne ero distaccato, che volente o nolente lo avevo tradito. L’espiazione non
poteva avvenire ché attraverso un sovraccarico di accuse rivolte contro me
stesso che mi portarono vicino all’autodistruzione, questa volta cosciente.
Vagabondai per il Paese straniero da cui aveva preso avvio la remota pere-
grinazione dei nostri antenati e che da ultimo si era esteso legalmente fin qui
per capovolgere i nostri destini. Ma come apparivano sfocate e insensate a
Belgrado le rivalità fratricide del nostro confine... In quella lontananza, dove
bramavo confondermi per spersonalizzarmi del tutto, venivo trattato quale
ospite di riguardo proprio grazie alla lingua che parlavo e alla cultura a cui
appartenevo; di rimando non pochi giovani che incontravo mi si rivelavano
di temperamento assai affine, tanto da sentirli fratelli d’anima per la comu-
ne ansia di verità e di fede, unita a un’antica capacità di solitudine, di rinun-
cia e anche di rimorso.
In quel novembre 1954 venne stipulato tra i due governi il memorandum
d’intesa che, anni dopo, è giunto alla sua formulazione definitiva col trattato
di Osimo. Italia e Jugoslavia si spartivano le due zone che in un primo momen-
to avrebbe dovuto dar vita a un «territorio libero» mai preso in seria conside-
razione da nessuno dei contendenti. Chi invece aveva accarezzato l’ipotesi di
uno staterello a se stante con a capo Trieste, la città verso la quale aveva sem-
pre gravitato e ne aveva condiviso il destino di emporio governato da ammi-
nistrazioni e giunte militari più o meno gradite, più o meno straniere, era pro-
prio la gente dei miei luoghi; e il distacco da Trieste fu la ragione non ultima
per cui buona parte di essa —tra cui io stesso, allora ventenne— preferì oltre-
passare il confine.
Nella città cosmopolita, sbocco marittimo del Centroeuropa, che aveva
ospitato tra gli altri Stendhal, Joyce, il giovane Freud, ora decaduta a merca-
to spiccio del consumismo occidentale, sempre più trascurata dall’Italia per
la quale aveva sacrificato interesse vitali e di rimando incattivita nella sua co-
stante prevenzione verso lo slavo, in questa città inquieta e inquietante, con-
traddittoria, dalle due facce che dovrebbero eliminarsi a vicenda, mi ero por-
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
tato dietro le stimmate di un’esperienza culminata con la via crucis del padre,
l’immagine di una campagna insostituibile e di cui avevo succhiato forse per
primo le linfe più segrete, lo spirito di un popolo in orgogliosa crescita che
non dovevo più sentire estraneo. Da tutto ciò derivava la consapevolezza che
i miei dissidi non potevano ricomporsi se non attraverso un graduale avvici-
namento dei due popoli confinanti, l’ansia di partecipare personalmente al
superamento delle barriere della diffidenza e dell’odio che per secoli avevano
avvelenato principalmente la vita delle popolazioni limitrofi, la speranza infi-
ne che la nostra intesa, una volta raggiunta, sarebbe servita da esempio ad
altre genti poste a vivere in stretto contatto e ancora divise da rivalità recenti
o remote.
In una squallida stanza triestina in subaffitto m’improvvisai scrittore, pur
non avendo granché brillato nemmeno quale studente liceale. Ancora non
sapevo che proprio da Trieste si erano levate le voci forse più autentiche della
poesia e della narrative italiana del Novecento, basti pensare a Svevo e a Saba;
e il saperlo forse mi avrebbe incoraggiato, forse per la mia origine popolana
mi avrebbe maggiormente confuso. All’uscita di Materada nel’60 la critica
nazionale volle inserirmi nei filone dei triestini che cinquant’anni prima, in
un confronto di natura più culturale e psicologica che viscerale tra mondo ita-
liano e mondo austriaco, avevano sofferto di un analogo dissidio, della stessa
inconscia impossibilità di scelta. Seguirono La ragazza di Petrovia e Il bosco
di acacie che trattano del destino di profughi dei miei conterranei e insieme
affrontano la particolare psicologia di tanti altri sradicati, costretti a vivere e
a spersonalizzarsi in un mondo consumistico che rimarrà loro sempre estra-
neo; (si pensi ai campi di raccolta in Germania, in Israele, nel Vietnam, nella
Cina nazionalista, oltre che alle grandi concentrazioni di contadini nelle affol-
late capitali del Terzo Mondo). Dopo La quinta stagione, ossia la guerra vista
con gli occhi dell’infanzia, volli tentare l’autobiografia fermando ne L’albero
dei sogni le diverse tappe del doloroso itinerario giovanile che sopra ho ricor-
dato. Le prose de La torre capovolta sono il frutto di una ricerca letteraria nuo-
va che, affidandosi all’attimo illuminante del sogno, intende coglierne sapori
e valori dimenticati di un ambiente naturale in via di estinzione. La città di
Miriam è l’educazione coniugale del giovane istriano ormai adulto, inurbato-
si nella Trieste magica di Svevo e di Saba, mentre Dove tornare parla del suo
difficile inserimento nella vita italiana e, in genere, nella sfuggente, caotica
vita di oggi e già prelude a un definitive retorno ideale al villaggio natale.
La lunga e tortuosa circumnavigazione di un piccolo mondo di asperità,
iniziata a Materada, e che per simpatia aveva coinvolto persino la Praga di
Dubcek, era destinata a concludersi proprio a Materada con La miglior vita,
mia decima opera narrativa. È stata completamente ideata e scritta nel vec-
chio mondo agreste al quale ero rimasto sentimentalmente fedele e dove sono
potuto ritornare anche fisicamente grazie ai mutati rapporti tra i due Paesi,
sempre più avviati a quella collaborazione cui sono chiamati dal destino che
li pone in spontaneo contatto proprio attraverso la nostra terra di confine,
fino a ieri causa di divisioni anziché luogo di fruttuosa convergenza. Appun-
to perché ridotta nel numero degli abitanti, molti dei quali rimasti sul posto
trovavano lavoro nelle industrie e negli insediamenti turistici della costa, la
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mie la morte entrando disinvoltamente anche nelle famiglie dei ricchi, per
strappare tante giovani vite, aveva già fatto giustizia da sé, e forse oltre il
necessario. Per cui davanti ai miei occhi, insieme ai decenni e ai secoli, sfi-
lava una serie ininterrotta di esistenze umane per le quali la sorte era stata
assai raramente, e mai a lungo, benigna. Ecco che, allentatesi se non rien-
trate le pressioni ideologiche e le passioni politiche, qui tornavano ad affac-
ciarsi anche a uno scrittorc già tanto impegnato, gli eterni interrogativi del
«Da dove veniamo? Chi siamo? Dove andiamo?» che travalicavano definiti-
vamente la domanda più assillante della mia adolescenza «Perché ci odia-
mo?» M’interessavano sempre più prepotentemente le figure dei preti venu-
ti da fuori per unire la loro esistenza così diversa a quella dei miei parenti e
conterranei. Al loro periodo di apostolato corrispondeva un numero di pagi-
ne più o meno fitte, che parcamente testimoniavano qualche scatto di umo-
re, diligenza o sciatteria, e nient’altro. Ma al mio sguardo sempre più atten-
to lasciavano via via trapelare sincera partecipazione all’altrui dolore,
intolleranza, ingenuità, puntiglio, pretensione. In realtà com’erano? Certa-
mente diversi l’uno dall’altro, così come lo erano stati coloro che io stesso
avevo servito facendo il chierichetto da ragazzo o che ricordavo dai raccon-
ti degli anziani, e non solo diversi perché ora veneti, ora croati, e ai tempi
dell’Austria anche boemi e polacchi. Eppure la fede, la missione, il fine pri-
mo e ultimo della loro presenza tra questo gregge piuttosto indistinto li vole-
va e li avrebbe dovuti rendere uguali. M’incuriosiva la schietta diversità che
da uno schema forzoso scaturiva in virtù del carattere, della psicologia, in
una parola dell’umanità differente, come a sufficienza indicavano le loro
stesse note ridotte all’essenziale. Ricordo il primo appunto suggeritomi dalle
annotazioni spesso indecifrabili che comprendevano un intero periodo di
apostolato «Alla fine muore anche il prete».
Sempre più mi divertivo ad accompagnarli con la fantasia, non più chie-
richetto ma uomo e di queste parti, lungo i sentieri di campagna che univano
i lontani villaggi, a portare il viatico a un moribondo, a benedire le case, a rac-
cogliere la questua, a partecipare a una frugale festa di battesimo o a un rumo-
roso pranzo di nozze.
Conoscendo bene casa per casa e paese per paese, sapevo come avrei rea-
gito io stesso nelle circostanze più disparate, anche nei tempi passati. Ma lui,
il mio compagno di turno? Più ancora che dalla sua indole, molto sarebbe
dipeso dalla mia presenza mediatrice, ossia dal comportamento di chi seguen-
dolo nel suo officio riusciva a collocarsi in una via di mezzo tra la nota men-
talità della propria gente e il suo ingombrante imbarazzo. Questo, immagi-
nandomi al fianco di un parroco timido, docile, buono. E se invece fosse stato
uno come il don Paolo della mia infanzia, fin troppo benevolo con noi chie-
richetti, salvo poi a sfogarsi con la perpetua e col povero sagrestano Nini dai
baffi spioventi che tremava a una sua occhiata anche durante la messa? Fra
questi un uomo ormai vecchio, sempre più svanito dopo aver perso il figlio
in guerra; e il reverendo non cessava di tormentarlo, s’industriava in tutte le
maniere per coglierlo in fallo. Che disastro era stata la mia prima comunio-
ne. Don Paolo non riusciva a trovare la chiave del tabernacolo. A voce alta
chiedeva al vecchio dove l’avesse messa, e quello, tremando anche per la sor-
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dità che da poco lo aveva colpito, gli si era avvicinato sul gradino più alto
dell’altare. «Le chiavi! Dove avete messo le chiavi?» tuonava il parroco tra
l’apprensione dei genitori e l’irriverenza divertita di noi comunicandi. Poi
dimostrativamente il celebrante si era tolto la pianeta e fin il camice, li ave-
va buttati sulla sacra mensa e a lunghi passi aveva attraversato la navata per
comprovare al vecchio sagrestano che le chiavi erano state dimenticate in
canonica.
Potevo trovarmi alle dipendenze di un parroco come quello. E allora diven-
tava difficile presagire il mio atteggiamento. In questo caso non avrei sapu-
to tracciare strade di mezzo, mi sarei schierato con la mia gente tiranneg-
giata da un prete indegno. L’idea di La miglior vita era nata e ormai prendeva
corpo. Proprio pensando al vecchio barba Nini dai mustacchi gialli, cresciu-
to in una famiglia di sagrestani e nel contempo mezzadri della chiesa, padre,
sposo e nell’età migliore addirittura donnaiolo spericolato, mi attirava l’im-
magine di un uomo del popolo (di quel popolo, poi, così negato alle astra-
zioni) che fosse stato chiamato a una costante familiarità con persone e prin-
cipi più grandi di lui e al contatto diretto con le cose sacre per le quali io avevo
sempre nutrito un vago terrore, ora opponendole alla geminante vita rusti-
cana, ora, per un processo oscuro, persino identificandole. Gli interrogativi
che mi ero posto sull’umanità dei preti costretti a dividere i giorni coi rozzi
paesani, a camuffare probabilmente sia virtù che difetti, a sentire certamen-
te scemata la loro carica di fede, adesso me li rivolgevo, completamente ribal-
tati, nel costruire l’arco di vita del mio sagrestano ideale. Mi appariva chiaro
che egli non poteva limitarsi a raccontare la storia della parrocchia da un
osservatorio pur interessante e forse nuovo alla letteratura, ma doveva inter-
venire nella vicenda col proprio bagaglio di dubbi, colpe, redenzioni, dolori
e speranze, per contrapporre al passaggio temporaneo dei vari parroci (qual-
cuno in parte vero, i più del tutto inventati) un’intera esistenza formatasi in
un ambito particolare e spesa schiettamente a servizio della chiesa e della
comunità. E quanto più gli inviati forestieri erano tenuti a pagare un tributo
anche all’ideologia e al costume politico del loro tempo di missione (abbia-
mo il prete irredentista sessuofobo, il panslavista laureato a Vienna, l’acco-
modante parroco veneto, l’intransigente fascista, durante la guerra fredda
l’anticomunista a oltranza, l’ultimo è una specie di prete-operaio senza fede
e senza guida che si distruggerà con l’alcol), tanto più egli, figlio di un pic-
colo popolo indifferente alla Storia, avrebbe soppesato uomini e fatti, avve-
nimenti pubblici e ragioni private con un metro di giudizio che attingesse a
un’amara saggezza antica, anteriore allo stesso credo cristiano. Il mio primo
appunto «Alla fine muore anche il prete» fu pertanto così corretto: «Alla fine
non resta che il sagrestano».
Di lui, Martin Crusich, protagonista involontario e ancor più improbabi-
le uomo di lettere, dovevo lentamente scoprire il tono di voce, neutro e per-
sonalissimo, che ne sostenesse il particolare punto di vista e palesasse anche
un certo stile di vita ignoto a lui stesso. Abbozzai un inizio, incoraggiato dalla
certezza che comunque sarebbe rimasto nel cassetto. Dovevo cercare di riem-
pire idealmente le pagine restate bianche nel registro dei preti, opponendo
finalmente la mia, la nostra voce, alla loro.
NOVELA HISTÓRICA EUROPEA
Vecchissimo e ormai al termine dei suoi giorni, rimasto solo dopo aver
sepolto anche il figlio caduto nella lotta di liberazione e da ultimo la sua vec-
chia compagna, il sagrestano contadino che nella sua lunga vita è venuto in
contatto anche coi libri, s’improvvisa cantore di un piccolo popolo disperso,
cronista di un paese innominato. Senza accorgersene, dietro lo svuotamento
progressivo della parrocchia è passato dalla sua casetta franata sull’orto alla
severa residenza dei sette preti ch’egli ha servito con amore e con odio, con
candido trasporto e più spesso con indulgenza. Dalla finestra si allarga lo sce-
nario pressoché immutato della parrocchia di cui Martin conosce ogni pian-
ta e ogni pietra, strade cancellate ed orme recenti. Comincia ad annotare qua-
si parlando a se stesso...
È un paese senza nome, non menzionato neppure nelle mappe, trascura-
to dalla storia. Lo chiamerei Brest, che nel croato istriano significa olmo. La
parrocchia di Brest: un insieme di campi e di case sorti per caso. Qui da sem-
pre ha regnato il caso, non la storia. La gente sembra rassegnata a questa evi-
denza e automaticamente diventa gente particolare: brestàni. Tutti coloro che
da1 monte o dal mare sono saliti e scesi qua hanno finito per diventare bre-
stani. È il rifugio dei disperati, la perdizione delle persone cosiddette supe-
riori: idealisti, ottimisti, gente comunque di condizione privilegiata. Vediamo
i preti, i maestri. Vediamo i ricchi che non potevano mancare neppure qua,
che anzi sulla generale passività (a volte parossistica) avrebbero dovuto emer-
gere e consolidarsi meglio che altrove, ed invece sono stati dei ricchi sbaglia-
ti, ricchi a metà, e comunque sono tutti finiti male. C’è tuttavia un fondo di
stranezza, di bizzarria in questa gente: lo stesso che spinge me, ormai nell’at-
tesa dell’inevitabile (ma anche del miracolo), a impugnare la penna per scri-
vere l’indescrivibile: la storia di una parrocchia senza storia, un’epopea a roves-
cio.
Non vivo a casa mia, pochi qui abitano nella propria casa, ed essendo io
di vecchia famiglia di sagrestani, mangio, dormo e mi muovo, come un topo
dentro il formaggio, nella casa dei preti. È curiosa questa casa, la sola nella
quale per quattro secoli nessuno è stato battezzato, né vi si sono celebrati
matrimoni, né vi si è portato il viatico. Tutti i preti morti qua dentro in pre-
ghiera, e più che sacramentati, potrei contarli sulle dita di una mano. A volte
la canonica mi sembra avvolta da una benedizione implicita e continua che
abbracci in sé anche l’orto e la stradetta che mena alla chiesa, al campanile e
al camposanto per ricaricarsi del sacro perenne. In altri momenti nell’osser-
vare le devastazioni dei tarli e dei topi nel legno delle scale e del pavimento,
nel sentir le umide folate risalenti dalla cantina, lo stillicidio del tetto nelle
giornate di pioggia, la muffa del tinello, mi riesce più delle altre soggetta all’u-
sura del tempo e agli stessi capricci del cielo. E resta il fatto che uno come me
ha finito per insediarvisi, e non di sua volontà.
Di tutte le personne del territorio singolare, le più interessanti mi sem-
brano per l’appunto essere quelle che hanno salito e sceso questi gradini di
pietra: trentaquattro parroci, come dal sudatissimo foglietto che ho davanti.
Figure per altri indistintamente uguali, per me diversissime e spesso opposte
nonostante l’abito identico e l’invariabile officio. Non vi ho trascritto i nomi
degli ultimi che balzano come voglio alla mia vista con i loro vizi, i tic, e le
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