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El concepto de Identificación proyectiva de Melanie Klein en la lectura de

Hanna Segal
Patricia Cárdenas González

El objetivo del presente trabajo es hacer una revisión teórica del concepto de
Identificación proyectiva elaborado por Melanie Klein, en el cual designa un modo
específico de proyección e identificación que consiste en introducir la propia persona
en el objeto, para hacerle daño.
Para poder entender el concepto de la identificación proyectiva es necesario
partir de dos hechos: primero Klein relacionó este mecanismo con el sadismo
infantil, es decir, el niño no quiere simplemente destruir a la madre, sino tomar
posesión de ella; y segundo es un mecanismo de naturaleza psicótica que se
encuentra en todos los sujetos, de ahí que es preciso vincularlo también con el
proceso binario: posición depresiva/posición esquizoparanoide.1
En este sentido parece casi imposible realizar esta revisión del concepto sin
todo el armado teórico que conlleva la formulación del mismo, por lo que a
continuación presentaré un resumen de las elucubraciones teóricas de Klein
relacionadas con el concepto, desde la lectura de Hanna Segal en Introducción a la
obra de Melanie Klein de 1965. Esto debido a que en mi propio entendimiento me
resulta más comprensible la sistematización que hace Segal de la teoría Kleniana,
no sin dejar de advertir que he revisado la fuente original.
El texto de Hanna Segal inicia con el capítulo de Fantasía, que aparece como
fundamental en la concepción Kleniana, describe luego en los capítulos II, III y IV la
posición esquizo-paranoide y sus mecanismos en los que irá trabajando el
mecanismo de la identificación proyectiva entre otros como la evidia; continua con
la posición depresiva, las defensas maniacas, la reparación y finalmente los
estadios tempranos del complejo de Edipo en los ultimos cuatro capítulos. Me
basaré en los primeros capítulos que aparecerá lo relacionado con el mecanísmo
que es de mi interés.
De la fantasía
Melanie Klein describió y amplió el concepto freudiano de la fantasía
inconsciente, según ella, la fantasía inconsciente es la expresión mental de los
instintos y por consiguiente existe, como éstos, desde el comienzo de la vida. Por
definición los instintos son buscadores-de-objetos. En el aparato mental se
experiencia al instinto vinculado con la fantasía de un objeto adecuado a él. De este
modo, para cada impulso instintivo hay una fantasía correspondiente. Al deseo de
comer, le corresponde la fantasía de algo comestible que satisfaría ese deseo: el

1
(Roudinesco & Plon, 2008)
pecho. Lo que Freud describe como “realización alucinatoria de deseos” se basa
según Melanie Klein en que una fantasía inconsciente acompaña y expresa al
impulso instintivo. Por consiguiente, no siente solamente una necesidad; puede
sentir también que sus contracciones de hambre y sus propios gritos son un ataque
persecutorio en su interior.
La concepción de la fantasía como expresión mental de los instintos por
mediación del yo supone mayor grado de organización yoica del que postula Freud.
Supone que desde el nacimiento el yo es capaz de establecer relaciones objetales
primitivas en la fantasía y en la realidad. Desde el momento del nacimiento el bebe
se tiene que enfrentar con el impacto de la realidad que comienza con la experiencia
del nacimiento mismo y prosigue con innumerables experiencias de gratificación y
frustración de sus deseos.
Una mala experiencia real se hace mucho más importante cuando el bebe ha
tenido intensas fantasías coléricas en las que atacaba el pecho, ya que dicha
experiencia le confirma, no sólo su sensación de que el mundo exterior es malo,
sino también su sensación de que él mismo es malo, y su creencia en la
omnipotencia de sus fantasías malevolentes. Las experiencias buenas, por otra
parte, tienden a disminuir la ira, a modificar las experiencias persecutorias y a
estimular el amor y la gratitud del bebe y su creencia en el objeto bueno.
Ahora bien, como el objetivo de la fantasía es satisfacer impulsos instintivos
prescindiendo de la realidad externa, la gratificación proveniente de la fantasía es
una defensa contra la realidad externa de la privación.
Segal se pregunta si utilizamos la fantasía inconsciente como defensa, cuál
es exactamente su relación con los mecanismos de defensa. En pocas palabras, la
distinción reside en la diferencia entre el proceso real y su representación mental
detallada, específica. Por ejemplo, se puede decir que en un momento dado una
persona usa como mecanismo de defensa los procesos de proyección e
introyección. Pero la persona misma experienciará dichos procesos en función de
fantasías.
De la identificación proyectiva
Freud describió al yo como un “precipitado de catexias de objeto
abandonadas”. Este precipitado está compuesto por objetos introyectados. El
análisis de tempranas relaciones objetales proyectivas e introyectivas ha revelado
fantasías de objetos introyectados en el yo desde la más temprana infancia,
comenzando por la introyección de los pechos ideal y persecutorio. Primero se
introyectan objetos parciales: el pecho y luego el pene. Después se introyectan
objetos totales: la madre, el padre, la pareja parental. Cuanto más temprana es la
introyección, más fantásticos son los objetos introyectados, y más distorsionados
están por lo que se ha proyectado en ellos.
El yo se identifica con algunos de estos objetos, un yo que es capaz de
establecer relaciones de objeto primitivas: esto es la identificación proyectiva. Al
analizar las relaciones del yo con los objetos, internos y externos, y al modificar las
fantasías sobre estos objetos, es que podemos influir esencialemente sobre la
estructura más permanente del yo.
Según Melanie Klein, hay suficiente yo al nacer como para sentir ansiedad,
utilizar mecanismos de defensa y establecer relaciones objetales en la fantasía y en
la realidad. Este yo está muy desorganizado y en las primeras etapas del desarrollo
es lábil. El yo inmaduro del bebe está expuesto desde el nacimiento a la ansiedad
provocada por la innata polaridad de los instintos –el conflicto inmediato entre
instinto de vida e instinto de muerte. Está también inmediatamente expuesto al
impacto de la realidad externa, que le produce situaciones de ansiedad.
El yo se escinde y proyecta fuera su parte que contiene el instinto de muerte,
poniéndola en el objeto externo original: el pecho. Es así como el pecho –al que se
siente conteniendo gran parte del instinto de muerte- llega a experienciarse como
malo y amenazador para el yo. Dando origen a un sentimiento de persecución, parte
del instinto de muerte que queda en el yo, se convierte en agresión y se dirige contra
los perseguidores.
Al mismo tiempo se establece una relación con el objeto ideal, también se
proyecta la libido, a fin de crear un objeto que satisfaga el impulso instintivo del yo
a conservar la vida. El yo proyecta parte de ella fuera, y la restante la utiliza para
establecer una relación libidinal con ese objeto ideal. De este modo, muy pronto el
yo tiene relación con dos objetos: el objeto primario, el pecho, está en esta etapa
disociado en dos partes, el pecho ideal y el persecutorio.
Así, la gratificación, no sólo satisface la necesidad de bienestar, amor y
nutrición; también se la necesita para mantener a raya la aterradora persecución. A
su vez la privación se convierte no sólo en la falta de gratificación, sino también en
amenaza de ser aniquilado por los perseguidores. El objetivo del bebe es tratar de
adquirir y guardar dentro de sí al objeto ideal, e identificarse con éste, que es para
él quien le da vida y lo protege, y mantener fuera el objeto malo y las partes del Yo
que contienen el instinto de muerte.
La ansiedad predominante de la posición esquizoparanoide es que el objeto
y objetos persecutorios se introducirán en el yo y avasallarán y aniquilarán tanto al
objeto ideal como al Yo. Melanie Klein la denomina posición esquizo-paranoide, ya
que la ansiedad predominante es paranoide, y el estado del yo y de sus objetos se
caracteriza por la escisión, que es esquizoide.
Contra la abrumadora ansiedad de ser aniquilado del yo desarrolla una serie
de mecanismos de defensa siendo probablemente el primero el uso defensivo de la
introyección y de la proyección. Hemos visto que, como expresión de los instinto y
a la vez como recurso defensivo, el yo se esfuerza por introyectar lo bueno y
proyectar lo malo. Pero no es ésta la única forma en que se utilizan la introyección
y la proyección. Hay situaciones en que se proyecta lo bueno, para mantenerlo a
salvo de lo que se siente como abrumadora maldad interna, y situaciones en que
se introyectan los perseguidores e incluso se hace una identificación con ellos, en
un intento de controlarlos. La situación puede fluctuar rápidamente, y sentirse a los
perseguidores ora fuera, dando la sensación de una amenaza externa, ora dentro,
produciendo temores de carácter hipocondríaco.
La identificación proyectiva tiene múltiples propósitos: se la puede dirigir
hacia el objeto ideal para evitar la separación, o hacia el objeto malo para obtener
control de la fuente de peligro. La identificación proyectiva comienza en cuanto se
instala la posición esquizo-paranoide en relación con el pecho, pero persiste y muy
a menudo se intensifica cuando se percibe a la madre como objeto total y la
identificación proyectiva en todo su cuerpo.
Cuando los mecanismos de proyección, introyección, escisión, idealización,
negación e identificación proyectiva e introyectiva no alcanzan a dominar la
ansiedad y ésta invade al yo, puede surgir la desintegración del yo como medida
defensiva. El yo se fragmenta y escinde en pedacitos para evitar la experiencia de
ansiedad.
Pero todos esos mecanismos originan a su vez ansiedades propias. Por
ejemplo, la proyección hacia fuera de malos sentimientos y partes malas del Yo
produce persecución externa. La reintroyección de perseguidores origina ansiedad
hipocondríaca. La proyección hacia fuera de partes buenas produce la ansiedad de
quedar vacío de bondad e invadido por perseguidores. La identificación proyectiva
origina diversas ansiedades. Las dos más importantes son las siguientes: el miedo
de que el objeto atacado proyecte sobre uno en retaliación, y la ansiedad de tener
partes de uno mismo aprisionadas y controladas por el objeto en el que se las ha
proyectado. Esta última ansiedad es particularmente intensa cuando se proyectaron
partes buenas del Yo, lo que produce la sensación de haber sido robado de estas
partes buenas y de ser controlado por otros objetos.
Es necesario recordar que el bebe normal no pasa la mayor parte del tiempo
en estado de ansiedad. Por el contrario, en circunstancias favorables pasa la mayor
parte del tiempo durmiendo, mamando, disfrutando de placeres reales o alucinados,
y de este modo asimilando gradualmente su objeto ideal e integrando su yo. Pero
todos los bebes tienen períodos de ansiedad, y las ansiedades y defensas que
constituyen el núcleo de la posición esquizo-paranoide son parte normal del
desarrollo humano.
La identificación proyectiva tiene sus aspectos valiosos. Ante todo, es la
forma más temprana de empatía, y la capacidad para “ponerse en el lugar del otro”
se basa tanto en la identificación proyectiva como introyectiva. En la identificación
proyectiva se basa también la primera clase de formación de símbolos. Al proyectar
partes de sí en el objeto e identificar partes del objeto con partes del Yo, el yo forma
sus primeros y más primitivos símbolos.
Cuando las experiencias buenas predominan sobre las malas, el yo llega a
ceer que el objeto ideal prevalece sobre los objetos persecutorios, y que su propio
instinto de vida predomina sobre su propio instinto de muerte. El yo se identifica
repetidamente con el objeto ideal, adquiriendo así mayor fuerza y mayor capacidad
para enfrentarse con ansiedades sin recurrir a violentos mecanismos de defensa.
Disminuye el miedo a los perseguidores y disminuye también la escisión entre
objetos persecutorios e ideales. Se permite a ambos que se aproximen más y esto
los prepara para la integración.
A la vez que disminuye la escisión y el yo tolera más su propia agresión,
disminuye la necesidad de proyectar y el yo puede tolerar cada vez mejor su propia
agresión y sentirla como parte de sí, sin verse impulsado a proyectarla
constantemente en sus objetos. De esta manera, el yo se prepara para integrar sus
objetos, para integrarse él mismo y, por la disminución de los mecanismos
proyectivos, distingue cada vez mejor entre lo que es Yo y lo que es objeto.
Luego de este resumen que a mi parecer es un intento por hacer de la teoría
kleniana algo mejor estructurado para su comprensión, puedo concluir que la
identificación proyectiva es un mecanismo utilizado por un yo muy primitivo para
defenderse de las ansiedades que le representan sus propias sensaciones, al
introyectar los objetos buenos y malos el bebe, proyecta lo que tiene de agresivo
contra el objeto malo, sus propios impulsos de muerte en forma de fantasías
destructivas son proyectadas al objeto que ahora es malo y es vivido como
perseguidor. Por otro lado la identificación proyectiva de los componentes libidinales
dirigidos al objeto bueno es un mecanismo que le contribuye a la incorporación del
otro y por tanto a la vinculación con los otros. Puedo dejar abierta la posibilidad de
seguir estudiando y trabajando este concepto de forma teórica, desde la revisión del
concepto en otros autores y en mi propia clínica; siendo este mi primer acercamiento
a los conceptos de Klein me quedo con lo incorporado hasta ahora.

Roudinesco, É., & Plon, M. (2008). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Segal, H. (1965). Introducción a la obra de Melanie Klein. México: Paidos.

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