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EL PROBLEMA DE LA DEMOCRACIA.

CLAUDE LEFORT

La filosofía política manifiesta una obstinada ceguera respecto a lo político.

Repensar lo político requiere una ruptura con el punto de vista de la ciencia en general, y particularmente con el punto
de vista dominante en las ciencias políticas y la sociología política.

Las sociedades democráticas modernas se caracterizan, entre otras cosas por la delimitación de una esfera de
instituciones, de relaciones, de actividades que aparece como política, distinta de otras esferas que aparecen como
económica, jurídica, etc.

Los politólogos no interrogan la forma de sociedad en la que se presenta y se ve legitimada esta separación de
diversos sectores de la realidad. Es la constitución del espacio social, es la forma de la sociedad, lo que en este
proceso se juega.

Lo político no se revela en lo que se llama actividad política, sino en este doble movimiento de aparición y de
ocultamiento del modo de institución de la sociedad. Aparición en el sentido que emerge a la visibilidad el proceso por
el cual se ordena y se unifica la sociedad, a través de sus divisiones; ocultamiento en el sentido que el lugar de la
política se designa como particular (el lugar donde se ejerce la competencia de los partidos y donde se forma y se
renueva la instancia general de poder), mientras se disimula el principio generador de la configuración del conjunto.

No hay elementos o estructuras elementales, ni entidades (clases o segmentos de clase), ni relaciones sociales, etc.;
que puedan preexistir a su propia conformación (mise en forme). Ésta es una posición de sentido (mise en sens) y
una puesta en escena (mise en scene). Posición de sentido porque a partir de ella, el espacio social se despliega
como espacio de inteligibilidad. Puesta en escena, porque este espacio contiene una semi-representacion de sí
mismo en su constitución aristocrática, monárquica, democrática o totalitaria.

El totalitarismo no se produce a partir de una transformación del modo de producción (el fascismo italiano se
acomodó perfectamente a una estructura capitalista). El totalitarismo moderno surge a partir de una mutación política,
de una mutación simbólica, de la que es testigo el cambio de estatuto del poder. Se levanta un partido como portador
de las aspiraciones del pueblo entero, se apodera del poder destruyendo toda oposición, pero lo que interesa son los
rasgos de la nueva forma de sociedad: se produce una condensación de la esfera del poder, la esfera de la ley y la
esfera del saber. El poder incorporado en un grupo, y en su más alto grado, en un hombre, se combina con un saber
igualmente incorporado, de modo que nada ahora en adelante va a poder fragmentarlo. Mientras se desarrolla la
representación de una sociedad homogénea y transparente a sí misma y la de un pueblo-uno, se niega la división
social en todas sus formas.

Tocqueville, apuntaba a la democracia como una forma de sociedad. Intuía que la sociedad enfrentaba una
contradicción general, liberada por la desaparición de un fundamento del orden social. Examina al individuo, y lo ve
sustraído a los antiguos lazos de dependencia personal, interpelado por la libertad de juzgar y de actuar según sus
propias normas y, por otra parte, aislado, cautivado por la imagen de sus semejantes y encontrando en su
aglutinación con ellos un medio de escapar a la amenaza de la disolución de su identidad. Examina la opinión, y ve
que deviene una fuerza en sí para elevarse por encima de los individuos como poder anónimo. Nota que la ley es
reconducida al polo de la voluntad colectiva y acoge nuevas exigencias que nacen de la igualdad de condiciones. Y
observa que el poder, liberado de lo arbitrario de un gobierno personal, aparece como un poder de nadie.

Crítica a Tocqueville: se preocupa por dejar en evidencia la ambigüedad de los efectos de la igualdad de
condiciones. Solo busca contrapartidas.

La democracia es una sociedad que en su forma acoge y preserva a la indeterminación, en notable contraste con el
totalitarismo.

En la democracia el lugar del poder llega a ser un lugar vacío (Antes el poder incorporado en el príncipe daba
cuerpo a la sociedad). Lo esencial es que prohíbe a los gobernantes apropiarse o incorporarse el poder. Su ejercicio
es sometido al procedimiento de reposición periódica. Este fenómeno implica una institucionalización del conflicto.
Vacío, inocupable, el lugar del poder no permite la figuración. Solamente son visibles los mecanismos de su ejercicio,
o bien los hombres, que detentan la autoridad política. Sería un error pensar que la autoridad política se ubica “en” la
sociedad por emanar del sufragio popular. El poder sigue siendo la instancia en cuya virtud la sociedad se aprehende
en su unidad, se relaciona consigo misma en el espacio y en el tiempo.

Desde que el poder deja de manifestar el principio de generación y organización del cuerpo social, el derecho y el
saber se afianzan frente a él en una exterioridad y una irreductibilidad nuevas. Y al igual que la figura del poder se
eclipsa y su ejercicio se encuentra subordinado al conflicto de voluntades colectivas, igualmente la autonomía del
derecho se encuentra ligada a la imposibilidad de fijar su esencia, se encuentra siempre en un debate sobre su
fundamento y sobre la legitimidad de los establecido; igualmente la autonomía del saber va emparejada con una
modificación contínua del proceso de conocimiento y una interrogación sobre los fundamentos de la verdad.

No menos notable es la relación que se establece entre la concurrencia movida por el ejercicio del poder y el conflicto
en la sociedad. La escena política, donde se produce esta concurrencia, hace aparecer a la división como constitutiva
de la unidad misma de la sociedad. En otras palabras, la legitimación del conflicto político contiene el principio de una
legitimidad del conflicto social en todas sus formas.

Las transformaciones se resumen en lo siguiente: la sociedad democrática se instituye como una sociedad sin
cuerpo, como una sociedad que hace fracasar la representación de una totalidad orgánica. No pensemos que no
tiene unidad, que no tiene identidad; todo lo contrario: la desaparición de la determinación natural, antaño asignada a
la persona del príncipe, hace emerger a la sociedad como puramente social, de tal manera que el pueblo, el Estado,
se erigen como entidades universales a las que todo individuo y grupo se encuentra relacionados. Pero no pueden
figurar como realidades substanciales.

La paradoja de la democracia en el sufragio universal: en el momento en que la soberanía popular se manifiesta,


las solidaridades sociales son deshechas, el ciudadano se ve extraído de todas las redes en que se desarrolla la vida
social, para ser convertido en unidad contable.

No olvido que las instituciones democráticas han sido utilizadas para limitar a una minoría el acceso al poder, al
conocimiento y al goce de los derechos. Pero lo esencial, es que la democracia se instituye y se mantiene en la
disolución de los referentes de la certidumbre.

En una sociedad en que los fundamentos del orden social se ocultan, donde la experiencia adquirida no lleva jamás el
sello de la plena legitimidad, donde el derecho se muestra suspendido del discurso que lo enuncia, donde el poder se
ejerce en la dependencia del conflicto, la posibilidad de un desarreglo de la lógica democrática permanece abierta (al
totalitarismo) Cuando la inseguridad de los individuos se acrecienta a consecuencia de una crisis económica o una
guerra, cuando el conflicto entre los grupos y las clases se exaspera y no encuentra su resolución simbólica en la
esfera política, cuando el poder parece decaer en el plano de lo real y termina por aparecer como cierta cosa
particular al servicio de intereses de ambiciosos, en suma cuando se muestra “en” la sociedad y ésta misma se deja
ver despedazada , entonces se desarrolla el fantasma del pueblo-uno, la búsqueda de identidad substancial, de un
Estado liberado de la división.

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