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La utilidad de la psicología del testimonio en la valoración de testigos.

Isaí Beltrán·Domingo, 28 de agosto de 2016


Se interroga al testigo porque, al parecer, todo testigo miente. Más propiamente, es posible
que un testigo bueno, sin mentir, no diga en juicio toda la verdad o, por el contrario, por ser
una persona racional haya sumado a la verdad algo de su racionalidad. Igualmente, porque
puede obtener conocimiento demás a lo que capto con sus sentidos y/o porque puede haber
olvidado con el paso del tiempo. El testigo puede mentir, sin querer hacerlo, por una serie
de distintos supuestos, especialmente, por la realidad de la persuasión, por el estímulo
distinto de los sentidos externos. Cada persona observa de un suceso lo que acostumbra ver,
porque se fija en lo que acostumbra atisbar, y escucha lo que desea o se permite oír y así,
igualmente huele y, de hecho, dedica especial tiempo a aquello que le agrada. Estigmas,
estereotipos, ideologías, capacidades, habilidades, todo influye en el modo de observar,
conocer y juzgar la realidad que se aprecia, más cuando esa realidad involucra al testigo,
menos cuando le es ajena.
¿Porque miente el testigo? Es la pregunta que nos hemos hecho. Es la duda de si existe un
testigo que sepa lo que sabe y sea cierto todo lo que sabe, sin personales percepciones, sin
estereotipos, sin influencias subjetivas, de modo objetivo. Es por eso que se ha dicho que
solo la evidencia es “el testigo que no miente” e igualmente el perito es el único testigo que
puede ser “cuestionado” con la pregunta impertinente. Es posible que –el testigo- no diga
totalmente la verdad, no porque sea su deseo mentir, sino porque ha completado, con su
racionalidad, con la información que le brindan otros, con lo que escucha en la escena del
crimen, la realidad misma. Porque ve, pero a la vez, escuchar y construir con lo que
escucha, igualmente razona. Aunque es igualmente posible que el testigo no diga toda la
verdad porque quiere mentir, porque se ha dejado llevar por prejuicios, por sus propios
estereotipos, porque le han pagado para mentir, porque gana mintiendo. [1]
En este contexto, resulta de mucha utilidad que el Derecho se auxilie de otras ciencias
como la psicología: y para efectos de las testimoniales, la psicología cognitiva y la
psicología del testimonio se vuelven fundamentales. Advierte el Dr. Hesbert Benavente
Chorres: “no se trata de profundizar en los procesos judiciales sajones, eso se lo dejamos a
los amantes del sistema de los Estados Unidos, sin embargo, lo que sí es ciencia, se puede
incorporar al debate oral mexicano”. En el caso de la psicología cognitiva, “esta rama
científica estudia las estructuras, procesos y representaciones de la mente humana, y trata
del modo como las personas perciben, aprenden, recuerdan y piensan sobre la
información”.
Esta ciencia enseña que “cuando hablamos de memoria, hay que tener en cuenta que no
existe la memoria como algo unitario sino que existen distintos tipos. En primer lugar la
llamada memoria sensorial, en la cual los estímulos provenientes de los sentidos persisten
por un periodo muy breve de tiempo (milésimas de segundos), que son, sin embargo,
suficientes para posibilitar su procesamiento. ”Si al leer este artículo, deja de hacerlo, y se
dedica a observar el lugar donde se encuentra, advertirá que con cada mirada, que puede
durar fracción de segundos, captará gran cantidad de datos o información visual: como
formas, colores, texturas, sombras, brillantez, etc. Al mismo tiempo puede percibir sonidos,
olores y otros datos sensoriales. Sin embargo la información que registra, permanece un
breve lapso y luego se procesa o bien se pierde. La memoria sensorial es sólo el registro o
persistencia del estímulo, y no supone ningún tipo de elaboración o transformación del
mismo. Es un registro textual de lo que nos llega”.
Luego de ello, la información registrada en la memoria sensorial se almacena en la
memoria a corto plazo. Esta memoria es aquella en lo que estamos pensando en un
momento determinado. Cuando estamos oyendo una conversación o parte de una canción,
cuando nos damos cuenta de un adormecimiento de las manos o sentimos un dolor, estamos
usando en todos estos casos la memoria a corto plazo para retener la información, en un
momento determinado, y pensar en lo que nos está llegando de los registros sensoriales. De
este modo, este tipo de memoria realiza dos actividades centrales: guarda brevemente
nuevos datos y actúa sobre ellos. Por ello a veces se le denomina también memoria
funcional. La retención del contenido que almacena este tipo de memoria es breve, ya que
generalmente el material de la memoria a corto plazo desaparece en un lapso de 15 a 20
segundos. Es decir, la información se mantiene por un periodo muy breve mientras se
transfiere a un sistema más estable y permanente, la memoria a largo plazo. Este último
tipo de memoria puede abarcar a todo el bagaje cognitivo o la estructura del conocimiento
del sujeto. En otros términos viene a ser el almacén de toda la información que adquirimos
a lo largo de la vida: el conjunto de conocimientos que posee un sujeto. [2]
Por supuesto, en los casos reales en que hay que valorar la calidad de la memoria del testigo
habría que considerar que el paso del tiempo es un elemento muy negativo para la
memoria: no sólo se olvidan detalles, sino que se añaden otros no vistos u oídos, a través de
inferencias o deducciones del propio testigo, de manera que a medida que nos alejamos en
el tiempo, el recuerdo se va haciendo más breve, menos detallado, pero también con mayor
consistencia interna. Otros factores que pueden contribuir a una memoria pobre que impida
detectar discrepancias con lo sugerido son: la falta de atención a la escena por estar
haciendo una segunda tarea mientras se contempla, como ocurre al hablar por el celular al
conducir, o al conversar con otra persona. A pesar de que nuestros ojos no se aparten del
suceso, los recursos atencionales disminuyen y no permiten recoger de forma adecuada los
detalles y sus relaciones. Y, desde luego, algunas diferencias individuales también
importan: niños y ancianos disponen de menos recursos cognitivos que los adultos jóvenes,
de manera que, en general, pueden estar más expuestos a recoger información más pobre y
desperdigada. [3]
Por su parte, “la psicología del testimonio, la cual es una aplicación directa de la psicología
experimental y de la psicología cognitiva, es decir, del estudio de los procesos cognitivos
tales como percepción, memoria atención o lenguaje, intenta determinar la calidad,
exactitud y credibilidad de los testimonios”. Estudia principalmente dos grandes ejes: la
exactitud del testimonio y la credibilidad del testigo, Por credibilidad entendemos la
correspondencia entre lo sucedido y lo relatado. En tanto que la exactitud de la memoria
podemos definirla como la correspondencia entre lo sucedido y lo representado en la
memoria, esto es, entre lo ocurrido y lo que el testigo recuerda”. [4] Asimismo, “la
psicología del testimonio puede aportar información útil para valorar las declaraciones de
testigos y víctimas en cuanto a los efectos de las preguntas sugestivas en el recuerdo dado
que las preguntas sugestivas pueden ‘modificar’ lo que el testigo informa que recuerda”. [5]
Sin embargo, la Psicología no dispone de instrumentos científicos fiables para detectar esa
mentira con mayor probabilidad de acierto que la lógica o el sentido común, por más que
algunos afirmen disponer de esas “habilidades en periciales presentadas ante los juzgados.
Una vez que el testigo presencial ha dado su testimonio, una declaración o una elección en
la de identificación se ha de tomar una decisión por parte de los responsables del sistema de
procuración y administración de justicia. Sucintamente, tanto la policía como los jueces han
de actúa de acuerdo con lo que se desprenda de tal declaración o identificación: detener y
procesar al sospechoso, condenarlo o dejarlo en libertad, según sea el caso. A este respecto,
un estudio de casos reales realizado en 1976, informo que en aquellos procesos en los que
la única evidencia en contra del acusado era la identificación de un testigo presencial, el
73% de los casos se resolvió con el encarcelamiento del sospechoso.
Por su parte, también recordemos que Hans y Vidmar[6] (1986), habían estimado que no
menos del 85% de la casuística penal mundial se resuelve en función de un testimonio.
Surge así la siguiente problemática: ¿Qué factores contribuyen a que la declaración de un
testigo se acepte o rechace por parte de aquellos que han de tomar decisiones?, ¿puede
suceder que no se crea la declaración de un testigo aun siendo verdadera, o por el contrario
que se crea tal declaración siendo falsa?
El testigo aun queriendo ser honesto puede cometer errores (v. gr., por efectos de la
información post-suceso o del tipo de interrogatorio). Como consecuencia, puede llevar a
que a la declaración de tal testigo se le otorgue una gran credibilidad y, sin embargo tener
escasa exactitud o viceversa. Para abordar esta disfunción, se recurre a la calidad de los
testimonio para referirse al mismo tiempo a la exactitud y a la credibilidad. Así, la exactitud
del testigo hace referencia a que si lo que relata el testigo ha sucedido exactamente como el
dice y la credibilidad del testigo se refiere a si cualquier observador considera que ese
testigo o una parte de su declaración le inspira confianza y le induce a creer que los hechos
sucedieron tal y como declara. En consecuencia, la credibilidad desde esta perspectiva no
es otra cosa que la evaluación social de la exactitud. [7]
¿Cómo preparo a mi testigo para su declaración en la audiencia de juicio? La parte oferente
debe verificar que en el testigo se encuentres presentes las siguientes consideraciones:
- Tener bien en claro lo que percibió de los hechos. Si bien se cuenta con sus entrevistas
emitidas durante la investigación que nos permite confiar en torno a su percepción, eso no
impide que se tenga reuniones con el declarante antes del inicio del juicio oral, para el
efecto de verificar si lo que percibió de los hechos iguales siendo susceptible de ser
reconstruido.
- Atención. En ese sentido desde que nacemos y a lo largo de toda nuestra vida,
desarrollamos nuestras actividades diarias en un ambiente desde el que se nos lanzan
cantidades considerables de información de todo tipo, homogénea, heterogénea, sencilla y
compleja información que sin duda satura nuestros sentidos y desborda nuestra capacidad
de procesamiento por lo que, nuestras limitadas capacidades y recursos mentales, deben ser
administrados y dirigidos tan solo a algunos aspectos de nuestro entorno, en perjuicio de
otros. En esta inteligencia, se recuerda preferentemente aquello a lo que se le presta
atención, voluntaria o involuntariamente.
- Memoria. En esa inteligencia, piénsese que es un testigo mayor de edad el que presencio
el choque de dos coches con el resultado que uno de los conductores ha fallecido y se ha
presentado acusación penal contra el otro conductor por el delito de homicidio culposo. En
esa tesitura, sería recomendable mostrarle al testigo una de las fotografías que obre dentro
de la carpeta donde se aprecie el choque de los vehículos. [8]
El elemento necesario de arranque debe ser rechazar la vieja concepción de la memoria
como una cinta de vídeo que todo lo graba con precisión. Es importante huir de este error
en la medida en que la exactitud del testimonio ha sido siempre una función ligada
exclusivamente a la memoria. DIGES y MIRA[9] (1997), señalan como las principales
creencias erróneas en relación con la exactitud del testimonio:
· La violencia del incidente favorece su recuerdo; (focalización del arma versus recuerdo de
destello: recuerdo puntual y específico frente a recuerdo intenso y rico). La idea de que a la
víctima se le queda grabada de forma indeleble y exacta la escena que sufre es
completamente incorrecta. De hecho, cuando se han examinado los efectos del estrés sobre
la memoria en situaciones controladas, el resultado más común es un deterioro general del
rendimiento cognitivo, tanto perceptivo como de memoria.
· Las mujeres son peores testigos en los sucesos violentos. Se recuerda preferentemente
aquello a lo que se le presta atención, voluntaria o involuntariamente. El proceso de
atención involuntaria es el que explica, por ejemplo el llamado “weapon effect”, de suma
relevancia para los testimonios. Según este fenómeno, una persona que se vea amenazada
por un arma de fuego tendrá un recuerdo muy preciso en relación al arma: focalizara toda
su atención en el arma. En cambio, recordara de manera vaga e imprecisa los demás
elementos del evento como, por ejemplo, a la persona que le apuntaba con el arma. Así, el
testimonio referente al arma de fuego será completamente fiable mientras que el testimonio
relativo al episodio en general será casi nulo y de escasa fiabilidad. [10]
· Los niños son sugestionables. La exactitud del testimonio de un niño es función de dos
variables, principalmente: a) La edad: de manera que los principales resultados de las
diferentes experiencias señalan que: i) No se aprecian diferencias entre niños de 10-11 años
y adultos; ii) Los niños mayores ofrecen mejores resultados que los pequeños, pero esta
diferencia se plasma en cuestiones cuantitativas (cantidad) y no cualitativas (calidad). b) La
técnica de interrogatorio: los resultados son significativamente mejores cuando se utiliza el
recuerdo libre, frente a la entrevista estructurada; es decir, cuando se deja al niño que
cuente libremente lo que observó, en lugar de hacerle preguntas específicas.
[1] HIDALGO MURILLO, José Daniel/BENAVENTE CHORRES, Hesbert. Código
Nacional de Procedimientos Penales. COMENTADO. Flores Editor y Distribuidor, 1ª
Edición, México, 2014.
[2] Charles Morris. Psicología: un nuevo enfoque. México, Prentice Hall, 1987.
[3] DIGES JUNCO, Margarita. “La utilidad de la psicología del testimonio en la valoración
de pruebas de testigos”. Aequitas, Revista cuatrimestral del poder judicial del Estado de
Sinaloa, No. 5, año 3, Enero/Abril 2014, p. 17.
[4] BENAVENTE CHORRES, Hesbert. La audiencia de juicio oral conforme al Código
Nacional de procedimientos Penales. Flores Editor, México, 2016. p. 171-173.
[5] Ob. cit., “La utilidad de la psicología del testimonio en la valoración de pruebas de
testigos”, p. 20
[6] Hans, R. D., Forth, A. E. y Hart, S. D. (1986), Judging the jury. Nueva York: Plenum
Press.
[7] Ramón ARCE/Francisca FARIÑA. “Psicología del Testimonio: evaluación de la
credibilidad y de la huella psíquica en el contexto penal”. Disponible en:
http://www.usc.es/export/sites/default/gl/servizos/uforense/descargas/Psicologia_del_testim
onio_evaluacion_de_la_credibilidad_y_de_la_huella.pdf, ultima fecha de revisión:
25/agosto/2016.
[8] Ob. cit., BENAVENTE CHORRES, p. 176 y 180.
[9] MIRA, J. J. (1989). “Estudios de psicología en ambientes procesales: Un análisis de
metamemoria”. Tesis Doctoral, Universidad Autónoma de Madrid.
[10] Como dato histórico, en este campo también nos encontramos con el hecho
anecdótico, y bien significativo del proceder de la época de la edad media, de que las
mujeres gallegas de la Edad Media no podían testificar por estar bajo sospecha de engaño,
justificada por el “engaño de Eva”, salvo en casos de "hechos mujeriles" de poca
importancia, es decir de asuntos que les correspondían específicamente.

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