Professional Documents
Culture Documents
I.
II.
de Metz, fue enviado por Otón I en embajada a Córdoba a mediados del siglo
X. En último lugar, cuando a fines de ese siglo el joven monje Gerberto de
Aurillac estuvo en el obispado de Vich y en el monasterio de Ripoll para realizar
estudios cientı́ficos 7, que introdujo en Europa y cuya influencia se dejó sentir
especialmente en la región de la Lorena, la antigua Lotaringia, zona en la que a
partir de ahora interesó la ciencia y la cultura árabes 8, aunque, como he dicho
antes, este hecho no impulsó la versión de textos del árabe al latı́n.
Este primer influjo, que tuvo que ver fundamentalmente con artes del quadri-
vium 9, despertó el interés por estas disciplinas, sometidas aún a la lectura y
comprensión de los Libros Sagrados, como habı́a establecido san Agustı́n en su
,De doctrina christiana‘ 10. Desde la época carolingia, los latinos disponı́an de
suficientes materiales para el estudio, conocimiento y profundización de las artes
del trivium; sin embargo, el quadrivium se limitaba a lo poco que el mundo de la
transición entre el perı́odo romano y el medieval habı́a logrado acopiar: obras
de Boecio, Casiodoro e Isidoro de Sevilla. Era necesaria entonces una gran tarea
de búsqueda y recopilación de obras que contribuyeran al desarrollo de las artes
matemáticas. De ahı́ que obras de astronomı́a, de aritmética, de geometrı́a, y de
otras disciplinas cientı́ficas como la óptica, alquimia, farmacologı́a o medicina,
tuvieran que ser vertidas al latı́n. Esta tarea comenzó en la segunda mitad del
siglo XI con aquellos a los que M.-Th. d’Alverny ha llamado los ,precursores‘:
Constantino el Africano y Alfano de Salerno 11.
¿Por qué los latinos se vieron en la necesidad de traducir, entre los muchos
textos de que podı́an disponer, determinados escritos cientı́ficos y luego filosófi-
cos y no otros? Ya G. Beaujouan señaló que conocemos los textos traducidos,
pero que habı́a que sorprenderse por los otros textos que permanecieron desco-
nocidos en la Edad Media latina 12. Se comprende fácilmente la necesidad de la
versión de textos cientı́ficos e, incluso, de escritos de tipo religioso. Pero no está
tan clara la necesidad de obras filosóficas. O, al menos, es más difı́cil ver con
tanta claridad ese menester. Por otra parte, es también motivo de interés saber
7 Cf. P. Riché, Gerbert d’Aurillac. Le Pape de l’an mil, Parı́s 1987, 23-27.
8 Cf. J. W. Thompson, The Introduction of Arabic Science into Lorraine in the Tenth Century
(984), in: Isis 12 (1927), 184-193; M. C. Welborne, Lotharingia as a Center of Arabic and
Scientific Influence in the Eleventh Century, in: Isis 16 (1931), 188-199.
9 Cf. W. Bergmann, Innovationen im Quadrivium des 10. und 11. Jahrhunderts: Studien zur
Einführung von Astrolab und Abakus im lateinischen Mittelalter, Stuttgart 1985; M. Folkerte,
Frühe Darstellungen des Gerbertischen Abakus, in: Itinera Mathematica. Studi in onore di Gino
Arrighi, Siena 1996, 23-43; P. Kunitzsch, Les relations scientifiques entre l’Occident et le
Monde arabe à l’époque de Gerbert, in: Gerbert l’Européen, Aurillac 1997, 193-203.
10 Cf. J. A. Garcı́a-Junceda, El problema de las fuentes de la influencia árabe en España, desde los
manuscritos de Ripoll al inicio de la Escuela de Traductores de Toledo, in: Actas de las Jornadas
de Cultura Árabe e Islámica (1978), Madrid 1980, 319-325.
11 M.-Th. d’Alverny, Translations and Translators, in: R. L. Benson/G. Constable/C. D. Lanham
(eds.), Renaissance and Renewal in the Twelfth Century, Cambridge, Mass. 1982, 421-462.
12 Cf. G. Beaujouan, The Transformation of the Quadrivium, in: Benson/Constable/Lanham
(eds.), Renaissance (nt. 11), 465.
qué parte o aspecto de la filosofı́a despertó la atención de los latinos: ¿se trataba
de temas vinculados con la ciencia? ¿Eran cuestiones que tenı́an que ver con los
de la religión? ¿Se interesaron los cristianos latinos precisamente por ellas en la
medida en que los musulmanes las habı́an resuelto más o menos satisfactoria-
mente, y esta solución les podı́a servir, porque era justamente lo que ellos anda-
ban buscando?
Podrı́a pensarse, en primer lugar, que los latinos, queriendo conocer más
obras de Aristóteles - cuyos textos ya comenzaban a ser traducidos directa-
mente del griego por Jacobo de Venecia -, veı́an en los árabes y en sus obras
filosóficas meros comentarios a la doctrina del filósofo griego, presentadas, in-
cluso, como textos del mismo Aristóteles 13. También se podrı́a apuntar que el
fondo de pensamiento común, el neoplatonismo, pudo haber llevado a los lati-
nos a la búsqueda de textos en que se expusieran más amplia y sutilmente esas
doctrinas tenidas por comunes.
Se ha alegado que fueron vertidos al latı́n aquellos textos que para los traduc-
tores estaban disponibles en la Penı́nsula Ibérica 14. Sin embargo, no me parece
una razón convincente. Porque hay, por el contrario, evidencias de que existı́an
textos árabes en al-Andalus en los que se abordaban problemas que interesaban
en el mundo latino cristiano y sin embargo no fueron traducidos. Por ejemplo,
el siglo XII concedió una gran importancia a la cuestión del Uno y lo múltiple,
como ha puesto de manifiesto una reciente publicación de A. Fidora y A. Nie-
derberger 15, por la influencia de los ,platonismos‘ en que se manifestó la heren-
cia de Platón. Ası́, Domingo Gundisalvo, uno de los más conocidos traductores,
compuso un libro titulado ,De unitate et uno‘ 16. Y ésta era una cuestión que
también interesaba en al-Andalus, como lo prueban los diversos textos consagra-
dos a ella: la circulación del Kitāb al-wāhø id wa-l-wahø da (,Libro sobre el Uno y
la Unidad‘) de Alfarabi 17, citado por autores andalusı́es; Avempace escribe el
tratadito Fı̄ l-wahø da wa-l-wāhø id (,Sobre la unidad y el uno‘) 18, que recuerda el
tı́tulo de la obra de Alfarabi; y Averroes también se ocupó del uno tanto en su
Tafsı̄r mā ba¤d al-tøabı̄¤a (,Gran Comentario a la Metafı́sica‘) 19 como en su Ǧa-
wāmi¤ mā ba¤d al-tøabı̄¤a (,Compendio de Metafı́sica‘) 20. A pesar de ello, ni el
texto de Alfarabi, que ya debı́a conocerse en al-Andalus en el primer tercio del
siglo XII, ni el de Avempace fueron traducidos 21. Y las obras de Averroes lo
fueron ya tardı́amente, en el siglo XIII. Por consiguiente, no se puede sostener
que los latinos tradujeron cuanto encontraron en la Penı́nsula Ibérica. Otros
factores debieron intervenir para que tradujeran unos textos y no otros.
Entonces, sin negar la doble posibilidad antes señalada, y aun reconociendo
que ambos factores pudieron desempeñar un extraordinario papel en el origen
de las traducciones, creo que hay que indagar por otro camino: la búsqueda del
ámbito propio de la razón, allı́ donde se da la verdad de la ciencia. Porque no
hay que olvidar que el interés por los textos filosóficos propiamente dichos entre
los traductores sólo apareció cuando textos cientı́ficos ya habı́an sido vertidos al
latı́n. Conocida y desarrollada la ciencia, la cristiandad medieval del siglo XII no
podı́a dejar de plantearse la cuestión del fundamento de su racionalidad. En este
punto hay que insistir, en mi opinión, para resaltar la verdadera originalidad del
llamado Renacimiento del siglo XII: en que hubo una ruptura radical con la
actitud que ante la ciencia se habı́a mantenido anteriormente, ruptura que tuvo
como una de sus consecuencias más importantes la nueva manera de considerar
y estudiar la naturaleza. De aquı́ el interés por los textos que tenı́an que ver, por
una parte, con el conocimiento de la verdad, como los tratados sobre el alma y
el intelecto, y con el fundamento último de la realidad, como los escritos sobre
fı́sica y metafı́sica.
III.
18 Ed. A. Badawi, RasāÅil ǧadı̄da li-Ibn Bāǧǧa, in: Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámi-
cos 15 (1970), 7-54. Volvió a ser editado por el mismo A. Badawi en RasāÅil falsafı̄ya li-l-Kindı̄
wa-l-Fārābı̄ wa-Ibn Bāǧǧa wa-Ibn ¤Adı̄, Bengazi 1973; 2ª ed. Beirut 1980, 141-146.
19 En sus comentarios a Met. V, 6 y X, 1-6; Averroes, Tafsı̄r mā ba¤d al-tøabı̄¤a, texte arabe inédit
établi par M. Bouyges, 4 vols., Beirut 1938-1952, vol. II, 523-551, comms. 7-12 a Met. V, 6;
vol. III, 1235-1348, comms. 1-21 a Met. X, 1-6; Aristotelis Metaphysicorum libri XIIII cum
Averrois Cordubensis in eosdem Commentariis, Venetiis apud Iunctas 1562, foll. 110r-115v y
foll. 249r-269v, respectivamente.
20 Compendio de Metafı́sica, texto árabe, traducción y notas de C. Quirós, Madrid 1919; edición
facsı́mil, Sevilla 1998; Libro I, 20-24 del texto árabe y 32-40 de la traducción, y Libro III,
99-117 del texto árabe y 158-186 de la traducción.
21 Sobre esta cuestión, cf. R. Ramón Guerrero, Sobre el uno y la unidad en la filosofı́a árabe.
Apunte historiográfico, in: Anuario de Filosofı́a, en prensa.
dad, hay que poner de manifiesto que lo que ocurrió en ese siglo fue que el
saber profano perteneciente a las Artes Liberales fue cobrando conciencia de sı́
mismo, con el peligro que ello representaba para quienes consideraban que lo
importante no era el saber, sino la salvación del hombre.
Entre las diversas artes, la que primero se independizó fue la Dialéctica, preci-
samente porque era la ciencia que representaba más estrictamente las exigencias
de la razón. La pretensión de aplicar la razón al ámbito de la fe que caracterizó
a los dialécticos del siglo XI no debe ser entendida, sin embargo, como un
racionalismo sin fundamento ni tampoco como una mera aplicación de las reglas
de la lógica aristotélica entonces conocida a los asuntos de la creencia. Se trataba,
más bien, de abrirse a las nuevas inquietudes y problemas nacidos de las trans-
formaciones que Occidente estaba comenzando a vivir y que hicieron posible
el desarrollo de nuevos centros culturales, frente a las hasta ahora predominantes
escuelas monacales.
En efecto, Occidente se vio afectado en este siglo por un amplio movimiento
que en el siglo siguiente tuvo notables resultados económicos, sociales y cultura-
les, con la aparición de nuevas formas de percepción de la realidad, expresadas
en diferentes manifestaciones intelectuales y artı́sticas, que exigieron en sus ex-
ponentes un elevado grado de instrucción. Mercaderes y comerciantes, artesanos
y arquitectos, jueces y administradores, todos ellos y otros muchos más sintieron
la necesidad de una educación superior a la rudimentaria de la época anterior.
Las principales ciudades crearon escuelas en las que se impartı́a una educación
que impulsó una renovación de los estudios y el interés por los saberes cientı́fi-
cos y los vinculados a la vida civil, en vez de los estrictamente religiosos. Esta
escuela buscó precisión, para lo que forjó un nuevo vocabulario técnico, sirvién-
dose de los modelos clásicos, fundamentalmente de Aristóteles, que comenzó a
ser considerado el filósofo por excelencia. Todo ello estuvo promovido, en el
fondo, por una nueva consideración de la Razón, aquella que movió a los latinos a
la búsqueda de nuevos horizontes y de nuevas maneras de explicar la realidad. Ası́,
el saber por el saber fue adquiriendo sentido por vez primera en la Edad Media.
Y fue la Dialéctica la que inicialmente representó ese saber, dejando de ser
un método cientı́fico o pedagógico, basado en la lógica de Aristóteles tal como
fue expuesta por Boecio, para convertirse en el saber mismo:
„Con la organización de la enseñanza en el cuadro de las artes liberales, la dialéctica va a
tomar una significación muy diferente. Es ahora, junto con la gramática y la retórica, una
de las artes del trivium. Deja entonces de designar un simple procedimiento de pensar;
deviene el conocimiento mismo, en tanto que es la obra del razonamiento. Se aproxima
entonces a la tan ambiciosa definición de Casiodoro: ,La dialéctica es la ciencia de las
cosas divinas y humanas, el arte de las artes, la disciplina de las disciplinas‘. Ası́, el pro-
blema de la dialéctica va a convertirse, bajo una forma, es cierto, muy somera, en el pro-
blema de las relaciones de la especulación humana y de la doctrina sagrada.“ 22
23 P. Michaud-Quantin, Études sur le vocabulaire philosophique du Moyen Âge, Roma 1970, 61.
24 Cf. F. Van Steenberghen, Introduction à l’étude de la philosophie médiévale, Louvain-Paris
1974, 477.
25 E. Gilson, Le sens du rationalisme chrétien, in: Études de Philosophie Médiévale, Strasbourg
1921, 1.
26 Cf. L. Minio-Paluello, Nuovi impulsi allo studio della Logica: la seconda fase della riscoperta di
Aristotele e di Boecio, in: La Scuola nell’Occidente latino, vol. II, Spoleto 1972, 743-766; referencia
en 743-744.
de obras griegas, latinizadas entre los años 350 al 520, y la despierta ingeniosi-
dad, es decir, el genio inventivo, de quienes tenı́an como vocación estudiar las
funciones de la ratio. Es indudable que el auge de la Dialéctica y del racionalismo
del siglo XI fueron consecuencia del desarrollo lógico, provocado por la puesta
en circulación de esos nuevos textos y por una nueva tipificación de su ense-
ñanza. El estudio de la Dialéctica provocó una exaltación suprema de la razón,
haciendo surgir la idea de que era la única disciplina que podı́a generar el saber,
en tanto que, como he dicho, se identifica con éste.
La reflexión sobre las funciones de la razón estuvo provocada por un número
considerable de personajes, a los que en las fuentes de la época se les conoce
por el nombre de dialectici, philosophi, sophistae, peripatetici, y sobre ellos circularon
multitud de anécdotas que tratan de presentarlos como maestros en el arte de
la discusión formal 27, ridiculizados luego por Juan de Salisbury llamándolos
,cornificienses‘ 28:
„Por aquel tiempo se planteaba en aquella escuela de filosofantes una cuestión imposi-
ble de resolver: si el cerdo que es conducido para ser vendido es tenido por el hombre
o por el cordel. Y también: si ha adquirido también la capucha quien ha comprado la
capa entera.“ 29
27 Cf. M. Losacco, Dialettici ed anti-dialettici nei secoli IX, X e XI, in: Sophia 3-4 (1933), 425-
429, esp. 425.
28 Cf. T. Gregory, Anima mundi. La filosofia di Guglielmo di Conches e la scuola di Chartres,
Firenze 1955, 255-269.
29 Metalogicus I, 3; ed. Webb, 10: „Insolubilis in illa philosophantium schola tunc temporis quaestio habebatur,
an porcus, qui ad venalitium agitur, ab homine, an a funiculo teneatur. Item, an capucium emerit, qui cappam
integram comparavit.“
30 Cf. J. A. Garcı́a-Junceda, Dialécticos y teólogos. Ambitos de suficiencia de la razón en el siglo
XI, in: Anales del Seminario de Historia de la Filosofı́a 5 (1985), 173-238.
31 H. de Lubac, Corpus mysticum. L’Eucharistie et l’Eglise au Moyen Âge, Parı́s 1944, 262: „No
se trata, a decir verdad, de la influencia de un hombre. Más profundamente, más universalmente,
es una mentalidad nueva que se expande, es un nuevo orden de problemas que surge y capta
el interés, es un nuevo modo de pensar, son nuevas categorı́as que se forman. La inteligencia
entra en una nueva edad, de la que Berengario de Tours, por mediocre que sea su genio, es sin
embargo uno de los primeros testigos y uno de los más vigorosos artesanos.“
39 En carta dirigida por Adelmán a Berengario, el primero pone el ejemplo del agua como realidad
natural y como realidad simbólica en el sacramento del bautismo: „Sunt namque multa quae solo
sensu corporis agimus, sicut audire et videre; pleraque, sicut legere et scribere, quae communiter sensu cum
intellectu administrat; plurima vero, ad quae sensui nullus prorsus accessus esse potest, sicut ad rationem
numerorum, ad proportiones sonorum, et omnino ad notiones rerum incorporearum, quae omnia quilibet intellec-
tus, sed purus atque etiam usu limatus percipere meretur […]. Proponamus itaque baptismum ipsum, et quid
ibi sensus, quid ratio deprehendat, videamus. Liquorem esse aliquem, interrogatus tactus pronuntiat; visus, si
forte in vase est, quisnam liquor sit addubitat; sed gustus, tanquam tertius testis adhibitus, aquam esse incunctan-
ter explorat. Ulterius, nisi fallor, hac in re officium suum sensus non pollicetur. At ratio longe lateque penetrat
interius, naturamque insensibilem perspicaciter intuetur, hoc est, mobilem atque obtusam esse, humidam substan-
tialiter, frigidam naturaliter, in aerem sive in terram converti eam possibile esse: et si quid adhuc aliud, quod
novimus aut ignoramus, de natura aquarum indagari potest. Quomodo autem per aquam et spiritum anima
regeneretur, peccatorumque remissio tribuatur: sicut sensus carnis paulo ante docebatur non posse ad rationis
excellentiam ascendere, ita profecto et minus forsitan valet ratio ad hoc inscrutabile arcanum aspirare“ (PL
143, 1294D-1296A).
40 A. de Libera ha hablado de que la razón, la racionalidad, ha sido recibida en el mundo latino
desde el mundo árabe; cf. Penser au Moyen Âge, Parı́s 1991, 114-116.
41 Cf. J. Jolivet, L’Islam et la raison, d’après quelques auteurs latins des IXe et XIIe siècles, in: L’art
des confins. Mélanges offerts à Maurice de Gandillac, publiés sous la direction de Annie Caze-
nave et Jean-FrancX ois Lyotard, Parı́s 1985, 153-165.
42 Timaeus a Calcidio translatus, ed. J. H. Waszink, Leiden 1962, 20.
43 Cf. G. Spinosa, Ratio nella cultura pagana tardoantica, in: Ratio. VII Colloquio Internazionale.
Atti a cura di M. Fattori e M. L. Bianchi, Firenze 1994, 85-114.
44 Quaestiones naturales, 6, in: Adelard of Bath. Conversations with his Nephew. On the Same
and the Different, Questions on Natural Science and on Birds, ed. and transl. by Ch. Burnett,
Cambridge 1998, 102: „Ego enim aliud a magistris Arabicis ratione duce didici; tu vero aliud, auctoritatis
pictura captus, capistrum sequeris. Quid enim aliud auctoritas dicenda est quam capistrum? Ut bruta quippe
animalia capistro quolibet ducuntur, nec quo aut quare ducantur discernunt, restemque qua tenentur solum
sequuntur, sic non paucos vestrum bestiali credulitate captos ligatosque auctoritas scriptorum in periculum ducit
[…]. Non enim intelligunt ideo rationem singulis datam esse, ut Inter. verum et falsum ea prima iudice
discernatur. Nisi enim ratio iudex universalis esse deberet, frustra singulis data esset.“
45 Cf. M. Gibson, Adelard of Bath, in: Ch. Burnett (ed.), Adelard of Bath. An English Scientist
and Arabist of the Early Twelfth Century, London 1987, 7-16; referencia en 11.
46 Cf. Burnett (ed.), Adelard of Bath (nt. 45), xxix-xxx.
47 Philosophia I, 23: „Nos autem dicimus in omnibus rationem esse quaerendam.“
48 Thierry de Chartres, Commentarius super Libros de Inventione, 1.1.1; ed. K. M. Fredborg, The
Latin Rhetorical Commentaries by Thierry of Chartres, Toronto 1988, 59.
49 Sobre estos autores y su relación con las fuentes árabes; cf. Ch. Burnett: The Blend of Latin
and Arabic Sources in the Metaphysics of Adelard of Bath, Hermann of Carinthia, and Gundisal-
vus, in: M. Lutz-Bachmann/A. Fidora/A. Niederberger (eds.), Metaphysics in the Twelfth Cen-
tury. On the Relationship among Philosophy, Science and Theology, Turnhout 2004, 41-65.
50 Cf. R. Lemay, Évolution du champ sémantique du terme ratio dans la literature philosophique
médiévale sous l’impact des traductions de l’arabe, in: Ratio. VII Colloquio Internazionale
(nt. 43), 118.
51 Cf. A. Speer, Das ,Erwachen der Metaphysik‘. Anmerkungen zu einem Paradigma für das
Verständnis des 12. Jahrhunderts, in: Lutz-Bachmann/Fidora/Niederberger (eds.), Metaphysics
in the Twelfth Century (nt. 49), 17-40.