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VISITA A LEÓN FERRARI

Entrar en la casa de León Ferrari o en su taller es entrar de lleno en su obra. Por todas
partes vemos sus escrituras, sus collages y el material que usa para ellos: cruces, cristos de
santería, víboras, ratas, pájaros, flores, etc. Pero entrar en su obra es algo así como ingresar
a esos palacios que tienen dos leones de piedra (o yeso) en la puerta principal, porque desde
un principio nos encontramos con dos Leones (Ferraris): uno, claramente figurativo que por
medio del collage hace su obra con sentido político o con alusión a la religión; el otro,
basado en la escritura como grafismo abstracto, donde prima el registro sensible.

Tengo dos líneas de trabajo que para mí son muy diferentes. Cuando hago los dibujos y
las acuarelas no pretendo significar algo, hago las cosas que me gustan hacer y dejo para
el que las mira la libertad de interpretarlas, o no. Una cosa diferente es cuando hago un
collage sobre la religión o político, como los del Nunca Más, donde me propongo usar al
arte como un medio de expresión. La diferencia entre ambas líneas está en el punto de
partida de cada una, cómo las hago.

En este 2004 León realizó una exposición de sus escrituras en la Galería Ruth
Benzacar –que involucraba muchas décadas– y al poco tiempo participó en una muestra en
el Centro Cultural Recoleta con artistas conceptuales (además de él, el uruguayo residente
en el estado de Nueva York, Luis Camnitzer y el artista colombiano François Bucher) con
Misoginia Cristiana, una instalación con contenidos claros. En ella, voluntariamente, León
se hizo, con toda ironía, caja de resonancia de los grandes maestros (Miguel Ángel, Rafael,
Lucas Cranach) quienes presentaban a la víbora que tentó a Eva en una simbiosis con ella –
el reptil con cabeza de mujer– configurando el concepto de que Eva es la gran culpable de
la pérdida del paraíso y, por lo tanto, de que andemos en este mundo como andamos.

¿Es que León es un artista conceptual? Esta pregunta se la hacen muchos, pero él,
no.
A mí nunca se me ocurrió que estaba haciendo arte conceptual. Cuando hago cosas no
pienso en eso. Pienso que muchas obras tienen conceptos metidos adentro, y que es
conceptual cuando el concepto forma parte de la obra, que es lo más importante. Pero no
me preocupa. No pienso en eso. Me invitan a muestras conceptuales y participo.

Por cierto, creo que tiene razón. Pero es un hombre de ideas y quiere que estas ideas
se vean. Pero, si quiere esto, es porque, además, León es un hombre que se aventuró en el
arte llevado por su sensibilidad. ¿Cómo comenzó este ingeniero en la aventura artística?

Cuando estudiaba en la facultad hacía algunas cosas, mujeres de arcilla una de ellas
inspirada en una novela cuya protagonista se llamaba Tessa. Después en el año 1947 hice
algunos óleos, pinté unos retratos de Alicia.

Los primeros cuadros de León tienen mucho de la concepción visual de aquellos


que hacía su padre –Augusto Ferrari– pintor y arquitecto italiano que llegó a Buenos Aires
en 1914 (guerra de por medio) proponiendo exhibir un panorama que había realizado en
1910 en Turín sobre la destrucción de la ciudad de Messina (que ocurrió en 1909 a causa de
movimientos sísmicos). Si bien esa exposición no aconteció, realizó aquí varios
panoramas, la mayoría sobre sucesos de la historia argentina. Como arquitecto proyectó y
dirigió iglesias. Además pintó murales en varias de ellas, y en otras no proyectadas por él.
Pero, sin embargo, León no estudió pintura con su padre.

Nos aconsejaba no estudiar arte, no dedicarnos al arte porque decía que era difícil
mantener a una familia con el arte. Y eso que a él le fue bastante bien. Claro que él tuvo
que dejar casi la pintura. Él empezó obligado por el padre a estudiar arquitectura en
Génova, cuando terminó se dijo: ahora voy a estudiar pintura. El padre le cortó los
víveres, y entonces él se fue a Turín a estudiar pintura en la Academia Albertina. Cuando
vino a Buenos Aires pintó, pero finalmente se dedicó a la arquitectura. Seguía pintando,
pero no hacía muestras.

Es curioso –le dije a León– los padres repiten en sus hijos aquello por lo que ellos
protestaban cuando eran jóvenes.

Estudié ingeniería y trabajé en eso desde el año 1963. En 1952, nos fuimos a Europa por
la enfermedad de nuestra hija Marialí –meningitis tratada en Buenos Aires con
estreptomicina que le provocó pérdida de la audición cuando era muy niña– y estuvimos
nueve meses en Florencia en una clínica. Después nos fuimos a Roma, al Instituto Italo
Argentino de Intercambio Cultural donde estaban Fernando Birri, María Rosa Gallo,
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Sergio Ferraro, entre otros argentinos. Cuando faltaba un mes para volver tomé unas
lecciones de cerámica en el taller de un siciliano, Meli, donde me apasionó la arcilla, las
formas de la cerámica. Alicia se volvió con Marialí y yo me quedé un año más
trabajando con la idea de que todos nos juntaríamos en Roma. Alquilé un taller en el
Trastevere.

A fines de 1955 regresa a Buenos Aires.

Estuve en Roma parte del ’54 y del ’55, casi un año. Al regresar a Buenos Aires me
dediqué a tratar de levantar el laboratorio de compuestos químicos para la fabricación de
metal duro que tenía con un hermano. Después poco a poco volví a trabajar en cerámica.
Hice una muestra de cerámicas en el sesenta en la galería Galatea, en Van Riel en el ’61,
de maderas y esculturas de inoxidable, y en Antígona en el ’62 de esculturas y dibujos.

Esa muestra en la galería Antígona fue precedida por otra que hizo en Milán de
esculturas de metal y de madera.

En esa exposición en Milán estuvo Arturo Schwarz, el coleccionista y amigo de


Duchamp. Me compró una obra en madera y me invitó a participar en una antología del
arte contemporáneo de grabados. Le dije que yo no sabía dibujar. Él me contestó, que lo
intentara. Comencé a hacer algunos dibujos, y finalmente hice esas escrituras, los
dibujos escritos. En general se empieza dibujando y después las esculturas. Yo, en
cambio, hice las esculturas y, después de dos años, dibujé.
En 1964 en la galería Lirolay expuse unas cajas con manos recortadas y enredadas en los
alambres, y unas esculturas que ya no eran de alambres derechos, como las otras, sino
retorcidos. Después en el ’65 participé en el Di Tella y ahí ya no hice más muestras
personales, sino colectivas.

En 1965 fue invitado a participar en el concurso del Premio Di Tella, León presentó
la obra La civilización occidental y cristiana, que consiste en un Cristo de santería colocado
sobre la reproducción-maqueta de un F-107 (avión de caza norteamericano).

Cuando me invitó Jorge Romero Brest, él pensaba que yo iba a mostrar las obras en
alambre. En el ínterin comenzaron a salir noticias muy fuertes de la guerra de Vietnam,
de la tortura. A cada rato mencionaban lo de la defensa de la civilización occidental y
cristiana, etc. Entonces se me ocurrió hacer esa pieza. Por entonces, las exposiciones en
el Di Tella se montaban como diez días antes. Cuando Romero Brest llegó encontró la
pieza montada. Recuerdo que se puso pálido mirándola, y me dijo, (no sé si al día
siguiente): Bueno, no lo vamos a poder exponer debido al sentimiento religioso. Tenés
dos alternativas, o traes una más chiquita, –yo tenía una maqueta–, o ponés otra pieza.
Y yo le dije Bueno, también tengo la alternativa de llevarme todo. Estaba en la duda de
sacar o no las cajas, y al final dejé las cajas. Me pareció más útil la pelea dentro del Di
Tella que un escándalo por censura. Creo que fue bueno dejarlas, porque hubo una
respuesta de la prensa muy fuerte en contra. Ernesto Ramallo [crítico de arte del diario
La Prensa] dedicó medio artículo sobre del Di Tella a mí, diciendo que era subversivo.
Entonces le contesté con una carta larga que me la publicó el periódico Propósito. Allí
yo decía: Es posible que alguien me demuestre que esto no es arte; no tendría ningún
problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle de nombre: tacharía arte y
las llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa.

Al preguntarle a León si esta participación suya fue la que inició su obra política,
me contestó:

Antes en 1963 había hecho las Cartas al General que eran escrituras deformadas,
incomprensibles y algunos de los manuscritos en los que empezaba con problemas
religiosos: El árbol embarazador, que es sobre el diluvio. Y sí, creo que de política
comprensible fue el avión la primera, las otras se perdían, tenías que leerlas.

Existe un libro de León que se denomina Palabras Ajenas que lleva en la carátula
La civilización occidental y cristiana. El libro lo comenzó a escribir en ese mismo año de
1965; y lo finalizó en 1966. No se trata de una obra de teatro pero dado que es una
recopilación de textos diversos de diferentes personas –el presidente norteamericano de
entonces, Johnson, Hitler, Dios (la Biblia), y otras– se podía montar teatralmente como el
escenario de un congreso internacional. De hecho así lo hicieron Leopoldo Maler en 1968,
en Londres, y Pedro Asquini en 1973, en Buenos Aires.

En el texto eran como cien personajes. Además estaban todos los diarios, revistas,
santos, San Pablo, en fin.... Pedro Asquini puso doce personajes. Nucleó, por ejemplo,
todos los diarios en uno, los curas, todos en otro, y entonces leían, simplemente. La obra
duró muy poco y fue poca gente. No tuvo mayor éxito.
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Pero, por cierto fue una obra muy interesante. Recuerdo que uno podía entrar y salir
de la sala cuando quisiese, y regresar después. Era un continuo. Uno pagaba de acuerdo al
tiempo que presenciaba la obra. O al menos esa era la idea.

Simultáneamente, en su obra como artista plástico, después de esa bisagra en su


evolución que significó La civilización occidental y cristiana, participó en varias muestras
políticas de las que él fue uno de los organizadores: Viet-nam, Malvenido Mr. Rockefeller,
por ejemplo.

Hacía para estas muestras políticas, collages de diarios. Me acuerdo que una vez extraje
de una revista norteamericana de izquierda una publicidad que hacía una fábrica de
elementos para disolver manifestaciones: tenían una máquina, especial, que la utilicé en
un collage.

León deja durante diez años (1965-1975) de hacer grafismos y esculturas con
metales. Sólo hace “arte” con sentido político. Pero a esta época le sigue otra, la de su
exilio en Brasil, donde no hace arte político.

Nosotros nos fuimos al Brasil cuando el ejército entró de noche en la casa de mi hermano César
buscando a Ariel. Nos fuimos nueve personas: Pablo con su mujer y una hija, Marialí con su
marido y una hija, Liliana la novia de Ariel (que volvió a buscarlo y desapareció también ella) y
Alicia y yo. Nos fuimos no sólo por el peligro que corría la familia, sino también por el que
corría Ariel, dado que la represión apresaba a familiares para obligarlos a denunciar al que
estaban buscando.

En el periodo que vive en Brasil (1976-1983) León vuelve al arte no político:


esculturas metálicas y escrituras.

Cuando nos fuimos a Brasil entonces me alquilé un taller e hice el arte abstracto que
hacía antes, las esculturas Y a trabajar más profesionalmente. No sé qué paso, pero no
hice arte político desde 1976 hasta el 1983, salvo dos o tres participaciones con artistas
brasileños en muestras políticas. Creo que empecé de nuevo con lo de la Iglesia en el
1983.
Pero las obras de esa época son en su mayoría no significantes, de concepción parecida a
las del periodo 1961-1964. Realicé allí una vez una en una plaza, la que después
desapareció al hacerse una autopista.

En ese periodo de su residencia en San Pablo, León trabajó también, e intensamente,


en obras en las que, para su concepción, utilizó elementos que se aplican en los proyectos
arquitectónicos, y para su reproducción se valía del sistema Xerox de copias.

Éramos como treinta artistas. Hicimos fotocopias en papel Fabriano y le pusimos los
números 1, 2, 3, etc., pero sobre infinito, es decir copias sin límite. Hicimos una muestra.
Las vendíamos muy baratas. Participé con Regina Silveira, Julio Plaza, Carmela Gross,
Hudinilson y otros en esta experiencia. Había un clima creativo muy lindo, sobre todo
ensayando nuevos materiales: fotocopias, copias heliográficas, microfichas. Participe en
una iniciativa de Julio Plaza: el arte por teléfono utilizando el videotexto. Al televisor de
tu casa le ponían un teclado y te vinculaban con una computadora. Fue buena esa
experiencia. Eran imágenes que a partir de esquemas cuadriculados se los dábamos a un
tipo que te lo armaba, en ese momento no manejaba la computadora como ahora. Con la
computadora comencé acá. Me enseñó Fernando Brouzalis.

En 1983 comienza el camino de regreso de León a Buenos Aires, proceso que dura
nueve años, hasta 1991.

En Brasil estuve desde fines del ’76 al ’83. En el ’82 volví por unos días, porque dijeron
que iban a informar a los parientes de la suerte de los desaparecidos. No informaron
nada.

León quería saber qué había pasado con su hijo Ariel, desaparecido. Después
entre 1983 y 1991 León vive viajando entre San Pablo y Buenos Aires.

En el ’83 empezamos a volver con Alicia, y Marialí se volvió con sus hijas. Y entonces
hasta el ’91 estábamos unos meses en Brasil, yo tenía el taller y el departamento allí,
hasta el ’91 en que levanté todo.

Su gran compañera, Alicia, también dejó una obra realizada en Brasil, un libro
publicado: Historia de una criança surda (Historia de una niña sorda). Por cierto, su
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hija Marialí se recibió de psicóloga y se especializó en deficientes acústicos,


trabajando en esta especialidad en Brasil. Cuando regresaron, Pablo –el otro hijo de
ambos, matemático– se quedó haciendo labor docente en San Pablo donde vive aún
con su familia.

En uno de esos viajes entre el Brasil y la Argentina, León realizó en la galería Arte
Nuevo de Buenos Aires una exposición sobre sus ocho años en aquel país.

Fue en 1984 en la galería de Álvaro Castagnino, con él hice cinco muestras: en 1984,
1988, 1991,1994 y 1998. Álvaro me ayudó mucho cuando regresé. En el ’83 expuse en
La Habana esculturas de metal, le regalé una a Fidel y en el ’87 realicé una muestra en
Franklin Furnace en Nueva York.
Después en el ’89 con Hugo Monzón hice una retrospectiva en el Museo Sivori, en la
sala del Recoleta, donde expuse el avión. En ese mismo año realicé en la sala chica del
Centro Cultural Recoleta una muestra sobre el Quinto Aniversario de la Inquisición. Los
aniversarios de la Inquisición y la conquista coinciden. Ahí puse una paloma defecando
sobre un haz de leña, que representaba la leña que llevaba Fernando el Católico para
quemar herejes.

Aquí León da un índice de alternancia entre las dos líneas artísticas.

En una colectiva que se hizo en el Museo Sivori en homenaje a Vicente Marotta expuse
La justicia: una gallina que defecaba sobre una balanza. Esta obra originó un escandalete
con la Sociedad Protectora de Animales que quería suspenderla. A ella le contesté con
una carta en la que decía: La industria avícola cría estos animales hacinados en el
menor espacio posible y donde las ponedoras ocupan jaulas unas cinco veces menores
que la del Sivori, engañadas con luz artificial para prolongar su día y aumentar la
postura. ¿Permite la ley que centenares de miles de gallinas vivan en esas condiciones
toda su vida y no permite que una gallina pase veinte días en un museo en una jaula
cinco veces mayor?

Cuando a León se le habla de los buenos cristianos que acompañan las buenas
causas, él contesta que están equivocados, que el verdadero cristianismo es el de la
Inquisición, el de Franco, el de Videla: el de la intolerancia. Aquellos, los buenos, según él,
o no han leído bien la Biblia o descartan una parte de los evangelios.

Un crítico de La Nación afirmó en una nota que le achaco todos los males al
cristianismo. Le contesté diciéndole que no, que lo que me preocupa es la violencia, la
tortura, la intolerancia en general. Si cuestiono al cristianismo es porque estamos
viviendo en una cultura cuyo dios dice que nos va a torturar por la eternidad a los que
pensamos diferente, una cultura cuyos más grandes artistas, apoyaron esa idea de que
hay que torturar a los que piensan diferente. Idea que está en contra de los derechos
humanos que los mismos católicos dicen respetar. Me refiero al Nuevo y al Viejo
Testamento. Una diferencia a favor del Antiguo Testamento es que el castigo de Jehová
terminaba con la muerte. Pero llega Jesús que te resucita para salvarte. Viene el salvador
nos resucita, dice, pero no para salvarnos, resucita y para renovar el castigo. Por otra
parte ¿cuáles son los orígenes del antisemitismo, de la discriminación hacia los
homosexuales, la condena al divorcio y al sexo, de esta cultura de occidente que parece
ensuciar todo lo referente al sexo? En el Evangelio según San Marcos los parientes se lo
querían llevar a Jesús a su casa, después de una ceremonia de un nombramiento de los
apóstoles, porque decían que estaba loco. Yo creo que en el fondo lo que debe haber
pasado era que Jesús era un predicador enloquecido como tantos que planteaban estas
amenazas, que si vienen de un tipo medio loco no hacen mella, no lo vas a acusar. Pero
después llega San Pablo y los que transformaron esas frases en el fundamento de nuestra
cultura. Desde la Capilla Sixtina a Auschwitz, esas cosas que ha hecho Occidente, se
deben a que alguien tomó las frases de un loco y las convirtió en palabra de Dios. Ese
librito, el Evangelio, es la causa de las matanzas en la Conquista, la Inquisición, las
cruzadas y buena parte de lo que está pasando en Irak. En fin, es una síntesis de lo que
quiero transmitir. Fracaso total.

A la pregunta de si siempre fue ateo León contesta:

Soy agnóstico y fui creyente. Estudié en un colegio de curas, el Guadalupe, tomé la


comunión, me casé por iglesia.

Ello me suscitó que yo le dijera que cuando estaba en Italia y hacía las obras a las que antes
se refirió, lo religioso era un asunto que en ese momento no le preocupaba, ni en un sentido
ni en otro. A esto me contestó:
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Del colegio nacional salí con una sensación fea, la amenaza del infierno, esa idea medio
nazi, que me quedó eso dando vueltas, y me fue muy útil.

Pero León ha leído exhaustivamente a la Biblia.

Comencé a leer la Biblia con Palabras Ajenas. Cuando uno se refiere a Hitler no se
refiere al que se fotografiaba con los niños sino al de los campos de concentración. Ese
es Hitler. Entonces cuando uno se refiere a Jesús, uno se pregunta quién fue. Fue un
demagogo con un éxito extraordinario. Este Jesús –haya existido o no– creo que es el
éxito mayor de la humanidad: el éxito de convencer a millones y millones durante miles
de años de un rosario de desatinos. ¿Cómo es posible creer en esas cosas? Jesús dice:
Bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos. No importan las
huelgas, las luchas en esta tierra, lo que importa es el más allá. En vez de pelear –porque
él estaba en contra de los zelotes, que eran los judíos que estaban luchando contra los
romanos– él apoyaba a los romanos recomendando pagarles el tributo Dad a Dios lo que
es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar y exhortaba amar al enemigo
Las consecuencias de sus palabras son el antisemitismo, la condena a los homosexuales,
la lucha contra el derecho al divorcio, contra los anticonceptivos, contra el aborto.

León discute con Dios (Biblia mediante) a través de su obra utilizando todos los
recursos que pueda. Los negocios del Once le proveen muchos elementos. De flores y
pájaros a ratas y víboras. Pero también collages –como hemos dicho– y alguna vez su
actualización digital. Pero León aclara que no hace arte en la computadora.

Solamente alguna vez para modificar alguna foto, pero no hago arte en la computadora.
Sé que se podría hacer, pero los collages que hago los pego. Ahora estoy haciendo
avioncitos con plumas, como si fuesen pájaros. Quiero poner en una jaula grande
muchos avioncitos con plumas de colores, como de guerra, pintados con pinturitas
brillantes, que sea una cosa muy festiva, muy alegre, con aviones de guerra.

El collage es en León un arma y no solamente cuando pega, sino también cuando


compone con elementos y cuando escribe. Palabras Ajenas es un ejemplo de ellos.
El sentido final de su obra político-antirreligiosa León lo explica de esta manera.

No es un arte antirreligioso, sino un arte contra la represión, contra la tortura, sea


religiosa o no. En las ilustraciones que hice para una edición del Nunca más tomé la
parte religiosa también allí, especialmente contra Videla, pero estaba hablando contra el
poder. Cuando hablo contra el antisemitismo también, contra la penalización del aborto,
lo mismo. No es un problema religioso sino un problema sobre la intolerancia y la
violencia contra los otros. En el Nunca más vinculé la violencia de los católicos con la
violencia del catolicismo, de los católicos Videlas y Masseras con la violencia de los
infiernos de Jesús pintados por el Bosco.

Curiosamente hasta aquí nos hemos extendido en la argumentación de León


antirreligiosa empeñada en desenmascarar su alianza política con el poder, dejando de
costado su obra globalmente abstracta pero de finísima percepción sensible y que en lugar
de “decirnos” explícitamente, está plena de sugerencias. ¿Qué explica León acerca de esta
última? Recurre a un texto que escribió al respecto. En 1980 en ocasión de una muestra en
el Museo Guido Viaro de Curitiba (Paraná, Brasil). Extraigo algunas frases de ese texto
titulado Prismas y rectángulos.

Tomo una pluma y empiezo una línea dentro del rectángulo de papel y mañana otra línea
en otro rectángulo y pasado mañana otra: siempre en rectángulos. No deformo el
rectángulo: en su destrucción muere la pureza. Homenaje al rectángulo es cada uno de
los millones de dibujos que el hombre hizo dentro de ese marco anónimo humilde y
callado que se retira y esconde para que el contenido quede desnudo y visible como
mujer sin camisón en el cuadrilátero de la sábana. [...] Pero en el aire puede también
repetirse el dibujo rectangular que proyectado al espacio se transforma en prisma cuyas
caras y aristas serán ahora el marco anónimo la repetida impersonal envolvente
transparente dentro del cual sólo tiene la línea que buscar su lugar.

Entre lo preciso y lo impreciso; el mensaje y lo sugerente; la convicción


profundamente ética de la necesidad de estar en contra de la moral religiosa y el dejarse
llevar por la percepción sensible, el inagotable y obsesivo (pero con obsesiones
alternativas) del bueno de León Ferrari surge una obra compleja y riquísima que tiene
tantos aspectos como la personalidad poliédrica de su autor.
En una carta dirigida a él que hice pública en el diario Página/12 en ocasión de que
cumpliera ochenta años el 3 de septiembre de 2000 comenzaba diciendo:
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Los otros días releí la carta que te escribí hace doce años sobre ‘el caso Ferrari’ con motivo de
una exposición tuya. Allí decía: ‘Tu autenticidad se rebela a que las palabras solidaridad y
convivencia sean huecas. Vos el gran irrespetuoso, no sos otra cosa que un obseso del respeto
humano’. Luego señalaba que tu rostro de eterno niño sorprendido ante el espectáculo de un
mundo de hipocresía poblado de tartufos, revela una capacidad tuya de reinvertir irónicamente
conceptos y de sonreír. Mientras cumplís ochenta años y con la misma actitud de siempre
acabás de asustar a los defensores de la tradición, familia y la propiedad con tus blasfemias que
no son otra cosa que una necesidad de esperanza y de fe desde el más profundo escepticismo.
Por ello debe entenderse que tu cuestionamiento al cristianismo parte de la desilusión sobre que
él sea el defensor y la garantía de los valores que te enseñó. Además señalaba en esa
oportunidad que ‘tu método de verdad-mentira, mentira-verdad (aparentemente maniqueo) se
explica en función de tu verdadera conciencia artística’. Porque para vos la tarea del arte es
cuestionar la realidad. Esta es una de tus facetas más categóricas. Sos un cuestionador. Y esto lo
hacés desde todo ángulo y desde la más profunda conciencia moral hasta tal punto que
cuestionas el concepto mismo de cuestionamiento cuando se asocia a censura. Porque tu
concepto de lo moral nace de tu idea de la libertad individual, una conciencia anárquica nacida
de la conciencia del quehacer artístico. Tu cuestionamiento abarca la propia existencia del arte y
de la estética al cuestionar la cultura en el mundo político que nos ha tocado vivir.

Curiosamente, cada vez que salgo de su casa pienso que conozco pocas familias de
convivencia tan ejemplar. Sus nietas (tres hijas de Marialí y tres hijas de Pablo, residentes
en San Pablo) y su único nieto varón, también brasileño, recurren a sus abuelos
permanentemente, aún a pesar de las distancias. Pero no es el único marco joven que tiene
León: una cantidad de otros jóvenes lo han elegido como ejemplo de juventud por su
libertad natural y cuestionamiento permanente (ya no tan sólo el político-religioso) de todo
prejuicio. Entre ellos el estético.

Luis Felipe Noé

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