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término
Introducción
Donde quiera que se estudie la estructura a gran escala de una obra mu-
sical, uno no puede dejar de toparse con las ideas, modificadas o no, de
Heinrich Schenker. La escuela analítica schenkeriana ha sido una de las
más importantes, tanto en su producción como en la profundidad de sus
hallazgos, sobre todo en el ámbito de habla inglesa, en la segunda mitad
del siglo XX. Y el concepto de prolongación forma una parte integral en
el contenido de cualquier artículo o trabajo de investigación donde el
objeto de estudio implique una visión global de una sección, movimiento,
u obra.
Pero, si bien Schenker circunscribió su teoría sólo al ámbito de la mú-
sica de la tonalidad mayor-menor, siendo incluso difícil de aplicarla en
la música ultracromática de finales del romanticismo, a mediados del
siglo pasado algunos de sus discípulos, como Adéle Katz y Felix Salzer,
por ejemplo, comenzaron a emplear sus técnicas e ideas para analizar
música anterior y posterior a la de dicho período, lo cual llevó inevita-
blemente, a nuestro juicio, a una transformación del concepto de prolon-
gación. Esto llevó a que en la década de los años 80 surgiera una fuerte
IMAGO polémica dentro de la comunidad analítica norteamericana sobre si era
Número 2 justificable y provechoso utilizar las ideas de Schenker en el análisis de
2007 la música del siglo XX.
ISSN 0716-9728
[9-22] Tomando en cuenta lo anterior, el objetivo de nuestro trabajo es doble:
10 Por una parte, abordar desde un punto de vista teórico la transformación del concepto de
prolongación; y, por otra, proponer una visión alternativa de la prolongación, pensando sobre
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todo en su utilización como herramienta analítica para el estudio del repertorio del siglo
pasado.
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avance significativo en la ampliación de los conceptos schenkerianos a estilos que se alejan
de la tonalidad mayor-menor: Salzer incluye, entre sus más de quinientos ejemplos, segmen-
tos de obras de Josquin, Marenzio, Monteverdi, Ravel, Prokofiev, Bartók y Hindemith, entre
otros. El autor nos explica sus razones para abarcar gran parte de los estilos de la música
occidental:
“(...) a través de los últimos quince años, he llegado a convencerme plenamente de que sus
ideas [las de Schenker] pueden aplicarse y extenderse a los estilos de música más diversos
y que la amplia concepción que fundamenta su planteamiento no queda confinada a ningún
período limitado de la historia de la música. Este factor no ha sido suficientemente reconocido
y ha llevado a creer que los escritos de Schenker únicamente son válidos para la música de los
siglos XVIII y XIX. Nada puede ser más erróneo” (Salzer, 1990: 18-19).2
Por otro lado, Salzer se distancia también del canon schenkeriano en que admite la posibilidad
de que acordes diferentes a las tríadas puedan ser prolongados. Él se refiere explícitamente a
la prolongación de poliacordes en la música de Aaron Copland y Stravinsky (1990: 206-207).4 Lo
anterior es una consecuencia del tipo de lenguaje al que aplica las ideas de Schenker, y esto
implica abandonar la distinción entre consonancia y disonancia, al menos en lo que refiere a
identificar notas que correspondan o no a la armonía. Esto último es fundamental en Schenker:
para él, en principio sólo las consonancias podían ser prolongadas y la disonancia sólo podía
prolongar o embellecer, siendo considerada estructuralmente inferior y dependiente de una
consonancia, por lo que era suprimida de los gráficos analíticos en la sucesivas etapas del
análisis. Si se acepta que un poliacorde puede ser prolongado, se acepta que los criterios de
estabilidad (consonancia) no corresponden a los de la sintaxis tonal, por lo que se hace nece-
sario fundamentar el análisis en otros criterios.
Un último elemento de divergencia entre Salzer y Schenker corresponde a la noción de tona-
lidad. Al aplicar los conceptos de estructura y prolongación a músicas anteriores y posteriores
al barroco, clasicismo y romanticismo, Salzer tuvo que concebir la tonalidad de una nueva
manera. Para él, el término tonalidad es, en última instancia, un sinónimo de prolongación de
acorde (1990: 242). En otras palabras, basta que una obra surja de la prolongación de una es-
tructura como entidad controladora y generadora, para que dicha obra pueda llamarse tonal.
Nótese que esto no implica restringirse sólo a la tríada, dejando abierta la posibilidad de que
la mencionada estructura sea otra. Esto se comprueba cuando más adelante en Audición Es-
tructural afirma que toda música que muestra una dirección básica y unas funciones definidas
para cada nota y acorde es tonal (1990: 290).
Su discípulo Roy Travis amplió dicho concepto en un artículo de 1959. Travis entendía que una
música era tonal “(...) when its motion unfolds through a particular tone, interval, or chord”
(Travis, 1959: 261). En otras palabras, él expande el dualismo estructura-prolongación a even- 13
tos que no necesitan estar relacionados sintácticamente. Es una consecuencia directa de la
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concepción de Salzer: el concepto de estructura (lo que se prolonga) ha sufrido una transfor-
mación considerable, hasta abandonar los criterios de estabilidad de la sintaxis tonal, lo que
se corresponde con una transformación del concepto de prolongación.
Posteriormente, Robert Morgan sugirió que dos puntos estructurales podían ser unidos por el
despliegue de un evento disonante como una tríada aumentada o un acorde de séptima dis-
minuida horizontalizado (Morgan, 1976: 84). Un elemento básico en la argumentación de este
autor es que Schenker analiza la música siempre desde el ángulo de una estructura consonante
siendo prolongada. Sin embargo, argumenta Morgan, y siguiendo en esto el pensamiento de
Salzer y Travis, la estructura prolongada puede ser un conjunto de alturas, simplemente. Pro-
pone que en Enigma, op. 52, nº. 1 de Scriabin, la estructura puede entenderse como el des-
pliegue de un conjunto básico de alturas, y compara el proceso tradicional de prolongación con
el suyo, al afirmar que “The two processes are closely related: in both the musical structure
is evolved from an underlying pitch source” (1976: 84). El punto central en esta afirmación
es que los procesos de prolongación en el estilo de la tonalidad mayor-menor y en los estilos
atonales o altamente cromáticos son esencialmente similares: el punto de identidad entre
ambos procesos se basa en la posibilidad de reducir la superficie de una obra a una estructura
que funciona, controlando el movimiento.
De esta forma, podemos ver que el concepto de prolongación schenkeriano sufrió una transfor-
mación importante con los teóricos y analistas como Salzer, Travis y Morgan, lo que se produjo
en el intento de aplicar las ideas schenkerianas fuera del estilo para las que originalmente fue-
ron elaboradas. Sin embargo, hacia mediados de los años ochenta, estas posiciones empezaron
a ser duramente criticadas en el ámbito de los seguidores ‘ortodoxos’ de Schenker. La crítica
fundamental se basaba en la falta de criterios definidos para distinguir entre eventos estruc-
turales (consonantes) y auxiliares (disonantes). En un ensayo de 1987, Joseph Straus propuso
cuatro condiciones necesarias para que se puedan reconocer las prolongaciones:
A. Consonancia-disonancia. Es un criterio necesario para distinguir entre alturas estructurales
y auxiliares.
B. Jerarquía entre grados de la escala. Esta condición permite ampliar el concepto de pro-
longación a los planos medios. Si la primera condición permite distinguir localmente lo
estructural de lo ornamental, esta condición permite atribuir un mayor peso estructural al
I grado que al VI, por ejemplo, siendo aplicable a dimensiones mayores.
14 C. Embellecimiento. La teoría schenkeriana presenta un modelo consistente de conducción de la
voz que permite reconocer un número limitado de procedimientos para prolongar una nota:
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con el elemento estructural, X y Z.
Discusión
Desde nuestro punto de vista, no se puede negar que existe una relación de tipo sintáctico y
generativo entre ‘lo que prolonga’ y ‘lo que es prolongado’ en las prolongaciones en el estilo
de la tonalidad mayor-menor, aunque quisiéramos resaltar que los partidarios de la ortodoxia
schenkeriana tratan la dualidad estructura-prolongación como si fuera una regla estilística del
período de la práctica común. Acudimos en esto al concepto de estilo propuesto por Leonard
B. Meyer. Para él, el estilo es “(…) una reproducción de modelos, ya sea en el comportamiento
humano o en los artefactos producidos por el comportamiento humano, que resulta de una
serie de elecciones realizadas dentro de algún conjunto de constricciones” (Meyer, 2000: 19).5
Meyer entiende que las constricciones están relacionadas jerárquicamente como leyes, reglas,
y estrategias, siendo éstas últimas, elecciones compositivas realizadas dentro de las posibili-
dades del estilo (2000: 33-48). Tomando en cuenta estos conceptos, nosotros asumimos que el
movimiento tonal a gran escala surge de una estrategia compositiva, y que ésta, a su vez, está
delimitada por otras constricciones del estilo del compositor. Sin embargo, el Ursatz corres-
ponde a un esquema que resulta de las reglas de la música tonal, mientras que, si acudimos a
la esencia del proceso de prolongación, podemos entender que éste funciona más bien como
una estrategia.6
Por otra parte, el propio Schenker llamó la atención sobre la “libertad” en las prolongacio-
nes:
“A particular form of the fundamental structure by no means requires particular prolongatio-
ns; if it did, all forms of the fundamental structure would have to lead to the same prolonga-
tional forms. Indeed, the choice of prolongations remains essentially free, provided that the
indivisibility and connection of all relationships are assured” (Schenker, 1977: 25).
Este comentario pone énfasis en que las prolongaciones específicas de una composición resul-
tan de la elección del compositor, es decir, implican una estrategia que opera en la conforma-
ción de la estructura. A nuestro juicio, este aspecto de la dualidad estructura-prolongación no
ha sido tomado en cuenta por muchos analistas.
El concepto de prolongación implica tres aspectos relacionados: primero, significa que una
nota o un acorde ejerce una función de control sobre otros eventos, ya sea que éstos le sigan
o precedan; segundo, implica un aspecto relacionado con la generación de altura, en cuan-
16 to sólo la prolongación de la estructura fundamental permite configurar la superficie de la
música. Esto significa, en otras palabras, que la estructura funciona como una constricción
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la proyección hacia la estructura de un intervalo relevante en la superficie, de tal forma que
dicho intervalo controle los puntos de inicio y fin del movimiento, entre otras posibilidades.8
Si nos centramos específicamente en el parámetro de la altura, podemos distinguir dos clases
de movimiento, las que pueden ser ejemplificadas de la siguiente forma:
Los párrafos citados corresponden a una definición que se ofrece cuando los autores explican
las prolongaciones en las dimensiones pequeñas y medianas, aunque el modo en que se expre-
san parece indicar una definición genérica del término. Quisiéramos llamar la atención sobre
un hecho: en las pequeñas y medianas dimensiones, los autores utilizan la expresión o sintag-
ma ‘tanto tiempo como se sienta’ para delimitar el efecto de la prolongación; sin embargo,
cuando hablan de la línea fundamental, cuyos componentes suelen controlar una extensión
considerable de tiempo, emplean la expresión ‘se considera activa’: en otras palabras, los
autores utilizan expresiones distintas según la dimensión que estén tratando. Si se cambia el
término que define el concepto según la dimensión que abarque la prolongación como proceso
-y existe una diferencia considerable entre ‘sentir’ y ‘considerar’”- es que son en esencia fe-
nómenos diferentes con relación a sus efectos. La prolongación en las dimensiones pequeñas y
medianas pueden ser ‘sentidas’ por el auditor, pero en las grandes dimensiones parece ser que
no: más bien ‘se considera’ la función de prolongación.
En nuestra opinión, la creencia en la supremacía de la estructura fundamental sobre las varia-
ciones de la superficie es un concepto inferido por el analista, pero no un fenómeno auditivo.
Esto último lo demuestra Nicholas Cook cuando afirma en forma precisa que “(...) al menos en
el caso de obras de cierta extensión, los oyentes no suelen percibir la unidad de la estructura
tonal que constituye la base del análisis schenkeriano” (Cook, 2003: 13). Menciona varios ex-
perimentos, uno de los cuales consistía en hacer escuchar varias composiciones relativamente
breves, cada una en dos versiones, una de las cuales había sido transformada para que no
terminara en la tónica. La conclusión fue que los oyentes no prestaron atención a la falta de
clausura tonal en la pieza transformada, aunque se apreció una correlación entre la duración
de la pieza y el grado de clausura tonal percibido por los auditores (2003: 10-11).
Fred Lerdahl ha propuesto una solución para este problema al afirmar que lo que los auditores 19
escuchan, con relación a la clausura tonal, es la prolongación de una función de tónica, es
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decir, que lo que sienten los auditores es la partida y la llegada de una entidad estable, sin
comparar necesariamente la identidad de ambos eventos. Para Lerdahl “(...) listeners pay
more attention to local and intermediate levels of prolongational structure than to global ones
yet also experience large-scale closure” (Lerdahl, 2001: 229). Estamos totalmente de acuerdo
con su hipótesis.
Hay una segunda argumentación en contra de la prolongación a gran escala como fenómeno au-
ditivo, y ésta la ha presentado Eugene Narmour. En su trabajo crítico sobre la teoría schenke-
riana, Narmour afirma en las conclusiones:
“Since the chief unitary principle of Schenkerian analysis lies in the application of the Ursatz,
where the functional meaning of a part is known in advance, Schenkerians cannot avoid com-
mitting the error of asserting that the deterministic wholes are prior to the parts. In a tempo-
ral art, this means that a “predetermined future” (the later strata) establishes the syntactic
meaning of the present, whether within or without the piece. Such “finalism”, however, does
violence to a piece because it denies to the parts the inherent, self-regulating, independent
status they clearly have” (Narmour, 1977: 209).
En otras palabras, aceptar un concepto de prolongación a gran escala como fenómeno auditivo
equivale a afirmar que los auditores escuchamos las partes con relación al todo, lo cual no se
ajusta a la realidad. En primer lugar, si escuchamos la obra por primera vez, esto es imposible,
puesto que no conocemos el todo. Y en segundo lugar, suponiendo que tengamos un conoci-
miento de la estructura de la obra porque la hemos escuchado con anterioridad, el tipo de
audición estructural que se desprende del concepto schenkeriano de prolongación, y también
del de Salzer, implicaría que la audición se basa solamente en la percepción del significado
real de la estructura, lo que supondría no prestar atención a los procesos de superficie. Es más,
una audición así apenas permitiría el juego con las expectativas del auditor, puesto que éste
conocería de antemano la función real de todos los acontecimientos. Leonard Meyer critica
desde este punto de vista el concepto schenkeriano de prolongación:
“La concepción misma de «prolongación de acorde», (...) es una confesión semántica de que
el proceso musical, a pesar de sus [de Schenker] afirmaciones explícitas de lo contrario, se
considera básicamente como algo estático. Si lo que ocurre después de una armonía estruc-
tural dada la «prolonga», la consecuencia es que la música se oye más en relación con el
pasado que con lo que está todavía por venir; y si el pasado de cualquier término sonoro es
de gran importancia, lo es principalmente porque nuestras expectativas en relación con los
acontecimientos inminentes se basan en nuestra experiencia y recuerdo del pasado” (Meyer,
2001: 70).13
20 El concepto de prolongación a gran escala, en última instancia debe entenderse sólo desde
el punto de vista de su significado real. Veamos un ejemplo: en una forma de sonata, cuando
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escuchamos la llegada al centro tonal secundario, sea la dominante o el relativo mayor, lo per-
cibimos como tónica, no como un movimiento que prolonga la tónica principal, y sólo al final,
es decir de forma retrospectiva, podemos entender la estrategia de movimiento que implicó el
desplazamiento hacia la dominante o relativo en dicho punto.
Finalmente, sin embargo, cabría preguntarse entonces si los descubrimientos de Schenker y
todo su aparato teórico son falsos. Esta pregunta no es trivial dada la abrumadora evidencia
presentada por dicha escuela, al menos con relación al estilo de la tonalidad mayor-menor.
Pensamos que la respuesta nos la da Carl Dahlhaus cuando caracteriza la estructura como “(...)
the aspect of the work directed at composer (...)” y la forma como “(...) which is directed
at the listener” (citado en: Ritter, 2001: 165).14 En otras palabras, la dualidad estructura-pro-
longación corresponde más bien a una estrategia compositiva, de aquí nuestro concepto de
prolongación como estrategia de movimiento, más que a una realidad acústica en el nivel de
las grandes dimensiones, y esta estrategia surge de la constricción que implica la necesidad de
organizar el movimiento en la totalidad de la obra. Bajo la acción de esta constricción, la es-
tructura a gran escala concierne en primer lugar al compositor. Basándonos en esta hipótesis,
hemos propuesto un concepto de prolongación como una estrategia de movimiento tonal, es
decir, una estrategia compositiva, para las grandes dimensiones.
NOTAS
1
Para una definición del concepto de “nivel estructural”, véanse: Forte & Gilbert (2003): 143; Forte
(1959).
2
El paréntesis es nuestro.
3
Para estructuras solamente contrapuntísticas, véanse: Salzer (1990), ejemplos 478, 479, 480,
488, 504, y 505. Para estructuras armónico-contrapuntísticas, véase los ejemplos 477, 482, 484, y
498.
4
Salzer utiliza el término “poliacorde” para referirse a acordes que pueden ser descompuestos en
dos o más tríadas, es decir, acordes construidos por superposición de tríadas. Sin fundamentar su
razonamiento, afirma que la tríada del bajo es la más importante de cara al análisis (1990: 205).
5
Las cursivas están en el original.
6
Según la definición de Leonard Meyer, los esquemas son “(…) modelos que, al ser congruentes tan-
to con las capacidades perceptivas y cognitivas humanas como con las constricciones estilísticas
(musicales y extramusicales) predominantes, son memorables y tienden a permanecer estables al
correr del tiempo, y por tanto, se reproducen con cierta frecuencia” (2000, p. 87). Con respecto
al Ursatz, Meyer afirma que “(...) no es un universal en el nivel de las leyes, sino uno de entre
varios esquemas para la ejemplificación de las reglas de la música tonal, si bien es bastante pre- 21
ponderante” (2000: 87, nota al pie de página).
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7
Nos referimos, por supuesto, a músicas en donde el control del movimiento a gran escala sea un
factor estilístico a considerar.
8
Charles Gamble (2001) propone esta última posibilidad en su trabajo sobre la prolongación en la
música de Aaron Coplan. El concepto de ‘proyección’ se refiere a la utilización de un mismo moti-
vo o conjunto de alturas en diferentes niveles estructurales.
9
Meyer entiende este principio desde la perspectiva de que el retorno a materiales previamente
oídos mejora la sensación de cierre (2000: 34). Nosotros aplicamos el concepto de cierre a la
conclusión de una línea de movimiento, sea ésta una clausura melódica o un cierre sintáctico,
producido por la organización armónica.
10
El modelo de prolongación que hemos presentado, como estrategia de movimiento entre puntos
estructurales, se corresponde en gran medida con el concepto de prolongación que propone Fred
Lerdahl. Él denomina ‘prolongación fuerte’ cuando se conecta un mismo evento, ‘prolongación
débil’ cuando se conecta un mismo evento pero que está variado, y ‘progresión’ cuando se conec-
tan dos puntos diferentes (Lerdahl, 1989: 71).
11
Las cursivas están en el original.
12
Los paréntesis están en el original.
13
Los paréntesis son nuestros.
14
Encontramos una opinión similar en: García Laborda (1996): 18.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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41/2: 315-348. Forte, A. & Gilbert, S. (2003). Análisis Musical. Introducción al análisis Schenke-
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