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Capítulo 3

El contexto: la política dei silencio oficial

Por este medio determino a los siguientes como

los principales pa(ses de tráfico o producción

de drogas ilícitas: Afganistán, ias Bahamas,

Belice, Burma), Colombia, Costa Rica, República

Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala,

Haití, Honduras, India, Jamaica, Laos, México,

Nicaragua, Pakistán, Panamá, Perú y Venezuela’.

Barack Obama. presidente dc Estados Unidos

Durante tres décadas de democracia, la narrativa oficial de Ias

autoridades salvadorefias en torno al crimen organizado y al

narcotráfico ha oscilado, salvo contadas excepciones, entre el

silencio absoluto y la negación.

Los argumentos utilizados por funcionarios de seguridad

pública —en especial, los voceros de la PNC— para explicar

los pobres resultados en el combate al narcotráfico —ya sca

medido en cantidad de droga decomisada, bandas delincuen

ciales desmanteladas, líderes capturados o agentes corruptos

destituidos y/o encarcelados.— han sido tres:

 El Salvador no es una ruta importante en el corredor


centroamericano de Ia cocaína en comparación con sus dos vecinos
dei Triángulo Norte: Honduras y Guatemala; por lo tanto, ias
cantidades de droga que pasan por el país son menores.

 En El Salvador, a diferencia de Honduras y Guatemala, no


existen grupos sofisticados de narcotráfico, sino dos pandillas
dominantes, La MS-13 y Ia Banjo 18, que manejan en su portafolio
criminal Ia distribución en pequeña escala
— narcomenudeo — para abastecer los mercados locales.
 La penetración de agentes dei crimen organizado en el Estado es
menor, y se combate con un esfuerzo permanente de limpieza de
instituciones como la PNC.

Las tres sentencias son parciales, incorrectas o simplemente mentiras si


se atiende a los diagnósticos elaborados por funcionarios de seguridad de
los otros dos países dei Triángulo Norte,dei Departamento de Estado y de
la ONU, o si se analizan ias cifras proveídas por el mismo Gobierno. En
este capítulo se hará un contraste de los tres axiomas de la actual
narrativa oficial del Gobierno con los datos y análisis de estos actores.

También se elaborará un breve mapa de Ia historia del narcotráfico y el


crimen organizado en el Triángulo Norte, para demostrar que los grupos
que controlan Ias rutas de trasiego de drogas —en especial, ias de origen
orgánico, como ia cocaína, pero también Ias drogas sintéticas, como Ias
metanfetaminas— hacia el Norte tienen una relación estrecha. Un
funcionario guatemalteco de alto nivel, miembro dei gabinete dei presi
dente Otto Pérez, lo resumió así: “Las rutas dei Pacífico y ia terrestre
dei sur que entran a Guatemala son alimentadas desde El Salvador”3.

Por último, se reseñan tres períodos, marcados por declaraciones públicas


de funcionarios o por amagos de políticas públicas para combatir la
infiltración, que en realidad dejaron al descubierto Ia profundidad
verdadera dei problema. Los tfmidos intentos de reforma fueron truncados
por enfoques que privilegiaron ia represión a las pandillas MS-13 y
Barrio 18 o,más grave aún, por la capacidad de agentes políticos
vinculados al narcotráfico de influir en el tratamiento que da el Estado
al crimen organizado.

En definitiva, se tratará de argumentar que el combate a estas


estructuras nunca ha sido prioridad en ias políticas de seguridad
gubernamentales en ninguna de Ias cinco administraciones presidenciales
de la posguerra: ni en la dei presidente Cristiani ni en la dei
presidente Calderón Sol, ni en Ia dei presidente Flores, ni en Ia dei
presidente Saca, ni tampoco en ia dei presidente Funes.

Desde la firma de los Acuerdos de Paz tampoco ha sido prioritaria la


ejecución de políticas orientadas a combatir el cicio de corrupción que,
como ha señalado Ia Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Crimen
(UNODC, por sus siglas en inglés) en su más reciente informe4 sobre el
narcotráfico en Centroamérica, en El Salvador es alimentado desde el “más
alto nivel”, por ia protección política a los narcotraficantes.

Los veredictos más recientes dei Departamento de Estado y de Ia UNODC,


dos de las instituciones que más de cerca siguen Ia huella de la
actividad dei crimen organizado de Colombia a México, indican que los
matices o silencios dei poder político esconden una realidad que para los
funcionarios internacionales es evidente: El Salvador es un país
“principal”5 en el tráfico de drogas a escala mundial, como el resto de
sus vecinos centroamericanos y en especial los dei Triángulo Norte; un
país en el que “la corrupción en el sistema político sigue siendo un tema
de preocupación”6, donde “los flujos de cocaína, protegidos por Ia
corrupción en los más altos niveles (dei poder político), han sido
tolerados por años y en ei que no parece que haya investigaciones
abïertas (ai respecto) al día de hoy”.
EI tercer vértice dei Triángulo El Departamento de Estado asegura en un
reporte oficial elaborado en 2013 que, “según la mayoría de analistas
estadounidenses”, por el corredor que empieza en Panamá y termina
en la frontera norte de México pasó en 2012 el 95% de Ia cocaína dirigida
desde los países productores de Suramérica hacia ei mercado
estadounidense. La administración del presidente Barack Obama calcula que
por Centroamérica pasó el 85% de Ia cocaína. Especificar ias porciones de
ese flujo que pasan por cada uno de los países centroamericanos resulta
más complicado.

De hecho, según explica un oficial federal en Washington, para sus


proyecciones toman como base los decomisos de droga en cada uno de los
países, a los que añaden información de inteligencia sobre envíos no
interceptados, ni siquiera detectados por agentes de la ley, pero que se
dan por ciertos atendiendo a ia fiabilidad de las fuentes. La información
procede dc varias agencias federales, estatales y locales, y de sus
contrapartes en Centroamérica.

Con todos esos datos, ei Departamento de Estado elabora un mapa borrador


que disemina en agencias federales y entre congresistas para ilustrar con
más detalle ia situación dei narcotr1fico en el istmo. Esos informes
recogen los datos generales de países y regiones, pero no detallan Ias
cantidades específicas de cocaína que pasan por cada país. Sin embargo,
por Ia variedad de fuentes de información y el tipo de contraste que le
dan alos datos que aparecen en esos mapas, ias oficinas federales dc
aplicación de Ia ley basan en ellos buena parte de sus decisiones
operativas y políticas.

El detalle de 2011’ da una idea aproximada de Ia cantidad de droga que


pasó por Centroamérica, en general, y por cada uno de sus países, en
particular: en total, son 622,000 kilos de cocaína las que se cree que
atravesaron la región. EI reporte de la UNODC ubica la cifra regional en
un poco más de 700,000 kilos.

Por el corredor aéreo que conecta Colombia y Venezuela con el Atlántico


hondureño, los narcos movieron entre 92,000 y 239,000 kilos. De esos,
entre 41,000 y 118,000 siguieron la ruta terrestre hacia Guatemala, y
entre 29,000 y 89,000 kilos siguieron por aire. Honduras es el principal
punto de arribo desde que la inestabilidad política —provocada por el
golpe de Estado que destituyó al presidente Manuel Zelaya en junio de
2009— agravó la falta de control sobre buen a parte dei territorio’0.

Ya en los mapas que las agencias estadounidenses utilizaban en 2010,


nutridos en parte con datos provenientes de desembarcos y aterrizajes
clandestinos ocurridos, se aprecia el crecimiento desmesurado de un año
para el otro de Ia arteria que conecta el Caribe colombo-venezolano con
Honduras.

“Las organizaciones criminales transnacionales, ya bien esta

blecidas en la región, simplemente se movieron en el vacío de

poder (creado por el golpe) con dinero, cocaína y otros ilícitos,

haciendo crecer su poder para corromper al Estado”, dice un


reporte sobre el Triángulo Norte que a mediados de 2013 fue

objeto de análisis en el Pentágono y en la Universidad Nacional

de Defensa en Washingto&’.

La UNODC, en su reporte dc 2012, asegura que cl golpe

de Estado, apoyado por Ias élites económicas del país, provocó

“una especie de fiebre dei oro de ia cocaína (...) Vuelos desde la

frontera Colombia-Venezuela se dispararon e inició una violenta

lucha por el control de esta revitalizada ruta dei narcotráfico”2.

Ruta revitalizada, dice la ONU.

Honduras fue uno de los países por los que el colombiano

Cartel de Medellín movió más droga en ia década de los

ochenta. Según Peter Dale-Scott, profesor de la Universidad


de Stanford, el hondureño Ramón Matta-Ballesteros fue uno

de los primeros nexos entre los productores colombianos y los

grupos logísticos mexicanos de tráfico, además de uno de los

centroamericanos más buscados por la DEA y el FBI hace tres

décadas.

El ministro de Gobernación de Guatemala, Mauricio López

Bonilla, explica que dos de Ias rutas terrestres de su pals, Ia que

empieza en Izabal y la de Zacapa, dos de los departamentos

fronterizos con Honduras, son alimentadas desde ese país, tanto

de las toneladas que entran por aire como de los entre 118,000

y 449,000 kilos que, según el mapa estadounidense, pasan por

territorio hondureño procedentes de Costa Rica, previa alimen

tación marítima, aérea o terrestre desde Panamá o directamente

desde Suramérica.

Hay una tercera ruta terrestre en Guatemala, ia que tiene

su origen en el departamento de Jutiapa, que se nutre desde

Honduras, pero que también atraviesa Ia franja norte de EI


Salvador a través de la ruta conocida como El Caminito’4, que

controla el Cartel de Texis. El informe de la UNODC amplía

esta afirmación y agrega que desde Honduras, en su ruta hacia

Guatemala, también entra cocaína a El Salvador por puntos

ciegos de Morazán y Chalatenang&6.

Está, además, ia ruta marítima que pasa por aguas territo

riales salvadoreñas, por Ia que, según el referido mapa, se

movieron entre 42,000 y 79,000 kilos en 2011. La ONU añade

que parte de ese flujo desembarca en tres zonas dei litoral

— playas dei golfo de Fonseca, en el extremo oriental; el estero

de Jaltepeque, en el centro dei país; y en ias inmediaciones del


puerto de Acajutla, en la zona occidental—, para de ahí conti

nuar por tierra hacia Guatemala’7.

Por último, está la frontera de El Amatillo, Ia principal

puerta comercial entre El Salvador y Honduras, ubicada sobre

Ia carretera Panainericana’, que atraviesa el país. Desde El

Amatillo hay comunicación directa con ias cuatro fronteras de

EI Salvador con Guatemala y sus puntos ciegos, y se estima que

pasaron en 2011 entre 2,000 y 11,000 kilos de cocaína.

Por todo, los informes dei Departamento de Estado y de

la ONU hablan de cuatro flujos de trasiego terrestre desde

Honduras hacia El Salvador, además de tres puntos de reem

barco en ia ruta marítima del océano Pacífico. Entre 10,000 y

60,000 kilos de cocaína tocaron territorio salvadoreño en 2011,

según los cálculos de un agente federal que sigue de cerca el

narcotráfico en Centroamérica, y en particular en El Salvador’9.

En contraste, según el informe de Ia ONU —que coincide

con Ias cifras oficiales dei Gobierno—, dc esos 10,000 a 60.000

kilos de cocaína, Ia DAN decomisó apenas siete kilos. Siete


kilos de entre las 10 a 60 toneladas.

La ONU no da crédito al argumento de la PNC que asegura

que por el país solo pasan cargamentos que no superan los dos

kilos por envío20. El jefe de Ia DAN, en 2012, cuando el informe

de la ONU fue publicado, el inspector Marco Tulio Lima, por

ejemplo, dijo a una periodista2’ salvadoreña que la mayor parte

de ia droga que pasa por El Salvador está dañada, y es Ia que


los narcotraficantes internacionales dan a operadores nacionales

—la mayoría, miembros de pandillas, según este oficial— para

abastecer los mercados locales.

Sin embargo, el Departamento de Estado coloca al país, desde

2012, en el listado de países “prìncipales” en el mapa dei narco-

tráfico internacional. Para la ONU, esto tiene una explicación: “Ei

hecho de que (El Salvador) comparta fronteras con Honduras y

Guatemala hace creer que pasa más cocaína por el país que la

que (el Gobierno) reconoce. Esto sugiere por qué el Gobierno de

Estados Unidos ha añadido a El Salvador a esta 1ista”.

El agente federal consultado para este análisis lo resume así:

“Es cierto que en el conjunto de los países del Triángulo Norte el

porcentaje de cocaína que pasa por El Salvador es menor, pero

es suficiente para desestabilizar ai país individualmente”. Todos

— Estados Unidos, Guatemala, la ONU— parecen coincidir con

este oficial. Todos.., excepto el Gobierno de El Salvador.

Conexiones viejas, profundas

La interconexión de la pieza salvadoreña en el rompecabezas

centroamericano, sobre todo en ei Triángulo Norte, no se explica

solo desde mapas dibujados con información de inteligencia en

Washington, Nueva York o Viena23. Un breve recorrido histórico

por Ia apertura de ias rutas y por Ia penetración de los grupos de


crimen organizado en los Estados nacionales — sobre todo, en

sus Policías— ilustra, quizá mejor, la gravedad dei problema,

así como su carácter regional, en un mapa interrelacionado

en el que el narcotráfico creció a la vez en los tres países dei

Triángulo Norte. En esencia, resulta muy difícil explicar los

picos en los trasiegos de cocaína por Guatemala y Honduras y

creer que no haya ocurrido lo mismo en EI Salvador.

Los analistas que han estudiado el narcotráfico cn

Centroamérica desde Ia perspectiva histórica —pocos en

realidad, y el mayor interés lo han mostrado universidades y

centros académicos norteamericanos o europeos— coinciden en

que Ia región se abrió al tráfico masivo de cocaina a mediados

dc Ia décade dc los ochenta por la combinación de dos factores,

que a la postre serían los mismos que determinarían los picos

dei flujo por el istmo en Ias siguientes dos décadas: por un

lado, Ia apuesta de los grandes productorcs suramericanos por

el corredor centroamericano, luego de que Estados Unidos

centrO et combate en el tránsito por el Caribe y hubo un boom

en el mercado de la cosia Oeste; y por otro, Ia participación

directa de Ias fuerzas públicas de Ia región. los Ejércitos para

cl caso centroamericano, en Ia creación de Ias condiciones

logísticas necesarias para el trasiego masivo hacia ei Norte. La

complicidad de oficiales de alto rango en Panamá, Nicaragua,

Honduras, Guatemala y El Salvador permitió, por ejemplo,

que los carteles de Medellín y Cati tuviesen acceso a termi

nales aéreas formales, además de a insumos como combustible,

rcpucstos o incluso armas para sus aeronaves.

EI primer postulado, el dcl uso alternativo de Ias rutas dei


Caribe y Centroamérica según ias prioridades dc la estrategia

de combate estadounidense o ia dinthnica de los grupos produc

tores en el Sur, volvió a repetirse a finales de Ia década de los

noventa.

Para entonces, los grandes carteles colombianos habían

desaparecido y se habían transformado en grupos más pequellos

que, a diferencia de sus antecesores en Medellín o Cali, no

tenían capacidad para controlar toda la cadena económica,

desde Ia pmducci6n hasta Ia distribución en ei Norte. Esto hizo

que ias rutas se diversificaran. Entraron en escena, entonces,

los grupos mexicanos que en los siguientes diez altos se apode

ran an dei corredor centroamericano a través dc alianzas con

grupos locales de contrabando.

Los procesos de pacificación en el istmo, así como Ias

reformas políticas emprendidas tras los procesos de negociación

en El Salvador y Guatemala, también hicieron más seguro el

tránsito terrestre por zonas que otrora habían sido de combate,

y para finales dcl siglo XX erail, en su mayoría, territorios14 con

escasa presencia del Estado.

La connivencia de los agentes estatales también se atomizó:

dc la abierta complicidad de los altos mandos militares gracias

a Ia impunidad otorgada por su omnipresente poder, a un

escenario de mayor supervisión formal debido al desarrollo

de procesos políticos en los que, en medio de grandes limita

ciones, st hubo más desarrollo de los mecanismos democráticcs

de control desde el Estado y Ia sociedad civil, además de una

mayor presencia de organismos supranacionales.

Mauricio López Bonilla, el ministro de Gobernación de


Guatemala, cree que Ia evolución dei narcotráfico en su país

debe entenderse a la luz de los fenómenos políticos y econó

micos que afectaron Ia región:

Es Ia geografía, sí, el hecho de que somos el puente entre el Sur

y ei Ncale. peru trmbién son ias decisiones políticas, como el

NAF’TA. que cornó ia frontera Sur de Estados Unidos hacia ei

río Usumacinta. o la decisión dei expresidente (Felipe) Calderón

(de México)25 de hacer Ia guerra a los carteles, que empujó Ia

incursión dc los Zetas al Petén y dei Cartel de Sinaloa?

Como se ha .ceñalado en el capítulo 2. al explicar Ia naw

raleza de Ias estructuras de crimen organizado que funcionan

en El Salvador, y como se verá en capítulos postcriores. la

incursión de operadores mexicanos en Centroamérica terminó

de consolidar Ia transformación de viejos grupos de contraban

distas, que ya operaban al amparo de Ia corrupción policial, en

estructuras de narcotráfico.

El caso dei aeropuerto de llapango demuestra muy bien

estas transformaciones. La terminal aérea inteniacional de El

Salvador en llopango, de uso civil hasta 1980. pero desde su

apertura en 1949 controlada por Ia Fuerza Aérea, jugó entre

1984 y 1986 un papel vital en Ia Operación irán-Contras, con la

que el Gobierno dc Estados Unidos abasteció de armas y dinero

al ejército irregular creado para derrocar al nígimen sandinista

en Nicaragua. Desde ahí, con Ia cobertura extra que daba la

operación clandestina avalada por Washington, el alto mando de

Ia Fuerza Aérea se embarcó en el narcotráfico de altos vuelos.

Dos testimonios, uno dc un mercenario anticastrista cubano-

estadounidense y el otro de uno de los principales lugartc


fientes de Pablo Escobar Gavina, el máximo capo del Cartel

de Medellín, dan cuenta de Ia operación dc narcotráfico desde

instalaciones oficiales en suelo salvadoreño.

A las 5:15 a.m. dei 4 de marzo dc 1992. cuatro hombres

armados con pistolas llegaron a Ia pista El Zapote en C-ara

Sucia, Ahuachapán, en un camión Dina rojo. Bajaron vanas

cajas de madera que subicron a la avioneta matrícula N7O6ML.

La aeronave despegó casi de inmediato con nimbo sur.

Al día siguiente, la Policía Nacional encontró en la Hacienda

San Emigdio de Sonsonate una bomba dc 500 libras de la

Fuerza Aérea camuflada por pintara amarilla como una pieza de

maquinaria pesada.

Los agentes capturaron en la finca a Nelson Comandan, de

47 años, a otros nueve salvadoreños y a dos cubanos. Uno de

los detenidos reveló que tres bombas similares a la incautada

habían viajado a Colombia en Ia avioneta que había despegado

de Cara Sucia10; y, lo más importante, que los vendedores de

los artefactos explosivos eran dos oficiales y un motorista dc

Ia Fuerza Aérea; entre ellos, el coronel Jacobo Leiva, segundo

al mando en flopango y quien ocho años antes había facilitado

la entrada clandestina a El Salvador de bais Posada Carriles,

el principal operador logístico de Ia Operación Irán-Contras


y nexo con el coronel Juan Rafael Bustillo, jefe de Leiva y

máxima autoridad en Ilopango.

En una entrevista con Ia cadena colombiana Cablenoticiastv

en 2012, John Jairo Velásquez Vásquez, (a) Popeye, uno de los

principales lugartenientes de Pablo Escobar Gaviria. confirmó

que Lciva y su red vendieron Ias bombas que cl Cartel de Cali

necesitaba para matar al capo enemigo.


“El oficial vendió papayas de 500 libras... Nosotros lo

sabíamos... Lo que nos salvó es que para tiramos esas bombas

necesitaban aviones que no consiguieron. Después, Carlos

Castaño3 entregó una de esas bombas, y (...) otra Ia detonaron

en Ia selva y hasta le cambiaron el curso a un río”, dijo Popeye.

Empleados y pequeños colaboradores de Ia operación narco

que oficiales del Ejército realizaron en Ilopango en los ochenta

terminaron convertidos en líderes de grupos de crimen organi

zado durante las tres décadas siguientes.

Uno de esos criminales, Miguel Ángel Porn Aparicio.

perpetró en 1996, en el marco de un viejo pleito con agentes

antinarcóticos de Ia Policía Nacional por cargamentos de

cocaína, una dc Ias peores masacres del crimen organizado

ocurridas en cl país.

Otro dc los cxcmplcados dc flopango cl contraban

dista Elmer Bonifacio Medrano Escobar-u’, sigue activo en la

actualidad y, según Ia inteligencia hondureila, es uno de los

nexos entre narcotraflcantes relacionados con Los Perrones

y el taler dei Cartel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, (a)

Chapo Guzmái.

Medrano Escobar, además, fue uno de los contrabandistas)

narcotraficantes que consolidó Ia relación con oficiales de alto

rango desde finales de Ia década de los noventa y ayudo a abrir

los flujos actuales de cocaína que desde Honduras pasan por

EI Salvador en niti hacia Guatemala. El CIP y Romeo», un

operador de ia banda L.os Perrones, coinciden en señalar que

Medrano mantenía a mediados de 2013 relaciones con Chepe

Luna, el narcotraficante que ha infiltrado con más éxito los altos


mandos de Ia PNC.

Todos estos operadores establecieron su poder territorial en

el país como narcotraflcantes a partir de Ia segunda mitad de los

noventa y en Ia primera década del siglo XXI. Militares recon

vertidos en el grupo de liderazgo en ia PNC y operadores polí

ticos han facilitado Ia logística y Ia impunidad necesarias a los

grupos del crimen organizado. Y entre los operadores políticos

más importantes cabe señalar al Chele Tórrez. clavc durante Ias


administraciones dc los presidentes Flores y Saca; y a Herbert

Saca, en Ias de loa presidentes Saca y Funes.

Hasta Ia fecha, según Romeo y un exfuncionario de alto nivel

de la Dirección Genera] de Migración consultados, estos grupos

y operadores no han perdido su capacidad dc truscgar desde

Ilopango. Romeo agrega que hasta poco antes dc su captura en

2009, Reynerio movía droga desde cl viejo aeropuerto hacia

Guatemala. Y el exfuncionario migratorio asegura que en

repetidas ocasiones entre 2009 y 2011 agentes de Ia Dirección

Gcncral dc Migración tuvieron confrontaciones verbales con

oficiales dc la Fuerza Aérea destacados en Ilopango, porque

impedían las inspecciones en algunas acronavcs: “j,Qué

escondían? ¿Por qué Ia reticencia a dejarnos levantar nuestros

informes, algo que por ley tcncmos que hacer, pero que en el

pasado simplemente no se hacía porque los que han mandado

en Ilopango no lo permitían?”.

Gracias a este tipo de protección, los operadores del narco-

tráfico, entre ellos algunos exempleados del aeropuerto de

llapango, “utilizaron el soborno y Ia corrupción antes que Ia

violencia para administrar sus actividadcs (..) establecer

vínculos con políticos en el más alto nivel, con autoridades de


seguridad, con jueces y fiscales (...) y alianzas con políticos

locales y empresarios”.

Gracias en parte a sus vínculos con el poder político, pero

también a sus propias relaciones con grupos similares en

Honduras y Guatemala, los operadores salvadoreños se convir

tieron en piezas indispensables en el complejo mapa del nazco-

tráfico centroamericano.

Romeo relata, por ejemplo, que él fue testigo & una reunión

a inicios de 2008 entre el Chele Tórrez y Juan “Charnalé” Ortiz

López. líder dcl guatemalteco gnipo dc Los Chamalés37, quien.

según el Ministerio dc Gobernación dc Guatemala, controló

hasta 2011 cl tráfico de droga en el extremo suroccidental del

país, al final de la ruia de Sur-Pacífico que conecta directa

mente con México, de ia que también forma parte El Salvador

“Estuvimos en un rancho dei Chamalé, que nos dijeron que valía

20 millones de dólares (...) había hombres armados con Ak-47.

EI Chele Tórrez propició Ia reunión (...) cuando entramos al

rancho, nos protegió Ia Policfa”.

Dice cl operador entrevistado que en esa reunión se pactó

otra en cl Hotel Presidente de San Salvador, en Ia que Juan

Chamalé sirvió de mediador entre el Chele Tórrez y Los

Perrones en un pacto de colaboración para campañas electorales

de Arena, que incluyó el pago de $558.000 a cambio dc cesar Ia

persecución contra Rcyncrio, entonces prófugo en Honduras. EI

exfuncionario & la Dirección General de MigraciónW confirmó

quc Juan Chamalé entraba con regularidad en el país entre 2008

y 2011. nilo en e] que fue capturado.

En Ciudad de Guatemala, detectives relacionados con inves


tigaciones de nareotráfico confirmaron que tanto el Chele Tórrez

como Herbert Saca eran vigilados por la inteligencia guatemal

teca. Eran “personas de interés”, dijeron.

En Washington. dos agentes policiales federales relacionados

con investigaciones de crimen organizado en Centroamérica

aseguraron que su Gobierno también ha seguido Ia pista de

Herbert Saca: “Yo no puedo confirmar que Ia información de

inteligencia que existe pueda iransformarse en una persecución


policial o acciones concretas contra esa persona, pero af que hay

expedientes e infomuición alrededor de él”œ.

Y cn San Salvador, dos miembros de Arena4’ y funcionarios

dei presidente Saca, dijeron que investigadores estadounidenses

los entrevistaron en 2007 y al final de 2009. y fueron interro

gados sobre sus posibles actividades criminales.

Herbert Saca, según tres exrniembros dei Gobierno del presi

dente Saca, tomaba decisiones y ejecutaba opcraciones polí

ticas en los circuitos electorales y en la Asamblea Legislativa

reservados a muy pocos asesores durante esa administración.

“Cuando empezamos a notar que él manejaba dinero de la

partida secreta, se lo dijimos ai presidente en varias ocasiones.

pero no obtuvimos respuesta, hasta que un dfa, ya enojado. él

nos dijo que todo lo que Herbert hacía contaba con su respaldo”,

dijo un exfuncionario dcl presidente Saca42. Tuvo, además, Ia

habilidad de extender su influencia al siguiente quinquenio y

convertirse en un asesor que mantiene comunicación constante

con el presidente Funes’.

La narrativa de negar

El gabinete de seguridad del presidente Funes protagonizó a

mediados de 2013 varias controversias públicas y privadas por


sus políticas en el tema de seguridad, sobre todo en lo referente

al narcotrútìco y las pandillas: polemizó consigo mismo, con

Ia prensa, con analistas e incluso con el Gobierno dc Estados

Unidos y funcionarios de Ia ONU.

Con Ia oposición política, en especial con ia derecha repre

sentada en Arena, el presidente Funes se enfrentó por el tema

dc las pandillas en Ia precaiupaîia de Ia elección presidencial de

20 14: mientras el presidcntc defendía Ia tregua entre Ia MS-13 y

Ia Bai-rio 18 auspiciada por el Ministerio de Seguridad Pública.

el candidato presidencial arenero, asesorado por ei expresidente

Flores, proponía en un spot propagandístico la vuelta dc la

Mano Dur&,

Pero en lo que ia mayoría de funcionarios y políticos dc ia

oposición coinciden es, de nuevo, en bajar el perfil a Ia actividad

dci crimen organizado dedicado al narcoirátìco en El Salvador.

Desde que en 2011 asumió como ministro dc Justicia y

Seguridad hasta mayo de 2013 —cuando Ia Corte Suprema dc

Justicia lo obligó a renunciar tras fallar que su grado militar

era incompatible con ia dirección de la seguridad pública—, ei

general de división David Munguía Payés defendió que cl 90%

dc Ia actividad criminal era responsabilidad de Ias pandillas,

no de grupos más sofisticados, vinculados con el tráfico inter

nacional de drogas y con capacidad de penetrar el entramado

institucional estatal: la PNC, el Ej6rcito, los partidos políticos...

Tres episodios públicos evidencian cata postura. Dos de ellos

están relacionados con Ia captura, el 15 dc marzo dc 2013 en

Guatemala, de Repollo, narcotraficante al que detectives guate

maltccos calificaron como “un capo de la talla de Juan Chamal”.


En Ciudad de Guatemala, una asistente ministerial dijo esto;

“Cuando el Repollo cayó, recuerdo que nosotros, por Ia infor

mación que icnfamos, por el tipo dc contactos que él tenía y

los movimientos que hacía, lo calificamos como un pez gordo,

como alguien importante. y nos sorprendió que en EI Salvador

nos dijeron que no habían oído de él”.

Dos investigaciones pcriodísticas4 publicadas en El Salvador

revelaron que Repollo tenía nexos desde 2004 con el diputado

Wilber Rivera*, y que ia PNC estaba al tanto al menos desde

octubre de 2012. A pesar de esto, ni Fiscalía ni PNC lo inclu

yeron en Ias investigaciones. Más aún: eL 25 dc marzo, diez

días después de Ia captura dei narco en Guatemala. el general

Munguía Payés dijo u reporteros de La Prensa Grdjica que

descartaba, con toda seguridad47. Ia presencia de diputados

implicados en ia trama de Repollo, narcotraficante que se

cree que movió entre 10,000 y 16,000 kilos dc cocaína hacia

Guatemala. Después, ante Ia carga de ia evidencia ptlblica. tuvo

que retractarse.

Herbert Saca también apareció ligado al caso Repollo. Otra

investigación periodística de El Faro estableció que en 2005

Julio César Bonilla, uno dc los cómplices de Repollo, había

transportado un alijo de 25 kilos dc cocaína a Virginia, Estados

Unidos, en un carro que perteneció a Herbert Saca.

Las autoridades no se dieron por enteradas dc esas pistas. de

esos detalles. Al cierre de este libro, transcurridos cuatro meses

ya desde la captura dc Repollo, no habían trascendido avances

en Ia investigación.
Otra negación del general Mungufa Payés ocurrió en ubril de

2013. En un evento en el que participó junto al rcprcscntantc de

Ia UNOI)C para Centroamérica, cl ministro dc Seguridad volvió

a decir que en El Salvador no había grandes organizaciones

de narcotráfico y que cl país era solo una ruta secundaria de

trthsito dc cocaína.

Un mes antes de esa última negación. Guatemala había

capturado a Repollo. Y poco menos de un año antes, el presi

dente Funes había celebrado Ia captura de José Misael Cisneros

Rodríguez, (a) Medio Millón, un narcotraficante vinculado a una

de Ias cucas más violentas dc la MS-13. a quien cl Dcpartamcnto

del Tesoro de Estados Unidos mantiene en una lista de “obje

tivos” dcl Gobierno federal en Washington4M. El 14 de septiembre

de 2010, Medio Millón se había escapado de un amplio operativo

policial en el que participamn unos 100 agentes gracias, según

doa fuentes de la misma PNC!O, a soplos que le llegaron dc un

subinspector. con el aval de un alto jefe dc Ia DAN.

Hubo, en la historia dc Ia investigación de Ia PNC en temas

de narcotráfico. momentos que no fueron de negación. Tras

la firma de los Acuerdos de Paz, vale la pena mencionar tres

episodios en los que Ia narrativa oficial se ha alejado de esa

línea de negar; ninguno de los tres, sin embargo, culminó con

esfuerzos tendientes a revertir la penetración dei crimen organi

zado en cl entramado estatal o en sus aparatos de fuerza a través

dc políticas públicas efectivas de saneamiento institucional o de

combate a Ia narcoactividad.

El primero de esos momentos ocurrió en 1994, como se

apuntó en el capítulo introductorio. Empujado por Ia presión

internacional y avergonzado por Ia participación de altos


mandos de Ia Policía Nacional en actos vandálicos, como el

asalto a una sucursal bancaria a plena luz del día en cl centro de

la capital51, el presidente Calderón Sol reconoció en una entre

vista televisiva que el país estaba amenazado por estructuras de

crimen organizado, algunas de ellas incrustadas en el Estado.

Dos funcionarios dc su gabinete hicieron declaraciones simi

lares. Hugo Barrera llegó a decir que Ia Policía Nacional era el

cuerpo público más corrupto de El Salvador,

Para el final dei quinquenio del presidente Calderón Sol,

Hugo Barrera estaba involucrado en una polémica pública alre

dedor de un grupo paralelo de policías, acusado de cometer

asesinatos extrajudiciales y de obstruir Ia justicia.

El grupo paralelo fuc creado y dirigido por un enigmático

asesor venezolano, Víctor Rivera, de alias Zacarías, quien tuvo

que salir dcl país tras fuertes acusaciones de desviar investiga

ciones en casos de homicidios que involucraban como autores

materiales o intelectuales a policías o a militares de alto rango.

Para Íinales de la primera década del siglo XXI, Zacarías era

asesor dc un ministro dc seguridad, un director y un subdirector

de Policía en Guatemala, quienes en Ia actualidad están presos

en Suiza, Austria y España por vínculos con el crimen oip

nizado y con casos de asesinatos extrajudiciales. Zacarías fue

asesinado en Ia capital guatemalteca por sicarios.

El segundo momento en el que un funcionario salvadoreño

hizo eco de Ia capacidad de penetración del crimen organizado

tuvo menos alcance mediático, pero fue acaso mas relevante por

el detalle de lo revelado.

En 1997, tras Ia cap4ura de una avioneta cargada de cocaína


que había aterrizado en un aeródromo no registrado en el litoral,

cerca dcl aeropuerto internacional, José Luis Tobar Prieto

(entonces jefe de Ia DAN, pero que ha llegado a ocupar el cargo de


director general) dijo a un periodista que los narcos

utilizaban al menos 25 pistas clandestinas y unas 100 fincas y

haciendas desocupadas cerca de las costas o de ias zonas fronte

rizas con Guatemala y Honduras, en cl noroeste del país.

Una de esas pistas, recordó este oficial, fue utilizada en

1993 por narcos relacionados con cl Cartel dc Medellín para

desembarcar 6ß00 kilos dc cocaína que luego guardarían

en Ias llamadas bodcgas San Jorge, en una zona industrial de

San Salvador. Esa droga aterrizó en El Jagüey, en Ias mmc

diacioncs del golfo de Fonseca, territorio controlado por Los

Perrones,

El director Tobar Prieto también dijo aquella vez que el

narcotráfico no era cosa, en El Salvador, dc operadores sin

influencias: “Empresarios, militares y políticos de El Salvador

estAn implicados. Hay personas de todos los estratos sociales,

pero los que controlan el narcotráðìco, como siempre sucede.

son los de mayor infiuencia”.

En 2011. cuando FI Fam reveló Ia existencia del Cartel de

Texis, mencionó en una de sus publicaciones al director Tobar

Prieto, citando informes y fuentes de inteligencia, como uno de

los oficiales vinculados a Ia estructura criminal. Ello negó.

El presidente Funes ha sido el último funcionario en reco

nocer el impacto del narcotráfico en Ias instituciones dcl Estado.

Como ya se ha reseñado, lo hizo ante Ia Asamblea General

de Ia ONU dos años consecutivos, pero al empuje inicial para


investigar a oficiales de la PNC señalados por vínculos con
narcotraficantes, sobre todo con Los Perrones, solo le siguió Ia

desidia y, una vez más, el silencio.

El presidente Funes, de hecho, terminó llevando al extremo

el discurso de Ias dos administraciones que lo precedieron

—Francisco flores y Antonio Saca— dc cnfocar Ia polftica

pública en seguridad en Ias pandillas y dc minimizar los ternas

relacionados con el narcotráfico. No obstante, y a diferencia de

los dos Gobiernos previos, que hicieron énfasis en Ia represión,

se optó por facilitar un pacto” entre Ias dos principales pandi

llas supervisado por el Gobierno, que consistió en otorgar a los

líderes pandilleros encarcelados facilidades dc comunicación

con sus subalternos a cambio de ia reducción en los índices de

homicidios.

La mayoría dc análisis sobre Ia tregua coinciden en que

logró su objetivo inicial de reducir los asesinatos violentos. Las

cifras oficiales también son inapelables en este apartado: de un

promedio de 12-14 homicidios diarios a uno dc 5-6 al día en

poco más de un afio dc tregua.

También hay consenso entre analistas en que las confusas

explicaciones oficiales, aunadas a la narrativa tendiente a restar

importancia al narcotráfico en el mapa de la seguridad pública,

contribuyeron a arrojar dudas sobre Ia posibilidad de que cl


pacto del Estado con Ias pandillas haya hecho Ias cosas aún más

fáciles para los narcos en El Salvador”.

Ricardo Perdorno, sucesor dcl general Mungufa Payés al

frente de Ministerio de Seguridad Pública, aceptó ante un perio

dista loa claroscuros dcl pacto: “Indiscutiblemente, hemos tenido

evidencias dc que en el período este de Ia tregua... hay grupos

que sí han incrementado su accionar en Ia narcoactividad”.


La tregua ha dejado claro también que Ias pandillas han sido

Ias responsables de ia mayoría de los homicidios en Ias últimas

dos décadas: basto que los líderes ordenaran a sus filas dejar de

matar para que los índices se redujeran a menos de Ia mitad.

Y esto también tiende a dar la razón a Ia caraclerizaci&i que

la ONU hace de los usos de Ia violencia que hacen loa grupos

dc narcotráfico: ‘Cuando el crimen está bien organizado, Ias

drogas fluyen sin incidentes (...) con las facilidades que da Ia

corrupción en el más alto nivel”59. Y “el flujo (de cocaína en

EI Salvador) ha sido protegido desde ei más alto nivel y no ha

tenido conexión directa con Ia vioIencia’.

Tanto el Departamento de Estado como Ia ONU han

concluido que las pandillas tienen una relación marginal con ei

narcotrúfico en EI Salvador. En un estudio dc 2007, la UNODC

concluyó: “Los grupos de niaras juegan un rol muy pequeflo

en el tráfico transnacioaai de cocaína. Este sigue siendo el

caso”. Washington ha dicho: “Las pandillas sal’.’adorcfias (...)

han estado relacionadas con ventas callejeras de drogas, pero


no tienden a ser un componente importante en la cadena logís

tica de distribución de los carteles mexicanos, colombianos o de

otras organizaciones de tráfico’.

A propósito dc Ia relación entre pandillas y narcotráfico. el

sofisma extraído dc los informes internacionales parece, otra

vez, apropiado: por un lado, los Gobiernos, desde 2003, han

puesto a Ias pandillas en el centro de Ia narrativa de seguridad

publica; y por otro, tamo el Departamerno de Estado como Ia

ONU aseguran que las pandillas juegan un rol menor en cl

narcotráfico internacional. Ergo. los Gobiernos dc los presi

dentes Flores, Saca y Funes no han combatido cl narcotráfico.


El nuevo escenario

La debilidad del Estado — reconocida por los organismos inter

nacionales y aceptada por el presidente Funes en Ia primera

mitad de su período— también ha permitido que los grupos

de narcotráfico que operan en Centroamérica, los locales y los

transnacionales, usen El Salvador para dos dc Ias actividades

criminales que más se han sofisticado en el último lustro: el

lavado dc dinero y activos, y Ia producción de drogas siinéncas.

El Departamento de Estado, en su informe de 2013 sobre

lavado de dinero y crímenes financieros en cl mundo, no deja

lugar a dudas: “La moneda de curso oficial en El Salvador es el

dólar estadounidense; eso y Ia ubicación geográfica (...) hacen

al país un paraíso ideal para el lavado a grupos transnacionales

de tráfico de drogas, de contrabando y de tráfico de personas”2.

El origen del dinero ilegal, dice Washington, es el narcotráfleo.

“,Estáji Ias instituciones financieras involucradas en tram’

saccioncs de flujos relacionados con el tráfico internacional de

narcóticos que incluyan cantidades considerables de dólares; de

flujoa derivados de ventas ilegales en Estados Unidos; o que

de alguna manera afecten a Estados Unidos”. El repoile dei

Departamento de Estado hace la misma pregunta para cada uno

de los 272 países y territorios que analiza. En el caso de El

Salvador. la respuesta es sí.

En este caso, la alerta también proviene de adentro.

El comisionado Howard Augusto Cotto, exsubdirector de

Investigaciones y director dei Centro Nacional Antidrogas en

2013. ha dichos’ que loa carteles de Ia droga tienen interés en

utilizar el país como centro de lavado.


Los principales métodos de lavado dc dincro en EI Salvador

son Ias remesas, el uso dc compañías fachada. los estaciona

rnientos privados, las agencias de viajes, Ias de importación y

exportación de bienes, y el transporte de carga, aéreo, marítimo

y terrestre.

Ei principal método de blanqueo son Ias transacciones en

efectivo de pequeñas cantidades de dinero, para evitar ia obliga

ción legal de las instituciones financieras dc reportar operaciones

iguales o superiores a £57,000. Estados Unidos, por eso, reco

mienda a El Salvador bajar ese límite a $10,000. Washington. de

hecho, cree que un número “significativo” de remesas enviadas

a través dei sistema tinanciero formal proviene de la venta ilegal

de drogas en los mercados cstadounidcnscsM.

Dos exxninistros’ relacionados con las gestiones económicas

y hacendarías dc dos administraciones diferentes, coinciden


en que el lavado dc dinero proveniente dei narcotráfico en la

economía nacional era evidente desde inicios de ia década dc

2000, y que desde entonces hubo muy poca o ninguna voluntad

política por contrarrestar el problema.

En ci caso dei lavado, además, la situación de El Salvador

rcspccto a la de sus dos vecinos del Triángulo Norte se invierte:

si en el caso del trasiego Guatemala y Honduras ensombrecen al

más pequeño de los tres países, en ci caso de los delitos finan-

cleros, ei problema mayor podría estar en San Salvador.

Informes del Dcpartamcnto de Estado avalan esta hipótesis.

Washington cree que Guatemala y Honduras no son centros

financieros regionales, corno sí lo es El Salvador poria presencia

de banca internacional y su economía dolarizada: sin embargo,

mientras ias autondades salvadoreñas solo condenaron a cuatro


personas en 2012 por lavado, en el mismo período los guate

maltecos lograron 20 condenas en 19 casos, y los hondureños,

10 condenas’.

Desde su despacho en Ciudad de Guatemala, ei ministro de

Gobcrnación, Mauricio López Boniila. asegura que ia incursión

más reciente de los carteles mexicanos en su país y en Ia región

es la producción de metanfetaminas. En los últimos dos años,

los guaternaitecos han visto triplicados los deccirnisos de precur

sores químicos que los narcos utilizan para “cocinar” Ia droga

sintética: “Ya en el altiplano de ias Verapaccs detectamos labo

ratorios grandes, y tenemos inteligencia de cocineros’ mexi

canos que vienen por temporadas a preparar Ia droga y esrán

preparando también a guatemaltecos para I)roduCir directamente

In droga aquí. Es ei plan B de los narcos”.

En el caso de las metanfetaminas, El Salvador también es

parte dei engranaje Los narcotraficantes locales ya empezaron a

slinientar con precursores químicos a sus pares guatemaltecos,


según reveló una investigación de La Prensa GrdJka67: en 2011.

tres empresas fantasma importaron 190 toneladas de precursores

por $3.6 milloncs, que luego enviaron a Guatemala y a México.

A pesar dc Ia recurrente negación oficial, parece claro quc

El Salvador es parte activa de la ruta centroamericana, un país

‘principal” de tráfico, según Washington, y sus narcotraficantes

aperan al amparo de la impunidad que ics ha dado la “protec

ción al más alto nivel tolerada por años”, de Ia que habla Ia

ONU, El país tiene todo el potencial para convenirse, si no lo

cs ya, en un centro internacional de lavado de dinero y activos

del narcotršflco. Además, puso ya su parte en Ia tendencia más

nueva que los carteles internacionales exploran en Ia región: Ia


producción de drogas sintéticas.

“No parece que haya investigaciones activas”, dice Ia ONU

il hablar de una de ias organizaciones criminales salvadoreñas

mejor protegidas, cl Cartel de Texis No las hay. El Gobierno ha

preferido apostarlc al silencio cómplice.

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