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GA201c4. El Hombre: Enigma del Universo

Feb20

Rudolf Steiner — Dornach, 16 de abril de 1920

English version

La naturaleza fundamental y la imaginación del Universo no pueden ser concebidas en su realidad


sin referirla continuamente al Hombre. Una y otra vez debemos tratar de encontrar en el Universo,
lo que existe de una u otra manera en el Hombre. Utilizaremos estas tres conferencias con el fin
de obtener, desde este punto de vista, una especie de imagen del mundo conformada
plásticamente, que pueda llevarnos a la respuesta a la pregunta: ¿Cuál es la relación entre la
moralidad y las leyes naturales en el hombre?.

Cuando estudiamos el Hombre (y aquí estoy solo repitiendo cosas que ya se han hablado y
escrito desde diversos puntos de vista) lo encontramos, en primer lugar, organizado en lo que
podemos llamar Hombre superior y Hombre inferior; y tenemos lo que forma la conexión entre los
dos: el Hombre rítmico, igualando o equilibrando las otras dos partes.

Primero debemos observar que existe una diferencia completa en las leyes que rigen las partes
superior e inferior del hombre. Podemos ver esta diferencia cuando consideramos el hecho de que
el ‘hombre superior’, que está regulado por la cabeza, es en su origen el resultado de leyes
completamente diferentes, que pertenecen a un mundo diferente del mundo de los sentidos.

Esa parte de nosotros que en nuestra última encarnación fue el resultado de las fuerzas del
mundo de los sentidos, es decir, los miembros, se ha convertido en lo que es ahora, la cabeza, a
través de una metamorfosis que tiene lugar entre la muerte y un nuevo nacimiento —no en
relación, por supuesto, con la forma externa, sino con respecto a las fuerzas formativas.

Lo que ahora son los miembros del hombre, se transforma completamente en sus fuerzas —
transmutándose en su constitución suprasensible entre la muerte y un nuevo nacimiento, y
apareciendo en nuestra nueva vida terrestre incorporándose desde el Universo en nuestra
constitución. En esto está suspendido, por así decirlo, el resto del hombre —formado por el
mundo de los sentidos.

Este hecho que podemos encontrar que ya se demostró claramente en Embriología, si


pensáramos racionalmente solo sobre hechos embrionarios. Y de ese modo tenemos en nuestra
cabeza un sistema de leyes que no pertenecen a este mundo en absoluto, salvo solo en su origen,
es decir, en la medida en que estuvo presente en una encarnación anterior. Pero todo lo que ha
causado la transformación del hombre metabólico en hombre cefálico está activo en un mundo
completamente diferente: el mundo en el que vivimos, en el intervalo entre la muerte y un nuevo
nacimiento. Aquí, entonces, otro mundo penetra el mundo de los sentidos. Otro mundo que se
manifiesta en el organismo cefálico del hombre. En cierto sentido, el mundo externo se pone en
correspondencia con este otro mundo, en el sentido de que la cabeza proyecta hacia afuera los
principales órganos de los sentidos. El mundo que se extiende en el espacio y que sigue su curso
en el tiempo, es percibido por el hombre a través de sus sentidos; penetra en el hombre a través
de sus sentidos, y también pertenece en cierto sentido al organismo cefálico. En relación con
nuestros miembros, por otro lado, estamos en un estado de sueño. A menudo he hablado de este
estado de sueño del hombre en relación con su naturaleza volitiva, con todo lo que existe en el
hombre metabólico. No sabemos cómo movemos nuestras extremidades, cómo la voluntad causa
el movimiento; solo examinamos el movimiento después como un fenómeno externo a través de
nuestros sentidos. Estamos dormidos en nuestra organización de las extremidades, en el mismo
sentido en que dormimos en el Universo en el estado de dormir hasta el despertar.

Entonces, tenemos aquí ante nosotros un mundo completamente diferente. Podemos decir:
tenemos un mundo que exteriormente manifiesta en todo lo que perciben nuestros sentidos, todo
lo que percibimos a través de los ojos, los oídos, etc. Pertenecemos a este mundo a través de esa
parte de nosotros que llamamos el hombre cefálico. Nuestra conexión con el mundo que está
detrás de éste es provocada por el hombre metabólico, pero en eso estamos inconscientes;
dormimos en este mundo, ya sea que lo hagamos en el ámbito de nuestra Voluntad, o si
dormimos en el Universo entre nuestro sueño y nuestra vigilia.

Estos dos mundos están realmente constituidos de tal manera que uno se acerca y otro se aleja,
por así decirlo; está detrás del mundo de los sentidos, aunque tenemos nuestro origen en él. El
hombre sintió en los antiguos tiempos —y Oriente aún lo siente— que es posible una
reconciliación entre los dos. Como saben, nosotros en Occidente buscamos la reconciliación de
una manera diferente; pero en el Este, incluso hoy, todavía intentan encontrarlo de una manera
relativamente consciente, aunque sus métodos ya son anticuados para la humanidad actual.

El acto de comer está simbolizado por una línea (dibujo), porque cuando tomamos alimentos, el
proceso siguiente tiene lugar en la esfera del sueño (inconscientemente). No somos conscientes
de lo que realmente está sucediendo cuando comemos un huevo o una col; pues tiene lugar en el
inconsciente, como los acontecimientos del sueño. El repollo y el huevo se manifiestan
exteriormente a nuestra percepción sensorial. Pero cuando los comemos ya pertenecen realmente
a un mundo completamente diferente. La reconciliación, sin embargo, la encontramos en nuestra
respiración.

Aunque esta última es, hasta cierto punto, inconsciente, no lo es en grado tan grande como
nuestra alimentación. A pesar del hecho de que nuestra respiración no es tan consciente como
nuestra audición y visión, es más consciente que el proceso de digestión, por ejemplo; y mientras
que en Oriente hoy, el intento de hacer que el proceso digestivo sea consciente, como regla
general, ha cesado (esto solía hacerse en los viejos tiempos), el proceso de respiración todavía se
hace en cierto sentido conscientemente. (La serpiente lleva el proceso de digestión a la
conciencia, pero la conciencia de la serpiente, por supuesto, no se puede comparar con la
conciencia humana). Hay un cierto entrenamiento de la respiración, donde la inhalación y
exhalación están reguladas de tal manera que el proceso se transforma en una percepción
sensorial. Por lo tanto, encontramos que la respiración se inserta, por así decirlo, entre la
percepción sensorial consciente y la inconsciencia completa de asimilación y transmutación de la
materia física. El hombre, de hecho, habita en tres mundos; el sensible a su conciencia, el otro en
el cual permanece completamente inconsciente, y el tercero (el de la respiración) que actúa como
un enlace de conexión o mediador entre los dos.

Ahora es un hecho que el proceso respiratorio es también un tipo de asimilación; en todo caso, es
un proceso material, aunque se lleva a cabo de una manera más enrarecida; es un estado
intermedio entre la transmutación real de la asimilación de la materia y el proceso de la
percepción sensorial, donde experimentamos completamente conscientes el mundo exterior.
En el estado en que nos encontramos entre quedarnos dormidos y despertar, experimentamos en
el entorno que nos rodea, eventos que solo captamos en nuestra conciencia cotidiana como
sueños. Aquí el hombre se adentra en el mundo que está marcado en la línea (dibujo,) y los
sueños revelan a través de su propia naturaleza cómo el hombre la cruza. Consideren por un
momento la relación de los sueños con el proceso de la respiración, el ritmo de la respiración, con
qué frecuencia se puede rastrear este ritmo en sus actividades posteriores cuando está soñando.
El hombre cruza la frontera, por así decirlo, del mundo de la conciencia, cuando se sumerge
levemente en este otro mundo en el que se encuentra cuando duerme o cuando sueña. Allí yace
también el mundo de las ‘Imaginaciones’. El mundo de las ‘Imaginaciones’ es para nosotros un
mundo plenamente consciente, tenemos una percepción consciente de ese mundo, que
simplemente nos limitamos a sorber, por así decirlo, en nuestros sueños.

Ahora podemos considerar una correspondencia que encontramos que se da, una
correspondencia absoluta, con respecto al Número. Ya he llamado con frecuencia la atención
sobre esta correspondencia entre el Hombre y el mundo en el que evoluciona. He señalado el
hecho de que el hombre, en su ritmo de respiración —18 por minuto— manifiesta algo que está en
notable acuerdo con otros procesos del Universo. Hacemos 18 respiraciones por minuto, que da
cuando se calcula, 25.920 respiraciones en un día. Y llegamos al mismo número cuando
calculamos cuántos días hay en el término medio de una vida de 72 años. Eso también da unos
25.920 días; así que podemos decir que exhalar nuestro cuerpo astral y yo, al quedarnos
dormidos e inhalarlos nuevamente al despertar, siempre está en conformidad con el mismo ritmo
numérico.

Y nuevamente, cuando consideramos cómo se mueve el Sol —si aparentemente o realmente, eso
ahora no importa— avanzando un poco cada año en lo que llamamos la precesión de los
equinoccios, cuando consideramos la cantidad de años que le lleva al Sol hacer este viaje
alrededor de todo el Zodíaco, una vez más obtenemos 25.920 años, el año platónico.

El hecho es que esta vida humana nuestra, dentro de los límites establecidos por el nacimiento y
la muerte, está ciertamente configurada, hasta en sus procesos más infinitesimales —como
hemos visto en la respiración— de acuerdo con las leyes del Universo. Pero en la correspondencia
que hemos observado hasta ahora entre el Macrocosmos y el Hombre, el Microcosmos, hemos
hecho nuestras observaciones en un ámbito donde la correspondencia es obvia y evidente. Sin
embargo, hay otras correspondencias muy importantes. Por ejemplo, consideren lo siguiente.
Quiero llevarles a través del número a otra cosa que tengo que presentar. Tomen las 18
respiraciones por minuto, que hacen 1.080 respiraciones por hora, lo que multiplicado por 24
horas, nos da 25.920 respiraciones; es decir, debemos multiplicar: 18 X 60 X 24 para llegar a
25.920.

Considerando esto en relación con el ciclo de la precesión de los equinoccios, y dividiéndolo por
60 y nuevamente por 24, obtendríamos naturalmente 18 años. ¿Y qué significan realmente estos
18 años? Consideren estas 25,920 respiraciones que corresponden a un día humano de 24 horas;
en otras palabras, este día de 24 horas es el día del Microcosmos. Y estas 18 respiraciones
pueden servir como unidad de ritmo.

Y ahora tomen el círculo completo descrito por la precesión de los equinoccios, y llámenlo, no un
año platónico, sino un gran Día de los Cielos, un día Macrocósmico. ¿Cuánto tiempo debe ocupar
una respiración en esta escala para que pueda corresponderse con la respiración humana? Su
duración debería ser de 18 años, una respiración hecha por el Ser correspondiente al
Macrocosmos.

Si tomamos las afirmaciones de la astronomía moderna —no necesitamos interpretarlas aquí,


hablaremos más adelante de su significado— encontraremos que es indiferente si suponemos que
el movimiento del Sol o el movimiento de la Tierra es aparente; eso no nos concierne, pero
tomemos ahora lo que el Astrónomo de hoy llama la Nutación del Eje de la Tierra.
Ustedes saben que el eje de la Tierra esta oblicuo sobre la Eclíptica, y que los Astrónomos hablan
de una oscilación del eje de la Tierra alrededor de este punto y lo llaman ‘Nutación’. Este eje
completa una revolución alrededor de este punto en aproximadamente 18 años (en realidad son
18 años, 7 meses, pero no necesitamos considerar la fracción, aunque también es posible calcular
esto con exactitud). Pero algo más está íntimamente conectado con estos 18 años. Porque no es
solo por el hecho de ‘Nutación’ —este ‘temblor’, esta rotación del eje de la Tierra en un doble
cono alrededor del centro de la Tierra, y el período de 18 años para su finalización— no es solo
este hecho el que tenemos que fijar en nuestras mentes, sino que encontramos que
simultáneamente se produce otro proceso. La Luna aparece cada año en una posición diferente
porque, como el Sol, ella asciende y desciende a través de la eclíptica, procediendo en una
especie de movimiento oscilante una y otra vez hacia la eclíptica desde el Ecuador. Y cada 18
años vuelve a aparecer en la misma posición que ocupó 18 años antes. Ven que hay una conexión
entre esta Nutación y el camino de la Luna. La nutación en verdad no indica más que el camino de
la Luna. Es la proyección del movimiento de la Luna. Para que podamos realmente observar la
“respiración” del Macrocosmos solo necesitamos seguir el camino de la Luna en 18 años o, en
otras palabras, la Nutación del eje de la Tierra. La Tierra baila, y baila de tal manera que describe
un cono, un cono doble, en 18 años, y este baile es un reflejo de la respiración Macrocósmica.
Esto ocurre tantas veces en el año macrocósmico como las 18 respiraciones humanas durante el
día microcósmico de 24 horas.

Entonces realmente tenemos una respiración Macrocósmica por minuto en este movimiento de
Nutación. En otras palabras, observamos esta respiración del Macrocosmos a través de este
movimiento de Nutación de la Luna, y tenemos ante nosotros lo que corresponde a la respiración
en el hombre. Y ahora, ¿cuál es el significado de todo esto? El significado de esto es que a
medida que pasamos de la vigilia al sueño, o solo del estado totalmente consciente al sueño,
entramos en otro mundo, y en contra de las leyes ordinarias del día, los años, etc., y también del
año platónico, encontramos en esta inserción del ritmo lunar, algo que tiene la misma relación en
el macrocosmos, que la respiración, el proceso semiconsciente de la respiración, tiene para
nuestra plena conciencia. Por lo tanto, no solo debemos considerar un mundo que se extiende
ante nosotros, sino otro mundo que se proyecta y penetra en el nuestro.

Así como tenemos ante nosotros una segunda parte del organismo humano, al observar el
proceso de respiración, es decir, al hombre rítmico, en oposición al hombre perceptivo o cefálico,
así tenemos en lo que aparece como el movimiento lunar anual, o más bien los 18 años de
movimiento de la Luna, la identidad entre un año y una respiración humana; tenemos este
segundo mundo interpenetrando el nuestro.

Por lo tanto, no puede haber ninguna posibilidad de tener un solo mundo en nuestro entorno.
Tenemos este mundo que podemos seguir como el mundo de los sentidos; pero luego tenemos
otro mundo, cuyos fundamentos están establecidos dentro de otras leyes y que se encuentra
exactamente en la misma relación con el mundo de los sentidos, como nuestra respiración lo hace
con nuestra conciencia; y en ese otro mundo se nos revela tan pronto como lo interpretamos de la
manera correcta este movimiento de la Luna, esta Nutación del eje de la Tierra.

Estas consideraciones deberían permitirles hacerse conscientes de la imposibilidad de investigar


de una manera unilateral las leyes que se manifiestan en el mundo. El pensador materialista
moderno está buscando un sistema único de leyes naturales. En esto se engaña a sí mismo; lo
que debería decir es más bien lo siguiente: “El mundo de los sentidos es ciertamente un mundo
en el que me encuentro incrustado y al que pertenezco; es ese mundo el que es explicado por la
ciencia natural en términos de Causa y Efecto. Pero otro mundo lo interpenetra y está regulado
por leyes diferentes. Cada mundo está sujeto a su propio sistema de leyes”. Mientras
mantengamos la opinión de que un tipo de sistema de leyes podría ser suficiente para nuestro
mundo, y que todo depende del hilo de la Causa y el Efecto, siempre seremos víctimas de una
completa ilusión. Solo cuando podemos percibir a partir de hechos tales como el movimiento de
la Luna o la nutación del eje de la Tierra, que otro mundo se extiende dentro de este, solo
entonces estaremos en el camino correcto.

Y ahora, como pueden ver, estas son las cosas en las que lo llamado espiritual y lo material se
tocan, o digamos lo psíquico y lo material. El que puede observar fielmente lo que está contenido
en su propio ser encontrará lo siguiente. Estas cosas deben señalarse gradualmente a la
humanidad. Hay muchos entre ustedes, que ya pasaron los 18 años y aproximadamente 7 meses
de edad. Ese fue un período importante. Otros habrán superado el doble de años (37 años y 2
meses) entrando de nuevo en un tiempo importante. Después de eso tenemos un tercer período
muy trascendental, 18 años y siete meses después, a la edad de 55 años y 9 meses. Pocos
pueden darse cuenta todavía, al no haber sido capacitados para hacerlo, de los efectos y cambios
importantes que tienen lugar dentro del alma individual en esos momentos. Las noches pasadas
durante estos períodos son las noches más importantes en la vida del individuo. Es aquí donde el
Macrocosmos completa sus 18 respiraciones, completa un minuto, y el Hombre, por así decirlo,
abre una ventana que enfrenta un mundo completamente diferente. Pero como dije, el hombre
todavía no puede observar estos puntos en su vida. Sin embargo, todo el mundo podría intentar
dejar que su ojo mental mire hacia atrás a lo largo de los años que han pasado, y si se tiene más
de 55 años podrá reconocer tres épocas tan importantes; otros dos, y la mayoría de ustedes en
cualquier caso una! En estas épocas se producen eventos que se precipitan a este mundo desde
uno muy diferente. Nuestro mundo se abre en estos momentos a otro mundo.

Si deseamos describir esto con mayor claridad, podemos decir que nuestro mundo está en esos
momentos penetrado de nuevo por ciertas corrientes astrales; fluyen dentro y fuera. Por supuesto,
esto sucede todos los años, pero estamos ocupándonos de estos 18 años, ya que corresponden
a las 18 respiraciones por minuto. En resumen, nuestra atención se dirige a través del reloj
cósmico hacia la respiración del Macrocosmos, en el que estamos incrustados. Esta
correspondencia con el otro mundo, que se manifiesta a través del movimiento de la Luna, es
excepcionalmente importante. Porque, como ven, el mundo que en estos momentos se proyecta
en el nuestro, es el mismo mundo al que pasamos durante nuestro sueño, cuando el yo y el
cuerpo astral abandonan el cuerpo físico y etérico. No deben pensar que el mundo que compone
nuestro entorno cotidiano está meramente impregnado de manera abstracta por el mundo astral;
más bien deberíamos decir que respiramos en el mundo astral, y podemos observar lo astral en
este proceso de respiración a través del movimiento o nutación de la Luna. Observaran que aquí
hemos llegado a algo de gran importancia. Si recuerdan lo que dije recientemente, podemos
ponerlo de la siguiente manera. Tenemos, por un lado, nuestro mundo tal como se observa
generalmente; y tenemos además, la superstición materialista que, por ejemplo, si miramos hacia
arriba, vemos el Sol, una bola de gas, como se describe en los libros. Esto es una tontería. El Sol
no es una bola de gas; pues en ese lugar donde está el Sol, hay algo menos que un espacio vacío,
es una succión, un cuerpo absorbente, de hecho, mientras que a su alrededor está lo que ejerce
presión. En consecuencia, en lo que nos viene del Sol no tenemos que ver con nada que
constituya un producto de la combustión en el Sol; pero se refleja todo lo que se transmite al Sol
desde el Universo.

Donde está el sol, hay una oquedad más vacía que el espacio. Esto se puede decir de todas las
partes del Universo donde encontramos el Éter. Por esta razón es tan difícil para el físico hablar
del Éter, porque él piensa que el éter también es materia, aunque más enrarecida que la materia
ordinaria. El materialismo todavía está muy ocupado con este perpetuo “enrarecimiento”, tanto el
materialismo de la ciencia natural como el materialismo de la Teosofía. Distingue primero la
materia densa; después la materia etérea —más enrarecido; luego, la materia astral —aún más
enrarecida; y le sigue lo “mental” y no sé qué más, ¡siempre más y más rarificado!

La única diferencia (en esta teoría de la rarefacción) entre las dos formas de materialismo es que
uno reconoce más grados de enrarecimiento que el otro. Pero en la transición de materia
ponderable a éter no tenemos nada que ver con rarefacción. Cualquiera que crea que en Éter nos
tenemos que ver simplemente con un proceso de ‘enrarecimiento’ es como si un hombre que
dice: ‘Tengo aquí un bolso lleno de dinero; lo voy sacando repetidamente y cada vez hay menos
dinero. Me lo voy gastando hasta que por fin no queda nada”. No queda nada, ¡pero aún puede
continuar! La ‘nada’ puede hacerse menos que nada; porque si se endeuda, el dinero se vuelve
menos que nada. De la misma manera, no solo la materia se convierte en espacio vacío, sino que
se vuelve negativa, menos que nada —más vacía que el vacío, asumiendo una naturaleza
‘chupadora’. El éter está chupando, absorbiendo. Presionando la materia. El éter se absorbe. El
sol es absorbente, una bola de succión, y dondequiera que esté presente el éter, tenemos esta
fuerza absorbente.

Aquí damos un paso hacia el otro lado, el otro aspecto del espacio tridimensional: pasamos de la
presión a la succión. Lo que inmediatamente nos rodea en este mundo, aquello de lo que estamos
constituidos como hombres físicos y hombres etéricos, es a la vez apremiante y absorbente.
Somos una combinación de ambos; mientras que el Sol posee solo el poder de la succión, siendo
nada más que éter, nada más que succión. Es la onda ondulante de presión y succión, la materia
ponderable y el éter, las que forman en su alternancia una organización viviente. Y el organismo
vivo respira continuamente en el mundo astral; la respiración se expresa a través del movimiento o
nutación de la Luna. Y aquí comenzamos a adivinar un segundo miembro o principio de la
construcción del mundo; el primer miembro —presión y succión, físico y etérico; el otro, el
segundo —astral. Lo astral no es ni físico ni etérico, sino que se inhala y exhala continuamente; y
la nutación demuestra este proceso.

Ahora, un cierto hecho astronómico fue observado incluso en los tiempos más antiguos. Muchos
miles de años antes de la era cristiana, los egipcios sabían que, después de un período de 72
años, las estrellas fijas en su curso aparente ganan un día en el Sol. Nos parece, aunque no sea
así, que las estrellas fijas giran y el Sol gira también, pero que este último gira más lentamente, de
modo que después de 72 años las estrellas están notablemente por delante. Esta es la razón del
movimiento del punto vernal (el punto equinoccial de primavera); a saber, que las estrellas se van
desplazando. El equinoccio de primavera se aleja cada vez más, las estrellas fijas han alterado su
lugar en relación con el sol. Brevemente, los hechos son que si seguimos el camino de una
estrella fija y anotamos el punto donde el Sol se encuentra sobre ella, encontramos que la estrella
que ocupaba una posición el 30 de diciembre, después de 72 años el Sol llegara a ese punto de
nuevo el 31 de diciembre. El sol ha perdido un día. Después de un lapso de 25.920 años, esta
pérdida es tan grande, que el Sol ha descrito una revolución completa y una vez más ha vuelto al
lugar que anotamos. Vemos por lo tanto que en 72 años, el Sol está un día detrás de las estrellas
fijas. Ahora estos 72 años son aproximadamente el período de vida normal del Hombre, y está
compuesto por 25,920 días.

Por lo tanto, cuando multiplicamos 72 años por 360, y consideramos que la duración humana de
la vida es un día cósmico, tenemos la vida humana como un día del Macrocosmos. El hombre es
exhalado, por así decirlo, del Macrocosmos; su vida es un día en el año macrocósmico.

De modo que esta revolución, este círculo descrito por la precesión de los Equinoccios, que
indica el año macrocósmico, como ya lo sabían los egipcios hace miles de años (ya que
consideraban este período de 72 años como muy importante), esta aparente revolución del punto
de Vernal está conectada con la vida y la muerte del Hombre en el Universo, con la vida y la
muerte, es decir, en el Macrocosmos. Y las leyes de la vida y la muerte del Hombre son algo que
estamos obligados a seguir. Ya hemos encontrado cómo la nutación apunta a otro mundo; así
como nuestro mundo de percepción de los sentidos apunta a un mundo, la nutación señala a otro,
al mundo de la respiración. Y ahora, a través de lo que la astronomía actual llama ‘precesión’,
tenemos algo que podemos llamar una transición, una transición esta vez a un estado de sueño
profundo, una transición a otro más, a un tercer mundo. Tenemos así tres mundos,
interpenetrados entre sí, interrelacionados; pero no debemos intentar simplemente combinar estos
mundos desde el punto de vista de la causalidad. Tres mundos, un mundo tripartito, como el
Hombre es un ser triple; uno, el mundo de los sentidos que nos rodea, el mundo que percibimos;
un segundo mundo cuya presencia esta indicada por los movimientos de la Luna; y un tercero que
se nos da a conocer por el movimiento del punto equinoccial, o podríamos decir, por el camino
del Sol. Este tercer mundo de hecho permanece tan desconocido para nosotros como el mundo
de nuestra propia voluntad es desconocido para nuestra conciencia ordinaria.

Por lo tanto, es importante buscar en todas partes las correspondencias entre el Microcosmos
humano y el Macrocosmos. Y cuando hoy el Oriental, aunque sea de una manera decadente,
busque adquirir conciencia de la respiración, como se hizo en la antigua sabiduría Oriental, es la
manifestación del deseo de desviarse hacia este otro mundo que de otro modo solo se podría
reconocer a través de la Luna, por así decirlo, que actúa en nuestro mundo. Pero en aquellos
tiempos en que aún existía una sabiduría ancestral que venía al hombre de una manera diferente a
la que tenemos hoy en día para buscar la sabiduría, en aquellos tiempos el hombre también sabía
cómo ver este funcionamiento de las leyes internas en otras conexiones y correspondencias.

En el Antiguo Testamento, los Iniciados, que estaban familiarizados con estos asuntos, usaban
siempre cierta ilustración o imagen: la imagen, a saber, de la relación entre la luz de la Luna y la
luz del Sol. Esto también lo podemos encontrar en cierto sentido en los Evangelios, como les he
mostrado recientemente.

Generalmente hablamos de que la luz de la Luna está reflejando la luz solar. Estoy hablando ahora
en el sentido de la física, y tendré que mostrar más adelante que estas expresiones son realmente
muy inexactas. La luz de la Luna representa en el Antiguo Testamento el poder de Iahvé o Jehová.
Este poder fue concebido como un poder de reflexión, y los Iniciados, —aunque no por supuesto
los rabinos ortodoxos del Antiguo Testamento— sabían: El Mesías, el Cristo vendrá, y Él será la
luz solar directa. Iahvé es solo su reflejo anticipado. Iahvé es la luz solar, pero no la luz solar
directa. Por supuesto, aquí estamos hablando no de la luz solar física, sino de la realidad
espiritual.

Cristo entró en la evolución humana, Él había estado presente previamente solo en la reflexión, de
manera indirecta en la forma de Jehová. Y surgió la necesidad de pensar en Cristo, que vivió en
Jesús, como resultado de un conjunto de leyes diferente a las que pertenecen a la ciencia natural
ordinaria. Pero si no admitimos este otro conjunto de leyes, si creemos que el mundo existe solo
como el resultado de causa y efecto, entonces no hay lugar para Eso que llamamos el Cristo.
Debemos preparar Su lugar mediante nuestro reconocimiento de tres mundos interpenetrantes.
Luego se crea la posibilidad de poder decir: “puede ser que en este mundo de los sentidos todo
esté relacionado a través de la ley de causa y efecto mantenida por la ciencia natural, pero otro
mundo impregna a este, y a este otro mundo pertenece todo lo que ha sucedido en el mundo que
tiene conexión con el Misterio del Gólgota”.

En nuestros tiempos, cuando el deseo de comprender estos asuntos se hace cada vez más
manifiesto, es importante darse cuenta de que esta comprensión debe buscarse a través del
reconocimiento de estos tres mundos interpenetrantes, que existen simultáneamente y son
completamente diferentes unos de otros. Esto significa que debemos buscar no solo un sistema
de leyes, sino tres; y debemos buscarlos dentro del Hombre mismo.

Si consideran bien lo que acabo de decir, verán que no servirá adoptar los métodos del sistema
copernicano, simplemente dibujando elipses para mostrar el camino de Saturno, de Júpiter, de
Marte, de la Tierra, de Venus y Mercurio y, por último, del Sol. Eso no es lo que se quiere en
absoluto. Lo que se quiere es más bien mirar las leyes que están activas en los mundos que son
físicamente perceptibles y ver cómo estas leyes son recortadas por un conjunto de leyes
totalmente diferentes; y que especialmente la presente Luna, en su movimiento, presenta algo que
de ninguna manera está relacionado causalmente con el resto del Sistema Estelar, como sería el
caso si la Luna fuera miembro de ese Sistema, como los otros planetas. Sin embargo, la Luna
debe ser referida a un mundo completamente diferente, que se inserta, por así decirlo, en el
nuestro, y que indica el proceso de respiración de nuestro Universo, como que el Sol indica la
interpenetración de nuestro Universo por el Éter.

Antes de que uno se dedique a la Astronomía, debe educarse en un sentido cualitativo con
respecto a lo que se mueve en el espacio, con respecto a las cosas que son interdependientes en
el espacio. Para uno debe estar bastante claro que la materia del Sol y cualquier otra materia —la
materia de la Tierra, por ejemplo— bajo ninguna circunstancia se puede llevar a una relación
simple; porque la materia del Sol es, en comparación con la materia de la Tierra, algo que absorbe
y chupa, mientras que esta última ejerce presión. Los movimientos que se expresan en nutación
son movimientos que proceden del mundo astral, y no de cualquier cosa que se pueda encontrar
en los principios de Newton. Es este newtonismo el que nos ha llevado tan lejos en el
materialismo, porque se aprovecha de las abstracciones más extremas. Habla de una fuerza de
gravitación. El Sol, dice, atrae a la Tierra, o la Tierra atrae a la Luna; existe una fuerza de atracción
entre estos cuerpos, como un cable invisible. Pero si realmente no existiera más que esta fuerza
de atracción, no habría motivo para que la Luna girara alrededor de la Tierra, o la Tierra alrededor
del Sol; la Luna simplemente caería sobre la Tierra. Esto de hecho habría sucedido hace siglos, si
solo estuviera actuando la gravitación; o la Tierra habría caído en el Sol. Por lo tanto, es
completamente imposible para nosotros considerar solo la gravitación como medio para explicar
los movimientos imaginarios o reales de los cuerpos celestes. Entonces, ¿qué hacen? ¡Veamos!:
Aquí tenemos un Planeta imbuido con un deseo constante de caer en el Sol, suponiendo que
solamente tuviéramos la ley de la gravitación. Pero ahora supondremos que a este Planeta en
algún momento se le ha dado otra fuerza, una fuerza tangencial. Este ímpetu actúa con tal y tal
poder, y la fuerza de gravitación actúa al mismo tiempo con tal y tal poder, de modo que
eventualmente el planeta no cae en el Sol, sino que tiene que moverse a lo largo de una línea que
resulta de ambas fuerzas .

Ven que la teoría de Newton considera necesario asumir algún tipo de ímpetu original, una
especie de primer impulso en el caso de cada planeta, de cada cuerpo celeste en movimiento.
Siempre debe haber algún Dios extra-mundano en alguna parte, que dé este ímpetu, que imparta
esta fuerza tangencial. Esto siempre se presupone; y recuerden, esta suposición fue hecha en un
momento en que habíamos perdido toda idea de poner lo material y lo espiritual en cualquier tipo
de conexión, cuando éramos incapaces de concebir algo más que un “empujón” perfectamente
externo.

Aquí tenemos un ejemplo de la incapacidad del materialismo para comprender la materia. En


repetidas ocasiones les he llamado la atención sobre esto. Se sigue que, por lo tanto, el
materialismo tampoco es capaz de entender los movimientos de la materia, y se ve obligado a dar
una explicación bastante antropomórfica de ellos, imaginando a Dios como un ser con atributos
totalmente humanos, que simplemente le da un empujón a la Luna y empuja a la Tierra. La Tierra y
la Luna se “atraen” entre sí —y he aquí, de estas dos fuerzas, el empuje y la atracción, tenemos
sus movimientos en los cielos.
Es a partir de ideas de este tipo como se construye hoy el sistema solar. Pero para obtener una
comprensión real del Universo es absolutamente necesario buscar la conexión entre lo que vive
en el Hombre y lo que vive en el Macrocosmos. Pues el hombre es un microcosmos real en el
macrocosmos. De esto hablaremos más mañana.

Traducido por Gracia Muñoz en febrero de 2018.

GA233ac3. El secreto de la Luna. Los Misterios de Primavera y Otoño

Ene13

Del ciclo: La Fiesta de Pascua en relación con los Misterios (GA233a)

Rudolf Steiner – Dornach, 21 de abril de 1924

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Continuando nuestro tema de las dos últimas conferencias, ahora indicaré el aspecto astronómico
de la Fiesta de Pascua. Para este fin, primero será necesario tocar algunos de los hechos
relacionados con el llamado secreto de la Luna.

En todas las épocas, dondequiera que haya conocimiento de la Sabiduría de los Misterios, los
hombres hablaron del secreto de la Luna que estaba conectado con el ser del hombre, en la
medida en que el hombre mismo, en su naturaleza plena, está conectado con todo el Cosmos, tal
como él está conectado, con respecto a su cuerpo físico, con la Tierra. Ahora con la época del
materialismo ha ocurrido que de estos espacios lejanos del Cosmos cuya vida espiritual se
expresa en las formas de las constelaciones y en los movimientos de las estrellas errantes, nada
ha permanecido en la conciencia humana excepto la apariencia externa de las estrellas, el cálculo
de sus movimientos si son planetas, y así sucesivamente.

Estudiar estas cosas en el camino de la astronomía moderna es como si debiéramos considerar


las medidas externas y las proporciones y condiciones de movimiento del cuerpo humano en
completa inconsciencia del hecho de que un alma y un espíritu impregnan ese cuerpo físico. Es
como si uno olvidara que en las proporciones y movimientos de este cuerpo, se expresan el alma
y el espíritu.

Ahora en el ser humano, hacen su aparición un alma y espíritu reunidos en un yo. Pero en el
organismo del universo, visto y considerado espiritualmente, no es solo un alma y un espíritu lo
que se expresa, sino una multiplicidad. Es una multiplicidad inconmensurable e infinita de seres
espirituales que se expresan en las formas de las constelaciones, en los movimientos de los
planetas, en la luz radiante de las estrellas, y así sucesivamente.

Toda la multitud de seres espirituales que viven en las estrellas están conectados con la vida
interior del ser humano, así como las sustancias del entorno de la Tierra disponibles para la
nutrición humana están conectadas con el hombre físico. Y la primera y más cercana relación del
hombre con el gran universo tiene que ver con lo que podemos llamar el secreto de la Luna.

Considerada externamente, la Luna aparece desde el aspecto terrenal en constante metamorfosis.


En el momento presente, vemos el disco lleno de la Luna brillando intensamente. Después la
veremos de manera diferente y tenemos que suponer que está parcialmente iluminada, medio
iluminada, cuarto iluminada, y así sucesivamente. Además, está esa apariencia de la Luna cuando
se retira por completo de nuestra visión externa, el tiempo que llamamos Luna Nueva, y
finalmente tenemos el regreso a la Luna Llena.

Hoy en día todo esto se explica como si la Luna fuera un cuerpo material que se moviera fuera en
el espacio cósmico, iluminada desde varias direcciones por el Sol y mostrándose así a nuestra
visión en diferentes siluetas y formas. Pero esto de ninguna manera agota lo que la Luna es para
la Tierra y especialmente para la humanidad en la Tierra. Para la Luna especialmente, debemos
entender claramente lo siguiente. Cuando miramos algo que se nos representa tan evidentemente
en superficies físicas como la Luna Llena, mostrándonos un aspecto físico, vemos algo
completamente diferente en su apariencia de lo que es cuando se revela a sí misma como la Luna
Nueva. La Luna Nueva, a través de todas las relaciones cósmicas en las que se encuentra, no
puede revelarse directamente. Ahora sin embargo, no debemos imaginar que la influencia de la
Luna está ausente cuando no se revela como un fenómeno exterior. En los momentos cuando a
través de las relaciones del mundo entero tomamos conciencia de la aparición de la Luna Nueva,
en estos momentos la Luna está presente de manera invisible y por esta misma razón está
presente de una manera más espiritual que cuando nos aparece en la luz física como la Luna
Llena. Por lo tanto, la Luna está presente, ahora en una forma completamente física y ahora de
nuevo en una forma completamente espiritual. De hecho, tenemos la alternancia rítmica perpetua
entre la manifestación física y la manifestación espiritual de la Luna.

Para entender realmente lo que esto significa, debemos mirar hacia atrás al evento que se
describe, por ejemplo, en mi libro, La Ciencia Oculta. La Luna estuvo una vez dentro de la Tierra;
pertenecía al cuerpo de la Tierra. Salió del cuerpo de la Tierra y se convirtió en un satélite como lo
llamamos, o en el planeta que acompaña a la Tierra. Se separó de la Tierra y ahora circula a su
alrededor.

Ahora, en el tiempo en que estaba unida a la Tierra, la luna influenciaba al ser humano desde la
Tierra misma. El hombre era por supuesto un ser muy diferente cuando se posicionó y evolucionó
en una Tierra que todavía contenía a la Luna dentro de su cuerpo. La Tierra quedo empobrecida
de todo el contenido de la Luna cuando salió de ella; y ahora desde abajo, el hombre es moldeado
y retenido por otras fuerzas, es decir, solo por las fuerzas de la Tierra, ya no por las fuerzas
conjuntas de la Tierra y de la Luna. Por otro lado, lo que trabajaba en él desde la Tierra, desde
dentro hacia afuera cuando la Luna todavía estaba dentro de la Tierra, ahora trabaja sobre él
desde fuera hacia adentro, es decir desde la Luna hacia la Tierra.

Por lo tanto, podemos decir: las fuerzas de la Luna una vez atravesaron al ser humano, incidiendo
primero sobre sus extremidades, sobre sus pies y piernas y luego fluyendo a través de él desde
abajo hacia arriba. Pero dado que la Luna ha abandonado la Tierra, las fuerzas de la Luna trabajan
sobre él de forma inversa, desde la cabeza hacia abajo. Y como resultado, las fuerzas de la Luna
ahora tienen una tarea para el hombre bastante diferente de la que tenía antes. ¿Cómo se
manifiesta esto? Se manifiesta de la siguiente manera. Cuando el hombre desciende de lo
preterrenal a esta vida terrenal, experimenta ciertas vivencias definidas. Él pasó el tiempo entre la
muerte y un nuevo nacimiento. Él ha absuelto, en lo que concierne a su alma y espíritu, todo lo
que debe ser absuelto entre la muerte y un nuevo nacimiento, y ahora se prepara para descender
a la Tierra para unirse con la naturaleza corporal física que le es dada por el padre la y madre. Sin
embargo, antes de que pueda encontrar la posibilidad de que su yo y su cuerpo astral se unan
con lo físico, primero debe vestirse con un cuerpo etérico que atrae hacia él desde el Cosmos
circundante.

Este es el proceso que ha cambiado fundamentalmente desde el momento en que la Luna salió de
la Tierra. Antes de la partida de la Luna, cuando el hombre había absuelto la vida entre la muerte y
un nuevo nacimiento y se acercaba a la Tierra una vez más, necesitaba ciertas fuerzas para atraer
e incorporar la forma de un cuerpo etérico alrededor del yo y cuerpo astral, el éter que se dispersa
por todo el Universo. Estas fuerzas que recibió cuando se acercaba a esta vida terrenal, las
recibía de la Luna que entonces estaba dentro de la Tierra.

Desde que la Luna dejó la Tierra, el hombre ha recibido las fuerzas que necesita para construir su
cuerpo etérico fuera de la Tierra, es decir, desde la Luna, que ahora está dividida. Así,
inmediatamente antes de su entrada en la vida terrenal, el hombre debe recurrir a lo que es
inherente a las fuerzas de la Luna, es decir, a un principio cósmico, para construir su cuerpo
etérico. Ahora bien, este cuerpo etérico debe construirse de tal manera que tenga, por así decirlo,
un aspecto exterior y otro interior. Cuando el hombre forma el aspecto externo de este cuerpo
etérico, necesita las fuerzas de la luz, ya que junto con otras sustancias, el cuerpo etérico se crea
sobre todo a partir de la luz que fluye del Cosmos. Pero la luz del sol es inútil para este propósito;
La luz del sol no puede proporcionar las fuerzas que permitan al cuerpo humano formar su cuerpo
etérico. Para esto, se necesita la luz que brilla desde el Sol hasta la Luna y se remonta
nuevamente desde la Luna. Y mediante este proceso de reflexión, la luz del sol se transforma
esencialmente. En efecto, toda la luz que irradia desde la Luna al Cosmos contiene la fuerza por la
cual el hombre, al descender, puede formar el aspecto exterior de su cuerpo etérico. Por otro
lado, todo lo que brota espiritualmente de la Luna cuando está en la fase de Luna Nueva, todo
esto irradia al Cosmos las fuerzas que el hombre necesita para formar el aspecto interno de su
cuerpo etérico. Por lo tanto, este ritmo del brillo externo de la Luna y de su oscurecimiento le
permite al hombre formar el lado externo e interno de su cuerpo etérico.

Ahora, lo que las fuerzas de la Luna hacen para el hombre depende esencialmente del hecho de
que la Luna no es el mero cuerpo físico del que la ciencia moderna cuenta sus historias, sino que
está impregnado en todas partes por la espiritualidad. La Luna en sí misma contiene una multitud
de seres espirituales.

A menudo he explicado cómo son estas cosas. La Luna una vez se separo de la Tierra. Pero no
fue solo la materia física la que entró en el espacio cósmico. También estaban aquellos Seres que
vivieron en la antigüedad sobre la Tierra, no en un cuerpo físico sino en una forma espiritual, los
Seres que fueron los Maestros primigenios de la humanidad. Estos también viajaron con la Luna al
Cosmos y allí fundaron una especie de colonia lunar. Por lo tanto, debemos distinguir en la Luna
lo físico y lo etérico del alma y el espíritu, solo que el alma y el espíritu no son una unidad sino una
multiplicidad de Seres.

Ahora toda la vida espiritual en la Luna depende de la forma en que los Seres que la habitan miran
hacia el universo circundante. Si pudiera expresarme pictóricamente, diría: los Seres espirituales
de la Luna dirigen su mirada hacia lo que para ellos es más importante, es decir, sobre las
estrellas errantes que pertenecen a nuestro sistema planetario. Y todo lo que sucede en la Luna,
incluido todo lo que sucede para que el hombre pueda recibir las fuerzas que necesita para
construir su cuerpo etérico, todo depende de los resultados de la observación alcanzada por los
Seres en la Luna que, viviendo como están dentro de la Luna, escrutan y observan a su alrededor
las estrellas de nuestro sistema planetario, Mercurio, Sol y demás.

El conocimiento de esto estaba contenido en ciertos antiguos Misterios. Sabían que las
constelaciones, las relaciones y los movimientos del sistema planetario al que pertenece nuestra
Tierra se observaban desde la Luna y que en consecuencia se determinaban las hazañas de los
Seres Lunares. No solo lo sabían, sino que de hecho lo expresaron; porque ellos trajeron estas
fuerzas de la Luna a la conciencia de la humanidad en relación con las fuerzas de los otros
planetas, tomando a la Luna, como si dijéramos, como el punto donde están determinadas las
relaciones cósmicas conectadas con la formación del cuerpo etérico humano. Lo hicieron en los
días de la semana:

Luna – Lunes.
La Luna en su observación de Marte, el día de Marte, el martes;
con Mercurio – día de Mercurio, Mercredi, miércoles;
con Júpiter – Júpiter es el Thor germánico o Donar – el jueves.
Luego, con Venus, la Freya germánica: viernes;
y con Saturno el sábado,
y finalmente con el Sol mismo. El Sol no puede influir directamente en la formación del cuerpo
etérico con sus propias fuerzas, pero en el reflejo de la Luna desempeña su papel: el
domingo.

Por lo tanto, los hechos relacionados con el punto de vista de la Luna se tomaron como el punto
de partida para llevar el sistema planetario a la conciencia del hombre en la división del tiempo.
Era como si quisieran decir en los Misterios antiguos: ” Recuerda, oh hombre, que antes de
descender a la Tierra necesitabas fuerzas engendradas en la Luna por el acto de los seres de la
Luna en la observación de los otros planetas. Para la configuración de su cuerpo etérico, cuando
descendió a la vida terrenal, está en deuda con la participación de la Luna en lo que se expresa
en el martes, miércoles, jueves, etc. la configuración peculiar que tu cuerpo etérico puede asumir
al descender a esta vida terrenal”.

Así tenemos, por un lado, el curso rítmico de la Luna alrededor de nuestra Tierra a través de la luz
y la oscuridad, y, por otro lado, hemos registrado en la conciencia del hombre toda la sucesión de
los planetas. Y los Misterios también proclamaron el conocimiento de que a través del hecho de
que los Seres Lunares vuelven su mirada hacia Marte, el hombre recibe la facultad de hablar
incorporada en su cuerpo etérico. A través del hecho de que los Seres Lunares pueden dirigir su
mirada hacia Mercurio, el hombre puede recibir la facultad de movimiento concentrada en su
cuerpo etérico.

Para hablar por un momento en términos de estos secretos de la Luna, podemos expresar en una
forma bastante diferente cómo la Euritmia surge del habla. Podemos decir, la Euritmia nace del
habla, al descubrir los misterios del habla al dejar que los Seres Lunares nos digan las
observaciones que hacen cuando miran a Marte, escuchamos de ellos cómo estas observaciones
cambian cuando ahora vuelven su mirada a Mercurio. Es decir, cuando transformamos las
experiencias marcianas de los Seres Lunares en las experiencias de Mercurio, recibimos de la
facultad del sonido hablado en el hombre la facultad de Euritmia. Este es el aspecto cósmico de
esto.

Luego llegamos a lo que impregna al ser humano con la facultad de la sabiduría. Esto lo recibimos
a través de las experiencias de los Seres Lunares con Júpiter. Lo que fluye a través del ser
humano a través del amor y la belleza en su alma, esto lo recibimos a través de las experiencias
de los Seres Lunares con Venus. Y lo que experimentan al observar a Saturno inculca en el cuerpo
etérico el calor interno del alma que el hombre requiere. Y al fin llegamos a algo que debe ser
protegido por así decirlo, que debe mantenerse apartado para que no perturbe y estropee la
formación del cuerpo etérico. Es lo que procede directamente del Sol antes del descenso del
hombre a la Tierra. Así, desde el Sol —o la contemplación del Sol— proceden las fuerzas de las
cuales el ser humano debe ser protegido para que pueda convertirse en un ser humano
autocontenido mediante la incorporación del cuerpo etérico.

Así aprendemos a reconocer lo que sucede en la Luna y con esto también aprendemos a
reconocer cómo se forma el cuerpo etérico humano cuando el hombre desciende de la vida pre-
terrenal a la vida terrenal. Estas son las cosas que se relacionan con el secreto de la Luna.

Cosas como estas pueden ser contadas hoy; pero en ciertos Misterios antiguos no solo se les
dijo, sino que se experimentaron conscientemente. Los hombres no solo conocían estas cosas;
también las descubrieron interiormente.

Lunes
Martes: Discurso
Miércoles: Movimiento
Jueves: Sabiduría
Viernes: Amor, belleza
Sábado: Calidez interior del alma
Domingo: Fuerzas protectoras (reflejadas desde la Luna)

Por la Iniciación en los Misterios de los que hable ayer, el hombre podía ir más allá de la mera
mirada a través de los ojos o escuchar a través de los oídos, para ver y escuchar el ambiente
físico de la Tierra. Él podía liberarse de su cuerpo físico y vivir en su cuerpo etérico. Podía
mantenerse separado del cuerpo físico y vivir solo en el cuerpo etérico. Y cuando vivía así en el
cuerpo etérico con todas las cosas de las que acabo de contar, hablaba no con el habla que se
forma a través de la laringe física, sino con el discurso que resuena en Marte como discurso
cósmico. Se movía en la forma en que Mercurio guía los movimientos desde el Cosmos; no se
movía con los pies y las piernas físicas, sino en el sentido en que Mercurio guía los movimientos
del ser humano. Tampoco tenía la sabiduría que se adquiere con tantos dolores en la niñez y la
adolescencia, una sabiduría que en esta era materialista es, por hablar verdaderamente, una falta
de sabiduría. Vivía directamente dentro de la sabiduría de Júpiter; vivía en la sabiduría de Júpiter
porque podía unirse con los Seres Lunares que observaban a Júpiter. Cuando fue iniciado de esta
manera, el hombre estaba completamente dentro de la luz radiante de la Luna. Él había dejado la
Tierra. Él no era un ser de carne y hueso en la Tierra, se había alejado de la Tierra y vivía como un
ser en la luz de la Luna. Pero esta luz lunar estaba configurada, diferenciada, modificada por lo
que vivía en los otros planetas de nuestro sistema planetario.

En el momento de las observaciones espirituales en tales Misterios, el hombre se convirtió en un


ser liviano de la Luna. No lo digo en un sentido simbólico o concebido de manera abstracta, pero
así como el hombre común de hoy, si ha ido a Basilea y regresa nuevamente, es consciente de la
realidad, sabe que ha experimentado algo bastante real: también el hombre era consciente de una
realidad cuando, a través del rito de Iniciación, visitaba a los Seres Lunares. Sabía que se había
despedido de su cuerpo físico por un tiempo. Con su alma y su espíritu, había llegado a las
esferas radiantes de la luz de los Seres Lunares, vestido con un cuerpo liviano y, a través de su
unión con los Seres Lunares, mirando hacia los lejanos espacios, realmente había sido capaz de
observar todo lo que se le podría revelar en los espacios lejanos del sistema planetario.

¿Y qué vio él? Esto en general —todas las otras cosas que observó también, pero sobre todo
observó esto— vio que del Sol vienen las fuerzas de los Seres que pueden no tener nada que ver
con la forma del cuerpo etérico del hombre. Miró hacia el Sol en cuanto a algo que tenía un efecto
destructivo y disolvente para el cuerpo etérico. Por esta experiencia, él sabía que las fuerzas que
fueron recibidas por los Seres Solares no deben partir del cuerpo etéreo, sino de los miembros
superiores de la naturaleza del hombre, del yo y del cuerpo astral. Las fuerzas del Sol deben
poder trabajar solo sobre estos miembros superiores. Por lo tanto, sabía que con el cuerpo etérico
humano no puede dirigirse hacia el Sol, porque el cuerpo etérico debe dirigirse a los planetas.
Es con el cuerpo astral y especialmente con el yo humano que puede volverse hacia el Sol. Sabía
que para toda la fuerza interna del yo, del “Yo soy”, debía ir al Sol. Esta fue la segunda gran
experiencia en la Iniciación que comenzó desde el Misterio de la Luna. Esta fue la segunda cosa.
El hombre aprendió que el cuerpo etérico pertenece al sistema planetario, mientras que para la
fuerza interna y la penetración de su yo sobre todo y de su cuerpo astral, debe mirar hacia el Sol.
Tal fue realmente esta iniciación. El mismo hombre se hizo uno con la luz de la luna. Pero a través
de la vida de la Luz de Luna de su propio ser, miró hacia el Sol. Y ahora se dijo a sí mismo: el Sol
envía su luz a la Luna porque no es posible darsela directamente al hombre. Desde allí tenemos la
luz de la luna al unísono con las fuerzas planetarias y de ellas construimos nuestro cuerpo etérico.

Este secreto era conocido para el que así fue iniciado. Y así supo en qué medida llevaba dentro
de él la fuerza del Sol espiritual, porque lo había visto. Había tomado conciencia de cómo llevaba
las fuerzas espirituales del Sol dentro de él, y este en efecto era el grado de Iniciación por el cual
el hombre se convirtió en un Portador de Cristo, es decir, un portador del Ser del Sol, no un
receptor del Ser del Sol, pero un portador del Ser del Sol. Así como la Luna misma, cuando es
Luna Llena, es portadora de la Luz del Sol, así el hombre se convirtió en un portador del Cristo, un
Cristóforo.

Esta iniciación por la cual un hombre se convirtió en Cristóforo fue una experiencia absolutamente
real.

Y ahora imaginen esta experiencia real por la cual el hombre se alejó de la Tierra y se elevó al Ser
de Luz como hombre terrenal en el camino de la Iniciación. Imaginen esta experiencia pascual
interna humana de los tiempos pasados transformada en una Fiesta cósmica. En tiempos
posteriores, los hombres ya no sabían que tal cosa podría suceder. Ya no sabían que el hombre
realmente puede salir del reino terrenal, unirse con la naturaleza de la Luna y desde la Luna
contemplar el Sol. Pero un cierto recuerdo de eso había sido preservado. Este recuerdo en efecto
se conservó en la Festividad de Pascua.

Porque la forma real en que el hombre puede experimentar estas cosas no se transmitió a la
conciencia posterior, cada vez más materialista. En la idea abstracta, sin embargo, fue
transmitida. El hombre ya no se miró a sí mismo y dijo: “Puedo unirme a la luz de la luna”, pero él
miraba hacia la Luna, hacia la Luna Llena. Mirando hacia arriba a la Luna Llena, no dijo,”yo mismo
puedo evolucionar allá”, sino “La Tierra se esfuerza allá”. ¿Cuándo lo hace más que nunca? Es
cuando comienza la primavera, cuando las fuerzas que estaban hasta ahora con las semillas, con
las plantas dentro de la Tierra, fluyen desde la superficie de la Tierra. En la Tierra se convierten en
plantas, pero van más allá. Fluyen hacia afuera a los espacios lejanos del Cosmos.
En los Misterios antiguos usaron esta imagen: cuando las fuerzas de la Tierra se mueven hacia
fuera a través del tallo y la hoja de la planta que está surgiendo desde la Tierra hacia el Cosmos,
entonces el hombre puede alcanzar la Iniciación Luna-Sol y convertirse en Cristóforo. Porque
entonces, por así decirlo, puede flotar hacia arriba, hacia la Luna, elevado hacia arriba por las
fuerzas que en primavera irradian de la Tierra hacia la Luna. Debe entrar solo en la luz de luna
llena.

Todo esto, entonces, se convirtió en un recuerdo, pero también se volvió abstracto… Debe ser la
luz de la Luna llena…. Inconscientemente, ya no con el claro conocimiento de que esto podía ser
una experiencia humana, las personas imaginaron que algo u otro —no el hombre mismo — fluyó
hacia la Luna llena, la primera después del comienzo de la primavera. ¿Y qué puede hacer ahora
esta Luna llena? Contempla al Sol; es decir, el primer día dedicado al Sol: el primer domingo
siguiente. Del mismo modo que una vez un Cristóforo, desde el punto de vista de la Luna,
contempló el Ser del Sol, entonces ahora la Luna contempla el Sol, es decir, su simbolización en
el Domingo.

Por lo tanto, tenemos primero el comienzo de la primavera, el 21 de marzo. Las fuerzas de la


Tierra están brotando hacia el universo. Pero debemos esperar la llegada del observador correcto,
es decir, la Luna Llena.

21 de marzo – Luna llena – Día del sol.

¿Qué observa la luna? El sol; y el siguiente domingo se fija como el Domingo de Pascua. Esta es
una forma abstracta de determinar la fecha, sobreviviendo de un evento de los Misterios muy real
que en tiempos anteriores solía ocurrir para muchos hombres.

Y así es con esta Fiesta de Pascua. Nuestra presente Fiesta espiritual de Pascua representa un
evento en los Misterios que de hecho se representó en todas partes en la primavera. Pero este es
un Misterio diferente al que describí antes de ayer. El evento en los Misterios que describí
anteayer llevó al ser humano a comprender el hecho de la muerte. Les conté cómo la idea de la
resurrección llegó al hombre en festividades como la Fiesta de Adonis en otoño. Realmente llevó
al ser humano a la experiencia de la muerte y a la resurrección en el Espíritu después de unos tres
días. Este evento de resurrección pertenece realmente al tiempo de otoño por las razones que
expliqué en esa conferencia.

El proceso que he descrito hoy es diferente. Fue celebrado o promulgado en otros Misterios para
ciertas Iniciaciones, a saber, para la Iniciación del Sol y la Luna. Y este proceso posterior
confrontó al ser humano con el comienzo de su vida. Por lo tanto, recordamos los tiempos
antiguos cuando el descenso del hombre desde la vida preterrenal a esta vida terrenal fue
reconocido en ciertos Misterios, mientras que el ascenso, la resurrección en el Espíritu, fue
reconocido en otros Misterios, concretamente en los Misterios de Otoño.

En días posteriores, el hombre ya no fue capaz de penetrar en la realidad viviente de su relación


con lo espiritual en el cosmos. Y al final las cosas fueron tan lejos que los Misterios de la
resurrección de otoño simplemente se superpusieron al Misterio de la primavera del descenso. La
confusión que así surgió en el curso de la evolución humana muestra cuán profundamente trabajó
el materialismo en el transcurso del tiempo. Porque no solo creó falsas opiniones sino que trajo a
la humanidad a una confusión real con respecto a aquellas cosas que, si puedo decirlo así, alguna
vez estuvieron en orden sagrado y santo en el curso de la vida terrenal humana. Hubo una vez un
orden sagrado en estas cosas. Cuando se acercaba el otoño, la humanidad celebró una Fiesta
Cósmica, un Festival que señalaba un verdadero proceso de los Misterios. La naturaleza, decían,
se está desvaneciendo y muriendo, la naturaleza es devastada. Es como la muerte gradual del
hombre en cuanto a su vida física. Pero mientras que cuando miramos a la Naturaleza vemos solo
lo transitorio en ella, en los hombres vive lo Eterno que debemos contemplar ahora aparte de lo
que ocurre en la Naturaleza exterior, porque debemos contemplarlo en el espíritu como lo que
resucita en el mundo espiritual después de la muerte .

Y a través de los Misterios de la primavera, se le dejó claro al hombre que la Naturaleza misma es
vencida por lo Espiritual; lo espiritual trabaja nuevamente desde el Cosmos, lo físico germina y
brota de la Tierra, porque está impulsado por lo Espiritual. Sin embargo, esto fue para llevar al
hombre a recordar, no cómo pasaron a través de la muerte a lo espiritual, sino cómo han venido a
la Tierra descendiendo de lo espiritual. Justo cuando la naturaleza está surgiendo y ascendiendo,
el hombre debía recordar su descenso al mundo físico; y nuevamente, cuando la naturaleza está
disminuyendo, el hombre debía recordar su ascenso, su resurrección en lo espiritual. Y, de hecho,
profundizó infinitamente la vida del alma para experimentar cómo el hombre está relacionado con
el Cosmos.

Pero esto varió según la localidad. Antiguamente, algunos se inclinaban por ser pueblos de otoño
y otros más bien por ser pueblos de primavera. Entre los primeros se encuentran los Misterios de
Adonis; entre estos últimos, otros Misterios relacionados con lo que he expuesto hoy. Y solo
aquellos buscadores de la sabiduría de quienes se informa correctamente que, como Pitágoras,
se movían de un lugar a otro, de un Misterio a otro, solo aquellos disfrutaban de la plenitud de la
experiencia humana. Desde un lugar de los Misterios donde pudieron contemplar el secreto de
otoño que es el verdadero secreto del Sol, caminaron a otro lugar donde podían contemplar el
secreto de la Primavera, que es el secreto de la Luna.

Por lo tanto, de los más grandes Iniciados de la antigüedad se relata una y otra vez cómo vagaron
de un lugar a otro de los Misterios. Y podemos decir verdaderamente que esos antiguos Iniciados
en cierto sentido experimentaron el año en su vida interior, el año con sus Festividades sagradas.
Un antiguo Iniciado podría decir: “Cuando llego a tal o cual lugar donde se celebran las
Festividades de Adonis, contemplo el Otoño cósmico, el brillo del Sol espiritual en el comienzo de
la noche de invierno”. Y cuando llegaba a otro lugar donde se celebraban los Misterios de la
Primavera, él decía: “Ahora seré testigo del secreto de la Luna”. Así, en su vida interior aprendió a
conocer aquello que determina el significado total del año.

Así que, como ven, nuestra Festividad de Pascua de hecho ha estado cargado con cosas con las
que no debería haber sido gravado. Realmente debería ser una Festividad de “yacer en la tumba”,
como fue el caso en tales festivales en relación con la parte espiritual del hombre, por lo que este
Festival de primavera de la colocación en la tumba debe ser al mismo tiempo un Festival para
animar al hombre a trabajar, un Festival como un hombre que necesita de impulsos más fuertes y
prístinos para la temporada de verano. El Festival de Pascua fue de hecho un Festival para
convocar al hombre a trabajar durante el verano. Y el Festival de Resurrección de Otoño fue para
el mundo espiritual un Festival celebrado en el momento en que el hombre se apartaba de su
trabajo una vez más. Pero a medida que se alejaba de su trabajo, debía experimentar en lo más
profundo de su ser lo que es más importante para su alma y espíritu. Debía volverse consciente
de su ser eterno al contemplar la resurrección en el mundo espiritual tres días después de la
muerte.

Pasando así de los secretos terrenales a los secretos cósmicos, del conocimiento terrenal al
conocimiento cósmico, podemos reconocer lo que puedo llamar la estructura interna en el orden
de nuestras festividades durante todo el año. Pero todavía hay muchos secretos que estaban
ocultos en estos Misterios que han desaparecido.

Mañana, en la medida de lo posible, intentaré profundizar aún más en estas cosas, refiriéndome
más a ciertos lugares de los Misterios. Por lo tanto, trataré de profundizar lo que les expliqué hoy
en nuestro estudio de las relaciones en los Cielos.

Traducido por Gracia Muñoz en Enero de 2018.

GA127. El Nacimiento del Espíritu del Sol como el Espíritu de la Tierra. Las trece
noches santas.

Dic27
Rudolf Steiner — Hannover, 26 de diciembre de 1911

English version

Cuando se encienden las velas en el Árbol de Navidad, el alma humana siente como si el símbolo
de una realidad eterna estuviese allí, y que este siempre debe haber sido el símbolo de la Fiesta
de Navidad, incluso en un pasado muy lejano. Porque en el otoño, cuando la naturaleza exterior
se desvanece, cuando las creaciones del sol caen como en un sueño y los órganos de la
percepción externa se alejan de los fenómenos del mundo físico, el alma tiene la oportunidad —
no solo la oportunidad sino el impulso— de retirarse a sus honduras anímicas más profundas,
para sentir y experimentar: ahora, cuando la luz del sol exterior es más tenue y su calor más débil,
es el momento en que el alma se retira a la oscuridad pero puede encontrar dentro de sí misma la
luz interior, Luz espiritual. Las luces en el Árbol de Navidad se presentan ante nosotros como un
símbolo de la Luz espiritual interior que se enciende ante la oscuridad exterior. Y porque lo que
sentimos que es la luz espiritual del alma la que brilla en la oscuridad de la Naturaleza parece ser
una realidad eterna, imaginamos que el abeto iluminado que brilla en nosotros en la Nochebuena
debe haber estado brillando desde que comenzaron nuestras encarnaciones terrenales.

Y sin embargo, no es así. Hace solo uno o dos siglos, el Árbol de Navidad se convirtió en un
símbolo de los pensamientos y sentimientos que surgen en el hombre en la época navideña. El
Árbol de Navidad es un símbolo reciente, pero cada año, de nuevo, revela al hombre una gran
verdad eterna. Es por eso que imaginamos que siempre debe haber existido, incluso en el pasado
remoto. Es como si desde el propio Árbol de Navidad resonara la proclamación de lo Divino en la
extensión cósmica, en las alturas celestiales. El ser humano puede sentir que esta es la fuente
infalible de las fuerzas de paz en su alma que brotan de la buena voluntad. Y así, de acuerdo con
la Leyenda de Navidad, la proclamación también resonó cuando los pastores acudieron al lugar
del nacimiento del Niño cuya festividad celebramos en Navidad. Para los pastores, resonó desde
las nubes: “Desde la expansión cósmica, desde las alturas celestiales, los Poderes Divinos se
revelan a sí mismos, trayendo paz al alma humana que está llena de buena voluntad”.

Durante siglos y siglos, los hombres no pudieron convencerse de que el símbolo presentado al
mundo en la Fiesta de Navidad haya tenido un comienzo. Sintieron en él el sello distintivo de la
eternidad. Por esta razón, el ritual cristiano ha revestido la insinuación de la eternidad en lo que
tiene lugar simbólicamente en la Nochebuena, en las palabras: ‘¡Cristo ha nacido de nuevo!’ Es
como si todos los años el alma estuviera llamada a sentir una realidad nueva de lo que se cree
que podría suceder una sola vez. La eternidad de este acontecimiento simbólico se nos presenta
con un poder infinito si tenemos la verdadera concepción del símbolo mismo. Sin embargo, tan
tarde como en el año 353 DC. de que Cristo Jesús hubiera aparecido en la Tierra, el nacimiento de
Jesús no se celebró, ni siquiera en Roma. El Festival del nacimiento de Jesús se celebró por
primera vez en Roma en el año 354 DC.

Antes, esta Festividad no se celebraba entre el 24 y el 25 de diciembre; el día de la


conmemoración suprema para aquellos que entendieron algo de la profunda sabiduría relacionada
con el Misterio del Gólgota, la Festividad era el 6 de enero. La Epifanía se celebrada como una
especie de Fiesta de Nacimiento de Cristo durante los primeros tres siglos de nuestra era. Era la
Fiesta que estaba destinada a hacer revivir en las almas humanas el recuerdo del descenso del
Espíritu de Cristo en el cuerpo de Jesús de Nazaret en el Bautismo de Juan en el Jordán. Hasta el
año 353 DC, el acontecimiento que los hombres concibieron que tuvo lugar en el Bautismo se
conmemoraba el 6 de enero como el Festival del nacimiento de Cristo. Porque durante los
primeros siglos de la cristiandad, aún se conservaba una idea del misterio que es de todos los
misterios el más difícil de entender para la humanidad, a saber, el descenso del Ser de Cristo en el
cuerpo de Jesús de Nazaret.

¿Cuáles fueron los sentimientos de los hombres que tuvieron alguna idea de los secretos del
cristianismo durante esos primeros siglos? Se dijeron a sí mismos: “el Espíritu de Cristo se
entreteje a través del mundo que se revela a través de los sentidos y mediante el espíritu humano.
En el pasado lejano, este Espíritu de Cristo se reveló a Moisés. El secreto del “yo” humano resonó
en Moisés como nos resuena desde el símbolo del Árbol de Navidad de los sonidos IAO — el Alfa
y la Omega, precedidos por el Yo. Esto fue lo que resonó en el alma de Moisés cuando el Espíritu
de Cristo se le apareció en la zarza ardiente. Y este mismo Espíritu de Cristo condujo a Moisés al
lugar donde debía reconocerlo en su verdadero Ser. Esto se describe en el Antiguo Testamento
donde se dice que el Señor llevó a Moisés al Monte Nebo ‘frente a Jericó’ y le mostró lo que aún
debía suceder antes de que el Espíritu de Cristo pudiera encarnar en el cuerpo de un hombre. A
Moisés en el Monte Nebo, este Espíritu le dijo: “Pero a ti, a quien me revelé con anticipación, no
puedes llevar lo que tienes en tu alma a la evolución de tu pueblo”; porque antes tienes que
preparar lo que sucederá cuando se cumpla el tiempo.

Y cuando, a través de muchos siglos, la preparación evolutiva se hubo completado, el mismo


Espíritu por el cual Moisés había sido retenido, se reveló de hecho a Sí mismo —al hacerse
Carne, al tomar un cuerpo humano, el cuerpo de Jesús de Nazaret. Con esto, la Humanidad como
un todo fue conducida desde la etapa de Iniciación significada por la palabra ‘Jericó’ a la indicada
por el cruce del Jordán.

Los corazones y las mentes de aquellos que en los primeros siglos de nuestra era entendieron la
verdadera importancia del cristianismo se volcaron en el Bautismo en el Jordán de Jesús de
Nazaret, en quien Cristo descendió, Cristo el Espíritu del Sol y de la Tierra.

Fue esto —el nacimiento de Cristo— lo que fue celebrado como un misterio en los primeros siglos
cristianos. La visión para la cual nos preparamos hoy a través de la Antroposofía, a través de la
sabiduría perteneciente a la quinta época de la civilización post-Atlante, brilló en la forma de
visión de los vestigios de la antigua clarividencia que aún sobrevivían cuando tuvo lugar el
Misterio del Gólgota; brilló en los gnósticos, esos notables e iluminados hombres que vivieron el
punto de inflexión de la antigua a la nueva época, cuya concepción del misterio de Cristo difería
en relación con la forma pero no con respecto al contenido, de la nuestra. Lo que los gnósticos
pudieron enseñar se escurrió por el mundo y aunque lo que realmente sucedió en el evento
indicado simbólicamente por el Bautismo en el Jordán no fue ampliamente entendido, sin
embargo, dio una idea de que el Espíritu del Sol había nacido en ese momento como el Espíritu de
la Tierra. Que un Poder cósmico había tomado morada en el cuerpo de un hombre en la Tierra. Y
así, en los primeros siglos de la cristiandad, el festival del nacimiento de Cristo en el cuerpo de
Jesús de Nazaret, la fiesta de la Epifanía de Cristo, se celebró el 6 de enero.
Pero la perspicacia, incluso la visión tenue e incierta de este profundo Misterio se fue
desvaneciendo paulatinamente a medida que pasaba el tiempo. Y llegó el momento cuando los
hombres ya no pudieron comprender que el Ser llamado Cristo había estado presente en un
cuerpo físico humano durante tres años. Cada vez se comprenderá más que lo que se logró para
toda la evolución de la Tierra durante esos tres años en el cuerpo físico de un hombre es uno de
los Misterios más profundos y difíciles de entender. Desde el siglo IV en adelante, con el
acercamiento de la era materialista, los poderes del alma humana —aún en la etapa de
preparación— no estaban lo suficientemente fuertes como para captar el profundo Misterio que
en nuestro tiempo se entenderá en una medida cada vez mayor. Y así sucedió que en la misma
medida en que el poder externo del cristianismo aumentó, la comprensión interna del misterio de
Cristo disminuyó y la fiesta del 6 de enero dejó de tener su significado esencial. El nacimiento de
Cristo fue colocado trece días antes y se concibió como coincidente con el nacimiento de Jesús
de Nazaret. Pero en este mismo hecho nos enfrentamos a algo que siempre debe ser una fuente
de inspiración y acción de gracias. En realidad, el 24/25 de diciembre fue fijado como el día de la
Natividad de Cristo porque se había perdido una gran verdad, como hemos escuchado. Y sin
embargo, aunque el error parece apuntar a la pérdida de una gran verdad, detrás de eso hay un
significado tan profundo que —aunque los hombres responsables no sabían nada de eso— no
podemos sino maravillarnos con la sabiduría subconsciente con la que se instituyó la fiesta del día
de Navidad.

En verdad, en la fijación de esta festividad se puede ver el funcionamiento de la sabiduría Divina.


Así como la sabiduría Divina puede ser percibida en la naturaleza externa si sabemos cómo
descifrar lo que allí se revela, también podemos percibir que la Sabiduría Divina obra en el alma
inconsciente del hombre si se tiene presente lo siguiente. En el Calendario, el 24 de diciembre es
el día dedicado a Adán y Eva, y el día siguiente es la Fiesta de la Natividad de Cristo. Así, la
pérdida de una verdad antigua hizo que la fecha del nacimiento de Cristo se colocara trece días
antes y se identificara con el nacimiento de Jesús de Nazaret, pero de una manera maravillosa el
nacimiento de Jesús de Nazaret está relacionado con el concepto del hombre original en la
evolución de la Tierra, su origen en Adán y Eva. Todos los tenues sentimientos y experiencias
relacionados con esta fiesta del nacimiento de Jesús que estaban vivos en el alma humana —
aunque en su conciencia diurna, los hombres no tenían conocimiento de lo que había detrás—
todos estos sentimientos que se agitaban en las profundidades del alma hablaron un lenguaje
maravilloso.

Cuando se perdió la comprensión de lo que había fluido de los mundos cósmicos en el evento que
con razón se había celebrado el 6 de enero, las fuerzas que trabajaban en las profundidades
ocultas del alma hicieron que se presentara la imagen del hombre como un ser anímico espiritual
antes de la encarnación física, en el punto de partida de la evolución como ser humano físico. La
imagen del niño recién nacido cuya alma aún no ha sido tocada por los efectos del contacto con
el cuerpo físico, del niño al comienzo de la evolución física en la Tierra. Pero este no es un niño
humano en el sentido ordinario; es el niño que estaba allí antes de que los seres humanos
alcanzaran el punto de la primera encarnación física en la evolución de la Tierra. Este es el ser
conocido en la Kabbala como el Adam Kadmon Hombre, que descendió de las alturas divinas y
espirituales, con todo lo que había adquirido durante los períodos del Antiguo Saturno, Sol y
Luna.

El ser humano en su estado espiritual en el comienzo de la evolución de la Tierra, nacido en el


Niño Jesús, fue presentado a la Humanidad por una sabiduría Divina en la fiesta del nacimiento de
Jesús en un momento en que ya no era posible comprender lo que había descendido de los
mundos cósmicos, de las esferas celestiales a la Tierra, el recuerdo de su origen, de su estado
antes del advenimiento de las fuerzas luciféricas en la Tierra, la evolución fue grabándose en las
almas de hombres. Y cuando ya no se dio cuenta de que en el sentido más elevado y verdadero
podría decirse del Bautismo de Juan en el Jordán: de los mundos cósmicos ha venido a las almas
humanas el poder de la Deidad revelada para que la paz pueda reinar entre los hombres de buena
voluntad; cuando se perdió la comprensión de cómo se podía presentar esta imagen como una
fiesta sagrada, se presentó otra afirmación en su lugar, la afirmación de que al comienzo de la
evolución terrestre, antes de que las fuerzas luciféricas comenzaran su trabajo, el hombre tenía
una naturaleza, una entelequia que puede inspirarlo con una esperanza eterna.

El Jesús del Evangelio de San Lucas —no el Jesús descrito en el Evangelio de San Mateo— es el
niño a quien adoran los pastores. Para ellos, sonó la proclamación: “Ahora, lo Divino es revelado
desde las alturas celestiales, trayendo paz a las almas de los hombres de buena voluntad”. Y así
durante los siglos en que la realidad superior estaba fuera del alcance del hombre, se instituyó la
fiesta que cada año le recuerda: “Aunque no puedas contemplar las alturas celestiales y
reconocer el gran Espíritu Solar, lo tienes dentro de ti, desde el tiempo de tu comienzo terrenal, el
Alma-Niño en su estado de pureza, inmaculado de los efectos de la encarnación física; y las
fuerzas de este Niño-Alma pueden darte la firme confianza de que puedes vencer a la naturaleza
inferior que se aferra a ti como resultado de la tentación de Lucifer”. La vinculación de la fiesta del
nacimiento de Jesús con el recuerdo de Adán y Eva dio énfasis al pensamiento de que en el lugar
visitado por los pastores, había nacido un alma humana en el estado de inocencia en el que
existía el alma antes de la primera encarnación en la Tierra.

En esa época de la festividad, por lo tanto, dado que el nacimiento del Dios ya no se entendía, se
conmemoraba el nacimiento de un ser humano. Sin embargo, por mucho que las fuerzas del
hombre amenacen con declinar y que sus sufrimientos lo dominen, hay dos fuentes infalibles de
paz, armonía y fortaleza. Somos guiados a la primera fuente cuando miramos hacia el espacio
cósmico, sabiendo que está impregnado por la elevación, el movimiento y la calidez del Espíritu
Divino. Y si nos aferramos a la convicción de que este Poder Divino-Espiritual que atraviesa el
Universo puede impregnar nuestro ser para que nuestras fuerzas no desfallezcan, ahí tenemos el
pensamiento de la Pascua, igualmente una fuente de esperanza y confianza fluyendo de las
esferas cósmicas. Y la segunda fuente puede surgir del débil indicio de que, como ser anímico
espiritual, antes de convertirse en la presa de las fuerzas luciféricas al comienzo de su evolución
terrenal, el hombre todavía era parte del mismo Espíritu ahora esperado desde los mundos
cósmicos como en el pensamiento de Pascua. Volviendo a la fuente que se encuentra en el ser
original del hombre, antes del inicio de la influencia luciférica, podemos decirnos: “Todo lo que
pueda acontecerle, lo que sea que pueda atormentarle y alejarle de las esferas brillantes del
espíritu, de su origen divino es una realidad eterna, oculta aunque sea en las profundidades del
alma”. El reconocimiento de este poder interior del alma dará lugar a la firme garantía de que las
alturas están a su alcance. Y si conjura ante su alma todo lo que es inocente, infantil, libre de las
tentaciones de la vida, libre de todo lo que ya ha sucedido a las almas humanas a través de las
muchas encarnaciones desde el comienzo de la evolución terrenal, entonces tendrán una imagen
del alma humana como era antes de que comenzaran estas encarnaciones terrenales.

Pero un alma —solo un alma— permaneció en esta condición, es decir, el alma del Niño Jesús
descrito en el Evangelio de San Lucas. Este alma se mantuvo en la vida espiritual cuando las otras
almas humanas comenzaron a pasar por sus encarnaciones en la Tierra. Este alma permaneció en
la tutela de los Misterios más sagrados a través de las épocas Atlante y Post-Atlante hasta el
tiempo de los eventos en Palestina. Luego fue enviado al cuerpo predestinado para recibirlo y se
convirtió en uno de los dos niños Jesús: el Niño descrito en el Evangelio de San Lucas.

Así la fiesta de la Natividad de Cristo se convirtió en la fiesta del Nacimiento de Jesús.

Si comprendemos correctamente este festival, debemos decir: Lo que creemos que renace
simbólicamente cada Nochebuena, es el alma humana en su naturaleza original, el espíritu de la
infancia del hombre tal como era al comienzo de la evolución de la Tierra; luego descendió como
una revelación desde las alturas celestiales. Y cuando el corazón humano puede hacerse
consciente de esta realidad, el alma se llena de una paz inquebrantable que nos puede llevar a
nuestros elevados objetivos, si somos de buena voluntad. De hecho, es poderosa la palabra que
puede resonar en la noche de Navidad, pero no entendemos su importancia.

¿Por qué la fiesta del nacimiento de Cristo se retrasó trece días y se convirtió en la fiesta del
nacimiento de Jesús? Para comprender esto debemos penetrar en los misterios profundos de la
existencia humana. De la naturaleza exterior, el hombre cree, porque lo ve con sus ojos, lo que los
rayos del sol emiten desde las profundidades de la Tierra, desplegándose en belleza a través de la
primavera y el verano, retirándose a esas mismas profundidades en el momento en que la esfera
solar exterior se va oscureciendo, y dentro de las profundidades de la Tierra se prepara en las
semillas lo que brotará de nuevo el año siguiente. Debido a que sus ojos lo atestiguan, el hombre
cree que la semilla de la planta pasa por un ciclo anual, que debe descender a las profundidades
de la Tierra para volver a desplegarse bajo el calor y la luz del sol en primavera.

Pero para empezar, el hombre no tiene la noción de que el alma humana también pasa por ese
ciclo. Y tampoco se le revela hasta que se inicia en los grandes misterios de la existencia. Así
como la fuerza contenida en la semilla de cada planta está ligada a las fuerzas físicas de la Tierra,
así el ser más íntimo del alma humana está unido a las fuerzas espirituales de la Tierra. Y así
como la semilla de la planta se hunde en las profundidades de la Tierra en el momento que
conocemos como Navidad, así el alma del hombre desciende en ese momento a los profundos
reinos espirituales, sacando fuerza de estas profundidades al igual que la semilla de la planta para
poder florecer en primavera. Lo que el alma experimenta en estas profundidades espirituales de la
Tierra está completamente oculto para la conciencia ordinaria. Pero para aquellos cuyos ojos
espirituales están abiertos, los Trece Días y las Trece noches entre el 24 de diciembre y el 6 de
enero son un tiempo de profunda experiencia espiritual.

Paralelamente a la experiencia de la semilla de la planta en las profundidades de la naturaleza de


la Tierra, hay una experiencia espiritual en las profundidades espirituales de la Tierra,
verdaderamente una experiencia paralela. Y el vidente para quien esta experiencia es posible ya
sea como resultado del entrenamiento o por medio de facultades clarividentes heredadas, puede
sentirse penetrando en estas profundidades espirituales. Durante este período de los Trece Días y
Noches, el vidente puede ver lo que debe sucederle al hombre por haber pasado por
encarnaciones que han estado bajo la influencia de las fuerzas de Lucifer desde el comienzo de la
evolución terrenal. Los sufrimientos en el Kamaloca que el hombre debe soportar en el mundo
espiritual porque Lucifer ha estado a su lado desde que comenzó a encarnar en la Tierra, la visión
más clara de todo esto se presenta en las poderosas Imaginaciones que pueden presentarse ante
el alma durante los Trece Días y Noches entre la Fiesta de Navidad y la Fiesta del 6 de enero, la
Epifanía.

En el momento en que la semilla de la planta está pasando por su período más crucial en las
profundidades interiores, el alma humana está pasando por sus experiencias más profundas. El
alma contempla una panorámica de todo lo que el hombre debe experimentar en los mundos
espirituales porque, bajo la influencia de Lucifer, se distanció de los Poderes por los cuales fue
creado el mundo. Esta visión es más clara para el alma durante estos Trece Días y Noches. Por lo
tanto, no hay mejor preparación para la revelación de esa Imaginación que puede llamarse la
Imaginación Crística y que nos hace conscientes de que al obtener la victoria sobre Lucifer, Cristo
mismo se convierte en el Juez de las obras de los hombres durante las encarnaciones afectadas
por la influencia de Lucifer. El alma del vidente vive desde la fiesta del nacimiento de Jesús hasta
la de la Epifanía, de tal manera que se le revela el misterio de Cristo. Es durante estos Trece Días y
Noches Santas que el alma puede captar más profundamente, la importancia y el significado del
Bautismo de Juan en el Jordán.

Es notable que durante los siglos de la cristiandad, donde los poderes de la visión espiritual se
desarrollaron de la manera correcta, era sabido por los videntes que la visión penetraba más
profundamente durante el período de las Trece noches santas en el momento del solsticio de
invierno. Muchos videntes —educados en los misterios de la era moderna o que poseen poderes
de clarividencia heredados— nos hacen evidente que en el punto más oscuro del solsticio de
invierno el alma puede tener una visión de todo lo que el hombre debe experimentar debido a su
alienación del Espíritu de Cristo, cómo el ajuste y la catarsis fueron posibles a través del Misterio
representado en el Bautismo de Juan en el Jordán y luego a través del Misterio del Gólgota, y
cómo las visiones durante las Trece noches son coronadas el 6 de enero por la Imaginación
Crística. Por lo tanto, es correcto nombrar el 6 de enero como el día del nacimiento de Cristo y
estas Trece noches como el tiempo durante el cual los poderes de videncia en el alma humana
disciernen y perciben lo que el hombre debe experimentar a través de su vida en las
encarnaciones desde Adán y Eva hasta el Misterio del Gólgota.

Durante mi visita a Christiania el año pasado[1] fue interesante para mí encontrar el pensamiento
que en palabras bastante diferentes se ha expresado en tantas conferencias sobre el misterio de
Cristo, encarnado en una bella saga conocida como “La leyenda del sueño”. Es extraño decir que
ha pasado a primer plano en Noruega durante los últimos diez o quince años y se ha vuelto
familiar para la gente, aunque su origen es, por supuesto, muy anterior. Es la leyenda que de una
forma maravillosamente hermosa relata cómo Olaf Åsteson se inicia, como si fuera por fuerzas
naturales, cuando se queda dormido en Nochebuena, duerme durante los Trece Días y Noches
hasta el 6 de enero, y vive atravesando todos los terrores que el ser humano debe experimentar a
través de las encarnaciones desde el comienzo de la Tierra hasta el Misterio del Gólgota. Y relata
cómo cuando llegó el 6 de enero, Olaf Åsteson tiene la visión de la intervención del Espíritu de
Cristo en la Humanidad, siendo el Espíritu de Micael su precursor. Espero que en alguna otra
ocasión podamos presentar este poema en su totalidad, porque entonces se darán cuenta de que
la conciencia de la visión durante los Trece Días y Noches sobrevive incluso hoy y, de hecho, está
siendo revivificada. Ahora se citarán algunas líneas características. El poema comienza:

Ven a escucharme y escuchar mi canción

La canción de una juventud maravillosa,

Te canto de Olaf Åsteson

Quién durmió muchos días. Es la verdad.

Era la víspera de Navidad cuando yacía

Y durmió tanto sin saberlo,

Él no se despertó hasta el decimotercer día

Cuando a la iglesia la gente iba.

Sí, fue Olaf Åsteson

Quién estuvo tanto tiempo durmiendo

Y así continúa el poema, relatando cómo en su sueño durante los Trece Días y Noches, Olaf
Åsteson es guiado a través de todo lo que el hombre debe experimentar a causa de la tentación
de Lucifer. Se da una imagen vívida del viaje de Olaf Åsteson a través de las esferas donde los
seres humanos tienen las experiencias tan a menudo descritas en relación con el Kamaloca, y de
cómo el Espíritu de Cristo, precedido por Micael, fluye en esta visión.

Así, con la venida de Cristo en el Espíritu, se hará cada vez más posible que los hombres sepan
cómo las fuerzas espirituales tejen y dominan y que las fiestas no han sido instituidas por
opiniones arbitrarias, sino por una sabiduría cósmica que a menudo se encuentra más allá del
alcance de la conciencia de los hombres, aún funciona y reina a lo largo de la historia. Esta
sabiduría cósmica ha colocado la fiesta del nacimiento de Jesús al comienzo de los Trece Días.
Mientras que la Fiesta de Pascua siempre puede ser un recordatorio de que la contemplación de
los mundos cósmicos nos ayudará a encontrar dentro de nosotros la fuerza para conquistar todo
lo que es más bajo, el pensamiento navideño —si entendemos la fiesta que conmemora el origen
divino del hombre y el símbolo que tenemos delante el día de Navidad en la forma del Niño Jesús
— nos dice una y otra vez que los poderes que traen la paz al alma se pueden encontrar dentro de
nosotros mismos.

La verdadera paz del alma está presente solo cuando esa paz tiene bases seguras, es decir,
cuando es una fuerza que le permite al hombre saber: “en ti vive algo que, si realmente nació,
puede, no debe, guiarte a las Alturas divinas, a los Poderes divinos”.—Las luces de este árbol son
símbolos de la luz que brilla en nuestras propias almas cuando captamos la realidad de lo que
nos proclama simbólicamente en la noche de Navidad el Niño Jesús en su estado de inocencia: el
ser más íntimo del alma humana misma, fuerte, inocente, tranquilo, guiándonos a lo largo del
camino de nuestra vida hacia los objetivos más elevados de la existencia. Que estas luces en el
Árbol de Navidad nos digan: “si alguna vez tu alma es débil, si alguna vez crees que los objetivos
de la existencia de la Tierra están más allá de tu alcance, piensa en el origen divino del hombre y
toma conciencia de esas fuerzas dentro de ti que también son las fuerzas del amor supremo. Se
interiormente consciente de las fuerzas que le dan confianza y certeza a todo tu obrar, a toda su
vida, ahora y en todas los tiempos que están por venir.

[1] Del 7 al 17 de junio de 1910, cuando se impartió el curso de conferencias sobre La misión de
las almas de los Pueblos

Traducido por Gracia Muñoz en Diciembre de 2017.

GA208. El Misterio del Sol en el curso de la Historia Humana

Ago13

GA208c1. El Paladio

Rudolf Steiner — Dornach, 6 de Noviembre de 1921

English version
Hemos estado estudiando cómo la forma viva del hombre, su alma y su espíritu, están
relacionados con el cosmos. Los diversos aspectos de este tema presentados en conferencias
recientes pueden resumirse de la siguiente manera:

En los fundamentos profundos del ser del hombre está la voluntad. En muchos aspectos, la
voluntad es el elemento más misterioso y secreto de la naturaleza humana. Es obvio que las
aberraciones, las inclinaciones que a menudo van en contra del bienestar del mundo emergen de
las profundidades insondables de la vida moral; Todo lo experimentado por el alma en forma de
aguijonazos de conciencia o auto-reproche fluye desde el fondo de la voluntad.

La razón por la cual la voluntad es tan misteriosa y secreta es que en muchos aspectos es una
fuerza altamente indeterminada; hay en ella un elemento instintivo sobre el cual tenemos poco
control y que nos empuja aquí y allá en las turbulentas olas de la vida a menudo sin que podamos
afirmar que cualquier impulso consciente es el efecto de la carrera. En el otro aspecto también, es
decir, con respecto a nuestro conocimiento de las operaciones de la voluntad, se ha reiterado una
y otra vez que estas operaciones volitivas están tan alejadas de la conciencia humana como las
experiencias de un sueño profundo y sin sueños; de modo que también en este aspecto la
voluntad es un elemento indeterminado y misterioso.

Pero cuando pensamos en la naturaleza espiritual del hombre, no podemos concebir que esta
espiritualidad esté activa en él sólo durante sus horas de vigilia o en su vida mental consciente; El
hecho es que esta espiritualidad actúa en él también durante el sueño, dentro de la parte de su
ser donde reside su voluntad y que, como las experiencias del sueño profundo, está envuelta en
la inconsciencia.

Por lo tanto, el Espíritu también está presente y actuando en el ser humano durmiente. Se pueden
distinguir dos aspectos de la voluntad. En primer lugar está la voluntad que —a menos que
estemos fuera de nosotros— nos impulsa a la actividad desde el momento de despertar hasta el
de dormir. Es cierto que no podemos percibir la voluntad en su funcionamiento real, pero los
efectos surgen en nuestra conciencia en la medida en que podemos formar conceptos mentales e
imágenes de ellos. No sabemos cómo funciona el impulso de la voluntad cuando caminamos;
pero podemos vernos avanzando. Formamos imágenes mentales del funcionamiento de nuestra
voluntad y en este sentido somos conscientes de sus efectos. Ese es un aspecto de la voluntad.

El otro aspecto es que la voluntad también esta activa en nosotros mientras dormimos; Pero
entonces se están produciendo procesos internos, procesos que también son operaciones de la
voluntad, sólo que no somos conscientes de ellos —precisamente porque estamos dormidos.
Pero así como el Sol también brilla durante la noche en el otro lado de la Tierra donde no estamos
viviendo, así fluirá a través de nuestro ser mientras estamos dormidos, aunque no tengamos
conciencia de ello.

Así se pueden distinguir dos tipos de voluntad: una voluntad interior y una voluntad exterior. El
funcionamiento de la voluntad exterior se nos manifiesta mientras estamos despiertos; las del
interior entrarán en vigor mientras estamos dormidos. Hablando estrictamente, la voluntad interior
no se nos revela; Sin embargo, cuando miramos hacia atrás, sus efectos pueden ser aprehendidos
después, como si hubieran sido parte de la condición del sueño.

La voluntad está presente como tal en las profundidades oceánicas del alma. Surge hacia arriba
en oleajes. Pero sólo porque debemos admitir que la voluntad está en acción durante el sueño,
cuando la parte corporal de nuestro ser se dedica a la actividad puramente orgánica, ni
impregnada de alma ni iluminada por el espíritu, se deduce que la voluntad como tal tiene que ver
con esta actividad orgánica. La voluntad que está trabajando mientras estamos dormidos tiene
que ver con la actividad orgánica, en la medida en que los procesos orgánicos, los procesos de la
vida tienen lugar en nosotros. Estos procesos están esencialmente conectados con la voluntad.

Pero durante la actividad de vigilia también, es decir, cuando nuestra voluntad está en flujo, los
procesos vitales están teniendo lugar. La voluntad tiene efecto en los procesos del metabolismo
interno. De modo que aquí nuevamente podemos señalar a la actividad orgánica.
Fuera de las oceánicas profundidades de la voluntad en el ser humano, llegan a expresarse las
ondas que en forma de sentimiento, suben hacia arriba. Sabemos que el sentimiento es una
experiencia vagamente aprehendida, que en lo que se refiere a la conciencia real, sólo tiene la
intensidad del sueño. Pero en todo caso es más claro que el funcionamiento de la voluntad. Se
plantea una mayor claridad de lo que se encuentra en las profundidades oceánicas del ser
humano. El sentimiento trae cierta luz, intensifica la conciencia; los dos polos de la voluntad se
elevan a esta conciencia intensificada y en ella se manifiestan tanto la voluntad interior como la
voluntad exterior.

Así distinguimos dos tipos de sentimientos, como lo hicimos en el caso de la voluntad: una
voluntad interior en el estado de sueño, una voluntad exterior en el estado de vigilia. Un tipo de
sentimiento surge hacia arriba desde la voluntad que está relacionado con la condición del dormir
del hombre. Este tipo de sentimiento se vive en las antipatías —tomando la palabra en el sentido
más amplio— desplegadas por el ser humano. Este es un sentimiento que tiende a la antipatía.
Mientras que la voluntad que interviene en la actividad exterior y, por lo tanto, lleva al hombre al
mundo exterior, se manifiesta en todas aquellas experiencias de sentimientos que tienen en ellas
la cualidad de simpatía. La experiencia onírica del sentimiento que llega a expresarse en simpatías
y antipatías suscitadas por diferentes formas de vida, por formas de arte o de naturaleza, o en
simpatías y antipatías más conectadas con los órganos y que surgen en nosotros a través del
olfato o el gusto o a través de un sentido de bienestar o de alivio, toda este tejido de actividad
pertenece al alma. Por lo tanto, se revela en la actividad orgánica, como sentimiento en la
actividad del alma.

Si la vida del alma es estudiada desde este punto de vista, gran iluminación se verterá sobre ella.
Despertar a la vida despierta en nosotros la simpatía por el mundo circundante. Nuestras
antipatías realmente vienen de reinos más inconscientes. Presionan hacia arriba desde la voluntad
del dormir. Es como si nuestras simpatías estuvieran más en la superficie, mientras que las
antipatías se elevan a través de ellas desde profundidades sin plomar. Las antipatías repelen; Las
antipatías nos alejan del mundo circundante; Nos aislamos, nos encerramos dentro de nuestro
propio ser. Las antipatías que fluyen hacia dentro son los antecedentes del egoísmo humano.
Cuanto mayor es el egoísmo de un hombre, más fuerte es el elemento de antipatía que trabaja en
él. Quiere aislarse, sentirse encerrado dentro de su propio ser.

En la vida normal no notamos la interacción constante de simpatías y antipatías de la vida del


alma. Pero nos damos cuenta de ello cuando nuestra conexión con el mundo exterior se vuelve
anormal, y cuando el elemento antipático que deriva del sueño también funciona de una manera
anormal. Esto sucede cuando nuestra respiración, por ejemplo, funciona irregularmente durante el
sueño y tenemos pesadillas. En una pesadilla, el alma está poniendo una defensa antipática
contra algo que está tratando de penetrar en nosotros, impidiéndonos la plena experiencia de
nuestra yoidad.

Estamos contemplando aquí profundos secretos de la experiencia humana. Si un hombre


despliega el elemento de antipatía en su vida de sentimiento tan fuerte que actua en su vida de
vigilia, todo su ser estará impregnado de antipatía que luego se apodera de su cuerpo astral; Su
cuerpo astral está empapado en el elemento de antipatía; La antipatía brota de él como un aura
anormal. Entonces puede suceder que empiece a sentir antipatía hacia las personas ante quienes
su actitud era neutral, o incluso a aquellos a quienes amaba o conocía íntimamente. Estas
condiciones pueden dar lugar a la manía persecutoria en todas sus formas. Cuando se
experimentan sentimientos de antipatía que no se explican por circunstancias externas, esto se
debe a las antipatías desbordantes en el alma, es decir, a una intensificación anormal del polo en
la vida del alma que pugna su camino hacia arriba a partir del estado durmiente. Si esta antipatía
obtiene la ventaja en el ser humano, se convierte en un enemigo del mundo, y tal odio puede
asumir proporciones increíbles. El objetivo de toda educación y todo esfuerzo social debe ser
evitar que los seres humanos se conviertan en enemigos del mundo.

Pero piensen en ello. Si lo que surge de las profundidades oceánicas del ser del hombre puede
promover un egoísmo desmedido cuando llega a la cima —y la manía persecutoria en todas sus
formas no es más que egoísmo superabundante y excesivo— si todo esto es posible, ¿qué hay
que decir de la propia voluntad interior, como una creación benéfica oculta por medio del sueño?
No tenemos en absoluto ningún conocimiento de cómo esta voluntad interior impregna nuestros
miembros, nuestro organismo entero. Lo máximo que se puede decir es que de vez en cuando, a
través de extraños sueños, algo surge en la conciencia de lo que está en la voluntad que funciona
en nuestro organismo durante el sueño. Lo que vive en esta voluntad durmiente —y
razonablemente para la conciencia ordinaria— en el otro lado del umbral. El que llega a conocerla,
aprende a conocer la fuerza por la cual el ser humano puede ser llevado al mal más profundo. El
secreto más profundo de la vida humana es que tenemos el contrapeso de nuestra actividad
orgánica en las mismas fuerzas que, si fueran a ganar control en la vida consciente del hombre, lo
convertirían en un criminal.

Que se recuerde que nada en el mundo es en sí malo o bueno. Lo que es radicalmente malo
cuando irrumpe en nuestra vida consciente, es el contrapeso de nuestras fuerzas de vida
gastadas cuando surte efecto en su lugar correcto, a saber, como regulador de la actividad
orgánica durante el estado de sueño.

Si ustedes preguntan: ¿Cuál es la naturaleza de las fuerzas que compensan las fuerzas de vida
gastadas? —la respuesta es: Son las fuerzas del mal. El mal tiene su misión— y es aquí. Si esto
se conoce por medio del entrenamiento espiritual, es para él como lo fue para los videntes
anteriores, algo de lo cual ellos dijeron: De su naturaleza esencial no es lícito hablar, porque
pecaminosa es la boca que habla de ella y pecador el oído que la escucha—. Sin embargo, el
hombre saber que la vida es un proceso lleno de peligros y que el mal está en sus fundamentos
profundos como fuerza necesaria.

Ahora estas ondas de la voluntad aumentan aún más en la vida conceptual, la vida mental. El
sueño se ilumina en el sentimiento, y cuando se eleva hacia arriba a la vida mental, se vuelve más
claro, pero al mismo tiempo se desnuda cualitativamente, se vuelve abstracto. En un sentimiento
lleno de antipatía todavía hay una cierta intensidad viva. Cuando este elemento de sentimiento
antipático surge en la vida conceptual, llega a expresarse en forma de juicios negativos, juicios de
rechazo o negación. Todo lo que negamos en la vida, todo lo que el lógico denomina “negación”,
juicio negativo, es el repentino aumento del flujo del sentimiento antipático o de la voluntad
interior, en la vida conceptual.

Y cuando el sentimiento simpático —que tiene su origen en la voluntad de despertar a la vida, en


la voluntad exterior— se eleva en la vida conceptual, nuestros juicios son afirmativos. Hemos
llegado a algo que, como ven, vive en nosotros sólo como abstracción. En el sentimiento, en la
medida en que desplegamos simpatías y antipatías, todavía hay intensidad de vida. Mientras que
en los actos de juicio —que son una actividad mental, conceptual— somos como observadores
inmóviles, contemplativos del mundo. Afirmamos y negamos. No llegamos al punto de antipatía
real; Simplemente negamos. Es un proceso abstracto. No nos despertamos a la antipatía:
simplemente decimos, no. De la misma manera no nos despertamos a la simpatía: simplemente
decimos, sí. Nos elevamos por encima de nuestra relación con el mundo exterior, hasta el nivel del
juicio abstracto.

Esto, entonces, es una actividad meramente mental, formadora de conceptos, que puede llamarse
actividad espiritual. Pero la voluntad, el sentimiento y la actividad conceptual pueden aumentar
aún más en el dominio de los sentidos. Cuando el juicio negativo surge en el dominio de los
sentidos, ¿cuál es el resultado? una condición en la que no percibimos nada. Si pensamos en ello
en relación con el proceso más obvio de la percepción, podemos decir: Es la experiencia de la
oscuridad —donde no vemos nada. Por otro lado, el juicio afirmativo se convierte en experiencia
de la luz. Lo mismo puede decirse de la experiencia del silencio, del tono y del sonido. A todos los
doce sentidos sería correcto aplicar lo que aquí se ha dicho en relación con las experiencias de la
luz y de las tinieblas.

Y ahora preguntémonos: ¿Qué es, en realidad, esta actividad en el dominio de los sentidos?
Hemos hablado de la actividad orgánica, de la actividad de la vida del alma, de la actividad
espiritual. La actividad espiritual es meramente una actividad formadora de conceptos, pero sigue
siendo propia, nuestra. Lo que sucede entre los sentidos y el mundo exterior ya no es ya nuestra
actividad, porque allí el mundo está actuando en nosotros. Sería muy correcto describir el ojo
como una entidad independiente; Lo que ocurre en el ojo es que el mundo exterior penetra en el
organismo como si fuera a través de un abismo. Ya no estamos en el mundo con nuestra propia
actividad, pues esto es actividad divina. Esta actividad divina teje a través del mundo que nos
rodea. La oscuridad se inclina en la dirección de la negación, la luz en la dirección de la
afirmación.

La influencia de esta actividad divina sobre el hombre en su relación con el mundo fue una
experiencia especialmente vívida en la sabiduría de la segunda época postatlante. —Dios en la
Luz— es decir, lo Divino con una cualidad luciférica; Dios en la Oscuridad —lo Divino con una
calidad Ahrimánica—. Así, los antiguos persas experimentaron el mundo. Y para ellos el Sol era el
representante del mundo exterior. El Sol como la fuente divina de la Luz —esto fue
experimentado en la segunda época Postatlante.

Por otro lado, en la tercera época post-atlante (egipcio-caldea), los hombres experimentaron con
más fuerza la esfera que se encuentra entre el juicio y el sentimiento. En ese momento no sentían
tan intensamente que lo Divino en el mundo exterior se experimentara en luz u oscuridad, sino
más bien en el impacto entre la actividad conceptual y el sentimiento. La experiencia de la
actividad divina entre los egipcios y los caldeos hizo que los hombres trajeran un elemento de
antipatía en juicios negativos y simpatía en juicios afirmativos. Y sólo cuando podamos descifrar y
comprender los registros pictóricos u otros registros de la época egipcio-caldea, nos daremos
cuenta de que todos fueron creados y formados a partir de la afirmación simpática o la negación
antipática. Cuando miras las estatuas egipcias, las figuras en las tumbas, etc., puedes sentir que
sus formas dan expresión a la afirmación simpática o a la negación antipática. Simplemente no es
posible crear una esfinge sin introducir en ella simpatías y antipatías inherentes a la vida
conceptual. Los hombres no experimentaron sólo la luz y la oscuridad, sino algo del elemento de
vida que está presente en las simpatías y las antipatías. En esa época el Sol fue experimentado
como la fuente divina de la vida.

Y ahora llegamos a la época grecolatina cuando la experiencia del hombre de la comunión directa
con el mundo exterior se perdió en gran medida. En mi libro Los Enigmas de la Filosofía[1] he
mostrado que aunque en esa época el hombre todavía sentía sus pensamientos mientras hoy
sentimos impresiones sensoriales, ya se estaba acercando a la condición en la que vivimos en la
actualidad, cuando debido al desarrollo del yo ya no sentimos ninguna conexión realmente viva
con el mundo externo, cuando con nuestro yo estamos prácticamente dormidos dentro del
cuerpo, estamos en un estado de sueño. Esta condición no era tan pronunciada en los griegos,
pero hasta cierto punto estaba ciertamente presente. Para comprender la naturaleza griega
debemos darnos cuenta de que el griego ya había comenzado a vivir muy intensamente en su
cuerpo —no tan intensamente como nosotros, pero sin embargo intensamente—. No así los
antiguos persas. Los sabios de entre ellos no creían que vivían encerrados dentro de sus pieles,
sino más bien que fueron llevados sobre las olas de la luz a través de todo el universo. En el
griego, esta experiencia de vida cósmica ya estaba perdiendo intensidad, cayendo en la
inconsciencia del sueño en el cuerpo. Cuando estamos dormidos, el yo y el cuerpo astral están
fuera del cuerpo físico; Pero nuestra vigilia, en comparación con la de los antiguos persas,
realmente equivale a dormir. Cuando los persas despertaban del sueño —estoy hablando, por
supuesto, de los antiguos persas, tal como se describe en mi libro La Ciencia Oculta, un
esquema[2]— era como si la luz penetrara realmente en ellos, en sus sentidos.

Ya no sentimos que en el momento de despertar del sueño convocamos la luz en nuestros ojos.
Para nosotros la luz está fuera, como un fantasma. Tampoco los griegos podían ver en el Sol la
verdadera fuente de la vida; sentían que el Sol era algo que los penetraba interiormente. Sentían el
elemento en el que el Sol vive dentro del ser humano como el elemento de Eros —el elemento del
Amor. Así: el Sol como la fuente divina del amor. Eros —la naturaleza del Sol dentro del ser
humano— esto era lo que experimentó el griego. Luego, a partir del siglo IV DC, llegó el momento
en que, fundamentalmente, el Sol ya no se consideraba nada más que un orbe físico en el
espacio, cuando el Sol se oscureció para el hombre. Para los antiguos persas el Sol era el
verdadero reflector de la Luz tejiendo a través del Espacio. Para los egipcios y los caldeos, el Sol
era la vida floreciente y palpitante a través del Universo. Los griegos sintieron el Sol como el que
infundió el Amor en el organismo vivo, guiando a Eros a través de las ondas de la existencia
sensible.

Esta experiencia del Sol se hundió cada vez más en el ser del hombre y poco a poco se
desvaneció en las profundidades oceánicas del alma. Y es en estas profundidades oceánicas
donde hoy el hombre lleva la naturaleza del Sol. Está más allá de su alcance, porque el Guardián
del Umbral está delante de él; Se encuentra en las profundidades del ser como un Misterio del
cual las antiguas enseñanzas decían: No se pronuncie, porque pecaminosa es la boca que habla
de ello y pecador el oído que escucha sobre ello.

En el siglo IV D.C. había escuelas que enseñaban que el Misterio del Sol debía permanecer
incierto, que ahora debía surgir una civilización que no supiera nada del Misterio del Sol. Detrás
de todo lo que ocurre en el mundo exterior yacen fuerzas y poderes que dan la dirección del
Universo. Uno de los instrumentos de estas potencias directrices fue el emperador romano
Constantino. Fue bajo su mandato donde el cristianismo asumió la forma que niega al Sol.

En ese mismo siglo vivió alguien cuyo ardor por lo que había aprendido en los Misterios como los
últimos restos de la antigua sabiduría instintiva le dio poca importancia al desarrollo de esa
civilización contemporánea. Este fue Julián el Apóstata. Cayó de la mano de un asesino porque
estaba decidido a transmitir esta antigua tradición del triple Misterio del Sol. Y el mundo no
tendría nada de eso.

Hoy en día, por supuesto, hay que saber que la antigua sabiduría instintiva debe convertirse en
sabiduría consciente, que lo que se ha hundido en el subconsciente, en una actividad puramente
orgánica e incluso en actividad suborgánica, debe elevarse de nuevo a la luz de la conciencia.
Debemos volver a descubrir el Misterio del Sol.

Pero así como el Misterio del Sol se estaba perdiendo, amargos enemigos se alzaron contra aquel
que deseaba que este Misterio fuera proclamado al mundo y provocaron su muerte, así, de nuevo,
los enemigos están trabajando contra los renovados Misterios del Sol que deben ser traídos al
mundo por la Ciencia Espiritual. Estamos viviendo ahora en el otro polo de la evolución histórica.
En el siglo IV A.D. hubo ocaso de Sol; ahora debe haber salida del Sol.

En este sentido Constantino y Juliano el Apóstata son dos símbolos de la evolución histórica.
Julián el Apóstata se erige sobre las ruinas de los tiempos antiguos, con la intención de
reconstruir de estas ruinas las formas de la antigua sabiduría, preservando para la humanidad
aquellos antiguos monumentos que el cristianismo, asumiendo por primera vez una forma material
en los días de Constantino, había destruido. Innumerables tesoros fueron destruidos,
innumerables obras de arte, innumerables guiones y registros de la antigua sabiduría. Todo lo que
podía de alguna manera dar a los hombres una idea de los Antiguos Misterios del Sol, fue
destruido.

Es cierto que para llegar a la libertad interior era necesario que los hombres pasaran por la etapa
de creer que un globo de gas se está moviendo a través del espacio universal, pero el hecho es
que los físicos quedarían muy asombrados si pudieran emprender un viaje en el espacio;
descubrirían que el Sol no es un globo de gas que emite luz —eso es un disparate— sino que es
un mero reflector que no puede irradiar luz, sino que, a lo sumo, la devuelve. La verdad es que en
el sentido espiritual, la luz fluye de Saturno, Júpiter, Mercurio, Venus y la Luna.

Físicamente parece que el Sol da luz a los planetas, pero en realidad son los planetas los que
irradian luz al Sol y el Sol es el reflector. Como tal, fue reconocido por los sabios de la antigua
Persia con su sabiduría instintiva, y en este sentido el Sol fue considerado como la fuente de la
Luz terrenal, no como la fuente misma, sino como el reflector de la Luz. Entonces, entre los
egipcios y los caldeos, el Sol se convirtió en el reflector de la vida y entre los griegos, el reflector
del amor.

Esta era la concepción que Julián el Apóstata quería conservar, y por ello fue eliminado. Para
llegar a la libertad era necesario que los hombres tuvieran por un tiempo la superstición del Sol
como un globo de gas en el espacio, dando luz, una superstición enunciada como una verdad
categórica en todos los libros de la física actual. Pero nuestra tarea debe ser penetrar en la
realidad.

En verdad, Julián el Apóstata y Constantino se colocan ante nosotros como dos símbolos. Julián
el Apóstata se empeñó en preservar aquellos antiguos monumentos del mundo que podrían, de
cierta manera, haber hecho posible que el verdadero Misterio del Sol encontrara su camino a los
hombres. De hecho, durante los primeros siglos de la cristiandad, Cristo era todavía una figura del
Sol, un Apolo.

Este Misterio del Sol se consideraba el mayor tesoro espiritual poseído por la Humanidad. Y fue
simbolizado por lo que se conocía como el Paladio. Se decía que el Paladio había estado una vez
en Troya y que los sacerdotes de los Misterios veían en él el medio por el cual a través de un ritual
sagrado y culto, se revelaba al pueblo la verdadera naturaleza del Sol. Entonces el Paladio fue
llevado a Roma, y su presencia allí era un secreto solo conocido por los iniciados de Roma. Los
sacerdotes iniciados de los romanos, e incluso los primeros emperadores —Augusto, por ejemplo
— trabajaron en el mundo con una conciencia directa de que el mayor de todos los tesoros estaba
representado en Roma, en todo caso en un símbolo exterior, puesto que bajo los cimientos del
templo romano más venerado, estaba el Paladio, su existencia sólo era conocida por aquellos que
fueron iniciados en los más profundos secretos de la existencia y destino romanos. Pero en un
sentido espiritual se había dado a conocer a aquellos cuya tarea era llevar el cristianismo al
mundo. Y por el conocimiento de que el Paladio estaba custodiado en Roma, los primeros
cristianos se dirigieron allí. Una realidad espiritual se encuentra detrás de estos viajes.

Pero cuando, bajo Constantino, el cristianismo fue secularizado, el Paladio fue quitado de Roma.
Constantino fundó Constantinopla e hizo que el Paladio fuera enterrado en la tierra bajo un pilar
erigido allí bajo sus órdenes. Por lo tanto, se supo que en su desarrollo ulterior el cristianismo
romano fue privado del conocimiento del Misterio del Sol por el emperador mismo que estableció
el cristianismo en Roma en sus formas rígidas y mecánicas. En la secularización del cristianismo
llevada a cabo por Constantino, se perdió la sabiduría—y esto se expresó en el traslado del
Paladio de Roma a Constantinopla.

En ciertas regiones eslavas —la gente siempre interpreta las cosas según sus propias condiciones
—reinó durante siglos una creencia hasta el principio del siglo XX, que en un futuro no muy lejano
el Paladio será trasladado de Constantinopla a otro lugar, una ciudad eslava, según la gente creía.
En cualquier caso, el Paladio está esperando, esperando ser removido de la oscura influencia
derramada sobre él por Constantinopla a esa localidad que, por su misma naturaleza, le llevará a
la completa oscuridad. Sí, el Paladio va hacia el Este, donde todavía sobrevive la decadencia de la
antigua sabiduría pero está pasando a la oscuridad. Y en la evolución futura del mundo, todo
depende de si —como el Sol es el reflector de la luz que se le otorga desde el universo— el tesoro
del Paladio está iluminado por una sabiduría nacida de las riquezas del conocimiento que vive en
el mundo Oeste. El Paladio, la herencia antigua traída de Troya a Roma, de Roma a
Constantinopla, y que, como se dice, será llevada aún más lejos en la oscuridad del Este. Este
tesoro del Sol debe esperar hasta que sea redimido espiritualmente en Occidente, liberado de las
oscuras sombras de un conocimiento puramente externo de la naturaleza. Así, la tarea del futuro
está ligada a las tradiciones más sagradas del desarrollo europeo.

Todavía existen leyendas, incluso hoy, entre otras; aquellos que son iniciados en estas cosas —a
menudo son personas muy sencillas pasando aquí y allá en el mundo. Estas leyendas hablan de la
remoción del paladio, el tesoro de la sabiduría, de Troya a Roma, de Roma a Constantinopla
cuando el cristianismo romano fue secularizado; hablan de su futura mudanza al Oriente cuando
el Oriente, despojado de la antigua sabiduría, haya caído en absoluta decadencia; y hablan de la
necesidad de que este tesoro del Sol reciba nueva luz de Occidente.

El Misterio del Sol se ha sumergido en las regiones profundas de la existencia humana. A través
del desarrollo de la Ciencia Espiritual debemos volver a encontrarlo. El Misterio del Sol debe ser
encontrado de nuevo, de lo contrario el Paladio desaparecerá en la oscuridad del Este. Es injusto
hoy pronunciar un dicho tan falso como Ex Oriente Lux. La luz ya no puede venir del Oriente,
porque el Oriente está en decadencia. Sin embargo, el Oriente espera, pues poseerá el tesoro del
Sol, aunque esté en tinieblas y espera la luz del Occidente. Pero hoy los hombres están tanteando
en la oscuridad, organizando conferencias en la oscuridad, están mirando expectantes hacia
Washington! Sólo aquellos “Washingtons” que hablan con los tonos del mundo espiritual —no
congresos en busca de la oscuridad que rodea el Paladio, para abrir una puerta para el comercio
en China— sólo esos congresos traerán la salvación que se llevara a cabo en Occidente de tal
manera que el Paladio pueda llevarse una vez más a la luz. Como un cuerpo fluorescente, el
Paladio, en sí mismo, es oscuro; si se cubre de luz, entonces se vuelve radiante. Y así será con la
sabiduría del Oriente: oscura en sí misma, iluminará, se volverá fluorescente cuando esté
permeada por la sabiduría de Occidente, por la luz espiritual de Occidente.

Pero esto Occidente no lo entiende. Sólo cuando la leyenda del Paladio es llevada a la luz clara de
la conciencia, sólo cuando los hombres pueden sentir de nuevo la verdadera compasión como
Julián el Apóstata que se sintió obligado a ignorar la época en que la luz de la libertad podía
germinar en la oscuridad, que anhelaba preservar la antigua sabiduría instintiva y por lo tanto se
encontró con su muerte —sólo cuando los hombres comprendan que Constantino, al dar una
forma exteriorizada del cristianismo a los romanos, les quitó la luz, la sabiduría y envió el
cristianismo a la oscuridad— sólo cuando los hombres se den cuenta de que la luz por la cual el
Paladio puede volver a brillar debe nacer del moderno conocimiento de la naturaleza, en el mejor
sentido, sólo entonces se llevará a cabo un capítulo importante de la historia del mundo. Pues
sólo entonces lo que se convirtió en Occidental cuando los griegos vieron a Troya en llamas,
convirtiéndose en occidentales orientales. La luz que ardía de Troya está presente incluso hoy;
está presente pero está envuelto en la oscuridad. Debe salir de las tinieblas; el Paladio debe ser
nuevamente iluminado.

Si nuestros corazones están en el lugar correcto, el conocimiento del curso de la historia puede
despedirnos con entusiasmo; Y este mismo entusiasmo nos dará la sensación correcta de los
impulsos que la ciencia espiritual desearía impartir.

[1] Aún no publicado en inglés [a partir de esta fecha de publicación – e.Ed]

[2] La Ciencia Oculta, un Esquema, Rudolf Steiner Publishing Co.

Traducido por Gracia Muñoz en Agosto de 2017

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