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Bioética

Suicidio Asistido
El suicidio asistido es un tema que hoy en día está en boca de todos. Se apela a la
dignidad en el morir, al detener el sufrimiento por el que está pasando la persona,
entre otros. En lo que nunca se piensa es en lo que este acto puede causar en la
persona a la que se le pide llevar a cabo esta labor, en lo que produce en el
personal de salud que arduamente han trabajado entregando cuidados paliativos
para aliviar a la persona que sufre. También tener en cuenta que es un acto ilegal.
Frente a esto, el suicidio asistido debe ser rechazado bajo cualquier circunstancia,
sea cual sea la situación en la que se encuentra la persona enferma.

El que hacer de los profesionales de la salud está regido por un código de ética,
donde se explican cuatro principios éticos básicos, dentro de los cuales se
encuentra el de no maleficencia. En el caso del suicidio asistido, el paciente
solicita a otra persona que intervenga en su ayuda para procurar su muerte. El
principio de no maleficencia se refiere a no dañar y las reglas derivadas de este
son prohibiciones siempre obligatorias y materia de normas jurídicas. Bajo este
punto de vista, el suicidio asistido no podría ser aceptado bajo ninguna
circunstancia, ya que es sancionado por la ley y, además, el paciente estaría
pidiéndole al equipo de salud que transgreda el principio de no maleficencia,
yendo así en contra de sus propios principios y en contra de la ética médica.

Muchas veces se habla de practicar un suicidio asistido para que la persona


muera digna dentro de su realidad humana. Pero la buena salud del hombre no
puede dotar de dignidad su vida, ya que ésta no posee vida en sí misma, sino que
es partícipe de ella. De esta forma, la ausencia de salud (enfermedad) no hace
desaparecer la dignidad. Esta pérdida es adjudicada al enfermo debido a las
reacciones de su familia y la de los profesionales de la salud, provocadas por la
apariencia del enfermo. El suicidio asistido nunca será un derecho que reclama a
la dignidad de morir, ya que el morir con dignidad no debe entenderse como un
derecho a ponerle fin a la vida, sino que como un derecho a morir en un entorno
digno del ser humano. Esto es, el derecho a vivir humanamente la propia muerte,
ya que, al morir, lo único que podría estar sujeto a nuestra libertad es la actitud
que tomemos hacia ella.
En primer lugar, y para reafirmar mi aprobación a lo que también han dado en
llamar “muerte digna”, acojo la acertada argumentación que afirma que la vida es
un derecho cuyo dominio sólo le pertenece al individuo, y recojo de paso la
apreciación de Paul Kurtz, profesor de Filosofía de la Universidad Estatal de
Nueva York, quien expresa: “La eutanasia descansa sobre un principio básico
para la democracia: el derecho a la privacidad. Este tiene su raíz en la idea de
libertad personal.

Otras posturas sostienen que la pérdida de movimiento y actividad, de


independencia y otras molestias físicas pueden llevar el sufrimiento más allá del
dolor, por lo cual, continuar viviendo perdería todo significado y calidad. Se apela
aquí a otro de los principios éticos básicos del quehacer de los profesionales de la
salud, el del respeto por la autonomía del paciente. Pero son la sociedad y sus
leyes los que prohíben llevar a cabo un acto de esta magnitud, junto con la ética
clínica que envuelve a los profesionales de la salud en sus actividades. Por lo
tanto, si el médico no acata la solicitud de suicidio asistido de un paciente, estaría
respaldado tanto por la ley como por el respeto al principio ético más básico de los
cuatro, el de no maleficencia, dejando de lado el principio de respeto por la
autonomía del paciente. Poniendo esto en una balanza, ésta se inclinaría hacia el
lado de abstenerse frente a este tipo de petición.

El suicidio asistido fue, es y seguirá siendo un tema controversial. Hay posturas


firmes y sólidas hacia ambos lados de la balanza, aunque yo me inclino y seguiré
haciéndolo hacia el lado de nunca quitarle la vida a una persona ni ayudarla a
terminar con ella, sino que, como futura profesional de la salud, apelaré por unos
dignos cuidados paliativos para aliviar así la mayor cantidad de dolencias y
malestares que presente un paciente, para que el término de su vida sea tranquilo
y sin dolor.

Introducción
Al hablar de problemas éticos "La vida y la muerte" es un tema amplísimo. El
término "derecho a morir" suele aparecer con dos acepciones como mínimo, una
de ellas significa la potestad que asiste a los enfermos terminales de exigir a los
médicos que se abstengan de iniciar o de continuar tratamientos para prolongarles
la vida, es lo que se suele llamar eutanasia pasiva. La otra acepción del derecho a
morir suele ser vista como la facultad de los enfermos terminales, de solicitar que
el médico o un médico ponga fin a sus vidas o les brinde ayuda para esto hasta el
fin, la eutanasia voluntaria activa o de suicidio asistido según el caso.
Eutanasia es un comportamiento mediante el cual, por razones humanitarias
relacionadas con el sufrimiento, se provoca intencionalmente la muerte de una
persona, sea mediante acción directa (producción o anticipación de la muerte) e
indirecta (no intentar detener la muerte) debido a la presencia de una enfermedad
incurable, una entidad letal, una lesión dolorosa o un evento que causa un enorme
dolor físico o moral.
No es eutanasia el suspender el apoyo vital en caso de muerte cerebral
demostrada. Tampoco lo es el oponerse a tratamientos agresivos o de gran
envergadura cuando las posibilidades de recuperación son mínimas, aceptando el
curso de la enfermedad y la muerte. Por otro lado, no puede confundirse la
eutanasia con la distanasia, que es la prolongación innecesaria, inhumana e
ilógica de la agonía.
Es indudable, que el primordial derecho que puede asistir hoy a todo ser humano
es el de la vida, pero cuando se ve afectado por unas condiciones de salud
lamentables, que llevan a quien las padece a verse en una situación en la cual se
ve recluido en una unidad de cuidados intensivos, de la cual no se sabe si saldrá,
donde su existencia está en la cuerda floja, donde puede existir una salida
irreversible, donde la existencia dependerá en el futuro de medios extraordinarios,
conectado a maquinas como el respirador artificial, cabe preguntarse si se está
cuidando la vida o prolongando la agonía que nos puede llevar a la muerte. Sin
lugar a dudas este es un tema sumamente polémico en el que su argumento
central es: ¿Puede una persona ayudar a morir a un enfermo incurable?
Este argumento plantea a su vez una serie de interrogantes sociales y éticas, las
cuales nos han motivado a profundizar en los diferentes enfoques científicos,
éticos y religiosos del suicidio asistido y realizar una revisión acerca de la llamada
muerte digna, desde nuestros antepasados hasta los tiempos actuales.

Conclusión
Supuestamente, la eutanasia resuelve un problema en nombre de ideales de
compasión y autonomía. Pero sus defensores promueven medidas que, a pesar
de sus buenas intenciones, resultan coercitivas y crueles. Si logran su propósito,
esa actividad deshumanizará a los ancianos tanto o más que cualquier otro abuso
indiscriminado de la tecnología médica.

La tragedia que recaerá sobre los pacientes depresivos y con tendencias suicidas
sólo será igualada por la que vivirán los enfermos terminales, particularmente los
ancianos y las personas pobres. El suicidio asistido y la eutanasia se
transformarán en la forma rutinaria de tratar las enfermedades graves y
terminales, como ya ocurre en Holanda; y los cuidados paliativos serán recortados
para todos.

La eutanasia es un tema complicado a dialogar ya que muchos pueden estar de


acuerdo mientras que otros en desacuerdo ya que cada quien tienes sus ideales,
ya sea que unos la utilizarían para el descanso y la muerte digna del paciente y
otros no la implementarían por no ser capaces o atreverse de quitar una vida.
También creemos que depende mucho de la situación, el paciente, los familiares,
y del médico para tomar esta decisión.

"Si usted no está de acuerdo con la eutanasia voluntaria, entonces no la use, pero
por favor no me niegue el derecho".
- Bob Dent (primera persona que en Australia hizo uso de la legislación que
permitía la eutanasia)
El suicidio asistido es una acción mortal que comete otra persona para facilitar el
sufrimiento del paciente que posee una enfermedad terminal. Asimismo, se
encontró distintas clasificaciones, las cuales son relevantes, ya que estas explican
la intervención directa o indirecta de la persona para causar la muerte del enfermo
en estado terminal. También, se detalla un tipo de suicidio asistido donde la
petición del paciente es importante, siempre y cuando este se encuentre
consciente y con la posibilidad es de solicitar lo que el desee hacer con su vida.
Teniendo en claro lo anterior, se crea la problemática de la práctica del suicidio
asistido, ya que Holanda fue el primer país que legalizo la práctica de esta acción,
y que desde los puntos de vistas religioso y bioético, esta acción es un acto
inmoral y que va en contra del derecho a la vida.
En consecuencia, desde la promulgación de esta permisiva ley, han surgido
posturas a favor y en contra. En resumen las posturas a favor indican que el
suicidio asistido proporciona una salida para las personas que no encuentran otra
alternativa; en contra parte, los fundamentos en contra van en el sentido que los
que optan por el suicidio asistido van contra la voluntad de Dios y desde el punto
de vista ético, va contra la moral de muchos médicos debido a que ellos
consideran que están para curar y salvar vidas, y no para quitarlas.
Finalmente, el suicidio asistido puede ser observado como un acto de buena fe,
ya que se quiere evitar el sufrimiento a las personas que sufren de alguna
enfermedad terminal e incurable. Por otro lado, no es un acto digno ante los ojos
de Dios, ya que es un suicidio "asistido", lo cual viola la Ley de Dios y es
imperdonable.

Referencias Bibliográficas

1. Rodríguez E. La eutanasia y sus argumentos. Reflexión crítica. ARS Médica.
2000; 2(2), 45-57.
2. Lolas F. Bioética. El diálogo moral en las ciencias de la vida. Capítulo 7.
Segunda Edición. Santiago: Mediterráneo; 2001
3. Taboada P. El derecho a morir con dignidad. Acta Bioeth. 2000 Jun; 6(1); 89-
101.

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