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Este tipo de asesinato lo hicieron miembros del Ejército nacional con el fin de
presentar algunos resultados por parte de los escuadrones de combate.
Los 19 jóvenes desaparecidos vivían una vida honrada y muy humilde, se les
persuadió ofreciéndoles 10 millones de pesos, por ir a trabajar a la Costa Atlántica,
por lo que estos aceptaron el supuesto trabajo, pensando que con este salario
podían sostener a su familia y satisfacer sus necesidades. Luego de esto, los
cuerpos de estos muchachos empezaron a aparecer con marcas de balas, en la
ciudad de Ocaña en Norte de Santander. Estas personas fueron víctimas de un gran
engaño por parte del Ejercito nacional.
Toda esta hazaña se hizo con el objetivo de darle un gran valor a las estadísticas
de bajas contra la guerrilla, también por el hecho de cobrar la recompensa que se
merecían los soldados por tantas bajas a la guerrilla. Desde entonces se han
descubierto gran cantidad de 'falsos positivos’; también por estos casos se han
logrado destituir varios oficiales y suboficiales del Ejército Nacional, y el comandante
de las fuerzas armadas, El General Mario Montoya; todo esto ha puesto en tela de
juicio procedimientos de la Política de Seguridad Democrática que fue emprendida
por el gran gobierno del ex presidente Álvaro Uribe Vélez.
Hace varias semanas 80 familias de todas las regiones realizaron en Bogotá el
primer encuentro nacional de víctimas de ejecuciones extrajudiciales. Su principal
objetivo es que las muertes de sus hijos, padres y hermanos no queden en la
impunidad y que se aclaren las circunstancias en las que éstas ocurrieron. Algo que
no será nada fácil si se tiene en cuenta que según la Coordinación Colombia-
Europa-Estados Unidos, hay 5.700 denuncias, y la Fiscalía adelanta 3.430
investigaciones por estos hechos.
Las trabas son muchas. Siete años después de que se conociera la existencia de
‘falsos positivos’, y de que 27 altos militares fueron separados de las fuerzas
armadas por haber permitido que estos ocurrieran, apenas seis coroneles han sido
condenados, y a ningún general se le han imputado cargos. En varios casos las
familias han tenido que insistir hasta por cinco años para que la Fiscalía abra una
investigación y el proceso no quede en manos de la Justicia Penal Militar. Y la
justicia ordinaria va demasiado lenta. Las familias se quejan de dilaciones en las
investigaciones; de la incapacidad de los fiscales para vincular a los altos mandos
militares; de una preocupante racha de amenazas contra víctimas y testigos; y, en
algunas regiones del país, de complicidades de los funcionarios judiciales con los
miembros de la fuerza pública imputados.
La mayor frustración para este grupo víctimas es que los ‘falsos positivos’, al
parecer, no son cosas del pasado. Se siguen recogiendo denuncias por presuntas
ejecuciones extrajudiciales ocurridas hace pocos meses en Huila y Nariño.
“Nosotros estamos aquí y seguimos reclamando porque no queremos que más
madres se queden sin sus hijos”, le dijo una víctima al Fiscal General Eduardo
Montealegre durante el encuentro.