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Concepto y requisitos
Sin embargo, las relaciones y prelaciones entre ambos supuestos son confusas, poco nítidas
y en la práctica podemos encontrar pronunciamientos judiciales a favor y en contra de la
aplicación de la ineptitud en casos de denegación de incapacidades permanentes o incluso
procesos de incapacidad temporal (Vid. a favor de la extinción por ineptitud sobrevenida en
estos supuestos: STS de 14 octubre 1991 –EDJ 1991/9690- y STSJ Comunidad Valenciana
de 27-10-2004 –EDJ 2004/218055-. En contra, en supuestos muy similares, STSJ Baleares
de 5-7-2001). Además, para contribuir todavía más, si cabe, a la poca nitidez de la
definición del concepto de ineptitud y desbordarlo por completo, a nuestro modo de ver, ya
que en otras ocasiones el Alto Tribunal siempre ha manifestado expresamente que no se
incluye dentro del concepto de ineptitud los supuestos de imposibilidad legal de desarrollo
de un trabajo (STS de 2 mayo 1990 –EDJ 1990/4586-), así, por ejemplo, en supuestos de
incompatibilidad en el sector público, de forma incoherente, ha acabado por encuadrar en
este concepto la pérdida o revocación de titulación o habilitación profesional, con
independencia de la causa concreta por la cual el trabajador hubiera perdido la misma, pese
a que, en definitiva, también se trataría de un supuesto de imposibilidad legal de
desempeñar el puesto de trabajo.
No obstante, a continuación, cabe resaltar que, al menos a nuestro modo de ver, en realidad,
las mentadas definiciones jurisprudenciales se pueden recopilar, a efectos didácticos, en
tres grandes apartados, facilitando de este modo la comprensión y el análisis de la materia
que se pretende llevar a cabo. En efecto, los supuestos de ineptitud debidos a la falta de
aptitud o habilidad o preparación del trabajador para llevar a cabo los cometidos propios de
su categoría profesional, en realidad, siempre que no estén relacionados con la alteración de
la salud de éste o con la falta de habilitaciones profesionales, en cuyo caso se remitirían a
los apartados siguientes, se pueden encauzar al concepto genérico de la falta de diligencia
debida en la prestación de servicios, siempre que sea de forma involuntaria y no exista una
causa objetiva que legitime la misma. Lo que en definitiva se resume en una disminución
de rendimiento involuntario o un rendimiento deficiente, por debajo del mínimo establecido
legal o convencionalmente.
3. Debe presentar un cierto grado, es decir, ha de determinar una aptitud inferior a la media
normal de cada momento, lugar y profesión.
5. Que sea debida a causas exógenas a la propia voluntad del trabajador, esto es que no se
requiere el requisito de culpabilidad (STS de 14-7-1982). Sin embargo, en este punto,
habría que agregar que al igual que no debe concurrir culpa del trabajador, pues de lo
contrario, como veremos, se trataría de un supuesto de despido disciplinario, tampoco habrá
que existir culpa del propio empresario. Lo que es lo mismo que la ineptitud o inhabilidad
profesional, si se prefiere, no debe estar provocada por el empleador, pues de lo contrario
sería una vía fraudulenta para apartar de la empresa aquellos trabajadores que resulten
molestos para el empresario. No obstante, en el estado actual de las cosas y al haber
eliminado la jurisprudencia definitivamente la posibilidad de la declaración del despido
como radicalmente nulo por fraude de ley, resulta difícil articular la imposibilidad del
empresario de resolver la relación laboral por una ineptitud provocada por el mismo.
6. A las cuales, a nuestro juicio, habría que añadir, tanto el hecho de que la normativa
convencional no contenga una regulación específica para tales casos, que aboque en una
consecuencia distinta a la extinción de la relación laboral, por ejemplo, cláusula de
recolocación, etc. y, finalmente, añadiría asimismo que en la actualidad la ineptitud, como
causa objetiva, debe quedar nítidamente diferenciada del concepto de incapacidad,
abarcando únicamente aquellos casos residuales que en el desarrollo de la prestación de
servicios pueden causar incidencias que determinen la imposibilidad de seguir
desempeñando el puesto de trabajo.
Son de sobra conocidas por todos las exigencias formales comunes para poder despedir con
base a circunstancias objetivas y, por ende, aplicables a la ineptitud sobrevenida, contenidas
en el art. 53 ET –EDL 1995/13475- y por ello no nos detendremos ahora en la enumeración
ni en el análisis de las mismas. Sin embargo, sí es de interés, por la problemática práctica
que suscita en el tema de ineptitud por retirada de la titulación habilitante, la calificación
judicial del despido y sus efectos, en especial en el supuesto de declaración de nulidad del
despido. En efecto, al igual que el despido disciplinario, cuando la decisión extintiva del
empresario tuviera como móvil alguna de las causas de discriminación prohibidas o bien se
hubiera producido con vulneración de derechos fundamentales, será nula.
Por lo tanto, en primer lugar, a nuestro modo de ver, si la ineptitud alegada por la empresa
estuviera relacionada con la salud del trabajador, pero dicha alteración no tuviera efectos
extintivos sobre el contrato de trabajo, de conformidad con la regulación de la incapacidad
permanente, ni constituyera un supuesto de prohibición de contratación debido a un peligro
para la propia integridad del trabajador o terceros, de conformidad con el art. 25 LPRL -
EDL 1995/16211-, podría ser constitutiva de una posible declaración de nulidad del
despido por vulneración de derechos fundamentales o discriminación del trabajador.
Piénsese por ejemplo, en el despido por ineptitud de un trabajador por alguna circunstancia
personal relativa a su salud, pero, como se ha dicho antes ni es constitutiva de incapacidad
permanente ni supone un peligro para el propio trabajador o terceros: la obesidad o la falta
de agudeza visual de un camarero, etc. En segundo lugar, a nuestro entender, asimismo
habrá que distinguir aquellos supuestos en que la ineptitud, esto es, la retirada de la
habilitación profesional del trabajador, haya sido provocado por el propio empresario, por
ejemplo, retirada del permiso de conducir de un conductor por cuenta ajena por obligarle la
empresa a conducir con sobrecargas o con el vehículo en malas condiciones o sin haber
pasado la ITV, destinar la empresa, por vía de expediente de regulación de empleo, a un
trabajador a un puesto para el que se sabe que no reúne las condiciones legales, etc.
Evidentemente, si se legitimara el despido por ineptitud en estos supuestos, además de ser
contrario al principio de buena fe, se estaría dando carta blanca a posibles situaciones
fraudulentas, donde la empresa podría legítimamente despedir a personas molestas por la
falta de rendimiento o titulación que hubiese provocado ella mismo unilateralmente.
Además, se podría equiparar por analogía con la garantía del art. 39 ET –EDL 1995/13475-
. Esto es, del mismo modo que la empresa no puede despedir por ineptitud tras una
movilidad funcional unilateral, tampoco podrá despedir por la ineptitud provocada
unilateralmente por la propia empresa.
Ahora bien, si la conducta empresarial que ha provocado la ineptitud del trabajador, tenía
una finalidad discriminatoria, evidentemente, ello abocará en la nulidad del despido,
mientras que aun cuando la conducta del empresario haya provocado directa o
indirectamente la retirada de la titulación habilitante del trabajador, pero no se pueda
relacionar con alguna causa de discriminación, el despido únicamente podrá ser declarado
improcedente. Si bien, en el primer caso, nos encontramos con el dilema de que el
empresario debe readmitir a un trabajador a un puesto de trabajo para el cual no ostenta ya
la concreta habilitación legal requerida.
Ahora bien, a nuestro modo de ver, hay que saber distinguir nítidamente la necesaria causa
de la ineptitud o inhabilidad de sus efectos. Esto es, una cosa es la causa de extinción, que
es la que determinará la posible ineptitud y convertirá en su caso al trabajador en no idóneo
para desarrollar las tareas que son objeto de su contrato y otra es el concreto
incumplimiento de tales tareas. Por ello, es imprescindible que el empresario alegue una
causa concreta de la ineptitud o inhabilidad que pretende legitimar la extinción del contrato,
por ejemplo, enfermedad, accidente, deterioro físico o mental, imposibilidad legal, por
ejemplo, pérdida de habilitación profesional, etc.; pues de lo contrario, si se basa
únicamente en una evaluación negativa de la gestión del trabajador, por falta de iniciativa,
planificación, organización, etc., pero sin especificar la concreta causa que provoca tal
incumplimiento, es obvio que el mismo puede o no ser efecto de una ineptitud sobrevenida,
pero no ha de serlo obligatoriamente, pudiendo la falta de eficacia en el desempeño de
funciones ser debida a numerosas causas. Por ello, resulta necesario conocer la concreta
causa para saber si es constitutiva de una ineptitud objetiva o se debe a otras razones
sancionables por otras vías. De lo contrario, el despido deberá ser declarado
obligatoriamente como nulo.
Finalmente, de conformidad con los arts. 53 ET -EDL 1995/13475- y 123 LPL –EDL
1995/13689-, en los supuestos en que proceda la readmisión, el trabajador habrá de
reintegrar la indemnización, si ya la hubiera percibido. De los salarios dejados de percibir
no podrán deducirse los correspondientes al periodo de preaviso. En caso de optar el
empresario, en el supuesto de improcedencia del despido, por la extinción de la relación
laboral y el pago de la indemnización, se deducirá de esta última el importe de la
indemnización ya recibida. Asimismo, en el supuesto de despidos objetivos declarados
nulos por defectos formales, el posterior cumplimiento, por parte del empresario, de los
requisitos formales incumplidos no constituirá en ningún caso, subsanación del primitivo
acto extintivo, sino un nuevo acuerdo de extinción, con efectos desde su fecha. De lo cual
cabe deducir, en consecuencia, que el empresario podrá proceder a un nuevo despido en el
plazo de siete días desde la notificación de la sentencia, de acuerdo con el art. 110,4 LPL.