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Timothy Radcliffe *
D
urante una cena, hace unos pocos años, un amigo, que
es profesor de sociología de la religión, me hizo una pre-
gunta que le había planteado su hijo adolescente: «¿Por
qué ser cristiano? ¿Qué sentido tiene?». Al principio, me
quedé sorprendido. Si el cristianismo es verdadero, entonces no
puede tener otro sentido que Dios. No veneramos a Dios porque
recibamos algo en correspondencia. Meister Eckhart pensaba que
esto sería tratar a Dios como una vaca: «Algunos quieren amar a
Dios como aman a una vaca. Amas a una vaca por su leche y su
queso y el beneficio que te aporta. Esto es lo que hacen todos los
que aman a Dios para recibir recompensas, riquezas o algún con-
TIMOTHY RADCLIFFE
1
Sermón 16b, en Maestro Eckhart, Sermons and Treatises, 3 vols., Element
Books, Shaftesbury, vol. I, p. 127.
2
Growth or Decline, Notre Dame 1951, citado por S. Hauerwas, Sanctify the
Time, Edimburgo 1998, p. 38.
3
Desclée de Brouwer, Bilbao 2007; orig. inglés What is the point of being a
Christian?, Londres y Nueva York 2005. Se ha traducido al francés, español,
italiano, neerlandés, sueco, polaco, indonesio, croata, árabe, chino, vietnamita,
portugués y alemán.
4
William Shakespeare, Marco Antonio y Cleopatra, acto 5º, 2ª escena.
5
Hugh Rayment-Pickard, The Myths of Time: From St Augustine to American
Beauty, Darton Longman & Todd, Londres 2004, p. 119.
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7
Carta 208, en P. Misciattelli (ed.), Lettere di santa Caterina da Siena, vol. III,
Florencia 1940, p. 212; citado por Paul Murray en A Drink called Happiness:
The New Wine of Dominican Spirituality, Londres 2005, p. 159.
8
Carta 29, p. 108; Murray, o. c., p. 157.
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9
Sara Savage, Sylvia Collins-Mayo, Bob May y Graham Cray, Making Sense of
Generation Y: The World view of 15 – 25 years-olds, Londres 2006, p. 48.
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A menos que nos veamos tocados por esta misma libertad, nues-
tras palabras carecerán del contexto necesario para que tengan sen-
tido. Pero la Iglesia es considerada, por lo general, como un lugar
de temor huraño, que impone límites estrictos, y, en esta perspec-
tiva, nuestra moral es vista como algo impuesto, como el someti-
miento a un control exterior, en lugar de verse como algo que nos
libera para ser nosotros mismos en Cristo, disfrutando de la libertad
de los hijos de Dios. Al principio, cuando Pedro es liberado de la
cárcel por un ángel (Hechos 12), piensa que es una ilusión. Tam-
bién a nosotros se nos han quitado los grilletes de nuestras muñe-
cas, pero ¿nos lo creemos? De no ser así, ¿por qué deberíamos espe-
rar que lo hagan quienes nos escuchan?
La valentía es una virtud que se respeta universalmente y la cobar-
día, en palabras de C. S. Lewis, en su novela Cartas del diablo, «es
horrible de prever, horrible de sentir y horrible de recordar» 11. Cabe
la posibilidad de pensar que la Roma pagana se convirtió por la
valentía de los mártires. El modo en que afrontaban la muerte era el
contexto necesario para que sus palabras sobre el reinado de Cristo o
la resurrección tuvieran un significado. El lugar central que los már-
tires tenían en la Iglesia antigua puede parecernos algo malsano y
contrario a la vida, pero, como dijo G. K. Chesterton, esa «valentía
es casi un contrasentido. Significa un deseo intenso por vivir que
toma la forma de una disposición a morir» 12. Huir del martirio
habría sido una negación de su esperanza, la extinción de su alegría
y la renuncia a su libertad. En el modo como afrontaron la muerte
expresaron visiblemente lo que significa estar plenamente vivo.
Para Aristóteles el ejemplo principal de valentía se encuentra en
el soldado intrépido. Para Tomás de Aquino, la valentía se muestra,
sobre todo, en el aguante, incluso con alegría 13. Esta es la valentía
que necesitamos hoy día. La Iglesia está avergonzada por el descu-
brimiento de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y reli-
giosos; los obispos han estado encubriendo vergonzosamente este
escándalo; en Occidente muchas personas están renunciando a su
11
Screwtape Letters, Londres 1942, p. 148 (trad. esp. Madrid 2010).
12
Orthodoxy, Londres 1996, p. 134 (trad. esp. Ortodoxia, Barcelona 2005).
13
STh II II 136 4 ad 2.
14
Parochial and Plain Sermons, III, 25, Londres 1885, pp. 367ss (trad. esp.
Sermones parroquiales, Madrid 2008).
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15
An Interrupted Life. The Diaries of Etty Hillesum 1941-1943, trad. de A. J.
Pomerans, Londres 1996, p. 129 (trad. esp. Una vida conmocionada: diario,
1941-1943, Rubí 2007).
16
Gloria Cronin y Ben Siegel (eds.), Conversation with Saul Bellow, p. 278.
17
Ibíd., p. 227.