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Criminalidad, automovilidad y cultura de masas.

La Banda de Bonnot y la
Banda del Automóvil Gris. Una mirada comparativa de París y la ciudad de
México a principios del siglo XX.
Diego Antonio Franco de los Reyes

Introducción
En un París en el que la cultura de masas hace eco de la esfera de la criminalidad
y la coloca en el centro de la opinión y los debates públicos, la Banda de Bonnot,
aparecida en 1912, revela tensiones en el ámbito de la política y da un golpe sobre
la idea de progreso que representaban las innovaciones tecnológicas,
particularmente el automóvil, una de las máquinas más representativas de esta idea.
Si bien el automóvil era percibido como un artefacto que traería el bienestar a las
sociedades modernas, pocos se imaginaban los usos transgresores que se le
podían dar.
La presencia de estos bandidos, de las comunidades anarquistas y de los
movimientos ilegalistas resulta un choque directo con la sensación de éxito y
esplendor de la Bele Époque francesa. Las instituciones encargadas de perseguir y
castigar a los malhechores aún que no incorporaban los avances tecnológicos como
las armas de fuego y el automóvil se vieron rebasados por los bandidos. Los asaltos
a mano armada y las escapatorias veloces en automóvil produjeron un sentimiento
real de miedo e inseguridad en la capital de Francia. Algo similar sucedería en
México unos años después.
En la ciudad de México, durante los años de crisis de 1915-1916, en los que
la capital del país era administrada por las facciones revolucionarias con escasa
efectividad, las fechorías de la Banda del Automóvil Gris fueron un símbolo de la
inestabilidad política y de la transgresión en el uso de la tecnología. Las actividades
de esta banda fueron ligadas con algunos altos mandos de las autoridades militares,
en específico con el general constitucionalista Pablo Gómez. Esta liga, difundida a
veces como rumor y a veces como acusaciones directas entre las facciones, fue
causada por el atuendo militar oficial y las órdenes de cateo con firma oficial que

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usaba la Banda. Higinio Granda, su líder, tenía acceso a las altas esferas militares
e incluso tenía contactos con algunos altos funcionarios.
Esta situación volvía sospechosos a varios militares/políticos y funcionarios
de la época. Por otro lado, el uso del automóvil como parte de sus estrategia en los
atracos les permitía huir rápidamente y al mismo tiempo ser identificados fácilmente.
El artefacto, símbolo de la modernización y de la riqueza fue, paradójicamente,
utilizado para robar a las familias acaudaladas. De nuevo la tecnología era utilizada
para el robo y su supuesta aura de progreso se ponía en duda.
Si estas dos bandas de criminales utilizaron estrategias similares, valdría la
pena señalar cuáles fueron sus coincidencias específicas pero también sus
diferencias fundamentales. Y no sólo de ellas sino también de la coyuntura en que
cometieron sus fechorías. La perspectiva comparativa nos puede decir mucho sobre
las ciudades en las que existieron, sobre sus procesos de modernización urbana y
la modernización del crimen a partir de los usos de la tecnología. Asimismo, nos
pueden mostrar, en cierta medida, las circulaciones en torno a las ideas sobre la
tecnología, el crimen y la cultura de masas en ambas sociedades. Veamos.

Modernización urbana y modernización criminal


En 1912 París se encontraba en un periodo de estabilidad económica y de
modernización urbana debido a la incorporación de los avances tecnológicos a la
vida cotidiana de la ciudad. Invenciones como el teléfono, el telegrama inalámbrico,
el elevador, los sistemas de transportes eléctricos, el metro y, por supuesto, el
automóvil representaban el símbolo de la modernización y el progreso y se
incrustaban en los ritmos de la vida urbana. Calles iluminadas, paseos en automóvil
o en metro, llamadas entre personas distantes se tradujeron en cambios en la forma
de experimentar y representar la ciudad. La invención de la vida nocturna y la
expresión de la “ciudad de la luz” se convirtieron en elementos claves y cotidianos
de la identidad de París.
París fue declarada la capital del placer y los burgueses aprovecharon el
desarrollo industrial y financiero para incrementar sus ganancias y renovar sus
vestimentas, para visitar los teatros y apreciar las óperas y operetas, o para acudir

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a una sala de la incipiente y cada vez más atractiva cinematografía. Por otro lado,
la producción de automóviles se aceleraba cada vez más. “Los automóviles eran sin
duda uno de los símbolos de la nueva era. El primer automóvil apareció en las
carreteras de Francia en 1893. El país produjo 1.850 automóviles en 1896, 24,000
en 1898, 34,000 en 1909 y 43,000 en 1913. En 1912, el año de la Banda de Bonnot,
París registró 10.072 automóviles.”1
Esto fue el resultado del gobierno republicano conservador que favorecía a
los negocios, la corrupción y el beneficio de las élites. La Tercera República estuvo
regida por las nuevas élites provenientes de los negocios capitalistas, los
propietarios, banqueros e industriales, abogados y doctores. Los periódicos fueron
aliados de esta élite y contribuyeron a mantener la estabilidad política. Pero esta
concentración de riqueza provocó profundas desigualdades.
Los trabajadores, concentrados en las periferias y al norte y este de París
seguían siendo pobres y su realidad sórdida. Los barrios obreros de Montmartre
crearon un ambiente que atrajo a militantes del anarquismo que fueron aumentando
con el tiempo y cultivando ideas cada vez más radicales. La presencia de militantes
como Victor Kibalchich incitó la creación de publicaciones, comunas y movimientos
cada vez más complejos y divergentes. Fue en este contexto que surgió una
fracción llamada ilegalista, que clamaba por la realización de acciones radicales que
trascendieran la estabilidad y la legalidad de la República y atrajeran el estallido
revolucionario. La Banda de Bonnot supo aprovechar este momento de
modernización y la convergencia del movimiento anarquista ilegalista para irrumpir
en la vida pública mediante el robo motorizado y armado.2
Varios de los integrantes de la llamada Banda de Bonnot fueron militantes
anarquistas y simpatizantes de la vertiente ilegalista. Para ellos, la realización de
asaltos violentos a las instituciones de la República representaba un golpe a la
estabilidad, un acercamiento de la revolución y una realización de su voluntad
individual. Varios de ellos de origen belga y otros provenientes de la provincia
francesa, de familias trabajadoras o campesinas, emigrados a París, buscaban

1 Merriman, Ballad of the Anarchist, 2017, p. 13; Flonneau, “Paris au coeur”, 2007, p. 69.
2 Merriman, Ballad of the Anarchist, 2017, pp. 12-18, 30-37.

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dotar a sus acciones un significado trascendente. Varios militantes radicales
encontraron en Jules Bonnot, un bandido belga que huía de la justicia de ese país,
docto en la mecánica del automóvil, el cómplice perfecto para realizar sus robos.
Como menciona Pablo Piccato para el caso mexicano, si la ciudad se
modernizó, el crimen también lo hizo.3 Y esta aseveración también aplica para la
sociedad parisina. La Banda de Bonnot hizo converger una línea de pensamiento
político radical con el bandidaje, la economía criminal y las innovaciones
tecnológicas, sobre todo el automóvil, una mercancía solo accesible a las clases
más ricas del país. En efecto, en el atraco más famoso de la Banda, cometido el 14
de diciembre de 1911, a la Société Générale, a las 8:45 de la mañana, en el que
asaltaron a balazos a un empleado que iba a entregar valores y huyeron a toda
velocidad fuera de la ciudad y luego del país en un automóvil robado en la
madrugada anterior, se demostró la capacidad de la tecnología para el uso violento
y criminal.
Este suceso y los posteriores atracos utilizando la misma lógica (robo de
automóvil, asalto a mano armada, huida a toda velocidad y asesinato) muestran dos
elementos destacados. Primero, la existencia de una criminalidad “profesional” o,
por lo menos, planificada que no se limitaba a pequeños robos sino que daba
grandes golpes, que contaba con recursos tecnológicos y estratégicos, que hacía
converger una línea de pensamiento político con prácticas criminales, que se
aprovechaba de las redes militantes del anarquismo y de la economía criminal
internacional.
Por otro, resalta la incapacidad del cuerpo de policía para combatir a este
tipo de acciones ya que no contaban con automóviles, armas y estrategias para
evitar la fuga. En efecto, los criminales usaron autos antes que la policía. Las
acciones de la Banda mostraron las fisuras de la Tercera República: la desigualdad
que instigaba a los movimientos subversivos, la incapacidad para controlar el uso
de las tecnologías, las escasas posibilidades de la policía para hacer frente a una
criminalidad modernizada y la producción de miedo y pavor entre los ciudadanos de
la ciudad ante el uso de la violencia como una herramienta para el robo.

3 Piccato, Ciudad de sospechosos, 2010, pp. 265.

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En el caso de la Banda del Automóvil gris podemos observar algunas
diferencias en cuanto a la coyuntura histórica y el perfil de la banda, aunque varias
semejanzas en relación a la modernización de la criminalidad. En primer lugar, hay
que señalar que en 1915, año de los asaltos de la Banda, la ciudad se encontraba
en una coyuntura bélica resultado de la disputa de la ciudad por los bandos zapatista
y carrancista.
En los años anteriores al periodo revolucionario, la ciudad de México ya había
incorporado ciertas innovaciones tecnológicas durante la última etapa del Porfiriato,
régimen en el que Francia fue seguida como modelo de modernización, tales como
la luz eléctrica, el uso de tranvías y, por supuesto, la utilización del automóvil por las
familias más adineradas. Desde 1907, se importaron desde Estados Unidos a
México al menos 2,292, vehículos motorizados, de los que una gran parte se
concentró en la ciudad de México en las manos de las familias de la élite económica
y política.4 Pero la coyuntura bélica, el descontrol provocado por los abusos de las
facciones ocupantes de la ciudad y las crisis de abasto, los golpes militares y la
confusión provocada crearon un ambiente óptimo para la acción de los bandidos.
Higinio Granda y varios de los integrantes de la Banda huyeron en 1913 de
la cárcel de Belem gracias a los acontecimientos de la Decena Trágica en los que
los archivos fueron quemados. A diferencia de la estabilidad política y económica
de París, en 1915 la ciudad de México se encontraba en una coyuntura militar, con
problemas administrativos y con crisis de abasto, con violencia en las calles y abuso
de los militares a los habitantes. En ese año la ciudad fue ocupada por facciones
militares rivales. Primero por la zapatista y luego por la carrancista, pero en ambos
momentos la Banda del Automóvil Gris aprovechó la incapacidad oficial para
mantener el orden y proteger a los habitantes de la ciudad para realizar sus robos.
En la primera mitad de 1915 la Banda comenzó a robar utilizando una
estrategia bien definida: llegaban vestidos de militares a la casa de familias
acaudaladas con una orden de cateo oficial, cuando entraban a la vivienda se
dedicaban a buscar prendas valiosas y dinero; cuando los ocupantes se resistían
los sometían, pero regularmente evitaban la violencia física, y luego huían en

4 Freeman, “Transnational Mechanics”, 2012, p. 210.

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automóvil hacia los bajos fondos de la ciudad. Repitieron esta operación varias
veces y luego vendían los objetos en el mercado de la economía criminal.
De manera semejante a la Banda parisina, los integrantes de la Banda
mexicana utilizaron una estrategia clara y definida para realizar sus atracos así
como el uso de aparatos tecnológicos (armas y autos). La diferencia fue que la de
Bonnot no tenía conexiones con las élites políticas y utilizaba la violencia como
recurso primordial, mientras que la Banda del automóvil contó con la ventaja de
tener uniformes y órdenes de cateos oficiales, así como de contactos con altos
mandos de los ejércitos zapatista y constitucionalista, aunque eran menos violentos
que la otra agrupación.
Y hubo más diferencias. Mientras que la Banda de Bonnot se articula a un
pensamiento y práctica política mediante algunos de sus miembros, la Banda del
Automóvil no profesaba alguna línea de pensamiento político específica. En todo
caso, se puede señalar que Granda tuvo acceso al ejército zapatista por los méritos
de su hermano y al ejército convencionista por su conexión con Pablo González, un
general de alto rango. Es decir, Granda circuló en dos de los bandos combatientes,
lo que muestra la flexibilidad de su posición política.

Cultura de masas y criminalidad: política, prensa y cine


Ante el impacto que causaron las acciones de las dos agrupaciones criminales, la
prensa y la cultura popular mostraron sus opiniones y se posicionaron de forma
crítica ante los cuerpos policiales encargados de perseguirlas. Los señalamientos
sobre la incapacidad de la policía para combatir el crimen en París, y el eco a los
rumores sobre el involucramiento de altos mandos militares carrancistas en el caso
mexicano dejan ver la mirada crítica de la prensa hacia las autoridades. Por otro
lado, la fascinación y el morbo que causaron las dos Bandas despertaron el interés
de los realizadores de cine para contar sus historias en la pantalla y contribuir a la
difusión y a la vez distorsión de los acontecimientos.
En el caso de la Banda de Bonnot, la prensa se mostró escéptica en relación
a la incapacidad de la policía para atrapar a los bandidos. Ante las ventajas que
tenían los criminales por el uso de las técnicas modernas, herramientas con las que

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no contaba la policía, los agentes tardaron en capturarlos y tuvieron varios fracasos
a pesar de la red de espías e informantes que tenían en París y alrededor de las
agrupaciones anarquistas.
Algunos periódicos señalaron las dificultades que se estaban teniendo en las
investigaciones para atrapar a los bandidos debido a las carencias técnicas. En
efecto, la policía no contaba con automóviles, armas e incluso algunas estaciones
de policía no tenían teléfonos. El diario L’Humanité público un poema que se burlaba
de la policía: “La Balada de los Bandidos Fatome/ Lépine, ilustre derrochador de
tiempo/ ¡Ah! Qué desgracia y qué pena/ Si en esta incierta persecución/ ¡Guichard
llega muero al fin!/ ¡Es usted, el capitán más famoso!/ Pero, ¿dónde están Bonnot y
Garnier?”5
Fueron los asaltos de la banda que culminaban la “crisis de la represión”
desatada por la “psicosis de los años 1907-1912” los que estimularon a las
autoridades a reformar el sistema judicial. Durante el periodo de 1907 a 1912, las
instituciones judiciales fueron duramente criticadas y un proceso de reforma
paulatina emergió, con el fin de facultarlas para cumplir con sus labores de mejor
manera. Goerge Berry convirtió al tema de la seguridad en un tópico nacional y las
transformaciones fueron lentas pero cada vez más efectivas. 6 A pesar de ello, la
Banda de Bonnot logró ponerlas en jaque una vez más.
Por otro lado, el cine también hizo eco de los acontecimientos relacionados
con los atracos de la Banda. En 1912 se difundió el filme titulado Bandits en
Automobile, realizado por Victorin Jasset. La película muestra las innovaciones en
los robos de los bandidos y su realización “en pleno día en el corazón de París”, así
como la ineficacia de la policía para atraparlos. La fascinación por la criminalidad y
su difusión en los medios masivos y de cultura de masas, surgida a mediados del
siglo XIX,7 continuó durante el siglo XX, y las cintas cinematográficas no podían
quedarse fuera de la tendencia. Sin embargo, la película fue prohibida para su
exhibición en varias ciudades, pues se pensaba que hacía una apología a los
criminales. Las coincidencias con el caso mexicano resultan más que interesantes

5 L’Humanité, abril de 1912, citado en Merriman, Ballad of the Anarchist, 2017, p. 132.
6 Kalifa, Crimen y cultura, 2008, pp. 65-69.
7 Ibíd., p. 9-14.

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En relación a la Banda del Automóvil Gris, la prensa y el cine también tuvieron
un papel muy activo en relación a la difusión de los acontecimientos y en la
realización de acusaciones a las autoridades encargadas de mantener la seguridad
de la ciudad de México. El uso de uniformes oficiales y de órdenes de cateo firmadas
por el general Pablo González despertaron las sospechas de la participación de
mandos militares en la banda. Asimismo, los acontecimientos apresurados
relacionados con los juicios, ejecuciones y castigos diferenciados para los miembros
de la banda, reafirmaron las suspicacias.
El periódico El Universal comenzó a investigar de forma independiente los
sucesos, luego de que en 1918 dos miembros de la Banda fueron asesinados en
prisión, después de que afirmaran que iban a hacer declaraciones sensacionales.
Anteriormente, algunos de los miembros de la agrupación fueron fusilados
inmediatamente y sin el debido proceso por parte de las autoridades
constitucionalistas, mientras que a otros se les perdonó la vida, fue el caso de
Higinio Granda. Las sospechas de que el general Pablo González estaba implicado
en los atracos siempre estuvieron latentes, aunque los periódicos nunca las
afirmaron de forma tajante. Sin embargo, el rumor, un medio de comunicación de la
época, mantuvo esa sospecha viva.8
Tal como en el caso parisino, el señalamiento de los cuerpos policiales fue
también difundido por otras formas de circulación cultural. Si en París se difundían
poemas, en la ciudad de México circulaba un corrido sobre la Banda que señalaba
la liga entre autoridades y bandidos. Los corridos, como forma de narración popular
de los acontecimientos cotidianos, mostraban la vivencia de la Revolución en la
ciudad, que afectó la vida de sus habitantes, sin importar el bando que la ocupara.
El corrido indicaba detalles del accionar de la Banda pero contribuyó también a
acrecentar el rumor que crecía sobre ella, ya que le achacaba crímenes de los que
no se comprobó su participación.9

8 Reyes, Cine y sociedad, 1996, p. 237.


9 El Corrido de la Banda del Automóvil Gris dice lo siguiente: “Señores tengan presente/ lo que les
voy a contar/ sobre esa batida de gente/ que asalta la capital.// Será qu’el diablo la ayuda/ a tanta
mala acción/ o los mismos generales/ de la revolución.// Dicen que todos salieron/ de la cárcel de
Belén/ y que roban las casas/ por encargo de la Ley.// Y andan esos rateros/ en automóvil gris/
robando tanto dinero/ y joyas hay que decir.// Unos son mexicanos/ y otros no lo son/ soldados o

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El cine también hizo eco en las pantallas mexicanas al igual que en las
parisinas. En 1919 se estrenó una película titulada El automóvil gris que fue
financiada por el propio general Pablo González —quien buscaba la presidencia del
país y quería lavar su nombre en relación con los acontecimientos de la Banda— y
dirigida por Enrique Rosas. La cinta tuvo varias versiones. Una fue el guion, otra
una serie de varios episodios que, así como la película francesa, fueron censurados
por un juez para eliminar las escenas que podían despertar simpatía por los
criminales. Esta versión fue la que se estrenó en 1919. Una versión más fue más
editada como largometraje dos décadas después. Si bien la película tergiversó los
acontecimientos para salvar el nombre de Pablo González, “en lugar de favorecer
al general, lo perjudicó, pues en nada contribuyó a dar una explicación satisfactoria
a las suspicacias del público.”10

Conclusión
Para terminar quiero señalar solo dos puntos interesantes que emergen de esta
comparación, uno relacionada con las invenciones técnicas modernas y otro con las
circulaciones de los imaginarios entre México y Francia. Primero. Como se observa,
y aún sin profundizar demasiado en las particularidades de cada caso, la
modernización urbana tuvo su correlato en las esferas de la criminalidad y la cultura
de masas. El automóvil, símbolo del progreso y la innovación tecnológica como llave
de la expansión económica mostraron que las invenciones técnicas también podían
ser utilizadas para cometer crímenes y atemorizar al público citadino, como lo
hicieron patente las dos bandas. Por otro lado, tanto la prensa como el cine, otras
de las invenciones modernas que representaban el progreso, enfocaron desde sus

policías/ ¡cristianos sin corazón!// Señores pongan cuidado/ que les daré un pormenor/ son peores
que un terremoto/ y el jefe es un español.// Con órdenes de cateo/saquean la capital/ cogiendo todo
lo ajeno/ buscando el arsenal.// Todita la gente tiembla/ sin hallar ni qué pensar/ con estos hijos de
Gestas/ Dios mismo se debe cuidar.// Ni toda la artillería/ del Palacio Nacional/ salvó a la Tesorería/
de un robo tan sin igual.// Señores ya me despido/ que sigan sin novedad/ cuídense de los vecinos/
y de la autoridad.//” Sánchez, La Banda del Automóvil, 2007, pp. 71-72. Como apuntó Aurelio de los
Reyes, “Es importante señalar que para estas fechas [1918] la historia de la Banda del Automóvil
Gris se había convertido en una leyenda agigantada por la ignorancia que de los hechos tenían los
periódicos y el público, y que el asunto se había vuelto una madeja ininteligible. Reyes, Cine y
sociedad, 1996, p. 241.
10 Ibíd., p. 256.

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inicios a aquellos aspectos de la sociedad contra los que luchaba el progreso: la
criminalidad y las ideas radicales.
Segundo. Los medios de comunicación de masas de ambos países muestran
la temprana circulación global de las representaciones sobre la criminalidad. Por un
lado, resulta interesante que la primera escena de la película de Jasset se titule
“L’auto grise”, lo que hace suponer que tres años después, estas imágenes
inspiraron la forma de llamar a la agrupación mexicana. Por otro, uno de los diarios
mexicanos que siguió de cerca las acciones de la Banda y de sus captores hizo
alusión al “apachismo” parisino —término acuñado en referencia a las comunidades
indias del norte de México, consideradas como perversas, violentas e
inasimilables—11 pues “según El Demócrata, la manera en la que la Banda del
Automóvil Gris operaba se parecía a los famosos “Apaches” de París.”12

Bibliografía
Flonneau, Mathieu, “Paris au coeur de la révolution des usages de l'automobile
1884-1908 », en Histoire, économie & société, 2007/2, pp. 61-74.
Freeman, Brian, “Transnational Mechanics: Automobility in México, 1895-1950”,
tesis de doctorado en historia, Nueva York, The City University of New York,
2012.
Kalifa, Dominique, Crimen y cultura de masas en Francia, siglos XIX y XX, México,
Instituto Mora, 2008.
Merriman, John, Ballad of the Anarchist Bandits: The Crime Spree that Gripped Bele
Époque Paris, New York, Nation Books, 2017.
Piccato, Pablo, Ciudad de sospechosos: Crimen en la ciudad de México 1900-1931,
México, CIESAS, 2010.
Reyes, Aurelio de los, Cine y sociedad en México 1896-1930: vivir de sueños,
volumen 1 1896-1920, México, IIE-UNAM, 1996.
Sánchez González, La Banda del Automóvil Gris, México, Byblos, 2007.

11 Kalifa, Crimen y cultura, 2008, pp. 37-52.


12 El Demócrata, 13 de diciembre de 1913, citado por Piccato, Ciudad de sospechosos, 2010, p. 267.

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