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Tesis doctoral
Departamento de Filosofía
San Salvador
CONTEMPORANEO"
Héctor Samour
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A todos los amigos y amigas del
seminario Zubiri-Ellacuría de Managua
La filosofía puede y debe ser criticada por sus insuficiencias sociales, por su
carácter de ideología; pero, ante todo, debe ser criticada por sus insuficiencias
filosóficas.
I. Ellacuría
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Introducción
saben donde quieren llegar. Algunos parecen estar dispuestos a forzar contra
de la necesidad imperiosa de una ética universal para hacerles frente. Una vez
Si F. Dostoievski aseguraba que sin Dios todo está permitido, ahora parece
afirmarse que sin unos principios éticos universales estamos perdidos. Aunque
esto fuera cierto no prueba que se den efectivamente estos principios. Es más,
nuestras convicciones. "No es nunca seguro que una opinión sea falsa porque
autores que parecen más rigurosos filosóficamente. Autores que no permiten que
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desfundamentación y de la crítica radical del pensamiento ético encontremos a
ante los propios ojos o a los ojos de los demás, y la inmersión en conflictos de
filosófica de la ética, esto es, válida para cualquiera? ¿Cuál es el punto de partida
o desde donde puede la filosofía abordar con rigor la reflexión y el análisis ético?
cada autor? Son cuestiones complejas en las que se han estrellado múltiples
filosofías y que cruzan prácticamente desde los diálogos platónicos toda la historia
más densas de la ética filosófica nos condenamos a elegir entre las diferentes
puede ser más alentador, los problemas sobre el mundo actual y el modo de
necesidad de una reflexión ética pero luego hay una adscripción somera a alguna
corriente filosófica con algún aderezo y de allí ya se pasa a las respuestas. Se nos
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filosofía. Todo indicaría que lo que pueda desprenderse de un análisis filosófico, y
más en filosofía moral, pende siempre de una opción previa de su autor. Pero que
esto sea así en muchos casos, o casi siempre, ¿significa que necesariamente los
filosofía dependa o no de una opción previa tiene que ser a su vez discutido y
mostrado filosóficamente.
Luego hay que contar con el recelo más que fundado de que la filosofía moral es
una fuga y una abstracción de los conflictos reales. Mas en Latinoamérica que en
Europa, se tenderá a pensar que una filosofía interesada por cuestiones últimas o
hallar la serenidad de espíritu para este tipo de investigaciones. Pero tenemos que
conflictos. Parece inmoral, ilegítimo, oscuro, inútil, una reflexión fundamental sobre
de ilusiones, esta reflexión puede ser una forma de compromiso radical con todos
no produzca una utilidad inmediata es quizás más una ventaja que un defecto,
y holgura para saber dónde tenemos apoyados los pies (SSV 404) podría ser uno
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de los magníficos engaños de nuestro tiempo para mantenernos en la superficie
Por último no es menos grave la objeción de que ante una razón cínica la filosofía
moral parece inerme e ingenua. Como dirá J. Muguerza lo mínimo que a uno se le
ocurre preguntar a la ética es lo de las películas: "¿Qué hace una chica como tú
con la moralidad y las formas de vida del presente hacen lo que dicen y prometen
lo que van a hacer sin necesidad de ocultarlo, y los indignados y descontentos, por
las razones que sea, sienten que ante esta transparencia su crítica es inerme. La
desobediencia civil, por minoritaria que ésta fuera, cuando se tratara de oponerse
o algún otro tipo de instancia les aseguraría que como mínimo su indignación es
más racional, más filosófica, más seria, más moral o más humana que la
aceptación sin reservas del orden vigente. Por el contrario, los que ya se sienten
todos tienen la obligación de obedecer las leyes de un Estado, aunque puedan ser
Pero aun admitiendo que una investigación filosófica pudiera mostrar que más allá
de la utilización de la ética por uno u otro interés particular hay algo universal que
todos deben tener en cuenta, ¿cómo puede la ética filosófica tener alguna
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operatividad, alguna influencia en un mundo lastrado por el poder, las urgencias y
un stress que nos imposibilita a menudo una reflexión mínima? No hay ya, como
presuponía la crítica de las ideologías moderna, un velo de inocencia que nos
cubra a todos. La filosofía y las ciencias sociales podrán ejercer todo lo que
quieran su función crítica y sacar a la luz las causas del mal y del sufrimiento. Los
ante las injusticias del presente. No importa. Con ello apenas si desmoronarán la
que no tiene que justificarse más que ante sí mismo, entonces no tiene tampoco
por qué preocuparse por su eficacia o por su indefensión ante una razón cínica. La
filosofía podrá considerarse una tarea inútil al lado del quehacer científico, técnico
incluso de ser una pérdida de tiempo. La filosofía será quizás una pasión
desmesurada por la verdad donde los problemas -como dirá J. Ortega y Gasset-
no entran como los leones en la pista de circo con un cierto grado de morfinización
sino con todo su pavoroso brío. Pero aún siendo por su inutilidad, altanería y
lo que tiene que ser no necesita lograr la solución de sus problemas, no necesita
filosófica.
conducir a los hombres hasta los hechos [...] más precisa que, por su parte, se
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impongan la ley de abjurar durante algún tiempo de sus nociones y se familiaricen
con los hechos en sí." F. Bacon busca librarnos así de los prejuicios de la especie,
expresará pocos años después con contundencia que solamente con una voluntad
y éste era precisamente el ideal de R. Descartes: liberar el propio espíritu "de toda
las mismas. De hecho piensa que son muy pocas las personas dispuestas a
ciencias, "creyendo cada cual que todas sus proposiciones son problemáticas,
patentes.".
algún modo adelante este proyecto cartesiano pudiéndose establecer incluso entre
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rector de la tarea filosófica. Tal vez este ideal nunca tendrá una realización
que todos los presupuestos con los que cargan nuestros lenguajes puedan ser
decir que la filosofía sea el saber más importante, más útil o más urgente ni de
mantener ningún tipo de arrogancia ante los demás saberes. La filosofía tampoco
es primera por una prioridad cronológica como si se tuviera que hacerse filosofía
bien que la filosofía surge frecuentemente de las dificultades planteadas por otros
acumulados en ellos.
Podría pensarse con razón que hablar de ética primera es una contradicción en
filosofía primera libre de presupuestos al introducir en ella sin más lo que casi
¿Pero tiene esta afirmación una justificación filosófica radical? ¿Qué tendrá que
ver X. Zubiri con esta cuestión cuando prácticamente no habla nunca de filosofía
En la mayoría de los autores que han dedicado esfuerzos a una filosofía primera
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cuestionado, este avance por adelgazamiento de la filosofía primera una
aniquilamiento del mundo, un sondeo para saber estar en la realidad (IRA 352)?
¿No es, por tanto, el mero preguntar de una filosofía primera, antes de toda
cual sea su objeto y aunque este no tuviera nada que ver con algo asimilable al
en X. Zubiri ¿es ética de ese modo o también se podría considerar ética por su
propio objeto o punto de partida? Si así fuera ¿no serían prácticamente sinónimas
Nada impide que a la filosofía primera la llamemos metafísica. Así sucede con el
peculiar ontología y con J. Ortega y Gasset y X. Zubiri que afirman que metafísica
Basta una ojeada a cualquier diccionario de filosofía para darse cuenta de que es
ella que es casi obvio que hoy no hay nada que pueda llamarse "la metafísica" sin
más. En nuestra tesis consideramos que evita equívocos distinguir entre una
sí mismos, "y no desde una teoría de cualquier orden que fuere" (IRE 20). X. Zubiri
nos advierte de entrada que tendrá siempre buen cuidado de advertirnos cuando
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en Inteligencia Sentiente se trate de conceptuaciones metafísicas que desbordan
el análisis de los actos y los hechos positivos deslindables en el mismo (IRE 20,
156). Por otra parte, en el ámbito de los estudios zubirianos la distinción entre
filosofía primera y metafísica se ha ido imponiendo cada vez con mayor vigor
consuelo, que no consagre el presente y que sea válida para cualquiera. Una ética
embargo nos coloque más allá de todo confort metafísico y socioeconómico. Hasta
alguna instancia metafísica, religiosa o mística, una ética más allá del relativismo
hoy quizás sospechoso de ilusorio, es algo que tendrá que valorarse al final de
de las cosas, sino hacernos ver que lo más difícil es justo lo más diáfano de ellas
(PFMO 24). Por eso, precisamente, parece una perogrullada en la que no vale la
pena perder el tiempo (PFMO 24). Mostrar la relevancia de esta perogrullada para
la constitución de una ética primera que permita hacer avanzar el debate ético
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facticidad y el vano intento de saltar sobre nuestra propia sombra, pueda recoger
el momento de verdad de cada una de ellas. Para ello, tenemos que detenernos
nudos del debate ético contemporáneo y a la posibilidad, que aquí con cierta
Conill, tan importante como saber de dónde viene una filosofía es saber a dónde
podría ir. X. Zubiri mismo nos ha enseñado a dejar siempre las filosofías y los
Debo advertir que dada la extraordinaria dificultad de precisar cada uno de los
términos que utiliza Zubiri y lo tedioso que podría resultar hacerlo en notas a pie
horizonte filosófico aquí en Centroamérica desde que una tarde de julio de 1991
parte de los contenidos y lo menos malo de esta tesis. Jorge Alvarado, Mercedes
Fernández, Gianpaolo Miele, Martha Cabrera, Erwin Silva, y todos los amigos y
amigas del seminario Zubiri-Ellacuría de Managua que desde 1992 hasta 1996
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cuantiosas aportaciones enriquecedoras. El P. Manuel Mazón y el P. Dean
ánimo y un buen humor impagable. A Alvaro López Pego debo agradecerle todas
sus reprimendas filológicas y filosóficas desde que fui un pésimo alumno suyo en
filosofía, a Anayra Santory que se desvivió por nuestra familia y a las bibliotecarias
del Centro Monseñor Romero les agradezco la calidez con la que siempre me han
voluntad del P. Chepe Idiáquez obtuve la beca de estudios de dos años que me ha
Diego Gracia, la ayuda económica que nos permitió pagar la carrera de doctorado.
Finalmente es tanto lo que habría que agradecer a Judit Ribas que no hay
palabras.
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Siglas
Al final puede verse una cronología de los escritos de X. Zubiri. Los que citamos
CDT = "El concepto descriptivo del tiempo", en Realitas II, Madrid, 1976, pp.
7-47
DHSH = "La dimensión histórica del ser humano", en X. Zubiri, Siete ensayos
de antropología filosófica, Bogotá, 1982, pp. 117-174.
Salvador, 1968.
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HD = El hombre y Dios, Madrid, 1984
HRI = "El hombre: lo real y lo irreal", curso inédito, archivo I. Ellacuría, UCA,
1994.
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POH = Le Problème de l'objectivité d'après Ed. Husserl: I. La logique pure
(tesis de licenciatura), Lovaina, 1921.
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Primera parte: el debate ético contemporáneo
Capítulo 1. La ética en el contexto de la mundialización
evidencia que el universalismo ético ilustrado era una máscara del etnocentrismo y
sería la mejor arma para transformar en motivo de orgullo las maneras de ser de
Por el contrario, en los países ricos un relativismo racista manifiesta sin el menor
liquidación por todos los desarraigados del Tercer Mundo y que el único medio de
multicultural replica que lo que hay que hacer en lugar de repartir las culturas en
cada uno disolver nuestra identidad y pasar sin trabas de una actividad
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raíces se propugna una especie de alegre mescolanza y de multiculturalidad en la
concierto o una labor humanitaria, tengan el mismo rango. Por más acusadas que
sean las divergencias y tensas las relaciones entre ricos y pobres, y por más
las tradiciones. Los credos se oponen, pero no las visiones del mundo. El
relativismo puede haber nacido en América Latina y los países colonizados del
en la aceptación de la injusticia.
El relativismo ético de uno y otro signo, no es desde luego infructífero. Por ejemplo
algunas teóricas feministas heideggerianas nos hacen ser mucho más sensibles a
sexual. Claro está que, aun las feministas que abogan por esta comprensión, en el
clitoridianos iniciáticos que existan, algunos constituyen sin duda una auténtica
legitimadas por una determinada tradición cultural y porque en ella las mujeres la
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entre las diferentes culturas. El diálogo intercultural sería un valor más en una
determinada cultura que no se ve por qué tiene que ser considerado mejor que la
humanos y todo tipo de horrores pueden ser perfectamente legitimados desde una
tradición o cultura nacional. Pero lo más grave, allí donde el relativismo ético se
cae por su propia base, es que, de hecho, lo que históricamente podría ser cierto,
constituirse como tal esta disparidad. Podrá discutirse todo lo que se quiera la
ciego ante esta universalidad fáctica que determina incluso muchas de las
valor y sentido cultural. Y lo que es peor, hoy una de las armas para mantener
invasión progresiva de Europa y Estados Unidos por los "colonos" de los países
occidental. Nos encontramos con un gran auge del relativismo ético, justamente
cuando todos los grupos sociales del planeta, lo sepan y les guste o no, están más
unificados que nunca. Con toda la verdad que puedan conllevar las diferentes
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posiciones éticas relativistas, son en el presente, por los mismos avatares de la
2. La universalidad
universalidad fáctica
modos) para conseguir lo que quieren. Pero a partir de los datos que nos ofrecen
ni a ninguna utopía ilustrada, ni siquiera a la idea de que todos los seres humanos
compartimos una estructura racional o genética parecida, sino a algo mucho más
gustos y hábitos mundiales (Piénsese tan sólo en los estilos del vestir, los gustos
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tradiciones perdidas en todas partes. Efectos parecidos en el cuerpo humano
alimentos, todos están hasta cierto punto a dieta, pues tienen que elegir
con todas las demás sociedades del mundo sino de que nuestras actividades
cotidianas están decisivamente influidas por sucesos que ocurren al otro lado del
conciencia que tengamos de ello y del juicio moral que nos merezca. Muchos de
estos riesgos (desastres nucleares, ecológicos) están alejados del control no sólo
Son riesgos con los que tendrá que convivir toda la humanidad y todas las culturas
desde el momento en que todo lo que solía ser natural o tradicional tiene que ser
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es posible encontrar pueblos con conocimientos sobre ideas o incluso textos de
decisiones sin una reflexión sobre las consecuencias de la propia acción. Hoy
Aunque alguien adujera que más vale someterse y confiar en los designios a
Primero porque las únicas posibilidades reales son las que se montan sobre las
como se ha venido pensando desde Aristóteles, sino que nos permite crear
natural de lo artificial.
Desde el hecho de que hoy conformamos ya una única sociedad mundial llama
mucho la atención el doble rasero con que se miden los derechos de las personas
gobiernos y ciudadanos del mundo como causa grave de deterioro del medio
ambiental, el aumento del consumo, que deteriora más el ambiente que el propio
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hecho, el objetivo fundamental de las políticas económicas nacionales. Los países
técnica con los países pobres, pero se niegan en cambio a trasladar y ofrecer las
Mientras las multinacionales pueden eludir al fisco del Estado nacional, (se puede
fiscal en otro) las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan la
mayor parte de los puestos de trabajo, se ven atosigadas y asfixiadas por las
dinero público. Ni se les pasa por la cabeza irse a vivir allí donde crean los
puestos de trabajo y pagan muy pocos impuestos. Pero para sí mismos reclaman
torpedean. Mientras hasta hace muy poco se veía muy bien en los países ricos
mundiales. Si hoy constituimos una única sociedad mundial los derechos y valores
más anodinos que rigen en el interior de los estados son exigibles mundialmente y
sociedad mundial las repercusiones de los actos cotidianos en aquellos que viven
relevantes moralmente que aquellos que afectan al ámbito local o cultural propio.
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Pero del universalismo fáctico no puede desprenderse un universalismo moral. Lo
por encima o más allá de las diversas tradiciones humanas. Nuestras acciones
hoy tienen un alcance mundial y sin embargo los problemas mundiales que
puebla el ámbito cercano, y el del Estado, pero los problemas que se alojan en el
al extranjero parece que no tenga tanto que ver con nosotros. La moral sujeta al
ámbito cultural nos permite impulsar esta sensibilidad distinta según se trate de
tradiciones (por ejemplo el dominio de los varones) eso no significa que sean
ética mundial sería indispensable para orientar las posibilidades que nos abre
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la vida, la fecundación artificial, la informática etc., sobre las cuales las tradiciones
actuales alcanzaran a todos y se hiciera de ellas el mismo uso que en los países
atrás en la técnica y pese a que estos mismos problemas requieren una solución
con una universalidad de facto vertebrada con una racionalidad científica mundial
Pero por más que nos esforcemos en acentuar las paradojas, las contradicciones
del mundo presente y la necesidad perentoria de una ética mundial, nada de ello
filosófica radical? Muchos intentos de fundamentar una ética mundial parecen dar
más cosas implique esta ética mundial: una determinada metafísica, una
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Apel también quiere formular una ética mundial sin compromisos con
"Por eso algunos éticos nos hemos refugiado humildemente en una ética de
pactos fácticos, que están previamente manipulados, y en los que no gozan todos
X. Zubiri pueda aportar algo en esta dirección, que pueda constituir una respuesta
más satisfactoria que la de K. O. Apel y que nos abra las puertas a una
actualmente. Pero aun con estas restricciones el debate es de tal envergadura que
fidelidad a unos autores nos interesa bosquejar cuales son los problemas
neurálgicos del debate ético contemporáneo. Probablemente sea cierto que hay
muchos autores apenas conocidos que tengan cosas tan o más importantes que
decir en este debate, que haya autores clásicos que han pensado estas
cuestiones con mayor rigor e incluso que se haga un uso superficial de los
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candente o mas conocido sea lo mejor o más elaborado, ni que toda filosofía ética
que se precie tenga que entrar en este debate. Simplemente pensamos que este
sinónimo de lo contrario.
Sea cual sea la razón, lo cierto es que el diálogo y la discusión en ética parece
mucho más vivo que en cualquier otra área filosófica. Diversos filósofos de
éticas en todas las especialidades, desde las clásicas éticas del derecho y ética
política hasta las más novedosas "business ethics", ética ecológica y bioética. En
el ámbito religioso se levanta siempre una ineludible dimensión ética y las ciencias
ética y de unos determinados valores y alguna época que hable más de moral y de
valores que la nuestra. Quizás precisamente por este abuso, es muchas veces
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difícil saber de qué estamos hablando y más necesario que nunca ganar una
cierta claridad sobre eso que está en boca de todos. El debate ético filosófico
puede parecer en un primer momento que oscurece y embrolla más el tema, pero
con una cierta paciencia y conteniendo cualquier precipitación moral puede que
nos brinde alguna luz. Al menos no cabe esperar que esta claridad mínima
Para situar las cuestiones neurálgicas del debate ético contemporáneo partiremos
escuelas filosóficas constituyen sin duda uno de los acicates más creativos de la
la discusión abierta de los problemas. El debate de K.-O. Apel con H.-G. Gadamer
menos de precisar algunas de sus cuestiones neurálgicas. Se trata de ver qué nos
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corresponde alguno, el problema de qué método utilizar en una ética filosófica si
es que hay que utilizar alguno, el problema de que papel juega la razón
(suponiendo un cierto acuerdo mínimo sobre lo que designamos con este término)
embargo los nudos a que llega este diálogo son nudos que a menudo
tiempo. Su filosofía es una filosofía con conciencia de haber roto amarras con la
ejercicio filosófico.
dos vocablos griegos fonéticamente muy parejos: µ 2@l estancia, lugar donde se
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Mientras M. Heidegger destaca el ser ya en lo ético haciendo derivar el § 2@l
(costumbre) del µ 2 @ l (morada), Aristóteles destaca el aspecto individual,
ciencia, consistente en aquello que no puede ser de otra manera. El saber práctico
recae sobre cosas que pueden ser de otra manera. El vocablo latino mos, moris,
del cual procede el de moral se asocia con el ethos griego; significa modo de ser,
carácter, costumbre. No cabe duda de que los términos "moral" y "ética" no aluden
que el uso social de tales vocablos no nos invita a deslindarlos, puesto que en el
filosofía ética o moral. Pero si la diferenciación entre moral y ética no viene exigida
establecerla por imperativos lógicos, es decir, para distinguir dos niveles distintos
que convendremos en llamar moral, porque poco a poco parece que esa distinción
juicios que regulan las acciones concretas de los seres humanos, ofreciendo
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sobre los juicios, acciones y códigos morales ya existentes. El tránsito de la moral
que dirige la acción de modo inmediato a una reflexión filosófica, que sólo de
Ahora bien, con esta distinción entre dos niveles del discurso no hemos aclarado
todavía mucho las cosas. Esta investigación filosófica del campo de la moral, ¿en
códigos morales que realizan también desde un segundo orden las otras ciencias:
de acuerdo en la distinción entre estos dos niveles, sin embargo los problemas
empiezan cuando queremos precisar un poco más lo que estudia la filosofía moral
que una descripción rigurosa del pensamiento de cada escuela y autor, con el
Tal es, por ejemplo, el caso de J. Rawls que tanto se lo puede encontrar en el
señalar de nuevo que aquí lo que nos interesa es situar el diálogo ético
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2. La filosofía moral neohegeliana
de lado por el devenir. Toda moral universal es una abstracción y un engaño, una
buena conciencia, un alma bella, una criada de la acción tanto más muerta cuanto
alcanza la libertad real. E1 interés de la filosofía por lo que debe ser condena a
razón hace la historia, y cada una de las figuras históricas que va tomando la
razón que, al mismo tiempo que se identifica con lo que es, contiene
germinalmente lo nuevo. El deber ser no es más que lo que todavía no es. Todos
nombre de la moralidad, sino en nombre de una eticidad futura. Que sean héroes
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misma. Sobre los principios morales, al igual que sobre el Estado, solo la historia
Al pensar la moral desde las relaciones sociales reales, aparecen los sistemas
reales de los hombres de carne y hueso. Es por ello que las ideas éticas no sólo
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históricas. Los seres humanos para transformar su mundo no necesitan una moral
económicas.
juicio moral. Así por ejemplo, uno de los libros más vendidos y con más ediciones
histórico donde el último estado del proceso sería el superior. Se presenta como
un análisis científico lo que no es más que una creencia en que la historia tiene
por ella misma un sentido y de que trabaja por vericuetos a menudo indescifrables
conclusión de hecho lo que era un juicio de valor o una prescripción, o por causas
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piensan que para mantener las energías necesarias para roer el orden existente y
las alienaciones más profundas hace falta una especie de mística o de confianza
religiosa. Sólo este sentimiento puede pertrechar a los individuos de una dirección
Pero el precio que hay que pagar por abrazarse a la fe es que no ofrece la
análisis o razonamientos ni es algo que pueda pretenderse que sea obvio para
diálogo moral, puesto que no es admisible para quienes, por los motivos que sea,
cuyo objeto fuera analizar las acciones humanas bajo el punto de vista de su
de una ciencia ética sino simplemente de una ciencia crítica que intenta dar cuenta
oportunidades de vida para todos sino solamente hacer juicios sobre si puede
sino apelar a unos valores éticos distintos de los vigentes (momento ético) por los
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cuáles debamos preferir la transformación social. Toda ciencia crítica que
razonables. En todas las áreas siempre estamos más facultados para la crítica
unas determinadas tesis que atreverse a mantener otras. Además el que propone
inmuniza contra ella. Ahora bien, cuando se introducen alternativas, por más
históricas, pero de esta crítica no se sigue que hay que negar la autonomía y la
Según E. Dussel en el joven Marx ya está dibujada una ética cuyo eje es la
frente a Hegel, a los seres vivos "de carne y hueso", vulnerables y transidos de
Marx; la eligió como el lugar más pertinente para desarrollar su discurso ético-
menguar una distinción clara entre ciencia y ética. Por eso creo que es pertinente
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hablar de una ineludible dimensión ética en toda ciencia social. Las ciencias
sigue que es preferible cambiar el sistema y seguir viviendo. Las ciencias pueden
incluso en este caso extremo, hay personas que pueden optar por el suicidio o que
acciones, aunque sepan que, a la larga, ella les acarreará la muerte o que sus
hijos no podrán vivir como ellos. Las ciencias sociales nos informan sobre los
Pero del mismo modo que decimos que no hay alternativas sin una referencia
ética hay que decir que tampoco hay alternativa renunciando a la teoría científica y
hace más que mistificar las cosas. Y a la inversa, reiteradamente la crítica ética,
aislada del recurso a las ciencias, incurre en el error que Marx atribuía a los
socialistas utópicos, el de pensar que bastan las filípicas morales para forjar el
futuro. Una ciencia crítica que pretenda ser operativa tiene que contemplar estos
tres momentos en radical unidad: la crítica del presente, las alternativas posibles y
autonomía de alguno de estos tres momentos no hace más que lisiar las
posibilidades de cambio.
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La tradición marxista mantiene unos preciosos instrumentos críticos que nos
poner de manifiesto en los análisis no tienen por qué ser la base exclusiva de la
práctica. Puede ser necesario aceptar, incluso acentuar, el abismo entre las
marxistas. Rescatar el valioso tesoro liberador del marxismo sin cargar con
Una cosa es admitir con L. Hegel que las sociedades y sus instituciones no
clases. Pero Otto Bauer señala que por muy bien que comprenda como se
originaron en cada clase social los valores morales, eso nada nos dice sobre la
corrección de una acción. Si cada clase engendra nuevas ideas morales y hasta la
ética de cada clase se modifica en el curso de la historia, solo puedo juzgar sobre
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una moralización de la historia. Las tendencias evolutivas del capitalismo
orden social actual, elaborar nuevas alternativas, pero de la crítica del presente y
la corrección de la acción.
digna de tener en cuenta la crítica que L. Hegel dirige contra la conciencia moral
pronunciado por la propia historia a través de los labios de las víctimas. Cuando el
bella cuando es la única que queda para atestiguar contra el héroe de la acción?"
ilustrada que reclama para orientar la acción una reactualización de las tradiciones
inducen las formas modernas de identidad que no alcanzan con sus formalismos a
dar cuerpo a lenguajes con los que pudiéramos resolver nuestros conflictos y
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Ch. Taylor, M. Waltzer, B. Barber, R. N Bellah, y M. J. Sandel, que realizan una
aunque puedan tener una mayor inclinación por una de ellas. Este comunitarismo
en el que el sentido por una parte y la comprensión del sentido por otra se hallan
para orientar la acción humana, pero no a ningún criterio que las trascienda. En
cualquier nivel ético relevante no puede darse ningún debate racional entre las
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para redescubrir la tipicidad de los juegos de la razón y la riqueza de las historias
algún modo a producirla, por ello es imposible decidir cuándo una teoría es más
verdadera que otra o un determinado curso de acción mejor que otro. Dentro de
acuerdo unos con otros. Pero del mismo modo que no se considera posible una
habría ningún lugar desde donde partir; en el avanzar desde esas particularidades
son de hecho sus causas parciales y particulares con la causa de algún principio
formalismo que en último término sería vacío sino de la tradición histórica a la que
moderna.
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La idea de una fundamentación ética debe ser abandonada como una exigencia
constitutiva de la metafísica de la edad moderna, que debe ser trascendida si se
un más allá en un más acá, de un deber ser que todavía no es. ¿Qué sucede
se trata de familiarizarse con los estándares de racionalidad ajenos para desde ahí
intercultural, con lo cual parecería que A. MacIntyre no se toma muy en serio que
valor más en una determinada cultura que no se ve porque tiene que ser
considerado mejor que la cultura que lo niegue. Para evitar esto, A. MacIntyre
este planteamiento de la verdad que trasciende las tradiciones y que nos permite
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políticas concretas. El método de los comunitaristas más wittgensteinianos y de la
ciencias. Estudian las maneras en que la gente justifica sus tomas de posición
justicia o del bien. La justicia, el bien y la ética sólo tienen sentido dentro de un
determinado paradigma, del mismo modo que un resultado científico sólo tiene
así, sin apelar a ningún código moral, nos está proponiendo nuevas coordenadas
locura y de la enfermedad parece que nos abre también a otras prácticas de lucha,
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guía no solo suficiente sino más liberadora que la propia racionalidad ilustrada, en
la medida en que estos análisis no nos dicen lo que tenemos que hacer pero nos
"racionales".
El mero análisis nos informa sobre los nexos de causas y consecuencias a los que
de vida concreta está cargada de ambivalencia. Por un lado nos libra del mundo
de la intencionalidad donde todos los gatos son pardos. Si el peor de los males
puede haberse hecho con la mejor de las intenciones, bienvenidas sean las malas
intenciones si sus efectos son positivos. Pero por otro, al convertir a la costumbre
precisamente en que no nos ofrecen ninguna razón teórica para tomar una
dirección social más bien que otra. En segundo lugar cuando las formas de vida
lenguajes, una determinada forma de vida puede tener efectos perversos en otra
forma de vida sin que sus cuadros conceptuales o simbólicos sean conscientes de
¿Estos efectos de la acción sobre otros grupos caen fuera del objeto de la ética?
Lo que en términos de grupo puede parecer muy correcto, puede ser muy
filosóficas casi nunca hablan de la relación entre las diferentes culturas dentro de
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propia. No se atiende al hecho de que hoy formamos una comunidad moral
interior de una forma de vida o cultura concreta nunca parece que se pueda poner
enteramente en cuestión.
proyecto que deforma el sentido de lo que hay que aprehender, pues lo desarraiga
su intención de dominio.
establecer una oposición impropia entre razón y tradición, pues lejos de ser
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irreductibles sólo puede haber un ejercicio racional en una tradición en la que
impide además una comprensión adecuada de la finitud humana que tiene como
tiempo que recuperaré mi apuesta en poder de reflexión, dentro del plano del
razón para H.-G. Gadamer no tiene ninguna relevancia normativa, no hay nada en
inadecuada. Los ilustrados como K.-O. Apel que pretenden defender la autonomía
fondo de una tradición. "Aunque ésta sea la de la Ilustración y, por tanto, distinta
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además, se sumerge en una tradición más impresionante, la de las acciones
de buscar una especie de criterio que nos permita distanciarnos de las tradiciones
sobre este globo la que tiene que hacerlo para aprehender a convivir y quizás
al borde del abismo. El problema es que esta propuesta retomada por muchos
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sustento en ninguna de las tesis de la filosofía hermenéutica. Esta propuesta
podrá alimentarse de las tradiciones que H.-G. Gadamer halla más interesantes
un método específico al lado de otros, sino que precede a toda ciencia abriendo el
espacio en el que sus conceptos, intereses y métodos concretos toman aliento. En
que hay que comprender y nosotros no puede ser superada; nunca es posible la
dentro del proceso histórico. De ese modo piensa H.-G. Gadamer que la
prejuicios está sujeta a una tradición. La tradición no puede ser superada en una
modo.
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A la tradición hermenéutica no podemos más que concederle que siempre
dogmas, que lo más esencial del prejuicio es que nos esté determinando sin que
nos demos cuenta, y que por tanto están siempre latentes aún en la situación más
esconde un grave dogmatismo? En primer lugar H.-G. Gadamer nos asegura que
presupuesto es legítimo? En segundo lugar nos dice que "si se quiere hacer
justicia al modo de ser finito e histórico del hombre es necesario llevar a cabo una
asume que los prejuicios de la tradición hermenéutica son los legítimos, mientras
única posibilidad honesta de seguir haciendo filosofía. Y esto no dista mucho del
una opinión o a una doctrina sin atender a los hechos o a los argumentos que
pudieran ponerla en duda. Más grave que esto es la sospecha de que a fin de
cuentas los prejuicios legítimos son los que impone la tradición más poderosa, o el
grupo con más poder dentro de una determinada tradición. El verdadero rechazo
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Probablemente sea injusto acusar a la hermenéutica de conservadora pues de las
tesis de que todo lo que puede someterse a reflexión está siempre limitado por la
tradición y de que el ideal ilustrado de una total racionalidad y pleno control de los
siga lo que pretende H-G. Gadamer: "un rechazo de los moralistas abstractos que
medida absoluta de los demás, a algo que permita cuestionar las tradiciones de
Gadamer sin gratuidad alguna, y sin que ello signifique algo así como la
la gente hace cuando habla acerca de lo que debe hacer. Se presupone que no es
posible otra reflexión filosófica que la reflexión sobre el lenguaje. La ética como
disciplina filosófica que reflexiona sobre lo correcto no tendría aquí ningún sentido.
metalenguaje o metaética que piensa acerca de las maneras como los moralistas
utilizan términos morales, como justo o bueno, y que investiga los usos del
51
lenguaje moral en comparación por ejemplo con el lenguaje usado para enunciar
hechos empíricos.
bueno no es definible sino que se trata de una cualidad simple, que no es natural y
racional, si el animal racional es hombre). Ahora bien, tal pregunta siempre está
abierta y plena de sentido. El bien permanece siempre como una "open question".
natural no han hecho sino confundir el significado de bueno con cosas que son
intuición.
viene a ser una especie de actitud frente a la realidad y frente a la existencia, una
52
está fuera de aquello acerca de lo cual se puede hablar, es inefable. Su modo de
amigo Von Ficker: que de las dos partes de la que constaría el Tractatus, la escrita
y la no escrita, es esta segunda la más importante. "El positivismo sostiene que
aquello de lo que podemos hablar es todo lo que importa en la vida. En tanto que
vida humana es precisamente aquello sobre lo que debemos guardar silencio". "Lo
contra los estándares más elementales de nuestro lenguaje. Así, cuando alguien
dice que violar es malo y se contesta que eso es verdad, suena ciertamente
extraño que se quiera decir algo así como "¡Oh!". Y el segundo es que cuando
alguien dice que se puede sin más violar está, de una u otra manera, implicando
que tiene y puede dar razones de por que eso ha de ser así. Difícilmente quedaría
más que porque sí. Una manera frecuente que tiene el emotivismo de salir del
53
aprobaciones o rechazos. Evidentemente, desde ese momento el emotivismo se
un sentimiento de desaprobación que surge en uno hacia esa acción. He aquí una
frases en un sentido muy próximo al de Ch. Stevenson. "Decir que una acción es
significado de deber; es decir, del uso real del lenguaje. La característica que
diferenciará a los juicios morales del resto de los juicios prescriptivos es que los
morales son universalizables de una manera muy singular. Las proposiciones son
privado, algo que no ocurre con deberes o leyes de otro tipo cuyo único
realmente moral, a una prescripción. R. M. Hare acepta como I. Kant que la acción
remiten a principios que son el punto de partida lógico para la acción moral
concreta. Pero R. M. Hare se separa de I. Kant en cuanto que no creerá que hay
54
razón humana. Lo único que pedirá a los principios que guían la acción es que
sean consistentes. Para nada se postula un núcleo constante. De ahí que las
personas puedan poseer principios diversos sin que por eso puedan llamarse
expresadas por las mayorías y no a unos presuntos deseos reales por detrás de lo
eso, ahí rojo es predicativo. Mientras que "bueno" y "malo" serían adjetivos
Para los seguidores del segundo Wittgenstein el uso del lenguaje dependerá de un
Existirían una serie de nociones morales básicas que van variando conforme a la
55
denunciarán precisamente el intento de la filosofía analítica de independizar, en un
vida.
morales. Lo que parece mostrar la filosofía analítica es que partiendo del mero
considera que los principios generales del deber son autoevidentes por más que al
igual que los principios matemáticos no puedan percibirse sin una educación
establecerá que si bien los valores son objetivos no podemos establecer una sola
ordenación objetiva suya. Los valores no son armónicos entre si, de modo que
una acción no es moral cuando respeta los valores de modo completo o absoluto
sino cuando los lesiona lo menos posible. Se trata de maximizar siempre el bien.
56
que se plantean simplemente por falta de precisión en su empleo. Por otra parte
impide que los filósofos morales confundan su tarea con la de los moralistas y se
dediquen a prescribir lo que se debe hacer. El problema como hemos visto es que
en el análisis lingüístico no solo no hay acuerdo sino que parece concordar con
ningún bien o fin dado sino lo que es posible y deseable en un momento dado.
Mientras el utilitarismo convierte la moral en un medio para algún fin más o menos
momento dado."
57
vista exclusivamente lo razonable para el que piensa, para el sujeto, se le puede
llamar concepto de la razón subjetiva. Esta tiene que ver, ante todo, con la
comportamiento a los fines, que, como tales, se aceptan más o menos, sin
pragmáticos como J. Dewey y Ch. Pierce hacen gala de una inmensa confianza en
métodos con que tratarlos, eliminará las causas que convirtieron la teoría de la
razonable únicamente el que algo sea conveniente para los intereses del sujeto.
hombre ya no puede creer más que en esta razón instrumental y en ello verá
irracional, por cruel o despótico que sea, con tal que funcione. Por eso K.-O. Apel
que en un mundo sin filosofía, un mundo donde nadie pueda apelar precisamente
a ningún fundamento, será un mundo mejor que el actual donde algunos creen
"actuar de manera más racional, científica o seria que los demás". La pretensión
58
etnocentrismo cultural, pues no en vano sería ella misma uno de los inventos más
una perspectiva universal. La tesis central de R. Rorty es que "en lo más profundo
de nosotros no hay nada que nosotros no hayamos depositado, ningún criterio que
no hayamos creado al dar a luz una práctica, ningún canon de racionalidad que no
individuos, aquello que ese colectivo considera como tal. La función del método no
es dirimir las contiendas entre valores sino evidenciarlas, haciendo ver qué
postura práctica deriva lógicamente de cada visión del mundo, y cuales son las
diferencia del conflicto de valores utilizado por los intuicionistas aquí se trata de
59
porque en ella la razón alcanza a algo que está más allá de todo cálculo y cree
que los fines nunca justifican los medios. Su acción es una acción racional con
arreglo a valores sin relación alguna con los resultados. Mientras M. Weber relega
bien, esta división entre actuaciones con arreglo a fines y actuaciones con arreglo
a valores no sólo sirve para trazar una línea divisoria entre la razón de Estado o
deontológicas) es importante señalar que para Max Weber toda cultura acabará
responsabilidad.
sin discusión filosófica una determinada metafísica. Por ejemplo en R. Rorty una
progreso intelectual (como una cada vez mejor coincidencia entre la mente y el
que podría haber sido muy relevante cuando empiezan y se están llevando a cabo
cruelmente." Por otra parte los autores pragmáticos tienden a exaltar las prácticas
60
real a los medios de comunicación, el compromiso real de los ciudadanos con las
que puedan ser estos valores precisamente por estar vinculados a unas prácticas
formas de vida con las que suelen ir asociados, lo mas grave es que en caso de
que los valores dominantes de su sociedad fueran otros, por ejemplo nazistas o
más fiel soy a esta racionalidad medio-fin más me precipito hacia el abismo. F.
humanidad si éste fuera fruto de una voluntad general libre de toda coacción?
Para una razón comunicativa tampoco parece que sea irracional el suicidio si éste
61
término, tan racional es optar por la muerte como optar por la vida, los valores o
justificar alguna obligación moral más allá de la decisión por la vida o por la
pragmática de los valores absolutos de las éticas de convicción. Nada más útil
de los valores.
existe un consenso casi unánime en que la razón por la que uno debe o no debe
conducta humana. El bien o fin moral consiste para ellas en satisfacer estas
planteará J. Bentham, fundador del utilitarismo: "The question is not, can they
reason?, nor, can they talk? but, can they suffer?", constata E. Dussel una cierta
62
recuperación de la corporalidad y un carácter progresista en la medida que
extiende el criterio del dolor y del sufrimiento a las instituciones económicas que lo
causan.
solos les corresponde decirnos lo que deberíamos hacer, así como determinar lo
que haremos." Este tipo de éticas suele surgir del afán de recurrir como
egoístas, sino también altruistas; sentimientos sociales de los cuales, una vez
Sería muy artificioso no reconocer una gran parte de verdad en todas estas éticas.
63
una vez satisfecho este umbral, la capacidad humana para los placeres, los gustos
entre los buenos y los malos placeres, y entre necesidades reales y falsas, pero
esto ya niega el principio de placer mismo. Para persuadir a los individuos de que
algunos de sus placeres son malos, por ejemplo el placer que experimenta un
sádico con el dolor de los otros, necesariamente apelo a algo que va más allá del
placer, gusto y agrado como criterio último de decisión ética. Mientras distintos
afirmar que para el ser humano lo natural es ser bueno. En cualquier caso, una
ética filosófica rigurosa no tiene porque dar nada por supuesto y no puede más
que ser agnóstica respecto a la verdadera naturaleza o naturaleza última del ser
humano.
Además de dar por supuesta una determinada inclinación humana estas corrientes
suelen asumir una metafísica individualista, una concepción de los seres humanos
como mónadas que se interrelacionan sin apreciar que los demás organizan
altruismo, tiene prioritariamente que ver con la inserción de los demás y de las
que una sociedad que produjera más felicidad y placer para todos sería una
64
La dificultad mayor del utilitarismo estriba en la aplicación de su mismo principio
de utilidad: "La mayor felicidad para el mayor número". Si un acto A trae más
número Y mayor, ¿cuál de los dos actos escoger: el que trae más felicidad a
principio utilitario veremos que hay dos criterios unilaterales (el de la "mayor
felicidad" y el del "mayor número") sin que podamos conjugar los dos a la vez. Del
mismo modo si se trata de lograr la mayor felicidad del mayor número podría ser
mundo feliz sin ningún género de libertad al estilo de A. Huxley. Para escapar de
estas paradojas y garantizar una cierta dosis de justicia y libertad parece que el
supone que la legislación moral debe ser acordada bajo condiciones que
65
nuestro futuro y reflexionamos sobre nuestras disputas desde, digamos, la
"o más bien una concepción de la persona que resultaría aceptable a los
humanas. La esencia del hombre nos muestra qué debe hacer el hombre para
tiende. De ahí que el fin o bien propuesto por este tipo de éticas no será un fin o
bien subjetivo, sino objetivo, independiente del deseo de cada sujeto. La ética no
66
por ejemplo, H. Jonas que busca formular una ética de la responsabilidad acaba
por qué es, por tanto, válido el imperativo incondicional de garantizar su existencia
fines, y ello constituiría un bien absoluto, una fundamental autoafirmación del ser,
un sí en contra de la nada. "Que al ser hay algo que le importa -al menos él
autoridad, H. Jonas afirmará que los que hablan de falacia naturalista mantienen
67
criterios de carácter consecuencialista que relativizan la aplicación de los
La prudencia es imposible sin contar antes con unos principios absolutos, pero a la
concreto y a la vista de ellas decidir si una acción es prudente o no. La ética, que
desde tales presupuestos se pergeña, coincide con una ética de convicciones que
falacia naturalista porque el "es" del que se deriva un "debe" no es empírico, sino
normativo. Sin embargo, como insistirá Adela Cortina, estas éticas se ven
hipotecadas por una biología metafísica que sin limitarse a los hechos empíricos
su esencia. "Y la verdad es que no son tiempos los nuestros para tales osadías".
bajeza. Lejos de contribuir a la afirmación del individuo, los valores han contribuido
de culpa y deuda ante una norma trascendente y una vida divina superior. Sólo el
68
existencia. Es el ser que en lugar de querer la inmortalidad, quiere el instante, la
una recreación del mundo, para lo cual es decisivo pensarlo con categorías
cuyo máximo exponente es la moral cristiana, contrapone la moral que dice sí sin
vida. "La moral aspira siempre a una vida mejor y nunca a algo mejor que la vida".
Aunque en las éticas vitalistas la moral queda de algún modo naturalizada: "la
moral es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficacia",
69
la razón sigue contando con un cierto poder en la organización moral de la
surgen mas de esta pre-razón corporal que de la deliberación racional: "La razón
Para las éticas vitalistas en el fondo el fundamento de todas las éticas y de todos
los valores morales no sería otro que una voluntad de poder, el ansia de
objeción a la que tienen que hacer frente las éticas vitalistas es a la recaída en
una cierta naturalización del bien. De aspectos efectivos del ser, por importantes o
básicos que quepa considerarlos, no puede deducirse ningún deber, ningún valor
aspecto del ser en un deber ser moral o en un valor ético es el querer humano que
lo distingue y recomienda. Hay una especie de querer radical, primordial, del cual
reconoce que al puro "es" le faltará siempre algo para convertirse en "debe"; y que
el querer que colma ese hiato es un puro hecho del mundo como cualquier otro,
70
Recientemente E. Dussel ha pretendido derivar de la constatación antropológica
las luchas de los oprimidos. Ciertamente la vida humana marca límites y tiene
de la ética pero de ello no se sigue que la vida humana imponga como principio
el caso límite ya no sería el del cínico sino el del suicida: el que pretendiera
performativa sólo si se mostrara que por el mero hecho de vivir estoy obligado a
lo que no queda claro. Una cosa es que la vida sea condición de posibilidad de la
ética, otra que del mero vivir humano pueda desprender una conminación a seguir
de evaluación ética. Además una cosa es ser necrófilo, otra olvidar que por más
que desarrollemos la vida estamos todos abocados a la muerte, "a una nada -
realiza M. Heidegger- que es más nada que la «pura nada»" pues no podemos ni
71
tan siquiera aliviar filosóficamente el filo de la muerte asegurándonos de que ésta
el hecho de estar vertidos a la muerte ¿no produce una extraña paradoja que los
plena de la vida. Este es el criterio moral último para juzgar sobre la vida
lobo para otro hombre. Por esto, aun cuando la moral se considere un mal, ella es
Por último cabe ver a la etología y a la sociobiología como una exageración de las
72
cultura en el extremo de una correa. La correa es muy larga, pero los valores se
consecuencia de ello, Wilson postula que debe arrancarse la ética de mano de los
demostrado que las ideologías están movidas por unos agentes ocultos: los
genes. Son ellos los que en definitiva marcan las pautas de conducta. Y sus
patrimonio genético.
El problema decisivo está en que estas ciencias al sugerir una similitud entre el
vienen establecidos por un nexo estricto con la naturaleza; ni son inmediatos, sino
protejan unos pocos a costa de los otros, de forma que todos sean igualmente
la responsabilidad humana.
73
10. La filosofía moral neokantiana
.A diferencia de los planteamientos que hemos visto hasta ahora, para la filosofía
historia. La ética tiene que habérselas con un " factum moral". Las características
de este ámbito moral no pueden ser concebidas mediante las categorías de las
En general puede decirse que todas las escuelas neokantianas asumen hoy
inflexibilidad rigorista que las incapacitaría para enfrentar los problemas reales y
74
ofrece garantías de que el efecto de la acción sea moral. Y aún, que una ética
que confirma una sustitución de los términos de sujeto y objeto por sistemas de
objeto entre otros del conocimiento, sino como condición de posibilidad de éste. La
la ética como metaética, tiene que estar mediada metódicamente por un análisis
filosófico del uso del lenguaje y, en esta medida, por una filosofía del lenguaje.
75
necesaria para comunicarnos mediante cualquier otro. Adquirimos algo así como
una función descriptiva y terapéutica supone que el filósofo puede participar en los
distintos juegos lingüísticos para ejercer su labor crítica, mas ello obliga a postular
analogía de todos los posibles juegos lingüísticos no puede como filósofo decir
absolutamente nada con sentido sobre los juegos lingüísticos, cosa que L.
Wittgenstein no pretende en absoluto; mas tampoco podrá decir (con sentido) que
no hay ninguna unidad de analogía entre los diferentes usos lingüísticos de las
Respecto al concepto de razón K.-O. Apel considera que ha dado pie a múltiples
malentendidos. El fundamental de ellos consiste en considerarla una estancia o un
una apuesta a la que no puede sustraerse el que afirma lo contrario, pues éste
76
carácter universal e irrebasable, esta dimensión pragmática es, en opinión de K.-
filosofía.
como ideal regulativo del progreso. Las reglas del juego lingüístico trascendental
son a su vez el criterio último de la ética y por eso están ya anticipadas en todo
por tanto, los componentes de un a priori situacional que impele al hombre finito y
mortal a anticipar de forma necesaria en sí mismo a la humanidad en sentido
77
comunicativa impulsan al sujeto a situarse, en virtud de las pretensiones de
En este nuevo horizonte ilustrado pone K.-O. Apel sus esperanzas para una salida
conciencia kantiana, ese yo que parece estar fuera del mundo de la vida, sino el
asiento. K.-O. Apel considera que con esta reconstrucción de la razón kantiana
Ya no hace falta por tanto admitir ningún hecho metafísico. Lo racional tendrá,
ideologías y de las ciencias sociales, sin cargar con el hegelianismo de una ley
respecto a motivos internos alienantes pues nos permite distinguir entre patología
sujeto consigo mismo y con los demás. En definitiva para K.-O. Apel el esfuerzo
78
fundamentador de la filosofía a lo largo de su historia converge en su semiótica
los intereses de cada uno de los afectados, pueden ser aceptadas sin coacción
destructivo e irresponsable. K.-O. Apel se hace eco aquí del posible terror de la
virtud de aquellas éticas que no tienen en cuenta las posibilidades concretas del
los discursos prácticos concretos ponen en juego las diferentes propuestas de vida
79
Entre las muchísimas críticas de la que ha sido objeto la propuesta de K.-O. Apel,
en serio, destacaría en primer lugar aquellas que a mi juicio han sido respondidas
L. Kolberg por los que pasarían las diferentes culturas pero enfatiza mucho más
que J. Habermas que el factum moral implícito en todo acto lingüístico nos obliga a
todos por igual independientemente de nuestra colocación en cualquier línea
universalismo falaz en el sentido de que para los países pobres del sur, muchos
de ellos excluidos sistemáticamente del diálogo y la negociación por los países del
dar cabida en ella a toda la humanidad. Por último E. Dussel considera que la
ética del discurso no puede hacer frente a la razón cínica. La ética del discurso
para dialogar. Ella misma tendría una función cínica dentro del sistema al verse
adversario más profundo de la ética que es el cínico, la razón cínica que domina o
donde tiene que ver con el cínico o con el poder. Esta objeción es contestada
señalando que el que argumenta, por más cínico que sea, si está dispuesto a
la verdad, evidentemente nada se podrá discutir con él, pero ello no invalida su
80
fundamentación filosófica porque una fundamentación filosófica no puede imponer
para enfrentar las estrategias del poder K.-O. Apel contesta señalando que su
ética no es solamente deontológica, si fuera así concede K.-O. Apel que E. Dussel
cínico hay que responder con una contraracionalidad estratégica con el objetivo
humanidad. K.-O. Apel no es tan ingenuo como para no darse cuenta que ante un
81
la universalidad kantiana por J. Habermas más que acercarse al racionalismo
En cuanto a las críticas que a mi juicio son más enjundiosas cabe destacar en
primer lugar la que descubre en la ética del discurso una reintroducción lingüística
dijera que todo lenguaje tiende necesariamente al diálogo auténtico y que su uso
afirmación de que nuestro lenguaje pretende por su propia esencia una comunidad
sentido. Aunque la comunidad ideal de comunicación no sea más que una idea
pero presuponiendo que los principios regulativos " in the long run" tienen que
vista la inextricable contingencia y finitud del hombre y de las cosas y que además
82
es contradictorio: "La aproximación asintótica infinita a los conceptos o situaciones
ideales que se abstraen de la contingencia del mundo tiene que interpretar pasos
términos matemáticos: tiene que sostener que la cifra 100 se encuentra más cerca
a situaciones ideales, cae entonces la tesis central de K.-O. Apel de identidad, "in
the long run", entre los principios constitutivos y regulativos de la experiencia.
es apta para criticar en pie de igualdad a todos los estilos de vida existentes en las
que los pueblos pobres del mundo deberían buscar un camino propio de desarrollo
accidental sino que refleja una dificultad constitutiva de las éticas del discurso: la
dificultad de criticar aquellas formas de vida que hoy por hoy hacen posible las
como la del discurso es, ante todo, salvar los estilos de vida occidentales, pues
83
La razón es que no se parte del discurso, sino simplemente de un presunto factum
al que todos están sometidos, aunque no pertenezcan al discurso".
sean verdaderas (al modo de la filosofía dogmática) pero tampoco que sean
solo pueden refutarse, es decir, contrastarlas con otras teorías y con los hechos
para que demuestren su temple y para ver si los resisten. La refutación es así un
análogas. La metaética tiene una función crítica de las éticas normativas, del
ambos tienen que satisfacer determinados criterios que no pueden ser tomados de
la realidad y que tienen que ser instituidos. Pero estos criterios son racionalmente
surjan puntos de vista que aconsejen su revisión. De ese modo el objeto y el punto
de partida de la ética filosófica para el racionalismo crítico son los criterios que se
tienen en cuenta para los enunciados o sistemas de enunciados normativos en
cualquier sociedad sin pretender nunca decir en términos absolutos que ética
84
normativa es absoluta, como tampoco se puede afirmar tal cosa de cualquier
sistema científico.
La razón no designa una especie de facultad que los hombres tienen desarrollada
en mayor o menor grado, ni la preponderancia de la inteligencia sobre la
social pero entendida ésta no como un ente colectivo sino como una comunicación
nuestra razón a los demás, sino que no nos es posible, en ningún caso exceder en
razonabilidad a los demás en una forma que pudiera justificar alguna pretensión
pero sí para ver con mayor claridad que antes". La verdad de la razón no tiene
necesita un criterio autoevidente para su consistencia, pues nos basta con afirmar
85
racionalidad lo llama H. Albert modelo de la revelación. Su error es creer que la
edificio del saber sobre bases sólidas y de modo progresivo. Toda búsqueda de
primera fuera de toda duda en filosofía, nos aboca a tres aporías, que por analogía
con las disparatadas aventuras del barón Münchhausen, H. Albert bautiza como
trilema de Münchhausen:
defectuoso;
86
La solución del racionalismo crítico a estas aporías es la de negar que exista una
verdad primera. No hay punto de partida que valga, sólo hay la posibilidad de un
no han sido, ellas mismas, fundamentadas, por lo que sería necesaria una
admitamos que hay saberes que se imponen con absoluta certeza a la conciencia,
que el saber y la moral son posibles sin recurso a seguridades objetivas. Una
fundamentación última como la que propone K.-O. Apel sería ociosa y sólo
otra cosa que la superación definitiva de la infancia, esto es, de todos los
necesidad de tomar sus propias decisiones. "Casi todas las visiones del mundo
transferir la carga de nuestra vida; este principio puede ser tanto la providencia,
87
vista que procura razones opuestas, debe ser puesto a prueba". El racionalismo
crítico no cree en proceso alguno del devenir humano llamado a culminar en una
armonía definitiva.
principio absoluto, sino que deberá examinarse si satisface las exigencias de las
comprueba que no las satisface deberá sustituirse por otros y así sucesivamente.
Del mismo modo que la filosofía de la ciencia trata de los criterios que tienen que
satisfacer los enunciados científicos, la ética filosófica trata de los problemas que
éticos existentes a una crítica a partir de los mismos. Para los racionalistas críticos
La defensa de K.-O. Apel frente a las críticas de H. Albert consiste en hacer ver
dimensión pragmática del lenguaje, que implica siempre una pretensión de validez
penden de unos axiomas últimos sino en virtud de una autoreflexión acerca de las
88
condiciones de posibilidad de la comunicación humana. La comunicación humana
Por otro lado K.-O. Apel insistirá en que el racionalismo crítico, aunque parezca
que lo útil es el principio rector y que es provechoso considerar las cosas así, bien
los cuernos del trilema. Nos lo muestra muy bien K.-O. Apel mediante el siguiente
O: "Esto si lo sabes con seguridad: que afirmas como hipótesis que todo es
inseguro"
R: (Para ser consecuente con su hipótesis tiene que contestar:) No, tampoco es
Y así sucesivamente.
89
L. Kolakovski reconoce esta crítica, su respuesta consiste en asegurar que se trata
primera verdad que no es íntegramente lingüística, y que nos permite salir de las
aporías del trilema. Aunque la conceptuación filosófica de esa verdad primera será
modestamente un saber primero, desligado de los demás, del que penden los
estable y seguro sino un punto de partida todo lo móvil, inseguro e inestable que
se quiera pero que sea por su accesibilidad universal menos indudable y arbitrario
El problema más grave con todo lo riguroso que resulta el racionalismo crítico o
una opción, talante o actitud ética fructífera si no quieren caer en una especie de
racionalismo fuera no aceptar nada que no pueda ser defendido por medio del
90
último término el racionalismo crítico descansa en una fe irracional en la razón. El
racionalismo crítico entre los diferentes tipos de irracionalismo por los que
un a priori material, muy diferente del a priori formal kantiano. En cuanto hechos
fenomenológicos M. Scheler pretendía que los valores se dan en una intuición
esta posición. Diversas razones pueden justificarlo: Por un lado no resulta nada
claro que se den estas intuiciones axiológicas, y menos que sea posible
fundamentar en ellas la ética, y por otro el hecho de que las intuiciones difieran de
otro, con la alteridad, con la inconmensurabilidad del otro que es también llamada
infinitud, es una relación primaria original que carece de todo fundamento anterior
orden del ser. Esta relación originaria y disimétrica constituye un momento anterior
91
al sujeto, a la conciencia y a la libertad cuyo único rasgo es la responsabilidad (de
uno por otro) anterior a todo compromiso libre. Esta relación originaria es una
es aludida como rostro. E. Levinas nombra este rostro mediante los símbolos
lección que continuará para siempre pues aún si decido matarlo o huir no podré
los conceptos elaborados. El "cara a cara" tendrá siempre el poder de hablar como
excluido, del pobre, como experiencia ética originaria. E. Dussel en cierto modo
cualquier rostro es mucho más grave en los rostros demacrados por la miseria y la
momento ético por excelencia es esta experiencia originaria que perfora la mera
mantener en pie la cosa, y constituye al otro como persona, como Otro que el
92
sistema". El otro es persona antes de cualquier reflexión. Tanto en E. Levinas
nada que ver con algo a priori. La ley kantiana, el factum moral, es sustituido por el
otro y la relación de la conciencia con ley, por la relación cara a cara o relación de
narcisismo que alienta debajo del individualismo ilustrado. Nada más irracional
que el hábito de valorar la autonomía del sujeto por encima de cualquier otra cosa.
anterior al presente, pues mi responsabilidad por el otro se impone antes que toda
sensibilidad humana por la que el otro es otro antes que concepto. La noción
lo que sí resiste, y con una resistencia absolutamente diferente, una resistencia sin
resistencia que E. Levinas llama resistencia ética, es el infinito que el rostro del
93
desnudez total de sus ojos sin defensa. Aceptar la palabra del otro, entrar en
rostro pero que no tiene rostro propio, que no es un rostro, ya que sobre el rostro
humano deja únicamente su huella. "El rostro es una presencia viva, una
del otro antes de cualquier vínculo con él, antes de cualquier pacto,
La alteridad originaria nos exige "no matar" no solo en el sentido literal del
como responsable me constituyo como libre: yo siempre podré elegir matar para
alteridad queda más allá de toda idea de humanidad, siempre comprometida con
relación que haga al otro disolverse en la mismidad del Ser (de Dios, de la historia,
94
primera o la filosofía primera en ética. E. Dussel va a desarrollar estas ideas,
por alto la alteridad indestructible del otro, especialmente del marginado y del
pobre.
criterio ético por excelencia. El imperativo o norma ética básica implicado en esta
Los textos de E. Levinas nos provocan, nos traspasan o nos hieren el alma y
parecen invitarnos mas a una meditación que a una dilucidación conceptual pero
sobre ellos. Una primera dificultad que hallamos es que, según cómo, la hipérbole
En segundo lugar la alteridad del Otro queda reasumida por E. Levinas en lo que
parece no ser más que una de las figuras del Otro, la del maestro que enseña,
pero el otro puede ser también un verdugo y el maestro exigir un esclavo. ¿No
puede el "cara a cara" original suscitar un odio infinito? No esta claro que esta
95
experiencia descrita por E. Levinas sea una experiencia universal. Si en último
término la descripción de la experiencia originaria del otro resulta ser una relación
empírica o positiva concreta que tienen algunas personas por la que el rostro del
otro se les impone como una obligación incondicional, ¿puede servir esta
En tercer lugar parece siempre dudoso que esta apertura al otro sea la experiencia
hacer aparecer la dimensión ética de toda palabra, en decir que ninguna puerta ni
acoger. La moral no sería una rama de la filosofía, sino la filosofía primera. Pero si
que sean sus análisis, no se ve como pueden constituir una fundamentación última
superan los limites del cara a cara. Por último es apreciable una cierta
experiencia particular. "El filósofo, en cuanto filósofo, debe confesar que no sabe y
contemplar o que pueda mirarme, o son mis antepasados, o un Dios vivo, un Dios
96
13. Los nudos del debate ético contemporáneo
En toda esta diversidad de posiciones del diálogo ético contemporáneo hemos ido
Hemos visto que ya en el punto de partida hay una completa y decisiva disparidad
primera. La cuestión del punto de partida y el objeto de la ética constituye sin duda
uno de los nudos decisivos del debate ético contemporáneo. Lo grave del caso es
que este punto de partida parece fruto de una opción dogmática o, cuando menos,
de una cierta arbitrariedad u opción de escuela sin una discusión filosófica previa.
filosófico. Por más desasosiego que nos produzca ¿no deberíamos considerar
97
pequeño avance en este terreno el mas fructífero? ¿Es posible en la ética
antropológico-ontológico, los vitalistas por una razón vital, y los neohegelianos por
más que la pretensión de validez implícita en todo acto lingüístico, los racionalistas
determinada idea de razón ¿es posible describir eso que a lo largo de la historia
algún modo haga justicia al momento de verdad de cada una de las anteriores
clarificar antes la noción de razón y su relación con la ética pues podría ser que la
pretendida racionalidad del villano fuera irracional y lo que hubiera llegado a su fin
98
En cuanto a la fundamentación, comunitaristas, pragmáticos, analíticos, y
predeterminado por la comprensión del mundo que comparte con los demás en su
misma del hombre y de las cosas y los racionalistas críticos a partir del ejercicio de
falacia naturalista. Esta falacia parece casi un arma arrojadiza entre los distintos
racionalismo crítico consideran que el único camino que queda es hacer depender
todo intento de fundamentación ética de una opción humana. Lo más jugoso del
mínimo de irracionalidad.
objeto de la ética. ¿Si esta acción a menudo inconsciente se deja fuera del ámbito
99
de la ética no estarían estas escuelas moviéndose en el interior de una de las
presente. ¿Es posible una fundamentación de la ética que no cargue con ninguna
presente?
del placer y los racionalistas críticos consideran que el método propio de la ética
siempre con el método filosófico adoptado por el autor. Ya hemos insistido en que
los métodos, por más diferentes que fueran, llevaran a exigencias morales
Husserl sea la filosofía moral vitalista y la fenomenológica las que más hayan
como una radicalización de estas escuelas. Sin embargo, más que situar el
100
pensamiento de X. Zubiri, lo que nos interesa es destacar las aportaciones que el
hallará tanto en sus reflexiones expresas sobre la ética como en lo que debamos
avance de este debate y que constituyen, más que una protomoral, una ética
primera. Esta ética primera acaso no será de entrada normativa pero todo lo que
la posibilidad de elaborar desde su misma filosofía una ética primera que dé salida
a los diferentes nudos con que hemos topado, es imprescindible que nos
de estas interpretaciones han tenido mucha más resonancia que cualquiera de las
101
una clara inspiración zubiriana pero sin pretender ya fidelidad alguna al mismo, es
filósofos. Después de esto nos quedará el camino expedito para tratar de recoger
los lucros de las nuevas creaciones y los caminos recorridos con y más allá de
Zubiri.
parecen aprovechables para tratar de contestar, con toda la radicalidad que nos
102
Capítulo 3. Del vitalismo a la alteridad constitutiva del ser humano
objetividad ni el ser, sino la realidad en cuanto tal" (NHD 15) que empezaría en
1944. A partir de los propios comentarios de Zubiri cabe hablar de dos etapas en
que abrió un campo propio al filosofar en cuanto tal" (NHD 13), pues "la filosofía
como teoría del conocimiento [...]. La fenomenología en cambio fue una filosofía
de las cosas y no sólo una teoría del conocimiento" (NHD 14). La función más
decisiva de la fenomenología para Zubiri habría sido "la de abrir el libre espacio
del filosofar frente a toda servidumbre psicológica o científica" (NHD 14). Sin
embargo, hay que precisar que Zubiri apenas presta atención a los artículos
previos a 1932 y que no los considera ni tan siquiera como una etapa. Etapa, es
103
metafísica de Heidegger. Es el período que denomina "ontológico o metafísico".
Ahora "la fenomenología quedaba relegada a ser una inspiración pretérita" (NHD
realidad en cuanto tal" (NHD 15). En ese momento se discierne claramente entre
Heidegger atisbó la diferencia entre las cosas y su ser. Con lo cual la metafísica
maduración zubiriana, pero estas irán ya de algún modo ligadas a la propia lectura
de su autor. Ellacuría, por ejemplo, establece tres etapas. La primera etapa tendría
sentido en busca de la realidad pero sin una tematización clara de sus estructuras
que no está nada claro que antes de 1961 fueran las consideraciones positivo-
talitativas las que ocuparan el primer lugar para Zubiri. De hecho, en la mayor
parte de los cursos inéditos de 1945 a 1962 que he tenido la ocasión de consultar,
104
se trata de poner en marcha, en la consideración de los problemas, la posición
ganada en su filosofía primera. Por otro lado es probable que a partir de 1961
Como quiera que sea, ante la falta por publicar de una cantidad notable de cursos
artículos inéditos, nos quedamos con la división establecida por el mismo Zubiri.
Entonces nos encontramos con que todas las proyecciones éticas de la filosofía
leído Zubiri en estos lapsos de tiempo. El primer período iría de 1945 a 1954 y
consistiría en ocho cursos que dio Zubiri, que son, junto con Naturaleza, Historia,
Dios, la fuente de inspiración de la ética de Aranguren. De 1954 a 1959 Zubiri no
imparte curso alguno. Según su esposa Carmen Castro se dedica en este tiempo
De 1959 a 1975 imparte una serie de cursos que serán, junto con Sobre la esencia
la fuente de inspiración de la fundamentación ética de Ellacuría. Y finalmente, el
prolijo y definitivo análisis de los actos de aprehensión, que empieza con su curso
105
presentado en clave de conflicto. Su noología constituiría la pasarela y el sostén
En todo nuestro estudio nos atendremos a lo que, a partir sobre todo de las
actualidad de lo real en su raíz y, por tanto, es la única que explicita las claves
internas para diferenciar y evaluar los distintos grados de nuestro saber, incluso el
saber metafísico".
por la crítica del saber como fundamento previo al estudio de lo real. Eso no quiere
decir tampoco que haya que empezar por un estudio de lo real, porque de hecho
"es imposible una prioridad intrínseca del saber sobre la realidad ni de la realidad
106
¿Arrancamos de la metafísica reducida por Zubiri al estudio de la estructura
Zubiri como estudio de noología, es decir, de la estructura formal del inteligir (IR
puertas con un quicio común. Si de filosofía primera quiere hablarse, ésta no sería
análisis del acto de aprehensión donde se engastan las ramas del saber filosófico,
todas las puertas que abre la filosofía. Justo es reconocer que todavía no está
nada claro entre los estudiosos de Zubiri si cabe hablar de una filosofía primera o
aparece mención alguna a una filosofía primera, sí, en cambio, en su curso inédito
107
metafísica y constituyéndola así en un ámbito más radical: el del análisis de los
sobre la cuestión, creo que puede decirse que una cosa es el análisis de los actos
(noología). Esto es decisivo para nuestro tema, porque si el quicio de todos los
radical. También para Levinas el plano ético precede al plano de la ontología, pero
de una manera más restrictiva, pues en Zubiri no se trata sólo de la presencia del
tercera parte.
Ortega, afirma Zubiri que "más que discípulos fuimos hechura suya en el sentido
108
Atribuye a Ortega una función resonadora de lo mejor que se ha producido fuera
átomo de verdad, por tosca que sea, a la finura irresponsable de una búsqueda sin
término. [...]. En este bracear denodado con la verdad de la vida y de las cosas
Ortega nos enseñó en vivo la radicalidad con que han de librarse las batallas de la
Zumaya, Zubiri pone en boca de Ortega estas palabras: " «lástima de Scheler; no
es un metafísico; pasea filosóficamente, eso sí, su retina sobre las cosas; pero
nada más». Por parecida razón jamás le satisfizo como posición última la
metafísicas, las explicaciones. Persigue una filosofía primera que nos aleje de la
de acuerdo entre los seres humanos. La filosofía primera resulta así, aún cuando
109
virtualidades de esta nueva navegación habrían sido hasta cierto punto
aprovechadas por Max Scheler, pero, al decir de Diego Gracia, es en Zubiri donde
llegarían a buen puerto. Que esto sea así es algo que tendremos que dilucidar
más tarde. Aquí nos limitaremos a constatar por donde van los tiros de la ética en
faros de la humanidad que caracterizará todo nuestro siglo, se dibuja una vía que
marcará decisivamente el método de Zubiri para encontrar algo, aunque sea muy
poco, que nos oriente en "el gran problema humano: saber estar en la realidad"
(IRA 352).
preocupación a la realidad.
hay objetividad sino participación vital Ortega desarrollará una moral vitalista. La
Ortega está conectado no con una metafísica u antropología más sino con una
como momento suyo una "funcionalidad vital" desde la que podría fundamentarse
110
anteponer la legalidad a la moral íntima, es el ascetismo o utopismo ético la
las naciones y que se salven los principios!" ¡Tampoco, señores rigoristas, señores
radicales, señores utopistas, tampoco! La moral vale más que la vida, es cierto;
Contra el utilitarismo, porque es una moral del mercader sin más estímulos que el
lucro o la mera subsistencia. Una moral villana encadenada al mérito. "El villano
lo necesario y lo que hace lo hace por fuerza. Obra siempre empujado; sus
necesario y lo que hace lo hace por fuerza. Obra siempre empujado; sus acciones
"Pero sólo debe ser lo que puede ser y sólo puede ser lo que se mueve dentro de
las condiciones de lo que es". No hay un ideal moral válido para todos y para
siempre. El ideal está asentado en la realidad. El deber deja paso al poder. Contra
trata de un imperativo fáctico, de un tener que ser, de una ética engranada con la
porciones inmensas del orbe. Con aguda mirada ya había descubierto Nietzsche
en ciertas actitudes morales formas y productos del rencor". Todo ideal tiene una
111
ambivalencia según se siga el espíritu de imitación o de creación. El que se
propone ser bueno a los ojos de los demás no lo es en verdad. El propósito mismo
como toda perfección es una cualidad deportiva, algo que se añade lujosamente a
del querer. Vida aquí no es vida biológica, como bien aclara Ortega, ni adaptación
el don. "El valor supremo de la vida -como el valor de la moneda está en gastarla-
está en perderla a tiempo y con gracia. De otro modo, la vida que no se pone a
puede valer? ¿Va a ser nuestro ideal la organización del planeta como un inmenso
hospital y una gigantesca clínica? ¿ Por qué ha de triunfar la moral de la vida larga
moral como una estructura previa a toda calificación de valor, a toda calificación
movería en un ámbito previo a toda calificación moral, más allá propiamente del
bien y del mal, aun del bien y del mal en sentido orteguiano: "Me irrita este
un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, no en
112
El ideal proviene para Ortega del mismo fondo de la vida, de su potencia de acción
hipostasiado o alguna instancia exterior. Así Ortega nos dirá de Goethe que "él
siente que la norma ética originaria no puede ser una yuxtaposición a la vida, de la
que ésta, en definitiva, puede prescindir. Entrevé que la vida es por sí ética, en un
sentido más radical de este término; que en el hombre el imperativo ético forma
fidelidad al sí mismo. "Ser héroe consiste en ser uno, uno mismo. Si nos
idealismo habría sólo una ficción de heroísmo, el arduo cumplimiento del deber se
Pero entonces parece que nos encontremos ante un círculo vicioso: si se trata de
acertar con el quehacer más adecuado, conforme al ser radical ¿cómo se puede
decidir ser en libertad lo que ya se es por necesidad? ¿Cómo puede ser querido
algo o elegido libremente algo que ya, antes de todo querer, está actuando desde
la raíz de nuestra condición? Querer ser sí mismo supone que hay un sí mismo o
capacidad con que cuento para realizarlo, o son las capacidades efectivas con que
cuento las que delimitan cuál es mi auténtico proyecto?" La solución a que apunta
Ellacuría antes de asimilar la filosofía zubiriana es a una entificación del yo, a una
de entes. [...]. A pesar de ello, se puede deducir que yo y circunstancia son dos
humana, el fondo último que siente las necesidades impuestas por el mundo y
113
siente la necesidad de liberarse de ellas para desarrollar una vida que le es propia.
Ramírez sobre todo por no haber entendido a Ortega, pero considera que lo que
El defecto más grave de Ortega sería haber desatendido lo que en el hombre hay
"Pero ahora es menester decir que, en un sentido previo a éste, Ortega tiene plena
razón al afirmar que lo moral pertenece al ser del hombre: la vida humana, antes
de ser honesta o inhonesta, es ya, siempre, moral. "¿Pero esto, no lo vieron ya los
María Zambrano saldrá del círculo proyectando la reflexión ética de Ortega hacia
de lo divino. La vida humana linda permanentemente con lo otro. Los dioses, las
divino. Liberarse es entrar en razón, reducir lo humano para dejar sitio a lo divino.
divino. Por eso toda moral heroica de ideales es enajenante. El verdadero héroe
es el que logra al fin coincidir consigo mismo. Pero esta coincidencia no es ya con
114
apertura constitutiva del hombre a lo divino explica el fracaso de todo intento de
cierre de la historia mediante la proyección en ella de algún absoluto. "Lo más fácil
principio, más congruente con los escritos de Ortega: "El problema sólo se
desde la raíz de sí mismo una libertad que existe como voluntad de poder, pues
soporte sustancial, ni siquiera como principio activo, sino en cuanto obra por hacer
actividad. La vida y la moral como expresión de vitalidad, "el tener más moral que
propia medicina. El problema estriba en que, según cómo, estas metáforas nos
darían paso a una metafísica de la vida, muy interesante en la medida que rescata
las anteriores.
¿Sería posible una tercera vía que sin precipitarse en ninguna teoría metafísica y
115
suministrara orientaciones para la vida humana? ¿Es posible una filosofía primera
que hemos de ver con y desde Zubiri. Ni qué decir tiene que Zubiri, recoge y
de instancia fija y segura alguna, sin intentar huir del devenir y sin recoger todas
El mismo año en que Zubiri termina su tesis doctoral, Ortega escribe una deliciosa
de los más formidables que ha engendrado el siglo XX". Scheler cree fallido el
abre los ojos a Scheler para intentar una fundamentación que no caiga en los
validez absoluta, existe en el plano empírico una gran ceguera hacia ellos, lo que
116
descripción pura. Lo que es accesible al saber es el ser-así, el eidos de los
intencional, esto es, nos es dado de modo inmediato algo distinto de ella. La
Ahora bien, para Scheler no sólo son intencionales los actos intelectuales, sino
Pero frente al apriorismo formal de Kant, a priori para Scheler es aquello que es
válido independientemente de la experiencia inductiva. Para Kant eran a priori
los moldes en que el sujeto recibe la experiencia. Para Scheler en cambio no hay
nada que no sea dado en la experiencia y, por ende, el saber apriórico tiene que
ser también recibido por experiencia, es a priori respecto de la experiencia
inductiva. Saber apriórico y saber esencial son lo mismo. Este saber a priori es
117
Sin embargo Scheler no permanece en la pura descripción de estos valores en la
solamente no puede confundirse con la del ser, sino que se destaca de la totalidad
de los objetos por una peculiaridad irreductible: El ser esencias intemporales. Esta
del ser psicofísico, a una jerarquización de los valores más que discutible, a la
los factores reales con las determinaciones ideales. De todas estas elaboraciones
Zubiri joven tienen ecos schelerianos, sobre todo Filosofía del ejemplo y La crisis
de la conciencia moderna e incluso un texto de Scheler es traducido por Zubiri,
transformará setenta años después en las críticas más aciagas: "Esta historia de
los valores ha sido la tortura de la filosofía desde hace setenta años" (SSV 357).
nuevo naturalismo ético, que sería algo así como un paso atrás en lo ganado por
choque mientras que los modernos definen la conciencia como un recipiente lleno
118
de objetos (POH 20). Zubiri vería en Husserl y la fenomenología la apertura a una
agota sus caminos. "La fenomenología sería para Zubiri, el intento más maduro y
objeto.
quería hacer pasar por una evidencia indiscutible, pero que distaba mucho de
serlo; se trataba más bien de una interpretación, una teoría, todo lo plausible que
afirmar que el ser es lo existente" (TFJ 20). Lo único que diferenciaría al realismo
119
Para el subjetivismo moderno "la conciencia es un fenómeno existencial, es la
existencia misma, de tal suerte que es ella la que informa y da el ser a sus
realidad o irrealidad de sus objetos, para limitarse a una mera descripción de los
existencia. Este recurso a la fenomenología tiene ya para Zubiri una clara finalidad
posible encontrar un ámbito que permita el entendimiento entre los hombres. "En
ordenar esas objetividades tal como aparecen dadas, hasta el punto de que el
120
En ética eso significa huir tanto del naturalismo substancialista medieval como del
establece una jerarquía entre estos placeres y dolores (TFJ 60). La ética en el
sentimos; las ciencias normativas nos enseñan cómo debemos pensar y sentir"
(TFJ 62). La crítica fundamental que dirige Zubiri al psicologismo es que los
objetos son tomados como contenidos de conciencia (TFJ 62) y todo lo que sea
67).
Zubiri intentará adoptar un punto de vista descriptivo que soslaye justamente toda
mismo ser, según sea término de una consciencia cognoscitiva o estimativa, será
objeto puro o bien un valor (TFJ 81). Aunque se tienda a considerar el valor como
un objeto puro con el mismo título que las propiedades físicas en los cuerpos, el
valor no tiene sentido más que por su relación con una conciencia. Todo valor es
una relación formal puramente conciencial (TFJ 81). Todo valor supone puramente
cognoscitiva (TFJ 81). A diferencia de Scheler para el cual los valores son el
conciencia a algo otro que ella misma que le es inmediatamente dado. "Hemos
visto que hay un aspecto noético que, a base de un medio intencional o contenido,
121
aprehensión sería posible constituir la ética o filosofía de los valores como una
morales que reposan en la adhesión (TFJ 151). Las adhesiones son creencias y
reside en la estimación de los valores personales del otro. "El que arde en un ideal
llamado la certeza moral. Supongamos ahora que esos soportes de las creencias
tengan valor social universal, una lengua, el arte, etc., y veremos que sobre su
(TFJ 152). La adhesión puede ser vista aquí como un primer apunte, muy
para escapar de las redes de la modernidad. "En lugar de partir de una definición
previa del objeto y del sujeto, para después ensayar de ponerlos en relación por
medio de un ficticio puente, es preciso partir del hecho del conocimiento, único
dato inmediato de la conciencia, para dar, en consonancia con él, una definición
satisfactoria del sujeto y del objeto" (CCM 213). Esto es crucial también en la
teoría de los valores éticos. "La colocación del valor en la subjetividad que se
122
autores como Rickert y Windelband, a considerar que los valores no existen sino
Pero en una investigación más serena la trascendencia del valor es algo tan
comprobable como el hecho mismo del conocimiento" (CCM 214-215). "En un libro
que es toda una característica del siglo, Max Scheler nos revelará además de los
las cosas y de las personas" (CCM 214). Sin embargo, Zubiri critica a Scheler no
haber vinculado ser y valor, lo cual le impide llegar a una idea justa de
reposar éstos más en el polo noético que en el noemático, se abrirá, por este
persona y del espíritu, desvinculada del ser psicofísico, que parece no satisfacer
ya al Zubiri joven.
horas más amargas otro gesto que la resignación estoica ante los hechos. La
siquiera sea la más exquisita de todas. En esta reacción han influido por mucho
sentimientos" (CCM 221). Pero esta superación, como será casi siempre el caso
123
en Zubiri, no consiste en una síntesis ni en una exacerbación de alguna cuestión
más vasta: "Aceptemos de buen grado este renacimiento de los valores vitales
para la construcción de una teoría filosófica integral. Pero por mucho que se
es también y sobre todo una realidad y a veces una tragedia profunda. Para
freno de las ideas. Pero sería inútil e injusto pedir a la razón pura una eficiencia y
la vida y con la experiencia pero en ningún caso secundaria o trivial para la vida
real.
inmediatamente dados" (FE 291). "La obra pedagógica es toda ella una ascensión
lenta y penosa de lo que "es" el hombre hacia lo que "valen" sus ocultas
124
La inmediatez de lo dado en la aprehensión, su rigurosa descripción, constituiría la
única base firme para la ética y la pedagogía: "La observación, en su forma exacta
vida mental" (FE 291). De ello se deriva que una ética y una pedagogía sólida
deberá enseñar a captar los hechos antes que a razonar. "Puesto que todo
demostrar verdades" (FE 291). "La función esencial del intelecto no es juzgar, sino
tener objetos; encerrarlos en una forma predicativa, en un juicio, en una ley será
ambas funciones" (FE 292). Aquí vemos enunciado por primera vez en Zubiri el
tema quizá más decisivo de su filosofía: la unidad del sentir y el inteligir para cuya
formulación definitiva habrá que esperar a su última obra. Es por esta unidad que
una razón que damos nosotros pero que no vemos sino hipotéticamente
objeto, implica una entrega confiada del intelecto a las cosas. El régimen
temor" (FE 294). Y es que el dinamismo del amor en el Zubiri joven, aún con todas
primera de una orientación objetiva para la vida. Una filosofía primera que hunde
125
la asimilación propia que hace éste de la fenomenología husserliana renunciando
dado, previo a toda hipótesis dualista entre los demás, las cosas y uno mismo.
mostrando, sino que está siendo en ella (SE 445). La conciencia de Husserl se
dirá que el hombre es la morada del ser, el pastor del ser. En Carta sobre el
humanismo explicita Heidegger su concepción de la ética ya presente en Ser y
tiempo. Se ataca todo humanismo por ser una negación de lo más propiamente
inhumano, sino que abre otras dimensiones más radicales". Del mismo modo,
126
hablar contra los valores no es una afirmación de nihilismo sino todo lo contrario:
como valor, priva de su dignidad a lo que así está valorado". Al caracterizar algo
como valor se le arrebata su dignidad. No se deja al ente ser y nada más, sino que
Cuando se anuncia a Dios como el valor más alto se rebaja su esencia. Pensar en
valores, es la blasfemia mayor que pueda pensarse contra el ser". La ética de los
La ética se mueve para Heidegger en un plano más radical que el de los valores.
que este pensamiento que piensa la verdad del ser como el elemento original del
ética fundamental. "¿Se pueden sacar de este pensar original indicaciones para la
vida activa que sirvan de ayuda al hombre?" La respuesta es que este pensar no
es inmoral ni irrelevante para la vida del hombre, que tiene un sentido y un peso
esencial, pues "más esencial que toda imposición de reglas es que el hombre
encuentre la estancia en la verdad del ser", Esta verdad es la que sostiene nuestro
aurora de la gracia".
127
Ya en el año 1930, antes de que Zubiri regrese a España, encontramos una
(SPF I 59). "Es una extrañeza constitutiva del hombre. El hombre existe en medio
de las cosas, pero es extraño a toda cosa" (SPF I 68). "El todo lo hemos palpado
cuando nos hemos encontrado con el sólo" (SPF I 69). "Quien se siente
conciencia intencional porque ésta supone algo más radical, una especie de
privilegio: "Esta extrañeza nada tiene que ver con sujeto y objeto, porque éstos
dimensión distinta" (SPF I nota p. 80). Como Heidegger, habrá que emprender una
Husserl y todo lo que ello supone para una fenomenología de los valores como la
de Max Scheler. No basta con decir que todo pensamiento es intencional sino que
hay que aclarar "por qué todo pensamiento piensa algo de" (NHD 285). La razón
estaría en la constitutiva excentricidad del ser humano entero (NHD 286). Esta
extrañeza que constituye lo más propio del ser humano dará pie a uno de los
Pero tampoco la nueva metáfora heideggeriana donde "lo que las cosas son no lo
son mas que a la luz de la existencia humana" (NHD 286) satisface del todo a
Zubiri. "¿De dónde arranca, en qué consiste, en última instancia, la última razón
128
de la existencia humana como luz de las cosas?" (NHD 286). La respuesta radical
al problema que plantea el carácter excéntrico del ser humano implicaría ir mas
allá del ser: "no quisiera responder a esta pregunta, sino, simplemente dejarla
planteada; y dejarla planteada para, con ella, haber indicado que el primer
pregunta griega qué es el ser, sino algo, como Platón decía, que esta mas allá del
anterior al ser. Este haber se constituye "en la radical apertura en que el hombre
está abierto a las cosas y se encuentra con ellas" (NHD 437). Para Zubiri en esta
conciencia, sino algo dado en el sentir que se despliega en tres modos: impresión,
tendríamos una verdad primaria entendida como un mero estar con las cosas
logos y la opinión, que son parte del sentir íntimo del hombre, buscan lo que las
Más radical que el ser es, por tanto, el haber, el estar inmediatamente con las
cosas, y este haber "se constituye en la radical apertura en que el hombre está
abierto a las cosas y se encuentra con ellas" (NHD 437). El haber está dado en la
primaria apertura a las cosas en una situación determinada. "El pensar mismo no
funciona sino en el trato efectivo con las cosas y adopta la forma de un tanteo
entre ellas... El trato con las cosas circunscribe y modifica el área de las
sitúa en esta etapa ya en el plano radical del haber dado en impresión. "No es que
el sujeto exista y, además, haya cosas, sino que ser sujeto consiste en estar
129
abierto a las cosas. [...] La existencia de un mundo exterior no es algo que le
había dicho algo parecido; pero, al hablar de sí mismo, quería decir que las cosas
exteriores son una posición del sujeto. No se trata de esto; el sí mismo no es un
estar encerrado en sí, sino estar abierto a las cosas; lo que el sujeto pone con esta
posible que haya cosas externas al sujeto y entren en él. Esta posición es el ser
mismo del hombre" (NHD 421). Esto conlleva una paradoja inextricable y fabulosa:
nuestro (la exterioridad es lo más propio del hombre), es al mismo tiempo lo más
filosofía consiste precisamente en "estar situados allende todo cuanto hay" (NHD
57). Esto le permite ir mas allá de la dialéctica ser/no ser y conceptuar la alteridad
de las cosas reales, la alteridad de los otros y de mí mismo sin recurrir como
Heidegger a la negatividad del ser. Esto aproxima de nuevo Zubiri a Levinas que
no ser: "La relación con el ser, que funciona como ontología, consiste en
con lo Otro como tal, sino la reducción de lo Otro a lo Mismo. [...] La ontología
lo es, quizás más radicalmente que en Levinas, por este encuentro inmediato en
alteridad con los demás, las cosas y yo mismo sin que nada pierda su carácter de
otredad.
130
En el esfuerzo por describir este momento original consistiría toda la dificultad de
la filosofía, "son las cosas las que nos imponen nuestros esfuerzos. La vida
haber considerado sólo la verdad del logos, la verdad como un acuerdo entre la
acuerdo con las cosas, supone siempre un previo estar en ellas" (NHD 47 ss).
"La verdad es expresión de lo que hay en las cosas; y entendidas éstas como
sino desde una situación determinada; entendida ésta como un estado objetivo del
cultural de cada situación histórica" (NHD 44). Del positivismo se derivará bien la
cuestionar una u otra tesis de estas filosofías y éticas sino su primer paso. La
manera y el método que tiene Zubiri de dialogar radicalmente con toda filosofía
131
consiste precisamente en retrotraer las cuestiones a su arranque: "Es pueril querer
atacar una a una, las tesis de la filosofía hegeliana. Justamente porque en Hegel
la Filosofía llega a su plena madurez, es inútil tomar uno a uno los momentos de
la filosofía zubiriana.
Estos dos supuestos, nos dirá Zubiri, son más que discutibles. La existencia del
consiste en estar abierto a las cosas. No es que el sujeto exista y, además, haya
ontológica formal del sujeto humano. En su virtud, podría haber cosas sin
hombres, pero no hombres sin cosas, y ello, no por una especie de necesidad
contradicción lógica, implicada en el concepto mismo del hombre, sino por algo
al revés: le viene desde sí mismo" (NHD 421). A diferencia del "sí mismo" idealista
donde las cosas exteriores son una posición del sujeto, el "sí mismo" zubiriano es
sí, sino estar abierto a las cosas; lo que el sujeto pone con esta su apertura es
132
precisamente la apertura y, por tanto, la exterioridad, por la cual es posible que
haya cosas externas al sujeto y entren (sit venia verbo) en él. Sin cosas, pues, el
hombre no sería nada" (NHD 421).
comprensión hay el sentir real: "El sentir es realidad sui generis. En todo sentir, el
hombre se siente a sí mismo, se siente, bien o mal, agradable o incómodamente.
El sentir es la patencia real de algo" (NHD 75). Ya en 1935 Zubiri marca las
Heidegger se mueven dentro del área intelectual circunscrita por un vocablo poco
comenzaron a filosofar dentro del mismo círculo de ideas que Husserl... Desde
(FM 17). Pero Zubiri afirmará que se puede distinguir perfectamente una filosofía
fenomenológica del modo como ésta ha encarnado en Husserl. "Es posible que en
pesar de que sus respectivas filosofías sean cosa suya, han nacido y se mueven
133
trayectoria intelectual, ayuda muchísimo a entender el hálito y el método básico de
pero siempre habrá que reconocer que ya en esta etapa no se considera como
querer atacar una a una, las tesis de la filosofía hegeliana. La única manera de
nos damos cuenta de que Hegel olvida un momento elemental del pensamiento,
sensibilidad coincidirían varias vías para salir del horizonte moderno e idealista de
corporal, del sufrimiento, del grito de los excluidos, del cuerpo de los que no
134
mismo. Toda percepción es la percepción de lo percibido, todo deseo deseo de lo
ideatum". Nos damos cuenta de que hay una intencionalidad de la sensibilidad que
consiste en depender de la exterioridad. "El cuerpo no es una cosa entre cosas
que yo constituyo o que veo como Dios en relación con un pensamiento, el cuerpo
inteligibilidad de las cosas, aunque sea intencional, será siempre fácil el desliz de
del sistema del instinto que nos empujan a un fin. [...] Vivir humanamente es gozar
sin utilidad, gratuitamente, sin buscar nada más, siendo puro gasto, jugar a pesar
135
marxistas: "El sufrimiento de la necesidad no se apacigua en la anorexia, sino en
Un ser sin necesidades no sería más feliz que un ser necesitado, sino que estaría
otro es otro antes que concepto. De ese modo puede decir Levinas que la
aprehensión del rostro del otro rompe la totalidad discursiva en la que el sujeto
dichosa posesión del mundo y mis vanos castillos de naipes conceptuales. Al otro
ruptura temida siempre por el poder: por el colonizador, por el varón, por el
Estado, por todos los Ulisses que sólo viajan para volver a casa. El viaje de
"cosa" sea ésta persona o no. Esto hará siempre problemática la distinción ulterior
Como dirá Juan Bañón, Levinas rechazaría que la alteridad pudiese estar presente
alteridad es referida siempre a un otro humano con lo cual las cosas estarían fuera
136
todas las cosas: lechugas, piedras, sonidos, colores etc., se gana en vigor ético.
momento de alteridad de todo acto humano. En segundo lugar al tener todos los
del otro respecto a mí o de mí respecto al otro sin que esta ausencia de disimetría
anulan la alteridad del sentir pues son logos y razón sentiente. Desaparece toda
experiencia originaria del rostro del otro, siempre discutible, para convertirse en un
momento radical del que hay que partir, por tanto, para plantear adecuadamente
ni la experiencia del rostro del otro, sino algo más elemental y trascendental: el
momento de realidad del sentir humano. Desde este nuevo punto de partida
como liberación, la religión como experiencia del poder de lo real, la historia como
apropiación de posibilidades y la filosofía como una forma de vida. Esta última, por
aparte.
La libertad no es primariamente otra cosa que esta apertura del ser humano a la
realidad. "No quiere esto decir que todos los actos del hombre sean libres, sino
que el hombre es libre. Y sólo quien es así radicalmente libre puede incluso verse
privado de libertad, en muchos, tal vez en la mayoría, de sus actos" (NHD 373).
Mientras los animales están inmersos en las cosas, el hombre queda entre ellas
137
distingue de una piedra en que ejecuta acciones libres, de que la piedra se halla
desposeída, sino que la diferencia es más radical: la existencia humana misma es
libertad; existir es liberarse de las cosas, y gracias a esta liberación podemos estar
ser. Pero en la medida en que para Heidegger la libertad, como trascendencia del
dimensiones más radicales que las del sentido, rezuma un cierto idealismo.
radicadas también en esta dimensión. No pueden dejar de contar con este hecho.
llega respecto al problema que este hecho abre. Cada uno prueba, tanteando, su
138
La religación y la liberación nos dejan en una situación que implica el recurso a la
acto de pensamiento. El pensar mismo no funciona sino en el trato efectivo con las
con resistencias, que le fuerzan a modificar sus ideas acerca de lo que son las
cosas y, por tanto, sus proyectos. El trato con las cosas circunscribe y modifica el
área de las posibilidades que el hombre descubre en ellas" (NHD 375). Estas
actos, a saber, a sus propias posibilidades; pero nada más que cuasi-creación,
mero estar pudiendo: es, en rigor, hacer un poder" (NHD 380) . Con la distinción
entre potencias y posibilidades la naturaleza y las potencias quedan fuera del
ámbito del bien y del mal, pero no así las posibilidades humanas. Algunas de
estas posibilidades humanas serán imputables a los individuos, pero hay un bien y
un mal histórico decisivo que no depende de ellos. Zubiri reconocerá que esta idea
le ha venido sugerida por Ortega que insistía en que los vicios de una época y de
Desde esta apertura elemental y radical del sentir humano a la realidad, la filosofía
139
verdades, sino justamente al revés, cuando se encontró poseído por la verdad.
tiene que realizar o malograr propósitos y esbozar proyectos para sus acciones. El
experiencia histórica concreta y ética por constituir ella misma un hábito, una
básica. "La filosofía puede contradecir y anular la experiencia que le sirve de base,
Pero ninguno de estos actos sería posible sino poniendo el pie en una experiencia
básica que permitiera el brinco intelectual de la filosofía. Esto quiere decir que una
190). Experiencia significa aquí para Zubiri algo adquirido en el transcurso real y
tales no pertenecen a esa experiencia radical" (NHD 190). Esta experiencia básica
está muy cerca del "estar en el mundo" de Heidegger. Cuando el ser humano
ser mundano. Pero Zubiri no se detiene en esta constatación, sino que distingue
histórica que constituye el mundo, la época y el tiempo en que se vive. Sobre ella
se halla inscrita la dimensión social, la "convivencia con los demás, sea bajo la
140
forma precisa de experiencia de otros, sea bajo la forma del precipitado gris de
entorno" (NHD 191) y finalmente se hallaría una dimensión ideológica: "De esta
experiencia forma parte no sólo el trato con los objetos, sino también la conciencia
lo que los hombres han pensado acerca de las cosas, sus opiniones e ideas sobre
ellas; en segundo lugar, la manera peculiar como cada época siente su propia
personal quiere hablarse habrá que admitir que "son escasísimos quizá los
hombres que poseen una experiencia personal, en el pleno sentido del vocablo,
pero, aun admitiendo que todos posean alguna, esta experiencia personal, aun en
Esto significa también que la filosofía no puede saltar sobre su propia sombra, que
es ética porque implique una opción por una u otra tradición en el punto de partida,
sino por algo más radical: porque está constitutivamente lanzada a la búsqueda de
una verdad primera más allá de todos aquellos prejuicios y presupuestos que
permanentemente la encubren.
141
de una situación concreta, sin pretender asir nada eterno. "Al tratar de enfrentarse
en una serie de cuestiones que le plantea su propia situación" (NHD 50), y en este
difícil del caso es que la filosofía no es algo hecho, que está ahí y de lo que baste
echar mano para servirse a discreción. En todo hombre, la filosofía es cosa que ha
por tratarse de un saber radical y último, la filosofía se halla montada, más que
cualquier otro saber, sobre una tradición. De lo que se trata es de que, aun
escribir toneladas de papel y consumir una larga vida en una cátedra de filosofía, y
no haber rozado, ni tan siquiera de lejos, el más leve vestigio de vida filosófica.
más recóndito de sí mismo, el interno y callado movimiento del filosofar" (NHD 51).
desde una situación. La situación de la que parte Zubiri para elaborar su filosofía
abocado el hombre del siglo XX. Y desde esta soledad ontológica quiere, no
soledad sonora. Al encuentro radical con los demás y con las cosas" (NHD 56).
142
Ante el problema moral de nuestro tiempo, la huida de sí mismo y la renuncia a
adoptar actitudes radicales y últimas, Zubiri nos propone enfrentarnos con aquello
de que huimos y que más tememos, con nuestra radical soledad, porque sólo en
mismo modo, la filosofía no puede concebirse en Zubiri más que éticamente, como
no sólo por tratar de orientar la acción, sino por ser ella misma un ethos, un hábito,
siente la necesidad de anclar las decisiones libres en algún terreno firme y sólido.
propiamente humano en el hombre será su razón, pero es una razón asediada por
143
razón" (NHD 166). La dualidad pensamiento extensión nace en Descartes de otra
resbalado sobre el ser íntimo del hombre para atenerse a unas presuntas
las raíces de todo saber, a la que no le importa vivir en zozobra. Recusa todos
aquellos saberes que por muchas seguridades que nos den no son universales, y
las ciencias de la naturaleza y las diferentes tekhnai. Por eso nos dirá Zubiri,
acerca de la Naturaleza entera, de cómo está dispuesto eso que los sabios llaman
Cosmos y de las necesidades en virtud de las cuales acontece cada uno de los
sucesos del cielo, sino que, por el contrario, hacía ver que los que se rompían la
cabeza con estas cuestiones eran unos locos. [...] Se asombraba que no viesen
problemas, con que se arremetían mutuamente como locos furiosos. [...] Por su
"Los testimonios más antiguos convienen todos en que Sócrates no se ocupó sino
de ética, y que introdujo el diálogo como método para llegar a averiguar algo
144
filosófico, sino una radicalización de la sabiduría presocrática. Contra los cánones
siempre relativa a quien conoce, de modo que, como decía Protágoras, "el hombre
cosas sean o no, sino en la medida en que los hombres se refieren a ellas (NHD
antilógico aproximando el ser al sentir. "El criterio del ser y del no ser de las cosas
del hombre es la piedra de toque del ser de las cosas con que en la vida tratamos"
ciencia. Los sofistas son los que colocarían a la ética en el punto de partida de la
filosofía (NHD 131). Ahora bien, Sócrates que se encontraría por un lado ante la
una reflexión primaria sobre los asuntos, pragmata o actividades humanas sin
145
"El grave defecto de la filosofía tradicional, para Sócrates, fue el haber desdeñado
Sócrates medita sobre estas cosas usuales y sobre lo que el hombre hace con
ellas en la vida" (NHD 247). Medita también sobre el saber científico y sobre las
interesa la virtud en sentido griego, la areté, que significa precisamente esto: todo
el conjunto de capacidades de vida que el hombre adquiere en su trato con las
cosas. Y esta meditación es más radical que las de la ciencia presocrática, pues
de algún modo la incluye y la fundamenta al investigar los supuestos sobre los que
se interroga por el origen y los límites del saber, y también por sus intenciones
fundamental".
primera. Que Sócrates medite sobre las cosas de la vida usual no quiere decir que
medite solamente sobre el hombre y sus actos. Mucho menos se trata de una
amplio que el que damos hoy a la palabra ética. Lo ético comprende, ante todo,
146
bien, Sócrates adopta un nuevo modo de vida: la meditación sobre lo que son las
cosas de la vida. Con lo cual, lo ético no está primariamente en aquello sobre que
medita, sino en el hecho mismo de vivir meditando. En la interpretación que hace
Zubiri de la sabiduría socrática, ésta no recae sobre lo ético, aún entendida como
filosófico haría que la vida dependiese de una meditación sobre los asuntos de la
vida. El intelectual dejaría de ser un vagabundo que vive en las estrellas para
radicalmente ético por tener su punto de partida en los actos humanos cotidianos y
futilidad para la vida de la ciencia Sócrates se retira. "No es una simple postura,
vez, por el sentido del ser. Es una actitud esencialmente filosófica. Pero sería un
error suponer que esta retirada fue la adopción de un aislamiento total. Sócrates
cabe duda, que en estos comentarios sobre Sócrates está prefigurada la propia
cosa conocida. No se trata de esto. Mucho menos aún de lo que ha sido, por
la razón sencilla de que no ha habido ningún griego que haya tomado esa actitud
la vida, tal como se hacía en la élite ateniense, pero sin dejarse impresionar
147
tampoco por la mera fuerza del pasado. Tiene sus amigos, y con ellos habla. Para
todo buen griego, el hablar va tan unido al pensar como para el semita rezar y
recitar; la oración del semita es justamente eso, oración, algo en que participa
diálogo silencioso del alma consigo misma, y el diálogo con los demás como un
245).
Sólo con esta actitud filosófica radical, con esta forma de vida filosófica puede
haber un diálogo auténtico, pues el filósofo arrastrado por el interés y la pasión por
una verdad primera no es esclavo de la fama, del poder o del dinero, puede vivir y
morir contento con su situación presente, como nos narran todos los testimonios
defender opiniones formadas, porque no hay opiniones que defender; por esto, no
cabe ni tan siquiera exponerlas. Se trata de hablar de las cosas y desde las cosas.
reposado girar sobre las cosas para empaparnos de ellas. Es un hablar en que el
hombre más bien hace hablar a las cosas; son casi las cosas mismas las que
Heráclito, este indefectible saber acerca de las cosas brota de algo que el hombre
lleva en sí y que les pareció algo divino: nous y logos. Sócrates quiere borrar toda
ilusión desmesurada en un saber sobrehumano. [...] Para lograrlo, pone en
suspenso la seguridad con que el hombre se apoya en las cosas de la vida. Hace
ver que en la vida corriente no se sabe lo que se trae entre manos; lo que hace
148
historia de la filosofía no es cultura ni erudición filosófica. Es encontrarse con los
demás filósofos en las cosas sobre que se filosofa" (NHD 249-250). Si la soledad
y la de Hegel en no poder salir de sí, en la soledad zubiriana están los otros más
ello, enfrentarse y encontrarse con el resto del universo entero" (NHD 287).
No se trata de idealizar a Zubiri como quizás cabe presumir que tienden a hacer la
biografía de su esposa y los datos biográficos que nos suministra Ellacuría, pero
creo que en este terreno está casi todo por hacer. Es seguro que en un régimen
totalitario como el del general Franco no había lugar para la neutralidad, para la
clases que recogen todas sus disgresiones y todos sus gestos no hace nunca la
más leve referencia política ni a favor ni en contra del régimen. ¿Consiguió cruzar
149
la que aquí nos interesa sino la pregunta de si su modo de entender la filosofía
estuvieran tan perdidos y fueran tan poco lúcidos social y políticamente. El silencio
sus escritos. ¿No podría ser que X. Zubiri arrastrado por el interés filosófico
régimen? ¿Podría tener algo que ver su peculiar filosofía primera con esta
permanente intento de influenciar la vida española? Puede ser que todo sea una
cuestión de carácter y que la filosofía primera de cada uno de ellos tuviera muy
Ortega, pero creo que en el terreno filosófico más relevante que destacar el
diferencia.
conferencia pronunciada sobre Hegel, con ocasión del centenario del filósofo
150
de 1936, Zubiri da la impresión de ser uno de estos personajes lineales que
espera con una lucidez extraña a que todos los demás den una vuelta de 360
Zubiri con el cardenal Vidal y Barraquer y la curia catalana en 1936, cuando viaja a
del cardenal Vidal y Barraquer, "es el hombre al que hay que oír" por su tolerancia,
finura, lucidez y visión de futuro, tan lejos del corte facistoide en el que se hundió
del mal espíritu del cardenal de Tarragona. La misma compañía de Jesús que con
el P. Arrupe e I. Ellacuría le abrirán los brazos de par en par, le cierra en 1936 las
propio Laín dieron el resultado que éste expone en sus memorias: «Ibañez Martín
151
desde 1926 era propietario y titular, la de historia de la filosofía en la Universidad
intelectual y política del Estado español. Los intelectuales del Opus (Rafael Calvo
cierto punto parece verosímil que X. Zubiri se dejara querer más por los
Desde 1945 Xavier Zubiri mantiene discretamente sus cursos libres al que asisten
irá inclinando hacia el Opus en lugar de hacia los falangistas. En 1952 Rafael
Calvo Serer presenta el Opus y el tradicionalismo católico como una tercera fuerza
excluyente. Simpatizan con la revolución nazi, pero su ribete católico modera algo
152
estaría mucho mejor situado para prestar sus servicios al régimen. La derrota del
"eje", que coincide con el cierre de Escorial en 1945, el odio a los intelectuales y el
propio pragmatismo del régimen para permanecer en el poder, favorecerá una
Zubiri rechaza las ofertas del régimen para convertirse en el filósofo oficial, no
ejercía funciones docentes por voluntad propia y vivía de las subvenciones de una
falangistas y del Opus como el primer filósofo de España. ¿Qué es lo que pensaba
realmente Zubiri de todos ellos? La aparición de Zubiri en aquel erial de los años
40 ¿no constituyó un puente con el pasado anterior a la guerra civil que tuvo
cuáles serán luego adalides de la democracia española? ¿No podría ser que X.
no hicieron más que abonar esta soledad sonora zubiriana en un exilio interior tan
153
correspondía por cuarenta años de escalafón universitario. En cambio se
entusiasmará con las virtualidades de su filosofía para una teología y una filosofía
toda fidelidad a la letra. Lo más resaltable desde una perspectiva ética es que a
de sus textos de la trayectoria y las vicisitudes personales, en Zubiri, por los datos
con que contamos hasta ahora, su forma de vida ilumina el perfil ético de su
perspicacia: "Lo primero que quiere saber Ortega es por qué Zubiri hace una vida
que no procurase usted (...) colegir el porqué de esa forma de vida. Ese "porqué"
aparece una manera de sentir la situación actual que puede ser para nosotros
esclarecedora...»."
Pero tampoco se trata del silencio elocuente de Heidegger sino del silencio como
silencio y la soledad de X. Zubiri parece ser más fruto de un espíritu libre que del
cultiven. Ese "porqué" que interesaba a Ortega quizás quede un poco más
154
replantea un nuevo y más radical punto de partida, pero inmediatamente
ámbito más elemental y originario de la ética. Desde esta radicalidad hemos visto
parte siempre de una situación histórica y social y sobre todo en cuanto pretende a
través de una meditación sobre los asuntos humanos, y sin apelación a otras
instancias, orientar la propia vida. Una vida filosófica es así de algún modo, el
ethos supremo. Podría pensarse pues que nos movemos en la misma órbita que
Descartes, en una forma de pensar filosófica que exige una justificación absoluta.
todas aquellas fórmulas éticas que quieren armonizar sus actos con alguna
seguridad, porque nada hay más móvil y aparentemente efímero que los actos
humanos. Que mediante esta meditación socrática podamos orientar la propia vida
inmediatamente con los demás y con las cosas, de una manera muy modesta,
A partir del año 1944 Zubiri inicia una nueva etapa que él denomina rigurosamente
que llamamos ser no es otra cosa que un momento de la realidad misma. "El ser
155
real no existe. Sólo existe lo real siendo, realitas in essendo" (NHD 16). Según
abordó el problema de la realidad como algo que está más allá del ser, sino que
además mostró que el ser no es otra cosa que una determinación ulterior de lo
ser con independencia de la realidad, de la cual no sería más que una actualidad
ulterior (IRE 217 ss). En la anterior etapa, aunque ya planteaba Zubiri la radical
unidad del sentir y del inteligir, la realidad caía del lado de la impresión y el ser del
realidad, y esto supone una radicalización de la unidad entre sentir e inteligir. "La
remisión del ser a la realidad, en esta nueva etapa, es paralela a una remisión de
la radical apertura de la realidad humana tanto a las cosas como a los demás.
realidad, posibilita la crítica del realismo y el idealismo ingenuo, del realismo crítico
ética eso significará que no cabe más alternativa que la que ya anunciaba San
Agustín: credo ut intelligam. Hay que creer para comprender y hay que
comprender para creer. Desde esta asunción, las mismas tradiciones filosóficas
serán todo lo legítimas que se quiera, pero siempre que se reconozca que son una
156
tradición filosófica más, tan adecuadas como otra cualquiera. De alguna manera la
posición de la filosofía hermenéutica tan honesta como se nos dice? ¿Es verdad
que siempre nos movemos en el terreno del logos o este es un ingente prejuicio
filosofía analítica y las filosofías del sentido? Justo es reconocer que se trata de
una cuestión decisiva en la filosofía contemporánea. Para Zubiri hay una modesta
Desde este nuevo nivel de radicalidad replantea Zubiri todos los problemas y
mantenida entre sentir e inteligir, entre realidad y ser, ahora la reflexión ética se
cómo llegamos a saber algo, muy poco de la realidad, para poder estar en ella. El
interés por la forma humana de realidad, que polariza sus estudios entre 1944 y
157
Heidegger sobre el que ya no expresará sólo insatisfacción sino una extensa
del hombre como una forma propia de realidad, y la moral como una apropiación
voluntad humana, y el bien aparece por esta impresión de realidad como algo
inteligencia se encuentra frente a una realidad dada. [...] Esa realidad en relación
con nosotros, está constituida por "cosas" que no son lo que son, sino las unas en
interdependencia universal [...]. La razón sirve para ir conociendo cada vez mejor
lo que hay de real en la llamada realidad exterior; sirve para hacernos cargo de las
relaciones que las cosas guardan entre sí, y barruntar de tal suerte lo que pueden
tal vez tener que ser dentro de esta su interdependencia universal". "El hecho de
mueve entre meras relaciones, es afirmar que toda cosa es en sí misma lo que es,
En el curso sobre "El problema de Dios" de 1947-1948 aparece por primera vez
158
distinción que quizás se ha exhorbitado por una lectura antropológica de Zubiri,
enfrentamiento del hombre con las cosas, los demás y sí mismo como realidad
previa al ser y la nada, a la aparición del no, el qué y el por qué, el hombre ha de
(Kant y siglo XIX) ni una teoría del ser (Heidegger) sino un análisis trascendental
radical en la que hay que hacer incidir la reflexión inicial de la filosofía primera.
este estar en la realidad? Lo esencial a este acto -acto no acción- es ser ejecutivo,
uno con cualquier otra percepción. Es un puro estar atenido en la realidad sobre el
cual se montarán luego el juicio, las actividades y también, y esto es lo que nos
interesa aquí, el "encontrarse" (sich befinden) bien o mal, triste o alegre, temeroso
159
según Zubiri, y como quería Heidegger, el primer existencial, sino que supone el
inscriba en los cursos orales sobre "El problema del hombre" de 1953-1954, eso
no quiere decir que la ética sea tratada aquí como un capítulo de la antropología,
moral, es decir, de precisar en qué consiste su realidad una vez establecido que la
primera" de 1951-52 que la estructura radical en la que hay que hacer incidir la
impresión sacará todas las consecuencias de este nuevo ámbito primario. Sobre
este estar en la realidad se montarán luego las costumbres, las valoraciones y los
deberes, pero antes de todo esto, lo que le importa ahora a Zubiri es precisar en
Tan es así, que en el primer resumen elaborado por Ellacuría de este curso, las
moral que el hombre plantea, son, en cada uno de ellos, el planteamiento del
problema y la marcha del problema. Una marcha que no hará más que llevar el
En este curso trata de investigar Zubiri lo propio de la realidad humana entre otras
realidades. El problema del hombre es por un lado los problemas que el hombre
nuestro tiempo no son ya dos cuestiones aparte sino que el tratamiento de los
160
problemas refluye sobre la estructura misma del hombre como realidad existente
sobre la Tierra. Hasta nuestro siglo se había pensado que la solución a los
problemas nunca podrían poner en crisis la existencia misma del hombre. Hoy la
multiplicidad pavorosa de saberes sobre el hombre y algo más grave: una escisión
diferenciación entre la realidad humana y las otras realidades por el hecho de que
cosas como realidades es una posibilidad radical respecto de todas las demás
humanas, por no tener una posibilidad superior y por ser la que determina y
realidad de los demás y de las cosas intentará dilucidar lo más propio o esencial
además, constitutivamente tiene que girar en una u otra dirección, la que sea. Es
moral que el hombre tiene que tener, ni si los hombres son morales; no se trata de
esto. Lo que pasa es que no hay ningún hombre que sea o moral o amoral. [...] La
moral sería una tabla de valores más o menos intencional y bella, pero no tendría
1. La justificación moral
161
coincidencia de nuestros actos con alguna instancia legitimadora es por lo pronto
retrotraída por Zubiri a una cuestión previa o más decisiva, a la realidad o hecho
justeza misma.
que elegir es, a diferencia del animal, la inconclusión de sus tendencias (SH 351).
encuentra llevado a tener que preferir por algo que no depende de la preferencia
la estructura relativa de las posibilidades humanas sino del deseo, esto es, de una
efectos por sí misma, pero que nos hace preferir y hace que las posibilidades sean
grata o ingrata trasciende del contenido de la cosa. ¿Qué lleva mis tendencias a
162
fundamental. Aquí Zubiri pasa revista a diferentes respuestas a la cuestión para
hombre, y en virtud de los mismos unas cosas le parecerían preferibles a las otras
(SH 355). Indiscutiblemente esta posición tiene mucho de verdad. Zubiri acepta sin
más como absurda la pretensión de que pueda haber alguna acción con un valor
que nos hace ver Zubiri es que ésta no es toda la verdad. La presión social no
sociedad.
preferibilidad de las cosas, más allá de toda inclinación, sentimiento o ley social.
También aquí el problema estriba en que esto que podría tener una parte de
de la ética a una inteligencia que juzga, pero antes de todo juicio y proposición se
justificación al problema del deber. Hay muchas cosas que no tengo deber de
ecuación perfecta entre deber y moral. El deber no agota la moralidad. "El carácter
acciones del hombre no tienen nada que ver con deberes ni con consejos" (SH
357). Y estas acciones determinadas por los usos y costumbres, por las
163
mentalidades, por las estructuras sociales, por la desmoralización o no del
mundo de los deberes y valores. "El yo sería lo que se dirige a las realidades
carácter que tienen ciertos actos de darse cuenta; y demasiado tarde las
La tercera sería pensar como Scheler que hay unos valores materiales previos a
dentro del cual va a establecer sus preferencias. La realidad es la fuente del valor
que ejerce como medida de la realidad, como si la moral fuera, en algún grado
moral de la realidad y lo primero que hay que hacer es volverla a inscribir en ella.
164
En la radicalización del problema en su punto de partida es donde la filosofía se
vuelve más fructífera. Podría pensarse que esto supone escapar del fuego para
partida de la ética para resucitar algún nuevo sustancialismo ético, sin embargo, el
Por lo pronto Zubiri nos dirá que la realidad humana es constitutivamente moral.
humana, se piensa fácilmente que son dos polos: el uno la realidad, el otro el
ideal. Esto para Zubiri sería absolutamente quimérico. La moral no es ningún ideal
fácilmente contraponibles, sino justamente de tomar una realidad tal que no puede
ser lo que es, sino debiendo ser de alguna manera. El hombre es, efectivamente,
esa realidad que no puede ser lo que es sino debiendo serlo de alguna manera.
No hay acción humana alguna del hombre que no tenga un carácter moral, incluso
hombre es una realidad moral por el hecho de que su vida es una apropiación de
tengan de suyo sino un carácter físico (SH 379). La filosofía escolástica que al
menos tendría el mérito de haber considerado la moral como algo físico, como
moral de todo acto humano (SH 368). La voluntad buscaría el bien en general (fin)
165
y se daría una elección de cosas (medios) a base de una razón que lo concebiría
diversamente, con lo cual se da una escisión entre fines y medios que pende de
3. El bien
El problema del bien moral, como todo el plexo de categorías que se emplea en la
reflexión ética, lo replantea Zubiri desde este carácter moral que tiene todo acto
humano por ser una apropiación de posibilidades. Entonces lo más elemental que
cabe decir del bien es que es el carácter apropiable de las cosas (SH 381). Las
pero las propiedades físicas de las cosas son la fuente de las propiedades
apropiables. Así las propiedades físicas de eso que llamamos escalera es fuente
parte del hombre, las cosas no serían ni buenas ni malas, estarían más allá del
bien y del mal (SH 382). Si el hombre no fuese una realidad moral capaz de
Es importante resaltar que se trata de una noción formal de bien. Las posibilidades
completamente inútil por redundante y vacía. Sin embargo, con el empleo peculiar
problema del bien y del mal debe plantearse en esta respectividad o apertura del
hombre a la realidad. No hay ningún bien o mal metafísico, ni por el lado de las
sustancias, ni por el lado del sujeto. Sin esta apertura no habría bien ni mal. El
voluntad tendente tienen a la realidad en cuanto tal (SH 389). Y la segunda que se
una formalidad lógica, lingüística o racional sino una formalidad del sentir, una
formalidad "física", implícita en todo acto humano, por el que hay un momento de
166
bondad, un momento de apropiación en todo acto humano. Otra cuestión es
pretender que esta bondad primordial entrañe algún tipo de normatividad. Pero no
está dicho en ninguna parte que una presunta orientación moral a partir de la
filosofía zubiriana deba proceder del momento primordial. Zubiri más bien muestra
en toda su obra una buena dosis de escepticismo al respecto. Otra cosa es que
este análisis sea irrelevante para orientar la acción humana. La relevancia de este
análisis es algo que tendremos que considerar más despacio en la tercera parte.
Zubiri para polemizar con Aristóteles, Agustín, Scheler y en general contra toda
mismo argüirá que los valores son valiosos por las propiedades reales de las
cosas en cuanto valiosas para el hombre. Es decir que la realidad no posee unos
posibilidades apropiables (SH 383). Contra la tesis de San Agustín de que el mal
carácter ontológico por sí mismo negativo. Que esta idea supone toda una teoría
un mal en el orden físico sino en tanto que nos amputa posibilidades. El mal se
ser humano. No hay ningún mal físico allende el mal moral (SH 396). En ningún
rectitud, sino en la positiva presencia de una aversión" (SH 399). El mal y el bien
167
4. La felicidad
Ser feliz es ser hombre en forma plenaria (SH 390, 399). Pero plenaria tiene aquí
refiere aquí a una estructura inexorable del ser humano, no a un criterio para
decidir entre una posibilidad u otra y mucho menos a una especie de ideal
la tradición eudemonista pero creo que una lectura más atenta nos permite ver
inexorable del hombre. Del mismo modo que cualquiera que sea la apropiación de
mortales es un animal feliz, aunque esta expresión chirríe más, por contraposición
a su uso común, que el uso zubiriano de la noción de "moral". Pero es que Zubiri
somete a todos los términos del discurso moral a una operación parecida. Por
determinación por parte del hombre de cómo ser hombre (per-facere) (SH 390ss).
(SH 403). Y es que no puede ser de otra manera desde el momento en que todos
168
concretos de la felicidad, aunque su análisis, de algún modo la delimita. Por un
La pregunta que cabe hacerse es qué añade la noción de felicidad empleada por
resonancias tradicionales le añade muy poco. Podría pensarse incluso que es una
tradicionales. Zubiri piensa sobre todo la felicidad como un poder que el hombre
felicidad no es que sea física y que, en un caso particular, pueda ser moralizada
poder moral" (SH 398). Todas las demás posibilidades penden de este poder. Al
intentar resolver cada una de las situaciones en que se encuentra, el ser humano
perfila la figura de lo que él es. Esta forma concreta como el hombre se determina
es lo que llama Zubiri felicidad (SH 390). La felicidad en este sentido, como el bien
y la moral no es una mera posibilidad para el hombre sino que es una posibilidad
Zubiri afirmará que no hay por tanto ninguna oposición entre moral y felicidad (SH
394) como quiere Kant. La moralidad consiste en la felicidad real y física del
realidad (SH 437). Ahora bien, Kant descarta la felicidad del campo de lo moral
169
felicidad y no en el eudemonista de realización con el cual no tendría, según Adela
Cortina, ningún problema. Y mucho menos, cabría pensar, con esta consideración
formal de la felicidad. La cuestión decisiva está en que Kant nos diría que de todas
que en Zubiri, y quizás más en algunos zubirianos, hay al menos esta pretensión.
5. El deber
contraponer en el hombre el ser y el deber ser. Los deberes no son una imposición
posibilidad está obligado respecto a las demás posibilidades (SH 410). El deber no
hombre está lanzado a ser feliz, a realizar su figura humana, es que tiene deberes.
403). A los kantianos les recriminará su escisión entre razón teórica (lo que es) y
razón práctica (lo que debe ser, las normas de acción). El problema estaría mal
planteado de raíz. "El hecho de haber analizado la determinación del bien con el
170
práctica. Pero antes de la razón está la inteligencia sentiente, el punto de partida
normas sino la fruición elemental de las cosas" (SH 405). Ya hemos visto que
que realidad.
Ahora bien ¿qué deberes tiene el hombre? ¿Qué obligaciones? La razón es la que
del bien en un ejercicio ulterior (SH 412). Las normas de acción se alcanzan por la
por alguna instancia exterior a la acción misma del hombre, ni por una conciencia
que juzga si hay adecuación entre una esencia del hombre ya predeterminada y
tenga de lo mejor para el hombre. El divorcio histórico entre razón teórica y razón
práctica que cobra sobretodo una gran relevancia a partir de Kant es debido a
haber pensado la razón primariamente como una facultad del juicio que reposa
posidente que pone en marcha una razón teorético-práctica (SH 405, 413, 414).
6. La virtud y la responsabilidad
habitudes de realidad moral (SH 439). Pero tampoco son cualidades pura y
171
carácter físico que tiene la configuración de la personalidad según responda o no
a una idea determinada de hombre en cada grupo social (SH 439). En su última
nos damos cuenta sino que empezamos a mensurar lo bueno y lo malo, cabe
hablar de responsabilidad (SH 438 ss). Como las posibilidades arrancan de las
cosas, de las dotes y del cuerpo social, el hombre se ve forzado a medirlas con la
idea misma que tenga de felicidad; una idea que en buena medida le está
entregada por los demás. Pero esto no significa que la responsabilidad moral se
mida por los ideales morales, o por la rectitud intelectual y volitiva que este
hombre acaricia, sino por un arte moral consistente en plasmar una figura moral
viable para cada individuo. Una configuración responsable del hombre no consiste
imposible (SH 438). "Las tendencias reprimidas realizan su obra en otros efectos
porque sean malas sino en conservarlas para llevarlas por otra ruta" (SH 438). "La
real y efectivamente, sin suprimir aquella tendencia, una figura moral viable para el
172
7. El relativismo moral
relativista porque no solo hay una multiplicidad social de deberes sino una
430).
no es la fuente del carácter debitorio de los deberes. Es porque los individuos son
deberes. Y por lo tanto no es nada evidente que los únicos deberes que el hombre
pueda recibir vengan de la sociedad (SH 423). Normalmente los cambios morales
en una idea de hombre que las circunstancias históricas van propiciando. Ahora
bien, hay cambios radicales, sociedades que en uno u otro momento han sentido
crujir su propia idea del hombre, y han tenido que dar lugar a formas sociales
completamente distintas. Aquí sí que hay un cambio moral (SH 427). Pero aún así,
Zubiri que, hay algo que no cambia: la apertura a la realidad y el carácter debitorio
de esta apertura.
173
una vertiente de universalidad. El aparente relativismo no es sino un desarrollo de
propia sustantividad humana. Lo cual pone en claro que en toda moralidad no hay
radicalmente por su base" (SH 431). En definitiva el problema moral para Zubiri no
emplea, sino la realidad misma (SH 434). El hombre está abierto a una perfección
mayor o menor y no sabe cuál es esta perfección, tiene que determinar por tanteo
tan extensa ni directamente la dimensión moral en sus escritos. Cabría pensar que
este es su pensamiento definitivo, pero de ser así no parece que tuviera que haber
entre los mismos zubirianos. Más bien todo parece indicar que una lectura de
estos textos desde el último Zubiri introduce retoques decisivos que corrigen
curso "Sobre el problema del hombre" de 1954 Zubiri no impartirá ninguno más
174
este tiempo de silencio aparece justamente la primera interpretación importante de
la ética zubiriana.
importante comunidad de filósofos morales entre los que cabría destacar a Celia
Arias Prada escribía en 1953 que Aranguren hace más daño a la sociedad
española que una guerra. Eran los tiempos del nacional-catolicismo. Desde una
reflexión sobre la fe, sobre la política, sobre el papel del intelectual, y sobre la
juventud. Su obra más divulgada y conocida lleva por título precisamente: Ética.
Escrita en 1958 fue traducida a varios idiomas y convertida en un texto clásico
prólogo que el libro "debe ser puesto junto a La espera y la esperanza, de Pedro
Laín, como muestra de que los cursos de Xavier Zubiri durante estos últimos años,
aun inéditos, han dado fruto, puesto que ambos libros dependen mucho más
en libro".
consiste en hacer las cosas como se hacen, sino en hacerlas porque se hacen
así". También creo que nos muestra algo más hondo, y es que el trabajo filosófico
175
riguroso, por rutas insospechadas, penetra en la sociedad y la influye
vida ningún tratado de ética y sin embargo probablemente tiene razón Diego
Gracia cuando afirma que Zubiri es el autor más decisivo e influyente de este siglo
malo de mi ética", escribió Aranguren cuando por fin se publicó Sobre el hombre
en 1986 con algunas de las lecciones que inspiraron su Etica. Aún en 1979
afirmaba que "Xavier Zubiri, su influencia sobre las corrientes más vivas de la
nueva filosofía actual es prácticamente nula. [...] Sin embargo, la distinción moral
como estructura, moral como contenido procede de él y por poco juvenil que nos
Zubiri, que empezarán a verse los frutos filosóficos, pero no deja de ser curioso
como contenido, distinción que si bien está inspirada en unos cursos de Zubiri no
la establece él. Y más asombroso todavía que Zubiri sólo influya en España en un
Como quiera que sea, es probable que hasta 1980 sea Aranguren el principal
cuando Zubiri, tanto en Naturaleza, historia, Dios como en los cursos posteriores a
los que asiste Aranguren se sitúa en una perspectiva completamente distinta.
Zubiri, como hemos visto, empieza su andadura filosófica en un plano muy diverso
176
radicalización de Heidegger llegar a establecer un nuevo punto de partida: la
que el libro "se inserta en una tradición cuyos principales eslabones son
Aristóteles, Santo Tomás y Zubiri". "La Etica, a parte de ser mi libro más vendido
porque se ha utilizado en muchas instituciones de enseñanza filosófica -pero
nunca en mi cátedra-, es, pienso, el libro más importante que yo he escrito. ¿Y por
Zubiri hasta sus últimos días. "Sin duda la principal aportación filosófica de Xavier
Diego Gracia, ha sido obra de Zubiri". ¿Es sostenible esta lectura de Zubiri? ¿Es
Creo que no. Como nos dirá en la conclusión inédita del curso "El problema del
1953. La filosofía primera no sería una teoría del ente (Aristóteles), una teoría de
177
la verdad (Descartes), una teoría de la conciencia (Kant y siglo XIX), ni una teoría
del ser (Heidegger), sino una teoría de la realidad en cuanto tal. El análisis de la
Ya en 1954, justo terminado el curso de Zubiri "El problema del hombre" escribe
que considerar sus posibilidades, esto es, tiene que moverse en la irrealidad. El
por el contrario, tiene que hacer ese ajustamiento, tiene que justificar sus actos, y
por eso, quiera o no, es siempre moral. Sobre las estructuras biológicas lleva
por naturaleza el ajustamiento a la realidad, sino que tiene que hacerlo por sí
178
Precisamente porque puede preferir, porque tiene necesidades que preferir, cabe
señalarle una jerarquía de bienes; se le imponen deberes porque es, para usar la
estructuras humanas".
evidencia la estructura moral del ser humano. Zubiri partiría para su análisis de la
viable biológicamente tiene que hacerse cargo de la realidad, habérselas con las
acción. "Al inexorable hacer la propia vida a través de cada uno de sus actos y la
moral como estructura y no puede darse sin ella. La distinción entre moral como
179
De hecho, Zubiri en ningún lugar alude a la división entre una moral como
estructura y una moral como contenido. La división que introduce Aranguren entre
primaria del hombre a las cosas, por tanto en una consideración metafísica, y al
hablar de moral como estructura se hace caer todo el peso del problema en una
podamos considerar impropio el uso del término fundamentación que hace Zubiri,
pero en todo caso, está claro que para Zubiri la fundamentación filosófica de la
ética solo puede realizarse mediante el rigor del análisis. Que este análisis sea
suficiente o no para orientar la acción humana, es algo que tendremos que ver
más tarde. Pero la división introducida por Aranguren, dispara el problema por otro
180
como contenidos que fundamentaría la moral, orientaría la acción y
forma de vida, hábitos y actos. La forma de vida sustentaría los hábitos y los
adquiriría por hábito. Haciendo esto o lo otro llegaremos a ser esto o lo otro. Si
amamos nos hacemos amantes. Si hacemos justicia nos hacemos justos. A través
de los actos que pasan se decanta lo que permanece y esto es la más profunda
realidad moral del hombre. Para salir del círculo y fundamentar la ética, esto es,
descubrir algún criterio de orientación moral tengo que apelar a algo externo a la
eudemonista, nos dirá que lo que nos lleva a preferir en forma libre pero fundada
no es otra cosa que la bondad misma de la realidad, la bondad real de las cosas.
moral. Pero esto supone leer a Zubiri dentro de la órbita del realismo clásico. En el
181
punto de partida en el que se coloca Zubiri, la aprehensión de realidad de una
tanto que apropiable para el hombre (SH 381). Sin esta referencia de las cosas a
lo apropiable por parte del hombre, las cosas no serían ni buenas ni malas,
estarían más allá del bien y del mal (SH 382). El bien no es una propiedad física
de la cosa pero las propiedades físicas de las cosas son la fuente de las
plantea como un carácter de las cosas, ni como un carácter del ser humano, sino
primero que nos dice Aranguren es que después de Heidegger y Zubiri es ociosa
radical habría sido prestigiado por Heidegger como residencia, morada, lugar
para irse deslizando a partir de Aristóteles, desde este plano radical, al estudio de
los hábitos, de las virtudes y los vicios. En otro lugar reconoce Aranguren que para
182
del ser humano que evitara tanto el monismo ingenuamente materialista como el
noción de "perfección" y otra articulación con los "sentimientos". Zubiri sería uno
los pocos filósofos que ha hecho el esfuerzo de tomarse en serio los datos de la
zubiriana podría encajar muy bien con los resultados de las ciencias,
humanas.
momentos materiales tengan prioridad sobre los formales, pero ¿por qué
éticas formales? ¿La prioridad de unos u otros elementos se decide por un interés
183
extrafilosófico? ¿Podría una ética primera dirimir filosóficamente esta cuestión?
¿Podría mostrar por ejemplo que todo formalismo incluye un previo materialismo y
más resistente que el intento de construir una ética recolectando diversas teorías
En el saco de las éticas materiales los kantianos suelen meter casi todas las éticas
excepto las kantianas. Es decir, consideran materiales todas aquellas éticas que
por sí resulta complejo privilegiar una de estas disciplinas como punto de partida
particularmente relevante. Una cosa son los datos científicos que va arrojando la
físico como dos aspectos distintos de una sola entidad (Russell, Carnap, Feigl) un
de acuerdo en la comunidad científica. ¿No es verdad que muchas veces, aún con
una u otra tesis? ¿No es entonces muy arriesgado levantar el edificio ético sobre
cualquier momento su pretendida universalidad. Por último no está nada claro que
ética universal y mucho menos alguna obligación hacia la vida de los demás seres
humanos.
184
10. M. Granell: la interpretación
interpretación ethológica
que entiende de forma más exacta toda la amplitud de la palabra ethos sin
viceversa.
Ethología de Stuart Mill pero en éste es una ciencia psicológica que tiene su objeto
en las leyes de formación del carácter mientras que Granell apunta hacia una
185
del hombre, una ciencia que por su radicalidad sería de gran eficacia para un
hombre desgarrado y una historia que marcha a la deriva. Esta ciencia permitiría
"La ethología tiene afanes más hondos que los meramente pedagógicos. El
todos sus méritos, dan cuenta cabal de la raíz ontológica del ser humano. En
como apoyatura un ser previo que garantice su correr hacia el ser resultado y
además con viejísimo prejuicio -del cual adolece Hegel- pone esa historia en
picado desde lo alto". M. Granell niega el ser en cuanto originario y lo reduce a ser
respuesta del hombre rodeado de cosas. "El hecho radical no es un pacífico estar-
ahí sino un complejo existir con las cosas resistiéndolas". Al igual que Ortega y
sino una invención humana desde la situación histórica que aspira a realizarse, a
ser realidad. [...]Y así vamos día a día perfilando la vecindad como los
186
propia, la suya. Por lo mismo, para sobrevivir y mantenerse en el inhóspito ahí
Trabajo vano, el hombre solo alcanza, por mucho que se esfuerce, la mera
tierra. No cabe más filosofía que este merodeo suyo por ajena heredad. Y todo
fondo, desemboca por fuerza en una filosofía del inmigrante". Como veremos,
también la filosofía de Zubiri es una filosofía del inmigrante no por pasar la mayor
parte de su vida exiliado en su propia tierra sino por la índole misma de su filosofía
primera. El ser humano no es natural de esta tierras, pero no tiene más remedio
esquema último de la vecindad recorre cierta curva entre dos focos: el aquí propio
esfuerzo por crear un vocabulario castellano que dé cuenta con justeza de las
una naturaleza humana. Para Mill varían los sucesos, las convicciones o
hombre mismo. Para Granell, al igual que para Zubiri, no hay entidades
187
inalterables. "El yo no existe, el sujeto es una ficción, la conciencia una superficie y
de ese falsificar primero se derivan todas las demás falsificaciones clásicas, los
hombre. La vecindad humana, estudios de ethología es una obra con una gran
más próximo, antes de conocerse la obra última de Zubiri, de una ética primera
aminora cada día. Publico, pues, sin esperanzas. Por cumplir con mi conciencia".
Antonio Ferraz escribe su libro El realismo radical en 1988, es decir cuando Zubiri
ha publicado ya la trilogía, su obra definitiva. Probablemente constituye una de las
determinar su posición ética, sólo toma en cuenta una de las lecciones del curso
188
del problema del hombre de 1954. Ciertamente Zubiri no volverá a tratar el
están totalmente disociadas. Y trae a colación una serie de citas que parecen
hombre es el animal que busca felicidad porque está constitutivamente sobre sí, y
Pero hay que decir, como ya hemos sugerido anteriormente, que el uso que hace
hombre está proyectado para que salga de la situación del mejor modo posible, la
fuente de todo bien y la posibilidad de todas las posibilidades, pero por otro lado
realidad humana (SH 390). Sin embargo plenaria aquí no tiene el sentido de telos
o de guía ideal, sino el sentido de actual. En esta acepción, tan plenaria es la
del ser humano, no a un criterio para decidir entre una posibilidad u otra, y mucho
menos a una especie de ideal regulativo que esté larvadamente empujando las
la lección sobre la realidad moral en el curso "El problema del hombre" se aclara
con las conclusiones inéditas del mismo: "La idea de felicidad reviste un carácter
189
tanteo. Será triste o feliz, esta es la condición inexorable del hombre". La felicidad,
posibilidades arrancan de las cosas, de las dotes y del cuerpo social, el hombre se
ve forzado a medirlas con la idea misma de felicidad; una idea que en buena
ha entendido que la felicidad no tiene una dimensión más que física y no es así
(SH 394). Del mismo modo Zubiri reprocha al hedonismo y al utilitarismo no haber
entre ser feliz y ser moral (SH 394). Es característico del debate entre
virtud vale en tanto produce felicidad, para una ética kantiana la virtud vale por sí
como otros conciben la felicidad como algo físico y sensible, no como una
190
En todo caso, se trata de un bien o de una finalidad. Se dice por ello que una ética
es costumbre desde Kant llamar a este tipo de ética, ética material a diferencia de
la ética formal, elaborada y defendida por Kant. Tanto la ética de móviles como la
las causas de las acciones para descubrir cuáles son los móviles que determinan
hablarse, el de Zubiri tiene muy poco que ver con el de la ética de móviles.
suelen ser el modelo de este tipo de éticas, con toda la razón que puedan tener,
realidad, estas éticas reducen los términos morales a términos naturales. Es decir,
Las éticas de fines más o menos aristotelizantes pretenden determinar el fin del
antropología metafísica que precisa la esencia del ser humano. La esencia del
hombre nos muestra qué debe hacer el hombre para comportarse plenamente
tiende. Y en este fin consistiría la felicidad. De ahí que el fin o bien propuesto por
191
independientemente del deseo fáctico de cada sujeto, porque la ética no se basa
aquí en estudios empíricos, sino en la naturaleza humana metafísicamente
que esté por debajo de la acción humana, el fin verdadero, el bien auténtico,
puedan tener interés hoy en día, pero hay que conceder que sería muy
pretencioso llegar aquí a ponerse de acuerdo. Zubiri parte de algo mucho más
hallar una norma o un patrón de conducta, y mucho menos considera que el ser
humano tenga un telos. Precisamente el ser humano por ser una esencia abierta,
con todas las restricciones históricas, genéticas, sociales y psicológicas que se
quiera, tiene que darse a sí mismo sus fines. Con todo ello ya vemos que
considerar a la reflexión moral zubiriana como una ética eudemonista tiene más
problemas que las ventajas que podría acarrear para diferenciar su análisis de los
curso de 1954 la condición plenaria del hombre parece ser, cada vez más, la
libertad (SSV 153). La felicidad no es para Zubiri una tendencia física o natural
misma es el poder absoluto como poder moral" (SH 398). Por ser el poder que el
192
hombre tiene de apropiarse de posibilidades es la posibilidad de todas las
posibilidades.
a tratar el tema moral exclusivamente en ningún curso, y parece dar por bueno lo
fundamental del análisis de 1954 al que sólo cabría complementar con otros
desarrollos, con una mayor precisión y rigor en la terminología usada y con una
comprensión cabal y sobretodo para ver que lejos del aislamiento en que vivió
deseo, la sociedad, la historia y el mal ganan una nueva luz cuando son
crucial del debate ético contemporáneo, cobrará una luz muy distinta si se accede
a ella desde los discursos de las diferentes comunidades, desde sus condiciones
193
filósofos postmodernos como Vattimo o Lyotard. Ambos esgrimen el argumento
establecida por el uso público del lenguaje de tal manera que no sólo el acto
comprensión del sentido por otra se hallan establecidos según unas reglas de
los juegos lingüísticos dependen así de las formas de vida. Toda proposición
remite por tanto a una verdad extra lingüística. El uso que los hombres hacen de
los signos decide sobre su sentido. No sólo no existen entidades platónicas que,
de su uso humano; sino que ni siquiera podemos pensar las reglas del uso
trascendental a la que apelar, sólo acaso algunos parecidos de familia entre los
Apel, que accede a la formas de vida desde las condiciones trascendentales del
194
crítica de unas determinadas prácticas y toda conducta gobernada por reglas se
basa en un adiestramiento, pretende que "lo común entre todos los juegos
con la efectiva socialización en una "forma de vida" entretejida con el uso del
lenguaje- se aprende a la vez algo así como el juego lingüístico, es decir, la forma
el propio lenguaje o forma de vida y para comunicarse con todos los demás juegos
Una vez establecida la primariedad del lenguaje en las formas de vida humanas
desarrollará una pragmática trascendental de los actos de habla pues todo juego
tanto que crítico del lenguaje, tiene que percatarse de que, al describir un juego
lingüístico, el mismo utiliza un juego lingüístico específico, que está ligado a todos
los posibles juegos lingüísticos, el filósofo presupone ya siempre que puede entrar
discurso, las reglas que rigen la producción e interrelación de los actos de habla,
Para Zubiri, en cambio, los actos de habla no tienen ningún privilegio sobre otros
discurso para salir del solipsismo de las formas de vida y puede tomarse en serio
195
la corporeidad y expresión de los otros en mis acciones. La dimensión
como quiere Apel, puede haber una actualidad física de los demás en el sistema
apertura de una forma de vida a otra forma de vida y la posibilidad de que éstas
formen sistema, aun sin mediación de lenguaje alguno, sino también una apertura
en ella misma: "Se podría pensar como hace la tradición hermenéutica, que las
formas de vida son la figura que poseen los actos humanos. La tradición lo que
Ciertamente todos los actos y las cosas de la vida, en cuanto determinados por su
está en el sentido, en la figura, sino en que la vida sea una realidad que, por ser
ella misma lo que es como realidad, tenga que tener sentido" (SH 206). El sentido
formas de vida nos da una forma propia de realidad en cada uno de los hombres,
196
en la medida en que ha creado nuevas notas o propiedades de la realidad humana
hubiera nacido en otro momento. "El hombre de hoy no sólo tiene organizada su
vida de forma distinta a como la tenía el hombre de hace tres siglos, sino que el
hombre de hoy es en su realidad distinto del hombre de hace tres siglos" (SH 209).
Esta realidad va asociada con una determinada forma mentis o ideología que le
forma de ver y de pensar el mundo. Por el hecho de que mis actos se abran a la
unidad, sino que es la versión de una apertura a la apertura de los demás (TDH
alteridad. Abierto como lo estoy yo, como realidad absoluta al todo de la realidad,
término al que estoy abierto, sino que es el modo formal de mi apertura (TDH 72).
ética, que se ha escrito dentro y encima de la voluntad (SSV 17), o hacia una
por consideraciones extrínsecas al análisis del acto mismo (SH 24). En la filosofía
197
acto volitivo y entre los medievales el carácter propio de la voluntad se desprende
Tanto en el curso de 1954, El problema del hombre (SH 370), como en el de 1959
(SH 142), Cuatro lecciones sobre la persona y el de 1961 Acerca de la voluntad la
fruición es considerada la esencia de lo volitivo (SSV 43). Los fines, los medios y
una pura complacencia como en el animal (SH 370, SSV 43). Los animales
que caiga sobre el hombre desde fuera tiene mucho cuidado en no deslizarse
querer (SSV 47, 72). Esta capacidad fruitiva no está por encima de las tendencias,
ni es una fuerza inscrita en los instintos sino que surge de su misma inconclusión.
198
estado el hombre queda en una especial mixtura de volición habitual y de
volición (SH 533ss, DHSH). Al igual que respecto a los actos intelectivos y volitivos
nos dirá que los actos de los sentimientos pueden ser muchísimos (SSV 333 ss)
de los tres momentos del sentir humano, que hace difícil el discernimiento analítico
de los tres momentos. Los tres momentos intervienen siempre a una. No hay
La unidad del sentir humano guarda una estricta simetría con el orden
199
cosas que son sino la misma realidad presente en impresión, que rebasa
en impresión (SE 415). La bondad, así como los otros trascendentales destacados
por la escolástica ens, res, unum, aliquid, verum, bonum y pulcrum no son
toda cosa real, por ser real, tiene siempre la doble posibilidad de ser bella o de ser
ahí que los caracteres transcendentales, verum, bonum y pulcrum, son lo real
apropiación como esencia formal de la voluntad, porque ésta siempre supone una
está actualizada como "mí"- no sólo como "me"- lo cual en todo caso siempre es
algo ulterior fundado en algo primordial. "Me parece que definir la volición como
volición por la opción, fuerza luego a someterla a otra instancia que actúe como
200
distinguir entre ambos porque siempre está tratando de un acto primordial
Ya hemos visto que la opción no es para Zubiri ni tan siquiera algo propio del ser
fuera el uso que le da Zubiri a la palabra opción al utilizarla para definir la esencia
de la voluntad tendría toda la razón Pintor Ramos pues la opción libre, si es que se
da, llega muy tarde. Zubiri utiliza la opción como sinónimo de apropiación. La
siquiera un "mí". La mayor parte de mis posibilidades y las más decisivas, son
apropiadas por los demás. El acto volitivo no es jamás un acto que queda vacío,
acto de volición penda de mí, de los demás o de las cosas es ya un problema muy
ulterior.
Frente a las tres posibilidades que nos brinda Pintor-Ramos para aproximarnos a
los actos volitivos desde la filosofía de Zubiri: Como aplicación práxica del
así a una especie de filosofía primera de la volición, y como una diferenciación del
es la unidad del sentir. "Los tres actos que constituyen la acción no son
propiamente hechos sino momentos más o menos fragmentarios del hecho único
201
respuestas como una sola acción. El momento de realidad está presente en los
357). "La realidad está actualizada según tres modos que son formalmente
distintos entre sí, por muy conexos que se hallen. Esos tres momentos del
pulcrum, del verum y del bonum son algo que pertenece congéneremente a la
voluntad y en el sentimiento del hombre. [...] La Lógica, la Ética y el Arte son tres
sentimiento o volición, tiene ninguna prioridad. Hay siempre una unidad funcional y
una línea intelectiva que lo único que negaría es el carácter racionalista del
202
subordinados al acto intelectivo. Y por ello verá impensable Pintor-Ramos que se
pueda hablar en Zubiri de una ética como filosofía primera, de la moral como
hecho primario.
acción no se define por una pretendida esencia o sujeto, sino al revés, la esencia
por la descripción de las acciones. Se prefigura por tanto una ética primera
propio del ser humano, sino la radical autonomía de los momentos del sentir por el
muchas respuestas distintas (HRP 66) pero el animal tiene asegurada la conexión
entre los estímulos y las respuestas. Mientras que en el ser humano la autonomía
del sentir es tal, que aunque nunca se pierda su unidad, las propias estructuras no
caracteriza al ser humano sino una estructuración nueva (SH 105) en la que
lo volitivo. La dimensión moral por tanto cruza todo acto humano, incluso los
autonomía o apertura del sentir humano, la acción humana tiene que modularse,
203
conciencia, lenguaje y razón. Las acciones del niño sin uso de razón, las acciones
todo acto humano. Lo cual no significa que la mayor parte de las acciones
preferencias, sino que en última instancia se constituye por la incrustación del acto
visto, no es una yuxtaposición a los actos sino que emerge de la liberación del
transcendente. Hay neuróticos, por ejemplo, que pueden ser santos (SSV 132, SH
149).
204
intervención de alguien, sea este alguien, los demás, yo mismo u otro ser viviente,
no hay acto concluso. "Esa intervención es justo la mota de libertad que el hombre
pone en su acto" (SSV 138). Es por ello que no existen propiamente actos de
libertad, que la libertad es tan sólo el carácter modal de algunos actos (SSV 96). A
veces se parte del supuesto de que las tendencias juegan como fuerza. Pero si así
tensión ejecutiva. El carácter no es así una tendencia no libre sino una enorme
cosas que puede elegir cada hombre dependiendo de múltiples factores (SSV
encontrar formas viables de moralidad para cada ser humano dada sus tendencias
Se podría pensar que todo esto es una antropología, pero el mismo Zubiri nos
aclara que no está elaborando ninguna teoría sobre la esencia del hombre. "La
diferencia del chimpancé o de una ameba" (EDR 243). Y aquí la acción es justo el
realidad o alteridad. Un momento que atraviesa todo acto humano y desde esta
alteridad primaria habrá que entender tanto la alteridad cósica como la alteridad
mía y la de los demás. En este plano radical en el que se mueve Zubiri las cosas,
205
contemporáneas. Por esta alteridad de la acción estoy abierto a la realidad de mí
acción es lo que permite a Zubiri establecer una ulterior distinción entre esencias
abiertas y esencias cerradas (SE 100). Es decir, hay sistemas de notas que para
(EDR 101, 222), cosa que no acontece en el caso de las esencias cerradas.
moral, nos dirá Zubiri que no es metáfora alguna decir que el hombre está en
buena forma moral, o que está desmoralizado (SH 144). Pero aquí, a diferencia de
actos humanos, ni remite, para la valoración de los mismos, a una instancia vital.
el ser como en Heidegger, sino que deja a los entes sin sentido para nuestra
existencia. No es aquello que nos individualiza en el más alto grado ni nos coloca
206
La solución del problema de la angustia y de la desmoralización implica todos los
por una higiene fisiológica: "no pueden despreciarse los tratamientos bioquímicos
Pasa también por una higiene psicológica, en forma de psicoterapia o de otras, por
actual se halla en tal forma disparado hacia el futuro que carece de tiempo y de
holgura para saber dónde tiene apoyados sus pies; no tiene fruiciones, sino
de estas apropiaciones, pero la angustia lejos de ser la posibilidad más propia del
en unos valores, se hunde más en ella cuando éstos son arruinados por el
liberación del nihilismo sólo puede provenir del hundirse, enterrarse, profundizar
207
4. El origen de los valores
gran escándalo de la filosofía para Zubiri es justamente que se haya obviado este
hecho. "De dónde va a sacar el razonamiento más sutil y más contundente del
planeta la realidad de algo, si ese algo empieza por no presentárseme como real.
fluye. No hay necesidad de salirse del acto para establecer alguna teoría
metafísica que unifique estos actos o que tienda puentes entre ellos. Si el hombre
absolutamente nuevo, no podría hacer otras cosas que dejarse vivir. Formaría su
está en la realidad fluentemente no tiene mas remedio que fingir. Hay una
como son las cosas. Tanto las ficciones como las ideas se van naturalmente
logos por tanto tiene una función intrínsecamente moral. "Se figura porque tiene
necesidad de figurarse como son las cosas para poder apoyar su vida sobre ellas,
figura en el ser sustantivo" (HRI cap. IV). En una espléndida comparación nos dirá
Zubiri que al hombre "le pasa con las cosas lo que al fusil que se dispara. Sí, el
208
justamente en el que dispara" (HRI 129). Lo irreal, la fantasía o la figuración no es
un intermediario entre las cosas y las ideas sino entre el puro estar en la realidad y
figuración, el ámbito campal. El hombre tiene que figurarse cómo son y qué son
las cosas, los demás y sí mismo para poder hacer su vida. La integración de lo
nosotros nos hemos figurado de ellas. La experiencia nos enseña qué son las
de las cosas, de los demás hombres y de mí mismo, pero una vez abierto el
comunidades y de las culturas. En Zubiri las ideas, los conceptos, las ficciones y
los perceptos son también todas ellas figuraciones que tienen una función moral:
209
no nos remite primariamente a la hipótesis de una instancia vital que sería su
origen y medida, esto es desde Zubiri una interpretación más, sino a algo
querer y de la valoración sobre las ideas. Toda idea es expresión de una voluntad
de verdad. Pero esta voluntad de verdad es para Zubiri expresión de una verdad
fondo Nietzsche parece ser más moralista que Zubiri y saber incluso cuál es la
negadora del impotente y del débil. Zubiri, en cambio, se muestra mucho más
la mismidad. Ser sí mismo es ser persona (ED 251). "Ahora bien, en esta
dimensión los demás hombres no desempeñan la función de ser algo con que
cada cual hace su vida. El hombre, en efecto, no se limita a encontrarse con otros
hombres, como se encuentra con el sol o con las montañas. El hombre tiene en sí
mismo, en su propio sí mismo y por razón de sí mismo algo que concierne a los
210
hombres no funcionan como algo con que hago mi vida, sino como algo que en
En todo acto se entreveran las cosas, los otros y yo mismo. Sólo abstractamente
menos sino que los otros están incorporados en mis acciones. Son un momento
experiencia o de que yo vaya a ellos ya están metidos en mi vida" (TDH 43). Sólo
empieza por estar vertido a los otros como otros, y menos aún si se considera que
estos otros lo están frente a mí. No es en una relación de persona a persona como
que piensa que aquel a quien cuida las va necesitar o le van a agradar. Hay una
mosca: se la puede espantar, y así todos estamos más tranquilos. En esos actos
Lo que le viene desde fuera al niño es, más que la influencia de otra persona, la
claves como la rutinización o conciencia práctica: todas las acciones que los
211
actores saben perfectamente cómo realizar y que realizan cada día sin ser
sociedad mundial que las acciones más intencionadas. Las "rutinas" del día a día,
las habitudes que poseemos no son "accidentes" del sistema social sino que lo
racionalidad, un significado y un propósito para el actor, pero podría muy bien ser
que las acciones humanas más decisivas tuvieran lugar antes de toda
partida moral.
La ética y la moral dejan de ser aquí, como dice Hegel irónicamente, los
ayudantes de cámara de la acción. Zubiri podría muy bien decir con Hegel que los
laureles de la buena voluntad no son sino hojas secas que nunca han reverdecido.
realidad diversa respecto de otros pero que toma cuerpo en la vida de ellos" (TDH
212
moral, un sistema de posibilidades actualizadas: "El cuerpo es ante todo y sobre
actualidad, la pura presencialidad física de unos respecto de otros (TDH 62), que
con las que existe cada cual (SH 308). Este sistema social es intrínsecamente
ser jamás una posibilidad apropiada. "El animal puede tener un elenco, un teclado
más o menos rico de teclas que puede tocar para una respuesta. Esto no son
hombre consiste y que va a realizar en los actos de su vida" (EDR 259). Porque el
corporeidad estaba limitada, hoy adquiere caracteres universales" (TDH 58). Hoy
integración cultural de todos los habitantes del planeta sí que hay una precisa
integración física. "Las habitudes de los que carecen de determinadas cosas están
apoderamiento no es óbice para que los modos reales de habérselas con las
213
6. El carácter histórico de la moral
como principio de posibilidad para realizarse; recae, por tanto, sobre sucesos,
precisamente las posibilidades, unas ampliadas, otras reducidas (EDR 270) y por
eso es por lo que la sociedad tiene el carácter de instancia y recurso para las
acciones de cada uno de los hombres y para las estructuras sociales mismas. La
tiene que recurrir a las cosas para realizar su acción (EDR 226,228,233,258)
comportándose de una u otra manera según las instancias y recursos con que
cuente (SH 12). La historia es así un dinamismo moral: "No tiene ningún empeño
presente; podrá en un futuro cambiarlas, podrá arrojarlas por la ventana, pero ello
será siempre operando sobre las posibilidades que ha recibido. No son las mismas
contestación depende de la ética que cada uno tenga. No es nuestro asunto" (SSV
214
284). Lo único que podemos decir es que "el hombre va adquiriendo una
bien. Así por ejemplo, considerará Zubiri que toda la ciencia y toda la técnica han
realidad moral en el dominio técnico del universo (SSV 312). Pero la historia, como
que el que los seres humanos van creando y figurando. Aunque cabe hablar de
una experiencia histórica cada vez más rica en experiencia moral, no cabe pensar
posibilidades sólo tiene sentido juzgar moralmente una época histórica a partir de
sus posibilidades reales. Cada época histórica tiene sus bienes y sus males
en cada uno de los seres humanos sino también porque ésta ha de realizarse
descubrir el conjunto sistemático de posibilidades que los hombres y las cosas son
¿Hay algún criterio, más allá de la experiencia histórica, social y de cada cual para
evaluar qué cosas son buenas y qué cosas son malas? Zubiri ya nos dice de
215
entrada en sus lecciones sobre La realidad del mal pronunciadas en 1964 que su
investigación será todo lo parcial que se quiera pero que es sólo una investigación
éticas correctas que pretendan averiguar qué cosas son buenas y cuáles malas, o
cómo superar o evitar el mal (SSV 198). No hay en estas lecciones una distinción
y del ser humano. "Todo bien y todo mal es bien o mal para alguien. Pero no son
la realidad para el ser humano, sólo respecto al hombre hay bien y mal (SSV 235).
La nuda realidad está allende el bien y el mal (SSV 224). La propia sustantividad
sustantividad humana (SSV 253). Por tanto, depende en último término, de lo que
(SSV 244 ss) donde casi siempre ha sido concebido como negatividad o privación,
Zubiri intenta mostrar que el mal tiene realidad física positiva y que no es reducible
La realidad del mal es siempre una condición mala de la realidad respecto del
216
desarmonía de mi sustantividad en el orden psicobiológico (SSV 258). Entran aquí
tanto mis propias cualidades como las de los demás hombres (SSV 258). Tanto
yo lo sienta: por ejemplo, el tabaco (SSV 259), o la contaminación. Pero hay casos
en que el maleficio se acusa como estado de conciencia, como dolor. Este dolor
propia voluntad y por tanto la condición en que queda ésta (SSV 265). El mal es
así un poder de la voluntad (SSV 272) y algo positivo en tanto que toda malicia se
los demás (SSV 278). Y la maldad es el poder del mal que se instaura como
principio objetivo en el cuerpo social y se cierne sobre cada cual. Una volición, si
es, acaba por cambiar el mundo mismo. Ya son otros los principios. Es justo la
Pero ahora que ya sé en que consiste el mal ¿tengo algún criterio para decidir si
campal, dependerá de la idea que se tenga de hombre (SSV 261). Parece que a
este respecto Zubiri permaneció hasta el final de su vida más escéptico que la
217
dialoga e interpela a Zubiri en no pocas cuestiones. En estos años empieza a
partida de la filosofía. Es de destacar que Xavier Zubiri no sólo ve con buenos ojos
sino que se entusiasma con la prolongación creativa que realiza Ignacio Ellacuría
esposa Carmen Castro dedica nada menos que la mitad de la biografía de Zubiri a
"En la praxis histórica es el hombre entero quien toma sobre sus hombros el
hacerse cargo de la realidad, una realidad deviniente, que hasta la aparición del
estímulos biológicos. La praxis histórica es una praxis real sobre la realidad, y éste
debe ser el criterio último que libere de toda posible mistificación: la mistificación
ninguna instancia legitimadora fija, a ningún seguro que nos diga cómo debemos
218
e invariable es más bien relativa cultural e históricamente, y por ello alterable de
porque el hombre por naturaleza tiene que hacerse históricamente, darse su ley,
moral, porque toda actividad del hombre, desde la que modifica o transforma el
que constituyen el presente sobre el cual el hombre monta sus proyectos y su vida
que los hombres y las cosas son capaces de alumbrar, ni nunca vamos a estar
serían una fabulosa, una gigantesca experiencia moral (SSV 312). Desde este
horizonte histórico no podemos más que estar buscando, probando por tanteo
Podría pensarse que este horizonte no hace más que alentar un relativismo ético-
instancia fija que actúe de criterio para la acción, sino su subjetivismo. Por ello
esta respectividad radical que podrá realizarse luego una experiencia racional de
219
en pensar que este análisis es insuficiente para fundamentar la ética, que se
consiste radicalmente la realidad moral, pensando que este esfuerzo será quizás
utilización que el hombre puede hacer de ella como el beneficio que se puede
sacar. Ni el hombre puede hacer todo lo que quiera con la realidad (biológica,
histórica, social, personal...), ni todo lo que puede hacer con ella le beneficia
etc., para probarlo. Por esta instalación radical en la realidad histórica, instalación
situacionista que tome idealmente a la acción humana como absoluto, sin referirla
y a todo bienestar es quimérica" (SH 403). "Toda la ciencia y toda la técnica del
han puesto más en claro la imposibilidad de conseguir el bien del hombre como
realidad moral en el dominio técnico del universo" (SSV 312). "El hombre no va
220
más que en una experiencia histórica. [...] El hombre va realizando la experiencia
es malo y viceversa" (SSV 312). Ellacuría resaltará los límites ecológicos de los
que hemos adquirido experiencia recientemente: "Los peligros apuntados por los
constituyen una gravísima llamada de atención los tremendos costes sociales que
Ellacuría distingue entre las fuerzas que mueven la historia (naturales, biológicas,
que no resultó de esos acontecimientos. [...] Nada de esto significa que estas
pensarse que sin la Unión Soviética la historia habría seguido un curso semejante
al actual; puede pensarse que sin Galileo la ciencia física habría encontrado su
camino. Todo puede pensarse. Pero esto no obsta para que, de hecho, el curso
general, a que estas opciones personales sean necesarias, por más que su
221
individualidad sea a veces sustituible". Que haya fuerzas históricas y que estas
fuerzas lleven a la historia por unos cauces determinados no implica para Ellacuría
la negación de la libertad personal dentro de su ámbito propio, por más que este
individuales. Cada una de las fuerzas sigue sus propias leyes, no dejan de ser en
ningún momento lo que son, por más que estén integradas en una unidad
hecho y en su conjunto; por ello, solo en una acción sobre las estructuras mismas
manera ética el crecimiento abusivo de las tasas de natalidad; hasta ahora, las
que da por resultado una dirección, que como tal dirección es ajena a las
222
determinado sistema de posibilidades. Las ciencias sociales tienen así una
acción humana.
Como su título nos podría hacer pensar, no se trata de desarrollar una especie de
biológicas los criterios de actuación humana. De hecho el título original del trabajo,
que se propone Ellacuría es ver qué orientaciones arrojan para la acción humana
sus notas o dimensión biológica, sin descartar otras notas de la estructura humana
biológica del ser humano. Ellacuría está pensando sobretodo en las éticas
en que cualquier saber ético general que pretenda orientar la acción humana no
ética no está mas allá de lo biológico. Las notas biológicas de lo humano no son
para Ellacuría el fundamento de la ética sino uno de los fundamentos o una de las
223
hombre que no sea también biológico". Frente a aquellas éticas que ven la
ética tenga en cuenta el saber biológico, sino de que la biología y la ética resultan
saber ético irresponsable". Ellacuría alude aquí, como texto más significativo de
poder para reorientar otros dinamismos. Lo que vaya a ser la realidad dependerá
una pregunta por el hacer humano, abarcando todo el ámbito de los haceres
224
humanos, todo aquello que depende directa o indirectamente de una opción
se sitúa así en un ámbito previo a toda dicotomía entre acto interior y acto exterior,
acto intencional y obra realizada, acto individual y acto social. Abarca la realidad
cuando concreta la pregunta por el hacer humano con esta otra: "Qué y como
lo que es la realidad histórica pretende hallar en ella un fin y un para qué del hacer
historia por el hombre marcan la dirección y la finalidad del hacer moral. Y es que
apropiarse de una u otra posibilidad, sino que esa exigencia marca una dirección:
En Etica y política reaparece con fuerza este criterio moral último: será buena
es este criterio el que le permite conciliar la ética y la política. Entre los "realistas
moral contra el Estado, cabe pensar una conciliación entre ética y política. Será
una política ética no aquella ejecutada por un político virtuoso e íntegro, sino
225
independientemente de la moralidad de sus protagonistas. La eticidad hegeliana
vez que busca ser razonada. "hay una circularidad enriquecedora entre el
praxis tiende ella misma a una humanización de la historia y la filosofía tiene que
discernir o realizar una teoría en y para esta praxis histórica de liberación. "La
estructura total que se busca". La misma filosofía parece que tiene que justificarse
ante instancias externas a ella misma. Es decir, con todo lo interesante que puede
una verdad primera que se justifique a sí misma, sin apelar a ninguna verdad
226
En los La realidad histórica y Fundamentación biológica de la ética,
textos
que estaba la humanidad de hace veinte siglos; en este sentido, el cambio en los
dos últimos siglos ha sido sobrecogedor. Pero esto no anula ciertas sospechas:
que los poderes actuales no dejen un día de serlo?. [...] Tal vez sea probable que,
prosperar aquellos poderes y aquellos sujetos del poder que sean efectivamente
los más "poderosos", pero equiparar los poderosos y los triunfantes con los
puramente históricos.
diezmada por una metafísica implícita como si no fueran praxis aquellas acciones
227
potencie un ser más humano y este ser más humano dé a la animalidad su mejor
y de ser un proceso que los individuos padecen más que hacen, va a capacitar las
personas en orden a ser absolutas. "La historia tiene sentido y ese sentido es,
228
Por último hay que resaltar que el principio ético más fecundo en los artículos de
de libertad que hacen los países ricos a los países pobres no es universalizable y,
usufructuado hoy por los países llamados ricos, cuya población no alcanza el 25%
Este principio llevará a una crítica radical del sistema capitalista como inmoral: "No
se niega que tal tipo de civilización, vigente tanto en el Este como en el Oeste y
privado- ha traído bienes a la humanidad, que como tales bienes deben ser
229
terreno económico-político propone un modelo que supere tanto los límites del
este modelo pueda darse, pero quizás hoy estamos paradójicamente en mejores
Ignacio Ellacuría.
En esta misma línea se inscribe el último de los artículos que escribió Ellacuría
antes de que lo asesinaran: " El mal común y los derechos humanos": "El mal
común será aquel mal estructural y dinámico que, por su propio dinamismo
constituyen una unidad social". "Un bien será un bien realmente común cuando
230
ese modo. Cortaron, sí, la plena madurez filosófica y creadora del pensamiento
intelectiva para recurrir a otras instancias. Así ni las filosofías vitalistas ni las
para poder vivir, y por lo tanto el pensar es una actividad determinada por la vida y
para la vida. Todo ello es verdad, pero deja intacta la cuestión con que nos
231
estamos debatiendo. Interés, voluntad, etc., son aquello por lo que nos fijamos en
lo que vamos a estar pensando; la vida misma es aquello para lo que tenemos que
estar pensando. Pero ni aquel "por" ni este "para" nos dicen nada más acerca de
lo que sea formalmente esta presunta necesidad interna del pensar en cuanto
pensar". El método zubiriano cada vez evita más cualquier rodeo metafísico o
en la Trilogía.
además es apertura al mundo, apertura hacia toda otra cosa real. Esta apertura,
por la que toda cosa real en la aprehensión remite desde sí misma a otras cosas
las realidades a toda otra realidad. El problema racional por tanto no consiste en
diversos nudos del debate ético contemporáneo. En último término los intentos de
232
Zubiri. ¿Se trata de una noología, de una nueva filosofía de la experiencia, de una
especie de avance asintótico sin ningún interés para obtener una posición
absoluta? ¿Se pueden integrar estas concepciones del punto de partida y del
que nos reservamos para la tercera parte pero antes será conveniente
sumergirnos en aquellos autores que han tratado de elaborar una ética a partir de
los últimos planteamientos de X. Zubiri y aquellos que han tendido a negar esta
posibilidad.
Según Diego Gracia desde el momento en que entra en crisis la razón ilustrada y
afirmaría que todas las afirmaciones ontológicas son premorales, es decir que no
premoral sino protomoral y que por tanto de este análisis sería posible derivar
moralidad humana no solo como suelo nutricio y raíz de toda moral posible sino
construir ninguna ética material de valores sino una ética formal real. Formal
fundamentación naturalista de la ética, y real porque hay que contar siempre con
una realidad actualizada que nos ofrece o nos niega unas determinadas
233
de la realidad. El quid de la cuestión estaría en que la ética ha vivido desde
sentir/inteligir.
racional sería siempre constructivo, creativo. Pero suscribe que las éticas del
crítico es inconsistente sin algún tipo de a priori. Sin él se caería en la paradoja del
escéptico, es decir, de quien afirma la relatividad de todas las verdades, excepto
razón es en afirmar este a priori como racional. Este a priori no es racional sino
error que se arrastra desde Hume y que lastra las discusiones filosóficas que es
entender por formal y a priori lo que carece de objeto empírico y por empírico lo
que es contenido o materia de conocimiento. La fenomenología nos haría ver que
puede evitar la falacia idealista o hipostatización de un deber ser. Pero una vez
negada esta dualidad entre sentir e inteligir el problema del salto entre el "es" y el
"deber ser", que desde Hume atenaza la reflexión moral, quedaría disuelto. No hay
234
porque tampoco hay hiato entre sentir e inteligir. Tanto las éticas empiristas como
ética naturalista.
Sin embargo Diego Gracia no pretende en ningún caso derivar del "es" juicios de
recoger el momento de verdad que podrían tener tanto las éticas naturalistas,
como las empiristas y las idealistas. Respecto a las naturalistas lo único que cabe
las empiristas se acepta que la razón es inventora y creativa, que los contenidos
morales penden siempre de una historia, una deliberación y una decisión. Con
reparado. Como Hume nunca alcanza la realidad y sólo nos quedan impresiones
construcción moral. En la aprehensión las cosas quedan como de suyo; que sean
sueño, que tengan una realidad allende la aprehensión, o que el rojo actualizado
por mi no sea el rojo actualizado por el vecino o por una persona en otra cultura es
235
carácter primario es la actualización de la realidad. "Esta formalidad de realidad lo
que dice es que las cosas son "de suyo" y que los seres humanos son además
"suyos", y por tanto personas". Hay algo dado en aprehensión primordial que es
aprehendo a mí mismo como "suidad", como algo que se posee a sí mismo como
real y que sería lo mínimo o más elemental de eso que culturalmente se ha dado
razón y los deberes que ya no están dados sino que son racionales. De ese modo
encontraría aquí una justificación filosófica radical. "La razón moral podrá luego
discutir todo lo que quiera sobre cómo se llena este marco formal de carácter
terreno que delimita este marco". Esta formalidad personal le basta a Diego Gracia
236
dado en aprehensión. En segundo lugar, una cosa será llamar a algo "realidad
personal" por sus notas físicas, pero "un concepto como el de dignidad humana,
determinada configuración de notas físicas y por tanto algo que va más allá del
y los deberes para con los demás, por más trascendental que sea la aprehensión
propia persona sobre la persona de los demás que podría distorsionar de raíz la
Adela Cortina observa que una cosa es describir la constitución moral del hombre
y otra muy distinta querer ver implícita en esta descripción el criterio formal de
primordial se actualiza la persona afirmará que lo único que puede proponer esta
como tratamos a las restantes cosas. Si esa diversidad de trato debe entenderse
por tal sistema. El análisis fenomenológico propiciado por Diego Gracia sería un
237
complemento fundamental para la ética, pero algo en cierto modo externo a su
humana. Del hecho de que la realidad humana sea una realidad debitoria, que
haya de justificar sus elecciones, no se colige que exista un criterio para decidir
última crítica valdría quizás para Aranguren y Ellacuría pero no sería el caso de
radicar el deber en la felicidad y no al revés Adela Cortina aprecia muy bien que la
Este sentido de felicidad, nos dirá Adela Cortina, no conllevaría ningún problema
Cortina, y de hecho ya hemos visto que éstas eran asumidas por un zubiriano
cuáles son más aptas para fundamentar un criterio de actuación moral válido para
238
todos y en esta comparación salen ganando las segundas. Ahora bien, se deja de
lado la discusión filosófica más jugosa que sería discutir los presupuestos de unos
más relevante. Hay que admitir que las éticas de inspiración kantiana son más
aptas para fundamentar una ética normativa si se acepta de entrada un " factum
moral" -en la razón en el caso de la ética kantiana, o en la argumentación, en el
caso de la ética discursiva- que no es sin más obvio para cualquiera, o en todo
caso esto es lo que habría que discutir. Siempre cabe la sospecha de que se
discusión filosófica no estriba en ver que construcción moral es más útil para la
3. A. Pintor-
Pintor-Ramos: La interpretación intelectualista
calificar la ética de Zubiri como una ética formal de bienes. La ética formal de
bienes sería una posible ética más, junto a las kantianas y otras a las que el
planteamiento zubiriano podría dar cobijo: "En Diego Gracia designaría la palabra
pero en el acto primordial la ética solo puede significar aquello que hay de moral
en toda moral posible. El ethos originario, o ámbito formal en que se insertan todas
las posibles éticas". La realidad como formalidad y como bondad inespecífica no
239
de Diego Gracia. Los sistemas de deberes serían esbozos desde el marco de
bienes dados, uno de los posibles caminos es el consenso libre dentro de una
debajo del cual las acciones humanas dejarían de ser congruentes con la forma
lo pretendería. El que los análisis de Zubiri puedan aportar alguna luz en el campo
realidad, del punto de partida radical que es el análisis del acto intelectivo. En este
de nuevo cuño muy similar al de Husserl. El acto intelectivo sería un acto primario
240
Lo que nos propone Pintor-Ramos es pensar el momento de aprehensión como
estos no serían objeto de una filosofía primera, sino dos momentos ulteriormente
intelección. [...] Todos los restantes quedan mediados por él de tal modo que sólo
preguntará por el lugar propio de la volición desde la primacía del acto intelectivo.
no habría en él nada que permitiera justificar el que una forma de realidad fuera
tónicas como sentimientos y a las respuestas como voliciones (IRE 281) otra que
estos sean hechos mediados como quiere Pintor-Ramos. En esto Zubiri es bien
tónica y respuesta efectora. Esta unidad del sentir es primaria y radical" (IRE 283).
241
El inteleccionismo de Zubiri consiste en la constatación de que la aprehensión
primariedad del primer momento del sentir sobre los demás o en la apreciación de
De hecho Zubiri nos previene explícitamente contra ello: "La unidad de lo inteligido
como real es una unidad que no elimina la unidad sentiente, ni se superpone a ella
sino que es una unidad que absorbe y contiene formalmente la estructura misma
Jesús Conill encontraría en Nietzsche y en Zubiri una tercera vía entre la razón
fluencia experiencial, sin elemento racional de ninguna índole que marque el límite
haría ver frente a las filosofías hermenéuticas y el racionalismo crítico que éstas,
242
postmodernas no habría separación entre formalidad y experiencia, entre
en ningún caso constituir un apoyo firme y seguro, pero nos apartaría del nihilismo
críticos y sin más orientación universalista que la fuerza del poder, la filosofía
primera zubiriana nos llevaría hasta la formalidad radical del modo humano de
realidad. En sentido estricto la experiencia es para Zubiri uno de los momentos del
243
mundanal. Las construcciones racionales son siempre provisionales. Siempre
muy distinta es verificar que la razón aducida es la única y verdadera razón" (IRA
Pero habría también en Zubiri una experiencia en sentido lato, sería el modo como
realidad de las cosas reales, que es siempre más que su momento de talidad,
luego Zubiri optara por dar un fundamento a esta experiencia del poder y
previamente estamos religados al poder que nos hace ser. Las críticas
mundo sensible y corporal. Las sensaciones y tendencias forman parte del ámbito
moral. No hay ningún "ideal ascético" que surja del miedo y la impotencia ante la
244
análisis profundiza hasta las infraestructuras noérgicas, es decir, las fuerzas que
operan más allá del bien y del mal moral racional. La vida moral no estaría basada
"En este contexto pueden compaginarse una vez más los enfoques de Nietzsche y
Zubiri, dado que la vida moral constituiría un modo de vida abierta a un campo de
la figura del superhombre como aquel que es capaz de abrir nuevos horizontes de
sentido vital, apropiándose de las mejores -óptimas- posibilidades, más allá de los
tipos de vida decadentes y nihilistas, puesto que sabe estar en la realidad con
éticas teleológicas y las deontológicas hoy serían muy limitadas. Nuestro poder es
tan grande que no basta para guiar la acción ni la mera eficacia ni el puro deber.
245
momento en que nos muestra que hay muchos actos de apropiación que no pasan
racional y sin embargo son posibilidades apropiadas de las que hay que
responder.
nos hace ver como en Nietzsche y Zubiri desaparece un falso dilema que suele
polarizar las discusiones éticas: o hay obligaciones morales o hay una total
amoralidad.. De hecho "ni existen acciones iguales, ni las puede haber. [...]
No queramos ya dar vueltas y más vueltas sobre "el valor moral de nuestras
acciones"... Nunca podemos decir "así tendría que actuar todo el mundo en este
hora del asco". Pero por otro lado, es posible reflexionar y, a través de una razón
sentiente, experimentar y emitir un juicio sobe las acciones porque es posible una
compulsiva de "esclavos" que no pueden hacer otra cosa que legitimar sus
Pero aparecen también algunas dificultades. En primer lugar Jesús Conill acerca
por más que sea una formalidad física dada en la aprehensión, parece mucho más
formal que la vida nietzscheana que siempre tiene connotaciones telúricas. La vida
que está por debajo o más allá de los actos, que constituye el criterio último de
246
el mismo que descubríamos en Ortega y que en la filosofía madura de Zubiri es,
tercer lugar Jesús Conill nos explicaría muy bien a través de la filosofía zubiriana
"una filosofía de la praxis in nuce", una filosofía del acto de aprehensión como
247
metafísica que ha adquirido la noción de praxis bien por su adscripción a una
en todo acto humano. Citando diversos textos, de los cuales el más significativo
escritos por Zubiri, nos hará ver cómo formalidad de realidad y alteridad rigen
sentidos estriba en esta diferencia de formas de alteridad. Ahora bien, todas estas
constituiría una alteridad interhumana, sino una alteridad previa a toda distinción
entre las cosas, los demás y yo mismo que afecta a todas las notas, sean de la
como ha sostenido Levinas, ni una primariedad de las cosas como han defendido
Esta tesis situaría a Zubiri cerca de Levinas. Pero la alteridad en Zubiri sería
definitiva la filosofía primera en Zubiri más que una noología sería un análisis de
248
actos tomados en sí mismos sin ir más allá hacia sus condiciones de posibilidad.
Lo que habrían mostrado los análisis zubirianos es que tanto lo inteligido en una
que aparece como radicalmente "otro" respecto al acto mismo. Los actos humanos
realidad designa la alteridad radical con que las cosas se actualizan en los actos,
pero también designa, en su sentido habitual, las cosas tal como son con
"realidad" no se podría utilizar más que para designar la alteridad radical con la
que las cosas se presentan en nuestros actos, que es el sentido último del
sentido usual, reservar el término realidad para designar lo que puede haber más
allá de los actos mismos. Hasta aquí parece que lo único que hace A. González es
extender la prioridad que dio Zubiri a los actos de aprehensión a todo acto humano
consecuencias decisivas.
249
Zubiri se desplaza hacia un carácter trascendental de los actos y no permanece en
los actos mismos. El problema no es sólo que con el término "realidad" Zubiri
mente tanto el carácter de alteridad con que las cosas se nos actualizan en los
actos humanos como el carácter de las cosas tal como son con independencia de
ellos. A. González tampoco asumiría como punto de partida lo que Zubiri llama
reidad, la alteridad radical con la que las cosas se nos actualizan en nuestros
en los actos mismos. Esta realidad o alteridad radical sería siempre para Zubiri un
esforzaría para hacernos ver que los actos mismos son anteriores y primarios
El punto de partida radical para A. González serían los actos humanos en toda su
una filosofía primera que sea tal, no podría privilegiar, a no ser que mantuviera
misma de los actos sería el filtro crítico más decisivo de todos nuestros saberes. El
nuestro contacto con las cosas y de todo nuestro conocimiento de ellas. La verdad
250
desgajar un ámbito de realidad de los actos mismos que nos permitiera
mayor que la del discurso pues incluso la decisión de no dialogar sigue siendo una
actuación. Por su facticidad resulta que por más contingentes y efímeros que sean
constituyen algo absoluto que jamás puede ser revocado y por su funcionalidad es
para ser primera, tiene que hacer el esfuerzo de permanecer en ellos. La verdad
real de Zubiri no sería una verdad que se diera fuera del acto mismo, sería
salvo de toda paradoja lógica. Ciertamente todo lo que decimos y pensamos sobre
nuestro lenguaje, pero al utilizarse este lenguaje para hablar sobre algo que no es
de la filosofía primera depende de algo que está más allá de todo lenguaje, de la
verdad de nuestros actos. La filosofía hallaría así un criterio fuera del lenguaje
eliminación de los presupuestos con los que carga todo lenguaje y tradición.
Aunque la filosofía primera sea una disciplina siempre precaria y en lucha con los
todos los demás saberes: detectando los presupuestos inscritos en ellos que ella
251
Tanto la verdad simple de los actos como la verdad real es una verdad en la que
en nuestros actos son las acciones. Las acciones son estructuras integradas por
tres tipos de actos: los actos de sensación, los actos de afección y los actos de
prefijadas por las cosas que sentimos. Por esta apertura las acciones presentan
cosas producen gusto o disgusto, en los actos de afección dolor o placer y en los
atracción elementalmente buenos. Este bien primordial tiene una relación directa
con el carácter social y económico de las acciones pues son los demás que al
elemental en cuanto producido por otros constituye un bien social y en cuanto los
otros nos facilitan el acceso a las cosas un bien económico. De ese modo el mal,
252
al no ser algo que aparece primariamente en los valores y proyectos, no se puede
son acciones orientadas, esto es, acciones con sentido. Los esquemas
propiamente acciones, sino acciones con un sentido determinado, tal como "leer",
"sillas", "mesas". Del mismo modo, los afectos con sentido son "emociones" y las
de los grupos humanos. Estos sistemas junto con otros de cariz religioso o social
destinados a elaborar una selección entre los bienes y los males elementales.
esquema intencional que las orienta, en la intención del actor, sino en su virtud o
torpeza. Una actuación será buena o virtuosa cuando de hecho, y no solo en las
social se pueden realizar acciones altamente nocivas sobre los demás grupos
253
sociales. Además, surgen siempre nuevos problemas éticos para los cuales las
posibilidades de actuar. Cuanto más ricas y variadas son las categorías de una
adecuada a la realidad tal como ella sea con independencia de nuestros actos. El
momento intelectivo de la actividad son los actos racionales, aquellos que buscan
lo que las cosas puedan ser más allá de nuestros actos. La alteridad radical
misma que las cosas presentan en nuestros actos me impulsa a indagar lo que las
cosas pudieran ser con independencia de ellos. No hay una razón teórica y una
adquirir una gran autonomía respecto a nuestra acción, tal como sucede, por
trascender tanto mis bienes elementales como todos mis esquemas intencionales.
bienes y virtudes de los demás. Los actos de razón no comportan, por así decirlo,
una máxima universal, sino la pregunta de qué bienes y virtudes podrían ser
254
perseguidos por todos sin dañar a los otros. Desde esta perspectiva el principio de
los actos racionales puedo incluso tratar de entender los propios intereses y
nuestros actos no es más que este impulso de alteridad del dinamismo de la razón
virtudes. Hay siempre una tensión u oposición insoluble entre razón y logos, entre
Mientras que el entendimiento es, por definición, el ámbito del consenso, la razón
decisivas entre ambos planteamientos. Kant afirma que hay un factum moral, un
hecho de razón, un imperativo categórico o especie de juicio sintético a priori de
tipo moral anterior y por encima de cualquier acción humana cuya forma no es otra
pura la que prescribe la ley moral. Kant piensa que propiamente todas las éticas
razón, es inmoral el que no actúa conforme a él. Kant no se hace ilusión alguna
255
sobre los móviles reales de nuestra conducta y sobre nuestra capacidad de
principio moral del deber, que nos pueda haber movido a hacer tal o cual acción,
no haya sido un impulso secreto de amor propio". También nos advierte que a
medida que uno envejece duda cada vez más de que se encuentre
intuición kantiana sin presuponer ningún tipo de a priori, ni de forma pura fuera de
lo sensible y sobretodo sin pensar lo trascendental como condición de posibilidad
facultades para detectar sus formas y sus conceptos a priori, mientras que el
dinamismo crítico de la razón. El hecho moral en Kant aparece como una simple
comienzo mismo del análisis sino que surge de la constatación del hecho o
256
La ventaja de la ética praxeológica sobre las éticas del discurso, que podría
considerarse hoy como uno de los intentos más sólidos para fundamentar una
instancias que los posibilitan mucho menos obvias para cualquiera que los actos
una praxis determinada. A. González ha mostrado con agudeza que las éticas del
discurso son proclives a la legitimación de una forma de vida concreta, no por un
a la comunidad ideal del diálogo, sino por el mismo punto de partida de la ética del
consenso, etc.) que comportan las instituciones y las formas de vida occidental.
De ese modo, "si la ética del discurso quisiera criticar radicalmente a la forma de
las formas de vida que lo posibilitan pero que no son de hecho universalizables.
Como denotan muchos de los textos de Apel, siempre se da por supuesto que los
los países pobres, su manera de vivir parece gozar de una mayor legitimidad ética
que la de otras culturas. Aunque a través de la ética del discurso pudiera caerse
crítica esa forma de vida, seguiría siendo cierto que la ética del discurso está
presupuestos fácticos.
257
Por tener la fundamentación praxeológica de la ética un punto de partida más
mucho menos vulnerable a las objeciones del escéptico y del cínico. El escéptico
puede argüir que la experiencia levinasiana del rostro del otro retomada como
pero no puede decir lo mismo de sus propios actos. Y el cínico puede abandonar
el diálogo o utilizarlo para mentir pero no sus propios actos. Nuestros actos
mismos en cuanto tales son trascendentales pues son ineludibles. Ese punto de
universalizable".
ninguna realidad en sí, ni a la naturaleza humana, ni tan siquiera, como hacen las
presupone un uso verdadero del mismo, que podría ser vista como la
258
a la alteridad ineludible de todo acto y en especial a la alteridad de los actos de
nuestros bienes elementales como las categorías que los organizan socialmente
vez por todas quiénes son los otros, incluso mi intelección de los otros como otros
mismo modo el elenco de lo humano. Son los avatares históricos concretos los
esta ética implique alguna visión ideal o utópica, simplemente nos empuja a
intentar hacer compatibles las formas de vida de todos los seres humanos en el
No hace falta decir que, desde mi punto de vista, este es el intento más
dislocar en el acto el momento de alteridad de los otros dos momentos que nos
parece ser más bien un momento del "de suyo" que forma una precisa estructura
de estar forzados por una primaria imposición de lo real (IRE 66). Si privilegiamos
se admite la existencia de otro mundo real, radicalmente distinto del primero y que
259
nunca podrá llegar a ser contenido por la conciencia, es decir, que se establece un
los actos humanos, pero que el hiato que combatía decididamente X. Zubiri,
a la realidad o más bien nunca puedo acceder a ella sino solo suponerla
y la afección para quedarnos sólo con la alteridad sino sustituir lo que X. Zubiri
llama "reidad" o "de suyo", con sus tres momentos de afección, alteridad y fuerza
con este cambio de terminología es que por mucho que el "de suyo" incluya los
realidad se entiende lo que las cosas son allende mis actos. La expresión "de
suyo", el que todas las cosas sean aprehendidas como siendo "de suyo" lo que
son, menta la alteridad radical con que todas las cosas, incluso el acto de
ficciones, sueños, alucinaciones se nos presentan como algo tan otro que ni
(SE 397), Jesucristo para los docetas (HRI 30), diferentes manifestaciones de la
divinidad o del diablo, etc. Los espectros no son reales, no son "de suyo", sino que
remiten a la realidad de la que son apariencia (SE 397-398). El "de suyo", por así
decirlo, estaría siempre allende los espectros. Los "espectros" no son "de suyo"
existencia sino el "de suyo" (IRE 192-193). Los espectros serían existentes pero
260
no reales. "Sería, pienso yo, la clave para interpretar la metafísica del Vedanta"
los actos mismos que realiza A. González. ¿Nos lleva A. González a un ámbito
distinto de aquél en que se han venido moviendo los análisis de Zubiri? ¿Hay un
preguntas que tenemos en mente pero que sólo podremos intentar contestar al
final.
261
Según cómo, el análisis de la trascendentalidad de los actos parece depender más
formalidad de realidad es algo que por su propia índole resulta aprehendible por
en todos los actos humanos? ¿Lo que pretende ser un ámbito filosóficamente más
radical no acaba siéndolo menos? El mismo A. González nos aclara que tanto la
"realidad". Eso no significa que dentro del campo analítico de una filosofía primera
no haya cosas más evidentes que otras. La alteridad radical es algo más evidente
que las funcionalidades. En los resultados que pueda arrojar una filosofía primera
zubiriana hay cosas mucho más obvias que otras. Son cuestiones que tendremos
que considerar con detenimiento cuando hablemos en la tercera parte del método.
moderna que tanto J. Conill como D. Gracia, veían, siguiendo a Zubiri, como un
camino periclitado? Pero nada impide que consideremos que todos los análisis de
razón misma como hecho que realiza A. González puedan ser entendidos como
262
allende nuestros actos. Quizás más decisivo y radical que el carácter
**************************
los problemas que hacíamos en la primera parte? ¿Sería posible desarrollar una
ética primera que ordenara un poco el caos en que parece moverse esta disciplina
Tanto Diego Gracia, Jesús Conill como A. González, coinciden en apelar a una
estructura lingüística. Esta dimensión que era la determinante para Apel y las
263
imprime su fuerza y alimenta creadoramente toda conceptualización del mundo de
carácter lingüístico, artístico y toda verdad lógica posterior. Zubiri nos abre a partir
alteridad que bastarían para fundamentar la ética. Pero para Pintor Ramos y Adela
Ramos y Adela Cortina prefiguran en cierto modo dos géneros de objeciones a las
que tendremos que hacer frente. A. Pintor-Ramos, las de aquellos que consideran
Adela Cortina las de aquellos que consideran totalmente insuficiente este tipo de
análisis, por más escrupulosos que sean, para fundamentar valores inclaudicables
¿Las interpretaciones éticas a que ha dado lugar Zubiri agotan todas las
parte. Para enfrentar estos interrogantes tendremos que ver lo específico de Zubiri
fundamentación.
264
Capítulo 7. El punto de partida
En el segundo capítulo alegábamos que la cuestión del punto de partida constituía
uno de los nudos decisivos del debate ético contemporáneo. Tan decisivo que en
la determinación de la línea de salida parecía echarse la suerte de la ética
filosófica. Los neohegelianos al arrancar del dinamismo de la historia, las
costumbres y sistemas de actuaciones de los grupos humanos resolvían la ética
en una filosofía de la historia. Los comunitarios y hermeneutas al partir de la
tradición, la cultura y "los mundos de la vida" la constituían en una especie de
filosofía primera de la cultura. Los analíticos y neokantianos la instauraban como
una filosofía primera del lenguaje, remarcando los últimos su dimensión
pragmática. Los pragmáticos y utilitaristas asentaban la ética en las necesidades e
intereses de los seres humanos destacando el consenso como barómetro de ellas,
los primeros, y su estudio empírico y estadístico, los segundos. Los
neoaristotélicos la insertaban en una antropología filosófica o metafísica del ser
humano y los vitalistas en una criptometafísica de la vida con todas sus pasiones,
contradicciones y fuerzas. En el racionalismo crítico la ética se alzaba en último
término sobre una opción irracional por una razón crítica. Y en la fenomenología
se abría en una relación primordial con unos bienes, valores o alteridad absoluta
discernibles en el análisis de una experiencia humana originaria. Con desasosiego
apreciábamos que este punto de partida era, las más de las veces, fruto de una
cierta opción dogmática, bien por gozar de una cierta arbitrariedad de escuela o
por determinarse en función de su productividad ética.
265
crítica que ya no cejará de profundizar y que ya no abandonará hasta su
evaluación definitiva en uno de sus cursos de madurez: "La estructura de la
inteligencia" (1976). Percibíamos ya apuntada la elaboración de una filosofía
primera que hundía sus raíces más que en Husserl en el vitalismo de Ortega o en
la asimilación que hace éste de la fenomenología husserliana. En 1927, año de la
publicación de Ser y tiempo, Zubiri se entusiasmaba con Heidegger y su
radicalización de la fenomenología husserliana. En Heidegger esto llevaba a un
replanteamiento más originario de la ética que el que era posible en el horizonte
conciencial de su maestro y cotejábamos en Naturaleza, Historia, Dios muchas de
estas resonancias heideggerianas. Pero también constatábamos en esta etapa
ontológica o metafísica muchas aseveraciones que mostraban la insatisfacción de
Zubiri con los planteamientos de Heidegger. En 1935 apreciábamos como Zubiri
adscribía a Heidegger en la fenomenología y como él mismo se encuadraba fuera
de este vasto movimiento. Recurriendo al sentir y a la patencia de la realidad en
él, esbozaba ya un ámbito previo a la comprensión heideggeriana, y desde esta
radicalidad ganada replanteaba algunos temas éticos en Naturaleza, Historia,
Dios. También mostrábamos cómo la filiación heideggeriana, el descontento con él
mismo y la reivindicación de la sensibilidad aproximaban en esta etapa a Zubiri y a
Levinas.
A partir de 1944 Zubiri hace pie en lo que será su punto de partida radical, la
realidad como "de suyo". Un tanto aleatoriamente, siguiendo las interpretaciones
morales de que ha sido objeto, distinguíamos en la etapa de madurez tres
subetapas: Una primera etapa de 1945 a 1954 presidida, a efectos de su posición
ética, por su curso "El problema del hombre" y una de sus lecciones "La realidad
moral", que dio pábulo en Aranguren a una interpretación neoaristotélica de Zubiri.
Pero Zubiri tiene claro, desde el inicio mismo de su quehacer filosófico, que una
investigación filosófica radical no puede dirigirse por estos rumbos "porque lo que
encontramos en toda apelación a la antropología es una versión antropológica de
una determinada filosofía primera" (EM 73). Distinguíamos luego una segunda
etapa presidida por Sobre la esencia de 1959 a 1975 en donde se apreciaba ya
266
con claridad que la ética se insertaba en un ámbito previo al de la antropología, en
el análisis trascendental de realidad. A partir de aquí y sobretodo del curso
Estructura dinámica de la realidad de 1968 y del curso de 1974 "Tres dimensiones
del ser humano: individual, social e histórica" considerábamos que Ellacuría
elaboró una cierta interpretación neohegeliana de la ética zubiriana no ajena a una
lectura de Zubiri que lo acercaba de algún modo al realismo metafísico. Interpretar
que en la filosofía primera de Zubiri las cosas son fuera de la aprehensión y que
no hacen sino actualizarse en ésta es un equívoco mortal del que expresamente
prevenía Zubiri a Ellacuría en las discusiones del seminario. "¿De dónde sé yo que
hay otras cosas? [...] eso en primer lugar es una hipótesis". Y finalmente
describíamos como en la última etapa (de 1976 a 1983), donde de alguna manera
se estrechaba el círculo del análisis para ceñirse a la aprehensión de realidad y
que culminaba con esta febril obra que es la Trilogía, ganada en un pulso a pulso
con la muerte, se abría a distintas y fecundas interpretaciones éticas,
fundamentalmente a una a una interpretación nietzscheana (J. Conill), una
interpretación fenomenológica (D. Gracia), y a una interpretación praxeológica (A.
González). En estos planteamientos discerníamos a su vez un cierto esfuerzo de
radicalización. En D. Gracia la orientación para la acción se encontraba
fundamentalmente en un dato elemental de la persona dado en aprehensión
primordial del que toda ética sería construcción. En J. Conill este dato quedaba
más difuso pero finalmente la orientación ética descansaba en la religación, en el
poder enigmático de la realidad inmediatamente dado en la aprehensión. Y
finalmente en A. González la orientación no se desprendía del análisis de lo
actualizado en la aprehensión sino de la esencia misma del acto aprehensor y de
todos los actos humanos.
267
inmediatamente dado en aprehensión. En este sentido discrepábamos de las
etapas del pensamiento de Zubiri establecidas por I. Ellacuría. Ellacuría tenía en
mente un esquema lineal de la evolución del pensamiento de Zubiri. Zubiri habría
pasado de una consideración positivo-talitativa de las cosas, que sería el propio de
las ciencias, a una consideración o conceptuación de la talidad en cuanto tal ya
propiamente metafísica y, de allí, a una consideración trascendental de la realidad:
"Zubiri empieza su estudio con lo que pudiéramos llamar distintas zonas de
realidad o también distintos grados de realidad: la realidad física, es decir, la
realidad que estudia la física, la realidad biológica y la realidad humana.
Solamente al final de esta marcha surge la pregunta por la realidad en cuanto tal y
por la filosofía en su relación con las ciencias". Sin embargo creo que un esquema
de maduración por el que Zubiri se va afirmando y haciendo fuerte en el punto de
partida radical ganado en su última etapa mediante "salidas" cada vez más
acotadas hasta concentrarse en su obra última en el mero análisis de este punto
de partida retrata más fielmente el quehacer filosófico de Zubiri. La realidad dada
en impresión es desde 1945 el punto de partida de Zubiri. De modo que puede
decirse que desde entonces los diferentes cursos y publicaciones son no tanto un
rodeo por la antropología, la metafísica o las diferentes ciencias sino una puesta
en marcha y una proyección en otras esferas de la radicalidad alcanzada en el
punto de partida de su filosofía.
Ahora bien, ¿se puede hablar de filosofía primera en Zubiri? y, de ser posible, ¿en
que consistiría ésta? La cuestión es más difícil de lo que parece sobretodo porque
lo que Zubiri explicita como filosofía primera, el análisis trascendental de la
realidad o metafísica, no concuerda exactamente con lo que se va imponiendo
como interpretación mayoritaria que es la de considerar su noología como filosofía
primera. En la segunda parte insistíamos que esta determinación permanecía
todavía como cuestión disputada. La cita que destacábamos al comentar
Naturaleza. Historia. Dios: "En filosofía el principio es el final. Y recíprocamente,
en su primer originario y radical paso, está ya toda la filosofía" (NHD 155), enfatiza
justamente que la manera, el método y lo más jugoso de la filosofía zubiriana
268
radica en su esfuerzo de diálogo con toda filosofía retrotrayéndola a su arranque, y
que la partida de la ética se juega en este campo. Desde 1945 hasta 1983 en que
Zubiri muere con la pluma en la mano es de esperar que haya una maduración en
su punto de partida. ¿Cuál es el punto de partida radical de Zubiri que se
establece en su obra más madura? ¿Se podría hablar de una filosofía primera
implícita en Zubiri que no se identifica ni con una metafísica primera ni con una
noología? Antes de contestar estas preguntas puede resultar muy clarificador y
evitarnos muchas vueltas y merodeos por su voluminosa obra ver como se
engarza la originalidad de la filosofía de Zubiri con la tradición filosófica y qué le
parece insatisfactorio en el arranque de las filosofías de Husserl, de Heidegger y
de Ortega, sus maestros más inmediatos.
269
los puntos de vista [...]. Nunca hay que renunciar a la ausencia radical de
prejuicios [...]. Para el que está verdaderamente libre de prejuicios es indiferente
que una afirmación proceda de Kant o de Tomás de Aquino, de Darwin o de
Aristóteles, de Helmholtz o de Paracelso. No es imprescindible ver con los propios
ojos; pero es preciso no explicar lo visto por la coacción de los prejuicios". Uno de
los principales prejuicios contemporáneos que arrastrarían las diferentes escuelas
filosóficas sería la sobreestimación de los métodos científicos indirectos y el
desconocimiento del valor de la aprehensión directa. La descripción rigurosa de
esta aprehensión directa abriría un campo infinito de trabajo y suministraría "una
cantidad de conocimientos rigurosos y decisivos para toda la filosofía ulterior". Es
justo el campo y la tarea de la fenomenología. La fenomenología husserliana
pretende constituirse en una filosofía sin supuestos, y para ello es indispensable
colocarnos en un nivel filosófico radical, el de la mera presentación de la cosa en
mi conciencia, previa a todo proceso explicativo de lo que la cosa sea
independientemente de mi aprehensión. Antes de preguntarnos por las cosas más
allá de la conciencia como quiere el realismo, o más acá, como quiere el
idealismo, queda una "selva virgen" inexplorada: el plano originario de la
conciencia perceptiva que se pregunta por lo que las cosas son "en" la conciencia.
270
decidir y su fallo lleva el sello de la eternidad". Husserl en esta pretensión se
reconoce inmerso en la tradición cartesiana. Para Husserl el radicalismo en
filosofía equivale a la decisión inquebrantable de excluir toda clase de supuestos.
271
son sólo fruto de mantenerse en una actitud natural o dogmática como Descartes
y hasta el mismo Hume, ni meros residuos de las tradiciones escolásticas, ni
adiposidades casuales de la época, sino que son una especie de "supuestos
naturales milenarios, cuya superación no puede efectuarse sino mediante una
operación esclarecedora y un pensar consecuente con el fondo original de sus
ideas". "La voluntad de liberarse de todos los prejuicios, exige la comprensión de
que todo lo que se tiene por obvio son prejuicios, que todos los prejuicios son
oscuridades provenientes de una sedimentación tradicional y no solamente de
juicios de verdad incierta".
272
reducido a puro fenómeno, con toda su riqueza pero absteniéndome de su
realidad. Lo que se presentaba como un hecho deja de ser fáctico. Nos queda el
eidos, lo que Husserl considera la esencia de los fenómenos. "¿Qué puede, en
efecto quedar, –se pregunta Husserl– cuando se ha desconectado el mundo
entero, contados nosotros mismos con todo cogitare?". Tomemos enteramente lo
que se nos da sin prejuicios. "Observamos la relatividad despreciada del mundo.
Nuestra tarea exclusiva consistirá en captar precisamente este "río heracliteano".
En la mismidad de este río heracliteano inmediatamente dado no encuentro datos
cromáticos, acústicos y demás datos de la sensación o datos sentimentales,
volitivos etc., "antes bien se encuentra la intencionalidad, en la forma familiar
acuñada idiomáticamente "yo veo un árbol verde", "escucho el murmullo de las
hojas", "huelo sus brotes". No encontramos ahí otra cosa que la "conciencia de".
Persistamos en este río. Por ejemplo, el árbol que veo a través de la ventana me
es dado en y por una oleada incesante de esbozos a través de modificaciones
incesantes, nunca puede la cosa serme dada de manera absoluta. La cosa que se
me da es siempre contingente, pero la corriente de vivencias que constituye la
cosa es una evidencia apodíctica que no puede ser, según Husserl, cuestionada.
Además de los datos contingentes que ya apreciaba Hume, lo que encuentra
Husserl inmediatamente es el flujo puro de lo vivido, un torrente de estados de
conciencia, vivencias o fenómenos. Como lo que busca es algo absoluto,
abandona raudamente la provisionalidad de los datos, su enorme disparidad,
como si contingencia e inmediatez fueran incompatibles, para quedarse en la
intencionalidad misma como peculiaridad más radical de lo inmediatamente dado.
Todas las vivencias o fenómenos por diversos que sean: percepción, recuerdo,
intuición, juicio, valoración, deseo, voluntad etc. tienen en la aprehensión como
inmediatamente dada una propiedad común que es el constitutivo referirse a algo
de todos nuestros actos inmediatos. Hume no se dio cuenta de este carácter
intencional de todos nuestros actos inmediatos: "Si el empirismo hubiese hecho
más honor a su nombre, permaneciendo vinculado a la pura experiencia, no
habría podido equivocarse en dar con la reducción fenomenológica, y sus
273
descripciones nunca lo habrían conducido a datos y complejos de datos, y el
mundo del espíritu en su peculiaridad y totalidad infinita no le habría quedado
cerrado". Tampoco apreció el sentido que tienen inmediatamente todos nuestros
actos. Es decir, gracias a un sinfín de impresiones yo lo que aprecio es un árbol.
El sentido para Husserl no es primariamente otra cosa que la unidad de una
diversidad de fenómenos particulares, la unidad de los diversos aspectos bajo los
cuales aparece una cosa inmediatamente y que sólo apelando a construcciones
teóricas puedo diseccionar. Tanto la intencionalidad como el sentido es lo que
define a la conciencia. Hay una correlación estricta entre el fenómeno y la
conciencia, de modo que la conciencia se reduce a su acto de referirse a un
objeto. Esta intencionalidad de la conciencia es justo el eje central de la
fenomenología de Husserl. La intencionalidad abre un ámbito en el que no hay
sujeto ni objeto, sino polo noético y polo noemático, un ámbito a resguardo de todo
juicio de realidad que va a permitir la descripción de lo inmediatamente dado a la
conciencia y desde el que va a desarrollarse la fenomenología entera.
274
esta perspectiva A. González resalta el hecho de que en 1907 el ámbito de lo
inmanente en Husserl solo abarcaba los fenómenos que estaban presentes en
nuestros actos mientras que en 1910 se amplia el ámbito de lo inmanente hasta
dar cabida en él a todo lo que se pueda dar y todo lo que está implicado en los
mismos. De ese modo parece que la fenomenología abandone la radicalidad de su
proyecto inicial, el análisis de los simples fenómenos, para elaborar una teoría
subjetivista que los explica introduciendo así, subrepticiamente, presupuestos
injustificados en el punto de partida.
275
vaya más allá de lo dado. Tampoco lo hay si se entiende la fenomenología como
una peculiar manera de hacer filosofía, esto es, como una filosofía primera o
fundamental a la búsqueda permanente de su propio objeto. En ese sentido todos
aquellos que pretendan hacer filosofía de forma radical conquistando primero su
propio punto de partida podrían llamarse fenomenólogos aunque cabrían aquí los
filósofos más variopintos. La fenomenología designaría la situación paradójica que
desde los tiempos de Aristóteles parece consubstancial a la filosofía: a diferencia
de las ciencias positivas que empiezan ya su propia tarea en un campo
determinado, la filosofía tiene que empezar siempre conquistándolo palmo a
palmo. Antes de comenzar a ser una investigación concreta de un terreno
determinado, tiene que filosofar sin poseer todavía un terreno para ello. El objeto
de la filosofía primera es tan diáfano que es permanentemente fugitivo (PFMO 24).
276
esta vasta corriente, no se reconoce él mismo como fenomenólogo. ¿Qué motiva
a Zubiri a no situarse entre ellos? Probablemente se trata de que ya en esta etapa
de su pensamiento avizora que el ámbito radical de la filosofía no es la
intencionalidad de la conciencia ni el sentido sino los datos del sentir. Por la vía de
la intencionalidad se iría hacia una filosofía del sentido de la que no saldría
tampoco el propio Heidegger. Por la vía del análisis del sentir humano se iría,
inversamente, hacia la realidad como ámbito previo al sentido y a toda metafísica
explicativa. Si efectivamente entendemos como A. Pintor-Ramos que la línea
divisoria entre lo que puede considerarse o no fenomenología reside en el sentido,
se comprende porque Zubiri considera a Scheler y Heidegger como
fenomenólogos y a él mismo no, porque en la edición de Naturaleza, Historia, Dios
borra las alusiones a la fenomenología y porque en sus obras maduras se refiere
siempre a la fenomenología como algo susceptible de una crítica total o como una
última expresión de las filosofías del sujeto. Zubiri no se limita a criticar uno u otro
aspecto de la fenomenología sino que pretende negar sus supuestos básicos,
aquellos que la hacen posible.
277
devenir de actualidad, un devenir "noérgico" (IRE 64). El acto físico de
aprehensión es noérgico por ser un "acto" (ergon) que tiene carácter intelectivo. La
intencionalidad será un momento derivado de este acto físico de aprehensión. Si
eliminamos todos los momentos intencionales o perceptivos del sentir nos queda
el puro sentir algo (NIH 344), la carne y hueso del objeto anterior a su sentido y a
su ser percibido como hecho inconcuso.
278
recuperarse. La filosofía de Husserl, la fenomenología, jamás nos dice qué es
algo, sino cuál es el modo de conciencia en que es dado [...]. Al desviarse de las
cosas y dirigirse a la conciencia en beneficio de un saber absoluto, Husserl ha
perdido, en el enfoque mismo de la cuestión, lo esencial de la realidad. Logrará a
lo sumo un pensar esencial, pero jamás la esencia de las cosas" (SE 28). El
presupuesto subjetivista es el lastre que grava la radicalidad filosófica de Husserl.
279
de saber, garantizara esas evidencias y fuera, por tanto, un saber absoluto en y
por sí mismo, a diferencia de todo saber empírico. [...]Con lo cual en lugar de
buscar lo absoluto de las cosas, lo que hace es acotar dentro de éstas aquella
zona a la que alcanza ese saber, absoluto por sí mismo" (SE 27-29). El Método
fenomenológico de reducción trascendental sería un medio para obtener una
posición absoluta. Zubiri parte, contrariamente, de un método analítico que sea
máximamente fiel a la positividad de los hechos con la esperanza de que de lo
absolutamente factual se desprendan algunas esquirlas de claridad. "Lo factual, lo
absolutamente factual, lo que es real y efectivamente. De ahí es de donde tiene
que arrancar la filosofía, y no de presuntas necesidades externas" (EM 66).
280
Heidegger considere que el error de toda antropología sea entender el ser desde
el hombre. El ser solamente se desvela para el existente humano, pero la
comprensión del ser en la que ya estamos siempre instalados es justamente lo
que lo constituye como humano. La relación noético-noemática es sustituida por la
comprensión como esencia del Dasein. Así lo interpreta inmediatamente Zubiri en
1928 y no deja de ser sorprendente visto en perspectiva pues, como señala A.
Pintor-Ramos, lo habitual fue una interpretación antropológica y existencial de Ser
y Tiempo. Tan es así que todavía en la conferencia La proposición del fundamento
de 1957 se ve forzado Heidegger a aclarar este equívoco: "En el lenguaje todavía
desmañado y provisional del tratado Ser y Tiempo (1927), esto significa: el rasgo
fundamental del estar que el hombre es viene determinado por la comprensión del
ser. Comprensión del ser no mienta jamás aquí que el hombre posea, como sujeto
una representación subjetiva del ser y que éste, el ser, sea una mera
representación. Fue en este sentido en el que Nicolai Hartmann y muchos
contemporáneos se explicaron a su manera, a ras del entendimiento, el
planteamiento de Ser y Tiempo. Comprensión del ser quiere decir que el hombre,
según su esencia, está en lo abierto del proyecto del ser. A través de la
comprensión así experienciada, la representación del hombre en cuanto sujeto es,
para hablar con Hegel, puesta al margen. El hombre es un ser pensante sólo en la
medida en que, según su esencia, está en un despejamiento del ser. Pues, de
antiguo, en nuestra historia pensar quiere decir tanto como: corresponder al
exhorto del ser y, a partir de esa correspondencia, discurrir acerca del ente en su
ser".
281
en Ser y Tiempo el método y la noción husserliana de fenómeno y
trascendentalidad. Para dar con el ser y su sentido no puede utilizarse un método
descriptivo, pues este es el propio de aquellos que pretenden dar cuenta de uno u
otro ente, sino un método hermenéutico que persigue los extravíos de la
metafísica y del pensamiento normativo para que aflore con toda su fuerza la
extrañeza del ser y no nos conformemos con las respuestas precipitadas. Y previo
al fenómeno como correlato objetivo de la conciencia o manifestación de algo
habría que entender el fenómeno como aquello mismo que aparece en su
aparecer. Husserl al reducir el fenómeno a apariencia o manifestación, a mero
indicador de algo como los síntomas de una enfermedad, deja a los entes por
detrás mientras que el concepto de fenómeno en Heidegger implica al ente mismo
y su sentido. Heidegger entiende por lo que se muestra o por aparecer el ser de
los entes, su sentido, sus modificaciones y derivados sin que quede nada por
detrás. La trascendentalidad ya no es aquí tampoco el ámbito de la conciencia
sino el del ser tal como éste se desvela en la comprensión.
Y es que Husserl no se habría planteado el problema del sentido del ser. Las
esencias de Husserl seguirían perteneciendo al dominio de lo óntico, de los entes,
y confundiría el ser con esas unidades de sentido que llama esencias (CLF 262).
El ser no es un ente. Y las reducciones de Husserl siguen siendo entes. El ente se
deja agarrar fácilmente por el pensamiento representativo y conceptual pero el ser
no se deja pensar. Por más que uno estire las manos no lo atrapa. Cada vez que
conocemos un ente como ente ya hemos pensado el ser. Al ente sólo lo podemos
comprender si hemos precomprendido el ser. La reducción trascendental de
Husserl nos habría llevado de todo lo real a su esencia, pero en ellas tampoco se
encuentra el ser. "Por consiguiente, hay que prolongar, en cierto modo, la
trascendencia en una línea distinta, la trascendencia que nos lleve de todo ente al
ser" (CLF 262). Husserl no se habría hecho problema del acto de reducción
trascendental, que reposaría sobre sí mismo. Heidegger, en cambio, se plantea la
reducción como un acto ejecutado y desde este punto de vista, la reducción es un
acto de la vida natural del hombre que descansa en la previa comprensión del ser.
282
Antes que en un yo trascendental o en una conciencia nos encontramos instalados
en una vida fáctica, histórica, preconsciente y prereflexiva.
283
como un contraconcepto de Dios, mientras que propiamente es la esencia misma
de la existencia humana, lo que permite ir más allá del ente, la trascendencia
misma patente en cada uno de los entes. Este transcender es, precisamente, lo
que hace que la ontología pertenezca a la "naturaleza del hombre". La nada
patentiza el ser y es el origen de la filosofía y de la extrañeza del hombre
soltándonos siempre, y a veces en el momento menos pensado, del asidero de los
entes. Ante esta nada es posible huir del ser y lanzarse a la búsqueda de entes
que nos salven de la angustia (CLF 269). Es el camino que todavía habría seguido
Husserl. El camino que conduce a la filosofía auténtica es aquella senda que
procura no abandonar el ser para recalar en los entes: "Este paso hacia atrás
desde el pensar representante de la Metafísica no rechaza este pensar, pero abre
la lejanía para la interpelación de la verdad del ser en la que está y anda este
corresponder."
La metafísica clásica habría considerado las cosas en tanto que son, pero nunca
se habría hecho cuestión del ser en y por sí mismo. Allende la metafísica es
menester una ontología, (CLF 271) o si se quiere un nuevo tipo de metafísica.
Heidegger en La proposición del fundamento de 1957 cita unas palabras del
místico Angelus Silesius:
"La rosa es sin porqué; florece porque florece, no cuida de sí misma, no pregunta
si se la ve".
284
esta postura es decisivo: en primer lugar, hacer sitio al ente y después, soltar
amarras, abandonándose a la nada, esto es, librándonos de los entes a los cuales
tratamos de acogernos subrepticiamente; por último, quedar suspensos para que
resuene constantemente la cuestión fundamental de la metafísica, a que nos
impele la nada misma: ¿Por qué hay ente y no más bien nada?"
"¿Cuál es el objeto del puro retiro? Su objeto no es esto ni aquello; va a una pura
nada, porque se abre al estado más excelso, en el cual Dios puede regirnos a su
antojo. Ahora bien, Dios no puede actuar en todos los corazones según quisiera.
[...] En un corazón donde hay sitio todavía para esto y aquello es fácil que se halle
algo que impida a Dios actuar por completo. Si el corazón tiene que estar
perfectamente dispuesto deberá descansar en la pura nada y ésta constituye, al
mismo tiempo, la mayor fortuna que podemos tener".
Desde esta conferencia de 1929 ya queda claro para Heidegger que la filosofía en
su forma metafísica no hace caso de la diferencia ontológica y no se cansará de
repetir que el ser no es ningún ente. No se trata entre los entes y el ser de una
diferencia entitativa sino de una diferencia entre el ente y algo que no es ningún
ente pero que tiene que haber para que el ente pueda ser comprendido como
ente. La diferencia ontológica expresa la distinción radical y al mismo tiempo la
mutua implicación del ser y del ente. El ser no se hace presente sin el ente, el ente
no es nunca sin el ser. La metafísica buscando el logos del ente, explica el ente
mediante otro ente y olvida el ser. El pensamiento metafísico surge de este olvido.
Toda metafísica lleva las trazas de la ontoteología, sin exceptuar siquiera la
metafísica invertida de Nietzsche: su pensamiento antiteológico es aún, teología
negativa: "Como ontología la metafísica de Nietzsche por alejada que parezca de
la metafísica escolar, es aun teología. Esta ontología del ente piensa la esencia
como voluntad de poder y la existencia como el eterno retorno de lo mismo".
285
son considerados como fundamento, y si se quiere llamar al ser fundamento éste
es tanto fundamento como abismo. El pensamiento fundamentador está lejos del
ser y de su gratuidad, de este don misterioso que abraza desde lo intrascendente
hasta lo diabólico y cuya medida impensada es la muerte: "¿Por que juega el niño
grande el juego del mundo, ese niño avistado por Heráclito en el aion? Juega
porque Juega. El "porque" se sume en el juego. El juego es sin porqué. Juega en
tanto que juega. Sigue siendo sólo juego: lo más alto y lo más hondo". Es por ello
que el pensar poético, aquel que deja ser y mostrar las cosas como son y que no
interviene manipuladoramente, esto es, que no ejerce violencia a las cosas es la
vía superadora de la metafísica. La violencia del saber tan estupendamente
descrita por Florentino Pino a partir de la filosofía zubiriana sólo encontraría su paz
en el habitar poético.
Sin embargo Zubiri, después de una primera fascinación por Heidegger que
motivó a Gaos para que emprendiera su traducción no tardará en expresar su
insatisfacción con este nuevo punto de partida. Seguiría manteniéndose en él el
mismo dualismo husserliano entre sentir e inteligir al considerar la sensibilidad
como un factum brutum y no como un momento intrínseco y formal de la
intelección misma (IRE 85). De ese modo, aunque Heidegger no se revuelva en un
horizonte conciencial y no se pueda considerar ni como subjetivista ni como
idealista (SE 428) todavía se seguiría moviendo en el ámbito de las cosas-sentido
(IRE 59-60, SE 104ss). Por ello afirmará Zubiri que Heidegger por más que quiera
desentificar el ser no lo logra plenamente pues se sigue ciñendo siempre al ámbito
del logos (IL 85). "Para Heidegger el ser es el elemento en que se mueve todo
acto de comprensión. Comprender una silla es comprenderla como siendo silla.
[...] El ser sería la luz especial en la cual y según la cual accedemos a las cosas"
(SE 446). Zubiri considera que esto es insostenible porque algo no envuelve el
momento de ser más que si aquel algo está ya dado como realidad (SE 446). "Lo
que formalmente caracteriza al hombre no es la comprensión del ser, sino el modo
de aprehensión de las cosas. [...] Lo que formalmente pertenece al ser del hombre
no es comprensión del ser sino aprehensión de realidad" (SE 451). "Apertura no
286
es comprensión sino impresión" (SE 452). La realidad se nos da primariamente en
forma de impresión y no de comprensión. La cuestión del ser, por tanto, no es la
cuestión filosófica originaria sino que es ulterior a la realidad y supone ya su
entificación intelectualista.
En segundo lugar Zubiri considera que más radicales que los fenómenos, aún en
su sentido griego como quiere Heidegger, "La cosa que aparece en su aparecer",
son los hechos. En la aprehensión primordial no hay un "aparecer" sino un mero
estar. La aparición supone una cierta dualidad entre la cosa real que aparece y
aquello que ésta parece, aunque no parezca otra cosa que ella misma (IL 96s). Lo
más radical para Zubiri es el "estar". El "parecer" mesa o silla es ulterior a la
aprehensión primordial. Zubiri reconoce que Heidegger, como buena parte de la
filosofía moderna (IRE 135), dirige ya la atención a los actos en sí mismos en lugar
de atender a su producción o a una teoría que los expliquen, pero no se ha
percatado de la esencia del acto. Sigue pensando la intelección como
conocimiento, aunque sea en forma de desvelación, y la desvelación es una
manera de estar presente no el estar presente en cuanto tal (IRE 136). Por eso el
287
método filosófico radical no es para Zubiri el hermenéutico sino, como veremos, el
análisis de hechos.
288
recuerdo con divertido espanto y que no me atreví a no cumplir: Para el siguiente
curso me señaló dos prescripciones absolutas: Ortega y el griego".
Pero no es tan extraño si pensamos que ya este mismo año Zubiri tiene muy en
cuenta el punto de partida de Ortega. De hecho, en la primera conferencia que
impartirá en Madrid a su vuelta de Alemania en 1931, ya rezuma su insatisfacción
con la nueva metáfora heideggeriana en "Hegel y el problema metafísico" (NHD
284ss). Zubiri señala que en un maravilloso ensayo su maestro Ortega había
distinguido dos metáforas, una antigua, el hombre como trozo del universo, y una
moderna, el hombre como continente de todo lo que el universo es. La tercera
metáfora que habría que echar a andar sería aquella que no tomara al ser humano
como trozo ni envolvente de todo lo que es sino como la luz del ser (NHD 286).
Podría pensarse que Zubiri aboga por la nueva metáfora heideggeriana pero
inmediatamente se hace problema de ella y asegura con ella que hay que apuntar
a algo que está más allá del ser (NHD 287). Aunque parece claro que es la lectura
de Ser y Tiempo en 1927 la que propicia en Ortega una definitiva recusación del
ámbito fenomenológico como filosofía primera, Zubiri parece tener muy en cuenta
ya la crítica de Ortega a Heidegger. Lo cierto es que Zubiri, como discípulo y
colega de Ortega en la misma universidad hasta el inicio de la guerra civil en 1936,
conoce de primera mano los cursos y la filosofía primera de Ortega que alcanza
justamente en estos años (1927-1936) su madurez. En esta época Ortega imparte
los siguientes cursos: en 1929 "Vida como ejecución: el ser ejecutivo", en 1930
"Sobre la realidad radical", en 1931 "Qué es la vida", en 1932-33 "Principios de
metafísica según la razón vital", en 1933-34 "Lectura y comentario de las obras de
Descartes". El Prólogo para alemanes escrito en 1934, previsto para una reedición
de sus obras completas en Alemania, tiene la virtud de sintetizar muy bien la
filosofía primera en que se sitúa Ortega en estos cursos. No es extraño, pues, que
ante la impresionante radicalidad que alcanza a partir de 1927 el pensamiento de
Ortega, Zubiri recomendara a Julián Marías su estudio detenido. En lo que sigue, y
fijándonos sobretodo en estos cursos, vamos a intentar establecer el punto de
partida de Ortega.
289
La vida, que hasta la lectura de Heidegger se identificaba en Ortega
frecuentemente con el sujeto viviente y mantenía consiguientemente profundas
connotaciones subjetivas, después de la lectura de Ser y Tiempo en 1927 es
pensada decididamente como un ámbito anterior a la distinción entre sujeto y
objeto, y depurada de toda connotación metafísica u antropológica. La vida es la
verdad primera y realidad radical, el punto de partida del filosofar, anterior tanto al
mundo como al yo. Pero esta vida como realidad radical no se identifica con el
Dasein heideggeriano. La existencia no es el ahí del ser, su desvelación originaria,
sino pura ejecutividad. La interacción entre el hombre y el mundo se sitúa en un
plano más radical que el señalado por Heidegger. La vida como realidad radical es
anterior a toda comprensión. Ni el ser es lo originario respecto al "mero tener
delante" ni la realidad del hombre se puede reducir a preguntar por la verdad. La
vida humana, para Ortega, es ejecutividad antes que comprensión o desvelación.
En el curso de 1929 "vida como ejecución: el ser ejecutivo" subraya ya esta
radicalidad de la vida despojándola de connotaciones telúricas y antropológicas:
"El carácter más obvio con que nos aparece esta nueva realidad –la vida– es la
ejecutividad. [...] Ejecutividad es la nota que conviene a algo cuando es un acto y
se le considera como tal, es decir, como verificándose, cumpliéndose, actuando".
"Es preciso, pues, distinguir entre el ser ejecutivo del pensamiento y su ser
objetivo. El pensamiento como ejecutividad, como algo ejecutándose y mientras se
ejecuta no es objeto para sí, no existe para sí, no lo hay". "Para que haya un
pensamiento es menester que se haya ejecutado ya y que yo desde fuera de él lo
contemple, me lo haga objeto. [...] Cuando sólo hay pensamiento no hay
efectivamente lo en él pensado". La ejecutividad es absoluta posición. Los
ejemplos de Ortega son muy esclarecedores. Supongamos que sufrimos una
alucinación y que de pronto vemos que entra en clase un toro furioso. Mientras se
está ejecutando la alucinación, lo que hay absolutamente es un toro ante nosotros
y nuestro terror. Sólo cuando dejo de estar ejecutándola puedo convertir esta
presencia del toro en objeto de mi pensamiento y decir que en realidad consistía
en una alucinación. La ejecutividad es sinónima de vigencia, y sólo abandonando
290
la descripción de los actos en su inmediatez puede olvidarse este poder ejecutivo
de los mismos.
291
cuenta de que hay mi ver tengo que dejar de ver y recordar que hace un instante
veía". Ningún acto puede ser objeto de sí mismo, por eso el idealismo no conoce
el ser ejecutivo ya que se basa en la reflexión, donde un acto es observado desde
otro. El error o insuficiencia de todo idealismo es partir de que la conciencia se
refleja a sí misma. El acto de conciencia reflejante no es él mismo reflejado, sino
siempre otro. La fenomenología, aún con sus pretensiones críticas, se mantiene
presa del idealismo moderno en la medida en que su punto de partida sigue
siendo un ámbito conciencial: "La ventaja inmensa de la fenomenología fue llevar
la cuestión a precisiones tales que pudiésemos sorprender el instante y el punto
en que el idealismo comete su delito y escamotea la realidad convirtiéndola en
conciencia".
292
volviendo atrás la atención recuerde lo que inmediatamente antes me había
pasado. [...] Pero bien entendido, esta nueva situación que consiste en
encontrarme con la cosa "conciencia" y que es recordar o, más en general,
"reflexión", no es ella misma conciencia, sino que es exactamente tan ingenua,
primaria e irreflexiva como la inicial". El idealismo de la fenomenología consiste en
mantenerse en este ámbito conciencial, en no atenerse radicalmente a lo dado y
presente como tal: "Así, dice que yo encuentro con evidencia en el hecho "ruido de
bocina" no sólo el ruido mismo, sino su presencia ante mí. Yo confieso que no la
he encontrado jamás".
293
El "contar con", en cambio, menta un carácter primario, previo al "darse cuenta",
de los actos humanos. En terminología zubiriana diríamos que menta el carácter
intelectivo de los actos humanos: "Antes cuando atendía a determinadas palabras
yo no reparaba en mí como no reparaba en el banco o el sillón donde me siento y,
sin embargo, mi yo y el banco existían para mí, estaban en algún modo ante mí.
La prueba de ello es que si alguien hubiese movido el banco yo habría notado que
algo en mi situación había cambiado, que algo no era lo mismo que en el instante
anterior. Lo cual supone que de algún modo me constaba ya el banco y su
posición, que yo en algún modo contaba con el banco. Cuando bajamos la
escalera no tenemos consciencia propiamente tal de cada escalón, pero contamos
con todos ellos; y en general, de la mayor parte de las cosas que existen para
nosotros no tenemos conciencia, pero contamos con ellas". "Mi vida y todo en ella
me es preevidente, me consta o cuento con ello en forma tal que me es siempre
posible convertir este «contar con» en efectivo reparar, en efectiva evidencia. Lo
mismo podríamos decir que la vida es preconsciente o que es presabida". No se
trata del inconsciente como hipótesis explicativa de ciertos actos humanos sino
exactamente de una conciencia primaria o, si se quiere, irreflexiva, asequible en el
análisis y descripción de nuestros actos. Aunque no hubiera existido Freud ni se
hubiera hecho uso jamás del término inconsciente el "contar con" sería accesible
en el atenimiento riguroso a los actos humanos tal como se dan. Por ejemplo,
estoy en clase abstraído en mi explicación y entra un nuevo alumno en el que no
reparo. Al salir alguien me pregunta por fulanito y después de un cierto titubeo
respondo: "¡Ah! sí, sí, entró iniciada la clase". De algún modo he tenido que contar
con él, aunque no reparara en él, para poder responder la pregunta y recordar su
entrada. O al llegar a casa no he reparado en que hay unas cortinas nuevas en el
comedor pero cuando mi mujer me pregunta en otra habitación si me he dado
cuenta de que hay novedades no me cuesta percatarme de las nuevas cortinas.
Es obvio que he "contado con" la cortina sin reparar en ella.
294
término conciencia debe ser enviado al lazareto. Pretendía ser el nombre de lo
positivo, lo dado, lo puesto por sí y no por nuestro pensamiento, pero ha resultado
ser todo lo contrario: una mera hipótesis, una explicación aventurada, una
construcción de nuestra divina fantasía". En el acto de pensar se produce una
congelación o cloroformización de la viveza de los actos, aunque este acto mismo
es ahora un acto vivo. Pensar, reflexionar, es tener "conciencia de" contemplar,
objetivar. Aquello que es pensado, una mesa, un sentimiento de miedo, una
decisión ya tomada, pierde su realidad primaria, su actualidad primordial en
nuestra vida. En tanto que pensadas las cosas no son "reales" sino "ideales" pero
los actos mismos de pensamiento por los cuales las cosas pierden la realidad
originaria son reales, ejecutivos. Es el carácter ejecutivo y vital de los actos el que
les da su realidad absoluta, su realidad primordial y unitaria.
Ahora bien la filosofía primera no aprehende nunca esta realidad radical, los actos
vivos. Hay una inextricable paradoja en el método de la filosofía primera y es que
su análisis se mueve ya siempre fuera de la realidad primera, de la ejecutividad de
los actos. La filosofía primera es también una objetivación del dinamismo radical
de la verdad "pero, a diferencia del uso ingenuo del pensamiento, vamos a hacer
que éste mire la realidad desde el punto de vista de ella misma". Por eso el
método propio de una filosofía primera es la retracción hacia esa realidad radical y
primera: "La filosofía marcha siempre hacia atrás y obra en perpetua retirada". Es
un método estrictamente inverso al de la fenomenología. Esta, al reducir el
momento ejecutivo del acto, toma el acto según aparece como objeto en la
reflexión, el método orteguiano, en cambio, intenta reducir la reflexión, aunque
ésta es forzosa, tomando el acto en sí mismo. La "conciencia-de" no aprehende
nunca la instantaneidad del acto: "Yo no veo mi ver cuando estoy viendo. Para
darme cuenta de que hay mi ver, tengo que dejar de ver y recordar que hace un
instante veía. Yo veo mi ver cuando estoy fuera de él, cuando no me es inmediato,
cuando la realidad que él nombraba –estar viendo la pared– ya no es realidad,
sino que estoy en otra realidad nueva, a la que llamo "recordar un pasado:
recordar que he visto la pared".
295
La piedra angular del idealismo es de algún modo la inmediatez del pensamiento.
La realidad del mundo sería mediata pero la realidad del pensamiento sería
inmediata: "Por eso puedo dudar del mundo, porque me es distante y mediato;
pero no tiene sentido que dude del pensamiento, que me es tan inmediato como
yo mismo [...] pero, esa afirmación de que mi pensamiento es inmediato es un
puro error. Sea dicho, con perdón de Descartes y de mi maestro Husserl. Cuando
veo el caballo, yo no veo mi ver: no me doy cuenta o no tengo conciencia de que
veo sino sólo del caballo". Lo que Husserl llama retención no es sino un
eufemismo del recuerdo. El acto por el cual me doy cuenta de que veo un caballo
es un nuevo acto en el que recuerdo que hace un instante veía el caballo. No hay
actos autotransparentes, actos que se vean a sí mismos. La autotransparencia de
algunos actos humanos sería el último reducto de idealismo de la fenomenología.
Es lo que permitiría una fundamentación absoluta en una subjetividad pura.
"Sostengo, pues, que una realidad que consista en ser inmediata a sí misma –y
esto es la conciencia– no existe. Que por tanto hay que eliminar el término
cogitatio o conciencia de la filosofía fundamental". La reflexión de alguna manera
congela el acto y éste pierde su frescura original. El acto de análisis como tal
mantiene la frescura original pero no lo analizado. Los actos intelectivos no tienen
una transparencia absoluta, no se ven a sí mismos. La ejecutividad del acto de
pensamiento sólo es aproximable a partir del análisis de los diferentes actos, pero
nunca alcanzable. Podríamos pensar que por ejemplo en el acto de ver esta pared
o en el acto de comer puedo al mismo tiempo y en el mismo acto darme cuenta de
mi estar viendo la pared o de mi estar comiendo. Pero lo que hay propiamente no
es un solo acto ejecutante y consciente sino una multitud de actos sincrónicos, en
ese caso el acto de comer y el acto reflexivo o de darse cuenta de que estoy
comiendo. Como tales actos ambos son ejecutivos, pero en el momento en que
me pongo a analizar alguno de ellos lo congelo, lo convierto en objeto de análisis.
Como si los estuviera fotografiando convierto la vivencia en instantánea. Cuando
un acto es objetivado en un acto reflexivo éste pierde su ejecutividad, su
actualidad primaria en el flujo incesante de los actos vitales. El hecho radical es el
serme presente la cosa misma. Ortega tiene clara conciencia en su filosofía
296
primera de estar trascendiendo todo idealismo y de haber puesto la planta del pie
fuera del círculo de ideas que se llama "edad moderna".
297
cardinal es que Ortega determina en buena medida el punto de partida mismo de
Zubiri.
Zubiri alabará a Ortega como director de su tesis doctoral en 1921 (TFJ 8). En
1936, en ocasión del vigesimoquinto aniversario de la labor universitaria de
Ortega, llegará a afirmar que más que discípulo fue "hechura suya" (OMF 6). En el
prólogo a la Historia de la filosofía de Julián Marías de 1940 aseverará que "a
Ortega debo mucho de lo menos malo de mi labor". En Naturaleza, Historia, Dios
no dejará de citarlo. En 1955 le rinde un homenaje póstumo y en 1983, en ocasión
del centenario de su nacimiento, vuelve a testimoniarle su admiración con el
artículo "Ortega: un maestro". Sin embargo, llama poderosamente la atención que
en su obra publicada no exponga la filosofía primera de Ortega ni se dedique a
marcar sus diferencias con él como hace repetidamente con Husserl y Heidegger.
Al reclamo de M. Y. Belmonte de que no haya citado ni una sola vez a Ortega en
Sobre la esencia, Zubiri responderá en una conversación con Ellacuría que no
tenía ninguna obligación de citarle, como no cita a Zaragüeta, que fue su primer
introductor en filosofía. Pero ha quedado suficientemente claro que, a diferencia
de Zaragüeta, Ortega no se limita a introducir a Zubiri en una determinada
corriente filosófica o en un modo riguroso de hacer filosofía. ¿Porqué esta frialdad
con Ortega? ¿Por qué después de Naturaleza, Historia, Dios no vuelve a referirse
a él en sus obras escritas? ¿Por qué siendo Ortega más cercano al punto de
partida de Zubiri que el mismo Heidegger y Husserl no se preocupa de marcar sus
distancias con él en su obra madura? Podría pensarse que es porque Zubiri
asume la filosofía primera de Ortega y quiere reivindicar para sí su originalidad. Es
lo que sugiere M. Y. Belmonte al aseverar que el silencio de Zubiri sobre Ortega
en Sobre la esencia no es más que una huella borrada. Pero sigue siendo tan
extraordinaria la originalidad de Zubiri respecto a Ortega que hacen absurda esta
razón. Podría pensarse también que es debido a una cuestión de orgullo y de
competencia profesional, a rencillas propias del gremio o a este malsano hábito
ibérico de sobrevalorar lo extranjero e infravalorar lo propio. Algo de eso insinúa
Ellacuría cuando considera que en el fondo podría haber una cuestión personal no
298
lejana a su poca simpatía por Marías. Pero tanto el retiro de Zubiri de la vida
pública y el rechazo de todo tipo de honor como el reconocimiento repetido a
Ortega hacen bastante inverosímil esta apreciación. ¿Pensaría Zubiri que la
posición de Ortega no era original y que se trataba de una transposición de
Heidegger? La obligación que pone Zubiri de estudiar a Ortega nos hace dudar de
esto. ¿Será –como sugiere Belmonte– que Zubiri no quiere hacerse objeto de la
"enemiga" que sufrió Ortega y Gasset en vida, en muerte y después de la muerte?
¿Temía X. Zubiri que si defendía a su maestro se enemistaría sobretodo con el
público integrista que asistía a sus conferencias? ¿Será porque Zubiri no quiso
recurrir a una fuente de procedencia tan dudosa como eran los textos apenas
mecanografiados a modo de apuntes en los que se hallaba desperdigada la
filosofía primera de Ortega? ¿Es quizás que por respeto y admiración a su
maestro no quiere polemizar con él, ni desmantelar su punto de partida al modo
como lo hace con Husserl y Heidegger?
¿No será acaso que, por el contrario, teniendo que ser crítico con algunas tesis de
Ortega y Gasset, no quiere prestar argumentos que pudieran ser mal utilizados
sobretodo por el régimen franquista y sus adláteres eclesiásticos? Es lo más
probable, sobre todo teniendo en cuenta lo que contaba Ellacuría en su círculo de
amigos: Zubiri habría sido llamado por uno de los censores del régimen para que
se desdijera públicamente de Ortega a cambio de algunos favores universitarios.
Por toda respuesta Zubiri dio un puñetazo en la mesa y se fue gritando airado que
quién se creían que era. Más extraña resulta la razón esgrimida por Marquínez
Argote en el sentido de que Zubiri habría pretendido hacer una metafísica en
Sobre la esencia, posibilidad que niega totalmente Ortega: "¿A qué extrañarse
entonces de que en un poderoso esfuerzo de reconstrucción metafísica, como lo
es el tratado Sobre la esencia, Zubiri silencie a Ortega? El mejor tributo que en
este caso el discípulo ha podido rendir al maestro ha sido un obsequioso silencio".
En la misma línea, Ellacuría considera que la falta de alusiones a Ortega en esta
obra es debido al esfuerzo que realiza Zubiri de aproximación entre la filosofía
vitalista y la escolástica, a la que habría sido totalmente renuente Ortega. Cuando
299
leí en G. Morán que uno de los secretos mejor guardados por Ortega y Gasset era
su posición personal e intelectual respecto a Xavier Zubiri, pensé que por fin
íbamos a sacar el gato del agua pero lo único que consigue G. Morán es aumentar
la intriga sobre "la cuestión Z". Por más explicaciones que le busquemos, no deja
de ser sorprendente esta ausencia de la filosofía orteguiana en un pensamiento
que se reconoce de "hechura" orteguiana. Pero como no vaya a ser que también
nosotros "con la grande polvareda perdamos a Don Beltrane." Mejor será que
vayamos a lo nuestro.
Hemos visto como Ortega alcanza un concepto radical de vida como punto de
partida de toda investigación filosófica y como ámbito originario del trato con
aquellas realidades con las que simplemente contamos sin pensar en ellas o
hacerlas conscientes, sean estas cosas o ideas. Ortega subraya repetidamente
que la realidad radical, la ejecutividad o vida es antes que todo pensar y toda
conciencia un mero "contar con". Un desarrollo de esta filosofía primera de Ortega,
con probables inspiraciones zubirianas, la encontramos en el libro de Julián
Marías Idea de la metafísica publicado en 1953. La metafísica sería para J. Marías
la ciencia de esta realidad radical. El ser es una interpretación de la realidad, de lo
que "hay". La ontología heideggeriana estaría así radicada en una realidad radical
de la que daría razón la metafísica. Por eso la metafísica sería "anterior" a la
ontología. El positivismo y la certidumbre filosófica estarían en la búsqueda de la
estructura de esta realidad primera. El método no puede ser la reducción
fenomenológica, pues en la reducción se pierde la primariedad de la cosa
presentada, ni la explicación sino el análisis de la realidad radical.
300
sentido riguroso y estricto (esto lo haremos en otras partes del libro), sino en
sentido vulgar, habrá que decir que es la intelección, la aprehensión sentiente de
lo real, lo que determina el carácter pensante que tiene la vida. Sería falso decir,
que es la vida lo que nos fuerza a pensar. No es la vida lo que nos fuerza a
pensar, sino que es la intelección lo que nos fuerza a vivir pensando" (IRE 284).
Las dimensiones radicales de la vida del hombre en el mundo son el
enfrentamiento con las cosas como realidad, y el habérselas con ellas como
realidades (SH 568). De ese modo la realidad no quedará en una filosofía primera
asimilada como en Ortega a su funcionalidad vital.
La vida está constituida por un proceso sentiente cuya unidad jamás se rompe ni
en el animal humano ni en los demás (IRE 28, 41). Lo que diferencia la vida
humana de la animal es para Ortega la praxis o vida activa. La vida humana, a
diferencia de la vida animal, no consiste simplemente en ocuparse de lo otro y de
las cosas sino que puede ensimismarse para formarse ideas y así volver sobre el
mundo y actuar sobre él conforme a su propio plan. Pero como señalará A.
González este concepto de acción o vida humana como síntesis de actividad y
pensamiento más que desprenderse de una filosofía primera que se atuviera al
análisis del ámbito originario de la realidad radical parece derivarse de una
antropología filosófica que ha abandonado ya el nivel de radicalidad alcanzado en
su noción de vida. La actividad para Ortega viene posibilitada por una interioridad
desde la que el ser humano puede actuar sobre el mundo y las cosas. En Zubiri,
en cambio, la diferencia entre el sentir humano y el animal está en que en la
acción humana hay aprehensión de realidad. La actividad reside en la propia
apertura o distensión de la acción al aprehender realidades. Tanto la actividad
pensante, como la sensitiva y la volitiva están incoadas ya en la aprehensión de
realidad. Los animales realizan acciones pero no actividades. No es necesario
retrotraerse a ninguna subjetividad ni salir de la filosofía primera para describirla:
Según cómo se mire la actividad es más que acción o menos. Más si atendemos
al momento de apertura e indeterminación de la acción que designa la actividad, y
menos si nos fijamos en el coronamiento de la misma, ya que en la actividad la
301
acción no ha realizado todavía su acto. La actividad es propia del hombre mientras
que la acción como sistema funcional de actos es propia de todo viviente (IRA 28).
Podemos leer el siguiente párrafo como una alusión clara al planteamiento de
Ortega: "En definitiva la actividad pensante no es tan solo un caso particular de la
actividad del viviente humano, es decir, no se trata de que la realidad humana sea
actividad, y de que por ello todo lo humano –por tanto, el pensar, – envuelva una
actividad" (IRA 36). Para Zubiri la acción humana es activa no por ser producto de
una vida ensimismable sino por tener un momento de aprehensión de realidad, por
tener una radical unidad en el hombre el sentir (acción) y el inteligir: "No es que la
vida me fuerce a inteligir, sino que la inteligencia por ser intelección sentiente, es
la que me fuerza a vivir pensando" (IRA 37). La caracterización de lo propio de los
actos humanos se alcanza sin salir del análisis de los actos mismos.
302
privilegio sobre los demás y sobre las cosas. El hecho radical del que parte Zubiri
es de la actualización de todas las realidades aprehendidas, incluida la propia, en
un mismo plano, en la misma formalidad de realidad.
303
4. El punto de partida de X. Zubiri: La cuestión disputada.
Ni el escenario de la conciencia (Husserl) y las filosofías de la subjetividad, ni el
del ser heideggeriano, ni la vida o ejecutividad orteguiana son para Zubiri el
escenario radical, mucho menos, claro está, lo puede ser el lenguaje. El escenario
radical es el de la formalidad de realidad. Pero si esta formalidad de realidad sólo
es accesible en la aprehensión entonces parece que la filosofía primera más que
en un análisis trascendental de la realidad consiste en una noología o estudio de
los actos de aprehensión. Afirmar que la filosofía primera de Zubiri es una
noología, además de ser una afirmación ya problemática en sí misma, nos abre a
una caterva de nuevos interrogantes no siempre explícitamente contestados en la
filosofía zubiriana: ¿La formalidad de realidad solo se actualiza inmediatamente en
los actos de aprehensión o en todos los actos humanos? ¿Tienen los actos de
aprehensión algún privilegio sobre los demás actos humanos? ¿No estaría de
acuerdo Zubiri con la afirmación de Ortega de que no existe ningún acto
absolutamente autotransparente, ni inmediato para sí mismo? Si Ortega veía el
secreto de la modernidad en la concepción de que existen actos inmediatos para
sí mismos, actos que son por tanto constitutivamente reflexivos, ¿no se
recuperaría de algún modo esta idea central de la modernidad en Zubiri si, como
asevera A. Pintor-Ramos, el punto de partida radical en Zubiri son los actos de
aprehensión porque ellos son los únicos que son inmediatos? La contestación a
estas preguntas dependerá de lo que se entienda en Zubiri por filosofía primera.
Por tanto, antes de responder, nos veremos obligados a dar un largo rodeo
intentando determinar cuál es su punto de partida radical.
304
como las cosas reales que nos son presentes como reales a una inteligencia
sentiente son las cosas de este mundo, no hay otro comienzo para una filosofía
primera que el de realizar una metafísica intramundana". El análisis de la realidad
intramundana, en cuanto realidad parece ser estrictamente el objeto de la filosofía
primera zubiriana. Toda otra lectura de lo que pudiera ser la filosofía primera en
Zubiri parecería entonces una especie de esfuerzo para llevar el agua a nuestro
molino. Sin embargo la cuestión es más complicada y arriesgada de lo que parece
a primera vista. La cosa se complica cuando a partir de 1976 Zubiri empieza a
explicitar su filosofía de la inteligencia. Zubiri advierte expresamente del equívoco
mortal que supone pensar que las cosas reales son cosas reales fuera de la
intelección y que no hacen sino actualizarse en ésta. "Claro esto no lo diría yo
jamás, es un equívoco mortal. ¿De dónde sé yo que hay otras cosas?". Es un
equívoco a menudo presente en la reflexión ellacuriana como si la filosofía de la
inteligencia fuera solo la vía de acceso a lo real, una propedéutica de la auténtica
filosofía primera.
El problema es que Zubiri culmina su producción filosófica con una noología, esto
es, con una investigación de lo que formalmente sea la inteligencia (IRE 11) y
justamente en esta obra diversos estudiosos han apreciado una radicalización tal
de determinadas nociones zubirianas, aun dentro de lo que Zubiri considera su
última etapa (1945-1983), que les lleva a establecer la noología como filosofía
primera. Juan Bañon ha subrayado, por ejemplo, que la noción de realidad de
Sobre la esencia está muy cercana a la determinación de lo que es lo real
independientemente de nuestra aprehensión. Al menos el grado de radicalidad no
sería el mismo que en la Trilogía donde no se inquiere ya qué sean las cosas más
allá de su estarnos presentes, sino que se intenta describir simplemente lo que
nos está dado. El equívoco de Ellacuría, lo tuviera o no en mente ya Zubiri desde
1946, parece que es un equívoco que solo puede subsanarse corrigiendo la
lectura de Sobre la esencia desde la Trilogía. También para A. Ferraz es la
noología la entrada más radical en la filosofía zubiriana, aquella que nos permite
colocarnos de golpe en su filosofía primera, porque el punto de partida radical, la
305
congenereidad entre realidad e inteligencia, se muestra de manera inmediata en la
intelección. Pero, que la entrada más radical sea la noología ¿significa que ésta es
su filosofía primera o es sólo la entrada? ¿No hay implícito en el pensamiento
último de Zubiri una filosofía primera más radical que no es noológica ni
metafísica?
306
infraestructura noológica, la fundamentación ética es proclive a adquirir un resabio
fenomenológico en el sentido de que esta fundamentación se perseguirá en la
radicalización de un a priori fáctico que no serán ya unos valores como en Scheler,
ni la experiencia humana originaria como en Levinas y Dussel pero sí unos datos
primordiales y formales de carácter imperativo de los que toda ética es
construcción. Es el camino que hemos visto que seguía D. Gracia. Por eso no es
extraño que Diego Gracia entienda la fundamentación de la ética a partir de la
filosofía primera de Zubiri como una culminación de los intentos fenomenológicos
de fundamentar la ética. ¿La pretendida superación del análisis fenomenológico
por parte de Zubiri no nos lleva de la mano a un punto de partida más radical si
cabe que el de la noología? En cualquier caso es en el punto de arranque donde
se juega la partida del problema de la fundamentación ética. La concepción de la
filosofía primera de Zubiri como una filosofía de la realidad trascendental (I.
Ellacuría), como una noología (D. Gracia, A. Pintor-Ramos) o como una filosofía
de la alteridad radical de los actos humanos (A. González) nos lleva a otras tantas
concepciones de la ética y de su posible fundamentación. Para disipar nuestras
dudas no tenemos otro camino que "entrar" en el Tríptico, siguiendo con cierta
escrupulosidad los textos zubirianos y su misma estructura. Si bien hay
discrepancias sobre que sea la filosofía primera, ningún estudioso de Zubiri
cuestiona que es la Trilogía la entrada más radical y corta al núcleo y la raíz de la
filosofía zubiriana.
307
mantiene la totalidad de la filosofía moderna de empezar por la crítica del saber
como fundamento previo al estudio de lo real. Eso no quiere decir tampoco que
haya que empezar por un estudio de lo real porque de hecho "Es imposible una
prioridad intrínseca del saber sobre la realidad ni de la realidad sobre el saber. El
saber y la realidad son en su misma raíz estricta y rigurosamente congéneres. No
hay prioridad de lo uno sobre lo otro". (IRE 10) Saber y realidad son congéneres
en su raíz" (IRE 10). ¿Entonces de dónde partimos? ¿Esta congenereidad entre
saber y realidad no apunta ya a un quicio o ámbito de comunicación radical
presupuesto tanto por la metafísica aún radicalizada por Zubiri como el estudio de
la estructura radical de la realidad en tanto que realidad (SE 6), como por la
noología entendida por Zubiri como previa a cualquier fenomenología, ontología o
ciencia del conocimiento?
308
noología sería una noergiología o filosofía de los actos seguida y fundamentada
luego por A. González en su tesis doctoral sobre Zubiri hasta desarrollar una
filosofía primera de la alteridad radical de los actos humanos de clara inspiración
zubiriana.
Además del prólogo que atañe a las tres partes de la Trilogía, el libro Inteligencia y
realidad contiene diez capítulos y 8 apéndices. Del mismo modo que el Tríptico de
Inteligencia sentiente no es un desarrollo cronológico sino un despliegue de la
tabla central contenida en Inteligencia y realidad, en esta primera parte se
reproduce este desarrollo en despliegue a partir de unos capítulos centrales o
columna vertebral. La columna vertebral del libro estaría conformada por el cap. I:
La intelección como acto de aprehensión, el cap. II: La aprehensión sensible, el
cap. III: modos de aprehensión sensible el cap. IV: Estructura de la aprehensión
de realidad, el cap. V: la actualidad, el cap. VII: la verdad real y el cap. X: La
intelección sentiente y las estructuras humanas. Esta columna vertebral
conformaría propiamente la noergiología o filosofía primera zubiriana en su sentido
más radical, sería el núcleo de su filosofía primera. Los primeros capítulos no
serían una mezcla rudimentaria de teoría antropológica y filosofía primera de
modo que propiamente sólo el capítulo V y el VII se salvarían de la criba de la
filosofía primera sino que formarían parte por derecho propio de la columna central
de la obra madura de Zubiri. El rechazo de los primeros capítulos como propios de
309
una filosofía primera podría obedecer más a un prejuicio intelectualista que al
atenimiento escrupuloso a la propia estructura del texto zubiriano. El cap. VI: La
idea de realidad, anunciaría el despliegue de la metafísica y de los análisis de
Sobre la esencia y su precisa articulación con la filosofía primera. Y el cap. VIII: la
aprehensión primordial, y IX: los modos ulteriores de intelección, ponen de relieve
el despliegue de la noología y su articulación con una filosofía primera que como
mínimo trascendería los límites estrictos de los análisis noológicos. Finalmente
nos encontramos con el cajón de sastre de los apéndices, ocho en total, a los que
van a parar no solo las teorías explicativas sino todos aquellos análisis de filosofía
primera que exceden tanto del hilo de la argumentación como de una filosofía de
la inteligencia.
Veamos más detenidamente esta estructura. Pero antes reparemos que Zubiri
utiliza el término estructura en tres sentidos. En un sentido para denotar la
investigación racional de las notas fundamentales de algo allende la aprehensión
(IRE 95). En esta acepción la determinación estructural de algo va más allá del
ámbito analítico, pende de la investigación teórica. En otro sentido Zubiri habla de
"índole estructural" como sinónimo de "índole constitutiva, esencial, constitutiva o
formal" (IRE 23-24, 31, 75, 99). Y en un tercer sentido como un sistema de notas
actualizadas en la aprehensión (IRE 31, 75, 99). En estas dos acepciones la
determinación de la estructura del sentir o de todo aquello actualizado en
aprehensión pertenece al análisis de una filosofía primera. Estructura no significa
necesariamente que la cosa esté compuesta de momentos realmente distintos en
ella, como notas suyas, sino tan solo que al ser aprehendida nos presenta
distintas facetas. En este sentido, nada de lo que al hombre se le presenta carece
de estructura. La cosa en sí misma más simple es inteligible para nosotros solo en
facetas distintas y a fuer de tal posee una estructura. Si la Trilogía no es como
veremos en el siguiente apartado una construcción teórica sino un complejo
análisis estructural del acto de aprehensión que se desarrolla en unas mil páginas,
cabe suponer que la arquitectónica de la Trilogía expresa a su vez la misma
estructura del acto. Si la estructura misma de Inteligencia y realidad plasma el
310
armazón de la cosa analizada, no se puede prescindir de la estructura expositiva
de la Trilogía sin distorsionar en algún grado el orden y la jerarquía de la
estructura real. Es lo que procuraremos evitar pero antes advirtamos que no nos
interesa resumir el libro ni destacar sus tesis centrales sino rastrear en él lo que
podría considerarse como el objeto más propio y el núcleo de una filosofía primera
radical.
311
teoría que dé cuenta de él. "No se trata, pues, de una metafísica de la inteligencia,
sino de la estructura interna del acto de inteligir" (IRE 20). Zubiri quiere conceptuar
el acto de aprehensión en y por sí mismo sin cargar con ninguna metafísica. Por
eso lo llama ergon, en lugar de energeia (SSV 33). El acto es tomado no como
algo operado por diversas facultades, sino en su simple inmediatez, libre de toda
presuposición de orden ontológico o científico, de toda inquisición sobre quien sea
el agente de los mismos y de toda carga metafísica aristotélica. La intelección
como acto, la aprehensión, centra de entrada la cuestión, esto es, deja claro que
el objeto del análisis es el acto de aprehensión en y por sí mismo. Lo que persigue
Zubiri es establecer la índole del inteligir como acto, quitándole todo su carácter de
determinación de las cosas o determinación de la conciencia, (IRE 22). "Aquí todo
lo que sea salirse de los actos es salirse por los Cerros de Ubeda".
312
esto es a lo que consiste tan sólo en ser término del darse cuenta. El darse cuenta
es «darse-cuenta-de», y este momento del «de» es justamente la intencionalidad.
El «estar» en que consiste físicamente el acto intelectivo es un «estar» en que yo
estoy «con» la cosa y «en» la cosa (no «de» la cosa), y en que la cosa está
«quedando» en la intelección. La intelección como acto no es formalmente
intencional. Es un físico «estar»" (IRE 22- 23).
313
aprehensión del que toda intencionalidad será momento derivado. Por ello
podemos legítimamente afirmar que filosofía del acto de aprehensión, filosofía de
la actualidad y noergiología son estrictamente sinónimas.
314
En la acción humana se actualiza toda la realidad inteligida, sentida y querida (HD
128). El hecho de la aprehensión, que es el que interesa analizar en una filosofía
primera de la inteligencia es tan solo uno de los tres momentos del proceso
sentiente. La relativa autonomía de cada uno de estos momentos da pie a hablar
de cada uno por sí mismos, pero esta autonomización es tan solo relativa: jamás
rompe la unidad estructural del proceso del sentir (IRE 41). La aprehensión es un
hecho (IRE 23) pero solo como momento integrante del hecho primigenio de la
acción (HD 124). Para Zubiri acto es siempre momento especificante de una
acción: "No es, pues, lo mismo acción y acto. La relación (perdóneseme el
vocablo) de acto y acción es entonces sumamente precisa: cada acto no es
acción, sino momento de la acción. Es justo lo que he llamado momento
especificante de la acción" (SH 88-89). Las modificaciones tónicas y las
respuestas no son meros añadidos, provenientes de una teoría fisiológica a los
análisis propiamente dichos y el término acción de por sí no hace en Zubiri
siempre referencia a una teoría antropológica o metafísica trascendiendo el ámbito
de la filosofía primera. Este es el quid de la cuestión. La inteligencia no es solo
sentiente por aprehender realidad sino también por ser un momento del sentir
humano. Es por ello que en este capítulo analizará el carácter sentiente de la
aprehensión intelectiva y describirá los momentos del proceso sentiente. Del
mismo modo que la aprehensión primordial jamás se da en estado puro sino que
mantiene una identidad estructural con el logos y la razón de la que solo resulta
distinguible mediante el análisis y la descomposición filosófica tampoco hay una
aprehensión pura que no incoe ya un sentimiento y una volición. Es más, mientras
el proceso sentiente, la acción, es propiamente un hecho, esto es, aquello que por
su propia índole es aprehendible por cualquiera (IRA 183), el momento de
aprehensión, como el tónico y el efector "no son propiamente hablando hechos
sino momentos más o menos fragmentarios del hecho único de la acción" (HD
124) y solo los podemos calificar de hechos de modo derivado, teniendo en cuenta
su vinculación en el proceso sentiente. El hecho de la aprehensión solo resulta
apreciable si se tiene en cuenta el hecho integral del sentir humano. La acción
humana en sus tres momentos es el hecho radical, los actos en cambio, son
315
hechos derivadamente, hechos desprendibles en el análisis del hecho indiviso de
la acción humana.
En la crítica que hace Zubiri a la vía cosmológica de Sto. Tomás para acceder a
Dios (HD 121) el cargo fundamental estriba en que no parte del hecho de la acción
humana sino de una interpretación metafísica, la metafísica aristotélica, que no
establece ninguna diferencia entre los hechos cósmicos y las acciones humanas.
"A fuerza de considerarla como la metafísica del sentido común se acaba por
identificarla con los hechos, con lo dado" (HD 121). Pero lo destacable para lo que
aquí estamos tratando de defender, la unidad de la acción como hecho inconcuso
para Zubiri, es que la crítica que dirige a los que siguen una vía antropológica, y
que de algún modo parten de la acción humana, es que no arrancan del "hecho"
de la acción sino de momentos más o menos fragmentarios de ella (HD 124). Se
parte ciertamente de aspectos del hombre que son innegablemente reales:
inteligencia, voluntad, sentimiento, pero lo que sucede es que estos aspectos no
son propiamente hechos. Solamente en la unidad de los tres podría hablarse de
un hecho plenamente tal (HD 124-125). Pues bien, conviene no olvidar que este
hecho que engloba intelección, sentimiento y volición no es otro que la acción (SH
15-17). La dificultad no reside en ver que cualquier acto aprehensivo incoe un
momento volitivo y afectivo o que cualquier acto afectivo incoe un momento
aprehensivo y volitivo sino en todo caso en delimitar donde comienza y termina
una acción. ¿Dónde empieza y termina exactamente la acción de comer? Comer
es una acción que puedo descomponer a su vez en otra infinidad de acciones:
agarrar la cuchara, masticar, eructar. Los límites de la acción, dentro de su
permanente fluir, dependerán del sistema de actuaciones y de los esquemas
intencionales y lingüísticos de cada grupo social pero en cualquier caso, aun
descomponiendo la acción en sus unidades más pequeñas encontraremos
siempre los tres actos. Podría todavía argumentarse que la división de la acción
en tres tipos de actos y no en cuatro o dos dependen de teorías explicativas. Es
posible. Lo importante es que estas teorías o conceptos explicativos se utilizan
para describir un hecho inconcuso: la unidad estricta de la acción. El sentir es un
316
proceso accional (IRE 29). Quizás podrá discutirse que los momentos de este
proceso sean la suscitación, la modificación tónica y la respuesta (IRE 30) y no
otros, pero en cualquier caso la unidad de estos momentos quedaría quebrada en
el hombre si no aprehendiera los estímulos como realidades (IRE 78). El hecho
radical, por tanto, es que se entreveran en estricta unidad intelección y actividad
sentiente. La acción entra de este modo en el núcleo mismo de la filosofía primera.
Aún sin lenguaje verbal y sin una técnica y un cuerpo mucho más complejo que la
de determinados grupos animales podría hablarse de personas y de humanidad si
es que se da aprehensión de realidad. Es el caso de aquellos que padecen
determinadas deficiencias severas como la oligofrenia (SH 484 ss). Lo mismo
317
puede decirse de los diferentes tipos de humanidad que han existido (HRP 68).
Cada tipo de humanidad es una inteligencia sentiente diversa que no admite
parangón. No es que unos "tipos" sean más inteligentes que otros sino que son
inteligencias "otras". "Solo dentro de cada tipo puede decirse que unos individuos
son más inteligentes que otros" (OH 38). Es un problema difícil y apasionante, en
el que están inmersos la paleontología y diversas ciencias, determinar cuál ha sido
el primer tipo de hombres. Quizás baste hallar vestigios de innovación creadora
frente a la fijeza y a la repetición del instinto de las culturas animales (OH 27 ss).
Más peliagudo es el caso límite de los niños lobos en el que la acción humana
está determinada por animales (SH 239) y por tanto quedan privados de su
humanidad. Como quiera que sea, nos sirve para mostrar que la condición
necesaria para que haya humanidad es la apertura del sentir estimúlico,
aprehender realidad. Ciertamente no es una condición suficiente pues la apertura
del sentir humano es tal que no sólo pueden actualizarse en él los demás seres
humanos sino "culturas" animales que hacen que en principio no se manifieste
ningún rasgo humano. El niño lobo será persona pues basta que haya inteligencia,
apertura a la realidad, para que haya personeidad (IRE 213, 273) pero su
humanidad es más discutible. ¿Puede el niño lobo en un determinado momento
alejarse de la conducta de la manada? ¿Que pasaría si se encontraran entre sí
niños lobos? ¿Podría ser que llegaran a adquirir actuaciones humanas y no
lobunas en un determinado momento? Son cuestiones que de algún modo
competen a la etología, a la psicología, a la sociología y a la biología. Y mucho
más grave es el problema de saber cuándo empieza el embrión humano no ya a
ser humano sino a ser persona. Lo último que escribió Zubiri antes de morir fue
precisamente este texto: "Se es persona, en el sentido de personeidad, por el
mero hecho de ser realidad humana, esto es, de tener inteligencia. Ciertamente el
embrión humano adquiere inteligencia y por tanto personeidad en un momento
casi imposible de definir; pero llegado este momento ese embrión tiene
personeidad. Todo el proceso genético anterior a este momento es por esto tan
sólo un proceso de hominización" (HD 50). Justo a la edad de 83 años, atendiendo
a los últimos avances de la biología genética, Zubiri desmiente lo que había
318
defendido durante toda su vida: No se es persona desde el momento de la
concepción. La personeidad y la humanidad se adquieren en algún momento del
desarrollo embrionario.
319
deslizamos hacia filosofías empiristas: lo aprehendido sería pura afección mía y
por tanto carente de toda realidad. Si decimos que lo propio de la aprehensión es
la alteridad fácilmente nos podemos deslizar hacia filosofías idealistas donde al
final lo otro no resulta ser más que un movimiento de lo mismo. Y si es el
momento de fuerza de imposición el que sale ganando entramos en la órbita de
las filosofías vitalistas y pragmáticas: las cosas serían ante todo cosas que se nos
presentan resistiéndonos y forzándonos.
320
cada uno un nombre peculiar para marcar esta diferencia". Es curioso que Hume,
tan riguroso en sus afirmaciones, pase tan rápidamente por encima de una
división y de unas dificultades que él mismo ha avizorado. Esto no puede más que
prevenirnos contra la fuerza de los prejuicios y de los presupuestos metafísicos
aún allí donde más gala se hace de rigor y escrupulosidad en el análisis. La fuerza
de la realidad en la intelección, sea cual sea la índole de esa realidad, nos
arrastra. En este sentido estamos poseídos por la verdad real (IRE 242).
321
subjetividad o en la nada misma. Ambas son mucho más problemáticas y
construidas que aquella.
322
formalidad de realidad podrá recubrirse con las modalizaciones ulteriores de la
intelección pero no podrá zanjarse. El logos y la razón podrán intentar todo lo que
quieran reducir fenomenológicamente, integrar conceptualmente en un sistema
total o superar dialécticamente esta alteridad. Todo será en vano, por más que se
intente violentar el sentir humano, éste no dejará de reivindicar sus fueros.
Es posible incluso que el ser humano llegue a crear tipos de humanidad nuevos.
Prescindamos por un momento de cualquier valoración moral. La humanidad a
través de la técnica, que no es otra cosa que invención de realidades y poder
sobre realidades (SH 340) radicado en la misma apertura de la acción, puede
producir además de artefactos cosas naturales (biofactos) que no han existido
jamás y que apenas, para bien o para mal, podemos soñar. En las postrimerías
del siglo XX, si prescindimos también del necesario análisis político de quién tiene
más poder, podemos decir de un modo genérico que el animal de realidades o
indistintamente animal técnico no solo puede transformar la historia, la naturaleza
o la organización social sino también la propia naturaleza biológica y su sentir
intelectivo. Las formas y modos de humanidad pueden ser muy diversos, pero los
nuevos seres creados dejarían de ser humanos en el momento en que su
inteligencia no fuera sentiente o que su sentir no fuera inteligente. No en vano, en
1978 proyectaba titular Inteligencia sentiente como Inteligencia humana. Cuando
el logos y la razón no son abstractamente forzados por las ideas que durante
milenios diversas teorías han ido vertiendo sobre ellos reparamos en que ambos
son también sentientes, no porque contengan datos sensibles como se ha
pensado usualmente, sino simplemente porque estas modalizaciones de la
aprehensión se mueven en la misma formalidad de realidad actualizada en la
aprehensión. El logos quiere inteligir lo otro en su presentarse como otro (IL 71,
173). La razón por su parte "no es movimiento dentro de un concepto, no es
movimiento en lo mismo sino que es marcha hacia lo otro" (IRA 68, IL 51 ss, IRA
84 ss); de ahí que la misma formalidad de realidad de la aprehensión afecte al
campo y al mundo (IRA 233).
323
Es importante destacar que al situar la alteridad en este plano primigenio de la
aprehensión Zubiri se sitúa de raíz fuera de toda filosofía de la totalidad que en
sus distintas versiones acaba concibiendo la alteridad como un momento de
negatividad destinado a ser superado. El caso paradigmático sería el de Hegel
donde lo otro, la alteridad, no sería más que un movimiento de lo mismo. La
realidad para Zubiri es apertura radical y es obvio también por ello su proximidad
con Levinas, sin embargo, también entre la alteridad levinasiana y la zubiriana hay
diferencias importantes. La alteridad de Zubiri es de algún modo previa a la
alteridad interhumana de Levinas y la razón y el logos no son su antítesis. Así
puede afirmar A. González que el error de la filosofía occidental no estriba como
pretende Levinas en haber subsumido la alteridad inherente a la sensibilidad en
una razón totalitaria sino más hondamente en no haberse dado cuenta que todo
logos y toda razón, al superarse en su mero bulbo el dualismo entre sentir e
inteligir, están atravesados por la misma alteridad del sentir. En Levinas, la noción
de alteridad es lavada de sus connotaciones idealistas pero refluyen en ella los
presupuestos personalistas y fenomenológicos. Los análisis fenomenológicos
muestran cómo en los sentidos se aprehende algo otro que ellos mismos. En
Levinas este otro es personalizado y es considerado absolutamente otro pero por
más que lo otro no sea reducible a lo mismo se da por supuesto una relación entre
lo mismo y lo otro. En Zubiri, recíprocamente, la alteridad no está dada como algo
meramente otro ni mío, sino como algo "de suyo", "en propio", anterior a toda
relación entre lo mismo y lo otro y entre un presunto sujeto y una "otreidad". La
alteridad idealista y fenomenológica es considerada para corregir todo desvío
idealista como un momento del "de suyo". Pero hechas todas estas precisiones y
liberando la alteridad de todo fardo idealista, fenomenológico y personalista, nada
obsta para que se pueda llamar indistintamente a la formalidad de realidad,
formalidad de alteridad como hace Zubiri en su último escrito (HD 38).
324
cual parece avalarse este indiscernimiento de Zubiri, en estos primeros capítulos
entre explicaciones teóricas y filosofía primera. Pero el mismo Zubiri nos ha
aclarado ya previamente que "no se trata de partir del animal sino de aclarar la
intelección humana contrastándola con el puro sentir animal" (IRA 26). Zubiri apela
al animal tan sólo como a una contraposición descriptiva para ilustrar lo que está
diciendo. Los conceptos biológicos y etológicos son utilizados para contrastar el
hecho de la aprehensión humana y están en función del análisis de esta
aprehensión. Su validez no reside en confirmar teóricamente el análisis propio de
la filosofía primera sino en otorgar claridad a este análisis.
Una vez explicado que parte del acto de aprehensión en y por sí mismo (cap. 1)
como momento del sentir humano (cap. 2) y que lo propio de este acto tomado en
y por sí mismo y por ende del entero sentir humano consiste en su formalidad de
alteridad (cap. 3) pasa ahora a analizar en el capítulo IV: La estructura de la
aprehensión de realidad: Intelección sentiente, la estructura misma de esta
alteridad. Y este análisis lo lleva a cabo en dos pasos. En el primero resume lo
ganado hasta aquí y en el segundo avanza propiamente lo que anuncia en el título
del capítulo. Sigámosle. El primer paso (IRE 75-89) empieza constatando que la
aprehensión de realidad es sinónimo de la impresión de realidad: "Como el sentir
humano tiene por índole esencial la impresión de realidad, analizar la aprehensión
de realidad no es sino analizar la impresión misma de realidad" (IRE 75).
Recapitulando afirmará que el acto exclusivo, y elemental de la inteligencia es la
aprehensión de realidad, todo otro acto intelectivo (juzgar, dudar etc.) está
fundado en éste. Sostendrá, además, que éste es el acto radical porque sin
aprehender realidades la unidad de suscitación, modificación tónica y respuesta
quedaría quebrada en el hombre. Sus estructuras sentientes no le aseguran una
respuesta. La radicalidad del acto de inteligir consiste en salvar la unidad del sentir
humano.
325
En el segundo paso (IRE 99-127) trata de precisar la concreta modalización de la
unidad de la impresión de realidad. Esta impresión de alteridad tiene diferentes
modos de darse, de ser aprehendida o sentida. Es lo que Zubiri llama su
estructura modal y por otro lado, por más formas distintas que tenga de
presentarse la realidad, lo sentido siempre es realidad. Es lo que llama estructura
trascendental. Se trata siempre de un análisis de hechos positivos: "¿por qué
tengo sonido y colores? Pues mire usted no puedo darle razón ninguna. Es que de
hecho tengo sonidos, colores, sabores y diferencias térmicas. Qué le voy a hacer.
Podría ser de otra manera. Sí; pero es así". En el análisis de esta estructura Zubiri
realza más el sentir que los propios empiristas pues aunque éstos den mucha más
importancia a la sensibilidad que a la facultad de inteligir, al mantenerse en el
dualismo sentir-inteligir no ven en los sentidos más que el ofrecimiento de unos
determinados contenidos. Los sentidos en Zubiri no solo ofrecen contenidos
propios: calor, frío, sabores, visiones, etc., sino modulaciones propias de la
formalidad de realidad. Cada uno de los sentidos me presenta la realidad de un
modo distinto. De ahí que "los modos de presentársenos la realidad que dan los
sentidos humanos son eo ipso diversos modos de intelección" (IRE 100-101). Si
se careciera enteramente de un sentido, se carecería también de un modo
específico de intelección, y no sólo de un contenido específico.
Zubiri pasará a examinar primero la estructura modal del sentir según el modo de
lo aprehendido y su modo de aprehender. No determina definitivamente el número
de los sentidos. Deja la cuestión abierta y dice que son "en número de unos once"
(IRE 100). "La diferencia más profunda de los sentidos estriba en esta diferencia
de formas de alteridad" (ETM 592). Así cada sentir nos presenta lo real y lo
aprehende de un modo diferente (IRE 101ss). La visión como algo "ante mí" según
su eidos. Su modo de aprehender es videncia. El oído como remisión o
notificación de algo (auscultación), el olfato como rastro (rastreo), el gusto como
algo fruible (fruición), el tacto la nuda realidad (tanteo), la kinestesia la realidad en
hacia (tensión dinámica), el calor y el frío como algo temperante
(atemperamiento), el dolor y el placer como algo afectante (afeccionamiento), la
326
sensibilidad laberíntica y vestibular como algo centrado (orientación), y la
sensibilidad interna o visceral (cenestesia) como realidad mía (intimación). De
estos sentidos Zubiri se detiene por sus implicaciones filosóficas en el análisis del
sentir cenestésico y el kinestésico. Sin la presentación de la realidad en la
sensibilidad interna o visceral (cenestesia) o lo que es lo mismo, sin actos de
intimación (IRE 106) el ser humano no tendría intimidad ni subjetividad. La
cenestesia es el sentido del mí en cuanto tal (IRE 103). "La cenestesia me da mi
realidad como intimidad; esto es, me aprehendo como estando en mí" (IRE 108) y
con el recubrimiento del hacia este estar en mí me lanza hacia dentro de mi propio
estar en mí. Es justo la reflexión.
327
En cuanto al sentir kinestésico hay que resaltar la importancia extrema que cobra
para Zubiri (IRE 108). Los diversos sentidos, como formas de presentación de la
realidad, no se encuentran simplemente yuxtapuestos, sino que se recubren
mutuamente, ya sea de forma parcial o total. El "hacia" recubre todos los sentidos
o, si se quiere, cada sentido recubre el "hacia" a su manera. Por este sentido la
realidad queda aprehendida direccionalmente, lanzándonos "allende lo
aprehendido" (ese allende puede ser hacia dentro o hacia fuera) y
manteniéndonos consecuentemente en una especie de tensión dinámica. Este
"hacia" nos lleva también a los modos ulteriores de intelección (logos y razón). La
dirección del "hacia" es siempre diversa y dependerá en buena parte de cuál
sentido recubierto cobre prioridad. Así, contra los planteamientos de la filosofía
moderna, hay que enfatizar que para Zubiri la reflexión no solo no es el acto
primario de la intelección, ni un acto inmediato, sino que tampoco es un acto ajeno
al sentir o a la sensibilidad humana (IRE 108).
Una vez examinada la estructura modal del sentir pasa Zubiri a enfocarlo desde su
estructura trascendental. La unidad de los sentires para Zubiri no constituye el
resultado de una síntesis de lo diverso. Es exactamente al revés de Kant. "Los
sentidos se nos presentan como analizadores de una unidad primaria que consiste
en la versión del hombre a la realidad en cuanto tal" (PFMO 342). El sentir mismo
es unitario y esa unidad no es otra cosa que la unidad de la impresión de realidad
(IRE 113). La impresión de realidad es una impresión trascendental en la
aprehensión pues en su inespecificidad trasciende los contenidos de cada cosa
(IRE 115). Por eso la trascendentalidad en Zubiri es una cuestión física (IRE 123)
y su primer carácter es la apertura (IRE 119). Aun dicho todo esto se podría
pensar que entre la inteligencia y la realidad de la cosa hay una especie de
relación especial que sería necesario conceptuar. Pues bien, Zubiri considera que
es justo el concepto de relación el que necesita, desde la perspectiva de lo real así
aprehendido, ser criticado drásticamente. El concepto de relación es por sí mismo
insuficiente para una adecuada conceptuación de la realidad primordialmente
aprehendida como "de suyo" porque la noción de relación supone siempre la
328
complitud de al menos uno de los relatos pero en la aprehensión de realidad no
cabe el establecimiento previo de relato alguno. Más bien hay que pensar lo
contrario: es desde el acto aprehensivo de realidad que en cada caso se podrán
establecer o no los posibles relatos. Así pues, entre aprehensor y realidad
aprehendida no hay, radical y primordialmente hablando, relación sino
respectividad, "de suyo" (IRE 120 ss).
329
llama mundo (IRE 121). Por contra, a la unidad de lo real en tanto que tal, Zubiri la
llama cosmos. Así mundo y cosmos no se identifican.
330
misma del acto de aprehensión de realidad. Zubiri procede ahora a explicarnos
esto en cuatro pasos. Primero nos aclara la noción de actualidad. Después en qué
consiste la actualidad en su momento propiamente intelectivo. En tercer lugar
aborda la actualidad en su momento propiamente sentiente y finalmente esclarece
unitariamente lo que es la intelección sentiente como actualidad (IRE 142).
Sigamos su línea argumental.
331
sentiente en lo que tiene de sentiente es mera actualización de realidad (IRE 153)
y es lo real mismo en impresión lo que nos lleva hacia un allende lo percibido. Este
allende es siempre muy problemático y podría resolverse incluso en un vacío de
realidad. Lo sentido en la impresión y lo real allende la impresión no son dos
zonas de realidad sino dos modos de ser "de suyo" en estricta formalidad de
realidad. Tanto en la impresión como en el allende estamos siempre en el ámbito
de la formalidad de realidad (IRE 152).
332
de algo propio de la aprehensión de realidad. Tampoco se trata de un movimiento
de reflexión sobre lo mismo, sino de una simple actualidad de la intelección en la
misma intelección (IRE 160). Detengámonos un momento en esta cuestión. La
actualidad común no es, como sabemos, el resultado de la integración de un
sujeto y un objeto. Al contrario: por ser una actualidad numéricamente una del
inteligir y de lo inteligido, sólo ulteriormente puedo avanzar hacia la constitución de
un objeto o de un sujeto. Es algo que concierne al logos y a la razón (IL 248 ss,
IRA 175). En la aprehensión primordial lo que hallo es la actualidad común. ¿Pero
no habría por este estar en mí de toda intelección una subjetividad mínima en la
pura coactualidad? ¿En qué consistiría esta subjetividad elemental? Para empezar
hay que observar que la intelección no se da en la subjetividad, sino que, por el
contrario, la subjetividad se constituye en la actualidad común propia de la
aprehensión de realidad (IRE 169). No es que en toda aprehensión haya un cierto
mí subjetivo o íntimo. Si por un imposible no tuviera sentir cenestésico, no sentiría
el mí como realidad, no tendría intimidad, ni intimaría con lo real y sin embargo,
aunque no estuviera en el mí en cuanto tal, en cierto modo estaría en mí por el
mero hecho de sentir lo real (IRE 157). Este "estar en mí" de la propia actualidad
previo al estar en mi en cuanto tal del sentir cenestésico no es más que la simple
actualidad de la intelección en la misma intelección. Si el mí cenestésico se
situaba en el mismo nivel de radicalidad que el mí orteguiano, este mí de
coactualidad se sitúa de algún modo en un ámbito previo. "Estoy en mí porque mi
estar está actualizado en la misma actualidad que la cosa real. Se está ya en mí
por el mero hecho de estar sintiendo la realidad de cualquier cosa" (IRE 158). Por
eso aquí la introspección, a diferencia de la filosofía moderna e incluso de Ortega,
no goza de ningún privilegio o primariedad respecto a la extrospección. "La
introspección tiene por esto el mismo carácter problemático que la extrospección.
No es menos problemático inteligir la realidad de mi intelección que inteligir la
realidad de la cosa. Lo que no es problema sino hecho es que la intelección
sentiente es actualidad común" (IRE 159).
333
La coactualidad en su nivel más radical se mueve, por así decirlo, en el mismo
borde fronterizo o quicio entre toda introspección o extrospección. La mera
actualidad común es un hecho inamisible, mientras que la introspección que va
desde el me, pasando por el mí hasta el yo y la extrospección que va hacia la cosa
misma en su realidad son ulteriores y problemáticas. "La intelección sentiente no
se da en la subjetividad sino que por el contrario la intelección sentiente como
mera actualización de lo real es la constitución misma de la subjetividad, es la
apertura del ámbito del mí. Por tanto, ambos términos, sujeto y objeto, no se
integran en la intelección sentiente, sino que en cierto modo es ésta la que se
desintegra en sujeto y objeto. Sujeto y objeto se fundan en la actualidad común y
no al revés" (IRE 165).
334
Desde estos aspectos de la estructura unitaria de la actualidad Zubiri pone al
descubierto lo que él llama aspectos esenciales de la intelección como actualidad
que le permiten criticar otros tantos conceptos al uso de las filosofías del
conocimiento.
335
consciente en el sentido de coactual. Esta conciencia sentiente radical es una
conciencia directa de coactualidad (IRE 161), una conciencia previa a toda
introspección y a toda conciencia introspectiva. La crítica de Zubiri al concepto de
conciencia moderna consiste en negarle una pretendida radicalidad que la
legitimaría como punto de partida. La conciencia ni ejecuta actos, ni tiene
sustantividad ni es la esencia de los actos intelectivos. Lo radical es la actualidad
común.
Ahora bien hay un segundo nivel de conciencia que consiste no solo en estar con
la cosa sino en estar "en" la cosa y "en" la propia intelección. No siempre se da
esta conciencia atentiva. "Es lo que expresamos a veces cuando para decir que
alguien está distraído en un asunto, o que no está impuesto en él, decimos que
esa persona "no está en la cosa" (IRE 162). Finalmente puede darse un tercer
nivel que es justamente el que expresa el sentido clásico de conciencia, la
"conciencia-de", el darse cuenta intencional. Zubiri critica, sin nombrarlo
explícitamente, el concepto de Husserl como conciencia-de. El concepto de
conciencia de Husserl no es primario sino doblemente fundado tanto en el "en"
como en el "con" de la actualidad. Hay muchos actos puramente coactuales, o, si
se quiere, "conscientes", en los que no se está en la cosa ni se repara en ella. La
atención y la intencionalidad no son más que momentos fundados en la primera y
radical coactualidad de la intelección en el acto intelectivo. La filosofía moderna
habría identificado la intelección con la conciencia en el sentido del "darse cuenta
de". Esta conciencia intencional no se diferenciaría esencialmente de la conciencia
sensitiva animal. En el animal puede haber, en la aprehensión estimúlica de
cualquier cosa, un co-sentir su presencia misma. La diferencia radical no está en
el darse cuenta sino en que el darse cuenta o conciencia del animal es estimúlico
y el darse cuenta o conciencia del hombre es de realidad (IRE 164). Lo
característico del hombre no es su conciencia, sino su aprehensión de realidad y
ésta es justamente la que posibilita que su conciencia no sea sensitiva sino
intelectiva.
336
En resumen, cabe distinguir una conciencia sentiente radical que consiste en pura
coactualidad (IRE 161), una conciencia atentiva o cenestésica y una conciencia
intencional, introspectiva o reflexiva:
con-
con-ciencia coactualidad del acto mí coactual hacer algo
distraídamente
(IRE 163) estar actualizado en la actualidad de
conciencia sentiente sin estar en la
misma actualidad que la la intelección cosa
(IRE 162) actualidad cosa real en la misma
aprehendido?
(IRE 108)
conciencia conciencia-
conciencia-en acto de estar en sí mí estar en la
cenestésica mismo cenestésico, cosa sin
(IRE 163)
me, mí en conciencia
(IRE 161) el "mí" es sentido como cuanto tal reflexiva
estar en la cosa realidad
(IRE 157)
intimidad: sentirse sí
mismo
(IRE 108)
conciencia conciencia-
conciencia-de acto de entrar en sí mí estar en la
introspectiva mismo (IRE 108 ss) introspectivo o cosa dándome
(IRE 163) reflexivo, yo cuenta
(IRE 161) volverse hacia sí mismo
conciencia de
intencional
337
Ciertamente en el texto de X. Zubiri nunca queda del todo claro que se puedan
establecer estas distinciones y aunque algunas líneas nos dan pie a esta lectura,
otras nos llevan a considerar la conciencia sentiente como sinónima de la
consciencia cenestésica. Concedamos que en el texto zubiriano no se dé esta
distinción ¿sería sin embargo legítimo establecerla ateniéndonos a lo actualizado
en aprehensión? Si partimos del análisis de los actos mi intimidad, mi estar, mi
mismidad se encuentra sometida a la misma alteridad radical que cualquier otra
cosa actual en la intelección. Al partir de los actos todo (yo, los demás, las cosas)
se actualiza en la misma alteridad radical. También mi dolor de muelas, mi gusto
por las mandarinas y mi miedo a las inyecciones, se actualizan como radicalmente
otros respecto al acto en que se actualizan. Eso no significa que en todo mero
sentir la realidad, previo incluso al sentir el "mí" como realidad (IRE 157) no haya
un mínimo (todo lo mínimo que se quiera) "«estar realmente» inteligiéndome en mi
realidad" (IRE 157). "La realidad de mi propio acto de intelección sentiente está
actualizada en la misma actualidad que la piedra" (IRE 157). En este "estar
realmente", en esa alteridad radical unitaria, se engarzan la alteridad de mi propia
intimidad, la alteridad de los demás y la alteridad de las cosas. La posibilidad
misma de que haya un "mí" es el "estar". No es la interioridad lo más radical del
ser humano sino la alteridad de sus actos. Por ella está el ser humano ante la
realidad de las cosas y de su propia intimidad. Es la alteridad la que hace posible
que haya eso que llamamos "estados míos". Mis estados no son míos sino en
impresión de realidad. La subjetividad pierde así el privilegio del que ha gozado en
la filosofía primera desde Descartes sin que ello signifique que se disuelva todo
momento de intimidad o que ésta no tenga, aún en una filosofía primera zubiriana,
una importancia decisiva. Una de las grandes batallas de la filosofía zubiriana es
el llevarnos a negar de raíz la posibilidad de colocarnos en un polo subjetivo o
"ideal" desde el cual contemplemos todo lo demás. El "estar en la realidad"
pretende ser no sólo una posición más radical que la de Husserl sino también más
que la de Heidegger. Zubiri considera que Heidegger ha visto con claridad que la
intencionalidad está fundada sobre algo más radical: la comprensión o apertura al
ser, pero también este comprender llega para Zubiri demasiado tarde. Cuando
338
empieza el "comprender" la alteridad ya estaba presente. Probablemente una de
las conquistas más importantes de la filosofía primera zubiriana es que en su
punto de partida se encuentran en un mismo plano de alteridad el yo, las cosas y
los demás.
Ahora bien hay que apresurarse a decir que estamos ante una descomposición
estructural de los actos. La coactualidad, la alteridad o formalidad de realidad tiene
meramente una anterioridad estructural. Si es imposible que haya conciencia
cenestésica sin conciencia sentiente (conciencia directa de co-actualidad) no es
tan obvio que no haya coactualidad sin conciencia atentiva, que no haya un
"contar con" previo a un "reparar en" como distinguirá Ortega, o actos coactuales
inconscientes. Es posible que la noción de consciencia cenestésica confunda más
que aclare, que allí donde la utiliza Zubiri (IRE 161) la esté utilizando como
sinónimo de conciencia directa de coactualidad (IRE 161), pero no habría que
hacerse problema con los nombres. Lo que parece claro es que en la coactualidad
hay un "me" primario, un conato de intimidad que tiene que ver con el sentir
cenestésico. "Antes" de aprehender mi realidad como intimidad (IRE 108) se da un
conato de intimación. Si no se diera, jamás llegaría a aprehender mi realidad como
intimidad. Si de hecho el sentir cenestésico recubre todas las aprehensiones lo
cierto es que siempre intimo de algún modo, aún inconscientemente, con lo
aprehendido en alteridad radical (IRE 106) "Toda intelección de lo real externo,
recubierta por la intelección de intimidad, hace de toda intelección, incluso externa,
un conato de intimación con lo aprehendido" (IRE 108). ¿Entonces porque insistir
en esta diferencia entre coactualidad y sentir cenestésico? Porque entiendo que lo
primario de todo acto no es esta dualidad mínima que efectivamente aparece en el
análisis del acto mismo entre la actualidad de lo aprehendido y la actualidad de mi
aprehensión sino la unidad misma de la alteridad radical o aprehensión de realidad
donde ambas actualidades se anudan. La alteridad radical del acto envuelve una
dualidad pero esta dualidad se funda en un engarce original en una misma
alteridad.
339
A. González ha puesto muy sugerentemente en contacto esta noción radical de
conciencia con la conciencia práctica de A. Giddens, fundamentando así el
concepto clave de su teoría de la estructuración. A. Giddens persigue en su
sociología la conceptualización de aquellas actuaciones de las que no nos damos
cuenta y que en consecuencia no moralizamos, pero que tienen un sentido muy
preciso para la estructuración de la sociedad mundial. El análisis zubiriano permite
precisamente una distinción pulcra entre actuaciones inconscientes sin sentido o
intencionalidad (roncar, etc.); actuaciones inconscientes con sentido (desparramar
una taza de café encima de alguien que odiamos, conducir un automóvil sin
prestar atención, etc.); actuaciones conscientes sin sentido o intencionalidad
(movimientos reflejos, tics, estornudos, etc.), y acciones conscientes intencionales
(obtener dinero de un cliente con falsas promesas, etc.). Podemos ser conscientes
de acciones que no tienen un sentido, y podemos efectuar actuaciones con
sentido sin que tengamos consciencia de las mismas. No todo acto intencional es
un acto consciente, ni todo acto consciente es un acto intencional. La
intencionalidad del acto no viene determinada por su carácter consciente sino por
el hecho de tener un sentido, de ser una acción fijada, estructurada. Estas
distinciones son fundamentales para la constitución de una ética primera pues
evita que excluyamos de la consideración ética aquellas prácticas cuyo resultado
no fue intencionado, que son obra de todos y de nadie y que casi nunca son objeto
de una calificación moral, por más que suelen tener un impacto mucho mayor que
las prácticas decididamente intencionales. Muchas prácticas y pautas de
devastación ecológica y de segregación étnica, cultural, económica y sexista
ocurren sin que ninguno de los interesados tengan la más mínima intención de
que ocurran. Y sin embargo, si se condujeran diversamente no ocurrirían.
Estas distinciones analíticas nos permiten apreciar en cierto modo otra paradoja
de los actos resaltada por X. Zubiri. La paradoja de la "soledad sonora" (NHD 57).
Aquello que mas nos comunica es también lo que mas nos incomunica. En el
340
mayor de los desasimientos, desapropiaciones y desapegos de las cosas continúa
estando todo lo demás y en el mayor de los asimientos entrega y apego mi
soledad. Si el amor y la entrega es el dolor de ser uno entonces el odio y el
egoísmo es el dolor de ser otro. No es de extrañar que al pelear la filosofía primera
con la frontera misma de lo indecible nos demos de bruces con diversas paradojas
y con formulaciones místicas. Tal vez solo el silencio o las alas de la poesía
permiten ya adentrarnos en un territorio dónde la brújula de la filosofía enloquece y
sus acartonadas nociones se vuelven esperpénticas y quizás sea la mística este
atrevimiento. A la paradoja de la realidad o alteridad, qué el carácter personal más
radical provenga justamente de lo mas ajeno a nosotros mismos, que lo más
característico de nuestros actos, lo que nos otorga su carácter personal sea al
mismo tiempo lo que haga de cada cosa algo radicalmente distinto de ellos (84
HD) y a la paradoja de que lo que más personaliza sea lo que más socializa pues
permite la inmediata intromisión de los otros (224 SH) habría que añadir la
paradoja de la comunicación. Por más que el momento de comunicación sea
radical y previo precisamente por este conato de intimidad en todo acto se abre
también una incomunicación, una remisión de todo lo actualizado a mí. Así ese
dolor, ese fuego, ese sonido, que se actualiza como "de suyo" en una alteridad tan
radical que no remite más que a sí misma es también mi dolor, mi ver y mi oír
incomunicable. El conato de intimidad, insuprimible, aún en el punto de partida
más radical al que nos lleva la filosofía zubiriana, se desplegará luego en una
radical soledad. Yo podré hacerme cargo del dolor del otro, podré compenetrarme
con su ver y su oír pero jamas podrá coincidir esta compenetración con su
individualísimo sentir.
341
aprehensiones que no están de entrada condenadas a ser posita, aquellas que
podrían ser un hecho positivo aprehendible por cualquiera: un sonido, una visión,
un color etc., entrañan siempre unos caracteres incomunicables: mi visión no es
idéntica jamás a ninguna otra visión de otro ni tan siquiera idéntica a otra visión
que pueda tener yo mismo de la misma cosa. Ortega pretende evitar el relativismo
reconociendo que siempre estamos en una perspectiva pues una perspectiva que
se sabe en cuanto tal está abierta a las otras y ha trascendido de una vez por
todas la tentación de erigirse en un cerrado universo. La vida de cada cual, la
realidad radical o el acto vivo no pueden existir para otro ejecutivamente. Nadie
puede participar de la vida de otro. Ortega se instala en un ámbito de radical
comunicabilidad con las cosas pero también incomunicante y exclusivo con los
demás. El pequeño y decisivo matiz que introduce X. Zubiri es que el relativismo
se evita en la posibilidad de una filosofía primera que describa hechos positivos
aprehendibles por cualquiera. La misma descripción orteguiana de la hermeticidad
de la vida es una prueba de esta posibilidad.
342
no la coactualidad desde el acto intelectivo, entonces obtenemos justamente el
"estar en mí" de la propia actualidad previo al estar en mí en cuanto tal del sentir
cenestésico. En la mera coactualidad de cualquier acto humano no hay
actualizada ninguna facultad inteligente, ningún sujeto, ningún yo idéntico, ninguna
intimidad, ninguna objetividad, ni tan siquiera el mí en cuanto tal, sino el mero acto
intelectivo y la cosa en radical unidad.
Ahora bien una vez colocados en esta alteridad radical podemos recuperar la
circunstancia y el perspectivismo de Ortega y de Nietzsche sin abdicar de una
filosofía primera, que como veremos en el método, busca mediante el análisis de
los actos mismos, deslindar hechos positivos. En este pequeño matiz, el que toda
perspectiva y singularidad se halle instalada en una comunicabilidad radical se
juega probablemente la posibilidad de una ética y una filosofía primera de
raigambre zubiriana. ¿Qué hay en los actos mismos que dé lugar a hablar de
persona y de intimidad? ¿Cómo esta incoada la subjetividad en los actos?
González ha visto incoada la subjetividad en cada uno de los actos humanos
mismos en su peculiar carácter distenso. Los actos en su radical apertura y
autonomía no tendrían el encadenamiento ni la "tensión" del sentir animal. El
acceso inmediato a esta distensión de los actos constituiría el "mí" o intimidad
primaria. Obviamente este acceso es individualísimo y único de cada quién. Lo
decisivo es que a la descripción de este "mí" llegamos desde la alteridad, en un
camino, por así decirlo, de vuelta desde la radicalidad ganada en el análisis.
343
actualizada en la aprehensión antes de todo yo, de todo "darse cuenta" y de todo
sujeto.
344
realidad, y por tanto, parte de una filosofía de la realidad, de la metafísica. La
frontera de ambos aspectos es justo la actualidad común: Esta actualidad es la
frontera entre la filosofía de la inteligencia y la metafísica" (IRE 190). La unidad de
actualidad permite la entrada en la metafísica. La metafísica primera sería
fundamentalmente la precisión de sus nociones básicas –sustantividad, sistema,
suficiencia constitucional, etc.– a partir de la descripción de lo actualizado en la
aprehensión. Este capítulo encontraría pleno desarrollo en Sobre la Esencia y en
Estructura dinámica de la realidad.
2. 7 La verdad primera
345
jamás la necesidad de esta verdad real (IRA 280). Pero su necesidad es
estrictamente contraria a la de la verdad idealista. Si para ésta la verdad del sentir
está en la razón, para Zubiri la verdad de la razón está en el sentir.
346
Podríamos suponer que los actos conscientes, aquellos en que me doy cuenta del
acto mismo, por más que estén fundados en actos puramente coactuales gozan
de una autotrasparencia absoluta. En Zubiri no puede excluirse esta lectura, lo
único que afirmará es que esta autotrasparencia no es el punto de partida radical
sino que está fundada en la coactualidad. Antonio González recuperará aquí la
verdad primera de Ortega y afirmará que aun en el acto de actualización del acto
mismo no se actualiza la ejecutividad del acto. Ya lo vimos al examinar el punto de
partida de Ortega. Inclusive en los actos de conciencia, donde los actos se
actualizan ante sí mismos, su ejecutividad no es inmediatamente aprehendida.
Todo acto sería así un hecho anterior a su posible actualización en otro acto. De
ese modo cuando un acto se actualiza en un acto de pensamiento entonces este
es el hecho primordial. "Aunque nunca podemos apresar en el pensamiento la
primordialidad de los actos pasados, nunca dejamos de movernos en la facticidad
primordial. Si el hecho actual ha perdido su carácter primordial no sucede lo
mismo con el acto ulterior donde este se actualiza. Y nada impide que en actos
ulteriores reconozcamos la primordialidad que tiene todo acto, ya sea pasado,
presente o futuro". Anterior y más elemental que la verdad real, sería la verdad
primera de los actos primordiales en su mera facticidad.
347
llega a poseer jamás, y nos encontramos con un proceso asintótico de
aproximación. La verdad real de Zubiri a la que A. González prefiere llamar
"verdad actual" para evitar la anfibología del término "realidad" es una verdad que
tiene lugar en los actos (cosas actualizadas en ellos que se ratifican ante ellos) y
que sería casi tan elemental como la "verdad simple" de los actos mismos. Por
tanto, la "verdad real" descansaría sobre la verdad primera y más simple de los
actos mismos. Si la verdad actual (o real) tiene un carácter de verdad es
precisamente porque los actos mismos antes de cualquier inferencia son ya
verdaderos. Ningún análisis de nuestros actos tendrá nunca la verdad primera de
los actos mismos. ¿Ha resbalado Zubiri ante esta verdad orteguiana? Si es
humano equivocarse parece que desde Tales es de filósofos resbalar. La verdad
primera de Ortega, la ejecutividad, la realidad radical, el acto vivo, la inmediatez
del "estar" en cualquier acto, es lo que a mi modo de ver recupera Antonio en "la
verdad simple". ¿No percibió Zubiri la radicalidad de la verdad primera orteguiana?
Creo que más que el rechazo del punto de partida orteguiano lo que varía en X.
Zubiri es el análisis del mismo, la precisión en el método y el no precipitarse hacia
una metafísica o una antropología. La verdad simple o ejecutiva del acto mismo
creo que es un punto de partida insuperable. Pero los hechos primordiales, el
factum radical de los actos mismos no permite otra universalidad que la de su
propia constatación. No conforman, por así decirlo, un campo filosóficamente
fructífero y la prueba está en que el mismo A. González extrae el jugo filosófico de
su filosofía primera de los "hechos actuales" y no de los "hechos primordiales" que
por su propia índole jamás pueden ser hechos positivos. La "verdad simple"
aunque no es como veremos en el método un hecho positivo es el supuesto de
todo hecho positivo. Pero es un supuesto "legítimo" de la filosofía primera porque
no nos lleva allende la consideración analítica de los actos sino que nos acerca a
su primordialidad. Es por ello que considero que en A. González más que de "otra"
filosofía primera cabe hablar de una radicalización y de un enriquecimiento de los
análisis zubirianos. No veo manera de ser más fiel a X. Zubiri que prosiguiendo
libremente sus análisis asumiendo el riesgo del error y del fracaso. Lo decisivo en
348
X. Zubiri es el tratar de acotar en el punto de partida en el que ya se sitúa Ortega
unos hechos positivos aprehendibles por cualquiera.
349
verdad real, sino que la verdad real por así decirlo nos tiene en sus manos" (IRE
242). La tradición encuentra aquí una medida exterior a sí misma, el diálogo una
posibilidad de que no sea un diálogo de sordos, y el lenguaje un criterio para ir
eliminando sus inevitables prejuicios. Esta verdad real es ya un arrastre hacia
otros modos de intelección. Es lo que va a ver seguidamente Zubiri.
350
instalados en la realidad pero al sobrevenir continua e inmediatamente, en un flujo
constante, cosas reales (IRE 251), no podemos quedarnos en aprehensión
primordial y nos vemos arrastrados, por la misma fuerza de realidad, "hacia" otros
modos de intelección (IRE 254-255). La modalización primaria, la aprehensión
primordial, consistirá simplemente en aprehender algo como real (IRE 257).
351
cosas, los otros y yo mismo nos encontramos no solo en un mismo plano
primordial sino también en un mismo plano campal y mundanal.
Las dos cuestiones que aquí quiere resaltar Zubiri es la determinación de los otros
dos momentos del sentir por la aprehensión de realidad de la intelección (IRE 282)
y la estricta unidad de la intelección sentiente en cuanto proceso del sentir. La
intelección sentiente no se refiere solo a la unidad del primer momento del sentir
humano, la unidad entre sentir (aprehender lo real en impresión) e inteligir
(aprehender lo real como real) sino también a la estricta unidad del proceso
352
sentiente. La intelección sentiente designa tanto el primer momento del sentir
como la unidad de sus tres momentos: intelección sentiente, sentimiento afectante
y voluntad tendente. Esta equivocidad provoca no pocas confusiones. Lo mismo
sucede con la palabra intelección que tanto sirve para designar el primer momento
del sentir como lo propio del sentir humano en sus tres momentos: "Lo propio del
sentir en sus tres momentos de suscitación, modificación tónica y respuesta queda
estructurado formalmente en aprehensión intelectiva, en sentimiento y en volición.
Sólo porque hay aprehensión sentiente de lo real, es decir, sólo porque hay
impresión de realidad hay sentimiento y volición. La intelección es así el
determinante de las estructuras específicamente humanas" (IRE 283). Por eso,
aunque Zubiri afirma que su planteamiento no es intelectualista porque lo
perentorio de la inteligencia no es moverse entre conceptos sino inteleccionista
(IRE 284) o sensista (HD 36) cabe una lectura del mismo en cierto modo
intelectualista cuando la intelección sentiente se deslinda de la unidad del sentir
humano. Y es que aparte del intelectualismo rechazado con rotundidad por Zubiri
y todos sus intérpretes que consiste en asignar a los conceptos la función primaria
y radical, el mismo inteleccionismo zubiriano puede ser fácilmente entendido en
una dirección intelectualista en la medida en que se lo desgaje de la unidad del
sentir humano y se parta del momento intelectivo como del único hecho básico
como hemos visto que sucedía en Pintor Ramos.
Es lo que pretende evitar aquí Zubiri: "Sentir no es algo que concierne solamente a
la suscitación, sino que es la unidad intrínseca e indivisa de los tres momentos de
suscitación, modificación tónica y respuesta efectora. Esta unidad del sentir es
primaria y radical. [...] De donde resulta que la unidad de lo inteligido como real es
una unidad que no elimina la unidad sentiente, ni se superpone a ella como se ha
dicho desde la inteligencia concipiente, a lo largo de la filosofía usual, sino que es
una unidad que absorbe y contiene formalmente la estructura misma del sentir
animal" (IRE 284). El que la intelección sea el momento determinante de los otros
dos momentos de sentimiento y voluntad, no quita nada a la primariedad de la
unidad de aprehensión intelectiva, sentimiento y volición. Ciertamente sin sentir
353
intelectivo no podría haber sentimiento y volición bien que sin sentimiento y
volición tampoco podría haber un sentir intelectivo. El inteleccionismo o sensismo
zubiriano (HD 36, IRA 89, IRE 284) no supone solo afirmar la unidad del acto de
aprehensión sensible con la inteligencia sino también la unidad primaria y
elemental de los tres momentos del sentir (IRE 32-39). La alteridad, aunque
adquiera el grado máximo de la formalidad de realidad humana, nunca rompe la
unidad estructural del sentir (IRE 38-39).
354
sentimiento y en la voluntad, y así sucesivamente. Esto no es un hecho, sino una
teoría, porque supone que hay tres acciones adecuadamente distintas, una acción
de la inteligencia, una acción del sentimiento, una acción de la voluntad, de suerte
que lo que el hombre ejecuta en cada instante sería la síntesis resultante y
integrada de tres acciones concurrentes. Esto no es así. No hay tres acciones
concurrentes, sino una sola acción primaria y formalmente una y única. Por esto
no se trata de una síntesis mental indisoluble, sino de una unidad primaria,
respecto de la cual la intelección, el sentimiento y la volición no son sino tres
momentos específicantes pero en manera alguna tres acciones concurrentes en
una síntesis. Querer, desde luego, no es inteligir, ni querer ni inteligir son modos
de atemperamiento a la realidad. Pero no son tres acciones, sino tres momentos
especificantes de una sola acción una y indivisa: comportarse con la realidad" (SH
16-17 SH 77).
Del mismo modo que todos los modos de intelección, incluido el pensar racional,
están actualizados en la aprehensión (IL 235) también lo están los tres momentos
del sentir lo cual permite su análisis trascendental (IRE 99). Si pensamos no ya lo
que dice Zubiri sino la cosa misma la cuestión se esclarece mas todavía.
Tomemos cualquier acción: comer o dudar, a ambas las podemos descomponer
en acciones más pequeñas: agarrar el tenedor, mover la mano, masticar, o vacilar,
sentirme inseguro, tantear una cosa o la otra, los límites de la acción nunca están
claros pues la acción es propiamente un "continuum". No obstante, por más
pequeña que sea la acción descompuesta a que lleguemos, nunca podremos
deslindar un acto que sea pura intelección, volición o sentimiento. Consideremos,
por ejemplo, el acto de ver esta piedra. Puede incluir perfectamente momentos
afectivos: ¡Es un trilobites! y momentos volitivos: ¡La voy a coleccionar! Es un
presupuesto intelectualista pensar que hay actos puramente intelectivos como es
un presupuesto "practicista" en el que incurren a menudo las filosofías de la praxis
y las filosofías vitalistas pensar que hay actos puramente volitivos u afectivos. La
conceptuación zubiriana en este capítulo se esfuerza por evitar la unilateralidad
intelectualista a la que podría inclinarnos la noología. Tan primeros son los actos
355
intelectuales como aquellos otros que integran una acción. No es solo que el acto
intelectivo integre la acción humana sino que no hay ningún acto de aprehensión
que no sea a la vez tónico y efector y a la inversa (IRE 30, 284). El objeto de la
filosofía primera, por tanto, son los actos tomados en sí mismos y no solo el acto
de aprehensión. Sólo en una filosofía de la inteligencia el acto intelectivo goza de
alguna primariedad respecto a los otros actos humanos. Pero aún aquí la
primariedad del acto le viene por consideraciones externas al acto mismo, por lo
que se persigue en una noología y no por la consideración de los actos tomados
en y por sí mismos. En una filosofía primera no contamos con ningún criterio para
privilegiar los actos de aprehensión respecto a los actos afectivos y volitivos no
sólo porque éstos estén incoados en todo acto, sino también porque tan primario
resulta el acto más aparentemente aprehensivo (ver algo), como el más afectivo
(estar triste) o volitivo (estar empujando algo). No se ve por qué una filosofía
primera que quiera erradicar presupuestos debería arrancar analizando el primer
tipo de actos.
Y finalmente tenemos los diez apéndices en los que Zubiri aborda todos aquellos
temas que considera importantes pero que salen del hilo conductor del estudio
que es el análisis de la aprehensión. No se trata puramente de construcciones
teóricas, ya sean científicas o metafísicas, que exceden el análisis de hechos
como si todo lo que hubiera en los apéndices fuera mera explicación e hipótesis
sino que en ellos se encuentra también el análisis de lo actualizado en la
aprehensión y que se sale del estricto análisis estructural del acto aprehensivo.
Dicho de otro modo al cajón de sastre de los apéndices no sólo van a parar las
conceptuaciones metafísicas y científicas sino también los análisis de hechos que
exceden el "hecho" en el que aquí se centra Zubiri, el hecho de la aprehensión,
"para no romper el hilo de la exposición del análisis de la aprehensión" (IRE 43,
74).
356
La tesis de que en los apéndices encontraríamos exclusivamente temas que
desbordan el análisis del acto para abundar en teorías y explicaciones del mismo
es una tesis común entre muchos zubirianos aunque, si hay también en ellos lo
que desbordando el análisis de la aprehensión, se encuentra sin embargo
actualizado en ella, entonces podemos pensar legítimamente que muchas de las
cuestiones abordadas en los apéndices entran de lleno en la consideración de una
filosofía primera. El coto de la filosofía primera no está delimitado por lo que se
encuentra en los capítulos y lo que se encuentra en los apéndices sino por lo que
sea fruto del análisis de la aprehensión y de lo actualizado en ella y lo que es
explicación teórica. Así la formalización e hiperformalización tratadas en el primer
y segundo apéndice no son refrendadas exclusivamente a partir de las hipótesis y
explicaciones anatómico-fisiológicas sino también como análisis de lo actualizado
en la aprehensión. No es por tanto por ser teorías fisiológicas que son relegadas a
apéndices sino porque no conciernen aquí "a nuestro problema filosófico. No he
querido, sin embargo, renunciar a exponer estas ideas, que ya publiqué en otro
lugar. Pero las he relegado a un apéndice, porque, como he dicho, lo que aquí me
importa es tan solo el análisis riguroso y preciso de la aprehensión sensible como
hecho" (IRE 46).
357
aprehensión: "Estas consideraciones son justamente la frontera entre una filosofía
de la inteligencia y una filosofía de la realidad". (IRE 127) En él se aprecia como la
metafísica primera se inserta en el análisis del carácter trascendental y físico de
las cosas actualizadas en la aprehensión.
358
Es curioso que algo tan reiteradamente advertido por Zubiri haya pasado por alto,
más si se tiene en cuenta que en Inteligencia y logos e Inteligencia y razón no hay
apenas apéndices. Si en Inteligencia y realidad encontramos ocho apéndices entre
Inteligencia y logos e Inteligencia y Razón solo hallamos dos, el de la realidad de
lo matemático (IL 133 ss) y el problema de las categorías (IRA 187), ambos como
meros excursus. ¿por qué esta desaparición de la profusión de apéndices de la
primera obra? Desde nuestra perspectiva la explicación es sencilla: en Inteligencia
y logos e Inteligencia y razón nos movemos de lleno en la filosofía de la
inteligencia mientras que en Inteligencia y realidad la frontera entre una filosofía de
la inteligencia, una filosofía de la realidad y una antropología primera siempre es
titubeante y nunca con mojones fijos. En definitiva no podemos correr a eliminar
todos los apéndices de un plumazo como no dignos de una filosofía primera. No
todo lo que se encuentra en los apéndices es fruto de un planteamiento metafísico
en el sentido de estar allende la aprehensión sino que también cae
frecuentemente en ellos todo lo que no es parte de una filosofía de la inteligencia
sino parte de una filosofía de la realidad o de una antropología primera por más
que sus conceptos básicos estén actualizados en la aprehensión.
359
implícita tanto una determinada concepción de la ética como su entroncamiento
con la filosofía primera. Si se privilegia ante todo el análisis trascendental de la
realidad se tenderá hacia una ética de índole metafísica. Es la inclinación que
constatábamos en Ellacuría. Si se acentúa como punto de partida la aprehensión
primordial de realidad, el análisis de la aprehensión de realidad desgajado de la
unidad del sentir se sigue una ética de índole noológica, una ética formal real
como la de Diego Gracia. Y si finalmente se enfatiza como hicimos en nuestra
lectura la unidad de la acción como hecho radical o punto de partida de la filosofía
zubiriana fácilmente podemos derivar hacia una ética praxeológica como la
propuesta por A. González en la que ya no se parte de los actos que integran la
acción, sino de la primeridad de todos los actos.
La lectura anterior nos permite sostener con un alto grado de verosimilitud que el
núcleo radical de la filosofía primera zubiriana no es una metafísica primera
(análisis trascendental de la realidad), ni una noología (estudio de la aprehensión
desplegada en logos y razón) sino el análisis de la aprehensión de realidad o
alteridad radical de los actos humanos, una noergiología y que, por tanto, la ética
no se deriva de una filosofía primera sino que es idénticamente filosofía primera.
La ética no es filosofía primera por que tenga sus raíces en la realidad o por
alguna veleidad moralista sino por coincidir como en Sócrates en su objeto, por el
tenor de la filosofía primera misma. La comparación que hemos ido estableciendo
en el transcurso de la tesis entre Sócrates y Zubiri no es mera retórica. La
admiración por el movimiento sofista y por Sócrates en Naturaleza, Historia, Dios
se transforma al final de sus días en cumplida hechura socrática. Zubiri ha hecho
de la filosofía un ethos radical, una forma de vida. De él podemos decir lo mismo
que de Sócrates. "Su saber es un saber crítico. Tanto por su personal
insatisfacción con lo que ya sabía y por su consiguiente búsqueda incesante como
por su constante confrontación con quienes se pensaban depositarios del
verdadero saber. [...] No podía ni sabía hacer otra cosa. Un espíritu interior le
impulsaba. Tenía vocación. Filosofaba por vocación. Hasta tal punto que sostenía
que una vida sin filosofar no merecía la pena". Pero esto, con ser muy importante
360
no es lo decisivo. Zubiri es implacablemente socrático al situar su punto de partida
en los "pragmata", en el análisis radical de los actos humanos, cuestionando
desde su filosofía primera toda suerte de tópicos y evidencias e intentando
salvarse así, y solo así, de la degeneración escéptica de todos los saberes que ya
prefiguró la transformación de la sofística en mera retórica y cultura. No es mera
coincidencia que el discípulo predilecto de Zubiri, Ignacio Ellacuría, muriera
socráticamente
361
corregida a partir del esfuerzo crítico de establecer estos hechos primordiales.
Frente a la acriticidad del que considera el hecho como algo dado de una vez por
todas y el criticismo dogmático del construccionismo que lo hace depender de la
posición del sujeto cabe el criticismo radical zubiriano. El esoterismo de la filosofía
viene de la dificultad de este criticismo radical y, paradójicamente, de su
pretensión universal de ser una filosofía para cualquiera.
362
4. La ética como filosofía primera
Zubiri no descarta la posibilidad de una filosofía primera como los pragmáticos, los
utilitaristas y el racionalismo crítico. Para estas corrientes el punto de partida, ya
sea lo deseable y posible para un grupo social, algún tipo de datos empíricos, o la
provisionalidad de toda proposición ética, no es en último término justificable
filosóficamente. Simplemente apuestan a que su punto de arranque es más
fructífero que los demás. Nos encontramos entonces siempre en una especie de
círculo vicioso. Los criterios para esta "fecundidad" de la ética que es su
argumento apologético último no pueden ser radicalmente justificados y son
tomados de una especie de consenso virtual sobre lo que se considera bueno:
tolerancia, respeto mutuo, no-violencia, etc. Estas éticas que se muestran tan
sensibles a la falacia naturalista parecen dar un largo rodeo para acabar
finalmente en sus brazos: el sentido común nos indica lo que es bueno.
363
que aprehendemos varíe según las culturas, la posición social, las experiencias
pasadas, los conceptos aprendidos o la misma fisiología que estructura en cada
uno sus percepciones, sino que nunca jamás aprehendemos lo mismo. El sistema
de propiedades mismo de lo actualizado en aprehensión está organizado por un
complejo cúmulo de factores que las ciencias se encargan de estudiar. Sin
embargo, nada de esto niega que la pluralidad de sistemas de propiedades
actualizados en nuestra aprehensión es mucho menor que la pluralidad de
sentidos. Es posible distinguir entre el sentido y las notas actualizadas en la
aprehensión, entre teorías explicativas y análisis de la aprehensión misma. De
esta distinción surge la posibilidad de una filosofía primera.
364
pretendían instalarse fuera de este ámbito subjetivo. No obstante, vimos que era
muy común, sobretodo en la filosofía comunitarista, en la hermenéutica y en la
filosofía de la liberación latinoamericana entender la filosofía primera como una
filosofía de la cultura. Es una perspectiva que podemos considerar heredera de las
filosofías de la conciencia. Incluso en autores como Habermas que pretenden
situarse fuera del horizonte de la subjetividad moderna, al recuperar categorías
centrales de esta tradición, como la de "mundo de la vida" y convertirla en el eje
de su pensamiento se mueven mucho más en el terreno de una filosofía de la
conciencia de lo que están dispuestos a reconocer: "Todo mundo de la vida
constituye para aquellos que en primera persona del singular o del plural actúan
orientándose a entenderse, una totalidad de plexos de sentido y de plexos de
remisiones, que representa el punto cero en el sistema de coordenadas del tiempo
histórico, del espacio social y del campo semántico. Además, los diversos mundos
de la vida, cuando chocan entre sí, no se yuxtaponen ajenos a todo entendimiento.
Como totalidades, se ven arrastrados por el remolino de su pretensión de
universalidad y se aplican a labrar sus propias diferencias hasta que, como dice
Gadamer, los horizontes de entendimiento se funden unos con otros". Términos
claves como el de sociedad, personalidad y cultura son definidos por Habermas, al
igual que en las corrientes hermenéuticas y comunitaristas a partir de este punto
cero del sentido.
365
ha perdido el sentido a causa del gas que sale de una conducción que tiene la
llave abierta. Al salvar la vida a esta mujer, una conocida actriz, se destruyen las
esperanzas que tiene una compañera suya de ocupar el primer papel en una
obra." Pues bien, según Habermas, con el mismo movimiento corporal de abrir
una ventana, estaría realizando acciones diferentes dependiendo de si mi
intención es salvar a la mujer, enamorarla o destruir a la otra. Sin embargo no está
nada claro que lo específico de la acción humana sea la intencionalidad y la
referencia lingüística que ella entraña. ¿Acaso el movimiento corporal de "abrir
una ventana" no es una acción humana independientemente de cualquier
intencionalidad o aunque no tuviera ninguna? Podría muy bien ser que las
acciones humanas más decisivas fueran estructuralmente previas a toda
intencionalidad, sentido o palabra. Además mientras la intencionalidad es siempre
relativa a un sujeto que interpreta, las acciones, lo fáctico, no tienen la "misma"
relatividad, son aprehendibles por cualquiera. Las acciones escriben un texto
independiente de las intenciones y de una vez y para siempre. El hecho es que
alguien abrió la ventana. Que estuviera loco el que lo hizo, que lo hiciera por odio
o por amor, que la interpretación de la acción sea enormemente ambigua, no quita
nada a la irreversibilidad de lo actuado.
366
coordenadas del tiempo, del espacio y del campo semántico no es ya un ámbito
intencional o de sentido. En el análisis de lo inmediatamente dado en la
aprehensión no tenemos como dato primordial un momento consciente. El ámbito
ético de la intencionalidad y del sentido no es primario. Si bien los actos humanos
son coactuales muchos no son conscientes, no se actualizan ante sí mismos. Es
más, es muy posible, como insiste A. Giddens, que la mayor parte de nuestras
acciones sean predominantemente rutinarias, transcurran en un plano
preconsciente sin motivación directa alguna, y que no por ello dejen de tener una
grave relevancia ética. El estudio de toda una variedad de aspectos rutinizados de
la vida diaria tanto en la casa como en la fábrica: la postura del cuerpo, las pautas
de segregación étnica sin ningún grado de intencionalidad por parte de los
agentes, los ámbitos físicos de interacción (miradas amistosas, saludos, bailes,
tertulias), los hábitos alimenticios, las prácticas sexuales, son considerados por A.
Giddens como la parte más esencial de la reproducción del sistema social.
367
ejemplo actos tan triviales como conducir un automóvil tiene consecuencias muy
alejadas en el tiempo y en el espacio, cuanto más alejados son los efectos de
nuestros actos menos intencional suele ser lo que hacemos pero no menos
contundente. No obstante estas cosas que no hago a propósito no las hago
"instintivamente", de hecho no ocurrirían si actuáramos diferente.
368
mismo tiempo el momento de reproducción del sistema social. La conducta social
aparentemente más cotidiana y trivial podría tener así una relevancia ética mucho
mayor que las acciones más intencionales o más temáticamente conscientes.
Tampoco la filosofía primera de Zubiri es una filosofía del lenguaje como pretende
la filosofía analítica ni aún, como es el caso de Apel, cuando lo que se destaca es
la acción comunicativa o aspecto pragmático de este lenguaje. La filosofía primera
no se puede reducir a lenguaje porque se dejan fuera toda una serie de actos,
acciones y actuaciones que siendo hechos positivos no tienen carácter lingüístico.
No hay ética porque hay lenguaje sino que hay ética y posibilidad de un lenguaje
verbal por que las cosas se nos aparecen en alteridad radical. No sólo el lenguaje
estructura y determina la acción sino también el adiestramiento físico que recibo,
las rutinas que se me imponen, el acceso que se me permita a las cosas sin que
medie muchas veces ningún lenguaje verbal. Los demás suelen determinar el
sentido de mis actuaciones antes de toda pretensión consciente de orientación. Y
si pensamos en interdependencias económicas o ecológicas, éstas afectan
decisivamente actuaciones de personas con mundos de la vida y lenguajes
completamente ajenos, personas que jamás serán conscientes de cómo otros
aparentemente lejanos en el espacio están vertebrando sus actos cotidianos. Lo
ético como apropiación de posibilidades no depende cardinalmente del lenguaje.
Es más, incluso podría pensarse que lo determinante para la apropiación de unas
determinadas posibilidades éticas en el mundo actual es que no medie ningún
lenguaje, que sean inconscientes. Desde la filosofía primera de Zubiri no se puede
pensar que el problema ético principal sea la colonización de los mundos de la
vida por la complejidad de un sistema que no se deja guiar por la comunicación
humana. La primera tarea de una ética filosófica no estriba en impedir la
colonización de los mundos de la vida por el sistema sino en mostrar cómo los
mundos de la vida son parte determinante de la estructuración del sistema mismo.
La retracción de la ética a un ámbito ulterior como es el de los universos de
369
sentido, podría estar encubriendo la efectiva y fáctica colonización de unas formas
de vida por las demás.
La filosofía primera de Zubiri tampoco es una metafísica que aun como metafísica
primera sería proclive a acercar los planteamientos zubirianos a los de la filosofía
370
moral neohegeliana, neoaristotélica y vitalista, ni una noología que radicalizando
los planteamientos fenomenológicos llegara a establecer unos datos irreductibles
en la aprehensión y permitiera por tanto desarrollar una ética formal de bienes. La
ética no se añade como una capa secundaria a un análisis primero metafísico o
noológico sino que guarda una cierta prioridad sobre la noología y la metafísica.
La ética es justamente filosofía primera: análisis de los actos humanos y su
constitutiva alteridad. La protomoral que Diego Gracia descubría en el análisis de
lo dado en la aprehensión, en tanto que datos irreductibles dados en ella, tiene su
raíz en una ética primera o análisis de los actos humanos mismos anterior a
cualquier actualización en los mismos de unos datos primigenios tales como el de
la realidad personal y religada. En la filosofía zubiriana no vamos desde un foco
consciente hacia la integración radical de las cosas con un mundo recordado,
valorado y juzgado sino desde unas constelaciones de notas hacia los valores,
juicios y momentos conscientes que puedan incoar. No se trata de convertir a la
ética en filosofía primera por alguna consideración moralizante o extrínseca a los
propios resultados del análisis filosófico, ni de hacer ver la importancia decisiva de
la filosofía primera para la reflexión ética sino de mostrar paladinamente que el
punto de partida radical del análisis, el hecho inconcuso, es la acción humana y
que por tanto la ética primera y la filosofía primera coinciden en su objeto. Ni por
razón de método, ni por razón de objeto se podrá distinguir entre ambas, sólo
acaso por el interés que guía la investigación. Mientras la ética primera busca
desprender en el análisis de lo inmediatamente actualizado en aprehensión alguna
orientación para la acción humana, la filosofía primera pone entre paréntesis este
mismo interés. Este interés de la investigación es el que nos permite diferenciar
también entre una ética primera y una noología, metafísica, antropología o
sociología primera.
371
derivada fundamentalmente de una teoría antropológica o de una teoría
metafísica, la filosofía de la liberación latinoamericana, siguiendo a Levinas, ha
insistido en que el punto de partida de toda reflexión filosófica es precisamente la
ética, que la filosofía primera es justamente ética. La contribución más decisiva
que puede hacer la filosofía zubiriana a esta tesis de la filosofía de la liberación es
mostrarnos como no depende de un prejuicio personalista, un contexto cultural o
de un afán moral sino de la fidelidad estricta al ejercicio del filosofar mismo. La
filosofía de la liberación halla en una filosofía de la acción su punto de partida,
corrigiéndose desde este punto de partida radical toda unilateralidad economicista,
culturalista o personalista de la misma. La gran ventaja del punto de partida
zubiriano es que no se apela a ninguna teoría científica, histórica, social,
antropológica, o metafísica, y precisamente por ello la ética filosófica puede
pretender una auténtica universalidad. No necesitamos ningún rodeo por alguna
teoría explicativa para desarrollar una ética primera. Algunos pensarán
inmediatamente que el precio que se paga por ello es la imposibilidad de
fundamentar unos criterios mínimos de actuación válidos para cualquiera. Es
posible, pero de momento tengamos un poco de paciencia y dejemos para más
tarde la cuestión de la fundamentación ética. En principio la acción tiene una
inmediatez que no tiene el lenguaje y es accesible para cualquiera, no depende de
una determinada cultura, de unas determinadas instituciones, o de una
determinada forma de vida. No hay tampoco aquí ningún recurso idealista ni es
necesario filosofar con este lastre permanente de la filosofía contemporánea que
consiste en afirmar que todo es interpretación. En todo caso, hay
"interpretaciones" que no dependen de las construcciones teóricas, de las
creencias y opiniones de cada cual, sino que están contrastadas por algo
inmediatamente dado que podemos esforzarnos por describir. Esto es decisivo en
ética, porque si en antropología hay tantas morales como culturas, en filosofía
encontramos tantas éticas como teorías metafísicas y epistemológicas y aquí
precisamente prescindimos de toda teoría metafísica.
372
4.6 Etica primera, ética filosófica y moral
373
actos humanos. De ese modo la ética ecológica reflexionará sobre los actos que
tienen que ver prioritariamente con la naturaleza; la bioética sobre los actos que
tienen que ver con la vida humana, su inicio, su preservación y su final; la ética
sexual sobre las prácticas sexo-eróticas y un largo etcétera. También pueden
estudiarse los actos más o menos estandarizados en unas determinadas
instituciones y profesiones: ética empresarial, ética médica, ética familiar y un
largo etc. Muchas ciencias aportan conocimientos valiosísimos para la reflexión
sobre los actos y la búsqueda de orientación. Así la psicología nos muestra las
motivaciones internas de la conducta del individuo, la estructura del carácter y la
personalidad. La antropología social y la sociología, las estructuras en las que se
integran las relaciones humanas. El historiador, el carácter cambiante de la moral.
En general, las diferentes ciencias nos muestran el cambio continuo en la
conducta humana y de las normas mismas por las cuales esta conducta es
juzgada.
374
fundamentación racional la filosofía moral puede intentar establecer una o
diferentes éticas aplicadas. Y en cuarto lugar, la ética filosófica no tiene porque
limitarse a ser un análisis del lenguaje, de las morales concretas, una teoría,
investigación, fundamentación racional o explicación de los actos humanos sino
que lo más jugoso de la misma podría quizás ser la descripción y análisis de los
mismos, todo lo abierto y provisional que se quiera pero accesible para todos, y en
este sentido rigurosamente universal. Es justo lo que podemos llamar ética
primera. ¿Puede esta ética primera, desde la primariedad y radicalidad de su
saber, orientar la acción? Si halláramos en una ética primera alguna esquirla
orientativa probablemente sería muy mínima y además sujeta a un perpetuo
desmentimiento, pero no cabe esperar de ningún otro saber una orientación para
la acción válida para cualquiera.
Y es que así como es importante distinguir la ética filosófica del dinamismo moral
lo es el no identificarla con un ámbito normativo. Desde Kant se suele asociar a
menudo la ética con lo normativo, con el deber ser, pero esto es ya dar mucho por
supuesto. Ni la ética filosófica en general, ni la ética primera en particular, tienen
porque ser de entrada normativas. Aunque no existiera un ámbito normativo sería
legítimo seguir hablando de ética y de dinamismo moral. A la ética primera le
basta en primera instancia con analizar pormenorizadamente la acción humana
misma y describir lo más ajustadamente posible el comportamiento de los seres
humanos sin privilegiar ningún tipo de actos. Que esta descripción nos pueda dar
algunos elementos orientativos sin incurrir en la falacia naturalista es algo que
tendremos que ver más tarde. En filosofía primera es muy importante no
precipitarse. Puede parecer que esto es hacer mucho ruido para tan pocas
nueces. Es el precio de la filosofía primera. Podría ser incluso que no
cosecháramos ninguna. Es en cierto modo la paradoja de la ética primera. Su
análisis sólo nos puede brindar alguna esquirla orientativa, a condición de
liberarnos del ansia de búsqueda de instancias o datos que nos digan lo que
tenemos que hacer. Al situarnos en este punto de partida accional y no en un
horizonte conciencial, culturalista, lingüístico o personalista todo gana una nueva
375
luz. No tenemos que echar previamente mano de ninguna teoría, de ninguna
explicación racional, inventada e hipotética de la acción, simplemente tenemos
que esforzarnos para describir la acción humana. En el análisis de la acción ya
nos movemos en tierras movedizas, y siempre son mejorables. Pero partimos de
hechos, actos, que por su propia índole son aprehendibles para cualquiera.
Partimos de aquello más firme y menos incuestionable, del hecho inconcuso de la
acción y no de perspectivas e interpretaciones infinitas. ¿Pero no depende esta
ética primera de una opción metodológica por un método analítico como el de
Zubiri? ¿Por qué elegir este método y no otro? ¿No presupone el punto de partida
de Zubiri una opción metodológica que en alguna medida disminuye su pretendida
radicalidad? Es lo que tenemos que ver en el próximo apartado.
Capítulo 9. El método
En la primera parte advertíamos que directamente vertebrado con uno u otro punto
de partida hay siempre un determinado método. No vamos aquí a renombrarlos de
nuevo a todos, basta recordar cómo distintos métodos (neoaristotélico,
hermenéutico, discursivo-trascendental, socio-histórico, decisionista, genealógico,
fenomenológico, utilitarista, descriptivo) están emparentados con un determinado
punto de partida y una determinada ética. ¿En qué se diferencia el método
zubiriano de los demás o, si se quiere, también qué tiene en común con algunos
de ellos? Zubiri afirma que ha accedido a su punto de partida a partir del mero
análisis de los hechos (IRE 14) prescindiendo de todo razonamiento, elaboración o
discusión dialéctica conceptual, (IRA 233, IRE 25, 203) y de toda metafísica,
conceptuación científica o construcción teórica (IRE 20, 89, 156, 204, 285).
Examinemos primero qué entiende Zubiri por hecho y después por análisis de
hechos.
1. Hechos positivos
Ante todo es importante resaltar que la noción de hecho es esculpida a partir de la
noción Comtiana. Zubiri presenta a Comte en sus Cinco Lecciones de Filosofía
376
con admiración, muy lejos de toda interpretación ramplona (CLF 115ss): "La
filosofía, que desde Aristóteles había sido la ciencia del ente en cuanto tal y en su
totalidad, recibe ahora una nueva determinación precisa. Con Kant el ente había
cedido el paso a algo más restringido: el objeto. Con Comte tenemos una
restricción del objeto a hecho y hecho científico. El hecho en cuanto tal sería
entonces el objeto de la filosofía. [...] Esta filosofía, ya lo indicábamos, no
solamente no se reduce a un catálogo de hechos y de leyes (empirismo filosófico),
sino que tampoco constituye un espíritu para saltar por encima de los hechos
(misticismo filosófico)" (CLF 142). "Es menester, pues, fundar una filosofía sana en
que puedan converger todos los hombres, una razón verdaderamente pública, por
lo que toca a las ideas, a las costumbres y a las instituciones. Después de la crisis
de la metafísica no queda más salida que la razón positiva" (CLF 153). "De esta
manera el espíritu elaborará una moral positiva no deducida de principios
abstractos, sino de algo positivo: de la gran experiencia histórica de la humanidad"
(CLF 155). "Esta filosofía, más que un conjunto cerrado de doctrinas, es una
actitud y un espíritu. Como conjunto de doctrinas podrían mostrarse a Comte
muchas fallas. [...] Pero todo esto es perfectamente accesorio. El espíritu
positivista queda incólume porque es una actitud intelectual" (CLF 150). "Hegel
tuvo la genialidad de alumbrar la idea del espíritu objetivo, a diferencia no sólo del
espíritu absoluto, sino también, y sobre todo, a diferencia del espíritu subjetivo o
individual. Decantada de todo su andamiaje metafísico y especulativo [...] es lo
que va a constituir la creación comtiana del concepto y del vocablo mismo de
sociología. Junto a esto, en Francia, los empiristas y los ideólogos son
despectivamente tratados por Comte. Los empiristas, que se limitaban a un
análisis, a veces tosco, de datos psicológicos. Y los ideólogos, que habían
intentado una especie de resurrección de la metafísica. Frente a ellos nunca es
suficientemente enérgico nuestro pensador" (CLF 116).
377
más que describir los hechos tal como se nos dan en la aprehensión evitando así
que el positivismo se convierta en empirismo (catálogo de hechos y leyes) o
análisis, a veces toscos, de hechos psicológicos (CLF 142, 116). Es lo que ya la
filosofía después de Comte empezó a subrayar y que Zubiri se ocupará de
acentuar: "Es que además de los hechos científicos y sirviéndoles de base, hay los
hechos o datos inmediatos de la conciencia. Para Aristóteles, el objeto de la
filosofía es el ente en cuanto tal; para Kant, es algo más ceñido: el objeto en
cuanto tal; para Comte algo aún más ceñido: el hecho científico. Pues bien: para
Bergson es el hecho inmediatamente dado. Los hechos científicos no agotan la
realidad" (CLF 161). "Si nos reintegramos a lo que son las cosas inmediatamente
dadas, [...] entonces nos quedamos frente a frente a la realidad en y por sí misma,
"suelta" de toda relación con otras: es la realidad ab-soluta. Para Bergson, pues, el
objeto de la filosofía es lo absoluto. Bergson no entiende aquí por absoluto algo
que está allende los hechos. No es tampoco la zona incognoscible que pueda
haber en los hechos. Sino que es pura y simplemente el hecho tal y como es por
sí mismo, anteriormente a toda elaboración científica y práctica, anteriormente a
todo su empobrecimiento según el cual no se atiende en los hechos más que a
aquel momento por el que coinciden unos con otros. En una palabra, lo absoluto
es lo inmediatamente dado, tomado en y por sí mismo. Frente a lo que Comte
pretendía, a saber, que el objeto de la filosofía es el hecho científico, para Bergson
el objeto de la filosofía es el hecho inmediato" (CLF 170). "De aquí que un saber
no científico pueda ser, sin embargo, positivo. Tal es el saber filosófico. La filosofía
es un saber positivo de la realidad" (CLF 170).
En Inteligencia y razón (IRA 180ss) Zubiri no hace más que recuperar para su
filosofía la explicación de la positividad comtiana (CLF 134ss). De los seis sentidos
que distingue de positivo en Comte, lo real por oposición a lo quimérico, lo útil a
diferencia de lo ocioso, lo preciso, riguroso y estricto a diferencia de lo vago, lo
que se opone a lo negativo y lo constatable por oposición a lo inconstatable
destaca éste último como el primordial. "Lo inconstatable es lo absoluto. Frente a
lo absoluto, lo positivo, como constatable que es, es relativo" (CLF 135). La
378
diferencia fundamental en la noción de positum estriba en que mientras para
Comte el positum es algo que está ahí (CLF 136), en Zubiri ya hemos visto que
pueden ser positum cosas que no son un mero jectum. La lección de Comte nos
sirve para precisar en que sentido utiliza Zubiri aquí el término observable (IRA
182). Al hablar de la experimentación científica Zubiri tiene plena conciencia de
que toda observación es ya una intervención en el objeto estudiado: "la
observación no es un registro pasivo de sucesos" (IRA 248). En la lección sobre
Comte nos explica precisamente que lo que debe interesar primariamente a la
filosofía no son todo tipo de posita: "cosas que están ahí" sino aquellas que son
observables, que se le manifiestan al ser humano en y por sí mismas y aun de
éstas sólo aquellas que sean observables por cualquiera. "Una cosa que, aun
siendo un positum observable, no fuera por su propia índole observable por
cualquiera que estuviera ante él, sería ciertamente algo real, y en este sentido
sería un verum; pero no sería verificable, y en este sentido no sería un hecho
positivo" (CLF 137). La noción elemental de observable se refiere a lo
aprehensible, a lo que inmediatamente se actualiza en la aprehensión.
Todo hecho para ser considerado como tal tiene que ser primero un positum, algo
meramente actualizado en la aprehensión (IRA 180). Zubiri llama positum al
carácter que tiene lo real en la aprehensión por ser meramente aprehendido y
constatable en ella y por oponerse por su palmariedad aprehensiva a todo lo que
puede ser interpretación o elaboración intelectual (IRA 181). "Sea cualquiera su
forma de actualización" (IRA 180), aprehensión primordial, logos o razón, lo real
en la intelección tiene un carácter de positum. El positum no tiene porque ser algo
estático ni un mero jectum o "estar ahí". El positum puede ser lo más opuesto al
"estar ahí". "El curso más radical de una vida personal, o una realidad que
consistiera en acontecer, no por eso dejan de estar presentes" (IRA 181). Nada
impide que una acción vital, social o histórica (IRA 178), la acción de los demás o
mi intimidad personal, así como una alucinación o una aparición puedan ser un
positum. La aprehensión sentiente de lo real (IRA 183) y la acción misma, en la
medida en que es el estrato más aprehensible de la realidad humana, tienen el
379
carácter de positum. Puede tenerlo también una determinada sensación (dolor,
apreciación de un color etc.), una determinada emoción (tristeza, alegría), o
determinadas voliciones (movimientos, articulaciones fonéticas, etc.). Por el
contrario, no tienen este carácter un electrón, un quasar, la fuerza de gravedad, la
divinidad de Jesús, una teoría sobre las sensaciones, emociones y voliciones
humanas, las condiciones trascendentales de posibilidad de la comunicación
humana o cualquier supuesto filosófico necesario por más radicalmente justificado
que esté.
Sin embargo no basta con que algo tenga carácter de positum para que lo
podamos considerar como un hecho. Para serlo ha de ser por su propia índole,
constatable y aprehendible para cualquiera (IRA 182). El énfasis lo coloca Zubiri
en la "índole propia" del positum. Por más que muchos hayan aprehendido un
determinado positum esto no lo cualifica como hecho. "Aunque a Cristo resucitado
le hubieran visto quinientas personas, y aunque este testimonio sea verídico, estas
apariciones así observadas no por eso serían un hecho, porque su presunta
realidad no podía ser observada por cualquiera otra persona que allí estuviera"
(IRA 183). Incluso el que en una época un determinado positum sea obvio para
cualquiera esto no lo cualifica sin más como hecho. Pensemos por ejemplo en
esta infinidad de textos de la edad media donde los autores parecen haber visto
alguna personificación del diablo. Para que un positum sea un hecho ha de ser
aprehendible por cualquiera por su propia índole. Por el contrario, aunque un
determinado positum sea aprehendido sólo por una persona puede considerarse
un hecho si por su propia índole es aprehensible por cualquiera. Por ejemplo
algunos hechos históricos de los que hay apenas un testigo (IRA 182). Zubiri
insiste en que el hecho no es sinónimo de realidad presente, en todo caso la
realidad presente sería sinónimo de positum. "Todo hecho ha de ser positum, pero
no todo positum es un hecho" (IRA 183).
380
todo lo real que se quiera en la aprehensión pero no un hecho. Lo mismo sucede
con el sentido, las intenciones de los sujetos, el aspecto significativo del lenguaje,
los fines de la acción, las experiencias, los valores, la felicidad, los escrúpulos de
conciencia y las interpretaciones. En una discusión en el seminario Zubiri,
Ellacuría se pregunta si el amor, la benevolencia y otras dimensiones personales
no tienen algún tipo de inmediatez, no podrían ser consideradas hechos positivos,
a lo que Zubiri responde: "–Yo diría lo que dice S. Pablo: Aunque dé todas mis
riquezas a los pobres, y aunque me entregue a ser quemado vivo por todos ellos,
si no lo he hecho con caridad, no me sirve de nada. Luego, esos actos tienen
inmediatez, lo que no la tiene es el amor. Estos actos tienen inmediatez; no nos ha
engañado, porque ha dado su riqueza, y el que ofrece su vida hasta ser
quemado... inmediatez. Lo que no tiene nunca inmediatez es esa dimensión de
amor". I. Ellacuría replica: "–Diferentes formas de inmediatez". X. Zubiri tercia: "–
No, no, no. No son diferentes formas de inmediatez. No. No hay más que una, lo
demás son artilugios, circunloquios, sí, para bordear el problema". Un movimiento,
la alteridad de la aprehensión, la unidad del sentir, las habitudes, el color de la
piel, el blanco de la nieve, el sonido estridente de una bocina, la temperatura
ambiente, el trino de un pájaro, un individuo, una mariposa, una piedra son posita
que además por su propia índole son aprehensibles por cualquiera. Ciertamente el
blanco de la nieve será desgranado en multitud de matices según el sistema
conceptual de un determinado grupo; el sonido de la bocina será atribuido a una
bocina o a otra cosa según la cultura; una temperatura ambiente de 18 grados
centígrados será sentida como muy fría en Managua y calentísima en Suecia; el
trino de un pájaro será indiscernido según el grado de familiaridad o el interés por
los pájaros; determinados individuos serán aprehendidos como dioses o como
centauros por los aztecas y como "salvajes", "hombres bestiales", "caníbales" o
"humanoides" por los españoles; un zoólogo apreciará una papilli hector allí donde
la mayoría vemos una mariposa; la piedra puede aparecer como un sistema vivo
en una cultura animista; es posible incluso que haya un fondo intraducible en las
percepciones que posibilitan las más de cinco mil lenguas existentes en el planeta.
Por más que la percepción de todas las cosas, incluido yo mismo, esté sujeta a
381
una determinación social y lingüística, al movimiento del logos y a la marcha de la
razón de los individuos y de las culturas, esto no obsta para que en principio un
movimiento, un color o un sonido sean un hecho positivo, algo meramente
aprehendido en aprehensión primordial que por su propia índole es aprehensible
para cualquiera.
De ese modo tenemos que no todo positum es un hecho positivo y no todo hecho
positivo es un hecho científico. "Para que un hecho sea científico, lo observable
para cualquiera ha de estar en cierto modo fijado" (IRA 184). El hecho científico es
aquel positum que además de ser por su propia índole aprehendible por
cualquiera está referido a un sistema de conceptos previos. Estos conceptos
pueden ser conceptos de la ciencia natural, documentos históricos, etc. (IRA 184).
Los hechos científicos dependen del sistema conceptual de cada ciencia. Así en el
ejemplo que pone Zubiri "si tomamos una bobina, hilos de cobre, una pila eléctrica,
y una barra de hierro, veremos que en determinadas condiciones esa barra oscila
y su oscilación puede registrarse en una escala. En este caso el hecho científico
es la medida de la resistencia eléctrica de la bobina" (IRA 184). Sin esta
conceptuación o fijación a partir de unos conceptos científicos previos tendríamos
el mero hecho positivo: la observación de las meras oscilaciones de la barra de
hierro (IRA 184). "En rigor, el hecho científico es la constatación de la realidad
aprehendida en función de conceptos previos" (IRA 185). La selección de un
determinado sistema de conceptos es determinante en cada ciencia para destacar
la relevancia de unos hechos y descartar otros. Los hechos científicos pueden a
su vez no solo estar "fijados" sino ser experimentados. Para que un hecho
científico sea un hecho experimental tiene que intervenir el observador
"manejando" lo real ya sea mediante meras observaciones o manipulándolo (IRA
248).
Ahora ya podemos entender qué quiere decir Zubiri cuando asevera que la
Trilogía es un mero análisis de los hechos de intelección. No se trata ni de un
análisis de los posita de la intelección ni de un análisis científico de la misma sino
382
de un análisis de los hechos positivos de la intelección forzando todo concepto
previo para que no haga más que describir lo actualizado en la aprehensión. Es el
campo y la competencia propia de la filosofía. Lo analizable han de ser posita que
por su propia índole sean aprehensibles para cualquiera. Sin esta actualidad de
los actos aprehensivos en la aprehensión misma ya no nos sería posible seguir.
¿Pero el análisis de hechos de la Trilogía se resuelve en una construcción
racional, en un esbozo de lo que podría ser la esencia de la inteligencia allende el
campo de aprehensión, o en una mero análisis, todo lo complejo que se quiera, de
la estructura misma de la inteligencia actualizada en la aprehensión? En el primer
caso la Trilogía sería una teoría racional en el segundo una mera descripción de
su actualidad campal.
383
cosas previamente aprehendidas. Las evidencias del logos ya filtran de alguna
manera la radical veracidad de la cosa aprehendida y siempre están en proceso
de cambio pues son relativas al sistema de conceptos utilizados en el análisis. De
ese modo la verdad del logos y todo tipo de evidencias son ya una verdad dual en
la que cabe el error. Pero estas "evidencias" siempre cambiables y reformulables,
son exigidas por la actualización campal de la cosa misma que nos lanza en una
dirección determinada descartando muchas nociones en este movimiento pero
posibilitando siempre diversas (IL 218). Por eso la evidencia es propia del análisis
y no de la teoría, por más que de la teoría siempre se puedan derivar afirmaciones
referidas a lo actual en la aprehensión y, por tanto, susceptibles de evidencia.
Pero la teoría en conjunto, precisamente por su objeto, nunca puede pretender la
evidencia de las afirmaciones analíticas.
384
razón es siempre abierta, histórica y provisional. Si bien es posible verificar en una
experiencia el cumplimiento de lo esbozado, "otra cosa muy distinta es verificar
que la razón aducida es la única y verdadera razón" (IRA 273). A esta "marcha" es
a lo que Zubiri denomina método o estructura metódica de la razón. El método es
este abrirse paso entre la cosa real campal y su fundamento mundanal (IRA 205).
No nos está proponiendo ningún nuevo método, sino describiendo la estructura
metódica de la razón, el fundamento de todo otro método. En esta estructura
metódica Zubiri distingue tres momentos: El sistema de referencia o logos vigente
que es de donde arranca la marcha de la razón, el esbozo de lo que las cosas
podrían ser en su realidad profunda (IRA 217-222), y la experiencia o probación de
que lo esbozado para la realidad allende la aprehensión se inserta en el campo de
realidad, regresando del mundo al campo (IRA 226-228). Es importante remarcar
que "experiencia" para Zubiri supone siempre el logro de algo no dado o
aprehendido. Experiencia no es sentir como en la tradición empirista, ni
aprehensión originaria como en la fenomenología. Ni en la aprehensión primordial
ni en el logos hay experiencia. Toda experiencia es siempre indirecta en el sentido
de que el término de la marcha racional no puede tornarse nunca objeto de
aprehensión directa. La experiencia se hace siempre a través de la repercusión de
lo esbozado en la realidad aprehendida, en el campo (IRA 269).
385
logos y no de la razón y que el método de la filosofía primera de Zubiri prefigurada
en la noología es el análisis estructural de los hechos aprehendidos. La
aprehensión misma, como hemos visto, goza de una coactualidad en la
aprehensión.
386
presupuestos por más que toda descripción analítica esté siempre abierta a
revisión crítica y al mejoramiento en la discusión filosófica. La apertura campal y la
libertad del logos es mucho menor que la apertura mundanal y la libertad de la
razón. La libertad de movimiento del logos queda restringida por la cosa
actualizada y las simples aprehensiones a las que se puede recurrir para tipificarla
(IL 223-224). La razón, en cambio, es esencialmente libertad (IRA 107) pues la
realidad nos fuerza en ella a inventar su esencia. También la provisionalidad de
las construcciones del logos, por más fugaz que sea lo primordialmente
aprehendido, queda de algún modo ceñida por los hechos positivos.
387
En definitiva, el método de la filosofía primera es analítico y versa sobre los
hechos positivos de la aprehensión mientras que el método de la razón es teórico
y versa sobre la posible fundamentación de estos hechos allende la aprehensión.
Ambos métodos pueden tener direcciones muy diversas: científica, metafísica,
artística pero lo estimable del primero es que pretende precisamente describir
posita que por su propia índole son accesibles para cualquiera mientras que el
método de la razón pretende explicarlos. La diferencia tajante entre el análisis y la
teoría consiste simplemente en el ámbito que cada uno de ellos pretende indagar:
mientras que el análisis se quiere circunscribir a los hechos de aprehensión sin
transcenderlos, la teoría pretende ir más allá de los mismos para dar razón de los
mismos.
388
Zubiri insistirá en que todo acto intelectivo está fundado en el acto de aprehensión
de lo real como real (IRE 77) y en que la cosa real fundamenta lo que las cosas
parecen ser en el logos (IL, 289, 310), sin que esto signifique que la aprehensión
primordial o la verdad real constituyan un fundamento allende la aprehensión.
Tampoco parece necesario suponer que además de un método analítico haya
también un método estructural y de fundamentación. El mismo método analítico es
estructural y fundamentador. Sobre todo si tenemos en cuenta que el término
estructura no denota en Zubiri exclusivamente el conjunto de notas sistemáticas,
clausuradas y cíclicas de algo allende la aprehensión (IRE 95) susceptibles de ser
determinadas a través de la investigación racional sino también el sistema de
notas actualizadas en la aprehensión (IRE 31, 75, 99) y que una cosa es la
fundamentación en el logos y otra la alcanzable en la razón. No es tampoco
necesario pensar que la fundamentación fuera de la "marcha" de la razón no
adquiere una relevancia o precisión técnica. Al contrario, en la filosofía primera
zubiriana el sentido técnico radical de fundamentación consiste en el análisis
mismo de hechos sin necesidad de apelar o crear teorías. Nada impide que en el
análisis se evidencie una ordenación fundacional de las actualizaciones
intelectivas que no tiene por qué desbordar las posibilidades de un saber
descriptivo. "Ese orden fundacional puede entenderse como la precisa
organización campal del hecho intelectivo mismo". Esto no significa que en todo
género de ciencias y en la misma metafísica no sea importantísima la permanente
indagación y determinación de las notas fundamentales de su objeto allende la
aprehensión pero la fundamentación de la metafísica, de las ciencias, de la ética y
de la marcha fundamentadora misma se juega en el análisis filosófico. La
fundamentación radical en la filosofía primera de Zubiri consiste en la descripción
u análisis campal del hecho del sentir humano. Es en esta descripción misma
donde resalta la marcha fundamentante de la razón y se cimienta por tanto la
misma búsqueda principial de la razón. Que la descripción de los hechos positivos
pueda fundamentar la ética sin caer en ningún género de falacia naturalista es lo
que tendremos que estudiar más adelante, aquí nos basta consignar el sentido de
fundamentación que se desprende del mismo método.
389
3. La diferencia entre el método zubiriano y el método fenomenológico
fenomenológico
Podría pensarse que la distinción zubiriana entre análisis y teoría no es más que
una adscripción a la diferencia clásica que establecía la fenomenología entre
descripción y explicación. De hecho, ya el positivismo comtiano y autores
neopositivistas como Mach y Schlick han destacado la necesidad de prestar mayor
atención a los hechos en oposición a la supuestamente precipitada y a menudo
meramente especulativa explicación de los mismos. Según Ellacuría Zubiri decía a
menudo que lo que más le gustaba del neopositivismo era su positivismo. La
misma fenomenología pretende ser un positivismo radical y acusa a Comte de no
atenerse suficientemente a los hechos, de haberse dejado llevar por el prejuicio
filosófico de que sólo en la experiencia empírica se nos dan las cosas mismas: "Si
positivismo quiere decir tanto como fundamentación, absolutamente exenta de
prejuicios, de todas las ciencias en lo positivo, en lo que se puede aprehender
originariamente, entonces somos nosotros los verdaderos positivistas". La pura
descripción fenomenológica trata de describir lo que nos es inmediatamente dado
a la conciencia intencional ateniéndonos únicamente a lo que se da, en la medida
en que y tal como se da. Esta descripción antecede a la predicación, no porque el
lenguaje descriptivo no contenga predicaciones, sino porque éstas son entendidas
como reflejos inmediatos de lo dado.
390
un método fenomenológico. Sería absurdo negar la filiación fenomenológica de su
método. Sin embargo, como ya nos sucedía al calificar de fenomenólogo a Zubiri,
las diferencias son de tal calibre que si no se hacen ulteriores precisiones esta
calificación es más equivoca que clarificadora.
391
hablando de un saber, sino de ver esta pared. La fenomenología mutila un hecho
primario". El método fenomenológico de reducción trascendental sería un medio
para obtener una posición absoluta: "El hecho científico de Comte y el hecho
inmediato de la conciencia de Bergson, ceden el paso por reducción a fenómeno,
a la pura esencia, al ser como esencia. Este objeto tiene un carácter absoluto"
(CLF 223). Todo relativismo viene para Husserl de la realización fáctica de la
esencia. Zubiri parte en cambio de un método analítico que sea máximamente fiel
a la positividad de los hechos con la esperanza de que de lo absolutamente factual
se desprendan algunas esquirlas de claridad. "Lo factual, lo absolutamente factual,
lo que es real y efectivamente. De ahí es de donde tiene que arrancar la filosofía, y
no de presuntas necesidades externas" (EM 66). Es la mera actualidad de los
hechos positivos en la aprehensión lo que tiene un carácter absoluto pero al
pretender analizarlos introduzco ya una distancia entre lo inmediatamente
actualizado y el dar cuenta de ello a partir de determinadas nociones. Lo absoluto
para Zubiri son los hechos pero ningún saber sobre ellos puede pretender
absolutez. La filosofía primera no se libra del relativismo de las ciencias, como
máximo, podrá acotarlo. Hay un cierto relativismo inextricable en Zubiri al que
llamará "aspectualismo" (HD 304) o "relacionismo" (NHD 232, CLF 139). Pero a
diferencia del relativismo escéptico, cualquier afirmación no es indiferente respecto
a otras posibles, y la verdad y el error no son intercambiables.
392
"El hecho es siempre y sólo la realización de algo en su concreción individual. Si
suspendo este carácter de hecho, lo que se me aparece es simplemente la
configuración intrínseca que posee lo dado. En lugar del puro hecho tenemos el
eidos" (CLF 218). En la reducción fenomenológica nos movemos en el ámbito del
logos, no en el ámbito de la aprehensión primordial, las afirmaciones del logos
están precisamente fundadas en una reducción de la aprehensión primordial de lo
real (IL 119).
393
más neutro respecto a toda subjetividad. Ésta se constituirá acaso en el análisis
de la aprehensión, en el deslinde, desglose o demarcación de la aprehensión
misma pero no puede presuponerse antes. Del mismo modo Zubiri contrapone los
hechos a los fenómenos por el cariz conciencial y subjetivo de éstos últimos. El
fenómeno no es algo fáctico, sino eidético, y lo eidético es el metro de las cosas,
de lo fáctico. En la fenomenología el fenómeno es considerado siempre como el
correlato objetivo de una conciencia pura (CLF 219ss). Para Zubiri los hechos no
son contenidos de la conciencia sino algo actual en la aprehensión. "Si los
fenómenos en el sentido de la fenomenología están constitutivamente referidos a
la conciencia, los hechos no implican ninguna referencia a la misma [...]. Cuando
se dice que el hecho, a diferencia del positum, es aprehensible por cualquiera,
este "cualquiera" no designa una conciencia que fuera un momento esencial de
los hechos. Se trata por el contrario, de señalar que el hecho está vinculado
constitutivamente a todo posible aprehensor. La determinación del positum como
hecho no es, por lo tanto, una subjetivización del positum, sino justamente su
apertura a cualquiera. Y esta apertura a cualquiera es posible porque el positum
no se constituye ni en la subjetividad, ni ante la subjetividad, sino simplemente en
la aprehensión".
394
Pero si bien es impropio en un ámbito de sentido un método descriptivo, no lo es si
lo que aprehendemos es realidad, una realidad que trasciende a todo ente desde
el ente mismo, antes de todo sentido.
4. El análisis de
de hechos y el deambular postmoderno
Ahora que ya hemos constatado la especificidad del método zubiriano cabe
preguntarse si añade algo a toda esta pluralidad de métodos, mencionada al
principio. ¿El método zubiriano es un método más sobre el que cabe optar o tiene
alguna preeminencia filosófica sobre los demás? Estamos tan imbuidos por la
crítica al proyecto filosófico moderno que arranca con Descartes que la
formulación misma de la pregunta nos parece ya ridícula o que encierra cuando
menos un espíritu dogmático, pero la ridiculez filosófica de la cuestión sólo puede
dilucidarse contestando a la pregunta con que cerrábamos el primer apartado de
este capítulo: ¿Podemos decidirnos filosóficamente por uno u otro método o esto
siempre entraña una opción extrafilosófica? La pretendida radicalidad del punto de
partida quedaría mermada si éste dependiera de una opción metodológica. El
problema se agrava si a la ingente pluralidad de métodos unimos la crítica
postmoderna a la consideración del método como una cuestión filosófica nuclear.
395
modernidad misma". G. Vattimo considera que el único método digno de una
filosofía primera sería el hermenéutico: "Se trataría de un saber explícitamente
residual que tendría muchos de los caracteres de la divulgación (con la filosofía,
no como fundamento de las ciencias, sino como conclusión de las ciencias); que a
mi juicio se debe imaginar como el mundo de una realidad aligerada, hecha más
ligera por estar menos netamente dividida entre lo verdadero y la ficción. La
información, la imagen: el mundo de la mediatización total de nuestra experiencia,
[...]. Creo que en esta situación se debe hablar de una ontología débil como la
única posibilidad de salir de la metafísica por el camino de una aceptación-
convalecencia-distorsión que ya nada tiene de la superación crítica característica
de la modernidad"
396
ninguna balanza para optar entre ellos. Claro está que la estructura metódica de la
razón no niega que haya muchas modalizaciones de esta estructura (IRA 242) y
que incluso un mismo camino pueda emprenderse de diversas maneras. Dada la
naturaleza del hecho metódico de la razón, parece innegable la pluralidad de
métodos concretos posibles. Los postmodernos podrán errar todo lo que quieran
pero el hecho incontrovertible es que esta errancia viene posibilitada por la
apertura de la realidad. Distintas formas de realidad exigen diferentes caminos
concretos de acceso a su fundamentalidad.
397
filosofía primera, a la altura de los tiempos y resistente a la crítica, no parece
admitir otros caminos, sin embargo es ésta una senda permanentemente abierta y
no excluyente, una vía que en cierto modo integra y abre todas las demás.
Contestando entonces al interrogante con que abríamos el apartado hay que decir
que el método analítico no es anterior a la constitución de una filosofía primera,
sino que éste se determina en la misma persecución del punto de partida u objeto
de la filosofía. Método y punto de partida están inextricablemente entroncados. No
hay una prioridad del método sobre el punto de partida ni del punto de partida
sobre el método. Sólo cuando se ha encontrado el punto de partida se alumbra el
método. Unicamente emprendiendo nuevas búsquedas se precisa el punto de
partida. Es pertinente aquí esta cita de San Agustín que Zubiri repite varias veces
a lo largo de su obra y que retrata la problematicidad intrínseca de la filosofía
misma: "Busquemos como buscan los que aún no han encontrado, y encontremos
como encuentran los que aún han de buscar porque escrito está: el hombre que
398
ha llegado a su término no ha hecho sino comenzar" (NHD 21, PFMO 67). Todo
final en filosofía no puede ser más que la alborada de un nuevo comienzo. Según
advirtió ya Husserl, el peligro está en cansarse de buscar o en sucumbir a la
coacción de los prejuicios. No es imprescindible desarrollar una filosofía propia u
original. Lo decisivo es no apropiarse de nada por criterio de autoridad o afán de
novedad alguno sino por el peso de la cosa misma. Es por eso que todo ejercicio
filosófico es personalísimo y original, aunque no haya el menor adarme de nuevas
conceptuaciones y aunque se piense a través de lo que han pensado otros.
Rendirse al cansancio, abandonar el esfuerzo de sacar de la realidad algunas
pobres esquirlas de inteligibilidad (IRE 15) es, en definitiva, abandonar lo que nos
constituye como lo que somos: peregrinos, vagabundos y aventureros en rutas
abiertas desde lo real hacia su correcta descripción y su insondable fondo.
5. El método y la ética
Admitida entonces la posibilidad de una filosofía primera a través del análisis de
los hechos positivos podríamos preguntarnos todavía qué encontramos en este
método que sea tan importante para una ética filosófica. En principio parece claro
que la vía analítica es mucho más acotada que la vía teórica, no hay el mismo
grado de apertura en la explicación de los actos humanos que en su descripción.
Tampoco es todo interpretación, o en todo caso, hay "interpretaciones" que no
dependen de las construcciones teóricas, de las creencias y opiniones de cada
cual, sino que están contrastadas por algo inmediatamente dado que podemos
esforzarnos por describir. Esto por sí solo ya sería concluyente en ética, porque si
en antropología hay tantas morales como culturas, en filosofía encontramos tantas
éticas como teorías metafísicas y epistemológicas y aquí precisamente
prescindiríamos de toda teoría metafísica. Ya hemos visto anteriormente que el
peculiar objeto de la filosofía primera constituía a ésta idénticamente en una ética
primera. La posibilidad de enriquecer el análisis de hechos zubiriano hace que
permanentemente podamos pretender ir en pos de una auténtica y mayor
universalidad. Que esta universalidad lograda en el análisis pueda a su vez
399
fundamentar la ética sin el salto mortal de lo descriptivo o analítico a lo prescriptivo
es lo que tendremos que discutir más tarde. Si como veíamos en el punto de
partida Zubiri es implacablemente socrático, también lo es en el método. El
análisis zubiriano contiene el mismo poder crítico y disolvente que aquella ironía
socrática que no cejaba en cuestionar los saberes establecidos y en
desenmascarar las apariencias de saber por parte de los pretendidos sabios.
Del mismo modo que el punto de partida nos ha permitido precisar el método de
una ética primera, el método nos permite precisar el punto de partida y el objeto de
la ética. Es como mirar la misma cosa por su envés. Es obvio que para determinar
las características del objeto de la ética es necesario recurrir a algún dato al que
se denomine moral. Naturalmente en la selección de tal dato interviene ya la
opción metodológica del investigador. Según el método que se considere
adecuado para la reflexión ética se reivindicará uno u otro carácter moral como
dato primigenio. Es algo que hemos visto en el segundo capítulo. Para citar sólo
algunos ejemplos podemos referir lo que Aranguren denomina estructura moral: el
no ajustamiento de la constitución psicológica humana a la realidad y la necesidad
subsiguiente de justificar las respuestas a ella; la conciencia moral de la
fenomenología de tener que realizar en nuestro mundo una jerarquía de valores; la
también conciencia moral, pero consistente en la percepción de normas
específicas como morales, a la que puede aplicarse un análisis introspectivo, o
bien un análisis trascendental; el fenómeno moral, por el que sienten preferencia
determinados empiristas; el hecho moral de la aprobación y desaprobación en
juicios emanados del sentimiento o de las argumentaciones surgidas de la razón;
la existencia de un lenguaje moral; y el hecho moral apeliano de las condiciones
trascendentales del discurso. En una ética primera como la que se puede dibujar a
partir de Zubiri no se trata tanto de descartar todos estos datos o su pretensión de
serlo como de corregirlos al enraizarlos primariamente en el hecho de la
constitutiva alteridad o apertura a la realidad de los actos humanos. Es esta
apertura constatable en el análisis de los actos mismos lo que hace necesaria una
400
determinada moral u apropiación de posibilidades y que constituye el objeto
primordial de una ética primera.
401
que nuestra estructura psicoorgánica sea viable también posibilita todas las
formas de lo innecesario, gratuito e inútil (SH 657). Y, con todas las posibles
afinidades con el método descriptivo foucoultiano y wittgensteniano, el método
zubiriano no se cierra a lo trascendental y, como veremos, a una posible
normatividad proveniente del análisis.
402
Capítulo 10. La razón
Ya hemos visto al principio como uno de los nudos gordianos del debate ético
contemporáneo es la concepción de la razón. Desafortunadamente, a menudo
esta concepción deviene una especie de presupuesto dogmático que se substrae
del debate. En el segundo capítulo tipificamos las diferentes nociones de razón en
liza. No vamos a repetirlas aquí tediosamente. Lo que sí cabe advertir es que en
este debate la noción ilustrada de razón constituye el punto de referencia central
de la mayoría de los pensadores, tanto para distanciarse como para salvar lo que
se considera imprescindible de la noción ilustrada. Esta controversia tiene una
extraordinaria proyección entre diferentes movimientos sociales. En apretada
síntesis podríamos decir que diferentes corrientes contemporáneas como el
neokantismo, el racionalismo crítico, el neohegelianismo, y algunas formas de
pragmatismo y utilitarismo, por más que critiquen la razón ilustrada, rescatan el
proyecto ilustrado en sus aspiraciones emancipatorias básicas. Mientras que las
tradiciones hermenéuticas y algunas formas de filosofía analítica, pragmática y
comunitarista abogan por el desahucio completo de la razón ilustrada. Lo
emancipatorio sería la renuncia a cualquier noción de razón que se acerque a la
noción ilustrada. Esta renuncia es lo único que permitiría un reconocimiento de la
pluralidad de racionalidades específicas de grupos, clases, etnias, orientaciones
sexuales, géneros etc. Frente a toda pretensión de universalidad o de teorías
globales y unitarias, sería más "liberador" contentarse con explicaciones parciales
o contextuales, siempre abiertas a eventuales revisiones. Autores de ascendencia
fenomenológica como Levinas propondrán una tercera vía consistente en
reivindicar una razón originaria previa a la razón racionalista que les permite
asumir íntegramente las críticas a la razón ilustrada sin derivar de ellas la
imposibilidad de toda fundamentación y de toda universalidad. Es la perspectiva
en que se instalará Zubiri a inicios de siglo.
403
1. La crisis de la razón moderna
Zubiri tiene clara conciencia desde el inicio de su filosofar del ocaso de la razón
antigua y de la razón moderna (TFJ 16ss). Su Ensayo de una teoría
fenomenológica del juicio inicia dando cuenta del fracaso de la razón ilustrada
(TFJ 18ss), tanto en su versión racionalista como empirista y kantiana, y
reivindicando la necesidad de someter las concepciones modernas a una severa
discusión (TSJ 22). La insatisfactoria dualidad entre sentidos y razón ya se
anuncia en su tesis doctoral como el origen de la bancarrota de las concepciones
antiguas y modernas: "En esta escisión se consume la crisis moderna preparada
desde el siglo XIV" (TFJ 19). Es un diagnóstico que Zubiri no cejará en repetir. El
sentimiento de insuficiencia de la razón moderna (racionalista, empirista e
idealista) aparece con toda su crudeza en el artículo de 1935 "Qué es saber". La
razón crítica moderna en sus diferentes formas conduce al "ideísmo" (NHD 74)
que deja la realidad de lado y focaliza toda la problemática filosófica en las
elaboraciones de la razón lo cual produce frecuentes crisis escépticas toda vez
que la realidad parece siempre deparar sorpresas. Si la razón griega fracasa en su
intento de naturalizar al ser humano, la razón moderna, que se pone en marcha
con el cristianismo, acaba en el siglo XX anonadada (NHD 55). Con el cambio de
horizonte filosófico que supuso el cristianismo la razón humana se apoyaba en la
razón divina y poco a poco se fue independizando hasta recluirse en sí misma.
"Solo ahora, sin mundo y sin Dios, el hombre se ve forzado a rehacer el camino de
la filosofía, apoyado en la única realidad substante de su propia razón: es el orto
del mundo moderno. [...] El resultado fue paradójico. Cuando el hombre y la razón
creyeron serlo todo, se perdieron a sí mismos; quedaron en cierto modo,
anonadados. De esta suerte, el hombre del siglo XX se encuentra más solo aún;
esta vez, sin mundo, sin Dios y sin sí mismo. Singular condición histórica" (NHD
55 ss).
Zubiri acusa a la filosofía moderna, a Kant pero sobretodo a Hegel (PFMO 324 ss)
de haber montado la razón sobre sí misma. Esta "autonomía" de la razón le
404
parecerá completamente inadmisible: "Lo menos que se puede decir es que
reposa sobre la inteligencia" (PFMO 326). Al menos la filosofía clásica habría
entendido que los sentidos nos dan las cosas y la razón elabora, construye o
concibe ideas acerca de ellas (PFMO 326). Esta posición no le parece falsa a
Zubiri como la anterior, pero si insuficiente porque la razón es entendida como un
espejo que al pasarse sobre la realidad de las cosas nos brinda conceptos (327
PFMO), y esto, como veremos, tiene que ver muy poco con la esencia o lo
"propio" de la razón. Zubiri critica expresamente tres conceptuaciones de la razón
en la filosofía moderna: la razón empírica, esto es que la razón no pueda exceder
los límites de lo dado empíricamente, la razón racional o dialéctica que pretende
alcanzar el todo de la realidad (PFHR 281), y la razón histórica que se considera a
sí misma como un germen histórico que se va desarrollando (PFHR 317). Pero la
crisis de la razón moderna, lejos de llevarlo a una especie de complacencia en la
pura crítica, lo sumergirá en la revisión del cañamazo mismo desde el que se ha
tematizado la razón. Primero intentará captar "la onda general con que
efectivamente la filosofía moderna, desde comienzos del siglo XVI a comienzos
del siglo XX, y con la filosofía, a una la ciencia positiva, ha aprehendido
justamente la realidad circundante" (EM 5 ss). Y después empezará "a ir barriendo
posiciones" (ED 266).
405
razón de las evidencias vivenciales" (CLF 244). "Para Husserl la filosofía no es
sino la ciencia estricta y rigurosa del mundo y de mí mismo. Su problema radical
es justamente la constitución de mi ego y del mundo en que este ego vive. En
rigor, es el problema de la autoconstitución. Es el intento supremo de llevar la
constitución a evidencia, es decir, es el supremo intento de lo que Husserl ha
llamado razón: es la reconstitución evidencial de lo que soy como ego, y de lo que
es el mundo de este ego" (CLF 245).
Heidegger por su parte considera que la razón tanto antigua como moderna, al
intentar someter el ser a sus categorizaciones conceptuales y representativas ha
conducido al nihilismo contemporáneo agudizado por la técnica que es la última
manifestación de la razón metafísica. Una razón hermenéutica nos permitiría fijar
la mirada no en las cosas sino en el horizonte último en las cuales ellas se hacen
posibles inaugurando una nueva forma de pensar que, contra la cosificación y el
despotismo, fuera capaz de respetar el ser. "Heidegger- nos dirá Zubiri- considera
que el punto de vista del relativismo es aún el de la metafísica: su ideal de verdad
-ideal que el relativismo considera inalcanzable- es todavía el de la verdad
absoluta. Heidegger renuncia resueltamente a la exigencia de absolutez de la
verdad, como exigencia metafísica por antonomasia. Llevando el relativismo hasta
sus últimas consecuencias cree dejarlo atrás (CLF 266 ss). La razón hermenéutica
permite a la "existencia" descubrir su verdad, una verdad que ya no es absoluta
pero por la cual el hombre se sabe sostenido.
406
nuestra nueva retirada. Columbramos, bien que todavía sólo en lo lejano y
confusamente, un nuevo principio, el principio del futuro: nuestra vida vulgar y
corriente, la de cada cual, como realidad radical y como principio del razonar,
como razón vital". Se trata de una razón radicalmente histórica que se inserta en la
movilidad y el cambio permanente: "El hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es
historia; porque historia es el modo de ser de un ente que es constitutivamente,
radicalmente, movilidad y cambio. Y por eso no es la razón pura, eleática y
naturalista. "La razón pura [...] tiene que ser sustituida por una razón narrativa".
Frente a estos intentos e incorporando indudablemente muchos de sus elementos
Zubiri pretenderá acceder a una noción más radical de razón. Una noción que sea
fruto de una filosofía primera escrupulosamente atenida a los hechos. A. Pintor
Ramos sugerirá que solo ahora en un clima postmoderno en el que se ha puesto
en cuestión toda la imaginería racionalista se da la sensibilidad cultural para que
no nos parezca esotérica la descripción de la razón que realiza Zubiri.
3. La razón sentiente
El camino de la descripción estructural del acto aprehensivo es el que nos propone
Zubiri para dar cuenta de eso que en la tradición filosófica se ha catalogado como
razón. ¿Hay algo en toda esta dinamicidad de mi aprehensión que tenga que ver
de algún modo con esto que en la tradición filosófica occidental se ha llamado
razón? Tomemos la cosa misma. Dejo de escribir en el ordenador y me fijo un
momento en lo que estoy aprehendiendo, sintiendo y queriendo. Oigo grillos, el
aullar de un perro, una puerta de un carro que se cierra, la alarma que se activa, el
resplandor de la pantalla, un poco de fresco, un olor a rosas, la portada de
Inteligencia y razón, la mesa con infinidad de utensilios, los ojos que en este
momento me pesan un poco, mis propias gafas, la punta de mi nariz, mi espalda
reclinada en la silla, la presión de los pies sobre el suelo, un sonido inidentificable
parecido a un grifo abierto, la luz intensa y molesta de la lámpara, una melodía de
flauta, el recuerdo de mis hijos jugando, retazos de la conversación sostenida con
el vecino y una cierta soñolencia. Algunas de estas cosas se me presentan como
407
agradables y otras no tanto. Podría escribir miles de páginas y no conseguiría
plasmar la infinita riqueza de lo que estoy aprehendiendo, sintiendo y queriendo
casi instantáneamente sin levantarme de la silla ni apenas girarme. No hago más
que aprehender unas cosas "entre" otras, "desde" otras o "por" otras. Se trata
justo de la actualidad campal. Cada cosa real (el ordenador, la lámpara, la música)
es aprehendida entre otras cosas reales. Ese "entre" es justamente el campo y no
tiene otro origen que la misma apertura de lo real, su trascendentalidad. Toda
cosa real, por el hecho de ser real, remite "de suyo" a otras realidades incluyendo
la suya propia. Intento prescindir de que lo que estoy aprehendiendo sea esto o lo
otro. Ahora todo adquiere la extrañeza de un sonido inidentificable. Veo formas,
colores, tamaños, oigo estridencias etc. Sin necesidad de nombrar las cosas ni de
determinarlas como esto o lo otro, cada cosa es aprehendida como un sistema de
notas en alteridad radical. Es decir, que es "de suyo", que remite a sí mismo. Es lo
que Zubiri llama la aprehensión primordial de realidad. Pero la primordialidad que
en una filosofía de la inteligencia puede destacar preferentemente el sistema de
notas actualizado en la aprehensión no tiene en una filosofía primera de la acción
porque limitarse a eso. "Ante el hombre no están actualizadas solamente las cosas
como inteligencia y después, como un apéndice, con el sentimiento y la voluntad,
no" (SSV 356). También es aprehendido primordialmente el placer y el dolor que
me causan determinados sistemas de notas. Eso para no hablar de la
primordialidad mucho mas obvia de un dolor de muelas, un garrotazo, o el
hambre. Es lo que A. González llamará bienes y males elementales. "La realidad
es temperante y afectante" (IRA 102). No en vano uno de los sentidos que
estructuran la alteridad de la impresión en los actos humanos es precisamente el
dolor (IRE 100).
408
hace más enigmática y problemática. Por un momento encuentro todo lo que estoy
aprehendiendo, incluido yo mismo, absolutamente extraño. Me vienen a la
memoria estos versos de Jorge Guillén:
409
aprehendido a la que me empuja la misma alteridad primordial y campal. Es lo que
nombrará Zubiri como razón sentiente. ¿Cómo se enclava la alteridad de la razón
en la alteridad primordial y en la alteridad campal? Es lo que nos proponemos
dilucidar ahora. Para eso es imprescindible demorarse algo en cada una de las
otras modalizaciones de la intelección. No se trata aquí propiamente de un rodeo,
porque, como veremos, esta razón ya está incoada en la pura aprehensión
primordial. El hecho de estar analizando un acto único obliga a Zubiri a continuas
recapitulaciones. Lo interesante de la rápida recapitulación con que empieza
Inteligencia y razón es que para ubicar correctamente el tratamiento de la razón
resalta la noción de apertura (IRA 11). "La formalidad de realidad es en cuanto tal
la apertura misma" (IRE 120).
4. La apertura de la formalidad de realidad o alteridad radical
El último Zubiri llama indistintamente a la formalidad que caracteriza a los actos
humanos formalidad de realidad o formalidad de alteridad (HD 34). La primera
designación es la más general y la preferida por Zubiri aunque sorprende que a
medida que avanza en la elaboración de la Trilogía, sobretodo en Inteligencia y
razón, utiliza cada vez más la segunda fórmula. La primera expresión tiene sobre
todo el inconveniente de situarlo en un contexto metafísico del que es difícil a
veces desprenderlo. La anfibología denunciada por A. González del termino
realidad por la que éste parece designar tanto la alteridad radical con la que las
cosas se actualizan en nuestros actos como las cosas tal como son con
independencia de ellos causa dificultades no solo al neófito sino a aquellos que
como Ellacuría llevan años asimilando su filosofía. Desde nuestra lectura no
podemos decir que si desaparece el ser humano solo desaparece la actualidad de
la realidad porque no sabemos cual pueda ser la realidad allende la aprehensión o
simplemente si es como parecen sugerir algunos textos leídos en una línea
metafísica: "¿Si no hubiera hombres, es que las cosas perderían esa cualidad o no
la habrían adquirido? No, lo que no habrían adquirido o lo que perderían si la
humanidad desaparece antes que las cosas, es justamente su actualidad, y eso es
distinto" (SSV 357ss). En una filosofía primera radical las cosas se presentan en la
aprehensión como siendo en propio o de suyo aquello que son, por tanto como
410
siendo reales. "Y ello aunque se agotara en el acto de aprehensión y no tuviera
ninguna otra realidad ni antes ni después ni fuera de él". La alteridad y la
actualidad es siempre de las cosas pero una filosofía primera no puede
presuponer que estas cosas están ahí antes de toda aprehensión. Eso en todo
caso sería una plausible y más que razonable hipótesis metafísica.
El privilegiar la expresión formalidad de alteridad sobre la formalidad de realidad
evita de entrada esta inclinación metafísica en la lectura de Zubiri y el esfuerzo
que supone redefinir el uso común y filosófico habitual del término "real". También
coloca inmediatamente a Zubiri en el centro de la filosofía del siglo XX pues la
alteridad es una de sus categorías básicas, una categoría que reverbera en las
corrientes filosóficas más dispares de nuestro siglo bajo el común denominador de
resistencia a todas las formas de totalidad abstracta y racionalismo. También nos
permite contextualizar adecuadamente a Zubiri. Si todo intento actual de hacer
filosofía es necesariamente un diálogo y una crítica de Hegel (NHD 182) la
alteridad es desde Feuerbach la noción medular de todas aquellas filosofías que
pretenden trascender el horizonte de la subjetividad donde Hegel nos habría
dejado envueltos. En Feuerbach destaca A. González, más allá de su
antropologismo naturalista, el esbozo de una verdadera filosofía primera
precursora de la fenomenología al mostrarnos que en los sentidos hay una
"diferencia" o alteridad irreductible entre sujeto y objeto que impide una síntesis
como la pretendida por Hegel en su lógica. Una verdadera alternativa a Hegel solo
podría consistir en una rigurosa fenomenología de la sensibilidad que es
justamente el camino que inicia Feuerbach y que culminaría en Zubiri. El gran
mérito de Feuerbach habría consistido en mostrar que el problema de la verdad y
de la realidad no se juega en el ámbito del pensamiento sino en el de la
sensibilidad, donde reside una constitutiva e irreductible alteridad.
Pero en este realce de la noción de alteridad en Zubiri aparecen otros problemas.
El primero es que mientras la formalidad de realidad basta para cualificar lo propio
de la acción humana aquí nos vemos obligados a añadir la cualificación de
"radical" pues la formalidad de alteridad cualifica a todos los vivientes. Ya hemos
visto cómo para Zubiri la diferencia fundamental entre el sentir humano y el sentir
411
animal consistía en el tipo de alteridad de ambos sentires. La alteridad del sentir
animal es una alteridad respecto a la respuesta, una alteridad que remite a una
determinada actuación, la alteridad de los actos humanos en cambio es una
alteridad que remite a sí misma, a lo actualizado en el acto. "Ciertamente, la
inmensa mayoría de las impresiones humanas son, como en todo animal,
meramente estimúlicas. Si uno tuviera que aprehender por ejemplo la transmisión
sináptica o las reacciones enzimáticas como realidades, sería imposible la vida del
animal humano. Pero hay unos receptores especiales que sienten las impresiones
como alteridad de realidad. Y esto es lo específicamente humano. El sentir
humano es otra cosa que el sentir animal. El hombre siente lo sentido no
estimúlicamente, sino realmente" (HD 33-34). La alteridad en la aprehensión de
realidad es radical. Los contenidos de la cosa real no solamente quedan en el acto
de aprehensión de realidad como signos objetivos, anteriores o autonomizados
respecto a la respuesta en una alteridad dentro del proceso sentiente mismo, sino
como algo anterior al mismo proceso sentiente. Mientras la anterioridad de la
alteridad animal es solo respecto a la respuesta, la anterioridad de la alteridad en
el ser humano es respecto al entero proceso sentiente. Las cosas quedan tan
otras, tan "de suyo" en el sentir, que a diferencia de la alteridad animal ni siquiera
les pertenece su inclusión en el sentir (IRA 61ss). Es la distinción que veíamos en
el punto de partida entre objetividad y realidad. La objetividad propia del animal es
una alteridad solamente respecto al momento de respuesta, mientras que la
realidad es una alteridad respecto a la aprehensión misma (IRE 62). Esta alteridad
radical hace que se dé una gran autonomía y desenvolvimiento entre los tres
momentos de suscitación, modificación tónica y respuesta, por más que la acción
humana esté sujeta a la misma unidad que el sentir animal. Aquí basta pues
distinguir entre alteridad estimúlica y alteridad radical.
El problema grave al hablar en términos de "alteridad" en lugar de "realidad" es
que contra la ambición de Zubiri parecería que lo recolocamos en una "metafísica
de la subjetividad". Saldríamos del fuego de la escolástica para caer en las brasas
de la fenomenología. Y es que la mayoría de las filosofías de la alteridad parecen
moverse en el horizonte de la subjetividad. El mero término alteridad sugiere hoy
412
en la filosofía contemporánea, lastrada necesariamente por su tradición, una
inmediata referencia a la mismidad o subjetividad. Ya se ensalce la alteridad con
respecto a la subjetividad como es el caso de Levinas, la subjetividad respecto a la
alteridad, o la alteridad de las cosas respecto a nosotros mismos, en el mero uso
del término parece que quedamos encerrados en una problemática moderna y
personalista. Incluso en Marx, que prosigue de algún modo el análisis de la
sensibilidad de Feuerbach mostrando cómo es la actividad sensorial la que nos
vierte al otro, la alteridad sigue siempre siendo una alteridad respecto a un sujeto,
por más que no se deje jamás reabsorber en el sí mismo de la conciencia como en
Hegel. Y es que no es tan fácil salirse de este horizonte de la subjetividad. No
basta con criticar la noción substancial de sujeto. Es un problema que ya nos
planteábamos al tratar de la insatisfacción con el punto de partida de Ortega. Al
hablar de alteridad ésta caía siempre por el lado de la circunstancia y decía
referencia a un mí. Lo actualizado en nuestros actos quedaba referido a nuestros
actos como lo otro de ellos. En Levinas se acentuará hasta el límite la
heterogeneidad radical del otro, su radical asimetría respecto a la mismidad. Todo
lo que se ha dicho acerca del otro por parte de la filosofía clásica, moderna y
contemporánea se mueve prioritariamente según Levinas en el terreno del ser, de
lo mismo, en definitiva, en el ámbito de la identidad y por ende del idealismo pero
por más disimiles que sean estos diversos planteamientos filosóficos la alteridad
dice referencia inmediata a mí y cuando menos, nos hallamos en un horizonte
personalista muy diverso del horizonte "real" en el que se instala Zubiri.
Sin embargo la alteridad de Zubiri tiene muy poco que ver con esta alteridad
personalista. No dice, en uno u otro sentido, referencia inmediata a mí sino
referencia a sí misma. La cosa actualizada en nuestros actos no remite a nuestros
actos, sino que solamente remite a sí misma. No se trata de la alteridad de la cosa
con respecto a mi subjetividad, sino de la alteridad de la cosa en mi acto
perceptivo con respecto a cualquier acto. La cosa no se actualiza como referida a
mi subjetividad y ni siquiera como referida a mi acto de percepción. La cosa
actualizada solamente remite a sí misma, como si fuera independiente de
cualquier percepción. Lo actualizado en nuestros actos queda como radicalmente
413
otro e independiente de nuestros actos. No se trata simplemente de substituir aquí
la referencia a la subjetividad por la referencia a los actos. Lo que se presenta
como otro no remite a un acto respecto al cual fuera otro sino que solamente
remite a sí mismo.
Es una alteridad por decirlo así no-relacional. Una alteridad que abarca toda
impresión y todo acto humano, previa a toda diferenciación y a toda distinción
entre mí, las cosas, y los otros. Puede parecer una noción forzada, es posible que
el "de suyo" sea más preciso o que haya nociones mejores, lo importante a
destacar es que lo que fuerza la noción es el intento de describir en los actos
humanos un hecho positivo. Tomemos el acto que tomemos, lo actualizado en él,
un color, un sueño, un número, un dolor de muelas, un recuerdo, un deseo, se
presentan como radicalmente distintos e independientes de nuestros actos. En el
sentir mismo, y por eso es un sentir intelectivo, los contenidos se presentan en
una alteridad que los hace sentir como "de suyo", como otros que la misma
actualidad intelectiva. Incluso, como destacará A. González, cuando el propio
cuerpo se actualiza en nuestros actos, se actualiza con la misma alteridad con la
que se actualizan las demás personas y cosas no personales. Todos aquellos
actos que pueda llegar a calificar de "míos" se actualizan también en alteridad
radical. Quizás en una lengua que no contara con pronombres personales como el
vietnamita antiguo sería más fácil describir este hecho positivo. Zubiri insiste a lo
largo de toda su obra en las dificultades que supone para la filosofía el "espejismo
producido por la descripción predicativa" (SE 161) y reitera que algunas lenguas
como las semíticas, en la medida en que expresan las cosas conexas mediante
nombres morfológicamente construidos unos sobre otros, de suerte que la
conexión se expresa mediante la unidad prosódica, fonética y semántica de dos o
varios nombres (estado constructo), pueden ser más aptas para una descripción
estructural como la que él realiza o para que transparezcan en ellas nuevos
aspectos de la realidad (SE 354-355). Muchos problemas filosóficos se disolverían
si no se desarrollara la filosofía con un lenguaje indoeuropeo (SH 298). De ese
modo, como ya señalábamos al expresar la insatisfacción del punto de partida de
Ortega, la alteridad es para Zubiri la raíz misma de toda circunstancia, de todo
414
mundo y de toda mismidad. En esta alteridad radical se anudan los demás, las
cosas y yo mismo colocándonos así en un ámbito trascendental, el ámbito de la
formalidad de alteridad, donde el mí no tiene ningún privilegio sobre los demás y
sobre las cosas. Curiosamente este planteamiento se acercaría de algún modo al
de Feuerbach, pues tampoco para él hay una anterioridad de la alteridad cósica
sobre la alteridad personal ni de la alteridad personal sobre la alteridad cósica sino
una radical congenereidad entre ambas.
No es mi pretensión dilucidar si es legítima esta sustitución del termino realidad
por el de alteridad. Las disquisiciones anteriores son una muestra de las
dificultades envueltas en la operación. La ventaja principal es que nos sitúa a
Zubiri de lleno en una filosofía primera y un provecho más banal, pero que también
tiene su importancia, es que elimina de entrada el "esoterismo" de Zubiri
colocándolo de lleno en el centro del debate filosófico contemporáneo. Por el
carácter trascendental de la alteridad no podemos quedarnos en aprehensión
primordial y nos vemos arrastrados, por la misma fuerza de alteridad, "hacia" otros
modos de intelección (IRE 254-255). Todos los modos de intelección son
sentientes, no porque contengan datos sensibles como se ha pensado
usualmente, sino simplemente porque estas modalizaciones de la aprehensión se
mueven en la misma formalidad de realidad actualizada en la aprehensión. El
logos quiere inteligir lo otro en su presentarse como otro (IL 71, 173). La razón por
su parte "no es movimiento dentro de un concepto, no es movimiento en lo mismo
sino que es marcha hacia lo otro" (IRA 68, IL 51 ss, IRA 84 ss); de ahí que la
misma formalidad de alteridad de la aprehensión afecte al campo y al mundo (IRA
233).
5. La alteridad del campo
Las dificultades en la lectura de Inteligencia y logos, la aridez de la obra
comparada con inteligencia y realidad e inteligencia y razón quizás sea debida a
éste esfuerzo último de separación de dos modalizaciones del inteligir que,
recordemos, es estructuralmente uno. La distinción entre las distintas
modalizaciones de la intelección no se delimitará con claridad hasta su última
obra. Aún en el curso de 1976, Estructura de la inteligencia, esta distinción
415
permanece confusa. Por otra parte el hecho de que sea el logos el que forzamos
en una filosofía primera a describirse a sí mismo y a las demás modalizaciones es
otra dificultad añadida. No dejamos escapatoria al logos y aprovechando su
reducida libertad pretendemos hacerle describir correctamente lo aprehendido. Ya
hemos visto cómo el "leit motiv" de los análisis noológicos zubirianos es la
deslogificación de la intelección y la recíproca desentificación de la realidad (IRE
223 ss, IL 378, IRA 66) corrigiendo así un desliz que gravita sobre la historia
entera de la filosofía occidental (IRA 188) pero no deja de ser siempre muy
complejo que el culpable se desenmascare y se libere de sí mismo. ¿No cabría
hablar aquí de un interés de la razón inyectado en el logos que otorga una peculiar
"racionalidad" a la filosofía primera zubiriana? La filosofía primera sería
fundamentalmente una labor del logos pues intentaríamos movernos siempre en el
análisis de lo actualizado en aprehensión, pero sería un movimiento propulsado
por el interés de la razón. En eso consistiría la peculiar colaboración del logos y de
la razón en una filosofía primera.
En la actualidad campal cada cosa real es aprehendida "entre" otras y en "función"
de otras cosas reales. Son los dos momentos de la estructura del campo. "Entre"
significa etimológicamente el interior determinado por dos cosas" (IL 35). Este
"entre" no es un "espacio" entre un sujeto y un objeto sino que es justamente el
campo y no tiene otro origen que la misma apertura de lo real, su
trascendentalidad. Toda cosa real, por el hecho de ser real, remite "de suyo" a
otras realidades incluyendo la suya propia. Por eso aunque sólo hubiese una sola
cosa real, ya sería campal. Se trata de un campo intelectivo sentiente que abarca
a todas las formas de presentación de lo real de los sentires cuando están
"recubiertas" por aquella forma de presentación de lo real propia del sentir
kinestésico. El "entre" campal se funda así en el "hacia" como modo de
presentación de realidad. Cada realidad nos lleva inexorablemente hacia otras
realidades en el campo de realidad. Lo decisivo es que el sentir kinestésico, al
recubrir todas las demás presentaciones de lo real, impide una concepción
estática de la intelección, una concepción representacionista, como si se tratara de
tomar una "foto" de lo real. El logos puede tener alguna función representativa,
416
pero ante todo consiste en un "enfoque direccional" de lo que una cosa real sería
en la realidad. El logos es un movimiento direccional entre cosas reales.
En el análisis de esta actualidad campal nos seguimos moviendo en un ámbito
anterior a toda distinción entre lo interno o lo externo y entre la objetividad y la
subjetividad. El campo de realidad es todavía pre-lógico y pre-predicativo. Todas
las cosas sean internas o externas, mías o ajenas, subjetivas u objetivas se
actualizan en el mismo campo de realidad. Mediante la descripción rigurosa de la
estructura de la intelección Zubiri elimina como hemos visto toda suerte de
fronteras metafísicas. Este "entre" hace de las cosas y de las realidades humanas
aprehendidas, incluido la mía, "otras" entre sí. La aprehensión de la propia
realidad y la aprehensión de otras realidades se da siempre en un "entre" de
alteridad, en una funcionalidad campal que puede adoptar formas muy diversas:
sucesión, coexistencia, posición, temporeidad, espaciosidad, etc. No solamente "el
otro" es aprehendido como otro respecto a mí, sino que mi realidad también es
aprehendida como "otra" respecto a la realidad del otro. "Los mecanismos de
aprehensión de cada una de las realidades pueden ser todo lo divergentes que se
quiera, pero como realidades aprehendidas entre otras, todas comparten una
recíproca alteridad". "Mi propia realidad podrá estar actualizada en forma de
coactualidad que llevará a hablar de una suidad personal pero se trata siempre de
una misma formalidad de realidad en un mismo campo de realidad". El campo
mismo conforma un campo de alteridad que subraya si cabe la diferencia entre la
alteridad zubiriana y la alteridad fenomenológica.
La filosofía primera de Zubiri disuelve así este escollo que suele aparecer en la
sociología teórica al no hallar un puente que relacione satisfactoriamente la
agencia, la acción, con el ámbito o marco estructural en la que aparece y que hace
que unas corrientes se inclinen por una explicación «individualista» o
«subjetivista» de la realidad y otras en favor de una posición «holista»,
«colectivista» o «estructuralista». La noción de campo, una noción nómada que
cruza diferentes ciencias, y que probablemente se origina en la física adquiere en
Zubiri una importancia filosófica capital, pues parece describir mejor que cualquier
otra metáfora lo actualizado en la aprehensión. La noción de campo ha adquirido
417
sentidos muy diversos en las concepciones filosóficas, sociológicas y científicas
contemporáneas. Pero por la centralidad que adquiere en la filosofía primera
zubiriana y por su desprendimiento de toda connotación psicológica y subjetiva es
especialmente apta para fundamentar análisis sociológicos como los de Bourdieu
donde el campo juega un papel central. En el análisis del campo cabe situar
también los análisis de Foucault de estructuras estructuradas sin sujeto
estructurante. Lo cuestionable es que se absolutizen este tipo de análisis
presuponiendo la autonomía completa del campo. Es el problema que percibe
Bourdieu en Foucault y que en el fondo implicaría la recaída en un nuevo tipo de
esencialismo, pues supone renunciar a la posibilidad de dar cuenta de los cambios
que acontecen en el campo. El campo se transformaría siempre por alguna
propensión inmanente y misteriosa a transformarse. Y ciertamente Foucault no
parece tener en cuenta la actividad racional hasta sus últimos escritos.
5.1 El sentido
Lo que en el punto de partida eran diferencias nimias aquí adquiere bifurcaciones
significativas. Si la filosofía primera se reduce a una noología o filosofía de la
inteligencia no parece que baste la filosofía primera para dar cuenta de eso que
llamamos sentido y para ello no tenemos más remedio que complementarla, como
hace Pintor Ramos, con una metafísica: "La peculiar actualización de la realidad
como sentido integra unitariamente dos líneas de actualización: la que dice
respectividad a las cosas reales del campo y la que dice respectividad a la
persona como realidad abierta". "El sentido exige de manera inexcusable una
actualización intelectiva no sólo del campo de realidad, sino dentro de él
precisamente del respecto formal en función del cual las cosas son sentidos" Y
esto no sería otra cosa que la vida humana. Es difícil la integración de la vía
noológica y la vía metafísica pero lo grave es que se introduce ya un cierto
esquema dual similar al orteguiano entre persona y los demás y las cosas por más
que aquí no se trate de una relación sino de una respectividad. Ciertamente los
textos metafísicos y antropológicos de Zubiri parecen avalar esta posición, el
problema es que aquí estaríamos más allá de una filosofía primera y ante la más
418
que problemática identificación de una forma concreta de realidad -la suidad de las
realidades personales- como lugar de las "cosas-sentido".
Sin embargo, desde una consideración de la filosofía primera de Zubiri como
filosofía de la acción, no hay demasiadas dificultades para delimitar, sin necesidad
de recurrir a una metafísica ni a ningún supuesto de la actualidad campal, una
acepción de sentido radical que caracteriza toda actualización campal y para la
cual no es necesario salir de la descripción de lo dado en el campo. Se trata de la
acepción de sentido como habitud o acción fijada. "A las acciones, abiertas en la
formalidad de realidad, les sobreviene una determinada orientación. Y esta
orientación es lo que nos permite pasar, de un conjunto de acciones arbitrarias, a
un modo de habérselas con las cosas, a una habitud, a una acción orientada". Es
algo ya apuntado por Zubiri en su noología. Al intentar precisar su noción de
experiencia, Zubiri se refiere a la aprehensión primordial como algo, en el más
estable de los casos, variable y fugaz, y al logos como una habitud del sentir
según la cual sentimos la mismidad de una cosa a través de sus innumerables
variaciones, esto es, la habitud de sentir algo como fijo y estable (IRA 224). "El
logos asegura un modo concreto de habérselas con las cosas que las estructuras
no han determinado". Fija mediante perceptos, fictos y conceptos la extraordinaria
variabilidad de las aprehensiones. De ese modo la unidad de sentir e inteligir es
radical y se evita todo residuo idealista consistente en pensar que el plano
intelectivo se superpone o dirige al proceso sentiente. Es algo que ya esboza
Zubiri en la crítica a la idea de sentido como interpretación. El sentido es un
momento de la realidad física (IRA 331) y el pasar por alto esto es la gran
limitación del método hermenéutico (CLF 254). Desde la definición hermenéutica
de sentido como función constructa de las cosas con la propia realidad, (IRE 59,
277) no podemos decir que todo en la actualidad campal es sentido, pues
podemos actualizar campalmente muchas cosas que no están en función de mi
vida. En cambio, en la acepción de sentido como "fijación", todo en el logos tiene
un sentido, una determinada plasmación: "La orientación no es una especie de
colocación extrínseca de la inteligencia para que se dispare el movimiento, sino
que es un carácter propio de la intelección sentiente en cuanto tal. Toda
419
aprehensión de las cosas en un campo lleva en lo inteligido mismo la impronta de
la orientación" (IL 65).
Esto permite entender mejor la diferencia que mencionábamos entre actuaciones
inconscientes con sentido o sin él y actuaciones conscientes con o sin sentido.
Ciertamente para que una acción tenga sentido tiene que intervenir el logos de
una u otra manera pero no necesariamente la conciencia. La acción humana
puede adquirir "sentido" sin lenguaje y sin conciencia, ya sea mediante
adiestramiento o por intervenciones desconocidas de otras acciones humanas.
Mientras no puede haber logos sin sentido, al menos en la acepción radical que
aquí manejamos, puede haber sentido y logos sin conciencia. Entran así en el
campo moral aquellas actuaciones, prácticas y pautas que se abandonan al
campo de lo neutro moralmente por considerar que el individuo no es consciente
de ellas o porque son obra de todos y de nadie en particular. En estas actuaciones
inconscientes caben no sólo los actos que la teoría psicoanalítica considera
orientados o fijados inconscientemente, sino todos aquellos actos que realizamos
tan cotidiana y rutinariamente que apenas reflexionamos nunca sobre ellos y
mucho menos se nos ocurre que puedan ser susceptibles de un análisis moral.
Como veremos en el siguiente apartado la frontera del sentido recubre
enteramente lo que llamamos "hecho moral".
5.2 El logos
Zubiri despliega en Inteligencia y logos el análisis noológico ya empezado en
Inteligencia y realidad, pero si nuestra lectura es sostenible, es decir, si
Inteligencia y realidad contiene implícitamente una filosofía primera de la acción,
nada obsta para que integremos los análisis del logos en esta filosofía primera. No
se trata de forzar los textos sino de leerlos desde el punto de partida radical
esbozado anteriormente. De hecho forzaríamos mucho más los análisis del logos
si los consideráramos como un análisis del sentido en función de la vida humana.
Decíamos antes que nuestras acciones están abiertas en virtud de la alteridad
radical que aparece en nuestros actos y que esta apertura es la que permite la
fijación de las acciones en actuaciones o habitudes. A esa orientación o fijación de
la acción es a lo que llamábamos "sentido". Pues bien, la "horma" indispensable
420
para el troquelado de la acción es justo el logos. Lo importante a destacar es que
el logos es un esquema de acción, un momento intrínseco de la habitud, actuación
o posibilidad apropiada que permite dar sentido a las acciones humanas. En esto
juega sin duda un papel clave el lenguaje humano, aunque no exclusivo pues
muchas acciones adquieren sentido por adiestramiento, sin la mediación de un
lenguaje. Pero en cualquier caso el molde y la impronta de muchas de las
acciones humanas pasan por el lenguaje. Sin él la orientación de la acción sería
mucho menos plástica. De ese modo la dimensión pragmática del lenguaje goza
de una cierta prioridad sobre su dimensión representativa o referencial.
Aquí son perfectamente incorporables los análisis del segundo Wittgenstein en el
sentido de que todo juicio y también los juicios éticos dependen de su uso en una
forma de vida. El problema de los análisis de Wittgenstein es que estudia el
lenguaje atendiendo solamente a su conexión con las acciones y actuaciones
prescindiendo de su estructura intelectiva. Como ha destacado agudamente A.
González podría ser que esta consideración de lo intelectivo como "subjetivo"
obedeciera al prejuicio moderno de considerar que el sujeto se halla situado en un
plano ontológico distinto del mundo. La filosofía primera de X. Zubiri, en cambio,
nos permite estudiar tanto los vínculos del lenguaje con la acción como sus
dimensiones intelectivas, pues éstas son también hechos accesibles al análisis. El
mismo prejuicio hará que algunas filosofías renuncien a toda posible ética primera.
Al precipitar lo moral fuera de los hechos, la ética queda completamente fuera del
orbe del análisis. Desde la filosofía primera de X. Zubiri es procedente tanto el
análisis de la dimensión intelectiva del lenguaje como el análisis de lo moral.
Ambos son, antes que cualquier otra cosa, hechos positivos. Ahora lo que nos
interesa es el lenguaje. El lenguaje es precisamente el instrumento privilegiado
para dar sentido a la acción y, por tanto, quizás sea también el ingenio más sutil
de toda moral. Veámoslo con un poco de detenimiento.
Mientras el logos humano permitirá que hayan realidades señalizantes (IRE 51) la
imaginación creadora de los animales (IL 100) y toda otra función semejante al
logos humano que puedan tener, en la medida en que no está abierta a la
realidad, sólo les permitirá tener señales signitivas (IRE 50). Los signos son el
421
disparo de las notas aprehendidas mismas sobre el aprehensor produciéndole
determinadas afecciones y no hacen más que determinar de un modo intrínseco
una respuesta (IRE 52). Así, por ejemplo, las mismas notas del fuego aprehendido
son un "signo térmico" que produce calor (IRE 50), las notas de una espina
clavada en la piel un "signo táctil" y el olor de una presa un "signo olfativo". Los
animales pueden utilizar estas notas-signo como señales para desencadenar
diferentes tipos de respuesta. De aquí la posibilidad de domesticación, de
aprendizaje y de aquí también que se hable impropiamente de lenguaje animal
cuando éste es propiamente un sistema de señales sonoras signitivas (IRE 51).
En cualquier caso, la alteridad del signo y de la señal signitiva se agota en el
disparo del proceso sentiente y no tiene otra trayectoria que la que lleva a
desencadenar una respuesta. El signo, al estar distanciado de la respuesta,
posibilita que algunos animales puedan llegarse a perder entre muchas
respuestas, que se produzcan "neurosis animales". La realidad señalizante, en
cambio, al estar distanciada del proceso sentiente mismo, posibilita que el animal
humano (animal de distanciamiento) llegue a sentirse perdido entre las cosas (IRE
70-71). El distanciamiento de lo sentido, el desamparo y la indigencia en que
quedamos, requiere justamente del abrigo moral y el lenguaje significativo
constituye probablemente su principal embaste.
La alteridad radical permite que en las notas aprehendidas mismas, previo al
disparo de cualquier respuesta, se abra un complejo campo de direcciones. Se
trata de un campo moral intelectivo pues no está estipulada la trayectoria en que
quedará fijada la aprehensión primordial desde las otras cosas previamente
aprehendidas y tampoco se consigue jamás una "fijación" definitiva. De ese modo,
las notas aprehendidas mismas ya no sólo señalan intrínsecamente sino
extrínsecamente (IRE 50). Una señal de tráfico, una fisonomía, una expresión, un
sonido, un silbido, pueden entrañar un distanciamiento entre lo primordialmente
aprehendido (un semáforo rojo, unas lágrimas) y lo que ellos señalan (detenerse,
alegría o dolor). Al no quedar como meros signos de respuesta sino como
realidades señalizantes requieren de la intelección dual propia del logos. Lo
meramente presente en aprehensión primordial es inteligido desde otras cosas
422
reales. Se trata del complejo movimiento de distanciamiento y reversión que
analizará Zubiri en Inteligencia y logos. Lo primordialmente aprehendido (gesto,
sonido, imagen) es fijado en una determinada dirección. El logos, antes de ser una
mera "representación" de las cosas es un enfoque direccional. "La simple
aprehensión consiste formalmente en dirección" (IL 272). Si esta dimensión
direccional se halla montada sobre una previa dimensión pragmática, el carácter
representativo del lenguaje se establecerá sobre esta direccionalidad previa.
El carácter de realidad señalizante, la direccionalidad campal que abre lo
aprehendido, es la base del lenguaje humano. Como la moral, el lenguaje es ante
todo y sobretodo, no un fenómeno intencional, sino un fenómeno de estructura
física (SH 286). El lenguaje no pierde jamás el carácter de señal (tono de voz,
volumen) y el mismo es frecuentemente utilizado como señal: contraseñas,
nombres propios, palabras mágicas pueden ser ejemplo del carácter señalizante o
meramente denotativo del lenguaje (SH 290). Aún sin lenguaje, solo por la
existencia de realidades señalizantes ya estamos instalados en una problemática
moral. Muchas señales son un ejemplo de cómo el movimiento dual del logos no
se resuelve necesariamente en lenguaje. Zubiri insiste en la necesidad de
diferenciar la realidad señalizante de la significación o lenguaje (IRE 50). Lo propio
del lenguaje, su carácter connotativo aparece cuando la señal fonética o sonido
articulado (fonemas, silbidos) unido a una simple aprehensión es utilizado para
inteligir lo que las cosas son en realidad. El sistema fonético de señales humano
se muestra especialmente apto para adquirir ese carácter significativo. Es la
dimensión representativa del lenguaje. La impresionante diversidad de lenguas no
harían más que plasmar el peculiar movimiento intelectivo del logos humano.
El logos que analiza Zubiri en su vertiente intelectiva es ante todo un logos moral
en el sentido radical aquí expresado de ser el rudimento principal para estructurar
las acciones y protegernos hasta cierto punto de la intemperie en que nos deja la
alteridad primordial. F. Pino dirá expresivamente que el logos es una máscara, que
en Zubiri "el logos es el malo de la película de la historia de la filosofía. Pues el
logos ha invadido, sin escrúpulo alguno, todo el escenario de la intelección hasta
llegar a confundirse con ella. Ha llegado a absorberla, a distorsionarla, a
423
enmascararla, e incluso ha intentado anularla. Ha cosido y sellado todos los
hordes de su extensión, ha cerrado todas las fronteras de sus dominios para que
los hombres, mirasen donde mirasen, no viesen mas realidad que la que el logos
muestra". Sin embargo, ningún tapiz de perceptos, fictos y conceptos, ninguna
máscara y ninguna ideología, consiguen nunca clausurar del todo la apertura
originaria ni reducir la alteridad radical. Quizás logre colmar la oquedad que se
abre en el campo pero "la intelección más evidente del planeta no logrará jamás
abolir la oquedad. Una oquedad colmada es siempre y sólo una oquedad
colmada" (IL 247). La desproporción entre el movimiento del logos para inteligir lo
otro en su presentarse como otro (IL 71) y la alteridad radical con que este otro se
presenta siempre, constituye la peculiar alteridad y libertad del campo. Una
libertad y una alteridad restringida entre las aprehensiones y el sistema de ideas
con que contamos. Por esta estructural inadecuación en la coincidencia entre
logos y las cosas primordialmente aprehendidas se escapa la marcha de la razón
y se pueden cambiar siempre las ideologías y las actuaciones y muchos juicios e
ideas que la rutina y la inercia han fosilizado.
6. La alteridad del mundo
Para distinguir el movimiento de la razón del movimiento del logos Zubiri llamará al
primero "marcha" (IRA 93). Con la razón marchamos más allá del campo pero
nunca saltamos, por así decirlo, más allá de la alteridad radical. La razón no es
una vía que traspase la órbita de la alteridad de lo aprehendido para acceder a la
zona de lo no aprehendido. Sino que es la misma "alteridad la que es intrínseca y
formalmente también una alteridad intra-campal y una alteridad mundanal. El
mundo no es sentido como causa de mis impresiones sino como mundanalidad de
la alteridad impresiva de lo real como real" (IRA 233). Este "marchar" allende el
campo puede ser hacia fuera o hacia adentro (IRA 93). No es un allende el sujeto
como podría pensarse porque "en la intelección campal estamos instalados
allende lo que esta interpretación entendería por sujeto y continuamos estándolo
así en toda intelección" (IRA 160). La razón no es tampoco un movimiento dentro
de un concepto, no es movimiento dentro de lo mismo sino marcha hacia lo otro
(IRA 68) propiciada por la misma alteridad radical con que quedan las cosas en los
424
actos humanos. Cuando además de actualizar algo en la intelección ya sea
recordando, oliendo, oyendo o imaginando, se busca saber qué sea lo actualizado,
o qué sea aquello que voy a realizar, aquello que voy a decir hablando (IRA 30) o
aquello que voy a hacer, estamos en lo que Zubiri denomina la actividad de
inteligir o pensar. La actividad es una acción no fijada que se mueve en la
constitutiva apertura de la acción. Cualquier acción puede ser actividad pero no a
la inversa pues la actividad consiste precisamente en una apropiación o fijación de
una determinada posibilidad de actuación.
6.1 Origen de la razón
Los actos racionales no parten de los datos de la sensibilidad, ni se levantan sobre
el sentir o lo trascienden. Esto sería como máximo lo que nos brindaría la idea de
una razón sensible (IRA 84). Tampoco se trata de una razón vitalista de algún
modo subordinada a la sensibilidad. Lo que revela el análisis de la intelección es
en cierto modo mucho más grave y es que la razón jamás abandona el momento
del sentir. Por eso distingue Zubiri entre una razón sensible y una razón sentiente
(IRA 85). Ciertamente muchas filosofías negarán que la razón pueda concebirse
como una actividad espontánea meramente subjetiva que dependa de sí misma.
Pero la posición de Zubiri pretende ser más radical: la razón no solo tiene un
origen genético en el sentir, en lo que parecen coincidir la mayor parte de las
corrientes involucradas en el debate, sino un origen estructural en el mismo del
que jamás puede desprenderse. La razón está ya incoada en la formalidad de
alteridad primigenia con que las cosas se nos actualizan y no es más que una
modalización en despliegue de lo que ya está implicado en la alteridad radical:
"Toda impresión de realidad es en cuanto formalidad impresión abierta no sólo en
dinamismo de distancia sino también en dinamismo de búsqueda. Ver un color
verde como algo «de suyo» es incoativamente estarlo viendo hacia otros colores,
y hacia otras realidades. Aprehender algo sentientemente «de suyo» es un primer
empuje hacia el mundo, un primer esbozo primordial de la búsqueda de lo real en
la realidad. En cuanto tal, el sentir humano es ya un primordio de razón, y toda
forma de razón es radicalmente y primordialmente un modo de estar sintiendo la
realidad. Es la razón sentiente[...]. Un número transfinito, un concepto abstracto,
425
no son cualidades sentidas. Pero son inteligidas como algo real, y a fuer de tales
se constituyen en la impresión de realidad en cuanto tal. Que la razón sea
sentiente significa, que la razón en cuanto intelección es una modulación
intelectiva de la impresión misma de realidad" (IRA 86 ss).
Es la misma alteridad radical o apertura dada sentientemente la que nos fuerza a
pensar (IRA 36), a buscar lo que las cosas pudieran ser allende lo aprehendido.
Por eso, cualquier punto de llegada de la marcha del pensar es intrínsecamente
un nuevo punto de partida, algo incoativamente abierto allende sí mismo (IRA 32).
Es el momento de verdad del racionalismo crítico. Los actos racionales se
caracterizan por una insatisfacción con todo lo actualizado en el campo y con las
diversas formas en que lo actualizado ha sido inteligido en el pasado. Toda verdad
racional precisamente por serlo está llamada a ser superada por ser
intrínsecamente superable: en eso consiste su provisionalidad. La provisionalidad
apunta a la apertura absoluta de la razón (IRA 63). Por ello, la razón es
constitutivamente crítica, y esta crítica se lleva a cabo en nombre de la alteridad
real.
6.2 La alteridad real
La alteridad radical en nuestros actos nos remite a la alteridad restringida del logos
pero la fuerza de la razón acaba cruzando todo dique y nos lanza al mar abierto de
la alteridad radical y a ésta peculiar alteridad es a la que podemos llamar alteridad
real. ¿En qué consiste ésta más exactamente? Ya hemos visto que la razón no es
un simple movimiento entre dos aprehensiones, entre una que se está dando y
otra previamente dada, sino marcha intelectiva o pensar hacia el fundamento de lo
aprehendido en el campo. "Nada de lo inteligido en razón es real sino como
fundamento de lo inteligido en aprehensión primordial" (IRA 90). La meta de la
razón ya no es ninguna nota aprehendida sino el dar a tientas con su fundamento
en el mundo allende la aprehensión. De aquí la imprescriptible parsimonia de la
razón (IRA 90) frente a la vivacidad de la aprehensión primordial.
Lo propio de los actos racionales es partir de lo que hay actualizado en nuestros
actos para preguntarse por su fundamento en la realidad. Una vez que se ha
inteligido este fundamento, lo que está actualizado en nuestros actos puede ser
426
comprendido a la luz del mismo. A este ámbito de fundamentalidad es a lo que
Zubiri llamará mundo (IRA 217). El mundo no es un mundo de la vida o de sentido,
ni un mundo "nouménico", una noción para denominar todo lo que se considere
exterior al pensamiento, ni una zona de cosas (IRA 20), ni es algo que se oculte
detrás del campo de realidad, ni la causa de lo actualizado en el campo sino el
mismo campo en tanto que pensado. La actualización mundanal es de algún modo
siempre problemática (IRA 73-74) y en la marcha del pensar se buscan
precisamente posibilidades de solución. A esa "marcha" siempre abierta, histórica
y provisional es a lo que hemos visto que Zubiri denominaba método o estructura
metódica de la razón. En esta estructura metódica Zubiri distingue tres momentos:
El sistema de referencia o logos vigente que es de donde arranca la marcha de la
razón, el esbozo de lo que las cosas podrían ser en su realidad profunda (IRA
217-222), y la experiencia o probación de que lo esbozado para la realidad allende
la aprehensión se inserta en el campo de realidad, regresando del mundo al
campo (IRA 226-228). Se trata siempre de una razón instalada en un campo
social. "Pero razón instalada no es razón obturada. Por muy instalada que esté
conserva siempre la capacidad de abrirse paso por su cuenta, porque la razón es
constitutivamente razón abierta" (PFHR 297).
Es importante remarcar que "experiencia" para Zubiri supone siempre el logro de
algo no dado o aprehendido. Experiencia no es sentir como en la tradición
empirista, ni aprehensión originaria como en la fenomenología. Ni en la alteridad
radical, ni en la alteridad restringida del logos hay experiencia. En cambio, de la
alteridad real solo podemos tener experiencia. Toda experiencia es siempre
indirecta en el sentido de que el término de la marcha racional no puede tornarse
nunca como objeto de aprehensión directa. La experiencia, sea cual sea el tipo de
experiencia (IRA 225), experiencia en el trato con alguien, experiencia científica,
experiencia en el trabajo campesino, experiencia política, tiene una constitutiva
dimensión racional, entraña siempre la pregunta por lo que las cosas pudieran ser
en la realidad, en alteridad real, con independencia de nuestros actos. La
experiencia se hace siempre a través de la repercusión de lo esbozado en la
realidad aprehendida, en el campo (IRA 269). Pero si bien es posible verificar en
427
una experiencia el cumplimiento de lo esbozado, "otra cosa muy distinta es
verificar que la razón aducida es la única y verdadera razón" (IRA 273).
Las posibilidades apropiadas limitan y criban siempre los posibles esbozos de la
razón. La experiencia puede ser más o menos contundente (IRA 274). En la
inmensa mayoría de los casos, no sólo de la vida, sino también de la ciencia, la
razón conduce solo a lo razonable (IRA 275, PFHR 284). Los actos racionales son
siempre una marcha de lo verificable y de lo inverificable hacia nuevos esbozos
(IRA 277). Es lo que Zubiri llama la dialéctica de la razón sentiente. Una dialéctica
sin visos de solución o culminación, una dialéctica que significa siempre ir
verificando (IRA 277) aunque en la medida en que se verifican unos esbozos y se
descartan otros se puede hablar de progreso (IRA 277). En cualquier caso, por
más que por exceso o por defecto rompamos continuamente la delicada maroma
de la cordura que se extiende entre el pasado del logos y el futuro de la razón, ni
la sinrazón del logos ni el desafuero de la razón logran anular jamás la alteridad
radical.
Tanto la alteridad del logos, como la alteridad de la razón son un sucedáneo (IRA
316) de la alteridad radical y su accionar, ya sea movimiento o marcha es siempre
una agitación dentro de la primordial apertura. En ningún acto racional tenemos la
realidad misma, sino solamente aquello que pensamos que es la realidad con
independencia de todo acto. Propiamente, en los actos racionales no hay
"realidad", sino alteridad radical con pretensión de realidad. Si en Zubiri parecía
que se disolvía el "escándalo de la filosofía", el que la realidad del mundo exterior
haya que admitirse meramente en virtud de una creencia, releyendo a Zubiri
desde una filosofía primera de la acción, el "escándalo" parece que reaparece con
toda su crudeza. No se trata ciertamente ya del hiato idealista entre alteridad del
pensar y realidad sino del hiato entre alteridad sentiente y realidad. Pero quizás
esta impresión de hallarnos en la filosofía zubiriana ya instalados en la realidad
obedecía a la misma equivocidad del término realidad porque propiamente donde
estamos siempre es en la "reidad" o formalidad de realidad de todos los actos
humanos, incluidos los racionales y la razón lo que hace es profundizar en esta
"reidad".
428
Una filosofía primera como análisis de la acción humana o como noología no
puede pronunciarse sobre aquello que sobrepasa el análisis de los actos ni puede
descartar rotundamente diferentes explicaciones metafísicas posibles: que haya
cosas independientes de toda aprehensión y que coincidan con lo que
aprehendemos o que no las haya, o que la realidad en sí sea algo inalcanzable o
que los contenidos que nos brinda la razón se identifican con la realidad. Ahora
bien, lo que si se puede intentar es reconducir el problema a un terreno previo
donde puedan en cierta manera coincidir las diferentes posiciones. La filosofía
primera no se preocupa tanto de buscar una prueba de que exista efectivamente o
"realmente", independientemente de nuestros actos, esta alteridad como de
mostrar que exista o no exista no tenemos más remedio en los actos racionales
que considerar las cosas en su alteridad real. En los actos racionales no se
actualiza propiamente lo que las cosas son con independencia de cualquier acto
sino lo que las cosas pudieran ser más allá de lo actualizado en aprehensión. No
se actualiza la realidad misma sino solamente aquello que pensamos que es la
realidad con independencia de todo acto. En una filosofía primera la alteridad
resulta intrascendible y solo se da realidad, se defina como se defina, inscrita en la
alteridad radical de todos los actos humanos. La filosofía primera no puede
establecer dos zonas de cosas: la de la alteridad de los actos humanos y la
alteridad independientemente de todo acto humano. Esto en todo caso son
hipótesis metafísicas tan provisionales y necesarias como cualquier hipótesis
científica.
Siempre pudiera suceder que la alteridad real de los actos racionales se resolviera
en ser una alteridad con pretensión de realidad. Pero aunque en nuestros actos
racionales llegáramos a actualizar como fondo de lo real o objeto de la razón la
nada, la alteridad real permanece incancelable: "En rigor, el término pudiera ser un
término vacío, esto es, el «hacia» sería un hacia nada. Sin embargo, siempre será
«realmente» una nada; está por tanto en la realidad como un hueco suyo, por así
decirlo" (IRA 139). Lo interesante para una ética primera es en primer lugar que el
terreno que delimita una filosofía primera radical, es antes de toda metafísica un
terreno ético. No hace falta entrar en el pluriforme campo de la discusión
429
metafísica para encontrar algún género de orientación ética. Y en segundo lugar
que no es la "marcha" de la razón la que es totalitaria, como parecen sugerir
algunas escuelas contemporáneas, sino el movimiento del "logos". La realidad es
fundamentalmente abierta y no captable por ninguna fórmula humana. "Esta
apertura es absoluta, porque por mucho que encontremos, la búsqueda jamás
agota la apertura mundanal. Y esto es esencial. A diferencia de Leibniz y de Kant,
hay que decir que la razón no es totalizante ni totalizadora sino que es
constitutivamente abierta. Y esto no por los límites internos a la razón sino por el
carácter mismo de lo real impresivamente sentido" (IRA 103).
6.3 Unidad de la razón teórica y práctica
El mismo Zubiri nos asegura que la intelección racional no es solo teorética (IRA
99). "Se piensa siempre y sólo en posibilidades. Si pienso en el paseo que voy a
dar, o en el viaje que voy a emprender, o en lo que es en realidad eso que
llamamos luz, en lo que pienso formalmente es en el paseo que puedo dar, o en el
viaje que puedo emprender, o en las posibilidades reales para que se produzca
eso que llamamos luz. El objeto formal de la actividad intelectiva es lo que lo real
podría realmente ser" (IRA 142). "Lo moral, los anhelos, el mundo social, son algo
específico y además irreductible a todo juego de conceptos teoréticos, pero lo
moral, lo afectivo y lo social mueven internamente a la inteligencia para esclarecer
lo que se anhela, lo que obliga y la estructura del mundo social. Y en esto consiste
la razón. La razón a su vez no aclara este término en forma puramente racional,
sino en forma razonable; es decir, la propia razón está modulada en su intelección
por las dimensiones morales, afectivas, individuales y sociales del ser personal
humano. Y es que la razón, al igual que la inteligencia, no es sólo pura
representación conceptual" (PFHR 295 ss.).
La unidad de la razón que esboza Zubiri es más radical que la de suponer que
tiene unas implicaciones éticas o el de suponer que hay dos usos posibles de la
razón: razón teorética y razón ética. En Zubiri no solo no hay razón pura porque
esa es siempre una razón sentiente sino porque en el límite el acto racional más
teorético envuelve siempre emociones y deseos y a la inversa. Cuando además de
actualizar algo en la intelección, recordar, imaginar, ver, oler....se busca saber qué
430
sea lo actualizado, o qué sea aquello que voy a realizar o aquello que voy a decir
hablando (IRA 30) estamos en lo que Zubiri denomina la actividad de inteligir o
pensar. Ahora bien que la razón es sentiente significa también en una filosofía
primera de la acción que al no desgajar la intelección del proceso sentiente
tampoco podemos privilegiar los actos intelectivos ni pensar que haya actos
intelectivos, volitivos o afectivos puros. Como máximo se podrá hablar de
dominancia de uno u otro. La razón sentiente es razón por su carácter de
"marcha" pero no porque esta "marcha" sea lógica, discursiva, dialéctica, por
razonamientos o cualesquiera de los atributos que se suelen asociar a una razón
intelectiva (IRA 207 ss). "Razonar, especular, organizar, son tres maneras -entre
otras posibles- de marchar intelectivamente hacia lo allende en profundidad" (IRA
78). En esta marcha las experiencias de frustraciones y satisfacciones y las
emocionales son tan importantes o más que las intelectuales para saber estar en
la realidad.
6.4 La actividad racional como apropiación de posibilidades
La razón al no ser solo teorética no se preocupa exclusivamente de explicar y
hallar fundamento en el mundo de las actuaciones, estimaciones y valoraciones
propias del campo. O si se quiere estas construcciones libres de la razón:
naturalistas, emotivistas, racionalistas que pretenden explicar lo que acaece en el
campo suele conllevar el tratar de apropiarse de unas determinadas actuaciones y
desechar otras. En la actividad racional no sólo postulamos lo que las cosas
pudieran ser con independencia de nuestros actos, sino que al hacerlo nos
apropiamos de posibilidades de actuar. El hombre, ya lo hemos visto, tiene que
justificarse (SH 346ss) respecto a su medio social y natural porque nuestra
naturaleza no nos suministra ajustes mecánicos al mismo. Ciertamente la
actividad racional puede dar pie a desajustes mayores. La actividad racional
genera otras prácticas, otros códigos y conductas no necesariamente mejores.
Mejor y peor son siempre nociones relativas o en función de algo, pero es propio
de la razón el apropiarse de posibilidades.
Este dinamismo de posibilidades para "ajustar" nuestra acción tiene en primer
lugar un carácter histórico y temporal: Las posibilidades de actuar apropiadas por
431
nosotros o por los demás ciñen las posibilidades que todos tenemos en el futuro.
Por más abierto que esté el futuro de la actividad humana, está constreñido por las
posibilidades apropiadas. No se trata sólo de afirmar que la verdad racional tiene
historia o que está históricamente condicionada. La historia es un carácter
intrínseco de la marcha de la razón que consiste propiamente en actualizar
posibilidades (IRA 304). En segundo lugar tiene un carácter social y casual.
Muchas de las posibilidades apropiadas tienen muy poco que ver con decisiones
nuestras. Otros han intervenido en ellas. La muerte, por ejemplo, tan cercana y
cotidiana para una gran parte de los seres humanos tiene muy poco que ver con
su opción personal. Y hay también mucho de azar y de fortuna en encontrarse con
determinadas personas, y con ciertas oportunidades que nos han producido
bienestar o malestar. En tercer lugar posee un carácter libre. Si estar en razón es
algo impuesto por la realidad, el que nos apropiemos de una u otra posibilidad
jamás lo está (IRA 118, 127). Por eso dirá Zubiri que la esencia de la razón es la
libertad (IRA 107). "Un acto libre no tiene razón, sino que la libertad es lo que pone
razón en lo que va a acontecer; pero la libertad misma está allende la razón. Es, si
se quiere, la razón de la sinrazón" (IRA 284). Podremos buscar todas las razones
que queramos para mostrar por qué se ha tomado una opción y no otra, pero en
último término la libertad de la razón es un hecho positivo sin otra razón que la de
ser así.
En cuarto lugar tienen un carácter de riesgo e incertidumbre. Por más
conocimiento, experiencia y sabiduría acumulada que tengamos no podemos
prever nunca absolutamente los resultados de la apropiación de una determinada
posibilidad. Hay posibilidades además que requieren toda una vida y resulta
inverificable saber si la opción adoptada fue la correcta o la mejor. Nuestra praxis
tiene un momento inexorable de confianza arriesgada. De ahí la importancia de
fiarse de la experiencia de otras personas. Y por último un carácter limitado y
frágil: La muerte pone final a este dinamismo de apropiación de posibilidades. Por
eso la muerte no es la posibilidad de todas las posibilidades como pretendería
Heidegger sino la clausura misma del dinamismo de posibilidades (SH 658ss). En
rigor es imposible una vivencia de la muerte porque la muerte es el fin de toda
432
vivencia. Sin embargo ni la insignificancia histórica de este dinamismo, ni su
brevedad temporal, ni la intervención de los demás en ellos, ni su azarosidad, ni la
incertidumbre que comportan, ni su abocamiento a la muerte nos libran de tener
que optar entre distintas posibilidades. Aunque todo ello nos paralizara, esta
parálisis entrañaría ya un momento de opción. Ni en los casos de hambre, ni en
las enfermedades más terribles se elimina todo residuo de apropiación de
posibilidades. Esto es algo inevitable.
La apropiación de posibilidades es un proceso abierto, continuo e inacabable
mientras vivamos y no podemos más que estar justificando continuamente
nuestras actuaciones por las consecuencias confirmables en lo campal de lo
esbozado en alteridad primordial, por una pretendida concordancia entre el esbozo
de la actividad y las actuaciones humanas o por «convergencia» entre ambos(IRA
269 ss). Entre los modos de experiencia de la razón, Zubiri destaca dos que son
especialmente relevantes para la justificación moral, son los modos de
conformación y compenetración. Por compenetración la razón puede intentar
ponerse en el punto de vista del otro y, desde ahí, comprender mejor las cosas,
los demás y a uno mismo. "Es lo que se expresa al decir, por ejemplo, que una
persona ve por los ojos de otra" (IRA 250). "No hay mejor conocimiento de una
persona que el que se logra estando compenetrado con ella" (IRA 250). Nos
podemos compenetrar incluso con los animales y los demás seres vivos (IRA
250). La compenetración nos permite conocer otras experiencias culturales y
sociales, por más diversas que sean de las nuestras y otras experiencias
históricas por más que estas se remonten en el tiempo (IRA 250ss). La dificultad
de este tipo de actividad racional es que siempre se corre el riesgo de proyectar
sobre lo otro nuestros propios esquemas pero esto no convierte a la
compenetración en un imposible (IRA 250).
Por conformación la actividad racional nos permite realizar una experiencia de
nosotros mismos (IRA 256). Zubiri considerará quimérico que uno se pueda
conocer a sí mismo en una especie de relato o examen de sí mismo. La revisión o
los diferentes tipos de confesión constituyen como máximo un "sistema de
referencia" para esbozar lo que yo podría ser en el fondo (IRA 256). En última
433
instancia no hay más que una manera de conocerse que es probando físicamente
en mi propia realidad diferentes posibilidades (IRA 257). Este discernimiento, este
conocerse a sí mismo es una operación racional tan difícil y compleja como
conocer a los demás.
6.5 La actividad irracional
También la negativa a elegir y a sopesar diferentes posibilidades es actividad
racional. Es lo que podemos llamar actividad irracional. Para Zubiri la
irracionalidad en un contexto noológico es un carácter positivo de lo inteligido en
razón. La irracionalidad es aquel modo de actualidad de la razón en el que lo real
se presenta como opaco, ininteligible, absolutamente resistente a toda
transparencia racional o como siendo superior a toda intelección racional (IRA
79ss). La teología negativa acentuará este modo de actualidad de lo real para
afirmar la alteridad absoluta de Dios. Su estricta irracionalidad. Del mismo modo
que Zubiri considera que lo real en sí mismo, como nuda realidad, no es ni
racional ni irracional y que sólo es lo uno o lo otro cuando cae en el ámbito de la
razón, podemos precisar también que la acción humana solo es racional o
irracional bajo la égida de la actividad. Pero fijémonos que estamos utilizando
racional e irracional en un sentido técnico distinto del común. En el uso común la
utilización de estos términos entraña una valoración ética. Lo racional es hacer lo
correcto, lo adecuado o lo conforme a unos determinados códigos morales y lo
irracional lo contrario. Lo que Foucault llama formas de racionalidad que se crean
sin cesar y que hace que el binomio racionalidad-irracionalidad solo sirva en el
interior de las mismas cae en la filosofía zubiriana en el orbe de las actuaciones y
la actualidad campal. La marcha de la razón que aquí analizamos es una marcha
allende lo racional o irracional del campo. Lo propio de la actividad racional no
consiste en atenerse a una u otra racionalidad sino en abrirse a racionalidades
nuevas ya sea porque las mismas actuaciones produzcan cortocircuitos o porque
los introduzca la actividad racional. Lo irracional es un modo de la actividad
racional. Aquella actividad por la cual nos negamos a trascender las actuaciones.
Ciertamente trascender las actuaciones no implica necesariamente mejorarlas. En
este sentido tiene razón Foucault cuando cuestiona toda idea de "progreso"
434
racional con imágenes potentes como la comparación entre las torturas públicas
medievales y los sistemas de castigo modernos: cárceles, panópticos,
electrochocks, y escrutinios psicológicos. Aquí llamamos actividad racional a esta
posibilidad de distanciarse del campo y de los códigos presentes, a la
distanciación que hace posible los mismos análisis foucaultianos.
La renuncia "dogmática" al hecho de la razón hace que muchas veces análisis
brillantes como los de Foucault caigan en graves aporías. Si no se da tal hecho, si
las actuaciones humanas son indefectiblemente el resultado de la internalización
de relaciones de poder bajo la presión de los juicios, el control y la disciplina
¿cómo debemos entender los mismos análisis foucaultianos? ¿Qué le permite a
Foucault distanciarse de las diferentes racionalidades y escribir sus libros? La
paradoja se agrava si tenemos en cuenta que estos análisis no parecen escritos
desde un lugar neutral sino que tienden a promover una comprensión de cómo
podríamos estar en la realidad de un modo en el que hubiera menos sufrimiento.
Según T. McCarty es la percepción de esta paradoja lo que llevará a Foucault a
partir de la década de los ochenta a una valoración muy diferente de la ilustración
y a una noción de la actividad del pensamiento en alguna medida próximo a los
análisis zubirianos. La razón sentiente no nos permite deducir ninguna forma de
ideal o de deber ser pero si la posibilidad de no ser, hacer, o pensar por más
tiempo lo que somos, hacemos o pensamos. La actividad racional tiende a
problematizar lo que se da por supuesto y a mostrar que aquello que se tenía por
natural y necesario no lo es tanto. Categorías, principios, normas, patrones,
criterios, procedimientos, técnicas, creencias y prácticas catalogadas de
"racionales" pueden no serlo a la luz de la actividad racional. La marcha de la
razón que aquí estamos analizando tiene que ver con esta curiosidad especial que
según Foucault es el último motivo de sus análisis: "la seule espèce de curiosité,
en tout cas, qui vaille la peine d'être practiquée avec un peu d'obstination: non pas
celle qui cherche à s'assimiler ce qu'il convient de connaître, mais celle qui permet
de se déprendre de soi-même [...] Mais qu'est-ce donc l'activité philosophique
aujourd'hui si elle n'est pas le travail critique de la pensée sur elle-même? Et si elle
ne consiste pas, au lieu de légitimer ce qu'on sait déjà, à entrependre de savoir
435
comment et jusqu'où il serait possible de penser autrement?". Llamamos actividad
irracional al esfuerzo para renunciar a este tipo de "curiosité", a la "marcha" de la
razón, a toda distancia crítica de los demás, de las cosas y de nosotros mismos, al
esfuerzo que supone también no cambiar y no llegar jamás a pensar de otro
modo. La razón sentiente zubiriana deshace la paradoja que supone servirse de la
razón para escribir contra la razón.
6.6 El interés de la razón
P. Bourdieu replantea en algunos de sus ensayos sociológicos la categoría de
interés y llega a la conclusión de que en todos los campos, incluso en aquellos
como el artístico y el religioso, donde más se reclaman los actos desinteresados,
las conductas más aparentemente desinteresadas (regalos, trabajo voluntario,
gratuidad etc.) son recompensadas en forma de "capital simbólico" equivalente al
interés por la generosidad de la aristocracia que suponía una clara distinción
social. Las «locuras» más antieconómicas y desinteresadas tendrían siempre un
interés más o menos consciente de reconocimiento y recompensa en "capital
simbólico". Considera incluso que se podría hablar de una especie de ley universal
sociológica por la cual todos los grupos recompensan de alguna manera los
comportamientos que ellos consideran como desinteresados. En todas las
culturas, con formas muy diversas, habría una especie de ideal universal de
desinterés y al mismo tiempo en todas ellas habría una especial sensibilidad
contra el fariseísmo, la defensa ostentosa (y más o menos hipócrita) de las
«buenas causas» y el exhibicionismo de la virtud bajo todas sus formas. Ahora bien
el descubrimiento de un interés en las conductas más desinteresadas y más universales no
lleva a Bourdieu a la desidia o al escepticismo moral. Sino precisamente a moralizar la
"Y no
política en el sentido de que su principal interés sea la universalidad de su práctica:
hay motivo de desesperación -salvo para las «almas nobles»- en el hecho de que
aquellos a quienes esta labor incumbe -periodistas al acecho de escándalos,
intelectuales dispuestos a apoderarse de las causas universales, juristas volcados
en defender y extender el respeto por el derecho, investigadores empeñados en el
descubrimiento de lo oculto, como el sociólogo- sólo puedan a su vez contribuir a
crear las condiciones de la instauración del reino de la virtud civil en la medida en
436
que la lógica de sus campos respectivos les proporcionen los beneficios de
universalidad en que se fundamenta su libido virtutis".
Más allá de la confirmación o no de las tesis de P. Bourdieu, lo resaltable es que
este interés por el desinterés, independientemente de los beneficios simbólicos
que conlleve, es de algún modo lo que podríamos considerar el interés de la razón
por apreciar las cosas, los demás y yo mismo desde la alteridad constitutiva. Si la
alteridad primordial nos obliga a apropiarnos de una u otra posibilidad la razón nos
fuerza a trascender las posibilidades apropiadas. La razón no se mueve
"esencialmente" por un interés en "capital simbólico" sino que en todo caso el
"capital simbólico" es la recompensa que se otorga al interés de la razón. Se trata
de un interés por la alteridad real, todo lo opacado que se quiera por intereses
sociológicos, psicológicos o vitales, no reducible a los demás, un interés de la
razón misma. Ser llevado a pensar es un momento que compete al pensar
considerado en sí mismo y no en función del interés o de la vida.
Llamamos desinteresado a este interés de la razón porque no es un interés
inyectado a la inteligencia y a la razón sino que es el interés de la alteridad misma
constitutiva de la razón que la pone en situación de buscar en qué pueda consistir
la alteridad real. El desinterés de la marcha de la razón proviene de su carácter
universalizador, de su desprendimiento de los intereses particulares, por más que
siempre podamos esforzarnos para conculcar el impulso de la razón. Este mismo
esfuerzo, que calificábamos de actividad irracional, es ya una muestra de este
interés. X. Zubiri no habla propiamente de interés sino de "inquiriencia". La marcha
de la razón es un dinamismo de inquiriencia (IRA 261) de búsqueda intelectiva en
la apertura de la realidad mundanal. Esta apertura es absoluta, de ahí que ninguna
intelección la agote y que todo punto de llegada sea forzosamente nuevo punto de
partida (IRA 261). Sin esta inquiriencia de la razón no habría verdad racional. Las
verdades racionales propiamente no "descubren" la realidad sino que van
comprobando el cumplimiento de lo esbozado (IRA 263).
437
6.7 La fundamentación racional de la ética
438
carácter lógico y el peculiar carácter histórico de la razón que describe
Zubiri en un historicismo? El historicismo es un relativismo en tanto que
considera que el conocimiento y su verdad es más o menos relativa al
momento del decurso histórico en que tiene lugar. Zubiri considera
inadmisible este punto de vista (IRA 312). Una cosa es que la marcha
racional tenga historia, otra que su esencia sea exclusivamente histórica. La
resistencia que la alteridad real ofrece al hombre le posibilita y fuerza a
entenderse a sí mismo, a darse cuenta de "donde está". El choque con la
realidad tanto en la marcha científica como en la marcha ética es lo que lleva
a examinar las concepciones desde las que partíamos para aprehenderla y las
fundamentaciones con que contábamos. Y en este proceso, según sea la
índole del choque, así es también el tipo de fundamentaciones éticas que al
hombre se le van convirtiendo en problema o que le van pareciendo
insuficientes o unilaterales. Las fundamentaciones racionales de la ética
(kantianas, utilitaristas, hedonistas, marxistas, aristotélicas, zubirianas etc.)
no son así exclusivamente históricas sino que son pro indiviso lógicas e
históricas. Su carácter lógico se debe al encuentro de algo buscado, y el
carácter histórico al cumplimiento de la realización de un esbozo de
posibilidades (IRA 306).
439
serlo los colores de esta habitación (PFMO 226). Pero en Kant el hecho moral, a
diferencia de otros datos, no nos es dado por la sensibilidad. No tiene ninguna
nota empírica. El factum moral se da exclusivamente en la razón como un «deber-
ser» incondicionado que impera absoluta y categóricamente más allá de toda
condición espacial y temporal introduciendo una especie de fractura entre razón
teórica y razón práctica (PFMO 226). En Zubiri, en cambio, la razón es
radicalmente unitaria y el factum moral abarca de algún modo todas las
modalizaciones de la acción humana. El hecho de la razón tiene la misma
trascendentalidad y la misma contingencia que la aprehensión primordial y el
logos, no tiene ningún privilegio de absolutez respecto a los otros ámbitos.
En segundo lugar el análisis trascendental kantiano persigue una descomposición
de las facultades para detectar sus formas y conceptos a priori, mientras que el
análisis trascendental de Zubiri es un análisis de los actos mismos en su
inmediatez. En Kant el "factum moral" aparece como una simple conciencia
inmediata del deber, como un imperativo que ya debemos suponer al comienzo
mismo del análisis. En el análisis zubiriano surge del análisis de la acción humana
en sus respectivas modalizaciones. El punto de partida kantiano parece
presuponer una determinada antropología. Zubiri considera que Kant es la versión
antropológica de una filosofía primera esbozada por Descartes: la consideración
del hombre "como razón, como sede de lo absoluto y de la inteligibilidad absoluta
de todo" y llamará "razonismo", no "racionalismo", a este intento de fundar toda la
metafísica sobre el gozne de una razón presupuesta (PFMO 246). La descripción
zubiriana, en cambio, será todo lo discutible que se quiera, pero pretende tener la
positividad y rotundidad de los hechos. El hecho de la razón sentiente se funda en
la alteridad del sentir y se intenta describir sin presuponer ninguna metafísica ni
antropología, sin salir del ámbito de una filosofía primera.
En tercer lugar el orden de la moral es para Kant formalmente el orden del deber
(PFMO 225). No hay moralidad más que donde hay deber. Para Zubiri en cambio
el orden de la moral se inscribe en la misma alteridad de los actos que nos obliga
a apropiarnos de posibilidades. No es la razón la que nos obliga a actuar
moralmente sino el sentir o, si se quiere, la fuerza de alteridad modalizada en
440
diferentes modos. En el rigor de los términos "la moral no es el dominio del deber-
ser, sino que es el dominio del ser-debitorio o de la realidad moral que es muy
distinto" (PFMO 230). "Entonces lo constitutivo de la moral no está precisamente
en que no acontezca en el tiempo y en el espacio, como pretende Kant, sino en
algo distinto: en que las determinaciones que constituyen desde este nuevo punto
de vista al hombre son determinaciones que no proceden de una concatenación
causal, determinada en el tiempo y en el espacio, sino de un acto de apropiación
de la propia voluntad (PFMO 230). Como vemos, una filosofía primera implica una
noción de libertad muy diferente de la libertad metafísica kantiana. Para Kant la
libertad no es el arbitrio de romper una sucesión temporal, sino de estar
determinado a sí mismo y por sí mismo en el orden inteligible. Mientras que en
Zubiri la libertad consiste primariamente en el momento de alteridad de los actos
humanos por el cual la causalidad física queda ya de algún modo relativizada.
Podemos incluso convenir con Apel en que el hecho de la razón de Kant es un
hecho metafísico que se puede admitir mientras no haya una aclaración mejor.
Pero la descripción de la razón que realiza Zubiri muestra que tampoco es
necesario reconstruir este hecho kantiano a partir de un metodo reflexivo-
trascendental que tenga en cuenta el giro lingüístico de la filosofía como una
condición trascendental de la comunicación. Aunque no hubiera Dios, aunque en
último término, metafísicamente, no fuéramos libres, aunque la muerte sea el
verdadero fin de todas las cosas y aunque no haya lugar para ningún tipo de
esperanzas, nada elimina la positividad del hecho de la razón. ¿Por qué se da
este hecho? Aquí caben sin duda explicaciones muy discutibles, desde que es un
mecanismo ideal para la sobrevivencia hasta que es una huella de Dios, sin
embargo el hecho inconcuso de la razón está ahí.
441
destaca muy especialmente el valor de la teoría, de la deducción y de la búsqueda
de certeza moral. El problema fundamental de esta concepción de la razón es que
los principios materiales con que dice contar son de una universalidad cuando
menos oscura. Algunas formas de neoaristotelismo y neokantismo
contemporáneo, con todas las limitaciones de los esquemas, podrían enclavarse
aquí. En oposición a esta concepción de la razón, podría hablarse de una razón
constructivista caracterizada por utilizar un procedimiento inductivo. Los principios
o axiomas iniciales se sustituirían por máximas, que son criterios sabios y
prudentes de actuación práctica, en los que coinciden todo el mundo, la mayoría o
los especialistas. Esta sabiduría práctica resultaría una ayuda más valiosa para
tomar decisiones que los presuntos principios de la razón pura.
Los defensores de este tipo de racionalidad se han percatado de que, aunque les
resulte imposible llegar a acuerdos con otros especialistas en el terreno de los
principios éticos, la necesidad de tomar decisiones conjuntas ha revelado que
pueden ponerse de acuerdo en ciertas máximas para orientarse en los casos
concretos. Si las máximas, obtenidas por convergencia, son suficientes para la
toma racional de decisión, ¿porque debería perder el tiempo la filosofía en
cuestiones de fundamentación? ¿No sería más útil dedicarnos en los diferentes
campos de la ética a detectar cuáles son las máximas a que han llegado los más
sabios y prudentes? El problema está en que en último término parece que es el
consenso el que decide sobre aquello que debemos considerar más sabio y
prudente. Ciertamente es un método muy fructífero en muchos campos, ¿pero qué
sucede cuando se considera consensualmente sabio y prudente actuaciones
como las del régimen nazi que contaron con el apoyo casi unánime del pueblo
alemán o prácticas de segregación migratoria y económica que pueden contar hoy
con el consenso de grandes mayorías?
La alternativa que propone Adela Cortina es fundamentalmente apeliana. Consiste
en afirmar que hay un principio ético universal que no es material como pretende
la razón normativa, ni es inexistente como pretende la razón constructivista sino
que es un principio formal implícito en todo discurso humano. Es la condición de
posibilidad de la comunicación humana y por muy impuro y generado
442
históricamente que esté es el que sirve de marco legitimador a las máximas
prudentes que se puedan ir proponiendo en los diversos campos. Fijémonos que
es un método que no niega el consenso. Pero el consenso no es aquí a la vez juez
y parte. Hay un criterio exterior al consenso que mide toda disidencia y todo
consenso. Sólo que este criterio no es material, como querría la razón normativa
sino formal. Este principio constituiría el trasfondo ético de una cultura social y
política democrática y pluralista y se modularía de distinta forma en los distintos
ámbitos de la vida social.
Diego Gracia considera que la solución de A. Cortina cae, con todos los aderezos
que se quiera, en el orbe de la razón normativa y acepta sin reparos una razón
constructivista como la defendida por Toulmin, Rorty, Kuhn, Lakatos y el propio
Feyerabend que casaría perfectamente con la concepción zubiriana. El imperativo
categórico, incluso en la forma discursiva que adquiere en Apel y Habermas, sería
injustificable como puro hecho de razón. La "tercera vía" que nos propone Diego
Gracia sería la propia de la fenomenología y en ella habría que inscribir el
planteamiento zubiriano. Se trataría de una razón sujeta a unos datos previos a
ella misma. Estos datos dados en aprehensión constituirían un marco normativo
formal que delimitaría lo que la razón pueda construir. Por lo descrito hasta aquí
no tenemos muchos motivos para pensar que la razón contenga hechos
imperativos o categóricos pero la misma razón es un hecho que tiene un interés
desinteresado. Una filosofía primera zubiriana, ya sea entendida como noología o
como ética quizás nos brinda algo más que la razón constructiva que defiende
Diego Gracia.
El análisis de los actos racionales nos da como resultado una razón descargada
de esencialismos, totalizaciones uniformadoras y ahistoricismos. La intelección
racional procede siempre a partir de lo inteligido previamente y está fijada por un
logos o tradición cultural. No hay propiamente razón autónoma, sino que siempre
está lastrada por los modos de pensar y las estructuras lingüísticas de la tradición
de la que parte. La provisionalidad, historicidad y contextualidad de la razón no
sólo proceden de su punto de partida, sino de la apertura misma de la razón que
por su constitutiva alteridad hace que siempre el contenido fundamental de la
443
razón se actualice problemáticamente. Siempre es una razón en búsqueda de la
"hondura insondable" de la realidad. El análisis entronca aquí con buena parte de
las propuestas postmodernas Pero el descubrimiento de una tipicidad en el
análisis nos aleja también de aquellas metafísicas postmodernas que rechazan
todo carácter universal de la razón y postulan múltiples racionalidades
inconmensurables. Lo que nos muestra el análisis es que a pesar de las grandes
disparidades que puede haber entre actos racionales ejecutados en una u otra
cultura y entre diferentes tipos de los mismos (poético, científico etc.) hay
elementos coincidentes entre ellos.
Como se preguntará M. Fernández "¿De dónde proceden los peligros de las
teorías universalistas fundacionales? ¿De su carácter universalizador o de la
absolutización y esencialización de las creaciones de la razón?" Desde la filosofía
primera zubiriana podrá considerarse un error absolutizar uno de los posibles
caminos de la marcha, en concreto, el de la racionalidad científico-técnica,
específico de la tradición occidental o el negarse a admitir otros caminos de
búsqueda. También será absurdo pretender desarticular la razón del lastre del
logos, la sociedad y la historia o considerar que la razón tiene contenidos
ahistóricos y leyes morales universales. Y es que en la "marcha" o actividad
racional descrita por Zubiri no encontramos nada en su interior. Lo que ella posee
no son sino sus propias y eventuales construcciones a partir de la realidad sentida
como tal. "Así las críticas de los postmodernos al universalismo de la razón
ilustrada pueden ser entendidas, no como crítica al universalismo mismo, sino
como una crítica a la sustitución de la marcha de la razón por sus propias
elaboraciones". En síntesis, frente a la razón normativa habrá que decir que la
razón no contiene ningún criterio formal o material de decisión moral. En este
sentido la razón sentiente dice algo menos que la noción procedimental de razón
que defiende Adela Cortina. Pero en otro sentido dice algo más pues no se atañe
esta noción de razón en una reflexión que no puede contradecirse sin darla por
supuesto sino que se alcanza en la mera descripción de una filosofía primera.
Frente a la razón constructiva y al planteamiento de Diego Gracia habrá que decir
que, por más que los contenidos de razón sean creados e inventados, los actos
444
racionales, por su propia índole, constituyen una fuerza crítica universalizadora. La
marcha de la razón es ella misma un hecho no constructivo. No necesitamos optar
irracionalmente por la razón como el racionalismo crítico.
El intento del primer Dussel de construir una ética de la liberación a partir de una
noción levinasiana de razón resaltando los aspectos económicos y materiales de
esta otredad y el intento de Hinkelammert de elaborar una ética de la
responsabilidad liberadora a partir de una noción humeana de razón nos dan pie
para mostrar algunas de las virtualidades "liberadoras" de la razón sentiente
zubiriana. Sin duda hay unas semejanzas más que notables entre Zubiri y Levinas
y con todas sus diferencias, en la perspectiva ética que aquí nos interesa, es
probablemente Levinas el autor más cercano a los planteamientos de Zubiri.
Veámoslo con un poco de detenimiento. Para empezar ambos coincidieron en las
clases de Husserl y encontraron en su planteamiento el arranque y la impronta de
su filosofar. Los dos, después de un primer entusiasmo con la doctrina de la
intencionalidad husserliana y gracias probablemente a la lectura de Ser y Tiempo
verán en ella un "movimiento centrípeto de una conciencia que coincide consigo
misma[...], que se confirma, se duplica, se consolida y se espesa como una
substancia". En definitiva, también Levinas acaba viendo en la fenomenología
husserliana "un momento nuevo en el idealismo" y empezará a indagar en un
ámbito prerreflexivo anterior al de la conciencia y el sentido. Asimismo ambos
convienen en la pretensión de rehabilitar la metafísica frente a la ontología
heideggeriana y en el encuentro en el sentir humano de una alteridad que no se
deja someter a representación. En esta alteridad inscriben los dos la diferencia
fundamental entre el puro viviente y el ser humano.
De los dos puede decirse que desenmascaran una razón despótica que pretende
someter la realidad entera a sus designios y anular la alteridad. En ambos la razón
más que dar seguridades al ser humano y encerrarlo sobre sí lo cuestiona y le
invita a salir de su casa. Claro está que también las diferencias son palpables. En
el análisis zubiriano la razón es una razón sentiente, esto es, que no se opone a la
alteridad constitutiva sino que prosigue su mismo impulso mientras que en Levinas
la razón mantiene siempre rasgos totalitarios y su pretensión no es otra que cerrar
445
la apertura primigenia. Indudablemente el análisis minucioso y a veces pesado de
la razón que realiza Zubiri no tiene el poder catártico de los escritos levinasianos,
ni su belleza, ni su fuerza poética, conmovedora y profética pero tiene la fuerza
filosófica que le da el estar describiendo un hecho positivo asequible para
cualquiera. Y es que con Levinas nunca está del todo claro si nos encontramos
ante una argumentación filosófica o ante una argumentación religiosa y mística,
ante una exhortación a que la racionalidad occidental se abra a la experiencia del
otro. Por eso algunos de los discípulos de Levinas defenderán una razón judía
frente a la razón griega occidental que sería el presupuesto último que nos
impediría comprender a Levinas.
F. Hinkelammert precisamente insatisfecho con una noción de la razón como la de
Levinas que parece desbordar la filosofía y con la noción de razón que
presuponen tanto M. Weber, H. Jonas y O. Apel para esbozar una ética
efectivamente liberadora parte de una noción humeana de razón. La ética de la
responsabilidad de F. Hinkelammert surge de la voluntad de asegurar las
condiciones de posibilidad de la vida humana. Esta voluntad exige hoy como
presupuesto básico una opción por la vida más allá de cualquier cálculo de
utilidad. El caso límite para esta ética no es ya el escéptico como en Apel, ni el
cínico como en Dussel sino el suicida. ¿Sería legítimo y moral el suicidio colectivo
de la humanidad si éste fuera fruto de una voluntad general libre de toda
coacción? F. Hinkelammert no halla ningún recurso filosófico para responder a
esta cuestión. Entendiendo la razón al modo de Hume, tan racional es en último
término optar por la muerte como optar por la vida. "No contradice a la razón el
que yo prefiera la destrucción del mundo entero que un rasguño en mi dedo". La
razón está subordinada a la voluntad y no hace más que secundarla en sus
apetencias. La razón, en lugar de ser el árbitro, es ahora la criada del sentir. Sin
embargo, si el análisis filosófico zubiriano describe mejor la esencia de los actos
racionales humanos y la noción humeana de razón no se atiene suficientemente a
los hechos, quizás la opción por la vida no sea necesariamente el primer paso
para una ética liberadora. Es lo que tendremos que ver en el próximo capítulo.
446
Lo decisivo es que en una ética primera de raigambre zubiriana no se recurre a la
filosofía para ver qué nociones de razón son más compatibles con un interés o
proyecto liberador. En el mismo análisis se revela la fuerza de la razón como un
hecho aprehendible para cualquiera y no como una ficción útil o una experiencia
levinasiana del Rostro del Otro que podríamos tener o no tener. Una filosofía
primera no puede decir por qué se da este hecho y por qué hay esta actividad
racional en los seres humanos. Se limita a constatarlo. Hinkelammert, al no
apreciar este hecho, se instala, contra su propio deseo, en una posición humeana.
A la voluntad de muerte y sus valores sólo se le puede oponer una voluntad de
vida como si los actos racionales de los individuos fueran un mero brazo ejecutivo
de los sentimientos y deseos humanos. Es importante para evitar el terror y el
totalitarismo bajar del tribunal de la modernidad a la razón, pero si en su lugar se
erige el tribunal de la voluntad entonces quizás estemos más perdidos. Con todas
sus diferencias, la ética de la responsabilidad de F. Hinkelammert se enfrenta a
una problemática parecida a la ética de la liberación de E. Dussel. Ambas
renuncian a cualquier fundamentación ética por la vía de una metafísica de la
historia, y ambas encuentran insuficientes e ideológicos otros intentos
contemporáneos de fundamentación de la ética como los de Apel o de H. Jonas,
pero en lugar de intentar una fundamentación más firme de la ética, apelan a una
experiencia del Otro o a una opción por la vida que no es universal, ni obliga a
todos. ¿Esta desfundamentación de la ética no será más fruto de un prejuicio
contemporáneo que del atenimiento escrupuloso a los hechos? Es quizás el
interrogante que una filosofía de la liberación tiene que replantearse con toda
radicalidad.
447
ética filosófica, una ética primera con un método analítico que nos permite
instalarnos en un terreno radical previo a cualquier metafísica. Ahora en cierto
modo damos un paso más y nos preguntamos qué orientaciones puede darnos
este análisis y si de algún modo puede fundamentar la moral, es decir, si podemos
encontrar en el mero análisis algunos mínimos que puedan encaminar
universalmente la acción humana sin caer en ningún género de falacia. Hasta
ahora nos hemos movido en una descripción, con la cautela de evitar todo acento
valorativo. Ahora lo que nos preguntamos es si de toda esta descripción podemos
sacar alguna orientación o si propiamente una filosofía primera es irrelevante para
cuestiones de fundamentación, esto es para encontrar criterios de orientación
universales y válidos para cualquiera. Aquí deberán tenerse en cuenta todas las
cautelas nietzscheanas. De todos los prejuicios filosóficos que rastrea Nietzsche
en Más allá del bien y del mal, el más universal que parece encontrar es el moral:
"Poco a poco he ido dándome cuenta de lo que ha sido, hasta el presente, toda la
gran filosofía: la confesión de su autor, una especie de libro de "memorias"
involuntarias e insensibles; y me he dado cuenta también de que las intenciones
morales o inmorales formaban, en toda filosofía, el verdadero germen vital de
donde salía siempre la planta entera. Haríamos bien en preguntarnos cómo se han
formado las afirmaciones metafísicas más lejanas de un filósofo; haríamos bien,
digo, en preguntarnos a qué moral quiere llegar".
448
propia ética primera. ¿No sería una ética primera al fin y al cabo una manera más
sutil de autoengaño, de hacerle decir a la filosofía, bajo un ropaje universal, lo que
no son más que nuestros intereses morales o nuestro miedo a la ambigüedad, a lo
frágil, al devenir y a la muerte? ¿No estaríamos también en ella ante una
racionalización espectacular de las cosas, de los demás y de uno mismo?
Tomarse en serio estas cautelas, sin paralizarse filosóficamente, significa de algún
modo relativizar todos los logros "fundamentadores" que nos brinde el análisis,
distanciarnos y someterlos a profunda crítica, pero si no queremos rechazar el
presunto dogmatismo fundamentador para abandonarnos al regazo de otro
dogmatismo, todo lo acorde que se quiera con un cierto sentir "postmoderno" de
nuestro tiempo, no podemos rechazar tampoco los resultados de una ética
primera, si es que se dan, en nombre de otra cosa que de sus mismos resultados.
1. La noción de fundamentación
La primera dificultad que encontramos con el término "fundamentación" es su uso
ambiguo. Así, por ejemplo, mientras unos hablarán de que en Heidegger no hay
una fundamentación de la ética, otros señalarán que hay una fundamentación más
originaria y radical que la propia de las éticas humanísticas. Es un problema que
ya se nos planteaba a la hora de sintetizar el problema de la fundamentación en el
debate ético contemporáneo. Mientras algunas escuelas como la neokantiana
entienden por fundamentación ética el encontrar un criterio universal y
mínimamente válido para cualquiera para orientar la acción, otras escuelas como
las comunitaristas, pragmáticas y analíticas entienden que la renuncia a toda
fundamentación universal de la ética no es una renuncia a todo intento de
fundamentación. El intento de pensar sin fundamentos constituye a menudo una
crítica contra programas de fundamentación "duros" pero no contra todo tipo de
fundamentación posible. La ambigüedad en el debate ético contemporáneo del
término "fundamentación", es más ostensible cuando muchos programas de
desfundamentación se desarrollan a partir de un análisis que tiene pretensiones
de universalidad. Nietzsche mismo cuando se ríe de que todos los filósofos
449
acaben pretendiendo encontrar los fundamentos de la moral no renuncia a toda
fundamentación posible sino a aquellas que representan "un estado de cosas en
los límites de una moralidad determinada", aquellas fundamentaciones que no se
han hecho problema de la moral misma. ¿Qué significaría pues fundamentación
en una ética primera?
450
de lo real. Esta voluntad de fundamentalidad implica un momento racional, lo que
la razón nos puede presentar como fundamento de lo real y un momento optativo
que es querer que nuestra vida sea congruente con este fundamento esbozado
por la razón. Es lo que Zubiri llama lo razonable (HD 263): "Razonable no significa
forzosamente que no es una verdad que no está suficientemente probada, pero
que es conforme a la razón. Lo que significa primariamente es que es congruente
aceptar en la vida aquello que la razón conoce, sea o no suficiente este
conocimiento.[...] Lo razonable en este sentido es más que lo racional; es lo
racional transfundido en todo el ser del hombre. Aunque se demostrara
matemáticamente la necesidad de que la voluntad acepte incorporar al ser de la
persona lo que la razón descubre, sin embargo la aceptación real y efectiva
quedaría siempre abierta a una opción. por eso es necesaria la voluntad de
fundamentalidad" (HD 263).
451
pensar filosófico sería una prueba de un reducto que trasciende la historia del ser.
La universalidad de la razón estaría supuesta en toda investigación, en todo
raciocinio y en toda interrogación. Sería justamente su condición de posibilidad.
Zubiri, en cambio, parece seguir la senda marcada por Heidegger: "Fundamentar
no debe tomarse en el sentido, estrecho y derivado, de demostrar proposiciones
óntico-teoréticas, sino en un significado principalmente originario. Según eso,
fundamentar quiere decir tanto como posibilitación de la pregunta por el por qué,
en general. Hacer visible el carácter propio originariamente fundamentador del
fundamentar, significa, según esto, esclarecer el origen trascendental del por qué
como tal. No se buscan pues, algo así como las causas de que en el Dasein
irrumpa fácticamente la pregunta del por qué, sino que se pregunta por la
posibilidad trascendental del por qué en general". ¿No es especialmente
Inteligencia y razón un intento de respuesta a la pregunta por la posibilidad
trascendental del porqué en general? La estructura trascendental de este
«porqué» (IRA 73s. 234, 237), la fundamentación filosófica radical se da en Zubiri,
como en Heidegger, en el orden del análisis de una filosofía primera. Será la
profundización de este análisis el que le llevará por otros caminos pero no la
defensa de ningún presupuesto por más obvio y justificado filosóficamente que
nos parezca su admisión.
452
análisis. La fundamentación, en la ética primera de Zubiri, puede entenderse como
la descripción o análisis campal del hecho del sentir humano. La fundamentación
primera es también una fundamentación abierta, problemática, provisional y
expuesta a error, donde nunca se ha dicho la última palabra.
La actividad crítica de la razón era para los ilustrados la instancia básica para
desembarazarse de los prejuicios. En la filosofía primera de Zubiri es el logos
mismo, forzado al análisis, el único efectivo desenmascarador. Eso, por supuesto,
no quita valor a una razón que en su marcha crítica e inquirente para ir a la raíz de
las cosas va substituyendo unos prejuicios por otros. Pero la sacudida más
decisiva filosóficamente es la que se produce en este análisis. Hemos establecido
anteriormente como punto de partida una filosofía de la alteridad de los actos
humanos o una ética primera. Hemos constatado que en el más minúsculo de los
actos humanos la alteridad abre una distancia ante toda impulsividad y
automatismo que es justamente una distancia moral. Como el punto de partida
mismo invalida toda pretendida apodicticidad pareciera que ya es imposible toda
fundamentación. Fijémonos que no estamos pretendiendo aplicar los resultados
de una noología, metafísica o antropología a la ética sino algo aparentemente más
difícil: que aquello para lo que buscamos orientación al mismo tiempo nos la
suministre. ¿No estaríamos ante un círculo vicioso? ¿Cómo puede un punto de
partida fáctico y moral fundamentarse a sí mismo? Ciertamente si por
fundamentación entendemos un saber absoluto, unos principios eternos o unas
proposiciones inmutables que actúen a modo de coordenadas fijas, el punto de
partida mismo nos imposibilita una fundamentación. Ya hemos visto que la
alteridad radical no niega la fugacidad, relatividad y variabilidad de lo aprehendido
(IRE 180). Pero si por fundamentación entendemos la delimitación de unos hechos
positivos que, por su propia índole, son aprehendibles por cualquiera, su facticidad
y eticidad no constituye ningún argumento contra la posibilidad de fundamentación
ni contra su universalidad. En una ética primera la universalidad proviene del
carácter de hecho positivo de lo analizado y no necesitamos presuponer ninguna
otra condición.
453
Ya hemos insistido que la filosofía primera zubiriana no se libra de un cierto
relativismo sino que solo lo acota. La filosofía primera permanece como una tarea
permanentemente abierta que busca unas esquirlas orientativas para estar en la
realidad valiéndose de un método peculiar: el análisis de los hechos positivos en la
aprehensión. En cierto modo es un forzar a la moral en la que indefectiblemente
estamos instalados a abrirse a una conceptuación más adecuada de sí misma
mediante un método en el que podamos efectivamente converger universalmente,
avanzando en una mejor descripción de los hechos positivos. Una fundamentación
primera de la ética consiste nada más en destacar en el análisis de la acción
humana aquellos resultados que puedan ser relevantes para orientar la acción
humana. Estos hechos positivos podrán luego elaborarse con diferentes acentos,
perspectivas e intereses en una fundamentación racional de la ética. La cuestión
de la fundamentación primera de la ética es una cuestión que no se planteó Zubiri
ya sea por un cierto escepticismo moral, por la propia oscuridad de la cuestión, o
porque hay problemas como el de Dios que le interesan más. En cualquier caso
parece legítimo que nos planteemos como han hecho ya diversos intérpretes,
fundamentalmente Diego Gracia y Antonio González, las virtualidades de la
filosofía primera zubiriana para una fundamentación de la ética. Claro está que en
la medida que nos alejamos de la glosa y del intento de leer bien a Zubiri, el
peligro de simplificar, resbalar o incluso de desbarrar es mayor. Pero
probablemente solo cuando se aceptan correr estos riesgos la filosofía se vuelve
absolutamente apasionante.
Las nociones propias de una ética filosófica que elabora Zubiri en el transcurso de
sus cursos, proyectando en la antropología y en la metafísica una filosofía primera
que a su vez va madurando, pueden ser releídas desde la madurez que alcanza
en su última obra esta filosofía primera. En la evolución del pensamiento ético
zubiriano más que una sistematización ética encontramos un inmenso forcejeo
con categorías clásicas: fruición, mal, justificación, felicidad, deber, virtud,
relativismo que expresan la insatisfacción de Zubiri y que si bien no nos dejan
donde estábamos tampoco logran asentarse en una nueva articulación
454
plenamente coherente. Además, como hemos comprobado, existe siempre el
peligro de releer estas categorías no desde la filosofía primera zubiriana sino
desde los contextos metafísicos y antropológicos de donde se las ha apropiado,
quitándoles entonces su radical novedad. ¿Cuáles serían los hechos deslindables
en una filosofía primera relevantes para orientar la acción?
2. El hecho protomoral
El hecho protomoral ha sido destacado por Diego Gracia a partir de la filosofía
primera zubiriana y si bien ha levantado un cierto aluvión de críticas intra y extra
zubirianas nadie ha negado el hecho como tal sino su alcance para una
fundamentación de la ética. Despreocupémonos pues en este momento del
alcance fundamentador y limitémonos a constatar todo lo que da de sí el análisis.
Llamamos protomoral a esta alteridad constitutiva de los actos humanos, a la
formalidad misma de realidad. Es lo que intenta designar Zubiri con el carácter
"físico" de la moral: "Estamos habituados a hacer de la moral el contenido de unos
deberes, de unas intenciones, olvidando el carácter en cierto modo «físico» que
tiene la moral. El hombre puede ser moral o ser inmoral; ser moral de una manera
o serlo de otra. Lo que no puede es no tener moralidad de ninguna especie. Lo
cual quiere decir que, por muy en el orden intencional que se mueva la moral, en
alguna medida tiene dimensiones que llamaríamos «físicas»" (PTHC 72).
Entendemos ahora que no haya acción humana alguna que no tenga carácter
moral, que solo el animal sea amoral (SH 336) y que significa una expresión como
"moral física" o física moral, que podría sin más lanzarnos a un sustancialismo
ético si no la leemos desde la perspectiva de una filosofía primera.
455
mismo, sino de la propia apertura e indeterminación de los actos humanos. En el
límite sólo quizás algunos actos reflejos son en el ser humano actos amorales.
Zubiri nos dirá que es un momento transmoral de toda moral pero que incluye toda
moral concreta (PTHC 72). A este momento transmoral que exige una moral
concreta es justo lo que llamamos con Diego Gracia hecho protomoral.
Zubiri nos asegura que la religación es un hecho si cabe más radical que la
obligación (HD 93, 128). La apertura misma de la acción introduce en ella un
poder de lo real, un poder de la alteridad. Se trata de un poder paradójico pues al
mismo tiempo que estamos irremisiblemente ligados a él nos impele a ser libres. A
esta ligazón del hombre a la realidad o alteridad es a lo que Zubiri denomina
religación. Al igual que la obligación, la religación hay que hacerla en la propia
vida, hay que construirla. Estamos siempre religados de un modo o de otro. ¿Que
diferencia hay entonces con una obligación primordial de carácter formal? se
podría decir que la obligación se mueve en el terreno del imperativo moral y la
religación no. Pero en este nivel nos es difícil de ver un imperativo moral concreto
que no sea el imperativo protomoral de apropiarse de alguna posibilidad. ¿No
estaremos sucumbiendo al embrujo de las palabras? Es muy posible que la
experiencia de la religación sea primariamente una experiencia de estar remitidos
o de venir de algo "otro" (la experiencia y la rememoración del ser en Heidegger,
el "don" y la "gracia" en el cristianismo, la soberanía del no-saber y de la nada en
456
G. Bataille, etc.) mientras que la experiencia moral sea inicialmente una
experiencia del deber o de la deuda. No obstante, en el plano filosófico de una
filosofía primera en el que intentamos movernos aquí, difícilmente podemos
establecer estas diferencias. Tanto la religación como la obligación tienen su
origen en la formalidad de alteridad de los actos humanos. En uno y otro caso se
trata de un fenómeno formal que sobrepasa cualquier contenido concreto. La
religación ni siquiera se identifica con las religiones. Un ateo, un agnóstico puede
no ser religioso y sin embargo no puede prescindir de la dimensión religativa. La
obligación tampoco supone ningún contenido moral específico. Toda inmoralidad
que podamos pensar se inscribe en esta dimensión moral. Solo hay una cosa
clara y es que tanto la religación como la obligación siempre han de tener algún
contenido.
Sin embargo Zubiri insiste a lo largo de toda su obra en que hay obligación porque
hay religación y no a la inversa (PTHC 306). Incluso en lo último que Zubiri escribe
y somete a revisión en 1983 repite casi textualmente uno de sus primeros escritos
en Naturaleza Historia y Dios: "la religación no es obligación, porque por el
contrario, la obligación presupone la religación. Estamos obligados a algo porque
previamente estamos religados al poder que nos hace ser. Para estar obligados
tenemos que ser realidad personal, y sólo somos realidad personal por estar
religados. Como decía en las páginas precedentes, en la obligación estamos
sometidos a algo por ser realidades personales. En la obligación, pues, «vamos a»
algo; en la religación por el contrario «venimos de». Por tanto, en tanto vamos en
cuanto hemos venido. En la religación, más que la obligación de hacer, hay el
doblegarse del reconocer a lo que hace que haya (HD 94, NHD 428).
457
la obligación. ¿Se puede establecer alguna diferencia entre religación y obligación
primordial en una filosofía primera de la acción? De algún modo la respuesta a
este interrogante condicionará la articulación entre religión y moralidad. Si la
religación fuera lo mismo que la obligación también la religión no sería más que
otra moral concreta. No obstante, es posible establecer una diferencia estructural.
Religación y obligación son momentos concatenados pero no idénticos que están
en un orden muy preciso. "La religación me lanza a actuar, y ese lanzamiento es la
estructura formal de la obligación moral ". La obligación pende de la religación.
Estoy obligado porque previamente estoy ligado a la alteridad. Sin esta ligación
primaria de mis actos a la alteridad no estaría siempre obligado a asumir una u
otra posibilidad. Es por eso que podemos decir que la religación no solo es
protomoral como también lo es la obligación primordial sino que es anterior a la
estructura obligante misma. En la obligación remarcamos el hecho de la
imposición de una u otra posibilidad (NHD 428), en la religación aquello que hace
que haya una estructura debitoria (NHD 429). La obligación nos lleva a realizar
una u otra posibilidad, la religación al reconocimiento de que haga lo que haga en
el fondo todo pende de lo que sea la alteridad radical. Puede que esta alteridad
radical se resuelva en la alteridad absoluta de Dios, en abismo, en nada o que me
desentienda de ello. En cualquier caso la obligación parece que tiene ya en el
análisis un mínimo grado de penultimidad frente a la religación.
Esta distinción sutil (PFHR 92) entre religación y obligación dentro de un mismo
hecho protomoral dará pie a la distinción y especificidad posterior del hecho
religioso y el hecho ético. Mientras la ética persigue de algún modo hacer que las
acciones humanas sean buenas, en la dimensión teologal o religativa el problema
ético queda inscrito en lo que sea la realidad o alteridad última y que mi acción sea
buena o mala es en cierto modo relativizado. Por esto autores como Heidegger,
Nietzsche o Kierkegaard podrán denunciar la superficialidad de la ética frente a la
profundidad y la seriedad de la religación, y el cristianismo contendría siempre los
preceptos morales del entorno, desde la moral de Israel hasta los preceptos
platónicos y de la Ilustración, sin identificarse plenamente con ellos. Por más que
458
se opere con los mismos preceptos éticos la religación les precede con un prefijo
que les confiere sonoridades muy diversas. No se trata de fundamentar la ética en
la teología sino de destacar que todo planteamiento ético descansa sobre un plano
religativo más radical en modo alguno confesional. Zubiri llama a esto dimensión
teologal y se esfuerza por distinguirlo de lo teológico (HD 12, 108, 363, 382). "Se
trata de una estricta estructura humana accesible a un análisis inmediato" (HD 12).
Hay que reconocer, por la carga teológica que implica, que no es un término
demasiado afortunado, pero al menos queda claro que Zubiri se refiere a algo
accesible en una filosofía primera o análisis de hechos (HD 371) anterior a toda
religión concreta y por supuesto a toda teología, que no tiene por qué expresarse
necesariamente en alguna religión. En el cristianismo se hablará de gratuidad o
gracia. Heidegger hablará a menudo del destino del ser, del juego o de la nada. En
definitiva, frente a filosofías que apuntan a una identidad total de la ética y la
religión o a una dualidad antagónica lo que nos arroja el análisis zubiriano es una
diferenciación en una ineludible correlación.
Todos los zubirianos parecen estar de acuerdo en que hay "algo" dado en
aprehensión primordial de lo que el concepto de persona es construcción. Una vez
más lo que se discute es el valor normativo de este algo. Para Zubiri la persona
consiste en el carácter de "suidad". El ser humano además de ser "de suyo", como
todas las demás realidades, es "suyo" (HD 48, 75, IRE 212), se pertenece
radicalmente a sí mismo y de ese modo se aprehende en la alteridad radical de
todos sus actos. Antonio González radicalizará esta noción primordial de persona
(no negará) y afirmará que en una filosofía primera de los actos humanos el
carácter elemental de persona consiste en la distensión de todos los actos
determinada por la alteridad radical frente a la "tensión" que desencadena en los
actos animales una respuesta. Esta noción sería más propia de una filosofía
primera porque se daría necesariamente en todos los actos humanos sean o no
conscientes mientras que la suidad parecería una noción mucho más deductiva.
459
Aunque sin duda es muy importante discutir con tranquilidad cuál es la noción de
persona más ajustada a las exigencias de una filosofía primera lo que aquí nos
interesa destacar es que hay un acuerdo fundamental. Si bien para distinguir entre
personas y cosas hace falta recurrir a la modalización campal, a unas
determinadas fijaciones que dan sentido a lo aprehendido, estas distinciones no
son enteramente arbitrarias, se basan en algo dado primordialmente ya sea este
"algo" distensión o suidad.
Aunque Zubiri solo hable de libertad en el logos y en la razón, nada obsta para
que se pueda hablar en este nivel de una libertad primordial. De hecho la noción
elemental de persona implica una noción elemental de libertad. En una filosofía
primera la libertad no es más que la distensión o apertura de los actos humanos
mismos. Como destacará Antonio González esto no resuelve el problema
metafísico de si en último término somos o no libres pero nos lanza decisivamente
por una teorización muy diferente de aquellos que prescinden de este hecho. Es lo
que Zubiri llamará en otro contexto el carácter liberado de la existencia humana
gracias al cual podemos estar vueltos a las cosas, entenderlas y modificarlas
(NHD 445).
Ya hemos visto que para Zubiri lo más elemental que cabe decir del bien es que
es el carácter apropiable de las cosas (SH 381). Las propiedades apropiables no
pertenecen a las cosas como sus propiedades físicas, pero las propiedades físicas
de las cosas son la fuente de las propiedades apropiables. Se trata siempre de
una noción formal de bien, las posibilidades de destrucción que nos ofrecen
algunas cosas no dejan de ser, en la medida en que nos las apropiamos,
formalmente buenas. Pero, en cualquier caso, lo que Zubiri subraya es que el mal
y el bien son siempre algo positivo, fáctico: "El maleficio en el hombre no consiste
en la ausencia de una rectitud, sino en la positiva presencia de una aversión" (SH
399). Esta noción formal del bien y esta positividad del bien y del mal conforme a
460
las posibilidades que nos brindan las cosas y los demás es lo que nos da pie a
hablar de bienes y males elementales.
461
medida en que el animal no tiene esta constitutiva apertura, y alteridad en sus
actos (SSV 259). Del mismo modo que se puede hablar de bienes elementales, se
puede hablar en estricta correspondencia de fines elementales. Los bienes y
males elementales pueden ser considerados como fines vistos desde la atracción
o repulsión que provocan.
Podría pensarse que todo bien o mal primordial envuelve una respectividad a una
subjetividad, a una mismidad. Mientras en aprehensión primordial hablábamos de
una alteridad que dice referencia a sí misma, parece que al hablar de bienes
elementales esto sería impensable. Placer, dolor, gusto o disgusto dirían
referencia a mí. El pertinaz dolor de muelas que ejemplifica permanentemente
Ortega sería siempre mi dolor de muelas. Wittgenstein se pregunta "¿Hasta qué
punto mis sensaciones son privadas?- sólo yo puedo saber si realmente tengo
dolor; el otro solo puede presumirlo- esto es en cierto modo falso. Si usamos la
palabra saber como se usa normalmente entonces los demás saben muy
frecuentemente cuándo tengo dolor". Ciertamente puedo saber del dolor de los
otros pero en aprehensión primordial el problema es más grave. No parece que
pueda aprehender primordialmente el dolor de los otros o al menos que lo que
pueda aprehender primordialmente de él no tiene la misma fuerza de imposición
que mi dolor. Pero, como quiera que sea, todo bien y todo mal elemental mío o
ajeno se me actualiza en la misma alteridad primordial. El dolor de muelas antes
de identificarlo como dolor de muelas se me actualiza como un dolor que remite a
sí mismo. Igual que el calor del fuego que es el ejemplo predilecto de Zubiri (IRE
56). Se trata siempre, claro está, de una prioridad estructural, no cronológica,
deslindable en el mero análisis de los actos.
Los bienes primordiales pueden no ser los mismos para unos que para otros como
los sistemas de propiedades actualizados en la aprehensión pueden variar
también en la aprehensión de uno y de otro. Pero en el análisis de una filosofía
primera cualquier variación es mucho más acotada que fuera de ella. El problema
para una filosofía primera no es tanto la primordialidad de unos bienes y unos
462
males elementales como el deslindarlos de la "fijación" u orientación que sufren
posteriormente y por la cual impresiones dolorosas pueden ser sentidas como
buenas. El ejemplo de un niño recién nacido cuando empieza a organizar su
acción (SH 561) puede ser aquí esclarecedor. En él son muy perceptibles el dolor
o el placer, la atracción o la repulsión y el gusto y disgusto que le generan
determinadas realidades con una variación mucho menor que en el mundo de los
adultos. Las necesidades humanas serán todo lo plásticas que se quiera pero
parece que hay umbrales y tendencias básicas -tendencias de nutrición y
autoconservación, de placer y autosatisfacción, de amparo y autoestima ( SH
561)- que no se pueden frustrar sin liquidar la vida humana o al menos su
humanidad. En cualquier caso es algo abierto a consideraciones metafísicas y
científicas que no podemos dilucidar en una filosofía primera. El hecho inconcuso
es que nuestras acciones tienen un momento de placer y dolor, gusto o disgusto y
atracción y repulsión primordial. Esto es en lo que de algún modo insiste Zubiri:
"Estamos habituados a ver en la realidad solamente el correlato de una intelección
o de una volición, y creer que entonces la realidad es lo aprehensible como verum
y lo optable como bonum. Tendríamos que habituarnos a introducir en la filosofía
esta idea de que la realidad es también formalmente atemperante. La realidad es
el «de suyo». Y este «de suyo» queda actualizado no solamente en forma de
verdad y de bondad, sino también en forma de atemperante" (SSV 337).
463
habrá males elementales que podrán estimarse en el logos como buenos, por
ejemplo el dolor de muelas en el torno de un dentista (SSV 261). Lo importante a
destacar es que antes de toda constitución de sentido y valor, en la mera
formalidad de alteridad de los actos humanos, ya está presente un bien y un mal
primordial (EI 106). Estos bienes y males primordiales nos permiten una
consideración también elemental de lo que debe entenderse por bien y mal social
y económico. Cuando el bien o el mal elemental es infringido por otros podemos
denominarlo bien o mal político-social y el que estos otros me faciliten o impidan el
acceso a las cosas bien y mal económico.
464
que la radical incomunicación es imposible. Creo que lo que la paradoja de la
comunicación zubiriana arroja es la insuperable ambigüedad de lo humano. Del
mismo modo que deviene una quimera una ética que ignore los bienes y males
elementales también se cae por su propia base cualquier ética racional que
pretenda rebasar esa paradoja.
3. El hecho moral
Como ya hemos visto el campo de realidad puede no contener un momento
lingüístico pero en la medida en que es siempre un campo de sentido es
indefectiblemente un campo moral. El campo de realidad se apelmaza en múltiples
campos morales. Es lo que podemos llamar "moral concreta" de los grupos
humanos: El sistema que conforman las acciones inconscientes o conscientes al
estar ensambladas y modeladas internamente con un código moral o pauta de
acción, fijada usualmente -no siempre- mediante el uso de un lenguaje. No es que
exista un logos puramente intelectual o lógico y que luego se pueda hablar
también de un logos moral. Se trata de que no hay ninguna simple aprehensión
que no implique una "estimación", ni ninguna afirmación o juicio que no comporte
una valoración. Antes de poder escoger entre un determinado "bien", "fin" o
"estimación", éstos están ya previamente articulando la acción. El sistema de
perceptos, fictos y conceptos que fijan la acción es a lo que podemos llamar
código moral.
465
compensan, se corrigen y permiten ciertos compromisos y escapatorias. El que
estos códigos morales sean "esculpidos" antes que predicados es lo que explica a
mi modo de ver que en el fondo de los seres humanos haya cosas de difícil
rectificación, cosas intratables, una especie de fatalidad espiritual. También la
partida decisiva de la vida está casi siempre jugada de antemano por los demás.
Si se quiere, el código moral es la versión ética de la ideología, su internalización.
Zubiri insiste en que el campo de realidad es un medio de intelección, "todos los
demás medios son cualificaciones primarias de este medio primario y básico (IL
77). "En este aspecto la sociedad es un medio de intelección. No es algo que
pertenece a lo inteligido, pero es desde luego algo que hace ver lo inteligido de
una manera peculiar. Más aún, en distintos medios las mismas intelecciones
pueden tener modalidades distintas. Y no me refiero solamente al medio social en
general sino inclusive a medios sociales especiales, por ejemplo un gremio: el
medio gremial hace ver las cosas de un modo peculiar" (IL 75 ss). Al carácter de
medio moral de la ideología es a lo que legítimamente podemos llamar código
moral.
466
que el mismo agente quisiera liberarse. El código moral explica algunos de los
hechos sorprendentes que nos muestran los análisis sociológicos y psicológicos:
En muchos procesos de emancipación los esclavos, las mujeres, los indígenas o
los obreros se aferran más a la esclavitud o a su antiguo rol que sus propios amos
y las víctimas se suelen sentir más ansiosas y culpables que sus victimarios. Pero
no es tan extraño que aquellos más perjudicados por una ideología particular sean
los que más la propaguen si pensamos que su acción está más lastrada (IL 60 ss)
por el peso de estos códigos que aquellos que se benefician de la misma. Es tal la
fuerza y el poder de estas "hormas" morales que muchas veces detrás de los
motivos conscientes de nuestra actuación hay otros motivos mucho más
poderosos. Por eso numerosas personas que se intentan librar de un tipo de
habitudes o actuaciones que les provocan sufrimiento, se sienten ansiosos,
inseguros y culpables, y otros pasan toda una vida sujetos a terapias.
Una cosa son los códigos morales, otra el comportamiento real, las actuaciones
concretas de los grupos e individuos humanos en relación a los códigos morales.
Ciertamente los códigos morales operan una selección entre los bienes y males
elementales de acuerdo con ciertas jerarquías de preferencias, valores, bienes
finales, deberes, normas, etc. Pero en todos los grupos sociales y en todos los
momentos históricos hay quienes conforman su acción más o menos de acuerdo
con estas jerarquías. Algunos resisten una determinada prescripción o prohibición,
otros alteran la jerarquía o transgreden determinadas reglas que pretenden seguir,
y en estos márgenes de variación o de transgresión, los individuos y los grupos
humanos se conducen en referencia al código moral esculpido en su cultura y
sistema social y del cual tiene una conciencia más o menos clara. En cualquier
caso en las morales concretas se es siempre malhechor o bienhechor no solo
según se pretenda orientar la acción en concordancia con un determinado código
moral sino según el grado en que ello se consiga de hecho en la actuación misma.
467
Antonio González reserva aquí, para calificar las habitudes del bienhechor, el
sentido que cobra en Zubiri virtud, y para calificar las habitudes del malhechor
"torpeza". Zubiri rescata el término griego de virtud: areté, "todo el conjunto de
capacidades de vida que el hombre adquiere en su trato con las cosas. [...] que de
suyo no tiene el menor sentido primariamente moral" (NHD 247, CLF 48). La virtud
es una apropiación real y física de determinadas posibilidades de vida (HD 206).
Es el carácter físico que tiene la configuración de la personalidad según responda
o no a una idea determinada de hombre en cada grupo social (SH 439). El término
"torpeza" traduce la noción de vicio tal como la utiliza Zubiri, desposeyéndola de
una excesiva carga valorativa. La moral en el sentido de valores, bienes y deberes
(HD 207) solo es posible fundada en esta apropiación virtuosa o viciosa. "Hay
habitudes, qué duda cabe, que constituyen lo que llamamos una virtud; y hay
habitudes, qué duda cabe, que constituyen lo que llamamos un vicio" (SSV 77).
Pero esto no es todo, una cosa es una regla de conducta o código moral, otra mi
actuación en relación a este código, y otra la manera como los seres humanos
deben conducirse respecto a este código. Hay diferentes maneras de conducirse
moralmente. Así, por ejemplo, ante un determinado código moral sexual que
enfatiza la fidelidad conyugal habrá diferentes estrategias para llevarlo a cabo. Se
puede hacer caer todo el peso sobre el estricto cumplimiento de las normas, o
sobre el manejo del deseo y la resistencia a las tentaciones de modo que la
fidelidad consista en la lucha y la vigilancia permanente respecto a los propios
deseos; o puede hacerse consistir la fidelidad en la intensidad, la continuidad, la
reciprocidad o la calidad de la relación que liga a los dos esposos. La austeridad
sexual se puede practicar a través de un largo trabajo de aprendizaje, de
memorización, de asimilación de preceptos y un control sistemático de la conducta
aplicándolos con exactitud, o puede consistir en un intento de renuncia global al
placer, a partir de un desciframiento cuidadoso, permanente y detallado de todos
los movimientos del deseo, incluso los más oscuros. Es lo que Foucault designa
468
como modo de sujetamiento (assujettissement): la manera como el individuo
establece su relación con los códigos morales para actuar conforme a ellos. Lo
que a menudo se presenta como una evolución moral de estadios pre-
convencionales a estadios postconvencionales no sería desde esta perspectiva
más que una variación de regímenes morales. Así algunas culturas acentuarán
sobre todo el código y toda su riqueza para ajustarse al dominio del
comportamiento mientras otras acentuarán el escrutinio permanente de las
motivaciones que empujan nuestros actos.
Los bienes o fines elementales se transforman aquí en una idea de hombre. "Ni el
individuo, ni la sociedad pueden determinar un sistema de deberes, si no es en
vistas a una cierta idea del hombre" (SH 425). En el fondo de toda moral late una
idea de hombre que consiste en aquello que queremos llegar a ser mediante un
determinado régimen moral: amos de nosotros mismos, libres, amigables, buenos
469
ciudadanos, profesionales respetables, héroes, entregados a los demás, buenos
cristianos, buenos revolucionarios, artistas de la existencia, etc. Es lo que
podemos llamar fin moral. Un determinado fin moral articula, combina y jerarquiza
los bienes o fines elementales de la acción por más que desde uno u otro fin nos
puedan parecer desarticuladas las acciones de los demás y por más que éste no
sea siempre consciente. La actuación moral es una pero desglosable en estos tres
aspectos. Estas distinciones llevarán a Foucault a discernir entre una historia de
los códigos, una historia de la conducta y una historia de los régimenes morales.
La primera analiza los diferentes sistemas de reglas y de valores morales que
conforman un grupo social y las instancias e instituciones que lo hacen valer. La
segunda estudia de qué manera las acciones o "moralidades" de estos individuos
o grupos son conformes o no con los códigos morales. Y la tercera las diferentes
estrategias de adecuación de la acción con los códigos que van surgiendo
históricamente.
470
posibles de valores dentro de un mismo código moral ( es primero la libertad que
la igualdad o primero la igualdad que la libertad). A menudo sucede que la moral
institucionalizada es insuficiente para orientar nuevas prácticas fruto de la
aparición de nuevas técnicas como las que posibilita la ingeniería genética, la
técnica de inseminación artificial, el uso de una red de comunicación global como
internet, o la técnica médica respecto al inicio y el fin de la vida humana. De vez
en cuando sucede que la acción humana no lo aguanta todo. Hoy, por ejemplo, la
misma moral dominante parece revolverse contra sí y mostrarnos los graves y
amenazantes límites ecológicos de la misma. Por otro lado, muchas morales
concretas no suelen contemplar los efectos y las consecuencias de la acción
sobre otros grupos sociales dispares. Del mismo modo como el psicoanálisis
muestra las cárceles terribles que pueden constituir la impronta inconsciente de
las percepciones, emociones y deseos de los demás sobre nuestra propia
actuación, los grupos sociales no son a menudo conscientes de cómo sus
actuaciones lastran las actuaciones de otros grupos sociales. El hecho de que hoy
las morales concretas se integren en un sistema moral mundial hace de algún
modo insuficientes los códigos y los régimenes concretos para orientar la acción.
4. El hecho transmoral
En el anterior apartado hemos visto cómo el hecho mismo de la razón, en su
dinamismo constitutivo, no es meramente instrumental y relativo sino que tiene un
carácter innovador, transformador, crítico y antitotalitario constitutivo. La razón
tiene un interés en considerar las cosas desinteresadamente, desde su alteridad
471
real, desde sí mismas. Hay efectivamente una fuerza de la razón que será todo lo
impotente que se quiera ante la omnipotente razón de la fuerza pero que no
resulta extirpable mientras haya seres humanos. Una fuerza con terquedad de
niño que brota incluso en los campos de hambre y extermino de nuestro siglo. Una
descripción ejemplar de esta fuerza la encontramos en las memorias de Rigoberta
Menchú. A pesar de la muerte de su hermano de dos años cuyo cuerpecito se
pudre en la finca de café porque no pueden pagar para enterrarlo; a pesar de la
muerte de su amiga intoxicada por una fumigación de la finca; a pesar de que
queman vivo a su padre y de que torturan a su madre hasta la muerte; a pesar de
que queman vivo a su hermano, le parece que así son las actuaciones humanas y
que de hecho son inmodificables. Pero los actos racionales le llevan a preguntarse
por lo que son las cosas realmente, a intentar distinguir entre la realidad y lo falso:
¿Por qué queman al indígena y no a los blancos? ¿Por qué los blancos tienen las
mejores tierras? ¿Cuál es nuestro origen? Esta actividad racional no elimina el
sufrimiento de Rigoberta, al contrario lo aumenta mucho más porque desata una
mayor violencia y pone en riesgo su vida: cuando empieza a pensar ya no puede
vivir en casa de nadie porque les quemaban la casa.
472
que hasta hace poco era considerado inmoral, y a la inversa. Piénsese tan solo en
las prácticas sexuales homosexuales que eran un tema tabú hasta hace bien poco
y que hoy son una práctica cada vez más aceptada, o en la usura, que para
Aristóteles y Santo Tomás constituía una perversión y que, sin embargo, hoy no
hay nada más común, para importantes sectores de la sociedad, que la obtención
de intereses por el dinero. Por la propia naturaleza de la actividad, la apropiación
de posibilidades, nunca nos queda absolutamente impuesta una u otra actuación
moral. Es más, si la hubiera sería la negación del ámbito moral humano que es
constitutiva apertura de la acción. Mientras la actuación tiende a clausurar este
carácter de apertura radical de la acción humana, la actividad racional tiende a
abrirla permanentemente.
473
refutación, corrección o creación de nuevas actuaciones. Piénsese en un asunto
tan intrascendente como comprar juguetes bélicos a los niños. Si la investigación
psicológica nos muestra convincentemente que jugar con juguetes bélicos en la
infancia potencia la destructividad de los futuros adultos o que, por el contrario,
tiene efectos meramente catárticos, habría que tomar en consideración estos
nuevos conocimientos para orientar la acción.
474
5. La posibilidad
posibilidad de una fundamentación zubiriana de la moral
Los intentos más elaborados para fundamentar la ética desde una filosofía primera
ya hemos visto que eran los de Diego Gracia y Antonio González. Aún a riesgo de
repetir algunas cosas vamos a retomarlos para ver en qué podría consistir una
fundamentación primera de la ética.
475
el terreno que delimita ese marco". Claro que de hecho el sistema de referencia es
el logos, no lo primordialmente aprehendido. Pero quizás podríamos decir que una
ética primera lo único que afirma es que cualquier intento de fundamentación
racional de la ética debería tomar el hecho protomoral como sistema de referencia
y marco canónico de elaboración normativa. Sin embargo, ¿de donde surge este
"debería" en una filosofía primera, si el hecho de la razón tiene en Diego Gracia un
papel meramente subsidiario?
476
a otras culturas, o a generaciones venideras, y en tercer lugar una pretensión
universalista. El universalismo de la razón no es la universalidad de unos
determinados contenidos o cultura, sino una universalidad que nos lleva a plantear
hasta qué punto mis actuaciones, incluso aquellos valores considerados más
sagrados por una determinada cultura, dañan a los de otras culturas o les
benefician. Es una pretensión de la razón que nos lleva a preguntarnos qué
actuaciones podrían ser ejecutadas por cualquiera sin dañar a los otros. El
dinamismo de la razón nos conduciría a estructurar nuestra actividad según estos
principios formales. A partir de estos principios formales de razón Antonio
González elaborará una ética formal de la justicia. Justicia tendría aquí tanto
matices helénicos (justicia como equidad) como matices semíticos (justicia como
relación personal). La regla de oro que aparece con distintas formulaciones en
diferentes culturas y que en Diego Gracia era la plasmación del hecho protomoral
sería una expresión de este dinamismo racional que nos lleva a considerar las
propias actuaciones y las de los demás desde un mismo plano de realidad:
Confucio ( 551-489 a.C.): «Lo que tú mismo no desees para ti, tampoco se lo
hagas a otros hombres» (Dialogos, 15, 23).
Rabino Hillel (60 a.C. - 10 d.C.): «No hagas a otro lo que no quieras que a ti te
hagan» (Sabbat, 3la).
Jesús de Nazaret: «Todo lo que queráis que os hagan los hombres a vosotros,
eso mismo hacédselo vosotros a ellos» (Mt 7,12; Lc 6,31).
Jainismo: «No importa ante qué cosas del mundo se encuentre el hombre, debe
actuar y tratar a todas las criaturas del mundo como él quisiera ser tratado»
477
(Sutrakritanga 1. 11.33). Budismo: «Un estado que no es adecuado para mí o que
no me es grato, tampoco ha de serlo para él; y un estado que no es adecuado
para mí o que no me es grato, ¿cómo puedo exigírselo a otro?» (Samyutta Nika-ya
V, 353.35-354.2).
Hinduismo: «Uno no debe comportarse con otros en una forma que hacia uno
mismo es inadecuada: ésta es la esencia de la moral» (Mahabharata XIII. 114.8).
Udanavarga del budismo: «No ofendas a los demás como no quisieras verte
ofendido».
478
elementales, la moral concreta, el hecho de la razón y en suma de todos aquellos
hechos positivos susceptibles de orientar la acción y una fundamentación racional
que teniendo en cuenta este análisis intentara establecer algunos principios
universales?
479
Si acaso parece todo esto un juego demasiado grande de sutilezas ¿no es verdad
que sería muy pretencioso en un tema que ha torturado a tantos filósofos esperar
algo más que sutilezas?
En la filosofía griega, los cirenaicos y los epicúreos dieron una gran importancia a
la satisfacción de los placeres, los gustos y los deseos como criterio de una buena
vida. En el utilitarismo, la noción del cálculo hedonista se convirtió en el
fundamento de la filosofía política. La buena sociedad es aquella que maximiza la
mayor felicidad para el número más grande. Sería muy artificioso no reconocer
una gran parte de verdad en todas estas éticas. Se podría hablar aquí de unas
necesidades elementales, de un umbral mínimo como comer, dormir, beber,
480
respirar, deseo sexual, compañía, afecto, sin la satisfacción del cual no hay moral
posible. Claro está que las variaciones en las maneras de satisfacer estas
tendencias básicas parecen amplísimas, que las necesidades son históricas y que
caben muchas teorías sobre las necesidades básicas. La forzosidad en toda
tendencia humana es muy laxa pero hay que reconocer que en algunos umbrales
es imperiosa: hambre, respirar, comer, afecto mínimo. Lo importante es reconocer
que la moral no es el abandono de lo biológico sino su integración (SSV 234). La
fundamentación biológica de la ética que realizó Ignacio Ellacuría adquiere aquí
todo su vigor. No se trata sólo de que no se puedan ignorar la presencia de los
dinamismos animales en el ser humano, sino justamente de ver que por su
apertura estos dinamismos dejan de ser dinamismos animales.
En este plano "protomoral" cabe decir que todo placer o gozo es intrínsecamente
bueno, que una acción es elementalmente buena cuando produce placer, gusto y
atracción y elementalmente mala cuando produce dolor, disgusto y repulsión. Al
no considerar la moral como una dimensión superior, espiritual o añadida a la
acción humana, como si la acción sin conciencia o sin lenguaje fuera una acción
animal, el hambre, la enfermedad, la miseria, el acceso a los bienes materiales
pasan al primer plano de la consideración moral. De hecho en la suma de bienes y
males elementales se juega la partida más decisiva de la moralidad humana. Si
bien una suma de placeres elementales no constituye necesariamente una
actuación buena -considérese sólo el placer que nos puede producir la venganza-
no es pensable ninguna actuación buena que no genere bienes elementales.
Valores culturales extraordinarios como la democracia, el diálogo y el consenso
pueden ser altamente maléficos si de hecho se fundamentan en instituciones que
producen males elementales a la mayoría de la humanidad. Las éticas del valor y
del discurso e incluso algunas éticas de la liberación latinoamericana suelen
olvidar demasiado rápidamente este hecho "protomoral". La dimensión primordial
del bien y del mal nos obliga también de algún modo a tener en cuenta las
dimensiones políticas y económicas del mal, muy poco presentes en las éticas que
toman como punto de partida de su reflexión el lenguaje, la conciencia o la razón.
481
Ciertamente una filosofía primera no puede decir cuándo estos bienes y males
elementales son un bien o un mal social, es decir están provocados por la
intervención de los otros en mis acciones, o cuándo son un bien o un mal
económico, es decir cuándo son fruto de que los otros me permitan o me nieguen
el acceso a las cosas. Pero la ética primera nos lanza en una línea de reflexión
muy distante de todo idealismo o consideración abstracta del mal. Las filosofías
segundas que se engasten en esta filosofía primera tendrán necesariamente una
orientación muy diversa que la de aquellas filosofías, incluso algunas versiones de
la filosofía de la liberación, que tiendan a reducir el bien y el mal a un problema
cultural.
482
el ser humano no las convierte en irrelevantes. Cualquier ética que no tuviera en
cuenta esta dimensión primordial del bien y del mal sé caería por su propia base
(SH 403). De la constatación de un bien y un mal elemental se desprende como
mínimo que son estos bienes y males elementales el "primordium" de todo valor
posterior. El problema, como ha destacado agudamente Antonio González,
consiste en querer elevar el placer, el gusto y el deseo que son lo primero en el
orden moral, al criterio último de decisión moral. No podemos elevar la producción
de bienes elementales a criterio último de decisión moral porque fuera de un
umbral de placeres, gustos y deseos, es muy difícil determinar cuáles pueden ser
estos bienes elementales. El hecho protomoral puede prolongarse en diferentes
líneas no necesariamente contradictorias con una ética primera. El problema es
exacerbar una determinada línea pues fácilmente podemos recaer en un vitalismo,
un biologicismo ético, una cierta idealización fenomenológica o a un criticismo
ético absoluto en nombre de la religación anulando así, por su parcialidad, su
momento de verdad.
Por su parte, el hecho moral nos muestra cómo toda actuación se rige por un
código y un régimen moral que siempre implica una determinada composición de
bienes y males elementales. De algún modo este hecho nos exige que antes de
las intenciones consideremos su carácter fáctico. La moral se suele circunscribir a
la norma, a lo debido, se suele separar del plano fáctico cuando de hecho la
norma, la ley moral, los deberes, los tabúes y los valores están siempre
encarnados en la actuación, están siempre esculpiéndola. Son esquemas
intencionales que modulan la acción misma. Así como no hay un espacio fuera del
poder, no hay tampoco una acción fuera de la moral. Indudablemente nuestras
actuaciones pueden ser interpretadas de maneras muy diferentes. Por ejemplo,
algunos grupos pueden interpretar una determinada actuación como una
actuación que produce mayor justicia mientras otros interpretan la misma
actuación como paternalista e incluso una defensa de los intereses de los grupos
dominantes. Del mismo modo hay personas que se sienten demolidas por una
sonrisa ante actuaciones sexuales consideradas inocentes mientras que otras no
483
sufren el más leve rastro de daño ante actuaciones consideradas graves. Es
corriente también que sea diferente lo que uno cree que hace y lo que está
realmente haciendo. Pero las posibles interpretaciones de nuestras actuaciones
no están completamente determinadas por las intenciones. Nuestras actuaciones
son hechos fácticos y ello imposibilita interpretarlos de una manera absolutamente
arbitraria.
484
Tomarse en serio el hecho moral lima todo idealismo ético. Nos hace ver que a
veces actuaciones pretendidamente morales descansan sobre vidas miserables y
sufrientes, o que la felicidad, abundancia, libertad y belleza de la vida de algunos
se levanta sobre la miseria, la necesidad, la degradación, la esclavitud y la fealdad
de la vida de los demás. También nos hace ver que los esquemas intencionales
que me transmite mi sociedad determinan en direcciones múltiples los modos de
percibir a los demás y a mí mismo. Una filosofía con intención liberadora no puede
hacerse ilusiones sobre la percepción del otro. Ciertamente el análisis no nos dice
que las cosas deberían ser diferentes pero el "ver" del análisis no es
absolutamente neutro éticamente aunque solo sea porque inevitablemente dispara
la marcha de la razón.
485
inversa. Aunque mis actos estén regidos por el egoísmo y la búsqueda del interés
personal, aunque no me coloque en lugar del otro, si de hecho no daño los bienes
y virtudes de los demás mi actuación es extraordinariamente aceptable. Y es que
muchas actuaciones consideradas inmorales constituyen en realidad actuaciones
racionales y a la inversa, muchas actuaciones consideradas morales son
hondamente irracionales. El criterio de universalidad posibilita precisamente un
amplio margen de tolerancia y pluralismo entre los diferentes actores y grupos
sociales. Posibilita justamente una tolerancia y un pluralismo que no esconde las
relaciones de poder, las relaciones políticas de unos sobre otros. A partir de este
peculiar empuje universalizador de la razón describible en una filosofía primera
nociones como diversidad, multiculturalidad, derecho a la diferencia,
fragmentación y sus contrarios, unidad, uniformidad, derecho a la igualdad y
universalidad, mezcladas y utilizadas muy profusamente en todo tipo de discursos,
y utilizadas como argumentos ideológicos tanto por la derecha como por la
izquierda, podrían encontrar precisión y claridad teórica. La apelación al
pluralismo, la diferencia y la multiculturalidad adquiriría legitimidad desde una
fundamentación primera siempre que implicara denunciar lo que tiene de no
universalizable y excluyente, dañino para las posibilidades de los demás, cada una
de las formas de vida en el planeta. La apelación a la universalidad sólo sería
plausible reconociendo el margen amplísimo para la diferencia y el pluralismo en
las prácticas de todo tipo (económicas, políticas, culturales, sexuales etc.). En el
límite no sólo no hay ninguna forma de vida igual a otra forma de vida, sino que no
hay ningún acto igual en ninguna forma de vida.
486
psíquicas están altamente disminuidas. En esos casos no hay lugar para la
reciprocidad, ni para el pacto y no se ve muy bien en qué medida seres que no
son sujetos morales pueden ser por su parte objetos de obligación moral. Un
problema semejante se plantea con el embrión humano y con el final de la vida
humana. El trato que les brindemos ¿ha de depender exclusivamente de
decisiones contractualistas, pragmáticas o utilitaristas? La fuerza de la razón nos
lleva de algún modo a considerar los derechos de los no-nacidos, de los fetos, de
los moribundos y de los disminuidos más allá de todo consenso, contrato y
utilidad. Esta fuerza puede llegar a trascender no sólo las fronteras del propio clan,
clase, nación o comunidad sino incluso las fronteras de la especie humana. La
marcha de la razón puede llevarnos hasta compenetrarnos con los animales y los
demás seres vivos (IRA 250), a ponernos de algún modo en su lugar. De ese
modo el impulso para respetar los animales y las plantas no se agota en el interés
por la sobrevivencia de la humanidad. El hecho transmoral puede llevarnos
inclusive más allá de los límites de los intereses de la humanidad.
487
racionalidad de los sabios. Los actos racionales son propios de todo ser humano y
en consecuencia, a unas instituciones que fueran verdaderamente democráticas y
que no se sustentaran de hecho en instituciones y formas de vida no
universalizables, sólo cabría mediatizarlas por la fuerza de la razón, no por
instituciones autoritarias.
Sin embargo, con todo lo importante que es el hecho de la razón para una
fundamentación, su absolutización puede conducirnos a la esterilidad y a la
parálisis. Es "la trágica ambivalencia del pensar: inmensamente más pobre que la
simple intelección, a punto por tanto de perder pie en las cosas y dispersarse en el
vacío, pero inmensamente más riguroso que la simple intelección, a punto por
tanto de creerse ser el órgano primario y formal de la aprehensión de realidad. En
otra dimensión, es todo el drama de la vida intelectual". Es la calamidad que
supone confiar exclusivamente en la razón teorética o en una actividad futurista
para la resolución de los conflictos y problemas éticos: ¿Cuándo hace alguien
realmente lo debido? ¿Cuándo actúa siguiendo las tendencias de la razón? ¿Qué
actuaciones son efectivamente universalizables? Es probable que aquellos que se
esfuercen permanentemente para atenerse al hecho transmoral acaben siendo
una "quimera que se devora a sí misma" (SSV 81), o que al descubrir en toda
crítica la apertura insondable de la razón pasen a aceptar totalmente cualquier
moral concreta antes que precipitarse en el abismo de la crítica. Encomendarse a
la marcha de la razón desconfiando íntegramente del universo simbólico, los
códigos y las actuaciones que pesan sobre nuestra historia personal y colectiva
puede fácilmente conducirnos a la desolación, a un universo patológico e invivible.
El acogerse a las morales concretas mayoritarias a veces resulta no de una
pereza sino de un cansancio de la razón. Un mero camino crítico es infecundo
mientras una confianza ciega en la tradición conduce a actuaciones y resultados
perversos. En la avenencia de los requisitos de todos estos hechos radica la
dificultad de saber estar en la realidad crítica y confiadamente. En definitiva, la
fundamentación en una ética primera no puede depender de alguno de los
"hechos" desprendidos en el análisis sino de la trama de todos ellos. Del mismo
488
modo que el fundamento que va buscando y creando la razón es más o menos
razonable según la congruencia mayor o menor con una alteridad real siempre
excedente (PFHR 284) podemos hablar aquí de una mayor o menor congruencia
del fundamento con los hechos deslindados en el análisis que, mucho más
acotadamente que la razón, nos vierte el logos.
Esta fundamentación primera de la ética esta abierta tanto a una mejor descripción
y articulación de estos hechos positivos que es la tarea propia de una ética
primera como a una ulterior elaboración racional propia de otras ramas de la
filosofía moral, de la metafísica, de la antropología y de las diversas ciencias.
Justo es reconocer que una fundamentación primera de la ética está esbozada en
el libro de A. González, Estructuras de la praxis. Porque los bienes elementales no
son suficientes para orientar la acción, se necesita una moral concreta y porque la
moral concreta es insuficiente surge la razón ética. Pero esa razón ética no puede
decidir nada si no es partiendo de los bienes y males elementales y de las morales
concretas. El "formalismo" incluye un previo "materialismo". Por tanto, los criterios
racionales no son absolutos (están anclados en contenidos morales previos que
ellos mismos no pueden generar), pero ello no merma su validez ni su
obligatoriedad. Lo único que nos importa enfatizar es que una fundamentación
primera de la ética es un capítulo de la ética primera en cuanto se preocupa por
recoger todas las orientaciones que nos brindan los hechos deslindados en el
análisis y no solamente el hecho de la razón.
489
espejismo de estar encontrando lo que previamente ha metido. De los espejismos
de la filosofía solo cabe librarse prosiguiendo y depurando el análisis pero no está
dicho en ninguna parte que en una filosofía primera no haya hecho positivo alguno
que pueda orientar la acción. Y respecto a la segunda objeción es posible argüir
que una fundamentación primera de la ética podrá parecer débil o insuficiente en
comparación con una fundamentación racional de índole antropológica o
metafísica pero que tiene la fuerza filosófica de los hechos mismos. La ética
primera no tiene necesidad ni de crear trasmundos, ni de introducir
subrepticiamente en el principio aquello a lo que queríamos llegar, ni de la
precipitación y la angustia que supone en filosofía querer llegar a toda costa, caiga
quien caiga y aunque perezca en el intento la misma filosofía, a apuntalar unos
valores. La filosofía primera prefiere un grano de verdad a una cosecha de
ilusiones.
490
filosofía primera, ¿no habría también aquí un paso ilegítimo entre lo descriptivo y
lo prescriptivo? El otro problema consiste en que, según cómo, parece que toda
fundamentación ética esté condenada a arrodillarse como los camellos para que
los carguen bien. La fundamentación ética orientaría la acción al precio de
someterla a la tiranía del deber y toda aspiración a la perfección moral no sería
más que un síntoma del "espíritu de pesadez" que describe F. Nietzsche. Son las
cuestiones que tenemos que ver ahora.
491
algo que no esté ya contenido en ella. De unas premisas con "es" no podemos
pasar a una conclusión con "debe". Pero para solventar el problema de la falacia
lógica basta introducir un "debe" en las premisas. Una ética naturalista podría
decir que si hay un "debe" en las premisas es legítimo que esté también en la
conclusión. El positivista lógico se vería forzado entonces a contestar, si quiere
seguir negando la posibilidad de derivar juicios éticos, que no hay hechos morales,
hechos que implican un "debe". El argumento lógico habría quedado anulado y
entraríamos en una discusión de orden metafísico. Si el argumento lógico afecta
relativamente a una ética naturalista mucho menos impacto tendrá en una ética
primera.
492
Moore, que es quien acuña la expresión de "falacia naturalista", considera que
incurren en ella los que confunden propiedades naturales (placer, deseo) con
propiedades éticas (bien) y aquí se encontrarían tanto las éticas naturalistas
neoaristotélicas como las vitalistas y hedonistas. Propiamente Moore entiende por
falacia naturalista (paso del es al debe), la falacia reduccionista de pasar del
"debe" al "es" o de reducir los juicios éticos a juicios sobre eventos naturales.
Como hemos visto ya en el segundo capítulo, el razonamiento de Moore es el
siguiente: si lo bueno fuera sinónimo de cualquier otra propiedad natural como es,
por ejemplo, la felicidad, sería absurdo seguir preguntándose, si la felicidad es
buena (como absurdo es preguntarse, después de definir al hombre como animal
racional, si el animal racional es hombre). Ahora bien, tal pregunta siempre está
abierta y plena de sentido. El bien permanece siempre como una open question.
Luego los defensores del naturalismo o reductores de la bondad a alguna cualidad
natural no han hecho sino confundir el significado de bueno con cosas que son
buenas, cosas que acompañan al predicado bueno. A través del intuicionismo
Moore pretende evitar la falacia reduccionista o moralista. La bondad, que es el
objeto principal de la ética, no es una cualidad natural; es decir, no existe en el
tiempo ni se encuentra en la experiencia sensible. Pero tampoco se puede definir
en términos de cualidades no naturales, lo cual sería caer en un error metafísico.
No queda, por tanto, más alternativa que cifrar el deber a la intuición. Sin entrar en
la legitimidad de la distinción platonizante que realiza Moore también aquí
podemos contestar que en nuestra fundamentación primera de la ética no hemos
identificado el bien con ninguna propiedad natural, ni hemos dado ningún
contenido positivo del mismo.
493
acceder por la "puerta trasera" de lo místico a los valores: "existe empero lo
inexpresable. Ello se muestra, es lo místico". Puerta que intentará cerrar uno de
sus discípulos y amigos con otra frase lapidaria: "De lo que no se puede hablar, no
se puede hablar, y ni siquiera se puede silbar". Pero si el punto de partida de la
filosofía es justamente la puerta abierta de los actos humanos se comprende
perfectamente que no sea fácil de cerrar. En todos estos casos parece obvio que
la falacia naturalista depende de una concepción metafísica dualista que separa
tajantemente hechos y valores. Y también de una concepción pobre del lenguaje
en el que éste lo único que hace es describir objetos o estados de cosas
obviándose su dimensión pragmática. Como aseverará U. Moulines la denuncia de
la falacia naturalista tenía la loable intención de deshacer los trucos del lenguaje
pero "también el infierno de la filosofía está empedrado de buenas intenciones".
Kant, por ejemplo evita la falacia naturalista afirmando que hay un factum moral,
un hecho de razón, un imperativo categórico o especie de juicio sintético a priori
de tipo moral anterior y por encima de cualquier acción humana cuya forma no es
otra que la universalidad. Pero no está tan claro que evite la falacia dicotomista.
Nos asegura que el elemento específicamente moral de una acción humana es
una especie de necesidad que no se da en la naturaleza y que consiste en una
obligación incondicional de la razón por la cual una acción humana es buena en sí
misma con independencia de fines y normas. Aunque no encontremos en la
experiencia nada que obedezca al imperativo categórico, éste se encuentra
irremisiblemente en la razón. ¿No se mantiene siempre así una especie de hiato
entre la moral y el sentir humano? En Apel también rezuma de algún modo esta
falacia dicotomista: los elementos de la finitud, de la facticidad, de la constitución
de sentido son pensados finalmente como límites, como obstáculos cuya
eliminación paulatina es imprescindible para una implantación progresiva de la
racionalidad argumentativa. El diálogo parece apuntar hacia su autodestrucción, la
comunidad racional lograda acabaría con la comunicación misma, el diálogo ya no
sería necesario.
494
Una filosofía primera de inspiración zubiriana parece en principio apta para sortear
tanto el encalladero de la falacia naturalista como el de la falacia dicotomista. En el
punto de partida no hay este dualismo entre hechos y valoraciones porque
precisamente los hechos de los que parte una filosofía primera son hechos éticos.
La acción humana es a la vez intrínsecamente moral. Es un hecho moral
originario. Contra empiristas e idealistas Zubiri afirmará que no cabe contraponer
en el hombre el ser y el deber ser (SH 411). No incurrimos en la falacia naturalista
porque estamos describiendo los actos mismos, sin apelar a ninguna naturaleza
más allá de ellos. Ni incurrimos en la falacia dicotomista porque ni al principio ni al
final establece Zubiri ningún hiato entre hechos físicos y hechos morales. Ya en el
punto de partida hay hechos formalmente morales.
¿No podría ser que aún el enunciado más genérico de la falacia naturalista
dependiera de la falacia dicotomista? ¿Por qué entonces darle tanto pábulo a la
falacia naturalista? Es que una ética primera como la aquí esbozada nos permite
precisamente tomarnos en serio la falacia naturalista en el sentido de que no hay
ningún hecho ni empírico ni formal que constituya el criterio de actuación por
excelencia. No porque asumamos dogmáticamente el presupuesto fundamental de
la falacia naturalista sino porque en el análisis de lo actualizado en aprehensión no
lo hemos encontrado. El reproche fundamental de la ética primera a las éticas
naturalistas, neohegelianas, vitalistas y hedonistas no es el de cometer una falacia
naturalista sino el de empezar la casa por la ventana de la metafísica, la
antropología o la filosofía de la historia. La ética primera de Zubiri parece confirmar
así el núcleo de lo denunciado en la falacia naturalista sin cargar con algún género
de falacia dicotomista.
Ahora bien, se podría acusar a la ética primera de cometer una especie de falacia
naturalista más sutil. Si como hemos dicho la ética primera puede contribuir de
algún modo a orientar la acción ¿no estaríamos en alguna especie de tránsito
indebido entre el "es" y la "orientación" o lo que podríamos hacer? Ciertamente no
vamos como el naturalismo ético a la realidad para encontrar criterios morales de
495
actuación, pero se podría replicar que estamos pretendiendo derivar de unos
hechos tendenciales describibles en el análisis criterios de actuación. Estaríamos
ante una especie de reactualización de la falacia naturalista en clave trascendental
con la pretensión de derivar de esta estructura trascendental normas y criterios de
valoración concreta. Así lo insinúa Carlos Beorlegui. Primero plantea que de la
alteridad como momento ineludible de todo acto humano no se deduce una
obligación moral hacia el otro. Y ciertamente ya hemos visto que de la mera
alteridad radical no se desprende una obligación moral hacia el otro sino solo de la
fuerza de alteridad de la razón. Es decir sin razón sentiente no habría obligación
moral hacia el otro y lo otro. Pero sigue diciendo Beorlegui que aunque
mostráramos que hay una obligación moral, no se ve de dónde surge la
discriminación moral positiva hacia las personas, frente a las cosas y los animales.
Si bien a partir del mero análisis podemos discriminar entre cosas personales y
no-personales esta discriminación no implica un criterio valorativo por el cual
debamos valorar más a las personas que a los animales. Sin embargo, contamos
con el impulso de alteridad de la razón que nos hace corregir continuamente
nuestros códigos morales y con una ética primera que puede hacernos afinar en la
expresión de principios y valores. Carlos Beorlegui sigue insistiendo en que,
aunque fuéramos capaces de encontrar este criterio en el mero análisis,
estaríamos en una reactualización de la falacia naturalista que contradiría de algún
modo la constitutiva apertura de la acción. Pero lo que nos suministra el análisis
no es un criterio moral sino el marco y el fundamento formal de todos los criterios
que podamos ir formulando racional e históricamente. Precisar un orden de
prioridades en lo aprehendido como otro (animales, planta, personas, etc.) es algo
que probablemente desborda la ética primera y que compete a una
fundamentación racional de la ética. Y, sin duda, todavía desborda mucho más a
la ética primera definir con claridad los límites y las exigencias de lo personal.
496
actuación. En nuestro análisis no encontramos nada que nos imponga una
actuación determinada sino una constitutiva apertura o alteridad que nos compele
a fijar estos criterios. La ética primera no encuentra en ningún lugar el criterio para
discriminar y juzgar las acciones humanas sino solo algunas orientaciones para
fijarlo. ¿Basta la descripción de estos hechos para fundamentar la ética?
Probablemente no, por eso distinguimos entre una fundamentación primera de la
ética y una fundamentación racional. Puede que para muchos diga muy poco una
fundamentación primera y para otros demasiado. Una ética primera solo puede
responder a los primeros que eso es lo que hay. Y a los segundos, los que en un
noble anhelo de una justificación rigurosa radical niegan toda posible
fundamentación primera de la ética, que podrían estar asumiendo algunos
presupuestos que no les dejaran reconocer los hechos positivos que nos
suministra la ética primera. Tanto los que se familiarizan con la labor de una ética
primera como los que la rechazan de entrada pueden caer presos de sus propios
espejismos.
497
un vano intento de ignorar la constitutiva apertura de la acción humana, su
estructura debitoria. Lo que encontramos legítimamente en nuestro análisis son
orientaciones y aunque ninguna de ellas baste para despejar totalmente la
incertidumbre, sí que constituyen en su conjunto indicaciones importantes para
orientar la acción.
7. El problema de la justificación
Al hablar de la razón como apropiación de posibilidades insistimos en que la
acción humana al ser constitutivamente abierta necesitaba ajustarse y que este
ajustamiento solo podía realizarse apropiándose de posibilidades. El aternerse
para justificar la acción a una determinada fundamentación filosófica de la ética, ya
sea esta una ética formal real o una ética formal de la justicia, a sabiendas de que
muchos "malos" son felices y muchos desgraciados son "buenos"; y a sabiendas
de que la muerte puede ser el último resultado no sólo de nuestras acciones sino
de todas las acciones humanas entrañaría siempre de algún modo lo que
Nietzsche describe soberbiamente como espíritu de camello. Parecería que por
más filigranas filosóficas que hiciéramos estaríamos siempre condenados al
"espíritu de pesadez" de la ética, a arrastrar el pesado fardo de hacer lo que está
bien y creer lo que es verdadero. El problema es grave. Siempre tenemos que
justificar la acción y el intentar hacerlo conforme a algún género de ley ética
implicaría una suerte de titanismo o de trabajo de Sísifo que nos llevaría a
demostrar ante los demás y ante nosotros mismos que somos "dignos" y
"estimables" desde el valor y el mérito de nuestras obras. ¿Qué puede librarnos de
este "espíritu de carga"? El problema de la justificación moral nos lanza de un
modo u otro al problema de lo que sea la alteridad radical en su último fondo. Es
algo que ya anunciábamos al distinguir entre religación y obligación. La
legitimación ética de la acción queda inscrita en lo que sea últimamente la
alteridad a la que me remite cada uno de mis actos. La ética primera tiene aquí
poco que decir, pero puede tal vez reconocer sus propios límites. La narración
magistral con que empiezan los discursos de Zaratustra nos muestra
498
precisamente una posible vía de solución a este problema que ciertamente ya no
es fruto de una ética primera, pero que podría emerger de la sobriedad misma de
una ética primera consciente de sus límites.
Luego el espíritu se convierte en león. "En otro tiempo adoraba el «Tú debes»
como lo más sagrado y ahora tiene que hallar la locura y la arbitrariedad en lo más
sagrado, para conquistar la libertad a costa de lo más querido". Del «yo debo», el
espíritu transformado en camello pasa a veces, en la soledad del desierto, al «yo
quiero». Pero el león sigue en la soledad del desierto. Más solo si cabe que el
camello, porque ya no está ni siquiera acompañado por las justificaciones
normales. El león lucha contra el dragón del deber "en cuyas escamas brillan
valores milenarios". Reacciona contra la ley pero es incapaz de ser libre y crear.
Pero después el espíritu de león carnicero se trasforma en niño. "Sí, hermanos
499
míos, para el juego de la creación se necesita una afirmación santa: el espíritu
lucha ahora por su propia voluntad, el que perdió el mundo vuelve a ganarle". El
espíritu transformado en niño ríe, juega, empieza a ser él mismo sin necesidad de
estar justificándose a sí mismo, legitimándose o en permanente revuelta. Así
termina no sólo el primer discurso de Zaratustra sino también el último. El león
echado a los pies de Zaratustra se deja acariciar y se echa a reír. La madurez de
Zaratustra se alcanza en esta última transformación. El niño se identifica con el
mismo Zaratustra, el maestro que quiere liberar la reflexión filosófica, la metafísica
vigente hasta ahora, del espíritu de venganza. "Que el hombre sea liberado de la
venganza: esto para mí es el puente a la más alta esperanza, y un arco iris
después de largas inclemencias de tiempo". " Mas cosa distinta es, sin duda, lo
que las tarántulas quieren [...]. Por eso desgarro vuestra tela para que vuestra
rabia os induzca a salir de vuestra caverna de mentiras, y vuestra venganza
destaque detrás de vuestra palabra «justicia»".
500
imagen del alma separada, extraviada o prisionera, y del resentimiento ante la
realidad.
501
¿Qué puede decir ante estos caminos la filosofía primera de Zubiri? Lo interesante
de la perspectiva analítica zubiriana es que puede recoger con inmenso respeto
estas vías de solución religativas, previas a lo moral, abriendo otras vías y
proponiendo en paridad con ellas su propia experiencia. Claro está que ni la vía
heideggeriana, ni la nietzscheana se mueven en el ámbito de una filosofía primera,
pero el sosiego de ésta puede librarnos de la unilateralidad de toda experiencia y
de juicios apresurados sobre experiencias diversas a las nuestras. Veámoslo
sucintamente. Ya hemos destacado antes que la obligación tenía un carácter
penúltimo. Todo planteamiento ético, aun una ética primera, se levanta sobre un
plano religativo más radical. La alteridad en todo acto humano nos lanza a algo
indeciblemente enigmático (HD 99). Es el enigma de estar religados. La impronta
misma de este enigma en el decurso de los actos humanos les confiere una
constitutiva inquietud (HD 100). No sabemos todavía el sentido, la comprensión o
la explicación que pueda darse a este hecho, o más bien intentamos prescindir del
sentido, comprensión o explicación que siempre le estamos dando para quedarnos
en el nudo hecho de la religación. Un hecho que está dado en toda aprehensión
de lo real. "Religación" no designa aquí ninguna religión ni ninguna fe cristiana o
de cualquier otro tipo, sino tan solo un ámbito de enfrentamiento con la ultimidad
de lo real. La filosofía primera le permite a Zubiri llamar la atención sobre la
religación como un hecho universal anterior a todo sentido religioso. "De ese
modo, los diferentes sentidos religiosos que aparecen en las diversas religiones- y
podríamos añadir nosotros los sentidos no religiosos que aparecen también en la
historia- no quedan nivelados por un sentido general, sino referidos a un hecho
más radical que todo sentido." Otra consecuencia interesante es que las
metafísicas que siguen una vía de solución teísta al problema de la religación no
tienen ninguna razón para temer cualquier explicación sociológica o psicológica de
la religión. Y las vías metafísicas ateas, panteístas o agnósticas no pueden
pretender por su parte que el problema de la religación no les compete (HD 12). Si
bien la filosofía primera no nos libra quizás de recorrer el camino de alguna de
estas "metafísicas" si que al menos nos puede librar de la falacia de argumentum
ad ignorantiam en la que fácilmente incurren cada una de ellas.
502
Ante el hecho de la religación Zubiri empieza distinguiendo dos posibilidades: una
opción por una voluntad de verdad de ideas y una opción por una voluntad de
verdad real (HD 248). En el primer caso llegamos a algo que no interviene en la
propia vida, en el segundo caso a una fundamentación de la propia vida a partir de
aquello que experimentamos como su realidad última. Estas dos alternativas
abren siempre la posibilidad de una disociación entre conocimiento y fe. Sólo en el
segundo caso se da una cierta unidad entre ellos, pues ya no se trata como en la
primera alternativa de esbozar algo mentalmente sino también de experimentarlo
vitalmente. La palabra "fe" aquí no tiene ninguna connotación religiosa. Es
simplemente la voluntad de configurar mi vida conforme a lo que voy
experimentando como realidad última. En ese sentido radical tanta fe requiere la
opción del creyente, como la del agnóstico y la del ateo. La segunda posibilidad se
abre en cuatro grandes vías divergentes.
503
La tercera vía es el ateísmo: "No hay sólo personas despreocupadas del problema
de la realidad última, sino que son cada vez más numerosas aquellas que ni tan
siquiera se despreocupan del problema porque jamás ha sido problema para ellas.
Su vida, como la de todos los demás, está tejida de seguridades y de
incertidumbres, de facilidades y dificultades, de logros y de fracasos" (HD 281,
PTHC 18). El hombre de hoy no es propiamente ateo, o si se quiere su ateísmo es
un ateísmo más radical: "Sin ir contra nada ni contra nadie su vida está vivida en sí
misma, con dificultades, con fracasos, pero también con logros reales y efectivos.
Es la forma más radical del ateísmo: la vida «a-tea». Se trata de la vida vivida por
sí misma y «nada más». Es vida atea en el sentido meramente privativo del prefijo
«a»" (HD 281). El ser "contra" no es esencial al ateísmo. Lo propio del ateísmo en
sus diferentes líneas sería para Zubiri la opción por fundamentar la propia vida en
la pura facticidad (HD 283) sin necesidad de fundamento ulterior. "Es fe en la
facticidad" (HD 284). La vida es como es y nada más. "El ateo que sinceramente
lo es, se encuentra instalado en su ateísmo, como todos los creyentes nos
encontramos instalados en nuestra fe sin grandes remociones teológicas que nos
hayan llevado a ella" (HD 343). En esta vía habría que colocar las soluciones de
Nietzsche, Heidegger y Shopenhauer al problema de la justificación. Son todas
ellas experiencias religativas de la pura facticidad. Escribir y considerar
filosóficamente la historia del agnosticismo, de la indiferencia y del ateísmo es algo
tan complejo y rico en matices como pueda serlo la consideración filosófica de la
historia de las religiones. Cada una de las vías esbozadas por Zubiri puede abrirse
a su vez en una gran pluralidad de caminos y matices individuales, sociales e
históricos diversos. A mi modo de ver toda línea contiene un determinado proceso
intelectivo, una determinada fe, y una determinada voluntad de buscar, de vivir o
de ser (HD 287). Cada una de las vías descritas por Zubiri es constitutivamente
problemática, experiencial, incierta y opcional. "Lo radical del hombre es siempre
opción [...]. Es una opción de toda nuestra realidad entera y no sólo de la
inteligencia, del sentimiento, o de la voluntad" (HD 220-221). En estos caracteres
ninguna es más o menos que la otra, ni se puede decir en una filosofía primera, y
en consecuencia en una metafísica y en una antropología, que alguna de las vías
504
sea primaria respecto a las otras. Histórica, geográfica y genéticamente tendrán
preponderancias diversas, pero esto es otro problema.
Apurando la metáfora de Nietzsche podría decirse que por más que en el límite
toda persona tenga algo de camello, de león y de niño hay algunos que parecen
gozar de una confianza fundamental que les permite analizar la sociedad y sus
propios actos sin demasiada ansiedad. Esta justificación "gratuita" allende toda
justificación racional da a los que la experimentan suficiente confianza para ser
505
capaces de contemplar sus propias ambigüedades sin necesidad de demostrar
nada ni de mantener una imagen de sí mismos que les parezca válida. A pesar de
todos los pesares, de la ambigüedad de los propios actos y de estar formando
parte de una sociedad injusta, no necesitan estar permanentemente
moralizándose a sí mismos y a los demás. Se sienten y hacen sentir a gusto. Y
actúan más por su propio querer que por alguna necesidad inconsciente. ¿Qué
posibilita esta transformación del espíritu? Algunos encuentran esa dádiva en la
experiencia de ser amados que envuelve a la vida en una amabilidad primordial y
les basta con eso. A otros esta experiencia les lleva a una "liberación" religiosa
supramoral como la propuesta por el Bhagavad-Gita o el evangelio cristiano. En
esta experiencia son justificados gratuitamente y liberados de la maldición de la
ley, de esa loca pretensión de medirse por el fruto de sus acciones. Y por eso
quizás nos dice Zubiri que nada tenemos que no hayamos recibido y que al
hombre se le conoce por lo que hace en los días de fiesta. Porque es justamente
la hora y el día en que el hombre no tiene más que hacer que ser sí mismo (SSV
81).
Conclusión
La cuestión que ha guiado todas estas páginas era la de saber hasta qué punto la
filosofía zubiriana, especialmente su filosofía primera, podía brindar aportes
significativos al debate ético contemporáneo o si más bien permanecía como algo
tangencial al mismo. Esperamos haber mostrado que la filosofía de Zubiri, lejos de
su aparente esoterismo, toca los intersticios mismos de este debate y que en ella
palpitan con gran fuerza las cuestiones que polarizan no sólo las discusiones
éticas del momento presente sino de la entera filosofía del siglo XX. Frente al
horizonte naturalista griego y al horizonte creacionista cristiano Zubiri busca
situarse en un horizonte auténticamente contemporáneo. Este horizonte ha
recibido por los discípulos de Zubiri múltiples y variadas designaciones: horizonte
de la intramundanidad, de la praxis, de la temporalidad, postgriego, postcristiano,
postnietzscheano, postmoderno, postidealista, postconceptista. Como exclamará I.
506
Ellacuría si algo asombra de Zubiri es su radical postmodernidad y su completa
despreocupación por parecerlo, su total independencia de lo que pudiera llamarse
"moda filosófica". Quizás lo más importante a recalcar, más allá del abandono de
cualquier ideal de saber absoluto, es que Zubiri busca que la filosofía vuelva a vivir
de sí misma. "Sólo la filosofía puede decir qué sea la filosofía" (SPF I 55). Ya
hemos visto que la mayor parte de las tradiciones filosóficas contemporáneas
renuncian a este proyecto. Para Zubiri el entero horizonte de la filosofía europea
"desde San Agustín, es en última instancia una filosofía que no ha vivido de sí
misma" (SPF II 117). También la filosofía de la liberación latinoamericana suele
insistir en la imposibilidad de una filosofía primera y en la sospecha de que ésta
cumpla siempre necesariamente un papel ideológico o cuando menos de fuga y de
abstracción frente a los conflictos y al dolor tan palpable cotidianamente.
507
inevitablemente decepciona y cuando no se le exige da. Es lo que acaece con la
ética primera, en la parsimonia y precipitación contenida de su filosofía primera se
esconde probablemente su mayor tesoro y productividad. X. Zubiri empieza su
andadura filosófica buscando orientación en un análisis trascendental (NHD 51) y
la termina diciendo que el gran problema humano es saber estar en la realidad
(IRA 352). ¿Consigue mínimamente su propósito? ¿Aporta algo el saber analítico
de una filosofía primera a este problema? Aquellos que como Heidegger y Ortega
han buscado luz en esta dirección ¿no dan muestras precisamente de una gran
desorientación en asuntos públicos? ¿Deberíamos abandonar este camino por su
infecundidad a la hora de orientarnos? Creo que la filosofía primera de Zubiri en la
medida en que sólo pretende analizar hechos puede ser mejor guía. Las esquirlas
de ese saber podrán ser insuficientes y mínimas pero no absolutamente
irrelevantes o despreciables éticamente.
508
En la primera parte constatábamos cómo las tradiciones filosóficas que vertebran
el debate ético contemporáneo parecían confluir en cuatro cuestiones nucleares
que son el lugar donde a nuestro juicio se juega realmente la partida de la ética
filosófica. Estos nudos son el punto de partida, el método, la razón y la
fundamentación y nos preguntábamos por las virtualidades de la filosofía zubiriana
para hacer avanzar el debate aflojando de algún modo estos nudos. Antes de
considerar si efectivamente la filosofía zubiriana era apta para ello hemos seguido
en la segunda parte la evolución del pensamiento ético de Zubiri en las diferentes
etapas de su pensamiento y las interpretaciones éticas más importantes de las
que ha sido objeto. En todas estas interpretaciones también se establecía una
reciprocidad entre lo que se consideraba el punto de partida zubiriana y la ética.
Destacábamos como interpretaciones éticas más vigorosas aquellas que se han
elaborado al hilo no de la metafísica o de la antropología zubiriana sino de la
filosofía primera que alcanzaría su madurez en la trilogía, la última obra del autor.
Teniendo en cuenta tanto el hilo de la reflexión ética zubiriana como las
prolongaciones de su pensamiento en otros autores hemos intentado esbozar en
la tercera parte los rudimentos básicos de una ética primera. Estimábamos que un
abordaje zubiriano de las cuestiones neurálgicas del debate ético contemporáneo
podía suponer algunas ventajas respecto a otros abordajes filosóficos.
Entrábamos aquí de lleno en lo que consideramos los aportes más significativos
de Zubiri a este debate.
509
sistemas filosóficos. Ya no se trata de que toda elaboración filosófica deba
comprenderse desde una ética que la inspira sino de que el desarrollo de una
filosofía primera radical es también el desarrollo de una ética primera. En cierto
modo nos situamos en una perspectiva más originaria que aquellas corrientes que
parten en el debate ético contemporáneo de un cuerpo filosófico práctico y de
aquellos que parten de un cuerpo teórico. Los primeros consideran que toda teoría
es el decantado intelectual de una forma de vida. La filosofía y también la filosofía
primera tendría que supeditarse así a una especie de hermenéutica de las
relaciones sociales que nos llevara a descubrir las opciones previas a cualquier
producción intelectual filosófica y científica. El problema es que esta posición
entraña a su vez una opción dogmática por algo exterior a la filosofía misma y ésta
pierde su carácter más propio que es su pretensión de ab-solutez, de "soltura"
respecto a los demás saberes (CLF 169). Los segundos consideran la ética como
la aplicación de un pensamiento teórico, las normas morales constituirían meras
consecuencias de esa teoría en el plano de la acción y la ética quedaría de algún
modo subordinada a un saber filosófico metafísico, antropológico u
epistemológico. A parte de ser muy discutible la accesoriedad filosófica de la ética,
pues precisamente hemos intentado mostrar, en un sentido nada metafórico ni
voluntarista, que la ética es la filosofía primera, esta perspectiva suele sustraer de
la crítica y de la discusión ética los supuestos mismos de su ética. En una ética
primera como la que es posible desarrollar a partir de Zubiri nada queda velado a
la crítica pues nada se da por supuesto. La ética primera muestra su total
adogmatismo, no cuando tiene en cuenta todo género de críticas extrafilosóficas,
sino sobre todo cuando muestra su disposición a clavarse su propio aguijón.
En cuanto al método una ética primera de raigambre zubiriana nos obliga a rebajar
las pretensiones normativas, pero a cambio aparece con claridad meridiana la
universalidad de su objeto. La ética ya no tiene por qué consistir solo o
principalmente en una argumentación reflexiva acerca de aquellos elementos
presupuestos en el discurso humano que no pueden ser discutidos sin caer en
contradicción o en una opción irracional por la razón. La descripción de hechos
510
aprehendibles por cualquiera nos permite ir permanentemente en pos de una
auténtica y mayor universalidad. El método zubiriano se muestra apto para
integrar de algún modo los demás métodos como momentos suyos y nos ofrece la
posibilidad de dar cumplimiento a la ambición del método discursivo-trascendental
de acceder a un auténtico diálogo. Para analizar hechos positivos no es necesario
estar vinculado a una determinada comunidad lingüística. Podemos utilizar todos
los lenguajes de todas las culturas para tratar de describir los hechos positivos. Al
hablar del logos hemos mostrado como hay una dimensión pragmática y una
dimensión direccional intelectiva previas a la dimensión representativa del
lenguaje. Si el lenguaje solo tuviera una dimensión representativa y el paradigma
de la verdad fueran proposiciones del tipo "ayer llovió" y si el único uso sano del
lenguaje fuera la correspondencia con la realidad o modo de ser de las cosas
entonces no serían posibles los enunciados de una ética primera y tampoco
muchos de los enunciados científicos. X. Zubiri destacará que en la física cuántica
hay muchos enunciados que más que representar la realidad lo que hacen es
apuntar en una dirección de lo real profundo. Concebir el lenguaje como
representación o espejo de la naturaleza será el gran error del positivismo lógico
(IRA 214-216). Pero si el significado de las palabras puede entenderse también
como "direccionalidad" nada impide que utilicemos el lenguaje legítimamente en la
dirección inversa de la razón. Podemos tratar de describir lo actualizado en la
aprehensión "antes" de la división del orbe de las cosas en la esfera subjetiva y la
esfera objetiva que presupone la justificación positivista del lenguaje. La
significatividad de los enunciados de una ética primera provendría de su
adecuación o de su esfuerzo para avanzar en dirección a estos mismos hechos
cuya positividad consiste en ser aprehendibles por cualquiera. Sólo avanzando en
esta dirección considera Zubiri que es posible librarnos de cualquier misticismo
filosófico y salvar el espíritu positivista.
511
trascender las diferentes racionalidades culturales en sus análisis colgando así
sus propias apreciaciones en el vacío. A partir del análisis de una filosofía primera
no hay modo de saber si hay una instancia racional absoluta ni si hay alguna
invariante antropológica de la razón. Pero entre aquellos diagnósticos
contemporáneos que consideran que en la razón hay una normatividad de
carácter formal o material y aquellos que consideran que en la razón no hay más
que sus propias construcciones, el análisis zubiriano nos muestra como un hecho
inconcuso que el dinamismo mismo de alteridad racional no es meramente
instrumental y relativo sino que constituye por su propia índole una fuerza crítica
universalizadora.
512
hombre de paja. Eso no significa que la filosofía primera esté libre de sofismas.
Precisamente hemos visto como X. Zubiri parecía incurrir a veces en una
anfibología o falacia de ambigüedad. Lo decisivo es que al intentar evitar la madre
de todas las falacias, la falacia del prejuicio, no nos vemos forzados a criticar uno
u otro sofisma desde la asunción de otros. La universalidad de la que
legítimamente la filosofía latinoamericana ha sospechado siempre como un
instrumento de dominio que sacrificaba la diferencia de los hombres a un principio
único o que se convertía en criterio para atribuir diversos grados de humanidad o
de evolución a los pueblos es aquí escrupulosamente podada de todo residuo
etnocéntrico sin que la filosofía tenga que dar la última palabra a las tradiciones
humanas como de hecho supone todo relativismo ético. Por más que el pluralismo
de las éticas y de las formas de vida pertenezca efectivamente a la esencia de la
constitución fundamental humana como se empeña en mostrarnos la filosofía
hermenéutica y por más que este pluralismo no sea una consecuencia del
relativismo, historicismo y fragmentarismo contemporáneo si que podría serlo la
renuncia a marchar en pos de una auténtica universalidad. Es esta universalidad
la que permite hacer "no ya sólo una filosofía de nuestra América y para nuestra
América, sino filosofía sin más del hombre y para el hombre en donde quiera que
éste se encuentre."
513
mera apariencia de un filosofar serio en colaboración y reciprocidad. Sólo a través
de la colaboración y de la crítica mutua podemos irnos librando de los errores y de
las falsas apreciaciones y evidencias en el análisis campal, en el análisis de lo
actualizado en la aprehensión. "Es verdad que todavía tenemos congresos
filosóficos. Los filósofos se reúnen; pero lamentablemente, no las filosofías. Estas
carecen de la unidad de un ámbito espiritual en el que podrían ser la una para la
otra y obrar la una sobre la otra". Una ética primera dirigida a la permanente
supresión de prejuicios, tal como la que es posible esbozar a partir de la filosofía
zubiriana ¿no podría abrirnos a un debate verdaderamente vivo y radical, a un
debate filosófico donde estuvieran ausentes los ídolos de escuela? ¿No podría
ayudarnos a salvar los motivos justos de cada tradición filosófica liberándolos de
sus medias tintas y de absolutizaciones abstractivas? ¿No podría llevarnos "a un
verdadero encontrarse con los demás filósofos en las cosas sobre las que se
filosofa" (NHD 265)?
514
filosóficas. De algún modo habría que decir de Zubiri lo mismo que éste decía de
Hegel (NHD 282), la única manera de escapar filosóficamente de X. Zubiri es
tomándolo en su punto de partida para mostrar que no podemos llegar a la
radicalidad de su principio o para mostrar que no es suficientemente radical. "En
filosofía el principio es el final. Y recíprocamente, en su primer originario y radical
paso, está ya toda la filosofía" (NHD 155). Sin embargo, podría ser que X. Zubiri
hubiera llevado a la filosofía a un ámbito y un método que fuera término y confín.
La historia de la filosofía no puede más que hacernos muy precavidos al respecto,
pero mientras el punto de partida y el método resistan toda suerte de objeciones
filosóficas que se le opongan queda una rica tierra virgen para cultivar.
515
interdisciplinariedad y solo es fructífera desarrollándose cooperativamente con los
expertos de cada campo (médicos, políticos, economistas, empresarios,
periodistas, etc.).
¿Pero qué cambia, podemos seguir preguntándonos, si por más que la ética
filosófica en su conjunto pueda orientar prácticamente la acción yo siempre puedo
516
elegir actuar irracionalmente? Hay que reconocer que la ética filosófica, como
cualquier otra disciplina filosófica, sólo puede convencer al que tenga un interés
filosófico, esto es un interés por la verdad. La ética primera es en ella misma un
ejercicio de libertad, un esfuerzo por apegarse a los resultados de su propio
método, que, recordemos, implica la posibilidad de un diálogo universal.
Propiamente una ética primera más que buscar orientaciones busca dejarse
orientar por la verdad y en este sentido implica desprenderse del mundo
archiorientado en el que a menudo estamos. El escepticismo de la ética primera
llega hasta a dudar del escepticismo cuando éste en lugar de ser fruto del fracaso
de la búsqueda es fruto de una asunción dogmática. Si toda construcción filosófica
nos hace pasar por el aro de sus nociones, la filosofía primera pretende pasar sólo
por el aro de la verdad. Aunque el hecho de la razón muestra que este interés es
susceptible de manifestarse en todos los seres humanos, incluso contra su propio
querer y a pesar suyo, en la ética primera es una opción imprescindible. "La
verdad está tan obnubilada en este tiempo- decía Pascal del suyo- y la mentira
está tan sentada, que, a menos de amar la verdad, ya no es posible conocerla". La
ética primera prefiere quedarse a la intemperie del no saber a buscar refugio en
cualquier construcción. Al final de todas estas tediosas páginas lo único que nos
atrevemos a defender con una cierta reciedumbre es que no es el interés por la
verdad, sino la idea de que tal interés es superstición, la que es supersticiosa. Es
el interés por la verdad el que guía, por ejemplo, muchas investigaciones y
creaciones científicas, filosóficas, literarias, históricas, periodísticas etc., en la que
el investigador reconoce otra verdad que aquella de la que partió tanto si es
probable que su atenimiento a la verdad lo lleve a obtener una plaza fija, o lo haga
rico, famoso o popular, como si no. Es este interés el que nos permite reconocer
ante los demás dónde nuestras evidencias son más inestables y vagas, cuáles
nos son desfavorables y aceptar el que otro haya encontrado o formulado la
verdad mucho mejor que uno mismo. No es posible desarrollar una ética primera
sin este tipo de valor al que se suele llamar integridad intelectual y que X. Zubiri
llama vocación o vida intelectual (NHD 29, 35, 49, 244) consistente en la
disposición a abandonar convicciones pasadas y a resistir a la propaganda, las
517
consignas de moda y la presión de lo popular o lo impopular. Es este mismo
interés el que se revela en muchas acciones humanas.
Pero por más que se posea integridad intelectual, por más que esta inquiriencia o
interés por la verdad sea un hecho, por más que la ética primera y la ética
filosófica en su conjunto (ética primera, análisis de las morales concretas,
fundamentación racional y ética aplicada) pueda brindarnos algunas orientaciones,
éstas permanecen abstractas hasta que uno se envuelve efectivamente en ellas.
Por grande que sea el deseo de estar seguro de las propias posibilidades, el
análisis y la reflexión nunca anticipan el compromiso. La opción por la verdad
implica dejarse guiar efectivamente, por más insuficiente que sea, por los
resultados de este mismo análisis y reflexión. La ciencia de la práctica finalmente
muestra que no se puede reemplazar la práctica y que el último nombre de la
apropiación de una determinada posibilidad es la confianza y la libertad. Ahora
bien, inmediatamente hay que decir que es posible estudiar una ética primera sin
que tenga el menor efecto en nuestras vidas pero que es imposible adentrarse en
ella sin que esta lucha filosófica a muerte contra la mentira y la falsedad que
encarna la ética primera deje alguna secuela en la propia vida. La opción por la
verdad, la integridad intelectual, es consustancial a la ética primera y aunque en
principio la ejerciéramos por erudición, curiosidad o cualquier otro ímpetu es
susceptible de arrastrarnos a ella "pues por naturaleza, amigo, hay ínsita cierta
filosofía en el entendimiento del hombre" (CLF 17). Por eso podrá decir X. Zubiri
con Platón: "Es hermoso y divino el ímpetu ardiente que te lanza a las razones de
las cosas; pero ejercítate y adiéstrate mientras eres joven en estos esfuerzos
filosóficos, que en apariencia para nada sirven y que el vulgo llama palabrería
inútil; de lo contrario la verdad se te escapará entre las manos." Y es que la pasión
por la verdad, como cualquier otra pasión humana, es contagiosa y capaz de
arrebatarnos si entramos en contacto con hombres y mujeres que la poseen.
518
con una extraña confianza en la humanidad en medio de tanto horror, que
aquellos que sigan este camino "permanecerán. Algún día podrán, con la suave
violencia del camino del campo, resistir a la gigantesca fuerza de la energía
atómica que el cálculo humano ha proyectado y construido como una cadena para
sus propios actos". ¿No es un impresionante quijotismo como el de M. Heidegger
confiar en que las suaves y evanescentes indicaciones de una ética primera
puedan resistir a la propaganda y a la retórica? ¿No lo es el de todos aquellos que
en las batallas de la filosofía han llegado hasta desfallecer escudriñando
realidades? (NHD 21) ¿Pero hay algo más quijotesco que nuestra propia historia,
la historia de la humanidad? ¿Acaso no somos todos frágiles seres humanos
vagando a la intemperie de una alteridad insaturable? ¿Criaturas que odian, ríen,
sufren, aman, mueren y huyen del gigante de su propio miedo? ¿Tristes figuras sin
otra alabarda que nuestros artilugios técnicos y sin otro escudo que una costra de
palabras para resguardarnos del silencio?
519
por la que llegamos a ser extraños en nuestra propia tierra e indígenas en tierras
extrañas? ¿No es éste el peculiar periplo al que nos lanza una ética primera de
raigambre zubiriana más acá de toda experiencia religiosa o mística? ¿No nos
aboca a un mar abierto donde toda teoría y dique metafísico aparece como una
necesaria y vital pero lábil argamasa? ¿No es la alteridad en todo acto humano
una brecha originaria, una distensión inquietante que no logra jamás obturar ni la
lucidez de Sancho ni el embrujo del Quijote? ¿Una fuerza que comporta no confiar
ciegamente en nada, ni siquiera en algún Dios o en mi mismo? ¿Un más allá
anterior a toda palabra, rostro y trasmundo, una pregunta ética irreductible que nos
lleva, aun en el mayor de los desamparos, a un encuentro con el universo entero?
Esperemos que los seres humanos perdamos algún día el miedo a nuestra radical
soledad y podamos así encontrarnos por fin radicalmente acompañados (NHD
287).
520
Apéndice 1: Cronología de las obras, cursos,
artículos y traducciones de X. Zubiri
1913
–+1. «La tuberculosis en la clase escolar»: La Aurora de la Vida 21,
pp. 10-12.
1914
521
–+2. «El proceso de la volición según la doctrina de Santo Tomás de
Aquino»: La Aurora de la Vida 25. pp. 3-5.
1921
–*4. Le Problème de l'objectivité d'après Ed. Husserl: La Logique
pure (tesis de licenciatura en la Universidad Católica de Lovaina
dirigida por Nöel), Institut Supérieur de Philosophie, Lovaina, 1921,
55. pp.
1923
–+5. Ensayo de una teoría fenomenológica del juicio, (Tesis doctoral
dirigida por Ortega) «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos»,
Madrid, 1923, 188. pp.
1925
– *6. "La crisis de la conciencia moderna", en La ciudad de Dios 141
(1925) 202-221.
–+7. "La Edad Media y nosotros", Recensión de P. L. Landsberg en
Revista de Occidente, 39, Tomo X (1925), pp. 251-257.
1926
–+8. "Filosofía del ejemplo", en la Revista de Pedagogía 5 (1926) 289-295.
–+9. Recensión de F. Brentano, Psicología, en la Revista de
Occidente 42 (1926) 403-408.
1927
– 10. Traducción de A. Messer, Filosofía antigua y medieval, en
Revista de Occidente, Madrid, 1927.
1930
–+12. "Sobre el problema de la filosofía", en la Revista de Occidente
115 (1933) 51-80 y 118 (1933) 83-117. Recogidos en Zubiri, X.,
Sobre el problema de la filosofía, Madrid, 1996, pp 5-43. De la
página 43 a la 45 se cambia el texto de 1933 probablemente porque
se siguen las alteraciones introducidas por Zubiri en 1942.
522
– [ ] "La idea de filosofía en Aristóteles" en Naturaleza, historia, Dios,
Madrid, (1ª 1944) 1987, pp. 129-138.
1931
– 13. "Hegel y el problema metafísico", Conferencia pronunciada en
1931, y publicada en Cruz y Raya, núm. 1 (1933). Recogido en
Naturaleza, historia, Dios, Madrid, 1987, pp. 267-290.
1932
–+11. "Goethe y la idea de naturaleza", en Investigación y progreso 4
(1932), pp. 57-59.
1933
–+14. "Nota preliminar a un sermón del Maestro Eckhart", en Cruz y
raya 4 (1933), pp. 83-86.
–+[ ] Traducción del Sermón de M. Eckhart sermón traducido por
Zubiri fue publicado en julio de 1933 en Cruz y Raya, ed. Cruz del
Sur, Chile, 1963.
–+15. Traducción de M. Heidegger, ¿Qué es metafísica? en Cruz y
Raya, Madrid, núm. 6, 1933, pp. 83-115, ed. Cruz del Sur, Chile,
1963, Trad. de Zubiri, p. 53 ss.
– [ ] Conferencia "El pensamiento islámico en la Europa Occidental".
Granada.
1934
– 16. "La nueva física. Un problema de filosofía", en Cruz y Raya,
número 10 (1934), pp. 7-94; . recogido en Naturaleza, historia, Dios,
Madrid, 1987 pp. 293-354, pp. 243-304, bajo el título «La idea de
naturaleza: la nueva física».
–+17. Prólogo e Introducción a A. March, La física del átomo,
«Revista de Occidente», Madrid, 1934, pp. 9-71, colección «Nuevos
Hechos, Nuevas Ideas», vol. XXXVIII.
– 18. Traducción: MARCH, Arthur, La fisica del átomo.
Iniciación en las nuevas teorías. (Col. «Nuevos hechos,
523
nuevas ideas» 38). Ed. Revista de Occidente. Madrid 1934,
329. pp.
524
– 26. Traducción de F. Suárez, Disputaciones metafísicas sobre el
concepto del ente, Revista de occidente, Madrid, 1935.
– [ ] "Semblanza del P. Domingo, 1877-1935. Artículo parcialmente
recogido en Cien Años de Presencia mariana en San Sebastián,
1887-1987.
1936
– 27. "Ortega, maestro de filosofía", en El Sol, Madrid, 8 de marzo de 1936, p. 6.
– 28. "Prólogo a Brentano", El porvenir de la filosofía, Revista de
Occidente, Madrid, 1936, parcialmente recogido en Naturaleza,
historia, Dios, Madrid, 1987, pp. 183.
– 29. Traducción de F, Brentano, El porvenir de la filosofía. Revista
de Occidente, Madrid, 1936.
–+30. "Cartas al doctor Lluís Carreras i Mas", recogidas en J.
Margenat, "Unas cartas inéditas de Zubiri en 1936: "Dios nos tenga
de su mano"', véase J. Margenat, "Unas cartas inéditas de Zubiri en
1936 «Dios nos tenga en su mano»" en El Ciervo, enero de 1991, pp.
25-26.
1937
–+31. "Note sur la philosophie de la religion", Bulletin de l'lnstitut
Catholique de París, 2a serie, 10 (1937), pp. 333-341.
– [ ] "Res cogitans", comunicación al Congreso Cartesiano (3er
Centenario del Discurso del Método), París, 1937.
1938
– [ ] "El ser sobrenatural: Dios y la deificación en la teología paulina."
1937-1939 (Conferencias dictadas mientras dirige el círculo de
estudios del Foyer international des étudiants catholiques de la
ciudad universitaria de París) Naturaleza, Historia, Dios, Madrid,
1987, pp. 455-542.
–+32. "A la mémoire du P. Lagrange, O.P., Docteur de la tradition
biblique". Chroniques du Foyer des Etudiants Catholiques, núm. 9,
1938, pp. 3-7.
525
1939
– 33. Traducción Luis de Broglie, Materia y luz, Espasa-Calpe,
Buenos Aires, 1939.
– 34. Traducción de J. Thibaud, Vida y transmutaciones de los
átomos. Espasa-Calpe, Madrid, 1939
1940
– 35. "Sócrates y la sabiduría griega", en Escorial, núm. 2 (1940), pp.
187-226; núm. 3 (1941), pp. 51-78; recogido en Naturaleza, historia,
Dios, Madrid, 1987 pp. 187-285.
– 36. Prólogo a Pascal. Pensamientos, Colección Austral, Madrid,
1940. recogido parcialmente en Naturaleza, historia, Dios, Madrid,
1987 pp. 171-177.
– 37. Traducción de R. Collin, Las hormonas, Espasa-Calpe, Buenos
Aires, 1940.
– 38. Traducción de E Ledanois, El Atlántico. Historia y vida de un
Océano, , Espasa-Calpe, Madrid, 1940.
– 39. Traducción: PASCAL, Blas, Pensamientos. Selección, revisión
de la traducción y prólogo de Xavier Zubiri. (Col. Austral 96). Ed.
Espasa Calpe. Buenos Aires - Madrid 1940; 2. ed., 1943; 9. ed,
a a
1981.
–+ 41. Prólogo a la primera edición de Julián Marías, Historia de la
filosofía, Rev. de Occidente, Madrid, 1941. Parcialmente recogido
bajo el título «La filosofía y su historia», en Naturaleza, historia, Dios,
Madrid, 1987, pp. 141-151.
1941
– 40. "Ciencia y realidad", en Escorial núm. 10 (1941), pp. 177-210;
recogido en Naturaleza, historia, Dios, Madrid, 1987. pp. 91-126.
1942
– 42. "El acontecer humano. Grecia y la pervivencia del pasado
filosófico", en Escorial (1942), núm. 23, pp. 401-432; reimpreso en
Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1987. pp. 355-392.
526
– [ ]"Nuestra situación intelectual", 1942. Ultima lección impartida en
la universidad de Barcelona. Recogido en Naturaleza, historia, Dios,
Madrid, 1987, pp 27-58.
– [ ] "Sobre el problema de la filosofía" 1942 continuación de los
artículos de 1933 alterando el final de SPF II y añadiendo tres
capítulos más publicado en Sobre el problema de la filosofía, Madrid,
1996. pp 43-82.
– [ ] Prólogo a Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1942, pp. 9-11.
1944
– 43. Naturaleza, historia, Dios, Madrid, 1944 (9a ed. ampliada
1987)
"Prólogo a la traducción inglesa" pp. 9-17 (1980), "Prólogo a la
primera edición" pp. 19-21 (1942), "Nuestra situación intelectual", pp
29-58 (1942). "¿Qué es saber? p.61-87 (procedente de "Filosofía y
Metafísica", 1935),"Ciencia y realidad", pp. 91-126 (1941), "La idea
de filosofía en Aristóteles" pp. 129-137, (1930) "El saber filosófico y
su historia" 141-151 (del prólogo a Historia de la filosofía de Julián
Marías 1940)
"El saber filosófico y su historia" pp. 153-156 (procedente de
"Filosofía y metafísica" 1935) –"Suárez" pp. 161-162 (1935)
"Descartes" pp. 163-169 (1944) "Pascual" pp. 171-177 (1940),
"Hegel" pp. 179-182. (1935), "Brentano" pp 183 (1936).
"Sócrates y la sabiduría griega", pp. 187-265 (1940), "Hegel y el
problema metafísico" pp. 267-290 (1931), "La idea de naturaleza: la
nueva física pp. 293-354 (1934), "El acontecer humano. Grecia y la
pervivencia del pasado filosófico", pp. 355-392, (1942), "Introducción
al problema de Dios", pp. 395-416, (1948-49) "En tomo al problema
de Dios", pp 417-454 (1935), "El ser sobrenatural: Dios y la
deificación en la teología paulina." pp. 455-542 (1937-1939)
– [ ] "Prólogo a Descartes" Editorial Adán, Madrid, 1944. Recogido en
Naturaleza, historia, Dios, Madrid, 1987, pp. 163-169.
527
– 44. Introducción a Cristina, reina de Suecia. Cristina de Suecia,
Isabel de Bohemia, Descartes: Cartas, Madrid, Adán (S. Aguirre),
1944. La introducción ha sido reimpresa parcialmente bajo el título
Descartes en Naturaleza Historia, Dios, Madrid, 1987, pp. 395-416.
1945
– 45. Traducción de G. Ricciotti, Historia de Israel. Barcelona, 1945.
Traducción realizada por Carmen Castro y firmada por X. Zubiri.
(Véase Carmen Castro, X. Zubiri, breve recorrido de una vida,
Amigos de la cultura científica, 1986, p. 60)
1945-46
– [ ] Curso "Ciencia y Realidad", Introducción al problema de la
realidad (33 lecciones).
–+ Curso "Ciencia y Realidad". Resumen y esquemas de I. Ellacuría.
– [ ] Conferencia sobre "Le réel et les mathématiques: un problème
de philosophie", Universidad de Princenton.
1946-1947
– [ ] Curso "Tres definiciones clásicas del hombre" (33 lecciones).
–+ Curso "Tres definiciones clásicas del hombre". Resumen Ellacuría.
1947
– *[ ] "El sentido del ser en Grecia". Trabajo inconcluso.
–"El sentido del ser en Grecia". +Indice de I. Ellacuría sobre "El
sentido del ser en Grecia".
–*[ ] Curso "Filosofía de la religión", 1947.
1947-1948
– [ ] Curso "¿Qué son las ideas?" (33 lecciones).
–+ Curso "¿Qué son las ideas?". Indice de I. Ellacuría
1948-1949
– [ ] Curso "El problema de Dios" (33 lecciones). La primera lección
"Introducción al problema de Dios", publicada en Naturaleza,
Historia, Dios, (introducido en la 5a. ed.) Madrid, 1987, pp. 395-416
–+ Curso "El problema de Dios". Resumen de Ellacuría.
528
1949
– [ ] Curso "El origen del hombre" (2 lecciones). Publicado en la
Revista de Occidente 17 (1964) 146-173, recogido en X. Zubiri, Siete
ensayos de antropología filosófica, Bogotá, 1982, pp. 27-54.
1950
– 46. Traducción G. Ricciotti, Pablo Apóstol, Biografía. Madrid, 1950.
Traducción realizada por Carmen Castro y firmada por X. Zubiri.
(Véase Carmen Castro, X. Zubiri, breve recorrido de una vida,
Amigos de la cultura científica, 1986, p. 60.)
1950-1951
–*[ ] Curso "Cuerpo y Alma" (34 lecciones, 2500 páginas).
1951-1952
– [ ] Curso "La libertad" (33 lecciones).
1952-1953
– [ ] Curso "Filosofía primera" (35 lecciones).
–Resumen en Aranguren El protestantismo y la moral, 1954, obras
completas, vol. I, p. 70.
–+Resumen E Gómez Arboleya Estudios de teoría de la sociedad y
del estado, Madrid, 1962.
–* [ ] Lección "Impresión de realidad y crítica a la filosofía moderna y
fenomenológica". ¿Perteneciente al curso de filosofía primera?
1953-1954
–*[ ] Curso "El problema del hombre" (35 lecciones 3000 páginas)
recogido muy parcialmente en "El problema del hombre", en Indice
de Artes y Letras 120 (1959) 3-4; en X. Zubiri, "El problema del
hombre", Siete ensayos de antropología filosófica, Bogotá, 1982, pp.
79-86; y en cap. VI "El hombre, realidad social", cap. VII "El hombre,
realidad moral", cap. X "El decurso vital" de Sobre el hombre, Madrid,
1989.
–*Resumen del curso de I. Ellacuría.
1955
529
–+ 47. "Ortega", en ABC, Madrid, 19-10-1955, pp. 32 y 35.
1959
–* [ ] Curso "Sobre la persona" (5 lecciones) recogido parcialmente
en "El hombre, realidad personal", en la Revista de Occidente 1
(1963) 5-29, en Siete ensayos de antropología filosófica, Bogotá,
1982, pp. 55-77, y en el cap. IV "La persona como forma de realidad:
personeidad" y cap. V "La personalidad humana como modo de ser"
de Sobre el Hombre, Madrid, 1989.
– 48. «El problema del hombre»: Indice de Artes y Letras 120 (1959)
3-4. Del curso "El problema del hombre" 1953-54. Reimpreso en
Siete ensayos de antropología filosófica 1982.
1960
– [ ] Curso "Acerca del mundo" (6 lecciones).
–*[ ] "El fundamento del mundo" (lección 6). Texto original de X. Zubiri.
1961
–*[ ] Curso "Acerca de la voluntad" (5 lecciones), 1961. Publicado en
Sobre el sentimiento y la volición primera parte. 1992.
– 89. "Las fuentes espirituales de la angustia y la esperanza". 1961.
Comunicación para Entretiens de Bayone. Publicado en Sobre el
sentimiento y la volición Apéndice 1992.
1962
– 49. Sobre la esencia, Madrid, 1962 (5ª ed. 1985).
1963
– [ ] Curso "Cinco lecciones de filosofía."
– 50. Cinco lecciones de filosofía, Madrid, 1963 (3a ed. con un
prólogo de 1980).
– [ ] «Nota a la quinta edición», Naturaleza, Historia, Dios,
(introducido en la 5a. ed . 1963) Madrid, 1987, p. 23
– 51. «El hombre, realidad personal»: Revista de Occidente 1 (1963)
5-29. Reimpreso en Siete ensayos de antropología filosófica, 1982,
pp. 55-77. Procede del curso "Sobre la persona" de 1959.
530
– 52. «Introducción al problema de Dios», en Naturaleza, Historia,
Dios. Editora Nacional. Madrid 1963, 5. edición, pp. 341-360. En la
a
531
–* [ ] Curso "Sobre la realidad" (8 lecciones).
1967
–*59. "Notas sobre la inteligencia humana", Original mecanografiado
y corregido por X. Zubiri. Archivo Ellacuría. Publicado en Asclepio.
Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología
Médica (Madrid), XVIII-XIX (1967-68), pp. 71-77 y en Siete Ensayos
de Antropología filosófica, Universidad Santo Tomás, Bogotá,
Colombia, 1982, pp. 101-116.
– 60. «A modo de salutación» (Introducción) a Olegario
González de Cardedal, Teología y Antropología. El hombre
"imagen de Dios" en el pensamiento de Santo Tomás. Ed.
Moneda y Crédito. Madrid 1967, pp. VII-VIII.
532
–*[ ] Curso "Problemas fundamentales de la metafísica occidental",
(13 lecciones).1969-1970 publicado en Los problemas
fundamentales de la metafísica occidental, Madrid, 1994.
1970
– [ ] Curso "Sobre el tiempo" (2 lecciones). Publicado en Espacio. Tiempo. Materia.
1971
– [ ] Curso "Sistema de lo real en la filosofía moderna" (2 lecciones).
– [ ] Curso "La realidad humana", inédito, 1970-? cap. I, II, III, XI de
Sobre el hombre, Madrid, 1989. (¿1ª parte de Hombre y Dios?)
1971-1972
–*[ ] Curso "El problema teologal del hombre: Dios, religión,
cristianismo". (26 lecciones). Las lecciones de la segunda parte de
este curso "Religión y religiones" se recogen parcialmente en Zubiri,
X., El problema filosófico de la historia de las religiones, Madrid,
1993. pp 81-180 pp 190-196, pp 205-260, pp. 263-265 321-323, 329-
365 y la introducción y otros fragmentos en El problema teologal del
hombre: cristianismo. 1997 pp. 15-39, pp. 87-396, pp. 423-486,
1973
– 62. "El hombre y su cuerpo", en Asclepio 25 (1973) 9-19, recogido
en X. Zubiri, Siete ensayos de antropología filosófica, Bogotá, 1982,
pp. 87-99.
–*[ ] Curso "Sobre el espacio" (5 lecciones), 1973. Publicado en
Espacio. Tiempo. Materia. 1996
–*Resumen de I. Ellacuría del Curso Sobre el espacio.
–*[ ] Curso "El problema teologal del hombre: el hombre y Dios", (12
lecciones, Universidad Gregoriana de Roma). Manuscrito original de
X. Zubiri. Publicado en Hombre y Dios. Madrid, 1984. 3ª parte, pp.
304-381. La introducción al curso está publicada en Siete ensayos
de antropología filosófica, Bogotá, 1982, pp. 175-210.
–*Fichas originales de X. Zubiri sobre "El problema teologal...."
–*[ ] Curso "Sobre el concepto de materia."
533
–*"El concepto de materia", resumen I. Ellacuría publicado en
Espacio. Tiempo. Materia. Madrid, 1996
1973-74
– [ ] "La marcha intelectiva hacia Dios". Publicado en Hombre y Dios.
Madrid, 1984. pp. 115-304.
1974
–* [ ] Curso "Tres dimensiones del ser humano: individual, social e
histórica" (3 lecciones).
– 63. "La dimensión histórica del ser humano", en Realitas 1, Madrid,
1974, pp. 11-69, recogido en X. Zubiri, Siete ensayos de
antropología filosófica, Bogotá, 1982, pp. 117-174. Es una de las
lecciones del curso "Tres dimensiones del ser humano".
– 64. "El espacio", en Realitas I, Madrid, 1974, pp. 479-514.
1975
–*65. "El problema teologal del hombre" Teología y mundo
contemporáneo, Homenaje a Karl Rahner, Madrid, 1975, pp. 35-64
– [ ] "Concreción de la persona humana", parcialmente publicado en
cap. III B, cap V apartado B, y cap. IX de Sobre el hombre, Madrid,
1989.
– [ ] Curso "Reflexiones filosóficas sobre lo estético" (2
lecciones),1975, en Sobre el sentimiento y la volición, tercera parte,
1992.
–*Estudios antropológicos de X. Zubiri preparados por I. Ellacuría.
–*Trabajos preparatorios para Sobre el Hombre, con correcciones y
observaciones originales de X. Zubiri.
– 66. «Antología de Xavier Zubiri»: La Estafeta Literaria
569-570 (1975) 16-17.
1976
– 67. "El concepto descriptivo de tiempo", en Realitas II, Madrid, 1976, pp. 7-47.
534
–*[ ] Curso "Sobre la estructura de la inteligencia" (3 lecciones),
1976. No se trata de la transcripción de las grabaciones del curso
sino de lecciones escritas por el propio X. Zubiri.
–*Esquemas y resúmenes de I. Ellacuría.
1978
– +68. Intervención aclaratoria de Zubiri en U. Bianchi, Religione ed
etica nel "Sacro" di R. Otto, en Etica e filosofia. Atti del III Convegno
di Studi di filosofia della Religione. Perugia 1978, pp. 299-354.
– 69. «Presentación», en SUÁREZ, Francisco, De Anima. 1. Texto
inédito de los doce primeros capítulos. Edición bilingúe. Facsímil de
la segunda versión suareciana (Lyon 1621). Ed. Labor y Sociedad de
Estudios y Publicaciones. Madrid 1978, p. VII.
–* [ ] Transcripción de diálogos en el seminario Zubiri del 6 y del 13
del 4 de 1978, sobre análisis de actos y la noción de "reidad"
corregidos por X. Zubiri.
1979
– 70. "Respectividad de lo real", en Realitas III-IV, Madrid, 1979, pp. 13-43.
–*¿Primera redacción de inteligencia sentiente? Texto original con
correcciones de X. Zubiri.
1980
– 71. Inteligencia sentiente. Inteligencia y realidad, Madrid, 1980
(3» ed. 1980).
– [ ] "Prólogo a la traducción inglesa", 1980, Naturaleza, Historia,
Dios, 9ª edición. pp. 9-17.
– 72. «Un prólogo inédito de Zubiri» Ya, 16 de diciembre, 1980, p.
33.
– 73. "Prólogo a la tercera edición", 1980, Cinco lecciones de
filosofía, 3ª edición. pp. 1-4.
– +[ ] "Presentación de inteligencia y realidad". 16-12-1980.
– *Trabajos preparatorios de Inteligencia y logos.
1981
535
– 74. "Reflexiones teológicas sobre la eucaristía ", en Estudios
eclesiásticos 56 (1981 ) 41-59. en El problema teologal del hombre:
cristianismo. 1997 pp. 397-421.
–*Trabajos preparatorios de Inteligencia y razón.
– 75. (Palabras de agradecimiento con ocasión del primer Centenario
de su fundación de la Universidad de Deusto): Estudios Eclesiásticos
56 (1981) 39-40.
1982
– 76. Inteligencia y logos, Madrid, 1982.
– 77. Siete ensayos de antropología filosófica, Bogotá, 1982. "El
origen del hombre" pp. 27-54 (1949), "El hombre, realidad personal"
pp. 55-78 (1959), "El problema del hombre" pp. 79-86 (1953-54) "El
hombre y su cuerpo", pp. 87-99 (1973),"Notas sobre la inteligencia
humana" pp. 101-116, (1967-68) "La dimensión histórica del ser
humano" pp. 117-174 (1974), "El problema teologal del hombre" pp.
175-210 (1973).
–+78. "Juan Lladó" Diario Ya 4-8-1982, p. 9.
–+79. "¿Qué es investigar?" discurso de recepción del Premio
Santiago Ramón y Cajal a la investigación científica, Ya, Madrid (19-
0ctubre-1982), p. 43.
–*Pruebas de imprenta de Inteligencia y logos, con las correcciones de X. Zubiri.
–*[ ] Génesis de la realidad humana, transcripción revisada por X.
Zubiri, 1982-1983. publicada en cap. VIII Sobre el hombre.
–*Razón sentiente: Inteligencia y razón, Redacción preliminar de
Inteligencia y razón.
1983
– 80. Inteligencia y razón, Madrid, 1983.
– 81. "Dos cartas inéditas": Cuadernos de Filosofía Latinoamericana
17 (1983) 107-108.
– +[ ] "Ortega, un maestro" Revista de Occidente, Madrid, 1983, p. 280.
–*[ ] Prólogo original de Inteligencia sentiente.
536
– [ ] El hombre y Dios 1ª parte. pp. 11-110, 1983
*Papeletas originales de Zubiri sobre El Hombre y Dios
–+[ ] Presentación Inteligencia y logos e Inteligencia y razón 31-I- 83
–*Trabajos preparatorios para el Hombre y Dios con correcciones de X. Zubiri.
–+84. "Espacio" en Gran Enciclopedia del mundo, Durvan, S.A. de
ediciones. Bilbao 1985, vol. 7, cols. 3515-3518. Compilación de I.
Ellacuría para ayudar a X. Zubiri a partir del curso " Sobre el espacio"
de 1973.
–+87. "Tiempo" en Gran Enciclopedia del mundo. Durvan, S.A. de
ediciones. Bilbao 1989, vol. 18, pp. 9283-9286. Compilación de I.
Ellacuría para ayudar a X. Zubiri a partir del curso " Sobre el tiempo"
de 1970.
Obras póstumas.
1984
– 82. El hombre y Dios, Madrid, 1984.
"La realidad humana" 1ª parte, pp. 11-110, (1983) "La realidad
divina" 2ª parte pp. 115-104. (1973-74) "El hombre experiencia de
Dios" 3ª parte pp. 175-210, (1973)
– 83. Il problema dell'uomo. Antropologia filosofica. Palermo, 1985,
216 pp.
–+84. "Espacio" en Gran Enciclopedia del mundo. Véase en el año
1983.
1986
– 85. Sobre el hombre, Madrid, 1986.
"Cap. I: Las acciones humanas", "cap. II: Las habitudes", "cap. III A:
Estructuras constitutivas del hombre", (de "la realidad humana" 1970-
?), cap. III B "la realidad sustantiva del hombre" (De la concreción de
la persona humana 1975), cap. III C, D (de "la realidad humana"
1970-?), cap. IV "La persona como forma de realidad: personeidad",
cap. V A "La personalidad humana como modo de ser" (del curso
sobre la persona de 1959), cap. 5 B "El yo concreto como ser de la
537
realidad sustantiva" (De la concreción de la persona humana 1975) "
cap. VI "el hombre realidad social", cap. VII "El hombre, realidad
moral", (1953-54) cap. VIII "Génesis de la realidad humana" (1982-
1983), cap. IX "Constitución de la realidad humana" (De la
concreción de la persona humana 1975), cap. X "El decurso vital"
(1953-54), cap. XI conclusión" (1970-?)
1989
– 86. Estructura dinámica de la realidad, Madrid, 1989.
(del curso de 1968)
– +87. "Tiempo" en Gran Enciclopedia del mundo Véase en 1983.
1990
– 88. «Manuscritos latinos de la Biblioteca Nacional de Paris relativos
a la filosofía española»: Razón Española 39 (1990) 19-40.
– 89. "Las fuentes espirituales de la angustia y la esperanza". Véase
en 1961.
1992
– 90. Sobre el sentimiento y la volición, Madrid, 1992.
Primera parte "acerca de la voluntad" (1961), segunda parte "el
problema del mal" (1964), tercera parte "Reflexiones filosóficas sobre
lo estético" (1975), apéndice "Las fuentes espirituales de la angustia
y la esperanza" (1961)
1993
– 1115. El problema filosófico de la historia de las religiones,
Madrid, 1993
pp. 11-28 (Madrid 1965), pp 29-53 (Barcelona 1965), pp 53-60
(Madrid 1965), pp 61-68(Barcelona 1965), pp 68-77 (1968), pp 81-
180 (1971-72), pp. 181-190 (Madrid 1965), pp 190-196 (1971-72),
pp. 197-259 (Barcelona 1965), 260-262 (Madrid 1965) pp. 263-265
(1971-72), 266-278(Madrid 1965) , pp 278-320(Barcelona 1965),
321-323 (1971-72), pp. 324-328, (Madrid 1965), 329-365 (1971-72),
1994
538
– 1188. Los problemas fundamentales de la metafísica
occidental, Madrid, 1994. (Del curso de 1969)
1996
– 1275. Sobre el problema de la filosofía, Fundación Zubiri, Madrid, 1996.
pp. 5-43 (1933), pp. 43-82 (1942?)
– 1276. Espacio. Materia. Tiempo. Madrid, 1996. 1ª parte: "El
espacio" (1973), 2ª parte: el tiempo (1970), 3ª parte "la materia"
(1973)
1997
– [ ] El problema teologal del hombre : cristianismo, Madrid, 1997
pp. 15-39 (1971-72), pp. 41-86 (1968), pp. 87-396 (1971-72), pp.
397-421 (1981), pp. 423-486, (1971-72), pp. 487-617, (1967).
539
Apéndice 2: Glosario de algunos términos zubirianos.
Para clarificar algunos de los términos zubirianos utilizados en la tesis y otros que
no hemos usado, pero que conforman el plexo de nociones desde el conjunto de
las cuales se va recortando el significado de cada una, he optado por introducir
este glosario provisional y poco riguroso. Valga como excusa que al menos puede
orientarnos un poco y que la precisión de cada término exigiría una tesis, pues
aparte de los diversos sentidos en que emplea X. Zubiri un mismo término es
apreciable una continua reconceptualización de los mismos a partir de la
"maduración" de su pensamiento. Los mismos términos tienen un "uso" distinto en
la filosofía primera o en la metafísica. Sería muy interesante un cuadro sinóptico
de todas las categorías zubirianas. Además habría que comparar el uso "técnico"
zubiriano de estos términos con el de otras filosofías. Un léxico completo de X.
Zubiri sería una obra monumental. Aquí nos hemos basado sobretodo en la
Trilogía.
540
actos son momentos especificantes (SH 17) de la acción única de un
viviente (IRE 28s, 92; SH 11). Véase acto.
Actualidad
Actualidad: Estar presente lo real desde sí mismo en cuanto real. El
énfasis hay que hacerlo en el "estar". La actualidad es "física" y se debe
reprimir cualquier veleidad conciencista a la que podría lanzarnos el
término presencia (IRE 135). Inteligir no es formalmente actuidad sino
actualización (IRE 138).
541
heideggeriano que no serían más que modos de estar presente lo real
en la intelección (IRE 138 ss).
Afectación: Forma de intelección del sentido del dolor y del placer (IRE
106).
542
aprehensión. Es el momento intelectivo de reversión a la cosa desde
unas simples aprehensiones (IL 111-126, 224 s)
Allende:
Allende: Realidad en profundidad. Excedencia transcampal de la
realidad. No es algo que venga después de lo físico sino que es "lo
físico mismo, pero en dimensión formal distinta. No es un trans de lo
físico , sino que es lo físico mismo como trans " (IRE 129).
543
los hechos de intelección "anterior" al sentido que aparece en el logos
como una valencia de toda afirmación.
Aprehensión
Aprehensión de realidad: Impresión que deja el proceso sentiente como
indeterminado. Las cosas quedan como tan otras que su alteridad no
pertenece ya al proceso sentiente si no a la cosa misma actualizada
(IRE 55). La realidad no es el objeto formal de la aprehensión sino su
"índole estructural" (IRE 249s; IL 14). La aprehensión no es tampoco un
momento subjetivo situado por detrás del análisis, sino un momento real
coactualizado en toda aprehensión de una cosa real. (IRE 157). El
hombre es aprehensor sentiente de la realidad y no comprensor del ser
como pretendía Heidegger (IL 336).
544
Aprehensión dual: Dualidad entre lo primordialmente aprehendido y lo
que lo primordialmente aprehendido es en realidad (IL 56).
Aprehensión sentiente:
sentiente: (IRE 250) Sinónimo de aprehensión de realidad
y de inteligir. Véanse.
545
dos momentos: centración y precisión (véase) (IRE 260). Es una
atención previa a toda intención (IL 53).
546
Bienestar o malestar: Elementalmente tono vital, tonalidad de alegría,
etc. (IRE 40).
547
Causalidad personal: Modo de comprensión a partir del vinculo o
funcionalidad de las realidades personales previo a todo "sentido" (IRA
339).
548
significa que el sistema carezca de relación con el medio. El único
sistema totalmente clausurado es el cosmos (IRE 204).
Coincidencia:
Coincidencia: Carácter propio de la verdad dual. Mutua incidencia de lo
actualizado y de las simples aprehensiones y afirmaciones. No significa
adecuación o correspondencia sino el supuesto de toda adecuación o
desadecuación (IL 261).
Colegir: Paso de algo a algo (NHD 115) 1.- Colegir campal: Dinamismo
sentiente del logos por la que la intelección busca fundarse en los lógoi
previamente aprehendidos (IRE 276, IL 341 ss.). 2.- Colegir racional:
colección de diversas posibilidades realizables, de diversas
posibilidades incoadas (IRE 145).
549
(IRA 335). Entender lo que algo es realmente (IRA 341). Así es posible
hablar de diferencias de dirección (interiormente, como causa etc.), de
nivel (social, biológica), de amplitud, de grado y de tipos (interpretación,
explicación, causalidad personal) de comprensión (IRA 338).
Conciencia cenestésica:
cenestésica: Estar en la cosa sintiéndose sí mismo sin
conciencia reflexiva (IRE 161)
550
Confirmación: Carácter de la verdad racional. Dar carácter de verdad
firme a lo esbozado como verdad (IRA 295). Constitución de la verdad
racional misma (IRA 295).
Conformación:
Conformación: Clase de experiencia en la que se prueba mi propia
realidad (IRA 255).
551
Construcción: Alumbramiento o esbozo de un sistema de posibilidades
enfrentándose con lo real campal en actividad intelectiva, esto es,
inteligiendo lo campal como objeto real mundanal (IL 220).
Cosa-
Cosa-sentido: Lo aprehendido como momento o parte de mi vida. Mesa,
paredes, etc. (HD 19)
552
Cosmos: Unidad de las cosas reales en virtud de sus contenidos (IRE
204).
553
Dialéctica: Marcha de la razón que va adecuándose a lo real (IRA 271).
Tanteo progresivo de la verificación (IRA 272).
554
Discernir, Discernimiento: Juzgar, movimiento y tanteo del logos (IL 109,
122, 125, 284). No tomar una cosa por otra (IRA 349) (IRE 9).
Dolor-
Dolor-placer: Uno de los once sentires por el cual la realidad se nos
presenta como afectante (IRE 102).
Elemental: 1.- Formal, esencial, propio, originario (IRE 77) 2.- Simple
(IRE 202).
555
Enajenación: Carácter de la realidad humana en tanto que término de
una expresión, de una actualización física de los otros en mi proceso
sentiente (SH 279).
556
Ergon: El acto tomado no como algo operado por diversas facultades,
sino en su simple inmediatez, libre de toda presuposición de orden
ontológico o científico, de toda inquisición sobre quien sea el agente de
los mismos y de toda carga metafísica aristotélica (IRE 64).
Espacio:
Espacio: Funcionalidad de las cosas espaciosas que depende de sus
notas. "Las cosas determinan la estructura del espacio" (IL 37).
Despliegue campal de la impresión de realidad.
Espacio social: Impronta física de las acciones sociales (EE 489 ss.)
Espectro de realidad: algo aprehendido que no es real, no es "de suyo"
sino que remiten a la realidad de la que son apariencia (SE 397-398). El
557
"de suyo", por así decirlo, estaría siempre allende los espectros. Júpiter
auriga (SE 397), Jesucristo para los docetas (HRI 30).
558
Estructura: 1.- En la trilogía cuando habla de "índole estructural", "índole
constitutiva", índole esencial" (IRE 23-24) es igual que índole física" o
"índole formal" Lo propio. 2.- Modo de sistematización de las notas (IRA
123) actualizadas en aprehensión. (IRE 31, 75, 99). Estructura no
significa necesariamente que la cosa esté compuesta de momentos
realmente distintos en ella, como notas suyas, sino tan solo que al ser
aprehendida nos presenta distintas facetas. En este sentido, nada de lo
que al hombre se le presenta carece de estructura. La cosa en si misma
más simple es inteligible para nosotros solo en facetas distintas, y a fuer
de tal posee una estructura. 3.- Notas constitutivas y esenciales de una
realidad, que son el objeto de una búsqueda racional allende la
aprehensión. (IRE 94s)
Experiencia,
Experiencia, Experienciar: Tercer momento del método de la razón (IRA
222). Probación de que lo esbozado para la realidad allende la
aprehensión se inserta en el campo de realidad, regresando del mundo
al campo (IRA 226-228). El sentir no es experiencia pues ésta no es
559
algo dado sino logrado (IRA 223). Según tenga "la realidad" menor o
mayor distancia de las sugerencias campales la experiencia será
"experiencia libre", "hipótesis" o "libre construcción" (IRA 119 ss). Según
el tipo de probación física o vía metódica será "experimento",
"compenetración" "comprobación" y "conformación" (IRA 257).
560
dentro o fuera de la formalidad de realidad. Hay imaginación animal pero
no fantasía animal.
Forma de realidad: Cada cosa real es una forma de ser real (IRE 124,
210). Cada nota es una forma de realidad (HD 22).
561
Formalidad: Modo de quedar en la aprehensión (IRA 49). Se opone a
modo de informar en sentido aristotélico-kantiano (IRE 44).
562
Fuerza de realización:
realización: Fuerza de la unidad del momento campal y del
momento individual. Tres grados de fuerza de mayor a menor:
posicional, proposicional, y predicativa (IL 170).
563
Habitud: Modo primario de habérselas con las cosas no humanas, con
los demás y consigo mismo. (IRE 93) (EDR 173) Estrato más radical
que las acciones (SH 18, IRE 92ss). "Entre las acciones actualizadas en
aprehensión primordial y las estructuras que las teorías racionales
investigan se extiende el ámbito de las habitudes" (IRE 94). No son
meros hábitos, sino un momento constitutivo de la realidad del viviente,
que subyace a las acciones y las posibilita.
564
Hecho positivo: "positum" que por su propia índole sea aprehensible por
cualquiera. (IRA 182) Así los actos son hechos (IRE 20) la formalización,
la impresión de realidad, la actualidad son hechos positivos (IRE 43, 82
ss, 143)
Huella: Señales que señalizan en base a una relación causal (el fuego
respecto del humo) o en base a una relación de semejanza, (Imágenes)
(SH 285).
Idioma: Sistema de señales (SH 295). "En todo idioma está expreso el
modo de ser real y efectivo de la agrupación humana que se sirve de
este lenguaje" (SH 341).
565
recae la ignorancia y estamos en un modo de afirmación dual (IL 182
ss).
566
Inmediatez: lo actualizado en aprehensión primordial de realidad. La
verdad real simple y elemental es inmediata (IRE 237, 252).
Instalación:
Instalación: Carácter radical del "estar instaurado en la realidad". Por el
mero hecho de aprehender sentientemente lo real por mas fugaz que
sea esta aprehensión estamos ya siempre instalados en la realidad (IRE
250 ss). Véase instauración, integración, absolutización, "estar",
"realidad", aprehensión.
567
3.- El momento de "realidad" de la impresión o del acto de aprehensión
(IRE 78).
568
Inverificable: Intelección racional que muestra la realidad como vacía
(IRA 275 ss). Puede tener dos aspectos: lo refutable o experiencia
negativa o experiencia suspensiva (IRA 276).
Jectum: Algo que está ahí. De aquí derivarían tanto los términos
subjectum, como objectum (NHD 284s, IRE 206s, 226s).
569
Juicio: Intención afirmativa o intelección en distancia de lo que la cosa,
ya aprehendida como real, es en realidad. (IL 172). Pueden ser
posicionales, proposicionales o predicativos.
570
Lógica trivalente: Lógica de la valencia de la verdad en la afirmación (IL
291).
571
"Más":
"Más": Expresa el rebasamiento en la misma aprehensión de los
contenidos aprehendidos. Es la trascendentalidad en impresión, la
trascendentalidad sentida. Expresa que la trascendentalidad antes de
ser un momento conceptivo (aquello en que coinciden todas las cosas)
es un momento sentido (IRE 117).
Metáfora: Modo entre otros de dar razón de las cosas (IRA 112).
Método: "Marcha" de la razón en la que ésta se abre paso entre la cosa
real campal y su fundamento mundanal (IRA 205). La razón tiene una
estructura metódica: El sistema de referencia o logos vigente que es de
572
donde arranca la marcha de la razón, el esbozo de lo que las cosas
podrían ser en su realidad profunda (IRA 217-222), y la experiencia o
probación de la realidad profunda.
573
Moral: 1.- Tipo de realidad. La moral es una estructura física, un estar
sobre sí (SH 421), un ergon antes que una vivencia (SH 376) o cualquier
tipo de intencionalidad o conciencia reflexiva(SH 436). El hombre es un
animal moral (SH 379) 2.- Dinamismo de apropiación de posibilidades
(SH 379).
Noología
Noología: Estudio y análisis trascendental de la inteligencia humana
(IRE 11).
574
Nota: 1.- Lo noto en la aprehensión primordial de realidad. Propiedades
o cualidades si no se entiende que estas son propiedades de algo que
está por detrás. En la aprehensión las cosas no son sino las cualidades
y propiedades actualizadas (IRE 33). 2.- Las notas no son accidentes
"in-herentes a un sujeto sustancial (es lo que suele suponer la utilización
del término "propiedad", "atributo" o "elemento"), ni son predicados de
un objeto, sino que son momentos constitucionalmente coherentes en
un sistema constructo sustantivo (IRE 207). La cosa es sus notas; no
hay la cosa más las notas de la cosa; la cosa no es más que sus notas,
el sistema que éstas forman: "la nota no se tiene, se es en ella" (SE
442).
Nota-
Nota-de: Cada nota está vertida a todas las demás. "La realidad última y
primaria de una cosa es ser un sistema de notas" (HD 20). No es que
una nota tenga la propiedad de ser nota "de" algo, sino que ser nota es
precisamente el "de". Cada nota es nota "de" las demás notas del
sistema y del sistema como unidad que es cada cosa,
codeterminándose todas ellas cíclica y clausuradamente (EDR 33).
575
Notas formales: Notas que pertenecen a la cosa por lo que ésta es ya
"de suyo" se opone a notas adventicias (HD 20).
Nuda presentación:
presentación: Modo de presentación de la realidad en el tacto (IRE
101).
576
Oquedad colmada: Superación de la dualidad campal abierta por la cosa
real misma (Il 214).
Persona: 1.- Suidad real. Ser "suyo" frente a todo lo real (IRE 212- 213).
Pertenecerse a sí mismo como realidad a diferencia del animal que se
pertenece por razón del sistematismo de sus notas. 2.- Esencia abierta.
Véase absolutización, autos, suidad.
577
Personalidad: carácter campal de la vida personal. "Modo de actualidad
de mi propia realidad en el campo de las demás realidades y de mi
propia realidad" (IRE 273). Modulación concreta de la personeidad (HD
49).
578
Posibilidad: 1.- Fundamento de lo real. Lo que lo real podría ser en su
realidad profunda (IRA 299) . 2.- Esencia de lo histórico, realización de
posibilidades (IRA 302).
579
"Prius" en la aprehensión: Independencia de las cosas respecto a la
aprehensión misma (IRE 61s) y radical autonomización de los tres actos
que integran la acción). Este adverbio no connota tiempo cuando lo
utiliza Zubiri sino "anterioridad" estructural.
580
Ratificación: Fuerza de imposición de la impresión de realidad (IRE
241). Estamos arrastrados por ella.
Realismo crítico
crítico: Subjetivismo ingenuo. Declara a las cosas en la
aprehensión como subjetivas y considera que tienen una
"correspondencia" con las cosas reales allende la aprehensión (IRE
177).
581
Rectitud: Coincidencia entre una simple aprehensión libremente forjada
por mí y la exigencia positiva o negativa que ante ella tiene lo real.
Coincidencia de dirección y de exigencia (IL 274) . Paridad (IL 285).
Recursos:
Recursos: Las cosas en cuanto recurridas por el hombre par realizar su
acción. (EDR 226,228,233,258) Las cosas a que recurrimos para
responder.
Representación: 1.-
1.- Función de las afirmaciones del logos (IRA 108) 2.-
Reactualización racional del conocimiento re-presentación de lo
582
presentado (IRA 159) pero la función propia del conocimiento nunca es
la de representar sino la direccional o fundamentante (IRA 213).
583
96). 2.- En el ser humano es un momento intrínseco y formal de la
intelección misma (IRE 85). No es sensibilidad sino propiamente sentir
intelectivo. Por eso mejor que hablar de realidad sensible habría que
hablar en el ser humano de realidad sentible (IRE 250).
Sentir: 1.- Aprehender lo real en impresión (IRE 12). Hay que distinguir
entre "sentir" y "puro sentir"(véase). 2.- Proceso sentiente. Acción única
integrada por tres actos en unidad estructural (IRE 28, 284). No tres
acciones sino una acción única. Unidad indisoluble entre aísthesis y
Kínesis (SH 276, 339, 335). Autonomización de la estimulación (IRE 95).
3.- Momento del acto de aprehensión o de la impresión de realidad. El
momento sentiente es "impresión", el momento intelectivo es "de
realidad" (IRE 78, 81).
584
Sentiscencia: Grado mínimo de autonomización estimúlica. Sentir difuso
(IRE 95).
585
distintos momentos de la acción y de la intervención de habitudes
sociales.
Simple, simplicidad:
simplicidad: Unitariedad de la aprehensión primordial por
oposición a la noción de simple como sencillez o no multiplicidad.
Aprehender algo directa, unitaria e inmediatamente (IRE 237.
586
interviniendo en ella. Esto es inexorable y radical (SH 233-234). Los
demás se insertan, dirigen, modulan, nos dan su impronta (SH 241).
Entre las cosas que intelige el hombre hay unas cosas que son
mediadoras de otras. Son justo los demás (SH 237).
Suceso:
Suceso: Actualización realizada de posibilidades (IRA 302).
Suficiencia constitucional: Capacidad para determinar una forma de
realidad. Ejemplo: Una sola nota verde sustantividad elemental, forma
virídea de realidad. (IRE 204).
587
Sujeto
Sujeto: Construcción teórica cargada de presupuestos metafísicos. Idea
de hipokeímenon de los griegos. Soporte de propiedades y de acciones,
que se mantendría por detrás de las mismas (SE 77s, 85s, 92s).
Sustancia:
Sustancia: Término aristotélico. Sujeto último de predicación y soporte
de las cualidades predicadas. (SE 77ss) Proyección sobre la realidad de
la estructura subjetual y predicativa del logos indoeuropeo. (SE 77ss,
161ss). Si a una realidad le quitamos todas sus notas no
encontraríamos ningún sujeto oculto tras las mismas. (EDR 32)
588
152ss). Cierto carácter autónomo en la línea de la constitución (HD 21).
La suficiencia constitucional es siempre provisional. Sólo una cosa, la
unidad cósmica de las cosas reales, tiene en rigor suficiencia
constitucional.
Tensión dinámica:
dinámica: 1.- Forma de intelección de la kinestesia. Modo de
aprehensión intelectiva en "hacia". 2.- Tensión estructural del logos (IL
68).
589
Teoría: Tarea de la razón. Construcciones racionales siempre
provisionales. Siempre pueden ser superadas. Las construcciones
racionales verificadas van ampliando el campo de realidad. (IRA 56) 59;
HD 248). Campo ampliado. Sistema de referencia para nuevos esbozos
racionales.
590
Trascendentalidad:
Trascendentalidad: Aspecto de lo real inseparable de la talidad. Apertura
de la realidad. Momento estructural según el cual algo trasciende de sí
mismo (IRE 114) . No es comunidad universal de lo concebido como ser
(medievales) o como objeto (Kant) sino un momento sentiente: la
extensión de la formalidad de una cosa a toda otra cosa. Excedencia de
la realidad respecto a su contenido. "Es lo físico de la formalidad" (IRE
123). Momento de tener forma y modo de realidad (HD 23).
591
Verdad racional: Comprobación lógico-histórica del cumplimiento de lo
esbozado (IRA 263).
592
conciencia. Por ello no se requiere la conciencia para que algo sea
vivencia (SH 550). 2.- Expresión o respuesta del viviente a una situación
(ETM 542, 686).
593