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La lógica de la Investigación

histórica.
La filosofía de Karl Popper y el trabajo del
Historiador
(Borrador)

Javier E. Rodríguez Weber 1


rodriguezweber@adinet.com.uy

RESUMEN
El objetivo de este trabajo es analizar la filosofía de la ciencia y el conocimiento
desarrollada por Karl Popper y su utilidad para comprender la lógica de la investigación
histórica. Popper desarrolló una teoría que hace de todo conocimiento conjeturas –nunca
podemos estar seguros de lo que sabemos- y del conocimiento científico conjeturas
contrastables (o refutables). Sostuvo que siempre comenzamos con teorías acerca del mundo,
teorías que son anteriores a cualquier observación o sensación. Estas “conjeturas” acerca de la
realidad, se contrastan con ella y, mediante un proceso análogo a la selección natural, se
eliminan las erróneas. Dentro de esta concepción general sobre el carácter del conocimiento,
el conocimiento científico se distingue por someter a contraste sus hipótesis, promoviendo la
eliminación de las conjeturas falsas, de ahí que sólo sean científicas las hipótesis
contrastables. Nuestro argumento consiste en que esta concepción del conocimiento científico
describe de manera adecuada la lógica de la investigación histórica, haciendo del
conocimiento histórico conocimiento científico, según la demarcación de Popper. Analizamos
las interpretaciones históricas como teorías científicas contrastables, ya que de ellas se
desprenden consecuencias que pueden ser refutadas por la evidencia empírica. Asimismo, el
conocimiento histórico progresa mediante el mismo proceso evolucionista de eliminación de
conjeturas erróneas que las demás ciencias. Al final hemos añadido un apéndice donde se
desarrollan algunas ideas de Popper acerca del carácter científico o no de la Historia.

1
Maestría en Historia económica.

1
“Los historiadores y los filósofos de la historia que
insisten en el abismo entre historia y ciencias naturales
tienen una idea radicalmente equivocada de las
ciencias naturales” (1997; 174)

1. Introducción
El objetivo de este trabajo es analizar la filosofía de la ciencia y el conocimiento
desarrollada por Karl Popper y su utilidad para comprender la lógica de la investigación
histórica. Popper, se enorgullecía de haber proporcionado “soluciones” a dos de los
principales problemas epistemológicos: el de la inducción, y el de la demarcación del
conocimiento científico. En conjunto, desarrolló una teoría que hace de todo conocimiento
conjeturas –nunca podemos estar seguros de lo que sabemos- y del conocimiento científico
conjeturas contrastables (o refutables). Defensor del realismo del sentido común, cuestionó su
teoría del conocimiento, la que sostiene que aprendemos a partir de nuestras sensaciones y
experiencias. Al contrario, Popper sostuvo que siempre comenzamos con teorías acerca del
mundo, teorías que son anteriores a cualquier observación o sensación. Estas “conjeturas”
acerca de la realidad, se contrastan con ella, y mediante un proceso análogo a la selección
natural, se eliminan las erróneas. De ésta forma, Popper cuestionaba la teoría del
conocimiento inductivista sustentada por los positivistas, y ofrecía una teoría hipotético-
deductiva y evolucionista. Dentro de esta concepción general sobre el carácter del
conocimiento, el conocimiento científico se distingue por someter a contraste sus hipótesis,
promoviendo la eliminación de las conjeturas falsas, de ahí que sólo sean científicas las
hipótesis contrastables.
Nuestro argumento consiste en que esta concepción del conocimiento científico
describe de manera adecuada la lógica de la investigación histórica, haciendo del
conocimiento histórico conocimiento científico, según la demarcación de Popper. En cierto
sentido, el trabajo es complementario a uno anterior, en que se analizaban las concepciones
presentes en el medio social uruguayo sobre la historia y su enseñanza. (Rodríguez Weber,
2007) Allí sosteníamos que existen en nuestro medio –y en particular en los formadores de
opinión- concepciones erróneas sobre el carácter científico del conocimiento histórico y lo
que esto significa. Estos equívocos estaban en la base de diversas opiniones erróneas sobre la
posibilidad de construir una historia científica y de enseñarla. Desarrollamos aquí un
elemento apenas esbozado en aquella oportunidad; el carácter científico del conocimiento
histórico según el criterio de demarcación popperiano.
En la sección 2, se desarrollan las ideas de Popper respecto al conocimiento en
general, y al conocimiento científico en particular. La sección 3, que constituye la parte
central del trabajo, analiza la lógica de la investigación histórica a la luz de la teoría
popperiana. Se verá que la producción del conocimiento histórico sigue las mismas pautas de
conjeturas y refutaciones de todo el conocimiento científico. Las interpretaciones históricas
serán analizadas como teorías científicas contrastables, ya que de ellas se desprenden
consecuencias que pueden ser refutadas por la evidencia empírica. El conocimiento histórico
progresa mediante el mismo proceso evolucionista de eliminación de conjeturas erróneas que
las demás ciencias. Finalmente, la cuarta sección resume las ideas principales, y plantea una
reflexión acerca de la utilidad y pertinencia de las mismas. Al final, hemos añadido un
apéndice donde se desarrollan algunas ideas de Popper acerca del carácter científico o no de la
Historia.

2
2. La lógica de la investigación científica.
2.1- Conocimiento objetivo

2.1.1- Solución al <<problema de Hume>> y el conocimiento como conjetura


El primer aspecto de la filosofía de Karl Popper que abordaremos es su crítica a la
teoría empirista e inductivista del conocimiento, a la que denomina teoría del conocimiento
del sentido común. Según esta concepción, nuestro conocimiento es el producto de la
experiencia que adquirimos a través de los sentidos. La teoría del conocimiento del sentido
común se basa en el principio de inducción. Según éste “si he visto que A ha estado con
mucha frecuencia acompañada o seguida de B, y no se conoce ningún caso en que A no haya
estado acompañada o seguida de B; entonces es probable que en la próxima ocasión en la que
A sea observada, ésta será acompañada o seguida de B” (Russell, 1947; t II 299). Es decir que
los seres humanos nos formamos concepciones o creencias respecto a la realidad partir de la
reiteración de experiencias, mediante un proceso de inferencia inductiva. Acostumbrados a
que el pan nos alimente, y que el sol salga en las mañanas, construimos conocimiento
empírico, según el cual el sol continuará saliendo, y el pan seguirá alimentándonos. Así,
llegamos al conocimiento de cosas como que el fuego quema, y que el agua refresca. En todos
estos casos construimos teorías sobre relaciones causales a partir del principio de inducción.
Ahora bien, ¿cómo podemos justificar nuestra creencia en que B seguirá a A? ¿Cómo
podemos asegurar que un determinado comportamiento del pasado seguirá produciéndose en
el futuro? Esta cuestión fue el centro del ataque de Hume al principio de inducción hace más
de trescientos años. Su conclusión es que no existe forma racional de argumentar nuestra
creencia en dicho principio. No pueden extraerse conclusiones universales de ningún conjunto
de enunciados singulares. El pavo inductivista que ve día tras día al hombre que lo alimenta,
<<sabe>> que hará lo mismo mañana, justamente cuando vendrá a matarlo para cocinarlo.
Ninguna experiencia o conocimiento sobre una asociación de dos fenómenos ocurrida en el
pasado nos habilita a justificar nuestra creencia de que seguirá ocurriendo en el futuro. Es sólo
nuestro hábito, dice Hume, el que nos conduce a pensar así, un hábito irracional, o una fe
animal (Russell, 1947; t II 299) El sólido ataque de Hume al principio de inducción, pareció
minar toda esperanza de un conocimiento basado en la razón: “Es importante, por
consiguiente, descubrir si hay alguna respuesta a Hume dentro del armazón de una filosofía
que es total o principalmente empírica. Si no, no hay diferencia intelectual entre la cordura y
la locura” (Russell, 1947; t II 299)
Karl R. Popper entendía que había encontrado una respuesta de este tipo. Sostuvo que,
en tanto es imposible a partir de enunciados singulares establecer la verdad de una teoría –tal
como Hume sostenía-, es lógicamente posible establecer su falsedad:
“ningún conjunto de enunciados contrastadores verdaderos podrá justificar la
pretensión de que una teoría explicativa universal es verdadera [...pero...] suponiendo
que los enunciados contrastadores sean verdaderos, basándonos en ellos podemos a
veces justificar la pretensión de que una teoría explicativa universal es falsa”. (Popper,
1994a; 21-22)
Ningún conjunto de enunciados singulares justifican la pretensión de verdad de una
teoría, pero uno puede implicar su falsedad, si entra en contradicción con ella. No podemos
saber cuando estamos en lo cierto, pero sí cuando estamos equivocados. De esta forma es
posible aprender mediante el expediente de desechar las teorías erróneas manteniendo como
conjeturas las que aún no han sido refutadas. Tal como reclamaba Russell, el empirismo
mantiene aquí un rol importante para el avance de nuestro conocimiento, ya nos brinda
argumentos en nuestra preferencia racional entre dos teorías: “sólo la experiencia puede

3
ayudarnos a decidir sobre la verdad o falsedad de los enunciados fácticos”. 2 (Popper, 1994a;
25)
Es decir, Popper comparte con Hume el rechazo de todo principio de inducción, y la
imposibilidad de establecer la verdad de cualquier teoría, pero, agrega, podemos dar pruebas
empíricas para considerar falsa una teoría y de esta forma, razones para preferir una teoría a
otra.3
Finalmente, si el principio de inducción no es válido, y nunca podemos estar seguros
de la verdad de nuestras teorías, entonces ellas nunca dejan de ser hipótesis o conjeturas sobre
la realidad. Nada hay más erróneo en la teoría del conocimiento del sentido común que su
pretensión de alcanzar la certeza. El rechazo al principio de inducción conduce a una teoría
conjetural del conocimiento, o del conocimiento como conjetura: “debemos considerar todas
las leyes o teorías como hipótesis o conjeturas, es decir, como suposiciones”. (Popper, 1994a;
22)

2.1.2- Conjeturas y refutaciones: una teoría deductiva del aprendizaje


Si bien Hume rechazaba el principio de inducción, aceptaba la teoría empirista del
conocimiento –según la cual, recordemos, el conocimiento es el producto de la experiencia
captada por los sentidos. Popper cuestiona esta teoría y sostiene que el conocimiento –es decir
las hipótesis o conjeturas- no nace de la observación, sino que la antecede: “no existen los
<<datos>> sin interpretar; no hay nada que nos sea dado puramente, sin interpretar; (...). Todo
nuestro conocimiento es interpretación a la luz de nuestras expectativas, nuestras teorías, y es
por tanto, hipotético de una u otra forma” (Popper, 1998; 142)
Para observar hay que saber qué observar, debemos tener una hipótesis o teoría que
nos guíe:
“La observación es un proceso en el que desempeñamos un papel muy activo.
Una observación es una percepción planificada y preparada. No ‘tenemos’ una
observación (aunque podamos ‘tener’ una experiencia sensible), sino que ‘hacemos’ una
observación. Las observaciones van siempre precedidas por un interés particular, una
pregunta o un problema –brevemente, por algo teórico. (...) Es, por tanto, la hipótesis la
que se convierte en nuestra guía y nos lleva a nuevos resultados observacionales”.
(Popper, 1994a; 308-12)
El aprendizaje y el aumento del conocimiento son el resultado de la interacción de
hipótesis y observaciones; de conjeturas y refutaciones. Cuando la observación refuta nuestra
hipótesis sobre la realidad, buscamos otra nueva, aprendiendo mediante ensayo y error:
“aprendemos, extendemos nuestro conocimiento contrastando nuestros prejuicios, por el
método de prueba y error antes que por inducción mediante repetición” (Popper, 1998; 141).

2
Salvo que se indique lo contrario todas las citas destacadas lo son en el original. Sobre la elección
racional entre teorías rivales ver sección 2.3 infra.
3
Popper resume su solución al problema de Hume de la siguiente manera: “1) la aceptación de la
concepción según la cual las teorías son de importancia suprema, tanto para la ciencia teórica como para la
ciencia práctica. 2) La aceptación del argumento de Hume contra la inducción: cualquier esperanza de que
podamos tener razones positivas para creer en nuestras teorías queda destruida por ese argumento (pero
recuérdese que el argumento de Hume no presenta ninguna dificultad a los que sostienen que podemos contrastar
nuestras teorías en un intento de refutarlas) 3) La aceptación del principio del empirismo: las teorías científicas
son rechazadas o adoptadas (aunque sólo temporal y tentativamente) a la luz de los resultados de contrastaciones
experimentales o basadas en la observación 4) la aceptación del racionalismo crítico: las teorías científicas son
rechazadas o adoptadas (aunque sólo temporal y tentativamente) por ser peores o mejores que otras teorías
conocidas, a la luz de los resultados de la crítica racional” (Popper; 1998, 73)

4
No existen <<reflejos condicionados>>, sino expectativas, -algunas de ellas innatas.
Aprendemos al contrastarlas con la experiencia: “todo aumento de conocimiento consiste en
el perfeccionamiento del conocimiento existente que se modifica con vistas a una mayor
aproximación a la verdad”. (Popper, 1994a; 75)

2.1.3- Conocimiento subjetivo y conocimiento objetivo


Otro de los problemas que Popper encuentra en la teoría empirista del conocimiento es
que la misma conduce al subjetivismo y al idealismo metafísico.
Si conozco a través de la experiencia, entonces lo único que conozco son mis
experiencias, mis sensaciones:
“La creencia del filósofo empirista de que <<todo conocimiento se deriva de la
experiencia de los sentidos>>, lleva necesariamente a la concepción de que todo
conocimiento tiene que ser conocimiento de nuestra experiencia sensorial actual (...) o
de nuestra pasada experiencia sensorial (...) Así, todo conocimiento se convierte en
conocimiento de lo que está ocurriendo en nuestras mentes. Sobre esta base subjetiva,
no puede construirse ninguna teoría objetiva: el mundo viene a ser la totalidad de mis
ideas, de mis sueños” (Popper, 1998; 122)
A esta teoría subjetiva, que conduce al irracionalismo, Popper opone una teoría del
conocimiento objetivo:
“Deseo distinguir ahora dos tipos de ‘conocimiento’: el subjetivo (que habría que
llamar mejor conocimiento organísmico, ya que consiste en disposiciones de
organismos) y el objetivo o conocimiento en sentido objetivo que está formado por el
contenido lógico de nuestras teorías, conjeturas y suposiciones” (Popper, 1994a; 76)
El conocimiento objetivo no está en nuestra mente, sino en objetos como libros o
revistas. Es conocimiento lingüísticamente formulado, y por tanto criticable:
“Es muy importante comprender la enorme diferencia que existe entre un
pensamiento meramente subjetivo o pensado privadamente o tenido por cierto (...) y el
mismo pensamiento una vez formulado lingüísticamente (o quizá incluso por escrito), con
lo que se puede someter a la consideración de la discusión pública. (...) la formulación
lingüística significa que algo, que antes era parte de mi personalidad, de mis
expectativas y quizá de mis temores, ahora se hace accesible a la discusión crítica
general”.4 (Popper, 1995; 23)
Si llamamos mundo 1 (o primer mundo)5 al mundo de los objetos físicos, y mundo 2 a
los estados de la conciencia o del pensamiento, el mundo 3 constituye el mundo de los
contenidos objetivos del pensamiento. El carácter objetivo del mundo 3 reside en el hecho de
que los pensamientos objetivados residen, no en la mente de quien piensa, sino fuera de ella,
en los libros, las revistas, o un disco duro; y podrían seguir existiendo aún cuando la especie
humana no lo haga. Siendo un desarrollo del lenguaje, se comprende que el mundo 3 es un
producto humano, aunque no por ello subjetivo. En este sentido, el mundo 3 es análogo a la
miel que producen las abejas, las telas de las arañas, o las presas de los castores; y es, como
ellos, producto de la evolución de la especie. La objetividad del mundo 3 supone su
autonomía; “es conocimiento sin conocedor, conocimiento sin sujeto cognoscente” (Popper,
1994a; 108)
Una parte importante del mundo 3 lo constituyen los sistemas teóricos y sus problemas
así como los argumentos críticos y el estado de la discusión, acerca de ellos. (Popper, 1994a;

4
Quizá a esto refiera el adagio de que uno es dueño de sus silencios, y esclavo de sus palabras.
5
Originalmente habló de primer, segundo y tercer mundo. Luego, aceptó la sugerencia de cambiar esta
terminología por mundo 1, mundo 2 y mundo 3.

5
107) Ambos son objetivos. Los humanos no <<inventan>> los problemas del mundo 3, sino
que los <<descubren>>. Un ejemplo lo constituyen los problemas matemáticos, como las
conjeturas de Goldbach respecto de los números primos. Los inquilinos más importantes del
mundo 3 “son los argumentos críticos y lo que podríamos llamar –por semejanza con los
estados físicos o los estado de conciencia- el estado de la discusión o el estado del argumento
crítico, así como los contenidos de las revistas, libros y bibliotecas” (Popper, 1994a; 107) La
importancia de los argumentos críticos, y el estado de la discusión crítica en torno a un
problema, está dada por la función que cumplen a la hora de elegir entre teorías rivales. Este
tipo de elección basada en el análisis de la situación objetiva del estado de la discusión en el
momento, constituye la base racional para argumentar nuestra preferencia por una teoría de la
que no podemos decir que sea verdadera (ver infra, sección 2.3).

2.2- Ciencia y metafísica: el problema de la demarcación

El segundo tema a abordar es el aporte de Popper a la distinción entre conocimiento


científico y no científico o metafísico. A este problema le llamó criterio de demarcación. 6 Al
atacar el método inductivo del verificacionismo, Popper cuestionaba la forma tradicional de
distinguir entre ciencia y metafísica.7 Por esta razón, establecer un nuevo criterio de
demarcación sustentado en la lógica deductiva se vuelve un asunto central.
Según la escuela verificacionista, las teorías e hipótesis científicas se someten a la
experiencia que las refuta o verifica. Cuando una teoría es verificada se infiere que es
verdadera. Es decir, el método de la ciencia se basa en el principio de inducción, y consiste en
inferir la verdad de enunciados universales –tales como hipótesis o teorías– a partir de la
verdad de enunciados singulares referidos a resultados empíricos –experimentales u
observacionales.8 Lo que distingue a la ciencia, sostienen los verificacionistas, es concluir la
verdad de sus hipótesis a partir de la experiencia, y no de la autoridad, o el gusto: “una
opinión científica es aquella para la cual hay alguna razón de creerla verdadera, una opinión
no científica es aquella que se sustenta en alguna razón distinta de su probable verdad”.
(Russell, 1975; 15)
La alternativa de Popper se basa en su teoría sobre el carácter hipotético o conjetural
de todo conocimiento. Al no poderse justificar la verdad de ningún enunciado, la demarcación
entre ciencia y metafísica no puede basarse en la pretensión de <<verdad>> del conocimiento
científico. Llegamos así a su criterio de demarcación -ampliamente conocido-, que le ha dado
a su filosofía el nombre de falsacionismo o falabilismo (como él prefería llamarlo). Lo que
distingue al conocimiento científico del metafísico, es que el primero es contrastable, es
decir, puede resultar falsado (o refutado) mediante una observación:
“Sólo admitiré un sistema entre los científicos o empíricos si es susceptible de ser
contrastado por la experiencia. Estas consideraciones nos sugieren que el criterio de
demarcación que hemos de adoptar no es el de verificabilidad, sino el de falsabilidad de

6
“Llamo criterio de demarcación al de encontrar un criterio que nos permita distinguir entre las
ciencias empíricas, por un lado, y los sistemas <<metafísicos>>, por otro. (Popper; 1962, 34)
7
“Hay una pregunta que la gente me hace en cuanto se da cuenta de que realmente no creo en la
inducción y de que ni siquiera creo que la inducción tenga un papel significativo en las ciencias. Es ésta: si
abandona usted la inducción, ¿cómo puede distinguir las teorías de las ciencias empíricas de las especulaciones
pseudo-científicas, no científicas, o metafísicas? (Popper; 1998, 199)
8
Bertrand Russell resume la posición verificacionista: “Para llegar a establecer una ley científica
existen tres etapas principales: la primera consiste en observar los hechos significativos; la segunda es sentar las
hipótesis que, si son verdaderas, expliquen aquellos hechos; la tercera, es deducir de estas hipótesis
consecuencias que puedan ser puestas a prueba por la observación” (Russell; 1975, 48)

6
los sistemas (...) ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico
empírico” (Popper, 1962; 40)
EL enunciado <<todos los cuervos son negros>> resulta falsable, en caso que se
muestre un cuervo no-negro (pero no es verificable aunque nunca se encuentre un cuervo no-
negro). Por el contrario el enunciado <<los cuervos pueden ser de cualquier color>> es
irrefutable, no existe prueba empírica que lo muestre falso. También lo es el enunciado <<en
algún lugar hay cuervos rojos>>. Éste último es un caso de enunciado existencial, -del tipo
hay, o existe. Aunque irrefutables los enunciados existenciales son centrales para la lógica de
la investigación científica, pues ellos pueden refutar a un enunciado universal (el enunciado
<<hay cuervos rojos>> refuta a <<todos los cuervos son negros>>). (Popper, 1962)
El criterio de demarcación es, en cuanto al momento de su formulación, anterior a la
crítica de la inducción. Popper señala que le sorprendió notar como algunas teorías
pretendidamente científicas –como el marxismo o el psicoanálisis- tenían respuesta para todo,
es decir, podían interpretar cualquier hecho como una prueba de la verdad de la teoría:
“Un marxista no podía abrir el periódico sin hallar en cada página pruebas
confirmatorias de su interpretación de la historia. (...) Era precisamente este hecho –que
siempre se adecuaban a los hechos, que siempre eran confirmadas- el que a los ojos de
sus admiradores constituía el argumento más fuerte a favor de estas teorías. Comencé a
sospechar que esta fuerza aparente era, en realidad, su debilidad.” (Popper, 1979; 45-
46)
Según Popper, es muy fácil encontrar hechos que verifiquen nuestra teoría si eso es lo
que buscamos, por esta razón la ciencia debe buscar hechos que contradigan nuestras
hipótesis.
De esta forma, Popper dio el giro de la verificabilidad a la falsabilidad. La falsabilidad
como criterio de demarcación supone que una teoría debe establecer las circunstancias en las
que deba ser declarada falsa. Es decir, debe contradecir al menos un enunciado existencial;
debe predecir hechos o experiencias que, de producirse, la demuestren falsa: “La teoría es
incompatible con ciertos resultados posibles de la observación (...) esta situación es muy
diferente de la descripta antes, cuando resultaba que las teorías en cuestión eran compatibles
con las más divergentes conductas humanas” (Popper, 1979; 46)
Las refutaciones constituyen la crítica a las conjeturas, permitiéndonos descartar las
conjeturas falsas, y plantearnos otras nuevas, eliminando nuestros errores podemos aprender
de ellos. La crítica racional consiste, fundamentalmente, en mostrar la falsedad de una teoría;
y es ésta crítica la que nos habilita a elegir racionalmente entre teorías.9
A su vez, existen grados de testabilidad, es decir, algunas teorías son más testeables
que otras (por ejemplo, el enunciado <<todos los cuervos son negros>> es más testeable que
<<todos los cuervos son negros o grises>>; la aparición de un cuervo gris refutaría el primer
enunciado, pero no el segundo. La testabilidad depende de lo que la teoría prohíbe. Cuanto
más prohíba, cuantos más enunciados existenciales la contradigan, es más testeable y por
tanto preferible. De ésta forma, el criterio de demarcación nos brinda una herramienta racional
para elegir entre teorías rivales aún antes de que sean contrastadas. Si ambas superan los
intentos de refutarlas, la teoría más contrastable será preferible a la menos contrastable.
El criterio de demarcación permite distinguir entre conocimiento científico y
metafísico, pero no eliminar los elementos metafísicos, ya que éstos “están estrechamente
entretejidos con el resto” (Popper, 1998; 219). La demarcación nunca es absoluta: “El criterio

9
Otra crítica importante a una teoría consiste no en sostener su falsedad, sino su irrelevancia para el
problema en cuestión. Ver infra, 2.4

7
de demarcación no puede ser absolutamente tajante, sino que tiene grados. Habrá teorías bien
testeables, otras apenas testeables y otras no testeables en absoluto (...) [a estas últimas] se las
puede llamar metafísicas” (Popper, 1979; 297)
A diferencia de los positivistas, particularmente del Circulo de Viena, Popper no
realiza juicios de valor negativos hacia la metafísica. Como “la mayoría de nuestras teorías
científicas se originan en mitos” (Popper, 1979; 298) no debemos ser drásticos en cuanto a la
demarcación, ni negar la importancia de la metafísica. Popper admite por ejemplo, que su
realismo es metafísico –no hay forma de refutar ni al realismo ni al idealismo. De esta
manera, algunas ideas metafísicas han jugado, y juegan, un rol central en el avance del
conocimiento científico.10
Popper reconoce que éste criterio de demarcación presenta algunos problemas.
En primer lugar, toda teoría puede resultar “inmunizable” a la crítica mediante una
estrategia convencionalista. Por ejemplo, ante la presencia de un cuervo blanco, puede
inmunizarse la teoría <<todos los cuervos son negros>> aduciendo que ese cuervo blanco no
es en realidad un cuervo, -justamente porque todos los cuervos son negros. Se trata de un
recurso ad hoc que la ciencia debe rechazar. Quien defienda que sus hipótesis tienen carácter
científico, sostiene Popper, debe aclarar en qué condiciones (realizables) la consideraría
refutada. De lo contrario, defiende una posición metafísica o pseudocientífica.
Otro problema del criterio de demarcación popperiano lo constituye la posibilidad de
volver en su contra el argumento anti-inductivista. Si no es posible inferir un enunciado
universal de enunciados singulares, entonces, tampoco deberíamos poder refutarlo. Popper
responde a ésta crítica sosteniendo que existe una asimetría entre verificabilidad y falsedad, la
que se deriva de la forma lógica de los enunciados universales. No podemos justificar la
verdad de una teoría, pero sí su falsedad:
“[los enunciados universales] no son jamás deducibles de enunciados singulares,
pero sí pueden estar en contradicción con éstos últimos. En consecuencia, por medio de
inferencias puramente deductivas (valiéndose del modus tollens de la lógica clásica) es
posible argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados
universales. Una argumentación de esta índole, que lleva a la falsedad de enunciados
universales, es el único tipo de inferencia estrictamente deductiva que se mueve, como
si dijéramos, en <<dirección inductiva>>: esto es, de enunciados singulares a
universales”. (Popper, 1962; 41)
Un problema mayor lo constituye el de la <<base empírica>>: si todo nuestro
conocimiento es conjetural, ¿cómo podemos afirmar que una teoría ha sido refutada? ¿Cómo
podemos estar seguros del resultado de la experiencia que refuta la teoría? Sencillamente, no
podemos: “En realidad, no es posible jamás presentar una refutación concluyente de una
teoría, ya que siempre puede decirse que los resultados experimentales no son dignos de

10
“...no puede negarse que, así como ha habido ideas metafísicas que han puesto una barrera al avance
de la ciencia, han existido otras –tal el atomismo especulativo- que la han ayudado. Y si miramos el asunto desde
un ángulo psicológico, me siento inclinado a pensar que la investigación científica es imposible sin fe en algunas
idas de una índole puramente especulativa (y, a veces, sumamente brumosas): fe desprovista enteramente de
garantías desde el punto de vista de la ciencia, y –en esta misma medida- metafísica”. (Popper; 1962, 38) Más
adelante Popper desarrollaría la noción de “Programas metafísicos de investigación” para referirse a estos
conjuntos de ideas no contrastables, que sin embargo, proporcionan un marco para el avance de la ciencia. El
darwinismo constituye un ejemplo notable. (Popper; 1994b, (Popper; 1998, 229-233) (Popper; 1985, 175-222).
La noción de los Programas metafísicos de investigación se encuentra en el origen de la “Metodología de los
programas de investigación científica” desarrollada por Imre Lakatos (Lakatos; 1982). Proyecto abordar la
importancia de los programas metafísicos de investigación en el desarrollo de la historia científica en un trabajo
futuro.

8
confianza” (Popper, 1962; 49). Sucede que no existen <<observaciones puras>>, ya que toda
observación está impregnada de teoría.11 Por esta razón un resultado empírico puede
cuestionarse criticando las teorías implícitas que lo sustentan.12 Esta incapacidad de establecer
la “certeza” de una experiencia que refuta (o no) una teoría es lo que constituye el problema
de la base empírica.
La base empírica está compuesta por conocimiento básico, expresado en enunciados
básicos. El conocimiento básico está constituido por las conjeturas que comparten como
conocimiento común aquellos que buscan la verdad mediante la discusión crítica. Como todo
conocimiento es hipotético y no justificable –no puede establecerse su verdad- pero por
razones prácticas lo consideramos, en general, como carente de problemas. El conocimiento
básico se acepta como carente de problemas porque sería imposible seguir una discusión
racional si cuestionamos todo el conocimiento involucrado. Pero debe destacarse que el
falabilista –a diferencia del verificacionista o positivista- no acepta este contenido básico; “no
lo acepta como establecido, ni como bastante seguro, ni siquiera como probable. Sabe que
hasta su aceptación tentativa es riesgosa, y desataca que cada porción de él está abierta a la
crítica”. (Popper, 1979; 276) Por tanto, no sólo la teoría, sino también el enunciado que la
refuta constituyen conjeturas.
El rol de los enunciados básicos en la lógica de la investigación científica es intentar
refutar una teoría: “Únicamente decimos que una teoría está falsada si hemos aceptado
enunciados básicos que la contradigan” (Popper, 1962; 83). Se trata de enunciados que
remiten a hechos o acontecimientos, los que son excluidos por la teoría. Pero, como no
podemos justificar la verdad de un enunciado básico, debemos aceptarlo provisionalmente
como <<carente de problemas>>, para lo cual, deben cumplir una serie de requisitos lógicos
(Popper, 1962; 96-97). Un ejemplo de enunciados básicos capaces de refutar un enunciado
universal son los enunciados existenciales; ya que todo enunciado existencial constituye la
negación de un enunciado universal (el enunciado existencial <<hay un cuervo rojo>> niega
el enunciado universal <<todos los cuervos son negros>>).
Los enunciados básicos deben cumplir un requisito material fundamental para que
puedan considerarse (provisoriamente) carentes de problemas: deben remitir a un
acontecimiento <<observable>>; “es decir, se requiere que los enunciados básicos sean
contrastables intersubjetivamente por <<observación>>” (Popper, 1962; 98) El enunciado
básico debe por tanto referir a un hecho repetible; no se acepta una teoría como refutada en
base a una experiencia no reproducible. Toda refutación remite, entonces, a una
constrastación intersubjetiva. El carácter intersubetivo de las contrastaciones es fundamental,
pues él constituye una parte importante de la objetividad científica. (Popper; 1997, 96) Ver
también (Popper; 1962, 43)
Por otra parte, admite Popper, la defensa de teorías aparentemente refutadas es de
crucial importancia. Dentro de determinados límites (no muy precisos) el pensamiento
dogmático tiene un papel central en la ciencia. Si abandonamos nuestra teoría rápidamente,
nunca podremos conocer su fortaleza o temple: “una dosis limitada de dogmatismo es
necesaria para el progreso. Sin una seria lucha por la supervivencia en la que las viejas teorías
se debaten tenazmente, ninguna de las teorías rivales podría exhibir su fortaleza, esto es su
potencia explicativa y su contenido de verdad”.(Popper, 1997; 42) (Popper, 1979; 61)

11
Por ejemplo, observar a través de un telescopio –o microscopio- supone la aceptación acrítica de
determinadas teorías ópticas.
12
Esto constituye un argumento a favor de la “inconmensurabilidad” de los paradigmas científicos.
(Kuhn; 2002)

9
2.3- Verdad, contenido y verosimilitud: la elección racional entre teorías

Cuando a principios de los años treinta, Popper escribió la “Lógica de la investigación


científica”, no hizo depender ninguna de sus afirmaciones fundamentales de la idea de verdad.
Construyó la obra como las <<reglas del juego>> de la ciencia, sin referirse al objetivo de la
misma. Por el contrario, criticó la pretensión positivista de que las teorías científicas son
verdaderas cuando la experiencia las verifica, y argumentó que ninguna experiencia puede
verificar la verdad de nada.
Sucede que la verdad es una de esas nociones que nos parecen obvias en un primer
momento, pero resultan problemáticas cuando pensamos en ellas con mayor detenimiento.
Siendo Popper un filósofo partidario del sentido común, también sabía que el sentido común
suele equivocarse: “me parecía más seguro y más económico discutir el criterio de progreso
sin penetrar muy profundamente en el controvertido problema vinculado con el uso de la
palabra ‘verdad”. (Popper, 1979; 259). La situación cambiaría una vez conociera la teoría de
la verdad de Alfred Tarski.
La razón de la importancia de la obra de Tarski, según Popper, reside en su
“rehabilitación y reelaboración de la teoría clásica de que la verdad es la correspondencia con
los hechos” (Popper, 1994a; 292). De forma que un enunciado es verdadero si y solo si
coincide con los hechos, aunque no exista un criterio para saber que coincide con los hechos.
Se trata de una teoría de la verdad objetiva. La verdad de un enunciado –su correspondencia
con los hechos- no depende de nadie: “...una teoría puede ser verdadera aunque nadie crea en
ella y aunque no tengamos razón alguna para aceptarla o para creer que es verdadera; y otra
teoría puede ser falsa aunque tengamos razones relativamente buenas para aceptarla”
(Popper, 1979; 261-262)
Incapaces de estar seguros de la verdad de ninguna hipótesis, su búsqueda se convierte
en una idea reguladora, un <<criterio de demarcación>> ético; en el sentido de que quién
renuncia a ella, se aparta de la ciencia.13 Por otra parte, aunque no tengamos un criterio para
establecer la verdad de una teoría, podemos elegir de entre dos (o más) teorías aquella que
consideramos como más cercana a la verdad; o con mayor contenido de verdad, y menor de
falsedad. Es decir, podemos argumentar racionalmente nuestra elección de una teoría
apelando a que ella es más verosímil, o que posee mayor verosimilitud que otra; aunque por
supuesto, nunca podamos estar seguros de ello.14
Para adentrarnos en la noción de verosimilitud, debemos clarificar la noción de
contenido verdadero y falso de una teoría; ya que la verosimilitud de una teoría es algo así
como su contenido verdadero menos su contenido falso.
El contenido de una teoría refiere a lo que la teoría nos dice, y constituye un indicador
de su potencial explicativo. Cuanto mayor sea el contenido, más prohíbe y más contrastable es
la teoría. Asimismo, la conjunción de dos enunciados tiene mayor contenido que los mismos
enunciados tomados aisladamente. Sea el enunciado a <<el viernes lloverá>> y b <<el

13
“No tenemos ningún criterio para establecer la verdad, no obstante lo cual nos dejamos guiar por la
idea de verdad como principio regulador (...) si deseamos dilucidar la diferencia entre la búsqueda de
conocimientos, y la búsqueda de poder o de instrumentos poderosos entonces no podemos prescindir de ella.
Pues la diferencia es que, en la búsqueda de conocimiento, tratamos de hallar teorías verdaderas, o, al menos,
teorías que estén más cerca de la verdad que otras, que correspondan mejor a los hechos; mientras que en la
búsqueda de teorías que sean meramente instrumentos poderosos para cierto propósitos, en muchos casos nos
sirven muy bien teorías de las que sabemos que son falsas”. (Popper; 1979, 262)
14
Popper trata las nociones de verdad, contenido y verosimilitud en diversos trabajos. Ver Ibid.250-
289); y (Popper; 1994a, 51- 65 y 288-306)

10
sábado habrá sol>>; el enunciado ab <<el viernes lloverá y el sábado habrá sol>> es mayor
en contenido, más contrastable, y es más improbable que resulte verdadero. De forma que el
contenido de una teoría es inverso a su probabilidad de ser verdadera. La noción de contenido
nos brinda una primera herramienta racional para preferir una teoría: preferimos teorías con
más contenido a teorías con menos contenido.15
Ahora bien, de un enunciado verdadero sólo se siguen enunciados verdaderos, pero, de
un enunciado falso se siguen tanto enunciados falsos como verdaderos (por ejemplo, <<los
domingos siempre llueve>> es falso, pero la conclusión que llovió el domingo pasado, que de
él se desprende, puede ser verdadera. A su vez, el enunciado <<todas las mesas son mesas>>
es verdadero, pero al tratarse de una tautología, posee contenido nulo. “Así, sea un enunciado
verdadero o falso, puede haber más verdad o menos verdad en lo que dice, según que su
contenido consista de un número mayor o menor de enunciados verdaderos”. (Popper, 1979;
271)
Todo enunciado es verdadero o es falso, pero puede contener más o menos contenido
verdadero o falso: “en otras palabras, parece que podemos identificar la idea intuitiva de
aproximación a la verdad con la de elevado contenido de verdad y bajo ‘contenido de
falsedad’ (Popper, 1994a; 62); “la verosimilitud de un enunciado se explica diciendo que
aumenta con su contenido de verdad y disminuye con su contenido de falsedad”.16 (Popper,
1994a; 55)
De esta forma, la noción de verosimilitud nos brinda la opción de argumentar
racionalmente nuestras preferencias por una teoría:
“Así, aunque sólo podemos juzgar <<relativamente>> las teorías, entendiendo por
ello que las comparamos unas con otras (y no con la verdad, que no conocemos), eso no
quiere decir que seamos relativistas (en el sentido de la famosa frase de <<la verdad es
relativa>>). Por el contrario, al compararlas, tratamos de encontrar la que juzgamos que
más se acerca a la verdad (desconocida). Así, la idea de verdad (de una <<verdad
absoluta>>) desempeña un papel sumamente importante en nuestras discusiones. Es
nuestra principal idea reguladora. Aunque nunca podamos justificar la afirmación de
haber alcanzado la verdad, a menudo podemos dar buenas razones, o justificación, de
por qué se debiera juzgar una teoría más próxima que otra a la verdad”. (Popper, 1997;
199)
Las nociones lógicas de verdad y verosimilitud debidas a Tarski y Popper vienen a
reivindicar para la ciencia su pretensión de búsqueda de la verdad.17 Sin embargo, esto no
agota el objetivo del científico. No basta con plantear hipótesis que pensamos pueden ser
verdaderas, o que al menos son menos falsas que otras. Además, nuestras hipótesis o teorías
deben ser interesantes; deben presentar soluciones a nuestros problemas.

15
En este punto Popper se enfrento a quienes, como Carnap o Russell, cambiaron el justificacionismo,
por un justificacionismo probabilístico, sosteniendo que si bien las hipótesis científicas no son verificables, son
probablemente verdaderas. Popper demostró que por el contrario, cuanto más interesante una teoría, la
probabilidad de que sea verdadera (en el sentido de cálculo de probabilidades) tiende a cero.
16
Puede suceder que un enunciado falso posea más verosimilitud que uno verdadero. Éste es el caso con
las tautologías como <<todas las mesas son mesas>>- que son verdaderas, pero de contenido cero.
17
Algunos años después de formularla Popper reconoció que su teoría formal de la verosimilitud era
incorrecta, aunque mantuvo la versión intuitiva de similitud con la verdad que aquí presentamos. (Popper; 1998,
39-40)

11
2.4- De problema en problema; hacia una epistemología evolucionista.

La ciencia es bastante más que conjeturas y refutaciones; enunciados universales y


singulares más o menos verosímiles. Las conjeturas son hipótesis sobre algo, constituyen
intentos de solucionar problemas:
“Aceptamos, pues, la idea de que la ciencia es la búsqueda de la verdad, esto es,
de teorías verdaderas (...) Pero también insistimos en que la verdad no es el único
objetivo de la ciencia queremos más que la mera verdad: lo que buscamos es una
verdad interesante, verdad a la que es difícil llegar. (...) lo que buscamos son respuestas
a nuestros problemas (...) Sólo si se trata de una respuesta a un problema –a un
problema difícil y fértil, a un problema de cierta profundidad- adquiere importancia para la
ciencia una verdad o una conjetura acerca de la verdad.” (Popper, 1979; 266-267)
La ciencia comienza y termina con problemas: “todo desarrollo científico sólo puede
entenderse admitiendo que su punto de partida es un problema o situación problemática, es
decir, el surgimiento de un problema en una situación determinada de nuestro saber total”.
(Popper, 1995; 20)
Partimos de un problema (P1) y elaboramos una serie de hipótesis como teorías
tentativas (TTa, b,..n) para resolver nuestro problema. Seguidamente, sometemos nuestra teoría
a la crítica, es decir, a un proceso de eliminación de errores (EEa, b...n). Habitualmente el
proceso de eliminación de errores conduce a nuevos problemas (P2a, b...n). Popper presenta este
modelo de desarrollo del conocimiento científico mediante el siguiente esquema:

TTa Æ EEa Æ P2a


P1 Æ TTb Æ EEb Æ P2b
TTn Æ EEn Æ P2n

El esquema representa <<el método>> de la ciencia:


“Tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales parten siempre de
problemas; de algo que despierta nuestra admiración, como decían los filósofos griegos.
Las ciencias utilizan en principio para resolver esos problemas el mismo método que
emplea en sano entendimiento humano: el método de ensayo y error. Expresado con
más exactitud: es el método de proponer tentativamente soluciones de nuestro problema
y después eliminar las falsas soluciones como erróneas. Éste método presupone que
trabajamos con una pluralidad de soluciones a modo de prueba. Una solución tras otra
es puesta a prueba y eliminada”.(Popper, 1995; 17)
Si bien el esquema representa un proceso cíclico, no es circular, sino dialéctico, pues
habitualmente P2 difiere de P1. Incluso, la diferencia entre ambos puede constituir un
indicador del avance del conocimiento; a medida que nos planteamos problemas más
complejos y profundos, que antes ni siquiera nos imaginábamos. En todo caso, lo importante
es desechar la idea de que comenzamos con observaciones, según pretendía el inductivismo.
Hemos visto que para observar, debemos tener una guía respecto a qué observar; el problema
es nuestra guía.
¿Pero como avanzamos a partir de nuestro problema? La siguiente cita brinda la
respuesta de Karl Popper. Aunque algo extensa, vale la pena atenderla en su totalidad, pues en
ella se encuentra el corazón de su noción del <<método científico>>:
“Comenzamos con un problema o con una dificultad que puede ser práctica o
teórica. Sea como sea, cuando nos enfrentamos por primera vez a un problema, es
obvio que no sabemos mucho sobre él. A lo sumo, sólo tenemos una idea vaga de en
qué consiste realmente nuestro problema. ¿Cómo podemos, entonces, dar con la

12
solución adecuada? Es obvio que nos resulta imposible. Primero hemos de
familiarizarnos más con el problema. ¿Pero de qué modo?
Mi respuesta es muy simple: inventando una solución inadecuada y criticándola.
Sólo de este modo podemos comprender el problema, pues comprender un problema
significa comprender sus dificultades y comprender sus dificultades significa comprender
por qué no es fácil de resolver, por que no marchan las soluciones más obvias. Hemos
de inventar, por tanto, esas soluciones más obvias y criticarlas para descubrir por qué no
marchan. De este modo, nos familiarizamos con el problema y pasamos de las malas
soluciones a otras mejores –siempre que supongamos que disponemos de una
capacidad creadora para invernar suposiciones una y otra vez.
Creo que esto es a lo que nos referimos cuando hablamos de ‘trabajar sobre un
problema’. Si hemos trabajado sobre él durante un tiempo suficiente con la necesaria
intensidad, empezamos a conocerlo y a comprenderlo en el sentido de saber qué tipo de
suposición, conjetura o hipótesis no vale para nada, porque no afecta sencillamente al
problema, y qué tipo de requisito debe reunir un intento serio de resolverlo. En otras
palabras, empezamos a ver las ramificaciones del problema, sus sub-problemas y su
conexión con otros problemas. (Sólo a este nivel se puede someter una solución
conjeturada a la crítica de los demás e incluso publicarla) (Popper, 1994b; 239-240)
El conocimiento avanza hacia problemas de mayor dificultad mediante el método de
ensayo y error. La ciencia sigue un proceso análogo al de la selección natural, en que las
hipótesis inadecuadas para la resolución de nuestro problema son eliminadas. Podría decirse,
que las teorías se adaptan al problema, se eliminan las inadecuadas, y en conjunto el
conocimiento evoluciona.18
º º º
Una vez expuestas –aunque de forma elemental- las nociones centrales de la filosofía
del conocimiento científico de Karl Popper, nos abocamos a desarrollar nuestro interés
principal: analizar la lógica de la investigación histórica a la luz de la lógica de la
investigación científica.

3. La lógica de la investigación histórica: la resolución de problemas.


¿Cuál es el carácter del conocimiento histórico? ¿Es posible construirlo
<<científicamente>>? “Casi todos están persuadidos de que la historia no es una ciencia como
las demás, para no hablar de quienes consideran que no es una ciencia en absoluto”, advierte
Le Goff (1995; 21). Aquí sostendremos, sin embargo, que el conocimiento histórico se
produce siguiendo los mismos criterios lógicos que, según Popper, caracterizan a la ciencia
empírica. Esto es, cumplen con su esquema de cuatro etapas, y su criterio de demarcación.

3.-1 Problemas, conjeturas y observaciones en la investigación histórica

El punto de partida de la concepción popperiana sobre la lógica de la investigación


científica es su crítica al inductivismo. Como hemos visto, Popper sostiene que no es posible
justificar la verdad de un enunciado a partir de la observación. Existen para ello razones
lógicas, una de las cuales es la precedencia de la teoría sobre la observación. No comenzamos
por observaciones sino por teorías. Popper gustaba de ilustrar dicha concepción
recomendando a sus alumnos, -o asistentes a conferencias- que <<observen>>.
Inmediatamente se hacía claro que para observar es necesario tener una idea de qué observar:
“No se puede empezar por la observación: es menester saber primero qué observar. Esto es,

18
Hacia la década de 1960 Popper identificó su filosofía de la ciencia con la evolución biológica
darwiniana. Ver (Popper 1994a; 236-260)

13
es menester comenzar por un problema. Además, no existe observación exenta de
interpretación. Todas las observaciones son interpretadas a la luz de las teorías.”. (Popper,
1997; 182) Nuestro problema, y la conjetura que postulamos como solución, constituyen
nuestra guía para la observación, a la vez que la impregnan de teoría. Al estar guiada por un
problema y precedido por una conjetura, toda observación es mediada por la teoría, y es
selectiva. “Exactamente lo mismo vale para los documentos. (...) Un documento histórico,
como una observación científica, sólo es un documento en relación con un problema
histórico, y como una observación, tiene que ser interpretado” (Popper, 1997; 183)
En las ciencias sociales, esta crítica al inductivismo metodológico puede remontarse,
al menos, hasta la Methodenstreit (batalla de los métodos) que enfrentara a la escuela
austriaca con la alemana. Carl Menger, principal expositor de la posición austriaca, argumentó
la necesidad de una teoría para saber qué observar. Pooper desarrolló su crítica al
inductivismo en un ambiente intelectual fuertemente influido por la batalla de los métodos.
Dentro de las ciencias sociales la Methodenstreit supuso la separación de economía e
historia; o más ampliamente, la separación entre ciencias sociales teóricas e históricas.19 La
economía, y más tarde la sociología, serían ciencias teóricas, deductivas y a-históricas
(Hodgson, 2001) (Hobsbawm, 1998; 105-118). Dentro del campo de la historia, se mantendría
la concepción según la cual ésta consiste en el estudio de los hechos. Al respecto Foustel de
Coulanges, sostenía que:
[El historiador] “no tiene otra ambición que la de ver bien los hechos y
comprenderlos con exactitud. No es en su imaginación ni en la lógica que los busca; los
busca y los capta con la observación minuciosa de los textos, como el químico encuentra
los suyos en experimentos cuidadosamente realizados. Su única aptitud consiste en
extraer de los documentos todo lo que contienen y no añadir a ellos nada que no
contengan. El mejor de los historiadores es el que se atiene más a los hechos, el que los
interpreta con la mayor corrección, el que no escribe ni piensa sino según esos hechos”
citado en (Le Goff, 1995; 104-105)
Dos cosas queremos destacar de la cita anterior; en primer lugar la lógica inductivista:
la observación antecede a la interpretación. En segundo lugar, la identificación de ésta con el
método de trabajo del científico experimental, en este caso el químico. Sería contra ésta
concepción de ciencia que Popper dirigiría su crítica centrada en las conjeturas; pero antes
que él, los historiadores se levantarían contra ella.
La crítica al inductivismo, según la cual todo conocimiento es el producto de una
selección guiada por un problema, está en la base del movimiento de reforma de la historia
que la transformaría en una ciencia social. El movimiento liderado en Francia por la revista
Annales d'histoire économique et sociale, se levanto contra la concepción positivista, que veía
al conocimiento histórico como surgido de los hechos. En su lugar, los fundadores de Annales
destacaron el rol del historiador en la construcción del hecho histórico. Esta concepción la
formulaba Lucien Febvre ya en 1933 un año antes de la publicación de la “Lógica de la
investigación científica” de Popper. Decía Febvre en la introducción al Collège de France
refiriéndose a los hechos:
“No dado, sino creado por el historiador -¿y cuantas veces? Inventado y fabricado
mediante hipótesis y conjeturas, a través de un trabajo delicado y apasionante. El
historiador no va rondando al azar a través del pasado, como un trapero en busca de
despojos, sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver,
una hipótesis de trabajo a verificar. Decir que ‘eso no es una actitud científica’ ¿no es
poner de manifiesto, simplemente, que se sabe muy poco de la ciencia, de sus

19
Distinción de la que sería tributario Popper, ver apéndice.

14
condiciones, y de sus métodos? (...) Elaborar un hecho es construir. Es dar soluciones a
un problema, si se quiere. Y si no hay problema no hay nada” (subrayado nuestro)
(Febvre, 1993; 21-23)
Agrega Le Goff: “no hay hecho o hecho histórico sino dentro de una historia
problema”. (Le Goff, 1995; 34) La cita de Febvre es enormemente sugestiva en el marco de
nuestro trabajo. Muestra que en la crítica a la historia historizante, que divinizaba al
<<hecho>>, algunos historiadores anticiparon, o desarrollaron en paralelo, alguna de las
nociones que Popper elaboraría teniendo a las ciencias naturales en mente. Es posible afirmar
que, a la vez que Popper elaboraba su teoría en oposición al inductivimo en la filosofía de la
ciencia, los fundadores de Annales desarrollaban el mismo argumento en oposición al
inductivismo de la historiografía tradicional.
Así, los problemas y teorías preceden a la observación en la historia como en las
ciencias naturales. El desconocer esta situación, bien porque se piensa que en la historia los
hechos son primero, bien porque se cree que en las ciencias naturales las observaciones lo
son, es causa de confusión. Dicha confusión es el producto de la ignorancia de los métodos de
la historia, o de las ciencias naturales:
“Casi todos parecen estar muy seguros de que las diferencias entre las
metodologías de la historia y las ciencias naturales son muy grandes. Pues, se nos
asegura, es bien sabido que en las ciencias naturales comenzamos con la observación y
avanzamos a la teoría por inducción. Y, ¿no es evidente acaso que en historia se
procede de manera completamente distinta? Si, estoy de acuerdo en que se procede de
manera muy diferente. Pero también lo hacemos en las ciencias naturales. En uno y en
otro caso comenzamos con mitos –con prejuicios tradicionales, infectados de error-, y a
partir de ellos procedemos a la crítica, a la eliminación crítica de errores. En ambos
casos, el papel de la evidencia es, en lo fundamental, el de corregir nuestros errores,
nuestros prejuicios, nuestras teorías tentativas, es decir, desempeñar un papel en la
discusión crítica, en la eliminación del error. Al corregir nuestros errores planteamos
nuevos problemas. Y para resolver esos problemas inventamos conjeturas, esto es,
teorías tentativas, que sometemos a la discusión crítica dirigida a la eliminación del
error”.(Popper, 1997; 176)
Todo conocimiento es conjetural, y los hechos históricos son conjeturas respecto al
pasado. Los hechos históricos no resultan de observaciones puras por la sencilla razón de que
éstas no existen.
En resumen, en lo que refiere al carácter selectivo de la investigación y la precedencia
de los problemas y las teorías sobre la observación, Popper no tenía nada nuevo que decirle a
los historiadores.20 Ellos lo habían descubierto por sí mismos, antes que él. Y antes que
ambos, la escuela austriaca.21 Pero la precedencia de los problemas no es una característica
distintiva del conocimiento científico, sino de todo conocimiento, humano y animal. De esta
forma, decir que en historia la teoría precede a la observación no afirma nada respecto al
carácter científico de sus afirmaciones. Para esto debemos introducirnos en el criterio de
demarcación, y ver su aplicación a la historia. Nos adentramos en la consideración de las
interpretaciones históricas como teorías contrastables.

20
De hecho, presumo que él pudo haber aprendido mucho de los fundadores de Annales. Si los hubiera
leído quizá no hubiera cometido los gruesos errores de apreciación sobre la historia en sus dos obras que
presuntamente tratan del conocimiento histórico. Seguramente no habría declarado la imposibilidad de escribir
una historia social. Ver apéndice.
21
Sólo que ésta extrajo de allí conclusiones más discutibles, que supusieron –a la larga- el abandono de
la problemática de la especificidad histórica en las ciencias sociales (Hodgson; 2001, 93-94).

15
3.2- La interpretación como teoría científica (refutable)

De su crítica al conocimiento por inducción, Popper extrae su criterio de demarcación


del conocimiento científico. Según éste, lo que distingue a una teoría científica de una
metafísica, es que prohíbe determinados resultados observacionales.
Aquí sostendremos que lo que habitualmente llamamos <<interpretación histórica>>
constituye una teoría científica; esto es, una serie de hipótesis de las cuales se desprenden
consecuencias contrastables. Aunque las afirmaciones de los historiadores parecen proceder
de la evidencia, las mismas son el resultado del mismo esquema de conjeturas y refutaciones
que caracteriza al conocimiento científico. Si aceptamos la imposibilidad de justificar la
verdad de una interpretación histórica, entenderemos que las evidencias, -por ejemplo
documentales- que el historiador presenta como justificación de su postura, no son tales, sino
refutaciones de interpretaciones opuestas. Su interpretación es la que subsiste al proceso de
eliminación de errores; la que no es refutada por la evidencia histórica conocida. Ésta sería
refutada si hubiera pruebas en contrario; o, lo que es lo mismo, si sus <<pruebas>> no dijeran
lo que dicen; o dijeran lo que no dicen. La visita al archivo –o la estimación cuantitativa con
la computadora- es el experimento del historiador; allí pueden producirse <<observaciones>>
que refuten su teoría.
El criterio de demarcación de Popper entre ciencia y metafísica, es entonces aplicable
a la investigación histórica. Una interpretación histórica será una teoría científica si de ella
se extraen consecuencias observables mediante las técnicas y fuentes existentes que podrían
refutarla. En este sentido, una interpretación histórica predice que, si se recurre a las fuentes,
y se trabaja sobre ellas, no surgirán evidencias en su contra.
Ilustraremos nuestra postura a partir de una interpretación histórica que,
particularmente polémica, generaría interés en su refutación; aunque hasta ahora la misma no
se ha producido. Se trata de la aseveración del profesor Demasi de que la violencia estatal
precedió a la acción guerrillera, en el sentido de que cuando aquella se desplegó, ésta no
constituía aún un problema relevante para el país. Según Demasi, no puede por tanto,
sostenerse que la violencia estatal fuera en respuesta a la guerrilla; y sí que la acción
guerrillera se vio alimentada por la violencia estatal.22
Cuando se le recordó a Demasi que las primeras acciones tupamaras se remontaban al
año 1962, muy anterior a la violencia estatal desatada en 1968, el profesor aclaró sus
comentarios diciendo que, aunque existentes desde hacía años, el movimiento tupamaro no
tenía influencia política considerable hasta el año 1968. Había sido la violencia estatal la que
le dio esa relevancia política, más que su relevancia política la que desató la violencia estatal.
Esta teoría histórica era, como hemos dicho, sumamente polémica, y propició una serie de
acusaciones al profesor Demasi. Un diputado sostuvo que “el profesor es un instrumento de
un operativo (...) destinado a perpetuar en el poder al Frente Amplio (...) al profesor Demasi
no le faltó información, faltó a la verdad. Confundió, además, su deber profesional con la
obsecuencia hacia quienes lo contrataron”.23 La conjetura de Demasi era audaz –como le
gustaban a Popper- y polémica; pero ¿era científica? ¿Podía demostrarse su falsedad?

22
Esta interpretación fue conocida públicamente el 24 de agosto del año 2006 cuando una nota en la
contratapa de la Revista Búsqueda atribuía al profesor Carlos Demasi una serie de afirmaciones hechas en un
curso para docentes. La afirmación indignó a parte del elenco político que veía en ella un intento para construir
una <<historia oficial>> que dejara <<bien parados>> a los ex-guerrilleros y actuales gobernantes. El debate
subsiguiente y alguna de sus implicaciones epistemológicas y didácticas se analizan en (Rodríguez Weber; 2007)
23
El diputado blanco Javier García. Citado en (Rodríguez Weber; 2007)

16
En una entrevista radial Demasi desarrollo y fundamentó su posición de la siguiente
manera:
“Yo tengo la opinión de que la represión fue primero, la represión sobre
movimientos sindicales y estudiantiles en la década de los sesenta es anterior a la
emergencia de la guerrilla como fenómeno político. Si tú me pedís brevemente una
prueba de esto te digo lo siguiente: en junio de 1968 se dictaron medidas prontas de
seguridad. (...) En los considerando de ese decreto se invoca una serie de problemas,
algunos reales y otros a los que no se les encuentra mucho sentido. Se menciona la
cantidad de sindicatos que están en huelga o haciendo paros y movilizaciones. Y en la
lista se mencionan sindicatos que sólo aparecen en esa lista y que uno no ha podido
encontrar evidencia histórica de su existencia por otro lado. Uno mira y piensa que la
lista está un poco inflada. Pero en esa lista que está inflada la guerrilla no aparece como
motivo para dictar medidas prontas de seguridad. Si lo que se estaba buscando era
invocar todos los motivos necesarios para dictar las medidas prontas de seguridad no
podía faltar la mención a la guerrilla urbana como un factor que estaba provocando lo
que después fue el desborde autoritario.” Citado en (Rodríguez Weber, 2007)
A continuación de su conjetura –la represión sobre movimientos sociales fue primero-
Demasi presenta una <<prueba>> documental, -no se hace referencia a los tupamaros en el
decreto de Medidas prontas de seguridad- y realiza una nueva conjetura opuesta a la suya: si
la guerrilla hubiera sido un actor político importante, entonces el gobierno la hubiera
mencionado para justificar las medidas prontas de seguridad. Ésta última se ve refutada por
la prueba documental a la que refiere Demasi; en cambio la suya se mantiene en pie. De esta
forma, el análisis del decreto de Medidas prontas de seguridad se constituye en un
<<experimento crucial>>, esto es, permite distinguir entre dos hipótesis contrapuestas.
Sin embargo, para que la hipótesis de Demasi pueda considerarse científica ello no
basta, la misma debe prestarse a intentos independientes de contrastación ¿Pero se desprenden
de la teoría de Demasi estas contrastaciones independientes? Es decir, ¿predice la conjetura
que sustenta Demasi determinados enunciados existenciales que, contradigan su teoría? ¿Qué
hechos –o enunciados sobre hechos- prohíbe la teoría de Demasi?
Recordemos que según el criterio popperiano de demarcación, una hipótesis o teoría es
científica si es capaz de predecir hechos que, de <<ocurrir>> la falsarían: “Sólo admitiré un
sistema entre los científicos o empíricos si es susceptible de ser contrastado por la experiencia
(...) ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico empírico” (Popper,
1962; 40)
Como toda teoría científica, una interpretación histórica debe predecir determinados
resultados <<observables>> intersubjetivamente que la declaren falsa. Debe existir al menos
un enunciado existencial que, de considerarse conocimiento básico, <<carente de
problemas>>, refute la teoría. Cuanto más prohíba la teoría, esto es, cuanto mayor cantidad de
enunciados existenciales potencialmente refutadores existan, tanto más contenido tendrá.
Pero, ¿cómo puede predecirse un hecho cuando hablamos de Historia?
Lo que una teoría científica debe predecir es la imposibilidad de un determinado
resultado de una <<experiencia>> u <<observación>>. Una teoría histórica falsabe predice
que, si se consultan las fuentes pertinentes, no se encontrará en ellas un determinado tipo de
evidencia, que sería razonable encontrar si la teoría fuera falsa. Es decir una interpretación
histórica se constituye en teoría científica cuando de ella se desprende un enunciado
existencial que la refute, por ejemplo hay evidencia que la demuestra falsa. Ello es posible
porque la predicción no refiere al pasado investigado, sino a nuestro conocimiento sobre él.
“El pasado es, por definición, estático, un dato que ya nada habrá de modificar. Pero el
conocimiento del pasado es algo que está en constante progreso, que se transforma y se
perfecciona sin cesar” (Bloch, 1965; 49) El constante progreso de las técnicas y herramientas

17
para el estudio histórico, hacen posible que en el futuro puedan falsarse teorías que hoy son
metafísicas; así como hoy podemos falsar conjeturas que antes lo eran. La introducción de los
cálculos mediante computadora constituyó una innovación revolucionaria por este motivo
(aunque pocas veces tengamos presente que en nuestras oficinas u hogares podemos testear
hipótesis sobre el pasado en una forma que era imposible para todo un grupo de
investigadores hace cincuenta años). Pero no sólo mediante nuevas técnicas o instrumentos se
puede innovar en la investigación histórica. Las innovaciones más importantes se originan en
nuevas preguntas, a veces a fuentes conocidas y explotadas por los métodos tradicionales. La
predicción que hace falsable a la teoría de Demasi es de este tipo.
La conjetura de Demasi es que la violencia estatal se desató antes que la violencia
tupamara constituyera un factor importante. Es decir, que no puede alegarse que la acción
tupamara generó el desborde de la violencia estatal. Ella sería falsada mediante la
corroboración del siguiente enunciado existencial: hay evidencia que demuestra que las
acciones guerrilleras eran fuente de preocupación en el elenco político antes de 1968. Por
tanto, si se encuentra evidencia documental que muestre dicha preocupación, entonces su
conjetura quedará refutada. La teoría de Demasi prohíbe la aparición de este tipo de pruebas;
y predice que no se encontrarán testimonios de este tipo en las fuentes pertinentes. El
equivalente al experimento consiste en acudir a las actas parlamentarias, decretos de gobierno,
discursos de la campaña de 1966, etc. a la búsqueda de las mismas. Si se encuentra, por
ejemplo, que antes de 1968 se interpelaron ministros preguntado sobre las acciones tendientes
a detener a la guerrilla, o se observa que la preocupación por detener a la guerrilla constituyó
un tema importante en la campaña electoral de 1966, entonces se <<demostrará>> la falsedad
de la teoría de Demasi.
Por tanto, si analizamos cuidadosamente el rol que la predicción juega en la lógica de
la investigación científica, vemos que es el mismo que juega en la lógica de la investigación
histórica: adelantar resultados de observaciones incompatibles con la teoría.
En resumen, la historia, como todas las ciencias, progresa mediante el método de
eliminación de errores, de refutación de teorías mediante resultados observables <<carentes
de problemas>>. Las interpretaciones históricas constituyen teorías científicas cuando de ellas
se desprenden consecuencias que podrían ser refutadas por la evidencia. Aunque normalmente
parezca que los historiadores extraen sus interpretaciones de la evidencia, ello se debe a la
equivocada teoría del conocimiento del sentido común. Todo conocimiento comienza por
problemas. Las evidencias que se presentan como <<verificaciones>> o prueba que
<<demuestran>> la verdad de una interpretación histórica constituyen, en realidad,
refutaciones de interpretaciones rivales.

3.3- Elección racional de interpretaciones falsas pero verosímiles

Las generalizaciones que pretenden brindar una explicación a un proceso histórico de


cierta complejidad –no necesariamente muy grande, sino normal- suelen dejar <<cabos
sueltos>> casos particulares que las refutan. Toda generalización histórica –salvo las más
triviales, que por obvias no son interesantes- tienen sus excepciones, por lo que resultan
rápidamente refutadas. Y sin embargo no sólo son necesarias, sino útiles, porque las
generalizaciones fructíferas son un ingrediente central del progreso del conocimiento
histórico. De hecho, la propia idea de que la historia debe generalizar y comparar, -eje central
del desarrollo de la disciplina en el siglo XX- ha debido construirse contra la noción de

18
historia como estudio de lo singular e irrepetible, concepción que se fundamenta en la
existencia de contraejemplos para cada generalización.24
En el camino que la historia ha recorrido en su desarrollo como ciencia social, ha
brindado explicaciones cada vez mejores y más profundas conviviendo con esta ambigüedad
entre lo singular irrelevante, y lo general falso:
“La contradicción más flagrante de la historia está constituida sin duda por el
hecho de que su objeto es singular, un acontecimiento, una serie de acontecimientos,
personajes que no se producen sino una vez, mientras que su objetivo, como el de todas
las ciencias, es captar lo universal, lo general, lo regular” (Le Goff, 1995; 36)
Nada hay más fácil en historia que refutar una conjetura audaz, mostrar ese caso, ese
individuo, esa acción que no se encuadra en la generalización, y la demuestra falsa. Pero las
generalizaciones falsas pueden ser verosímiles, y puede sostenerse racionalmente su
preferencia si de ellas se siguen más consecuencias verdaderas que falsas,25 y nos plantean
problemas interesantes y profundos.
La idea de aproximación a la verdad, expresada en la noción de verosimilitud, nos
proporciona una herramienta para justificar nuestra elección por teorías que, sabemos falsas
(no verdaderas):
“La idea de verosimilitud es más importante en los casos en los cuales sabemos
que debemos trabajar con teorías que son, en el mejor de los casos, aproximaciones, es
decir, teorías de las cuales sabemos que no pueden ser verdaderas. (Esto ocurre a
menudo en las ciencias sociales) Aun en estos casos, podemos seguir hablando de
mejores o peores aproximaciones a la verdad” (Popper, 1979; 273)
Este suele ser el caso en la historia, cuando la teoría (interpretación) se presenta como
solución a un problema de cierta amplitud.
A modo de ejemplo, tomemos la teoría según la cual la revolución francesa fue
impulsada por la burguesía y resistida por la aristocracia. Esta afirmación, que se inserta en
la presunción metafísica –no falsable- de que el lugar socio-económico que ocupan los
individuos es central para la conformación de sus opiniones políticas e ideológicas, brindó
una enorme posibilidad al progreso del conocimiento histórico. Nuestro conocimiento de la
revolución francesa, y junto con ella el de otras revoluciones consideradas <<burguesas>>, es
tributario de esta teoría falsa anclada en una creencia metafísica. Es muy fácil mostrar
burgueses contrarios a la revolución y aristócratas revolucionarios. Sin embargo, el análisis
de la conducta de la mayoría del orden señorial durante la convocatoria a los estados
generales, así como la composición social y actuación de los diputados tercer estado en la
misma instancia, muestran que de ella se sigue gran cantidad de enunciados verdaderos, y
pocos falsos.26 Podría argumentarse racionalmente –aunque no pueda medirse- que la

24
El mismo Popper mantenía ésta concepción respecto a la historia en sus primeros abordajes del tema.
Más tarde admitió que, aunque seguramente falsas, algunas teorías serían mejores que otras, y por lo tanto era
racional elegir entre ellas (ver apéndice).
25
Recordemos que de una teoría falsa se desprenden tanto consecuencias falsas como verdaderas.
26
Una simple matriz de dos por dos que tenga revolucionario y contrarrevolucionario en sus filas, y
aristócrata y burgués en sus columnas, nos acercaría a la noción de verosimilitud. Si el conjunto de los diputados
de todos los órdenes se distribuye más o menos uniformemente entre las columnas, ello supondría que la teoría
de la irrelevancia del origen social para las posiciones ideológicas durante la revolución francesa es más
verosímil que aquella que sostiene su importancia. Si por el contrario, se observa una fuerte correlación entre
aristócrata y contrarrevolucionario de una parte; y burgués y revolucionario de otra, entonces la teoría social
sería la preferible. Esa suposición es parte del programa metafísico que se encuentra detrás la teoría social de la
revolución. La propuesta de este ejercicio muestra como puede elegirse racionalmente la preferencia entre dos
teorías que son falsas.

19
interpretación social de la revolución es más verosímil que de su contraria que postula la
irrelevancia de ésta. 27
Cuando el historiador intenta generalizar, sus teorías suelen ser falsas. Sin embargo,
aunque falsa, una interpretación histórica puede ser muy útil para la búsqueda de la verdad, si
de ella se siguen nuevos y más profundos problemas. Es perfectamente racional, entonces,
sustentar una teoría falsa si es verosímil, en tanto no pueda presentarse una mejor.28

3.4- El progreso del conocimiento histórico

3.4.1- Consideraciones Generales


El debate sobre el nivel de vida durante la revolución industrial británica entre
historiadores <<optimistas>> y <<pesimistas>>,29 constituye un buen ejemplo para analizar
el progreso del conocimiento histórico mediante la teoría evolutiva de Popper.
En primer lugar, por su trascendencia. Pocos problemas pueden ser más interesantes e
importantes para la historia que la evolución de las condiciones de vida de los seres humanos.
Si éste es el problema histórico fundamental, su importancia se acrecienta cuando lo
analizamos en el marco de procesos de cambio estructural, ya que el estudio del cambio
histórico constituye el objetivo central de la historia.30 Una segunda razón de su utilidad para
el objetivo de este trabajo es que el debate está intrínsecamente unido a factores ideológicos.
Concepciones metafísicas de los participantes del debate, relativas a las bondades o maldades
del capitalismo permean sus argumentos, y sin embargo el debate se mantiene y progresa
dentro de los límites de la ciencia. El hecho de que un debate fuertemente ideologizado pueda
ejemplificar nuestro argumento de progreso científico según las pautas popperianas,
constituye un refuerzo del mismo. Pues, en las peores condiciones <<externas>> para un
debate crítico, la racionalidad de los argumentos se mantiene, y por ello ha sido posible el
avance de nuestro conocimiento. En tercer lugar, el debate ha combinado aspectos más bien
teóricos o conceptuales –podríamos decir metafísicos- acerca de qué debemos entender por
<<nivel de vida>>, con aspectos metodológicos, sobre como podemos evaluarlo mejor. En
este punto, el debate ejemplifica la tensión existente entre el rol de distinto tipo de fuentes –
literarias, cualitativas y cuantitativas- y a su vez, los problemas de construcción e
interpretación de las mismas. El debate trata entonces, de la <<base empírica>> y sus
problemas.
Un somero análisis del debate permitirá ilustrar en sus múltiples dimensiones la
utilidad de la teoría evolucionista del conocimiento de Popper para el análisis de la lógica y el

27
Ambas teorías se desprenden de distintos programas metafísicos de investigación; aquél que afirma la
relevancia de la condición social para la conformación de las ideas del individuo, y aquél que lo niega y propone,
o no, otros factores como más relevantes. Los programas metafísicos de investigación han sido enormemente
relevantes para la historia de la ciencia. De hecho, como hemos visto, la separación entre ciencia y metafísica
nunca es drástica. Aunque no contrastables, es posible justificar racionalmente nuestra preferencia por una teoría
metafísica –por ejemplo el realismo. En ocasiones, como en nuestro caso, de posiciones metafísicas se extraen
consecuencias falsables. Es mi intención abordar el problema de los programas metafísicos de investigación y su
papel en la investigación histórica en otro trabajo.
28
Por otra parte, la existencia de anomalías –casos que refutan las teorías- es una característica general
de la ciencia, no sólo de la historia. Según Lakatos, cuando el programa es progresivo, los científicos dejan estas
anomalías de lado para trabajar en el desarrollo del mismo (Lakatos; 1982)
29
En forma sucinta, los <<optimistas>> han sostenido que la industrialización supuso una mejora en el
nivel de vida de los trabajadores británicos; mientras los <<pesimistas>> sostienen lo contrario.
30
Me agrada la definición de Jaques Le Goff: “en cuanto a la historia, no puede ser sino una ciencia del
cambio y de la explicación del cambio. (Le Goff; 1995, 17)

20
progreso de la investigación histórica. Pero primero recordemos la noción de progreso
científico de Popper:
“debemos ver la ciencia como progresando de problemas a problemas, a
problemas de creciente profundidad. Pues una teoría científica –una teoría explicativa-
es en todo caso un intento por resolver un problema científico, es decir, un problema
concerniente al descubrimiento de una explicación, o vinculado con él (...) toda nueva
teoría realmente valiosa plantea nuevos problemas, problemas de reconciliación,
problemas de cómo realizar tests observacionales nuevos y en los que anteriormente no
se pensaba. Y es fecunda principalmente a través de los nuevos problemas que
plantea.” (Popper, 1979; 258)
El progreso científico no es acumulativo, sino revolucionario. Procede mediante el
método de ensayo y error, mediante la crítica de nuestras conjeturas pre-científicas –mitos,
prejuicios, etc.- y científicas (hipótesis contrastables). En el proceso de conjetura y crítica
intersubjetiva, la ciencia avanza en la profundidad y el conocimiento de sus problemas. Con el
progreso se abordan problemas y se conjeturan soluciones que resultaban inimaginables en
una etapa anterior del proceso. Entre los nuevos problemas que señalan el progreso científico
se encuentran los metodológicos, tendientes a hacer más rigurosas las contrastaciones
mediante la mejora de los tests observacionales. Asimismo, el fortalecimiento de la crítica y
de los métodos de refutación, obliga a ser más riguroso en las conjeturas, a fin de que superen
la crítica. Los científicos no se alegran con la crítica de sus teorías, pero saben que ésta
vendrá, y por tanto prefieren criticarlas ellos antes de que sean sus colegas quienes le señalen
su error.

3.4.2- Debate y progreso científico.31


El problema que guía el debate es claro: ¿cómo afectó la revolución industrial
británica a los trabajadores? Las primeras respuestas a esta cuestión, -el origen del debate- se
basaron, como suele ocurrir, en mitos. Los precursores de la escuela pesimista mantenían una
concepción poco rigurosa sobre las dificultades de la vida en la sociedad agraria anterior a la
industrialización, lo que por comparación, les llevaba a una imagen particularmente lúgubre
de ésta. De la revolución industrial, decía en 1888 Arnold Toynbee, que constituía un período
“as disastrous and as terrible as any through wich a nation ever pased”.32 A partir de éste
comienzo mítico, historiadores como los Hammond, desarrollaron la perspectiva pesimista. El
mundo de los trabajadores industriales era lamentable, sostenían; y presentaban evidencia
parlamentaria, o informes médicos a favor de su hipótesis.
La fase contemporánea del debate comenzó en 1929 con la publicación de la
“Economic History of Modern Britain” de J. H. Clapham. En la obra, se refutaba la opinión
pesimista al presentar series de salario real que corroboraban la hipótesis de que la
industrialización había supuesto mejoras en los ingresos de los trabajadores. “El
planteamiento de Clapham resultaba original no sólo por las conclusiones que apuntaba, sino
también por los métodos cuantitativos que utilizaba” (Taylor, 1985; 16) Según Clapham la
posición pesimista no sólo era errónea en su interpretación, sino también en la elección y uso
de las fuentes. Para discutir sobre el efecto de la industrialización en el nivel de vida era
necesario recurrir a estimaciones cuantitativas. J. L. Hammond esbozó su respuesta poco
después. Sin cuestionar los datos de su rival sostenía que el nivel de ingresos no era suficiente
para establecer el nivel de vida. A partir de Clapham, el tratamiento cuantitativo había llegado

31
Para el análisis del debate ver (Taylor; 1985); (Rule; 1990); (Floud; 1988); (Kirby; 1997) y
(Escudero; 2002); en quienes nos hemos basado para escribir este apartado.
32
Citado en (Kirby; 1997, ) En la vereda opuesta, Andrew Ure cantaba loas al progreso que suponía el
sistema fabril.

21
para quedarse. Es por ello que la introducción de índices es un momento crucial del debate; de
hecho constituye el origen de la etapa contemporánea del mismo. A partir de allí nadie
negaría la necesidad de estimaciones cuantitativas, aunque sí su construcción y su carácter
exclusivo.
Sin embargo, los índices de Clapham serían a su vez refutados. Veinte años más tarde,
y desde el bando optimista, T. S. Ashton cuestionaba el deflactor que Clapham había usado.
Se trataba de un índice de precios al por mayor, que poco tenía que ver con la canasta de
consumo obrero. Ashton no cuestionó el uso de fuentes estadísticas –podríamos sostener que
la noción de su necesidad se había transformado en <<conocimiento básico>>- pero sostuvo
que se debía ser más cuidadoso dada la complejidad del tema tratado, debido a la diversidad
regional y de categorías laborales. Ashton realizó estimaciones más sofisticadas que la de su
predecesor con el mismo objetivo de refutar la posición pesimista, y llegando a conclusiones
similares: en conjunto, los obreros salían ganando. Hacia la década de 1950 la posición
optimista era preponderante, habiendo quien sostenía que sólo el turbio cristal de la ideología
podía explicar la perspectiva pesimista.33
La posición pesimista volvería al ruedo en 1957, con un trabajo de Eric Hobsbawm. El
argumento de Hobsbawm se centraba en el cuestionamiento a las estimaciones optimistas
porque existían buenas razones para pensar que eran erróneas; y esto sin necesidad de recurrir
a fuentes <<literarias>>. Según Hobsbawm, J. L. Hammond había errado al aceptar como
válidas las estimaciones que refutaban la posición pesimista: “Clapham no tropezó,
curiosamente, con demasiadas dificultades, gracias sobre todo a la poca consistencia de la
respuesta de su principal oponente, J. L. Hammond” (Hobsbawm, 1985; 120). Los pesimistas
podían defender su posición en el terreno cuantitativo. Luego de presentar sus estimaciones,
que contradecían la posición optimista, Hobsbawm concluía que:
“la postura optimista carece de bases sólidas, al menos sobre el período que va
desde 1790 o 1800 hasta la mitad de los años 1840. No se pueden descartar a la ligera
las pruebas que hablan de un deterioro de la situación. (...) hasta ahora, nadie ha podido
demostrar que esta concepción [pesimista] sea insostenible. Es posible que nuevas
pruebas acaben desacreditándola, pero tendrán que ser mucho más convincentes que
las presentadas hasta ahora” (Hobsbawm, 1985; 138-139)
El cuestionamiento de Hobsbawm a las estimaciones optimistas es crítico, no
dogmático. Acepta que “es posible que nuevas pruebas acaben desacreditándola”; pero se
niega a aceptar los índices de Clapham como <<carentes de problemas>>.
Poco después, el profesor R. M. Hartwell, tomaría el desafío de Hobsbawm e
intentaría desacreditar la posición pesimista. Presentaba nuevas estimaciones que
contradecían la evidencia de Hobsbawm, a la vez que introducía elementos nuevos en el
debate. Hartwell resumía su argumento de la siguiente manera:
“dado que aumentó la renta media per cápita, dado que no hubo en la distribución
una tendencia en contra de los trabajadores, dado que (después de 1815) bajaron los
precios al tiempo que los salarios nominales se mantenían constantes, dado que
aumentó el consumo per cápita de alimentos y otros bienes de consumo y dado que el
gobierno intervino cada vez más en la vida económica para proteger o elevar los niveles
de vida, hay que concluir que en los años que van de 1800 a 1850 se produjo un
aumento en los salarios reales de la mayoría de los trabajadores ingleses” (Hartwell,
1985; 150)
Hartwell no desconocía los sufrimientos del período, pero resaltaba que los mismos
eran antiguos, mientras que la industrialización abría nuevas oportunidades y mayor

33
Por ejemplo Friedrich Hayek.

22
abundancia de bienes materiales. Las estimaciones de crecimiento económico que por
entonces presentaba Phyllis Deane refutaban, según Hartwell, la posición pesimista. Dado su
nivel, si la distribución se mantenía estable, o incluso si empeoraba algo, los trabajadores
salían ganando.
El debate transcurría de lleno en el campo cuantitativo, y los expositores se esforzaban
por mostrar los errores de sus colegas. Hartwell recibió críticas por los años que eligió como
principio y fin de sus estimaciones:
“Al fechar sus alegatos a favor de una mejora de los salarios reales a lo largo del
período que va de 1800 a 1850 a partir de aquél año, el profesor Hartwell incurre en una
doble distorsión. Empieza a partir de un año terriblemente pobre y, al argumentar, lo
pone en relación con otro bastante mejor. (...) Las fechas de Hartwell darían un aumento
del 85 por 100 de los salarios reales, mientras que si tomásemos el año 1790, que fue
más normal, y lo pusiésemos en relación a 1840, que fue un año bastante malo, la
mejora quedaría reducida a un aumento del 17 al 24 por 100. La comparación de dos
años normales, como son 1790 y 1845, da un aumento del 33 al 50 por 100” (Rule, 1990;
55)
Sin embargo, más allá de los errores que señalaran sus críticos,34 el trabajo de Hartwell
supuso un progreso en el sentido de profundizar nuestro conocimiento del problema, a la vez
que suscitar otros nuevos. Su utilización de estimaciones de renta per cápita, así como de los
entonces recientes trabajos de Kuznets sobre distribución del ingreso introdujo un elemento
teórico hasta el momento ausente.
Hacia 1960 el debate transcurría de forma excluyente en el terreno cuantitativo; lo que
despertó nuevamente la crítica. Una cosa era admitir la utilidad de las estadísticas, y otra su
exclusividad. E. P. Thompson fue el principal crítico del exclusivismo cuantitativo,
mostrando como éste dejaba importantes aspectos del nivel de vida fuera de consideración. En
cierto sentido el argumento de Thompson recogía el que hiciera Hammond al inicio del
debate; pero treinta años habían pasado, y resultaba evidente que las series de salarios no
resolverían todos los problemas. El péndulo había pasado del uso excluyente de fuentes
literarias al de fuentes estadísticas. Era hora de traerlo de vuelta, y Thompson tenía más
elementos para la crítica de las que había tenido Hammond, por lo que su argumentación se
encontraba a otro nivel.
A todo esto, parecía que el debate alcanzaba algunos resultados; hacia 1970 nadie
sostenía que la industrialización había supuesto un proceso de importante pauperización para
los trabajadores; ni que había elevado sus ingresos en forma constante general y significativa.
Las posturas más ingenuas y cercanas a la mitología que está en el origen del debate habían
sido abandonadas; y las posiciones se habían acercado, aunque, en el contexto de la guerra
fría, ello pasara desapercibido. El proceso de discusión crítica y eliminación de errores hacía
su trabajo. Uno de ellos, y no menor, era mostrar la complejidad del problema. Hacia 1980,
parecía haber consenso sobre que la industrialización había supuesto algún nivel de mejora en
los ingresos y el consumo; pero la posición pesimista recordaba que aunque comieran más
patatas, y tuvieran ropa más barata, los obreros vivían en ciudades atestadas y contaminadas.
En este punto, hacia mediados de los ochenta, ocurriría otro giro revolucionario en el
tratamiento del problema. Dadas las importantes dificultades para construir índices de ingreso
y consumo, y la trascendencia de los aspectos que no trataban, algunos historiadores
propusieron una nueva metodología basada en la biología humana: el estudio de la altura de la
población trabajadora:

34
Más tarde, nuevas y más moderadas estimaciones de crecimiento económico minarían aún más su
argumento

23
“La talla es resultado del <<input nutricional neto>> que es la diferencia entre el
<<input nutricional bruto>> -los alimentos ingeridos- y la energía gastada vía
metabolismo basal, actividad física y enfermedades (...) ello convierte a la estatura media
en un indicador sintético del <<nivel de vida biológico>> -una parte fundamental del
bienestar- ya que la nutrición refleja lo crematístico (salarios reales y consumo) y la
morbilidad y el desgaste, algunos de los más importantes elementos no monetarios del
nivel de vida (medio ambiente epidemiológico, nivel sanitario y condiciones laborales. La
talla presentaría, pues, ventajas con respecto a otros indicadores como renta per cápita,
salarios reales, consumo o IDH”. (Escudero, 2002; 36)
Basados en el concepto de status nutricional –que expresa el balance entre la ingesta y
el desgaste energético- los antropometristas propusieron una metodología que permitiría
captar, según argumentaban, tanto el nivel de vida material, como el impacto del entorno
ambiental. Con los estudios antropométricos entraron en escena nuevas fuentes históricas
hasta entonces inexploradas. Se desarrollaría una línea de investigación paralela al debate en
torno a la evolución del salario real, -que seguía vivo e incorporando novedades. Alguna de
ellas, más allá de sus problemas, permiten captar diversidades regionales y ocupacionales. La
metodología antropométrica ha arrojado resultados: “la discusión ha alcanzado un alto grado
de consenso en dos cuestiones. Se admite que la estatura plasma elementos del bienestar que
no recoge el ingreso, y que cayó durante la revolución Industrial, pero no existe acuerdo en
que ese descenso haya cerrado el debate a favor del pesimismo”(Escudero, 2002; 41). Por
supuesto, el uso de la antropometría se encuentra sujeto a crítica, lo que supone a su vez
nuevos problemas: “the evidence of nutritional status quich is provided by height data offers
an intringuing new way to aproach an old, but not yet exhausted, topic. The standard of living
debate will run and run”. (Floud, 1988)
Parece innegable que el debate sobre el nivel de vida, aunque no zanjado, no se
encuentra en el mismo lugar que cuando Clapham publicara su serie. El mismo ha
involucrado la mente y el esfuerzo de gran cantidad de historiadores e historiadoras que se
han dedicado a analizar críticamente los resultados de sus colegas, han señalado sus errores, y
han propuesto soluciones mejores, que han sido criticadas a su vez. Nadie sustenta ya las
viejas posiciones pesimista y optimista, tal cual se esbozaban en 1930. En el proceso se ha
desarrollado y sofisticado notablemente la <<base empírica>> de la discusión; mediante la
introducción de nuevas metodologías, y fuentes. Gran cantidad de conjeturas que en su
momento fueron revolucionarias se han convertido en conocimiento básico sobre el tema.
Y todo esto en el marco de la guerra fría, cuando muchos de los contendientes
entendían que en la defensa de su posición iba mucho más que un problema científico. ¿Y
cómo fue esto posible? ¿Cómo se explica que el debate condujera al progreso del
conocimiento y a limar las posiciones más extremas en ese contexto tan adverso a las
posiciones racionales? Pues porque los participantes del debate se mantuvieron dentro de la
tradición crítica que sustenta la objetividad de la investigación científica. Con todas sus
diferencias, compartían la búsqueda de la verdad como idea reguladora central. Se sometieron
“a la crítica de los otros historiadores” que constituye la garantía de <<objetividad>> del
conocimiento histórico:
“las obras históricas, los juicios históricos, son <intersubjetivamente
comprensibles>> e <<intersubjetivamente verificables>>. Esta intersubjetividad está
constituida por el juicio de los otros, y ante todo por el de los otros historiadores (...) la
posibilidad de un amplio acuerdo de los especialistas sobre el valor de gran parte de
toda obra histórica es la primera prueba de su <<cientificidad>> y la primera piedra de

24
parangón de la objetividad histórica. (...) el campo de opinión en la historia es menos
amplio de lo que cree el profano” (Le Goff, 1995; 33) 35
La centralidad de la intersubjetividad como <<garantía>> de objetividad la comparte
la Historia con el conjunto de las ciencias:
“La objetividad de la ciencia natural y de la ciencia social no se basa en un estado
imparcial de la mente en los científicos, sino meramente en la índole pública y
competitiva de la empresa científica, y por tanto, en cierto aspecto social de la misma (...)
la objetividad, en resumen, se basa en la crítica racional recíproca, en el enfoque crítico,
en la tradición crítica.” (Popper; 1997, 96) Ver también (Popper; 1962, 43)
Como buenos científicos, los historiadores que participaron en el debate estuvieron
dispuestos a aceptar los argumentos que refutaban sus hipótesis, aunque ello no les gustara. Se
esforzaron por criticar duramente a los investigadores del bando contrario, pero también del
propio –como el caso de Ashton con Clapham o Hobsbawm con Hammond- para hacer más
sólidas sus posiciones. En resumen, participaron del juego de la ciencia, respetaron las reglas
de la investigación científica, y se esforzaron por acercarse a la verdad.36

4. Comentarios finales (entre amigos)


La filosofía de Karl Popper constituye uno de los cuerpos de ideas más influyentes del
siglo XX. Su ataque a la concepción inductivista cambió la forma en que entendemos la
construcción del conocimiento. Su criterio de demarcación, supuso un serio desafío a la
pretensión científica de teorías como el marxismo o el psicoanálisis. Sus ideas no son, por
supuesto, indiscutibles. Como él mismo refiriera, nada está libre de la crítica. Sin embargo, y
aunque no necesariamente compartimos todas las implicaciones de su teoría del conocimiento
científico, en este trabajo no las hemos criticado pues nuestro objetivo era otro. Nuestro
interés no era analizar la filosofía de Karl Popper per se; sino argumentar que ella puede
mejorar nuestra comprensión de la labor del historiador. Habitualmente –por lo menos en mi
caso- cuando pensamos en las distancias entre la historia y la ciencia, tenemos en mente
concepciones erróneas y anticuadas sobre lo que caracteriza a ambas. Por ejemplo, se dice que
las ciencias sociales –la historia entre ellas- presentan un carácter específico al estar el
científico inmerso en su objeto de estudio. Que las pasiones por ello desatadas le impiden al
historiador ser “objetivo”. Otras veces se sostiene que lo que caracteriza a la ciencia es su
capacidad de generalizar y predecir; en tanto la historia refiere a hechos singulares del pasado.
Consideraciones que se sustentan, en general, en una percepción errada sobre la construcción
del conocimiento científico, tanto en ciencias naturales como sociales. Hemos visto que la
objetividad, en el sentido de que el sujeto no participa de la observación del objeto, no existe
tampoco en las ciencias naturales. Asimismo, los historiadores se han cansado de señalar que
su interés consiste en captar lo general en lo particular; y aquí hemos argumentado, que la
predicción juega en la historia el mismo rol que en las demás ciencias: establecer las
condiciones que falsarían una teoría.

35
Recordemos que ésta no es una peculiaridad de la historia, sino una característica general de la
ciencia; la objetividad es un resultado de la cooperación conflictiva entre los científicos: “pues, lo que llamamos
vagamente la objetividad de la ciencia y la racionalidad de la ciencia son meros aspectos de la discusión crítica
de las teorías científicas (...) La crítica de una teoría científica es siempre un intento de encontrar (y eliminar) un
error, una grieta o una falla en la teoría. (...) es la retroalimentación negativa con la cual controlamos la
construcción de nuestras teorías” (Popper; 1997, 197)
36
Esta actitud es la que diferencia a los científicos, partidistas o no, de los propagandistas. Para análisis
de la función progresiva que el partidismo puede cumplir en la investigación histórica ver (Hobsbawm; 1998,
133-146)

25
Por otra parte, cuando uno se adentra en las críticas de Popper a la epistemología
tradicional, tributaria de la teoría del conocimiento del sentido común; aprecia notables
coincidencias con las críticas hechas a la historiografía tradicional por el movimiento
renovador de la historia que se expresa, por ejemplo, en Annales. Sin embargo, los
historiadores que han tratado el carácter científico de la historia, –al menos los que yo he
leído- no se han percatado de esta similitud. En algunos casos no se refieren a los filósofos de
la ciencia; incluso cuando su objetivo es defender la noción de historia como ciencia. Remiten
exclusivamente a historiadores; como si aceptaran, por la vía de los hechos, que el estudio del
carácter científico de la historia debiera diferir del estudio del carácter del conocimiento
científico en general.37 En otros abordan equivocadamente –en mi opinión-, la filosofía del
Karl Popper; a la que consideran como exclusiva de las ciencias naturales; en particular de la
física, y se centran en la crítica a su noción de historicismo, la que, en realidad, poco tiene que
ver con su filosofía de la ciencia.38 Por otra parte, esta omisión de muchos historiadores
respecto a la filosofía de Popper, es, en gran parte, responsabilidad del último. Su noción de
historicismo, y su crítica a éste; así como las concepciones sobre la historia que muestran,
parecen desmentir que pueda extraerse alguna reflexión interesante de su obra para la historia.
De hecho él demuestra allí, que no comprende la investigación histórica, e incurre en errores y
contradicciones importantes (ver apéndice).
Otro aspecto es la <<utilidad>> o <<pertinencia>> de las ideas defendidas en este
trabajo. Al fin y al cabo, ¿qué importa si los historiadores siguen o no las mismas reglas
lógicas que Popper señala para el conjunto de la ciencia? El saberlo o ignorarlo, no les ha
impedido hacer su trabajo. ¿Tendrán estas ideas algún papel <<normativo>>? Pienso que
quizás sí. Pienso que en la medida en que se entiendan las interpretaciones históricas como
teorías científicas, el historiador puede mejorarlas formulándolas de tal forma que resulten
contrastables. No siempre podrá, como hemos visto, la distinción entre conocimiento
metafísico (no contrastable) y científico (contrastable) nunca es absoluta. Pero opino que en la
medida en que pueda hacerlo, y en la medida de que abandone o que pueda argumentar sobre
la verosimilitud de sus teorías cuando sean refutadas; estará promoviendo el progreso del
conocimiento histórico.39
Finalmente, dilucidar el carácter científico -o no-, del conocimiento histórico, es
importante a la hora de su enseñanza. La convicción de pertinencia y utilidad de las ideas aquí
expresadas deviene de mi condición docente. Como enseñante de historia, me es importante
definir su carácter científico. No porque ello suponga su verdad; como hemos visto, lo que
distingue a la ciencia no es que formule conocimiento verdadero, sino contrastable. Pero sí
para enmarcarlo adecuadamente en el conjunto del conocimiento. El conocimiento histórico
es el que sobrevive al proceso de eliminación de errores; es el producto de una práctica social
que se especializa en buscar y señalar las fallas e inconsistencias de las teorías. Esto permite
argumentar que el conocimiento histórico no es cualquier conocimiento sobre el pasado, sino
que es conocimiento refutable que no ha sido refutado. O, si lo ha sido, constituye la mejor
aproximación a la verdad con la que contamos por el momento.

37
Es el caso de Le Goff (1995)
38
Esto mismo lo admite Popper (1994b). En cuanto a los historiadores que, en mi opinión, subestiman
el aporte de Popper a la comprensión de la historia al considerarla exclusiva de las ciencias naturales y centrarse
en su noción de historicismo, es el caso, además de Le Goff, (1995), de Carr (2003), o Ciro Cardoso (2000).
39
“La historia, íntimamente mezclada hasta finales del siglo XIX con el arte y la filosofía, se esfuerza y
logra parcialmente ser cada vez más específica, técnica, científica, y menos literaria y filosófica” (Le Goff; 1995,
39)

26
Apéndice: La Historia científica..., según Popper.
Cuando Popper escribió su Lógica de la investigación científica, se refirió en ella a la
ciencia empírica, pensando en las ciencias naturales, fundamentalmente la física. La
comparación de teorías como la de Einstein, que impide determinados resultados
observacionales, con las de Marx o Freud, que se amoldan a cualquier observación posible, le
condujo a su criterio de demarcación. Una teoría científica debe poder someterse a crítica –
como ocurrió con la teoría de la relatividad en 1919 que la corroboró, pero pudo haberla
falsado-; y el científico que la sustente debería aclarar en qué condiciones la abandonaría. De
ésta forma, aunque sólo fuera en forma implícita, se identificaba la ciencia y al científico con
la física, y las ciencias sociales con la metafísica
Más tarde, entre 1944 y 1945 Popper publicaría dos obras en que trataba de la
<<Historia>>, o más bien, de <<Filosofía de la historia>>.40 Ellas son, la “Miseria del
Historicismo” (Popper, 1972), publicada en 1944 en la revista Económica que Hayek dirigía
en forma interina, -y luego como libro en 1957-, y “La sociedad abierta y sus enemigos”,
publicada en dos volúmenes en 1945 (Popper, 2006).
Aunque obras de filosofía, ambas tocan de diversas maneras el problema del estudio
del pasado. Allí se trata lo que podemos conocer y aprender de él, y cómo. En estas obras
aparecen las primeras ideas de Popper al respecto. Ambas tuvieron enorme influencia, y le
abrieron a Popper el mundo de la academia inglesa. Particularmente la Miseria del
Historicismo –de cuya resonancia se asombraba Jacques Le Goff, quien la llamó “panfleto”
(Le Goff, 1995; 23)- fue confundida con una obra sobre la historia, y la posibilidad de
construir una historia teórica o científica. Su enorme influencia, y la extendida opinión según
la cual ambas tratan de la historia, ameritan su tratamiento en este trabajo.

A.1- Historia e historicismo

La “Sociedad abierta”; y la “Miseria del historicismo”, fueron para Popper su


“contribución a la guerra (...) una defensa de la libertad contra las ideas totalitarias y
autoritarias, y una advertencia contra los peligros de las supersticiones historicistas”. (Popper,
1994b; 153)
Por “historicismo” Popper entiende “un punto de vista sobre las ciencias sociales que
supone que la predicción histórica es el fin principal de éstas, y que supone que este fin es
alcanzable por medio del descubrimiento de los <ritmos>> o los <<modelos>>, de las
<<leyes>> o las <<tendencias>> que yacen bajo la evolución de la historia”.41(Popper, 1972;
17).

40
Es sabido que la polisemia del término historia puede conducir, y conduce, a dificultades. Por historia
entendemos tres, o al menos dos cosas distintas y relacionadas. Por una parte, la <<historia vivida>> la materia
de un conocimiento. Por otro, la <<historia escrita>> la disciplina científica o ciencia, el conocimiento de una
materia. Finalmente, un relato o cuento –ficticio o no- (lo que en inglés se dice story). Salvo indicación en
contrario, con el término historia nos referiremos a la ciencia, la disciplina que estudia la historia vivida. Por
filosofía de la historia, nos referimos a la cuestión de si existe o no una trama en la historia vivida; por ejemplo,
el desarrollo de un plan divino, o del progreso. El historicismo que Popper critica, y su crítica misma, son parte
de esta filosofía de la historia, que puede tener que ver o no, con el estudio científico de las sociedades en el
tiempo.
41
En la terminología de Popper no debe confundirse el historicismo, con las teorías que resaltan la
importancia del contexto histórico y social en las opiniones e ideas, a lo que llama historismo.(Popper; 2006,
421) Según Carr, Popper ha vaciado de sentido el término historicismo, incluyendo en él “todas las opiniones
acerca de la historia que le desagradan, incluyendo por igual algunas que a mi se me antojan adecuadas y otras

27
De esta forma, su crítica siendo ella misma filosófica –en el sentido de filosofía de la
historia- y tratando de una determinada postura filosófica –que Popper denomina
historicismo- cuestiona una determinada postura respecto al rol de las ciencias sociales. Esta
confusión entre a) filosofía de la historia, b) historia vivida, y c) historia escrita o investigada,
está presente a lo largo de las dos obras. Popper se traslada con extrema facilidad de su propia
filosofía de la historia –no existen tales leyes o tendencias del desarrollo histórico- a la crítica
de lo que denomina historicismo –según el cual sí existen, y es función de la historia
encontrarlas para poder <<profetizar>>- y de allí a sus concepciones y opiniones respecto a la
historia escrita, y sus posibilidades como ciencia. Concepciones y opiniones que muestran una
idea errónea, o al menos anticuada, sobre la investigación histórica. En las siguientes
proposiciones que resumen el argumento central de la Miseria del historicismo, podemos
apreciar esta confusión:
“1. El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de
los conocimientos humanos (...)
2. No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro
de nuestros conocimientos científicos (...)
3. No podemos, por tanto predecir el curso futuro de la historia humana.
4. Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia
teórica; es decir, de una ciencia histórica y social de la misma naturaleza
que la física teórica. No puede haber una teoría científica del desarrollo
histórico que sirva de base para la predicción histórica.
5. La meta fundamental de los métodos historicistas está, por tanto, mal
concebida; y el historicismo cae por su base.”42 (Popper, 1972; 12).

Opino que podemos aceptar los puntos 1 a 3 –y también el 5, en tanto entendamos por
ellos la definición dada por Popper- pero no comprendo cómo del indeterminismo que los
sustenta, se desprende que no puede haber una historia teórica (punto 4). Ello equivale a decir
que toda historia teórica debe ser determinista –es decir historicista. ¿Es que acaso la
construcción de una historia teórica o científica depende de que pueda predecir el curso futuro
de la evolución humana? ¿Es que de esto depende la física teórica? ¿Es la capacidad de
predecir los estados físicos futuros lo que distingue a la física teórica?
Como hemos visto en la Sección 2 Popper respondería que no. Las predicciones son
importantes porque guían los intentos de falsación, pero predecir el futuro no es la función de
la ciencia. La imposibilidad de predecir la evolución humana futura no supone la
imposibilidad de una historia científica, como la imposibilidad de predecir los estados físicos
futuros no suponen la imposibilidad de la ciencia física. Popper lo reconoce en la misma
Miseria del Historicismo: “estamos muy lejos de predecir, incluso en física, el resultado
preciso de una situación concreta, como una tormenta o un fuego”. (Popper, 1972).

que, si no me equivoco, no defiendo hoy ningún escritor serio (...) En sus textos el historicismo abarca tanto las
doctrinas que asimilan la historia a la ciencia como aquellas otras que las diferencian de forma tajante”. (Carr,
2003; 171)
42
En un ejemplo del tipo de tratamiento descuidado e insuficiente que he visto en historiadores respecto
a la filosofía de Karl Popper, Josep Fontanta, luego de citar estos cinco puntos, se limita a sostener: “la cosa es
tan grosera, y las trampas tan visibles que no requiere comentarios” para luego hacer un análisis del
conservadurismo ideológico de Popper. (Fontana, 1999; 158) Se equivoca el profesor Fontana, justamente por
burda, pero también por influyente, se requieren comentarios. De lo contrario parecerá que no se encontraron
puntos débiles que criticar. Un caso similar es el de Edward Carr, quien considera a la Lógica de la investigación
científica una obra “bastante seria”, pero en lugar de detenerse en su consideración, lo hace en La miseria del
historicismo y La sociedad abierta y sus enemigos. (Carr, 2003; 171-72)

28
En este punto, Popper confunde las ideas filosóficas que intenta atacar, con la ciencia.
Parece aceptar lo que endilga a los historicistas, que “a su juicio, la tarea general de la ciencia
consiste en formular predicciones, o más bien, mejorar nuestras predicciones cotidianas,
colocándolas sobre una base más segura” (Popper, 2006; 17). Pero Popper nos dice que la
función de la ciencia no es predecir, sino brindar explicaciones satisfactorias, y resolver
nuestros problemas. Las teorías científicas deben predecir determinados resultados
observacionales, porque de esta forma resultan falsables; pero esto es una necesidad de la
lógica de la investigación, no el objetivo de la ciencia. Predecir aquí no es igual a predecir el
futuro. De hecho predecir el futuro es imposible, tanto en historia como en física.43
La imposibilidad de predecir el futuro (su crítica central hacia el historicismo) se
desprende del indeterminismo, que Popper solía resumir en frases como “nuestro universo es
abierto”, o “el futuro está abierto”.44 Este indeterminismo es objetivo; no depende del
observador, y se aplica tanto a la sociedad como al universo físico, aunque probablemente con
grados diferentes. Si el mundo físico no fuera, al igual que el social, un sistema abierto, no
habría lugar en él para los seres humanos. Por esta razón, Popper sostuvo que “el
determinismo físico era una pesadilla” (Popper, 1994a; 27). Es decir, de la imposibilidad de
predecir el futuro, no se desprende la imposibilidad de la ciencia, lo que es válido tanto para
los sistemas físicos como sociales.
El error central de Popper, es confundir todo interés por lo general en la historia como
historicismo. A partir de allí, es incapaz de distinguir entre las tentaciones proféticas y los
aportes que una doctrina como el marxismo –el principal blanco de sus ataques- puede
realizar –y ha realizado- para la construcción de la historia como ciencia social.
En su lugar, Popper defiende la historia como crónica, relato de lo particular, de lo
singular. La historia no debe interesarse por el estudio de las generalidades, propio de las
ciencias teóricas. Tenía y defendía esa concepción de la historia que Lucien Febvre llamara
historizante. Luego de “proponer una doctrina de unidad del método; es decir de la opinión de
que todas las ciencias teóricas o generalizadoras usan el mismo método, ya sean ciencias
naturales o sociales” (Popper, 1972), Popper distingue a éstas de las ciencias históricas:
“Las ciencias generalizadoras puras y aplicadas se interesan respectivamente, en
la verificación45 (sic) de hipótesis universales y en la predicción de sucesos específicos.
Pero existe aún otro interés: el de explicar un suceso científico o particular”. (Popper,
2006; 475)
“La tesis de la unidad del método científico, cuya aplicación a las ciencias teóricas
acabo de defender, puede extenderse, con ciertas limitaciones, incluso al campo de las
ciencias históricas. Y esto puede hacerse sin abandonar la distinción fundamental entre
las ciencias y las ciencias históricas –por ejemplo, entre la sociología o teoría económica
o teoría política, de una parte, y la historia política, social y económica, de otra-, una
distinción que ha sido reafirmada por los mejores historiadores. Es la distinción entre el
interés por las leyes universales y el interés por los hechos particulares. Quiero defender
la opinión, tantas veces atacada por los historicistas como pasada de moda, de que la
historia se caracteriza por su interés en acontecimientos ocurridos, singulares o
específicos, más que en leyes o generalizaciones” (Popper, 1972; 161)

43
Hemos de distinguir predecir en el sentido de anticipar el futuro, con predecir hechos observables,
que podamos someter a contrastación. Ni la física ni la historia hacen lo primero, pero ambas hacen lo segundo.
Ver sección 3.2
44
Ver el capítulo 6 de (Popper; 1994a, 193-235) y el segundo tomo de su Postcriptum a la lógica de la
investigación científica.
45
Recuérdese que para el propio Popper, la verificación es imposible.

29
“La generalización pertenece, simplemente, a un tipo diferente de intereses que
han de distinguirse netamente del interés por los hechos específico y su explicación
causal, que constituye la tarea de la historia. Quienes se interesan por las leyes deben
volverse hacia las ciencias generalizadores (por ejemplo, la sociología). Nuestro enfoque
también aclara por qué la historia se ha descrito con tanta frecuencia como <<los hechos
del pasado tal como ocurrieron en realidad>>. Esta descripción expone perfectamente
bien cuál es el interés específico del historiador, a diferencia del investigador de una
ciencia generalizadora”(Popper, 2006; 476)
Popper nos dice que los <<mejores historiadores>> han dejado claro que la historia se
interesa por lo particular, y le niega pretensiones generalizadoras. Por supuesto, se trata de
una perspectiva anticuada –aunque vigente cuando fue escrita. Si en los años treinta Popper se
encontraba en la vanguardia de la reflexión sobre la ciencia, la situación era distinta respecto a
sus concepciones sobre la historia. Ya en aquel momento éstas eran cuestionadas por quienes
demostrarían ser los mejores historiadores de su generación. Hoy día, los historiadores en
general –no sólo los mejores-, sostienen otra cosa. La crítica intersubjetiva ha desechado la
concepción de historia como crónica por considerar que se sustentaba en una serie de errores.
Uno de ellos, el inductivismo que la sustenta, y que Popper parece no advertir. La idea de la
historia como ciencia de lo particular, se basaba en la entronización del hecho histórico como
guía del investigador. El historiador debía limitarse a observar y narrarlos hechos según se
desprendían de los documentos. Esta historia historizante desconocía que el hecho no es
dado, sino construido; es el producto de un montaje que el historiador realiza guiado por su
problema. Los historiadores construyen el conocimiento de la misma forma que todos:
guiados por sus problemas, los que anteceden a las observaciones. Pero aunque resulte
irónico, Popper no fue capaz de verlo.
Este desconocimiento del sustento inductivista de la posición que Popper pretende
defender, le conduce, mediante un razonamiento confuso, a una conclusión no solo errónea,
sino contradictoria con su filosofía: la identificación de toda historia como historia política, la
consideración de tal identificación como necesaria, y la declaración de la imposibilidad de
una perspectiva social.
Popper desprende esta sorprendente conclusión del carácter selectivo del conocimiento
histórico. Tal carácter, común a todas las ciencias, se transforma en el caso de la historia, en
una camisa de fuerza. Popper sostiene, atinadamente, que lo que la gente considera
normalmente la historia de la humanidad, no es sino historia política, de imperios, reinos,
guerras y crímenes. Sostiene, también atinadamente, que no puede haber una historia de la
humanidad en sentido absoluto, porque es necesario seleccionar, lo que conduce a distintos
abordajes posibles:
“Hablan de la historia de la humanidad, pero lo que quieren decir con ello, lo que
han aprendido en la escuela, es la historia del poder político. La historia de la humanidad
no existe, solo existe un número indefinido de historias de toda suerte de aspectos de la
vida humana. Y uno de ellos es la historia del poder político, que ha sido elevada a
categoría de historia universal. (...) Pero, ¿no existe ninguna historia universal que
configure una historia concreta del género humano? Lo repetimos nuevamente: eso no
es posible (...) Una historia concreta de la humanidad, si la hubiera, tendría que ser la
historia de todos los hombres. Tendría que ser la historia de todas las esperanzas,
luchas y padecimientos humanos. En efecto, no existe ningún hombre más importante
que otro; y, evidentemente, esta historia concreta no puede escribirse. Debemos hacer
abstracciones, debemos eliminar, seleccionar y con ello llegamos por fuerza a la
multiplicidad de historias, y entre ellas, a aquella historia de la delincuencia internacional
y el asesinato en masa que se ha entronizado como historia de la humanidad” (Popper,
2006; 482)
Hasta aquí, Popper ha demostrado la necesidad de seleccionar, y que de ella se llega a
“multiplicidad de historias”. Pero en lugar de concluir que entonces habrá distintas líneas de

30
investigación orientadas por distintos problemas, Popper concluye que toda historia debe ser
necesariamente, historia política. Reconoce que podría haber otras historias, “de la religión o
de la poesía”; pero la historia política ejerce una atracción irresistible. Como los hombres
reverencian el poder; y quienes lo detentan pueden ordenar que se les reverencie, la historia
de la humanidad se identifica con la del poder político. (Popper, 2006; 482) La historia debe
ser necesariamente una historia del poder, porque así lo desean los poderosos. Por razones
que no explicita, Popper le niega a la historia la capacidad de construirse, a pesar del poder,
que le reconoce al resto de las ciencias. ¿Acaso la física o la biología no interesa al poder?
El complemento natural de la identificación de toda historia con la historia del poder,
es la imposibilidad de una historia distinta:
“La historia de individuo olvidado, desconocido; sus pesares y alegrías, su
padecimiento y su muerte: he aquí el verdadero contenido de la experiencia humana a
través de las épocas. Si la historia pudiera contarnos eso, entonces no diría yo, por
cierto, que es una blasfemia ver en ella la mano de Dios.46 Pero no existe ni puede existir
una historia semejante” (subrayado nuestro) (Popper, 2006; 483)
¿Por qué no puede existir una historia semejante? En este punto Popper entra en una
contradicción fundamental consigo mismo. Como vimos, una de sus tesis en la crítica al
historicismo consistía en la imposibilidad de predecir lo que sabremos mañana. Sin embargo,
nuevamente y sin argumentar razones, el conocimiento histórico parece ser la excepción.
Popper sabe lo que no se sabrá. ¿Cómo lo sabe? Popper no lo dice; y aunque lo hiciera no
importa; el tiempo demostró que estaba equivocado. Ese tipo de historia se puede escribir y se
escribe. (Casanova, 2003)
Por otra parte, quizá no debamos ser muy exigentes con Popper en lo que refiere a la
historia. Las dos obras que venimos analizando son, como él dice, de filosofía política; y su
interés por las ciencias sociales es posterior a ambas. Además, debemos reconocer que en el
momento que las escribió, la postura que defiende era la preponderante en la historia
académica. Aunque Annales ya se editaba, el auge de la historia social ocurriría luego de la
segunda guerra mundial. En su descargo diremos que en estas obras aparecían algunas ideas
sugerentes sobre la historia que Popper desarrollaría más adelante, particularmente con su
teoría del Mundo 3. Se trata del análisis situacional.

A.2- Modelos y principio de racionalidad en ciencias sociales: el análisis situacional

Luego de la segunda guerra mundial Popper fue a Inglaterra. Allí su Sociedad abierta
y su Miseria del historicismo habían sido bien recibidas, e iría a trabajar, a instancias del
profesor Hayek, en la London School of Economics. Tenía entonces, entre sus tareas
pendientes, analizar la lógica de las ciencias sociales. Popper recuerda su inmersión en dicho
campo de la siguiente manera:
“las ciencias sociales nunca habían tenido para mi la misma atracción que las
ciencias naturales teóricas. De hecho, la única ciencia social teórica que me atraía era la
economía. Pero igual que muchos otros antes que yo, estaba interesado en comparar a
las ciencias naturales y las sociales desde el punto de vista de sus métodos”. (Popper,
1994b; 163)
Su propuesta metodológica se desarrollaría principalmente a partir de la economía, y
tendría por centro la construcción de modelos situacionales animados por el principio de
racionalidad.

46
Popper critica a quienes sostienen que en la historia se ve la obra de dios, y los acusa de blasfemos, ya
que la historia política está repleta de asesinatos y crímenes.

31
La propuesta metodológica de los análisis situacionales supone que la tarea del
científico social, incluido el historiador, consiste en recrear la lógica de la situación
problemática que estudia. De ésta forma, el objetivo de la historia es construir modelos de las
situaciones problemáticas históricas, y contrastar estos modelos con la experiencia. Por tanto,
los modelos situacionales constituyen hipótesis científicas, de acuerdo al criterio de
demarcación.
En la Miseria del historicismo, Popper reclama de las ciencias sociales la construcción
de modelos basados en el individualismo metodológico, y el principio de racionalidad. En
este punto Popper reconoce la influencia de Hayek, quien, criticando el cientificismo –la
tendencia existente en las ciencias sociales a copiar el método de las ciencias naturales-,
describía, como propias de las ciencias de la sociedad, características que, según Popper, eran
comunes a las de la naturaleza. De esta forma, el cientificismo se transforma en la copia de lo
que equivocadamente se cree el método de las ciencias naturales.
Popper desarrollaría el modelo de análisis situacional centrado en la racionalidad en
una conferencia brindada en 1963, en el Departamento de Economía de Harvard. (Popper,
1997; 191-225)
Su propuesta consiste en construir modelos de situaciones sociales típicas: “un modelo
consta de ciertos elementos colocados en una relación típica entre sí, más ciertas leyes
universales de animación (...) los modelos (...) se podrían llamar teorías, o se podría decir que
incorporan teorías, puesto que son intentos de resolver problemas, problemas de explicación”
Estos modelos de situaciones típicas “requieren que se los suplemente con <<animadoras>>
leyes universales de interacción, con teorías que no son modelos en el sentido que aquí se ha
indicado” (Popper, 1997; 203-204) Los modelos son las teorías empíricas o hipótesis, que
podrían ser contrastadas mediante una investigación histórica. En caso de fracasar, podríamos
aprender de nuestros errores, aunque siempre será difícil distinguir entre un fracaso debido a
la inevitable simplificación del modelo, o a un error en la construcción del mismo.
Para Popper el objetivo de la ciencia es brindar explicaciones satisfactorias. Para ser
considerada satisfactoria, una explicación debe combinar leyes universales contrastables y
condiciones iniciales. Cuanto más prohíba una ley, más satisfactoria la explicación que ella
provea; pues puede ser contrastada independientemente en diversas situaciones. (Popper,
1994a; 180-191)
En el caso de las ciencias sociales, tanto las teóricas como las históricas el “problema
fundamental estriba en explicar y comprender los acontecimientos en términos de acciones
humanas y situaciones sociales”. (Popper, 1997; 205) Aquí, la descripción de una situación
social histórica, concreta, corresponde a las condiciones iniciales. Los modelos son
construcciones de situaciones sociales típicas.
El principio de racionalidad constituye la <<ley animadora>> de los modelos en las
ciencias sociales y no es contrastable. Popper considera a la aplicación del principio de
racionalidad un principio a priori, de lo que no debe desprenderse que lo considera verdadero
a priori. Por el contrario, basta con observar el tráfico, aduce, para descubrir que es falso. De
la falsedad del principio se desprende la falsedad de la explicación que resulte del principio y
el modelo; aunque éste último sea verdadero, lo que por otra parte es muy poco probable:
“pienso que tenemos que admitir que la mayor parte de las teorías científicas son
sobresimplificaciones afortunadas. (...) Parece completamente inevitable en la construcción de
modelos, tanto en las ciencias naturales como en las sociales, que sobresimplifican lo hechos,
y que no representan verdaderamente los hechos”. (Popper, 1997; 214)

32
En ciencias naturales, cuando ignoramos si una ley es falsa –es decir cuando han
resultado infructuosos los intentos de refutarla- desconocemos si nuestras teorías son
verdaderas. En ciencias sociales sabemos que son falsas, porque el principio de racionalidad
lo es. En este punto Popper recurre a su noción de verosimilitud; aunque los sepamos falsos,
los modelos (teorías) pueden constituir aproximaciones a la verdad, y podemos justificar
racionalmente la elección de un modelo sobre otro: “hay que admitir que en las ciencias
sociales no cabe esperar teoría explicativa verdadera alguna [sin embargo] los métodos
pueden ser muy buenos, en el sentido de permitirnos discutir críticamente cual de las teorías
rivales, o modelos, es una aproximación mejor a la verdad”.(Popper, 1997; 218-219)
“El <<principio de racionalidad>>, por otro lado, no tiene nada que ver con el
supuesto de que los hombres son racionales en el sentido de que siempre adoptan una
actitud racional. Más bien al contrario, es un principio mínimo (puesto que no supone otra
cosa que la adecuación de nuestras acciones a nuestras situaciones problemáticas tal
como las vemos), lo que anima casi todos nuestros modelos explicativos situacionales y
que, aunque sepamos que nos es vedad, tenemos alguna razón para considerar una
buena aproximación a la verdad. Su adopción reduce considerablemente la arbitrariedad
de nuestros modelos, arbitrariedad que, si tratamos de actuar sin este principio, termina
siendo un auténtico capricho”(Popper, 1997; 224-225)
Popper considera al principio de racionalidad como parte de toda –o de casi toda-
teoría social contrastable. Por tanto, si en la contrastación se considera defectuosa la teoría,
siempre se puede aducir que es debido al falso principio de racionalidad, pero esto no
constituiría una política metodológica sana “pues aprenderemos más si acusamos a nuestro
modelo situacional (...) no aprendemos mucho con enterarnos de que [el principio de
racionalidad] no es verdadero: conocemos esa realidad” (Popper, 1997; 220)

A.3- El método crítico de la comprensión histórica objetiva

De su teoría del análisis situacional, conjugada con su teoría del mundo 3, Popper
extrajo la conclusión de que podía desarrollarse un método para la comprensión histórica
objetiva, que introdujera a la historia de lleno en el terreno de las ciencias. Se trata de
reconstruir la situación objetiva del agente tal como era, como la vio, y como pudo haberla
visto, dadas sus posibilidades objetivas: “mi tesis es que el objeto fundamental de toda
comprensión histórica es la reconstrucción hipotética de una situación problemática
histórica” (Popper, 1994a; 162). El historiador construye un modelo de dicha situación como
teoría criticable, y por tanto refutable. Popper sostuvo que su método era importante en la
historia de las ideas, y especialmente en la historia de las ideas científicas como parte de ésta.
De hecho lo usó como teoría para explicar algún episodio de la historia de la ciencia, como la
errónea teoría de las mareas de Galileo, y su rechazo a la influencia de la Luna en este caso
(Popper, 1994a; 162-170). Asimismo identificó su propio análisis de la lógica de la
investigación científica como una reconstrucción de la lógica situacional de los científicos; y
su objeto, el estudio de los problemas objetivos que presentan las teorías científicas y que los
científicos enfrentan. Con su teoría Popper barría las fronteras que antes separaban a la
historia de las ciencias empíricas:
“Las ciencias naturales, así como también algunas ciencias sociales,
especialmente la historia y la economía, con sus métodos críticos de resolución de
problemas han representado durante mucho tiempo nuestros mejores esfuerzos en la
resolución de problemas y en el descubrimiento de hechos (...) Por tanto, dichas ciencias
contienen los enunciados y teorías mejores desde el punto de vista de la verdad; es
decir, los que suministran las mejores descripciones del mundo de los hechos o de lo
que llamamos ‘realidad” (Popper, 1994a; 264)

33
La teoría de la comprensión histórica, consistente en reconstruir los problemas y
situaciones sociales a que se enfrentan los seres humanos, parte de distinguir tres sentidos
objetivos de <<racionalidad>>, y por tanto de <<principio de racionalidad>>:
“1) la situación tal como realmente era, es decir, la situación objetiva que el
historiador trata de reconstruir. Parte de esta situación objetiva es 2) la situación tal como
el agente la vio realmente. Pero sugiero que hay un tercer sentido intermedio entre 1) y
2): 3) la situación como el agente (dentro de su situación objetiva) podría haberla visto, y
tal vez debió haberla visto. Está claro que habrá tres <<principios de racionalidad>>
correspondientes a estos tres sentidos de la <<situación>>. También está claro que la
diferencia entre la versión 1) del principio de racionalidad y las otras dos desempeñará
un papel en nuestra compresión de la acción, especialmente en los intentos del
historiador por explicar el fracaso, y que esa diferencia entre 2) y 3) desempeñará un
papel semejante. Habría que insistir en que 2) y 3) forma parte a su vez de un análisis
más o menos elaborado de la situación objetiva 1). Además, si hay un choque entre 2) y
3), bien podríamos decir que el agente no actuó racionalmente. 3) podría incluir una
apreciación de las dificultades en percibir ciertos aspectos de la situación como eran”
(Popper, 1997; 221, nota 19)
Asumiendo estas diferenciaciones del criterio de racionalidad, el historiador
reconstruye la situación problemática que quiere explicar y elabora una teoría conjetural al
respecto:
“el intento del historiador de analizar y describir la situación no es otra cosa que su
conjetura histórica, su teoría histórica. Y la pregunta <<¿cuáles eran los elementos
importantes u operativos en la situación?>> es el problema central que el historiador
trata de resolver.” (Popper, 1997; 185)
Como objetos del mundo 3, las interpretaciones históricas pueden constituir teorías
científicas:
“Nuestro esquema de resolución de problemas mediante conjetura y refutación, u
otro similar, puede utilizarse como teoría explicativa de las acciones humanas, ya que
podemos interpretar una acción como un intento de resolver un problema. Así la teoría
explicativa de la acción consistirá fundamentalmente en una reconstrucción conjeturada
del problema y su trasfondo. Una teoría de este tipo puede ser perfectamente
contrastable.” (Popper, 1994a; 170)
Las conjeturas más importantes para la historia consisten en el análisis de la lógica de
la situación, o análisis situacional.
“Por análisis de una situación entiendo una especie de explicación tentativa o
conjetural de una acción humana que alude a la situación en que se encuentra el agente
mismo”. (Popper, 1994a; 169) “Lo que tenemos que hacer, sugiero, es reconstruir la
situación problemática en la cual la persona que actúa se encuentra a sí misma, mostrar
cómo y por qué su acción constituyó una solución al problema tal como ella la
veía”(Popper, 1997; 184)
Nuestra conjetura de la situación, o modelo situacional, es nuestra teoría
contrastable.47 Lo explicaremos mejor con un ejemplo.

47
Es necesario diferenciar el problema que el historiador intenta comprender, con el problema de
comprensión que supone la teoría ingeniada para resolver aquél. Podríamos decir que el primero es un problema
histórico, y el segundo epistemológico, refiere a cómo podemos comprender el problema histórico. Se trata
entonces de un meta problema o una metateoría. Por ejemplo, el debate sobre el nivel de vida -analizado más
arriba en el punto 4.4.2- es un metaproblema (¿cómo podemos estudiar la evolución del nivel de vida) que trata
del problema ¿cómo evolucionó el nivel de vida?

34
En 1914, el proyecto batllista se vio complicado por la crisis fiscal provocada por la
primera guerra mundial. Un ejemplo de problema a comprender es la acción del batllismo
ante la crisis. ¿Cómo se presentaba la situación? (mundo 1) ¿Cómo la veían? (mundo 2)
¿Cuáles eran sus teorías sobre lo que podían y no podían hacer? (mundo 3) Las acciones de
política tomadas por el gobierno –así como las no tomadas- son el producto de su
interpretación del mundo 1 en términos del mundo 3. Recordemos que el mundo 2 constituye
el nexo entre los mundos 1 y 3, “todas nuestras acciones en el primer mundo están influida
por nuestra captación segundo-mundana del tercer mundo” (Popper, 1994a)
El gobierno batllista enfrento las consecuencias de la guerra de acuerdo a su
interpretación (mundo 2) del estado de la discusión objetiva sobre lo que se podía o no hacer
en tales casos (mundo 3). Éste excluía, por ejemplo, una política fiscal expansiva; a la vez que
recomendaba una reforma tributaria que grabara la propiedad inmueble. El georgismo era la
forma que el batllismo veía el estado crítico de la discusión fiscal, y ésta “captación segundo-
mundana del tercer mundo” lo condujo a intentar superar la crisis mediante la reforma
tributaria y no, por ejemplo, mediante políticas anticíclicas. Es sabido que la respuesta
batllista a la crisis lo condujo a la derrota política y al freno conservador a las reformas en
1916, pero, ¿pudo tomar otra dirección?. Además conjeturar sobre cómo era la situación, y
sobre cómo la veía el agente, el historiador debe conjeturar sobre cómo pudo haberla visto:
“Para comprender las acciones (más o menos adecuadas) de los agentes,
tenemos por tanto que reconstruir una visión de la situación más amplia que la visión de
aquellos. Y hay que hacerlo de tal manera que podamos ver cómo y por qué la situación
como ellos la ven (con su experiencia limitada, sus objetivos limitados o sobreestimados,
su imaginación limitada o sobreexcitada) los conduce a actuar como actúan, es decir,
adecuadamente para su visión inadecuada de la estructura social” (Popper, 1997; 222)
Nuestra conjetura respecto a la lógica situacional es nuestra teoría científica
contrastable, en tanto la construyamos de forma que la evidencia pueda contradecirla.
La teoría de la comprensión histórica objetiva diluía, para Popper, las clásicas barreras
que la ignorancia recíproca había levantado entre las humanidades y las ciencias naturales:
“Me opongo, por tanto, al intento de proclamar que el método de compresión sea
característico de las humanidades, sea la señal que sirve para distinguirla de las ciencias
naturales. Y si sus partidarios denuncian mi punto de vista tildándome de ‘positivista’ o
‘cientificista’, tal vez puedo responder que ellos mismos parecen aceptar, implícita y
acríticamente, que el positivismo o cientificismo es la única filosofía adecuada a las
ciencias naturales. Es algo comprensible, teniendo en cuenta que tantos científicos
naturales han abrazado esta filosofía cientificista. Sin embargo, los humanistas deberían
haber tenido una visión más penetrante de las cosas (...)
La elaboración de las diferencias entre ciencia y humanidades ha sido durante
mucho tiempo una moda que ha terminado por convertirse en una pesadez. Ambas
practican el método de resolución de problemas, el método de conjeturas y refutaciones
que es utilizado tanto para reconstruir un texto deteriorado como para construir una
teoría acerca de la radioactividad. Podría llegar incluso a acusar, al menos a algunos
profesionales, de ‘cientificismo’; es decir, de intentar copiar los métodos de la ciencia
natural, no tal como es realmente, sin tal como ellos creen equivocadamente que es.
Este pretendido aunque inexistente método consiste en recolectar observaciones para
‘sacar conclusiones’ a partir de ellas. Algunos historiadores lo imitan servilmente, pues
creen que pueden recoger elementos de juicio documentales que constituirían, de modo
similar a las observaciones de la ciencia natural, la ‘base empírica’ de sus conclusiones.
Tal supuesto método nunca se puede poner en práctica: no se puede ni reunir
observaciones ni elementos de juicio documentales si no se parte de un problema. Por
tanto, el intento de aplicar un método inaplicable es la idolatría de una especie de
conocimiento infalible y digno de confianza que estos historiadores confunden con el
ideal de la ciencia.” (Popper, 1994a; 174-176)

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