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neknttét Teatrtfe idoiul*ha ae$idtdo¡faraproaagitira» tiffeffím^a.irffteiB»»,
yéa aatmeiar a aattroa heton» la piMieaciáa «fa aim^oa tiwif^oe tkJaiHiáam
pkima aa loa que tmdrán dtaanataaelatla aotkiaéafatkaltaagoanmOiiaéoiéli
laáiawaatígacloaes auctaitraa daíUaéÜÉ eMdftwO, áét éótt^tÉdataa jf vt^
aaapanauaétraMtífpiéMtíorfa,afeaM^^Klaéj**xi!ÍpckmUea^
ea eabota ta at naMa qaé, éa aata ñúmaro aeatamoa éttra^aitk'.

Son espedalmente interesantes entre Io4 docwnenlw iMilla^ eMí< tí


Arobivft'Vá4u»no los que se refieren a lo» inidigcnas coáverSoá dé I* tíÜ
de'lft OoBoera, todavia indepcndietile. Eugenio IV escribe a P^iro €biéd'
boyó. "«JUique" ea M isla de la Ctomera, alat^and» «u santidad y éaealf
plH* t4 difúsi^Mi de k verdadera creencia y otorgándote^ en doo^HOiiénte
apartej ampUo sa-lvocondiicto para trasladarse con otras persopaa «Hil
islÉs y países <»istiaaos para mejor instrtí^rsé en esta fé. P«iUtici^«i «¿^
tes Dotieias en "Investigación y Progreso" (I). Cotejando estos béeMi
coa \oá reportaidos por Asurara, que refiere como cabeciilte gomeras, fiiéf
ron b u t e ^ e s de Enrique el Navegante y regresaron a su pai^«é9 noel
wesentes, se obtiene nueva lus sobra la comusa bistoria da íá li|Kitepla
Islade laOoBoent, nunca en vertkd conquistada,-y que los MpafiflttS JP»^
ciben solamente de manos de los portugueses.
I*ei^ la más iii^>ortante serie de estos documentos vattcaoqs es M
que demuestra la defensa permanente que hizo la Ciuria Romané de loÍ
inalienables derechos humanos de los indígenas canarios. Bstos dood-
menlos fueren ya aludidas upor lo» primeros historiadores, «unqne taM|(e
su realidad haya sido de nuevo puesta en duda por el atíntí» BtftHi:^
(l> TnMia apareeMe yt^mi*^ rviMaí, ettaila, IVi lOM, e^rilil,' eon á
Muí»: '"QB^Isfli ét iK^^iita-Paumok gt. mta nilMliiiiiii ftm Js Oavihs"1Í|ÉuaÉi^,

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Ráfols (2). De los 15 documentos de Eugenio IV por mi estudiados, so-
lamente dos fueron ya dados a conocer y publicados por Torres Campos
en 1901. Estos documentos, juntamente con otros hallados en España y
que demuestran el celo puesto también por los reyes de Esipaña en la
defensa de los indígenas, serán publicados en un estudio detenido (3).
Constituyen, sin disputa, unai página gloi»iosa ^e la historia de la Igle-
sia, pues las modernas ideas humanitarias nada nuevo podrían añadir
a las razones aducidas por ella en aipoyo de su actitud.
Con seguriíii^d se guede afinnar que el Archivo .Vaticano encierra
todavía más inátériáres deferentes aCahaí'iaisjpei'o su busca sólo podría
ser fructuosa a base de iridicios suministrados por otras fuentes. Sólo
con tiempo ilimitado se podría proseguir actualmente la investigación
de nuevas noticias originales.
Todavía conviene incluir en el campa de la investigación un tercer
archivo conservado en Roma. Aludo al de la Embajada de España cerca
de la Santa Sede, que posee un cuidadoso catálogo histórico con índice
aifabétiíjov Aiqaí hallé unti parte.de la.-documentaci^ón motivada por" las
velaciones de la'Iglesia con las Dió<;esi« «anarias, igual ique una carta
para el'.yíi nombrado Pedro C}iimboyo,diíque de la Gomera, salvocon-
•tfucto para'garsifttía del canario al regresar a su patria, y, finalmente,
una Hiíttrria dé» fas Islas Canarias de Dámasd Quezáda y Ohaves, en ms. en
ddf ejémipiarleS (úno^d^ eh dos tbraos). BI valor de esta obra inédi-
W radica pímcl^atrneñ^e en eí;^^ documentos curiales y de fuentes
poco conocidás'j'cbsa 'que no'debe sorprender en el siglo XTVlI, cuando
se disponía de materiales hoy inasequibles.
En 9 de marzo, después de dos meses 'de fructífera labor en Roma,
¡toíí paira Bárcéfoiiá.Mé proponía seguir é él Archivo de la Corona de
Aragón, las huellas de las expediciones catalanas a las Canarias y las
pfelaeiones entre Bfethencourt y Oadifer de la Salle, ya tan lüclaradas en
Rdmá. Conté con la amable ayuda del Dr. Vall« Taberner y "demás ar-
dhíveros, pero rae encontré que los más importantes documentos por mi
Wiséftdos, ya habían sido hallados y publicados casualmente por E l í ^
SérMItófols, Ferfán SOldíBvilla y Miguel Bonét. Tuve con ello un agra-
m i l é desengaño que me ha ahorrado trabajo. Es posible, no obstante,
tJÉl éoA estos t>cho documentos no <juede agotado el material canario
'iBlt-ldfrliPéhlVo» catalánes; todavía falta la solución en cualquifer senti-
«i*^^aér^.iHií-8o«peíoha> <ítie antes de ía primera navegación dfel normando
litfbláhSabldo^gOciacionfes directas de Bethertcourt y Oadifer con la
C3orona: de Aragón.
K- /jAiaiiBBMma partí para Madrid {18 marzo), donde acudí ert seguida
- -";' (8)^ <
. Itefcreoeta inexacta i>or no disponer el autor, en el momento de es-
e^tlto esteltteon&e; átH tratejo a que s» refiere publlcMio en la "Revisa de Ca-
Itohinyá?*, ^ ttovelons, número 49, con el título «Bis Reís Católka 1 reiclavltud"
y en el qiie no se trata de la actuación de la Curia ,ROTtiana. N. del T.
h ::.m. í-íFobtí^uta »»laüfltta internacional «te etnolo«ia "Anthropoe',
.ISWy.TtWn.aWi'eaaKHahrade.*Ui cutía Ronaaa y la Cocona de Baiwña en la.de-
lémm 00 loe abodffenee caaarloe!'. K. dtí T. -. >; v
al Dr.Oberinaier; gracias a su amable ayuda ,pude termihár mi trabajo
en 14 días solamente. Su presentación me abrió todas las puertas: sala
de ms. de la Biblioteca Nacional, cuyo director, don José .Domínguez
Bordona, extremó sus atenciones conmigo; igual el Archivo Histórico
Nacional, etc. Gracias especiales debo a don Eduardo Ibarra, académi-
co y bibliotecario de la de la Historia, que no sólo me ayudó en su insti-
tución, sino que me recomendó eficazmente para Simancas y Sevilla.
Tuve que dejar de lado la Real Biblioteca y Archivo.
La cosecha hecha en Madrid consistió en docs. originales del siglo
XV sobre la historia de los señores de Canarias, dos importantes ms. con-
teniendo fuentes históricas, las crónicas de Juan Núñez de la Peña y
de Ulloa, y distintos otros documentos. El 2 de abril me trasladé a Va-
lladolid; venía recomendado a don Mariano Alcocer, antiguo director
del Archivo Central de Simancas, actualmente cronista de la Universi-
dad y director de su famosa biblioteca. Fué para mí la representación
auténtica de la hospitalidad y amabilidad española, no ya por las faci-
lidades de todo orden que dio para mis trabajos, sino por que no pensó
menos en mi bienestar e intereses personales al procurarme hotel'ba-
rato, billete de favor para el Gasino con sus departamentos de dub',
etc., etc. Todavía otro vallisoletano me probó la amabilidad y exquisitez
castellana, el Prof. Andrés Pascual Berzosa, que me introdujo en todas
partes y con el que conocí todo Valladolid, desde el Arzobispo Qandá-
segui, hasta el empresario taurino, tratándome todos con maravillosa
cortesía. Diariamente hacía el viaje a Simancas, pesada media hora de
rápido coche. El mayor archivo del mundo, una de las más orgullosas
creaciones de Feli-pe II, se halla depositado en el oastillotde esta villa
castellana, que fué primero del gran Cardenal Gisneros. E« un sombrío
edificio, con foso, muros y torres, ocupado por tres millones de docu-
mentos, que empiezan con algo del siglo XV, y abarcan hasta el fin de
los Austrias. Apenas el Archivo Vaticano le supera en importancia, y
«lio puede explicar que tíarezoa todavía de catálogo. Creí al llegar que
me sería tan fácil como en Madrid hallar y fotocopiar los documentos
buscados, pero, cómo me engañé! Mi primera empresa fracasada fué la
busca del Memorial, única pista que traía de momento y que sólo" me
proporcionó infinito trabajo, igual que a mis amables huéspedes don
Migfuel Bordonau Mas, archivero jefe, y su colega don Ángel de la Pla^
za. Oon más suerte en otros caminos, nii trabajo fué tan ingente, que no
pude realizar mi propósito de pasar a Sevilla antes de Pascua. Expongo
a continuación un resumen de lo hallado: del fondo "Consejo de Casti-
ila", pude obtener alguno» docs. «obre Alonso Hernández de Lugo; el
fondo "Mercedes y Privilegios" me dio una rica cosecha de documen-
toi, especialmente de los tiempos de la conquista y sobre los señores
d« lai islas menores; del fondo "Consejo Real" saqué un grueso legajo
de ms. sobre la dinastia señorial de los Perazas; un segundo con una re-
lación de la Oomera; on tercero uno de los hallazgos más interesantes,
una InireBtlgaoidnjarfdioa sobre Alonso iH«rnándéií de Lugo^ con noti-
cias preciosas sobró ia conquista y gobierno de Tenepifv/di«!K años des-
pués de su sumiiridnf een «INinttontes firmas dé tes%ó«:aate.iiotaMo
en su original; en parte estaba esto catalogado, pero no se le había dado
importancia alguna. Del fondo "Cámara de Castilla" saqué un gran nú-
mero de importantes documentos sobre la historia de la conquista y
sobre el trato de loe indígenas con autógrafos de la famosa Beatriz de
ñobadilla. El fondo "Patronato Real" no fué tan fecundo, pero aún así
di cwi un autógrafo de Alonso de Lugo. Grandes tesoros hallé en el
fondo "Diversos de Castilla" ; por un lado añaden nueva claridad al ori-
gen de la dinastía señorial y relaciones de propiedad de las islas meno-
res, de otro se refieren a la conquista, gobierno y repartimientos de las
islas mayores: iO grupos de documentos de gran importancia. El fondo
"Registro General del Sello" me pareció de momento poco útil; sólo
aparecían catalogados diplomas de notarios o escribanos de cada isla,
sin duda interesantes para el historiador, pero no para mí, a la sazón.
Pero una feliz casualidad me llevó a examinar los legados donde cesa-
ba el material catalogado, y se me presentaron estos documentos nota-
riales é^mo de ,gían valor histórico ipara el período de la colonización
y que habían sWo olvidados. Empecé, pues, a examinar los legajos del
Registro del Sello, documento por documento, hoja por hoja, trabajo
flliigt)SÍ$iino que destrozaba los ojos. 45 legajos pasaron por mis manos,
cá^a uno con 500 a 800 documentos; estimo el jiránero total entre 25 f
30 mil. Era precito abandonar la esperanza de ipoder abandoitar pronÍ0
Simancas y poder trabajar aún en el Archivo de Indias, y aún hacer una
visita ál archivo de Lisb^Mt. Sólo el 24 de mayo pude dar por expldrí»-
dos los legajos de los años que me interesaban y me hallaba tanio tna,»
falto de tiempo para realizar ^na simple visita a Sevilla, cuando en i de
jwtio d^bia estar de regreso para la inauguración de las nuevas salas
de nuestro Museo de Viena. 'ñtmbién los medios se habían agotado por
los gastos de las fotocopias. Mis .penosos trabajos en el castillo con fre-
cuencia rodeado de nieve y sin sombra de calefacción en el crudo clima
dé la Vieja Castilla, con sus bruscos saltos de temperatura, desde el oa-
\or intenso hasta el frío glacial, eran sacrificios bien pagados por 168
lüiundaqtes resultados.
Puedo afirmar hoy con óerteza que Simancas es el archivo propio
de' Gatiarias, seguramente más que el de Indias, y que en «n fondo áú
Registro del Sello es la más importante fuente ¡primitiva del problema
oanaño. Pero este fondo, de donde proceden mis más valiosos hallazgos,
cata en sus tnejores partes sin catalogar y absolutamente desconocido.
Voy a dar a continuación una «dea de los tesoros del ílegistro del Sello.
Pocos puntos .históricos ofrecerán lUna igual seguridad de fechas y
de puntos fijos de referencia como la historia de los conquistadores de
las islas, contando con la contribución de nuestros documentos. EstoS
posibilitan una exacta crítica de las fuentes proporcionadas por algunos
historiadores; las fuentes narrativas adquieren asi su valor máximo;
una lijera ojeada muestra que loS primitivos historiadores incurren
rarisimamente en falsedad o error; donde ellos nonibran lun euitiguo
documento, éste aparece con la misma fecha y con casi idéntico conte-
nido. Así ^anan una gran seguridad muchos referencias antes apcu>e&-
temente «uspectais, y la historia de la colonización se aclara hasta en
166

sus detalles. La historia de los repartimientos de Canarias consliluirú


justamente un tratado especial, de interés mayor todavía, poinjue estn
colonización es el precedente de la de América.
Un amplio gruipo de documentos se refiere a los viajes españoles a
la GKünea entre 1475 y 1478, a las relaciones «astellanas con las islas
d« Cabo iVerde, y ,a hechos tan interesantes como la presencia en Se-
villa do tantos negros libres domiciliados, que un negro fué elegido juez
de ellos. Una pequeña publicación especial dará n conocer este docu-
mento.
En lo referene al trato y vida de los indígenas después de la con-
quista, he conseguido sensacionales resultados. Ya demostré, frente a
las dudas de Serra Ráfols, que la Iglesia se había comportado muy bien
tm favor de los canarios. Sabe este autor las noticias de los antiguos
historiadores sobre constantes intervenciones de la (Corona a favor de
los canarios y se ,publicó en ,este sentido una Real Cédula de Fernando
el Católico, mandando dejar en libertad a los c-anarios cautivos. Ahora
puedo mostrar yo 30 documentos do'l Registro del Sollo, que los anti-
gtjds historiadores habían anotado exactamente, y en los que se vé có-
mo después de los indudables abusos de los conquistadores, resultado
de su corriente brutalidad, los Reyes Católicos, igual .que las autorida-
des eclesiásticas, reciben quejas directas de los mismos conquistadores,
y conociendo los abusos y atropellos realizados, acuden con medidas
(nérgicas adecuadas, y hasta tres o cuatro veces intervienen contra sus
propios gobernadores. Nunca, pues, abandonaron a los esclavos cana
rios. que eran libertados y do nuevo devueltos a su patria.
E\ más importante documento do esto conjunto es la confirmación
lie un privilegio dado en marzo de 1481 a favor de los indígenas de la
isla de Gran Canaria. JVo dispongo, desgraciadamente, más que de la
confirmación ,y renovación del mismo en enero do 1515, pero su impor-
tancia es grandísima, pues muestra cómo treinta años después de la
conquista, se considera ique os necesario renovarlo en toda su fuerza, y
que los canarios subsistían cuando por sus propios representantes así
lo podían. I^a destrucción do los canarios os una conseja. Los privilegios
se dirigen a los Guanartomes, los antiguos royes de Canaria, a la aris-
tocracia ,y a los hombres libros (lOmes buenos), a los conquistadores,
y les da por tanto igualdad de derechos ly de trato con los siibditos y va-
sallos castellanos.
•Muy importantes son también tres documentos que citan al guau-
cho Andrés de Gíiimar. Este ,Andrés es, probablomonto, un Moncoy de
Tenerife, al que Viana acaso conocía con otro nombre de pila, quizá es
un ,hijo o hermano del moncoy. Vemos pomo se dan a este f)oble guau-
che grandes porciones de tierras .y vasallos.
Estos (documentos, junto con los de la Curia Romana, ponen en evi-
dencia al lado el uno del otro, el eterno honor <lo la Corona española y
de la Iglesia Católica constantemente orientadas en sentido justo y ]\u
¡nanitario, do forma que siempre el indígena halla amparo on la Corona
y en las autoridades superiores. También so .prueban ,ciertamoute los
abusos y brutalidades de algunos coaquistadores, especialmente Alonso
1G6

de Lugo, conquistador de La Palma y Tenerife, mendaz y tiránico, arbi-


trario igualmente contra todos. Con esto hay tema para algunas mono-
grafías. Otro gran trabajo fundado en todo ello imostrurú "La Defensa
cíe la Iglesia y la iGorona en favor de los indígenas canarios" (4).
No insistiré ahora en la importancia excepcional de estos hallazgos
felices, no sólo .para el esclarecimiento del pasado canario, sino singu-
larmente para el campo general de la ciencia antropológica y etnológi-
ca. Al cerrar provisionalmente este informe, ique tendré que sor prose-
guido, es de esperar, en fecha próxima por los referentes a nuevas cam-
pañas de investigación que completen en lo posible ,el plan trazado, quie-
ro reiterar mi agradecimiento a los que en diversos terrenos me han
prestado indispensable concurso y cuyos nombres he citado en las lí-
neas que preceden y aun añadir a ellos el del Prof. Guillermo ?5chmi<lt,
en cuya escuela han nacido mi vocación y mi trabajo.

Traducido de "Anthropos", XXV, 1930, páginas 711-24.

<4> m antes citado, publicado en "Anithropos", XXV, 1»30.

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