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7.7. DEFINICIÓN DE AMISTAD. SUS GRADOS

«No todo amor tiene razón de amistad, sino el que entraña benevolencia»51.
El modo más sencillo de definir la amistad es decir que es (7.3) amor-dádiva o
amor de benevolencia, por contraposición a amor-necesidad. Pero a esto se puede
añadir que la amistad es la benevolencia recíproca dialogada: «cuando la benevo-
lencia es recíproca decimos que hay amistad»52. Debe ser una benevolencia que
ambos conozcan, y que se realice mediante el diálogo. Por eso la amistad es un
diálogo habitual, una conversación que se interrumpe sólo algunos ratos: el tiem-
po que transcurre entre un encuentro y otro. Los amigos o amigas, cuando se en-
cuentran de nuevo, se cuentan lo que ha pasado en ese entretiempo, asumen ese
período dentro de su diálogo, y lo continúan.
En la amistad «debe desearse el bien del amigo por el amigo mismo»53, por-
que «el amigo es otro YO»54. Hacer el elogio de la amistad consiste en decir que es
«10 más necesario para la vida»5S,y que sin ella el hombre no puede ser feliz56: «no
sé, dice Cicerón, si, con excepción de la sabiduría, los dioses inmortales han otor-
gado al hombre algo mejor que ella»57. Hoy en día se puede decir que «pocos la
valoran porque pocos la experimentan»58, y sin embargo tener buenos amigos si-
gue siendo un ingrediente imprescindible de la vida lograda (8.2).
Cabe en primer lugar distinguir, como ya se dijo, dos sentidos de la palabra
amistad, que designan dos grados de intensidad posibles en ella: aquel que desig-
na una relación estable de amistad personal y «privada» (en el sentido de que
compartimos con el amigo cosas íntimas) y el que podríamos llamar amistad cívi-
ca, sociabilidad o actitud amistosa, que lleva a establecer unas relaciones inter-
personales que siguen el modelo de los actos propios del amor que se han descri-
to en los epígrafes anteriores, y que puede extenderse a cualquier persona con la
que tratamos en sociedad. El primer grado puede tenerse con unas cuantas perso-
nas, no demasiadas. El segundo puede extenderse a un número indefinido, porque
es una manera de tratar a la gente.
Existe el prejuicio de pensar que la amistad cívica no es posible, sencilla-
mente porque en las cuestiones públicas, profesionales y sociales las relaciones
humanas se mueven exclusivamente por el interés (7.5). Este modo de pensar da

51. TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, II-II, q. 23, a. 1.


52. ARrsTóTELES, Etica a Nicómaco, l155b 34.
53. Id., 1155b 30.
54. Id., 1166a 30.
55. Id., 1155a 2.
56. Aquí no podemos extendemos en este elogio de la amistad: puede consultarse a ese efecto
los siguientes lugares: ARrsTóTELES, Etica a Nicómaco, libros VIII y IX; CrcERóN, De la amistad;
C.S. LEwrs, Los cuatro amores, cit., 69-102; R. YEPES STORK, Cómo entender el mundo de hoy, cit.,
137-148; A. V ÁZQUEZDE PRADA, Estudio sobre la amistad, Rialp, Madrid, 1975,286 págs.
57. CrcERóN, De la amistad, VI.
58. C.S. LEwrs, Los cuatro amores, cit., 70.
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la razón a Hobbes, para quien «se puede presumir que todo hombre hace todo lo
que hace por su propio beneficio»59; y por tanto «ningún hombre da si no es con
intención de lograr un bien para sí mismo»60. Según este punto de vista, los actos
propios del amor hasta aquí descritos no existen61, o en todo caso se realizan úni-
camente con los miembros de la propia familia.
Aquí sostenemos, por el contrario, que en la vida social todos esos actos pue-
den ejercerse, y de hecho se ejercen, aunque en mucha menor medida de la que se-
ría deseable. El mejor modo de 10grarIo es tratar amistosamente a los demás, y no
sólo al pequeño y reducido círculo de «amigos íntimos» o familiares.
Tratar amistosamente es una actitud cuyos rasgos se señalarán a continua-
ción, y, como se acaba de decir, aunque se aplican con propiedad a la amistad en
sentido estricto, no deben dejar de aplicarse también a la amistad en sentido am-
plio. La amistad es un tipo de relación interpersonal que va creciendo en intensi-
dad si se aplica el amor de benevolencia.

7.8. RASGOS y TIPOS DE AMISTAD

Aristóteles divide la amistad según el tipo de bien que se ame en el amigo: el


placer que produce, la utilidad que nos reporta o el amigo mismo. Sólo el tercer
tipo de amistad merece ese nombre. En cambio, para Hobbes sólo existen las dos
primeras. Veamos qué dice el primero:

«Tres son, pues, las especies de amistad, iguales en número a las cosas ama-
bles. AsÍ, los que se quieren por interés no se quieren por sí mismos, sino en la me-
dida en que pueden obtener algún bien unos de otros. Igualmente ocurre con los que
se aman por placer; así, el que se complace con los frívolos no por su carácter, sino
porque resultan agradables. Por tanto, los que se aman por interés o por placer lo ha-
cen, respectivamente, por lo que es bueno o complaciente para ellos, y no por el
modo de ser del amigo, sino porque les es útil o agradable. Estas amistades lo son,
por tanto, por accidente, porque uno es amado no por lo que es, sino por lo que pro-
cura, ya sea utilidad ya placer. Por eso, tales amistades son fáciles de disolver, si las
partes no continúan en la misma disposición; cuando ya no son útiles o agradables el
uno para el otro, dejan de quererse»62.

59. T. HOBBES, Leviathan, cit., XIV, 66.


60. Id., XV, 75.
61. Esto es lo que piensa Nietzsche, que niega el amor de benevolencia por boca de Zaratustra:
<<Allegroj3e Liebe will nicht Liebe- die will mehr», <dodo gran amor no quiere amor (correspondencia,
se entiende), sino que quiere más (se entiende: es sólo amor-necesidad»>, KSA, 365 (paréntesis nuestro,
cito según la edición Colli-Montinari, Kritische Studienausgabe, Berlin, 1980, en adelante KSA), ver
ed. española, cit., 391.
62. ARISTÓTELES, Etica a Nicómaco, l156a 6-21.
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En otras palabras: el interés y el placer no son causa de verdadera amistad,


pues desaparecen tan pronto como se obtiene lo buscado en una relación. Acaso la
mayoría de los que se dicen amigos en realidad buscan en nosotros su propia uti-
lidad. Y esto, según vimos (7.5), significa no querer a los amigos por sí mismos.
Por eso, el primer rasgo de la verdarera amistad es el desinterés, que se demuestra
en que sabe tratar desinteresadamente al amigo, según los actos arriba expuestos.
La pregunta pertinente aquí es: ¿existen amigos así, amigos verdaderos? La
respuesta es: sí, siempre que se cumplan las condiciones de la verdadera amistad.
Esas condiciones, costosas de cumplir, son las que se acaban de enumerar y las
que siguen. Si se responde no, eso supone admitir que las relaciones interpersona-
les sólo consiguen superar el interés en casos muy excepcionales. Esta respuesta
es la de Hobbes, y se ha dado muchas otras veces. Será analizada más detenida-
mente cuando hablemos del ideal de la felicidad como satisfacción del propio in-
terés (8.8.3) y del planteamiento individualista de la vida social (9.9).
La verdadera amistad surge del compañerismo, que es compartir una tarea
o un trabajo que se convierte en ocasión de conocerse y comentar las incidencias
del caso. El rasgo más característico de la amistad es que busca la compañía del
amigo, encuentra satisfacción en ella: «¿qué cosa más dulce que el tener con quien
te atrevas a hablar como contigo mismo?»63. El estar juntos suele darse como un
caminar hacia un objetivo común, que es el fin de la tarea que se comparte (8.4).
Es lógico que en ese «marchar juntos» surjan discrepancias. Pero la amistad
tiene como característica especial una discusión dialogada de las discrepancias,
que sabe obtener un enriquecimiento de los propios puntos de vista a base de inte-
grar los de los demás. Las discrepancias de los amigos son amistosas y enriquece-
doras para la tarea común: unen y no separan, sirven para transmitir experiencias,
incluso muy personales. La amistad es la discusión compartida de las propias ex-
penenClas.
Esto hace que la amistad implique semejanza. Los amigos se parecen en sus
aficiones, opiniones, gustos, lecturas, diversiones y hasta en sus maneras de hablar
y vestir. Los amigos comparten lo que hacen: les gusta hacer juntos. No estorba a
la tarea en cuestión que se haga juntos, sino al revés: estudiar, pasear, distraerse,
etc. Por eso, la amistad moviliza energías y permite llevar a cabo tareas que solos
no seríamos capaces de hacer: la amistad contagia el entusiasmo y el espíritu em-
prendedor64. Nos saca de la inactividad de permanecer siempre en el hogar. La
amistad es el modo más cómodo de entrar en la ciudad: ir con otros. Preferimos
estar con gente conocida. Esto nos ayuda.

63. C¡CERÓN, De la amistad, VI.


64. Las «élites» son verdaderamente creadoras cuando se trata de un grupo de amigos compene-
trados, y no cerrado ni despreciativo del mundo exterior. En tales casos, el poder dinamizador de esos
círculos puede influir bastante en la sociedad o en las instituciones. Las «bandas» son el fenómeno in-
verso, pues se basan en la fuerza, y no en el diálogo. No crean, sino que destruyen.
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Otro rasgo importante de la amistad es que tarda en crecer: no se puede tener


amistad si no es después de haber hecho juntos algo. La amistad necesita tiempo.
No se da sin cultivar la atención hacia el amigo y sin darle tiempo. Una de las ra-
zones por la que esto es así es que la amistad no empieza a crecer hasta que abri-
mos el mundo interior al que empieza a ser nuestro amigo. Este es un acto perfec-
tamente localizado en el tiempo, sobre todo si se trata de una persona introvertida,
que tiene una alta consideración de lo que significa dejar entrar a alguien en su in-
timidad, o en su casa, y compartir las experiencias interiores. Si esta apertura no
se llega a dar, porque no se quiere o porque no se sabe, la amistad nunca deja de
ser superficial y se deja entonces de creer en ella. Por eso quizá puede decirse con
razón que la amistad verdadera es difícil, es una conquista, que una vez comenza-
da conlleva saber ejercer los actos propios del amor. Por eso el carácter influye
mucho en el número de amigos que se tengan: la timidez, ser reservado o la alta
estima de la intimidad pueden inducir a compartir ésta muy difícilmente; incluso
puede preferirse la soledad como modo de no perder la libertad (6.2).
Una vez que ha surgido, la amistad se hace resistente, porque se basa en un
conocimiento íntimo y personal del otro que facilita la ayuda, la comprensión, el
diálogo, el compartir las propias preocupaciones. Si no es resistente y se rompe fá-
cilmente, no es verdadera amistad, o es poco íntima. Esta facilidad de trato que se
tiene con los amigos hace que se busque relacionarse más con ellos: lo propio de
la amistad es que vaya creciendo e intensificándose. Si no hay trato, desaparece
poco a poco. Una vez que la amistad se ha fortalecido, los actos propios del amor
aparecen en cuanto hacen falta, aunque los amigos en realidad están más a gusto
cuando los problemas personales no estorban la realización de la tarea común y
sobre todo cuando la subsistencia no depende de la amistad (esto significaría in-
cluir la utilidad en ella).
La amistad tiene mucho que ver con la justicia, aunque esta relación no sue-
le tenerse mucho en cuenta. Ser amigo es, desde luego, «la constante y perpetua
voluntad de dar al amigo lo suyo», parafraseando la vieja definición de la justicia
(11.6). La concepción clásica de la amistad, entendida como actitud y relación
amistosa hacia mis iguales, incluía una cercanía muy grande entre los actos pro-
pios de la amistad y los de lajusticia65: el amigo es aquella persona para la que se
quiere algo, lo que le pertenece como suyo. Si no lo tiene, nosotros no somos feli-
ces, ni él tampoco. Para que nosotros seamos felices los demás también han de
serlo: se trata de dar a cada uno lo suyo no una vez, sino siempre.
La justicia puede ser vista en relación con los actos propios del amor en
cuanto lleva a respetar y honrar a los demás como se merecen. Cuando las rela-
ciones interpersonales se ejercitan según la amistad y el amor, la justicia acompa-
ña a esas relaciones. La pérdida de la amistad acarrea la pérdida de la justicia.

65. ARISTÓTELES, Eticaa Nicómaco, l159a 29: «es natural que la justicia crezca con la amistad».
Cfr. 7.4.3, nota 43.
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Una sociedad sin amistad sólo puede resolver sus conflictos mediante los tribuna-
les de justicia y los abogados, y no mediante el diálogo y la concordia (11.4): apa-
rece entonces una «judicialización» de la vida social y una tendencia progresiva
hacia la violencia (11.3), pues todo son litigios. El amor y la justicia son, pues, los
dos tipos de relación interpersonal más propiamente humanos y se necesitan mu-
tuamente, porque reconocen al otro y le otorgan lo suyo. El interés, biológico o in-
telectivo, exige ser elevado hasta ellos, pues de por sí sólo mira hacia sí mism066•
Cuando se queda solo, da a luz a la lucha violenta.

66. De nuevo se advierte que ser hombre es elevarse desde la mera vida biológica a la razón, para
ser progresivamente más capaz de reconocer y asumir la alteridad de los seres: cfr. R. SPAEMANN,
Felicidad y benevolencia, cit., 133-145.

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