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El arte funerario
Aunque fue esencialmente cerámico, el arte funerario ocupa un rango especial.
Las obras halladas en las tumbas son, sobre todo, esculturas de barro deliciosas
en sus detalles: los tocados, los rostros, los peinados, las vestimentas e incluso
las posturas fueron acabados con una delicada y majestuosa precisión.

Frecuentemente, estos objetos estaban pintados en azul, amarillo, rojo y blanco,


colores relacionados con los cuatro rumbos del universo. Pero no sólo eran figuras
humanas: abundaban también las representaciones de animales, como guajolotes,
armadillos, tortugas y monos, y las de templos-deidades: casas y dioses
relacionados con ellas.

La utilidad del arte funerario para los arqueólogos modernos es infinita: gracias a
él se han podido comprender mejor las características físicas del pueblo maya e,
incluso, algunos de sus ritos corporales, como la deformación craneal, la
mutilación de los dientes y la escarificación practicada en mujeres de alta
jerarquía, nobles y sacerdotes. De igual forma, nos permite aproximarnos a la
indumentaria de los personajes enterrados, a su trabajo y a su papel
desempeñado dentro de la sociedad.

Otras artes:

Aquí se pueden apreciar las distintas artes que los mayas dominaban:

La cerámica

La concha y el hueso

La madera y el pedernal

El jade y el oro

Los textiles y las plumas

La pintura

El arte funerario.
MEXICO

Los panteones mexicanos son una belleza para todas aquellas personas que
aprecian el arte, ya que las figuras que se instalan sobre las tumbas son creadas
con expertos en la materia, en Durango durante muchos años se contó con un
canterista de primera calidad: Benigno Montoya Muñoz, quien en el Panteón de
Oriente dejó un admirable legado escultórico del arte funerario.

El arte funerario prehispánico se produjo preponderantemente en el sur de México,


principalmente en las zonas maya, zapoteca y mixteca, en donde se preservan
monumentos arqueológicos que sirvieron de tumbas para altos dignatarios y
estelas pétreas que recrean la figura de gobernantes.

Durante la Colonia, en la Nueva España, los entierros tuvieron lugar en los atrios e
interiores de los templos y capillas, además de aquellos lugares que la Iglesia
Católica destinó ex profeso para cementerios y que por lo general se ubicaron en
sitios aledaños a las iglesias.

El control de panteones por parte del Clero continuó hasta el año de 1859, en que
se publicó el decreto Juarista mediante el cual cesó toda intervención de la iglesia
en los cementerios y bóvedas mortuorias en el territorio nacional y se inició desde
entonces la construcción de panteones municipales.

A partir del establecimiento de los panteones civiles paulatinamente se fueron


produciendo en ellos manifestaciones artísticas que en todo el territorio nacional
estuvieron condicionadas por las siguientes circunstancias: inestabilidad política y
sus consecuencias para la economía; la ausencia de un canon rector del arte; la
expresión libre, local, regional de la creación artística; y el surgimiento del arte del
Porfiriato una vez lograda la pacificación del país.

VESTIGIOS DE PLÁSTICA FÚNEBRE

En el Durango prehispánico no se tienen manifestaciones de arte funerario, sólo


se han localizado entierros en la zona arqueológica de La Ferrería, no se han
encontrado vestigios de plástica funeraria aparte de la pintura rupestre en donde
aparecen escenas mortuorias con chamanes ataviados para la ocasión.

Por lo que se refiere a la época Colonial, en la Nueva Vizcaya también los


panteones estuvieron en la esfera clerical, destacándose en la capital, panteones
de Santa Ana y de Analco.

En algunas ciudades del país los panteones civiles actuales son los mismos que
existían cuando la autoridad eclesiástica ejercía el control de los cementerios, ya
que al perder el Clero los derechos sobre ellos, el mismo sitio se convirtió en
panteón de la población; pero no en este acaso el de Durango, ya que el único
cementerio público que existe en la actualidad es el que fue creado a raíz del
decreto mencionado, por lo que los entierros efectuados han tenido lugar a partir
de la fecha de su creación, y de aquellos sitios que fueron destinados a
cementerios hasta la primera mitad del siglo XIX no se conservó nada, sino
simplemente fueron absorbidos por el crecimiento urbano.

En Durango, a diferencia de la época prehispánica y colonial, el arte funerario de


los siglos XIX y XX es rico en sus manifestaciones y generoso en sus contenidos.
El Panteón Civil, también llamado “Panteón de Oriente”, a través de sus capillas,
catafalcos, esculturas y mausoleos se convirtieron en una manifestación viva del
gusto artístico, sentimiento religioso e inspiración poética del grupo social
duranguense en el tiempo.

A diferencia de otros panteones en donde la obra de arte es escasa o acusa un


severo deterioro, en el Panteón de Oriente las capillas y esculturas ostentan gran
calidad en su factura y un buen estado de conservación. El que la obra escultórica
sea abundante y de calidad se debe, entre otros factores, a la creación artística
del escultor de la cantera Benigno Montoya Muñoz y la escuela formada por él.

El arte de la época porfiriana ha sido más calificado que estudiado; dentro de él, el
arte popular producto de la tradición heredada permanece en espera de una justa
valoración como expresión espontánea, ajena al canon academicista en donde se
conjuraron el oficio y la tradición aprendidos con la creatividad artística del autor.

ESCULTURAS MORTUORIAS

Las esculturas mortuorias representan en su mayoría los símbolos de la


imaginería cristiana más generalizados: ángeles, cruces, cristos, vírgenes
dolorosas y el Sagrado Corazón de Jesús, aunque también existe una buena
cantidad de figuras clásicas en mármol y cantera.

La escultura funeraria de Montoya inició en Mapimí, Durango, en el año de 1883;


en el Panteón de Oriente, en 1898 labró en cantera la escultura del primer ángel a
memoria del comerciante Pedro del Río y hasta 1929, año en que falleció, se
encuentran obras de su autoría. Durante este lapso y años después se pueden
apreciar esculturas de la escuela de cantería forjada en su taller.

Por un inventario que obra en poder de los descendientes del escultor, se sabe
que trabajó sesenta y cuatro tumbas, de las cuales subsisten cincuenta y cinco:
treinta y tres capillas, cinco relieves y monumentos y catorce cruces.

De los cincuenta y cinco para el panteón, solamente labró tres ángeles niños con
rostro de querubín, entre los que se destaca el de su suegra Luciana Salazar,
posado sobre una nube que descansa en un alto pedestal; sus demás esculturas
de ángeles son figuras renacentistas de facciones finas asexuadas, sin edad, que
portan diferentes atributos porque son la representación del alma, del Ángel de la
Guarda o del Ángel Apocalíptico del juicio final.

En el estilo Montoya los ángeles gustan de dejar al descubierto un pie; tiene gran
expresividad en las miradas, portan vestimentas muy elaboradas y acusan un
trabajo laborioso en las cabelleras ensortijadas.

En la tumba del general Juan Manuel Flores se encuentra labrado en alabastro, el


primer ángel Montoya en esta ciudad capital. El modelo en cantera sería retomado
años después por el mismo escultor para el altar de la Virgen de Loreto, en el
templo de San Juan Bautista de Analco.

El relieve que reconstruye la escena de “La Piedad” es una de las piezas más
apreciadas de Montoya. En esta escena lúgubre, el rostro de María se muestra de
tres cuartos levantado hacia el cielo, apreciándose la expresión de dolor en los
ojos cerrados, el ceño fruncido, los labios entreabiertos, sosteniendo el cuerpo sin
vida del hijo. El manto que cubre la cabeza de María se extiende hacia abajo
ocultando con sus pliegues la base del relieve. Jesús también con los ojos
cerrados, los labios entreabiertos, barba recortada y cabello suelto, unido a la otra
imagen por la misma expresión de dolor, descansa sobre el regazo de la madre;
un paño a la altura de la cadera cubre la desnudez del cuerpo. Destaca en este
conjunto el trabajo de los pliegues del manto de María, así como la extensión
muscular del torso desnudo de Jesús. Fue esculpido a la memoria de Ángel
Castillo López.

El relieve de la tumba de Pedro Güereca parece inspirado en una musa clásica,


sobre un muro vertical en el que se inscriben las iniciales P.G., una mujer de pie se
recarga sensualmente sobre el muro apoyando la rodilla derecha flexionada en
uno saliente del mismo; viste una túnica larga que le descubre el pie y el hombro
izquierdo, une sus manos a la altura de la barbilla mostrando un perfil clásico, el
cabello recogido también a la manera clásica, los ojos cerrados. La expresión
lánguida. Es una mujer elegante, la túnica es un gran lienzo que se anuda al frente
provocando pliegues naturales que le dan a la piedra apariencia de tersura,
mientras parece estar soñando. Este relieve fue tallado el 4 de febrero de 1916.

Benigno Montoya nunca firmó su obra, excepto la de un monumento que guarda


los restos de Cuca Sáenz de Gavira, esposa del general Gabriel Gavira
(gobernador de Durango entre los años de 1916 y 1917), ya que la escultura es
totalmente diferente a lo que distingue a Montoya Muñoz, no tiene cruz, ni
guirnalda de rosas o flores de lis, sino que es un frondoso tronco que contiene un
nido con cuatro pichones abandonados por la paloma madre, que yace sin vida al
pie del conjunto; sobre el tronco, un gran jarrón de barro en espera de las flores
que los deudos depositan en recuerdo de Cuca, que descansa en esa cripta.

EN HOMENAJE

Debido al gran legado que este escultor dejó en el Panteón de Oriente, el Instituto
Municipal del Arte y la Cultura, en coordinación con el Voluntariado Cultural, la
Administración del Panteón, e iniciativa privada, el 27 de diciembre de 2002
inauguró el Museo Municipal del Arte Funerario “Benigno Montoya”, con el objetivo
de rescatar la obra de este canterista formado en Durango, a la vez que se difunde
este arte en Durango. Es el primer museo al aire libre y el primero en su tipo en el
norte de la República Mexicana.

Jesús de la Torre Torres, auxiliar administrativo del Panteón de Oriente, mencionó


que el Instituto Municipal del Arte y la Cultura organiza visitas guiadas al museo
todos los martes, para ello cuentan con un guía especial. El recorrido tiene una
duración aproximada de dos horas, aunque si usted desea visitarlo cualquier día
de la semana y no esperarse a la visita guiada, puede hacerlo sin problema
alguno, puesto que se editó una autoguía donde el visitante podrá recorrerlo y
enterarse de información importante sobre la obra de Montoya Muñoz. Un camino
con gravilla marca la vía que el visitante debe recorrer para conocer y admirar la
escultura fúnebre que se observa en este histórico lugar.

SEMBLANZA

Autodidacta

Fue escultor de cantera, alabastro y madera, constructor de templos, pintor del


óleo y el temple, profesor de dibujo. Autodidacta forjado en la tradición familiar; un
artista que la memoria colectiva duranguense ha deseado preservar y que su
impronta recuerda todo lo que se le debe.

LUGAR DE NACIMIENTO: Hacienda de Trancoso, Zacatecas.

FECHA DE NACIMIENTO: 13 de febrero de 1865.

PADRES: Jesús Montoya y Hesiquia Muñoz.

DURANGO: Desde 1883 radicó en el estado, en donde labró sus primeros ángeles
para la tumba de la niña Guadalupe Álvarez.

OBRA: Capilla de la Hacienda de La Goma, altar mayor de la parroquia de San


Miguel (Chihuahua); capilla del Arzobispado, Hacienda de San Francisco Javier de
Lajas, convento de San Nicolás de San Agustín, templo de Nuestra Señora de los
Ángeles, templo de San Martín de Porres, Panteón de Oriente, templo de San
Juan Bautista de Analco, Teatro “Ricardo Castro”, templo de Nuestra Señora del
Refugio, templo de Santa Ana, por mencionar algunos.

FALLECIÓ: 25 de diciembre de 1929.

RESTOS: Descansan en el Panteón Nuevo de Oriente.

HISTORIA

Fundación

El Panteón de Oriente ya no cuenta con lotes disponibles para la sociedad


duranguense, sólo las personas que cuenten con un lugar podrán hacer uso de él
y aquellos que tengan familiares depositados en ese lugar.

DONACIÓN: Por el hacendado Juan Nepomuceno Flores

EXTENSIÓN: 28 hectáreas

SERVICIO AL PÚBLICO: En 1860, en 1895 el Ayuntamiento acordó adquirir un


carro para el traslado de cadáveres.

REGLAMENTO: En 1898 se expidió el Reglamento Municipal para el control de


inhumaciones, exhumaciones, reinhumaciones, uso de fosas, construcción de
monumentos.

DEFUNCIONES: Alberga los restos de más de 236 mil cuerpos.

UBICACIÓN: Originalmente los lotes para fosas se planearon de forma por demás
sencilla; a partir de la calle principal y teniendo por límite la capilla, los lotes del
oriente llevarían numeración par, mientras lo del poniente serían los números
nones. De ese diseño original, únicamente se preserva el panteón de los niños
cuya sección se ubica a espaldas de la capilla.

PRIMER LOTE: Fue vendido a Dolores Grimaldo en 1865.

PERSONAJES SEPULTADOS: Mark Ison, Alberto M. Alvarado, Bruno Martínez,


Francisca Escárzaga, Benjamín Argumedo, Baudilio Trillas y Valles, Juan Jiménez,
por mencionar algunos.

ADMINISTRADORES: Jesús Gallegos García (1912); Francisco P. Contreras


(1913); Mauricio Salcedo (1919); Andrés Herrera (1920); Jesús María Rosales
Zamarripa (1926); Ignacio López Moreno (1964); Roberto Ibáñez Quiñones (1972);
Ignacio López Moreno (1973); Francisco Javier Martínez Ceceñas (1978); Jesús
de la Torre Torres (1980); Adalberto Cesaretti Salazar (1983); Fidel Silva González
(1987); Rafael García Rocha (1988); Edmundo Félix García (1992); José Ángel
Lobatos (1994); y Javier Martínez Ceceñas (1998).

ICONOGRAFÍA

Motivos

Las cruces y los ángeles de Montoya, están asociados a motivos fitomorfos:

AZUCENA: Simboliza la pureza.

PENSAMIENTOS Y AMAPOLAS: Invocan el sueño eterno.

ROSAS: Son el amor de María Madre.

PASIONARIAS: Ostentan los clavos de la cruz, las cinco llagas, la corona de


espinas y diez apóstoles con la ausencia de Pedro y Judas, hojas en forma de
manos y zarcillos en forma de látigos.

PALMAS: Simbolizan el martirio.

ROMA

En Roma, como en casi todas las culturas antiguas y modernas, la idea de la


muerte y de su incontestable realidad marcó de una u otra forma la vida de los
ciudadanos y estuvo presente en la literatura, el arte y la religión. Todos los
aspectos con ella relacionados están regulados por la costumbre y el derecho,
desde el ritual que se desarrolla en torno al cadáver hasta las actividades que
debían llevarse a cabo para conseguir el reposo del difunto en el más allá y que su
relación con los vivos, si no amigable, fuera al menos cordial. Para ello, los
romanos desarrollan una serie de ritos y actos que van desde el mismo momento
de la muerte hasta las ceremonias anuales que deben tener lugar en torno a la
tumba del difunto; todos ellos son fundamentales para que éste conserve su
individualidad en el más allá, sin diluirse en el anonimato de la masa común; la
queja de los difuntos, en las pocas ocasiones que tienen de ponerse en
comunicación con los vivos, es precisamente que éstos olvidan con demasiada
facilidad las atenciones que deben tener con ellos. Este es uno de los motivos por
los que en el mundo romano, tan aficionado a asociaciones de todo tipo,
alcanzaron considerable éxito los collegia funeraticia, esto es, las asociaciones de
carácter funerario que reunían a los miembros de una profesión o de un grupo
social que viven en un mismo lugar para, mediante el pago de una cuota,
asegurarse el lugar de enterramiento y, lo que es más importante, la continuidad
de los ritos funerarios tras el momento de la muerte.

Todo ello se refleja en la literatura, el arte y la epigrafía. En el arte, mediante la


construcción de tumbas más o menos monumentales, que tenían como misión la
de hacer ver a los vivos que allí se encontraba enterrado alguien que en otro
tiempo fue como ellos pero que ya había muerto, y despertar de esta forma un
sentimiento de recuerdo y compasión; para ello las tumbas se situaban en lugares
visibles, por regla general a los lados de los caminos que entraban y salían de las
ciudades; pero con esta misma finalidad se añadían también al monumento
elementos artísticos más o menos complejos: imágenes religiosas, retratos de los
difuntos, relieves alusivos a su vida pasada o con temas mitológicos relacionados
con la muerte, etc. Especial importancia adquieren también los textos escritos, que
pueden ir desde la simple mención del nombre del difunto hasta complejos
documentos que constituyen una loa del difunto y de su carrera, ruegan al
caminante que se detenga, medite y pronuncie una jaculatoria, o lanzan violentas
imprecaciones contra quien se atreva a dañar el monumento. La tumba es un
lugar religioso, un locus religiosus que, como tal, hay que cuidar y respetar.

EGIPTO

Los antiguos egipcios creían que el hombre estaba compuesto de tres elementos:
ba, ka y akh. La momificación y la representación artística a través de una
escultura o una máscara eran parte de un ritual necesario para asegurar la
inmortalidad de estos tres aspectos de lo humano. Las pinturas acompañaban
eternamente a las almas de todo lo necesario, y aseguraban la continuidad de los
placeres terrenales en el más allá, les proveían de servidores, lugares de
esparcimiento, espectáculos, comida y guerra. Bajo el reinado de Narmer (3.200
a.C) se establecen los códigos estéticos en la pintura y los bajorelives. Las figuras
se representarán frontalmente cuando deban verse desde su punto optimo. De
esta manera, la anatomía sigue una lógica conceptual, tomándose lo esencial de
la figura (si es humano, animal o mitológico) y se procede a una caracterización de
tipo genérica. Se crearon así una serie de convenciones estéticas complejas que
conformaban un auténtico código que no podía ser alterado. En este sentido, un
desvío a la norma podría ser equiparada a una falta de ortografía o a un error
gramatical. Se aplicaban a la representación de dioses y la familia real. Cuanto
menor era el rango del representado, mayor libertad se permitía a su imagen. Así,
los esclavos y campesinos se pintan de una manera extremadamente naturalista,
en posiciones Para el hombre se reflejan los dos pies de perfil, que es su forma
más representativa, y se colocan ambos del mismo lado, como las manos (es
decir, aparecen dos manos izquierdas, dos pies izquierdos, para no ocultar tras el
perfil el quinto dedo). El rostro también aparece de perfil, pero el ojo, que es el
rasgo más importante, se coloca de frente. También se ubica el tronco
frontalmente (a excepción de los senos que se alinenan de perfil a ambos lados)
De perfil también se representan caderas y piernas, de las cuales una por delante
de la otra, permite identificar el sexo de la figura.
Actualmente, y sobre todo en las regiones rurales y semiurbanas, aún se
siguen realizando ceremonias para el día de muertos. Se elaboran y
adornan altares en los hogares y se lleva ofrenda a las tumbas en los
cementerios.

Con el advenimiento nada pacífico de la cultura occidental empezaron a


conjugarse las antiguas creencias con la idea de una vida posterior, una
transmutación del alma de los finados que esperaría el día del juicio final,
mientras sus despojos mortales permanecerían en las tumbas.

De ahí surge la práctica del entierro en sepulcros que es, a su vez, una
tradición que arranca de la época de las catacumbas. De esta tradición
funeraria que, en determinado momento se empieza a revestir de formas
artísticas, se tratará en el presente ensayo.

Surgimiento del arte tumbal

En México, la práctica de sepultar en tumbas a los difuntos se realizó


inicialmente en el interior y en los atrios de las iglesias.

Una muestra muy palpable de estos enterramientos puede observarse


hoy en día, profusamente, en los costados de la nave mayor de la
catedral de Mérida. Ahí se encuentran, en el piso, multitud de lápidas de
mármol y ónix con la identificación de las personas ahí enterradas. Esta
costumbre llegó a considerarse insana, por lo cual se le prohibió durante
el régimen juarista, dando origen a los cementerios civiles.

En Ia cultura occidental y desde Ia época de Ias catacumbas, Ios


sepulcros han sido concebidos como lugares de tránsito donde Ios restos
mortales esperan pacientemente el día deI juicio final. Es por ello que Ias
tumbas han sido revestidas de variadas formas artísticas (escultura,
epitafios con diversas formas literarias, pintura, etc. ) que conllevan un
simbolismo respecto a Ias creencias sobre el fenómeno de Ia muerte y
sobre el destino final deI alma de los finados. Este arte tumbal ha
evolucionado, ya que de formas un tanto "paganas" (columnas y
obeliscos rotos, árboles -sauces- y ramas tronchadas, urnas cinerarias,
dolientes, calaveras ) se pasa a Ia profusión de ángeles y almas, cruces
y emblemas de redención. EI apogeo de formas escultóricas artísticas y
literarias se da en los cementerios de México desde mediados del siglo
pasado hasta las primeras décadas del presente, en nuestros días se
dan sólo casos aislados, ya que los enterramientos se han estandarizado
y empobrecido en cuanto a expresiones plásticas.

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Estas representaciones tienen un valor estético, pero son también formas
testimoniales que nos remiten al cuerpo de ideas y creencias de los
grupos sociales que Ias produjeron.

Los principales motivos artísticos con que se expresa el arte funerario


que aquí se muestra se da, en términos escultóricos, en cuanto a figuras
antropomorfas (algunas de Ias más depuradas expresiones escultóricas
en este género se deben a escultores italianos, como Ponzanelli, en el
Panteón Francés de La Piedad, de Ia Ciudad de México y Biagi, en el
Panteón Municipal de Aguascalientes), de animales, vegetales y de
objetos -dentro de los cuales se encuentran Ias figuras arquitectónicas y
alegóricas-.En términos literarios, Ias principales formas son los
"sudarios", piezas que, como dice Jesús Franco Carrasco en su obra La
Loza Funeraria de Puebla: "Son...lienzos amorosos que envuelven aI
difunto".

Figuras antropomorfas

Una de Ias formas de representación de Ia persona fallecida es el retrato,


que puede asumir forma escultórica o fotográfica cuando, adosada a a
lápida o en el interior de Ia cámara sepulcral, está una foto deI difunto.

Una muestra de Ia representación escultórica en el panteón de Mérida es


Ia escultura deI niño Gerardo de Jesús quien, frente a una imagen de Ia
Virgen Maria, sostiene sobre su pecho un crucifijo y algunas flores,
símbolo de Ia pureza infantil deI alma deI finado.

Representación de dolientes

La figura de dolientes es uno de los motivos iconográficos más


recurrentes durante el siglo XIX.

EI principal objetivo de su elaboración es representar Ia permanencia de


los deudos junto al último recinto de sus allegados muertos, como
muestra de cariño y respeto a su memoria.

Estas figuras adquieren diversos matices: desde Ias figuras femeninas


que se postran, abatidas, ante los féretros (tumba de Josefa Suárez de
Rivas,1902. Panteón Municipal de Mérida), hasta Ias que aparecen
hincadas, rezando, con lo que se aporta al descanso eterno deI alma deI
finado. Un notable ejempIo, en términos escultóricos, lo constituye Ia
tumba de Álvaro Medina R. (1905, Panteón Municipal de Mérida). Se le
supone yerto, en su lecho de muerte y cubierto por un sudario, mientras
que su mujer se asoma levantando una porción deI sudario sobre el
rostro para decir el último adios.

Representación de almas y figuras angélicas

La representación escultórica de las almas puede revestir formas


plásticas muy logradas, como el caso de la tumba de la familia Caturegli,
del Panteón La Piedad, donde una figura femenina parece volar hacia
una cruz. Las figuras de ángeles cumplen la función de auxiliar a los
difuntos en su tránsito hacia la otra vida. Tal es el caso de la figura del
psychopompos, ángel conductor de las almas al paraíso (Tumba de
Manuel Arias-1893 y Ma. del Carmen Luján de A.-1896-Capilla del divino
Maestro. Mérida, Yuc.).

Una representación lograda es la tumba de la Señora Ma. de la Luz


Obregón y don Francisco de Paula Castañeda (1898).Ambas tumbas se
encuentran contiguas dentro del Panteón Municipal de Guanajuato, Gto.
En la de ella, a su costado puede apreciarse la escultura de tamaño
natural de un ángel que señala el cielo, mientras que la tumba de don
Francisco ostenta la escultura de una bella mujer que permanece
recostada al lado de la cruz, con una mirada apacible dirigida al cielo. El
notable conjunto escultórico fue elaborado pro el escultor J. Capetta y
Ca. de Guadalajara.

Figuras alegóricas, animales y vegetales

Una de las figuras alegóricas más patéticas es aquella que representa a


una descarnada calavera con un par de canillas cruzadas. Esta macabra
alegoría a los despojos mortales de los difuntos, de orden “pagano” y uno
de los símbolos por excelencia de Ia muerte, tiene cierta presencia en Ias
lápidas de Ias tumbas deI antiguo camposanto en Chilapa, Gro. Ahí de
172 lápidas (70% deI total) elaboradas en el siglo XIX, Ia calavera
aparece en 11 de ellas, con fechas que van desde 1864 hasta 1889. En
el pórtico del Panteón Municipal de Guanajuato, en su friso, hay también
varios cráneos similares.

Los principales motivos con formas animales que he registrado son la


paloma, que representa el alma de Ios finados en vuelo hacia el cieIo y el
cordero -asociado a la figura de Cristo niño, presente "como parábola del
Buen Pastor"- (Ramírez, op.cit.: 198).

Los vegetales asumen variadas formas, entre Ias cuales cabe destacar la
de árboles, ramas y tallos—en forma de coronas o borduras—y la de las
flores, en forma de guirnaldas, ramos o solas. La representación de
árboles tronchados tiene relación con el Árbol de la Vida y las vidas
truncadas.

Elementos arquitectónicos y emblemas

Además de cierto tipo de ornamentaciones clásicas sobre las tumbas,


hay otras representaciones de tipo arquitectónico que remiten a
determinado simbolismo. La figuración de Ia puerta de Ia tumba como
puerta al inframundo o trasmundo, como Puerta deI Hades (Ibid: 203), se
encuentra en la tumba deI niño Humberto Losa T. (1920) del Panteón
Municipal de Mérida y en el mausoleo de Ia familia Reyes Retana, en el
Panteón Francés de Ia Piedad.

Las columnas rotas remiten a "Ia idea deI activo esfuerzo vital
interrumpido por Ia muerte" (Ibid.,log. cit.) (tumba de Stenie Huguenin de
Cravioto, Panteón Municipal de Pachuca, Hgo.), mientras que en varios
cementerios puede encontrarse Ia representación de iglesias sobre Ias
tumbas (Panteón Municipal de Mérida), quizá en remembranza al papel
que dichos edificios jugaron en los inicios de Ia práctica de
enterramientos en nuestro país.

En cuanto a los trofeos y emblemas profesionales o grupales este tipo de


símbolos, alusivos a Ia actividad terrenal de los fallecidos, en el
cementerio de Mérida puede verse una área reservada para los
miembros de Ias logias masónicas.

Objetos alegóricos y sudarios

Son varios los elementos iconográficos que remiten a símbolos


relacionados con Ia muerte, Ia fragilidad y volatilidad de Ia vida, Ia
brevedad deI tiempo, etc. Entre ellos, cabe mencionar a Ias clepsidras
aladas, (como Ia deI pórtico deI cementerio viejo de Taxco), Ias
guadañas, Ias urnas cinerarias, Ia tea invertida. Algunas
representaciones revisten un carácter pleonástico, ya que se reproducen
sobre los sepulcros algunos motivos tumbales.

EI pórtico mismo deI Cementerio de Ia Cruz, en Ia ciudad de


Aguascalientes, obra deI arquitecto Refugio Reyes, es un elocuente
ejemplo deI empleo de una metáfora a Ia terminación de Ia existencia:
una gran letra omega, que ha significado el fin de Ia vida, (mientras que
Ia letra alfa significa el comienzo) labrada en cantera rosa, permite el
acceso al camposanto.

EI sudario, como expresión literaria ha sido tratado en forma por demás


bella por Jesús Franco Carrasco, quien analiza, en Ia obra referida, Ias
características y el sentido que adquirieron tales manifestaciones
estéticas.

Por una extraña coincidencia, Ia figura deI sudario me motivó a iniciar


una investigación sobre arte funerario y fue el sudario el que impulsó a
Franco a iniciar su propia indagación. El epitafio que localicé tiene fecha
de 1903, mientras que el de Toxtepec, Pue., al que se refiere Franco, es
sólo 4 años posterior.

Transcribo el sudario de marras para concluir estas líneas:

¡Detente pasajero!

¿Por qué te pasas sin hablarme?

Si porque soy de tierra y tú de carne

Apresuras el paso tan ligero

Escúchame un momento, compañero

El pedido que hago es corto y voluntario,

Rézame un Padre Nuestro y un sudario

Y continúa tu marcha...¡Aquí te espero!

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