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¿De qué se asombran?

Se ha especulado mucho sobre los orígenes y el destino de la voluminosa suma de dinero


en efectivo entregada a Gustavo Petro en el 2005 (¿o 2009?) por uno de sus antiguos
compinches de aventuras guerrilleras en el M-19.
Tal vez lo que más asombro ha causado es la afirmación de algunos entendidos, quienes
sostienen que los dineros provienen de narcotraficantes como el “Loco” Barrera y el
misterioso J7, o JO.
¿Cómo es posible que el adalid de los derechos humanos y defensor acérrimo del pueblo
tenga tratos con delincuentes de derecha, creadores del paramilitarismo y aliados de los
derechistas cavernarios y fascistas del CD? ¡Eso tiene que ser un montaje!
Lo lamento “babies”. Los negocios entre narcotraficantes e integrantes del M-19, y la fuente
de los cuantiosos ingresos de las autodenominadas “organizaciones de izquierda
revolucionaria guerrillera”, como las FARC y el ELN son asuntos conocidos de vieja data e
incontrovertibles.
El M-19 fue contratado por Pablo Escobar y sus amigos para que quemaran los expedientes
que contra ellos que reposaban en la Corte Suprema de Justicia. El presunto juicio político
al presidente Betancur era simplemente la tapadera para justificar la acción y preservar el
buen nombre del M-19. Lo único que no está claro en ese asunto es si el contrato incluía o
no la quema de los magistrados mismos; me inclino a creer que no, y la iniciativa de asesinar
y cremar a los magistrados fue resultado del desespero del comando del M-19, quienes, en
vista de que en este caso no habría epílogo victorioso, optaron por inmolar a los
magistrados e inmolarse posteriormente, en bien de la causa. Seguramente los integrantes
del comando tenían fresco el resultado de la toma de la Embajada de la Republica
Dominicana de algunos años antes, la cual garantizó publicidad por varios meses y culminó
en un epílogo con salida victoriosa hacia La Habana del comando heroico que llevó a cabo
la toma de la embajada. El problema fue que Belisario no era Turbay, y su primera reacción
fue la correcta, a pesar de que años después, en medio de su senilidad, los mamertos
lograron arrancarle una declaración en la cual reconocía haberse equivocado. La decisión
de Belisario fue la correcta, porque no se podía permitir que un grupo de facinerosos
secuestrasen una de las remas del poder en pleno; en el caso de la embajada, se trataba
de ciudadanos extranjeros, ubicados en una propiedad que gozaba del privilegio de
extraterritorialidad, mientras que en el otro caso se trataba del corazón de una de las ramas
del poder. A mi juicio, Turbay tampoco se equivocó, y respetó la calidad internacional de la
situación. A un extranjero no se le puede exigir que sacrifique su vida por Colombia,
mientras que un presidente de la Corte, cuando prestó su juramento de posesión debió
entender que su deber lo llevaba hasta el sacrificio supremo, de ser necesario. Pocas veces
he visto tanta cobardía como la manifiesta en la llamada del presidente de la Corte, Alfonso
Reyes Echandía, quien suplicó que rindieran el país a sus captores, para salvar su preciosa
vida. A su juicio, las vidas de los magistrados eran más importantes que la institucionalidad
del país.
El matrimonio Cartel de Medellín – M-19 duró hasta que los segundos, en una inexplicable
y obtusa decisión, secuestraron a Martha Nieves Ochoa, hermana de tres de los más
importantes integrantes del cartel de Medellín. Solo unos imbéciles podrían pensar que los
hombres más sanguinarios que han sido paridos sobre esta tierra iban a aceptar
pacíficamente la extorsión. La respuesta del Cartel fue contundente: Crear un ejército de
más de 2000 hombres cuya única misión era localizar a los integrantes del M-19, sus
parientes y sus familias, capturarlos y ejecutarlos hasta que su hermana regresase sana y
salva a casa; si algo le hubiese pasado a Martha N. Ochoa, a esta hora no tendríamos
ningún Petro, ningún Navarro, ni ningún otro miembro del M-19 incordiando la vida nacional.
Tres meses después Martha Nieves fue liberada, y el M-19 no tuvo más remedio que iniciar
conversaciones con el estado, para ver si esa manera se libraba de un exterminio
asegurado.
De los nexos de las FARC y el ELN con el negocio del narcotráfico, ni siquiera vale la pena
hablar, aunque parece que la nueva versión que se desean imponer en la Comisión de la
Verdad y en la Memoria Histórica es que las FARC fueron completamente ajenas al
narcotráfico, y simplemente vivían de las donaciones de buena voluntad de personas
anónimas, por lo cual no son responsables de los orígenes de los capitales donados por
esas personas, al igual que ya afirmaron que los niños que ingresaron a sus filas fueron
voluntarios que aparecieron en sus campamentos, en busca de protección, huyendo del
mal trato de sus padres y la falta de oportunidades, es decir, según esta versión, las FARC
simplemente asumieron el papel que el corrupto ICBF no estaba ejerciendo.
¿Qué interés podría tener un narcotraficante en financiar las actividades políticas de un
izquierdista como Petro?
Ya muchos olvidaron el “encuentro” de Gustavo Petro con Carlos Castaño. Cuenta el mismo
Petro que él estuvo en conversaciones frente a frente con Carlos Castaño, mientras
Castaño mantenía secuestrado a Carlos Lucio, en ese entonces camarada militante del M-
19, mientras sus jefes mantenían reuniones de paz con el gobierno de ese entonces. Parece
que a Don Gustavo no le atraía mucho en ese entonces el asunto de “la paz”, y andaba a
la búsqueda de nuevos aliados para continuar su “lucha revolucionaria”.
La verdad es que los narcotraficantes ya entendieron que si es posible comprar un país. En
su momento, Pablo Escobar ofreció pagar la deuda externa completa de Colombia, a
cambio, por supuesto de su inserción en la vida pública, y, por supuesto, con aspiraciones
políticas. Objetivo final, disponer de un narco estado que fungiera como base para sus
operaciones comerciales. Si ya se había logrado en Camboya, en Bruma, en Afganistán.
¿Por qué no lograr lo mismo en Colombia?
Los narcotraficantes de los carteles de Medellín y de Cali sacudieron el árbol de guayabas
esperando recoger una cosecha para hacer bocadillos y les cayó fue un mango. El estado
colombiano de entonces no era lo suficientemente corrupto para aceptar el trato, pero
inesperadamente quienes si le pararon la caña fueron los vecinos de Venezuela, con ñapa
incluida, al tener una ingreso complementario (diversificación de inversiones, que dicen)
proveniente de la exportación petrolera.
Hoy día Venezuela es un narco estado en toda la regla, dirigido y controlado por unos
mafiosos, cuyo único interés es el enriquecimiento inmediato y exclusivo de los integrantes
del gobierno venezolano, con dineros no solo provenientes de las actividades de
narcotráfico, sino con los recursos provenientes de cualquier fuente de renta líquida
existentes en ese país.
No extraña pues que los mafiosos colombianos financien y apoyen a un sujeto que es su
sueño hecho realidad, un caudillo corrupto, dispuesto a todo con tal de enriquecerse, y con
arraigo popular suficiente para ser un candidato viable a regir los destino de un segundo o
tercer narco estado latinoamericano. Digo segundo o tercero, porque nos estamos peleando
el subcampeonato con México, donde ya cuentan con un dictador de izquierda en ciernes,
que parece dispuesto a cambiar el rumbo hacia el socialismo del Siglo XXI, posiblemente
apoyado por los carteles mexicanos, que parece que nuevamente duermen el sueño de los
justos, dado que parece que AMLO no tiene la intención de desatar nuevas guerras contra
ellos. Claro que no es seguro que los gobiernos mexicanos predecesores hayan combatido
en serio los carteles mexicanos, pero por lo menos en la superficie no había una clara
connivencia entre gobierno y mafiosos para expoliar la riqueza nacional.
¿Se imagina a Petro con todas las fuentes legales de renta colombianas en sus manos, y
además, con el apoyo de las rentas del narcotráfico? Las extravagancias de los jeques
árabes se quedarán en palotes, y serán caprichitos de pequeño burgués al lado de las
realizaciones de Don Gustavo.
La diferencia es que, los jeques árabes, además de sus caprichos personales, gastan en
sus pueblos, para mantenerlos contentos. Los narco presidentes latinoamericanos, por el
contrario han demostrado un escaso entusiasmo para distribuir sus rentas. Juan Domingo
Perón en Argentina, Fulgencio Batista en Cuba, la dinastía Somoza en Nicaragua y Marcos
Pérez Jiménez, dictadores de derecha, entendían que una de los puntales para mantenerse
en el poder, además de la represión, era mantener un mínimo de bienestar y esperanza de
mejora en las masas, y por lo tanto realizaban inversiones en obras y respetaban la leyes
de la economía. Los modernos dictadores de izquierda del Siglo XXI, descubrieron que con
el solo terrorismo de estado se logran mejores resultados, puesto que la acumulación de
riqueza es más rápida y un pueblo muerto de hambre, sin recursos económicos de ninguna
clase, sin una estructura social mínima, no tiene posibilidad alguna de rebelarse y alzarse
en armas. Lo ha demostrado Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, y
esperamos que no lo demuestre Petro en Colombia, ni Andrés López Obrador en México.
Santos fue el calanchín con el cual contaban los mafiosos para apoderarse del país. Santos,
quien, por simple vanidad de ostentar un premio Nobel, vendió los principios de un país,
contra la voluntad del mismo, expresada en el plebiscito del 2 de octubre de 2016,
sabiendas de que el rumbo era convertir a Colombia en una segunda narco república. Ya
lo habían intentado con Ernesto Samper; lamentablemente la destapada del pastel con los
famosos “narco-casetes”, les impidió cobrar el premio de tener presidente de bolsillo, puesto
que no fue posible para Samper pagar el favor recibido.
Pastrana fue un compás de espera. En su ingenuidad, Pastrana creyó que era posible
llegara a un entendimiento con narcotraficantes. Los hechos lo convencieron de que tal
posibilidad lamentablemente no era cierta. En su momento tuvo la suficiente entereza para
reconocer su yerro.
Y llegó Uribe y les aguó los planes. Un candidato independiente, surgido de la nada, arrasó
en primera vuelta y no les dio oportunidad de nada. Elegido sin apoyo de las castas políticas
vendidas a los mafiosos, pudo hacer cosas que nadie se atrevió anteriormente, entre ellas
llegar a un acuerdo con los paramilitares para su desmovilización, y una guerra frontal a la
producción de estupefacientes, origen de la riqueza del negocio.
El narcotráfico es buen negocio porque la producción de sustancias narcóticas es barata.
La doctrina patrocinada por la izquierda, apoyada detrás de bambalinas por los
narcotraficantes, es que la rentabilidad del negocio está en el comercio de la droga. Los
que se quedan con la riqueza generada si son los comerciantes, pero el origen de esa
riqueza es la enorme diferencia entre el precio de venta al consumidor final de cada dosis
y el costo de producción y transporte de esa dosis. Si se enfrenta el problema con medidas
que hagan encarecer la producción, el negocio se arruina, como le ha pasado a toda la
producción industrial y agrícola en los países atrasados, cuando se enfrentan a los sistemas
modernos automatizados de producción. UN huevo, producido por un ricachón holandés en
su granja automatizada y traído a Colombia, es más barato que ese mismo huevo producido
en un avicultor colombiano, y eso que estamos hablando de la línea de producción agrícola
más industrializada y moderna del país.
La destrucción de cultivos ilícitos, mediante la fumigación aérea masiva de cuanto cultivo
sea detectado dejará a los productores, transportadores y comercializadores de narcóticos
sin materia prima barata. Nadie correrá el riesgo de transportar y vender una dosis de 20
dólares cuando le costó producirla 19 dólares.
Todos los esfuerzos de los áulicos del narcotráfico están encaminados a “proteger las
comunidades productoras inocentes” de la droga. En primer lugar no son inocentes; cuando
uno siembra coca, es para producir cocaína.
La clasificación tóxica del glifosato, el caballo de batalla de los enemigos de las
fumigaciones aéreas es una falacia. Su clasificación cancerígena en la OMS es inferior a la
clasificación de los cárnicos procesados. Es decir, es más peligroso fumigar las
comunidades cocaleras con salchichón cervecero, jamón o mortadela que con glifosato.
Los defensores de la prohibición de las fumigaciones, de manera artera, han confundido a
la población con una mentira disfrazada de verdad. Que un producto posea clasificación
cancerigénica, no quiere decir que efectivamente lo sea; simplemente demuestra que ha
sido examinado para determinar su peligrosidad.
En resumen. ¿Por qué se asombran que Gustavo Petro haga tratos con dinero en efectivo?
Lo ha hecho desde cuando el Comandante Aureliano recogía extorsiones en Corabastos.
La falta de escrúpulos quedó demostrada cuando asesinó a tres indefensos niños. En mi
opinión, Petro respeta tan poco la institucionalidad y las leyes que ni siquiera se tomó el
trabajo de obtener un indulto a sus crímenes cuando se desmovilizó el grupo terrorista al
cual pertenecía.

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