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GA110.c4, Las Jerarquías Espirituales y su reflejo en el mundo físico.

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Ene20

Steiner – Dusseldorf 13 de abril de 1909

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La mirada retrospectiva sobre lo que se dijo esta mañana, nos permite comprender que las
condiciones de Saturno, relativamente transparentes y no tan opacadas por maya e ilusión nos
suministran mayor claridad sobre cómo se realiza la redención o la continuada atadura de ciertas
entidades que conocimos ayer al ocuparnos del profundamente significativo y, a la par incisivo
pasaje del Bhagavad Gita.

Recuerden lo que les dije, si los Espíritus de la Personalidad en el antiguo Saturno hubieran
absorbido esos cuerpos calóricos de forma ovoide sin dejar nada atrás, al final de su evolución, la
totalidad de Saturno se habría reabsorbido en el mundo espiritual. Pero como he señalado, esto
no fue así, pues los Espíritus de la Personalidad imprimieron sus huellas en el conjunto del
Antiguo Saturno con mayor intensidad de lo que hubieran debido, y no lo reabsorbieron en su
totalidad, es decir, dejaron fuera de si esos cuerpos de calor exteriormente perceptibles.

¿Cuál es el poder que late en los Espíritus de la Personalidad en el antiguo Saturno?. No es otro
que lo que conocemos en el hombre moderno como el poder mental, el pensamiento. Porque en
realidad, los Espíritus de Personalidad no hicieron otra cosa en el antiguo Saturno que ejercer el
poder mental y lograr la formación de esos huevos calóricos, suscitando en sí mismos la idea de
ellos. Así ese poder representativo de los Espíritus de la Personalidad tiene una potencialidad
mucho más superior que en el caso de la humanidad moderna. ¿Cual es el poder que está detrás
de la fuerza de las ideas, o conceptos, en la humanidad moderna?. Cuando se formula una idea
hoy en día, se forma la representación sólo en el cuerpo astral, no se proyecta más allá del cuerpo
astral. Y así la permanencia de esa forma no puede distinguirse en el mundo físico externo. En el
antiguo Saturno los Espíritus de Personalidad eran magos poderosos. Formaron los huevos de
calor en Saturno por la fuerza de sus pensamientos, y a través de esa misma fuerza también los
dejaron atrás. Así que en realidad fue el poder de los Espíritus de la Personalidad los que
causaron el residuo del antiguo Saturno, residuos que reaparecen una y otra vez, incluso durante
la evolución del Antiguo Sol.

Es perfectamente comprensible que una entidad, que es realmente humana debe tomar forma a
partir de su entorno, (pues los huevos que se formaron allí se construyeron del medio ambiente de
Saturno) y los huevos se quedaron encantados, o encadenados a una existencia posterior. Esto se
presenta en un sentido más abarcante de las condiciones de las que hablamos ayer pues aún no
había llegado a ser tan complicado.

En este punto se puede decir: He aquí el fuego de Saturno, he aquí lo que siempre se espiritualiza
de nuevo por ese fuego antiguo, que se retira de nuevo como el fuego interior del alma, como un
calor confortable que se eleva hacia arriba a los mundos superiores. Pero si hubiera ocurrido sólo
esto, Saturno se habría disuelto en los mundos superiores. Lo que se percibe como calor externo,
que se ha condensado en calor externo es necesario que nazca de nuevo, debe reaparecer de
nuevo, y reaparece de nuevo en el Antiguo Sol, como ya describí.

Ahora vamos a echar un vistazo a lo que hemos descrito en la conferencia anterior. Hemos dejado
claro que esos seres de las jerarquías espirituales que llamamos Arcángeles, o Espíritus del
Fuego, pasaron por su etapa humana en el Antiguo Sol, y que el elemento de calor se condenso
por un lado, en humo o gas, por lo que el sol se convirtió en una esfera de gas, y por el otro lado
el gas se combustionó de tal manera que la luz sale al espacio universal, y son los Arcángeles o
Espíritus de Fuego los que viven en esa emanación de luz, quienes la inhalan y la emiten y en esa
actividad tienen su Ser. Como ya he dicho, si se hubiera viajado entonces por el universo, habrían
visto al Antiguo Sol brillando en la distancia. En el interior de este sol hubieran registrado las
distintas corrientes de gas, y lo habrían percibido como el proceso de la respiración de todo el
cuerpo solar.

Vamos ahora a traer una vez más a nuestra mente este antiguo Saturno y el antiguo Sol. Hemos
visto que en la vida de estos cuerpos planetarios reinan la vida y la actividad y que algo está
ocurriendo allí. Hemos sido capaces de describir en el antiguo Saturno, las formaciones ovoides,
que fueron construidas apareciendo y disolviéndose de nuevo, con la excepción de aquellos
restos que quedaron atrás. Cualquiera que observara la actividad interna del Antiguo Saturno se
hubiera dicho a sí mismo: “Saturno es realmente un ser viviente. Es exactamente como si fuera un
ser vivo. Vive: vive en sí mismo, y continuamente acumula formas de vida propia y así
sucesivamente”. En un grado aún más alto ocurre con el antiguo Sol. El se presenta como una
unidad, como una totalidad en las condiciones cambiantes de su noche Solar y su día Solar, de la
inhalación y la exhalación de la luz. Si se le hubiera podido observar habría dado la impresión de
ser un cuerpo celeste lleno de vida.

Ahora todo lo que vive, que tiene ese tipo de actividad, que vive interiormente debe su vida y
movilidad interna a los seres espirituales que gobiernan y guían ese movimiento. Es cierto que
hemos dicho, que los Espíritus de Personalidad construyeron esas formas ovoides a través de su
poder mental. Pero primero tiene que existir algo que suministre la sustancia de esos huevos. Los
Espíritus de la Personalidad, los primigenios “principios” o Arkai no pueden producir esa
sustancia. Eso es lo primero que debemos poner en nuestras mentes, que algo debe estar allí que
proporcione la sustancia, es decir la calidez indiferenciada, el fuego mismo. Los espíritus de la
personalidad sólo pueden moldear esa sustancia. Pero el calor lo deben recibir de otros
lugares. ¿De dónde consiguen los Espíritus de Personalidad, la sustancia de calor, ese elemento
de fuego?

Viene de Espíritus superiores esencialmente, seres espirituales que ya pasaron por su evolución
humana hacia mucho tiempo, y que en el antiguo Saturno ya estaban mucho más allá de esa
etapa.

Con el fin de formarnos una idea de tales seres sublimes, y por qué eran necesarios para dar el
calor ardiente del antiguo Saturno, debemos por medio de una comparación, recordar el
desarrollo del hombre mismo, pues el hombre también, algún día se convertirá en un ser divino.

Sabemos que el hombre de hoy, integra su naturaleza humana en cuatro miembros constitutivos
que son la clave de toda la ciencia espiritual: el hombre se compone de los cuerpos físico, etérico,
astral y el yo. Sabemos cómo continua el desarrollo del hombre, su “yo” trabajando desde el
interior empieza por remodelar el cuerpo astral para ponerlo por completo bajo su dominio. Y,
cuando el cuerpo astral este lo suficientemente transformado para que el yo tenga pleno poder
sobre él, se puede decir que se ha configurado de modo que contiene el Yo Espiritual o Manas. Yo
Espiritual o Manas es pues, un cuerpo astral supeditado al Yo. Lo mismo sucede con el cuerpo
etérico. Cuando el ‘yo’ intensificando aun mas su esfuerzo, vence también las fuerzas de
resistencia del cuerpo etérico, este se transmuta en el Espíritu de Vida o Budhi. Y por último,
cuando el ‘yo’ se enseñorea del cuerpo físico, cuando vence las fuerzas más reacias que son las
fuerzas del cuerpo físico, entonces el hombre ha desarrollado dentro de sí al Hombre–Espíritu o
Atman. Así queda constituido el hombre septenario con su cuerpo físico transformado en Atman u
Hombre–Espíritu. Externamente, el cuerpo físico se muestra como tal cuerpo físico, pero
internamente, se halla totalmente supeditado a la incandescencia del yo, siendo cuerpo físico y
Atman, al mismo tiempo.

Análogamente el cuerpo etérico es a la vez cuerpo etéreo y Espíritu de Vida o Budhi, y el cuerpo
astral es cuerpo astral y Yo Espiritual o Manas, el “yo” se ha convertido en soberano. Así, es como
el hombre asciende a grados superiores en su propio desarrollo, con lo que se transforma, y
trabaja en su propia divinidad, en su propia deificación, como diría Dionisio, el Areopagita, el
amigo y discípulo del apóstol Pablo.

Sin embargo aquí no termina la evolución. Cuando el hombre este tan avanzado que ya ha
conquistado por completo y absolutamente el cuerpo físico, todavía tiene por delante otras etapas
superiores de desarrollo. Miremos las alturas espirituales, más y más elevadas, y a entidades
suprahumanas mas y mas portentosas. ¿En qué consiste el continuo aumento de poder en estos
seres?. Consiste en que en primer lugar se encuentran menesterosos y necesitan de algo, quieren
algo, demandan algo del mundo, en tanto que después de su desarrollo, podrán entregarle
algo. Fundamentalmente, todo el sentido y el espíritu de la evolución se apoya en el hecho de que
pasamos del recibir, al dar. Vemos la analogía con la evolución humana en nuestra vida aquí entre
el nacimiento y la muerte: el niño nace desamparado y depende totalmente de quienes le rodean.
Poco a poco se sobrepone a ese desamparo hasta que finalmente, el mismo se convierte en
auxiliador de quienes le rodean. Así sucede también con la gran evolución humana en el
Universo.

En el antiguo Saturno, el hombre existía sólo como primer germen físico humano. Allí tuvo que
contentarse con recibir las primeras bases de su humanidad, y así continuó durante toda la época
solar y la lunar. En la Tierra adquirió su Yo, y ahora poco a poco se prepara para dejar que su Yo
actúe sobre su cuerpo astral , etérico y físico y así convertirse cósmicamente en un ser capaz de
dar. Poco a poco se va introduciendo del estado de recibir, al de dar cósmico universal. Otro
ejemplo de este hecho, nos lo ofrecen los Arcángeles o Arcangeloi. Ya en el Sol, su desarrollo les
permitió darle la luz al espacio universal.

Repito, la evolución progresa del recibir al dar. En el caso de dar, la cosa tiene mayor
alcance. Tomemos un ser que sólo puede dar sus pensamientos, que hablando con franqueza, no
es todavía mucho lo que da por muchos que sean, pues el dador de pensamientos, seguirá siendo
igual a como estaba. No ha dado nada visible o tangible, nada de efectivo en sentido
superior. Pero llega un momento en que las entidades pueden dar no sólo pensamientos o
especies mentales, sino mucho mas, por ejemplo, aquello que los Espíritus de Personalidad
necesitaban en el antiguo Saturno: la sustancia del fuego calórico.

¿Quién estaba en un grado tan elevado de su propio desarrollo que pudiera emitir de su propio
cuerpo esa sustancia calórica?. Eran los seres a quienes llamamos Tronos o Espíritus de la
voluntad.

Así vemos que el antiguo Saturno se origina a través del hecho de que, desde determinado punto
del Universo se concentran los Tronos y realizan en gran escala lo que a nivel inferior hacen los
gusanos de seda, cuando con la materialidad de sus cuerpos hilan las hebras de seda. Los Tronos
expelen e hilan la sustancia calórica y la ofrendan en el altar del antiguo Saturno.

Tenemos que considerar la vida de los Espíritus de la Personalidad en Saturno de tal manera, que
estos Espíritus de la Personalidad o Arcai realmente impartían personalidad a ese calor dotándolo
de autoconciencia. La sustancia del fuego calórico afluye desde el Universo emanada de las
sublimes entidades espirituales que son los Tronos.

¿En qué consisten esos huevos que se encuentran en Saturno?. En hilados del cuerpo ofrendado
de los Tronos.

Pero eso no hubiera sido suficiente, la operación conjunta de los Espíritus de Personalidad tenía el
poder de dar forma a la sustancia de calor, pero no podían hacerlo solos. Para producir esa vida
interior y actividad, fueron necesarios otros seres espirituales que también habitaban en el antiguo
Saturno, seres de una jerarquía inferior a los Tronos, pero mayor que la de los Archai o Espíritus
de la Personalidad. Entidades a quienes les incumbe prestar ayuda a estos últimos. Podemos
hacernos una idea de esa ayuda si pensamos en los ángeles que son los que están
inmediatamente por encima de nosotros, y luego los Arcángeles, y los Principados o Espíritus de
la Personalidad – arkai. Estos seres pertenecen a la Jerarquía que se encuentra inmediatamente
por encima de nosotros. Los Tronos no son contiguos a los Principados sino que entre los dos
existen grados intermedios, a lo que Dionisio el Areopagita; denomina Potestades o Exusiai
(también Espíritus de la Forma) superiores en un grado a los Principados (Espíritus de la
Personalidad). Las Potestades tenían con los Principados la misma relación que los Angeles
tienen con nosotros. Otro grado superior a las Potestades lo ocupan las Virtudes (en griego
Dynamis). Éstos se relacionan con los Espíritus de la Personalidad en el antiguo Saturno de la
misma forma que los Arcángeles se relacionan hoy en día con nosotros. Luego en ascenso le
siguen las Dominaciones (Espíritus de Sabiduría) en griego Kyriotetes cuya relación con los
Principados corresponde a la que estos tienen con nosotros. Solo después siguen los Tronos o
Espíritus de la Voluntad.

Así, el antiguo Saturno tenemos una gradación ascendente de seres: los Espíritus de la
Personalidad que estimulan y ejecutan la conciencia del “yo”, luego los Tronos, o Espíritus de la
Voluntad, que son superiores en cuatro grados, y que donan la sustancia ígnea y entre estos dos
coros para que pueda regularse y dirigirse toda la vida en el Antiguo Saturno, tenemos, en
ascenso: las Potestades, o Espíritus de la Forma, las Virtudes o Espíritus del Movimiento
(Dynamis); y las Dominaciones o Espíritus de la Sabiduría (en griego Exusiai y Kyriótetes). Estos
eran, si se puede llamar así los habitantes del antiguo Saturno.

Mientras que el antiguo Saturno está evolucionando hacia el antiguo Sol -como se ha descrito en
la última conferencia- los seres que acabo de enumerar también evolucionan hacia una etapa
superior y los Arcángeles entran en la etapa humana. Externamente -podríamos decir físicamente-
el calor se condensa en gas. El Antiguo Sol es un cuerpo gaseoso. Mientras que el Antiguo
Saturno era todavía un cuerpo calórico oscuro, el Sol ya empieza a brillar pero alternando, por así
decirlo, entre lo que podríamos llamar días solares y noches solares, alternancia de particular
importancia, pues existe una enorme diferencia entre la vida solar diurna y la nocturna. Si no se
hubiera producido otra influencia que la que señalé en mis dos conferencias anteriores, los
Arcángeles, que realizaban su condición humana en el antiguo Sol viajarían hacia el Universo en
alas de los rayos luminosos, por el se difundirían y en las noches solares, tendrían que regresar al
seno del Sol. Sería una inhalación y exhalación de la luz, y con ello también de los seres que
hayan su medio vital en esa luz. Pero no fue así.

Permítanme ahora caracterizar la naturaleza de estos Arcángeles, de una forma sencilla, también
podría decir trivial.

Cuando ellos se escapan, les gusta más esa expansión en la espiritualidad del Universo que la
posterior concentración, existencia oprimente y de menos categoría. Les gusta más la vida en el
éter lumínico. Pero no podrían jamás extender su vida en el éter lumínico mas allá de cierto límite,
si nada hubiese acudido en su auxilio. Si los Arcángeles hubieran dependido totalmente de sí
mismos, no hubieran podido hacer otra cosa que regresar dócilmente al Sol durante las noches
solares. Sin embargo, ellos no lo hicieron, sino que prolongaron por mas y mas tiempo su estancia
en el Mundo Espiritual. ¿Quién les ayudó a hacer esto?.
Imaginemos que el círculo pequeño es esfera del Antiguo Sol, los Arcángeles tienden en todas
direcciones hacia fuera, extendiendo su esencia espiritual en el Universo. Lo que favoreció esta
expansión fue la circunstancia de que ciertos seres del Universo salieron a su encuentro. Así
como en el Antiguo Saturno el elemento ígneo de los Tronos, afluía desde el Universo, así también
los Arcángeles en su emigración se encontraron con otras entidades, incluso superiores a los
Tronos, y ellas les ayudaron a permanecer en el mundo espiritual más tiempo del que hubiera sido
posible por si solos.

Estas entidades que desde el espacio espiritual salen al encuentro de los Arcángeles, son los
Querubines (Espíritus de la Armonía) coro particularmente egregio de entidades espirituales
dispuestas a recibir a los Arcángeles con los brazos abiertos. Cuando los Arcángeles se propagan
hacia el exterior, los Querubines acuden a su encuentro desde el Universo y así toda la esfera del
Antiguo Sol se hallaba rodeada del reino de los Querubines que se les acercaban. Del mismo
modo que nuestra Tierra esta rodeada de su atmósfera, así el antiguo Sol se hallaba rodeado por
el reino de los Querubines, en beneficio de los Arcángeles. Por lo tanto, al salir estos a los
espacios universales, contemplaban a sus grandes ayudantes.

¿De qué manera se les acercaban? ¿Cómo se veían?. Solo la conciencia clarividente que puede
leer los Anales Akáshicos puede comprobarlo. Estos Grandes Auxiliadores Universales adoptaron
figuras etéreas bien determinadas. Nuestros antepasados que, a través de sus tradiciones,
todavía eran conscientes de estos significativos hechos, los representaban como peculiares
animales alados, con sus cabezas configuradas de manera diferente: el león alado, el águila, el
toro, el hombre alado. En efecto, los Querubines se acercaban por de pronto desde cuatro lados,
mostrando precisamente los aspectos que corresponden a su posterior popularización. De ahí que
las Escuelas de los primeros iniciados en la época post-Atlante designaron a los Querubines que
desde cuatro lados, se acercaban al Sol con nombres que posteriormente se transformaron en el
Toro, el León, el Águila y el Hombre. Oportunamente nos ocuparemos de ello en mayor detalle;
por hoy nos limitaremos a estudiar los cuatro tipos de Querubines que se acercaron a los
Arcángeles.

He ahí pues el aspecto presentado por el antiguo Sol, cuando sus auténticos moradores
humanos, también llamados Arcángeles, se desplazaron al espacio universal, se les acercaron los
Querubines desde cuatro lados y de cuadruple manera. Y esto les permitió permanecer en la
región espiritual que rodeaba al antiguo Sol por más tiempo de lo que, de otra manera les hubiera
sido posible. Y es que la influencia de los Querubines ejercía sobre los antiguos Arcángeles un
efecto sumamente vivificante en el más alto grado, en el sentido espiritual. Pero como sea que
esa influencia entró en la vecindad del Sol, esa influencia no podía quedar restringida únicamente
a los Arcángeles, tenía que hacerse valer de otra manera. Pues así es siempre; lo que existe en
alguna parte, ejerce efecto múltiple, no único. Pongamos el caso de dos personas que se hallan
en una habitación; una de ellas desea un calor fuerte pero no la otra; sin embargo quedara
afectada por el excesivo calor. Lo mismo sucedió con los Querubines que irradiaban desde el
espacio cósmico: ejercían el efecto descrito sobre las entidades del antiguo Sol que se habían
encumbrado hasta el elemento luminoso y podian vivir en el, acción que, sin embargo solo era
posible durante el día solar, cuando la luz emanaba hacia el espacio cósmico.

Pero también había noches solares cuando no emanaba luz alguna, los Querubines entonces
también estaban en el cielo. En esa fase de oscurecimiento, el planeta solar era tan solo gas y
calor, sin resplandor, los gases calóricos circulaban entonces dentro de la esfera solar. En esta
etapa, los Querubines que de todos modos continuaban enviando sus efectos hacia el Sol, no
podían ejercer normalmente su influencia sobre los Arcángeles, sino que la ejercían sobre el
oscuro humo del Sol, sobre el oscuro gas. En tanto que en el antiguo Saturno los efectos
procedentes del cosmos se producían sobre el calor como tal, ahora, en el Sol, se ejercían sobre
el calor condensado, esto es, sobre el gas. A esta acción de los Querubines hay que atribuir el
hecho de que en el antiguo Sol a partir de la neblina solar se formaran los primeros rudimentos de
lo que hoy llamamos el reino animal. Al igual que sobre el Antiguo Saturno se genero a partir del
calor, el primer rudimento del reino humano, o sea su cuerpo físico, asimismo en el Antiguo Sol se
genera el primer rudimento del reino animal a partir del humo o gas, gracias a las figura de los
Querubines reflejadas en los gases solares.

Estas figuras querubínicas que se extienden por toda la periferia del Sol, integran pues el conjunto
de elevadas entidades que, por un lado se abren a los Arcángeles, y por el otro en las noches
solares hacen surgir del gas o neblina solar, como por magia, los primeros rudimentos físicos del
reino animal. De ahí que los antiguos conocedores de la cosmología espiritual le dieran el nombre
de Zodiaco, esto es, circulo de animales a esas entidades que desde diferentes direcciones del
espacio universal obraban sobre el antiguo Sol. He ahí el significado del zodiaco. En el antiguo
Saturno los Tronos derraman y sacrifican la sustancia precursora del cuerpo físico humano; en el
Sol, se empieza trazando las primeras formas del reino animal, gracias a que los Querubines que
se reflejan en el gas, es decir, en la sustancia calórica condensada, las evocan de ella.
Inicialmente, los animales son, pues, trasuntos solares del zodiaco, existe una autentica relación
interna entre el zodiaco y los animales que están en trance de devenir en el Sol.

En verdad, hubo buenas razones para dar semejantes nombres, y no se crean que, en aquellos
tiempos los nombres se inventaron porque si. Uno nunca debe pensar que en aquellos tiempos
antiguos los nombres fueran escogidos al azar. Hoy en día, cuando se descubre un nuevo planeta
en la cadena planetaria, ¿qué dice el astrónomo que haya tenido la suerte de descubrirlo?. Abre el
diccionario y buscan algún nombre tomado de la mitología griega que de casualidad todavía está
desocupado, y se lo cuelga a su estrella. En los tiempos en que en los nombres debían expresar
la esencia de las cosas, es decir, en los tiempos en que los Misterios se hallaban en todo su
apogeo, los nombres nunca se daban así; las denominaciones de antaño denuncian siempre un
significado profundo del objeto. Las formas de nuestros animales, aunque hoy se hallen
desfiguradas en caricatura, se extrajeron de la periferia del Universo, de la configuración del
zodiaco, tal como existía entonces.

Puede que les haya llamado la atención el que aquí solo se apuntaran cuatro de los nombres
zodiacales. Si bien estos son las expresiones principales para los Querubines, cada una de las
figuras querubínicas tiene un descendiente o acompañante a la izquierda y a la derecha. Imaginen
a cada Querubín escoltado de dos acompañantes, y así tendrán doce potencias en la
circunferencia del Sol, que tienen que cumplir su misión cósmica conforme acabo de describir.

Ahora se puede preguntar: ¿Qué relación tiene esto con los nombres comunes del Zodiaco?. A
ello dedicaremos un comentario durante los próximos días, pues la secuencia de nombres ha
cambiado un poco. En general se empieza a contar con Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo. Luego
siguen Virgo y Libra. El Águila, por cierta transformación posterior tuvo que aceptar que la
rebautizasen como Escorpión, por buenas razones. Siguen los dos acompañantes: Sagitario,
Capricornio. El Hombre, por causas que oportunamente conoceremos se llama ahora Acuario.
Finalmente Piscis. Así pues, la figura primordial de la que ha surgido el zodiaco, ya no trasluce
sino en Tauro y Leo y un poco en el Hombre, que en ordinaria terminología exotérica, se llama
Acuario. En los próximos días veremos el porqué de estas transformaciones.

Sintetizando, en el antiguo Saturno, elevadas entidades espirituales, los Tronos, segregan de su


propia sustancia la materia ígnea. Otras entidades aun superiores, los Querubines recogen en su
propio ser, la luz que nace de esa materia ígnea y transfiguran y enaltecen su condición luminosa.
Sin embargo, cada enaltecimiento en el Universo, clama porque se produzca un rebajamiento para
crear la necesaria compensación. Así, para que, de día, los Arcángeles encuentren la oportunidad
de expandir su existencia espiritual, los Querubines tienen que continuar actuando de noche, y
objetivar, en la sustancia calórica condensada a neblina, humo y gas, los entes y formas animales
inferiores al hombre.

Con ello, hemos adquirido en sentido de la sabiduría primordial, una primera visión de la acción
concertada de ciertas entidades espirituales del Universo con nuestro propio cuerpo celeste;
hemos visto, asimismo, que lo que física y externamente sale a nuestro encuentro, siempre puede
atribuirse a entidades espirituales. Lo que hoy tan profanamente se llama zodiaco, tiene su
oriundez en la ronda de los Querubines que desde la periferia universal, ejercían su influencia
sobre el antiguo Sol, cuando este irradiaba hacia el Universo cual energía luminosa, su propia
energía.

Así hemos derivado el importante concepto del zodiaco y mañana continuaremos dentro de esta
misma línea, podremos paulatinamente ascender a otros conceptos sobre los cuerpos celestes y
verter mas y mas luz sobre su relación con las Jerarquías Espirituales.

Traducido por Gracia Muñoz con ayuda del texto de Juan Berlín traducido del alemán.

GA159. Las cuatro grandes virtudes

Nov23

Rudolf Steiner – Zürich 31 de enero de 1915

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Nuestra ciencia espiritual tiene la tarea de eliminar de nuestra conciencia —de hecho, de toda
nuestra vida interior— la brecha que existe entre nuestra conciencia humana exterior dirigida al
mundo físico, donde el hombre vive entre el nacimiento y la muerte y el mundo espiritual donde el
hombre vive la otra parte de la totalidad de su existencia, el tiempo entre la muerte y un nuevo
nacimiento.

Para alguien que vive la ciencia espiritual con cada fibra de su alma, esto es bien conocido, e
incluso obvio. Podemos decir además que en momentos como éste se torna en algo
particularmente sagrado. A través de los graves hechos de la guerra hemos perdido en muy poco
tiempo unos cuantos queridos amigos y miembros, y otros están a punto de acompañarles en sus
últimos pasos por la Tierra. Mañana por la mañana a las once tendremos aquí en Zürich la
cremación de un querido miembro, la señora Dr. Colazza, y acabamos de escuchar que nuestro
querido amigo Fritz Mitscher murió esta tarde alrededor de las cinco, cerca de Davos. Con estos
dos miembros, almas queridas que han dejado el plano físico; la ciencia espiritual nos ha
mostrado el camino para entender en un sentido mucho más elevado que dichas almas no se
pierden, sino que permanecemos unidos con ellas.

Contamos con un número considerable de almas que pertenecen a nuestro movimiento y que han
pasado a través del portal de la muerte. Y a partir de las fuentes de las que fluye hacia nosotros el
conocimiento del espíritu, se puede decir que estas almas se han convertido en fieles compañeros
que trabajan con nosotros desde el mundo espiritual, cada uno según le compete. Con la plena
responsabilidad con la que esto se puede decir, teniendo una base firme en el conocimiento
espiritual, puedo afirmar que con ellos hemos cimentamos los pilares que sostienen nuestro
movimiento espiritual. Muchos de los que han pasado por el portal de la muerte trabajaron dentro
de nuestro movimiento espiritual, y ahora lo contemplan y sobre el dirigen su amor. Durante el
periodo entre el nacimiento y la muerte permanecieron unidos a la aspiración que se representa en
nuestro círculo. Ellos han dejado algo tras de sí en nuestra sociedad, y lo llevan en sí mismos en
su camino entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Así como podemos mirar hacia atrás en el mundo de la naturaleza que nos rodea, podemos
hacerlo con nuestra vida física a partir de ese momento, que podemos comparar con el
nacimiento del hombre. Inmediatamente después de la muerte, el hombre entra en una condición
que puede ser comparada con la vida embrionaria, con la vida dentro del cuerpo materno,
excepto que este periodo en la vida después de la muerte se puede contar en días, y es mucho
más corto que la vida embrionaria en relación a la vida física. Luego sigue lo que puede ser
comparado con el nacimiento en el mundo físico, con la primera respiración. A esto lo podemos
llamar el despertar en el mundo espiritual; se tiene la percepción de que la voluntad del alma que
ha pasado por el portal de la muerte es recibida por los seres de las jerarquías más elevadas. Al
igual que el ser humano que entra en el mundo físico a través de su madre se encuentra
preparado para recibir el aire exterior despertando gradualmente sus sentidos, de la misma
manera llega un momento después de la muerte, donde el alma siente que el poder de su
voluntad —que durante la vida física estaba confinada en los límites del cuerpo físico— ahora
fluye hacia el universo. Y siente cómo es recibida por los seres de la jerarquía más próxima, la
jerarquía de los Ángeles. Esto es semejante a una primera respiración en el mundo espiritual y al
crecimiento gradual en el ambiente espiritual; la experiencia espiritual nos lo muestra.

Me gustaría hablar del destino de aquellos que en el transcurso de los años, han dejado el plano
físico. Quisiera mirar a los que se han unido a nuestro movimiento espiritual aquí, y que informan a
las almas humanas que aún están encarnadas sobre las condiciones en que ellos viven. Ser capaz
de relacionarse así en la memoria de la vida terrenal es algo que incluso aquí, en el mundo físico
pertenece ya al mundo espiritual. Para aquellos que han pasado por el portal de la muerte esto es
algo infinitamente precioso y significativo cuando, como un afluente de río, pueden fluir por la
corriente que va hacia ellos desde el mundo físico y que tiene su origen en lo que experimentaron
en nuestro movimiento —la corriente de los pensamientos de quienes están vinculados a ellos
por amor o por lazos familiares— entonces la comunidad une mucho más de lo que podría llegar
a estarlo en nuestros tiempos materialistas pues esta basada en relaciones espirituales.

Podemos decir: más de uno de los que han atravesado temprano el portal de la muerte hacia el
mundo espiritual, da la impresión de que lo hubieran hecho desde un íntimo amor por nuestro
movimiento espiritual, con el fin de poder ayudar teniendo mayores fuerzas desde mundo
espiritual. Entre un número considerable de los que han cruzado el umbral, vive en sus almas una
sensación maravillosamente clara sobre las necesidades de nuestro movimiento espiritual. Para el
que puede mirar en el mundo espiritual a todos los que han pasado por la puerta de la muerte, y
ahora miran hacia abajo al movimiento con el que estaban conectados, son como mensajeros
espirituales de nuestro movimiento. Llevan sus normas ante nosotros, y nos dicen
constantemente: estábamos convencidos de la necesidad de este movimiento mientras
convivimos con vosotros. Pero ahora que hemos ingresado en el mundo espiritual, sabemos que
podemos ayudar y cómo hacerlo en un momento en el que este movimiento es necesario.
Esto es algo que para quienes permanecen aquí en el plano físico se hará cada vez más
perceptible al perder a las personas queridas. Para ellos, lo que se ha dicho puede darles el
consuelo más profundo, porque encuentran aquí todo lo que puede generar una conexión aún
más profunda entre las almas con las que ya no podemos conectarnos en el ámbito de la
manifestación externa, a través de los ojos y palabras físicas.

Este movimiento espiritual, del cual somos parte, ha de generar algo de magnitud. Hoy me
gustaría tocar un capítulo en particular. En un tiempo como el nuestro, en el que la civilización —a
pesar de los últimos ecos de las antiguas religiones— se basa completamente en una conciencia
materialista, sólo puede desarrollar los impulsos de la vida moral de una manera tal que
únicamente reconoce la vida entre el nacimiento y la muerte. Entre las muchas cosas que
deberían tener lugar en nuestro movimiento espiritual, una de ellas sería el desarrollo de un nueva
vida moral de la humanidad. Puesto que los hombres tendrán que aprender a considerar la vida
moral desde un punto de vista que se extiende más allá del nacimiento y la muerte y que
reconoce el hecho de que el alma humana pasa a través de vidas consecutivas a la Tierra y que
el alma que portamos en nosotros entre el nacimiento y la muerte ha pasado ya por muchas otras
vidas, y puede esperar otras vidas futuras. Cuando extendemos nuestra visión de una sola vida a
una serie de vidas sucesivas, obtenemos una comprensión más amplia de nuestra existencia y
una comprensión más sólida de lo que es la virtud y la moral.

Cuando hablamos de las virtudes humanas podemos distinguir cuatro de ellas que se pueden
describir en el lenguaje de uso común. Hay otra virtud, que como indicare más adelante vive en
las profundidades del alma humana y de la cual debemos hablar lo menos posible —como
veremos— por razones sagradas. Todas las otras virtudes que existen en la vida y que en su
conjunto constituyen la moral, pueden considerarse como ejemplos particulares de las cuatro
virtudes que vamos a considerar, cuatro virtudes de las cuales la antigüedad especialmente tenía
mucho que decir.

Platón, el gran filósofo de la antigua Grecia, distingue estas cuatro virtudes en particular, porque
fue capaz de tomar su sabiduría de los ecos de los antiguos Misterios. Bajo la influencia de los
Misterios, Platón pudo distinguir las virtudes mucho mejor que los filósofos posteriores y los de
nuestra época, donde la sabiduría de los Misterios se ha vuelto tan remota y caótica.

La primera virtud que vamos a considerar, si hablamos de moralidad a partir de un conocimiento


integral de la naturaleza humana, es la virtud de la Sabiduría. Pero esta Sabiduría debe entenderse
en un sentido más profundo de lo que se suele hacer, más en relación con la ética.

La Sabiduría no es algo que llega al hombre por sí misma; menos aún se puede aprender en el
sentido corriente. No es fácil describir cuál debería ser su significado. Si pasamos por la vida de
tal manera que los acontecimientos actúan en nosotros y aprendemos de ellos, considerando
cómo podríamos haber hecho esto o aquello más adecuadamente, cómo podríamos haber usado
nuestras capacidades con más fuerza y eficacia —si estamos atentos a todo en la vida, de
manera que cuando nos encontramos por segunda vez con una experiencia similar podemos
tratarla con mas tiento al habernos beneficiado con la primera experiencia— entonces nuestra
Sabiduría se acrecentará. Si preservamos a lo largo de la vida un estado de ánimo capaz de
aprender de ella, de poder considerar todo lo que nos trae la naturaleza y la experiencia de tal
manera que aprendemos de ella, no simplemente acumulando conocimiento sino haciéndonos
interiormente mejores y más enriquecidos, entonces hemos recogido la Sabiduría y lo que hemos
experimentado no ha sido inútil para nuestra vida anímica.

La vida será inútil para nosotros si pasan décadas y todavía seguimos juzgando algo que hemos
experimentado de la misma manera que lo hicimos anteriormente. Si atravesamos la vida de esa
manera, nos estamos alejando de la Sabiduría. El karma nos puede haber confrontado en la
juventud con algo que nos enfureció y condenamos tal o cual acción humana. Si mantenemos
esta actitud, estamos haciendo un mal uso de nuestras vidas. La usamos bien si, suponiendo que
en nuestra juventud formamos juicios severos, en una etapa posterior de la vida ya no lo juzgamos
con dureza sino con la comprensión y el perdón, si hacemos el esfuerzo de querer comprender.
De mantener el carácter que desde el nacimiento se irrita por alguna cosa y nos despierta una ira
furiosa y a medida que envejecemos ya se va desvaneciendo el enojo de nuestra juventud, ya no
sentimos ira y nos hemos vuelto más tolerantes —entonces hemos usado la vida de acuerdo con
la Sabiduría. Si éramos materialistas en nuestra juventud pero despues nos permitimos
experimentar lo que nuestro tiempo nos puede traer como revelaciones del mundo espiritual,
entonces hemos usado nuestra vida de acuerdo con la Sabiduría. Si nos cerramos a las
revelaciones del mundo espiritual, no estamos usando nuestra vida de acuerdo con la Sabiduría.

Para enriquecernos de esta manera y alcanzar un horizonte más amplio, podemos hacer uso de la
vida de acuerdo con la Sabiduría. Lo que la ciencia espiritual nos propone es capaz de ayudarnos
a abrirnos hacia la vida a fin de ser más sabios. La Sabiduría es algo que se opone fuertemente al
egoísmo humano. La Sabiduría es algo que siempre cuenta con el curso de los acontecimientos
universales. Nos dejamos instruir por el curso de los acontecimientos universales porque esto nos
libera del juicio estrecho establecido por nuestro ego. Fundamentalmente, un hombre sabio no
puede juzgar de manera egoista; porque si uno aprende del mundo y crece en entendimiento
sobre el mundo, entonces permite que el juicio sea corregido por el mundo. Así la Sabiduría nos
aleja de la visión estrecha y limitada y nos pone en armonía con nosotros mismos. Se podría
describir mucho más para formar gradualmente una imagen de la Sabiduría. No debemos intentar
una definición de tales ideas, sino mantener nuestros corazones abiertos con el fin de crecer más
sabios, incluso en Sabiduría.

Aquí en el mundo físico, para todo lo que el hombre debe experimentar en la vida de vigilia debe
usar los instrumentos de la naturaleza externa física y etérica. Entre el nacimiento y la muerte
estamos fuera de nuestro cuerpo físico y etérico con nuestro ser anímico, es decir el Yo y el
cuerpo astral, durante nuestros períodos de sueño. En nuestra condición consciente y despierta
usamos como instrumentos nuestros cuerpos físico y etéreo. Cuando nos imbuimos de Sabiduría,
cuando intentamos vivir acorde a la Sabiduría en la acción y el pensamiento, en los sentimientos
y las percepciones, utilizamos los órganos de nuestros cuerpos físicos y etérico que son, por así
decirlo, los más perfectos en nuestra vida terrenal. Órganos que se han desarrollado durante un
período más largo, que fueron preparados en A. Saturno, A. Sol y A. Luna y que forman parte de
nuestras vidas como una herencia, habiendo alcanzado una cierta culminación.

Me gustaría darles desde otro punto de vista, una idea de lo que puede ser entendido por los
órganos más o menos perfectos. Tomemos por un lado nuestro cerebro. El cerebro no es el
órgano más perfecto, pero aún podemos decir que es más perfecto que otros órganos, por ello ha
necesitado más tiempo para su evolución. Podemos comparar el cerebro con nuestro torso, al
cual pertenecen nuestras manos. Cuando tenemos la intención de hacer algo con nuestras
manos, generamos el pensamiento: yo extiendo mi mano, tomo el vaso, y retiro la mano. ¿Qué he
hecho? Extendí la mano no sólo física, sino también la etérica, la mano astral y una parte de mi
Yo; la parte física fue con ellos.

Si sólo pienso, la conciencia clarividente puede ver cómo algo a modo de brazos espirituales se
extiende desde la cabeza, pero el cerebro físico permanece dentro del cráneo. Así como mi mano
etérica y astral pertenecen a mi mano física, algo etéreo y astral pertenece al cerebro. El cerebro
no puede seguirles, pero las manos pueden seguir. En un tiempo futuro las manos se fijarán y
sólo podremos mover su parte astral. Las manos están en camino de convertirse en lo que hoy ya
es el cerebro. En épocas anteriores, durante los antiguos períodos del Sol y de la Luna, lo que hoy
se extiende desde el cerebro como algo que es sólo espiritual, todavía estaba acompañado por el
órgano físico. El cráneo lo ha cubierto ahora, de modo que el cerebro físico se mantiene firme
dentro de él durante la evolución de la Tierra. El cerebro es un órgano que ha pasado por más
etapas de evolución. Las manos están en el camino de llegar a ser similares al cerebro, ya que el
hombre en su totalidad está en camino de convertirse en un cerebro. Así, hay órganos que son
más perfectos, y que han evolucionado hacia algo más contenido en sí mismo, y otros que son
menos perfectos. Los órganos más perfectos se usan para aquello que obtenemos por medio de
la Sabiduría. Nuestro cerebro común y corriente es realmente usado sólo como instrumento para
la forma más inferior de la Sabiduría, la inteligencia terrenal. Cuanto más adquirimos Sabiduría,
menos dependemos de nuestro cerebro, más actividad se retira (algo desconocido para la
anatomía externa) a nuestro cerebelo, a ese cerebro más pequeño encerrado en nuestro cráneo
que semeja a un árbol. Cuando nos hemos vuelto sabios, cuando nos hemos convertido en
Sabiduría, nos encontramos de hecho bajo un “árbol”, que es nuestro cerebelo y que luego
comienza a desplegar su actividad.

Imaginad cómo un hombre que ha llegado a ser especialmente prudente extiende los órganos de
su Sabiduría poderosamente, como las ramas de un árbol. Se originan en el cerebelo, que se
mantiene dentro de la cubierta dura del cráneo; pero los órganos espirituales se extienden lejos, y
el hombre entonces está bajo el árbol, el árbol de Bodhi, en la realidad espiritual.
Y así vemos también que lo que hacemos con Sabiduría es lo más espiritual de nosotros, o al
menos pertenece a lo más espiritual, porque los órganos ya están en reposo. Si hacemos algo con
nuestras manos, debemos usar parte de nuestra fuerza en el movimiento de la mano. Si formamos
un juicio sabio o decidimos algo sabiamente, los órganos permanecen en reposo, la fuerza ya no
se usa sobre el órgano físico. Allí somos más espirituales; esos órganos que utilizamos en el plano
físico para el desarrollo de la Sabiduría, son aquellos en los que necesitamos usar la menor
cantidad de energía —en ese sentido son los más perfectos.

De este modo la Sabiduría es algo en la vida moral que permite a los hombres experimentarse a sí
mismos de una manera espiritual. Está conectado con lo que el hombre alcanza en el camino de
la Sabiduría y que le permite obtener el mayor producto de sus encarnaciones anteriores. Debido
a que podemos vivir en la Sabiduría dentro del espíritu y sin ningún esfuerzo por parte de los
órganos físicos, estamos más capacitados a través de la vida para hacer fructífero lo que hemos
adquirido para esta vida, lo que ganamos en Sabiduría de encarnaciones anteriores.

Tenemos en alemán una buena expresión de un hombre que se niega a ser sabio. Lo llamamos un
filisteo. [ en alemán e inglés los significados de la palabra son bastante diferentes. (Tr.) ] Un filisteo
es un hombre que se resiste al desarrollo de la Sabiduría, que quiere permanecer y recorrer su
vida sin alterar sus opiniones. Un hombre que trata de llegar a ser sabio hace el esfuerzo de
trabajar por conseguirlo, y su trabajo se va almacenando en el curso de las encarnaciones
anteriores. Cuanto más sabios nos volvemos, más traemos de encarnaciones anteriores al
presente, y si no deseamos llegar a ser sabios, de modo que dejamos estéril la Sabiduría
desarrollada en encarnaciones anteriores, entonces hay alguien que viene a buscarla: Ahriman.

A nadie le gusta más que a Ahriman el que no seamos capaces de lograr una mayor
Sabiduría. Tenemos el poder para hacerlo. Hemos ganado mucho, mucho más en encarnaciones
anteriores de lo que creemos; ganamos mucho más durante los tiempos en los que hemos pasado
a través de las antiguas condiciones de clarividencia. Todo el mundo podría llegar a ser mucho
más inteligente de lo que consigue ser. Nadie tiene la excusa de que no podría traer mucho más
del pasado. Pues ser sabio significa que uno desarrolla lo que se ha ganado en encarnaciones
anteriores de tal manera que nos llena en esta encarnación.

Otra virtud puede ser llamada —aunque es difícil de describir con exactitud— la virtud del
Coraje. El Coraje es un estado de ánimo que no permanece pasivo ante la vida, que está listo para
usar su fuerza y actividad. Se puede decir que esta virtud viene del corazón. De quien tiene esta
virtud en la vida ordinaria, se puede decir: él tiene su corazón en el lugar correcto. Esta es una
buena expresión de nuestra condición cuando no nos acobardamos ante lo que la vida nos pide,
cuando estamos dispuestos a actuar y sabemos cómo intervenir cuando sea necesario. Tenemos
esta virtud cuando nos ponemos en movimiento, con confianza y valentía. Está conectada con
una vida de sentimiento saludable, desarrollar la valentía en el momento oportuno, mientras que
su ausencia provoca la cobardía. Esta virtud naturalmente se puede utilizar en el curso de la vida
física sólo a través de órganos específicos. Estos órganos, a los que pertenece el corazón físico y
etérico, no son tan perfectos como los que sirven a la Sabiduría. Estos órganos están en vías de
transformación y de hecho, serán diferentes en el futuro

Hay una gran diferencia entre el cerebro y el corazón en su relación con la evolución
cósmica. Supongamos que un hombre pasa por el umbral de la muerte, y atraviesa la vida entre la
muerte y un nuevo nacimiento. Su cerebro es por sobre todo una obra de los dioses. El cerebro
está permeado por fuerzas que lo abandonan por completo cuando pasa por la muerte de manera
que en su próxima vida el cerebro será completamente nuevo, no sólo físicamente, sino también
lo serán sus fuerzas interiores. Este no es el caso del corazón. Con el corazón, no propiamente el
corazón físico sino las fuerzas que actúan en él, continúan existiendo. Estas fuerzas acompañan al
cuerpo astral y al Yo, continuando su existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento. Las
mismas fuerzas que llenaron nuestros corazones, latirán de nuevo en nuestra la próxima
encarnación. Lo que funciona en el cerebro ha desaparecido; no aparece en la siguiente
encarnación. Pero las fuerzas activas del corazón vuelven a aparecer en la próxima
encarnación. Si contemplamos el interior de la cabeza podemos decir: las fuerzas invisibles que
componen el cerebro están trabajando allí. Pero cuando el hombre pasa por el portal de la muerte,
estas fuerzas retornan al universo. Pero si percibimos el latido del corazón humano, percibiremos
fuerzas espirituales que no sólo están presentes en esta encarnación sino que van a continuar
viviendo en la próxima encarnación, atravesando la muerte y pasando a un nuevo nacimiento.

El sentimiento popular tiene unas ideas maravillosas sobre tales cosas. Es por esto que se
preocupan tanto por el sentimiento del latido del corazón, no porque se valore tanto el latido físico
en sí mismo, sino porque estamos mirando algo mucho más eterno cuando consideramos el latido
del corazón humano. Si tenemos la virtud del valor, de la valentía, para ello sólo podemos utilizar
una parte de ciertas fuerzas. Debemos usar la otra parte que corresponde a los órganos que son
el instrumento para esta virtud. Son órganos para los que todavía tenemos que utilizar parte de las
fuerzas en cuestión. Si no somos valientes, si nos dejamos ir y nos amilanamos, abandonándonos
a nuestra propia gravedad, entonces no podemos dar vida a aquellas fuerzas que tienen que
acompañar el uso de la cualidad del Coraje en la vida.

Cuando recorremos la vida de una manera cobarde, las fuerzas que deben activar nuestros
corazones permanecen sin utilizar. Entonces son semillas para Lucifer. Él se hace cargo de ellas y
careceremos de las mismas en la próxima vida. Pues ser cobarde ante la vida significa abandonar
una serie de fuerzas a Lucifer; y éstas nos faltarán cuando tratemos de construir nuestro corazón
para nuestra próxima encarnación. Y este corazón debe ser el órgano, el instrumento para el
valor. Entonces volvemos al mundo con órganos defectuosos, subdesarrollados.

La tercera virtud cuenta con los órganos menos perfectos, los que lograrán una forma en el futuro,
los que en la actualidad contienen sólo la semilla. Esta virtud puede llamarse Templanza. [La
palabra alemana “Besonnenheit” parece imposible de traducir adecuadamente al inglés.
“Templanza” es ampliamente utilizado para la palabra de Platón σωφροσύνη) (Tr.)] Una sombra de
ella se puede llamar “moderación”. Tenemos, pues, tres virtudes: Sabiduría, Coraje y Templanza.
[Otra traducción para la σωφροσύνη de Platón es ‘Prudence.’ – e.Ed].
Alegoría de la Templanza

Ahora es posible ser destemplado en las formas más variadas. Uno puede ser destemplado en el
exceso de comer y beber; esta es su forma más inferior. Aquí el alma queda absorbida por el
deseo corporal y vivimos a través de nuestro cuerpo en su totalidad. Pero si controlamos nuestro
deseo, si ordenamos al cuerpo lo que no debe hacer, entonces somos templados o moderados.
Con tal moderación mantenemos en el orden correcto a las fuerzas que deben ayudarnos, para
que no abandonemos en Lucifer los órganos concernientes para la siguiente encarnación. Pues
entregamos a Lucifer aquellas fuerzas que malgastamos en una vida de pasión. Lo hacemos de la
peor manera cuando nuestras pasiones nos embriagan, y nos contentamos con vivir en un estado
ilusorio y somnoliento.
Cuando perdemos nuestra clara conciencia a través de la intemperancia estamos siempre
abandonando poderes a Lucifer. Él toma estos poderes y así nos priva de las fuerzas que
necesitamos para los órganos de la respiración y la digestión. Volvemos con órganos de
respiración y digestión defectuosos si no practicamos la virtud de la moderación. Aquellos que se
dejan devorar por sus deseos, que se entregan a la vida de sus pasiones, son candidatos a ser
seres humanos decadentes en el futuro, aquellos seres humanos futuros que sufrirán todo tipo de
faltas en su cuerpo físico.

Se puede decir que esta virtud de la Templanza depende de los órganos humanos menos
perfectos, esos órganos que están en el comienzo de su desarrollo y que tienen que ser
fundamentalmente transformados. Cuando consideramos nuestros órganos de digestión y todo lo
que está conectado con ellos, se ponen en movimiento por el uso de Yo, del cuerpo astral, del
cuerpo etérico y del cuerpo físico.

Es diferente con aquellos órganos que son los instrumentos para el Coraje. Aquí nuestro Yo se
mantiene más o menos por fuera y nos movemos libremente; sólo lo que es astral y etérico en
nosotros queda absorbido por lo físico.

Si vamos más allá, a las virtudes abarcadas por la Sabiduría, conservamos el Yo y el cuerpo astral
en un libre desapego. Porque a medida que nos volvemos más sabios, desarrollamos la
organización del cuerpo astral y conseguimos el control sobre ella. Eso es lo esencial, que al
hacernos sabios transformamos el cuerpo astral en el Yo-Espiritual y entonces sólo el cuerpo
etérico acompaña al físico.

En el cerebro sólo lo etérico acompaña al físico. Mientras que durante la vigilia —en relación con
el resto del cuerpo— estamos estrechamente conectados, al menos con nuestra naturaleza
astral, con el órgano físico, retenemos para el cerebro la condición que tenemos en el sueño en el
más alto grado. Por lo tanto, necesitamos dormir físicamente especialmente por el cerebro.
Porque cuando estamos despiertos también estamos fuera del cerebro con nuestro Yo y nuestro
cuerpo astral, y éstos tienen que hacer los mayores esfuerzos dentro de sí mismos sin apoyarse
por el órgano externo.

Así, encontramos una conexión entre nuestro ser humano y las virtudes. Podemos decir que la
Sabiduría es una virtud que pertenece al hombre como ser espiritual, donde está libremente activo
con su Yo y su cuerpo astral, utilizando sólo los órganos físicos y etéricos como una especie de
base. Podemos nombrar al Coraje como la virtud activa, donde el hombre sólo es libre con su Yo,
y que se apoya en su cuerpo astral, etéreo y físico. Y por último, podemos hablar de la Templanza,
en donde la semilla contenida en nuestro Yo se está liberando; donde nuestro Yo está todavía
ligado a los cuerpos astral, etéreo y físico, sin embargo con nuestro Yo estamos empezando a
trabajar nosotros mismos en liberarnos de estos lazos.

Hay, pues, otra virtud que es quizás la más espiritual de todas. Está relacionada con todo el ser
humano. Hay un ejercicio del ser humano que perdemos temprano, que sólo lo poseemos en los
primeros años de la infancia. He mencionado esto a menudo. Cuando entramos en el plano físico
aún no tenemos la actitud que forma parte de nuestra dignidad humana: nos arrastramos,
gateamos. He señalado que sólo alcanzamos la actitud correcta, la posición vertical, a través de
nuestras propias fuerzas. Desarrollamos también las fuerzas que intervienen en el habla. En los
primeros años de nuestra vida desarrollamos las fuerzas que en su mayor parte nos guían a la
posición que tenemos en el mundo como verdaderos hombres. No entramos en el mundo de tal
manera que ya logramos hallar la dirección correcta. Rastreamos. Pero nos ubicamos en ella
razonablemente cuando dirigimos la cabeza hacia afuera, hacia las estrellas. Esto corresponde a
las fuerzas interiores.

En la vida posterior perdemos estas fuerzas. Ya no aparecen. No hay nada que ingrese de nuevo
en la vida humana tan radicalmente como el aprender a caminar y permanecer erguido. En
relación con la posición vertical nos vamos cansando más y más. Si empezamos por la mañana a
vivir con nuestro cerebro, entonces cuando concluye el día estamos cansados y necesitamos
dormir. Lo que nos hace permanecer erectos en la infancia, cuando estamos cansados, seguimos
cansados a lo largo de la vida y nos debilita, y nada es comparable a los logros que como niños
conseguimos para la vida posterior.

¿Y cómo nos dirigimos a la vida cuando aprendemos a hablar? Las fuerzas de dirección también
funcionan cuando aprendemos a hablar. Pero las fuerzas que usamos en la primera infancia no se
pierden para nosotros en la vida posterior. Permanecen en nosotros, pues están conectadas con
una virtud; con una virtud que se relaciona con la rectitud y el derecho, con la virtud de la Justicia
que todo lo abarca, la cuarta virtud. El mismo impulso que ponemos en práctica cuando somos
niños para levantarnos, vive en nosotros si tenemos la virtud de la Justicia, la cuarta mencionada
por Platón.

Quien realmente ejerce la virtud de la Justicia pone cada cosa y cada ser en su lugar correcto, y
sale de sí mismo para entrar en los otros. Eso es lo que comprende la Justicia. Vivir en Sabiduría
significa sacar los mejores frutos de las fuerzas que hemos almacenado durante las
encarnaciones anteriores. Aquí tenemos que señalar hacia lo que nos fue impartido durante las
encarnaciones anteriores, donde todavía estábamos permeados por las fuerzas divinas; con la
Justicia debemos señalar hacia algo más: hemos surgido del universo. Ejercemos la Justicia
desarrollando aquellas fuerzas que nos relacionan espiritualmente con todo el universo. La
Justicia es la medida de la conexión del hombre con lo divino. En la práctica, la injusticia es
equivalente a la impiedad; equivalente a aquel que ha perdido su origen divino; Nosotros
blasfemamos contra Dios, al Dios de quien surgimos, si cometemos una injusticia a cualquier
hombre.

Por lo tanto tenemos dos virtudes, la Justicia y la Sabiduría, que nos llevan a épocas anteriores, a
encarnaciones anteriores, a los momentos en los que estábamos todavía en el seno de la
divinidad. Y tenemos otras dos virtudes, el Coraje y la Templanza, que nos guían hacia
encarnaciones posteriores. Cuanto más usemos estas virtudes, menos fuerzas damos a
Lucifer. Hemos visto cómo lo que corresponde a la naturaleza del Coraje y de la Templanza
ingresa en los órganos, y cómo de ese modo se preparan los órganos para la próxima
encarnación. De la misma manera la vida moral se extiende hacia el futuro, cuando nos llenamos
de espiritualidad. Dos virtudes brillan desde la última encarnación: La Sabiduría y la Justicia. El
Coraje y la Templanza brillan a lo largo de las encarnaciones venideras.

Un tiempo vendrá cuando los hombres verán claramente que están cayendo por sí mismos en las
fauces de Ahriman, cuando se encierran fuera de la Justicia y la Sabiduría. Lo que era suyo de
encarnaciones anteriores, lo que pertenecía al mundo divino, sería arrojado a Lucifer a través de
acciones destempladas o cobardes. Todo lo que puede ser aprovechado por Lucifer arrebata los
poderes a nuestra disposición para la construcción de nuestro cuerpo en la próxima vida.

No podemos practicar la Sabiduría y la Justicia sin volvernos desinteresados, como ya he


indicado. Sólo un hombre egoísta puede ser injusto. Sólo un hombre que busca el ego puede
estar dispuesto a permanecer imprudente. La Sabiduría y la justicia nos llevan más allá de nuestro
propio Ser y nos hacen miembros de todo el organismo de la humanidad. El valor y la templanza
nos hacen, en cierto sentido, miembros de todo el organismo de la humanidad; Sólo
experimentando el Coraje y la Templanza y expresándolos en nuestras vidas, nos proveemos para
el futuro de un organismo más fuerte que tomará su lugar dentro de la humanidad. Entonces no
perdemos lo que de otro modo lanzaríamos a Lucifer.

El egoísmo se transforma por sí mismo en abnegación cuando la Justicia se extiende


correctamente sobre todo el horizonte de la vida y el hombre encuentra su lugar a la luz de la
cuarta virtud. Eso es lo que traerá la Sabiduría espiritual para el futuro del hombre, y se extenderá
sobre la ética y la vida moral.

Esto se verterá en el método educativo también. A través de la comprensión de la Sabiduría y la


justicia en el sentido que he indicado, surgirá el deseo de aprender todo a través de la vida. Se
verá que uno tiene que comenzar a aprender de la manera correcta cuando uno ya ha dejado
atrás la juventud —mientras que la gente piensa ahora que no necesitan aprender nada más, una
vez que su juventud ha pasado. De esta manera, incluso las obras de arte más grandes y más
nobles de los grandes poetas se perderían. Los entenderíamos mejor si los retomamos de nuevo
en la vejez. Si la gente lee la Ifigenia de Goethe o el Tell de Schiller, generalmente piensan: ya
leímos eso en la escuela. Eso no está bien; uno no debe olvidar que estos escritos tienen su mejor
efecto si son leídos en la vida posterior, pues entonces desarrollan la Justicia y la Sabiduría.

Y de nuevo la educación de los niños traerá fruto especial si la virtud del Coraje y la virtud de la
Templanza se ven en la luz adecuada. Donde los niños deben ser educados, estas virtudes deben
ser consideradas de manera individual, al mostrar a los niños una y otra vez que las necesitan
para apoyarse en la vida con valor y no tener miedo o sustraerse a todo tipo de cosas; y que
capten la vida con moderación y moderadamente, con el fin gradual de liberarse de sus
pasiones. Una cantidad inmensa se puede hacer por la educación de los niños de esta manera. En
el curso posterior de nuestro estudio de la ciencia del espíritu estas cosas tendrán que ser
desarrolladas con mayor detalle.

Así vemos que, si bien la vida ética sólo provee leyes relacionadas con la vida entre el nacimiento
y la muerte, en el plano físico externo las consideraciones de la ciencia espiritual se extienden a
un horizonte ilimitado. Lo mismo ocurre con otras cosas en la ciencia espiritual. La humanidad ha
tenido que experimentar en relación con la ciencia de la naturaleza la extensión de sus horizontes.
Giordano Bruno mostró a los hombres que no sólo está la Tierra, sino muchos otros mundos en el
espacio cósmico. La ciencia espiritual muestra a los hombres que no hay una sola vida terrenal
sino muchas vidas terrenales. Antes de Giordano Bruno los hombres creían que había un límite
fijo en el cielo. Giordano Bruno demostró que no hay límite, que el azul del cielo no es un límite. La
ciencia espiritual muestra que el nacimiento y la muerte no están allí, sino que los introducimos en
la vida a través de la limitación de nuestra comprensión.

Así, el abismo entre lo físico y lo espiritual puede ser superado. Las cosas que descansan sobre
un fundamento científico-espiritual son así para los que buscan fundar un Monismo genuino y
veraz. Aquellos que a menudo se llaman monistas hoy manejan su Monismo muy simplemente.
Ellos toman una parte del mundo y hacen de ella una unidad arrojando la otra mitad. El verdadero
Monismo se produce al permitir que ambas mitades tengan su influencia significativa sobre las
demás. Esto llega a través de la ciencia espiritual. Esto no sólo debe surgir de manera significativa
para nuestra conciencia sino para toda nuestra vida. Tenemos que acercarnos cada vez más al
conocimiento real, mirando al mundo: en todo lo que vive y trabaja a nuestro alrededor algo
suprasensible está presente, no sólo en lo que ven nuestros ojos, sino también en lo que
percibimos por el entendimiento que está ligado al cerebro. En todas partes existen fuerzas
espirituales, detrás de cada fenómeno, detrás del fenómeno del arco iris, detrás del movimiento
de la mano, etc.

Si ustedes leen el ciclo de conferencias que di en Leipzig a finales del año pasado año, [Cristo y el
mundo espiritual . La búsqueda del Santo Grial (seis conferencias, Leipzig, 28 diciembre 1913 a 2
enero 1914), publicado por el Rudolf Steiner Press. ] encontrarán cómo el Impulso de Cristo obró
a través del Misterio del Gólgota y la forma en que Cristo vive dentro de los asuntos más
importantes de la humanidad, no sólo en el conocimiento consciente humano. Por ejemplo, hubo
disputas sobre los dogmas. Pero mientras que los hombres estaban discutiendo, el Impulso de
Cristo vivía y generaba los eventos necesarios.

Tomen la figura de la doncella de Orleans. En la historia europea aparece la sencilla chica


pastora. Ella surgió de una manera notable; vivían en su alma no sólo aquellas fuerzas que por lo
demás se encuentran en los seres humanos, sino el Impulso de Cristo obrando en esta
personalidad, dándole vida y manteniéndola a través de su poderosa influencia. Ella se convirtió
en una especie de representante del mismo Impulso de Cristo en su tiempo. Ella pudo ser capaz
de hacerlo, porque el Impulso de Cristo podía ingresar y vivir en ella.

Ustedes saben que celebramos la Fiesta de Navidad en el momento en que el Sol tiene menos
poder, en la más profunda oscuridad del invierno, porque podemos estar convencidos de que en
este momento la luz interior, la luz espiritual, tiene su mayor potencia.

Las leyendas nos dicen que en Navidad, hasta el 6 de enero, la gente tiene experiencias
especiales, porque en este momento la vida de la Tierra y las fuerzas interiores de la Tierra, están
más concentradas. Los que tienen la disposición adecuada para ello, experimentan entonces a las
fuerzas espirituales dentro de las fuerzas terrestres. Innumerables leyendas describen esto. El
mejor momento para esto abarca trece días antes del 6 de enero.

La doncella de Orleans pasa a través de estos trece días en un estado particular, en una condición
en la que la vida del sentir aún no se había visto afectada por el mundo exterior. Es notable que
el tiempo durante el cual la doncella de Orleans estaba en el cuerpo de su madre concluyó
durante la época de Navidad del año 1411. Ella nació, después de haber sido llevada esos trece
días en el cuerpo de su madre, el 6 de enero. Antes de que ella tomara el primer aliento, antes de
ver la vida física con los ojos físicos, experimentó lo que es terrenal durante estos trece días en el
sueño, a través del cual el hombre pasa antes de entrar en el mundo físico.
Aquí estoy indicando algo inmensamente significativo, que muestra cómo el mundo es guiado
desde lo espiritual; cómo lo que sucede en el mundo físico tiene su dirección desde el mundo
espiritual; cómo, a través de lo físico, está fluyendo el mundo espiritual.

Así, en nuestro tiempo debemos trabajar cada vez más conscientemente para eliminar a través de
la ciencia espiritual el abismo entre lo físico y lo espiritual. Hacemos esto cuando nos volvemos
conscientes de que dentro de nuestro movimiento, están operando los poderes de aquellos que
se unieron en alma y cuerpo durante su vida terrenal con nuestro movimiento y han pasado por el
portal de la muerte. Si miramos hacia el otro lado de la corriente, donde están activos,
sintiéndonos unidos con ellos, dirigiendo nuestros pensamientos hacia ellos, lo hacemos pues en
plenitud de conciencia, una conciencia adquirida a través de la ciencia espiritual. Sabemos que
estamos en una conexión más viva con aquellos que han pasado por el portal de la muerte, y
sabemos que ellos nos proporcionan las mejores fuerzas. Cuando hacemos esto, o podemos
pensarlo, consideramos la vida como un campo que debe ser sembrado. Y de entre lo sembrado
por nosotros, veremos surgir plantas por todas partes que no podríamos haber hecho crecer
nosotros mismos. Entonces podremos saber: estas plantas han sido colocadas por aquellos a
quienes se concede estar en el mundo del espíritu, aquellos con los que nos sentimos
conectados, aquellos con los que nos unimos.

Llevaremos todo esto en nuestras almas, y guardaremos como sentido permanente esta cualidad
característica, uniéndonos con este movimiento espiritual que nos ha sido muy querido. La
hermandad humana con aquellos que ya no están en un cuerpo físico será el signo característico
de este movimiento y de aquellos que se sienten como miembros de este movimiento, o se
considerarán como pertenecientes a él en el futuro. Otras sociedades, fundadas sólo en las cosas
terrenales, serán capaces de eliminar muchas barreras entre los seres humanos. Las barreras
entre los vivos y los muertos serán cada vez más llevadas por el movimiento que une a aquellos
hombres que desean estar unidos en el signo de la ciencia espiritual. Llevaremos todo esto en
nuestras almas, y guardaremos como sentido permanente esta cualidad característica,
uniéndonos con este movimiento espiritual, que nos es tan querido.

Traducido por Gracia Muñoz y revisado por Diego Milillo.

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