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INTRODUCCIÓN.

Los druidas
L os DRUIDAS formaron un sacerdocio celta y vivieron en las Islas Británicas alrededor del año
1000 a. de C. Utilizaban un calendario lunar de 13 meses, de 28 días cada uno, con un día
intercalado, para calcular su año y sus importantes festividades. El aspecto ritual de su religión
se basaba principalmente en el ciclo solilunar, y su zodiaco era más bien lunar que solar. Ello
refleja una cultura basada parcialmente en la sucesión por línea materna. La religión druídica
partía de una observación aguda de la naturaleza y de las energías supranaturales identificadas
con los espíritus (dryads) de sus árboles sagrados; y el zodiaco druídico de los espíritus
arbóreos se basaba en las emanaciones que ellos creía que habían llegado a la Tierra
procedentes del Sol. Muchos siglos más tarde se descubrió que en Irlanda sobrevivía el
conocimiento medicinal de las hierbas curativas, relacionado con los árboles y las plantas de los
druidas. Por este motivo, la medicina druídica quedo) muy patente en las obras irlandesas de
The Book ofs the O'Hickeys' y The Book of the O'Lees, ambos guardados en la Real Academia
Irlandesa. Estos libros fueron escritos en 1303 y 1443, respectivamente, parte en latín y parte
en irlandés, e incluyen probablemente el mayor número de manuscritos médicos antiguos
existentes en lengua alguna.
El dios druídico de la sanación, Diancecht, cuyo nombre significa «presto en poder», fue tenido
durante largo tiempo como el origen de todo el acervo médico y herborístico irlandés. Pero su
hijo, Midoch, y su hija, Airn1ida, lo superaron aparentemente en el arte de la sangría mediante
sanguijuelas, y en un rapto de celos Diancecht mató a su hijo. Sin embargo, en la tumba del
joven dios brotaron 365 hierbas de los tendones y articulaciones del cadáver, cada una de las
cuales poseía una virtud mágica para curar la enfermedad que se vinculaba a esa parte
determinada del cuerpo. En este aspecto, Midoch recuerda al joven Esculapio, el dios griego de
la medicina, que incurrió) en los celos de Júpiter y fue herido con un trueno. En el mito célti co,
los dioses eran a veces personificados en el calendario anual; en el mito de Midoch, se le honra
así, y se le recuerda Con el símbolo númerico de donación de vida del año solar, y con una
hierba sagrada que representa cada día.
A fin de calcular cualquier zodiaco o calendario, se necesita poseer un cono cimiento preciso del
movimiento de los cuerpos celestes. Stonehenge, origen de muchas leyendas y lugar que centra
una curiosidad que no disminuye, ha atraído durante muchos siglos el interés de los
investigadores. En años recientes tales estudios han proporcionado una información profunda
con respecto a la adecuación astronómica de las antiguas piedras, las cuales muestran que los
solsticios, los equinoccios y los eclipses podían calcularse con precisión, a pesar de sus decli-
naciones variables y de sus complejos ciclos.
Aunque los druidas no construyeron Stonehenge, ni ningún otro de los monumentos megalíticos
de Bretaña o Irlanda, constituye una observación interesante resaltar el hecho de que la religión
druídica sólo floreció mientras estas antiguas piedras y cámaras sepulcrales estuvieron en uso.
Los antiguos bretones que erigieron los círculos de piedras imponentes dejaron un legado
rodeado de misterio y magia, con unos orígenes tan oscuros como los de los invasores celtas
que llegaron por mar. Según los arqueólogos, hubo muy pocas hostilidades entre los celtas y las
poblaciones indígenas; y parece que durante varios siglos se produjo una fusión con las
costumbres tribales y las culturas autóctonas, mucho antes de la invasión romana.
La religión megalítica de los antiguos británicos se basaba en lo que se ha
llamado
llamado «el culto a los muertos», y es casi idéntico al culto
egipcio de Osiris, dios de los muertos y del inframundo. El
pueblo celta compartía muchos aspectos de su religión y
cultura con los griegos, incluyendo un dios del inframundo
llamado
llamado Dis, y del que se decían descendientes
descendientes todos los
celtas. Dis recuerda al dios griego Plutón, señor de los
mundos subterráneos en la mitología griega, el más temido
de todos, como Señor de las regiones infernales, un iniciador
en los grandes misterios de la vida. Esto favorece
favorece las
especulaciones sobre un origen común, o unos ancestros
Comunes, entre las cuatro razas: los antiguos británicos, los
celtas, los griegos y los egipcios.

En todas las astrologías se encuentra oculto el lenguaje esotérico del simbolismo, que contiene
muchas referencias a las fuentes u origen Es probable que dentro de la astrología de los druidas
se encuentre la clave del origen de los celtas y, posiblemente, de los antiguos bretones, puesto
que los druidas tenían su propio zodiaco y su propia cosmología, que había evolucionado
evidentemente en Bretaña, en torno a los círculos de piedra ya los observatorios de los pueblos
megalíticos Una suma de la religión druídica, de su astrología y mitología también pueden
proporcionar una visión más esclarecedora de una raza que ha influido en el mundo occidental,
quizá de forma más concluyente que ningún otro pueblo de la Antigüedad. En el sistema
astrológico de los druidas, toda la Tierra se conocía como Buarth Beirdd, o el coto bovino; y la
fertilidad de la tierra estaba simbolizada por una vaca blanca, y el sol generador como un toro
blanco. La mitad circular del globo sobre el horizonte estaba simbolizada por la mística Cauldron
de Ceridwen (una diosa lunar) que contenía la divina esencia femenina. Posteriormente fue
dividida entre la línea equinoccial de este a oeste con el Sol, Taliesin, que dominaba la mitad
que contenía el día más largo (el solsticio de verano), y Avagddu, o noche, que gobernaba la
otra mitad, que contenía el día más corto (solsticio de invierno).
Esta primaria división de noche y día era también fundamental para la con cepción del tiempo de
los celtas; una dimensión que no tiene límites, y sólo entradas y salidas. Los marcadores astro -
nómicos localizaban los portales por donde entraban y salían de la Tierra las emanaciones de la
luz divina. Los equinoccios y solsticios recibían los siguientes nombres: Alban Eilir (la segunda
generación) el primer equinoccio invernal; Albau Hefin (temperatura soleada) el solsticio de
verano. Alban Elfed (la cosecha) el equinoccio de otoño, y Alban Arthuarl el solsticio de invierno
(la estación de Arturo), cuando Arturo se lanzó a combatir los poderes de la oscuridad. Las
referencias cosmológicas al rey Arturo llegaron más tarde, pero era una tradición céltica
identificar héroes y reyes con la deidad solar.

R ELIGIÓN D RUÍDICA

La religión druídica tenía una filosofía y una tradición elevadas que raras veces Se estudian. Los
druidas creían en un creador que no podía ser visto por los hombres, y cuya emanación se
hallaba más allá de toda comprensión, incluso para los iniciados. Por tal motivo lo llamaban Celi,
que significa «el oculto», y su consorte era la diosa lunar Ceridwen, 0 «ayuda». No adoraban al
Sol, pero lo identificaban con el único hijo engendrado en Ceridwen, nacido de la unión mística
entre Ceridwen y Celi.
La divinidad solar era parte de la antigua trinidad druídica que ha precedido al cristianismo.
Simbolizaba los tres rayos 0 emanaciones de su gran creador Celi, y no del propio Sol. Estos
tres rayos «fertilizantes» eran simbolizados por tres manzanas doradas, e identificados con el
mundo trino o logos del creador, que contenía d secreto del universo en su propio aliento.
Celi y Ceridwen eran vistos como espíritus incomprensibles; Ceridwen originaba la materia tosca
que empezaba en un estado embrionario llegado del otro lado del océano, el origen de toda la
vida. Esta esencia de la vida tenía una naturaleza femenina y pasiva, que llegaba todas las
primaveras por el mar en una embarcación sagrada, con forma de Luna creciente, propulsada
por Ceridwen. El Sol «renacía», como un bebé, de Ceridwen el 22 de diciembre (solsticio de
invierno), y una vez más empezaba su ascensión por el cielo.
Los druidas creían que miríadas de vidas, completamente' separadas de su existencia física,
también emanaban al mismo tiempo, y eran conducidas por el sol en su dimensión de Annwn,
un plano astral situado en el inframundo céltico, en el mundo exterior. Esta «vida» o fuerza
anímica, que había sido depositada inicialmente por Ceridwen, había evolucionado a través de la
creación animal hasta la forma humana, pero se encontraba sin la inspiración espiritual de
Awen, la facultad razonadora impartida directamente por Dios.
Había tres círculos de evolución espiritual: el círculo de Abred; el círculo de Gwynvyd y el círculo
de Ceugant. Desde Annwn la vida se arrastraba hasta Abred, el círculo de prueba, el plano
terrenal en el que la fuerza anímica adquiría forma física. Esto incluía a la humanidad ya todo
cuanto se encontraba bajo ella. Era un lugar en el que el bien y el mal dis ponían de la misma
capacidad e influencia. El hombre se hallaba libre de toda obligación, y todo acto era producto
del consentimiento y la elección. A medida que el hombre evolucionaba, también lo hacía su
Awen, adquiriendo una mejor
visión de Dios. En este sistema druídico de la evolución se concedía gran énfasis y se
consideraba un factor importante la ((libre voluntad», al contrario de la religión brahmánica, de
la que se ha dicho que en este aspecto Se parecía mucho al druidismo.
Estas ((enseñanzas» proceden de los discutidos volúmenes conocidos colectivamente como
Barddas, documentos que habían sido recopilados de manuscritos más antiguos por el bardo
galés Iolo Morganwg. Pero una lectura cuidadosa de las Barddas revela algunos conceptos
célticos distintos, de los cuales es un buen ejemplo el ((enigma de los Bardos». Esto tiene dos
partes, según el esquema de los acertijos de pregunta y respuesta, un tipo de ejercicio para
estimular el pensamiento, muy popular entre los celtas. Empieza así:

No hay nada verdaderamente escondido


más que lo que resulta inconcebible.
No hay que no se conciba
más que lo inconmensurable;
no hay nada inconmensurable excepto Dios
No hay Dios sino aquello que no es concebible
No hay nada que no se conciba,
más que lo que está verdaderamente oculto
No hay nada verdaderamente oculto excepto
Dios

La solución empieza:
Lo que no es concebible es lo más grande de
todo,
y lo inconmensurable de lo que no está en un lugar;
Dios es lo más grande de todo y lo
inconmensurable de la inteligencia
Y no puede haber existencia para nada,
si no es a través de la inteligencia;
Y la no existencia de todo procede de lo que no
está en un lugar.

Estos postulados subrayan la profunda filosofía de los druidas, y parecen compartir un terreno
común con la Qabalah, un antiguo sistema hebreo de evolución mística; también con las
enseñanzas brahmánicas y con muchas otras religiones antiguas.
Los druidas también consideraban posible que el hombre evolucionase del estado de Gwynvyd a
lo largo de su vida: por medio de su propia volición o por el recuerdo de Dios. En otras pala -
bras, los celtas creían mucho más en el libre agente, que sus homó1ogos orientales. La idea del
«recuerdo» se vincula con la preocupación egipcia por aprender todos los nombres de sus
dioses, a fin de poder hacer sin obstácu1os su marcha hacia lo que entendían como cielo.
Pero por el círculo de Abred tenía que pasar toda la humanidad durante sus diferentes planos de
existencia, antes de estar capacitados para entrar en el círculo de la felicidad, Gwynvyd el plano
del espíritu plenamente desarrollado

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