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Gran Depresión
Madre migrante, foto de Dorothea Lange, muestra a los desposeídos cosechadores de California, y
se centra en Florence Owens Thompson, de 32 años, madre de 7 hijos, en Nipomo, California
(marzo de 1936).
La Gran Depresión, también conocida como Crisis del 29, fue una crisis económica mundial que
se prolongó durante la década de 1930, en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Su
duración depende de los países que se analicen, pero en la mayoría comenzó alrededor de 1929 y se
extendió hasta finales de la década de los años treinta o principios de los cuarenta. Fue la depresión
más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a mayor número de países en el siglo
XX. En el siglo XXI ha sido utilizada como paradigma de hasta qué punto se puede producir un
grave deterioro de la economía a escala mundial.
La llamada Gran Depresión se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del 29 de
octubre de 1929 (conocido como Crac del 29 o Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de
octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países
del mundo.
La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde la
inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron: la renta
nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios. El comercio internacional
descendió entre un 50% y un 66%. El desempleo en Estados Unidos aumentó al 25%, y en algunos
países alcanzó el 33%.[1] Ciudades de todo el mundo se vieron gravemente afectadas,
especialmente las que dependían de la industria pesada, y la industria de la construcción se detuvo
prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas rurales sufrieron la caída de los precios
de las cosechas, que alcanzó aproximadamente un 60%.[2][3][4] Ante la caída de la demanda, las
zonas dependientes de las industrias del sector primario, con pocas fuentes alternativas de empleo,
fueron las más perjudicadas.[5]
Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de 1930, pero sus
efectos negativos en muchas zonas duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.[6] La
elección de Franklin Delano Roosevelt como presidente y el establecimiento del New Deal en 1932,
marcó el inicio del final de la Gran Depresión en Estados Unidos. Sin embargo, en Alemania, la
desaparición de la financiación exterior a principios de la década de 1930 y el aumento de las
dificultades económicas, propiciaron la aparición del nacional-socialismo y la llegada de Adolf
Hitler al poder.
Antecedentes
Consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias económicas profundas y duraderas al poner fin al
orden económico internacional existente desde la segunda mitad del siglo XIX. Supuso un descenso
demográfico directo e indirecto de alrededor del 10% de la población europea y de un 3,5% del
capital existente.[7] Desde el punto de vista financiero, el conflicto bélico conllevó un gasto público
descomunal en Europa financiado por deuda pública tanto interna como externa que supuso la
multiplicación por seis de la deuda ya existente; también generó la creación de dinero, lo que
supuso una fuerte presión inflacionista.
En el transcurso de la guerra, diversas naciones no participantes en el conflicto como Estados
Unidos y Japón se apoderaron de algunos mercados internacionales, tradicionalmente dominados
por los europeos, que en ese momento centraban sus esfuerzos industriales en la producción militar.
En el sector agrícola, la demanda exterior de productos alimenticios de los países participantes
creció durante la guerra, lo que estimuló la producción agrícola de los países neutrales, que al
acabar la guerra y volver a la situación anterior vieron cómo contaban con una oferta excesiva de
productos agrícolas, lo que forzó una reducción de los precios en este sector, que sufrió grandes
pérdidas.
La guerra también estableció un nuevo mapa político de Europa con nuevas fronteras que trastocó
la estructura económica y comercial del continente, al romper mercados y perder eficiencia
económica, con lo que fueron necesarias nuevas inversiones.
Las reparaciones económicas impuestas por los vencedores de la guerra a los derrotados fueron
astronómicas. La cantidad fijada para Alemania por el Comité de Reparaciones, en 1921, fue de
132.000 millones de marcos oro,[8] lo que significaba, en su momento inicial, el pago anual del 6%
del producto interno bruto (PIB) de ese país. Los acreedores cobraron solo una pequeña parte de las
deudas, a costa de que la economía internacional perdiese oportunidades de fortalecimiento y
crecimiento.[7]
Véanse también: Ocupación del Ruhr, Plan Dawes, Plan Young e Hiperinflación en la República
de Weimar.
Causas
En 1925, la economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la producción había vuelto al nivel
de antes de la Primera Guerra Mundial, la cotización de las materias primas parecía estabilizada y
los países que atravesaban un periodo de alta coyuntura eran numerosos. Sin embargo, no era un
retorno a la belle époque. Una serie de equilibrios tradicionales quedaban alterados: la producción y
el bienestar progresaban de manera espectacular en unas partes (Estados Unidos, Japón), mientras
que en otras (en particular, en el Reino Unido), perdida la prosperidad anterior a la guerra, la
población vivía abrumada por el desempleo y las crisis endémicas.[cita requerida]
Al mismo tiempo, los estadounidenses complicaban de singular manera la posición de los europeos.
La deuda internacional no podía pagarse sino con oro o mercancías, y los estadounidenses frenaban
sus importaciones de Europa con los nuevos derechos de aduana, cada vez más elevados, al tiempo
que utilizaban su superioridad para imponer sus exportaciones a Europa.
Desarrollo de la crisis
El crac bursátil
Multitud reunida en la intersección de Wall Street con Broad Street, al enterarse de la quiebra de la
bolsa en 1929.
La crisis se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa de Wall Street de 1929
(conocido como Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el
Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.
La coyuntura del alza, denominada allí Big Bull Market, descansaba así sobre una base sumamente
frágil. Todo el sistema se derrumbó en octubre de 1929, y en pocos días -en cuestión de horas,
incluso- las cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado durante meses o, mejor dicho,
durante años. Los pequeños especuladores quedaron arruinados y tuvieron que vender con enormes
pérdidas, y al cundir el pánico los grandes capitalistas se encontraron también con dificultades.
El 23 de octubre de 1929 las cotizaciones registraron una pérdida media de 18 a 20 puntos, y
pasaron de mano en mano unos seis millones de títulos; al día siguiente, nueva caída de las
cotizaciones, entre 20 y 30 puntos, e incluso de 30 a 40 para las grandes empresas.
En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de bolsa más destacados
intentaron salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para sostener las cotizaciones
mediante compras masivas, y en aquella sola jornada cambiaron de mano trece millones de
acciones.
Tan desesperada tentativa produjo sólo resultados de carácter momentáneo; el lunes 28 de octubre,
se produjo un nuevo descenso de 30 a 50 puntos, y al día siguiente -que pasó a la historia con el
nombre de "Martes Negro"- fue la jornada más sombría de Wall Street. El pánico fue absoluto: en
pocas horas, dieciséis millones y medio de acciones se vendieron con pérdidas a un promedio del 40
por ciento.
Más tarde, en noviembre, cuando se habían calmado un poco los ánimos, las cotizaciones habían
descendido a la mitad desde el comienzo de la crisis de la bolsa, y no menos de 50.000 millones de
dólares se habían desvanecido como el humo, con lo que quedaron en evidencia la inseguridad y
fragilidad de los sistemas financieros.
La quiebra de la Bolsa de Nueva York fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes;
de todos modos, el derrumbamiento de Wall Street no fue el prólogo ni la causa de la crisis
económica mundial: fue sólo su más espectacular síntoma.
Los primeros indicios de recesión se dejaban sentir ya en los países productores de materias primas,
mientras Wall Street vivía aún en plena euforia, primer síntoma de la falta de vigilancia y
prevención de las situaciones cambiantes, por exceso de confianza. La depresión tenía causas
múltiples: tras un periodo de fuerte expansión, sobrevino una crisis de coyuntura y adaptación, que
podría decirse "normal", pero que estalló con violencia inaudita. De todas formas aquella crisis
"normal" hasta cierto punto, era asimismo estructural, resultado de la guerra y sus funestas
consecuencias, tales como la presión fiscal, las deudas de guerra y las reparaciones alemanas.
[cita requerida]
La racionalización y las nuevas técnicas industriales y agrícolas contribuían igualmente a la crisis.
El aumento de producción por hora trabajada, sin aumentar la mano de obra, es beneficioso para la
industria, pero no en todas las circunstancias. Un ritmo de expansión demasiado rápido acarrea
dificultades de transición y adaptación. La racionalización del trabajo suprime empleos, y los
trabajos disponibles para otros sectores de la producción, al haber desempleo, no pueden adaptarse
siempre con suficiente rapidez; por tanto, este problema de readaptación provoca, en la mayoría de
los países, un bache importante apenas transcurre el periodo de alta coyuntura. Aparte de ello, las
dificultades internas y la inestabilidad de la política mundial impedían entonces la elaboración de
cualquier planificación a largo plazo.
La quiebra estadounidense no fue en sus comienzos sino una quiebra de índole bolsística, el brusco
estallido y desmoronamiento de un mito creado por los especuladores; no obstante, sus
consecuencias fueron hondas y duraderas. Las personas arruinadas a causa del derrumbamiento de
la bolsa de valores limitaron sus gastos, los afortunados que todavía disponían de algún capital
quedaron atemorizados y se negaban a invertirlo de nuevo, y las fuentes de crédito se agotaron. Las
consecuencias de todo ello fueron fatales en general para Europa y en particular para la economía
alemana, que dependía casi por entero de los préstamos de los Estados Unidos a corto plazo.
Efectos de la crisis
PIB estadounidense en el período 1910–1960. La franja rosa resalta los años de la Gran Depresión
(1929–1939).
Desempleo en Estados Unidos en el período 1910–1960. La franja rosa resalta los años de la Gran
Depresión (1929–1939).
La depresión subsiguiente fue la peor de la historia estadounidense. Durante al menos tres años y
medio todos los indicadores sociales y económicos reflejaron un progresivo deterioro de la
situación. En 1932 el producto interno bruto (PIB) había disminuido un 27 por ciento, y la
producción industrial, un 50 por ciento. La inversión ni siquiera alcanzaba para el mantenimiento de
las instalaciones existentes. Bajo estas presiones, el sistema bancario acabó por derrumbarse. En
1933, el desempleo llegó al 25 por ciento. Solo en 1940 se recobró el nivel de producción previo a
1929, y esto se debió al estallido de la II Guerra Mundial. Durante los primeros años de la
depresión, entre 1929 y 1932, el índice general de precios en Estados Unidos disminuyó el 35,6 por
ciento.[9] Muchos economistas piensan que este proceso de deflación fue responsable de la
profundidad y duración de la depresión, y también parece probable que esta prolongada deflación
sólo fue posible por la política del Sistema de Reserva Federal de disminuir la oferta monetaria.[10]
La difusión de la crisis
La depresión estadounidense de la actividad económica fue acompañada por una reducción
adicional del préstamo hacia el extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones.
Esto produjo una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dada la
importancia de Estados Unidos en la economía mundial, el impacto de su crisis sobre el resto del
mundo fue fuerte; por eso se dice que Estados Unidos exportó su crisis. Prácticamente todos los
países padecieron declives tanto en la producción industrial como en el PIB, y la URSS fue la
principal excepción al estar aislada de los estragos del capitalismo moderno. El siguiente cuadro
muestra la caída de la renta y la producción industrial entre el comienzo de la crisis en 1929 y 1932,
año que marcó el momento de mayor profundidad en el descenso de los indicadores económicos.
John Maynard Keynes, economista británico, considerado como uno de los más influyentes del
siglo XX, cuyas ideas tuvieron una fuerte repercusión en las teorías y políticas económicas.
La crisis tuvo profundas repercusiones en el universo de la teoría general. La caída de la producción
y la prolongación en el tiempo de altas tasas de desocupación pusieron en duda las concepciones
neoclásicas. Estas destacaban que los desajustes ocasionados por las variaciones de la actividad
económica serían superados a partir del libre funcionamiento de las fuerzas de mercado. En el
marco de la crisis del 30 surgieron posturas heterodoxas que recomendaban una política activa
frente a la depresión, la más importante es el Keynesianismo. Sus dos aspectos principales son: Los
fenómenos deben ser contemplados desde una perspectiva global y macroeconómica; y el Estado
ocupa un lugar significativo dentro del sistema económico.
La argumentación de Keynes atacaba la concepción neoclásica del desempleo. Si los empresarios
reducen los salarios en una situación de desempleo, el flujo de la capacidad adquisitiva (es decir, la
demanda agregada) disminuye paralelamente con la bajada de los sueldos. La contracción de la
demanda afectará por tanto a los empresarios y aumentará el desempleo. No puede esperarse en este
supuesto una reacción espontánea de fuerzas que corrigieran la situación, pues el equilibrio con
desempleo y menos producción puede ser permanente. De no aparecer pues inversión privada, sería
el estado el que debe intervenir para elevar el nivel de la inversión, incrementando el gasto público
para recuperar la demanda. Esto corresponde a una política económica anti-cíclica, que se traduce
necesariamente en un aumento del déficit fiscal en momentos de crisis para lograr reactivar la
economía.
La recuperación europea
La recuperación en el Reino Unido
La política económica británica en los años 1930 estuvo marcada por la trascendente decisión de
abandonar el patrón oro en 1931. La flotación de la Libra no fue acompañada de una mayor
intervención estatal como en los otros países. La nueva política británica se sustentó en el crédito
barato y en el proteccionismo. Las posibilidades de acceso a préstamos a bajo costo fue uno de los
factores que contribuyó a impulsar el mercado de la construcción. Por otro lado, el establecimiento
de una política arancelaria dio por finalizado un período de casi noventa años de libre comercio, con
la importante consecuencia de colocar al mercado interno como motor del crecimiento. Este rasgo
se vinculaba con la pérdida de competitividad de los productos ingleses y con las posibilidades de
expansión del consumo de masas que se desarrollaría plenamente en la posguerra.
Si bien la economía británica experimentó una recuperación más prolongada y sostenida que la del
resto de los países industriales, hubo dos aspectos negativos importantes: el alto desempleo y la
concentración empresarial producto del proteccionismo y la preferencia imperial. Gran Bretaña, la
potencia industrial menos concentrada en 1914.
La recuperación en Francia
La economía francesa, de buen comportamiento en la posguerra, se vio enfrentada a la crisis,
cuando en 1931, Gran Bretaña y otros numerosos países decidieron abandonar el patrón oro. Hasta
ese momento, la devaluación del franco y el proteccionismo hicieron que Francia fuera alcanzada
débilmente por la crisis. El problema se presentó ante la disyuntiva de mantener el patrón oro,
favorecido por su gran cantidad de reservas de este material, o devaluar. La decisión de mantener el
patrón oro, por el temor a la inflación, impuso una línea de acción deflacionaria para adecuar los
precios franceses a los niveles mundiales en un marco de devaluación general. Así, se promovió la
deflación mediante la reducción de gastos, una baja en los salarios y el mantenimiento de altas tasas
de interés. Esto provocó tensión social, caída de las inversiones y ningún resultado positivo.
Sin embargo, en 1936, un nuevo gobierno de carácter socialista produjo un viraje de significación.
Se abandonó el patrón oro con la consecuente devaluación del franco, se realizó un moderado plan
de obras públicas, se regularon los precios agrícolas y se aumentaron los salarios. El traslado
inmediato de los incrementos salariales a los precios relanzó la inflación y reapareció la tensión
social. A principios de 1939 la economía francesa pareció despegar debido al aumento de los gastos
militares, pero la entrada en la guerra y la ocupación por parte de Alemania al año siguiente
cambiaron el rumbo de la historia de Francia.
Referencias
1. ↑ Johhanson, Robert H.; Bernanke, Ben S. (2007). Principles of Macroeconomics (3rd
edición). Boston: McGraw-Hill/Irwin. p. 98. ISBN 0073193976.
2. ↑ «Commodity Data». US Bureau of Labor Statistics. Consultado el 30 de noviembre de
2008.
3. ↑ Cochrane, Willard W. (1958). Farm Prices, Myth and Reality. p. 15.
4. ↑ «World Economic Survey 1932–33». League of Nations: 43.
5. ↑ Mitchell, Depression Decade
6. ↑ Great Depression and World War II. The Library of Congress.
7. 1 2 ReferenciaTafunell, Xavier; Comín, Francisco. «La economía internacional en los años
de entreguerras (1914-1945)». Historia económica mundial siglos X-XX. Crítica. ISBN 84-
8432-648-9.
8. ↑ Kindleberger, Charles P. (1985). Historia económica mundial del siglo XX, La crisis
económica 1929-1939. Crítica. ISBN 84-7423-278-3.
9. ↑ Kindleberger, Charles P. The world in depression 1929-1930.
10. ↑ Mankiw, N. Gregory. Macroeconomía. Antoni Bosch Editor S.A. ISBN 84-95348-12-
8.
11.↑ Torrero Mañas, Antonio. La crisis financiera y sus efectos sobre la economía española.
Instituto Universitario de Análisis Económico y Social. ISSN 1139-6348 |issn= incorrecto
(ayuda). Archivado desde el original el 20 de septiembre de 2011. Consultado el 15 de abril
de 2012.
12. ↑ Ocampo Suárez-Valdés, Javier; Peribañez Caveda, Daniel. Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Oviedo, ed. Historia econonómica mundial y de España.
ISBN 978-84-8317-595-8.
13. ↑ Un Intercambio Espléndido, pág. 408, William J. Berntein, 2010, ISBN 978-84-
344-6902-0
Bibliografía recomendada
Aldcroft, Derek H., "Historia económica mundial del siglo XX, De Versalles a Wall Street".
1919-1929, Barcelona 1985.
Galbraith J., "El crack del 29", Barcelona 1975.
Hayek, Friedrich A. von. Contra Keynes y Cambridge. Unión, Madrid, 1996. ISBN 84-
7209-308-5
Keynes, John M. (Lord Tilton) La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Aosta,
Madrid, 1998. ISBN 84-88203-05-5
Maddison, A. "La política económica y sus recultados en Europa" en C. M. Cipolla:
"Historia económica de Europa, 5.2: El siglo XX", Barcelona, 1981.
Rothbard, M. "La Gran Depresión"
Sennholz, Hans F. (1969). «The Great Depression». The Freeman (en inglés) 19 (10): 585-
596.
Steven McFred "Banco Popular de América" (A.B.P)
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Gran Depresión.
Stephen Davies (1 de julio de 2011). «Top Three Myths About the Great Depression and the
New Deal» (en inglés). LearnLiberty.org. Archivado desde el original el 7 de mayo de 2012.
Consultado el 26 de junio de 2012.
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