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La Argentina en José Martí

Por Raúl Rodríguez La O.


Especial para Granma Internacional

Luego de varios años de investigaciones en Cuba, República Oriental del Uruguay,


República del Paraguay y la República Argentina donde pude consultar en el Archivo del
diario La Nación, de Buenos Aires, todos los artículos originales escritos por José Martí
para ese órgano de prensa y entre los cuales descubrí algunos que no aparecen registrados
en los veinte y ocho tomos de sus Obras completas y otros con pequeñas modificaciones,
escribí un libro de 244 páginas titulado “La Argentina en José Martí”, publicado en 1997,
por la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina.

Sobre el contenido de dicho libro con la intención de dar a conocer el mundo argentino del
Apóstol de la independencia cubana José Martí, sus amigos y vínculos más importantes en
ese país, las referencias y escritos sobre sus pobladores, productos, costumbres, cultura,
historia y política, así como su condición de colaborador o corresponsal del diario La
Nación y de Cónsul en Nueva York de la hermana república del sur, es que nos
proponemos por su interés y actualidad, con igual título, ofrecer ahora a continuación a los
nuevos lectores la siguiente síntesis.

Aunque parezca imposible debido al profundo conocimiento que tenía sobre la Argentina y
las relaciones de amistad con prestigiosas personalidades de la cultura, la diplomacia y la
política de ese país hay que decir que José Martí nunca la visitó a pesar de haber recibido
una invitación del diario La Nación y que, según él mismo relató en carta del 20 de octubre
de 1887 a su amigo uruguayo Enrique Estrázulas, no pudo aceptar por sus
responsabilidades con la causa independentista de Cuba: “La Nación me manda a buscar
de Buenos Aires: claro está que no puedo ir, con mi tierra sufriendo a la puerta, que algún
día pueda tal vez necesitarme” (...)

Al desaparecer La Nación Argentina, el 31 de diciembre de 1869, surgió su continuador, el


diario La Nación, de Buenos Aires, fundado por Bartolomé Mitre, en cuya primera edición
del domingo 4 de enero de 1870 puede leerse un editorial titulado “Nuevos horizontes”, en
el cual se afirma que La Nación Argentina era un puesto de combate y La Nación sería una
tribuna de doctrina.

Si alguien cumplió con ese lema, no obstante algunas limitaciones de censura impuestas al
inicio por la dirección del diario, fue precisamente José Martí. Ahora bien, ¿cómo, cuándo
y en que circunstancias se produjo su vinculación con esa publicación bonaerense?

Según nuestras indagaciones, y coincidiendo con las opiniones de otros autores, todo parece
indicar que el señor Carlos Carranza, amigo suyo y Cónsul argentino en Nueva York, lo
puso en contacto con la dirección del diario. Además Carranza era propietario de la casa
comercial Carlos Carranza and Company, en cuyas oficinas trabajaba Martí en el primer
lustro de la década de 1880.
La primera crónica publicada por Martí en ese diario está fechada en Nueva York, el 15 de
julio de 1882, y aparece en la edición del miércoles 13 de septiembre. Es la única de ese
año y trata sobre la ejecución de Charles J. Guitteau, asesino del presidente de Estados
Unidos, James Abraham Garfiel, y otros problemas sociales y políticos de la sociedad
norteamericana.

En aquella época Argentina dependía más económica y políticamente de Inglaterra que de


Estados Unidos; se sentía el mensaje civilizador de Alberdi y Sarmiento, y por muchas
razones resultaba muy conveniente que estuviera al tanto de cuanto sucedía en la república
norteamericana. Eso tal vez permita explicar la decisión del diario de, conociendo el
prestigio intelectual de Martí y sus grandes cualidades como periodista, nombrarlo como su
corresponsal en Nueva York.

Claro está que esa primera crónica fue censurada en algunas de sus partes, porque a la
dirección del diario le pareció demasiado radical y así se lo hizo saber al autor el señor
Bartolomé Mitre y Vedia (hijo), en carta fechada en Buenos Aires, el 26 de septiembre de
1882, la cual ha suscitado muchas opiniones. A mi entender, fue franco al exponerle las
ideas de la dirección del diario y seguir publicando todas sus posteriores crónicas sobre
Estados Unidos, así como otros temas que él considerara de interés para Argentina.. De esa
manera se mantuvo como corresponsal hasta el 20 de mayo de 1891, cuando apareció en La
Nación su última crónica, fechada en Nueva York, el 26 de marzo de igual año y también
referida como la primera al asesinato esta vez de italianos en cuyo titular podemos leer lo
siguiente : “Estados Unidos de América. El asesinato de los italianos.—Las escenas de
Nueva Orleans.—Los antecedentes y el proceso.—La Mafia y la política local.—El asalto a
la cárcel.—La reunión, la marcha, los muertos.”

En honor a la verdad y haciendo justicia siempre habrá que agradecer a La Nación, de


Buenos Aires, y por ende a los Mitre, haber permitido al Héroe Nacional de Cuba la
publicación de todas esas cartas que, junto con las publicadas en La Opinión Nacional, de
Caracas (1881-1882), y El Partido Liberal, de México (1886-1892), constituyen una
exhaustiva y valiosa fuente de información, conocimiento y análisis crítico de la sociedad
norteamericana en el período inicial de la fase superior capitalista en ese país.

La remuneración por sus colaboraciones con La Nación, la destinaba a ayudar


económicamente a la madre, doña Leonor Pérez, como confesara en carta del 13 de
noviembre de 1885 a su íntimo amigo mexicano Manuel Mercado: “Trabajo para un gran
diario de Buenos Aires; pero ese sueldo va a mamá”.

Martí amó entrañablemente a la Argentina como al resto de nuestros pueblos


latinoamericanos y caribeños. Estaba la tanto de todo lo que en dichas tierras sucedía. Por
eso en La América, de Nueva York, publicó en octubre de 1883, un artículo bajo el título
“Agrupamiento de los pueblos de América.—Buenos Aires, París y New York” donde
podemos leer, entre otras cosas:

“A Homero leemos pues: fue más pintoresca, más ingenua, más heroica la formación de
los pueblos griegos que la de nuestros pueblos americanos?
Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los pueblos de nuestra
América Latina. Vemos colosales peligros; vemos manera fácil y brillante de evitarlos;
adivinamos, en la nueva acomodación de las fuerzas nacionales del mundo, siempre en
movimiento, y ahora aceleradas, el agrupamiento necesario y majestuoso de todos los
miembros de la familia nacional americana. Pensar es prever. Es necesario ir acercando
lo que a de acabar por estar junto. (...) Todo esto se nos ha venido a las mentes, viendo
como la ciudad de Buenos Aires tiene relativamente más escuelas que New York o París.”

Veamos ahora un precioso y pequeño artículo, dirigido a resaltar la prosperidad de un


pueblo llamado Juárez y que Martí, con gran maestría, lo inició refiriéndose al prócer
mexicano de ese apellido, que también sirvió como título del trabajo en cuestión. Vio la luz
en La América, en mayo de 1884:

“No queremos hablar de Juárez ahora, sino de un pueblo que hay en la América del Sur
llamado por este nombre. Las maravillas ajenas contamos, como si no las tuviéramos
propias.

Un viajero nos está contando del pueblo risueño y próspero de Juárez. En medio de
quintas y haciendas se levanta, y en cuatro leguas a la redonda está lujosamente cultivado.
(...) Pues esa hermosa ciudad fue fundada sobre la yerba de una llanura, hace siete años.

Y ¿dónde es la maravilla? ¿En Texas? ¿En Colorado? ¿En algún territorio de los Estados
Unidos? No: es en Buenos Aires.”

En El Partido Liberal, de México, correspondiente al 27 de septiembre de 1889, publicó un


artículo titulado “Nuestra América” donde entre otras cuestiones, al comentar algunos
temas de El Sudamericano, escribió:

“Pero no hay en todos esos números de El Sudamericano lámina más bella que la que
pinta el paseo glorioso de los veteranos del 9 de julio. Algo en América manda que
despierte, y no duerma, el alma del país. Hay que andar con el mundo y que temer al
mundo. Negársele es provocarlo.

Está la salvación en el derecho al respeto, que da e impone el adelanto real; en el arte del
silencio, y en el equilibrio de las amistades. Este año fue fiesta de hijos la del 9 de Julio en
Buenos Aires. Todos los soberbios y los humildes, los poetas y los corredores de tierras,
los militares y los negociantes, salieron a ver pasar en carroza de honor al general de la
independencia, al nonagésimo Eustaquio Frías.”

Pero no solamente escribió con amor y profundidad de conocimientos en defensa de la


Argentina, dando a conocer sus grandes valores humanos y riquezas materiales y
espirituales, sino que además mantuvo relaciones de amistad con excelentes personalidades
de ese país como los ex presidentes Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña a quienes
conoció en la Conferencia Internacional Panamericana de Washington , celebrada en
Estados Unidos desde octubre de 1889 hasta abril de 1890 , así como Vicente G. Quesada,
Miguel Tedín, Carlos Aldao y Carlos Carranza.
En sus escritos podemos encontrar referencias y menciones a figuras argentinas de
relevancia nacional e internacional como Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre,
Juan Bautista Alberdi, Manuel Belgrano, Juan Martín Pueyrredón, Justo José de Urquiza,
Bernardino Rivadavia , Juan Manuel Ortiz deRosas y el poeta Victor Olegario Andrade.

Su amor y lealtad hacia los pueblos latinoamericanos y la forma en que siempre los
defendió, en especial durante la ya mencionada Conferencia Internacional Panamericana de
Washington, según puede confirmarse en las crónicas publicadas en La Nación, así como
sus excelentes relaciones con la delegación argentina participante en ese evento y presidida
por Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña, constituyeron aval suficiente para que el
gobierno de la República Argentina, dando prueba de confianza y reconocimiento de sus
capacidades y méritos personales, decidiera nombrarlo Cónsul en Nueva York, mediante
decreto presidencial del 24 de julio de 1890. En dicho cargo permaneció de manera
brillante y leal a la Argentina hasta octubre de 1891 cuando renunció para no crearle
problemas a dicho país por sus actividades revolucionarias y patrióticas contra España y
dedicarse así por completo a la preparación de la tercera y última guerra por la
independencia de Cuba. En su carta de renuncia, dirigida a Vicente G. Quesada, ministro de
Argentina en Washington, fechada el 17 de octubre, diría para justificar su decisión:

“Tengo la honra de dirigirme a V. E. para ratificar, en testimonio de mi respeto y


agradecimiento a la República Argentina, la renuncia del cargo de Cónsul argentino, en
esta ciudad que ansioso de evitar comentario alguno contra aquel agradecimiento y
respeto, envié a V. E. por el telégrafo el día 11.

“Como el premio más honroso a mi cariño vigilante por los pueblos de mi raza en
América, recibí y procuré justificar en su desempeño, el nombramiento, ni directa ni
indirectamente solicitado, y por eso mismo más halagador, de Cónsul argentino en Nueva
York. Pero se me dice que un periódico español en esta ciudad ha publicado un artículo en
que intenta hallar incompatibilidad entre mi nacimiento de cubano, que me obliga a luchar
para obtener para mi patria lo mismo que los padres de la patria argentina obtuvieron a
su hora para su país,-- y mi carácter de Cónsul de la República en Nueva York. Y como
añade el periódico, a lo que se me dice, que pudiera mi permanencia en este puesto
provocar un conflicto entre el país que me honró con él y la monarquía de la Península, ni
por un momento puedo consentir en continuar, por honrosa que ella me sea, en una
situación por donde viniera yo a pagar con una controversia ingrata una distinción de
tanto valer para mí, que contará siempre entre las más caras y lisonjeras de mi vida.

“Ruego a V. E. se sirva ordenar al Sr. Vicecónsul, se haga cargo del Consulado que
renuncio, y creer que si en mi persona desaparece el Cónsul argentino en Nueva York,
queda en mí siempre para la República Argentina, un hijo agradecido.

Saludo a V. E. con el testimonio de mi más alta consideración.

José Martí”

Y para finalizar estos breves comentarios sobre la Argentina en José Martí voy a hacerlo
con las siguientes palabras tomadas de una extensa carta abierta escrita por Domingo
Faustino Sarmiento a Pablo Groussac, publicada en La Nación, el 4 de enero de 1887 donde
elogia al Apóstol de la independencia cubana por su crónica sobre la inauguración de la
estatua de la Libertad en Estados Unidos y le pide a este que la traduzca al francés y la
publique para que el mundo pueda conocerlo:

“Deseo que le llegue a Martí este homenaje de mi admiración por su talento descriptivo y
su estilo de Goya.”
Relación de notas.

Raúl Rodríguez La O. Historiador, Investigador y periodista.

[Fuente: http://www.granma.cu/espanol/2005/septiembre/vier9/37marti.html]

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