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II CONGRESO INTERDISCIPLINARIO sobre GÉNERO Y SOCIEDAD: “Lo personal es

político”. Córdoba, 22, 23 y 24 de mayo de 2012

Paula Torricella (IIEGE-UBA/CONICET)


paulatorricella@gmail.com

Densificar las coordenadas “lesbiana en la investigación”: una tarea pendiente

I. Antes de empezar, quiero agradecer a las organizadoras de esta mesa, a valeria flores y a Canela
Gavrila, por invitarnos a pensar estas cuestiones que hoy nos reúnen. Estas dos compañeras han
sabido sacudir en el último tiempo al continuum lésbico activista, un tanto adormecido luego de la
sanción de la ley del matrimonio igualitario que junto a otras iniciativas de orden institucional, nos
ha producido algo así como una sensación de normalidad respecto de las condiciones en las que
existimos, sobre la que vale la pena interrogarse. Entre estas interpelaciones se destacan las
Jornadas de orgullo y disidencia lesbiana “Celebración de las amantes” (Córdoba, 5, 6 y 7 de abril
de 2012), los cinco encuentros que tuvieron lugar durante el 2011 bajo el nombre de Diálogos
críticos del activismo lésbico (Buenos Aires) y el archivo digital Potencia tortillera 1, iniciativas del
entusiasmo de las que Canela y valeria han sido parte junto a otras compañeras.
Hago estas referencias para situarnos también, para situar esta mesa, en una trama que si bien no le
da exactamente origen, sí le da su sentido y energía particular. Con esto quiero decir que la mesa
que estamos conformando hoy no es una más de un congreso cualquiera, y esto también debería
estar presente o enmarcar de alguna manera nuestras reflexiones. En este sentido, me interesaría
luego que nos puedan contar cómo se les ocurrió esta propuesta, de qué modo se vinculan ustedes
con la categoría “investigadora lesbiana” y que relación tiene con el trabajo cotidiano o el activismo
que llevan adelante, y con algunas de las iniciativas que acabo de mencionar (el encuentro, los
diálogos, el archivo). Como ya sabemos, el trabajo intelectual no coincide necesariamente con el
trabajo académico y la investigación no es una práctica limitada únicamente a este último ámbito.

II. Me gustaría empezar retomando las palabras con las que las compañeras nos convocaban a esta
mesa. El mail de invitación, por ejemplo, expresaba que la intención era “inaugurar un espacio de
reflexión acerca de la producción académica y la visibilidad de las investigadoras lesbianas” y que
nos convocaban a quienes estamos acá dada nuestra “visibilidad pública, inserción universitaria y
producción teórica”. Sobre estas cuestiones entonces me propongo decir algo, trando de avanzar
sobre reflexiones generales o panorámicas, que si bien nos orientan a la hora de pensar, a la manera

1 “Archivo documental digitalizado del activismo lésbico, conformado por producciones gráficas y teóricas, registros
fotográficos y sonoros, encuentros reflexivos y acciones callejeras de grupos y activistas lesbianas de diferentes
momentos históricos, múltiples posiciones políticas y diversas geografías de Argentina”
http://potenciatortillera.blogspot.com/
de cartas de navegación, no son suficientes por ahí para profundizar en cuestiones más puntuales,
cuestiones que tenemos que enfrentar en el día de día de nuestra tarea. Voy a hacer un esfuerzo
entonces por mantenerme en un registro lo menos abstracto posible, para tratar de bajar a tierra
algunas reflexiones respecto a qué supone o qué implica o qué potencia tiene moverse como
lesbiana en el ámbito de una universidad pública, escenario en el que personalmente realizo mi
actividades de investigación.

La cuestión de la visibilidad
Me pregunto qué es lo que necesitamos visibilizar. ¿Una diferencia, una existencia en primera
persona, un cierto tipo subjetividad? ¿Una perspectiva espistemológica privilegiada a la hora de
abordar ciertos temas y problemas? ¿Un compromiso ético/político en la producción de
conocimiento contra la héteronormatividad y otras opresiones? Yo soy partidaria de no limitar la
visibilidad a una política identitaria. Esto es, creo que la visibilidad tiene que entenderse como
mucho más que la visibilidad identitaria, la visibilidad de una sujeto lesbiana, que por esas vueltas
de la vida, trabaja de investigadora. Creo que las tareas de una política de visibilidad debería incluir
todo lo anterior. Entre sus tareas más ineludibles en el ámbito académico , veo todavía la de
denunciar, las veces que haga falta, las ausencias en la formación de grado de perspectivas que
estudien / cuestionen las desigualdades en el orden del género y la sexualidad, cuando no la lisa y
llana consolidación de estas desigualdades a través de la trasmisión acrítica de un cánon misógino,
heterosexista, homo-lesbo-transfóbico, etc. Y por otra parte, creo yo, un compromiso de visibilidad
debe insistir en la “memoria de la calle” (la bella frase es de Nelly Richard) de las teorías que
estudian / cuestionan/ reparan en estas desigualdades. Esto es, el origen activista de los temas,
problemas y objetos que abordan, también de sus categorías, estilos, argumentos. La reflexión, por
lo menos en este campo, sabemos que no se origina en la universidad.Es importantísimo insistir en
esta genealogía y politizar de esta manera lo que estudiamos e investigamos.
Por otro lado, considero que dentro de las tareas que tenemos por delante está la de presionar para
que se incorporen en el grado estas cuestiones, que son actualmente un interés más de instancias de
posgrado (doctorados, mestrías, especializaciones, etc) y no impactan en la formación de las
mayorías universitarias. A esto se suma que el posgrado es en general una instancia en que hay que
pagar para asistir -adiferencia del grado que en nuestro país suele ser pública y gratuita.
Esto, articulado con la visibilidad identitaria, la generación de grupos de estudio en los que
podamos compartir bibliografía y formarnos mutuamente (grupos que aspiren a la
institucionalización, que es la única manera de dejar huella y no tener que empezar de cero en otro
momento) el armado de instancias de intervención y articulación en disputas que se llevan a cabo en
otros escenarios (el parlamento, los medios, etc) son, creo yo, la manera en que podríamos llevar a
cabo en este momento algo así como una política lésbica universitaria.
Pero más allá de esta postura general que podría compartir con otras lesbianas investigando en otros
campos o disciplinas, me interesa preguntarme qué puedo yo en el ámbito de la carrera de Letras.
Cómo avanzar un poco en esta especificidad. Voy a volver sobre esto luego de reflexionar sobre la
inserción universitaria en el apartado que sigue.

La cuestión de la inserción universitaria


El tema de la inserción universitaria me interesa mucho, ya que suele juzgarse al tránsito por las
instituciones académicas desde un conjunto de prejuicios que descalifican cualquier tarea que se
lleve adelante dentro de la arquitectura fantasmática de sus cuatro paredes, de la temida e
inexistente torre de marfil. Soy partidaria de considerar a la universidad -especialmente a la
universidad pública de nuestro país, con sus tradiciones y prácticas a cuestas- tan trinchera y
escenario político como cualquier calle, plaza, cama, sindicato, etc. Nunca me sentí protegida del
resto del mundo dentro de la facultad, aunque debo decir que me gusta estar ahí, que lo disfruto, y
que agradezco haber tenido la chance de habitarla por un rato.
De todos modos, mi inserción y la de muchxs compañerxs ha sido y sigue siendo precaria,
marginal, minúscula a la hora de vérselas con las inercia burocrática de esta máquina inmensa.
Aprendí cosas que necesité para investigar desde una perspectiva feminista en espacios construidos
e integrados desde lo voluntario: grupos de lectura y debate, reuniones y charlas informales con
colegas, a través del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE), en alguna cátedra
casi de contrabando... Pero con la sensación de que nadie me iba a reclamar jamás esta formación
ad honorem, gratuita, un plus respecto de lo que verdaderamente me iba a permitir graduarme y
“progresar”.
Creo en la necesidad de las instituciones y tengo esperanza en los procesos institucionales. Pongo
entre paréntesis los debates de los años 90 en torno a la “autonomía vs. institucionalidad” de los
movimientos feministas, y hago mías las palabras de Rossi Braidotti cuando sostiene que los
procesos institucionales son procesos colectivos, procesos de democratización que hay que pagar,
cómo negarlo, con una cuota de burocracia. Pero por varios motivos, de época especialmente, estoy
convencida de que vale la pena ocupar las instituciones. No para adaptarse a ellas sino para
modestamente intentar desactivar sus lógicas injusticia y activar aquellas que podamos aprovechar.
¿Desmantelar la casa del amo con sus propias herramientas? Sí, en la medida de lo que podamos,
sin inocencia.
No quiero pasar por alto el detalle de que para muchas de nosotras trabajar en la investigación es
antes que nada, un trabajo, no sólo y simplemente una tarea. Es la tarea técnica más las condiciones
de ejecución y remuneración; es decir, las tareas más las relaciones de producción. Investigar puede
tener y seguramente tiene, su dimensión político-activista, pero es ante todo un trabajo que nos
permite subsistir cotidianamente a lxs investigadorxs rentados, al menos a quienes necesitamos
trabajar para garantizarnos la subsistencia. De modo que está tensionada también nuestra profesión
con otros imperativos, ligados a la acreditación de lo que producimos, en instancias que luego
juzgan si continuar o no bancándonos el estipendio, a tiempos y ritmos laborales, etc., que
condicionan sin duda el programa político que querramos activar.

La cuestión de la producción teórica


Me pregunto si es producción teórica aquello que hago como investigadora. ¿Por qué se asume que
es así? Y si fuera así, ¿qué tipo de producción teórica es? Y si no es producción teórica, ¿a qué me
dedico entonces? Me pregunto también si desarrollé para mi propio uso algo así como una
(precaria) perspectiva lesbiana de investigación. Y siento que la pregunta me quema en las manos.
Por ambiciosa, por vertiginosa, por prometedora, por ardua. Creo que no, y que en todo caso es una
tarea que no pude hacer sola o que no supe cómo plantearme o que no ví su necesidad (aunque sí la
veo con más nitidez ahora).
Reconozco una cierta perspectiva feminista que aprendí o me hice escuchando o dialogando con
otras investigadoras feministas, en congresos o leyendo sus trabajos, inspirada por discusiones
feministas en el campo de la epistemología y la metodología, estimulada por el IIEGE y
acompañada por buenas revistas (y por supuesto, también militando). Pero lamentablemente no he
tenido acceso, bien porque no existe o porque no lo hemos sabido construir, un “medioambiente”
similar que genere o estimule perspectivas lesbianas, desde la que posicionarnos al momento de
construir conocimiento. Para hacer algo así también necesitamos, hay que admitirlo, comunidad,
una comunidad de la que al menos en mi ámbito, recién vislumbro algunos latidos...
Hace algunos años estoy investigando sobre un conjunto de revistas feministas editadas en nuestro
país en las décadas del ochenta y el noventa (Brujas, Feminaria, Travesías, entre otras). Me
interesan las políticas editoriales que llevaron adelante estas revistas, especialmente las vinculadas a
la importación cultural. También los modos en que generaron, a través de distintas estrategias,
discursos sobre sexualidad, feminismo, género y mujeres atentos al contexto argentino. Llevo
adelante esta tarea desde lo que se conoce como “estudios de prensa”, campo en el que se trabaja a
la manera de los cartógrafos y los entomólogos: formulando mapas, clasificaciones, descripciones,
en este caso, de fenómenos editoriales (de periódicos, revistas y otros objetos).
No realizo producción teórica, sino descripciones, análisis, crítica de este corpus de revistas
feministas, que no está relacionado, en principio, con sujetos lesbianos, ni con el lesbianismo como
tema u objeto, aunque esté implicado de alguna manera.
Quizá el aporte más relevante, vinculado a esto que estamos pensando, lo realicé creo cuando me
ocupé de Cuadernos de Existencia Lesbiana, una publicación lésbicofeminista que fue publicada
entre 1987 y 1996 en la ciudad de Buenos Aires. 2 Y ahí digamos el compromiso fue visibilizar la
producción cultural, la prensa, de ese grupo de lesbianas activistas argentinas.
Para quienes no la conocen, se trata de una revista tamaño oficio, mecanografiada, ilustrada, que
dirigieron Ilse Fusková y otras compañeras. Y que de alguna manera es un testimonio gráfico de
diez años de un sector del activismo lésbicofeminista de nuestro país. Vemos la historia del
activismo lésbico (y la historia social de las lesbianas) a partir de las revistas ya algunos otros pocos
registros (testimonios orales y escritos, alguna producción visual, fotos, videos, quizá una chispa
publicada en algún medio de comunicación...) aunque a veces no las vemos porque las revistas no
están hechas para durar, se escabullen y hasta deshacen en las manos.
Mi trabajo con CEL pretendió dar cuenta de la precariedad, la abosluta falta de discurso, desde la
que se comenzó a pensar sobre el lesbianismo en nuestro país. También me aboco a la red de
referencias teóricas que se va tejiendo con el tiempo, las que se van traduciendo e importando, y las
que se van generando desde acá. Por ejemplo, qué tipo de teorizaciones sobre el lesbianismo se van
impulsando desde la revista. En otro sentido, intenté dar cuenta de cómo se fue armando un archivo
sobre las lesbianas argentinas a través de encuestas, convocatorias de ensayos, publicación de cartas
de lectoras y otra producción poético-testimonial.
Al trabajar con el resto de las revistas feministas, suelo reparar en las ausencias. En cómo el
cuestionamiento sobre la heterosexualidad no avanzó hacia discursos protagonizados temática o
enunciativamente por lesbianas y trato también de interpretar las huellas de esas resistencias. En
este momento estoy escribiendo sobre las lesbianas en las revistas feministas: como editoras,
articulistas, objetos de discurso, etc. en aquellas pocas zonas donde es posible ubicarlas.

III. A modo de conclusión tengo que decir que me resultó difícil escribir estas pobre trabajo.
Confieso que nunca había pensado seriamente sobre esto. La primera impresión que tuve cuando leí
el documento que fundamenta esta mesa fue que, aunque importantes, las preguntas formuladas allí
carecían de sentido o tenían muy poco. (La misma sensación que generó en la Celebración de las
Amantes el interrogarnos sobre el cuerpo lesbiano... ) Pero que no tengan sentido todavía, o que
tengo muy poco, o que su sentido no nos sea evidente ¿no hace más urgente el que nos animemos a
pensar sobre ellas? Darles sentido, densificar las coordenadas “lesbiana en la investigación” es
entonces una tarea que tenemos por delante.
Quiero hacer una última reflexión sobrelas expectativas muy ambiciosas respecto de lo que una
investigadora lesbiana puede hacer contra el sistema (contra el “régimen de conocimiento
heterosexual”). La cotidianidad, el día a día del trabajo científico, en el que hay que lidiar con las

2 “Comentarios sobre la experiencia editorial de Cuadernos de Existencia Lesbiana” En: Revista Interdsicplinaria de
Estudios Sociales, n°2, Bahia Blanca, Julio-diciembre de 2010.
inercias propias de las instituciones, el ritmo y la necesidad personal, la especificidad de una
disciplina, etc. hacen que individualmente los horizontes a los que aspiramos nos queden enormes.
Yo trato de ser modesta con esto porque si las expectativas son demasiado grandes, cualquier
trabajo que hagamos, por más comprometido que sea, nos va a resultar frustrante.

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