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No hay cómo parar la deforestación

En menos de tres décadas el país perdió el equivalente a todo el departamento


de Antioquia en bosques: 6 millones de hectáreas. El último año y medio el
fenómeno avanzó incontrolable sobre la Amazonia y amenaza territorios
sagrados con comunidades en aislamiento voluntario hace cientos de años.

En 2017, la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS)


y otras entidades integraron un equipo de ambientalistas que les dictaron una
charla sobre legislación ambiental a 20 líderes veredales del Guaviare. El
resultado los tomó por sorpresa: los campesinos nunca habían oído hablar de
las normas que rigen al respecto y creían que las licencias ambientales o los
permisos de aprovechamiento forestal eran compromisos establecidos por el
gobierno para firmar la paz con las Farc.

Solo entonces supieron que desde 1974 existe un código que rige el manejo de
los recursos naturales en Colombia. Y se enteraron de que cometían un delito al
talar árboles sin permiso del Estado, pues hasta el proceso de paz la guerrilla
ejercía la autoridad en la zona y regulaba todas las actividades, como la pesca,
la caza y demás acciones.

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Colombia, en amenaza por pérdida de bosques

Aunque los campesinos no son los principales responsables, efectivamente el


posconflicto aumentó el fenómeno. Agencias y organizaciones ambientales
anunciaron desde 2015, por medio de diversos estudios, que la deforestación
crecería por cuenta de la salida de la guerrilla de territorios que tuvieron durante
medio siglo, porque evidentemente se les dejaría el camino libre a otras formas
de ocupación.
Y los efectos se ven en las cifras de los últimos tres años. De 124.000 hectáreas
deforestadas en 2015 se pasó a 179.000 en 2016, y a 220.000 en 2017. Y lo
peor: desde el año pasado la deforestación está enquistada en
el Amazonas colombiano. En los últimos 5 años la región perdió casi 412.000
hectáreas de bosque. El 65 por ciento de la deforestación nacional de 2017 está
en esa zona.

Además, como si fuera un virus, el fenómeno muta y se manifiesta de muchas


maneras. El mapa de la deforestación incluye carreteras, ocupación de baldíos
nacionales, incendios forestales, ganadería, minería y coca, en manos de mafias
con gran poder financiero que pagan por ‘limpiar’ terrenos, disidencias de la
guerrilla, ganaderos ilegales, terratenientes y bandas criminales. Nada es
realmente nuevo, pero se ha potenciado.

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amazónico cada hora

El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Ricardo Lozano, dijo que en el


país ya no se habla de tráfico de especies o de madera asociados a la
deforestación, sino de actividades criminales, como minería ilegal o
acaparamiento de tierras. “Hoy en día, gran parte de los ilícitos en nuestro
territorio tienen que ver con la deforestación”, agregó.

Un Estado débil

Si bien el país presencia desde el año pasado los peores ataques contra sus
bosques, voces autorizadas del ambientalismo nacional señalan al Estado, por
acción u omisión, como parte del problema. Una de ellas, Ángela Andrade,
presidente de la Comisión de Gestión de Ecosistemas de la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (UICN), añade los procesos de extracción
minera ilegal o de producción de cultivos de uso ilícito como la coca, que existen
desde finales de los años setenta.
Andrade hizo énfasis en que mientras crecen los cultivos de palma africana y la
minería ilegal, el país sigue viendo al Amazonas como hace 40 años, sin valorar
su biodiversidad ni la riqueza cultural de sus comunidades indígenas. “La
incoherencia de las políticas permite que con una mano aumenten las áreas
protegidas y, con la otra, promuevan el desarrollo agrícola y de vías: actividades
no sostenibles que están llevando a la degradación de estos ecosistemas e, igual
de grave, de las comunidades indígenas”, añade la experta.

En la misma línea está Manuel Rodríguez, exministro del Medio Ambiente,


columnista y director del Foro Nacional Ambiental, quien resume la situación
como un problema de control territorial del Estado. Le parece que los
colombianos tienen la idea de que un predio bien explotado o ‘limpio’ ya no tiene
árboles y que precisamente el Estado fue el que fomentó la colonización a partir
de esa idea.

Puede ver: El 17 por ciento del bosque amazónico ya desapareció según WWF

Para Rodríguez, los dos peores problemas ambientales del país, la deforestación
y la minería, probablemente están en manos de las mismas mafias. Pero aclara
que la deforestación criminal que arrasa miles de hectáreas se debe diferenciar
del pequeño finquero que tala y siembra para su propia subsistencia.

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