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CURSO DE MAGIA WICCA

LAS ANTIGUAS
FESTIVIDADES
Hace frío y está oscuro. Las noches han crecido y se han hecho cada
vez más largas.
Parece como si el Sol nunca fuese a volver. La Tierra está yerma y los
campos están helados. Para calentarse, la gente se abraza entre sí. La gente
espera, sus ojos brillan con la luz del fuego, se cuentan historias, se
comparten sueños, se celebra el momento de la oscuridad, en la espera de
que la luz llegue pronto... Finalmente se hace una noche especial. Toda la
tribu, los adultos y los niños, permanecen juntos – en un monte o en una
plaza, o en el gran salón de reuniones – porque hoy es la noche más larga del
año. Se necesita la colaboración de todos para hacer que el Sol asome
nuevamente. Y por esto, entre todos construyen una gran fogata en honor al
Sol, y bailan y cantan y hacen ruido con matracas y tambores y campanas
durante toda la noche. Al salir al Sol, en la mañana de la fiesta de Yule, cada
persona sabe que él o ella ha colaborado para que esto sucediera. Alegres,
cansados y profundamente satisfechos, saludan al amanecer. Han
compartido algo que los va a llenar de emoción, procurándoles calor, durante
el resto del largo invierno: un sentimiento vivo de magia. Una vez más, con la
colaboración del grupo, la Gran Madre Tierra ha estado toda la noche de
parto y ha dado origen al nacimiento del Sol, una vez más. Los días van a ser
más largos a partir de ahora, dentro de unos pocos meses, los campos –que
son su cuerpo- van a florecer. La rueda, el gran círculo cósmico, ha vuelto a
girar sobre sí mismo.

Desde tiempos cercanos a la Prehistoria, las culturas de todo el mundo


han realizado celebraciones comunitarias para señalar la noche más larga
del año, donde cada participante –mujer, hombre o niño- acostumbraba a
compartir por igual el misterio. Sin embargo, aunque muchas cosas se han
perdido, han sobrevivido hasta nosotros suficientemente como para
ofrecernos un buen punto de partida si deseamos conocerlas y vivirlas. Y
eso es justamente lo que estamos viendo ahora, un gran movimiento que
quiere retomar la sabiduría desde sus raíces.

Hace unos años, investigadoras como Marija Gimbutas y Riane Eisler


descubrieron y organizaron un gran número de pruebas que indicaban la
existencia de comunidades basadas en los valores de la Diosa Madre Tierra
–valores de comunidad, cariño y creatividad, lejos de las jerarquías de poder
y frente a los desposeídos, con el único deseo de ganar a toda costa de lo
que fuera la riqueza de las culturas posteriores. Pero mientras algunos
consideran que dichas culturas basadas en la Diosa son utopías, la realidad
demuestra que nuestra sociedad necesita transformarse y que son estos
valores los que necesitamos potenciar y mantener a fin de que la cultura
sobreviva.

Al reconstruir nuestro sentimiento respecto de lo espiritual, estamos


generando una mejor forma de sociedad. Este es el trabajo en el que nos
involucramos muchos de nosotros, y algunos inconscientemente. Porque al
redescubrir el antiguo camino de la Diosa, encontramos el modo de
recuperar esas partes de nosotros mismos que teníamos desconectadas
desde hacía mucho tiempo pero que, al fin, se han despertado. La Gran
Madre nos ofrece curación, para nosotros y para nuestro planeta enfermo.
Y son estas festividades las que nos unen con la Tierra, de forma real y
profundamente tangible.
Retornamos a esas festividades que marcan cada cuarto y medio cuarto
de la gran rueda anual – festividades que nuestros antepasados honraban y
celebraban con rituales y costumbres, algunos de los cuales han sobrevivido
hasta hoy de forma más o menos reconocible. En cierto sentido, renovar
nuestra conexión con estos sagrados días del pasado es como volver al
hogar, un camino para recuperar algo de lo que somos, en lo más hondo de
nosotros – pero que nuestra sociedad ha perdido u olvidado. Aunque nuestra
tecnología sobrepase largamente nuestra capacidad de comprensión,
nuestro yo interno no es muy distinto del de hace miles de años. Todos
compartimos un yo profundo, instintivo, un paisaje interno poblado por los
mitos y arquetipos, alimentado por los cuentos de hadas y las leyendas y que
viene de un distante camino consciente. Estas antiguas celebraciones se
refieren a ese yo interno y sus necesidades - la necesidad de formar parte
activa y viva del gran drama de la Naturaleza y que se ejecuta año tras año
en nuestro planeta.

Cuando respetamos los ciclos anuales de la germinación, crecimiento,


formación del fruto, caída y muerte, y de nuevo germinación, nos regalamos
serenidad. Hay algo de satisfactorio y tranquilizador en estos ciclos, una
promesa de renacimiento y renovación a la vez que honramos los procesos de
decaimiento y muerte. Al alinearnos de forma consciente con este ciclo,
aceptamos sabiamente nuestros propios conceptos y realizamos una
profunda conexión con nuestro planeta. Compartir esta conexión con los
demás se convierte en una verdad sagrada.

Estos momentos especiales que celebramos son momentos en el tiempo,


creados conjuntamente por la Tierra y el sol. Nos enseñan con suavidad a
abrazar el instante para luego dejarlo ir con especial gratitud. En Mabon, el
equinoccio de otoño, el día y la noche son iguales, pero sólo por un instante.
Entre una respiración y la siguiente, nuestro planeta ha girado por lo que
deberemos esperar un año entero para que este momento especial de
equilibrio y armonía surja de nuevo. Las festividades marcan pausas
fundamentales, mientras que las estaciones son quienes honran esos
caminos graduales. Ambas tienen mucho que enseñarnos acerca de cómo
vivir el momento con sabiduría.

Celebrar el patrón anual nos ofrece un camino para recuperar nuestro


sentimiento de que la Tierra es sagrada, ya que ella se convierte en el
cuerpo de una Gran Diosa que nos enseña infinitas cosas. Al conocerla bajo
una experiencia directa y personal sobre los grandes misterios y con una
espiritualidad viva, el mundo se convierte en un lugar lleno de magia. Lejos
de los puntos de vista tanto alienados como alienantes de culturas que
enseñan el dominio sobre la naturaleza –dándole permiso a la Humanidad
para que destruir y contaminar el planeta- se convierte la Tierra en un
estéril lugar desierto sin espíritu. Este antiguo camino hace que el espíritu
habite en todas las cosas. Las propias rocas y los árboles se convierten en
nuestros guías y los animales en nuestros aliados. Todo es sagrado y de una
importancia vital para el conjunto. Al experimentar y celebrar según los
modos antiguos, reafirmamos nuestro compromiso de curación del planeta
tanto como de cada uno de nosotros; puesto que si vemos a la Tierra como el
cuerpo de nuestra sagrada madre, resulta muy poco probable que seamos
capaces de herirla o maltratarla. Y si honramos nuestra capacidad de saber,
de ser sabios y poderosos- si, de hecho, celebramos la esencia de la Diosa
que nos es propia- curamos la división que tantos de nosotros hemos
sostenido entre nuestro yo cotidiano y consciente y nuestro yo interior y
profundo. Vicki Noble resume magníficamente esta idea en su innovador
libro Madre-Paz:

“En estos días, la mayoría de nosotros nos sentimos no muy bien física o
mentalmente –en cierto modo, estamos desequilibrados. Nos damos cuenta
de ese malestar pero no sabemos cómo solucionarlo. Si supiésemos qué
hacer para sentirnos bien, ciertamente lo haríamos. El gran regalo que nos
ofrece la Diosa es precisamente esto. Al individuo, le ofrece tanto el
bienestar personal como la experiencia de vivir en plenitud. A la Humanidad,
puede otorgarle la armonía que conlleva al reconocimiento de que todos
estamos interconectados en espíritu a este planeta. Dependemos de él para
nuestra supervivencia y le debemos el don de la vida”.

Llegados a este punto, resulta vital afirmar una vez más que seguir el
camino de la Diosa no es un pre-requisito necesario para realizar las
actividades que propongo en este curso. Deseo que sea un curso útil para
todos, porque sean cuales fueran sus creencias espirituales, la única cosa
que todos tenemos en común es que compartimos nuestra existencia en este
planeta. Una existencia que se convierte cada vez en algo más precario y
amenazador. Para muchos de los que realicen este curso, la idea de que la
espiritualidad basada en la Tierra nos ofrece esperanza y curación no es
nada nueva.

Las ocho festividades que celebra este curso son las tradiciones de la
familia humana. Antes de que los calendarios estuviesen al alcance de
cualquiera, la gente observaba dichas festividades como puntos de
referencia para plantar o cosechar, para vivir de un modo que asegurase la
continuidad de la vida humana. La celebración de la Gran Danza Cósmica era
la celebración de nuestro lugar en la rueda según los vastos recursos que
nos ofrecía la Madre, como maestra, guía, y dadora de alimentos.

Aquí voy a presentar un resumen de este ciclo anual, un punto de partida


para entender su impacto en nosotros hoy en día. Doy a las festividades su
antiguo nombre celta, en parte porque esto es reflejo de mi herencia
cultural particular, porque me he dado cuenta que utilizar estos nombres
mágicos devuelve a esos días su significación especial. Durante años, muchos
de nosotros los hemos celebrado sin prestar ningún reconocimiento a su
importancia. Durante años, ese día puede haber sido simplemente el primero
de Agosto, pero ahora es Lughnasad. Y esto marca la diferencia.

Cuatro de estas festividades caen en días distintos cada año, aunque


siempre dentro del mismo margen de tres o cuatro días. Usted va a
necesitar consultar alguna efeméride o el “Almanaque del Campesino” para
hallar exactamente que días son los equinoccios y los solsticios. En la
actualidad resulta fácil encontrar calendarios que señalen esos días
sagrados, pero a algunas personas Les gusta buscarlos por su cuenta y
organizar su propio calendario en la pared. De hecho, hay quien ha creado
una tradición familiar con esta actividad, que normalmente se lleva a cabo
en Año Nuevo y así se puede anticipar el delicioso camino en espiral que se
va a seguir mes a mes en el próximo año.

No se pretende en modo alguno recrear las antiguas festividades de


manera histórica –lo que era válido para nuestros antepasados, que vivían de
la manera en que vivían no sería valido hoy por nuestro modo de vida actual.
De todos modos, no es mi propósito mantener la precisión histórica. En vez
de esto, quiero re-visionar, re-organizar y re-crear un sentimiento sagrado,
la reverencia por el ciclo anual de nuestro planeta y de una manera de ser
alegre y feliz. Si pensamos en la idea de festividad –celebrar el nacimiento
del sol, por ejemplo, o las bendiciones de la cosecha- como semilla, lo que se
puede hacer es inventar maneras contemporáneas, frescas y significativas,
para cuidar a esta semilla hasta que se convierta en fruto gracias a
nuestras celebraciones familiares. Y si un antepasado nuestro viajase en el
tiempo y apareciese justo en medio de una de estas celebraciones, él o ella
aún podrían reconocer la imagen central o el acontecimiento que estamos
celebrando.
MABON 20-23 septiembre:
Voy a empezar hablando de Mabon, la festividad de acción de gracias que
marca el equinoccio de otoño en septiembre, el momento de equilibrio entre
el día y la noche, la luz y la oscuridad. Tradicionalmente, Mabon es el
momento de la última cosecha, un día para celebrar los dones de la Madre
con la familia y la comunidad y, puesto que las noches empiezan a ser más
largas, guardar todo lo que hemos cosechado. Mabon nos ofrece la
oportunidad de celebrar y dar las gracias de todo corazón por las
espléndidas y variadas cosechas que hemos disfrutado durante todo el año.
Mabon marca el inicio del tiempo en que las cosas van a orientarse hacia el
interior, por su rico contraste de imágenes entre la abundancia terrenal y la
disminución del poder del sol. Y también nos es posible imaginar a nuestros
antepasados, con sus caras pintadas de blanco y negro, juntos, en medio de
un círculo durante la danza sagrada que celebraba el fluir de la luz y de la
oscuridad en el ciclo espiral de la vida.

SAMHAIN 31 octubre:
Halloween (Día de Difuntos) aún conserva retazos de esta antigua
festividad de los muertos. Una noche para honrar al Anciano que ha nacido
de nuevo tras la medianoche. El misterio de Samhain hace que nos
acordemos que nuestras raíces están profundamente hundidas en la oscura
Tierra, y nos despierta los recuerdos y el poder de esta noche, que es la
noche más bruja del año. Samhain nos enseña a convertir la muerte en algo
menos terrible: preparamos comidas especiales, reservamos un lugar en la
mesa para las personas queridas que han fallecido y Les recordamos con
respeto. Nuestros antepasados sabían que en Samhain el velo que separa
este mundo del próximo es delgado y que, con ello, la comunicación entre
ambos mundos es una posibilidad real. Es el momento del año ideal para la
adivinación, porque Samhain nos anima a que escuchemos la sabia voz que
hay en nuestro interior, que confiemos en nuestra habilidad para ver y
modificar el futuro. Al día siguiente llega el invierno, el momento de la
oscuridad, de mirar hacia dentro, de conectarnos con nuestra sabiduría
interna. La oscuridad llega junto con las hojas muertas que trae el frío
viento del invierno y mientras encendemos nuestras esculpidas lámparas de
calabaza y nos sentamos junto al fuego, soñamos con nuestra propia muerte
y con las muchas elecciones, oportunidades y misterios que yacen frente a
nosotros.
YULE 20-23 diciembre:
El solsticio de invierno en diciembre es el momento de mayor oscuridad: el
sol está en su punto más bajo en los cielos, mientras que la noche es la más
larga del año. Yule es uno de los puntos clave del ciclo. Tras Yule, los días
empiezan a prolongarse, por lo que esta festividad (similar en espíritu a la
Navidad o a la Hanukkah) se celebra tradicionalmente para convocar el
retorno de la luz y de la esperanza al mundo oscuro y helado. En Yule hay
celebraciones ruidosas y reflexión silenciosa; nuestros antepasados
encendían grandes fogatas en la noche de Yule y bailaban a su alrededor
toda la noche para llamar al amanecer, girando y girando para invocar al
cambio, tanto en el aspecto interno como en el externo. Y la perfecta
quietud de las imágenes de Yule (las velas iluminan la oscuridad, el sagrado
árbol verde constituye el eco de la naturaleza vibrante de la vida en medio
de la aparente muerte, y la Madre Tierra que da cobijo al Niño Sol) nos
recuerda que, justo cuando las cosas parecen haber perdido esperanza y
apagarse, el ciclo cambia y la luz retorna.

IMBOLC 2 de febrero:
Se celebra a principios de febrero. Tradicionalmente Imbolc honra a las
semillas que bajo Tierra empiezan a germinar. Imbolc celebra los días,
que visiblemente van siendo cada vez más largos y nos anima a limpiarlo
todo y a prepararse para la atareada estación que se avecina. Los
antiguos Celtas denominaban este día “Día de Brígida”, en
Honor a la triple diosa de este nombre. En Imbolc pedimos inspiración y guía
para nuestros nuevos planes y proyectos, y le dedicamos algunos
pensamientos a los misterios ocultos que están teniendo lugar en la
oscuridad. Al igual que la tierra oscura gesta la vida que va a surgir y a
florecer en primavera, nosotros honramos nuestros momentos de
poder oscuro, que gestan el crecimiento que nos va a sostener en los
cálidos y soleados meses de creatividad que están por venir.

OSTARA 20-23 de marzo:


El equinoccio de primavera en Marzo nos muestra el equilibrio entre la luz y
la oscuridad, pero en este punto de la rueda, con el triunfo de la luz, los días
van a ser en lo sucesivo más largos que las noches. Al realizar un homenaje a
toda la nueva vida, Ostara, al igual que la fiesta de la Pascua, trae a nuestra
vida huevos y polluelos para demostrar así el exuberante poder de los
inicios. Con el equinoccio de primavera, descubrimos en nuestro interior la
energía y la frescura suficientes como para romper el oscuro huevo de la
inactividad invernal y celebrar con abundante evidencia que la vida continúa.

BELTANE 1de mayo:


Esta antigua festividad de la fertilidad y de la sexualidad aclama la
capacidad sorprendente de la Naturaleza para autofecundarse. Situado al
inicio del mes de Mayo, cuando el mundo está pleno de vitalidad sensual,
Beltane nos conecta con la floración que está teniendo lugar en todas
partes, a nuestro alrededor. Beltane es un día para apreciar nuestro cuerpo
y su capacidad divina para el placer. La antigua festividad de Beltane
honraba al sexo en su aspecto creativo, como portador de alegría y
generador de nueva vida. Cuando nos imaginamos a nuestros antepasados
ondeando sus guirnaldas de flores alrededor del “árbol de mayo” (Maypole),
que es a la vez tanto un símbolo fálico como la representación del gran
Árbol del Mundo, recordamos un tiempo en el que el sexo no era un pecado
(cuando hacer el amor sin culpa, abiertamente, en los campos constituía un
acto sagrado que, como tal se creía, ayudaba a obtener una mayor cosecha
en otoño). Beltane es la reivindicación del cuerpo como algo sagrado.

LITHA 20-23 de junio:


El Solsticio de Verano en Junio honra el poder del Sol: es el día más largo
del año. El Sol está en su Cenit, el punto más alto en el cielo. Las fiestas de
Litha nos animan a gozar del poder del Sol como dador de vida, calor, al
tiempo en que se celebra nuestra propia capacidad para hacer que las cosas
crezcan. Con sus radiantes imágenes solares y con llamativos colores en
todas partes, Litha nos empuja a abandonarnos a la alegría de este punto
culminante. En este día, nuestros antepasados acostumbraban a encender
hogueras en lo alto de las colinas, o grandes ruedas de paja que hacían rodar
por las laderas hasta que se apagaban al caer en las aguas de un río o de una
corriente. Es bueno gozar del calor del fuego gigantesco del sol que da luz y
vida a nuestro planeta. También darse cuenta de su poder ambivalente. Si
tomamos demasiado de su energía radiante tendremos sed, quemaduras en
la piel e, incluso cáncer. Por ello, aún en climas templados, hay que respetar
esta energía.
LUGHNASAD 1 de Agosto:
La festividad del primero de Agosto marca la primera cosecha.
Tradicionalmente es el momento del sacrificio del grano que se ofrece al
cuerpo para alimentarlo. Lughnasad nos hace recordar las muchas maneras
de que la Madre Tierra responde a las necesidades de sus hijos. Cuando
hacemos partícipe a todo nuestro cuerpo (manos, mente, sentimiento) en el
ritual de hacer el pan, nos acercamos a la reverencia que nuestros
antepasados sentían por este alimento que Les salvaba del hambre en
invierno y que era la sagrada representación del cuerpo de la Diosa o del
Dios. Justamente por eso, acabo con esta reafirmación de lo sagrado que
hay en toda vida, y de lo sagrado que se halla también en nosotros mismos.

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