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UN ROTO PARA UN DESCOSIDO

Quiero ver lo roto contigo


no remendarlo
meterle el dedo
hacerlo mas grande
rellenarlo de pesadilla
de mundo
de lágrima.
Compartimos el sello del hijo único
yo que estoy rota y tu descosido.

Dora Moro

El titulo de este trabajo proviene del refrán que dice: "Nunca falta un roto para un descosido". Este
dicho popular tiene diversas interpretaciones y una de ellas tiene que ver con el amor,
especialmente con el amor de pareja. Se utiliza en ocasiones para consolar a la persona que sufre
de amores, ya sea por un desengaño o simplemente porque no ha encontrado el amor. El supuesto
consuelo está en decirle que no está solo, que en algún lugar existe alguien que se le parece, con
quien seguramente tiene algo en común. Como muchos de los dichos que han recorrido nuestras
historias y las de aquellos que vivieron antes de nosotros, éste, en mi opinión, encierra una cierta
verdad, o un cierto saber si uno los quiere encontrar ahí. De ahí que sigan vigentes y sigan
transmitiéndose por generaciones.

Afortunadamente todos los seres humanos compartimos algo, aunque en ocasiones no lo sepamos o
no queramos saber nada sobre eso. Todos estamos rotos o descosidos.

Me topé por casualidad con éste pequeño poema de una autora jaliciense llamada Dora Moro, quien
posiblemente le da este sentido amoroso al refrán, y de una manera que me parece muy bella. Le
hace una proposición, amorosa, a otro.

Quiero ver lo roto contigo, no remendarlo. Digo propuesta amorosa, porque creo que al menos en
parte, de eso se trata el amor.

No tengo intención de que tomen lo que aquí les digo como una verdad, por que en todo caso es
solo la mía, por ahora.

Lo que les planteo es lo siguiente. Para que el amor ocurra es incluso una condición, que los dos
sujetos que se encuentran, los amantes, reconozcan la propia rotura, el propio descosimiento, su
incompletud. El amor, como posibilidad puede ocurrir ya sea entre un roto y un descocido, entre
dos rotos, entre dos descocidos. Las dos palabras nos hablan de un agujero, una hiancia, una falta
y es en este punto donde encuentro cabida para hablarles un poco del amor desde la perspectiva del
psicoanálisis, en especial desde la perspectiva lacaniana, pues la falta es en ésta, fundamental en
nuestro advenimiento como sujetos. El amor puede surgir y posiblemente sostenerse entre dos
sujetos que se reconocen en falta.

El sujeto, para el psicoanálisis, es siempre sujeto del deseo y no de cualquier deseo sino del deseo
del Otro, deseo que permanecerá inconsciente para todos. Se trata de un deseo muy particular que
precede incluso nuestro nacimiento biológico y cuyo resultado, en esa carne que somos al nacer,
será una marca de naturaleza fundante y estructurante. A partir del momento de la inscripción de
esa marca en nuestro cuerpo biológico, algo de lo real, de ese cuerpo quedará perdido en nosotros.
Se trata de la falta originaria que marcará nuestra existencia.
Jaques Lacan, haciendo alusión al Mercader de Venecia de William Shakespeare, no dice que el
hombre paga un precio por hablar, paga con una libra de carne, refiriéndose a eso de lo real que
quedará perdido para todo ser hablante. Habla también de la extimidad del sujeto (uno de sus
tantos neologismos), para dar cuenta de que es algo externo, algo que lo precede, el lenguaje, el
deseo del Otro, lo que se convertirá en lo más íntimo de su ser, en el sostén su misma existencia.
Somos sujetos del inconsciente. El inconsciente es el resultado de ese entrecruzamiento entre el
lenguaje y el cuerpo.

Para Lacan, y aclaro que se los digo aquí en una forma muy resumida y desde mi lectura de sus
textos y seminarios, el sujeto se constituye desde un real, un cuerpo, que se organizará en un primer
momento de forma imaginaria y que tendrá que anudarse posteriormente a un orden simbólico. Los
distintos anudamientos de estas tres dimensiones o registros, repercuten en el sujeto y en su forma
de relacionarse con el mundo y con los otros.

En la lógica imaginaria se trata del yo, que Lacan llama el "moi", que desde su origen queda
sostenido por una serie de identificaciones especulares que confirmaran de ahí en adelante su
existencia. Es una lógica narcisista, en donde se juega el ser: o soy eso que el Otro me demanda o
no soy. Es el yo imaginario, narcisista, que por una parte sostiene nuestra existencia, lo cual es
necesario en un momento, pero por otra, nos deja atrapados, cristalizados en una imagen de
nosotros mismos a partir de lo que creemos que el Otro nos demanda.

La lógica narcisista (recuerden el mito de Narciso, que queda atrapado en el enamoramiento del
reflejo de su propia imagen en el agua), es la lógica de la completud, de la totalidad, de la certeza,
y ahí no hay cabida ni para el deseo, ni para el amor. La posibilidad del deseo, de advenir sujetos
deseantes, surge partir del reconocimiento de la falta, de nuestra rotura inicial y eso es ya de un
orden simbólico, en donde el yo, que para Lacan es el "je" de la lengua francesa, se organiza bajo
otra lógica, la lógica del deseo inconsciente, deseo que nos lanza a encontrar fuera de nosotros eso
que creemos perdido. Yo les planteo que el amor es uno de nuestros intentos por encontrarlo, por
encontrarnos. Compartimos la falta y el amor como posibilidad de hacer algo con ella.

Pero el amor no es cosa fácil, como seguramente saben, pues conlleva en su esencia el engaño. El
amor es engañoso. ?Y en que consiste el engaño del amor?. Bueno, en primer lugar, existe la
ilusión de que amamos al otro por el ser y no por el tener, pero en realidad sólo amamos a alguien
por que suponemos que tiene lo que nos falta y ese es el corazón mismo del engaño, de la
mascarada del amor, que desembocará en una desilusión, tarde o temprano. Porque lo que, al
menos suponemos que tiene el otro, no es, ni será nunca, lo que nos falta.

Un fragmento de un poema de Fernando Pessoa, escrito bajo el nombre de uno de sus heterónimos,
Ricardo Reis lo expresa maravillosamente:

Nadie ama a otro,


ama sólo
aquello que de sí hay en él
o lo supone.

Lacan, para dar cuenta de esta imposibilidad del encuentro amoroso, plantea de un forma un tanto
enigmática en uno de sus seminarios lo siguiente: "el amor es dar lo que no se tiene a alguien que
no es", y algunos años mas adelante dirá que "... es dar lo que no se tiene a alguien que no lo
quiere."

El amor es entonces también un dilema, porque o vemos ese brillo que nos encandila, que es
absolutamente puesto por nosotros en alguien (y comienza ahí una historia de amor)… o no lo
vemos. Pero además, ese brillo no es eterno y sostener el amor a partir de que dejamos de verlo,
no es cosa fácil. No es cosa fácil, pero tal vez, no imposible. Puede ser que la imposibilidad
esencial del amor parta de pensarlo como cosa dada de por si, como algo por lo que no hay que
trabajar, porque está ahí y permanecerá, eterno e inamovible. De caer en la trampa de creer que es
el otro el que nos completa, y además nos pertenece, entonces si que no hay posibilidad de sostener
el amor. Para sostenerlo es necesario que seamos capaces de tolerar las fallas, los desencuentros.

ソ Se puede amar, sin ser amado? Todos hemos escuchado alguna vez que hay "amores imposibles",
en el sentido de la imposibilidad de concreción del amor en una pareja, de la reunión de los
amantes, como si el resultado del amor se posibilitara o imposibilitara por la presencia del otro.
Pero puede ser que esto no sea así, pues tanto el encuentro como la instalación del amor a través del
discurso pueden producirse aún sin la presencia del amado. La pregunta sería ソ hasta que punto
puede sostenerse esta forma de amor? Por supuesto, no pretendo responder esta pregunta por que
no tengo una respuesta.

Para Lacan el amor, o dicho de otra forma, el acto de amar, es una metáfora, en la que lo que se
sustituye es una posición del sujeto, que pasa de ser el amado a ser el amante. Los enamorados, al
menos en un cierto momento del encuentro quieren saberse amados, ser para el otro alguien, ser
con el otro. Pero las cosas, a mi parecer, no pueden quedarse ahí, es necesario que se dé un
movimiento, idealmente en ambos partenaires, para que el amor marche, al menos el amor de
pareja. Ambos deben asumirse en falta, reconocerse rotos, descocidos y no solo eso sino reconocer
también que ninguno de los dos es el poseedor del precioso objeto que imaginariamente les falta, el
objeto que vendría a tapar o coser lo roto. No se trata de rellenarse, de coserse mutuamente.
Tampoco se trata de hacerse amar por el otro, si no de amar. ソ Y como se podría amar si uno está
lleno, si no se siente roto, descocido, si no le falta nada? La historia del encuentro amoroso se
realiza sobre la base de un desencuentro inicial.

Y siendo así la cosas, el amor es también una apuesta. No se trata de ir por la vida buscando
incansablemente a ese príncipe azul o a esa mujer perfecta que evidentemente no existen, se trata de
encontrarnos día a día con el amor, con ese otro que amamos, de hacer metáfora. A fin de cuentas
el amor es como les dije antes, una manera de hacer algo con la falta, de no sentirnos tan solos en
este nada fácil camino que es la vida. Pero para vivir el amor hay que animarse a correr el riesgo
de la pérdida. La mayoría de los humanos tenemos tanto miedo a perder, a perdernos que no nos
arriesgamos a amar. Muchos de nosotros, por no arriesgarnos a perder, vivimos perdiendo y
damos por perdido el amor incluso antes de haberlo vivido.

Toda relación de amor presupone que alguno de los dos puede perder al otro. El otro puede morir o
puede dejar de amarnos y definitivamente no nos pertenece. En otras palabras no hay ningún amor
que no tenga en su horizonte la pérdida y para amar hay que ser capaces de tolerarla. Es además
una pérdida completamente imaginaria. ソ Qué es lo que puede perderse?.

Si al otro ni se lo tuvo ni se lo tiene ni se lo tendrá, y lo que sentimos que nos falta no lo hemos
tenido nunca. ソ que es lo que tememos?. El temor o mejor dicho la angustia proviene de ese yo
narcisista, imaginario, que aunque anudado a lo simbólico no deja de tener sus efectos en el sujeto.
El yo teme perderse, de su certezas, de su completud, perderse con el otro, cuando el otro deje de
querernos o se vaya. Si creemos que es el otro el que nos cose, cuando se vaya podría llevarse el
hilo que mantenía juntas las partes, y aparecerá de nuevo el agujero y con el la angustia. La
pérdida puede tomar un sin fin de formas imaginarias que son además, muchas veces,
inconscientes.
El amor es impotente en el intento de hacer de dos, Uno, de completar la naranja, de completarnos.
En parte, de lo que se trata en el amor, es precisamente de lo que podemos hacer para que la
ilusoria unión de dos, no termine convirtiéndose en una sucia y dolorosa mescolanza.
En tanto al amar, se pone en juego la falta y nuestros intentos por darle al otro lo que no tenemos.
lo que nos damos no puede ser otra cosa que un invento, una creación, que hace posible el
encuentro. Pero eso no es poca cosa, pues en tanto invento, metáfora o creación, no se trata ya ahí,
de la simple repetición del goce, en otros términos del sufrimiento. El amor, como cualquier
metáfora nos da un plus de sentido. Da un algo de sentido a nuestro ser.

Para terminar les diré que para Lacan, (y comparto su forma de plantearlo), el amor no es el ni el
deseo, ni la demanda, ni el goce, es otra cosa. Es en parte, poderse colocar en la posición de amar
a otro ser mas allá de lo que nos parece ser. Y es sólo a través de sus vías donde se hace posible la
ilusión, la magia de un encuentro.

A fin de cuentas el amor es entre dos pero ese "entre" es a la vez unión e interposición, y esa es su
paradoja.

Adriana Martínez
México, marzo 2010

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