10 Reglas de Oro del Matrimonio

1. Nunca se enfaden los dos al mismo tiempo. Para lograrlo es necesario ser prudente, y saber,
con fortaleza, reprimir la ira que se levanta en nuestro interior.

2. Nunca se griten el uno al otro a menos que la casa esté en llamas. Hay que tener
templanza y moderación de las pasiones.

3. Si uno de los dos tienen que vencer en una discusión, deja que el otro sea el
ganador. En el fondo de esta actitud hay amor del bueno, que prefiere ceder para obtener la paz. La
aparente «derrota» se convierte en una gran victoria sobre sí mismo.

4. Si tienes que criticar, hazlo con amor. Lealtad: decir las cosas serenamente, sencillamente, y
sobre todo pensando en el otro, en su bien. ¡Es preciso ser fuerte, prudente y recto para actuar de
esta manera!

5. Nunca se echen en cara los errores del pasado. Debe llegar tu amor para con los defectos y
las debilidades del otro. Amarle de verdad, incluso con sus defectos.

6. Sé obstinado con cualquiera antes que con el otro. Tenemos que preocuparnos antes de
los más cercanos a nosotros.

7. Nunca se vayan a dormir con un desacuerdo sin resolver. Claridad en las relaciones.
Humildad para reconocer la parte de culpa propia. Olvido de los rencores y los enfados. Confianza en
el otro.

8. Por lo menos una vez al día trata de decirle algo bondadoso o un cumplido
agradable al otro. Esto suena algo así como detalles pequeños en el cariño, cordialidad y
galantería.

9. Cuando hayas hecho algo equivocado, prepárate para admitirlo y pedir perdón.

Sinceridad y sencillez, porque no es mejor quien no se equivoca nunca.

10. Dos no pelean si uno no quiere, y el que está equivocado es el que más
habla. Lógicamente, el que está más sereno es el que mejor puede ceder. Las cosas se ven mejor con
cierta distancia. Sentido común, amor a la paz.

Colaboración de Gabriel Núñez Acevedo de León, Gto, México.

 Reflexión sobre el Matrimonio
Cuando se menciona la palabra matrimonio, sin duda nos vienen
algunas imágenes a la mente, tal vez pensemos en dos
personas frente a un pastor en una Iglesia, y estamos en lo
correcto. A otros es posible que se le venga a la mente a esas
mismas dos personas frente a un juez, firmando un acta, y
nuevamente no estamos equivocados. Y si pensamos en como
inicia un matrimonio, sin duda tenemos que recordar la época del
enamoramiento, ese estado emocional de alegría y felicidad
donde nos sentimos fuertemente atraídos por otra persona del
sexo apuesto, y le atribuimos toda una serie de cualidades que
en la mayoría de los casos magnificamos. Y es ahí cuando
surge el dicho, expresado por quienes ven la escena desde
afuera diciendo: “el amor es ciego”.
Pero, ya hablando más seriamente, cuando hablamos de
matrimonio, en forma obligada tenemos que hablar del amor. Y
¿qué sabemos del amor? Palabra de cuatro letras que se
generalmente se representa:
 por un corazón rojo
 por flores enviadas en una fecha especial
 por chocolates, música suave y una cena romántica.
Pero, la idea del amor que nos han introducido, y esto es más a
través del cine y la televisión, es de dos personas que se
conocen un día y al poco tiempo se involucran en una relación
física para separarse y nunca más volverse a ver.
Nuestro idioma español, ha tomado palabras de otros lugares y
las ha incorporado a nuestro léxico y a nuestro diario vivir.
Algunas de esas palabras son las que en la mayoría de nosotros
nos dan la idea de amor.
Los antiguos tenían la palabra
 fileo para indicar amor entre amigos, es la afinidad de
intereses o estilo de vida, comprensión, cuidado y
preocupación por el otro. Esto es lo que se conoce como
amor filial.
 Otra palabra antigua utilizada es eros, este es el amor
romántico o de pareja, es la primera fase del amor entre
dos personas, es un amor más egoísta que busca poseer
al otro. De aquí se deriva nuestra palabra Erotismo.
 Y una tercera palabra que se traduce por amor es Agape
este es un amor incondicional y reflexivo, en el que el
amante tiene en cuenta sólo el bien del ser amado y no el
propio.
Esta es la clase de amor con la que Dios ama, a todos aquellos
que le han recibido como Padre celestial, habiendo confesado
sus pecados y que tienen a Jesús como su Señor y Salvador, y
que son guiados por su Espíritu Santo, a todos estos, la Biblia
los llama “Iglesia”. La Palabra de Dios hace un llamado a los
maridos en Efesios 5: 25 “Maridos, amad a vuestros mujeres, asi
como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”.
Y ¿Cómo es que Cristo amó a la Iglesia?, ¿Cómo es el amor de
Dios? Esto también está registrado en las Escrituras, en el
capítulo 13 de la primera carta del Apóstol Pablo a los corintios,
ahí encontramos:
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el
amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada
indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser”
Y tal vez alguien se esté diciendo, bueno, eso es algo idealizado,
ese es el amor de Dios, después de todo Él es Dios, nosotros
somos simples seres humanos, y los problemas de la vida y el
diario trajinar no hace posible que se pueda expresar un amor
así. Pero, déjeme decirle que si es posible.
 Un famoso maestro se reunió con un grupo de jóvenes
que estaban en contra del matrimonio.
Los muchachos argumentaban que el romanticismo
constituye el verdadero sustento de la pareja y que es
preferible acabar con la relación cuando esta se apaga,
en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio
 El maestro les dijo que respetaba su opinión, peroles
relató los siguiente:
“Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi
madre bajaba las escaleras para preparar el desayuno y
Cuando el maestro terminó de explicar su relato, los jóvenes no
sufrió un infarto. Cayó. Mi padre corrió, la levantó como
pudieron debatirle, ese tipo de amor era algo que no conocían.
pudo y casi a rastrar la subió al coche. A toda velocidad,
sin respetar las normas de circulación, condujo hasta el
hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.
Durante el entierro, mi padre no habló, su mirada estaba
perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos
con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos
hermosas anécdotas. El pidió a mi hermano teólogo que
le dijera dónde estaría su esposa en ese momento. Mi
hermano comenzó a hablar de la vida después de la
muerte, conjeturó como y donde estaría ella. Mi padre
escuchaba con gran atención, de pronto pidió: Llévenme
al cementerio.
Papá – respondimos – ¡Son las 11 de noche, no podemos
ir al cementerio ahora! Alzó su voz y con una mirada
vidriosa dijo: “No discutan con el hombre que acaba de
perder a la que fue su esposa por 55 años. “
Al llegar al cementerio, mi padre acarició la lápida, lloró y
nos dijo: Fueron buenos años. Ella y yo estuvimos juntos
en aquella crisis, en mi cambio de empleo, hicimos el
equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de
ciudad, compartimos la alegría de ver a nuestros hijos
terminar sus estudios, lloramos uno al lado del otro la
partida de seres queridos, nos apoyamos en el dolor, nos
abrazamos en cada navidad y perdonamos nuestros
errores…estoy contento de que ella se fuera antes. La
amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera.
Y era algo, que yo tampoco conocía, hasta que pude verlo con
mis propios ojos. Tuve la suerte de ver esa clase de amor, que
enfrenta los problemas cotidianos, los reveses económicos y las
angustias de la vida; que comparte penas, alegrías, amistades y
enrumba a los hijos por los caminos de la vida. Pude ver esa
clase de amor en mis abuelitos. Un 20 de diciembre de 1940
unieron sus vidas, hasta que la muerte los separó un día de
enero de 1997. Fueron 56 años juntos.

Y ¿Cómo? Alguien se podría preguntar. ¿Cómo es posible estar

junto a una persona, durante tanto tiempo? En nuestras fuerzas
nunca podríamos logarlo, la única posibilidad de que un
matrimonio dure tanto tiempo, es de que tengan a Jesús como el
centro de sus vidas.

Andrés y Diana, hoy inician una aventura. Un viaje que los

llevará por las montañas de la alegría, pero también los hará
caminar por el valle de la angustia. La única posibilidad de llegar
al final de este viaje, es que tengan a Jesús, como el centro de
sus vidas y de su matrimonio.

Los hermanos, amigos, familiares y matrimonios que hoy son

testigos de esta unión, nos unimos para decirles:

Jehová los bendiga, y los guarde;

Jehová haga resplandecer su rostro sobre ustedes,
y tenga de ustedes misericordia;
Jehová alce sobre ustedes su rostro,
y ponga en vosotros paz.”

AMEN