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Pensamientos de Torá y Cabalá XLIV

Eduardo Madirolas
www.lacabaladelaluz.com

Gen 2:10

Y un río salía de Eden para regar el jardín, y de allí se dividía y formaba cuatro
cabezas.
2:10
Venahar yotsé me'Eden lehashkot et-hagán umisham yipared vehayáh le-
arba'áh rashim.

En el Árbol de la Vida todo es Uno: Todo está embebido en el Infinito (En Sof)
y saturado de la Luz Infinita (Or En Sof) que es el agente creativo y la sustancia última
de lo que Es.
En este esquema no sólo se da el postulado de la interrelación de todo sino que
el principio de resonancia, de forma que la actualización de una fase vibratoria – y todo
lo que existe es una forma de vibración – se conecta de inmediato y de una forma no
local con todo aquello que se encuentra en identidad de fase con ella. Y esto que
funciona a todos los niveles es un principio fundamental de la práctica mística. Y
cuando hablamos de un nivel estamos activando y conectándonos con todos los niveles
resonantes con él.
Las discontinuidades que definen los distintos planos se dan en el plano de la
conciencia – o de la Conciencia – como manifestaciones de la Mente Única, y los
distintos saltos cuánticos que aparentemente separan los planos son llamados “velos”.
Así leemos en el Zohar (en una disertación a cerca de los siete Palacios o
septenario sefirótico de Briá):”Sabed que ninguno de estos Palacios Celestiales son luz
y tampoco son espíritus, ni son almas, ni son forma alguna que pueda cogerse por medio
de alguno de los sentidos. Sabed que los Palacios son Pensamientos-vistos-a-través-de-
cortinas. ¡Sacad el Pensamiento y el Palacio se vuelve en nada que la mente pueda
agarrar ni la imaginación representar! Y sabed, finalmente, que todos los Misterios de la
Fe están en esta doctrina: que todo lo que existe en el Mundo Superior es la Luz del
Pensamiento, el Infinito. ¡Levantad la cortina, y toda la materia aparece inmaterial!,
¡Levantad otra cortina, y lo inmaterial aparece todavía más espiritual y sublime!, ¡Y a
medida que cada cortina siguiente se levanta nosotros somos transportados a los planos
siempre más altos de sublimidad, hasta que se alcanza al Altísimo!”.
La Luz del Pensamiento es otro nombre para la Luz Infinita, o mejor dicho, para
el contenido de esa Luz que es interpretada como Conciencia.
Entrando en el tema, el Zohar interpreta que los eventos descritos en los
primeros capítulos de Bereshit, en particular los relativos al Gan Eden que ahora
estamos considerando, corresponden a procesos internos en el seno de la Deidad. Ese es
el arquetipo que es después reiterado, como un sello estampado, en los mundos
siguientes.
Así, describe cómo el río que sale del Edén – el Edén superior, la Jojmá de
Atsilut – penetra en el cerebro del Zer Anpin, el Rostro menor, formando una de sus tres
cavidades (su Jojmá en este caso; las otras dos son Biná y Dáat) y de ahí es extendido y
fluye a todo el cuerpo (de Zer Anpin, es decir, de su Árbol sefirótico) y riega a todas las
plantas (las sefirot) de Maljut, la Shejiná, en donde se ubica el Edén inferior (Maljut, o
mejor dicho, Asiá de Atsilut).

y
En la letra Yod de Jojmá la punta superior izquierda representa a Kéter, la raíz
suprema: Es la conexión con la Alef, que contiene dos Yodim. El trazo horizontal
representa a la Sabiduría en sí, a esa energía luminosa, activa y fecundadora, llamada
‘principio’ (Reshit; Gen. 1:1) y ‘padre’ (Jojmá). Por último, se tiene un pequeño trazo
descendente, que es la sabiduría vuelta hacia la manifestación, identificada con el río
que salía del Edén (Superior, Jojmá) para regar el jardín (Edén inferior), Maljut,
también representada por una Yod (=10).
Tenemos pues la Yod del Reshit de la Sabiduría superior (Jojmá) y la Yod de la
Sabiduría inferior (Maljut). La primera es la Yod de YHVH, hwhy, la segunda es la
Yod de Adonay, ynda, y la unión de ambos es yhndhay, representado como
yy, para designar a la Deidad (así aparece el Nombre de Dios en muchos sidurim).
En realidad se trata de única Yod extendida: dwy, YVD, ya que dw es
también 10, y por tanto Yod extendida suma también 20.
Vav Dalet contiene a la He, que es Biná (ver imagen) y que concibe a la díada
Vav Dalet, Zer Anpin y Nukva (Shejiná), siendo la Vav una prolongación
(manifestación) de Yod después de pasar por la formalización de la he (Biná) y la Dalet
el cuaternario de Maljut. Y cuando el cuaternario es penetrado por la Vav deviene en la
segunda He.

Y esta fórmula emanativa del Nombre de Dios se repite holográficamente en


todos los niveles que resuenan vibratoriamente entre sí.
En nuestro esquema, Edén en general es un estado de conciencia que
corresponde a todo el nivel yetsirático, siendo cada uno de sus Rostros correlativos
respectivamente con el Edén Superior – Neshamá y con el Edén inferior – Néfesh. El
nivel del Rúaj, centrado en Tiféret, corresponde al hexagrama yetsirático dentro del
propio mundo de Yetsirá. Podemos verlo en las siguientes imágenes:
Podemos ver en las imágenes cómo el Edén superior sería Briá de Yetsirá y el
Edén inferior Asiá de Yetsirá, mientras que el nivel del Rúaj, de los Cielos en la
imagen, sería el propio Yetsirá de Yetsirá.
En realidad, en este punto del desarrollo que estamos presentando en estos
escritos de Pensamientos, nos encontramos en el Dáat de Yetsirá (o Yesod de Briá),
antes de la división del Adam andrógino en Adam masculino (Rúaj) y Javá femenina
(Néfesh). Este Adam de arriba es un cuerpo de luz y tiene conciencia briática
(conciencia cósmica).
Y un río salía de Eden (de la Sabiduría) superior para regar el jardín y de allí
(Umisham) y del Nombre de cuatro letras (UmiShem) se dividía en cuatro cabezas. Y
esto, según el Zohar, relacionando todo con todo, nos lleva a la Merkavá.
Así, leemos en el Midrash HaNe´elam (Zohar II, 15b):
“Rabí Akiva dijo (dirigiéndose a Rabí Eliezer): ¿Cuál es el significado de: “He
descendido al jardín de los nogales” (Cant 6:11)?
Le dijo: Venid y ved. El jardín emerge de Edén, y esta es la Shejiná. “Nuez”:
ésta es la santa carroza suprema de las cuatro cabezas de río que salían del jardín, igual
que la nuez tiene cuatro santas cabezas en su interior. Y en cuanto a lo de “he
descendido” esto es lo que hemos aprendido: Tal y tal descendieron a la carroza. [Ya
que en los Hejalot se habla de los Yordé Merkavá, los que descienden a la carroza]
Rabí Akiva le dijo: Si tal es el caso debería haber dicho (en los Cantares): He
descendido a la nuez. ¿Por qué dice: he descendido al jardín de los nogales?
Respondió: Porque esta es la alabanza de la nuez. Igual que la nuez está oculta y
escondida por todos los lados, así la carroza que emerge del jardín está oculta por todos
los lados. Igual que las cuatro cabezas de la nuez están unidas desde un punto de vista,
pero separadas desde otro punto de vista, así (las fuerzas de) la carroza están juntas en
unidad, alegría y perfección, pero separadas según cada una cumple con su papel
designado. Ese es el significado de: Este es el río que rodea toda la tierra de Javilá (Gen
2:11); este es el que corre al este de Ashur (Gen 2:14), y así con los demás.”
En la visión de la merkavá de Ezequiel se describe con detalle a las Jaiot
HaKódesh, las Santas Criaturas Vivientes, que son el poder viviente de las cuatro letras
del Tetragrama en el Kéter de Yetsirá (Tiféret de Briá). Según una enseñanza es su
sudor – su emanación – lo que constituye la esencia de los cuatro ríos. Sobre ello
hablaremos en otro escrito. Ahora nos interesa ubicarnos en el mapa y comprobar que el
firmamento sobre sus cabezas es el Dáat de Briá – Yesod de Atsilut. Sobre este
firmamento la imagen del Trono, una representación sintética del mundo de Briá. Se ha
interpretado que las patas de este Trono son las sefirot Jésed, Guevurá, Tiféret y Maljut
(de Briá). Y sentado en el Trono, la imagen de la semejanza de Adam: Tiféret de
Atsilut-Kéter de Briá, el Zer Anpin, llamado HaKadosh Baruj Hu, el Santo, Bendito sea.
Tenemos así varios niveles de Adam (masculino y femenino):
El Adam Atsilútico, el Hombre/Mujer santo de Atsilut, representado como
imagen de la semejanza (porque estamos viendo su doble reflexión en Yetsirá) a modo
de la figura sentada sobre el Trono de Briá.
El Adam Briático, creado en el sexto día como ente cósmico conteniendo en sí
todo el enjambre de Chispas divinas que constituyen la humanidad. Es el arquetipo, y
por tanto colectivo e individual, y ya que cada individuo participa con una versión
propia del arquetipo universal, contiene en sí a la mónada (o átomo semilla, o neshamá
suprema o jaiá) de cada existencia particular. Digamos que este es el rayo espiritual que
nos proyecta, conteniendo todo el esquema de tikún global – la tarea asignada a la
humanidad en el plan Divino – y tikún personal – la parte que nos corresponde a cada
uno –. A veces recibe el nombre de Merkavá inferior.
El Adam Yetsirático del segundo capítulo del Génesis es, primariamente el alma
neshamá colectiva de la humanidad. Y también la neshamá de cada ser humano. Eso es
su rostro superior (es el punto en el que nuestro análisis se encuentra en estos
momentos) centrado en Dáat (ver figura; submundo Briá de Yetsirá).
Para entender cómo se da en estos planos la unificación de los individual y
colectivo podemos pensar en un “ojo de mosca” de múltiples facetas –cada una un
órgano receptor en sí misma – pero convergiendo en un foco y arrojando una visión de
imagen única.
Adam es un “cuerpo” de luz cuya conciencia abarca “de uno al otro extremo del
universo”. Por supuesto es inmortal, pudiendo comer del Árbol de la Vida y “vivir para
siempre”. Tengamos en cuenta que este nivel de Briá de Yetsirá está solapado con el
Asíá de Briá.
Es en este punto de Dáat en el que se opera la división en Rúaj – el zeir anpin
yetsirático centrado en el hexagrama de Tiféret (ver figura) – y Néfesh – la nukva
yetsirática abarcando el rostro inferior de Yetsirá centrado en Yesod. Para ello el Adam
superior de Yetsirá está dormido (y por cierto no se dice explícitamente que se
despierte). Hay así implicado un descenso del nivel de conciencia.
Desde el Yesod de Yetsirá/Dáat de Asiáh se da el paso al mundo de Asiáh. Es lo
que se conoce como la Caída. La vestidura de luz (rwa, Or) se densifica a una
vestidura de piel (rw][, Or). Se produce también la dispersión de las Chispas Divinas
encarnadas en cuerpo (“Estas son las generaciones de Adam”).
Y esto, por supuesto, es un paso necesario en el plan Divino, iniciándose el
sendero de retorno, con una conciencia individual actualizada, llevada a su pleno
potencial divino, y convergiendo de nuevo en una conciencia colectiva desarrollada del
Adam superior.
Recuperar la vestidura de luz con la conciencia briática concomitante
(integrándola en la experiencia cotidiana de lo físico) es el objetivo de la mística de la
merkavá. Reproduzco a continuación un escrito mío sobre las metodologías para poder
trabajarlo:

“1) Lo primero es la práctica de la meditación; una práctica a realizar durante


bastante tiempo y de una forma constante.
Las técnicas específicas que la tradición cabalística propone se pueden clasificar
en tres grandes apartados:
- El Shiur Komá, un antiguo tratado que literalmente trata sobre las medidas
del cuerpo de Dios. Para ello emplea unas combinaciones de letras altamente
crípticas y difíciles de interpretar. Debido a su dificultad y nuestra falta de
puntos de referencia no insistimos mucho actualmente sobre ello.
- El Séfer Yetsirá, el libro de la creación (o formación) con las
correspondencias entre las letras hebreas y las diversas partes del cuerpo. En
el texto están delineadas las técnicas básicas de meditación. Es conocido su
uso práctico en la creación del Golem, el homúnculo hecho de arcilla al que
se da vida mediante las permutaciones de letras propuestas en el libro. El
número del Golem es 73, el valor numérico de la palabra Jojmá, Sabiduría.
En nuestro contexto, el Golem es una metáfora del cuerpo de luz.
- El uso de Yejudím o unificaciones mediante Nombres Divinos. Como hemos
dicho antes, según el Zohar, Elías alcanzó la inmortalidad con el Nombre de
doce letras, en esencia el uso triple del Tetragrámaton. Este tercer método es
el más accesible a la generalidad, con múltiples aplicaciones en otros
campos, tales como la curación en general.
En esencia, los tres métodos usan la correspondencia de letras y Nombres con
las distintas partes del cuerpo físico, utilizando la forma etérica del cuerpo para
sobreponer sobre el mismo las combinaciones literales, tal como está escrito en Job:
desde mi carne veré a Dios.
2) Es necesario hacer frecuentes prácticas de ascensión (la merkavá) tal como
está descrita en, por ejemplo, la literatura de los Hejalot. Esto nos da la certeza, no
mental sino experiencial, de la existencia de otros planos del ser, al tiempo que
acostumbra a nuestra naturaleza inferior a familiarizarse con los mismos.
3) Es necesario también hacer prácticas de autogeneracioón como la propia
neshamá suprema, es decir, empezar al principio a imaginarse, después a operar, desde
ese estado de conciencia. Todo ello para aprender a separarnos de nuestra identificación
con el vehículo físico y aflojar, incluso deshacer, los nudos mentales que nos tienen
sujetos a este nivel de realidad.
4) Hasta aquí hablamos de prácticas específicas, pero como dice el salmista, “si
el Eterno no construye la casa en vano trabajan los constructores”. Quiere esto decir que
es una condición necesaria el tener establecida una conexión fuerte y permanente con la
Luz y con la Gracia, manteniendo una conciencia constante de la Presencia Divina que
lo llena todo por doquier, e inflamándose en el fuego de la pasión y del amor por Dios.
Sin este fuego de amor y devoción no hay transmutación alquímica interna.
Es permanecer en el pensamiento constante de Dios: Ve ahabtá et Adonay
Eloheja bejol levaveja, ubjol nafsheja, ubjol meodeja. Amarás al Eterno tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Y de este modo reintegrarte en
la Unidad: Ejad.
Es abrir el corazón a la compasión universal, a la rajamim: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. Yo soy YHVH”, porque eres tú mismo, porque todo es Uno. Hemos
hablado antes de las trece midot, las trece medidas de la misericordia. Podemos
considerarlas como un yoga de acción, para crear en nosotros la afinidad divina, para
asimilarnos al creador.
Es abrirse a la Gracia, abandonarse a la Gracia divina, dejar que llene todos los
rincones de nuestra vida.
5) Por último está la vida práctica. Tenemos en la Torá desarrollada toda una
metodología de vida eterna, plasmada en las mitsvot, los mandamientos.
Uno de los preceptos es que cada persona debe escribir una Torá, es decir,
vivirla, incorporarla, hacernos nosotros mismos una Torá viviente. Es una enseñanza
tradicional, aunque no especificada en detalle, que los 613 preceptos – los 248
afirmativos y los 365 negativos, jésed y guevurá – energizan, fortalecen, rectifican y
desarrollan los 613 nódulos o puntos de luz de nuestros vehículos internos, uno para
cada precepto.
Ciertamente en sentido literal no se pueden cumplir todos los preceptos, que se
incluyen ordenanzas relativas a los sacrificios animales, a los sacerdotes, al rey, etc.
Pero sí en sentido simbólico, cabalístico, plasmado en la formulación escrita, en las
combinaciones de letras, en la Torá arquetípica, de Sabiduría. El mandamiento principal
es estudiar la Torá. Es tarea de toda una vida, y posiblemente colectiva, el desentrañar
todos los significados y movimientos energéticos de sus preceptos, pero es una tarea
personal el asumirla.
Está escrito en Bereshit que Elohim “vió la luz que era buena”, en hebreo,
Vayaré Elohim et haor ki tov. Esta expresión Et haOr, la sustancia o la esencia de la luz,
la luz de la Alef a la Tav, tiene precisamente el valor numérico de 613. Es decir, este
número expresa la totalidad de la luz.”

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