Professional Documents
Culture Documents
El Sahara es el desierto más grande del planeta; alberga de mala gana varias
especies de animales y de plantas. Mide desde el Mar rojo, pasando por el
Nilo, hasta el Atlántico 5000 Kms; ostenta la temperatura más alta registrada:
58° C a la sombra. Sólo una parte es de arena, el resto es piedra y gravilla, con
montañas y canales que testimonian la antigüa presencia de abundante agua y
vegetación; de hecho se han conservado unas pinturas rupestres que datan de
hace unos 5000 años y que muestran habitantes y cazadores, además de
abundantes antílopes y otros rumiantes; así mismo, se conservan unos pocos
cipreses en unos desfiladeros que tienen una edad entre 2000 y 3000 años.
Las zonas áridas no son perfectamente simétricas con los trópicos de cáncer y
capricornio debido a las irregularidades topográficas: extensión de los
continentes, cadenas montañosas o llanuras; pero siguen el mismo esquema.
En América, Sonora y Mojave al norte, Atacama al sur, el Sahara al norte de
África, y el Kalahari y el Namib más al sur; en Asia “los desiertos del
Turkestán y la India central son paralelos a los grandes desiertos del centro de
Australia”, al otro lado de las selvas del sudeste asiático.
En el
Sahara gerbillos y ger
bos son roedores
fitófagos que salen
solo en la noche;
los geckos (una
especie de salamandra)
son insectívoros, salen
por la noche y se
calientan, como todos
los reptiles, unas horas
por la mañana y la
tarde, pero no más.
Hay cazadores, como
el zorro fenec,
mamífero de grandes
orejas, linces, hienas y lobos menores. En otros continentes hay animales
semejantes, ratas canguro, zorros kit o coyotes. Avanzada la noche, los
reptiles, que salieron antes, se retiran a sus escondrijos para no perder calor,
mientras que los mamíferos pueden extender bastante más su estadía. El
amanecer tiene sus animales característicos: el monstruo de Gila, uno de los
dos lagartos venenosos del planeta, se mueve lentamente al principio, pero
adquiere velocidad con el sol; caza polluelos, huevos e insectos, ratones
adultos y crías, atrapados directamente en la madriguera; en Australia
el diablo espinoso come hormigas; las tortugas del desierto salen por las
mañanas. Pero los reptiles también sufren recalentamiento y deben protegerse
del sol; el calor es tan seco que en una hora un hombre evapora un litro de
agua sin darse mayor cuenta.
Medios para enfriarse y reducir la pérdida de agua
Las aves no tienen tanto problema, las plumas son un excelente aislante; y
como se desplazan más rápido pueden alcanzar con cierta facilidad las fuentes
de agua; de todos modos saben refrescarse también por la garganta, solo que
no jadean agitando todo el tórax, como hacen los mamíferos, sino nada más la
garganta. Pero todos estos métodos hacen perder agua, y en el desierto se trata
de conservarla: por eso los excrementos de la fauna desértica son tan secos;
el de camello se quema casi en seguida, el de reptiles es solo un polvillo;
mientras que la orina del hombre tiene un 92% de agua, la de la rata canguro
tiene solo un 70%; un lagarto del Sahara reduce su exceso de sal por las fosas
nasales, casi sin pérdida de
agua.
Las plantas, que no pueden esconderse, han desarrollado técnicas aún más
ingeniosas; algunas inclinan sus hojas (como el acebo) de tal modo que la luz
solo llega directa cuando el sol sale o se pone; excreta sal por las hojas,
cubriéndolas de un blanco que rechaza la luz. Las plantas tienen el mismo
problema por la obtención de agua: la creosota crece en el desierto de
Atacama, y obtiene agua tejiendo una extensa red de raíces casi superficiales
que atrapan toda el agua del los alrededores, a tal punto que no permite el
crecimiento de ninguna otra a su alrededor en las zonas muy áridas, afectando
a sus propios hijuelos: esto lo resuelve haciendo brotar clones alrededor suyo
y formando anillos que se van ensanchando; por esta peculiaridad de crecer
por medio de clones es que se la considera el ser vivo más antiguo del mundo,
creciendo en el mismo sitio por más de 10 mil años.
Otros cactus y otras plantas si ofrecen agua al viajero, y los indígenas son
expertos en reconocerlos; a veces una muy pequeña plantita esconde un balón
de agua, del tamaño de una pelota, bajo tierra. Saben también reconocer las
potables de las amargas, que usan sólo para refrescarse el cuerpo.
Otros pequeños lagartos han optado por "nadar" bajo la superficie de la arena,
bastante más fría. Otros más han perdido sus patas para simplemente culebrear
en la superficie. Estos animales se alimentan de insectos que detectan por las
vibraciones producidas en la arena. A su vez, son cazados por otros animales,
como el topo dorado, un eximio nadador de arena, saliendo a la superficie
únicamente para cazar.
El camello
Los nómades del desierto no podrían viajar por él sin el camello; no se conoce
bien su origen, hay muy pocos camellos salvajes; sus pies se han desarrollado
de tal forma que se expanden cada vez que se asientan, impidiendo así que el
animal se hunda, sus fosas nasales tienen músculos capaces de cerrarlas en
caso de tormenta de arena. Toda la superficie expuesta al sol es de una lana
gruesa y aislante, mientras que por debajo está más o menos desnudo, para
liberar calor.
El camello puede comer de plantas
espinosas, almacena sus reservas en
forma de grasa, pero como con las
nalgas de algunas mujeres del
desierto, se concentran en zonas
donde es imposible refrigerar el
cuerpo: la joroba en este caso,
dejando el resto del cuerpo
desengrasado para un mejor
intercambio de calor; la grasa le
permite vivir como siempre en un
ayuno perfecto, pero su joroba se va
desinflando. También pude viajar sin beber agua: la almacena en el
estómago, pero también pueden convertir parte de su grasa en líquido:
pueden así sobrevivir diez veces más que un hombre y cuatro más que un
asno. De todos modos los camellos no podrían atravesar algunas zonas de
arena sin la ayuda del hombre, que le ofrece el agua de algunos pozos.
Las pinturas rupestres demuestran que los desiertos son relativamente nuevos;
muchas especies de cactus presentan las mismas flores que otras plantas de
otras latitudes y el parentesco de muchos animales con otros de zonas más
benignas nos dan a entender la asombrosa rapidez con que la vida a sabido
adaptarse a situaciones tan inhóspitas como las del desierto.